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JORGE LUIS BORGESOBRASCOMPLETAS


OBRAS COMPLETAS DE JORGE LUIS BORGLSFERVOR DE BUENOS AIRESLUNA DE ENFRENTECUADERNO SAN MARTÍNEVARISTO CARRIEGODISCUSIÓNHISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIAHISTORIA DE LA ETERNIDADFICCIONESEL ALEPHOTRAS INQUISICIONESEL HACEDOREL OTRO, EL MISMOPARA LAS SEIS CUERDASELOGIO DE LA SOMBRAEL INFORME DE BRODIEEL ORO DE LOS TIGRES


JORGE LUISBORGESCOMPLETAS1923-1972EMECÉ EDITORESBUENOS AIRES


Edición dirigida y realizada porCARLOS V. FRÍAS© Emecé Editores, S.A, 1974Alsina 2062 - Buenos Aires, ArgentinaEdiciones anteriores: 62.000 ejemplares14 a edición en offset: 5.000 ejemplaresImpreso en Compañía Impresora Argentina S.A., Alsina 2041/49,Buenos Aires, septiembre de 1984IMI'HLSO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINAQueda hecho el depósito que previene la ley 11.723.I.S.B.N.: 950-04-0217-339.009


) y (A Leonor Acevedode BorgesQuiero dejar escrita una confesión, que a un tiempo seráíntima y general, ya que las cosas que. le ocurren a unhombre les ocurren a todos. Estoy hablando de algo yaremoto y perdido, los días de mi santo, los más antiguos.Yo recibía los regalos y yo pensaba que no era más queun chico y que no había hecho nada, absolutamente .nada,para merecerlos. Pof supuesto, nunca lo dije; la niñez estímida. Desde entonces me has dado tantas cosas y sontantos los años y los recuerdos. Padre, Norah, los abuelos,tu memoria y en ella la memoria de los mayores —lospatios, los esclavos, el aguace'; c\ la carga de los húsaresdel Perú y el oprobio de Rosas—, tu prisión valerosa,cuando tantos hombres callábamos, las mañanas del Pasodel Molino, de Ginebra y de Austin, las compartidas claridadesy sombras, tu fresca ancianidad, tu amor a Dickensy a Eca de Queiroz, Madre, vos misma.Aquí estamos hablando los dos, et tout le reste csi littérature,como escribió, con excelente literatura, feríame.J.1..B.


Fervor de Buenos Aires(1923)


) !3 (P R Ó L O G O\ T o he reescrito el libro. He mitigado sus excesos barrocos, helimado asperezas, he tachado sensiblerías y vaguedades y, en eldecurso de esta labor a veces grata y otras veces incómoda, hesentido que aquel muchacho que en 1923 lo escribió ya era esencialmente—¿qué. significa esencialmente?— el señor que ahorase resigna o corrige. Somos el mismo; los dos descreemos del fracasoy del éxito, de las escuelas literarias y de sus dogmas; los dos somosdevotos de Schopenhauer, de Stevenson y de Whuman. Para mi,Fervor de Buenos Aires prefigura todo lo que haría después. Porlo que dejaba entrever, por lo que prometía de algún modo, loaprobaron generosamente Enrique Díez-Canedo y Alfonso Reyes.Como los de 1969, los jóvenes de 1923 eran tímidos. Temerososde una íntima pobreza, trataban como ahora, de escamotearlabajo inocentes novedades ruidosas. Yo, por ejemplo, me propusedemasiados fines: remedar ciertas fealdades (que me gustaban)de Miguel de Unamuno, ser un escritor español del siglo diecisiete,ser Macedonio Fernández, descubrir las metáforas que Lugonesya había descubierto, cantar un Buenos Aires de casas bajas y, haciael poniente o hacia el sur, de quintas con verjas..En aquel tiempo, buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha;ahora, las mañanas, el centro y la serenidad.Buenos Aires, 18 de agosto de 1969., J.L.li.


A QUIENLEYERESi las páginas de este libro consienten algúnverso feliz, perdóneme el lector la descortesíade haberlo usurpado yo, previamente.Nuestras nadas poco difieren; es trivial yfortuita la circunstancia de que seas tú ellector de estos ejercicios, y yo su redactor.


FERVOR DE BUENOS AIRESLAS CALLESLas calles de Buenos Airesya son mi entraña.No las ávidas calles,incómodas de turba y de ajetreo,sino las calles desganadas del barrio,casi invisibles de habituales,enternecidas de penumbra -y de ocasoy aquellas más afueraajenas de árboles piadososdonde austeras casitas apenas se aventuran,abrumadas por inmortales distancias,a perderse en la honda visiónde cielo y de llanura.Son para el solitario una promesaporque millares de almas singulares las pueblan,únicas ante Dios y en el tiempoy sin duda preciosas.Hacia el Oeste, el Norte y el Surse han desplegado —y son también la patria— las calles;ojalá en los versos que trazoestén esas banderas.


18 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA RECOLETAConvencidos de caducidadpor tantas nobles certidumbres del polvo,nos demoramos y bajamos la vozentre las lentas filas de panteones,cuya retórica de sombra y de mármolpromete o prefigura la deseabledignidad de haber muerto.Bellos son los sepulcros,el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,la conjunción del mármol y de la flory las plazuelas con frescura de patioy los muchos ayeres de la historiahoy detenida y única.Equivocamos esa paz con la muertey creemos anhelar nuestro finy anhelamos el sueño y la indiferencia.Vibrante en las espadas y en la pasióny dormida en la hiedra,sólo la vida existe.El espacio y el tiempo son formas suyas,son instrumentos mágicos del alma,y cuando ésta se apague,se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,como al cesar la luzcaduca el simulacro de los espejosque ya la tarde fue apagando.Sombra benigna de los árboles,viento con pájaros que sobre las ramas ondea,alma que se dispersa en otras almas,fuera un milagro que alguna vez dejarían de ser,milagro incomprensible,aunque su imaginaria repeticióninfame con horror nuestros días.Estas cosas pensé en la Recoleta,en el lugar de mi ceniza.


FERVOR DE BUENOS AIRES 19EL SURDesde uno de tus patios haber miradolas antiguas estrellas,desde el banco dela sombra haber miradoesas luces dispersas 'que mi ignorancia no ha aprendido a nombrarni a ordenar en constelaciones,haber sentido el círculo del aguaen el secreto aljibe,el olor del jazmín y la madreselva,el silencio del pájaro dormido,el arco del zaguán, la humedad—esas cosas, acaso, son el poema.


20 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASCALLE DESCONOCIDAPenumbra de la palomallamaron los hebreos a la iniciación de la tardecuando la sombra no entorpece los pasosy la venida de la noche se adviertecomo una música esperada y antigua,como un grato declive.En esa hora en que la luztiene una finura de arena,di con una calle ignorada,abierta en noble anchura de terraza,cuyas cornisas y paredes mostrabancolores blandos como el mismo cieloque conmovía el fondo.Todos —la medianía de las casas,las modestas balaustradas y llamadores,tal vez una esperanza de niña en los balconesentró en mi vano corazóncon limpidez de lágrima.Quizá esa hora de la tarde de platadiera su ternura a la calle,haciéndola tan real como un versoolvidado y recuperado.Sólo después reflexionéque aquella calle de la tarde era ajena,que toda casa es un candelabrodonde las vidas de los hombres ardencomo velas aisladas,que todo inmeditado paso nuestrocamina sobre Gólgotas.


FERVOR ÜK BUENOS AIRESLA PLAZA SAN MARTÍNA MacedonioFernándezlin busca de la lardeíui apurando en vano las calles.Ya estaban los zaguanes entorpecidos de sombra.Con fino bruñimiento de caobala tarde entera se había remansado en la plaza,serena y sazonada,bienhechora y sutil como una lámpara,clara como una trente,grave como ademán de hombre enlutado.Todo sentir se aquietabajo la absolución de los árboles—Jacarandas, acaciascuyaspiadosas curvasatenúan la. rigidez de la imposible estatuay en cuya red se exaltala gloria de las luces equidistantesdel leve azul y de la tierra rojiza.¡Oué bien se ve la tarde ,desde el fácil sosiego de los bancos!Abajoel puerto anhela latitudes lejanas\ la. honda plaza igualadora de almasse abre como la muerte, como el sueño.


22 JORGE LUIS fcORGES—OBRAS COMPLETASEL TRUCOCuarenta naipes han desplazado la vida.Pintados talismanes de cartónnos hacen olvidar nuestros destinosy una creación risueñava poblando el tiempo robadocon las floridas travesurasde una mitología casera.En los lindes de la. mesala vida de los otros se detiene.Adentro hay un extraño' país:las aventuras del envido' y del quiero,la autoridad del as de espadas,como don Juan Manuel, omnipotente,y el siete de oros tintineando esperanza.Una lentitud cimarronava demorando las palabrasy como las alternativas del juegose repiten y se repiten,los jugadores de esta nochecopian antiguas bazas:hecho que resucita un poco, muy poco,a las generaciones de los mayoresque legaron al tiempo de Buenos Aireslos mismos versos'y las mismas diabluras.


FERVOR DE BUENOS AIRES 23UN PATIOCon la tardese cansaron los dos o tres colores del patio.Esta noche* la luna, el claro círculo,no domina su espacio.Patio, cielo encauzado.El patio es el declivepor el cual se derrama el cielo en la casa.Serena,la eternidad espera en la encrucijada de estrellas.Grato es vivir en la amistad oscurade un zaguán, de una parra y de un aljibe.


24 JORGK LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASINSCRIPCIÓN SEPULCRALPara mi bisabuelo, el coronel Isidoro SIMIVDilató su valor sobre los Ancles.Contrastó montañas y ejércitos.La audacia fue costumbre de su espada.Impuso en la llanura de Juníntérmino venturoso a la batallay a las lanzas del Perú dio sangre española.Escribió su censo de hazañasen prosa rígida como los clarines belísonos.Eligió el honroso destierro.Ahora es un poco de ceniza y de gloria.


FERVOR DE BUENOS AIRESZSLA ROSALa rosa,la inmarcesible rosa que no canto,la que es peso y fragancia,la del negro jardín en la alta noche,la de cualquier jardín y cualquier tarde,la rosa que resurge de la tenueceniza por el arte de la alquimia,la rosa de los persas y de Ariosto,la que siempre está sola,la que siempre es la rosa de las rosas,la joven ñor platónica,la ardiente y ciega rosa que no canto,la rosa inalcanzable.


26 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASBARRIO RECONQUISTADONadie vio la hermosura de las calleshasta que pavoroso en clamorse derrumbó el cielo verdosoen abatimiento de agua y de sombra.El temporal fue unánimey aborrecible a las miradas fue el mundo,pero cuando un arco bendijocon los colores del perdón la tarde,y un olor a tierra mojadaalentó los jardines,nos echamos a caminar por las callescómo por una recuperada heredad,y en los cristales hubo generosidades de soly en las hojas lucientesdijo su trémula inmortalidad el estío.


FERVOR DE BUENOS AIRES 27SALA VACÍALos muebles de caoba perpetúanentre la indecisión del brocadosu tertulia de siempre.Los daguerrotiposmienten su falsa cercaníade tiempo detenido en un espejoy ante nuestro examen se pierdencomo fechas inútilesde borrosos aniversarios.Desde hace largo tiemposus angustiadas voces nos buscany ahora apenas estánen las mañanas iniciales de nuestra infancia.La luz del día de hoyexalta los cristales de la ventanadesde la calle de clamor y de vértigoy arrincona y apaga la voz laciade los antepasados.


28 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASROSASEn la sala tranquilacuyo reloj austero derramaun tiempo ya sin aventuras ni asombrosobre la decente blancuraque amortaja la pasión roja de la caoba,alguien, como reproche cariñoso,pronunció el nombre familiar y temido.La imagen del tiranoabarrotó el instante,no clara como un mármol en la tarde,sino grande y umbríacomo la sombra de una montaña remotav conjeturas y memoriassucedieron a la mención eventualcomo un eco insondable.Famosamente infamesu nombre fue desolación en las casas,idolátrico amor en el gauchajey horror del tajo en la garganta.Hoy el olvido borra su censo de muertes,porque son venales las muertessi las pensamos como parte del Tiempo,esa inmortalidad infatigableque anonada con silenciosa culpa las razasy en cuya herida siempre abiertaque el último, dios habrá de restañar el último día.cabe toda la sangre derramada.No sé si Rosasfue sólo un ávido puñal como los abuelos decían;creo que fue como tú y yo>un hecho entre los hechosque vivió en la zozobra cotidianay dirigió para exaltaciones y penasla incertidumbre de otros.


FERVOR DE BUENOS AIRES 29Ahora el mar es una larga separaciónentre la ceniza y la patria.Ya tocia vida, por humilde que sea,puede pisar su nada y su noche.Ya Dios lo habrá olvid;vloy es menos una injuria que una piedaddemorar su infinita disolucióncon limosnas de odio.


.80 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASFINAL DE AÑONi el pormenor simbólicode reemplazar un tres por un dosni esa metáfora baldíaque convoca un lapso que muere y otro que surgeni el cumplimiento de un proceso astronómicoaturden y socavanla altiplanicie de esta nochey nos obligan a esperarlas doce irreparables campanadas.La causa verdaderaes la sospecha general y borrosadel enigma del Tiempo;es el asombro ante el milagrode que a despecho de infinitos azares,de que a despecho de que somoslas gotas del río de Heráclito,perdure algo en nosotros;inmóvil.


FERVOR DE BUENOS AIRES 31CARNICERÍAMás vil que un lupanarla carnicería rubrica como una afrenta la calle.Sobre el dinteluna ciega cabeza de vacapreside el aquelarrede carne charra y mármoles finalescon la remota majestad de un ídolo.


.HU JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASARRABALA Guillermo de ToneEl arrabal es el reflejo de nuestro tedio.Mis pasos claudicaroncuando iban a pisar el horizontey quedé entre las casas,cuadriculadas en manzanasdiferentes e igualescomo si fueran todas ellasmonótonos recuerdos repetidosde una sola manzana.El pastito precario,desesperadamente esperanzado,salpicaba las piedras de la calley divisé en la honduralos naipes de colores del ponientey sentí Buenos Aires.Esta ciudad que yo creí mi pasadoes mi porvenir, mi presente;los años que he vivido en Europa son ilusorios,yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires.


FERVOR DE BUENOS AIRES 33REMORDIMIENTO POR CUALQUIERMUERTELibre de la memoria y de la esperanza,ilimitado, abstracto, casi futuro,el muerto no es un muerto: es la muerte.Como el Dios de los místicos,de Quien deben negarse todos los predicados,el muerto ubicuamente ajenono es sino la perdición y ausencia del mundo.Todo se lo robamos,no le dejamos ni un color ni una sílaba:aquí está el patio que ya no comparten sus ojos,allí la acera donde acechó su esperanza.Hasta lo que pensamos podría estárlo> pensando él también;nos hemos repartido como ladronesel caudal de las noches y de los días.


JORGE LUIS BORGES—OBRASCOMPLETASJARDÍNZanjones,sierras ásperas,médanos,sitiados por jadeantes singladurasy por las leguas de temporal y de arenaque desde el fondo del desierto se agolpan.En un declive está el jardín.(jada arbolito es una selva de hojas.Lo asedian vanamentelos estériles cerros silenciosostpie apresuran la noche con su sombray el triste mar de inútiles verdores.Todo el jardín es una luz apacibleque ilumina la tarde.El jardincitoes como un día de fiestaen la pobreza de la tierra.Yacimientos del Clmbul, l l )22


FERVOR DE BUENOS AJRESINSCRIPCIÓN EN CUALQUIER SEPULCRONo arriesgue el mármol temerariogárrulas transgresiones al todopoder del olvido,enumerando con prolijidadel nombre, la opinión, los acontecimientos, la patria.Tanto abalorio bien adjudicado está a la tinieblay el mármol no hable lo que callan los hombres.Lo esencial de la vida fenecida—la trémula esperanza,el milagro implacable del dolor y el asombro del goce—siempre perdurará.Ciegamente reclama duración el alma arbitrariacuando la tiene asegurada en vidas ajenas,cuando tú «mismo eres el espejo y la réplicade quienes no alcanzaron tu tiempoy otros serán (y son) tu inmortalidad en la tierra.


36 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA VUELTAAl cabo de los años del destierrovolví a la casa de mi infanciay todavía me es ajeno su ámbito.Mis manos han tocado los árbolescomo quien acaricia a alguien que duermey he repetido antiguos caminoscomo si recobrara un verso olvidadoy vi al desparramarse la tardela frágil luna nuevaque se arrimó al amparo 1 sombríocíe la palmera de hojas altas,como a su nido el pájaro.¡Oué caterva de cielosabarcará entre sus paredes el patio,cuánto heroico ponientemilitará en la hondura de la calley cuánta quebradiza luna nuevainfundirá al jardín su ternura,antes que vuelva a reconocerme la casay de nuevo sea un hábito!


FERVOR DE BUENOS AIRES 37AFTERGLOWSiempre es conmovedor el ocasopor indigente o charro que sea,pero más conmovedor todavíaes aquel brillo desesperado y finalque herrumbra la llanuracuando el sol último se ha hundido.Nos duele sostener esa luz tirante y distinta,esa alucinación que impone al espacioel unánime miedo de la sombray que cesa de golpecuando notamos su falsía,como cesan los sueñoscuando sabemos que soñamos.


38 JORGl- LUIS BORGES—OB.RAS COMPLETASAMANECEREn la honda noche universalque apenas contradicen los farolesuna racha perdidaha ofendido las calles taciturnascomo presentimiento temblorosodel amanecer horrible que rondalos arrabales desmantelados del mundo.Curioso de la sombray acobardado por la amenaza del albareviví la tremenda conjeturade Schopenhauer y de Berkeleyque declara que el mundoes una actividad de la mente,un sueño de las almas,sin base ni propósito ni volumen.Y ya que las ideasno son eternas como el mármolsino inmortales como un bosque o un río.la doctrina anteriorasumió otra forma en el albay la superstición de esa horacuando la luz. como una enredaderava a implicar las paredes de la sombra.doblegó mi razónv trazó el capri'cho siguiente:Si están ajenas de sustancia las cosasy si esta numerosa Buenos Airesno es más que un sueñoque erigen en compartida magia las almas,hay un instanteen que peligra desaforadamente su serv es el instante estremecido del alba,cuando son pocos los que sueñan el mundoV sólo algunos trasnochadores conservan,cenicienta y apenas bosquejada.la imagen de las callesque definirán después con los otros.¡Hora en (pie el sueño pertinaz de la vida


FERVOR DK BUKNOS AIRES ;Í9corre peligro de quebranto,hora en que le sería fácil a Diosmatar del todo Su obra!Pero de nuevo el mundo se ha salvado,La luz discurre inventando sucios coloresy con algún remordimientode mi complicidad en el resurgimiento del díasolicito mi casa,atónita y glacial en la luz blanca.mientras un pájaro detiene el silencioy. la noche gastadase ha quedado en los ojos de los ciegos.


40 JORGE LUIS BORGKS—OBRAS COMPLETASBENARÉSFalsa y tupidacomo un jardín calcado en un espejo,la imaginada urbeque no han visto nunca mis ojosentreteje distanciasy repite sus casas inalcanzables.El brusco sol,'desgarra la compleja oscuridadde templos, muladares, cárceles, patiosy escalará los nfurosy resplandecerá en un río sagrado.Jadeantela ciudad que oprimió un follaje de estrellasdesborda el horizontey en la mañana llenade pasos y de sueñola luz va abriendo como ramas las calles.Juntamente amaneceen todas las persianas que miran al orientey la voz de un almuédanoapesadumbra desde su alta torreel aire de este díay anuncia a la ciudad de los muchos diosesla soledad de Dios.(Y pensarque mientras juego con dudosas imágenes,la ciudad que canto, persisteen un lugar predestinado del mundo,con su topografía precisa,poblada como un sueño,con hospitales y cuartelesy lentas alamedasy hombres de labios podridosque sienten frío en los dientes.)


FERVOR DE BUENOS AIRES 41AUSENCIAHabré de levantar la vasta vidaque aún ahora es tu espejo:cada ntañana habré de reconstruirla.Desde que te alejaste,cuántos lugares se han tornado vanosy sin sentido, igualesa luces en el día.Tardes que fueron nicho de tu imagen,músicas en que siempre me aguardabas,palabras de aquel tiempo,yo tendré que quebrarlas con mis manos.¿En qué hondonada esconderé mi almapara que no vea tu ausenciaque como un sol terrible, sin ocaso,brilla definitiva y despiadada?Tu ausencja me rodeacomo la cuerda a la garganta.el mar al que'se hunde.


42 JORGE LUIS BORGKS—OBRAS COMPLETASLLANEZASe abre la verja del jardíncon la docilidad de la páginaque una. [recuente devoción interrogay adentro las miradasno precisan fijarse en los objetosque ya están cabalmente en la memoria.Conozco las costumbres y las almasy ese dialecto de alusionesque toda agrupación humana va urdiendo.No necesito hablarni mentir privilegios;bien me conocen quienes aquí me rodean,bien saben mis congojas y mi flaqueza.Eso es alcanzar lo más alto,lo que tal ve/ nos dará el Cielo:no admiraciones ni victorias •sino sencillamente ser admitidoscomo parte de una Realidad innegable,tomo las piedras v los árboles..1 Haydéc Lange


FERVOR I)K JBL'KNOS A1RKS 13CAMINATAOlorosa como un mate curadola noche acerca agrestes lejaníasy despeja las callesque acompañan mi soledad.hechas de vago miedo y de largas líneas.La brisa trae corazonadas de campo,dulzura de las quintas, memorias de los álamos,que harán temblar bajo rigideces de asfaltola detenida tierra vivaque oprime el peso de las casas.En vano la furtiva noche felinainquieta los balcones cerradosque en la tarde mostraronla notoria esperanza de las niñas.También .está el silencio en los zaguanes.En la cóncava sombravierten un tiempo vasto y generosolos relojes de la medianoche magnífica,un tiempo caudalosodonde todo soñar halla cabida,tiempo de anchura de alma, distintode los avaros términos que midenlas tareas del día.Yo soy el único espectador ele esta calle;si dejara de verla se. moriría.(Advierto un largo paredón erizadode una agresión de aristasy un farol amarillo que aventurasu indecisión de luz.También advierto estiellas vacilantes.)Grandiosa y vivacomo el plumaje oscuro de un Ángelcuyas alas tapan el día,la noche pierde las mediocres calles.


44 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA NOCHE DE SAN JUANEl poniente implacable en esplendoresquebró a filo de espada las distancias.Suave como un sauzal está la noche.Rojos chisporroteanlos remolinos de las bruscas hogueras;leña sacrificadaque se desangra en altas llamaradas,bandera viva y ciega travesura.La sombra es apacible como una lejanía;hoy las calles recuerdanque fueron campo un día.Toda la santa noche la soledad rezandosu rosario de estrellas desparramadas.


FERVOR DE BUENOS AIRES 45CERCANÍASLos patios y su antigua certidumbre,los patios cimentadosen la tierra y el cielo.Las ventanas con rejadesde la cual la callese vuelve familiar como una lámpara.Las alcobas profundasdonde arde en quieta llama la caobay el espejo de tenues^ resplandoreses corno un remanso en Ja sombra.Las encrucijadas oscurasque lancean cuatro infinitas distanciasen arrabales de silencio.He nombrado los sitiosdonde se desparrama la ternuray estoy solo y conmigo.


JORGE LUIS BORGES—OBRASCOMPLETASSÁBADOSAAi'uera hay un ocaso, alhaja oscuraengastada en el tiempo,y una honda ciudad ciegade hombres que no' te vieron.La' tarde calla o canta.Alguien descrütiíica los anhelosclavados en el piano.Siempre, la multitud de tu hermosura.# # *A despecho de tu desamortu hermosuraprodiga su milagro por el tiempo.Está en ti la ventura.como la primavera en la hoja nueva.Va casi no soy nadie,soy tan sólo ese anheloque se pierde en la tarde.En ti está la deliciacomo está -la crueldad en las espadas.# * *Agravando la reja está la noche.En la sala severase buscan como ciegos nuestras dos soledades.Sobrevive a la tardelablancura gloriosa de tu carne.En nuestro amor hay una pena .que se parece al alma.# # *'Iúque ayer sólo eras loda la hermosuraeres también todo eí amor, ahora.


FERVOR DE BUENOS AIRESTROFEOComo quien recorre una costamaravillado' de la muchedumbre del mar,albriciado de luz y pródigo espacio,yo fui el espectador de tu hermosuradurante un largo día.Nos despedimos al anochecery en gradua\ soledadal volver por la calle cuyos rostros aún te conocen.se oscureció mi dicha, pensandoque de tan noble acopio de memoriasperdurarían escasamente una o dospara ser decoro del almaen la inmortalidad de su andanza.


48 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASATARDECERESLa clara muchedumbre de un ponienteha exaltado la calle,la calle abierta como un ancho sueñohacia cualquier azar.L,a límpida arboledapierde el último' pájaro, el oro último.La mano jironada de un mendigoagrava la tristeza de la tarde.El silencio que habita los espejosha forzado su cárcel.La oscuridá es la sangrede las cosas heridas.En el incierto ocasola tarde mutiladafue unos pobres colores.


FERVOR M BUKNOS AtRJCS 49CAMPOS ATARÜF.CIDOSEl poniente de pie como un Arcángeltiranizó el camino.La soledad poblada como un sueñose ha remansado alrededor del pueblo.Los cencerros recogen la tristezadispersa de la tarde. La luna nuevaes una vocecita desde el cielo.Según va anocheciendovuelve a ser campo el pueblo.El poniente que no .se cicatrizaaún le duele a la tarde.Los trémulos colores se guarecenen las entrañas de las cosas.En el. dormitorio vacíola noche cerrará los espejos.


50 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASDESPEDIDAEntre mi amor y yo han de levantarsetrescientas noches como trescientas paredes\ el mar será una magia entre nosotros.No habrá sino recuerdos.Oh tardes merecidas por la pena,noches esperanzadas de mirarte,campos de mi camino, firmamentoque estoy viendo y perdiendo. . .Definitiva como un mármolentristecerá tu ausencia otras tardes.


FERVOR DK BUENOS AIRESLÍNEAS OUE PUDE HABER ESCRITOY PERDIDO HACIA 1922Silenciosas batallas del ocasoen arrabales últimos,siempre antiguas derrotas de una guerra en el cieloalbas ruinosas que nos llegandesde el fondo desierto del espaciocomo desde el fondo del tiempo,negros jardines de la lluvia, una esfinge de un libroque yo tenía miedo de abriry cuya imagen vuelve en los sueños,la corrupción y el eco que seremos.la hura sobre el mármol,árboles que se elevan y perdurancorno divinidades tranquilas,la mutua noche y la esperada tarde,Walt Whitman, cuyo nombre es el universo.la espada valerosa de un reyen el silencioso lecho de un río,los sajones, los árabes y los godosque, sin saberlo, me engendraron,;soy yo esas cosas y las, otras(i son llaves secretas y arduas álgebrasde lo que no sabremos nunca?


52 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASNOTASCALLE DESCONOCIDA. ES inexacta la noticia de los primeros versos. De Quincey(Writings, tercer volumen, página 293) anota que, según la nomenclaturajudía, la penumbra del alba tiene el nombre de penumbra de la paloma;la del atardecer, del cuervo.EL TRUCO. En esta página de dudoso valor asoma por primera vez una ideaque me ha inquietado siempre. Su declaración más cabal está en "Sentirseen muerte" (El idioma de los argentinos, 1928) y en la "Nueva refutación deltiempo" (Otras inquisiciones, 1952).Su error, ya denunciado por Parménides y Zenón de, Elea, es. postular.queel tiempo está hecho de instantes individuales, que es dable separar unos deotros, así como el espacio de puntos.ROSAS. Al escribir este poema, yo no ignoraba que un abuelo de mis abuelosera antepasado de Rosas. El hecho nada tiene de singular, si consideramos laescasez de la población, y el carácter casi incestuoso de nuestra historia.Hacia 1922 nadie presentía el revisionismo. Este pasatiempo consiste en"revisar" la historia argentina, no para indagar la verdad sino para arribara una conclusión de antemano resuelta: la justificación de Rosas o de cualquierotro déspota disponible. Sigo siendo, como se ve, un salvaje unitario.


Luna de enfrente(1925)


) 55 (PROL O G OHacia 1905, Hermann Bahr decidió: El único deber, ser moderno.Veintitantos años después, yo me impuse también esa obligacióndel todo superflua. Ser moderno es ser contemporáneo, ser actual;todos fatalmente lo somos. Nadie —-fuera de cierto aventurero quesoñó Wells— ha descubierto el arte de vivir en el futuro o en elpasado. No hay obra que no sea de su tiempo; la escrupulosanovela histórica Salam'mbó, cuyos protagonistas son los mercenariosde las guerras púnicas, es una típica novela francesa del siglodiecinueve. Nada sabemos de la literatura de Cartago, que verosímilmentefue rica, salvo que no podía incluir un libro como elde Flaubert., Olvidadizo de que ya lo era, quise también ser argentino. Incurríen la arriesgada adquisición de uno o dos diccionarios deargentinismos, que me suministraron palabras que hoy puedoapenas- descifrar: madre]ón, espadaña, estaca pampa...La ciudad de Fervor de Buenos Aires no deja nunca de serintima; la de este volumen tiene algo de •ostentoso y de público.Na quiero ser injusto con él. Una qua otra composición —El ge_-neral Quiroga va en coche al muere— posee acaso toda la vistosabelleza de una calcomanía; otras —Manuscrito hallado en un librode foseph Conrad— no deshonran, me permito afirmar, a quienlas compuso. El hecho es que las siento ajenas; no me conciernensus errpres ni sus eventuales virtudes.Poco he modificado este libro. Ahora, ya no es mío.I.J.Ji.BuenosAires, 2í de agosto de iy>f>'/.


LUNA DE ENFRENTE 57CALLE CON ALMACÉN ROSADOYa se le van los ojos a la noche en cada bocacalley es como una sequía husmeando lluvia.Ya todos los caminos están cerca,y hasta el camino del milagro.El viento trae el alba entorpecida.El alba es nuestro miedo de hacer cosas distintas y se nos vieneencima.Toda la santa noche he caminadoy su inquietud me dejaen esta calle que es cualquiera.Aquí otra vez la seguridad de la llanuraen el horizontey el terreno baldío que se deshace en yuyos y alambresy el almacén tan claro como la luna nueva de ayer tarde.Es familiar como un recuerdo la esquinacon esos largos zócalos y la promesa de un patio.¡Qué lindo atestiguarte, calle de siempre, ya que miraron tanpocas cosas mis días!Ya la luz raya el aire.Mis años recorrieron los caminos de la tierra y del aguay sólo a ; vos te siento, calle dura y rosada.Pienso si tus paredes concibieron la aurora,almacén que en la punta de la noche eres claro.Pienso y se me hace voz ante las casasla confesión de mi pobreza:no he mirado los ríos ni la mar ni la sierra,pero intimó conmigo la luz de Buenos Airesy yo forjo los versos de mi vida y mi muerte con esa luz de calle.Calle grande y sufrida,eres la única música de que sabe mi vida.


58 JORGE LUIS BORO IOS—OBRAS COMPLETASAL HORIZONTE DE UN SUBURBIOPampa:Yo diviso tu anchura que ahonda las afueras,yo me estoy desangrando en tus ponientes.Pampa:Yo te oigo en las tenaces guitan as sentenciosasy en altos benteveos y en el ruido cansadode los carros de pasto que vienen del verano.Pampa:El ámbito de un patio colorado me bastapara sentirte mía.Pampa:Yo sé que te desgarransurco y callejones y el viento que te cambia.Pampa sufrida y macha que ya estás en los cielos,no sé si eres la muerte. Sé que estás en mi pecho.


LUNA DK KNFRKNTK 59AMOROSA ANTICIPACIÓNNi la intimidad de tu frente clara como una fiestani la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña.ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silenciosserán favor tan misteriosocomo mirar tu sueño implicadoen la vigilia, de mis brazo-..Virgen milagrosamente o:ru ve/ por la virtud absolutoria delsueño,quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.Arrojado a quietud,divisaré esa playa última de tu sery te veré por vez primera, quizá,como Dios ha de verte,desbaratada la ficción del Tiempo,sin el amor, sin mí.


60 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASUNA DESPEDIDATarde que socavó nuestro adiós.Tarde acerada y deleitosa y monstruosa como un ángel oscuro.Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda intimidadde los besos.El tiempo inevitable se desbordabasobre el abrazo inútil.Prodigábamos pasión juntamente, no para nosotros sino para lasoledad ya cercana.Nos rechazó la luz; la noche había llegado con urgencia.Fuimos hasta la verja en esa-gravedad de la sombra que ya ellucero alivia.Como quien vuelve de un perdido prado yo volví de tu abrazo.Como quien vuelve de un país de espadas yo volví de tus lágrimas.Tarde que dura vivida como un sueñoentre las otras tardes.Después yo fui alcanzando y rebasandonoches y singladuras.


LUNA DE ENFRENTE 61EL GENERAL OUIROGA VA EN COCHE AL MUEREEl madrejórí desnudo' ya sin una sed de aguay una luna perdida en el frío del albay el campo muerto de hambre, pobre como una araña.El coche se hamacaba rezongando la altura;un.galerón enfático, enorme, funerario.Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negruratironeaban seis miedos y un valor desvelado.Junto a los postillones jineteaba un moreno.Ir en coche a la muerte ¡qué cosa más oronda!El general Quiroga quiso entrar en la sonlbrallevando seis o siete degollados de escolta.Esa cordobesada bochinchera y ladina(meditaba Ouiroga) ¿qué ha de poder con mi alma?Aquí estoy afianzado y metido en la vidacomo la estaca pampa bien metida en la pampa.Yo, que he sobrevivido a millares de tardesy cuyo nombre pone retemblor en las lanzas,no he de soltar la vida por estos pedregales.¿Muere acaso el pampero, se mueren las espadas?Pero al brillar el día sobre Barranca Yacohierros que no perdonan arreciaron sobre él;la muerte, que es de todos, arreó con el riojanoy una de puñaladas lo mentó a Juan Manuel.Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma,se presentó al infierno que Dios le había marcado,y a sus órdenes iban, rotas y desangradas,las ánimas en pena ele hombres y de caballos.


62 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASJACTANCIA DE QUIETUDEscrituras de luz embisten la sombra, más prodigiosas quémeteoros.La alta ciudad inconocible arrecia sobre el campo.Seguro de mi vida y de mi muerte, miro los ambiciosos y quisieraentenderlos.Su día es ávido como el lazo' en el aire.Su noche es tregua de la ira en el hierro, pronto en acometer.Hablan de humanidad.Mi humanidad está en sentir que somos voces de una mismapenuria.Hablan de patria.Mi patria es un latido de guitarra, unos retratos y una viejaespada,•la oración evidente del sauzal en los atardeceres.El tiempo está viviéndome.Más silencioso que mi sombra, cruzo el tropel de su levantadacodicia.Ellos son imprescindibles, únicos, merecedores del mañana.Mi nombre es alguien y cualquiera.Paso con lentitud, como quien viene de tan lejos que no esperallegar.


LUNA DE ENFRENTE(¡,HMONTEVIDEOResbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de undeclive.La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejóquietamente.Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguasturbias.Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bieneventura tusquintas.Ciudad que se oye como un verso.Calles con luz de patio.


64 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASMANUSCRITO HALLADO EN UN LIBRODE JOSEPH CONRADEn las trémulas tierras que exhalan el verano,E¡ día .es invisible de puro blanco. El díaEs una estría cruel en una celosía,Un fulgor en las costas y una fiebre en el llano.Pero la antigua noche es honda como un jarroDe agua cóncava. El agua se abre a infinitas huellas,Y en ociosas canoas, de cara a las estrellas,El hombre mide el vago tiempo con el cigarro.El humo desdibuja gris las constelacionesRemotas. Lo inmediato pierde prehistoria y nombre.El mundo es unas cuantas tiernas imprecisiones.El río, el primer río. El hombre, el primer hombre.


LUNA DE ENFRENTEÍi5SINGLADURAEl mar es una espada innumerable y una plenitud de pobreza.La llamarada es traducible en ira. el manantial en tiempo, y lacisterna en clara aceptación.El mar-es solitario como un ciego.El mar es un antiguo lenguaje que ya no alcanzo a descifrar.En su hondura, el alba es una humilde tapia encalada.De su confín surge el claror, igual que una humareda.Impenetrable como de piedra labradapersiste el mar ante los muchos días.Cada tarde es un puerto.Nuestra mirada flagelada de mar camina por su cielo:Última playa blanda, celeste arcilla de las tardes.¡Qué dulce intimidad la del ocaso en el huraño mar!Claras como una feria brillan las nubes.La luna nueva se ha enredado a un mástil.La misma luna que dejamos bajo un arco de piedra y cuya luzagraciará los sauzales.En la cubierta, quietamente, yo comparto la tarde con mi hermana,como un trozo de pan.


66 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASDAKARDakar está en la encrucijada del sol, del desierto y del mar.El sol nos tapa el firmamento, el arenal acecha en los caminos,el mar es un encono.He visto un jefe en cuya manta era más ardiente lo azul que en elcielo incendiado.La mezquita cerca del biógrafo luce una claridad de plegaria.La resolana aleja las chozas, el sol como un ladrón escala losmuros.África tiene en la eternidad su destino, donde hay hazañas, ídolos,reinos, arduos bosques y espadas.Yo he logrado un atardecer y una aldea.


LUNA DE ENFRENTE 07LA PROMISIÓN EN ALTA MARNo he recobrado tu cercanía, mi patria, pero ya tengo tus estrellas.Lo más lejano del firmamento las dijo y ahora se pierden en sugracia los mástiles.Se han desprendido de las altas cornisas como un asombro depalomas.Vienen del patio donde el aljibe es una torre inversa entre doscielos.Vienen del creciente jardín cuya inquietud arriba al pie delmuro como un agua sombría.Vienen de un lacio atardecer de provincia, manso como un yuyal.Son inmortales y vehementes; no ha de medir su eternidad ningúnpueblo.Ante su firmeza de luz todas las noches de los hombres se curvaráncomo hojas secas.Son un claro país y de algún modo está mi tierra en su ámbito.


()8 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASDULCÍA LINQUIMUS ARVAUna amistad hicieron mis abueloscon esta lejaníay conquistaron la intimidad de los camposy ligaron 3, su baquíala tierra, el fuego, el aire, el agua.Fueron soldados y estancierosy apacentaron el corazón con mañanasy el horizonte igual que una bordonasonó en la hondura de su austera jornada.Su jornada fue clara como un ríoy era fresca su tarde como el aguaoculta del aljibey las cuatro estaciones fueron para elloscomo los cuatro versos de la copla esperada.Descifraron lejanas polvaredasen carretas o en caballadasy los alegró el resplandorcon que aviva el sereno la espadaña.Uno peleó contra los godos,otro en el Paraguay cansó su espada;todos supieron del abrazo del mundoy fue mujer sumisa a su querer la campaña.Altos eran sus días .hechos de cielo y llano.Sabiduría de campo afuera la suya,la de aquél que está firme en el caballoy que rige a los hombres de la llanuray los trabajos y los díasy las generaciones de los toros.Soy un pueblero y ya no sé de esas cosas,soy hombre de ciudad, de barrio, de calle:los tranvías lejanos me ayudan la tristezacon esa queja larga qué sueltan en las tardes.


LUNA. DE ENFRENTE 69CASI JUICIO FINALMi callejero no hacer nada vive y se suelta por la variedad dela noche.La noche es una fiesta larga y sola.En mi secreto corazón yo me justifico y ensalzo:He atestiguado el mundo; he confesado la rareza del mundo.He cantado lo eterno: la clara luna volvedora y las mejillas queapetece el amor.He conmemorado con versos la ciudad que me ciñey los arrabales que se desgarran.He dicho asombro donde otros dicen solamente costumbre.Frente a la canción de los tibios, encendí mi voz en ponientes. .A los antepasados de mi sangre y a los antepasados de mis sueñoshe exaltado y cantado.He sido y soy.He trabado en firmes palabras mi sentimiento que pudo habersedisipado en ternura.El. recuerdo de una antigua vileza vuelve a mi corazón.Como el caballo muerto que la marea inflige a la playa, vuelvea mi corazón.Aún están a mi lado, sin embargo, las calles y la luna.El agua sigue siendo dulce en rrii boca y las estrofas no me niegansu gracia.Siento el pavor de la belleza; ¿quién se atreverá a condenarmesi esta gran luna de mi soledad me perdona?


70 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASMI VIDA ENTERAAquí otra vez, los labios memorables, único y semejante a vosotros.He persistido en la aproximación de la dicha y en la intimidadde la pena.He atravesado el mar.He conocido muchas tierras; he visto una mujer y dos o treshombres.He querido a una niña altiva y blanca y de una hispánica quietud.He visto un arrabal infinito donde se cumple una insaciadainmortalidad de ponientes.He paladeado numerosas palabras.Creo profundamente que eso es todo y que ni veré ni ejecutarécosas nuevas.Creo que mis jornadas y mis noches se igualan en pobreza y enriqueza a las de Dios y a las de todos los hombres.


LUNA DE ENFRENTEÚLTIMO SOL EN VILLA ORTÜZARTarde como de Juicio Final.La calle es una herida abierta en el cielo.Ya no sé si fue Ángel o un ocaso la claridad que ardió en lahondura.Insistente, como una pesadilla, carga sobre mí la distancia.Al horizonte un alambrado le duele.El mundo está como inservible y tirado.En el cielo es de día, pero la noche es traicionera en las zanjas.Toda la luz está en las tapias azules y en ese alboroto de chicas.Ya no sé si es un árbol o es un dios, ése que asoma por la verjaherrumbrada.Cuántos países a la vez: el campo, el cielo, las afueras.Hoy he sido rico de calles y de ocaso filoso y de la tarde hechaestupor.Lejos, me devolveré a mi pobreza.


72 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASPARA UNA CALLE DEL OESTEMe darás una ajena inmortalidad, calle sola.Eres ya sombra de mi vida.Atraviesas mis noches con tu segura rectitud de estocada.La muerte —tempestad oscura e inmóvil— desbandará mis horas.Alguien recogerá mis pasos y usurpará mi devoción y esa estrella.(La lejanía como un largo viento ha de flagelar su camino.)Aclarado de noble soledad, pondrá una misma anhelación en tucielo.Pondrá esa misma anhelación que yo soy.Yo resurgiré en su venidero asombro de ser.En ti otra vez:Calle que dolorosamente como una herida te abres.


LUNA DE ENFRENTE 73VERSOS DE CATORCEA mi ciudad de patios cóncavos como cántarosy de calles que surcan las leguas como un vuelo,a mi ciudad de esquinas con aureola de ocasoy arrabales azules, hechos de firmamento,a mi ciudad que se abre clara como una pampa,yo volví de las tierras antiguas del naciente"y recobré sus casas y la luz de sus casasy esa modesta luz que urgen los almacenesy supe en las orillas, del querer, que es de todosy a punta de poniente desangré el pecho en salmosy" canté la aceptada costumbre de estar soloy el retazo de pampa colorada de un patio.Dije las calesitas, noria de los domingos,y el paredón que agrieta la sombra de un paraíso,y el destino que acecha tácito, en el cuchillo,y la noche olorosa como un mate curado.Yo presentí la entraña de la voz las orillas,palabra que én la tierra pone el azar del aguay que da a las afueras su aventura infinitay a los vagos campitos un sentido de playa.Así voy devolviéndole a Dios unos centavosdel caudal infinito que me pone en las manos.


Cuaderno San Martín(1929)


As to an occasional copy of verses, thereare few inen who have leisure to read, andare possessed of any music in their souls,who are not capable of versifying on someten or twelve occasions during their naturalUves: at a proper conjunction of thestars'. There is no harm in taking advantageof such occasions.FitzGerald. En una carta a Bernard Barton (1842) ,


)79(PRÓLOGOHe hablado mucho, he hablado demasiado, sobre la poesía comobrusco don del Espíritu, sobre el pensamiento como una actividadde la mente; he visto en Verlaine el ejemplo de puro poeta lírico;en Emerson, de poeta intelectual. Creo ahora que en todos lospoetas que merecen ser releídos ambos elementos coexisten. ¿Cómoclasificar a Shakespeare o a Dante?En lo que se refiere a los ejercicios de este volumen, es notorioque aspiran a la segunda categoría. Debo al lector algunas observaciones.Ante la indignación de la crítica, que no perdona queun autor se arrepienta, escribo ahora Fundación mítica de BuenosAires y no Fundación mitológica, ya que la última palabra sugieremacizas divinidades de mármol. Las dos piezas de Muertes deBuenos Aires —título que debo a Eduardo Gutiérrez— imperdonablementeexageran la connotación plebeya de la Chacarita y laconnotación patricia de la Recoleta. Pienso que el énfasis deIsidoro Acevedo hubiera hecho sonreír a mi abuelo.Fuera de Llaneza, La noche que en el sur lo velaron, es acasoel primer poema auténtico que escribí.J.L.B.Buenos Aires, 1969.


CUADERNO SAN MARTÍN 81FUNDACIÓN MÍTICA DE BUENOS AIRES¿Y fue por este río de sueñera y de barroque las proas vinieron a fundarme la patria?Irían a los tumbos los barquitos pintadosentre los camalotes de la corriente zaina.Pensando bien la cosa, supondremos que él ríoera azulejo entonces como oriundo del cielocon su estrellita roja para marcar el sitioen que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaronpor un mar que tenía cinco lunas de anchuray aun estaba poblado de sirenas y endriagosy de piedras imanes que enloquecen la brújula.Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,pero son embelecos fraguados en la Boca.Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.Una manzana entera pero en mita del campoexpuesta a las auroras y lluvias y suestadas.La manzana pareja que persiste en mi barrio:Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.Un almacén rosado como revés de naipebrilló y en la trastienda conversaron un truco;el almacén rosado floreció en un compadre,ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.El primer organito salvaba el horizontecon su achacoso porte, su habanera y su gringo.El corralón seguro ya opinaba YRIGOYEN,algún piano mandaba tangos de Saborido.Una cigarrería sahumó como una rosael desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,los hombres compartieron un pasado ilusorio.Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.A mí se me hace cuento que •empezó Buenos Aires:La juzgo tan eterna como el agua y el aire.


82 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASELEGÍA DE LOS PORTONESA Francisco LuisBernárdezBarrio Villa Alvear: entre las calles Nicaragua,Arroyo Maldonado, Canning y Rivera.Muchos terrenos baldíos existen aún y suimportancia es reducida.MANUEL BILBAO: Buenos Aires, 1902.Esta es una elegíade los rectos portones que alargaban su sombraen la plaza de tierra.Ésta es una elegíaque se acuerda de un largo resplandor agachadoque los atardeceres daban a los baldíos.(En los pasajes mismos había cielo bastantepara toda una dichay las tapias tenían el color de las tardes.)Ésta es una elegíade un Palermo trazado con vaivén de recuerdoy que se va en la muerte chica de los olvidos.Muchachas comentadas por un vals de organitoo por los-mayorales de corneta insolentede los 64,sabían en las puertas la gracia de su espera.Había huecos de tunasy la ribera hostil del Maldonado—menos agua que barro en la sequía—y zafadas veredas en que flameaba el cortey una frontera de silbatos de hierro.Hubo cosas felices,cosas que sólo fueron para alegrar las almas:el arriate del patioy el andar hamacado del compadre.


CUADERNO SAN MARTÍN 83Palermo del principio, vos teníasunas cuantas milongas para hacerte valientey una baraja criolla para tapar la viday unas albas eternas para saber la muerte.El día era más largo en tus veredasque en las calles del centro,porque en IQS huecos hondos se aquerenciaba el cielo.Los carros de costado sentenciosocruzaban tu mañanay eran en las esquinas tiernos los almacenescomo esperando un ángel.Desde mi calle de altos (es cosa de una legua)voy a buscar recuerdos a tus calles nocheras.Mi silbido de pobre penetrará en los sueñosde los hombres que duermen.Esa higuera que asoma sobre una parecitase lleva bien con mi almay es más grato el rosado firme de tus esquinasque el de las nubes blandas.


84 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASCURSO DE LOS RECUERDOSRecuerdo mío del jardín de casa:vida benigna de las plantas,vida cortés de misteriosay lisonjeada por los hombres.Palmera la más alta de aquel cieloy conventillo de gorriones;parra firmamental de uva negra,los días del verano dormían a tu sombra.Molino colorado:remota rueda laboriosa en el viento,honor de nuestra casa, porque a las otrasiba el río bajo la campanita del aguatero.Sótano circular de la baseque hacías vertiginoso el jardín,daba miedo entrever por una hendijatu calabozo de agua sutil.Jardín, frente a la verja cumplieron sus caminoslos sufridos carrerosy el charro carnaval aturdiócon insolentes murgas.El almacén, padrino del malevo,dominaba la esquina;pero tenías cañaverales para hacer lanzasy gorriones para la oración.El sueño de tus árboles y el míotodavía en la noche se confundeny la devastación de la urracadejó un antiguo miedo en mi sangre.


CUADERNO SAN MARTÍN 85Tus contadas varas de fondose nos volvieron geografía;un alto era "la montaña de tierra"y una temeridad su declive.Jardín, yo cortaré mi oraciónpara seguir siempre acordándome:voluntad o azar de dar sombrafueron tus árboles.


86 JORGE LUIS BORGES—OBRAS' COMPLETASISIDORO ACEVEDOEs verdad que lo ignoro todo sobre él—salvo los nombres de lugar y las fechas:fraudes de la palabraperocon temerosa piedad he rescatado su último día.no el que los otros vieron, el suyo,y quiero distraerme de mi destino para escribirlo.Adicto a la conversación porteña del truco,alsinista y nacido del buen lado del Arroyo del Medio,comisario de frutos del país en el mercado antiguo del Once,comisario de la tercera,se batió cuando Buenos Aires lo quisoen Cepeda, en Pavón y en la playa de los Corrales,Pero mi voz no debe asumir sus batallas,porque él se las llevó en un sueño esencial.Porque lo mismo que otros hombres escriben versos,hizo mi abuelo un sueño.Cuando una congestión pulmonar lo estaba arrasandoy la inventiva fiebre le falseó la cara del día,congregó los ardientes documentos de su memoriapara fraguar su sueño.Esto aconteció en una casa de la calle Serrano,en el verano ardido del novecientos cinco.Soñó con dos ejércitosque entraban en la sombra de una batalla;enumeró los comandos, las banderas, las unidades."Ahora están parlamentando los jefes", dijo en voz que le oyerony quiso incorporarse para verlos.Hizo leva de pampa:vio terreno quebrado para que pudiera aferrarse la infanteríay llanura resuelta para que el tirón de la caballería fuerainvencible.Hizo una leva última,congregó los miles de rostros que el hombre sabe, sin saber,después de los años:caras de barba que se estarán desvaneciendo en daguerrotipos,caras que vivieron junto a la suya en el Puente Alsina y Cepeda.


CUADERNO SAN MARTIN 87Entró a saco en sus díaspara esa visionaria patriada que necesitaba su fe, no que unaflaqueza le impuso;juntó un ejército de sombras porteñaspara que lo mataran.Así, en el dormitorio que miraba al jardín,murió en un sueño por la patria.En metáfora de viaje me dijeron su muerte; no la creí.Yo era chicó, yo no sabía entonces de muerte, yo era inmortal;yo lo busqué por muchos días por los cuartos sin luz.


88 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA NOCHE QUE EN EL SUR LO VELARONA Letizia Álvarez deToledoPor el deceso de alguien—misterio cuyo vacante nombre poseo y cuya realidad no abarcamos—hay hasta el alba una casa abierta en el Sur,una ignorada casa que no estoy destinado a rever,pero que me espera esta nochecon desvelada luz en las altas horas del sueño,demacrada de malas noches, distinta,^minuciosa de realidad.A su vigilia gravitada en muerte caminopor las calles elementales como recuerdos,por el tiempo abundante de la noche,sin más oíble vidaque los vagos hombres de barrio junto al apagado almacény algún silbido solo en el mundo.Lento el andar, en la posesión de la espera,llego a la cuadra y a la casa y a la sincera puerta que buscoy me reciben hombres obligados a gravedadque participaron dé los años de mis mayores,y nivelamos destinos en una pieza habilitada que mira al patio—patio que está bajo el poder y en la integridad de la noche—y decimos, porque la realidad es mayor, cosas indiferentesy sordos desganados y argentinos en el espejoy el mate compartido mide horas vanas.Me conmueven las menudas sabiduríasque en todo fallecimiento se pierden—hábito de unos libros, de una llave, de un cuerpo entre los' otros—.Yo sé que todo privilegio, aunque oscuro, es de linaje de milagroy mucho lo -es el de participar en esta vigilia,reunida alrededor de lo que no se sabe: del Muerto,reunida para acompañar y guardar su primera noche en la muerte.(El velorio gasta las caras;lo* o jas se nos están muriendo en lo alto como jesús,)


CUADERNO SAN MARTIN 89¿Y el muerto, el increíble?Su realidad está bajo las flores diferentes de ély su mortal hospitalidad nos daráun recuerdo más para el tiempoy sentenciosas calles del Sur para merecerlas despacioy brisa oscura sobre la frente que vuelvey la noche que de la mayor congoja nos libra:la prolijidad de lo real.


90 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASMUERTES DE BUENOS AIRESiLACHACARITAPorque la entraña del cementerio del surfue saciada por la fiebre amarilla hasta decir basta;porque los conventillos hondos del surmandaron muerte sobre la cara de Buenos Airesy porque Buenos Aires no> pudo mirar esa muerte,a paladas te abrieronen la punta perdida del oeste,detrás de las tormentas de tierray del barrial pesado y primitivo que hizo a los cuarteadores.Allí no había más que el mundoy las costumbres de las estrellas sobre unas chacras,y el tren salía de un galpón en Bermejocon los olvidos de la nruerte:muertos de barba derrumbada y ojos en vela,muertas de carne desalmada y sin magia.Trapacerías de la muerte —sucia como el nacimiento del hombresiguenmultiplicando tu subsuelo y así reclutastu conventillo de ánimas, tu montonera clandestina de huesosque caen al fondo de tu noche enterradalo mismo que a la hondura de un mar.Una dura vegetación de s<strong>obras</strong> en penahace fuerza contra tus paredones interminablescuyo sentido es perdición,y convencidas de mortalidad las -orillasapuran su caliente vida a tus piesen calles traspasadas por una llamarada baja de barroo se aturden con desgano de bandoneoneso con balidos de cornetas sonsas en carnaval.(El fallo de destino más para siempre,que dura en mí lo escuché esa noche en tu nochecuando la guitarra bajo> la mano del orillerodijo lo mismo que las palabras, y ellas decían:La muerte es vida vivida,


CUADERNO SAN MARTÍN 91la vida es muerte que viene;la vida no es otra cosaque muerte que anda luciendo.)Mono del cementerio, la Quemagesticula advenediza muerte a tus pies.Gastamos y enfermamos la realidad: 210 carrosinfaman las mañanas, llevandoa esa necrópolis de humolas cotidianas cosas que hemos contagiado de muerte.Cúpulas estrafalarias de madera y cruces en altose mueven —piezas negras de un ajedrez final— por tus callesy su achacosa majestad va encubriendoias vergüenzas de nuestras muertes.En tu disciplinado recintola muerte es incolora, hueca, numérica;se disminuye a fechas y a nombres,muertes de la palabra.Chacarita:desaguadero de esta patria de Buenos Aires, cuesta final,barrio que sobrevives a los otros, que sobremueres,lazareto que estás en esta muerte no en la otra vida,he oído tu palabra de caducidad y no creo en ella,porque tu misma convicción de angustia es acto de viday porque la plenitud de una sola rosa es más que tus mármoles.IILA RECOLETAAquí es pundonorosa la muerte,aquí es la recatada muerte porteña,la consanguínea de la duradera luz venturosadel atrio del Socorroy de la ceniza minuciosa de los braserosy del fino dulce de leche de los cumpleañosy de las hondas dinastías de patios.Se acuerdan bien con ellaesas, viejas dulzuras y también los viejos rigores.Tu frente es el pórtico valerosoy la generosidad de ciego del árboly la dicción de pájaros que aluden, sin saberla, a la muerte


92 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASy el redoble, endiosador de pechos, de los tamboresen los entierros militares;tu espalda, los tácitos conventillos del nortey el paredón de las ejecuciones de Rosas.Crece en disolución bajo los sufragios de mármolla nación impresentable de muertosque se deshumanizaron en tu tiniebladesde que María de los Dolores Maciel, ñipa del Uruguay—simiente de tu jardín para el cielo~sedurmió, tan poca cosa, en tu descampado.Pero yo quiero demorarme en el pensamientode las livianas flores que son tu comentario piadoso—suelo amarillo bajo las acacias de tu costado,flores izadas a conmemoración en tus mausoleos—y en el porqué de su vivir gracioso y dormidojunto a las terribles reliquias de los que amamos.Dije el enigma y diré también su palabra:siempre las flores vigilaron la muerte,porque siempre los hombres incomprensiblemente supimosque su existir dormido y graciosoes el que mejor puede acompañar a los que murieronsin ofenderlos con soberbia de vida,sin ser más vida que ellos.


CUADERNO SAN MARTINi>.'5A FRANCISCO LÓPEZ MERINOSi te cubriste, por deliberada mano, de muerte,si tu voluntad fue rehusar todas las mañanas del mundo,es inútil que palabras rechazadas te soliciten,predestinadas a imposibilidad y a derrota.Sólo nos queda entoncesdecir el deshonor de las rosas que no supieron demorarte,el oprobio del día que te permitió el balazo y el fin.¿Qué sabrá oponer nuestra voza lo confirmado por la disolución, la lágrima, el mármol?Pero hay ternuras que por ninguna muerte son menos:las íntimas, indescifrables noticias que nos cuenta la música,la patria que condesciende a higueras y aljibe,la gravitación del amor, que nos justifica.Pienso en ellas y pienso también, amigo escondido,que tal vez a imagen de la predilección, obramos la muerte,que la supiste de campanas, niña y graciosa,hermana de tu aplicada letra de colegial,y que hubieras querido distraerte en ella como en un sueño.Si esto es verdad y si cuando el tiempo nos deja,nos queda un sedimento de eternidad, un gusto del mundo,entonces es ligera tu muerte,como los versos en que siempre estás esperándonos,entonces no profanarán tu tinieblaestas amistades que invocan.


94 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASBARRIO NORTEEsta declaración es la de un secretoque está vedado por la inutilidad y el descuido,secreto sin misterio ni juramentoque sólo por la indiferencia lo es:hábitos de honlbres y de anocheceres lo tienen,lo preserva el olvido, que es el modo más pobre del misterio.Alguna vez era una amistad este barrio,un argumento de aversiones y afectos, como las otras cosas de amor;apenas si persiste esa feen unos hechos distanciados que morirán:en la milonga que de las Cinco Esquinas se acuerda,en el patío como una firme rosa bajo las paredes crecientes,en el despintado letrero que dice todavía La Flor del Norte,en los muchachos de guitarra y baraja del almacén,en la memoria detenida del ciego.Ese disperso amor es nuestro' desanimado secreto.Una cosa invisible está pereciendo del mundo,un amor no más ancho que una música.Se nos aparta el barrio,los balconcitos retacones de mármol no nos enfrentan cielo;Nuestro cariño se acobarda en desganos,la estrella de aire de las Cinco Esquinas es otra.Pero sin ruido y siempre,en cosas incomunicadas, perdidas, como lo están siempre las cosas,en el gomero con su veteado cielo de sombra,en la bacía que recoge el primer sol y el último,perdura ese hecho servicial y amistoso,esa lealtad oscura que irá palabra está declarando:el barrio.


CUADERNO SAN MARTIN 95EL PASEO DE JULIOJuro que no por deliberación he vuelto a la callede alta recova repetida como un espejo,de parrillas con la trenza de carne de los Corrales,de prostitución encubierta por lo más distinto: la música.Puerto mutilado sin mar, encajonada racha salobre,resaca que te adheriste a la tierra: Paseo de Julio,aunque recuerdos míos, antiguos hasta la ternura, te sabennunca te. sentí patria.Sólo poseo de ti una deslumbrada ignorancia,una insegura propiedad como la de los pájaros en el aire,pero mi verso es de interrogación y de pruebay para obedecer lo entrevisto.Barrio con lucidez de pesadilla al pie de los otros,tus espejos curvos denuncian el lado de fealdad de las caras.,tu noche calentada en lupanares pende de la ciudad.Eres la perdición fraguándose un mundocon los reflejos y las deformaciones de éste;sufres de caos, adoleces de irrealidad,te empeñas en jugar con naipes raspados la vida;tu alcohol mueve peleas,tus griegas manosean envidiosos libros de magia.¿Será porque el infierno es vacíoque es espuria tu misma fauna de monstruosy la sirena prometida por ese cartel es muerta y de cera?Tienes la inocencia terriblede la resignación, del amanecer, del conocimiento,la del espíritu no purificado, borradopor los días del destino


96 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASy que ya blanco de muchas luces, ya nadie,sólo codicia lo presente, lo actual, como los hombres viejos.Detrás de los paredones de mi suburbio, los duros carrosrezarán con varas en alto a su imposible dios de hierro y de polvo,pero, ¿qué dios, que ídolo, qué veneración la tuya, Paseo deJulio?Tu vida pacta con la muerte;toda felicidad, con sólo existir, te es adversa.


Evaristo Carriego(1930)


...a mode of trulh, not of truth coherent andcentral, but angular and splintered.DE QuiNcF.y. Writings, XI, 68.


.) ioi (PRÓLOGOYo creí, durante años, haberme criado en un suburbio de BuenosAires, un suburbio de calles aventuradas y de ocasos visibles. Locierto es que me crié erí\ un jardín, detrás de una verja con lanzas,y en una biblioteca de ilimitados libros ingleses. Palermo delcuchillo y de la guitarra andaba (me aseguran) por las esquinas,pero quienes poblaron mis mañanas y dieron agradable horrora mis noches fueron el bucanero ciego de Stevenson, agonizandobajo las patas de los caballos, y el traidor que abandonó a suamigo en la luna, y el viajero del tiempo, que trajo del porveniruna flor marchita, y el genio encarcelado durante siglos en elcántaro salomónico, y el profeta velado del Jorasán, que detrás delas piedras y de la seda ocultaba la lepra.¿Qué había, mientras tanto, del otro lado de la verja conlanzas? ¿Qué destinos vernáculos y violentos fueron cumpliéndosea unos pasos de mí, en el turbio almacén o en el azaroso baldío'?¿Cómo fue aquel Palermo o cómo hubiera sido hermoso que fuera?A esas preguntas quiso contestar este libro, menos documentalque imaginativo.J.L.B.


) 103 (DECLARACIÓNPienso que el nombre de Evaristo Carriego pertenecerá a laecclesia visibilis de nuestras letras, cuyas instituciones piadosas—cursos de declamación, antologías, historias de la literatura nacional—contarán • definitivamente con él. Pienso también quepertenecerá a la más verdadera y reservada ecclesia invisibilis, ala dispersa comunidad de los justos, y que esa mejor inclusiónno se deberá a la fracción de llanto de su palabra. He procuradorazonar esos pareceres.He considerado también —quizá con preferencia indebida— larealidad que se propuso imitar. He querido proceder por definición,no por suposición: peligro voluntario, pues adivino que mencionarcalle Honduras y abandonarse a la repercusión casual deese nombre, es método menos falible —y más descansado— que definirlo.conprolijidad. El encariñado con los temas de BuenosAires no se impacientará con esas demoras. Para él,-añadí los capítulosdel suplemento.He utilizado el libro servicialísimo de Gabriel y los estudiosde Melián Lafinur y de Oyuela. Mi gratitud quiere reconocertambién otros nombres: Julio Carriego, Félix Lima, doctor Marcelinodel Mazo, José Olave, Nicolás Paredes, Vicente Rossi.Buenos Aires, 1930.J.L.B.


EVARISTO CARRIEGO 105IPALERMO DE BUENOS AIRESLa vindicación de la antigüedad de Palermo se debe a PaulGroussac. La registran los Anales de la Biblioteca, en una notade la página 360 del tomo cuarto; las pruebas o instrumentosfueron publicadas mucho después en el número 242 de Nosotros.Nos retraen un siciliano Domínguez (Domenico) de Palermo deItalia, que añadió el nombre de su patria a su nombre, quizápara mantener algún apelativo no hispanizable, y entró a beinteaños y está casado con hija de conquistador. Este, pues, DomínguezPalermo, proveedor de carne de la ciudad entre los años de1605 y 14, poseía un corral cerca del Maldonado, destinado alencierro o a la matanza de hacienda cimarrona. Degollada yborrada ha sido esa hacienda, pero nos queda la precisa menciónde una muía tordilla que ancla en la chácara de Palermo, términode esta ciudad. La veo absurdamente clara y chiquita, en el fondodel tiempo, y no quiero sumarle detalles. Bástenos verla sola:el entreverado estilo incesante de la realidad, con su puntuaciónde ironías, de sorpresas, de previsiones extrañas como las sorpresas,sólo es recuperable por la novela, intempestiva aquí. Afortunadamente,el copioso estilo de la realidad no es el único: hayel del recuerdo también, cuya esencia no es la ramificación delos hechos, sino la perduración de rasgos aislados. Esa poesía esla natural de nuestra ignorancia y no buscaré otra.En los tanteos de Palermo están la chacra decente y el mataderosoez; tampoco faltaba en sus noches alguna lancha contrabandistaholandesa que atracaba en el bajo, ante las cortaderascimbradas. Recuperar esa casi inmóvil prehistoria sería tejer insensatamenteuna crónica de infinitesimales procesos: las etapasde la distraída marcha secular de Buenos Aires sobre Palermo,entonces unos vagos terrenos anegadizos a espaldas de la patria.Lo más directo, según el proceder cinematográfico, sería proponeruna continuidad de figuras que cesan: un arreo de muíasviñateras, las chucaras con la cabeza vendada; un agua quieta ylarga, en la que están sobrenadando unas hojas de sauce; unavertiginosa alma en pena enhorquetada en zancos, vadeando lostorrenciales terceros; el campo abierto sin ninguna cosa que hacer;las huellas del pisoteo porfiado de u.na hacienda, rumbo alos corrales del Norte; un paisano (contra la madrugada) que


10GJORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASse apea del caballo rendido y le degüella el ancho pescuezo; unhumo que se desentiende en el aire. Así hasta la fundación deDon Juan Manuel: padre ya mitológico de Palermo, no meramentehistórico, como ese Domínguez-Domenico de Groussac. Lafundación fue a brazo partido. Una quinta dulce de tiempo enel camino a Barracas era lo acostumbrado entonces. Pero Rosasquería edificar, quería la casa hija de él, no saturada de forasterosdestinos no probada por ellos. Miles de carradas de tierranegra fueron traídas de los alfalfares de Rosas (después Belgrano)para nivelar y abonar el suelo arcilloso, hasta qué el barro cimarrónde Palermo y la tierra ingrata se conformaron a su voluntad.Hacia el cuarenta, Palermo ascendió a cabeza mandona de laRepública, corte del dictador y palabra de maldición para losunitarios. No relato su historia para no deslucir lo demás. Bástemeenumerar esa casa grande blanqueada llamada su Palacio (Hudson,Far Away and Long Ago, página 108) y los naranjales y lapileta de paredes de ladrillo y baranda de fierro, donde se animabael bote del Restaurador a esa navegación tan frugal que comentóSchiaffino: El paseo acuático a bajo nivel debía ser pocopimentero, y en tan corto circuito equivalía a la navegación enpetiso. Pero Rosas estaba tranquilo; alzando la mirada veía lasilueta, recortada en el cielo, de los centinelas que hacían la guardiajunto a la baranda, escrutando el horizonte con el ojo avizordel tero. Esa corte ya se desgarraba en orillas: el agachado campamentode adobe crudo de la División Hernández y él rancheríode pelea y pasión de las cuarteleras morenas, los Cuartos de Palermo.El barrio, lo están viendo, fue siempre naipe de dos palos,moneda de dos caras.Duró doce años ese ardido Palermo, en la zozobra de la exigentepresencia de un hombre obeso y rubio qué recorría los caminoslimpitos, de pantalón azul militar con vivo colorado ychaleco punzó y sombrero de ala muy ancha, y que solía manejary cimbrar una caña larga, cetro como de aire, liviano. De Palermosalió en un atardecer ese hombre temeroso a comandar la meraespantada o batalla de antemano perdida que se libró en Caseros;en Palermo entró el otro Rosas, Justo José, con su empaquede toro chucaro y el cintillo mazorquero punzó alrededor deladefesio de la galera y el uniforme rumboso de general. Entró,y si los panfletos de Ascasubi no nos equivocan:en la entrada de Palermoordenó poner colgadosa dos hombres infelices,que después de afusiladoslos suspendió en los ombuses,


EVARISTO CARRIEGO 107hasta que de allí a pedazosse cayeron de podridos. . .. Ascasubi, luego, se fija en la arrumbada tropa entrerriana delEjército Grande:Entretanto en los barrialesde Palermo amontonaoscuasi todos sin camisa,estaban sus Entre-rianos(como él dice) miserables,comiendo terneros flacosy vendiendo las cacharpas'. . .Miles de días que no se sabe el recuerdo, zonas empañadas deltiempo, crecieron y se gastaron después, hasta arribar, a travésde fundaciones individuales —la Penitenciaría el año 77, el hospitalNorte el 82, el hospital Rivadavia el 87— al Palermo devísperas del noventa, en que los Carriego compraron casa. Deese Palermo de 1889 quiero escribir. Diré sin restricción lo quesé, sin omisión ninguna, porque la vida es pudorosa como undelito, y no sabemos cuáles son los énfasis para Dios. Además,siempre lo circunstancial es patético. 1 Escribo todo, a riesgo déescribir verdades notorias, pero que traspapelará mañana el descuido,que es el modo más pobre del misterio y su primera cara. 2Más allá del ramal del ferrocarril del Oeste, que iba por Cen-1 "Lo patético, casi siempre, está en el detalle de las circunstancias menudas",observa Gibbon en una de las notas finales del capítulo quincuagésimode su Decline and Fall.2 Yo afirmo —sin remilgado temor ni novelero amor de la paradoja—que solamente los países nuevos tienen pasado; es decir, recuerdo autobiográficode él; es decir, tienen historia viva. Si el tiempo es sucesión, debemosreconocer que donde densidad mayor hay de hechos, más tiempo corre yque el más caudaloso es el de este inconsecuente lado del mirndo. La conquistay colonización de estos reinos —cuatro fortines temerosos de barroprendidos en la costa y vigilados por el pendiente horizonte, arco disparado]de malones— fueron de tan efímera operación que un abuelo mío, en 1872,pudo comandar la última batalla de importancia contra los indios, realizando,después de la mitad del siglo diecinueve, obra conquistadora deldieciséis. Sin embargo, ¿a qué traer destinos ya muertos? Yo no he sentidoel liviano tiempo en Granada, a la sombra de torres cientos de veces másantiguas que las higueras, y sí en Pampa y Triunvirato: insípido lugarde tejas anglizantes ahora, de hornos humosos de ladrillos hace tres años, depotreros caóticos' hace cinco. El tiempo —emoción europea de hombresnumerosos de días, y como su vindicación y corona— es de más imprudentecirculación en estas repúblicas. Los jóvenes, a su pesar lo sienten. Aquísomos del mismo tiempo que el tiempo, somos hermanos de él.


108 JORGE LUIS BOKGES—OBRAS COMPLETAStroamérica, haraganeaba entre banderas de rematadores el barrio,no sólo sobre el campo elemental, sino sobre el despedazadocuerpo de quintas, loteadas brutalmente para ser luego pisoteadaspor almacenes, carbonerías, traspatios, conventillos, barberíasy corralones. Hay jardín ahogado de barrio, de esos con palmerasenloquecidas entre material y entre fierros, que es la reliquiadegenerada y mutilada de una gran quinta.Palermo era una despreocupada pobreza. La higuera oscurecíasobre el tapial; los balconcitos de modesto destino daban a díasiguales; la perdida corneta del manisero exploraba el anochecer.Sobre la humildad de las casas no era raro algún jarrón de manipostería,coronado áridamente de tunas: planta siniestra que enel dormir universal de las otras parece corresponder a una zonade pesadilla, pero que es tan sufrida realmente y. vive en los terrenosmás ingratos y en el aire desierto, y la consideran distraídamenteun adorno. Había felicidades también: el arríate delpatio, el andar entonado del compadre, la balaustrada con espaciosde cielo.El chorreado'caballo verdinoso y su Garibaldi no deprimíanlos Portones antiguos. (La dolencia es general: no queda plazaque no esté padeciendo su guarango de bronce.) El Botánico, astillerosilencioso de árboles, patria de todos los paseos de la capital,hacía esquina con la desmantelada plaza de tierra; no así el JardínZoológico, que se llamaba entonces las fieras y estaba más alnorte. Ahora (olor a caramelo y a tigre) ocupa el lugar dondealborotaron hace cíen años los Cuartos de Palermo. Sólo unas calles—Serrano, Canning, Coronel— estaban ariscamente empedradas,con intervención de trotadoras lisas para las chatas imponentescomo un desfile y para las rumbosas victorias. La calle GodoyChuz la repechaba a los barquinazos el 64, vehículo servicial quese reparte, con la poderosa sombra anterior de Don Juan Manuel,la fundación de Palermo. La visera ladeada y la corneta milongueradel mayoral inducían la admiración o las emulaciones delliarrio, pero el inspector —dudador profesional de la rectituderauna institución combatida, y no faltó compadre que se enjaretóel boleto en la bragueta, repitiendo con indignación que silo quería no tenían más que sacarlo.Busco realidades más nobles. Hacia el confín con Balvanera,hacia el este, abundaban los caserones con recta sucesión de patios,los caserones amarillos o pardos con puerta en forma de arco—arco repetido especularmente en el otro ¿aguan— y con delicadapuerta cancel de hierro. Cuando las noches impacientes de octubresacaban sillas y personas a la vereda y las casas ahondadasse dejaban ver hasta el fondo y había amarilla luz en los patios,la calle era confidencial y liviana y las casas huecas eran como


EVARISTO CARRIEGO 109linternas en fila. Esa impresión de irrealidad y de serenidad esmejor recordada por mí en una historia o símbolo, que parecehaber estado siempre conmigo. Es un instante desgarrado de uncuento que oí en un almacén y que era a la vez trivial y enredado.Sin mayor seguridad lo recobro. El héroe de esa perdulariaOdisea era el eterno criollo acosado por la justicia, delatado esavez por un sujeto contrahecho y odioso, pero con la guitarra comono hay dos. El cuento, el salvado rato del cuento, refiere cómoel héroe se pudo evadir de la cárcel, cómo tenía que cumplirsu venganza en una sola noche, cóm'o buscó en vano al traidor,cómo vagando por las calles con luna el viento rendido le trajoindicaciones de la guitarra, cómo siguió esa huella entre, los laberintosy las inconstancias del viento, cómo redobló esquinas deBuenos Aires, cómo arribó al umbral apartado en que guitarreabael traidor, cómo abriéndose paso entre los oyentes lo alzó sobreel cuchillo, cómo salió aturdido y se fue, dejando muertos y calladosatrás al delator y su guitarra cuentera.Hacia el poniente quedaba la miseria gringa del barrio, sudesnudez. El término las orillas cuadra con sobrenatural precisióna esas puntas ralas, en que la tierra asume lo indeterminadodel mar y parece digna de comentar la insinuación de Shakespeare:La tierra tiene burbujas, como las tiene el agua. Hacia el ponientehabía callejones de polvo que iban empobreciéndosetarde afuera; había lugares en que un galpón del ferrocarril oun hueco de pitas o una brisa casi confidencial inauguraba malamentela pampa. O si no, una de esas casas petizas sin revocar, deventana baja, de reja —a veces con una amarilla estera atrás, configuras— que la soledad de Buenos Aires parece criar, sin participaciónhumana visible. Después: el MaMonado, reseco y amarillozanjón, estirándose sin destino desde la Chacarita y que por unmilagro espantoso pasaba de la muerte de sed a las disparatadasextensiones de agua violenta, que arreaban con el rancherío moribundode las orillas. Hará unos cincuenta años, después de eseirregular zanjón o muerte, empezaba el cielo: un cielo de relinchosy crines y pasto dulce, un cielo caballar, los happy huntinggroundsharaganes de las caballadas eméritas de la policía. Haciael Maldonado raleaba el malevaje nativo y lo sustituía el calabrés,gente con quien nadie quería meterse, por la peligrosa buenamemoria de su rencor, por sus puñaladas traicioneras a largoplazo. Ahí se entristecía Palermo, pues las vías de hierro del Pacíficobordeaban el arroyo, descargando esa peculiar tristeza delas cosas esclavizadas y grandes, de las barreras altas como pértigode carreta en descanso, de los derechos terraplenes y andenes. Unafrontera de humo trabajador, una frontera de vagones brutos enmovimientos, cerraba ese costado; atrás, crecía o se emperraba el


• 110 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASarroyo. Lo están encarcelando ahora: ese casi infinito flanco desoledad que se acavernaba hace poco, a la vuelta de la truqueraconfitería de La Paloma, será reemplazado por una calle tilinga,de tejas anglizantes. Del Maldonado no quedará sino nuestro recuerdo,alto y solo, y el mejor sainete argentino y los dos tangosque se llaman así —uno primitivo, actualidad que no se preocupa,mero plano del baile, ocasión de jugarse entero en los cortes; otro,un dolorido tango-canción, al estilo boquense— y algún cliséapocado que no facilitará lo esencial, la impresión de espacio, yuna equivocada otra vida en la imaginación de quienes no lovivieron. Pensándolo, no creo que el Maldonado fuera distintode otras localidades muy pobres, pero la idea de su chusma, desaforándoseen rotos burdeles, a la sombra de la inundación ydel fin, mandaba en la imaginación popular. Así, en el hábilsainete que mencioné, el arroyo no es un socorrido telón de fondo:es una presencia, mucho más importante que el pardo Navay que la china Dominga y que el Títere. (El puente Alsina, consu todavía no cicatrizado ayer cuchillero y su memoria de la patriadagrande del ochenta, lo ha deshancado en la mitología deBuenos Aires. En lo que se refiere a la realidad, es de fácil observaciónque los barrios más pobres suelen ser los más apocadosy que florece en ellos una despavorida decencia.) Del lado delarroyo zarpaban las tormentas altas de tierra que toldaban el día,y el malón de aire del pampero que golpeaba todas las puertasque miraban al sur y dejaban en el zaguán una flor de cardo, yla arrasadora nube de langostas que trataba de espantar a gritosla gente 1 , y la soledad y la lluvia. A polvo tenía gusto esa orilla.Hacia el agua zaina del río, hacia el bosque, se hacía duro elbarrio. La primera edificación de esa punta fueron los mataderosdel Norte, que abarcaron unas dieciocho manzanas entre las veniderascalles Anchorena, Las Heras, Austria y Beruti, y ahorasin más reliquia verbal que el nombre la Tablada, que le escuchédecir a un carrero, insipiente de su antigua justificación. Heinducido al lector a la imaginación de ese dilatado recinto demuchas cuadras, y aunque los corrales desaparecieron el setenta,la figura es típica del lugar, atravesado siempre de fincas —elcementerio, el hospital Rivadavia, la cárcel, el mercado, el corralónmunicipal, el presente lavadero de lanas, la cervecería, laquinta de Hale— con pobrerío de golpeados destinos alrededor.Esa quinta era por dos razones mentada: por los perales que lachiquilinada del barrio saqueaba en clandestinos malones y porel aparecido que visitaba el costado de la calle Agüero, reclinada' Destruirlas era cosa de herejes, porque llevaban la señal de la cruz:marca de su emisión y repartición especiales de parte del Señor.


EVARISTO CARRIEGO 111en el brazo de un farol la cabeza imposible. Porque a los verdaderospeligros de un compadraje cuchillero y soberbio, había quesumar los fantásticos de una mitología forajida; la viuda y el estrafalariochancho de lata, sórdidos como el bajo, fueron las mástemidas criaturas de esa religión de barrial. Antes había sido unaquema ese norte: es natural que gravitaran en su aire basuras dealmas. Quedan esquinas pobres que si no se vienen abajo es porqueestán apuntalándolas todavía los compadritos muertos.Bajando por la calle de Chavango (después Las Heras) el últimoboliche del camino era La Primera Luz, nombre que, a pesarde aludir a sus madrugadores hábitos, deja una impresión —justa—de ciegas calles atascadas sin nadie, y al fin, a las cansadasvueltas, una humana luz de almacén. Entre los fondos del cementeriocolorado del Norte y los de la Penitenciaría, se ibaincorporando del polvo un suburbio chato y despedazado, sinrevocar:^ su notoria denominación, la Tierra del Fuego. Escombrosdel principio, esquinas de agresión o de soledad, hombresfurtivos que se llaman silbando y que se dispersan de golpe en lanoche lateral de los callejones, nombraban su carácter. El barrioera una esquina final. Un malevaje de a caballo, un malevaje dechambergo mitrero sobre los ojos y de apaisanada bombacha,sostenía por inercia o por impulsión una guerra de duelos individualescon la policía. La hoja del peleador orillero, sin ser tanlarga —era lujo de valientes usarla corta— era de mejor templeque el machete adquirido por el Estado, vale decir con predileccióndel costo más alto y el material más ruin. La dirigía unbrazo más ganoso de atropellar, mejor conocedor de los rumbosinstantáneos del entrevero. Por la sola virtud de la rima, hasobrevivido a un desgaste de cuarenta años un rato de ese empuje:Hágase a un ,lao, se lo ruego,que soy de la Tierra'el Juego. 1No sólo de peleas; esa frontera era de guitarras también.*Escribo estos recuperados hechos, y me solicita con arbitrariedadaparente el agradecido verso de "Horne-Thoughts": Here andhere did England help me, que Browning escribió pensando enuna abnegación sobre el mar y en el alto navio torneado comoun alfil en que Nelson cayó, y que repetido por mí —traducidotambién el nombre de patria, pues para Browning no era menos1Taullard, 233.


112 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASinmediato el de su Inglaterra— me sirve como símbolo de nochessolas, de caminatas extasiadas y eternas por la infinitud de losbarrios. Porque Buenos Aires es hondo, y nunca, en la desilusióno el penar, me abandoné a sus calles sin recibir inesperado consuelo,ya de sentir irrealidad, ya de guitarras desde el fondo deun patio, ya de roce de vidas. Here and here did England helpme, aquí y aquí me vino a ayudar Buenos Aires. Esa razón esuna de las razones por las que resolví componer este primercapítulo.


EVARISTO CARRIEGO 113IIUNA VIDA DE EVARISTO CARRIEGOQue un individuo quiera despertar en otro individuo recuerdosque no pertenecieron más que a un tercero, es una paradoja evidente.Ejecutar con despreocupación esa paradoja, es la inocentevoluntad de toda biografía. Creo también que el haberlo conocidoa 'Carriego no rectifica en este caso particular la dificultad delpropósito. Poseo recuerdos de Carriego: recuerdos de recuerdosde otros recuerdos, cuyas mínimas desviaciones originales habránoscuramente crecido, en cada nuevo ensayo. Conservan, lo sé, elidiosincrásico sabor que llamo Carriego y que nos permite identificarun rostro en una muchedumbre. Es innegable, pero eseliviano archivo mnemónico —intención de la voz, costumbres desu andar y de su quietud, empleo de los ojos— es, por escrito, lamenos comunicable de mis noticias acerca de él. Cínicamente latrasmite la palabra Carriego, que demanda la mutua posesiónde la propia imagen que deseo comunicar. Hay otra paradoja. 1Escribí que a las relaciones de Evaristo Carriego les basta la menciónde su nombre para imaginárselo; añado que toda descripciónpuede satisfacerlos, sólo con no desmentir crasamente la yaformada representación que prevén. Repito esta de Giusti, en elnúmero 219 de Nosotros: magro poeta de ojitos hurgadores, siempretrajeado de negro, que vivía en el arrabal. La indicación demuerte, presente en lo de trajeado siempre de negro y en el adjetivo,no faltaba en el vivacísimo rostro, que traslucía sin mayordivergencia las líneas de la calavera interior. La vida, la másurgente vida, estaba en los ojos. También los recordó con justiciael discurso fúnebre de Marcelo del Mazo. Esa acentuaciónúnica de sus ojos, con tan poca luz y tan riquísimo gesto, escribió.Carriego era entrerriano, de Paraná. Fue abuelo suyo el doctorEvaristo Carriego, escritor de ese libro de papel moreno y tapastiesas que se llama con entera razón Páginas olvidadas (Santa Fe,1895) y que mi lector, si tiene costumbre de revolver los turbiospurgatorios de libros viejos de la calle Lavalle, habrá tenido enlas manos alguna vez. Tenido y dejado, porque la pasión escritaen ese libro es circunstancial. Se trata de una suma de páginaspartidarias de urgencia, en que todo es requisado para la acción,desde los latines caseros hasta Macaulay o el Plutarco según Garnier.Su valentía es de alma: cuando la legislatura del Paraná


114 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASresolvió levantarle a Urquiza una estatua en vida, el único diputadoque protestó fue el doctor Carriego, en oración hermosaaunque inútil. Carriego el antecesor es. memorable aquí, no sólopor su posible herencia polémica sino por la tradición literariade que se valdría el nieto después para borronear esas primerascosas endebles que son la condición de las ,válidas.Carriego era, de generaciones atrás, entrerriano. La entonaciónentrerriana del criollismo, afín a la oriental, reúne lo decorativoy lo despiadado igual que los tigres. Es batalladora, su símboloes la lanza montonera de las patriadas. Es dulce: una dulzurabochornosa y mortal, una dulzura sin pudor, tipifica las más belicosaspáginas de Leguizamón, de Elias Regules y de Silva Valdés.Es grave: la República Oriental, donde la entonación a que merefiero es más evidente, no ha escrito un solo buen humor, unasola dicha, desde los mil cuatrocientos epigramas hispanocolonialespropuestos por Acuña de Figueroa. Puesta a versificar, vacila entrela acuarela y el crimen; su tema no es Ja aceptación de destinodel Martín Fierro, sino las calenturas de la caña o de la divisa,bien endulzadas. Está colaborando en ese sentir una efusión queno comprendemos, el árbol; una impiedad que no encarnamos,el indio. Su gravedad parece derivar de un más sobresaltado rigor:Sombra, porteño, conoció los derechos rumbos de la llanura, elarreo de las haciendas y un duelo ocasional a cuchillo; oriental,habría conocido también la carga de caballería de las patriadas,el duro arreo de hombres, el contrabando... Carriego sabía_portradición, ese criollismo romántico y lo misturó con el criollismoresentido de los suburbios.A las razones evidentes de su criollismo —linaje provinciano yvivir en las orillas de Buenos Aires— debemos agregar una razónparadójica: la de su alguna sangre italiana, articulada en el apellidomaterno Giorello. Escribo sin malicia; el criollismo del íntegramentecriollo es una fatalidad, el del mestizado una decisión,una conducta preferida y resuelta. La veneración de lo étnicoinglés que se lee en el inspired Eurasian journalist Kipling ¿noes una prueba más (si la fisonómica no bastara) de su tiznadasangre? iCarriego solía vanagloriarse A los gringos no me basta con aborrecerlos;yo los calumnio, pero el desenfreno alegre de esa declaraciónprueba su no verdad. El,criollo, con la seguridad de suascetismo y del que está en su casa, lo considera al gringo unmenor. Su misma felicidad le hace gracia, su apoteosis espesa.Es de común observación que el italiano lo puede todo en estarepública, salvo ser tomado realmente en serio por los desalojadospor él. Esa benevolencia con fondo completo de sorna, es el desquitereservado de los hijos del país.


EVARISTO CARRIEGO 115Los españoles eran otra preferencia de su aversión. La acepcióncallejera del español —el fanático que ha reemplazado el autode fe con el Diccionario de Galicismos, el mucamo en la selvade plumeros— era también la suya. Huelga añadir que esta previsióno prejuicio no le estorbó algunas amistades hispanas, comola del doctor Severiano Lorente, que parecía llevar consigo eltiempo ocioso y generoso de España (el ancho tiempo musulmánque engendró el Libro de las Mil y Una Noches) y que se demorabahasta el alba, en el Roya! Keller, ante su medio litro.Carriego creía tener una obligación con su barrio pobre: obligaciónque el estilo bellaco de la fecha traducía en rencor, peroque él sentiría como una fuerza. Ser pobre implica una más inmediataposesión de la realidad, un atrepellar el primer gustoáspero de las cosas: conocimiento que parece faltar a los ricos,como si todo les llegara filtrado. Tan adeudado se creyó EvaristoCarriego a su ambiente, que en dos distintas ocasiones de suobra se disculpa de escribirle versos a una mujer, como si la consideracióndel pobrerío amargo de la vecindad fuera el único empleolícito de su destino.Los hechos de su vida, con ser infinitos e incalculables, son defácil aparente dicción y los enumera servicialmente Gabriel en sulibro del novecientos veintiuno. Se nos confía en él que nuestroEvaristo Carriego nació en 1883, el 7 de mayo, y que rindió eltercer año del nacional y que frecuentaba la redacción del diarioLa Protesta y que falleció el día 13 de octubre del novecientosdoce, y otras puntuales e invisibles noticias que encargan despreocupadamentea quien las recibe el salteado trabajo del narrador,que es restituir a imágenes los informes. Yo pienso que la sucesióncronológica es inaplicable a Carriego, hombre de conversada viday paseada. Enumerarlo, seguir el orden de sus días, me parece imposible;mejor buscar su eternidad, sus repeticiones. Sólo una descripciónintemporal, morosa con amor, puede devolvérnoslo.Literariamente, sus juicios de condenación y de elogio ignorabanla duda. Erafmuy alacrán: maldecía de los más justificadosnombres famosos con esa evidente sinrazón que suele no ser másque una cortesía al propio cenáculo, una lealtad de creer que lareunión presente es perfecta y no podría ser mejorada por la adiciónde nadie. La revelación de la capacidad estética de la palabrase operó en él, como en casi todos los argentinos, mediantelos desconsuelos y los éxtasis de Almafuerte: afición que la amistadpersonal corroboró después. El Quijote era su más frecuentelectura. Con Martín Fierro debe haber ejercido el proceder comúnde su tiempo: unas apasionadas lecturas clandestinas cuandomuchacho, un gusto sin dictamen. Era aficionado también a lascalumniadas biografías de guapos que hizo Eduardo Gutiérrez,


116 JORGE LUIS BORGÉS—OBRAS COMPLETASdesde la semirromántica de Moreira hasta la desengañadamenterealista de Hormiga Negra, el de San Nicolás (¡del Arroyo y nome arrollo!). Francia, país entonces de recomendado entusiasmo,había subdelegado para él su representación en Georges D'Esparbés,en alguna novela de Víctor Hugo y en las de Dumas.También solía publicar en su conversación esas preferencias guerreras.La muerte erótica del caudillo Ramírez, desmontado alanzazos del caballo y decapitado por defender a su Delfina, y la deJuan Moreira, que pasó délos ardientes juegos del lupanar a lasbayonetas policiales y los balazos, eran muy contadas por él. Nodescuidaba la crónica de su tiempo: las puñaladas de bailecito yde esquina, los relatos de hierro que dejan recaer su valor enquien está contándolos. Su conversación —escribía Giusti después—evocaba los patios de vecindad, los quejumbrosos organillos, losbailes, los velorios, los guapos, los lugares de perdición, su carnede presidio y de hospital. Hombres del Centro, le escuchábamosencanutados, como si nos contase fábulas de un lejano país, ti sesabía delicado y mortal, pero leguas rosadas de Palermo estabanrespaldándolo.Escribía poco, lo que significa que sus borradores eran orales.En la caminada noche callejera, en la plataforma de los Lacroze,en las tardías vueltas a casa, iba tramando versos. Al otro día—por lo común después de almorzar, hora veteada de indolenciapero sin apurones— los precisaba en el papel. Ni fatigó la nocheni se atrevió jamás a la ceremonia desconsolada de madrugar paraescribir. Antes de entregar un original, ponía a prueba su inmediataeficacia, leyéndolo o repitiéndolo a los amigos. De éstos,uno que se menciona invariablemente es Carlos de Soussens.La noche que Soussens rne descubrió, era una de las fechas acostumbradasen la conversación de Carriego. Éste lo quería y lomalquería por razones iguales. Le gustaba su condición de francés,de hombre asimilado' a los prestigios de Dumas padre, deVerlaine y de Napoleón; le molestaba su condición anexa degringo, de hombre sin muertos en América. Además, el oscilanteSoussens era más bien un francés aproximativo: era, como élcircunloqueaba y repitió Carriego en un verso, caballero de Fri*burgo, francés que no alcanzaba a francés y no salía de suizo.Le gustaba, en abstracto, su condición libérrima de bohemio; lemolestaba —hasta la reflexión pedagógica y la censura— su complicadaharaganería, su alcoholización, su rutina de postergacionesy de enredos. Esa aversión dice que el Evaristo Carriego de lahonesta tradición criolla era el esencial y no el trasnochador deLos inmortales.Pero el amigo más real de Carriego fue Marcelo del Mazo,que sentía por él esa casi perpleja admiración que el instintivo


EVARISTO CARRIEGO 117suele producir en el hombre de letras. Del Mazo, escritor olvidadocon injusticia, ejercía en el arte la misma cortesía exacerbadaque en el trato común, y las piedades o las delicadezas del maleran su argumento. Publicó en 1910 Los vencidos (segunda serie),libro ignorado que reserva unas páginas virtualmente famosas,como la diatriba contra las personas de edad —menos entigrecida.pero mejor observada que la de Swift {Travels into SeveralRemóte Nations, III, 10) — y la que se llama La última. Otros escritoresde la amistad de Carriego fueron Jorge Borges, GustavoCaraballo, Félix Lima, Juan Más y Pi, Alvaro Melián Lafinur,Evar Méndez, Antonio Monteavaro, Florencio Sánchez, EmilioSuárez Calimario, Soiza Reilly.Declaro ahora sus amistades de barrio, en las que fue riquísimo.La más operativa fue la del caudillo Paredes, entonces el patrónde Palermo. Esa amistad la buscó Evaristo Carriego a los catorceaños. Tenía la lealtad disponible, inquirió el nombre del caudillode la parroquia, le noticiaron quién, lo buscó, se abrió caminoentre los fornidos pretorianos de chambergo alto, le dijo que élera Evaristo Carriego, de Honduras. Esto sucedió en el mercadoque está en la plaza Güemes; el muchacho no se movió hasta elalba de ahí, codeándose con guapos, tuteando —la ginebra es confianzuda—asesinos. Porque la votación se dirimía entonces a hachazos,y las puntas norte y sur de la capital producían, en razóndirecta de su población criolla y de su miseria, el elemento electoralque los despachaba. Ese elemento operaba en la provinciatambién: los caudillos de barrio iban donde los precisaba el partidoy lleyaban sus hombres. Ojo y acero —ajados nacionales depapel y profundos revólveres— depositaban su voto independiente.La aplicación de la ley Sáenz Peña, el novecientos doce, desbandóesas milicias. No le hace; la desvelada noche que referíes de 1897 recién, y manda Paredes. Paredes es el criollo rumboso,en entera posesión de su realidad: el pecho dilatado de hombría,la presencia mandona, la melena negra insolente, el bigote flameado,la grave voz usual que deliberadamente se afemina y searrastra en la provocación, el sentencioso andar, el manejo de laposible anécdota heroica, del dicharacho, del naipe habilidoso,del cuchillo y de la guitarra, la seguridad infinita. Es hombre dea caballo también, porque se ha criado en un Palermo anteriora este del carreraje, en el de la distancia y las quintas. Es el varónde los asados homéricos y del contrapunto incansable. Delcontrapunto dije; a los treinta años de esa> cargada noche mededicaría unas décimas, de las que no olvidaré este acierto impensado,esta resolución de amistad: A usté, compañero Borges, Losaludo enteramente. Es visteador de ley, pero malevo que ha queridofaltarle ha sido sujetado, no con el fierro igual, sino con el


1 lbf JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASrebenque mandón o con la mano abierta, para mantener disciplina.Los amigos, lo mismo que los muertos y las ciudades, colaboranen cada hombre, y hay renglón de El alma del suburbio: puesya u,na vez lo hizo ca. . .er de un hachazo, en que parece retumbarla voz de Paredes, ese trueno cansado y fastidiado de las imprecacionescriollas. Por Nicolás Paredes conoció Evaristo Carriegola gente cuchillera de la sección, la flor de Dios te libre. Mantuvopor un tiempo con ellos una despareja amistad, una amistadprofesionalmente criolla con efusiones de almacén y juramentosleales de gaucho y vos me fonocés che hermano y las otrasmorondangas del género. Ceniza de esa frecuentación son lasalgunas décimas en lunfardo que Carriego se desentendió de firmary de las que he juntado dos series: una agradeciéndole aFélix Lima el envío de su libro de crónicas Con los nueve; otra,cuyo nombre parece una irrisión de Dies irae, llamada Día debronca y publicada sobre el seudónimo El Barretero en la revistapolicial JL. C. En el suplemento de este segundo capítulo copioalgunas.No se le conocieron hechos de amor. Sus hermanos tienen elrecuerdo de una mujer de luto que solía esperar en la vereda yque mandaba cualquier chico a buscarlo. Lo embromaban: nuncale sonsacaron su nombre.Arribo" a la cuestión de su enfermedad, que pienso importantísima.Es creencia general que la tuberculosis lo ardió: opinióndesmentida por su familia, aconsejada tal vez por dos supersticiones,la de que es denigrativo ese mal, la de que se hereda.Salvo sus deudos, todos aseveran que murió tísico. Tres consideracionesvindican esa general opinión de sus amistades: la inspiradamovilidad y vitalidad de la conversación de Carriego, favorposible de un estado febril; la figura, insistida con obsesión, dela escupida roja; la solicitud urgente de aplauso. Él se sabía dedicadoa la muerte y sin otra posible inmortalidad que la de suspalabras escritas; por eso, la impaciencia de gloria. Imponía susversos en el café, ladeaba la conversación a temas vecinos de losversificados -por él, denigraba con elogios indiferentes o con reprobacionestotales a los colegas de aptitud peligrosa; decía, comoquien se distrae, mi talento. Además, había preparado o se habíaagenciado un sofisma, que vaticinaba que la entera poesía contemporáneaiba a perecer por retórica, salvo la suya, que podíasubsistir como documento —como si la afición retórica no fueradocumental de un siglo, también. Tenia sobrada razón —escribedel Mazo— al requerir personalmente la atención general hacia suobra. Comprendía que la consagración lentísima alcanza en vidaa contados ancianos, y sabiendo que no produciría en amontonamientode libros, abría el espíritu ambiente a la belleza y grave-


EVARISTO CARRIEGO 119dad de sus versos. Ese proceder no significaba una vanidad: erala parte mecánica de la gloria, era una obligación del mismoorden que la de corregir las pruebas. La premonición de la incesantemuerte la urgía. Codiciaba Carriego el futuro tiempo generosode los demás, el afecto de ausentes. Por esa abstracta conversacióncon las almas, llegó a desentenderse del amor y de ladesprevenida amistad, y se redujo a ser su propia publicidad ysu apóstol.Puedo intercalar una historia. Una mujer ensangrentada, italiana,que huía de los golpes de su marido, irrumpió una tardeen el patio de los Carriego. Éste salió indignado a la calle y dijolas cuatro duras palabras que había que decir. El marido (uncantinero vecino) las toleró sin contestación, pero guardó rencor.Carriego, sabiendo que la fama es artículo de primera necesidad,aunque vergonzante, publicó un suelto de vistosa reprobaciónen Última Hora sobre la brutalidad de ese gringo. Su' resultadofue inmediato: el hombre, vindicada públicamente su condiciónde bruto, depuso entre ajenas chacotas halagadoras el malhumor;la golpeada anduvo sonriente unos días; la calle Honduras sesintió más real cuando se leyó impresa. Quien así podía trasluciren los otros esa apetencia clandestina de fama, adolecía de ellatambién. ,La perduración en el recuerdo de los demás lo tiranizaba.Cuando alguna definitiva pluma de acero resolvió que Almafuerte,Lugones y Enrique Banchs integraban ya el triunvirato —¿osería el tricornio o el trimestre?— de la poesía argentina, Carriegoproponía en los cafés la deposición de Lugones, para que no tuvieraque molestar su propia inclusión ese arreglo ternario.Las variantes raleaban: sus días eran un solo día. Hasta sumuerte vivió en el 84 de Honduras, hoy 3784. Era infaltablelos domingos en casa nuestra, de vuelta del hipódromo. Repensandolas frecuencias de su vivir —los desabridos despertares caseros,el gusto de travesear con los chicos, la copa grande de guindadooriental o caña' de naranja en el vecino almacén de Charcasy Malabia, las tenidas en el bar de Venezuela y Perú, la discutidoraamistad, las italianas comidas porterías en la Cortada,la conmemoración de versos de Gutiérrez Nájera y de Almafuerte,la. asistencia viril a la casa de zaguán rosado como una niña,el cortar un gajito de madreselva al orillar una tapia, el hábitoy el amor de la noche— veo un sentido de inclusión y de círculoen su misma trivialidad. Son actos comunísticos, pero el sentidofundamental de común es el de compartido entre todos. Esas frecuenciasque enuncié de Carriego, yo sé que nos lo acercanT Lorepiten infinitamente en nosotros, como si Carriego perduraradisperso en nuestros destinos, como si cada uno de nosotros fuera


120 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASpor unos segundos Carriego. Creo que literalmente así es, y queesas momentáneas identidades (¡no repeticiones!) que aniquilanel supuesto correr del tiempo, prueban la eternidad.Inferir de un libro las inclinaciones de su escritor pareceoperación muy fácil, máxime si olvidamos que éste no redactasiempre lo que prefiere, sino lo de menor empeño y lo que sefigura esperan de él. Esas borrosas imágenes suficientes de campode a caballo, que son el fondo de toda conciencia argentina,no podían faltar en Carriego. En ellas hubiera querido vivir.Otras incidentales (de azar domiciliario al principio, de ensayoaventurero después, de cariño al fin) eran, sin embargo, las quedefenderían su memoria: el patio que es ocasión de serenidad,rosa para los días, el fuego humilde de San Juan, revolcándosecomo un perro en mitad de la calle, la estaca de la carbonería,su bloque de apretada tiniebla, sus muchos leños, la mamparade fierro del conventillo, los hombres de la esquina rosada. Ellaslo confiesan y aluden. Yo espero que Carriego lo entendió asíalegre y resignadamente, en una de sus callejeras noches finales;yo imagino que el hombre es poroso para la muerte y que suinmediación lo suele vetear de hastíos y de luz, de vigilanciasmilagrosas y previsiones.


EVARISTO CARRIEGO 121IIILAS MISAS HEREJESAntes de considerar este libro, conviene repetir que todo escritorempieza por un concepto ingenuamente físico de lo que esarte. Un libro, para él, no es una expresión o una concatenaciónde expresiones, sino literalmente un volumen, un prisma de seiscaras rectangulares hecho de finas láminas de papel que debenpresentar una carátula, una falsa carátula, un epígrafe en bastardilla,un prefacio en una cursiva mayor, nueve o diez partes conuna versal al principio, un índice de materias, un ex libris conun relojito de arena y con un resuelto latín, una concisa fe deerratas, unas hojas en blanco, un colofón interlineado y un piede imprenta: objetos que es sabido constituyen el arte de escribir.Algunos estilistas (generalmente los del inimitable pasado)ofrecen además un prólogo del editor, un retrato dudoso, unafirma autógrafa, un texto con variantes, un espeso aparato crítico,unas lecciones propuestas por el editor, una lista de autoridadesy unas lagunas, pero se entiende que eso no es para todos.. . Esaconfusión de papel de Holanda con estilo, de Shakespeare conJacobo Peuser, es indolentemente común, y perdura (apenas adecentada)entre los retóricos, para cuyas informales almas acústicasuna poesía es un mostradero de acentos, rimas, elisiones, diptongacionesy otra fauna fonética. Escribo esas miserias característicasde todo primer libro, para destacar las inusuales virtudesde este que considero.Irrisorio sin embargo sería negar que las Misas herejes es unlibro de aprendizaje. No entiendo definir así la inhabilidad,sino estas dos costumbres: el deleitarse casi físicamente con determinadaspalabras —por lo común, de resplandor y de autoridad—y la simple y ambiciosa determinación de definir porenésima vez los hechos eternos. No hay versificador incipienteque no acometa una definición de la noche, de la tempestad, delapetito carnal, de la luna: hechos que no requieren definiciónporque ya poseen nombre, vale decir, una representación compartida.Carriego incide en esas dos prácticas. .Tampoco se le puede absolver de la acusación de borroso.Es tan evidente la distancia entre la incomunicada palabreríade composiciones —de descomposiciones, más bien— como Lasúltimas etapas y la rectitud de sus buenas páginas ulteriores en


122 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLa canóión del barrio, que no se debe ni recalcar ni omitir. Vincularesas naderías con el simbolismo es desconocer deliberadamentelas intenciones de Laforgue o de Mallarmé. No es precisoir tan lejos: el verdadero y famoso padre de esa relajación fueRubén Darío, hombre que a trueque de importar del francésunas comodidades métricas, amuebló a mansalva sus versos en elPetit Larousse con una tan infinita ausencia de escrúpulos quepanteísmo y cristianismo eran palabras sinónimas para él y. queal representarse aburrimiento escribía nirvana. 1 Lo divertido esque el formulador de la etiología simbolista, José Gabriel, no seresuelve a no encontrar símbolos en las Misas herejes, y expende alos lectores de la página 36 de su libro, esta solución más bieninsoluble del soneto El clavel: Ha de decir (Carriego) que intentódarle un beso a una mujer, y que ella, intransigente, interpuso sumano entre ambas bocas (y esto no se sabe sino después de muypenosos esfuerzos); pero no, decirlo así, seria pedestre, no seríapoético, y entonces llama clavel y rojo heraldo de amatorios credosa sus labios, y al acto negativo de la hembra, la ejecución, delclavel con la guillotina de sus nobles dedos.Así la aclaración; véase ahora el interpretado soneto:-Fue al surgir de una duda insinuativacuando hirió tu severa aristocracia,como un símbolo rojo de mi audacia,un clavel que tu mano no cultiva.Hubo quizá una frase sugestivao advirtió una intención tu perspicacia,pues tu serenidad llena de graciafingió una rebelión despreciativa.. Y asi, en tu vanidad, por la impacientecondena de tu orgullo intransigente,mi rojo heraldo de amatorios credosmereció, por su símbolo atrevido,como un apóstol o como un bandidola guillotina de tus nobles dedos.El clavel es fuera de duda un clavel de veras, una guarangaflor popular deshecha por la niña y el simbolismo (el mero gon-1Conservo estas impertinencias para castigarme por haberlas escrito. Enaquel tiempo creía que los poemas de Lugones eran superiores a los de Darío.Es verdad que también creía que los de Quevedo eran superiores a losde Góngora. (Nota de 1954.) .


EVARISTO CARRIEGO 123gorismo) es el del explicativo español, que lo traduce en labios.Lo no discutible es que una fuerte mayoría de las Misas herejesha incomodado seriamente a los críticos. ¿Cómo justificaresas incontinencias inocuas en el especial poeta del suburbio?A tan escandalizada interrogación creo satisfacer con esta respuesta:Esos principios de Evaristo Carriego son también delsuburbio, no en el superficial sentido temático de que versansobre él, sino en el sustancial de que así versifican los arrabales.Los pobres gustan de esa pobre retórica, afición que no suelenextender a sus descripciones realistas. La paradoja es tan admirablecomo inconsciente: se discute la autenticidad popular de unescritor en virtud de las únicas páginas de ese escritor que alpueblo le gustan. Ese gusto es por afinidad: el palabreo, el desfilede términos abstractos, la sensiblería, son los estigmas de la versificaciónorillera, inestudiosa de cualquier acento local menosdel gauchesco, íntima de Joaquín Castellanos y de Almafuerte,no de letras de tango. Recuerdos de glorieta y de almacén measesoran aquí; el arrabal se surte de arrabalero en la calle Corrientes,pero lo altilocuente abstracto es lo suyo y es la materiaque trabajan los payadores. Repetido sea con brevedad: esa pecadoramayoría de las Misas herejes no habla de Palermo, peroPalermo pudo haberla inventado. Pruébelo este barullo:Y en el salmo coral, que sinfonizaun salvaje ciclón sobre la pauta,venga el robusto canto que presagie, •con la alegre fiereza de una dianaque recorriese como un verso altivoel soberbio delirio de la gama,el futuro cercano de los triunfosfuturo precursor de las revanchas;el instante supremo en que se agitala misión terrenal de las canallas. . .Es decir: una tempestad puesta en salmo que debe contenerun canto que debe parecerse a una diana que debe parecersea un verso, y la predicción de un porvenir recién precursor encomendadaal canto que debe parecerse a la diana que se parece aun verso. Sería una declaración de rencor prolongar la cita:básteme jurar que esa rapsodia de payador abombado por elendecasílabo rebasa los doscientos renglones y que ninguna desus muchas estrofas puede lamentar una carencia de tempestades,de banderas, de cóndores, de vendas maculada^ y de martillos.Eliminen su mal recuerdo estas décimas, de pasión lo bastante


124 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAScircunstancial para que las pensemos biográficas, y que tan bienhan de llevarse con la guitarra:Que este verso, que has pedido,vaya hacia ti, corno enviadode algún recuerdo volcadoen una tierra de olvido. . .para insinuarte al oídosu agonía más secreta,cuando en tus noches, inquieta,por las memorias, tal vez,leas, siquiera una vez,las estrofas del poeta.¿Yo...? Vivo con la pasiónde aquel ensueño remoto,que he guardado como un voto,ya viejo, del corazón.Y sé en mi amarga obsesiónque mi cabeza, cansadacaerá, recién, libertadade la prisión de ese ensueño¡cuando duerma el postrer sueñosobre la postrer almohada!Paso a rever las composiciones realistas que integran El almadel suburbio, en la que podemos escuchar ¡al fin! la voz de Carriego,tan ausente de las menos favorecidas partes: Las reveré ensu orden, omitiendo voluntariamente unas dos: De la aldea (cromode intención andaluza y de una trivialidad categórica) y Elguapo, que dejo para una consideración final más extensa.La primera, El alma del suburbio, refiere un atardecer en laesquina. La calle popular hecha patio, es su descripción, la consoladoraposesión de lo elemental que les queda a los pobres: lamagia servicial de los naipes, el trato humano, el organito consu habanera y su gringo, la espaciada frescura de la oración, eldiscutidero eterno sin nmnbo, los temas de la carne y la muerte.No se olvidó Evaristo Carriego del tango, que se quebraba condiablura y bochinche por las veredas, como recién salido de lascasas de la calle Junín, y que era cielo de varones nomás, igualque la visteada l :1 La épica circunstanciada del tango ha sido escrita ya: su autor, VicenteRossi; su nombre en librería, Cosas de negros (1926) , obra clásica en nuestrasletras y que por la sola intensidad de su estilo tendrá en todos razón.Para Rossi, el tango es afro-montevideano, del Bajo, el tango tiene motas


EVARISTO CARRIEGO 125En la calle, la buena gente derrochasus guarangos decires más lisonjeros,porque al compás de un tango, que es La Morocha,lucen ágiles cortes dos orilleros.Sigue una página de misterioso renombre, La viejecita, festejadacuando se publicó, porque su liviana dosis de realidad, indistintaahora, era infinitesimalmente más fuerte que la de las rapsodiascoetáneas. La crítica, por la misma facilidad de servir elogios,corre el albur de profetizar. Los encomios que se aplicarona La viejecita son los que merecería El guapo después; los dedicadosen 1862 a Los mellizos de la Flor de Ascasubi, son una profecíaescrupulosa de Martín Fierro.Detrás del mostrador es una oposición entre la urgente vidabarullera de los borrachos y la mujer hermosa, bruta y tapiada,detrás del mostrador como una .estatuaque impávida les enloquece el deseoy pasa sin dolor, asi, inconsciente,su vida material de carne esclava:la tragedia opaca de un alma que no ve su destino.La siguiente página, El amasijo, es el reverso deliberado deEl guapo. En ella se denuncia con ira santa nuestra peor realidad:el guapo de entrecasa, la doble calamidad de la mujer gritaday golpeada y del malevo que con infamia se emperra en esapobre hombría vanidosa de la opresión:Dejó de castigarla, por fin cansadode repetir el diario brutal ultraje. que habrá de contar lu¡ego, felicitado,en la rueda insolente del compadraje. . .Sigue En el barrio, página cuyo hermoso motivo es el acompañamientoeterno y la eterna letra de la guitarra, proferidos nopor una convención como es hábito, sino literalmente para inenla raíz. Para Laurentino Mejías, (La policía por dentro, II, 1913, Barcelona)es afro-porteño, inaugurado en los machacones candombes de laConcepción y de Monserrat, amalevado después en los peringundines: el deLorea, el de la Boca del Riachuelo y el de Solís. Lo bailaban tambiénen las casas malas de la calle del Temple, sofocado el organito de contrabandopor el colchón pedido a uno de los lechos venales, ocultas las armasde la concurrencia en los albañales vecinos, en previsión de un raid policial.


126 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASdicar un efectivo amor. El episodio de esa reanimación de símboloses de embargada luz, pero es fuerte. Desde el primitivopatio de tierra o patio colorado, llama con ira de pasión la urgentemilongaque escucha insensible la despreciativamoza, que no quiere salir de.la pieza.Sobre el rostro adusto tiene el guitarreroviejas cicatrices de cárdeno brillo,en el pecho un hosco rencor pendencieroy en los negros ojos la luz del cuchillo.Y no es para el otro su constante enojo.A ese desgraciado que a golpes manejale hace el mismo caso, por bruto y por flojo,que al pucho que olvida detrás de la oreja.Pues tiene unas ganas su altivez airadade concluir con todas las habladurías.¡Tan capaz se siente de hacer una hombradade la que hable el barrio tres o cuatro días. . .!La estrofa antefinal es de orden dramático; parece.dicha porel mismo tajeado. Es intencionado también el último verso, laapurada atención de unos pocos días que el barrio, mal acostumbradoentonces, dedicaba a una muerte, lo pasajero de la gloriade poner un barbijo.Después está Residuo de fábrica, que es la piadosa notificaciónde una pena, donde lo que más importa quizá es la versión instintivade las enfermedades como una imperfección, una culpa.Ha tosido de nuevo. El hermanitoque a veces en la pieza se distraejugando sin hablarle, se ha quedadode pronto serio, como si pensase.Después se ha levantado y bruscamentese ha ido, murmurando al alejarse,con algo de pesar y mucho de asco:—que la puerca otra vez escupe sangre.Entiendo que el énfasis de emoción de la estrofa penúltimaestá en la circunstancia cruel: sin hablarle.Sigue La queja, que es una premonición fastidiosa de no sé


EVARISTO CARRIEGO 127cuántas letras fastidiosas de tango, una biografía del esplendor,desgaste, declinación y oscuridad final de una mujer de todos.El tema es de ascendencia horaciana —Lydia, la primera de esaestéril dinastía infinita, enloquece de ardiente soledad comoenloquecen las madres de los caballos, matres equorum, y en suya desertada pieza amat janua limen, la hoja se ha prendidoal umbral— y desagua en Contursi, pasando por Evaristo Carriego,cuyo harlot's progress sudamericano, completado por latuberculosis, no cuenta mayormente en la serie.La sigue La guitarra, descaminada enumeración de imágenesbobas, indigna del autor de En el barrio y que parece desdeñaro ignorar las situaciones de eficacia poética motivadas por elinstrumento: la música prodigada a la calle, el aire venturoso quenos es triste por el recuerdo incidental que le unimos, las amistadesque apadrina y corona. Yo he visto amistarse dos hombres yempezar a correr parejo sus almas, mientras punteaban en lasdos guitarras un gato que parecía el alegre sonido de esa confluencia.La última es Los perros del barrio, que es una sorda reverberaciónde Almafuerte, pero que tradujo una realidad, pues elpobrerío de esas orillas abundó siempre en perros, ya por lo centinelasque son, ya por curiosear su vivir, que es una diversiónque no cansa, ya por incuria. Alegoriza indebidamente Carriegoesa perrada pordiosera y sin ley, pero trasmite su caliente vida enmontón, su chusma de apetitos. Quiero repetir este versoy aquel otro décuando beben agua de luna en los charcosaullando exorcismos contra la perrera,que tira de uno de mis fuertes recuerdos: la visitación disparatadade ese infiernito, vaticinado por ladridos en pena, y precedido—cerca— por una polvareda de chicos pobres, que espantaban agritos y pedradas otra polvareda de perros, para resguardarlosdel lazo.Me falta considerar El guapo, exaltación precedida por unafamosa dedicatoria al también guapo electoral alsinista San JuanMoreira. Es una ferviente presentación 1 , cuya virtud reside tambiénen los énfasis laterales: en elconquistó a la larga renombre de osado1 Lástima, en los versos finales, la mención arbitraria del mosquetero.


128 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASque está significando- las muchas candidaturas a ese renombre, yen esa casi mágica indicación de poderío erótico:caprichos de hembra que tuvo la daga.En El guapo, también las omisiones importan. El guapo noera un salteador nrun rufián ni obligatoriamente uñ cargoso;era la definición de Carriego: un cultor del coraje. Un estoico,en el mejor de los casos; en el peor, un profesional del barullo,un especialista de la intimidación progresiva, un veterano delganar sin pelear: menos indigno —siempre— que su presente desfiguraciónitaliana de.cultor de la infamia, de malevito doloridopor la vergüenza de no ser canflinflero. Vicioso del alcohol delpeligro o calculista ganador a pura presencia: eso era el guapo,sin implicar una cobardía lo último. (Si una comunidad resuelveque el valor es la primera virtud, la simulación del valor serátan general como la de la belleza entre las muchachas o la depensamiento inventor entre los que publican; pero ese mismoaparentado valor será un aprendizaje.)Pienso en el guapo antiguo, persona de Buenos Aires que meinteresa con más justificada atracción que ese otro mito más popularde Carriego (Gabriel, 57) la costürerita que dio aquel malpaso y su contratiempo orgánico-sentimental. Su profesión carrero,amansador de caballos o matarife; su educación, cualquiera de lasesquinas de la ciudad, y éstas principalmente: la del sur, el Alto—el circuito Chile, Garay, Balcarce, Chacabuco—, la del norte, laTierra del Fuego —el circuito Las Heras, Arenales, Pueyrredón,Coronel—, otras, el Once de Setiembre, la Batería, los CorralesViejos. ' No era siempre un rebelde: el comité alquilaba su temi-1¿Su nombre? Entrego a la leyenda esta lista, que debo a la activa amabilidadde D. José Olave. Se refiere a las dos últimas décadas del sigloque pasó. Siempre despertará una suficiente imagen, aunque borrosa, dechinos de pelea, duros y ascéticos en el polvoriento suburbio lo mismo quelas tunas.PARROQUIA DEL SOCORROAvelino Galeano (del Regimiento Guardia Provincial) . Alejo Albornoz(muerto en pelea por el que sigue, en calle Santa Fe). Pió Castro.Ventajeros, guapos ocasionales: Tomás Medrano. Manuel Flores.PARROQUIA I)EI. PILAR, ANTIGUAJuan Maraña, Romualdo Suárez, alias El Chileno. Tomás Real. FlorentinoRodríguez. Juan Tink (hijo de ingleses, que acabó inspector de policíaen Avellaneda). Raimundo, Renovales (matarife).Ventajeros, guapos ocasionales: Juan Ríos. Damasio Suárez, alias Carnaza.


EVARISTO CARRIEGO 129bilidad y su esgrima, y le dispensaba su protección. La policía,entonces, tenía miramientos con él: en un desorden, el guapo noiba a dejarse arrear, pero daba —y cumplía— su palabra de concurrirdespués. Las tutelares influencias del comité restaban todazozobra a ese rito. Temido y todo, no pensaba en renegar de sucondición; un caballo aperado en plata vistosa, unos pesos parael reñidero o el monte, bastaban para iluminar sus domingos.Podía no ser fuerte: uno de los guapos de la Primera, el PetisoFlorestera un tapecito a lo víbora, una miseria, pero con el cuchillouna luz. Podía no ser un provocador: el guapo Juan Muraña,famoso, era una obediente máquina de pelear, un hombresin más rasgos diferenciales que la seguridad letal de su brazo yuna incapacidad perfecta de miedo. No sabía cuándo proceder, ypedía con los ojos —alma servil— la venia de su patrón de turno.Una vez en pelea, tiraba solamente a matar. No quería criar cuervos.Hablaba, sin temor y sin preferencia, de las muertes que cobró—mejor: que el destino obró a través de él, pues existen hechosde una tan infinita responsabilidad (el de procrear un h»mbreo matarlo) que el remordimiento o la vanagloria por elloses una insensatez. Murió lleno de días, con su constelación demuertes en el recuerdo, ya borrosa sin duda.PARROQUIA DE BELCRANOAtanasio Peralta (muerto en pelea con muchos). Juan González. EulogioMuraña, alias Cuervito.Ventajeros: José Díaz. Justo González.Nunca peleaban en montón, siempre con arma blanca, solos.El menosprecio británico del cuchillo se ha hecho tan general, que puedorecordar con derecho el concepto vernáculo: Para el criollo la única peleaseria, de hombres, era la que permitía un riesgo de muerte. El puñetazoera un mero prólogo del acero, una provocación.


l-jüJORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASIVLA CANCIÓN DEL BARRIOMil novecientos doce. Hacia los muchos corralones de la calleCervrno o hacia los cañaverales y huecos del Maldonado —zonadejada con galpones de zinc, llamados diversamente salones,donde flameaba el tango, a diez centavos la pieza y la compañera—se trenzaba todavía el orilleraje y alguna cara de varón quedabahistoriada, o amanecía con desdén un compadrito muerto conuna puñalada humana en el vientre; pero en general, Palermose conducía como Dios manda, y era una cosa decentita, infeliz,como cualquier otra comunidad gringo-criolla. El júbilo astrológirodel Centenario era tan difunto como sus leguas de lanilla azulde banderas, como sus bordalesas de brindis, sus cohetes botarates,sus luminarias municipales en el herrumbrado cielo de laplaza de Mayo y su luminaria predestinada el cometa Halley,ángel de aire y de fuego a quien le cantaron el tango Independencialos organitos. Ya la gimnasia interesaba más que la muerte:los chicos ignoraban el visteo por atender al jootball, rebautizadopor desidia vernácula el foba. Palermo se apuraba hacia la sonsera:la siniestra edificación art nouveau brotaba como una hinchadaflor hasta de los barriales. Los ruidos eran otros:, ahorala campanilla del biógrafo —ya con su buen anverso americanode coraje a caballo y su reverso erótico-sentimental europeo— seentreveraba con el cansado retumbar de las chatas y con el silbatodel afilador. Salvo algunos pasajes, no quedaba calle porempedrar. La densidad de la población era doble: el censo queregistró en mil novecientos cuatro un total de ochenta mil almaspara las circunscripciones de Las Heras y de Palermo de San Benito,registraría el catorce uno de ciento ochenta mil. El tranvíamecánico chirriaba por las aburridas esquinas. Cattaneo, en laimaginación popular, había deshancado a Moreira... Ese casiinvisible Palermo, matero y progresista, es el de La canción delbarrio.Carriego, que publicó en mil novecientos ocho El alma delsuburbio, dejó en mil novecientos doce los materiales de La cancióndel barrio. Este segundo título es mejor en limitación y enveracidad que el primero. Canción es de una intención más lúcidaque alma; suburbio es una titulación recelosa, un aspavientode hombre que tiene miedo de perder el último tren. Nadie nos


EVARISTO CARRIEGO 131ha informado Vivo en el suburbio de Tal; todos prefieren avisaren qué barrio. Esa alusión el barrio no es menos íntima, servicialy unidora en la parroquia de la Piedad que en Saavedra. La distinciónes pertinente: el manejo de palabras de lejanía para elucidarlas cosas de esta república, deriva de una propensión a rastrearnosbarbarie. Al paisano lo quieren resolver por la pampa;al compadrito por los ranchos de fierro viejo. Ejemplo: el periodistao artefacto vascuence J. M. Salaverría, en un libro que desdeel título, se equivoca: El poema de la pampa, Martín Fierro y elcriollismo español. Criollismo español es un contrasentido deliberado,hecho para asombrar (lógicamente, una contradictio inadjecto); poema de la pampa es otro menos voluntario percance.Pampa, según información de Ascasubi, era para los antiguos paisanosel desierto donde merodeaban los indios. x Basta repasar elMartin Fierro para saber que es el poema, no de.la pampa, sinodel hombre desterrado a la pampa, del hombre rechazado porla civilización pastoril centrada en las estancias como pueblos yen el pago sociable. A Fierro, al todovaleroso hombre Fierro, ledolía aguantar la soledad, quiere decir la pampa.Y en esa hora de la tardeEn que tuito se adormece,Que el mundo dentrar pareceA vivir en pura calma,Con las tristezas del almaAl pajonal enderiecé.Es triste en medio del campoPasarse noches enterasContemplando en sus carrerasLas estrellas que Dios cria,Sin tener más compañíaQue su delito y las fieras.' - 'Y estas estrofas para siempre, que son el momento más patéticode la historia:Cruz y Fierro de una estanciaUna tropilla se arriaron—Por delante se la echaroncomo criollos entendidos,Y pronto sin ser sentidos1 Ahora es un exclusivo término literario, que en el campo llama laatención.


132 JORGE LUIS BORGES—OBRAS CUMPLE 1 ASPor la frontera cruzaron.Y cuando la habían pasaoUna madrugada, clara,Le dijo Cruz que miraraLas últimas poblacionesY a Fierro dos lagrimonesLe rodaron por la cara.Otro Salaverría —de cuyo nombre no quiero acordarme, porquelo demás de sus libros tiene mi admiración— habla ¡cuando no!del payador pampero, que- a la sombra del ombú, en la infinitacalma del desierto, entona acompañado de la guitarra españolalas monótonas décimas de Martin Fierro; pero el escritor es tanmonótono, décimo, infinito, español, calmoso, desierto y acompañado,que no se fija que en el Martín Fierro no hay décimas. Lapredisposición a rastrearnos barbarie es muy general: Santos Vega(cuya entera leyenda es que haya una leyenda de Santos Vega;según ¡as cuatrocientas páginas de monografía de Lehmann-Nitschepueden evidenciarlo) armó o heredó la copla que dice: Sieste novillo me mata — No me entierren en sagrao; — Entiérrenmeen campo verde — Donde me pise el ganao, y su evidentísimaidea (Si soy tani torpe, renuncio a que me lleven al -cementerio)ha sido fesjejada como declaración panteísta de hombre que quiereque lo pisen muerto las vacas.*1 Hacer del paisano un recorredor infinito del desierto, es un contrasentidoromántico; asegurar, como lo hace nuestro mejor prosista de pelea,Vicente Rossi, que el gaucho es el guerrero nómade charrúa, es asegurar'meramente que a esos desapegados charrúas les dijeron gauchos: Conchaboprimitivo de una palabra, que resuelve muy poco. Ricardo Güiraldes, parasu versión del hombre de campo como hombre de vagancia, tuvo que recurriral gremio de los troperos. Groussac, en su conferencia de 1893, habla delgaucho fugitivo liacia el lejano sur, en lo que de la pampa queda, perolo sabido de todos es que en el lejano sur no quedan gauchos porque nolos hubo antes, y que donde perduran es en los cercanos partidos de hábitocriollo. Más que en lo étnico (el gaucho pudo ser blanco, negro, chino,mulato o v zambo), más que en lo lingüístico (el gaucho riograndense hablauna variedad brasileña del portugués) y más que en lo geográfico (vastaslegiones de Buenos Aires, de Entre Ríos, de Córdoba y de Santa Fe sonahora gringas), el rasgo diferencial del gaucho está en el ejercicio cabalde un tipo primitivo de ganadería.Destino calumniado también el de los compadritos. Hará bastante másde cien años los nombraban así a los porteños pobres, que no tenían paravivir en la inmediación de la Plaza Mayor, hecho que les valió tambiénel nombre de orilleros. Eran literalmente el pueblo: tenían su terrenitode un cuarto de manzana y su casa propia, más allá de la calle Tucumáno la calle Chile o la entonces calle de Velarde: Libertad-Salta. Las connotacionesdeshancaron más tarde la idea principal: Ascasubi, en la revisión


EVARISTO CARRIEGO i 33Las orillas adolecen también de una atribución enconada. Elarrabalero y el tango las representan. En anterior capítulo escribícómo el arrabal se surte de arrabalero en la calle Corrientes ycómo las efusiones de El Cantaclaro, de los discos de fonógrafo yde la radio, aclimatan esa jerigonza de' actor en Avellaneda o enCoghlan. Su pedagogía no es fácil: cada tango nuevo redactadoen el sedicente idioma popular, es un acertijo, sin que le faltenlas perplejas variantes, los corolarios, los lugares oscuros y la razonadadiscordia de comentadores. 1.a tiniebla es lógica: el pueblono precisa añadirse color local; el simulador discurre que sí, perose le va la mano en la operación. En lo que se refiere a la música,tampoco el tango es el natural sonido de los barrios; lo fue delos burdeles nomás. Lo representativo de veras es la milonga. Suversión corriente es un infinito saludo, una ceremoniosa gesta-' ción de ripios zalameros, corroborados por el grave latido de laguitarra. Alguna vez narra sin apuro cosas de sangre, duelos quetienen tiempo, muertes de valerosa charlada provocación; otra,le da por simular el tema del destino. Los aires y los argumentossuelen variar; lo que no varía es la entonación del cantor, atipladacomo de ñato, arrastrada, con apurones de fastidio, nuncagritona, entre conversadora y cantora. El tango está en el tiempo,en los desaires y contrariedades del tiempo; el chacaneo aparentede la milonga ya es de eternidad. La milonga es una de las grandesconversaciones de Buenos Aires; el truco es la otra. El trucolo investigaré en capítulo aparte; básteme dejar escrito que, entrelos pobres, el hombre alegra al fiambre, como el hijo'mayor dede su Callo número doce, pudo escribir: compadrito: mozo soltero, bailarín,enamorado y cantor. El imperceptible Monner Satis, virrey clandestino, lohizo equivaler a matasiete, farfantón y perdonavidas, y demandó: ¿Por quécompadre se toma siempre aquí en mala parte?, investigación de que sealigeró en seguida escribiendo, con su tan envidiada ortografía, sano gracejo,etc.: Vayan ustedes a saber. Segovia lo define a insultos: Individuo jactancioso,falso, provocativo y traidor. No es para tanto. Otros confunden guarangoy compadrito: están equivocados, el compadre puede no ser guarango, comono lo suele ser el paisano. Compadrito, siempre, es el plebeyo ciudadanoque tira a fino; otras atribuciones son el coraje que se florea, la invencióno la práctica del dicharacho, el zurdo empleo de palabras insignes. Indumentaria,usó la común de su tiempo, con agregación o acentuación dealgunos detalles: hacia el noventa fueron características suyas el chambergonegro requintado de copa altísima, el saco cruzado, el pantalón francéscon trencilla, apenas acordeonado en la punta, el botín negro con botonadurao elástico, de taco alto; ahora (1929) prefieie el chambergo grisen la nuca, el pañuelo copioso, la camisa rosa o granate, el saco abierto,algún dedo tieso de anillos, el pantalón derecho, el botín negro, comoespejo, de caña clara.Lo que a Londres el cockney, es a nuestras ciudades el compadrito.


134 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASMartín Fierro entendió en la prisión. x El aniversario, el día de losmuertos, el día del santo, el día patrio, el bautismo, la nochede San Juan, una enfermedad, las vísperas de año, todo se le haceocasión de ver gente. La muerte da él velorio: conversadera generalque no le cerró a nadie la puerta, visita a quien murió.Tan evidente es esa patética sociabilidad de la gente baja, que eldoctor Evaristo Federico Carriego, para hacer burla de los reciéndesembarazados recibos, escribió que se parecían muchísimo alos velorios. El suburbio es el agua abombada y los callejones,pero es también la balaustrada celeste y la madreselva pendientey la jaula con el canario. 2 Gente atenciosa, suelen las comadresdecir.Pobrerío conversador, el de nuestro Carriego. Su pobreza noes la desesperada o congénita del europeo pobre (a lo menos deleuropeo novelado por el naturalismo ruso) sino la pobreza confiadaen la lotería, en el comité, en las influencias, en la barajaque puede tener su misterio, en la quiniela de módica posibilidad,en las recomendaciones o, a falta de otra más circunstanciada ybaja razón, en la pura esperanza. Una pobreza que se consuelacon jerarquías —los Requena de Balvanera, los Luna de San CristóbalNorte— que resultan simpáticas por su misma apelaciónal misterio y que nos encarna tan bien cierto dignísimo compadritode José Álvarez: Yo nací en la calle Maipú, ¿sabes?. . . enla casa e los Garcías y h'estao acostumbrao a darme con gente yno con basura. . . ¡Bueno!. . . Y si no lo sabes, sábelo. . . a mí mecristianaron, en la Mercé y jue mi padrino un italiano que teniaalmacén al lao de casa y que se murió pa la fiebre grande. . . ¡Helomando el peso!Entiendo que la lacra sustancial de La canción del barrio es lainsistencia sobre lo definido por Shaw: mera mortalidad o infortunio(Man and Superman, XXXII). Sus páginas publican desgracias;tienen la sola gravedad del destino bruto, no menos incom-1Y antes que el hijo de Martín Fierro, el dios Odin. Uno de los librossapienciales de la Edad Mayor (Hávamál, 47) le atribuye la sentencia Mathrer mannz garrían, que se traduce literalmente El hombre es la alegría delhombre.2 En las afueras están las involuntarias bellezas de Buenos Aires, que sontambién las únicas —la liviana calle" navegadora Blanco Encalada, las desvalidasesquinas de Villa Crespo, de San Cristóbal Sur, de Barracas, lamajestad miserable de las orillas de la estación de cargas La Paternal yde Puente Alsina— más expresivas, creo, que las <strong>obras</strong> hechas con deliberaciónde belleza: la Costanera, el Balneario y el Rosedal, y la felicitadaefigie de Pellegrini, con la revolcada bandera, y el tempestuoso pedestalincoherente que parece aprovechar los escombros de la demolición de uncuarto de baño, y los reticentes cajoncitos de Virasoro, que para no delatarel íntimo mal gusto, se esconde en la pelada abstención.


EVARISTO CARRIEGO 1.H5prensible por su escritor que por quien los lee. No les asombra elmal, no nos conducen a esa meditación de su origen, que resolvierondirectamente los gnósticos con su postulación de una divinidadmenguante o gastada, puesta a improvisar este mundo conmaterial adverso. Es la reacción de Blake. Dios, que hizo al cordero,¿te hizo? interroga al tigre. Tampoco es objeto de esas páginasel hombre que sobrevive al mal, el varón que a pesar desufrir injurias —y de causarlas— mantiene limpia el alma. Es lareacción estoica de Hernández, de Almafuerte, de Shaw por segundavez, de Quevedo.Alma robusta, en penas se examina,Y trabajos ansiosos y mortalesCargan, mas no derriban nobles cuellosse lee en las Musas castellanas, en su libro segundo. Tampoco lodistrae a Carriego la perfección del mal, la precisión y como inspiracióndel destino en sus persecuciones, el arrebato escénico dela desgracia. Es la reacción de Shakespeare:All strange and terrible events are welcome,But comforts we despise: our size of sorrow,Proportion'd to our cause, mwst be as greatAs that which makes it.Carriego apela solamente a nuestra piedad.Aquí es inevitable una discusión. La opinión general, tantola conversada como la escrita, ha resuelto que esas provocacionesde lástima son la justificación y virtud de la obra de Carriego.Yo debo disentir, aunque solo. Una poesía que vivé de contrariedadesdomésticas y que se envicia en persecuciones menudas,imaginando o registrando incompatibilidades para que las deploreel lector, me parece una privación, un suicidio. El argumentoes cualquier emoción lisiada, cualquier disgusto; el estilo es chismoso,con todas las interjecciones, ponderaciones, falsas piedadesy preparatorios recelos que ejercen las comadres. Una torcida opinión(qué tengo la decencia de no entender) afirma que esa presentaciónde miserias implica una generosa bondad. Implica unaindelicadeza, más bien. Producciones como Mamboretá o El neneestá enfermo o Hay que cuidarla mucho, hermana, mucho —tanfrecuentadas por la distracción de las antologías y por la. declamación—no pertenecen a la literatura sino al delito: son un deliberadochantaje sentimental, reducible a esta fórmula: Yo lepresento un padecer; si Ud. no se conmueve, es un desalmado.Copio 1 este final de una pieza (El otoño, muchachos) :


l.'5() JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS. . . ¡Qué tristonaanda, desde hace días, la vecina!¿La tendrá así algún nuevo desengaño?Otoño melancólico y lluvioso¿qué dejarás, otoño, en casa este año?¿qué hoja te llevarás? Tan silenciosollegas que nos das miedo.Sí, anochecey te sentimos, en la paz casera,entrar sin un rumor. . . ¡Cómo envejecenuestra, tía soltera'.Esa apresurada tía soltera, engendrada en el, apurón del versofinal para que pueda encarnizarse en ella el otoño, es buen indiciode la caridad de esas páginas. El humanitarismo es siempreinhumano: cierto film ruso prueba la iniquidad de la guerra mediantela infeliz agonía de un jamelgo muerto a balazos; naturalmente,por los que dirigen el film.Hecha esa restricción —cuyo decente fin es robustecer y curtirla fama de Carriego, probando que no le hace falta el socorrode esas quejosas páginas— quiero confesar con alacridad las verdaderasvirtudes de su obra postuma. Su decurso tiene afinacionesde ternura, invenciones y adivinaciones de la ternura, tan precisascomo ésta:Y cuando no estén, ¿durantecuánto tiempo aún se oirásu voz querida en la casadesierta?¿Cómo seránen el recuerdo las carasque ya no veremos más?O esta racha de conversación con una calle, esta secreta posesióninocente:Nos eres familiar como una cosaque fuese nuestra: solamente nuestra.O esta encadenación, emitida tan de una vez como si fuera unasola extensa palabra:No. Te digo que no. Sé lo que digo:nunca más, minea más tendremos novia,


EVARISTO CARRIEGO 137y pasarán los años pero nuncamás volveremos a querer a otra.Ya lo ves. Y pensar que nos decías,afligida quizá de verte sola,que cuando te muriesesni te recordaríamos. ¡Qué tonta!Sí. Pasarán los años, pero siemprecomo un recuerdo bueno, a toda horaestarás con nosotros.Con nosotros. .. Porque eras cariñosacomo nadie lo fue. Te lo, decimostarde, ¿no es cierto? Un poco tarde ahoraque no nos puedes escuchar. Muchachas,como tú ha habido pocas.No temas nada, te recordaremos,y te recordaremos a ti sola:ninguna más, ninguna más. Ya nuncamás volveremos a querer a otra.El modo repetidor de esa página es el de cierta página de EnriqueBanch, Balbuceo, en El Cascabel del halcón (1909), que la superainconmensurablemente línea por línea (Nunca podría decirte— todo lo que te queremos: es como un montón de estrellas —todo lo que te queremos, etcétera), pero que parece mentira, mientrasla de Evaristo Carriego es verdad.Pertenece también a La canción del barrio la mejor poesía deCarriego, la intitulada Has vuelto.Has vuelto, organillo. En la acerahay risas. Has vuelto llorón y cansadocomo antes.El ciego te esperalas más de las noches sentadoa la puerta. Calla y escucha. Borrosasmemorias de cosas lejanasevoca en silencio, de cosasde cuando sus ojos tenían mañanas,de cuando era joven... la novia... ¡quién sabe!El verso animador de la estrofa no es el final, es el prefinal, yestoy creyendo que Evaristo Carriego lo ubicó así para sortear elénfasis. Una de sus primeras composiciones —El alma del suburbio—había tratado el mismo sujeto, y es hermoso compararla solución antigua (cuadro realista hecho de observaciones particulares)con la definitiva y límpida fiesta donde están convo-


138 JORGK LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAScados los símbolos preferidos por él: la costurerita que dio aquelmal paso, el orgánico, la esquina desmantelada, el ciego, la luna... . Pianito que cruzas la calle cansadomoliendo el eternofamiliar motivo que el año pasadogemía a la luna de invierno:con tu voz gangosa dirás en la esquinala canción ingenua, la de siempre, acasoesa preferida de nuestra vecinala costurerita que dio aquel mal paso.Y luego de un valse te irás corno unatristeza que cruza la calle desierta,y habrá quien se quede mirando la lunadesde alguna puerta.. . . Anoche, después que te fuiste,cuando todo el barrio volvía al sosiego—qué tristellorabanlos ojos del ciego.La ternura es corona de los muchos días, de los años. Otravirtud del tiempo, ya operativa en este libro segundo y ni sospechadao verosímil en el anterior, es el buen humorismo. Escondición que implica un delicado carácter: nunca se distraenlos innobles en ése puro goce simpático de las debilidades ajenas,tan imprescindible en el ejercicio de la amistad. Es condiciónque se lleva con el amor: Soame Jenyns, escritor del mil setecientos,pensó con reverencia que la parte de la felicidad de los bienaventuradosy de los ángeles derivaría de una percepción exquisitade lo ridículo.Copio, ejemplo de sereno humorismo, estos versos:¿Y la viuda de la esquina?La viuda murió anteayer.¡Bien decía la adix/ina,que cucando Dios determinaya no hay nada más que hacer!Los expedientes de su gracia deben ser dos: primero, el deponer en boca de una adivina esa no adivinatoria moralidadsobre lo inescrutable de los actos de la Providencia; segundo, elrespeto impertérrito del vecindario, que alega sabiamente esadistracción.Pero la más deliberada página de humorismo dejada por Carriegoes FJ casamiento. Es la más porteña también. En el barrio


EVARISTO CARRIEGO 139es casi una guapeada entrerriana; Has vuelta, es un solo frágilminuto, una flor de tiempo, de un solo atardecer. El casamiento,en cambio, es tan esencial de Buenos Aires como los cielitos deHilario Ascasubi o el Fausto criollo o la humorística de MacedonioFernández o el astillado arranque fiestero de los tangosde Greco, de Arólas y de Saborido. Es una articulación habilísimade los muchos infalibles rasgos de una fiesta pobre. No faltael rencor desaforado del vecindario.En la acera de enfrente varias chismosasque se encuentran al tanto de lo que pasa,aseguran que para ver ciertas cosasmucho mejor seria quedarse' en casa.Alejadas del cara- de presidiarioque sugiere torpezas, unas vecinaspretenden que ese sucio vocabulariono debieran oírlo las chiquilinas.Aunque —tal acontece— todo es posible,sacando consecuencias poco oportunas,lamenta una insidiosa la incomprensiblesuerte que, por desgracia, tienen algunas.Y no es el primer caso. . . Si bien le extrañaque haya salido sonso. . . pues en enerodel año que trascurre, si no se engañadio que hablar con el hijo del carnicero.El orgullo de antemano herido, la casi desesperada decencia:El tío de la novia, que se ha creídoobligado a jijarse si el 'baile tomabuen carácter, afirma, medio ofendido,que no se admiten cortes, ni aun en broma.—Que, la modestia a un lado, no se la peganinguno de esos vivos... seguramente.La casa será pobre, nadie lo niega;todo lo que se quiera, pero decente.—Los disgustos con los que se puede contar:La polka de la silla dará motivoa serios incidentes, nada improbables:


I 1(1 . JORGE LUIS JÍORGES—OBRAS COMPLETASnunca falla un rechazo despreciativoque acarrea disgustos irremediables.Ahora] casualmente, se ha levantadoindignada la prima del guitarrero,por el doble sentido mal arregladofiel propio guarango del compañero.La sinceridad afligente:En el comedor, donde se bebe a gusto,casi lamenta el novio que no se puedacorrer la de costumbre. . . pues, y esto es justo,la familia le pide que no se. exceda.La función pacificadora del guapo, amigo de la casa:Como el guapo es amigo de evitar todaprovocación que aleje la concurrencia,ha ordenado que apenas les siman sodaa los que ya borrachos buscan pendencia.Y previendo la bronca, después del gestoúnico en él, declara que aunque le cuesteir de nuevo a la cárcel, se halla dispuestoa darle un par de hachazos al que proteste.Perdurarán también de este libro: El velorio, que repite latécnica de El casamiento; La lliúpia en la casa vieja, que declaraesa exultación de lo elemental, cuando la lluvia se desplaza enel aire igual que una humareda y no hay hogar que no se sientaun fortín; y unos conversados sonetos autobiográficos de la serieíntimas. Éstos cargan destino: son de condición serenada, perosu resignación o acomodación es después de penas. Copio esterenglón de uno de ellos, limpio y mágico:cuando aún eras prima de la luna.Y esta nada indiscreta declaración, suficiente con todo:-Anoche, terminada ya la cenay mientras saboreaba el café amargome puse a meditar un rato largo:el alma como nunca de serena.


FVARISTO CARRIEGO 141Bien lo sé que la copa no está llenade todo lo mejor, y sin embargo,por pereza quizás, ni un solo cargole hago a la suerte, que no ha sidobuena...Pero como por una virtud rarano le muestro a la vida mala carani en las horas que son más fastidiosas,nunca nadie podrá tener derechoa exigirme una mueca. ¡Tantas cosasse pueden ocultar bien en el pecho!Una digresión última, que de inmediato dejará de ser unadigresión. Lindas y todo, las figuraciones del amanecer, de la pampa,del anochecer, que presenta el Fausto de Estanislao del Campo,adolecen de frustración y de malestar: contaminación operadapor la sola mención preliminar de los bastidores escénicos. Lairrealidad de las orillas es más sutil: deriva de su provisorio carácter,de la doble gravitación de la llanura chacarera o ecuestrey de la calle de altos, de la propensión de sus hombres a considerarsedel campo o de la ciudad, jamás orilleros. Carriego, enesta materia indecisa, pudo trabajar su obra.


1 42 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASVUN POSIBLE RESUMENCarriego, muchacho de tradición entrerriana, criado en las orillasdel norte de Buenos Aires, determinó aplicarse a una versiónpoética de esas orillas. Publicó, en mil novecientos ocho, Misasherejes: libro despreocupado, aparente, que registra diez consecuenciasde ese deliberado propósito de localismo y veintisietemuestras desiguales de versificación: alguna de buen estilo trágico—Los lobos—, otra de sentir delicado —-Tu secreto, En silencio—,pero en general invisibles. Las páginas de observación del barrioson las que importan. Repiten la valerosa idea que tiene de símismo el suburbio, gustaron con entero derecho. Tipo.de esamanera preliminar son El alma del suburbio, El guapo, En el barrio.Carriego se estableció en esos temas, pero su exigencia deconmover lo indujo a una lacrimosa estética socialista, cuya inconscientereducción al absurdo efectuarían mucho después losde Boedo. Tipo de esa manera segunda, que ha usurpado hastala noticia de las demás, con afeminación de su gloria, son Hayque cuidarla mucho, hermana, mucho, Lo que dicen los vecinos,Mamboretd. Ensayó después una manera narrativa, con innovaciónde humorismo: tan indispensable en un poeta de BuenosAires. Tipo de esa manera última —la mejor— son El casamiento,El velorio, Mientras el barrio duerme. También, a lo largo deltiempo, había anotado algunas intimidades: Murria, Tu secreto,De sobremesa.¿Qué porvenir el de Carriego? No hay una posteridad judicialsin posteridad, dedicada a emitir fallos irrevocables, pero los hechosme parecen seguros. Creo que algunas de sus páginas —acasoEl casamiento, Has vuelto, El alma del suburbio, En, el barrio—conmoverán suficientemente a muchas generaciones argentinas.Creo que fue el primer espectador de nuestros barrios pobres yque para la historia de nuestra poesía, eso importa. El primero,es decir el descubridor, el inventor.Truly I ¡oved the man, on this sidc idolatry, as much as any.


EVARISTO CARRIEGO 143VIPAGINAS COMPLEMENTARIASI. DEL SEGUNDO CAPÍTULODécimas en lunfardo, que publicó Evaristo Carriego en la revistapolicial L. C. (jueves veintiséis de setiembre de 1912) sobre el seudónimoEl Barretero.Compadre: si no le he escritoperdone. . . ¡Estoy reventao!Ando con un entripao,que de continuar palpitoque he de seguir derechitocamino de Triunvirato;pues ya tengo para ratocon esta suerte cochina:Hoy se me espiantó la mina¡y si viera con qué gato'.Sí, hermano, como le digo:¡viera qué gato ranero!mishio, roñoso, fulero,mal. lancero y peor amigo.¡Si se me encoge el ombligode pensar el trinquetazoque me han dao! El bacanazono vale ni una escupiday lo que es.de ella, en la vidame soñé este chivatazo.Yo los tengo junaos. ¡Vieralo que uno sabe de viejo!No hay como correr parejopara estar bien en carrera.Lo engrupen con la manqueracon que tal vez ni serándel pelotón, y se vanen fija, de cualquier modo.


144 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASCuando uno se abre en el codoya nó hay caso: ¡se la dan!¡Pero tan luego a mi edáque me suceda esta cosa!Si es p'abrirse la piojosade la bronca que me da.Porque es triste, a la verdá—el decirlo es necesario—que con el lindo prontuarioque con tanto sacrificiohe lograo en el servicio,me hayan agarrao de otario.Bueno: ¿que ésta es quejumbronay escrita como sin gana?Échele la culpa al ranaque me espiantó la cartona.¡Tigrero de la madona,veremos cómo se hamaca,si es que el cuerpo no me sacacuando me toque la mía.Hasta luego.— Todavíatengo que afilar la jaca!


EVARISTO CARRIEGO 145II.DEL CUARTO CAPITULOEL TRUCOCuarenta naipes quieren desplazar la vida. En las manos crujeel mazo nuevo o se traba el viejo: morondangas de cartón que seanimarán, un as de espadas que será omnipotente como don JuanManuel, caballitos panzones de donde copió los suyos Velázquez.El tallador baraja esas pinturitas. La cosa es fácil de decir y aunde hacer, pero lo mágico y desaforado del juego —del hecho dejugar— despunta en la acción. 40 es el número de los naipes y1 por 2 por. 3 por 4. .. por 40, el de maneras en que puedensalir. Es una cifra delicadamente puntual en su enormidad, coninmediato predecesor y único sucesor, pero no escrita nunca. Esuna remota cifra de vértigo que parece disolver en su muchedumbrea los que barajan. Así, desde el principio, el centralmisterio del juego se ve adornado con un otro misterio, el deque haya números. Sobre la mesa, desmantelada para que resbalenlas cartas, esperan los garbanzos en su montón, aritmetizadostambién. La trucada se arma; los jugadores, acriollados de golpe,se aligeran del yo habitual. Un yo distinto, un yo casi antepasadoy vernáculo, enreda los proyectos del juego. El idioma esotro de golpe. Prohibiciones tiránicas, posibilidades e imposibilidadesastutas, gravitan sobre todo decir. Mencionar flor sin tenertres cartas de Un palo, es hecho delictuoso y punible, 'pero si unoya dijo envido, no importa. Mencionar uno de los lances deltruco es empeñarse en él: obligación que sigue desdoblando eneufemismos a cada término. Quiebro vale por quiero, envite porenvido, una olorosa o una jardinera por flor. Muy bien sueleretumbar en boca de los que pierden este sentención de caudillode atrio: A ley de juego, todo está dicho: jaita envido y truco, ysi hay flor, ¡contraflor al resto! El diálogo se entusiasma hastael verso, más de una vez. El truco sabe recetas de aguante paralos perdedores; versos para la exultación. El truco es memoriosocomo una fecha. Milongas de fogón y de pulpería, jaranas de velorio,bravatas del roquismo y tejedorismo, zafadurías de las casasde Junín y de su madrastra del Temple, son del comercio humanopor él. El truco es buen cantor, máxime cuando gana o finge


146 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASganar: canta en la punta de las calles de nochecita, desde losalmacenes con luz.La habitualidad del truco es mentir. La manera de su engañono es la del poker: mera desanimación o desabrimiento de nofluctuar, y de poner a riesgo un alto de fichas cada tantas jugadas;es acción de voz mentirosa, de rostro que se juzga semblanteadoy que se defiende, de tramposa y desatinada palabrería.Una potenciación del engaño ocurre en el truco: ese jugador rezongónque ha tirado sus cartas sobre la mesa, puede ser ocultadorde un buen juego (astucia elemental) o tal vez nos está mintiendocon la verdad para que descreamos de ella (astucia al cuadrado).Cómodo en el tiempo y conversador está el juego criollo,pero su cachaza es de picardía. Es una superposición de caretas,y su espíritu es el de los baratijeros Mosche y Daniel que enmitad de la gran llanura de Rusia se saludaron.—¿Adonde vas, Daniel? —dijo el uno.—A Sebastopol —dijo el otro'.Entonces, Mosche lo miró fijo y dictaminó:—Mientes, Daniel. Me respondes que vas a Sebastopol paraque yo piense que vas a Nijni-Novgórod, pero lo cierto es quevas realmente a Sebastopol. ¡Mientes, Daniel!Considero los jugadores de truco. Están como escondidos enel ruido criollo del diálogo; quieren espantar a gritos la vida.Cuarenta naipes —amuletos de cartón pintado, mitología barata,exorcismos—, le bastan para conjurar el vivir común. Juegan deespaldas a las transitadas horas del mundo. La pública y urgenterealidad en que estamos todos, linda con su reunión y no pasa;el recinto de su mesa es otro país. Lo pueblan el envido y elquiero, la olorosa cruzada y- la inesperabilidad de su don, el ávidofolletín de cada partida, el 7 de oros tintineando esperanza yotras apasionadas bagatelas del repertorio. Los truqueros vivenese alucinado mundito. Lo fomentan con dicharachos criollosque no se apuran, lo cuidan como a un fuego. Es un mundo angosto,lo sé: fantasma de política de parroquia y de picardías,mundo inventado al fin por hechiceros de corralón y brujos debarrio, pero no por eso menos reemplazador de este mundo realy menos inventivo y diabólico en su ambición.Pensar un argumento local como este del truco y no salirsede él o no ahondarlo —las dos figuras pueden simbolizar aquíun acto igual, tanta es su precisión— me parece una gravísimafruslería. Yo deseo no olvidar aquí un pensamiento sobre la pobrezadel truco. Las diversas estadas de su polémica, sus vuelcos,sus corazonadas, sus cabalas, no pueden no volver. Tienen con


EVARISTO CARRIEGO 147las experiencias que repetirse. ¿Qué es el truco para un ejercitadoerT él, sino una, .costumbre? Mírese también a lo rememorativodel juego, a su afición por fórmulas tradicionales. Todo jugador,en verdad, no hace ya más que reincidir en bazas remotas. Sujuego es una repetición de juegos pasados, vale decir, de ratosde vivires pasados. Generaciones ya invisibles de criollos estáncomo enterradas vivas en él: son él, podemos afirmar sin metáfora.Se trasluce que el tiempo es una ficción, por ese pensar. Así,desde los laberintos de cartón pintado del truco, nos hemos acercadoa la metafísica: única justificación y finalidad de todos lostemas.


148 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASVIILAS INSCRIPCIONES DE LOS CARROSImporta que mi lector se imagine un carro. No cuesta imaginárselogrande, las ruedas traseras más altas que las delanterascomo con reserva de fuerza, el carrero criollo fornido como laobra de madera y fierro en que está, los labios distraídos en unsilbido o con avisos paradójicamente suaves a los tironeadores caballos:a los tronqueros seguidores y al cadenero en punta (proainsistente para los que precisan comparación). Cargado o sin cargares lo mismo, salvo que volviendo vacío, resulta menos atadoa empleo su paso y más entronizado el pescante, como si la connotaciónmilitar que fue de los carros en el imperio montonerode Atila, permaneciera en él. La calle pisada puede ser Montesde Oca o Chile o Patricios o Rivera o Valentín Gómez, pero esmejor Las Heras, por lo heterogéneo de su tráfico. El tardío carroes allí distanciado perpetuamente, pero esa misma postergaciónse le hace victoria, como si la ajena celeridad fuera despavoridaurgencia de esclavo, y la propia demora, posesión entera de tiempo,casi de eternidad. (Esa posesión temporal es el infinito capitalcriollo, el único. A la demora la podemos exaltar a inmovilidad:posesión del espacio.) Persiste el carro, y una inscripciónestá en su costado. El clasicismo del suburbio así lo decreta yaunque esa desinteresada yapa expresiva, sobrepuesta a las visiblesexpresiones de resistencia, forma, destino, altura, realidad, confirmela acusación de habladores que los conferenciantes europeosnos reparten, yo no puedo esconderla, porque es el argumentode esta noticia. Hace tiempo que soy cazador de esas escrituras:epigrafía de corralón que supone caminatas y desocupaciones máspoéticas que las efectivas piezas coleccionadas, que en estos italianadosdías ralean.No pienso volcar ese colecticio capital de chirolas sobre la mesa,sino mostrar algunas. El proyecto es de retórica, como se ve.Es consabido que los que metodizaron esa disciplina, comprendíanen ella todos los servicios de la palabra, hasta los irrisorios ohumildes del acertijo, del calembour, del acróstico, del anagrama, •del laberinto, del laberinto cúbico, de la empresa. Si está última,que es figura simbólica y no palabra, ha sido admitida, entiendoque la inclusión de la sentencia carrera es irreprochable. Es unavariante indiana del lema, género que nació en los escudos. Ade-


EVARISTO CARRIEGO 149más, conviene asimilar a las otras letras la sentencia de cano,para que se desengañe el lector y no espere portentos de mi requisa.¿Cómo pretenderlos aquí, cuando no los hay o nunca loshay en las premeditadas antologías de Menéndez y Pelayo o dePalgrave?Una equivocación es muy llana: la de recibir por genuino lemade carro, el nombre de la casa a que pertenece. El modelo de laQuinta Bollini, rubro perfecto de la guarangada sin inspiración,puede ser de los que'advertí; La madre del Norte, carro de Saavedra,lo es. Lindo nombre es este último y le podemos probardos explicaciones. Una, la no creíble, es la de ignorar la metáforay suponer al Norte parido por ese carro, fluyendo en casas y almacenesy pinturerías, de su paso inventor. Otra es la que previeronustedes, la de atender. Pero nombres como éste, correspondena otro género literario menos casero, el de las empresascomerciales: género que abunda en apretadas <strong>obras</strong> maestras comola sastrería El coloso de Rodas por Villa Urquiza y la fábrica decamas La dormitológica por Belgrano, pero que no es de mijurisdicción.La genuina letra de carro no es muy diversa. Es tradicionalmenteasertiva —La flor de la plaza Vérliz, El vencedor— y sueleestar como aburrida de guapa. Así El anzuelo, La balija, Elgarrote. Me está gustando el último, pero se me borra al acordarmede este oti~o lema, de Saavedra también y que declaraviajes dilatados como navegaciones, práctica de los callejonespampeanos y polvaredas altas: El barco. .Una especie definida de! género es la inscripción en los carritosrepartidores. El regateo y la charla cotidiana de la mujer losha distraído de la preocupación del coraje, y sus vistosas letrasprefieren el alarde servicial o la galantería. El liberal, Viva quienme protege, El vasquito del Sur, El picaflor, El lecherito delporvenir, El buen mozo, Hasta mañana, El record de Talcahuano,Para todos sale el sol, pueden ser alegres ejemplos. Qué mehabrán hecho tus ojos y Donde cenizas quedan fuego hubo, sonde más individuada pasión. Quien envidia me tiene desesperadomuere, ha de ser una intromisión española. No tengo apuro escriollo clavado. La displicencia o severidad de la frase brevesuele corregirse también, no sólo por lo risueño del decir, sinopor la profusión de las frase's. Yo he visto carrito frutero que,además de su presumible nombre El preferido del barrio, afirmabaen distico satisfechoYo lo digo y lo sostengoQue a nadie envidia le tengo.


150 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASy comentaba la figura de una pareja de bailarines tanguerossin mucha luz, con la resuelta indicación Derecho viejo. Esacharlatanería de la brevedad, ese frenesí sentencioso, me recuerdala dicción del célebre estadista danés Polonio, de Hamlet, ola del Polonio natural, Baltazar Gracián.Vuelvo a las inscripciones clásicas. La' media luna de Morónes lema de un carro altísimo con barandas ya marineras de fierro,que me fue dado contemplar una húmeda noche en el centropuntual de nuestro Mercado de Abasto, remando.a doce patasy cuatro ruedas sobre la fermentación lujosa de olores. La soledades mote de una carreta que he visto por el sur de la provinciade Buenos Aires y que manda distancia. Es el propósitode El barco otra vez, pero menos oscuro. Qué le importa a lavieja que la hija me quiera es de omisión imposible, menospor su ausente agudeza que por su genuino tono de corralón. Eslo que puede observarse también de Tus besos fueron míos, afirmaciónderivada de un vals, pero que por estar escrita en . uncarro se adorna de insolencia. Qué mira, envidioso tiene algo demujerengo y de presumido. Siento orgullo es muy superior, endignidad de sol y de alto pescante, a las más efusivas acriminacionesde Boedo. Aquí viene Araña es un hermoso anuncio. Pa la rubia,cuándo lo es más, no sólo por su apócope criollo y por su anticipadapreferencia por la morena, sino por el irónico empleo deladverbio cuándo, que vale aquí por nunca. (A ese renunciadocuándo lo conocí primero en una intransferible milonga, quedeploro no poder estampar en voz baja o mitigar pudorosamenteen latín. Destaco en su lugar esta parecida, criolla de Méjico,registrada en el libro de Rubén Campos El folklore y la músicamexicana: Dicen que me han de quitar —las veredas por dondeando; —las veredas quitarán, —pero la querencia, cuándo. Cuándo,mi vida era también una salida habitual de los que canchaban,al atajarse el palo tiznado o el cuchillo del otro.) La ramaestá florida es una noticia de alta serenidad y de magia. Casi nada,Me lo hubieras dicho y Quién lo diría, son incorregibles de buenos.Implican drama, están en la circulación de la realidad. Correspondena frecuencias de la emoción: son como del destino,siempre. Son ademanes perdurados por la escritura, son una afirmaciónincesante. Su alusividad es la del conversador orilleroque no puede ser directo narrador o razonador y que se complaceen discontinuidades, en generalidades, en fintas: sinuosas comoel corte. Pero el honor, pero la tenebrosa flor de este censo, esla. opaca inscripción No llora el perdido, que nos mantuvo escandalosamenteintrigados a Xul Solar y a mí, hechos, sin em-


EVARISTO CARRIEGO 151bargo, a entender los misterios delicados de Robert Browning,los baladíes de Mallarmé y los meramente cargosos de Góngora.No llora el perdido; le paso ese clavel retinto al lector.No hay ateísmo literario fundamental. Yo creía descreer de laliteratura, y me he dejado aconsejar por la tentación de reunirestas partículas de ella. Me absuelven dos razones. Una es la democráticasuperstición que postula méritos reservados en cualquierobra anónima, como si supiéramos entre todos lo que nosabe nadie, como si fuera nerviosa la inteligencia y cumplieramejor en las ocasiones en que no la vigilan. Otra es la facilidad dejuzgar lo breve. Nos duele admitir que nuestra opinión de unalínea pueda no ser final. Confiamos nuestra fe a los renglones,ya que no a los capítulos. Es ineyitable en este lugar la menciónde Erasmo: incrédulo y curioseador de proverbios.Esta página empezará a ponerse erudita después de muchosdías. Ninguna referencia bibliográfica puedo suministrar, salvoeste párrafo casual de un predecesor mío en estos afectos. Pertenecea los borradores desanimados de verso clásico que se llamanversos libres ahora.Lo recuerdo así:Los carros de costado sentenciosopanqueaban tu mañanay eran en las esquinas tiernos los almacenescomo esperando un ángel.Me gustan más las inscripciones de carro, llores corraloneras.


152 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASVIIIHISTORIAS DE JINETESSon muchas y podrían ser infinitas. La primera es modesta:luego la ahondarán las que siguen.Un estanciero del Uruguay había adquirido un establecimientocíe campo (estoy seguro de que ésa es la palabra que usó) en laprovincia de Buenos Aires. Trajo del Paso de los Toros a undomador, hombre de toda su confianza pero muy chucaro. I.oalojó en una fonda cerca del Once. A los tres días fue en su busca;lo encontró mateando en su pieza, en el último piso. Le preguntóqué le había parecido Buenos Aires, y resultó que el hombre nose había asomado a la calle una sola vez.La segunda no es muy distinta. En 1903, Aparicio Saravia sublevóla campaña del Uruguay; en alguna etapa de la'contiendase temió que sus hombres pudieran irrumpir en Montevideo.Mi padre, que se encontraba allí, fue a pedir consejo a un pariente,Luis Melián Lafinur, el historiador. Éste le dijo que no habíapeligro, "porque' el gaucho le teme a la ciudad". En efecto, lastropas de Saravia se desviaron y mi padre comprobó con algúnasombro que el estudio de la Historia puede ser útil y no (sóloagradable. lLa tercera que referiré, también pertenece a la tradición • oralde mi casa. A fines de 1870, fuerzas de López Jordán comandadaspor un gaucho a quien le decían El Chumbiao cercaron laciudad de Paraná. Una noche, aprovechando un descuido de laguarnición, los montoneros lograron atravesar las defensas y dieron,a caballo, toda la vuelta de la plaza central, golpeándose laboca y burlándose. Luego, entre pifias y silbidos, se fueron. Laguerra no era para ellos la ejecución coherente de un plan sinoun juego de hombría.' Burton escribe que los beduinos, en las ciudades árabes, se lapan lasnarices con el pañuelo o con algodones; Ammiano, que los hunos teníantanto miedo de las casas como de los sepulcros. Análogamente, los sajonescjue irrumpieron en Inglaterra en el siglo v, no se atrevieron a morar en lasciudades romanas que conquistaron, l.as dejaron caerse a pedazos % compusieronluego elegías para lamentar esas ruinas.


EVARISTO CARRIEGO 153La cuarta de las historias, la última, está en las páginas deun libro admirable: L'Empire des Steppes (1939), del orientalistaGrousset. Dos párrafos del capítulo dos pueden ayudar a ententerla;he aquí el primero:"La guerra de Gengis-khan contra los Kin, empezada en 1211,debía con breves treguas prolongarse hasta su muerte (1227),para ser rematada por su sucesor (1234). Los mogoles, con su móvilcaballería, podían arrasar los campos y las poblaciones abiertas,pero durante mucho tiempo ignoraron el arte de tomar lasplazas fortificadas por los ingenieros chinos. Además, guerreabanen China como en la estepa, por incursiones sucesivas, al cabo delas cuales se retiraban con su botín, dejando que en la retaguardialos chinos volvieran a ocupar las ciudades, levantaran las ruinas,repararan las brechas y rehicieran las fortificaciones, de tal modoque en el curso de aquella guerra los generales mogoles se vieronobligados a reconquistar dos o tres veces las mismas plazas."He aquí el segundo:"Los mogoles tomaron a Pekín, pasaron a degüello la población,saquearon las casas y después les prendieron fuego. La destrucciónduró un mes. Evidentemente, los nómadas no sabíanqué hacer con una gran ciudad y no atinaban con la manera deutilizarla para la consolidación y extensión de su poderío. Hayahí un caso interesante para los especialistas de -la geografía humana:el embarazo de las gentes de las estepas cuando, sin transición,el azar les entrega viejos países de civilización urbana. Quemany matan, no por sadismo, sino porque se encuentran desconcertadosy no saben obrar de otra suerte."He aquí, ahora, la historia que todas las autoridades confirman:Durante la última campaña de Gengis-khan, uno de sus generalesobservó que sus nuevos subditos chinos no le servirían paranada, puesto que eran ineptos para la guerra, y que, por consiguiente,lo más juicioso era exterminarlos a todos, arrasar las ciudadesy hacer del casi interminable Imperio Central un dilatadocampo de pastoreo para las caballadas. Así, por lo menos, aprovecharíanla tierra, ya que lo demás era inútil. El khan iba aseguir este aviso, cuando otro consejero le hizo notar que másprovechoso era fijar impuestos a las tierras y a las mercaderías.La civilización se salvó, los mogoles envejecieron en las ciudadesque habían anhelado destruir y sin duda acabaron por estimar,en jardines simétricos, las despreciables y pacíficas artes de la prosodiay de la cerámica.


154 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASRemotas en el tiempo y en el espacio, las historias que hecongregado son una sola; el protagonista es eterno, y el recelosopeón que pasa tres días ante una puerta que da a un últimopatio es, aunque venido a menos, el mismo que, con dos arcos,un lazo hecho de crin y un alfanje, estuvo a punto de arrasar yborrar, bajo los cascos del caballo estepario, el reino más antiguodel mundo. Hay un agrado en percibir, bajo los disfraces deltiempo, las eternas especies del jinete y déla ciudad 1 ; ese agrado,en el caso de estas historias, puede dejarnos un sabor melancólico,ya que los argentinos (por obra del gaucho de Hernández o porgravitación de nuestro pasado) nos identificamos con el jinete,que es el que pierde al fin. Los centauros vencidos por los lapitas,la muerte del pastor de ovejas Abel a manos de Caín, queera labrador, la derrota de la caballería de Napoleón por la infanteríabritánica en Waterl'oo, son emblemas y sombras de esedestino.Jinete que se aleja y se pierde, con una sugestión de derrota,es asimismo en nuestras letras el gaucho. Así, en el Martín Fierro:Cruz y Fierro de una estanciaUna tropilla se arriaron,Por delante se la echaronComo criollos entendidosy pronto, sin ser sentidos,Por la frontera cruzaron.Y cuando la habían pasao,Una madrugada clara,Le dijo Cruz que miraraLas últimas poblacionesY a Fierro dos lagrimonesLe rodaron por la cara.Y siguiendo el fiel del rumboSe entraron en el desierto. . .Y en El payador, de Lugones:"Dijérase que lo hemos visto desaparecer tras los collados familiares,al tranco de su caballo, despacito, porque no vayan a creer1 Es fama que Hidalgo, Ascasubi, Estanislao del Campo y Lussich abundaronen versiones jocosas del diálogo del jinete con la ciudad.


EVARISTO CARRIEGO 155que es de miedo, con la última tarde que iba pardeando comoel ala de la torcaz, bajo el chambergo lóbrego y el poncho pen-'diente de los hombros en decaídos pliegues de bandera a mediaasta."Y en Don Segundo Sombra:"La silueta reducida de mi padrino apareció en la lomada. Mivista se ceñía enérgicamente sobre aquel pequeño movimientoen la pampa somnoliénta. Ya iba a llegar a lo alto de! camino ydesaparecer. Se fue reduciendo como si lo cortaran de abajo enrepetidos tajos. Sobre el punto negro del chambergo, mis ojos seaferraron con afán de hacer perdurar aquel rezago."El espacio, en los textos supracitados, tiene la misión de significarel tiempo y la historia.La figura del hombre sobre el caballo es secretamente patética.Bajo Atila, Azote de Dios, bajo Gengis-khan y bajo Timur, eljinete destruye y funda con violento fragor dilatados reinos, perosus destrucciones y fundaciones son ilusorias. Su obra es efímeracomo él. Del labrador procede la palabra cultura, de las ciudadesla palabra civilización, pero el jinete es una tempestad que sepierde. En el libro Die Germanen der Volkerwanderung (Stuttgart,1939), Capelle observa, a este propósito, que los griegos, los romanosy los germanos eran pueblos agrícolas.


156 JORGE LUIS 1SORGES—OBRAS COMPLETASIXEL PUÑALA MargaritaBungaEn un cajón hay un puñal.Fue forjado en Toledo, a fines del siglo pasado; Luis MeliánLafinur se lo dio a mi padre, que lo trajo del Uruguay; EvaristoCarriego lo tuvo alguna vez en la mano.Quienes lo ven tienen que jugar un rato con él; se advierteque hace mucho que lo buscaban; la mano se apresura a apretarla empuñadura que la espera; la hoja obediente y poderosa juegacon precisión en la vaina.Otra cosa quiere el puñal.Es más que una estructura hecha de metales; los hombres lopensaron y lo formaron para un fin muy preciso; es, de algúnmodo, eterno, el puñal que anoche mató a un hombre en Tacuarembóy los puñales que mataron a César. Quiere matar, quierederramar brusca sangre.En un cajón del escritorio, entre borradores y cartas, interminablementesueña el puñal su sencillo sueño de tigre, y la manose anima cuando lo rige porque el metal se anima, el metal quepresiente en cada contacto al homicida para quien lo crearonlos hombres.A veces me da lástima. Tanta dureza, tanta fe, tan impasibleo inocente soberbia, y los años pasan, inútiles.


EVARISTO CARRIEGO 157XPRÓLOGO A UNA EDICIÓN DE LAS POESÍASCOMPLETAS DE EVARISTO CARRIEGOTodos, ahora, vemos a Evaristo Carriego en función del suburbioy propendemos a olvidar que Carriego es (como el guapo, lacosturerita y el gringo) un personaje de Carriego, así como elsuburbio en que lo pensamos es una proyección y casi una ilusiónde su obra. Wilde sostenía que el Japón —las imágenes queesa palabra despierta— había sido inventado por Hokusai; en elcaso de Evaristo Carriego, debemos postular una acción recíproca:el suburbio crea a 'Carriego y es recreado por él. Influyen en Carriegoel suburbio real y el suburbio de Trejo y de las milongas;Carriego impone su visión del suburbio; esa visión modifica larealidad. (La modificarán después, mucho más, el tango y elsaínete.)¿Cómo se produjeron los hechos, cómo pudo ese pobre muchachoCarriego llegar a ser el que ahora será para siempre?Quizás el mismo Carriego, interrogado, no podría decírnoslo. Sinotro argumento que mi incapacidad para imaginar de otra maneralas cosas, propongo esta versión al lector:Un día entre los días del año 1904, en una casa que persisteen la calle Honduras, Evaristo Carriego leía con pesar y con avidezun libro de la gesta de Charles de Baatz, señor de Artagnan.Con avidez, porque Dumas le ofrecía lo que a otros ofrecen Shakespeareo Balzac o Walt Whitman, el sabor de la plenitud dela vida; con pesar porque era joven, orgulloso, tímido y pobre,y se creía desterrado de la vida. La vida estaba en Francia, pensó,en el claro contacto de los aceros, o cuando los ejércitos del Emperadoranegaban la tierra, pero a mí me ha tocado el siglo xx,el tardío siglo xx, y un mediocre arrabal sudamericano. . . Enesa cavilación estaba Carriego cuando algo sucedió. Un rasguidode laboriosa guitarra, la despareja hilera de casas bajas vistas porla ventana, Juan Muraña tocándose el chambergo para contestara un saludo (Juan Muraña que anteanoche marcó a Suárez el


158 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASChileno), la luna en el cuadrado del patio, un hombre viejo conun gallo de riña, algo, cualquier cosa. Algo que no podremosrecuperar, algo cuyo sentido sabemos pero no cuya forma, algocotidiano y trivial y no percibido hasta entonces, que reveló áCarriego que el universo (que se da entero en cada instante, encualquier lugar, y no sólo en las <strong>obras</strong> de Dumas) también estabanahí, en el mero presente, en Palermo, en 1904. Entrad, quetambién aquí están los dioses, dijo Heráclito de Éfeso a las personasque lo hallaron calentándose en la cocina.Yo he sospechado alguna vez que cualquier vida humana,por intrincada y populosa que sea, consta en realidad de unmomento: el momento en que el hombre sabe para siempre quiénes. Desde la imprecisable revelación que he tratado de intuir,Carriego es Carriego. Ya es el autor de aquellos versos qué añosdespués le será permitido inventar:Le cruzan el rostro, de estigmas violentosHondas cicatrices, y tal vez le halagallevar imborrables adornos sangrientos:Caprichos de hembra que tuvo la daga.En el último, casi milagrosamente, hay un eco de la imaginaciónmedieval del consorcio del guerrero con su arma, de esaimaginación que Detlev von Liliencron fijó en otros versos ilustres:In die Friesen trug er sein Schwertdas hat ihn heute betrogen...Hilfnot,Buenos Aires, noviembre de 1950.


EVARISTO CARRIEGO 159XIHISTORIA DEL TANGOVicente Rossi, Carlos Vega y Carlos Muzzio Sáenz Peña, investigadorespuntuales, han historiado de diversa manera el origendel tango. Nada me cuesta declarar que suscribo a todas sus conclusiones,,y aun a cualquier otra. Hay una historia del destinodel tango, que el cinematógrafo periódicamente divulga; el tango,según esa versión sentimental, habría nacido en el suburbio,en los conventillos (en la Boca del Riachuelo, generalmente, porlas virtudes fotográficas de esa zona); el patriciado lo habría rechazado,al principio; hacia 1910, adoctrinado por el buen ejemplode París, habría franqueado finalmente sus puertas a ese interesanteorillero. Ese Bildungsrornan, esa "novela de un joven pobre",es ya una especie de verdad'inconcusa o de axioma; misrecuerdos (y he cumplido los cincuenta años) y las indagacionesde naturaleza oral que he emprendido, ciertamente no la confirman.He conversado con José Saborido, autor de Felicia y de Lamorocha, con Ernesto Poncio, autor de Don Juan, con los hermanosde Vicente Greco, autor de La viruta y de La Tablada, conNicolás Paredes, caudillo que fue de Palermo, y con algún payadorde su relación. Los dejé hablar; cuidadosamente me abátuvede formular preguntas que sugirieran determinadas contestaciones.Interrogados sobre la procedencia del tango, la topografía yaun la geografía de sus informes era singularmente diversa: Saborido(que era oriental) prefirió una cuna montevideana; Poncio(que era del barrio del Retiro) optó por Buenos Aires y porsu barrio; los porteños del Sur invocaron la calle Chile; los delNorte, la meretricia calle del Temple o la calle Junín.Pese a las divergencias que he enumerado y que sería fácil enriquecerinterrogando a platenses o a rosadnos, mis asesores concordabanen un hecho esencial: el origen del tango en los lupapares.(Asimismo en la data de ese origen, que para nadie fuemuy anterior al. ochenta o posterior al noventa). El instrumentalprimitivo de las orquestas —piano, flauta, violín, después bandoneón—confirma, por el costo, ese testimonio; es una pruebade que el tango no surgió en- las orillas, que se'bastaron siempre,nadie lo ignora, con las seis cuerdas de la guitarra. Otras confirmacionesno faltan: la lascivia de las figuras, la connotación


160 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASevidente de ciertos títulos (El choclo, El fierrazo), la circunstancia,que de chico pude observar en Palermo y años después en la Chacaritay en Boedo, de que en las esquinas lo bailaban parejasde hombres, porque las mujeres del pueblo no querían participaren un baile de perdularias. Evaristo Carriego la fijó en sus Misasherejes:En la calle, la buena gente derrochasus guarangos decires más lisonjeros,porque al compás de un tango, que es La morocha,lucen ágiles cortes dos orilleros.En otra página de Carriego se muestra, con lujo de afligentesdetalles, una pobre fiesta de casamiento; el hermano del novioestá en la cárcel, hay dos muchachos pendencieros que el guapotiene que pacificar con amenazas, hay recelo y rencor y chocarrería,peroEl tío de la novia, que se ha creídoobligado a fijarse si el baile tomabuen carácter*, afirma, medio ofendido;que no se admiten cortes, ni aun en broma. . .Que, la modestia a, un lado, no se la peganinguno de esos vivos. . . seguramente.La casa será pobre, nadie lo niega,todo lo que se quiera, pero decente—.-El hombre momentáneo y severo que nos dejan entrever, parasiempre, las dos estrofas, significa muy bien la primera reaccióndel pueblo ante el tango, ese reptil de lupanar como lo definiríaLugones con laconismo desdeñoso (El payador, página 117). Muchosaños requirió el Barrio Norte para imponer el tango —yaadecentado por París, es verdad— a los conventillos, y no sé sidel todo lo ha conseguido. Antes era una orgiástica diablura; hoyes una manera de caminar.EL TANGOPENDENCIEROLa índole sexual del tango fue advertida por muchos, no asíla índole pendenciera. Es verdad que las dos son modos o manifestacionesde un mismo impulso, y así la palabra hombre, entodas las lenguas que sé, connota capacidad sexual y capacidadbelicosa, y la palabra virtus, que en latín quiere decircoraje, procede de vir, que es varón. Parejamente, en una de la


EVARISTO CARRIEGO 161páginas de Kirn un afghán declara: "A los quince años, yo habíamatado a un hombre y procreado a un hombre" (When I ivas fifteen,I had shot my man and begot my man) , como si los dosactos fueran, esencialmente, uno.Hablar de tango pendenciero no basta; yo diría que el tangoy que las milongas, expresan directamente algo que los poetas,muchas veces, han querido decir con palabras: la convicción deque pelear puede ser una fiesta. En la famosa Historia de losGodos que Jordanes compuso en el siglo vi, leemos que Atila,antes de la derrota de Chálons, arengó a sus ejércitos y les dijoque la fortuna había reservado para ellos los júbilos de esa batalla(certaminis hujus gaudia) . En la Ilíada se habla de aqueospara quienes la guerra era más dulce que regresar en huecas navesa su querida tierra natal y se dice que Paris, hijo de Príamo,corrió con pies veloces a la batalla, como el caballo de agitadacrin que busca a las yeguas. En la vieja epopeya sajona que inicialas literaturas germánicas, en el Beowulf, el rapsoda llama sweordagelac (juego de espadas) a la batalla. Fiesta de yikings le dijeronen el siglo xi los poetas escandinavos. A principios del siglo xvn,Quevedo, en una de sus jácaras, llamó a un duelo danza de espadas,lo cual es casi el juego de espadas del anónimo anglosajón.El espléndido Hugo, en su evocación de la batalla de Waterloo,dijo que los soldados, comprendiendo que iban a morir en aquellafiesta (comprenant qu'ils allaient mourir dans cette jete),saludaron a su dios, de pie en la tormenta.Estos ejemplos, que al azar de mis lecturas he ido anotando,podrían, sin mayor diligencia, multiplicarse y acaso en la Chansonde Roland o en el vasto poema de Ariosto hay lugares congéneres.Alguno de los registrados aquí —el de Quevedo o el de Atila,digamos— es de irrecusable eficacia; todos, sin embargo, adolecendel pecado original de lo literario: son estructuras de palabras,formas hechas de símbolos. Danza de espadas, por ejemplo, nosinvita a unir dos representaciones dispares, la del baile y la delcombate, para que la primera sature de alegría a la última, perono habla directamente con nuestra sangre, no recrea en nosotrosesa alegría. Schopenhauer (Welt ais Wille und Vorstellung, 1, 52)ha escrito que la música no es menos inmediata que el mundomismo; sin mundo, sin un caudal común de memorias evocablespor el lenguaje, no habría, ciertamente, literatura, pero la músicaprescinde del mundo, podría haber música y no mundo. La músicaes la voluntad, la pasión; el tango antiguo, como música,suele directamente trasmitir esa belicosa alegría cuya expresiónverbal ensayaron, en edades remotas, rapsodas griegos y germánicos.Ciertos compositores actuales buscan ese tono valiente yelaboran, a veces con felicidad, milongas del bajo de la Batería


162 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASo del Barrio del Alto, pero sus trabajos, de letra y música estudiosamenteanticuadas, son ejercicios de nostalgia de lo que fue,llantos por lo perdido, esencialmente tristes aunque la tonadasea alegre. Son a las bravias e inocentes milongas que registra ellibro de Rossi lo que Don Segundo Sombra es a Martín Fierro o>a Paulino Lucero.En un diálogo de Osear Wilde se lee que la música nos revelaun pasado personal que hasta ese momento ignorábamos y nosmueve a lamentar desventuras que no nos ocurrieron y culpasque no cometimos; de mí confesaré que no suelo oír El Mame oDon Juan sin recordar con precisión un pasado apócrifo, a la vezestoico y orgiástico, en el que he desafiado y peleado para caeral fin, silencioso, en un oscuro duelo a cuchillo. Tal vez la misióndel tango sea ésa: dar a los argentinos la certidumbre de habersido valientes, de haber cumplido ya con las exigencias delvalor y el honor.UN MISTERIO PARCIALAdmitida una función compensatoria del tango, queda un brevemisterio por resolver. La independencia de América fue, enbuena parte, una empresa argentina; hombres argentinos pelearonen lejanas batallas del continente, en Maipú, en Ayacucho,en Junín. Después hubo las guerras civiles, la guerra del Brasil,las campañas contra Rosas y Urquiza, la guerra del Paraguay, laguerra de frontera contra los indios. . . Nuestro pasado militar escopioso, pero lo indiscutible es que el argentino, en trance depensarse valiente, no se identifica con él (pese a la preferenciaque en las escuelas se da al estudio de la historia) sino con lasvastas figuras genéricas del Gaucho y del Compadre. Si no meengaño, este rasgo instintivo y paradójico tiene su explicación.El argentino hallaría su símbolo en el gaucho y no en el militar,porque el valor cifrado en aquél por las tradiciones orales no estáal servicio de una causa y es puro. El gaucho y el compadre sonimaginados como rebeldes; el argentino, a diferencia de los americanosdel Norte y de casi todos los europeos, no se identifica conel Estado. Ello puede atribuirse al hecho general de que el Estadoes una inconcebible abstracción 1 ; lo cierto es que el argentinoes un individuo, no un ciudadano. Aforismos como el deHegel "El Estado es la realidad de la idea moral" le parecen bromassiniestras. Los films elaborados en Hollywood repetidamente1 El Estado es impersonal; el argentino sólo concibe una relación personal.Por eso, para él, robar dineros públicos no es un crimen. Compruebo unhrrbo, no lo justifico o disculpo.


EVARISTO CARRIEGO 16;iproponen a la admiración el caso de un hombre (generalmente,un periodista) que busca la amistad de un criminal para entregarlodespués a la policía; el argentino, para quien la amistades una pasión y la policía una rnaffia, siente que ese "héroe" esun incomprensible canalla. Siente con don Quijote que "allá selo haya cada uno con su pecado" y que "no es bien que los hombreshonrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndolesnada en ello" (Quijote, 1, XXII). Más de una vez, ante las vanassimetrías del estilo español, he sospechado que diferimos insalvablementede España; esas dos líneas del Quijote han bastado paraconvencerme de error; son como el símbolo tranquilo y secretode una afinidad. Profundamente la confirma una noche de la literaturaargentina: esa desesperada noche en la que un sargentode la policía rural gritó que no iba a consentir el delito de quese matara a un valiente y se puso a pelear contra sus soldados,junto al desertor Martín Fierro.LAS LETRASDe valor desigual, ya que notoriamente proceden de centenaresy de miles de plumas heterogéneas, las letras de tango que la inspiracióno la industria han elaborado integran, al cabo de mediosiglo, un casi inextricable corpus poeticum que los historiadoresde la literatura argentina leerán o, en todo caso,'vindicarán. Lopopular, siempre que el pueblo ya no lo entienda, siempre quelo hayan anticuado los años, logra la nostálgica veneración de loseruditos y permite polémicas y glosarios; es verosímil que hacia1990 surja la sospecha o la certidumbre de que la verdadera poesíade nuestro'tiempo no está en La urna de Banchs o en Luz deprovincia de Mastronardi, sino en las piezas imperfectas que seatesoran en El alma que canta. Esta suposición es melancólica. Unaculpable negligencia me ha vedado la adquisición y el estudio deese repertorio caótico, pero no desconozco "su variedad y el crecienteámbito dé sus temas. Al principio, el tango no tuvo letra0 la tuvo obscena y casual. Algunos la tuvieron agreste (Yo soyla fiel compañera — del noble gaucho porteño) • porque los compositoresbuscaban la popular, y la mala vida y los arrabales noeran materia poética, entonces. Otros, como la milonga congénerel , fueron alegres y vistosas bravatas (En el tango soy tan1 Yo soy del barrio del Alto,Soy del barrio del Retiro.Yo soy aquel que no miroCon quién tengo que pelear,Y a quien en milonguear,Ninguno se puso a tiro.


lt)4 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASlaura — que cuando hago un doble corte — corre la voz por elNorte — si es que me encuentro en el Sur) . Después, el génerohistorió, como ciertas novelas del naturalismo francés o comociertos grabados de Hogarth, las vicisitudes locales del harlot'sprogress (Luego fuiste la amiguita — de un viejo boticario — yel hijo de un comisario — todo el vento te sacó); después, la deploradaconversión de los barrios pendencieros o menesterososa la. decencia. (Puente Ahina, — ¿dónde está ese malevaje? o¿Dónde están aquellos hombres y esas chinas, — vinchas rojasy chambergos que Requena conoció? — ¿Dónde está mi VillaCrespo de otros tiempos? — Se vinieron los judíos, Triunviratose acabó) . Desde muy temprano, las zoz<strong>obras</strong> del amor clandestinoo sentimental habían atareado las plumas (¿No te acordásque conmigo — te pusistes un sombrero — y aquel cinturón decuero — que a otra mina la afané?). Tangos de recriminación,tangos de odio, tangos de burla y de rencor se escribieron, reaciosa la transcripción y al recuerdo. Todo el trajín de la ciudadfue entrando en el tango; la mala vida y el suburbio no fueronlos únicos temas. En el prólogo de las sátiras, Juvenal memorablementeescribió que todo lo que mueve a los hombres—el deseo, el temor, la ira, el goce carnal, las intrigas, la felicidad—sería materia de su libro; con perdonable exageraciónpodríamos aplicar su famoso quidquid agunt homines, a la sumade las letras de tango. También podríamos decir que éstas formanuna inconexa y vasta comedie humaine de la vida de BuenosAires. Es sabido que Wolf, a fines del siglo xvín, escribió que laIlíada, antes de ser una epopeya, fue una serie de cantos y derapsodias; ello permite, acaso, la profecía de que las letras detango formarán, con el tiempo, un largo poema civil, o sugerirána algún ambicioso la escritura de ese poema.Es conocido el parecer de Andrew Fietcher: "Si me dejan escribirtodas las baladas de una nación, no me importa quién escribalas leyes"; el dictamen sugiere que la poesía común o tradicionalpuede influir en los sentimientos y dictar la conducta.Aplicada la conjetura al tango argentino, veríamos en éste unespejo de nuestras realidades y a la vez un mentor o un modelo,de influjo ciertamente maléfico. La milonga y el tango de losorígenes podían ser tontos o, a lo menos, atolondrados, pero eranvalerosos y alegres; el tango posterior es un resentido que deploracon lujo sentimental las desdichas propias y festeja con desvergüenzalas desdichas ajenas.Recuerdo que hacia 1926 yo daba en atribuir a los italianos(y más concretamente a los genoveses del barrio de la Boca) ladegeneración de los tangos. En aquel mito, o fantasía, de un tango"criollo" maleado por los "gringos", veo un claro síntoma, ahora,


EVARISTO CARRIEGO 165de ciertas herejías nacionalistas que han asolado el mundo después—a impulso de los gringos, naturalmente. No el bandoneónque yo apodé cobarde algún día, no los aplicados compositorescíe un suburbio fluvial, han hecho que el tango sea lo que es.sino la República entera. Además, los criollos viejos que engendraronel tango se llamaban Bevilacqua, Greco o de Rassi. . .A mi denigración del tango de la etapa actual alguien querráobjetar que el pasaje de valentía o baladronada a tristeza no esnecesariamente culpable y puede ser indicio de madurez. Mi imaginariocontendor bien puede agregar que el inocente y valerosoAscasubi es al quejoso Hernández lo que el primer tangoes al último y que nadie —salvo, acaso, Jorge Luis Borges— seha animado a inferir de esa disminución ele felicidad que MartínFierro es inferior a Paulino Lucero. La respuesta es fácil: La diferenciano sólo es de tono hedónico: es de tono moral. En eltango cotidiano de Buenos Aires, en el tango de las veladas familiaresy de las confiterías decentes, hay una canallería trivial, unsabor de infamia que ni siquiera sospecharon los tangos del cuchilloy del lupanar.Musicalmente, el tango no debe de ser importante; su únicaimportancia es la que le damos. La reflexión es justa, pero talvez es aplicable a todas las cosas. A nuestra muerte personal, poiejemplo, o a la mujer que nos desdeña. . , El tango puede discutirse,y lo discutimos, pero encierra, como todo lo verdadero, unsecreto. Los diccionarios musicales registran, por todos aprobada,su breve y suficiente definición; esa definición es elemental y nopromete dificultades, pero el compositor francés o español que,confiado en ella, urde correctamente un "tango", descubre, no sinestupor, que ha urdido algo que nuestros oídos no reconocen, quenuestra memoria no hospeda y que nuestro cuerpo rechaza. Diríaseque sin atardeceres y noches de Buenos Aires no puede hacerseun tango y que en el cielo nos espera a los argentinos la ideaplatónica del tango, su forma universal (esa forma que apenasdeletrean La Tablada o El Choclo), y que esa especie venturosatiene, aunque humilde, su lugar en el universo.EL DESAFIOHay un relato legendario o histórico, o hecho de historia v deleyenda a la vez (lo cual, acaso, es otra manera de decir legendario).que prueba el culto del coraje. Sus mejores versiones escritaspueden buscarse en las novelas de Eduardo Gutiérrez, olvidadasahora con injusticia, en el Hormiga Negra o el Juan More i va; delas orales, la primera que oí provenía de un barrio que demar-


1()() JORGE LUIS BORGES-^OBRAS COMPLETAScarón una cárcel, un río y un cementerio y que se llamó la Tierradel Fuego. El protagonista de esa versión era Juan Muraña,' carreroy cuchillero en el que convergen todos los cuentos de corajeque andan por las orillas del Norte. Esa primera versión era simple.Un hombre de los Corrales o de Barracas, sabedor de la famade Juan Muraña (a quien no ha visto nunca), viene a pelearlodesde su suburbio del Sur; lo provoca en un almacén, los dossalen a pelear a la calle; se hieren, Muraña, al fin, lo marca yle dice:-—Te dejo con vida para que volvás a buscarme.Lo desinteresado de aquel duelo lo grabó en mi memoria; misconversaciones (mis amigos harto lo saben) no prescindieron deél; hacia 1927 lo escribí y con enfático laconismo lo titulé Hombrespelearon; años después, la anécdota me ayudó a imaginarun cuento afortunado, ya que no bueno, Hombre de la esquinarosada; en 1950, Adolfo Bioy Casares y yo la retomamos paraurdir el libro de un film que las empresas rechazaron con entusiasmoy que se llamaría Los orilleros. Creí, al cabo de tan dilatadasfatigas, haberme despedido de la historia del duelo generoso;este año, en Chivilcoy, recogí una /ersíón harto superior, queojalá sea la verdadera, aunque las dos muy bien pueden serlo,ya que el destino se complace en repetir las formas y lo que pasóuna vez pasa muchas. Dos cuentos mediocres y un film que tengopor muy bueno salieron de la versión deficiente; nada puede salirde la otra, que es perfecta y cabal. Como me la contaron la contaré,sin* adiciones de matáforas o de paisaje. La historia, me dijeron,ocurrió en el partido de Chivilcoy, hacia mil ochocientossetenta y tantos. Wenceslao Suárez es el nombre del héroe, quedesempeña la tarea de trenzador y vive en un ranchito. Es hombrede cuarenta o de cincuenta años; tiene reputación de valientey es harto inverosímil (dados los hechos de la historia quenarro) que no deba una o dos muertes, pero éstas, cometidas enbuena ley, no perturban su conciencia o manchan su fama. Unatarde, en la vida pareja de ese hombre ocurre un hecho insólito:en la pulpería le notician que ha llegado una carta para él. DonWenceslao no sabe leer; el pulpero descifra con lentitud una ceremoniosamisiva, que tampoco ha de ser de puño y letra de quienla manda. En representación de unos amigos que saben estimarla destreza y la verdadera serenidad, un desconocido saluda adon Wenceslao, mentas de cuya fama han atravesado el Arroyodel Medio, y le ofrece la hospitalidad de su humilde casa, en unpueblo de Santa Fe. Wenceslao Suárez dicta una contestación alpulpero; agradece la fineza, explica que no se anima a dejar solaa su madre, ya muy entrada en años,, e invita al otro a Chivilcoy,a su rancho, donde no faltarán un asado y unas copas de vino.


EVARISTO CARRIEGO 167Pasan los meses y un hombre en un caballo aperado de un modoalgo distinto al de la región pregunta en la pulpería las señas dela casa de Suárez. Éste, que ha venido a comprar carne, oye lapregunta y le dice quén es; el forastero le recuerda las cartasque se escribieron hace un tiempo. Suárez celebra que el otrose haya decidido a venir; luego se van los dos a un campito ySuárez prepara el asado. Comen y beben y conversan. ¿De qué?Sospecho que de temas de sangre, de temas bárbaros, pero conatención y prudencia. Han almorzado y el grave calor de la siestacarga sobre la tierra cuando el forastero convida a don Wenceslaoa que se hagan unos tiritos. Rehusar sería una deshonra. Visteanlos dos y juegan a pelear al principio, pero Wenceslao no tardaen sentir que el forastero se propone matarlo. Entiende, al fin,el sentido de la carta ceremoniosa y deplora haber comido y bebidotanto. Sabe que se cansará antes que el otro, que es todavíaun muchacho. Con sorna o cortesía, el forastero le propone undescanso. Don Wenceslao accede, y, en cuanto reanudan el duelo,--permite al otro que lo hiera en la mano izquierda, en la quelleva el poncho, arrollado. x El cuchillo entra en la muñeca, lamano queda como muerta, colgando. Suárez, de un gran salto,recula, pone la mano ensangrentada en el suelo, la pisa con labota, la arranca, amaga un golpe al pecho del forastero y le abreehvientre de una puñalada. Así acaba la historia, salvo que paraalgún relator queda el santafesino en el campo y, para otro (quele mezquina la dignidad de morir), vuelve a su provincia. Enesta versión última, Suárez le hace la primera cura con la cañaque quedó del almuerzo. ; .En la gesta del Manco Wenceslao —así ahora se llama Suárez,para la gloria— la mansedumbre o cortesía de ciertos rasgos (eltrabajo de trenzador, el escrúpulo de no dejar sola a la madre,las dos caras floridas, la conversación, el almuerzo) mitigan oacentúan con felicidad la tremenda fábula; tales rasgos le danun carácter épico y aun caballeresco que no hallaremos, por ejemplo,salvo que hayamos resuelto encontrarlo, en las peleas deborracho del Martín Fierro o en la congénere y más pobre versiónde Juan Muraña y el surero. Un rasgo común a las dos es,quizá, significativo. En ambas el provocador resulta derrotado.Ello puede deberse a la mera y miserable necesidad de que triunfe1 De esa vieja manera de combatir a capa y espada, habla Montaigneen sus Ensayos (I, 49) y cita un pasaje de César: Sinistras sagis involvunt,gladiosque distringunt. Lugones, en la página 54 de El payador, trae unlugar análogo del romance de Bernardo del Carpió:Revolviendo el manto al brazo.La espada fuera a sacar.


1()8 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASel campeón local, pero también, y así lo preferiríamos, a una tácitacondena de la provocación en estas ficciones heroicas o, yesto sería ló mejor, a la oscura y trágica convicción de que elhombre siempre es artífice de su propia desdicha, como el Ulisesdel canto XXVI del Infierno. Emerson, que alabó en las biografíasde Plutarco "un estoicismo que no es de las escuelas sinode la sangre", no hubiera desdeñado esta historia.Tendríamos, pues, a hombres de pobrísima vida, a gauchos yorilleros de las regiones ribereñas del Plata y del Paraná, creando,sin saberlo, una religión, con su mitología y sus mártires, la dura\ ciega religión del coraje, de estar listo a matar y a morir. Esareligión es vieja como el mundo, pero habría sido redescubierta,y vivida, en estas repúblicas, por pastores, matarifes, troperos,prófugos y rufianes. Su música estaría en los estilos, en las milongasy en los primeros tangos. He escrito que es antigua esareligión; en una saga del siglo XII se lee:—"Dime cuál es tu fe —dijo el conde.—Creo en mi fuerza -dijo Sigmund."Wenceslao Suárez y su anónimo contrincante y otros que lamitología ha olvidado o ha incorporado a ellos, profesaron sinduda esa fe viril, que bien puede no ser una vanidad sino laconciencia de que en cualquier hombre está Dios.


EVARISTO CARRIEGO 169XIIDOS CARTAS(La publicación de uno de los capítulos que integran la Historiadel tango valió a su autor estas dos cartas, que ahora enriquecenel libro.)SeñorJORGE LUIS BORGESC. del Uruguay (E. R.), 27 de enero de 1953.He leído en "La Nación" del 28 de diciembre "El Desafío".Dado el interés que usted manifiesta por hechos de la naturalezadel que narra, pienso que le será grato conocer uno que contabami padre, fallecido hace muchos años, diciéndose testigo presencialdel mismo.Lugar: el saladero "San José" de Puerto Ruiz, próximo a Gualeguay,que giraba bajo la firma Laurencena, Parachú y Marcó.Época: Allá por los 60.Entre el personal del saladero, casi exclusivamente de vascos,figuraba un negro de nombre Fustel, cuya fama como diestro enel manejo del facón había trascendido los límites de la provincia,como usted verá.Un buen día llegó a Puerto Ruiz un paisano lujosamentevestido al estilo de la época: chiripá de merino negro, calzoncillocribado, pañuelo de seda al cuello, cinto cubierto de monedas deplata, en buen caballo aperado regiamente: freno, pretal, estribosy cabezada de plata con adornos de oro y facón haciendo juego.Se dio a conocer diciendo que venía del saladero "Fray Bentos",donde se había enterado de la fama de Fustel, y que, considerándosemuy hombre, deseaba probarse con él.Fue fácil ponerles en contacto, y no habiendo motivos de ningunaclase de malquerencia, se concertó el lance para el día y horadeterminados, en el mismo lugar.En el centro de una gran rueda formada por todo el personaldel saladero y vecinos, comenzó la pelea, en la que ambos hombresdemostraban admirable destreza.Después de largo rato de lucha, el negro Fustel consiguió alcanzara su rival con la punta del facón en la frente, haciéndoleuna herida que aunque pequeña empezó a manar bastante sangre.


170 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASAl verse herido, el forastero tiró el facón y, tendiéndole la manoa su contrincante, le dijo: "Usted es más nombre, amigo"Se hicieron muy buenos amigos, y al despedirse se cambiaronlos facones en prueba de amistad.Se me ocurre que manejado por su prestigiosa pluma, este hecho,que creo histórico (mi padre nunca mintió), podría servirle pararehacer el libreto de su film, cambiando el nombre de "Los orilleros"por "Nobleza Gaucha", o algo parecido.Lo saluda con especial consideraciónERNESTO T. MARCÓ


EVARISTO CARRIEGO 171Chivilcoy, diciembre 28 de 1952.Señor Jorge Luis Borges, en LaNación.De mi distinguida consideración:Ref.: Comentarios a El Desafío (28¡12¡52)Escribo esto con un propósito de información y no de rectificación,por cuanto lo esencial no sufre alteración alguna, variandosólo algunas formas del hecho.Muchas veces escuché a mi padre detalles del duelo que sirvea la sustancia de El Desafío aparecido en La Nación de hoy, quiena la sazón habitaba en un campo de su propiedad sito en lasproximidades de la "Pulpería de Doña Hipólita", cuya playa aledañafue el escenario en que se desarrolló el terrible duelo entreWenceslao y el paisano azuleño —el mismo visitante se lo dijoa Wenceslao que procedía del Azul, hasta donde llegaran lasmentas de la destreza de éste— que vino a dirimir posiciones.Cerca de una parva de pasto seco comieron los rivales, seguramenteestudiándose, y cuando tal vez los ánimos se acaloraron,vino la invitación a un visteo hecha por el sureño y aceptada enel acto por el nuestro.Saltarín como era el azuleño, resultaba inalcanzable para elfacón de su rival, prolongándose la lucha en perjuicio de Wenceslao.Desde arriba de la parva un peón de Doña Hipólita, emehabía cerrado la puerta de su pulpería en vista del cariz de lacuestión, presenciaba atemorizado las alternativas de la pelea.Resuelto Wenceslao a obtener una decisión, descubrió su guardiaofreciendo su brazo izquierdo protegido por el poncho que teníaarrollado. Cayó como el rayo el del Azul con un terrible hachazodescargado sobre la muñeca de su contrincante al tiempo que lapunta aguzada del facón de Wenceslao lo alcanzaba en un ojo.Un alarido salvaje rasgó el silencio de la pampa, y el azuleño puestoen fuga se refugió tras la sólida puerta de la pulpería mientrasWenceslao pisaba su mano izquierda sostenida por una tirade piel y de un tajo- la separaba del brazo, metía el muñón enla pechera de su blusa y corría tras del fugitivo, rugiendo comoun león y reclamando su presencia para continuar la lucha.Desde ese entonces a Wenceslao se le conocía por el mancoWenceslao. Vivía de su trabajo en tientos. Nunca provocaba.Su presencia en las pulperías fue prenda de paz, pues bastaba


i 72 ¡ORCE l.VIS BORGKS—OBRAS COMPLETASsu enérgica advertencia proferida calmosamente, con su voz varonil,para desalentar a los pendencieros. Dentro de esa pobrezalúe un señor. Su vida sencilla tuvo trascendencia, porque su orgullosapersonalidad no toleró el insulto y ni siquiera el desdén,v su profundo conocimiento de las debilidades humanas le hizodudar de la imparcialidad de la justicia de aquel entonces y poreso acostumbróse a hacérsela por sí mismo. Ahí estuvo su error,en cuanto a su propia conservación.La trastada de un gringo lo obligó a proceder, y de allí partiósu desgracia. Una numerosa comisión policial integrada por civileslo acorraló en una pulpería donde fuera en busca de los vicios.La lucha a arma blanca, de 5 a I, se resolvía ventajosamente paraWenceslao cuando el certero disparo de un civil tendió para siempreal héroe del cuartel 13.,. Lo demás es exacto. Vivía en un rancho con la madre. Los\ccinos, entre ellos mi padre, lo ayudaron para construirlo. Nuncarobó.llago propicia la oportunidad para saludar al talentoso escritorcon expresiones de mi admiración y simpatía.JUAN B.LAUHIRAT


Discusión(1932)


Esto es lo malo de no hacer imprimhlas <strong>obras</strong>: que se va la vida en rehacerlas,ALFONSO REYES. Cuestiones gongorinas, 60,


) 177 (PRÓLOGOLas páginas recopiladas en este libro no precisan mayor elucidación.El arte narrativo y la magia, Films y La postulación de larealidad responden a cuidados idénticos y creo que llegan a ponersede acuerdo. Nuestras imposibilidades no es el charro ejerciciode invectiva que dijeron algunos; es un informe reticente y dolidode ciertos caracteres de nuestro ser que no son tan gloriosos 1 . Unavindicación del falso Basílides y Una vindicación de la cabala sonresignados ejercicios de anacronismo: no restituyen el difícil pasado— operan y divagan con él. La duración del Infierno declarami afición incrédula y persistente por las dificultades teológicas.Digo lo mismo de La penúltima versión de la realidad. Paul Groussaces la más prescindible página del volumen. La intitulada Elotro Whitman omite voluntariamente el fervor que siempre meha dictado su tema; deploro no haber destacado algo más las numerosasinvenciones retóricas del poeta, más imitadas ciertamentey más bellas que las de Mallarmé o las de Swinburne. La perpetuacarrera de Aquiles y la tortuga no solicita otra virtud que la desu acopio de informes. Las versiones homéricas son mis primerasletras —que no creo ascenderán á segundas— de helenista adivinatorio.Vida y muerte le han faltado a mi vida. De esa indigencia, milaborioso amor por estas minucias. No sé si la disculpa del epígrafeme valdrá.Buenos Aires, 1932.1 El artículo, que ahora parecería muy débil, no figura en esla reedición.(Nota de 1955.)


DISCUSIÓN 179LA POESÍA GAUCHESCAEs fama que le preguntaron a Whistler cuánto tiempo había requeridopara pintar uno de sus nocturnos y que respondió: "Todami vida." Con igual rigor pudo haber dicho que había requeridotodos los siglos que precedieron al momento en que lo pintó.De esa correcta aplicación de la ley de causalidad se sigue que elmenor de los hechos presupone el inconcebible universo e, inversamente,que el universo necesita del menor de los hechos. Investigarlas causas de un fenómeno, siquiera de un fenómeno tansimple como la literatura gauchesca, es proceder en infinito; bástemela mención de dos causas que juzgo principales.Quienes me han precedido en esta labor se han limitado a una:la vida pastoril que era típica de las cuchillas y de la pampa.Esa causa, apta sin duda para la amplificación oratoria y para ladigresión pintoresca, es insuficiente; la vida pastoril ha sido típicade muchas regiones de América, desde Montana y Oregón hastaChile, pero esos territorios, hasta ahora, se han abstenido enérgicamentede redactar El gaucho Martín Fierro. No bastan, pues,el duro pastor y el desierto. El cowboy, a pesar de los libros documentalesde Will James y del insistente cinematógrafo, pesa menosen la literatura de su país que los chacareros del Middle Westo que los hombres negros del Sur... Derivar la literatura gauchescade su materia, el gaucho, es una confusión que desfigurala notoria verdad. No menos necesario para la formación de esegénero que la pampa y que las cuchillas fue el carácter urbanode Buenos Aires y de Montevideo. Las guerras de la Independencia,la guerra del Brasil, las guerras anárquicas, hicieron que hombresde cultura civil se compenetraran con el gauchaje; de la azarosaconjunción de esos dos estilos vitales, del asombro que unoprodujo en otro, nació la literatura gauchesca. Denostar (algunoslo han hecho) a Juan 'Cruz Várela o a Francisco Acuña de Figueroapor no haber ejercido, o inventado, esa literatura, es" unanecedad; sin las humanidades que representan sus odas y paráfrasis,Martín Fierro, en una pulpería de la frontera, no hubieraasesinado, cincuenta años después, al moreno. Tan dilatado y tanincalculable es el arte, tan secreto su juego. Tachar de artificialo de inveraz a la literatura gauchesca porque ésta no es obra degauchos, sería pedantesco y ridículo; sin embatgo, no hay cultivadorde ese género que no haya sido alguna vez, por su generacióno las venideras, acusado de falsedad. Así, para Lugones, el Aniceto


180 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASde Ascasubi "es un pobre diablo, mezcla de filosofastro y de zumbón";para Vicente Rossi, los protagonistas del Fausto son "doschacareros chupistas y charlatanes"; Vizxacha, "un mensual anciano,maniático"; Fierro, "un fraile federal-oribista con barbay chiripá". Tales definiciones, claro está, son meras curiosidadesde la inventiva; su débil y remota justificación es que todo gauchode la literatura (todo personaje de la literatura) es, de algunamanera, el literato que lo ideó. Se ha repetido que los héroes deShakespeare son independientes de Shakespeare; para BernardShaw, sin embargo, "Macbeth es la tragedia del hombre de letrasmoderno, como asesino y cliente de brujas". . . Sobre la mayor omenor autenticidad de los gauchos escritos, cabe observar, tal vez,que para casi todos nosotros, el gaucho es un objeto ideal, prototípico.De ahí un dilema: si la figura que el autor nos proponese ajusta con rigor a ese prototipo, la juzgamos trillada y convencional;si difiere, nos sentimos burlados y defraudados. Ya veremosdespués que de todos los héroes de. esa poesía, Fierro es el másindividual, el que menos responde a una tradición. El arte, siempre,opta por lo individual, lo concreto; el arte no es platonice.Emprendo, ahora, el examen 'sucesivo de los poetas./'/El iniciador, el Adán, es Bartolomé Hidalgo, montevideano.La circunstancia de que ert 1810 fue barbero parece haber fascinadoa la crítica; Lugones, que lo censura, estampa la voz "rapabarbas";Rojas, que lo pondera, no se resigna a prescindir de"rapista". Lo hace, de una plumada, payador, y lo describe enforma ascendente, con acopio de rasgos minuciosos e imaginarios:"vestido el chiripá sobre su calzoncillo abierto en cribas; calzadaslas espuelas en la bota sobada del caballero gaucho; abierta sobreel pecho la camiseta oscura, henchida por el viento de las pampas,alzada sobre la frente el ala del chambergo, como si fuerasiempre galopando la tierra natal; ennoblecida la cara barbudapor su ojo experto en las baquías de la inmensidad y de la gloria".Harto más memorables que esas licencias de la iconografía,y la sastrería, me parecen dos circunstancias, también registradaspor Rojas: el hecho de que Hidalgo fue un soldado, el hecho deque, antes de inventar al capataz Jacinto Chano y al gaucho RamónContreras, abundó —disciplina singular en un payador— ensonetos y en odas endecasílabas. Carlos Roxlo juzga que las composicionesrurales de Hidalgo "no han sido superadas aún porninguno de los que han descollado, imitándolo". Yo pienso locontrario; pienso que ha sido superado por muchos y que susdiálogos, ahora, lindan con el olvido. Pienso también que su paradu;..agloria radica en esa dilatada y diversa superación filial.Hidalgo sobrevh. en los otros, Hidalgo es de algún modo los


DISCUSIÓN 181otros. En mi corta experiencia de narrador, he comprobado quesaber cómo habla un personaje es saber quién es, que descubriruna entonación, una voz, una sintaxis peculiar, es haber descubiertoun destino. Bartolomé Hidalgo descubre la entonación delgaucho; eso es irmcho. No repetiré líneas suyas; inevitablementeincurriríamos en el anacronismo de condenarlas, usando comocanon las de sus continuadores famosos. Básteme recordar queen las ajenas melodías que oiremos está la voz de Hidalgo, inmortal,secreta y modesta.Hidalgo falleció oscuramente de una enfermedad pulmonar, enel pueblo de Morón, hacia 1823. Hacia 1841, en Montevideo,rompió a cantar, multiplicado en insolentes seudónimos, el cordobésHilario Ascasubi. El porvenir no ha sido piadoso con él,ni siquiera justo.Ascasubi, en vida, fue el "Béranger del Río de la Plata"; muerto,es un precursor borroso de Hernández. Ambas definiciones, comose ve, lo traducen en mero borrador —erróneo ya en el tiempo,ya en el espacio— de otfro destino humano. La primera, la contemporánea,no le hizo mal: quienes la apadrinaban no carecíande una directa noción de quién era Ascasubi, y de una suficientenoticia de quién era el francés; ahora, los dos conocimientosralean. La honesta gloria de Béranger ha declinado, aunque disponetodavía de tres columnas en la Encyclopaedia Britannica,firmadas por nadie menos que Stevenson; y la de Ascasubi. . .La segunda, la de premonición o aviso del Martin Fierro, es unainsensatez: es accidental el parecido de las dos <strong>obras</strong>, nulo el desus propósitos. El motivo de esa atribución errónea es curioso.Agotada la edición príncipe de Ascasubi de 1872 y rarísima enlibrería la de 1900, la empresa La cultura argentina quiso facilitaral público, alguna de sus <strong>obras</strong>. Razones de largura y de seriedadeligieron el Santos Vega, impenetrable sucesión de trece mil versos,de siempre acometida y siempre postergada lectura. La gente,fastidiada, ahuyentada, tuvo que recurrir a ese respetuoso sinónimode la incapacidad meritoria: el concepto de precursor. Pensarloprecursor'de su declarado discípulo, Estanislao del Campo,era demasiado evidente; resolvieron emparentarlo con José Hernández.El proyecto adolecía de esta molestia, que razonaremosdespués: la superioridad del precursor, en esas pocas páginas ocasionales—las descripciones del amanecer, del malón— cuyo temaes igual. Nadie se demoró en esa paradoja, nadie pasó de estacomprobación evidente: la general inferioridad de Ascasubi. (Escribocon algún remordimiento; uno de los distraídos fui yo, enciei'ia consideración inútil sobre Ascasubi.) Una liviana meditación,iin embargo, habría demostrado que postulados bien los


182 JORGE LUIS BÜRGES—OBRAS COMPLETASpropósitos de los dos escritores, una frecuente superioridad parcialde Aniceto era de prever. ¿Qué fin se proponía Hernández?Uno, limitadísimo: la historia del destino de Martín Fierro, referidapor éste. No intuimos los hechos, sino al paisano MartínFierro contándolos. De ahí que la omisión, o atenuación delcolor local sea típica de Hernández. No especifica día y noche,el pelo de los caballos: afectación que en nuestra literatura deganaderos tiene correlación con la británica de especificar los aparejos,los derroteros y las mani<strong>obras</strong>, en su literatura del mar,pampa de los ingleses. No silencia la realidad, pero sólo se refierea ella en función del carácter del héroe. (Lo mismo, con elambiente marinero, hace Joseph Conrad) Así, los muchos bailesque necesariamente figuran en su relato no son nunca descritos.Ascasubi, en cambio, se propone la intuición directa del baile,del juego discontinuo de los cuerpos que se están entendiendo(Paulino Lucero, pág. 204) :Sacó luego a su aparcerala Juana Rosa a bailary entraron a menudiarmedia caña y caña entera.¡Ah, china! si la caderadel cuerpo se le cortaba,pues tanto lo mezquinabaen cada dengue que hacía,que medio se le perdíacuando Lucero le entraba.Y esta otra décima vistosa, como baraja nuevaGallo, pág. 176):(Aniceto elVelay Pilar, la Porteríalinda de nu\estra campaña,bailando la media caña:vean si se desempeñay el garbo con que desdeñalos entros de ese gauchito,que sin soltar el ponchitocon la mano en la cinturale dice en esa postura:¡mi alma! yo soy compadrito.Es iluminativo también cotejar la noticia de los malones quehay en el Martín Fierro con la inmediata presentación de Ascasubi.Hernández (La vuelta, canto cuarto) quiere destacar el ho-


DISCUSIÓN 183rror juicioso de Fierro ante la desatinada depredación; Ascasübi(Santos Vega, XIII), la,s leguas de indios que se vienen encima:Pero al invadir la Indiadase siente, porque a la fijadel campo la sabandijajuye delante asustaday envuelto en la manguiadavienenperros cimarrones,zorros, avestruces, liones,gamas, liebres y venaosy cruzan atribulaospor entre las poblaciones.Entonces los ovejeroscoliando bravos toreany también revoloteangritando los teruteros;pero, eso si, los primerosque anuncian la novedácon toda seguriddcuando los pampas avanzanson los chajases que lanzanvolando: ¡chajá! ¡chajá!Y atrás de esas madriguerasque los salvajes espantan,campo ajuera se levantancomo nubes, polvaderaspreñadas todas enterasde pampas desmelenaosque al trote largo apuraos,sobre los potros tendidoscargan pegando alaridosy en media luna formaos.Lo escénico otra vez, otra vez la fruición de contemplar. Enesa inclinación está para mí la singularidad de Ascasübi, no enlas virtudes de su ira unitaria, destacada por Oyuela y por Rojas.Éste (Obras, IX, pág. 671) imagina la desazón que sus payadasbárbaras produjeron, sin duda, en don Juan Manuel y recuerdael asesinato, dentro de la plaza sitiada de Montevideo, de FlorencioVárela. El caso es incomparable: Várela, fundador y redactorde El Comercio del Plata, era persona internacionalmente visible;Ascasübi, payador incesante, se reducía a improvisar los verSoscaseros del lento y vivo truco del sitio.


184 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASAscasubi, en la bélica Montevideo, cantó un odio feliz. El facitindignado versum de Juvenal no nos dice la razón de su estilo;tajeador a más no poder, pero tan desaforado y cómodo en lasinjurias que parece una diversión o una fiesta, un gusto de vistear.Eso deja entrever una suficiente décima de 1849 (PaulinoLucero, pág. 336):Señor patrón, allá vaesa carta ¡de mi flor!con la que al Restauradorle retruco desde acá.Si usté la lé, encontraráa lo último del papelcosas de que nuestro aquelallá también se reirá;porque a decir la verdáes gaucho don Juan Manuel.Pero contra ese mismo Rosas, tan gaucho, moviliza bailes queparecen evolucionar como ejércitos. Vuelva a serpear y a resonaresta primera vuelta de su media caña del campo, para los libres:Al potro que en diez añosnaides lo ensilló,don Frutos en Caganchase le acomodó,y en el repasole ha pegado un rigorsuperiorato,(hiérelos mi vida —a los Orientalesque son domadores— sin dificultades.¡Que viva Rivera! ¡que viva Lavalle!Tenémelo a Rosas... que no se desmaye.Media caña,a campaña,Caña entera,como quiera.Vamos a Entre Ríos, que allá está Badana,a ver si bailamos esta Media Caña:que allá está Lavalle tocando el violin,y don Frutos quiere seguirla hasta el fin.Los de Caganchase le afirman al diabloen cualquier cancha.


DISCUSIÓN 185Copio, también, esta peleadora felicidad (Paulino Lucero, página58):Vaya un cielito rabiosocosa linda en ciertos casosen que anda el hombre ganosode divertirse a balazos.Coraje florido, gusto de los colores límpidos y de los objetosprecisos, pueden definir a Ascasubi^ Así, en el principio del SantosVega:El cual iba pelo a peloen un potrillo bragao,flete lindo corno un daoque apenas pisaba el suelode livianito y delgao.Y esta mención de una figura {Aniceto el Gallo, pág. 147):.Velay la estampa del Galloque sostiene la banderade la Patria verdaderadel Veinticinco de Mayo.Ascasubi, en' La refalosa, presenta el pánico normal de loshombres en trance de degüello; pero razones evidentes de fechale prohibieron el anacronismo de practicar la única invenciónliteraria de la guerra de mil novecientos catorce; el patético tratamientodel miedo. Esa invención —paradójicamente preludiadapor Rudyard Kipling, tratada luego con delicadeza por Sheriff ycon buena insistencia periodística por el concurrido Remarque-Íes quedaba todavía muy a trasmano a los hombres de mil ochocientoscincuenta.Ascasubi peleó en Ituzaingó, defendió las trincheras de Montevideo,peleó en Cepeda, y dejó en versos resplandecientes sus días.No hay el arrastre de destino en sus líneas que hay en el MartínFierro; hay esa despreocupada, dura inocencia de los hombresde acción, huéspedes continuos de la aventura y nunca del asombro.Hay también su buena zafaduría, porque su destino era laguitarra insolente del compadrito y los fogones de la tropa. Hayasimismo (virtud correlativa de ese vicio y también popular) lafelicidad prosódica: el verso baladí que por la sola entonador»ya está bien.De los muchos seudónimos de Ascasubi, Aniceto el Gallo fue


186 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASel más famoso; acaso el menos agraciado, también. Estanislao delCampo, que lo imitaba, eligió el de Anastasio el Pollo. Ese nombreha quedado vinculado a una obra celebérrima: el Fausto.Es sabido el origen de ese afortunado ejercicio; Groussac, no sinalguna inevitable perfidia, lo ha referido así: "Estanislao delCampo, oficial mayor del gobierno provincial, tenía ya despachadossin gran estruendo muchos expedientes en versos de cualquiermetro y jaez, cuando por agosto del 66, asistiendo a unaexhibición del Fausto de Gounod en el Colón, ocurrióle fingir,entre los espectadores del paraíso, al gaucho Anastasio, quienluego refería a un aparcero sus impresiones, interpretando a sumodo las fantásticas escenas. Con un poco de vista gorda al argumento,la parodia resultaba divertidísima, y recuerdo que yomismo festejé en la Revista Argentina la reducción para guitarra,de la aplaudida partitura. . . Todo se juntaba para el éxito; laboga extraordinaria de la ópera, recién estrenada en Buenos Aires;el sesgo cómico del 'pato' entre el diablo y el doctor, el cual,así parodiado, retrotraía el drama, muy por encima del poemade Goethe, hasta sus orígenes populares y medievales; el sonsonetefácil de las redondillas, en que el trémolo sentimental alternabadiestramente con los puñados de sal gruesa; por fin, en aquellosaños de criollismo triunfante, el sabor a mate cimarrón del diálogogauchesco, eñ que retozaba a su gusto el hijo de la pampa,si no tal cual fuera jamás en la realidad, por lo menos como lohabían compuesto y 'convencionalizado' cincuenta años de malaliteratura."Hasta aquí, Groussac. Nadie ignora que ese docto escritorcreía obligatorio el desdén en su trato con meros sudamericanos;en el caso de Estanislao del Campo (a quien, inmediatamentedespués llama "payador de bufete"), agrega a ese desdén unaimpostura o, por lo menos, una supresión de la- verdad. Pérfidamentelo define como empleado público; minuciosamente olvidaque se batió en el sitio de Buenos Aires, en la batalla de Cepeda,en Pavón y en la revolución del 74. Uno de mis abuelos, unitario,que militó con él, solía recordar que del Campo vestía el uniformede gala para entrar en batalla y que saludó, puesta ladiestra en el quepí, las primeras balas "de Pavón.El Fausto ha sido muy diversamente juzgado. Calixto Oyuela,nada benévolo con los escritores gauchescos, lo ha calificado dejoya. Es un poema que, al igual de los primitivos, podría prescindirde la imprenta, porque vive en muchas memorias. En memoriasde mujeres, singularmente. Ello no importa una censura;hay escritores de indudable valor —Marcel Proust, D. H. Lawrence,Virginia Woolf— que suelen agradar a las mujeres más que alos hombres. . . Los detractores del Fausto lo acusan de igno-


DISCUSIÓN 187rancia y de falsedad. Hasta el pelo del caballo del héroe ha sidoexaminado y reprobado. En 1896, Rafael Hernández —hermanode José Hernández— anota: "Ese parejero es de color overo rosado,justamente el color que no ha dado jamás un parejero, yconseguirlo sería tan raro como hallar un gato de tres colores";en 1916 confirma Lugones: "Ningún criollo jinete y rumbosocomo el protagonista, monta en caballo overo rosado: animalsiempre despreciable cuyo destino es tirar el balde en las estancias,o servir de cabalgadura a los muchachos mandaderos."También han sido condenados los versos últimos de la famosadécima inicial:Capaz de llevar un potroA sofrenarlo en la luna.Rafael Hernández observa que al potro no se le pone freno,sino bocado, y que sofrenar el caballo "no es propio de criollojinete, sino de gringo rabioso". Lugones confirma, o transcribe:"Ningún gaucho sujeta su caballo, sofrenándolo. Esta es unacriollada falsa de gringo fanfarrón, que anda jineteando la yeguade su jardinera."Yo me declaro indigno de terciar en esas controversias rurales;soy más ignorante que el reprobado Estanislao del Campo. Apenassi me atrevo a confesar que aunque los gauchos de más firmeortodoxia menosprecien el pelo overo rosado, el versoEn un overo rosaosigue —misteriosamente— agradándome. También se ha censuradoque un rústico pueda Comprender y narrar el argumento de unaópera. Quienes así lo hacen, olvidan que todo arte es convencional;también lo es la payada biográfica de Martín Fierro.Pasan las circunstancias, pasan los hechos, pasa la erudiciónde los hombres versados en el pelo de los caballos; lo que no pasa,lo que tal vez será inagotable, es el placer que da la contemplaciónde la felicidad y de la amistad. Ese placer, quizá nomenos raro en las letras que en este mundo corporal de nuestrosdestinos, es en mi opinión la virtud central del poema. Muchoshan alabado las descripciones del amanecer, de la pampa, delanochecer, que el Fausto presenta; yo tengo para mí que lamención preliminar de los bastidores escénicos las ha contaminadode falsedad. Lo esencial es el diálogo, es la clara amistad quetrasluce el diálogo. No pertenece el Fausto a la realidad argentina,pertenece —como el tango, como el truco, como Irigoyen— ala mitología argentina.


IfiS JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASMás cerca de Ascasubi que de Estanislao del Campo, más cercade Hernández que de Ascasubi, está el autor que paso a considerar:Antonio Lussich. Que yo sepa, sólo circulan dos informesde su obra, ambos insuficientes. Copio íntegro el primero, quebastó para incitar mi curiosidad. Es de Lugones y figura en lapágina 189 de El Payador."Don Antonio Lussich, que acababa de escribir un libro felicitadopor Hernández, Los Tres Gauchos Orientales, poniendo enescena tipos gauchos de la revolución uruguaya llamada campañade Aparicio, dióle, a lo que parece, el oportuno estímulo. Dehaberle enviado esa obra, resultó que Hernández tuviera la felizocurrencia. La obra del señor Lussich apareció editada en BuenosAires por la imprenta de la Tribuna el 14 de junio de 1872.La carta con que Hernández felicitó a Lussich, agradeciéndoleel envío del libro, es del 20 del mismo mes y año. Martín Fierroapareció en diciembre. Gallardos y generalmente apropiados allenguaje y peculiaridades del campesino, los versos del señorLussich formaban cuartetas, redondillas, décimas y también aquellassextinas de payador que Hernández debía adoptar como lasmás típicas."El elogio es considerable, máxime si atendemos al propósitonacionalista de Lugones, que era exaltar el Martín Fierro y a sureprobación incondicional de Bartolomé Hidalgo, de Ascasubi,de Estanislao del Campo, de Ricardo Gutiérrez, de Echeverría. Elotro informe, incomparable de reserva y de longitud, consta enla Historia crítica de te literatura uruguaya de Carlos Roxlo. "Lamusa" de Lussich, leemos en la página 242 del segundo tomo "esexcesivamente desaliñada y vive en calabozo de prosaísmos; susdescripciones carecen de luminosa y pintoresca policromía".El mayor interés de la obra de Lussich es su anticipaciónevidente del inmediato y posterior Martín Fierro. La obra deLussich profetiza, siquiera de manera esporádica, los rasgos diferencialesdel Martín Fierro; bien es verdad que el trato de esteúltimo les da un relieve extraordinario que en el texto originalacaso no tienen.El libro de Lussich, al principio, es menos una profecía delMartín Fierro que una repetición de los coloquios de RamónContreras y Chano. Entre amargo y amargo, tres veteranos cuentanlas patriadas que hicieron. El procedimiento es el habitual,pero los hombres de Lussich no se ciñen a la noticia histórica yabundan en pasajes autobiográficos. Esas frecuentes digresionesde orden personal y patético, ignoradas por Hidalgo o por Ascasubi,son las que prefiguran el Martín Fierro, ya en la entonación,ya en los hechos, ya en las mismas palabras.


DISCUSIÓN 189Prodigaré las citas, pues he podido comprobar que la obra deLussich es, virtualmente, inédita.Vaya como primera transcripción el desafío de estas décimas:Pero me llaman matreroPues le juyo a la catana,Porque ese toque de dianaEn mí oreja suena fiero;Libre soy corno el pamperoY siempre libre viví,Libre fui cuando salíDende el vientre de mi madreSin más perro que me ladreQue el destino que corrí. . .Mi envenao tiene una hojaCon un letrero en el lomoQue dice: cuando yo asomoEs pa que alguno se encoja.Sólo esta cintura aflojaAl disponer de mi suerte,Con él yo siempre fui juerteY altivo como el lión;No me salta el corazónNi le recelo a la muerte.Soy amacho tirador,Enlazo lindo y con gusto;Tiro las bolas tan justoQue más que acierto es primor.No se encuentra otro mejorPa rebollar una lanza,Soy mentao por mi pujanza;Como valor, juerte y crudoEl sable a mi empuje rudo¡Jué pucha! que hace matanza.Otros ejemplos, esta vez con su correspondencia inmediata oconjetural.Dice Lussich:Yo tuve ovejas y hacienda;Caballos, casa y manguera;Mi dicha era verdadera¡Hoy se me ha cortan la rienda!


190 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASDirá Hernández:Dice Lussich:Carchas, majada y querenciaVolaron con la patriada,Y hasta una vieja enramada¡Que cayó. . . supe en mi ausencia!La guerra se lo comióY el rastro de lo que.juéSerá lo que encontraréCuando al pago caiga yo.Tuve en mi pago en un tiempoHijos, hacienda y mujerPero empecé a pad&cer,Me echaron a la frontera.¡Y qué iba a hallar al volver!, Tan sólo hallé la Tapera.Me alcé con tuito el apero,Freno rico y de coscojaRiendas nuevitas en hojaY tremadas con esmero;Una carona de cuerode vaca, muy bien curtida;Hasta una manta fornidaMe truje de entre las carchas,Y aunque el chapiao no es pa marchasLo chanté al pingo en seguida.Hice sudar al bolsilloPorque nunca fui tacaño:Traiba un gran poncho de pañoQue me alcanzaba al tobilloY un machazo cojinillo' Pa descansar mi osamenta;Quise pasar la tormentaGuarecido de hambre y fríoSin dejar del pilcheríoNi una argolla ferrugienta.Mis espuelas macumbé,Mi rebenque con virolas,


Dirá Hernández:DISCUSIÓN 191Rico facón, güeñas bolas,Manea y bosal saqué.Dentro el tirador dejéDiez pesos en plata blancaPa allegarme a cualquier bancaPues al naipe tengo apego,Y a más presumo en el juegoNo tener la mano manca.Copas, fiador y pretal,Estribos y cabezadasCon nuestras armas bordadas,De la gran Banda Oriental.No he güelto a ver otro igualRecao tan cumpa y paquete¡Ahijuna! encima del fleteComo un sol aquello era¡Ni recordarlo quisiera!Pa qué, si es al santo cuete.Monté un pingo barbiadorComo una luz de ligero¡Pucha, si pa un entreveroEra cosa superior!Su cuerpo daba calorY el herraje que llevabaComo la luna brillabaAl salir tras de una lama.Yo con orgullo y no es bromaEn su lomo me sentaba.Yo llevé un moro de número¡Sobresaliente el matucho!Con él gané en AyacuchoMás plata que agua bendita.Siempre el gaucho necesita .Un pingo pa fiarle un pucho.Y cargué sin dar más güeltasCon las prendas que tenía;Jergas, poncho, cuanto habíaEn casa, tuito lo alcé.A mi china la dejéMedia desnuda ese día.


192 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASDice Lussich:Dirá Hernández:No me faltaba una guasca;Esa ocasión eché el resto:Bozal, maniador, cabresto,Lazo, bolas y manea.¡El que hoy tan pobre me veaTal vez no creerá todo esto!Y ha de sobrar monte o sierraQue me abrigue en su guarida,Que ande la fiera se anidaTambién el hombre se encierra.Ansí es que al venir la noche, Iba a buscar mi guarida.Pues ande el tigre se anidaTambién el hombre lo pasa,Y no quería que en las casasMe radiara la partida.Se advierte que en octubre ó noviembre de 1872, Hernándezestaba tout sonore encoré de los versos que. en junio del mismoaño le dedicó el amigo Lussich. Se advertirá también la concisióndel estilo de Hernández; y su ingenuidad voluntaria. Cuando Fierroenumera: Hijos, hacienda y mujer, o exclama, luego de mencionarunos tientos:¡El que hoy tan pobre me veaTal vez no crerá todo esto!sabe que los lectores urbanos no dejarán de agradecer esas simplicidades.Lussich, más espontáneo o atolondrado, no procedejamás de ese modo. Sus ansiedades literarias eran de otro orden,y solían parar en imitaciones de las ternuras más insidiosas delFausto:Yo tuve uñ nardo una vezY lo acariciaba tantoQue su purísimo encantoDuró lo menos un mes.


DISCUSIÓNPero ¡ay! una hora de olvidoSecó hasta su última hoja.Así también se deshojaLa ilusión de un bien perdido.En la segunda parte, que es de 1873, esas imitaciones alternancon otras facsimilares del Martin Fierro, como si reclamara lo suyoD. Antonio Lussich.Huelgan otras confrontaciones. Bastan las anteriores, creo, parajustificar esta conclusión: los diálogos de Lussich son un borradordel libro definitivo de Hernández. Un borrador incontinente,lánguido, ocasional, pero utilizado y profetice».Llego a la obra máxima, ahora: el Martín Fierro.Sospecho que no hay otro libro argentino que haya sabido provocarde la crítica un dispendio igual de inutilidades. Tres profusionesha tenido el error con nuestro Martín Fierro: una, lasadmiraciones que condescienden; otra, los elogios groseros, ilimitados;otra, la digresión histórica o filológica. La primera es latradicional: su prototipo está en la incompetencia benévola de lossueltos de periódicos y de las cartas que usurpan el cuaderno dela edición popular, sus continuadores son insignes y de los otros.Inconscientes disminuidores de lo que alaban, no dejan nuncade celebrar en el Martín Fierro la falta de retórica: palabra queles sirve para" nombrar la retórica deficiente —lo mismo que siemplearan arquitectura para significar la intemperie, los derrumbesy las demoliciones. Imaginan que un libro, puede no pertenecera las letras: el Martín Fierro íes agrada contra el arte y contrala inteligencia. El entero resultado de su labor cabe en estaslíneas de Rojas: "Tanto valiera repudiar el arrullo de la palomaporque no es un madrigal o la canción del viento porque es unaoda. Así esta pintoresca payada se ha de considerar en la rusticidadde su forma y en la ingenuidad de su fondo como una voz elementalde la naturaleza."La segunda —la del hiperbólico elogio— no ha realizado hasuihoy sino el sacrificio inútil de sus "precursores" y una forzadaigualación con el Cantar del Cid y con la Comedia dantesca. Alhablar del coronel Ascasubi, he discutido la primera de esas actividades;de la segunda, básteme referir que su perseverante métodoes el de pesquisar versos contrahechos o ingratos en las epopeyasantiguas —como si las afinidades en el error fueran probatorias.Por lo demás, todo ese operoso manejo deriva de unasuperstición: presuponer que determinados géneros literarios (eneste caso particular, la epopeya) valen formalmente más que otros.La estrafalaria y candida necesidad de que el Martín Fierro sea


194 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASépico ha pretendido comprimir, siquiera de un modo simbólico,la historia secular de la patria, con sus generaciones, sus destierros,sus agonías, sus batallas de Tucumán y deltuzaingó, en lasandanzas de un cuchillero de mil ochocientos setenta. Oyuela(Antología poética hispano-americana, tomo tercero, notas), hadesbaratado ya ese complot. "El asunto del Martín Fierro", anota,"no es propiamente nacional, ni menos de raza, ni se relaciona enmodo alguno con nuestros orígenes como pueblo, ni como naciónpolíticamente constituida. Trátase en él dé las dolorosas vicisitudesde la vida de un gaucho, en el último tercio del siglo anterior,en la época'de la decadencia y próxima desaparición dé estétipo local y transitorio nuestro, ante una organización social quelo aniquila, contadas o cantadas por el mismo protagonista."La tercera distrae con mejores tentaciones. Afirma con delicadoerror, por ejemplo, que el Martín Fierro es üriá presentaciónde la pampa: El hecho es qué a los hombres de la ciudad, la cám^paña sólo nos puede ser presentada como un descubrimiento gradual,como una serie de experiencias posibles. Es el procedimientode las novelas de aprendizaje pampeano, The Purple Land(1885) de Hudson, y Don Segundó Sombra (1926) de Güiráldes,cuyos protagonistas van identificándose con el campo. No es elprocedimiento de Hernández, que presupone deliberadamente lapampa y los hábitos diarios-de la pampa, sin detallarlos nunca—omisión verosímil en un gaucho, qué habla para otros gauchos.Alguien querrá oponerme estos versos, y los precedidos por ellos:Yo he conocido esta tierraEn que el paisano vivía •Y su ranchito tenia,Y sus hijos y mujer. • • ' •Era una delicia el verCómo pasaba sus días.El tema, entiendo, no es la miserable edad dé oro que nosotrospercibiríamos; es la destitución del narrador, su presente nostalgia.Rojas sólo deja lugar en el porvenir para el estudio filológicodel poema •— vale decir, para una discusión melancólica sobre lapalabra contra o contramilla, más adecuada a la infinita duracióndel Infierno que al plazo relativamente efímero de nuestra vida.En ese particular, como én todos, una deliberada subordinacióndel color local es típica de Martín Fierro. Comparado con el delos "precursores", su léxico parece rehuir los rasgos diferencialesdel lenguaje del campo, y solicitar el sermo plebeius común. Recuerdoque de chico pudo sorprenderme su sencillez, y que mepareció de compadre criollo, no de paisano. El Fausto era mi


DISCUSIÓN- 195.norma de habla rural. Ahora —con algún conocimiento de la campaña-iel > .'predominio> del soberbio cuchillero de pulpería sobreel paisano reservado y solícito, me parece evidente, no tanto porel léxica manejado, cuanto por las repetidas bravatas y el acentoagresivo.: . .. ¡. . ' :Otro recurso para descuidar el poema lo ofrecen los proverbios.Esas! lástimas —según las califica definitivamente Lugones— hansido consideradas más de una vez parte sustantiva del libro. Inferirla ética del Martín Fierro, no de los destinos que presenta,sino de los mecánicos dicharachos hereditarios que estorban su• decurso;; o ,de las moralidades foráneas que lo epilogan, es unadistracción que sólo la reverencia de lo «tradicional pudo recomendar.Prefiero y«r en esas prédicas, meras verosimilitudes omarcas del estilo directo., Creer en su valor nominal es obligarseinfinitamente a, contradicción. Así, en el canto séptimo de La idaocurre esta copla que lo significa entero al;paisano:... .,,:•., .... Limpié el jqcón.en.los pastas,Desaté mi redomón,Monté despacio, y salíAl tranco pa el cañadán.No necesito restaurar la perdurable escena: el hombre sale dematar, resignado. El mismo hombre que después, nos quiere serviresta moralidad:La sangre que se redama, . . ^ No se olvida hasta la., muerte,La impresión es de tal'suerte" ' Qué a mi pesar, no lo niego,.'".'! ' "' ' ". Caí como gotas de juego •'•En la alma del" que la vierte.Eá verdadera ética del criollo está en el relato: la que presumeque la sangre vertida no es demasiado memorable, y que a loshombres íes ocurre niátar : . (El'inglés conoce la locución• hill hisman, cuya directa versión es matar a su hombre, descífrese mataral hombre que tiene que matar todo hombre.) Quién no debíauna muerte en mi tiempo, le oí quejarse con dulzura una tardea un señor de edad. No me olvidaré tampoco de un orillero, queme dijo con gravedad: "Señor Borges, yo habré estado en la cárcelmuchas veces, pero siempre por homicidio/'Arribo, así, por eliminación de los percances tradicionales, 5 " auna directa consideración del poema. Desde el verso decidido quelo inaugura, casi todo él está'enprimerapersbna: hecho que iúzgo


1% JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAScapital. Fierro cuenta su historia, a partir de la plena edad viril,tiempo en que el hombre es, no dócil tiempo en que lo está buscandola vida. Eso algo nos defrauda: no en vano somos lectoresde Dickens, inventor de la infancia, y preferimos la morfologíade los caracteres a su adultez. Queríamos saber cómo se llega aser Martín Fierro. . . •¿Qué intención la de Hernández? Contar la historia de MartínFierro, y en esa historia, su carácter. Sirven de prueba todos losepisodios del libro. El cualquiera tiempo pasado, normalmentemejor, del canto segundo, es la verdad del sentimiento del héroe,no de la desolada vida de las estancias en el tiempo de Rosas. Lafornida pelea con el negro, en el canto séptimo, no correspondeni A la sensación de pelear ni a las momentáneas luces y sombrasque rinde la memoria de un hecho, sino al paisano Martín Fierrocontándola. (En la guitarra, como solía cantarla a media voz RicardoGüiraldes, como el chacaneo del acompañamiento recalcabien su intención de triste coraje.) Todo lo corrobora; bástemedestacar algunas estrofas. Empiezo por esta comunicación totalde un destino:Había un gringuito cautivoQue siempre hablaba del barcoY lo ahugaron en it¡n charcoPor causante de la peste.Tenia los ojos celestesComo potrillito zarco.Entre las muchas circunstancias de lástima —atrocidad e inutilidadde esa muerte, recuerdo verosímil del barco, rareza de quevenga a ahogarse a la pampa quien atravesó indemne el mar—,la eficacia máxima de la estrofa está en esa posdata o adiciónpatética del recuerdo: tenía los ojos celestes como potrillo zarco,tan significativa de quien supone ya contada una cosa, y a quienle restituye la memoria una imagen más.Tampoco en vano asumen la primera persona estas líneas:De rodillas a su laoYo lo encomendé a Jesús.Faltó a mis ojos la luz,Tuve un terrible desmayo.Cai como herido del rayoCuando lo vi muerto a Cruz.'ICuando lo vio muerto a Cruz. F"ierro, por un pudor de la


DISCUSIÓN 197pena, da por sentado el fallecimiento del compañero, finge haberlomostrado.Esa postulación de una realidad me parece significativa de todoel libro. Su tema —lo repito— no es la imposible presentaciónde todos los hechos que atravesaron la conciencia de un hombre,ni tampoco la desfigurada, mínima parte que de ellos puede rescatarel recuerdo, sino la narración del paisano, el hombre que semuestra al contar. El proyecto comporta así una doble invención:la de los episodios y la de los sentimientos del héroe, retrospectivosestos últimos o inmediatos. Ese vaivén impide la declaraciónde algunos detalles: no sabemos, por ejemplo, si la tentación deazotar a la mujer del negro asesinado es una brutalidad de borrachoo —eso preferiríamos— una desesperación del aturdimiento,y esa perplejidad de los motivos lo hace más real. En esta discusiónde episodios me interesa menos la imposición de una determinadatesis que este convencimiento central: la índole novelísticadel Martín Fierro, hasta en los pormenores. Novela, novela deorganización instintiva o premeditada, es el Martín Fierro: únicadefinición que puede trasmitir puntualmente la clase de placerque nos da y que condice sin escándalo con su fecha. Ésta, quiénno lo sabe, es la del siglo novelístico por antonomasia: el de Dostoíevski,el de Zola, el de Butler, el de Flaubert, el de Dickens.Cito esos nombres evidentes, pero prefiero unir al de nuestrocriollo el de otro americano, también de vida en que abundaronel azar y el recuerdo, el íntimo, insospechado Mark Twain deHuckleberry Finn.Dije que una novela. Se me recordará que las epopeyas antiguasrepresentan una preforma de la novela. De acuerdo, pero asimilarel libro de Hernández a esa categoría primitiva es agotarseinútilmente en un juego de fingir coincidencias, es denunciar atoda posibilidad de un examen. La legislación de la épica —metrosheroicos, intervención de los dioses, destacada situación políticade los héroes— no es aplicable aquí. Las condiciones novelísticas,sí lo son.


198 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA PENÚLTIMA VERSIÓN DE LA REALIDADFrancisco Luis Bernárdez acaba de publicar una apasionada noticiade las especulaciones ontológicas del libro The Manhood ofHumanity (La edad viril de la humanidad), compuesto por elconde Korzybski: libro que desconozco. Deberé atenerme, porconsiguiente, en esta consideración general de los productos metafísicosde ese patricio, a la límpida relación de Bernárdez. Porcierto, no pretenderé sustituir el buen funcionamiento asertivode su prosa con la mía dubitativa y conversada. Traslado el resumeninicial:Tres dimensiones tiene la vida, según Korzybski. Largo, anchoy profundidad. La primera dimensión corresponde a. la vida vegetal.La segunda dimensión pertenece a la vida animal. La terceradimensión equivale a. la vida humana, La vida de losvegetales es una vida en longitud. La vida de los animales es unavida en latitud. La vida de los hombres es una vida en profundidad.Creo que una observación elemental, aquí es permisible; la delo sospechoso de una sabiduría que se funda, no sobre un pensamiento,sino sobre una mera comodidad clasif icátoria, como loson las tres dimensiones convencionales. Escribo convencionales,porque —separadamente— ninguna de las dimensiones existe: siemprese dan volúmenes, nunca superficies, líneas ni puntos. Aquí,para mayor generosidad en lo palabrero, se nos propone unaaclaración de los tres convencionales órdenes de lo orgánico, planta-bestia-hombre,mediante los no menos convencionales órdenesdel espacio: largor-anchura-profundidad (este último en el sentidotraslaticio de tiempo). Frente a la incalculable y enigmáticarealidad, no creo que la mera simetría de dos de sus clasificacioneshumanas baste para dilucidarla y sea otra cosa que un vacío halagoaritmético. Sigue la notificación de Bernárdez:La vitalidad vegetal se define en su hambre de Sol. La vitalidadanimal, en su apetito de espacio. Aquélla es estática. Ésta es dinámica.El estilo vital de las plantas, criaturas directas, es una puraquietud. El estilo vital de los animales, criaturas indirectas, es unlibre -movimiento.• La diferencia sustantiva entre la vida vegetal y la vida animalreside en una noción. La noción de espacio. Mientras las plantasla ignoran, los animales la poseen. Las unas, afirma Korzybski,viven acopiando energía, y los otros, amontonando espacio. Sobre


DISCUSIÓN 199ambas existencias, estáticas y erráticas, la existencia humana divulgasu originalidad superior. ¿En qué consiste esta supremaoriginalidad del hombre? En que, vecino al vegetal que acopiaenergía y al animal que amontona espacio, el hombre acaparatiempo.Esta ensayada clasificación ternaria del mundo parece una divergenciao un préstamo de la clasificación cuaternaria de RudolfSteiner. Éste, más generoso de una unidad con el universo, arrancade la historia natural, no de la geometría, y ve en el hombreuna suerte de catálogo o de resumen de la vida no humana. Hacecorresponder la mera estadía inerte de los minerales con la delhombre muerto; la furtiva y silenciosa de las plantas con la delhombre que duerme, la solamente actual y olvidadiza de los animalescon la del hombre que sueña. (Lo cierto, lo torpementecierto, es que despedazamos los cadáveres eternos de los primerosy que aprovechamos el dormir de las otras para devorarlas o hastapara robarles alguna flor y que infamamos el soñar de los útimosa pesadilla. A un caballo le ocupamos el único minuto que tiene•^-minuto sin salida, minuto del grandor de una hormiga y que nose alarga en recuerdos o en esperanzas— y lo encerramos entre lasvaras de un carro y bajo el régimen criollo o Santa Federacióndel carrero.) Dueño de esas tres jerarquías es, según Rudolf Steiner,el hombre, que además tiene el yo: vale decir, la memoria de lopasado y la previsión de lo porvenir, vale decir, el tiempo. Comose ve, la atribución de únicos habitantes del tiempo concedidaa los hombres, de únicos previsores e históricos, no es original ciéRorzybski. Su implicación —maravilladora también— de que losanimales están en la pura actualidad o eternidad y fuera deltiempo, tampoco lo es. Steiner lo enseña; Schopenhauer lo postulacontinuamente en ese tratado; llamado con modestia capítulo,que está en el segundo volumen del Mundo como voluntad y representación,y que versa sobre la muerte. Mauthner (Woerterbuchder Philosophie, III, pág. 436) lo propone con ironía. Parece,escribe, que los animales no tienen sino oscuros presentimientosde la sucesión temporal y de la duración. En cambio el hombre,cuando es además un psicólogo de la nueva escuela, puede diferenciaren el tiempo dos impresiones que sólo estén separadas por1/500 de segundo. Gaspar Martín, que ejerce la metafísica enBuenos Aires, declara esa intemporalidad de los animales y aun delos niños como una verdad consabida. Escribe así: La idea detiempo falta en los animales y es en el hombre de adelantadacultura en quien primeramente aparece (El tiempo, 1924). Seade Schopenhauer o de Mauthner o de la tradición teosófica ohasta de Korzybski, lo cierto es que esa visión de la sucesiva y


200 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASordenadora conciencia humana frente al momentáneo universo, esefectivamente grandiosa. JProsigue el expositor: El materialismo dijo al hombre: Hazterico de espacio. Y el hombre olvidó su propia tarea. Su noble tareade acumulador de tiempo. Quiero decir que el hombre sedio a la conquista de las cosas visibles. A la conquista de personasy de territorios. Así nació la falacia del progresismo. Y como unaconsecuencia brutal, nació la sombra del progresismo. Nació elimperialismo.Es preciso, pues, restituir a la vida humana su tercera dimensión.Es necesario profundizarla. Es menester encaminar a la humanidadhacia su destino racional y valedero. Que el hombre vuelvaa capitalizar siglos en vez de capitalizar leguas. Que la vidahumana sea más intensa en lugar de ser más extensa.Declaro no entender lo anterior. Creo delusoria la oposiciónentre los dos conceptos incontrastables de espacio y de tiempo.Me consta que la genealogía de esa equivocación es ilustre y queentre sus mayores está el nombre magistral de Spinoza, que dioa su indiferente divinidad —Deus sive Natura— los atributos depensamiento (vale decir, de tiempo sentido) y de extensión, (valedecir, de espacio). Pienso que para un buen idealismo, el espaciono es sino una de las formas que integran la cargada fluenciadel tiempo. Es uno de los episodios del tiempo y, contrariamenteal consenso natural de los ametafísicos, está situado en él, y noviceversa. Con otras palabras: la relación espacial —más arriba,izquierda, derecha— es una especificación como tantas otras, nouna continuidad.Por lo demás, acumular espacio no es lo contrario de acumulartiempo: es uno de los modos de realizar esa para nosotros únicaoperación. Los ingleses que por impulsión ocasional o genial delescribiente Clive o de Warren Hastings conquistaron la India,no acumularon solamente espacio, sino tiempo: es decir, experiencias,experiencias de noches, días, descampados, montes, ciudades,astucias, heroísmos, traiciones, dolores, destinos, muertes, pestes,fieras, felicidades, ritos, cosmogonías, dialectos, dioses, veneraciones.Vuelvo a la consideración metafísica. El espacio es un incidenteen el tiempo y no una forma universal de intuición, como impusoKant. Hay enteras provincias del Ser que no lo requieren;las de la olfación y audición. Spencer, en su punitivo examen delos razonamientos de los metaíísicos (Principios de psicología,parte séptima, capítulo cuarto), ha razonado bien esa independenciay la fortifica así, a los muchos renglones, con esta reduccióna lo absurdo: Quien pensare que el olor y el sonido tienen' Halnia que agregar el nombre ele Séneca (Epístolas a Lucillo, 124) .


DISCUSIÓN 201por forma de intuición el espacio, fácilmente se convencerá de suerror con sólo buscar el costado izquierdo o derecho de un sonidoo con tratar de imaginarse u\n olor al revés.Schop^nhauer, con extravagancia menor y mayor pasión, habíadeclarado ya esa verdad. La música, escribe, es una tan inmediataobjetividad de la voluntad, como el universo (obra citada,volumen primero, libro tercero, capítulo 52), Es postular que lamúsica no precisa del mundo.Quiero complementar esas dos imaginaciones ilustres con unamía, que es derivación y facilitación de ellas. Imaginemos queel entero género humano sólo se abasteciera de realidades mediantela audición y el olfato. Imaginemos anuladas así las percepcionesoculares, táctiles y gustativas y el espacio que éstas definen.Imaginemos también —crecimiento lógico— una más afinadapercepción de lo que registran ios sentidos restantes. La humanidad—tan afantasmada a nuestro parecer por esta catástrofeseguiríaurdiendo su historia. La humanidad se olvidaría de quehubo espacio. La vida, dentro de su no gravosa ceguera y su incorporeidad,sería tan apasionada y precisa como la nuestra. Deesa humanidad hipotética (no menos abundosa de voluntades, deternuras, de imprevisiones) no diré, que entraría en la cascarade nuez proverbial: afirmo que estaría fuera y ausente de todoespacio.1 Q2$


202 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA SUPERSTICIOSA ÉTICA DEL LECTORLa condición indigente de nuestras letras, su incapacidad deatraer, han producido una superstición del estilo, una distraídalectura de atenciones parciales. Los que adolecen de esa supersticiónentienden por estilo no la eficacia o la ineficacia de unapágina, sino las habilidades aparentes del escritor: sus comparaciones,su acústica, los episodios de su puntuación y de su sintaxis.Son indiferentes a la propia convicción o propia emoción: buscantecniquerías (la palabra es de Miguel de Unamuno) que les informaránsi lo escrito tiene el derecho o no de agradarles. Oyeronque la adjetivación no debe ser trivial y opinarán que está malescrita una página si nó hay sorpresas en la juntura de adjetivoscon sustantivos, aunque su finalidad general esté realizada. Oyeronque la concisión es una virtud y tienen por conciso a quiense demora en diez frases breves y no a quien maneje una larga.(Ejemplos normativos de esa charlatanería de la brevedad, deese frenesí sentencioso, pueden buscarse en la dicción del célebreestadista danés Polonio, de Hamlet, o del Polonio natural,Baltasar Gracián.) Oyeron que la cercana repetición de unassílabas es cacofónica y simularán que en prosa les duele, aunqueen verso les agencie un gusto especial, pienso que simuladotambién. Es decir, no se fijan en la eficacia del mecanismo,sino en la disposición de sus partes. Subordinan la emocióna la ética, a una etiqueta indiscutida más bien. Se ha generalizadotanto esa inhibición que ya no van quedando lectores,en el sentido ingenuo de la palabra, sino que todos soncríticos potenciales.Tan recibida es esta superstición que nadie se atreverá a admitirausencia de estilo, en <strong>obras</strong> que lo tocan, máxime si son clásicas.No hay libro bueno sin su atribución estilística, de la quenadie puede prescindir — excepto su escritor. Séanos ejemplo elQuijote. La crítica española, ante la probada excelencia de esanovela, no ha querido pensar que su mayor (y tal vez único irrecusable)valor fuera el psicológico, y le atribuye dones de estilo,que a muchos parecerán misteriosos. En verdad, basta revisar unospárrafos del Quijote para sentir que Cervantes no era jestilista(a lo menos en la presente acepción acústico-decorativa de lapalabra) y que le interesaban demasiado los destinos de Quijote


DISCUSIÓN 203y de Sancho para dejarse distraer por su propia voz. La Agudezay arte de ingenio de Baltasar Gradan —tan laudativa de otrasprosas que narran, cómo la del Guzmán dé Alfarache— no se resuelvea acordarse de Don Quijote. Quevedo versifica en bromasu muerte y se olvida de él. Se objetará que los dos ejemplos sonnegativos; Leopoldo Lugones, en nuestro tiempo, emite un juicioexplícito: "El estilo es la debilidad de Cervantes, y los estragoscausados por su influencia han sido graves. Pobreza de color, inseguridadde estructura, párrafos jadeantes que nunca aciertan conel final, desenvolviéndose en convólvulos interminables; repeticiones,falta de proporción, ese fue el legado de los que no viendosino en la forma la suprema realización de la obra inmortal, sequedaron royendo la cascara cuyas rugocídades escondían la fortalezay el sabor" (El imperio jesuítico, página 59). También nuestroGroussac: "Si han de describirse las cosas como son, deberemosconfesar que una buena mitad dé la obra és de forma por demásfloja y desaliñada, la cual harto justifica lo del humilde idiomaque los rivales de Cervantes le achacaban! Y con esto no me refieroúnica ni principalmente a las impropiedades verbales, a lasintolerables repeticiones o retruécanos ni a los retazos de pesadagrandilocuencia'que nos abruman, sino á la contextura generalmentedesmayada de esa' prosa- de sobremesa" (Crítica literaria,página 41). Prosa de sobremesa, prosa conversada y no declamada,es la de Cervantes, y otra no le hace falta. Imagino que esa mismaobservación será justiciera en el caso de Dostoievski o de Montaigneo de Samuel Butler. -Esta vanidad del estilo se ahueca en otra más patética vanidad,la de la perfección. No hay un escritor métrico, por casual y nuloque sea, que no haya cincelado (el verbo suele figurar ensu'- conversación) su soneto perfecto, monumento minúsculoque custodia su posible inmortalidad, y que las novedades y aniquilacionesdel tiempo deberán respetar. Se trata de un sonetosin ripios, generalmente, pero que es un ripio todo él: es decir,un residuo, una inutilidad. Esa falacia en perduración (Sir ThomasBrowne: Urn Burial) ha sido formulada y recomendada porFlaubert en' esta sentencia: La corrección (en el sentido máselevado de la palabra) obra con el pensamiento lo que obraronlas aguas de la Estigia con el cuerpo de Aquiles: lo hacen invulnerablee indestructible (Correspondance, II, pág. 199). El juicioes terminante, pero no ha llegado hasta mí ninguna experienciaque lo confirme. (Prescindo de las virtudes tónicas de la Estigia;esa reminiscencia infernal no es un argumento, es un énfasis.)La página de perfección, la página de la que ninguna palabra


204 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASpuede ser alterada sin daño, es la más precaria de todas. Los cambiosdel lenguaje borran los sentidos laterales y los matices; lapágina "perfecta" es la que consta de esos delicados valores y laque con facilidad mayor se desgasta. Inversamente, la página quetiene vocación de inmortalidad puede atravesar el fuego de laserratas, de las versiones aproximativas, de las distraídas lecturas,de las incomprensiones, sin dejar el alma en la prueba. No sepuede inpunemente variar (así lo afirman quienes restablecensu texto) ninguna línea de las fabricadas por Góngora; pero elQuijote gana postumas batallas contra sus traductores y sobrevivea toda descuidada versión. Heine, que nunca lo escuchó en español,lo pudo celebrar para siempre. Más vivo es el fantasma alemáno escandinavo o indostánico del Quijote que los ansiosos artificiosverbales del estilista.Yo no quisiera que la moralidad de esta comprobación fueraentendida como de desesperación o nihilismo. Ni quiero fomentarnegligencias ni creo en una mística virtud de la frase torpey del epíteto chabacano. Afirmo que la voluntaria emisión deesos dos o tres agrados menores —distracciones oculares de la metáfora,auditivas del ritmo y sorpresivas de la interjección o elhipérbaton— suele probarnos que la pasión del tema tratado mandaen el escritor, y eso es todo. La asperidad de una frase le estan indiferente a la germina literatura como su suavidad. La economíaprosódica no es menos forastera del arte que la caligrafíao la ortografía o la puntuación: certeza que los orígenes judicialesde la retórica y los musicales del canto nos escondieron siempre.La preferida equivocación de la literatura de hoy es el énfasis.Palabras definitivas» p.(labras que postulan sabidurías divinas oangélicas o resoluciones de una más que humana firmeza —único,nunca, siempre, todo, perfección, acabado— son del comercio habitualde todo escritor. No piensan que decir de más una cosaes tan de inhábiles como no decirla del todo, y que la descuidadageneralización e intensificación es una pobreza y que así la sienteel lector. Sus imprudencias causan una depreciación del idioma.Así ocurre en francés, cuya locución Je suis navré suele significarNo iré a tornar el té con ustedes, y cuyo ain\er ha sido rebajado agustar. Ese hábito hiperbólico del francés está en su lenguaje escritoasimismo: Paul Valéry, héroe de la-lucidez que organiza,traslada unos olvidables y olvidados renglones de Lafontaine yasevera de ellos (contra alguien): ees plus beaux vers du monde{Varíete, 84).Ahora quiero acordarme del porvenir y no del pasado. Ya sepractica la lectura en silencio, síntoma venturoso. Ya hay lector


DISCUSIÓN20ñcallado de versos. I)r esa capacidad sigilosa a una escritura puramenteideográfica —directa comunicación de experiencias, no desonidos— hay una distancia incansable, pero siempre menos dilatadaque el porvenir.Releo estas negaciones y pienso: Ignoro si la música sabe desesperarde la música y si el mármol del mármol, pero la literaturaes un arte que sabe profetizar aquel tiempo en que habrá enmudecido,y encarnizarse con la propia virtud y enamorarse de lapropia disolución y cortejar su fin.193°


206 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL OTRO WHITMAN ; ; •Cuando el remoto compilador del Zókáf tuvo que arriesgar 'alguna1 noticia 'de su indistinto Dios 1 —divinidad tan pura que ni 'siquiera el atributo de ser puede sin blasfemia aplicársele— discurrióun modo prodigioso de hacerlo. Escribió que su cara eratrescientas setenta veces más ancha que diez mil mundos; entendióque lo gigantesco puede ser una forma de lo invisible y aunde lo abstracto. Asi el caso de Whitman. Su fuerza es tan avasalladoray tan evidente que sólo percibimos que es fuerte.La culpa no es sustancialmente de nadie. Los hombres de lasdiversas Américas permanecemos tan incomunicados que apenasnos conocemos por referencia, contados por Europa. En tales casos,Europa suele ser sinécdoque de París. A París le interesa menosel arte que la política del arte: mírese la tradición pandillerade su literatura y de su pintura, siempre dirigidas por «comitésy con sus dialectos políticos: uno parlamentario, que habla deizquierdas y derechas; otro militar, que habla de vanguardias yretaguardias. Dicho con mejor precisión: les interesa la economíadel arte, no sus resultados. La economía de los versos de Whitmanles fue tan inaudita que no lo conocieron a Whitman. Prefirieronclasificarlo: encomiaron su licence majestueuse, lo hicieronprecursor de los muchos inventores caseros del verso libre. Además,remedaron la parte más desarmable de su dicción: las complacientesenumeraciones geográficas, históricas y circunstancialesque enfiló Whitman para cumplir con cierta' profecía de Emerson,sobre el poeta digno de América. Esos remedos o recuerdos fueronel futurismo, el unanimismo. Fueron y son toda la poesía francesade nuestro tiempo, salvo la que deriva dé Poe. (De la buena teoríade Poe, quiero decir, no de su deficiente ^-írtira.) Muchos ni siquieraadvirtieron que la enumeración es uno de los procedimientospoéticos más antiguos —recuérdense los salmos de la Escrituray el primer coro de Los persas y el catálogo homérico delas naves— y que su mérito esencial no es la longitud, sino el delicadoajuste verbal, las "simpatías y diferencias" de las palabras.No lo ignoró Walt Whitman:And of the threads that connect the stars and of wombs and ofthe father-stuff.


WSCUSION 207O:From what the divine hiisband kñows, from the work of fatherhood.O:7 am as one disembodied, triumphant, dead.El asombro, con todo, labró una falseada imagen de Whitmán:la de .un varón meramente saludador y mundial, un insistenteHugo inferido desconsideradamente a los hombres por reiteradavez. Que Whitman en grave número de sus páginas fue esa desdicha,es cosa que no niego; básteme demostrar que en otras mejoresfue poeta de un laconismo trémulo y suficiente, hombre dedestino comunicado, no proclamado. Ninguna demostración comotraducir alguna de sus poesías:ONCE I PÁSSED THROUGH A POPULOUS CITYPasé una vez por una populosa ciudad, estampando'para futuro empleo enla mente sus espectáculos, su arquitectura, sus costumbres, sus tradiciones.Pero ahora dé toda esa ciudad me acuerdo sólo de una mujer que encontrécasualmente, que-me demoró por amor.,•Día tras día y noche tras noche estuvimos juntos — todo lo demás hace tiempoque lo he olvidado.Recuerdo, afirmo, sólo esa mujer que apasionadamente se apegó a mí.Vagamos otra vez, nos queremos, nos separamos otra vez.Otra vez me tiene de la mano, yo no debo irme.Yo la veo cerca a mi lado con silenciosos labios, dolida y trémula.WHEN I READ THE BOOKCuando leí el libro, la biografía famosa,Y esto es entonces (dije yo) lo que el escritor llama la vida de un hombre,¿Y así piensa escribir alguno de mí cuando yo esté muerto?(Como si alguien pudiera saber algo sobre mi vida;Yo mismo suelo pensar que sé poco o nada sobre mi vida real.Sólo una's cuantas señas, unas cuantas borrosas claves e indicacionesIntento, para mi propia información, resolver aquí.)WHEN I HEARD THE LEARNED ASTRONOMERCuando oí al docto astrónomoCuando me presentaron en columnas las pruebas, los guarí .K.-OS,Cuando me señalaron los mapas y los diagramas, para n ir, para dividiry sumar,Cuando desde mi asiento oí al docto astrónomo que di.- aba con muchoaplauso en la cátedra,


208 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASQué pronto me sentí inexplicablemente aturdido y hastiado,Hasta que escurriéndome afuera me alejé soloEn el húmedo místico aire de la noche, v de tiempo en tiempo,Miré en silencio perfecto las estrellas.Así Walt Whitman. No sé si estará de más indicar —yo reciénme fijo— que esas tres confesiones importan un idéntico tema:la peculiar poesía de la arbitrariedad y lá privación. Simplificaciónfinal del recuerdo, inconocibilidad y pudor de nuestro vivir,negación de los esquemas intelectuales y aprecio de las noticiasprimarias de los sentidos, son las respectivas moralidades de esospoemas. Es como si dijera Whitman: Inesperado y elusivo es elmundo, pero su misma contingencia es una riqueza, ya que nisiquiera podemos determinar lo pobres que somos, ya que todoes regalo. ¿Una lección de la mística de la parquedad, y ésa deNorte América?Una sugestión última. Estoy pensando que Whitman —hombrede infinitos inventos, simplificado por la ajena visión en merogigante— es un abreviado símbolo de su patria. La historia mágicade los árboles que tapan el bosque puede servir, invertida mágicamente,para declarar mi intención. Porque una vez hubo unaselva tan infinita que nadie recordó que era de árboles; porqueentre dos mares hay una nación de hombres tan fuerte que nadiesuele recordar que es de hombres. De hombres de humana condición.>9 2 9


DISCUSIÓN 209UNA VINDICACIÓN DE LA CABALANi es ésta la primera vez que se intenta ni será la última quefalla, pero la distinguen dos hechos. Uno es mi inocencia casitotal del idioma hebreo; otro es la circunstancia de que no quierovindicar la doctrina, sino los procedimientos hermenéu ticos- ocriptográficos que a ella conducen. Estos procedimientos, comose sabe, son la lectura vertical de los textos sagrados, la lecturallamada bouestrophedon (de derecha a izquierda, un renglón, deizquierda a derecha el siguiente) metódica sustitución de unas letrasdel alfabeto por otras, la suma del valor numérico de lasletras, etc. Burlarse de tales operaciones es fácil, prefiero procurarentenderlas.Es evidente que su causa remota es el concepto de la inspiraciónmecánica de la Biblia. Ese concepto, que hace de evangelistasy profetas, secretarios impersonales de Dios que escribenal dictado, está con imprudente energía en la Formula consensúahelvética, que reclama autoridad para las consonantes de la Escrituray hasta para los puntos diacríticos — que las versiones primitivasno conocieron. (Ese preciso cumplimiento en el hombre,de los propósitos literarios de Dios, es la inspiración o entusiasmo:palabra cuyo recto sentido es endiosamiento.) Los islamitaspueden vanagloriarse de exceder esa hipérbole, pues han resueltoque el original del Corán —la madre del Libro— es uno de losatributos de Dios, como Su misericordia o Su ira, y lo juzgananterior al idioma, a la Creación, asimismo hay teólogos luteranos,que no se arriesgan a englobar la Escritura entre las cosascreadas y la definen como una encarnación del Espíritu.Del Espíritu: ya nos está rozando un misterio. No la divinidadgeneral, sino la hipóstasis tercera de la divinidad, fue quien dictóla Biblia. Es la opinión común; Bacon, en 1625, escribió: El lápizdel Espíritu Santo se ha demorado más en las aflicciones de Jobque en las felicidades de Salomón. 1 También su contemporáneoJohn Donne': El Espíritu Santo es un escritor elocuente, un vehementey utn copioso escritor, pera no palabrero; tan alejado de unestilo indigente como de uno superfino.' Sigo la versión latina: (tiffnsius traclavil Jobi afflictiaiies.mejor acierto, había escrito: halh Uiboureri mote.En inglés, con


210 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASImposible definir el Espíritu y silenciar la horrenda sociedadtrina y una de la que forma parte. Los católicos laicos la consideranun cuerpo colegiado infinitamente correcto, pero tambiéninfinitamente aburrido; los liberales, un vano cancerbero teológico,una superstición que los muchos adelantos del siglo ya seencargarán de abolir. La trinidad, claro es, excede esas fórmulas.Imaginada de golpe, su concepción de un padre, un hijo y unespectro, articulados en un solo organismo, parece un caso deteratología intelectual, una deformación que sólo el horror deuna pesadilla pudo parir. Asi lo creo, pero trato dé reflexionarque todo objeto cuyo fin ignoramos, es provisoriamente 'monstruoso)Esa observación general se ve agravada aquí por el misterioprofesional del objeto.•Desligada del concepto de redención, la distinción de las trespersonas en una tiene que parecer arbitraria. Considerada comouna necesidad de la fe, sü misterio fundamental no se alivia, perodespuntan su intención y su empleo. Entendemos que renunciara la Trinidad —a la Dualidad, por lo menos— es hacer de Jeáüsun delegado ocasional del Señor, un incidente dé la historia,no el auditor imperecedero, continuo, de nuestra devoción. Si elHijo no es también el Padre, la redención no es obra directa divina;si no es eterno, tampoco lo será el sacrificio de haberserebajado a hombre y haber muerto en la cruz. Nada menos queñna infinita excelencia pudo satisfacer por un alma pérdida parainfinitas edades, instó Jeremyas Taylor. Así puede justificarse eldogma, si bien los conceptos de la generación del Hijo por el Padrey de la procesión -del Espíritu por los dos, insinúan heréticamenteuna prioridad, sin contar su culpable condición de merasmetáforas. La teología, empeñada en diferenciarlas, resuelve queno hay motivo de confusión, puesto que el. resultado de una esel Hijo, de la otra el Espíritu. Generación eterna del Hijo, procesióneterna del Espíritu, es la soberbia decisión de Ireneo:invención de un acto sin tiempo, de un mutilado zeitloses Zeitwortyquepodemos rechazar o venerar, pero no discutir. El infiernoes una mera violencia física, pero las tres inextricables personasimportan un-horror intelectual, una infinitud ahogada, especiosa,como de contrarios espejos. Dante las quiso figurar con el signode 'una - reverberación dé círculos diáfanos, de diverso color;Donne, por el de complicadas serpientes, ricas e indisolubles;Totó corúscat trinitas mysterio, escribió San Paulino; Fulge enpleno misterio la trinidad.Si el Hijo es la reconciliación de Dios con el mundo, el Espíritu—principio de la santificación, según Atanasio; ángel entrelos otros, para Macedonio— no consiente mejor definición que


'DISCUSIÓN 211la de ser la intimidad de Dios con nosatros,'-su inmanencia 1 enlos pechos,' (Para los socinianos —temo que con suficiente ratón—no;era más que una locución personificada, una metáfora de lasoperaciones divinas, trabajaba luego hasta el vértigo.)' Mera formaciónsintáctica o no, lo cierto es que la tercera ciega personade la enredada trinidad es el reconocido autor de las Escrituras.Gibbon, era aquel capítulo de sU obra que trata del Islam, incluyeun censo general de las publicaciones del Espíritu Santo,calculadas con cierta timidez en unas ciento y pico; pero la queme interesa ahora es el Génesis: materia de la Cabala,Los cabalistas, como ahora muchos cristianos, creían en la divinidadde esa historia, en su deliberada redacción por una inteligenciainfinita. Las consecuencias de ese postulado son muchas.La distraída evacuación de un texto corriente —verbigracia, delas menciones efímeras del periodismo— tolera una cantidad sensiblede azar. Comunican —postulándolo— un hecho: informanque el siempre irregular asalto de ayer obró en tal calle, talesquina, a las tales horas de la mañana, receta no representablepor nadie y que se limita a señalarnos el sitio Tal, donde suministraninformes. En indicaciones así, la extensión y la acústicade los párrafos son necesariamente casuales. Lo contrario ocurreen los versos, cuya ordinaria ley es la sujeción del sentido a lasnecesidades (o supersticiones) eufónicas. Lo casual en ellos noes el sonido, es lo que significan. Así en el primer Tennyson, enVerlaine, en el último Swinburne: dedicados tan sólo a la expresiónde estados generales, mediante las ricas aventuras de suprosodia. Consideremos un tercer escritor, el intelectual. Éste,ya en su manejo de la prosa (Valéry, De Quincey), ya en el delverso, no ha eliminado ciertamente el azar, pero ha rehusadoen lo posible, y ha restringido, su alianza incalculable. Remotamentese aproxima al Señor, para Quien el vago concepto deazar ningún sentido tiene. Al Señor, al perfeccionado Dios delos teólogos, que sabe de una vez —uno intelligendi actu— no solamentetodos los hechos de este repleto mundo, sino los quetendrían su lugar si el más evanescente de ellos cambiara — losimposibles, también.Imaginemos ahora esa inteligencia estelar, dedicada a manifestarse,no en dinastías ni en aniquilaciones ni en pájaros, .sino envoces escritas. Imaginemos asimismo, de acuerdo con la teoríapre-agustiniana de inspiración verbal, que Dios dicta, palabra porpalabra lo que se propone decir. 1 Esa premisa (que fue la que1Orígenes atribuyó tres sentidos a las palabras de la Escritura: el histórico,el moral y el místico, correspondientes al cuerpo, al alma y al espíritu queintegran el hombre; Juan Escoto Erígena, un infinito número de sentidos,como los tornasoles del plumaje del pavo real.


212 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASasumieron los cabalistas) hace de ía Escritura un texto absoluto,donde la colaboración del azar es calculable en cero. La solaconcepción de ese documento es un prodigio superior a cuantosregistran sus páginas. Un libro impenetrable a la contingencia,un mecanismo de infinitos propósitos, de variaciones infalibles,de revelaciones que acechan, de superposiciones de luz ¿cómono interrogarlo hasta lo absurdo, hasta lo prolijo numérico, segúnhizo la cabala?W


DISCUSIÓN 213UNA VINDICACIÓN DEL FALSO BASÍLIDESHacia 1905, yo sabía que las páginas omniscientes (de A a All) delprimer volumen del Diccionario enciclopédico hispano-americanode Montaner y Simón, incluían un breve y alarmante dibujo deuna especie de rey, con perfilada cabeza de gallo, torso virilcon brazos abiertos que gobernaban un escudo y un látigo, y lodemás una mera cola enroscada que le servía de tronco. Hacia1916, leí esta oscura enumeración de Quevedo: Estaba el malditoBasüides heresiarca. Estaba Nicolás antioqueno, Carpócrates yCerintho y el infame Ebión. Vino luego Valentino, el que diopor principio de todo, el mar y el silencio. Hacia 1923, recorrí enGinebra no sé qué libro heresiológico en alemán, y supe que elaciago dibujo representaba cierto dios misceláneo, que habíahorriblemente venerado el mismo Basüides. Supe también quéhombres desesperados y admirables fueron los gnósticos, y conocísus especulaciones ardientes. Más adelante pude interrogar loslibros especiales de Mead (en la versión alemana: Fragmente einesverschollenen Glaubens, 1902) y de Wolfgang Schultz • (Dokumenteder Gnosis, 1910) y los artículos de Wilhelm Bousset en laEncyclopaedia Britannica. Hoy me he propuesto resumir e ilustraruna de sus cosmogonías: la de Basílides heresiarca, precisamente.Sigo en un todo la notificación de Ireneo. Me consta quemuchos la invalidan, pfro sospecho que esta desordenada revisiónde sueños difuntos puede admitir también la de un sueño queno sabemos si habitó en soñador alguno. La herejía basilidiana,por otra parte, es la de configuración más sencilla. Nació enAlejandría, dicen que a los cien años de la cruz, dicen que entrelos sirios y griegos. La teología, entonces, era una pasión popular.En el principio de la cosmogonía de Basílides hay un Dios.Esta divinidad carece majestuosamente de nombre, así como deorigen; de ahí su aproximada nominación de pater innatus. Sumedio es el pleroma o la plenitud: el inconcebible museo de losarquetipos platónicos, de las esencias inteligibles, de los universales.Es un Dios inmutable, pero de su reposo emanaron sietedivinidades subalternas que, condescendiendo a la acción, dotarony presidieron un primer cielo. De esta primer corona demiúrgicaprocedió una segunda, también con ángeles, potestades ytronos, y éstos fundaron otro cielo más bajo, que era el duplicadosimétrico del inicial. Este segundo cónclave se vio reproducidoen uno terciario, y éste en otro inferior, y de este modo hasta


214 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS365. El señor del cielo del fondo es el de la Escritura, y su fracciónde divinidad tiende a cero. Él y sus ángeles fundaron estecielo visible, amasaron la tierra inmaterial que estamos pisandoy se la repartieron después. El razonable olvido ha borrado lasprecisas fábulas que esta cosmogonía atribuyó al origen delhombre, pero el ejemplo de otras imaginaciones coetáneas nospermite salvar esa omisión, siquiera en forma vaga y conjetural.En el fragmento publicado por Hilgenfeld, la tiniebla y la luzhabían coexistido siempre, ignorándose, y cuando se vieron alfin, la luz apenas miró y se dio vuelta, pero la enamorada oscu^ridad se apoderó de su reflejo o recuerdo, y ese fue el principiodel hombre. En el análogo sistema de Satornilo, el cielo lesdepara a los ángeles obradores una momentánea visión, y el hombrees fabricado a su imagen, pero se arrastra por el suelo comouna víbora, hasta que el apiadado Señor le trasmite una centellade su poder. Lo común a esas narraciones es lo que importa:nuestra temeraria o culpable improvisación por una divinidaddeficiente, con material ingrato. Vuelvo a la historia de Basílides.Removida por los ángeles onerosos del dios hebreo, la baja humanidadmereció la lástima del Dios intemporal, que le destinóun redentor. Éste debió asumir un cuerpo ilusorio, pues la carnedegrada. Su impasible fantasma colgó públicamente en la cruz,pero el Cristo esencial atravesó los cielos superpuestos y se restituyóal pleroma. Los atravesó indemne, pues conocía el nombresecreto de sus divinidades. Y los que saben la verdad de esta\ historia,concluye la profesión de fe trasladada por Irerteo, se sabránlibres del poder denlos príncipes que han edificado este mundo.Cada cielo tiene su propio nombre y lo mismo cada ángel y señory cada potestad de ese cielo. El que sepa sus nombres incomparableslos atravesará invisible y seguro, igual que el redentor.Y como el Hijo no fue reconocido por nadie, tampoco el gnóstico.Y estos misterios no deberán ser pronunciados, sino guardados ensilencio. Conoce a todos, que nadie te conozca.La cosmogonía numérica del principio ha degenerado hacia elfin en magia numérica, 365 pisos de cielo, a siete potestadespor cielo, requieren la improbable retención de 2.555 amuletosorales: idioma que los años redujeron al precioso nombré delredentor, que es Caulacau, y al del inmóvil Dios, que es Abraxas.La salvación, para esta desengañada herejía, es un esfuerzomnemotécnico de los muertos, así como el tormento del salvadoresuna ilusión óptica — dos simulacros que misteriosamente condicencon la precaria realidad de su mundo.Escarnecer la vana multiplicación de ángeles nominales y dereflejados cielos simétricos de esa cosmogonía, no es del todo difícil.El principio taxativo de Occam: Entia, non sunt multiplican-


DISCUSIÓN 215da praeter necessitatem, podría serle aplicado —arrasándola. Pormi parte, creo anacrónico o inútil ese rigor. La buena conversiónde esos pesados símbolos vacilantes es lo que importa. Dosintenciones veo en ellos: la primera es un lugar común de lacrítica; la segunda —que no presumo erigir en descubrimientonoha sido recalcada hasta hoy. Empiezo por la más ostensible.Es la de resolver sin escándalo el problema del mal, mediantela hipotética inserción de una serie gradual de divinidades entreel no menos hipotético Dios y la realidad. En el sistema examinado,esas derivaciones de Dios decrecen y se abaten a medida quese van alejando, hasta fondear en los abominables poderes queborrajearon con adverso material a los hombres. En el de Valentino—que no dio por principio de todo, el mar y el silencio—,una diosa caída' (Achamoth) tiene con una sombra dos hijos, queson el fundador del mundo y el diablo. A Simón el Mago leachacan una exasperación de esa historia: el haber rescatado aElena de Troya, antes hija primera de Dios y luego condenadapor los ángeles a trasmigraciones dolorosas, de un lupanar demarineros en Tiro. 1 Los treinta y tres años humanos de Jesucristoy su anochecer en la cruz no eran suficiente expiación para losduros gnósticos.Falta considerar el otro sentido de esas invenciones oscuras.La vertiginosa torre de cielos de la herejía basilidiana, la proliferaciónde sus ángeles, la sombra planetaria de los demiurgostrastornando la tierra, la maquinación de los círculos inferiorescontra el pleroma, la densa población, siquiera inconcebible o nominal,de esa vasta mitología, miran también a la disminuciónde este mundo. No nuestro mal, sino nuestra central insignificancia,es predicada en ellas. Como en los caudalosos ponientesde la llanura, el cielo es apasionado y monumental y la tierraes pobre. Ésa es la justificadora intención de la cosmogonía- melodramáticade Valentino, que devana un infinito argumento dedos hermanos sobrenaturales que se reconocen, de una mujercaída, de una burlada intriga poderosa de los ángeles malos y deun casamiento final. En ese melodrama o folletín, la creaciónde este mundo es un mero aparte. Admirable idea: el mundoimaginado como un proceso esencialmente fútil, como un reflejolateral y perdido de viejos episodios celestes. La creación comohecho casual.1 Elena, hija dolorosa de Dios. Esa divina filiación no agota los contactosde su leyenda con la de Jesucristo. A éste le asignaron los de Basílides uncuerpo insustancial; de la trágica reina se pretendió que sólo su eidolon osimulacro fue arrebatado a Troya. Un hermoso espectro nos redimió; otrocundió en batallas y Homero. Véase, para este docetismo de Elena, el Fedrode Platón y el libro Adventures among Books de Andrew Lang, páginas 237-248.


2 i 6 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEl proyecto fue heroico; el sentimiento religioso ortodoxo yla teología repudian esa posibilidad con escándalo. La creaciónprimera, para ellos, es acto libre y necesario de Dios. El universo,según deja entender San Agustín, no comenzó„en el tiempo, sinosimultáneamente con éí -juicio que niega toda prioridad delCreador. Strauss da por ilusoria la hipótesis de un momento inicial,pues éste contaminaría de temporalidad no sólo a los instantesulteriores, sino también a la eternidad "precedente".Durante los primeros siglos de nuestra era, los gnósticos disputaroncon los cristianos. Fueron aniquilados, pero nos podemosrepresentar su victoria posible. De haber triunfado Alejandríay no Roma, las estrambóticas y turbias historias que he resumidoaquí serían coherentes, majestuosas y cotidianas. Sentenciascomo la de Novalis: La vida es una enfermedad del espíritu 1 , ola desesperada de Rimbaud: La verdadera vida está ausente; noestamos en el mundo, fulminarían en los libros canónicos. Especulacionescomo la desechada de Richter sobre el origen estelarde la vida y su ^casual diseminación en este planeta, conoceríanel asenso incondicional de los laboratorios piadosos. En todo caso,¿qué mejor don que ser insignificantes podemos esperar, quémayor gloria para un Dios que la de ser absuelto. del mundo?193J1Ese dictamen —Leben ist eine. Krankhe.il des Geistes, ein leidenschaftlirliesTun— debe su difusión a Carlyle, que lo destacó en su famoso artículo de JaForeign Reviejo, 1829. No coincidencias momentáneas, sino un redescubrimientoesencial de Jas agonías y de las luces del gnosticismo, es el de los Libros pro-'éticos de William Blake.


DISCUSIÓN 217LA POSTULACIÓN DE LA REALIDADHume notó para siempre que los argumentos de Berkeley noadmiten la menor réplica y no producen la menor convicción;yo desearía, para eliminar los de Croce, una sentencia no menoseducada y mortal. La de Hume no me sirve, porque la diáfanadoctrina de Croce tiene la facultad de persuadir, aunque ésta seala única. Su defecto es ser inmanejable; sirve para cortar unadiscusión, no para resolverla.Su fórmula —recordará mi lector— es la identidad de lo estéticoy de lo expresivo. No la rechazo, pero quiero observar que losescritores de hábito clásico más bien rehuyen lo expresivo. Elhecho no ha sido considerado hasta ahora; me explicaré.El romántico, en general con pobre fortuna, quiere incesantementeexpresar; el clásico prescinde contadas veces de una peticiónde principio. Distraigo aquí de toda connotación históricalas palabras clásico y romántico; entiendo por ellas dos arquetiposde escritor (dos procederes). El clásico no desconfía del lenguaje,cree en la suficiente virtud de cada uno de sus signos. Escribe,por ejemplo: "Después de la partida de los godos y la separacióndel ejército aliado, Atila se maravilló del vasto silencio quereinaba sobre los campos de Chálons: la sospecha de una estratagemahostil lo demoró unos días dentro del círculo de suscarros, y su retravesía del Rin confesó la postrer victoria logradaen nombre del imperio occidental. Meroveo y sus francos,observando una distancia prudente y magnificando la opiniónde su número con los muchos fuegos que encendían cada noche,siguieron la retaguardia de los hunos hasta los confines de Turingia.Los de Turingia militaban en las fuerzas de Atila: atravesaron,en el avance y en la retirada, los territorios de los francos;cometieron tal vez entonces las atrocidades que fueron vindicadasunos ochenta años después, por el hijo de Clovis. Degollaron asus rehenes: doscientas doncellas fueron torturadas con implacabley exquisito furor; sus cuerpos fueron descuartizados por caballosindómitos, o aplastados sus huesos bajo el rodar de los carros,y sus miembros insepultos fueron abandonados en los caminoscomo una presa para perros y buitres." (Gibbon, Decline andFall of the Román Empire, XXXV.) Basta el inciso Después dela partida de los godos para percibir el carácter mediato de estaescritura, generalizadora y abstracta hasta lo invisible. El autornos propone un juego de símbolos, organizados rigurosamente


218 JORGE LUIS. BORGES—OBRAS COMPLETASsin duda, pero cuya animación eventual queda a cargo nuestro.No es realmente expresivo: se limita a registrar una realidad,no a representarla. Los ricos hechos a cuya postuma alusión nosconvida, importaron cargadas experiencias, percepciones, reacciones;éstas pueden inferirse de su relato, pero no están en él.Dicho con mejor precisión: no escribe los primeros contactos dela realidad, sino su elaboración final en concepto. Es el métodoclásico, el observado siempre por Voltaire, por Swift, por Cervantes.Copio un segundo párrafo, ya casi abusivo, de este último:"Finalmente a Lotario le pareció que era menester en el espacioy lugar que daba la ausencia de Anselmo, apretar el cerco aaquella fortaleza, y así acometió a su presunción con las alabanzasde su hermosura, porque no hay cosa que más presto rinda.y allane las encastilladas torres de la vanidad de las hermosasque la misma vanidad puesta en las lenguas de la adulación.En efecto, él con toda diligencia minó la roca de su enterezacon tales pertrechos, que aunque Camila fuera toda de bronce,viniera al suelo. "Lloró, rogó, ofreció, aduló, porfió y fingió Lotariocon tantos sentimientos, con muestras de tantas veras, quedio al través con el recato de Camila, y vino a triunfar de loque menos se pensaba y más deseaba." (Quijote, I, capítulo 34.)Pasajes como los anteriores, forman la extensa mayoría de laliteratura mundial, y aun la menos indigna. Repudiarlos parano incomodar a una fórmula, sería inconducente y ruinoso. Dentrode su notoria ineficacia, son eficaces; falta resolver esa contradicción.Yo aconsejaría esta hipótesis: la imprecisión es tolerable overosímil en la literatura, porque a ella propendemos siempreen la realidad. La simplificación conceptual de estados complejoses muchas veces una operación instantánea. El hecho mismo depercibir, de atender, es de orden selectivo: toda atención, todafijación de nuestra conciencia, comporta una deliberada omisiónde lo no interesante. Vemos y oímos a través de recuerdos, detemores, de previsiones. En lo corporal, la inconciencia es unanecesidad de los actos físicos. Nuestro cuerpo sabe articular estedifícil párrafo, sabe tratar con escaleras, con nudos, con pasos anivel, con ciudades, con ríos correntosos, con perros, sabe atravesaruna calle sin que nos aniquile el tránsito, sabe engendrar,sabe respirar, sabe dormir, sabe tal vez matar: nuestro cuerpo,no nuestra inteligencia. Nuestro vivir es una serie de adaptaciones,vale decir, una educación del olvido. Es admirable que laprimer noticia de Utopía que nos dé Tilomas Moore, sea su perplejaignorancia de la "verdadera" longitud de uno de suspuentes.Releo, para mejor investigación de lo clásico, el párrafo de


DISCUSIÓN 219Gibbon, y doy con una casi imperceptible y ciertamente inocuametáfora, la del reinado del silencio. Es un proyecto de expresión—ignoro si malogrado o feliz— que no parece condecir con elestricto desempeño legal del resto de su prosa. Naturalmente,la justifica su invisibilidad, su índole ya convencional. Su empleonos permite definir otra de las marcas del clasicismo: la creenciade que una vez fraguada una imagen, ésta constituye un bienpúblico. Para el concepto clásico, la pluralidad de los hombresy de los tiempos es accesoria, la literatura es siempre una sola.Los sorprendentes defensores de Góngora la vindicaban de laimputación de innovar — mediante la prueba documental de labuena ascendencia erudita de sus metáforas. El hallazgo románticode la personalidad no era ni presentido por ellos. Ahora,todos estamos tan absortos en él, que el hecho de negarlo o dedescuidarlo es sólo una de tantas habilidades para "ser personal".En lo que se refiere a la tesis de que el lenguaje poético debeser uno, cabe señalar su evanescente resurrección de parte deArnold, que propuso reducir el vocabulario de los traductoreshoméricos al de la Authorized Versión de la Escritura, sin otroalivio que la intercalación eventual de algunas libertades deShakespeare. Su argumento era el poderío y la difusión de laspalabras bíblicas.La realidad que los escritores clásicos proponen es cuestiónde confianza, como la paternidad para cierto personaje de losLehrjahre, La que procuran agotar los románticos es de carácterimpositivo más bien: su método continuo es el énfasis, la mentiraparcial. No inquiero ilustraciones: todas las páginas de prosao de verso que son profesionalmente actuales pueden ser interrogadascon éxito.La postulación clásica de la realidad puede asumir tres modos,muy diversamente accesibles. El de trato más fácil consiste enuna notificación general de los hechos que importan. (Salvadasunas incómodas alegorías, el supracitado texto de Cervantes noes mal ejemplo de ese modo primero y espontáneo de los procedimientosclásicos]) El segundo consiste en imaginar una realidadmás compleja que la declarada al lector y referir sus derivacionesy efectos. No sé de mejor ilustración que la apertura del fragmentoheroico de Tennyson, Mort d'Arthur, que reproduzcoen desentonada prosa española, por el interés de su técnica.Vierto literalmente: Asi, durante todo el dia, retumba el ruidobélico por la¡s montañas junto al mar invernal, hasta que la tabladel rey Artús, hombre por hombre, había caído en Lyonness entorno de su señor, el rey Artús: entonces, porque su herida eraprofunda, el intrépido Sir Bediver lo alzó, Sir Bediver el últimode sus caballeros, y lo condujo a una capilla cerca del campo,


220 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASun presbiterio roto, con una cruz rota, que estaba en un oscurobrazo de terreno árido. De un lado yacía el Océano; del otrolado, Un agua grande, y la luna era llena. Tres veces ha postuladoesa narración una realidad más compleja: la primera, medianteel artificio gramatical del adverbio así; la segunda y mejor, mediantela manera incidental de trasmitir un hecho: porque suherida era profunda; la tercera, mediante la inesperada adiciónde y la luna era llena. Otra eficaz ilustración de ese método laproporciona Morris, que después de relatar el mítico rapto deuno de los remeros de Jasón por las ligeras divinidades de unrío, cierra de este modo la historia: El agua ocultó a las sonrojadasninfas y al despreocupado hombre dormido. Sin embargo,antes de perderlos el agua, una atravesó corriendo aquel pradoy recogió del pasto la lanza con moharra de bronce, el escudoclaveteado y redondo, la espada con el puño de marfil, y la cotade mallas, y luego se arrojó a la corriente. Así, quién podrá contaresas cosas, salvo que el viento las contara o el pájaro quedesde el cañaveral las vio y escuchó. Este testimonio final de seresno mentados aún, es lo que nos importa.El tercer método, el más difícil y eficiente de todos, ejerce lainvención circunstancial. Sirva de ejemplo cierto memorabilísimorasgo de La gloria de Don Ramiro: ese aparatoso caldo de torrezno,que se servía en una sopera con candado para defenderlode la voracidad de los pajes, tan insinuativo de la miseria decente,de la retahila de criados, del caserón lleno de escaleras y vueltasy de distintas luces. He declarado un ejemplo corto, lineal, perosé de dilatadas <strong>obras</strong> —las rigurosas novelas imaginativas deWells 1 , las exasperadamente verosímiles de Daniel Defoe— que1 Así El hombre invisible. Ese personaje —un estudiante solitario de químicaen el desesperado invierno de Londres— acaba por reconocer que losprivilegios del estado invisible no cubren los inconvenientes. Tiene que irdescalzo y desnudo, para que un sobretodo, apresurado y unas botas autónomasno afiebren la ciudad. Un revólver, en su trasparente mano, es deocultación imposible. Antes de asimilados, también lo son los alimentosdeglutidos por él. Desde el amanecer sus párpados nomínales no detienenla luz y debe acostumbrarse a dormir como con los ojos abiertos. Inútil asimismoechar el brazo afantasmado sobre los ojos. En la calle los accidentesde tránsito lo prefieren y siempre está con el temor de morir aplastado.Tiene que huir de Londres. Tiene que refugiarse en pelucas, en quevedosahumados, en narices de carnaval, en sospechosas barbas, en guantes, para queno vean que es itwisible. Descubierto, inicia en un villorrio ele tierra adentroun miserable Reino del Terror. Hiere, para que lo respeten, a un hombre.Entonces el comisario lo hace rastrear por perros, lo acorralan cerca de laestación y lo matan.Otro ejemplo habilísimo de fantasmagoría circunstancial es el cuento de Kipling,The Finest Story in the World, de su recopilación de 1893 Many Inventions.


DISCUSIÓN 221no frecuentan otro proceder que el desenvolvimiento o la seriede esos pormenores lacónicos de larga proyección. Asevero lomismo de las novelas cinematográficas de Josef von Sternberg,hechas también de significativos momentos. Es método admirabley difícil, pero su aplicabilidad general lo hace menos estrictamenteliterario que los dos anteriores, y en particular que elsegundo. Este suele funcionar a pura sintaxis, a pura destrezaverbal. Pruébelo estos versos de Moore:Je suis ton amant, et la MondeGorge tremble sous mon baiser,cuya virtud reside en la transición de pronombre posesivo aartículo determinado, en el empleo sorprendente de /«.Su reversosimétrico está en la siguiente línea de Kipling:Little they trust to sparroxu — dust that stop the seal in his sea!Naturalmente, his está regido por seal. Que detienen a la focaen su mar.1 93'


222 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASFILMS,Escribo mi opinión de unos films estrenados últimamente.El mejor, a considerable distancia de los otros: El asesinoKarammoff (Filmreich). Su director (Ózep) ha eludido sin visibleincomodidad los aclamados y vigentes errores de la producciónalemana —la simbología lóbrega, la tautología o vanarepetición de imágenes equivalentes, la obscenidad, las aficionestefaíológicás, el satanismo— sin tampoco incurrir en los todavía,menos esplendorosos dé la escuela soviética: la omisión absolutade caracteres, la mera antología fotográfica, las burdas seduccionesdel comité. (De los franceses no hablo: su mero y pleno afánhasta ahora es él de no parecer norteamericanos .— .riesgo queciertamente no corren.) Yo desconozco la espaciosa novela de laque fue excavado este film: culpa feliz que me ha permitidogozarlo, sin la continua tentación de superponer el espectáculoactual sobre la recordada lectura, a ver si coincidían. Así, coninmaculada prescindencia de sus profanaciones nefandas y desus meritorias fidelidades —ambas inimportantes—, el presentefilm es poderosísimo. Su realidad, aunque puramente alucinatoria,sin subordinación ni cohesión, no es menos torrencial que la deLos muelles de Nueva York, de Josef von Sternberg. Su presentaciónde una genuina, candorosa felicidad después de un asesinato,es uno de sus altos momentos. Las fotografías —la delamanecer ya preciso, la de las bolas monumentales de billaraguardando el impacto, la de la mano clerical de Smerdiakov,retirando el dinero— son excelentes, de invención y de ejecución.Paso a otro film. El que misteriosamente se nombra Luces dela ciudad de Chaplin ha conocido el aplauso incondicional detodos nuestros críticos; verdad es que su impresa aclamación esmás bien una prueba de nuestros irreprochables servicios telegráficosy postales, que un acto personal, presuntuoso. ¿Quiéniba a atreverse a ignorar que Charlie Chaplin es uno de losdioses más seguros de la mitología de nuestro tiempo, un colegade las inmóviles pesadillas de Chirico, de las fervientes ametralladorasde Scarface Al, del universo finito aunque ilimitado,de las espaldas cenitales de Greta Garbo, de los tapiados ojosde Gandhi? ¿Quién a desconocer que su novísima comedie lar-


DISCUSIÓN • • ¡ 223mayante era de antemano asombrosa? En realidad, en la quecreo realidad, este visitadísimo film del espléndido inventor yprotagonista de La quimera del oro no pasa de una lánguidaantología de pequeños percances, impuestos a una historia sentimental..Alguno de estos episodios es nuevo; otro, como el de laalegría técnica del basurero ante el providencial (y luego falaz)elefante que debe suministrarle una dosis de raison d'étre, esuna reedición facsimilar del incidente del basurero troyano ydel falso caballo de los griegos, del;pretérito film La vida privadade Elena de Troya. Objeciones más generales pueden aducirsetambién contra: City, Lights. Su carencia de realidad sólo es comparablea su carencia, también, desesperante, de irrealidad. Hay•películas reales —¿El acusador de sí mismo, Los pequeros, Y elmundo marcha, hasta La melodía de Broadway—; las hay devoluntaria irrealidad: las individualísimas de Borzage, las deHarry Langdon, las de Buster Keaton, las de Eisenstein. A estesegundo género correspondían las travesuras primitivas de Ghaplin,apoyadas sin duda por la fotografía superficial; por laespectral velocidad de la acción, y por los fraudulentos bigotes,insensatas barbas postizas, agitadas pelucas y levitones portentososde,los actores. City Lights no consigue esa realidad, y se queda enincónvincente. Salvo la ciega luminosa, que tiene ló extraordinariode la hermosura; y salvo el mismo Charlie, siempre tan disfrazadoy tan tenue, todos sus personajes son temerariamentenormales. Su destartalado argumento pertenece a la difusa técnicaconjuntiva de hace veinte años. Arcaísmo y anacronismoson también géneros literarios, lo sé; pero su manejo deliberadoes cosa distinta de su perpetración infeliz. Consigno mi esperanza—demasiadas veces satisfecha— de no tener razón.En Marruecos,: dé Sternberg, también es perceptible el cansancio,si bien en; grado menos todopoderoso y suicida. El laconismofotográfico, la organización exquisita, los procedimientosoblicuos y suficientes de La ley del hampa, han sido reemplazadosaquí por la mera acumulación de comparsas, por los brochazosde excesivo color local. Sternberg, para significar Marruecos,no ha imaginado un medio menos brutal que la trabajosa falsificaciónde una ciudad mora en suburbios de Hollywood, conlujo de albornoces y piletas y altos muecines guturales que precedenel alba y camellos con sol. En cambio, su argumento generales bueno, y a su resolución en claridad, en desierto, en punto départida otra vez; es la de nuestro primer Martin Fierro o la dela novela Sanin del ruso Arzibáshef. Marruecos se deja ver consimpatía, pero no con el goce intelectual que produce La batida,la heroica; >' ; •;--,•• •:•


224 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS* * *Los rusos descubrieron que la fotografía oblicua (y por consiguientedeforme) de un botellón, de una cerviz de toro o deuna columna, era de un valor plástico superior a la de mil y unextras de Hollywood, rápidamente disfrazados de asirios y luegobarajados hasta la total vaguedad por Cecil B. de Mille. Tambiéndescubrieron que las convenciones del Middle West —méritosde la denuncia y del espionaje, felicidad final y matrimonial, intactaintegridad de las prostitutas, concluyeme upper cut administradopor un joven abstemio— podían ser canjeadas por otrasno menos admirables. (Así, en uno de los más altos films delSoviet, un acorazado bombardea a quemarropa el abarrotadopuerto de Odesa, sin otra mortandad que la de unos leones demármol. Esa puntería inocua se debe a que es un virtuoso acorazadomaximalista.) Tales descubrimientos fueron propuestos aun mundo saturado hasta el fastidio por las emisiones de Hollywood.El mundo los honró, y estiró su agradecimiento hasta pretenderque la cinematografía soviética había obliterado parasiempre a la americana. (Eran los años en que Alejandro Blockanunciaba, con el acento peculiar de Walt Whitman, que losrusos eran escitas.) Se olvidó, o se quiso olvidar, que la rhayorvirtud del film ruso era su interrupción de un régimen cálifornianocontinuo. Se olvidó que era imposible contraponer algunasbuenas o excelentes violencias (Iván el Terrible, El acorazadoPotemkin, tal vez Octubre) a una vasta y compleja literatura,ejercitada con desempeño feliz en todos los géneros, desde laincomparable comicidad (Chaplin, Buster Keaton y Langdon)hasta las puras invenciones fantásticas: mitología del Krazy Katy de Bimbo. Cundió la alarma rusa; Hollywood reformó o enriquecióalguno de sus hábitos fotográficos y no se preocupó mayormente.King Vidor, sí. Me refiero al desigual director de <strong>obras</strong> tanmemorables come Aleluya y tan innecesarias y triviales -comoBilly the Kid: púdica historiación de las veinte muertes (sincontar mejicanos) del más mentado peleador de Arizona, hechasin otro mérito que el acopio de tomas panorámicas y la metódicaprescindencia de close-ups para significar el desierto. Su obramás reciente, Street Scene, adaptada de la comedia del mismonombre del ex-expresionista Elmer Rice, está inspirada por elmero afán negativo de no parecer "standard". Hay un iñsatisfactoriomínimum de argumento. Hay un héroe virtuoso, peromanoseado por un compadrón. Hay una pareja romántica, pero


DISCUSIÓN 225toda unión legal o sacramental les está prohibida. Hay un gloriosoy excesivo italiano, larger than Ufe, que tiene a su evidentecargo toda la comicidad de la obra, y cuya vasta irrealidad caetambién sobre sus normales colegas. Hay personajes que parecende veras y hay otros disfrazados. No es, sustancialmente, unaobra realista; es la frustración o la represión de una obra romántica.Dos grandes escenas la exaltan: la del amanecer, donde el ricoproceso de la noche está compendiado por una música; la delasesinato, que nos es presentado indirectamente, en el tumultoy en la tempestad de los rostros.1932


226 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL ARTE NARRATIVO Y LA MAGIAEl análisis de los procedimientos de la novela ha conocido escasapublicidad. La causa histórica de esta continuada reserva es laprioridad de otros géneros; la causa fundamental, la casi inextricablecomplejidad de los artificios novelescos, que es laboriosodesprender de la trama. El analista de una pieza forense o deuna elegía dispone de un vocabulario especial y de la facilidadde exhibir párrafos que se bastan; el de una dilatada novelacarece de términos convenidos y no puede ilustrar lo que afirmacon ejemplos inmediatamente fehacientes. Solicito, pues, un pocode resignación para las verificaciones que siguen. :Empezaré por considerar la faz novelesca del libro The Lifeand Death of Jason (1867) de William Morris. Mi fin es literario,no histórico: de "ahí que deliberadamente omita cualquier estudio,o apariencia de estudio, de la filiación helénica del poema. Bástemecopiar que los antiguos —entre ellos, Apolonio de Rodashabíanversificado ya las etapas de la hazaña argonáutica, ymencionar un libro intermedio, de 1474, Les faits et prouessesdu noble et vaillant chevalier Jason, inaccesible en Buenos Aires,naturalmente, pero que los comentadores ingleses podrían revisar.El arduo proyecto de Morris era la narración verosímil delas aventuras fabulosas de.Jasón, rey de Iolcos. La sorpresa lineal,recurso general de la lírica, no era posible en esa relación demás de diez mil versos. Esta necesitaba ante todo una fuerteapariencia de veracidad, capaz de producir esa espontánea suspensiónde la duda, que constituye, para Coleridge, la fe poética.Morris consigue despertar esa fe; quiero investigar cómo.Solicito un ejemplo del primer libro. Aeson, antiguo rey deIolcos, entrega su hijo a la tutela selvática del centauro Quirón.El problema reside en la difícil verosimilitud del centauro. Morrislo resuelve insensiblemente. Empieza por mencionar esa estirpe,entreverándola con nombres de fieras que también son extrañas.Where bears and wolves the centaurs' arrows find.explica sin asombro. Esa mención primera, incidental, es continuadaa los treinta versos por otra, que se adelanta a la descripción.El viejo rey ordena a un esclavo que se dirija ton elniño a la selva que está al pie de los montes y que sople en uncuerno de marfil para que aparezca él centauro, que será (le


DISCUSIÓN 227advierte) de grave fisonomía y robusto, "y que se arrodille anteél. Siguen las órdenes, hasta parar en la tercera mención, negativaengañosamente. El rey le recomienda que no le inspire ningúntemor el centauro. Después, como pesaroso del hijo que vaa perder, trata de imaginar su futura vida en la selva, entre losquick-eyed centaurs —rasgo que los anima, justificado por sucondición famosa de arqueros. 1 El esclavo cabalga con el hijoy se apea al amanecer, ante un bosque. Se interna a pie entrelas encinas, con el hijito cargado. Sopla en el cuerno entonces,y espera. Un mirlo está cantando en esa mañana, pero el hombreya empieza a distinguir un ruido de cascos, y siente un pocode temor en el corazón, y se distrae del niño, que siempre forcejeapor alcanzar el cuerno brillante. Aparece Quirón; nosdicen que antes fue de pelo manchado, pero en la actualidadcasi blanco, no muy distinto del color de su melena, humana,y'con una corona de hojas de encina en la transición de brutoa; persona. El esclavo cae de rodillas. Anotemos, de paso, queSíorris puede no comunicar al lector su imagen del centauro nisiquiera invitarnos a tener una, le basta con nuestra continua feen sus palabras, como en el mundo real.Idéntica persuasión pero más gradual, la del episodio de lassirenas, en el libro catorce. Las imágenes preparatorias son dedulzura. La cortesía del mar, la brisa de olor anaranjado, lapeligrosa música reconocida primero por la hechicera ...M.edea,su previa operación de felicidad en los rostros de los marinerosque apenas tenían conciencia de oírla,' el hecho verosímil de queal principio no se distinguían bien las palabras, dicho en modoindirecto:And by their faces could the queen beholdHow sweet it was, although nú tale it tola,To those wqrn toilers o'er: the bitter sea,anteceden la aparición de esas divinidades. Éstas, aunque avistadasfinalmente por los remeros, siempre están a alguna distancia,implícita en la frase circunstancial:for they were near enowTú seé the gusty wind of evening bíowLong locks of hair across those bodies whiteWit'h golden spray hiding some dear delight.1Cf. el verso:Cesare ármalo, con ti occhi grifagni(Inferno IV, 123)


228 JORGE LUIS uORGES—OBRÁS COMPLETASEl último pormenor: el rocío de oro —¿de sus violentos rizos, delmar, de ambos o de cualquiera?— ocultando alguna querida delicia,tiene otro fin, también: el de significar su atracción. Ese doblepropósito se repite en una circunstancia siguiente: la neblina delágrimas ansiosas, que ofusca la visión de los hombres. (Ambosartificios son del mismo orden que el de la corona de ramasen la figuración del centauro.) Jasón,_ desesperado hasta la irápor las sirenas 1 , las apoda brujas del mar y hace que cante Orfeo,1 A lo largo del tiempo, las sirenas cambian de forma. Su primer historiador,el rapsoda del duodécimo libro de la Odisea, no nos dice cómo eran; paraOvidio, son pájaros de plumaje rojizo y cara de virgen; para Apolonio deRodas, de medio cuerpo para arriba son mujeres, y en lo restante, pájaros;para el maestro Tirso de Molina (y para la heráldica) "la mitad mujeres,peces la mitad".. No menos discutible es su índole; ninfas las llama; el diccionarioclásico de Lempriére entiende que son ninfas, el de Quicherat queson monstruos y el de Grimal que son demonios. Moran en una isla del poniente,cerca de la isla de Circe, pero el cadáver de una de ellas, Parténope,fue encontrado en Campania, y dio su nombre a la famosa ciudad que ahoralleva el de Ñapóles, y el geógrafo Estrabón vio su tumba y presenció losjuegos gimnásticos y la carrera con antorchas que periódicamente se celebrabanpara honrar su memoria.La Odisea refiere que las sirenas atraían y perdían a los navegantes y que-Ulises, para oír su canto y no perecer, tapó con cera los oídos de sus remerosy ordenó que lo sujetaran al mástil. Para tentarlo, las sirenas prometíanel conocimiento de todas las cosas del. mundo: "Nadie ha pasado por aquíen su negro bajel, sin haber escuchado de nuestra boca la voz dulce comoel panal, y haberse regocijado con ella, y haber proseguido más sabio. Porquesabemos todas las cosas: cuántos afanes padecieron argivos y troyanos en laancha Tróada por determinación de los dioses, y sabemos cuánto sucederáen la Tierra fecunda (Odisea, XII). Una tradición recogida por el mitólogoApolodoro, en su Biblioteca, narra que Orfeo desde la nave de los argonautas,cantó con más dulzura que las sirenas y que éstas se precipitaron almar y quedaron convertidas en rocas, porque su ley era morir cuando alguienno sintiera su hechizo. También la Esfinge se precipitó de lo altocuando adivinaron su enigma.En el siglo vi, una sirena fue capturada y bautizada en el norte de Gales,y llegó a figurar como una santa en ciertos almanaques antiguos, bajo elnombre de Murgan. Otra, en 1403, pasó por una brecha en un dique, yhabitó en Haarlem hasta el día de su muerte. Nadie la comprendía, pero leenseñaron a hilar y veneraba como por instinto la cruz.' Un cronista delsiglo xvi razonó que no era un pescado porque sabía hilar, y que no erauna mujer porque podía vivir en el agua.E! idioma inglés distingue la sirena clásica (Siren) de las que tienen colade pez (mermaids). En la formación de estas últimas habían influido poranalogía los tritones, divinidades del cortejo de Poseidón.En el décimo libro de la República, ocho sirenas presiden la rotación delos ocho cielos concéntricos.Sirena: supuesto animal marino, leemos en un diccionario brutal.


DISCUSIÓN 229el dulcísimo. Viene la tensión, y Morris tiene el maravilloso escrúpulode advertirnos que las canciones atribuidas por él a laboca imbesada de las sirenas y a la de Orfeo no encierran másque un transfigurado recuerdo de lo cantado entonces. La mismaprecisión insistente de sus colores —los bordes amarillos de laplaya, la dorada espuma, la rosa gris— nos puede enternecer, porqueparecen frágilmente salvados de ese antiguo crepúsculo.Cantan las sirenas para aducir una felicidad que es vaga comoel agua —Such bodies garlanded with gotd, so faint, so fair—;canta Grfeo oponiendo las venturas firmes de la tierra. Prometenlas sirenas un indolente cielo submarino, roofed over by thecharigefui sea (techado por el variable mar) según repetiría —¿dosmil quinientos años después, o sólo cincuenta?— Paul Valéry.Cantan y alguna discernible contaminación de su peligrosa dulzuraentra eri el canto correctivo de Orfeo, Pasan los argonautasal fin, pero un alto ateniense, terminada ya la tensión y largoel surco atrás de la nave, atraviesa corriendo las filas de losremeros y se tira desde la popa al mar.Paso a una segunda ficción, el Narraiive of A. Cordón Pym(1838) de Poe. El secreto argumento de esa novela es el temory la vilificación de lo blanco. Poe finge unas tribus que habitanen la vecindad del Círculo Antartico, junto a la patria inagotablede ese color, y que de generaciones atrás han padecido la terriblevisitación de los hombres y de las tempestades de la blancura.El blanco es anatema para esas tribus y puedo confesar que loes también, cerca del último renglón del último capítulo, paralos condignos lectores. Los argumentos de ese libro son dosj unoinmediato, de vicisitudes marítimas; otro infalible, sigiloso y creciente,que sólo se revela al final. Nombrar un objeto, dicenque dijo Mallarmé, es suprimir las tres cuartas partes del gocedel poema, que reside en la felicidad de ir adivinando; el sueñoes. sugerirlo. Niego que el escrupuloso poeta haya redactado .esanumérica frivolidad de las tres cuartas partes, pero la idea generalle conviene y la ejecutó ilustremente en su presentación linealde un ocaso:Victorieusement fuit le suicide beauTison de gloire, sang par écume, or, templete!La sugirió, sin duda, el Narraiive of A. Gordon Pym. El mismoimpersonal color blanco ¿no es mallarmeano? (Creo que Poe prefirióese color, por intuiciones o razones idénticas a las declaradasluego por Melville, en el capítulo The Whiteness of the Whalede su también espléndida alucinación Moby Dick.) Imposibleexhibir ó analizar aquí la nivela entera, básteme traducir un


230 JORGE LUIS BORGES-—OBRAS COMPLETASrasgo ejemplar, subordinado —como todos— al secreto argumento.Se trata de la oscura tribu que mencioné y de los riachuelos de suisla. Determinar que su agua era colorada o azul, hubiera sidorecusar demasiado toda, posibilidad de blancura. Poe resuelveese problema así, enriqueciéndonos: Primero nos negamos a probarla,suponiéndola corrompida. Ignoro cómo dar una idea justade su naturaleza, y no lo conseguiré sin muchas palabras. A pesarde correr con rapidez por cualquier desnivel, nunca parecía límpida,salvo al despeñarse en un salto. En casos a\e poco declive,era tan consistente como una infusión espesa de goma arábiga,hecha en agua común. Éste, sin embargo, era el menos singularde sus caracteres. No era incolora ni era de un color invariable,ya que su fluencia proponía a los ojos todos los matices del púrpura,como los tonos de una seda cambiante. Dejamos que seasentara en una vasija y comprobamos que la entera masa delliquido estaba separada en vetas distintas, cada una de tono individual,y que esas vetas no se mezclaban. Si se pasaba la hojade un cuchillo a lo ancho de las vetas, el agua se cerraba inmediatamente,y al retirar la hoja desaparecería el rastro. En cambio,cuando la hoja era insertada con precisión entre dos de las vetas,ocurría una perfecta separación, que no se rectificaba en seguida.Rectamente se induce de lo anterior que el problema centralde la novelística es la causalidad. Una de las variedades del gé-1 néro, la morosa novela de caracteres, finge o dispone una concatenaciónde motivos que se proponen no diferir de los del mundoreal. Su caso, sin embargo, no es el común. En la novela decontinuas vicisitudes, esa motivación es improcedente, y lo mismoen el relato de breves páginas y en la infinita novela espectacularque compone Hollywood con los plateados ídola de Joan 'Crawfordy que las ciudades releen. Un orden muy diverso los rige,lúcido y atávico. La primitiva claridad de la magia.Ese procedimiento o ambición de los antiguos hombres hasido sujetado por Frazer a una conveniente ley general, la de lasimpatía, que postula un vínculo inevitable entre cosas distantes,ya porque su figura es igual —magia imitativa, homeopática—ya por el hecho de una cercanía anterior —magia contagiosa,ilustración de la segunda era el ungüento curativo de KepelrnDigby, que se aplicaba no a la vendada herida, sino al acerodelincuente que la infirió— mientras aquélla, sin el rigor debárbaras curaciones, iba cicatrizando. De la primera los ejemplosson infinitos. Los pieles rojas de Nebraska revestían cueroscrujientes de bisonte con la cornamenta y la crin y machacabandía y noche sobre el desierto un baile tormentoso, para que losbisontes llegaran. Los hechiceros de la Australia Central se infierenuna herida en el antebrazo que hace correr la sangre,


DISCUSIÓN 231paira que el cíelo imitativo o coherente se desangre "en lluviatambién. Los malayos de la Península suelen atormentar o denigraruna imagen de cera, para que perezca su original. Lasmujeres estériles de Sumatra cuidan un niño de madera y loadornan, para que sea fecundo su vientre. Por iguales razonesde analogía, la raíz amarilla de la cúrcuma sirvió para combatirla ictericia, y la infusión de ortigas debió contrarrestar la urticaria.El catálogo entero de esos atroces o irrisorios ejemplos esde enumeración imposible; creo, sin embargo, haber alegadobastantes para demostrar que la magia es la coronación o pesa;dillá de lo causal, no su contradicción. El milagro no es menosforastero en ese universo que en el de los astrónomos. Todas lasleyes naturales lo rigen, y otras imaginarias. Para el supersticioso,hay una necesaria conexión no sólo entre un balazo y un muerto, sinoeiitre un muerto y una maltratada efigie dé cera o la roturaprbfética de un espejo o la sal que se vuelca o trece comensalesterribles.Ésa peligrosa armonía, esa frenética y precisa causalidad, mandaen lj novela también. Los historiadores sarracenos de quienestrasladó el doctor José Antonio Conde su Historia de la dominaciónde los árabes en España, no escriben de sus reyes y jalifasque fallecieron, sino Fue conducido a las recompensas y premioso Pasó a la misericordia del Poderoso o Esperó .el destino tantosaños, tantas lunas y tantos días. Ese recelo de que un hecho temiblepueda ser atraído por su mención, es impertinente o inútilen el asiático desorden del mundo real, no así en una novela,qué debe ser un juego preciso de vigilancias, ecos y afinidades.Todo episodio, en un cuidadoso relato, es de proyección ulterior.Así, éh una de las fantasmagorías de Chesterton, un desconocidoacoriiete a un desconocido para que no lo embista un camión,y esa violencia necesaria, pero alarmante, prefigura su acto finalde declararlo insano para que no lo puedan ejecutar por uncrimen. En otra, una peligrosa y vasta conspiración integradapor üh solo hombre (con socorro de barbas, de caretas y de seudónimos)es anunciada con tenebrosa exactitud en el dístico:As all stars shrivel in the single sun,The words are many, but The Word is oneque viene a descifrarse después, con permutación de mayúsculas:The words are many, but the word is One.Eh íiha tercera la maquette inicial —la mención escueta de unindib que arroja su cuchillo a otro y lo mata—- es el estricto


232 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASreverso del argumento: un hombre apuñalado por sú amigo conuna flecha, en lo alto de una torre. Cuchillo volador, flecha quese deja empuñar. Larga repercusión tienen las palabras. Ya señaléuna vez que la sola mención preliminar de los bastidores escénicoscontamina de incómoda irrealidad las figuraciones delamanecer, de la pampa, del anochecer, que ha intercalado Estanislaodel Campo en el Fausto. Esa teleología de palabras y deepisodios es omnipresente también en los buenos films. Al principiarA cartas vistas (The Showdown), unos aventureros se juegana los naipes una prostituta, o su turno; al terminar, uno de ellosha jugado la posesión de la mujer que quiere. El diálogo inicialde La ley del hampa versa sobre la delación, la primera, escena esun tiroteo en una avenida; esos rasgos resultan premonitorios delasunto central. En Fatalidad (Dishonored) hay temas recurrentes:la espada, el beso, el gato, la traición, las uvas, el piano. Perola ilustración más cabal de un orbe autónomo de corroboraciones,de presagios, de monumentos, es el predestinado Ulises de Joyce.Basta el examen del libro expositivo de Gilbert o, en su defecto,de la vertiginosa novela;Procuro resumir lo anterior. He distinguido dos procesos causales:el natural, que es el resultado incesante de incontrolablese infinitas operaciones; el mágico, donde profetizan los pormenores,lúcido y limitado. En la novela, pienso que la única posiblehonradez está con el segundo. Quede el primero para lasimulación: psicológica.1 9 )2


DISCUSIÓN 233PAUL GROUSSACHe verificado en mi biblioteca diez tomos de Groussac. Soy unlector hedónico: jamás consentí que mi sentimiento del deberinterviniera en afición tan personal como la adquisición de libros,ni probé fortuna dos veces con autor intratable, eludiendo unlibro anterior con un libro nuevo, ni compré libros —Crasamente—en montón. Esa perseverada decena evidencia, pues, la continualegibilidad de Groussac, la condición que se llama readablenessen inglés. En español es virtud rarísima: todo escrupuloso estilocontagia a los lectores una sensible porción de la molestia conque fue trabajado. Fuera de Groussac, sólo he comprobado enAlfonso Reyes una ocultación o invisibilidad igual del esfuerzo.El solo elogio no es iluminativo; precisamos una definiciónde Groussac. La tolerada o recomendada por él —la de considerarloun mero viajante de la discreción de París, un misionero deVoltaire entre el mulataje— es deprimente de la nación que loafirma y del varón que se pretende realzar, subordinándolo a tanescolares empleos. Ni Groussac era un hombre clásico —esencialmentelo era mucho más José Hernández— ni esa pedagogía eranecesaria. Por ejemplo: la novela argentina no es ilegible porfaltarle mesura, sino por falta de imaginación, de fervor. Digolo mismo de nuestro vivir general. • •Es evidente que hubo en Paul Groussac otra cosa que las reprensionesdel profesor, que la santa cólera de- la inteligenciaante la ineptitud aclamada. Hubo un placer desinteresado en eldesdén. Su estilo se acostumbró a despreciar, creo que sin mayorincomodidad para quien lo ejercía. El facit indignaiio versumno nos dice la razón de su prosa: mortal y punitiva más de unavez, como en cierta causa célebre de La Biblioteca, pero en generalreservada, cómoda en la ironía, retráctil. Supo deprimirbien, hasta con cariño; fue impreciso o inconvincente para elogiar.Basta recorrer las pérfidas conferencias hermosas que tratande Cervantes y después la apoteosis vaga de Shakespeare, bastacotejar esta buena ira —Sentiríamos que la circunstancia de'habersepuesto en venta el alegato del doctor Pinero fuera un obstáculoserio para su difusión, y que este sazonado fruto de un año ymedio de vagar diplomático se limitara a causar "impresión''en la casa de Coni. Tal no sucederá, Dios mediante, y al menosen cuanto dependa de nosotros, no se cumplirá tan melancólicodestino—, con estas ignominias o incontinencias: Después del do-


234 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASrado triunfo de las rnieses que a mi llegada presenciara, lo queahora contemplo, en los horizontes esfumados por la niebla azul,es la fiesta alegre de la¡ vendimia, que envuelve en un inmensofestón de sana poesía la rica prosa de los lagares y fábricas. Ylejos, muy lejos de los estériles bulevares y sus teatros enfermizos,he sentido de nuevo bajo mis plantas el estremecimiento de laCibeles antigua, eternamente fecunda y joven^ para quien el reposadoinvierno no es sino la gestación de otra primavera próxima.. . Ignoro si se podrá inducir que el buen gusto era requisadopor él con fines exclusivos de terrorismo, pero el malo parauso personal.No hay muerte de escritor sin el inmediato planteo de unproblema ficticio, que reside en indagar —o profetizar— qué partequedará de su obra. Ese problema es generoso, ya que postulala existencia posible de hechos intelectuales eternos, fuera de lapersona o circunstancias, que los produjeron; pero también esruin, porque parece husmear corrupciones. Yo afirmo que elproblema de la'inmortalidad es más bien dramático. Persiste elhombre total o desaparece. Las equivocaciones no dañan: si soncaracterísticas, son preciosas. Groussac, persona inconfundible,Renán quejoso de su gloria a trasmano, no puede no quedar.Su mera inmortalidad sudamericana corresponderá a la inglesade Samuel Johnson: los dos autoritarios, doctos, mordaces.La sensación incómoda de que en las primeras naciones deEuropa o en Norte América hubiera sido un escritor casi imperceptible,hará que muchos argentinos le nieguen primacía ennuestra desmantelada república. Ella, sin embargo, le pertenece.IQ21I


DISCUSIÓN 235LA DURACIÓN DEL INFIERNOEspeculación que ha ido fatigándose con los años, la del Infierno.Lo descuidan los mismos predicadores, desamparados tal Vez dela pobre, pero servicial, alusión humana, que las hogueras eclesiásticasdel Santo Oficio eran en este mundo: tormento temporalsin duda, pero no indigno dentro de las limitaciones terrenas,de ser una metáfora del inmortal, del perfecto dolor sin destrucción,que conocerán para siempre los herederos de la ira divina.Sea o no satisfactoria esta hipótesis, no es discutible una lasitudgeneral en la propaganda de ese establecimiento, (Nadie se sobresalteaquí: la voz propaganda no es de genealogía comerciad sinocatólica; es una reunión de los cardenales.) En el siglo n, el cartaginésTertuliano, podía imaginarse el Infierno y prever suoperación con este discurso: Os agradan las representaciones;esperad la mayor, el Juicio Final. Qué admiración en mí, quécarcajadas, qué celebraciones, qué júbilo, cuando vea tantos reyessoberbios y dioses engañosos doliéndose en la prisión más ínfimade la tiniebla; tantos magistrados que persiguieron el nombré delSeñor, derritiéndose en hogueras rriás feroces que las que azuzaronjamás contra los cristianos; tantos graves filósofos ruborizándoseen las rojas hogueras con sus auditores ilusos; tantos aclamadospoetas temblando no ante el tribunal de Midas, sino de Cristo;tantos actores trágicos, más elocuentes ahora en la manifestaciónde un tormento tan genuino. . . (De spectaculis, 30; cita y versiónde Gibbon.) El mismo Dante, en su gran tarea de preveren modo anecdótico algunas decisiones de la divina Justicia re>lacionadas con el Norte de Italia, ignora un entusiasmo iguaLDespués, los infiernos literarios de Ouevedo '•— mera oportunidadchistosa de anacronismos— y de Torres Villarroel —mera oportunidadde metáforas— sólo evidenciarán la creciente usura deldogma. La decadencia del Infierno está en ellos casi como enBaudelaire, ya tan incrédulo de los imperecederos tormentos quesimula adorarlos. (Una etimología significativa deriva el inocuoverbo francés géner de la poderosa palabra de la Escritura gehenna.)Paso a considerar el Infierno. El distraído artículo pertinentedel Diccionario enciclopédico hispano-americano es de lectura útil,no por sus menesterosas noticias o por su despavorida teologíade sacristán, sino por la perplejidad que se le entrevé. Empiezapor observar que la noción de infierno no es privativa de laIglesia católica, precaución cuyo sentido intrínseco es; No vayan


236 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASa decir los masones que esas brutalidades las introdujo la Iglesia,pero sé acuerda acto continuo de que el Infierno es dogma, yañade con algún apuro: Gloria inmarcesible es del cristianismoatraer hacia si cuantas verdades se hallaban esparcidas entre lasfalsas religiones. Sea el Infierno un dato de la religión naturalo solamente de la religión revelada, lo cierto es que ningún otroasunto de la teología es para mí de igual fascinación y poder. Nome refiero a la mitología simplicisiraa.de conventillo —estiércol,asadores, fuego y tenazas-- que ha ido vegetando a su pie y quetodos los escritores han repetido, con deshonra de su imaginacióny de su decencia. 1 Hablo de la estricta noción —lugar de castigoeterno para, los malos— que constituye el dogma sin otraobligación que la de ubicarlo in loco reali, en un lugar preciso, ya teatorum sede distincto, diverso del que habitan los elegidos.Imaginar lo. contrario, sería siniestro. En el capítulo quincuagésimode su Historia, Gibbon quiere restarle maravilla al Infiernoy escribe que los dos vulgarísimos ingredientes de fuego y deoscuridad bastan para crear una sensación de dolor, que puedeser agravada infinitamente por la idea de una perduración sinfin. Ese reparo descontentadizo prueba tal vez que la preparaciónde infiernos es fácil, pero no mitiga el espanto admirable de suinvención. El atributo de eternidad es el horroroso. El de continuidad—el hecho de que la divina persecución carece de intervalos,de que en el Infierno no hay sueño— lo es más aún, peroes de imaginación imposible. La eternidad de la, pena es lodisputado. ,.\ ,,Dos argumentos importantes y hermosos hay para invalidaresa eternidad. El más antiguo es el de la inmortalidad condicionalo aniquilación. La inmortalidad, arguye ese comprensivo razonamiento,no es atributo de la naturaleza humana caída, es donde Dios en Cristo. No puede ser movilizada, por consiguiente,contra el mismo individuo a quien se le otorga. No es una maldición,es un don. Quien la merece la merece con cielo; quiense prueba, indigno de recibirla, muere para:..morir, como escribeBunyan, muere sin resto. El infierno, según esa piadosa teoría,es el nombre humano blasfematorio ; del olvido de Dios. Uno desus propagadores fue Whately, el autor de ese opúsculo de famosarecordación: Dudas históricas sobre Napoleón Bonaparte. ..' Sin embargo, el amateur de infiernos hará bien en no descuidar* estasinfracciones honrosas: el infierno sabiano, cuyos cuatro vestíbulos superpuestosadmiten hilos, de agua sucia en el piso, pero cuyo recinto principal esdilatado, polvoriento, sin nadie;'el-infierno de Swedenbórg, cuya lobreguez noperciben los condenados que han rechazado el". cielo; el infierno de BernardShaw (Man and Supermán, páginas 86-137) ,'que distrae variamente su eternidadcon los artificios del lujo, del arte,'de-la erótica y''del renombre.


DISCUSIÓN 237Especulación más curiosa es la presentada por el teólogo evangélicoRothe, en 1869. Su argumento —ennoblecido también porla secreta misericordia de negar el castigo infinito de los Condenados—observa que eternizar el castigo es eternizar el Mal. Dios,afirma, no puede querer esa eternidad para Su universo. Insisteen el escándalo de suponer que el hombre pecador y el diabloburlen para siempre las benévolas intenciones de Dios. (La teologíasabe que la creación del mundo es obra de amor. El términopredestinación, para ella, se refiere a la predestinacióna la gloria; la reprobación es meramente el reverso, es una noelección traducible en pena infernal, pero que no constituyeun acto especial de la bondad divina.) Aboga, en fin, por unavida decreciente, menguante, para los reprobos. Los antevé merodeandopor las orillas de la Creación, por los huecos del infinito'espacio,manteniéndose con s<strong>obras</strong> de vida. Concluye asi: Comolos demonios están alejados incondicionalmente dé Dios y leson incondicionalmente enemigos, su actividad es contra el reinóde Dios, y los organiza en reino diabólico, que debe naturalmenteelegir un jefe. La cabeza de ese gobierno demoníaco —elDiablo— debe ser imaginada como cambiante. Los individuosque asumen el trono de ese reino sucumben a la fantasmidadde su ser, pero se renuevan entre la descendencia diabólica. (Dogmatik,I, 248.)Arribo a la parte más inverosímil de mi tarea: las razones elaboradaspor la humanidad a favor de la eternidad del infierno.Las resumiré en orden creciente de significación. La primera esde índole disciplinaria: postula que la ternibilidad del castigoradica precisamente en su eternidad y que ponerla en duda esinvalidar la'eficacia del dogma y hacerle el juego al Diablo. Esargumento de orden policial, y no creo merezca refutación. Elsegundo se escribe así: La pena debe ser infinita porque la culpa,lo es, por atentar contra la majestad del Señor, que es Ser infinito.Se ha observado que esta demostración prueba tanto que se puedecolegir que no prueba nada: prueba que no hay culpa venial,que son imperdonables todas las culpas. Yo agregaría que es uncaso perfecto de frivolidad escolástica y que su engaño es lapluralidad de sentidos de la voz infinito, que aplicada al Señorquiere decir incondicionado, y a pena quiere decir incesante, y aculpa nada que yo sepa entender. Además, argüir que es infinitauna falta por ser atentatoria de Dios que es Ser infinito, es comoargüir que es santa porque Dios lo es, o como pensar que lasinjurias inferidas a un tigre han de ser rayadas.Ahora se levanta sobre mí el tercero de los argumentos, el único.Se escribe así, tal vez: Hay eternidad de cielo y de infiernoporque la dignidad del libre albedrío así lo precisa; o tenemos


238 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASla facultad de obrar para siempre o es una detusión este yo. Lavirtud de ese razonamiento no es lógica, es mucho más: es enteramentedramática. Nos impone un juego terrible, nos concedeel atroz derecho de perdernos, de insistir en el. mal, de rechazarlas operaciones de la gracia, de ser alimento del fuego que nose acaba, de hacer fracasar a Dios en nuestro destino, del cuerposin claridad en lo eterno y del detestabile cum cacodaempnibusconsortiunii Tu destino es cosa de veras, nos dice, condenacióneterna y salvación eterna están en tu minuto; esa responsabilidades tu honor. Es sentimiento parecido al de.Bunyan: Dios no jugóal convencerme, el demonio no jugó al,tentarme, ni. jugué yo alhundirme como en un abismo sin fondo, cuando las afliccionesdel infierno se apoderaron de mí; tampoco debo jugar ahora alcontarlas. (Grace abounding to the chief of sinners; the preface.)Yo creo que en el impensable destino nuestro, en que rigeninfamias como el dolor carnal, toda estrafalaria cosa es posible,hasta la perpetuidad de; un Infierno, pero también que es unairreligiosidad creer en él. .•.*Posdata. En esta página de mera noticia puedo comunicar tambiénla de un sueño. Soñé que salía de otro —populoso decataclismos y de tumultos— y que me despertaba en una piezairreconocible. Clareaba: una detenida luz general definía el piede la cama de fierro, la silla estricta, la puerta y la ventanacerradas, la mesa en blanco, Pen&é con miedo ¿dónde estoy? ycomprendí que no lo sabía. Pensé ¿quién soy? y no me pudereconocer. El miedo creció en mí. Pensé: Esta vigilia desconsoladaya es el Infierno, esta vigilia sin destino será mi eternidad.Entonces desperté de veras: temblando.


DISCUSIÓN 239LAS VERSIONES HOMÉRICASNingún problema tan consustancial con las letras y-con su modestomisterio como el que propone una traducción. Un olvidoanimado por la vanidad, el temor de confesar proeesosi mentalesque adivinamos peligrosamente comunes, el conato, de mantenerintacta y central una reserva incalculable de sombra, velan lastales escrituras directas. La traducción, en cambio, parece destinadaa ilustrar la discusión estética. El modelo propuesto a suimitación es un texto visible, no. un laberinto inestimable deproyectos pretéritos o la acatada tentación momentánea de unafacilidad. Bertrand Russell define un objeto externo como unsistema circular, irradiante, de impresiones posibles; lo mismopuede aseverarse de un texto, dadas las repercusiones incalculablesde lo verbal. Un parcial y precioso documento de las vicisitudesque sufre queda en sus traducciones. ¿Qué son las muchas de laIlíada de Chapman a Magnien.sino diversas perspectivas de unhecho móvil, sino un largo sorteo experimental cte omisiones y deénfasis? (No hay esencial necesidad de cambiar de idioma, esedeliberado juego de la atención no es imposible dentro de unamisma literatura.) Presuponer que toda recombinación de elementoses obligatoriamente inferior a su original, es presuponerque el borrador 9 es obligatoriamente inferior al borrador H — yaque no puede haber sino borradores. El concepto de texto definitivono corresponde sino a la religión o ál cansancio.La superstición de la inferioridad de las traducciones —amonedadaen el consabido adagio italiano— procede de una distraídaexperiencia. No hay un buen texto que no parezca invariable ydefinitivo si lo practicarnos un número suficiente de veces. Humeidentificó la idea habitual de causalidad con la sucesión. Así unbuen film, visto una segunda vez, padece aun mejor; propendemosa tomar por necesidades las que no son más que repeticiones.Con los libros famosos, la primera vez ya es segunda, puestoque los abordamos sabiéndolos. La precavida frase común dereleer a los clásicos resulta de inocente veracidad. Ya no sé si elinforme: En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quieroacordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de losde lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor,es bueno para una divinidad imparcial; sé únicamente quetoda modificación es sacrilega y que no puedo concebir otra iniciacióndel Quijote. Cervantes, creo, prescindió de esa leve supers-


240 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAStición, y tal vez no hubiera identificado ese párrafo. Yo, en cambio,no podré sino repudiar cualquier divergencia. El Quijote,debido a mi ejercicio congénito del español, es un monumentouniforme, sin otras variaciones que las deparad-as por el editor,el encuadernador y el cajista; la Odisea, gracias a mi oportunodesconocimiento del griego, es una librería internacional de <strong>obras</strong>en prosa y verso, desde los pareados de Chapman hasta la AuthorizedVersión de Andrew Lang o el drama clásico francés deBérard o la saga vigorosa de Morris o la irónica novela burguesade Samuel Butler. Abundo en la mención de nombres ingleses,porque las letras de Inglaterra siempre intimaron con esa epopeyadel mar, y la serie de sus versiones de la Odisea bastaría parailustrar su curso de siglos. Esa riqueza heterogénea y hasta contradictoriano es principalmente imputable a la evolución delinglés o a la mera longitud del original o a los desvíos o diversacapacidad de los traductores, sino a esta circunstancia, que debeser privativa de Homero: la dificultad categórica de saber lo quepertenece al poeta y lo que pertenece al lenguaje. A esa dificultadfeliz debemos la posibilidad de tantas versiones, todas sinceras,genülnas y divergentes.No conozco ejemplo mejor que el de los adjetivos homéricos.El divino Patroclo, la tierra sustentadora, el vinoso mar, loscaballos solípedos, las mojadas olas, la negra nave, la negra sángrenlasqueridas rodillas, son expresiones que recurren, conmovedoramentea destiempo. En un lugar, se habla de los ricos varonesque beben el agua negra del Esepo; en otro, de un rey trágico,que desdichado en Tebas la deliciosa, gobernó a los cadmeos,por determinación fatal de los dioses. Alexander Pope (cuyatraducción fastuosa de Homero interrogaremos después) creyóque esos epítetos inamovibles eran de carácter litúrgico. Remyde Gourmont, en su largo ensayo sobre el estilo, escribe que debieronser encantadores alguna vez, aunque ya no lo sean. Yohe preferido sospechar que esos fieies epítetos eran lo que todavíason las preposiciones: obligatorios y modestos sonidos que eluso añade a ciertas palabras y sobre los que no se puede ejerceroriginalidad. Sabemos que lo correcto es construir andar a pie,no por pie. El rapsoda sabía que lo. correcto era adjetivar divinoPatroclo. En caso alguno, habría un propósito estético. Doy sinentusiasmo estas conjeturas; lo único cierto es la imposibilidadde apartar lo que pertenece al escritor de lo que pertenece allenguaje. Cuando leemos en Agustín Moreto (si nos resolvemosa leer a Agustín Moreto):Pues en casa tan compuestas¿Qué hacen todo el santo día?


DISCUSIÓN 241sabemos que la santidad de ese día es ocurrencia del idioma españoly no del escritor. De Homero, en cambio, ignoramos infinitamentelos. énfasis.Para un poeta lírico o elegiaco, esa nuestra inseguridad de susintenciones hubiera sido aniquiladora, no así para un expositorpuntual de vastos argumentos. Los hechos de la Ilíada y la Odiseasobreviven con plenitud, pero han desaparecido Aquiles y Ulises,lo que Homero se representaba al nombrarlos, y lo que en realidadpensó de ellos. El estado presente de sus <strong>obras</strong> es parecidoal de una complicada ecuación que registra relaciones precisasentre cantidades incógnitas. Nada de mayor posible riqueza paralos que traducen. El libro más famoso de Browning consta dediez informaciones detalladas de un solo crimen, según los implicadosen él. Todo el contraste deriva de los caracteres, no delos hechos, y es casi tan intenso y tari abismal como el de diezversiones justas de Homero.La hermosa discusión Newman-Arnold (1861-62), más importanteque sus dos interlocutores, razonó extensamente las dosmaneras básicas de traducir. Newman vindicó en ella el modoliteral, la retención de todas las singularidades verbales; Arnold,la severa eliminación de los detalles que distraen o detienen, lasubordinación del siempre irregular Homero de cada línea alHomero esencial o convencional, hecho de llaneza sintáctica, dellaneza de ideas, de rapidez que fluye, de altura. Esta conductapuede suministrar los agrados de la uniformidad y la gravedad;aquélla, de los continuos y pequeños asombros.Paso a considerar algunos destinos de un solo texto homérico.Interrogo los hechos comunicados por Ulises al espectro de Aquiles,en la ciudad de los cimerios, en la noche, incesante (Odisea,XI). Se trata de Neoptolemo, el hijo de Aquiles. La versión literalde Buckley es así: Pero cuando hubimos saqueado la alta ciudadde Príamo, teniendo sü porción y premio excelente, incólume seembarcó en una nave, ni maltrecho por el bronce filoso ni heridoal combatir cuerpo a cuerpo, como es tan común en la guerra;porque Marte confusamente delira. La de los también literales'pero arcaizantes Butcher y Lang: Pero la escarpada ciudad dePríamo una vez saqueada, se embarcó ileso con su parte deldespojo y con un noble premio; no fue destruido por las lanzasagudas ni tuvo heridas en el apretado combate: y muchos talesriesgos hay en la guerra, porque Ares se enloquece confusamente.La de Cowper, de 1791: Al fin, luego qUe saqueamos la levantadavilla de Príamo, cargado de abundantes despojos seguro se embarcó,ni de lanza o venablo en nada ofendido, ni en la refriega porel filo de los alfanjes, como en la guerra suele acontecer, donde


242 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASson repartidas las heridas promiscuamente, según la voluntaddel fogoso Marte. La que en 1725 dirigió Pope: Cuando los diosescoronaron de conquista las armas, cuando los soberbios muros deTroya humearon por tierra, Grecia, para recompensar las gallardasfatigas de su soldado, colmó su armada de incontables despojos.Así, grande de gloria, volvió seguro del estruendo marcial,sin una cicatriz hostil, y aunque las lanzas arreciaron en torno entormentas de hierro, su vano juego fue inocente de heridas. La deGéorge Chapman, de 1614: Despoblada Troya la alta, ascendióa su hermoso navio, con grande acopio de presa y de tesoro, seguroy sin llevar ni un rastro de lanza que se arroja de lejos o deapretada espada, cuyas heridas son favores que concede la guerra,que él (aunque solicitado) rio halló. En las apretadas batallas,Marte no suele contender: se enloquece. La de Butler, que esde 1900: Una vez ocupada la ciudad, él pudo cobrar y embarcarsu parte de los beneficios habidos, que era una fuerte suma. Saliósin un rasguño de toda esa peligrosa campaña. Ya se sabe: todo,está en tener suerte.Las dos versiones del principio —las literales— pueden conmoverpor una variedad de motivos: la mención reverencial del saqueo,la ingenua aclaración de que uno suele lastimarse en laguerra, la súbita juntura de los infinitos desórdenes de la batallaen un solo dios, el hecho de la locura en el dios. Otrosagrados subalternos obran también: en uno de los textos quecopio, el buen pleonasmo de embarcarse en un barco; en otro,el uso de la conjunción copulativa por la causal 1 , en y muchos1 Otro hábito de Homero es el buen abuso de las conjunciones adversativas.Doy unos ejemplos:Muere, pero yo recibiré mi destino donde le plazca a Zeus, y a los otrosdiosos inmortales. Ilíada, XXII.Astioque, hija de Actor: una modesta virgen cuando ascendió a la partesuperior, de la morada de su padre, pero el dios la abrazó secretamente. Ilíada,IL(Los mirmidones) eran como lobos carnívoros, en cuyos corazones hay fuerza,que habiendo derribado en las montañas un gran ciervo ramudo, desgarrándolo'lo devoran; pero los hocicos de todos están colorados de sangre.Ilíada, XVI.Rey Zeus, dodoneo, pelasgo, que presides lejos de aquí sobre la invernizaDodona; pero habitan alrededor tus ministros, que tienen los pies sin lavary duermen en el suelo. Ilíada, XVI.Mujer, regocíjate en nuestro amor, y cuando el año vuelva darás hij.osgloriosos a luz —porque los hechos de los. inmortales no son en vano—, perotú cuídalos. Vete ahora a tu casa y no lo descubras, pero soy Poseidón, éstremecedorde la tierra. Odisea, XI.Luego percibí el vigor de Hércules, una imagen; pero él entre los diosesinmortales se alegra con banquetes, y tiene a Hebe la de hermosos tobillos,


DISCUSIÓN 243tales riesgos hay en la guerra.. La tercer versión —la de Cowper—es la más inocua de todas: es literal, hasta donde los deberes delacento miltónico lo permiten. La de Pope es extraordinaria. Sulujoso dialecto (como el de Góngora) se deja definir por el empleodesconsiderado y mecánico de los superlativos. Por ejemplo:la solitaria nave negra del héroe se le multiplica en escuadra.Siempre subordinadas a esa amplificación general,' todas las líneasde su texto caen en dos grandes clases: unas, en lo puramenteoratoria —Cuando los dioses coronaron de conquista, las armas—•;otras, en lo visual: Cuando los soberbios muros de Troya humearonpor tierra. Discursos y espectáculos: ese es Pope. También esespectacular el ardiente Chapman, pero su movimiento es lírico,no oratorio. Butler, en cambio, demuestra su determinación deeludir todas las oportunidades visuales y de resolver el texto deHomero en una serie de noticias tranquilas.¿Cuál de esas' ; muchas traducciones es fiel?, querrá saber tal vezmi lector. Repito que ninguna o que todas. Si la fidelidad tieneque ser a las imaginaciones de Homero, a los irrecuperableshombres y días que él se representó, ninguna puede serlo paranosotros; todas, para un griego del siglo diez. Si a los propósitosqué tuvo, cualquiera de las muchas que trascribí, salvo las literales,que sacan toda su virtud del contraste con.hábitos presentes.No es imposible que la versión calmosa de Butler sea la más fiel.T 93 2 . . . . .:.niña del poderoso Zeus[y de Hera, la de sandalias que son de oro. Odisea, XI.Agregó la vistosa traducción que hizo de este último pasaje George Chapman:Down with these was thrústThe idol.of the forcé of Hercules,Bul his firm self did no such fate oppress.He féasting Uves amongsl th'Immórtál StatesWhite-ankled Hebe and himself tnade matestn • heav'nly nuptials. Hebe, Jove's dear raceAnd Jmio's whom the golden sandals grace.


244 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA PERPETUA CARRERA DE AQUILESY LA TORTUGALas implicaciones de la palabra joya —valiosa pequenez, delicadezaque no está sujeta a la fragilidad, facilidad suma de traslación,limpidez que no excluye lo impenetrable, flor para losaños— la hacen.de uso legítimo aquí. No sé de mejor calificaciónpara la paradoja de Aquiles, tan indiferente a las decisivas refutacionesque desde más de veintitrés siglos la derogan, que yapodemos saludarla inmortal. Las reiteradas visitas del misterioque esa perduración postula, las finas ignorancias a que fueinvitada por ella la humanidad, son generosidades que no podemosno agradecerle. Vivámosla otra vez, siquiera para convencernosde perplejidad y de arcano íntimo. Pienso dedicar unas páginas—unos compartidos minutos— a su presentación y a la desus correctivos más afamados. Es sabido que su inventor fueZenón de Elea, discípulo de Parménides, negador de que pudierasuceder algo en el universo.La biblioteca me facilita un par de versiones de la paradojagloriosa. La primera es la del hispanísimo diccionario Hispano-Ámericano, en su volumen vigésimo tercero, y se reduce a estacautelosa noticia: El movimiento no existe: Aquiles no podría alcanzara la, perezosa tortuga. Declino esa reserva y busco la menosapurada exposición de G. H. Lewes, cuya Biographical History ofPhilosophy fue la primer lectura especulativa que yo abordé, nosé si vanidosa o curiosamente. Escribo de esta manera su exposición:Aquiles, símbolo de rapidez, tiene que alcanzar la tortuga,símbolo de morosidad. Aquiles corre diez veces más ligeroque la tortuga y le da diez metros de ventaja. Aquiles corre esosdiez metros, la tortuga corre uno; Aquiles corre ese metro, latortuga corre un decímetro; Aquiles corre ese decímetro, la tortugacorre un centímetro; Aquiles corre ese centímetro, la tortugaun milímetro; Aquiles el milímetro, la tortuga un décimo de milímetro,y así infinitamente, de modo que Aquiles puede correrpara siempre sin alcanzarla. Así la paradoja inmortal.Paso a las llamadas refutaciones. Las de mayores años —la deAristóteles y la de Hobbes— están implícitas en la formulada porStuart Mili. El problema, para él, no es más que uno de tantosejemplos de la falacia de confusión. Cree, con esta distinción,abrogarlo:En la conclusión del Sofisma, para siempre quiere decir cual-


DISCUSIÓN 245quier imaginable lapso de tiempo; en las premisas, cualquiernúmero de subdivisiones de tiempo. Significa que podemos dividirdiez unidades por diez, y el cociente otra vez por diez, cuantasveces queramos, y que no encuentran fin las subdivisiones delrecorrido^ ni por consiguiente las del tiempo en que se realiza.Pero un ilimitado número de subdivisiones puede efectuarse conlo que es limitado. El argumento no prueba otra infinitud deduración que la contenible en cinco minutos. Mientras los cincominutos no hayan pasado, lo que falta puede ser dividido pordiez, y otra vez por diez, cuantas veces se nos antoje^ lo cual escompatible con el hecho de que la duración total sea cincominutos. Prueba, en resumen, que atravesar ese espacio finito requiereun tiempo infinitamente divisible, pero no infinito. (Mili,Sistema de lógica, libro quinto, capítulo siete.)No anteveo el parecer del lector, pero estoy sintiendo que laproyectada refutación de Stuart Mili no es otra cosa que unaexposición de la paradoja. Basta fijar la velocidad de Aquilesa. un segundo por metro, para establecer el tiempo que necesita.1 1 1 110+1+ — + + '• + ...10 100 1000 10.000El límite de la suma de esta infinita progresión geométrica esdoce (más exactamente, once y un quinto; más exactamente, oncecon tres veinticincoavos), pero no es alcanzado nunca. Es decir,el trayecto del héroe será infinito y éste correrá para siempre,pero su derrotero se extenuará antes de doce metros, y su eternidadno verá la terminación de doce segundos. Esa disoluciónmetódica, esa ilimitada caída en precipicios cada vez más minúsculos,nó es realmente hostil al problema: es imaginárselobien. No olvidemos, tampoco de atestiguar que los corredoresdecrecen, no sólo por la disminución visual de la perspectiva,sino por la disminución admirable a que los obliga la ocupaciónde sitios microscópicos. Realicemos también que esos precipicioseslabonados corrompen el espacio y con mayor vértigo él tiempovivo, en su doble; desesperada persecución de la inmovilidad ydel éxtasis.Otra voluntad de refutación fue la comunicada en mil novecientosdiez por Henri Bergson, en el notorio Ensayo sobre losdatos inmediatos de la conciencia: nombre que comienza por seruna petición de principio. Aquí está su página:Por una parte, atribuimos al movimiento la divisibilidad mismadel espacio que recorre, olvidando que puede dividirse bienún objeto, pero no un acto; por otra, nos habituamos a proyectarJ éste acto mismo en el espacio, a aplicarlo a la línea que reco*-


246 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASrre el móvil, a solidificarlo, en una palabra. De esta confusiónentre el movimiento y el espacio recorrido nacen, en nuestraopinión, los sofismas de la escuela de Elea; porque el intervaloque separa dos puntos es infinitamente divisible, y si el movimientose compusiera de partes como las del intervalo, jamásel intervalo sería franqueado. Pero la verdad es que cada unode los pasos de Aquiles es un indivisible acto simple, y que despuésde un número dado de estos actos, Aquiles hubiera adelantadoa la tortuga. La ilusión de los Eleatas provenía de la identificaciónde esta serie de actos individuales sui generis, con elespacio homogéneo que los apoya. Como este espacio puede serdividido y recompuesto según una ley cualquiera, se creyeronautorizados' a rehacer el movimiento total de Aquiles, no yacon pasos de Aquiles, sino con pasos de tortuga.' A Aquiles persiguiendouna tortuga sustituyeron, en realidad, dos tortugasregladas la una sobre la otra, dos tortugas de acuerdo en dar lamisma clase de pasos o de actos simultáneos, para no alcanzarsejamás. ¿Por qué' Aquiles adelanta a la tortuga? Porque cadauno de los pasos de Aquiles y cada uno de los pasos de la tortugason indivisibles en tanto que movimientos, y magnitudes distintasen tanto que espacio: de suerte que no tardará en darse la suma,para el espacio recorrido por Aquiles, como una longitud superiora la suma del espacio recorrido por la tortuga y de la ventajaque tenía respecto de él. Es lo que no tiene en cuenta Zenóncuando recompone el movimiento de Aquiles, según la misma leyque el movimiento de la tortuga, olvidando que sólo el espaciose presta a un modo de composición y descomposición arbitrarias,y confundiéndolo así con el movimiento. (Datos inmediatos,versión española de Barnés, páginas 89, 90. Corrijo, de paso,alguna distracción evidente del traductor.) El argumento es concesivo.Bergson admite que es infinitamente divisible el espacio,pero niega que lo sea el tiempo. Exhibe dos tortugas en lugarde una para distraer al lector. Acollara un tiempo y un espacioque son incompatibles: el brusco tiempo discontinuo de James,con su perfecta efervescencia de novedad, y el espacio divisiblehasta lo infinito de la creencia común.Arribo, por eliminación, a la única refutación que conozco, ala única de inspiración condigna del original, virtud que la estéticade la inteligencia está reclamando. Es la formulada por Russell.La encontré en la Obra nobilísima de William James, SomeProblems of Philosophy, y la concepción total que postula puedeestudiarse en los libros ulteriores de su inventor —Introductionto Mathematical Philosophy, 1919; Our Knowledge of the ExternalWorld, 1926— libros de una lucidez inhumana, insatisfactorios eintensos. Para Russell, la operación de contar es (intrínsecamen-


DISCUSIÓN 247te) la de equiparar dos series. Por ejemplo, si los primogénitos detodas las casas de Egipto fueron muertos p'or el Ángel, salvo losque habitaban en casa que tenía en la puerta una señal roja,es evidente que tantos se salvaron como señales rojas había, sinque esto importe enumerar cuántos fueron. Aquí es indefinidala cantidad; otras operaciones hay en que es infinita también.La serie natural de los números es infinita, pero podemos demostrarque son tantos los impares como los pares.Al 1 corresponde el 23 4„ 5 „ „ 6, etcétera.La prueba es tan irreprochable como baladí, pero no difierede la siguiente de que hay tantos múltiplos de tres mil'dieciochocomo números hay.AI 1 corresponde el 3018„ 2 „ „ 6036„ 3 „ „ 9054„ 4 „ „ 12072, etcétera.Lo mismo puede afirmarse de sus potencias, por más que éstasse vayan rarificando a medida que progresemos.Al 1 corresponde el 3018„ 2 „ „ 3018 2 , el 9.108.324„ 3. .., etcétera.Una genial aceptación de estos hechos ha inspirado la fórmulade que una colección infinita —verbigracia, la serie de los númerosnaturales— es una colección cuyos miembros pueden desdoblarsea su vez en series infinitas. La parte, en esas elevadaslatitudes de la numeración, no es menos copiosa que el todo:la cantidad precisa de puntos que hay en el universo es la quehay en un metro de universo, o en un decímetro, o en la máshonda trayectoria estelar. El problema de Aquiles cabe dentrode esa heroica respuesta. Cada sitio ocupado por la tortuga guardaproporción con otro de Aquiles, y la minuciosa correspondencia,punto por punto, de ambas series simétricas, basta parapublicarlas iguales. No queda ningún remanente periódico de laventaja inicial dada a la tortuga: el punto final en su trayecto,el último en el trayecto de Aquiles y el último en el tiempo dela carrera, son términos que matemáticamente coinciden. Tal esla solución de Russell. James, sin recusar la superioridad técnica


248 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASdel contrario, prefiere disentir. Las declaraciones de Russell (escribe)eluden la verdadera dificultad, que atañe a la categoríacreciente del infinito, no a la categoría estable, que es la únicatenida en cuenta por él, cuando presupone que la carrera hasido corrida y que el problema es el de equilibrar los trayectos.Por otra parte, no se precisan dos: el de cada cual de los corre^dores o el mero lapso del tiempo vacío, implica la dificultad, quees la de alcanzar una meta cuando un previo intervalo sigue presentándosevuelta a vuelta y obstruyendo el camino (Some Problemsof Bhilosophy, 1911, pág. 181).He arribado al final de mi noticia, no de nuestra cavilación.La paradoja de Zenón de Elea, según indicó James, es atentatoriano solamente a la realidad del espacio, sino a la más invulnerabley fina del tiempo. Agrego que la existencia en uncuerpo físico, la permanencia inmóvil, la fluencia de una tardeen la vida, se alarman de aventura por ella. Esa descomposición,es mediante la sola palabra infinito, palabra (y después concepto)de zozobra que hemos engendrado con temeridad y queuna vez consentida en un pensamiento, estalla y lo mata. (Hayotros escarmientos antiguos contra el comercio de tan alevosapalabra: hay la leyenda china del cetro de los reyes de Liang,que era disminuido en una mitad por cada nuevo rey; el cetro,mutilado por" dinastías, persiste aún.) Mi opinión, después delas calificadísimas que he presentado, corre el doble riesgo deparecer impertinente y trivial. La formularé, sin embargo: Zenónes incontestable, salvo que confesemos la idealidad del espacio ydel tiempo. Aceptemos el idealismo, aceptemos el crecimientoconcreto de lo percibido, y eludiremos la pululación de abismosde la paradoja.¿Tocar a nuestro concepto del universo, por ese pedacito detiniebla griega?, interrogará mi lector.


DISCUSIÓN 249NOTA SOBRE WALT WHITMANEl ejercicio de las letras puede promover la ambición de construirun libro absoluto, un libro de los libros que incluya atodos como un arquetipo platónico, un objeto cuya virtud noaminoren los años. Quienes alimentaron esa ambición eligieronelevados asuntos: Apolonio de Rodas, la primer nave que atravesólos riesgos del mar; Lucano, la contienda de César y dePompeyo, cuando las águilas guerrearon contra las águilas; Camoens,las armas lusitanas en el Oriente; Donne, el círculo delas transmigraciones de un alma, según el dogma pitagórico;Mil ton, la más antigua de las culpas y el Paraíso; Firdusí, lostronos de los sasánidas. Góngora, creo, fue el primero en juzgarque un libro importante puede prescindir de Un tema importante;la vaga historia que refieren las Soledades es deliberadamentebaladí, según lo señalaron y reprobaron Cáscales y Gracián (Cartasfilológicas, VIII; El Criticón, II, 4). A Mallarmé no le bastarontemas triviales; los buscó negativos: la ausencia de unaflor o de una mujer, la blancura de la hoja de papel antes delpoema. Como Pater, sintió que todas las artes propenden a lamúsica, el arte en que la forma es el fondo; su decorosa profesiónde fe Tout aboutit a un livre parece compendiar la sentenciahomérica de que los dioses tejen desdichas para que a lasfuturas generaciones no les falte algo que cantar (Odisea, VIII,in fine). Yeats, hacia el año mil novecientos, buscó lo absolutoen el manejo dé símbolos que despertaran la memoria genérica,o gran Memoria, que late bajo las mentes individuales; cabríacomparar esos símbolos con los ulteriores arquetipos de Jüng.Barbusse, en L'enfer, libro olvidado con injusticia, evitó (tratóde evitar) las limitaciones del tiempo mediante el relato poéticode los actos fundamentales del hombre; Joyce, en Finnegans Wflke,mediante la simultánea presentación de rasgos de épocas distintas.El deliberado manejo de anacronismos, para forjar una aparienciade eternidad, también ha sido practicado por Pound y porT;'S. Eliot.He recordado algunos procedimientos; ninguno más curiosoque el ejercido, en 1855, por Whitman. Antes de considerarlo,quiero transcribir unas opiniones que más o menos prefiguranlo que diré- La primera es la del poeta inglés Lascelles Abercrombie.."Whitman —leemos— extrajo de su noble experiencia esafigura vivida y personal que es una de las pocas cosas grandes


250 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLEJASde la literatura moderna: la figura de él misrño." La segundaes de Sir Edmund» Gosse: "No hay un Walt Whitman verdadero...Whitman es la literatura en estado de protoplasma: unorganismo intelectual tan sencillo que se limita a reflejar a cuantosse aproximan a él." La tercera es mía. 1 "Casi todo lo escritosobre Whitman está falseado por dos interminables errores. Unoes la sumaria identificación de Whitman, hombre de letras, conWhitman, héroe semidivino de Leaves of Grass como don Quijotelo es del Quijote; otro, la insensata adopción del estilo y vocabulariode sus poemas, vale decir, del mismo sorprendente fenómenoque se quiere explicar."Imaginemos que una biografía de Ulises (basada en testimoniosde Agamenón, de Laertes, de Polifemo, de Calipso, de Penélope;de Telémaco, del porquero, de Escila y Caribdis) indicara queéste nunca salió de Itaca. La decepción que nos causaría ese libro,felizmente hipotético, es la que causan todas las biografíasdé Whitman. Pasar del orbe paradisíaco de sus versos a la insípidacrónica de sus días es una transición melancólica. Paradójicamente,esa melancolía inevitable se agrava cuando el biógrafo quieredisimular que hay dos Whitman: el "amistoso y elocuente salvaje"de Leaves of Grass y el pobre literato que lo inventó. 2 Éste jamásestuvo en California o en Platte Cañón; aquél improvisa un apostrofeen el segundo de esos lugares (Spirit that formed this sceyie)y ha sido minero en el otro (Starting from Paumanok, 1). Éste,en 1859, estaba en Nueva York; aquél, el dos de diciembre de eseaño, asistió en Virginia a la ejecución del viejo abolicionistaJohn Brown (Year of meteors). Éste nació en Long Island; aquéltambién (Starting from Paumanok), pero asimismo en uno de losestados del Sur (Longings for honre). Éste fue casto, reservado, ymás bien taciturno; aquél efusivo y orgiástico. Multiplicar esasdiscordias es fácil; más importante es comprender que el merovagabundo feliz que proponen los versos de 'Leaves of Grass hubierasido incapaz de escribirlos.Byron y Baudelaire dramatizaron, en ilustres'' volúmenes, susdesdichas; Whitman, su felicidad. (Treinta años después, en Sils-Maria, Nietzsche descubriría a Zarathustra; ese pedagogo es feliz,o, en todo caso, recomienda la felicidad, pero tiene el defectode no existir.) Otros héroes románticos —Vathek es el primero dela serie, Edmond Teste no es el último— prolijamente acentúansus diferencias; Whitman, con impetuosa humildad, quiere parecersea todos los hombres. Leaves of Grass advierte, "es el canto1 En esta edición, pág. 206.2 Reconocen muy bien esa diferencia Henry Seidel Canby (Walt Whitman,1943) y Mark Van Doren en la antología de la Viking Press (1945) . Nadiemás. que yo sepa.


DISCUSIÓN 251de un gran individuo colectivo, popular, varón o mujer" (CompleteWritings, V, 192). O, inmortalmente (Song of Myself, 17) :Éstos son en verdad los pensamientos de todos losHombres en todos los lugares y épocas; no son originales míos.Si son menos tuyos que míos, spn nada o casi nada.Si no son el enigma y la solución del enigma, son nada.Si no están cerca y lejos, son nada.Éste es el pasto que crece donde hay tierra y hay agua,Éste es el aire común que baña el planeta.El panteísmo ha divulgado un tipo de-frases en las que sedeclara que Dios es diversas cosas contradictorias o (mejor aún)misceláneas. Su prototipo es éste: "El rito soy, la ofrenda soy,la libación de manteca soy, el fuego soy" (Bhagayadgita, IX, 16).Anterior, pero ambiguo, es el fragmento 67 de Heráclito: "Dioses día y noche, invierno y verano, guerra y paz, hartura y hambre."Plotino describe a sus alumnos un cielo inconcebible, en elque "todo está en todas partes, cualquier cosa es todas las cosas,el sol es todas las estrellas, y cada estrella es todas las estrellas yel sol" (Enneadas, V, 8,4) . Attar, persa del siglos xn, canta la duraperegrinación de los pájaros en busca de su rey, el Simurg; muchosperecen en los mares, pero los sobrevivientes descubren queellos son el Simurg y que el Simurg es cada uno de ellos y todos.Las posibilidades retóricas de esa extensión del principio deidentidad parecen infinitas. Emerson, lector de los hindúes y deAttar, deja el poema Bráhma; de los dieciséis versos que lo componen,quizá el más memorable es éste: When me they fly, I arnthe wings (Si huyen de mí yo soy las alas). Análogo, pero de vozmás elemental, es Ich bin der Eine und bin Beide, de Stefan George(Der Stern des Blindes). Walt Whitman renovó ese procedimiento.No lo ejerció, como otros, para definir la divinidad opara jugar con las "simpatías y diferencias" de las palabras; quisoidentificarse, en una suerte de ternura feroz, con todos loshombres. Dijo (Crossing Brookling Ferry, 7) :He sido terco, vanidoso, ávido, superficial, astuto, cobarde, maligno;El lobo, la serpiente y el cerdo no faltaban en mí...También (Song of Myself, 33) :Yo soy el hombre. Yo sufrí. Ahí estaba.El desdén y la tranquilidad de los mártires;La madre, sentenciada por bruja, quemada ante los hijos, con leña seca;El esclavo acosado que vacila, se apoya contra el cerco, jadeante, cubiertode sudor;


252 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLas puntadas que le atraviesan las piernas y el pescuezo, las crueles municionesy balas;•Todo eso lo siento, lo soy.Todo eso lo sintió y lo fue Whitman, pero fundamentalmentefue —no en la mera historia, en el mito— lo que denotan estosdos versos (Song of Myself, 24) :Walt Whitman, un cosmos, hijo de Manhattan,Turbulento,' carnal, sensual, comiendo, bebiendo, engendrando.También fue el que sería en el porvenir, en nuestra venideranostalgia, creada por estas profecías que la anunciaron (Full ofUfe, now):Lleno de vida, hoy, compacto, visible,Yo, de cuarenta años de edad el año ochenta y tres de los Estados,A ti, dentro de un siglo o de muchos siglos,A ti, que no has nacido, te busco.Estás leyéndome. Ahora el invisible soy yo,Ahora eres tú, compacto, visible, el que intuye los versos y el que me busca,Pensando lo feliz que sería si yo pudiera ser tu compañero.Sé feliz como si yo estuviera contigo. (No tengas demasiada seguridad deque no estoy contigo.)O {Songs of Parting, 4,5):¡Camarada! Éste no es un libro;El que me toca, toca a un hombre.(¿Es de noche? ¿Estamos solos aquí?...).Te quiero, me despojo de esta envoltura.Soy como algo incorpóreo, triunfante, muerto. 1Walt Whitman, hombre, fue director del Brooklyn Eagle, y leyósus ideas fundamentales en las páginas de Emerson, de Hegel yde Volney; Walt Whitman, personaje poético, las edujo del contactode América, ilustrado por experiencias imaginarias en lasalcobas de New Orleans y en los campos de batalla de Georgia!Un hecho falso puede ser esencialmente cierto. Es fama que EnriqueI de Inglaterra no volvió a sonreír después de la muerte1 Es intrincado el mecanismo de estos apostrofes. Nos emociona que alpoeta le emocionara prever nuestra emoción. Cf. estas líneas de Fiecker, dirigidasal poeta que lo leerá, después de mil años:0 friend unseen, unborn, unknown,Student of^ our sweet English tongueRead out my words at night, alone:1 was a poet, 1 was young.


DISCUSIÓN 2. r )3de su hijo; el hecho, quizá falso, puede ser verdadero como símbolodel abatimiento del rey. Se dijo, en 1914, que los alemaneshabían torturado y mutilado a unos rehenes belgas; la especie,a no dudarlo, era falsa, pero compendiaba útilmente los infinitosy confusos horrores de la invasión. Aun más perdonable es elcaso de quienes atribuyen una doctrina a experiencias vitales yno a tal biblioteca o a tal epítome. Nietzsche, en 1874, se burlóde la tesis pitagórica de que la historia se repite cíclicamente(Vom Nutzen und Nachtheil der Historie, 2); en 1881, en un sen*dero de los bosques de Silvaplana, concibió de pronto esa tesis(Ecce homo, 9). Lo tosco, lo bajamente policial, es hablar de plagio;Nietzsche, interrogado, replicaría que lo importante es latransformación que una idea puede obrar en nosotros, no elmero hecho de razonarla. x Una cosa es la abstracta proposiciónde la unidad divina; otra, la ráfaga que arrancó del desierto aunos pastores árabes y los impulsó a una batalla que no ha cesadoy cuyos límites fueron la Aquitania y el Ganges. Whitman sepropuso exhibir un demócrata ideal, no formular una teoría.Desde que Horacio, con imagen platónica o pitagórica, predijosu celeste metamorfosis, es clásico en las letras el tema de lainmortalidad del poeta. Quienes lo frecuentaron, lo hicieron enfunción de la vanagloria (Not rnarble, not the gilded monuments),cuando no del soborno y de la venganza; Whitman deriva de sumanejo una relación personal con cada futuro lector. Se confundecon él y dialoga con el otro, con Whitman (Salut au monde, 3):¿Qué oyes, Walt Whitman?Así se desdobló en el Whitman eterno, en ese amigo que es unviejo poeta americano de mil ochocientos y tantos y tambiénsu leyenda y también cada uno de nosotros y también la felicidad.Vasta y casi inhumana fue la tarea, pero no fue menor la victoria.1 Tanto difieren la razón y la convicción que las más graves objeciones acualquier doctrina filosófica suelen preexistir en la obra que la proclama.Platón, en el Parménidés, anticipa el argumento del tercer hombre que leopondrá Aristóteles, Berkeley (Dialogues, 3), las refutaciones de Hume.


254 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASAVATARES DE LA TORTUGAHay un concepto que es el corruptor y el desatinador de los otros.No hablo del Mal cuyo limitado imperio es la ética; hablo delinfinito. Yo anhelé compilar alguna vez su móvil historia. Lanumerosa Hidra (monstruo palustre que viene a ser una prefiguracióno un emblema de las progresiones geométricas) daríaconveniente horror a su pórtico; la coronarían las sórdidas pesadillasde Kafka y sus capítulos centrales no desconocerían lasconjeturas de ese remoto cardenal alemán —Nicolás de Krebs,Nicolás de Cusa— que en la circunferencia vio un polígono deun número infinito de ángulos y dejó escrito que una línea infinitasería una recta, sería un triángulo, sería un círculo y seríauna esfera (De 4octa. ignorantia„ I, 13) . Cinco, siete años de aprendizajemetafísko, teológico, matemático, me capacitarían (talvez) para planear decorosamente ese libro. Inútil agregar quela vida me prohibe esa esperanza, y aun ese adverbio.A esa ilusoria Biografía del infinito pertenecen de alguna maneraestas páginas. Su propósito es registrar ciertos avatares dela segunda paradoja de Zenón.Recordemos, ahora, esa paradoja.Aquiles corre diez veces más ligero que la tortuga y le da unaventaja de diez metros. Aquiles corre esos diez metros, la tortuga- corre uno; Aquiles corre ese metro, la tortuga corre un decímetro;Aquiles corre ese decímetro, la tortuga corre un centímetro;Aquiles corre ese centímetro, la tortuga un milímetro; AquilesPiesligéros el milímetro, la tortuga un décimo de milímetro yasí infinitamente, sin alcanzarla. . . Tal es la versión habitual.Wilhelm Capelle (Die Vorsokratiker, 1935, pág. 178) traduce eltexto original de Aristóteles: "El segundo argumento de Zenónes el llamado Aquiles. Razona que el más lento no será alcanzadopor el nlás veloz, pues el perseguidor tiene que pasar por el sitioque el perseguido acaba de evacuar, de suerte que el más lentosiempre le lleva una determinada ventaja". El problema no cambia,como se ve; pero me gustaría conocer el nombre del poetaque lo dotó de un héroe y de una tortuga. A esos competidoresmágicos y a la seriei i i i +...• ':•• 10 + 1 •+ -- + + H• ' 10 100 1000 10.000


DISCUSIÓN 255debe el argumento su difusión. Casi nadie recuerda el que loantecede —el de la pista—, aunque su mecanismo es idéntico. Elmovimiento es imposible (arguye Zenón) pues el móvil debeatravesar el medio para llegar al fin, y antes el medio del medio,y antes el medio del medio, del medio y antes... xDebemos a la pluma de Aristóteles la comunicación y la primerarefutación de esos argumentos. Los refuta con una brevedadquizá desdeñosa, pero su recuerdo le inspira el famoso argumentodel tercer hombre contra la doctrina platónica. Esa doctrinaquiere demostrar que dos individuos que tienen atributoscomunes (por ejemplo dos hombres) son meras apariencias temporalesde un arquetipo eterno. Aristóteles interroga si los muchoshombres y el Hombre —los individuos temporales y el Arquetipo—tienen atributos comunes. Es notorio que sí; tienen losatributos generales de la humanidad. En ese caso, afirma Aristóteles,habrá que postular otro arquetipo que los abarque atodos y después un cuarto... Patricio de Azcárate, en una notade su traducción de la Metafísica, atribuye a un discípulo deAristóteles esta presentación: "Si lo que se afirma de muchascosas a la vez es un ser aparte, distinto de las cosas de que seafirma (y esto es lo que pretenden los platonianos), es precisoque haya un tercer hombre. Es una denominación que se aplicaa los individuos y a la idea. Hay, pues, un tercer hombre distintode los hombres particulares y de la idea. Hay al mismo tiempoun cuarto que estará en la misma relación con éste y con.Ja ideade los hombres particulares; después un quinto y así hasta elinfinito". Postulamos dos individuos, a y b, que integran el géneroc. Tendremos entoncesa + b = cPero también, según Aristóteles:• a + b + c = d •a + b + c + d=.ea+'b + c + d'+e =f,..En rigor no se requieren dos individuos: bastan el individuoy el género para determinar el tercer hombre que denuncia Aristóteles.Zenón de Elea recurre a la infinita regresión contra elmovimiento y el número; su refutador, contra las formas universales.21Un siglo después, el sofista chino Hui Tzu razonó que un bastón al quecercenan la mitad cada día, es interminable (H. A. Giles: Chuang Tzu, 1889,pág. 453).3 En el Parménides —cuyo carácter zenoniano es irrecusable— Platón dis-


256 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEl próximo avatar de Zenón que mis desordenadas notas registranes Agripa, el escéptico. Éste niega que algo pueda probarse,pues toda prueba requiere una prueba anterior (Hypotyposes,I, 166). Sexto Empírico arguye parejamente que las definicionesson vanas, pues habría que definir cada una de las vocesque se usan y, luego, definir la definición (Hypotyposes, II, 207).Mil seiscientos años después, Byron, en la dedicatoria de DonJuan, escribirá de Coleridge: "I wish he would explain HisExplanation."Hasta aquí, el regressus in infinitum ha servido para negar;Santo Tomás de Aquino recurre a él (Suma Teológica, 1, 2, 3)para afirmar que hay Dios. Advierte que no hay cosa en el universoque no tenga una causa eficiente y que esa causa claro está,es el efecto de otra causa anterior. El mundo es un interminableencadenamiento de causas y cada causa es un efecto. Cada estadoproviene del anterior y determina el subsiguiente, pero la seriegeneral pudo no haber sido, pues los términos que la forman soncondicionales, es decir, aleatorios. Sin embargo, el mundo es;de ellos podemos inferir una no contingente causa primera queserá la divinidad. Tal es la prueba cosmológica; la prefiguranAristóteles y Platón; Leibniz la redescubre. 1Hermann Lotze apela al regressus para no comprender queuna alteración del objeto A pueda producir una alteración delobjeto B. Razona que si A y B son independientes, postular uninflujo de A sobre B es postular un tercer elemento C, un elementoque para operar sobre B requerirá un cuarto elementoD, que no podrá operar sin E, que no podrá operar sin F...turre un argumento muy parecido para demostrar que el uno es realmentemuchos. Si el uno existe, participa del ser; por consiguiente, hay dos partesen él, que son el ser y el uno, pero cada una de esas partes es una y es, demodo que encierra otras dos, que encierran también otras dos: infinitamente.Russell (Introduetion to Mathematical Philosophy, 1919, pág. 138) sustituyea la progresión geométrica de Platón una progresión aritmética. Si el unoexiste, el uno participa del ser; pero como son diferentes el ser y el uno,existe el dos; pero como son diferentes el ser y el dos, existe el tres, etc.Cliuang Tzu (Waley: Three Ways of Thought in Ancient China, pág. 25) reameal mismo interminable regressus contra los monistas que declarabanque las Diez Mil Cosas (el Universo) son una sola. Por lo pronto —arguyelaunidad cósmica y la declaración de esa unidad ya son dos cosas: esas dosy la declaración de su dualidad ya son tres; esas tres y la declaración de suiiinidad ya son cuatro... Russell opina que la vaguedad del término serbasta para invalidar el razonamiento. Agrega que los números no existen, queson meras ficciones lógicas.' Un eco de esa prueba, ahora muerta, retumba en el primer verso dell'aradiso: "La gloria de Colviche tutto move".


DISCUSIÓN 257Para eludir esa multiplicación de quimeras, resuelve que en elmundo hay un solo objeto: una infinita y absoluta sustanciaequiparable al Dios de Spinoza. Las causas transitivas se reducena causas inmanentes; los hechos, a manifestaciones o modos dela sustancia cósmica. xAnálogo, pero todavía más alarmante, es el caso de F. H.Bradley. Este razonador (Appearance and Reality, 1897, páginas19-34) no se limita a combatir la relación causal; niega todas lasrelaciones. Pregunta si una relación está relacionada con sus términos.Le responden que sí e infiere que ello es admitir la existenciade otras dos relaciones, y luego de otras dos. En el axiomala parte es menor que el todo no percibe dos términos y la relaciónmenor que; percibe tres (parte, menor que, todo) cuyavinculación implica otras dos relaciones, y así hasta lo infinito.En el juicio Juan es mortal, percibe tres conceptos inconjugables(el tercero es la cópula) que no acabaremos de unir. Transformatodos los conceptos en objetos incomunicados, durísimos.Refutarlo es contaminarse de irrealidad.Lotze interpone los abismos periódicos de Zenón entre la causay el efecto; Bradley, entre el sujeto y el predicado, cuando noentre el sujeto y los atributos; Lewis Carroll (Mind, volumencuarto, página 278) entre la segunda premisa del silogismo y laconclusión. Refiere un diálogo sin fin, cuyos interlocutores sonAquiles y la tortuga. Alcanzado ya el término de su interminablecarrera, los dos atletas conversan apaciblemente de geometría.Estudian este claro razonamiento:a) Dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí.b) Los dos lados de este triángulo son iguales a MN.z) Los dos lados de este triángulo son iguales entre sí.La tortuga acepta las premisas a y b, pero niega que justifiquenla conclusión. Logra que Aquiles interpole una proposiciónhipotética.a) Dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí.b) Los dos lados de este triángulo son iguales a MN.c) Si a y b son válidas, z es válida.z) Los dos lados de este triángulo son iguales entre sí.Hecha esa breve aclaración, la tortuga acepta la validez dea, b y c, pero no de z. Aquiles, indignado, interpola:d) Si a, b y c son válidas, z es válida.Carroll observa que la paradoja del griego comporta una infinitaserie de distancias que disminuyen y que en la propuestapor él crecen las distancias.1 Sigo la exposición de James (A Pluralistic Universe, 1909, págs. 55-60) .Cf. Wentscher: Fechner und Lotze, 1924, páginas 166-171.


258 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASUn ejemplo final, quizá el más elegante de todos, pero tambiénel que menos difiere de Zenón. William James (Some Problemaof Philosophy, 1911, pág. 182) niega que puedan transcurrircatorce minutos, porque antes es obligatorio que hayan pasadosiete, y antes de siete, tres minutos y medio, y antes de tresy medio, un minuto y tres cuartos, y así hasta el fin, hasta elinvisible fin, por tenues laberintos de tiempo.Descartes, Hobbes, Leibniz, Mili, Renouvier, Georg Cantor,Gomperz, Russell y Bergson han formulado explicaciones —nosiempre inexplicables y vanas— de la paradoja de la tortuga. (Yohe registrado algunas.) Abundan asimismo, como ha verificadoel lector, sus aplicaciones. Las históricas no la agotan: el vertiginosoregressus in infinitum es acaso aplicable a todos los temas.A la estética: tal verso nos conmueve por tal motivo, tal motivopor tal otro motivo. . . Al problema del conocimiento: conoceres reconocer, pero es preciso haber conocido para reconocer-, peroconocer es reconocer.. . ¿Cómo juzgar esa dialéctica? ¿Es un legítimoinstrumento de indagación o apenas una mala costumbre?Es aventurado pensar que una coordinación de palabras (otracosa no son las filosofías) pueda parecerse mucho al universo.También es aventurado pensar que de esas coordinaciones ilustres,alguna —siquiera de modo infinitesimal— no se parezca unpoco más que otras. He examinado las que gozan de cierto crédito;me atrevo a asegurar que sólo en la que formuló Schopenhauerhe reconocido algún rasgo del universo. Según esa doctrina,el mundo es una fábrica de la voluntad. El arte —siempre— requiereirrealidades visibles. Básteme citar una: la dicción metafóricao numerosa o cuidadosamente casual de los interlocutoresde un drama. . . Admitamos lo que todos los idealistas admiten:el carácter alucinatorio del mundo. Hagamos lo que ningúnidealista ha hecho: busquemos irrealidades que confirmen esecarácter. Las .hallaremos, creo, en las antinomias de Kant y enla dialéctica de Zenón."El mayor hechicero (escribe memorablem2nte Novalis) seriací que se hechizara hasta el punto de tomar sus propias fantasmagoríaspor apariciones autónomas. ¿No sería ése nuestro caso?".Yo conjeturo que así es. Nosotros (la indivisa divinidad que operaen nosotros) hemos soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente,misterioso, visible, ubicuo en el espacio y firme en el tiempo;pero hemos consentido en su arquitectura tenues y eternos intersticiosde sinrazón para saber que es falso.


DISCUSIÓN 259VINDICACIÓN DE "BOUVARD ET PÉCUCHET"La historia de Bouvard y de Pécuchet es engañosamente simple.Dos copistas (cuya edad, como la de Alonso Quijano, frisa conlos cincuenta años) traban una estrecha amistad una herenciales permite dejar su empleo y fijarse en el campo, ahí ensayanla agronomía, la jardinería, la fabricación de conservas, la anatomía,la arqueología, la historia, la mnemónica, la literatura,la hidroterapia, el espiritismo, la gimnasia, la pedagogía, la veterinaria,la filosofía y la religión; cada una de esas disciplinasheterogéneas les depara un fracaso al cabo de veinte o treintaaños. Desencantados (ya veremos que la "acción" no ocurre enel tiempo sino en la eternidad), encargan al carpintero un doblepupitre, y se ponen a copiar, como antes. 1Seis años de su vida, los últimos, dedicó Flaubert a la consideracióny- a la ejecución de ese libro, que al fin quedó inconcluso,y que Gosse, tan devoto de Madame Bovary, juzgaría unaaberración, y Rémy de Gourmont, la obra capital de la literaturafrancesa, y casi de la literatura.Emile Faguet ("el grisáceo Faguet" lo llamó alguna vez Gerchunoff)publicó en 1899 una monografía, que tiene la virtudde agotar los argumentos contra Bouvard et Pécuchet, lo cuales una comodidad para el examen crítico de la obra. Flaubert,según Faguet, soñó una epopeya de la idiotez humana y superfluaméntele dio (movido por recuerdos de Pangloss y Candidey, tal vez de Sancho y Quijote) dos protagonistas que no se com-• plementan y no se oponen y cuya dualidad no pasa de ser un artificioverbal. Creados o postulados esos fantoches, Flaubert leshace leer una biblioteca, parra que no la entiendan. Faguet denuncialo pueril de este juego, y lo peligroso, ya que Flaubert,para idear las reacciones de sus dos imbéciles, leyó mil quinientostratados de agronomía, pedagogía, medicina, física, metafísica,etc., con el propósito de no comprenderlos: Observa Faguet: "Siuno se obstina en leer desde el punto de vista de un hombre quelee sin entender, en muy poco tiempo se logra no entender absolutamentenada y ser obtuso por cuenta propia." El hecho esque cinco años de convivencia fueron transformando a Flauberten Pécuchet y Bouvard o (más precisamente) a Pécuchet y Bouvarden Flaubert. Aquéllos, al principio, son dos idiotas, menos-1 Creo percibir una referencia irónica al propio destino de Flaubert.


2(Í0 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASpreciados y vejados por el autor, pero en el octavo capítulo ocurrenlas famosas palabras: "Entonces una facultad lamentablesurgió en su espíritu, la de ver la estupidez y no poder, ya, tolerarla."Y después: '-Los entristecían cosas insignificantes: losavisos de los periódicos, el perfil de un burgués, una tonteríaoída al azar." Flaubert, en este punto, se reconcilia con Bouvardy con Pécuchet, Diqs con sus criaturas. Ello sucede acaso en todaobra extensa, o simplemente viva (Sócrates llega a ser Platón;Peer Gynt a ser Ibsen), pero aquí sorprendemos el instante enque el soñador, para decirlo con una metáfora afín, nota queestá soñándose y que las formas de su sueño son él.La primera edición de Bouvard et Pécuchet es de marzo de1881. En abril, Henry £éard ensayó esta definición: "una especiede Fausto en dos personas". En la edición de la Pléiade, Dumesnilconfirma: "Las primeras palabras del monólogo de Fausto,al comienzo de la primera parte, son todo el plan de Bouvardel Pécuchet." Esas palabras en que Fausto deplora haber estudiadoen vano filosofía, jurisprudencia, medicina y ¡ay! teología.Faguet, por lo demás, ya había escrito: "Bouvard et Pécuchetes la historia de un Fausto que fuera también un idiota." Retengamoseste epigrama, en el que de algún modo se cifra toda laintrincada polémica.Flaubert declaró que uno de sus propósitos era la revisiónde todas las ideas modernas; sus detractores argumentan que elhecho de que la revisión esté a cargo de dos imbéciles basta,en buena ley, para invalidarla. Inferir de los percances de estospayasos la vanidad de las religiones, de las ciencias y de las artes,no es otra cosa que un sofisma insolente o que una falacia grosera.Los fracasos de Pécuchet "no comportan un fracaso deNewton.Para rechazar esta conclusión, lo habitual es negar la premisa.Digeon y Dumesnil invocan, así, un pasaje de Maupassant, confidentey discípulo de Flaubert, en el que se lee que Bouvardy Pécuchet son "dos espíritus bastante lúcidos, mediocres y sencillos".Dumesnil subraya el epíteto "lúcidos", pero el testimoniode Maupassant —o del propio Flaubert, si se consiguiera— nuncaserá tan convincente como el texto mismo de la obra, que pareceimponer la palabra "imbéciles".La justificación de Bouvard et Pécuchet, me atrevo a sugerir,es de orden estético y poco o nada tiene que ver con las cuatrofiguras y los diecinueve modos del silogismo. Una cosa es elrigor lógico y otra la tradición ya casi instintiva de poner laspalabras fundamentales en boca de los simples y de los locos.Recordemos la reverencia que el Islam tributa a los idiotas,porque se entiende que sus almas han sido arrebatadas al cielo;


DISCUSIÓN 261recordemos aquellos lugares de la Escritura en que se lee queDios escogió lo necio del mundo para avergonzar a los sabios.O, si los ejemplos concretos son preferibles, pensemos en Manalivede Chesterton, que es una visible montaña de simplicidad y unabismo de divina sabiduría, o en aquel Juan Escoto, que razonóque el mejor nombre de Dios es Nihilum (Nada) y que "él mismono sabe qué es, porque no es un qué. . .". El emperador Moctezumadijo que los bufones enseñan más que los sabios, porquese atreven a decir la verdad; Flaubert (que, al fin y al cabo, noelaboraba una demostración rigurosa, una Destructio Philosophorum,sino una sátira) pudo muy bien haber tomado la precauciónde confiar sus últimas dudas y sus más secretos temoresa dos irresponsables.Una justificación más profunda cabe entrever. Flaubert eradevoto de Spencer; en los First Principies del maestro se leeque el universo es inconocible, por la suficiente y clara razónde que explicar un hecho es referirlo a otro más general y deque ese proceso no tiene fin 1 nos conduce a una verdad ya tangeneral que no podemos referirla a otra alguna; es decir, explicarla.La ciencia es una esfera finita que crece en el espacioinfinito; cada nueva expansión le hace comprender una zonamayor de lo desconocido, pero lo desconocido es inagotable.Escribe Flaubert: "Aún no sabemos casi nada y queríamos adivinaresa última palabra que no nos será revelada nunca. Elfrenesí de llegar a una conclusión- es la más funesta y estéril delas manías." El arte opera necesariamente con símbolos; la mayoresfera es un punto en el infinito; dos absurdos copistas puedenrepresentar a Flaubert y también a Schopenhauer o a Newton.Taine repitió a Flaubert que el sujeto de su novela exigíauna pluma del siglo xvm, la concisión y la mordacidad (le mordantyácun Jonathan Swift. Acaso habló de Swift, porque sintióde algún modo la afinidad de los dos grandes y tristes escritores.Ambos odiaron con ferocidad minuciosa la estupidez •humana;ambos documentaron ese odio, compilando a lo largo de losaños frases triviales y opiniones idiotas; ambos quisieron abatirlas ambiciones de la ciencia. En la tercera parte de Gulliver,Swift describe una venerada y vasta academia, cuyos individuosproponen que la humanidad prescinda del lenguaje oral parano gastar los pulmones. Otros ablandan el mármol para la fabricaciónde almohadas y de almohadillas; otros aspiran a propagaruna variedad de ovejas sin lana; otro creen resolver los enigmasdel universo mediante una armazón de madera con manijas de1 Agripa el Escéptico argumentó que toda prueba exige a su ve? una prueba,y así hasta lo infinito.


262 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAShierro, que combina palabras al azar. Esta invención va contrael Arte magna de Lulio. . .Rene Descharmes ha examinado, y reprobado, la cronologíade Bouvard et Pécachet. La acción requiere unos cuarenta años;los protagonistas tienen sesenta y ocho cuando se entregan a lagimnasia, el mismo año en que Pécuchet descubre el amor. Enun libro tan poblado de circunstancias, el tiempo, sin embargo,está inmóvil; fuera de los ensayos y fracasos de los dos Faustos(o del Fausto bicéfalo) nada ocurre; faltan las vicisitudes comunesy la fatalidad y el azar. "Las comparsas del desenlace sonlas del preámbulo; nadie viaja, nadie se muere", observa ClaudeDigeon. En otra página concluye: "La honestidad intelectualde Flaubert le hizo una terrible jugada: lo llevó a recargar sucuento filosófico, a conservar su pluma de novelista para escribirlo."; Las negligencias o desdenes o libertades del último Flauberthan desconcertado a los críticos; yo creo ver en ellas un símbolo.El hombre que con Madame- Bovary forjó la novela realista fuetambién el primero en romperla. Chesterton, apenas ayer, escribía:"La novela bien puede morir con nosotros." El instinto de Flaubertpresintió esa muerte, que ya está aconteciendo —¿no es elUlises, con sus planos y horarios y precisiones, la espléndida agoníade un género?—, y en el quinto capítulo de la obra condenólas novelas "estadísticas o etnográficas" de Balzac y, por extensión,las de Zola. Por eso, el tiempo de Bouvard et Pécuchet se inclinaa la eternidad; por eso, los protagonistas no mueren y seguiráncopiando, cerca de Caen, su anacrónico Sottisier, tan ignorantesde 1914 corrió de 1870; por eso, la obra mira, hacia atrás, a lasparábolas de Voltaire y de Swift y de los orientales y, hacia adelante,a las de Kafka.Hay, tal vez, otra clave. Para escarnecer los anhelos de lahumanidad, Swift los atribuyó a pigmeos o a simios; Flaubert,a dos sujetos grotescos. Evidentemente, si la historia universal esla historia de Bouvard y de Pécuchet, todo lo que la integra esridículo y deleznable.


DISCUSIÓN !>()3FLAUBERT Y SU DESTINO EJEMPLAREn un artículo destinado a abolir o a desanimar el culto deFlaubert en Inglaterra, John Middleton Murry observa que haydos Flaubert: uno, un hombrón huesudo, querible, más biensencillo, con el aire y la risa de un paisano, que vivió agonizandosobre la cultura intensiva de media docena de volúmenesdesparejos; otro, un gigante incorpóreo, un símbolo, un grito deguerra, una bandera. Declaro no entender esta oposición; el Flaubertque agonizó para producir una obra avara y preciosa es,exactamente, el de la leyenda y (si los cuatro volúmenes de sucorrespondencia no nos engañan) también el de la historia. Másimportante que la importante literatura premeditada y realizadapor él es este Flaubert, que fue el primer Adán de una especienueva: la del hombre de letras como sacerdote, como asceta ycasi como mártir.La antigüedad, por razones que ya veremos, no pudo producireste tipo. En el Ion se lee que el poeta "es una cosa liviana,alada y sagrada, que nada puede componer hasta estar inspirado,que es como si dijéramos loco". Semejante doctrina del espírituque sopla donde quiere (Juan, 3: 8) era hostil a una valoraciónpersonal del poeta, rebajado a instrumento momentáneo de ladivinidad. En las ciudades griegas o en Roma es inconcebibleun Flaubert; quizá el hombre que más se le aproximó fue Píndaro,el poeta sacerdotal, que comparó sus odas a caminos pavimentados,a una marea, a tallas de oro y de marfil y a edificios,y que sentía y encarnaba la dignidad de la profesión de las letras.A la doctrina "romántica" de la inspiración que los clásicosprofesaron í , cabe agregar un hecho: el sentimiento general deque Homero ya había agotado la poesía o, en todo caso, habíadescubierto la forma cabal de la poesía, el poema heroico. Alejandrode Macedonia ponía todas las noches bajo la almohadasu puñal y su Ilíada, y Thomas de Quincey refiere que un pastoringlés juró desde el pulpito "por la grandeza de los padecimientoshumanos, por la grandeza de las aspiraciones humanas, porla inmortalidad de las creaciones humanas, ¡por la Ilíada, porla Odisea!". El enojo de Aquiles y los rigores de la vuelta deUlises no son temas universales; en esa limitación, la posteridadfundó una esperanza. Imponer a otras fábulas, invocación por1 Su reverso es la doctrina "clásica" del romántico Poe, que hace de lalabor del poeta un ejercicio intelectual.


264 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASinvocación,, batalla por batalla, máquina sobrenatural por máquinasobrenatural, el curso y la configuración de la Ilíada, fueel máximo propósito de los poetas, durante veinte siglos. Burlarsede él es muy fácil, pero no de la Eneida, que fue su consecuenciadichosa. (Lempriére discretamente incluye a Virgilioentre los beneficios de Homero.) En el siglo xiv, Petrarca, devotode la gloria romana, creyó haber descubierto en las guerras púnicasla durable materia de la epopeya; Tasso, en el xvi, optó por laprimera cruzada. Dos <strong>obras</strong>, o dos versiones de una obra, lededicó; una es famosa, la Geriisalemme liberata; otra, la Conquistata,que quiere ajustarse más a la Ilíada, es apenas unacuriosidad literaria. En ella se atenúan los énfasis del texto original,operación que, ejecutada sobre una obra esencialmenteenfática, puede equivaler a su destrucción. Así, en la Liberata(VIII, 23), leemos de un hombre malherido y valiente que no seacaba de morir:La vita no, ma la virtú sostenía quel cadavere indómito e feroceEn la revisión, hipérbole y eficacia desaparecen:La vita no, ma la virtú sostentail cavaliere indómito e feroce.Milton, después, vive para construir un poema heroico. Desdela niñez, acaso antes de haber escrito una línea, se sabe dedicadoa las letras, Teme haber nacido demasiado tarde para la épica(demasiado lejos de Homero, demasiado lejos de Adán) y en unalatitud demasiado fría, pero se ejercita en el arte de versificar,durante muchos años. Estudia el hebreo, el arameo, el italiano, elfrancés, el griego y, naturalmente, el latín. Compone hexámetroslatinos y griegos y endecasílabos toscanos. Es continente, porquesiente que la incontinencia puede gastar su facultad poética.Escribe, a los treinta y tres años, que el poeta debe ser un poema,"es decir, una composición y arquetipo de las cosas mejores" yque nadie indigno de alabanza debe atreverse a celebrar "hombresheroicos o ciudades famosas". Sabe que un libro que loshombres no dejarán morir saldrá de su pluma, pero el sujetono le ha sido aún revelado y lo busca en la Matiére de Bretagney en los dos Testamentos. En un papel casual (que hoy es elManuscrito de Cambridge) anota un centenar de temas posibles.Elige, al fin, la caída de los ángeles y del hombre, tema históricoen aquel siglo, aunque ahora lo juzguemos simbólico o mitológico.'1 Sigamos las variaciones de un rasgo homérico, a lo largo del tiempo.


DISCUSIÓN 265Milton, Tasso y Virgilio se consagraron a la ejecución de poemas;Flaubert fue el primero en consagrarse (doy su rigor etimológicaa esta palabra) a la creación de una obra puramente estéticaen prosa. En la historia de las literaturas, la prosa es posterior alverso; esta paradoja incitó la ambición de Flaubert. "La prosaha nacido ayer", escribió. "El verso es por excelencia la formade las literaturas antiguas. Las combinaciones de la métrica sehan agotado; no así las de la prosa." Y en otro lugar: "La novelaespera a su Homero."El poema de Milton abarca el cielo, el infierno, el mundo yel caos, pero es todavía una Ilíada, una Ilíada del tamaño deluniverso; Flaubert, en cambio, no quiso repetir o superar unmodelo anterior. Pensó que cada cosa sólo puede decirse de unmodo y que es obligación del escritor dar con ese modo. Clásicosy románticos discutían atronadoramente y Flaubert dijo que susfracasos podían diferir, pero que sus aciertos eran iguales, porquelo bello siempre es lo preciso, lo justo, y un buen verso deBoileau es un buen verso de Hugo. Creyó en una armonía preestablecidade lo eufónico y de lo exacto y se maravilló de la"relación necesaria entre la palabra justa y la palabra musical".Esta superstición del lenguaje habría hecho tramar a otro escritorun pequeño dialecto de malas costumbres sintácticas y prosódicas;no así a Flaubert, cuya decencia fundamental lo salvó delos riesgos de su doctrina. Con larga probidad persiguió el motjuste, que por cierto no excluye el lugar común y que degeneraría,después, en el vanidoso mot rare de los cenáculos simbolistas.La historia cuenta que el famoso Laotsé quiso vivir secretamentey no tener nombre; pareja voluntad de ser ignorado ypareja celebridad marcan el destino de Flaubert. Éste quería noestar en sus libros, o apenas quería estar de un modo invisible,como Dios en sus <strong>obras</strong>; el hecho es que si no supiéramos previamenteque una misma pluma escribió Salammbó y Madamefíovary no lo adivinaríamos. No menos innegable es que pensaren la obra de Flaubert es pensar en Flaubert, en el ansioso y laboriosostrabajador de las muchas consultas y de los borradoresinextricables. Quijote y Sancho son más reales que el soldadoHelena de Troya, en la Ilíada, teje un tapiz, y lo que teje son batallas')' desventurasde la guerra de Troya. En la Eneida, el héroe, prófugo de la guerrade Troya,.arriba a Cartago y ve figuradas en un templo escenas de esa guerray, entre tantas imágenes de guerreros, también la suya. En la segunda "Jeru-Mllén", Godofredo recibe a los embajadores egipcios en un pabellón historiadocuyas pinturas representan sus propias guerras. De las tres versiones, laultima es la menos feliz.


26fíJORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASespañol que los inventó, pero ninguna criatura de Flaubert esreal como Flaubert. Quienes dicen que su obra capital es laCorrespondencia pueden argüir que en esos varoniles volúmenesestá el rostro de su destino.Ese destino sigue siendo ejemplar, como lo fue para los románticosel de Byron. A la imitación de la técnica de Flaubertdebemos The Oíd Wives' Tale y O primo Basilio; su destino seha repetido, con misteriosas magnificaciones y variaciones, en elMallarmé (cuyo epigrama El propósito del mundo es un librofija una convicción de Flaubert), en el de Moore, en el de HenryJames y en el del intrincado y casi infinito irlandés que tejióel UliscSt


DISCUSIÓN 267EL ESCRITOR ARGENTINO Y LA TRADICIÓN iQuiero formular y justificar algunas proposiciones escépticas sobreel problema del escritor argentino y la tradición. Mi escepticismono se refiere a la dificultad o imposibilidad de resolverlo,sino a la existencia misma del problema. Creo que nos enfrentaun tema retórico, apto para desarrollos patéticos; más que eleuna verdadera dificultad mental entiendo que se trata ele unaapariencia, de un simulacro, de un seudoproblema.Antes de examinarlo, quiero considerar los planteos y solucionesmás corrientes. Empezaré por una solución que se ha hechocasi instintiva, que se presenta sin colaboración de razonamientos;la que afirma que la tradición literaria argentina ya existe en lapoesía gauchesca. Según ella, el léxico, los procedimientos, lostemas de la poesía gauchesca deben ilustrar al escritor contemporáneo,y son un punto de partida y quizá un arquetipo.Es la solución más común y por eso pienso demorarme en suexamen.Ha sido propuesta por Lugones en El payador; ahí se lee quelos argentinos poseemos un ppema clásico, el Martín Fierro, y queese poema debe ser para nosotros lo que los poemas homéricosfueron para los griegos. Parece difícil contradecir esta opinión,sin menoscabo del Martín Fierro. Creo que el Martín Fierro esla obra más perdurable que hemos escrito los argentinos; y creocon la misma intensidad que no podemos suponer que el MartínFierro es, como algunas veces se ha dicho, nuestra Biblia, nuestrolibro canónico.Ricardo Rojas, que también ha recomendado la canonizacióndel Martin Fierro, tiene una página, en su Historia de la literaturaargentina, que parece casi un lugar común y que es unaastucia.Rojas estudia la poesía de los gauchescos, es decir, la poesíade Hidalgo, Ascasubi, Estanislao del Campo y José Hernández,y la deriva de la poesía de los payadores, de la espontánea poesíade los gauchos. Hace notar que el metro de la poesía populares el octosílabo y que los autores de la poesía gauchesca5 Versión taquigráfica de una clase dictada en el Colegio Libre de EstudiosSuperiores.


T268 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS Imanejan ese metro, y. acaba por considerar la poesía de losgauchescos como una continuación o magnificación de la poesíade los payadores.Sospecho que hay un grave error en esta afirmación; podríamosdecir un hábil error, porque se ve que Rojas, para dar raízpopular a la poesía de los gauchescos, que empieza en Hidalgoy culmina en Hernández, la presenta como una continuacióno derivación de la de los gauchos, y así Barbolomé Hidalgoes, no el Homero de esta poesía¡ como dijo Mitre, sino uneslabón. .Ricardo Rojas hace de Hidalgo un payador; sin embargo, segúnla misma Historia de la literatura argentina, este supuestopayador empezó componiendo versos endecasílabos, metro naturalmentevedado a los payadores, que no percibían su armonía,como no percibieron la armonía del endecasílabo los lectores españolescuando Garcilaso lo importó de Italia.Entiendo que hay una diferencia fundamental entre la poesíade los gauchos y la poesía gauchesca. Basta comparar cualquiercolección de poesías populares con el Martín Fierro, con el PaulinoLucero, con el Fausto, para advertir esa diferencia, que estáno menos en el léxico que en el propósito de los poetas. Los poetaspopulares del campo y del suburbio versifican temas generales:las penas del amor y de la ausencia, el dolor del amor, ylo hacen en un léxico muy general también; en cambio, los poetasgauchescos cultivan un lenguaje deliberadamente popular, quelos poetas populares no ensayan. No quiero decir que el idiomade los poetas populares sea un español correcto, quiero decirque si hay incorrecciones son obra de la ignorancia. En cambio,en los poetas gauchescos hay una busca de las palabras nativas,una profusión de color local. La prueba es ésta: un colombiano,un mejicano o un español pueden comprender inmediatamentelas poesías de los payadores, de los gauchos, y en cambio necesitanun glosario para comprender, siquiera aproximadamente, aEstanislao del Campo o Ascasubi.Iodo esto puede resumirse así: la poesía gauchesca, que haproducido —me apresuro a repetirlo— <strong>obras</strong> admirables, es ungénero literario "tan artificial como cualquier otro. En las primerascomposiciones gauchescas, en las trovas de Bartolomé Hidalgo,ya hay un propósito de presentarlas en función del gaucho,como dichas por gauchos, para que el lector las lea con una entonacióngauchesca. Nada más lejos de la poesía popular. El pueblo—y esto yo lo he observado no sólo en los payadores de lacampaña, sino en los de las orillas de Buenos Aires—, cuandoversifica, tiene la convicción de ejecutar algo importante; y rehuye•nsiintivamente las voces populares y busca voces y giros altiso-


DISCUSIÓN 269nantes. Es probable que ahora la poesía gauchesca haya influidoen los payadores y éstos abunden también en criollismos, peroen el principio no ocurrió así, y tenemos una prueba (que nadieha señalado) en el Martín Fierro.El Martín Fierro está redactado en un español de entonacióngauchesca y no nos deja olvidar durante mucho tiempo que es ungaucho el que canta; abunda en comparaciones tomadas de lavida pastoril; sin embargo, hay un pasaje famoso en que elautor olvida esta preocupación de color local y escribe en unespañol general, y no habla de temas vernáculos, sino de grandestemas abstractos, del tiempo, del espacio, del mar, de la noche.Me refiero a la payada entre Martín Fierro y el Moreno, queocupa el fin de la segunda parte. Es como si el mismo Hernándezhubiera querido indicar la diferencia entre su poesía gauchescay la genuina poesía de los gauchos. Cuando esos dos gauchos,Fierro y el Moreno, se ponen a cantar, olvidan toda afectacióngauchesca y abordan temas filosóficos. He podido comprobar lomismo oyendo a payadores de las orillas; éstos rehuyen el versificaren orillero o lunfardo y tratan de expresarse con corrección.Desde luego fracasan, pero su propósito es hacer de la poesía algoalto; algo distinguido, podríamos decir con una sonrisa.La idea de que la poesía argentina debe abundar en rasgosdiferenciales argentinos y en color local argentino me pareceuna equivocación. Si nos preguntan qué libro es más argentino,el Martín Fierro o los sonetos de La urna de Enrique Banchs,no hay ninguna razón para decir que es más argentino el primero.Se dirá que en La urna de Banchs no está el paisaje argentino,la topografía argentina, la botánica argentina, la zoologíaargentina; sin embargo, hay otras condiciones argentinas en Laurna.Recuerdo ahora unos versos de La urna que parecen escritospara que no pueda decirse que es un libro argentino; son losque dicen: "...El sol en los tejados / y en las ventanas brilla.Ruiseñores / quieren decir que están enamorados."Aquí parece inevitable condenar: "el sol en los tejados y enlas ventanas brilla". Enrique Banchs escribió estos versos en unsuburbio de Buenos Aires, y en los suburbios de Buenos Airesno hay tejados, sino azoteas; "ruiseñores quieren decir que estánenamorados"; el ruiseñor es menos un pájaro de la realidad quede la literatura, de la tradición griega y germánica. Sin embargo,yo diría que en el manejo de estas imágenes convencionales, enesos tejados y en esos ruiseñores anómalos, no estarán desde luegola arquitectura ni la ornitología argentinas, pero están el pudorargentino, la reticencia argentina; la circunstancia de que Banchs..al hablar de ese gran dolor que lo abrumaba, al hablar de es;i


270 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASmujer que lo había dejado y había dejado vacío el mundo paraél, recurra a imágenes extranjeras y convencionales como lostejados y los ruiseñores, es significativa: significativa del pudor,de la desconfianza, de las reticencias argentinas; de la dificultadque tenemos para las confidencias, para la intimidad.Además, no sé si es necesario decir que la idea de que unaliteratura debe definirse por los rasgos diferenciales del país quela produce es una idea relativamente nueva; también es nuevay arbitraria la idea de que los escritores deben buscar temas desus países. Sin ir más lejos, creo que Racine ni siquiera hubieraentendido a una persona que le hubiese negado su derecho altítulo de poeta francés por haber buscado temas griegos y latinos.Creo que Shakespeare se habría asombrado si hubieran pretendidolimitarlo a temas ingleses, y si le hubiesen dicho que, comoinglés, no tenía derecho a escribir Hamlet, de tema escandinavo,o Macbeth, de tema escocés. El culto argentino del color local esun reciente culto europeo que los nacionalistas deberían rechazarpor foráneo.He encontrado días pasados una curiosa confirmación de quelo verdaderamente nativo suele y puede prescindir del colorlocal; encontré esta confirmación en la Historia de la declinacióny caída del Imperio Romano de Gibbon. Gibbon observa que enel libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos; yocreo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad del Alcorán,bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe.Fue escrito por Mahoma, y Mahoma, como árabe, no tenía porqué saber que los camellos eran especialmente árabes; eran paraél parte de la realidad, no tenía por qué distinguirlos; en cambio,un falsario, un turista, un nacionalista árabe, lo primero que hubierahecho es prodigar camellos, caravanas de camellos en cadapágina; pero Mahoma, como árabe, estaba tranquilo: sabía quepodía ser árabe sin camellos. Creo que los argentinos podemosparecemos a Mahoma, podemos creer en la posibilidad de serargentinos sin abundar en color local.Séame permitida aquí una confidencia, una mínima confidencia.Durante- muchos años, en libros ahora felizmente, olvidados,traté de redactar el sabor, la esencia de los barrios extremos deBuenos Aires; naturalmente abundé en palabras locales, no prescindíde palabras como cuchilleros, milonga, tapia, y otras, yescribí así aquellos olvidables y olvidados libros; luego, hará unaño, escribí una historia que se llama La muerte y la brújula quees una suerte de pesadilla, una pesadilla en que figuran elementosde Buenos Aires deformados por el horror de la pesadilla;pienso allí en el Paseo Colón y lo llamo Rué de Toulon, piensoen las quintas de Adrogué y las llamo Triste-le-Roy; publicada


DISCUSIÓN 271esa historia, mis amigos me dijeron que al fin habían encontradoen lo que yo escribía el sabor de las afueras de Buenos Aires.Precisamente porque no me había propuesto encontrar ese sabor,porque me había abandonado al sueño, pude lograr, al cabo detantos años, lo que antes busqué en vano.Ahora quiero hablar de una obra justamente ilustre que sueleninvocar los nacionalistas. Me refiero a Don Segundo Sombrade Güiraldes. Los nacionalistas nos dicen que Don Segundo Sombraes el tipo.de libro nacional; pero si comparamos Don SegundoSombra con las <strong>obras</strong> de la tradición gauchesca, lo primero quenotamos son diferencias. Don Segundo Sombra abunda en metáforasde un tipo que nada tiene que, ver con el habla de la campañay sí con las metáforas de los cenáculos contemporáneos deMontmartre. En cuanto a la fábula, a la historia^ es fácil comprobaren ella el influjo del Kim de Kipling, cuya acción estáen la India y que fue escrito, a su vez, bajo el influjo de HuckleberryFinn de Mark Twain, epopeya del Misisipí. Al hacer estaobservación no quiero rebajar el valor de Don Segundo Sombra;al contrario, quiero hacer resaltar que para que nosotros tuviéramosese libro fue necesario que Güiraldes recordara la técnica poéticade los cenáculos franceses de su tiempo, y la obra de Kipling quehabía leído hacía muchos años; es decir, Kipling, y Mark Twain,y las metáforas de los poetas franceses fueron necesarios para estelibro argentino, para este libro que no es menos argentino, lorepito, por haber aceptado esas influencias.Quiero señalar otra contradicción: los nacionalistas simulanvenerar las capacidades de la mente argentina pero quieren limitarel ejercicio poético de esa mente a algunos pobres temaslocales, como si los argentinos sajo pudiéramos hablar de orillasy estancias y no del universo.Pasemos a otra solución. Se dice que hay una tradición a laque debemos acogernos los escritores argentinos, y que esa tradiciónes la literatura española. Este segundo consejo es desdeluego un poco • menos estrecho que el primero, pero tambiéntiende a encerrarnos; muchas objeciones podrían hacérsele, perobasta con dos. La primera es ésta: la historia argentina puededefinirse sin equivocación como un querer apartarse de España,como un voluntario distanciariiiento de España. La segunda objeciónes ésta: entre nosotros el placer de la literatura española,un placer que yo personalmente comparto, suele ser un gustoadquirido; yo muchas veces he prestado, a personas sin versaciónliteraria especial, <strong>obras</strong> francesas e inglesas, y estos libros hansido gustados inmediatamente, sin esfuerzo. En cambio, cuandohe propuesto a mis amigos la lectura de libros españoles, he comprobadoque estos libros les eran difícilmente gustables sin un


272 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASaprendizaje especial; por eso creo que el .hecho de que algunosilustres escritores argentinos escriban como españoles es menosel testimonio de una capacidad heredada que una prueba de laversatilidad argentina.Llego a una tercera opinión que he leído hace poco sobre losescritores argentinos y la tradición, y que me ha asombrado mucho.Viene a decir que nosotros, los argentinos, estamos desvinculadosdel pasado; que ha habido como una solución de continuidadentre nosotros y Europa. Según este singular parecer, losargentinos estamos como en los primeros días de la creación; elhecho de buscar temas y procedimientos europeos es una ilusión,un error; debemos comprender que estamos esencialmente solos,y no podemos jugar a ser europeos.Esta opinión me parece infundada. Comprendo que muchosla acepten, porque esta declaración de nuestra soledad, de nuestraperdición, de nuestro carácter primitivo tiene, como el existencialismo,los encantos de lo patético. Muchas personas puedenaceptar esta opinión porque una vez aceptada se sentirán solas,desconsoladas y, de algún modo, interesantes. Sin embargo, heobservado que en nuestro país, precisamente por ser un paísnuevo, hay un gran sentido del tiempo. Todo lo que ha ocurridoen Europa, los dramáticos acontecimientos de los últimos añosde Europa, han resonado profundamente aquí. El hecho de queuna persona fuera partidaria de los franquistas o de los republicanosdurante la guerra civil española, o fuera partidaria de losnazis o de los aliados, ha determinado en muchos casos peleas ydistanciamientos muy graves. Esto no ocurriría si estuviéramosdesvinculados de Europa. En lo que se refiere a la historia argentina,creo que todos nosotros la sentimos profundamente; yes natural que la sintamos, porque está, por la cronología y porla sangre, muy cerca de nosotros; los nombres, las batallas de lasguerras civiles, la guerra de la independencia, todo está, en eltiempo y en la tradición familiar, muy cerca de nosotros.¿Cuál es la tradición argentina? Creo que podemos contestarfácilmente y que no hay problema en esta pregunta. Creo que'nuestra tradición es toda la cultura occidental, y creo tambiénque tenemos derecho a esta tradición, mayor que el que puedentener los habitantes de una u otra nación occidental. Recuerdoaquí un ensayo de Thorstein Veblen, sociólogo norteamericano,sobre la preeminencia de los judíos en la cultura occidental. Sepregunta si esta preeminencia permite conjeturar una superioridadinnata de los judíos, y contesta que no; dice que sobresalenen la cultura occidental, porque actúan dentro de esa culturay al mismo tiempo no se sienten atados a ella por una devociónespecial; "por eso —dice— a un judío siempre le será más fácil


DISCUSIÓN 273que a un occidental no judío innovar en la cultura occidental";y lo mismo podemos decir de los irlandeses en la cultura deInglaterra. Tratándose de los irlandeses, no tenemos por quésuponer que la profusión de nombres irlandeses en la literaturay la filosofía británicas se deba a una preeminencia racial, porquemuchos de esos irlandeses ilustres (Shaw, Berkeley, Swift)fueron descendientes de ingleses, fueron personas que no teníansangre celta; sin embargo, les bastó el hecho de sentirse irlandeses,distintos, para innovar en la cultura inglesa. Creo que losargentinos, los sudamericanos en general, estamos en una situaciónanáloga; podemos manejar todos los temas europeos, manejarlossin supersticiones, con una irreverencia que puede tener,y ya tiene, consecuencias afortunadas.Esto no quiere decir que todos los experimentos argentinossean igualmente felices; creo que este problema de la tradicióny de lo argentino es simplemente una forma contemporánea, yfugaz del eterno problema del determinismo. Si yo voy a tocarla mesa con una de mis manos, y me pregunto: ¿la tocare conla mano izquierda o con la mano derecha?; y luego la toco conla mano derecha, los deterministas dirán que yo no podía obrarde otro modo y que toda la historia anterior del universo meobligaba a tocarla con la mano derecha, y que tocarla con lamano izquierda hubiera sido un milagro. Sin embargo, si la hubieratocado con la mano izquierda me habrían dicho lo mismo:que había estado obligado a tocarla con esa mano. Lomismo ocurre con los temas y procedimientos literarios. Todolo que hagamos con felicidad los escritores argentinos perteneceráa la tradición argentina, de igual modo que el hecho de tratartemas italianos pertenece a la tradición de Inglaterra por obra deChaucer y de Shakespeare.Creo, además, que todas estas discusiones previas sobre propósitosde ejecución literaria están basadas en el error de suponerque las intenciones y los proyectos importan mucho. Tomemosel caso de Kipling: Kipling dedicó su vida a escribir en funciónde determinados ideales políticos, quiso hacer de su obra uninstrumento de propaganda y, sin embargo, al fin de su vidahubo de confesar que la verdadera esencia de la obra de unescritor suele ser ignorada por éste; y recordó el caso de Swift,que al escribir Los viajes de Gulliver quiso levantar un testimoniocontra la humanidad y dejó, sin embargo, un libro para niños.Platón dijo que ios poetas son amanuenses de un dios, quelos anima contra su voluntad, contra sus propósitos, como elimán anima a una serie de anillos de hierro.Por eso repito que no debemos temer y que debemos pensar


1274 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASque nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas,y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos:porque o ser argentino es una fatalidad y en ese caso lo seremosde cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, unamáscara.Creo que si nos abandonamos a ese sueño voluntario que sellama la creación'artística, seremos argentinos y seremos, también,buenos a tolerables escritores.


DISCUSIÓN 275NOTASH. G. WELLS Y LAS PARÁBOLAS: The Croquet Player. Star BegottenEste año, Wells ha publicado dos libros. El primero —The CroquetPlayer— describe una región pestilencial de confusos pantanosen la que empiezan a ocurrir cosas abominables; al cabo com-.prendemos que esa región es todo el planeta. El otro —Star Begotten—presenta una amistosa conspiración de los habitantes deMarte para regenerarla humanidad por medio de emisiones derayos cósmicos. Nuestra cultura está amenazada por un renacimientomonstruoso de la estupidez y de la crueldad, quiere significarel primero; nuestra cultura puede ser renovada por unageneración un poco distinta, murmura el otro. Los dos libros sondos parábolas, los dos libros plantean el viejo pleito de las alegoríasy de los símbolos.Todos propendemos a creer que la interpretación agota lossímbolos. Nada más falso. Busco un ejemplo elemental: el deuna adivinanza. Nadie ignora que a Edipo le interrogó la Esfingetebana: "¿Cuál es el animal que tiene cuatro pies en el alba,dos al mediodía y tres en la tarde?". Nadie tampoco ignora quéEdipo respondió que era el hombre. ¿Quién de nosotros no percibeinmediatamente que el desnudo concepto de hombre es inferioral mágico animal que deja entrever la pregunta y a laasimilación del hombre común a ese monstruo variable y desetenta años a un día y del bastón de los ancianos a un tercerpie? Esa naturaleza plural es propia de todos los símbolos. Lasalegorías, por ejemplo, proponen al lector una doble o tripleintuición, no unas figuras que se pueden canjear por nombressustantivos abstractos. "Los caracteres alegóricos", advierte acertadamenteDe Quincey (Writings, onceno tomo, página 199),"ocupan un lugar intermedio entre las realidades absolutas dela vida humana y las puras abstracciones del entendimiento lógico."La hambrienta y flaca loba del primer canto de la DivinaComedia no es un emblema o letra de la avaricia: es unaloba y es también la avaricia, como en los sueños. No desconfiemosdemasiado de esa duplicidad; para los místicos el mundoconcreto no es más que un sistema de símbolos...De lo anterior me atrevo a inferir que es absurdo reduciruna historia a su moraleja, una parábola a su mera intención,una "forma" a su "fondo". (Ya Schopenhauer ha observado que


276 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASel público se fija raras veces en la forma, y siempre en el fondo.)En The Croquet Player hay una forma que podemos condenar oaprobar, pero no negar; el cuento Star Begotten, en cambio, esdel todo amorfo. Una serie de vanas discusiones agotan el volumen.El argumento —la inexorable variación del género humanopor obra de los rayos cósmicos— no ha sido realizado; apenas silos protagonistas discuten su posibilidad. El efecto es muy pocoestimulante. jQué lástima que a Wells no se le haya ocurridoeste libro!, piensa con nostalgia el lector. Su anhelo es razonable:el Wells que el argumento exigía no era el conversadorenérgico y vago del World of Williarn Clissold y de las imprudentesenciclopedias. Era el otro, el antiguo narrador de milagrosatroces: el de la historia del viajero que trae del porvenir unañor marchita, el de la historia de los hombres bestiales que gangoseanen la noche un credo servil, el de la historia del traidorque huyó de la luna.EDWARD KASNER AND JAMES NEWMAN: Mathematíes and, the Imaginmtion(Simón and Schuster).Revisando la biblioteca, veo con admiración que las <strong>obras</strong> quemás he releído y abrumado de notas manuscritas son el Diccionariode la filosofa de Mauthner, la Historia biográfica de la filosofíade Lewes, la Historia de la guerra_ de 1914-1918 de LiddellHart, la Vida de Samuel Johnson de Boswell y la psicología deGustav Spiller: The Mind of Man, 1902. A ese heterogéneo catálogo(que no excluye <strong>obras</strong> que tal vez son meras costumbres,como la de G. H. Lewes) preveo que los años agregarán estelibro amenísimo.Sus cuatrocientas páginas registran con claridad los inmediatosy accesibles encantos de las matemáticas, los que hasta un merohombre de letras-puede entender, o imaginar que entiende: elincesante mapa de Brouwer, la cuarta dimensión que entrevioMore y que declara intuir Howard Hinton, la levemente obscenatira de Moebius, los rudimentos de la teoría de los númerostransfinitos, las ocho paradojas de Zenón, las líneas paralelasde Desargues que en el infinito se cortan, la notación binariaque Leibniz descubrió en los diagramas del I King, la bellademostración euclidiana de la infinitud estelar de los númerosprimos, el problema de la torre de Hanoi, el silogismo dilemáticoo bicornuto.De este último, con el que jugaron los griegos (Demócrito juraque los abderitanos son mentirosos; pero Demócrito. es abderitano;luego Demócrito miente; luego no es cierto que los abderitanosson mentirosos; luego Demócrito no miente; luego es ver-


DISCUSIÓN '277dad que los abderitanos son mentirosos; luego Demócrito miente;luego...), hay casi innumerables versiones que no varían demétodo, pero sí de protagonistas y de fábula. Aulo Gelio (Nochesáticas, libro quinto, capítulo X) recurre a un orador y a su alumno;Luis Barahona de Soto (Angélica, onceno canto), a dos esclavos;Miguel de Cervantes (Quijote, segunda parte, capítuloLI), a un río, a un puente y a una horca; Jeremy Taylor, en. alguno de sus sermones, a un hombre que ha soñado con unavoz que le revela que todos los sueños son vanos; Bertrand Russell(Introduction to Mathernatical Philosophy, página 136), alconjunto de todos los conjuntos que no se incluyen a sí mismos.A esas perplejidades ilustres, me atrevo a agregar ésta:En Sumatra, alguien quiere doctorarse de adivino. El brujoexaminador le pregunta si será reprobado o si pasará. El candidatoresponde que será reprobado... Ya se presiente la infinitacontinuación.GERALD HEARD: Pain, Sex. and Time(Gassell).A principios de 1896, Bernard Shaw percibió que en FriedrichNietzsche había un académico inepto, cohibido por el culto supersticiosodel Renacimiento y los clásicos (Our Theatres in theNineties, tomo segundo, página 94). Lo innegable es que Nietzsche,para comunicar al siglo de Darwin su conjetura evolucionistadel Superhombre, lo hizo en un libro carcomido, que es una desairadaparodia de todos los Sacred Books of the East. No arriesgóuna sola palabra sobre la anatomía o psicología de la futuraespecie biológica; se limitó a su moralidad, que identificó (temerosodel presente y del porvenir) con la de César Borgia y losvikings. 11 Alguna vez (Historia de la eternidad) he procurado enumerar o recopilartodos los testimonios de la doctrina del Eterno Regreso que fueron anterioresa Nietzsche. Ese vano propósito excede la brevedad de mi erudición y de lavida humana. A los testimonios ya registrados básteme agregar, por ahora,el del Padre Feijoo (Teatro crítico universal, tomo cuarto, discurso doce).Éste, como Sir Thomas Browne, atribuye la doctrina a Platón. La formulaasí: "Uno de los delirios de Platón fue, que absuelto todo el circulo del añomagno (así llamaba a aquel espacio de tiempo en que todos los astros, despuésde innumerables giros, se han de restituir a la misma postura y ordenque antes tuvieron entre sí) , se han de renovar todas las cosas; esto es, hande volver a aparecer sobre el teatro del mundo los mismos actores a representarlos mismos sucesos, cobrando nueva existencia hombres, brutos, plantas,piedras; en fin, cuanto hubo animado e inanimado en los anteriores.siglos, para repetirse en ellos los mismos ejercicios, los mismos acontecimienlos.los mismos juegos de la fortuna que tuvieron en su primera existencia,"


278 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASHeard corrige, a su modo, las negligencias y omisiones de Zarathustra,Linealmente, el estilo de que dispone es harto inferior;para una lectura seguida, es más tolerable. Descree de una superhumanidad,pero anuncia una vasta evolución de las facultadeshumanas. Esa evolución mental no requiere siglos: hay en loshombres un infatigable depósito de energía nerviosa, que lespermite ser incesantemente sexuales, a diferencia de las otrasespecies, cuya sexualidad es periódica. "La historia", escribe Heard,"es parte de la historia natural. La historia humana es biología,acelerada psicológicamente."La posibilidad de una evolución ulterior de nuestra concienciadel tiempo es quizá el tema básico de este libro. Heard opinaque los animales carecen totalmente de esa conciencia y que suvida discontinua y orgánica es una pura actualidad. Esa conjeturaes antigua; ya Séneca la había razonado en la última de lasepístolas a Lucilio: Animalibus tantum, quod brevissimum est intranscursu, datum, prcesens. . . También abunda en la literaturateosófica. Rudolf Steiner compara la estadía inerte de los mineralesa la de los cadáveres; la vida silenciosa de las plantas a lade los hombres que duermen; las atenciones momentáneas delanimal a las del negligente soñador que sueña incoherencias. Enel tercer volumen de su admirable Woerterbuch der. Philosophie,observa Fritz ÍVlauthner: "Parece que los animales no tienensino oscuros presentimientos de la sucesión temporal y de la duración.En cambio, el hombre, cuando es además un psicólogode la nueva escuela, puede diferenciar en el tiempo dos impresionesque sólo estén separadas por 1/500 de segundo." En unlibro postumo de Guyau —La Genése de l'Idée de Temps, 1890—hay dos o tres pasajes análogos. Uspenski (Tertlum Organum, capítuloIX) encara no sin elocuencia el problema; afirma que elmundo de los animales es bidimensional y que son incapaces deconcebir una esfera o un cubo. Todo ángulo es para ellos unaSon palabras de 1730; las repite el tomo LVI de lá Biblioteca de AutoresEspañoles. Declaran bien la justificación astrológica del Regreso.En el Timeo, Platón afirma que los siete planetas, equilibradas sus diversasvelocidades, regresarán al punto inicial de partida, pero no infiere de esevasto circuito una repetición puntual de la historia. Sin embargo, LucilioVanini declara: "De nuevo Aquiles irá a Troya; renacerán las ceremoniasy religiones; la historia humana se repite; nada hay ahora que no fue;lo que ha sido, será; pero todo ello en general, no (como determina Platón)en particular." Lo escribió en 1616; lo cita Burton en la cuarta sección dela tercera parte del libro The Anatomy of Melancholy. Francis Bacon (Essay,LVIII, 1625) admite que, cumplido el año platónico, los astros causaran losmismos efectos genéricos, pero niega su virtud para repetir los mismos tutlividuos.


DISCUSIÓN 279moción, un suceso en el tiempo. .. Como Edward Carpenter, comoLeadbeater, como Dunne, Uspenski profetiza que nuestras mentesprescindirán del tiempo lineal, sucesivo, y que intuirán el universode un modo angélico: sub specie ceternitatis.A la misma conclusión llega Heard, en un lenguaje a vecescontaminado de patois psiquiátrico y sociológico. Llega, o creoque llega. En el primer capítulo de su libro afirma la existenciade un tiempo •inmóvil que nosotros los hombres atravesamos. Ignorosi ese memorable dictamen es una mera negación metafóricadel tiempo cósmico, uniforme, de Newton o si literalmente afirmala coexistencia del pasado, del presente y del porvenir. En elúltimo caso (diría Dunne) el tiempo inmóvil degenera en espacioy nuestro movimiento de traslación exige otro tiempo...Que de algún modo evolucione la percepción del tiempo, nome parece inverosímil y es, quizá, inevitable. Que esa evoluciónpueda ser muy brusca me parece una grátuidad del autor, unestímulo artificial.GILBERT WATERHOUSE: A Short History of Germán Literature (Methuen,London, 1943).Equidistantes del marqués de L'aplace (que declaró la posibilidadde cifrar en una sola fórmula todos los hechos que serán,que son y que han sido) y del inversamente paradójico doctorRojas (cuya historia de la literatura argentina es más extensa quela literatura argentina), el señor Gilbert Waterhouse ha redactadoen ciento cuarenta páginas una historia no siempre inadecuadade la literatura alemana. El examen de este manual noincita ni al agravio ni al ditirambo; su defecto más evidente,y acaso inevitable, es el que De Quincey reprocha a los juicioscríticos alemanes: la omisión de ejemplos ilustrativos. Tampocoes generoso conceder exactamente una línea al múltiple Novalisy abusar de esa línea para ubicarlo en un catálogo subalterno denovelistas cuyo modelo fue el Wilhelm Meister. (Novalis condenóel Wilhelm Meister; Novalis^famosamente dijo de Goethe: "Esun poeta práctico. Es en las <strong>obras</strong> lo que en la mercadería sonlos ingleses: pulcro, sencillo, cómodo, resistente".) La tradicionalexclusión de Schopenhauer y de Fritz Mauthner me indigna, perono me sorprende ya: el horror de la palabra filosofía impide quelos críticos reconozcan, en el Woerterbuch de uno y en los Parergaunrid Paralipoména de otro, los más inagotables y agradableslibros de ensayos de la literatura alemana.Los alemanes parecen incapaces de obrar sin algún aprendizajealucinatorio: pueden librar felices batallas o redactar lánguidas einfinitas novelas, pero sólo a condición de creerse "arios puros".


280 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASo vikings maltratados por los judíos, o actores de la Gemianíade Tácito. (Sobrevesta singular esperanza retrospectiva FriedrichNietzsche ha opinado: "Todos los germanos auténticos emigraron;la Alemania de hoy es un puesto avanzado de los eslavos yprepara el camino para la rusificación de Europa." Una respuestaanáloga merecen los españoles, que se proclaman nietos de losconquistadores de América: los nietos somos los sudamericanos,nosotros; ellos son los sobrinos.. .) Notoriamente, los dioses hannegado a los alemanes la belleza espontánea. Esa privación definelo trágico del culto shakesperiano alemán, que de algúnmodo se parece a un amor desdichado. El alemán (Lessing, Herder,Goethe, Novalis, Schiller, Schopenhauer, Nietzche, StefanGeorge. . .) siente con misteriosa intimidad el mundo de Shakespeare,al mismo tiempo que se sabe incapaz de crear conese ímpetu y con esa inocencia, con esa delicada felicidad y conese negligente esplendor. Unser Shakespeare —"nuestro Shakespeare"dicen, o dijeron, los alemanes, pero se saben destinadosa un arte de naturaleza distinta: arte de símbolos premeditadoso de tesis polémicas. No se puede recorrer un libro como el deGundolf —Shakespeare und der deutsche Geist— o como elde Pascal —William Shakespeare in Germany— sin percibir esa^nostalgia o discordia de la inteligencia alemana, esa tragediasecular cuyo actor no es un hombre, sino muchas generacioneshumanas.Los hombres de otras tierras pueden ser distraidamente atroces,eventualmente heroicos; los alemanes requieren seminarios deabnegación, éticas de la infamia.De las historias breves de la literatura alemana, la mejor, queyo sepa, es la de Karl Heinemann, publicada por Kroener; lamás evitable y penosa, la del doctor Max Koch, invalidada porsupersticiones patrióticas y temerariamente inferida al idioma españolpor una editorial catalana.LESHE D. WEATHERHEAD: After Death (The Epworth Press London,1942).Yo he compilado alguna vez una antología de la literaturafantástica. Admito que esa obra es de las poquísimas que unsegundo Noé debería* salvar de un segundo diluvio, pero delatola culpable omisión de los insospechados y mayores maestros delgénero: Parménides, Platón, Juan Escoto Erígena, Alberto Magno,Spinoza, Leibniz, Kant, Francis Bradley. En efecto,_¿qué son losprodigios de Wells o de Edgar Alian Poe —una flor que nos llegadel porvenir, un muerto sometido a la hipnosis— confrontadoscon la invención de Dios, con la teoría laboriosa de un ser que


á,DISCUSIÓN 281de algún modo es tres y que solitariamente perdura fuera deltiempo} ¿Qué es la piedra bezoar ante la armonía preestablecida,quién es el unicornio ante la Trinidad, quién es Lucio Apuleyoante los multiplicadores de Buddhas del Gran Vehículo, quéson todas las noches de Shahrazad junto a un argumento de Berkeley?He venerado la gradual invención de Dios; también elInfierno y el Cielo (una remuneración inmortal, un castigo inmortal)son admirables y curiosos designios de la imaginaciónde los hombres.Los teólogos definen el Cielo como un lugar de sempiternagloria y ventura y advierten que ese lugar no es el dedicado alos tormentos infernales. El cuarto capítulo de este libro muyrazonablemente, niega esa división. Arguye que el Infierno y elCielo no son localidades topográficas, sino estados extremos delalma. Plenamente concuerda con André Gide (Journal, página677) que habla de un Infierno inmanente, ya declarado por elverso de Milton: Which way I fly is Hell; myself arn Hell; parcialmentecon Swedenborg, cuyas irremediables almas perdidasprefieren las cavernas y los pantanos al esplendor insoportabledel Cielo. Weatherhead propone la tesis de un solo heterogéneoultramundo, alternativamente infernal y paradisíaco, según lacapacidad de las almas.Para casi todos los hombres, los conceptos de Cielo y de felicidadson inseparables. En la década final del siglo xrx, Butler proyectó,sin embargo, un Cielo en el que todas las cosas se frustraranligeramente (pues nadie puede tolerar una dicha total)y un Infierno correlativo, en el que faltara todo estímulo desagradable,salvo los que prohiben el sueño. Bernard Shaw, hacia1902, instaló en el Infierno las ilusiones de la erótica, de la abnegación,de la gloria y del puro amor imperecedero; en el Cielo,la comprensión de la realidad (Man and Superman, tercer acto).Weatherhead es un mediocre y casi inexistente escritor, estimuladopor lecturas piadosas, pero intuye que la directa persecuciónde una pura y perpetua felicidad no será menos irrisoria del otrolado de la muerte que de éste. Escribe: "La concepción más altade las experiencias gozosas que hemos denominado Cielo es la deservir: es la de una plena y libre participación en la obrade Cristo. Esto podrá ocurrir entre otros espíritus, tal vez enotros mundos; quizá podremos ayudar a que el nuestro se salve."En otro capítulo afirma: "El dolor del Cielo es intenso, puescuanto más hayamos evolucionado en este mundo, tanto máspodremos compartir en el otro la vida de Dios. Y la vida deDios es dolorosa. En su corazón están los pecados, las penas,todo el sufrimiento del mundo. Mientras quede un solo pecador


282 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASen el universo, no habrá felicidad en el Cielo." (Orígenes, afirmadorde una reconciliación final del Creador con todas las criaturas,incluso el diablo, ya ha soñado ese sueño.)No sé qué opinará el lector, de tales conjeturas semiteosóficas.Los católicos (léase los católicos argentinos) creen en un mundoultraterreno, pero he notado que no se interesan en él. Conmigoocurre lo contrario; me interesa y no creo.M. DAVIDSON: The Free Will Controversy (Watts, London, 1943).Este volumen quiere ser una historia de la vasta polémicasecular entre, deterministas y partidarios del albedrío. No lo eso imperfectamente lo es, a causa del erróneo método que haejercido el autor. Éste se limita a exponer los diversos sistemasfilosóficos ya fijar la doctrina de cada uno en lo referente alproblema. El método es erróneo o insuficiente, porque se tratade un problema especial cuyas mejores discusiones deben buscarseen textos especiales, no en algún párrafo de las <strong>obras</strong> canónicas.Que yo sepa, esos textos son el ensayo The Dilemma of Deterrninismde James, el quinto libro de la obra De consolationePhilosophiae de Boecio, y los tratados De divinatione y De {atode Cicerón.La más antigua de las formas del determinismo es la astrologíajudiciaria. Así lo entiende Davidson y le dedica los primeroscapítulos de su libro. Declara los influjos de los planetas, perono expone con una claridad suficiente la doctrina estoica de lospresagios, según la cual, formando un todo el universo, cada unade sus partes prefigura (siquiera de un modo secreto) la historiade las otras. "Todo cuanto ocurre es un signo de algo que ocurrirá",dijo Séneca (Naturales quaestiones, II, 32). Ya Cicerónhabía explicado: "No admiten los estoicos que los dioses intervenganen cada hendidura del hígado o en cada canto de lasaves, cosa indigna, dicen, de la majestad divina e inadmisible detodo punto; sosteniendo, por el contrario, que de tal manerase encuentra ordenado el mundo desde el principio, que a determinadosacontecimientos preceden determinadas señales que suministranlas entrañas de las aves, los rayos, los prodigios, losastros, los sueños y los furores proféticos... Como todo sucedepor el hado, si existiese un mortal cuyo espíritu pudiera abarcarel encadenamiento general de las causas, sería infalible; puesel que conoce las causas de todos los acontecimientos futuros,prevé necesariamente el porvenir." Casi dos mil años después, elmarqués de Laplace jugó con la posibilidad de cifrar en unasola fórmula matemática todos los hechos que componen un


DISCUSIÓN 283instante del mundo, para luego extraer de esa fórmula todo elporvenir y todo el pasado.Davidson omite a Cicerón; también omite al decapitado Boecio.A éste deben los teólogos, sin embargo, la más elegante de lasreconciliaciones del albedrío humano con la Providencia Divina.¿Qué albedrío es el nuestro, si Dios, antes de encender las estrellas,conocía todos nuestros actos y nuestros más recónditos pensamientos?Boecio anota con penetración que nuestra servidumbrese debe a la circunstancia de que Dios sepa de antemano cómoobraremos. Si el conocimiento divino fuera contemporáneo de loshechos y no anterior, no sentiríamos que nuestro albedrío quedaanulado. Nos abate que nuestro futuro ya esté, con minuciosaprioridad, en la mente de Alguien. Elucidado ese punto, Boecionos recuerda que para Dios, cuyo puro elemento es la eternidad,no hay antes ni después, ya que la diversidad de los sitios y lasucesión de los tiempos es una y simultánea para Él. Dios noprevé mi porvenir; mi porvenir es una de las partes del únicotiempo de Dios, que es el inmutable presente. (Boecio, en esteargumento, da a la palabra providencia, el valor etimológico depremsion; ahí está la falacia, pues la providencia, como losdiccionarios lo han divulgado, no se limita a prever los hechos;los ordena también.)He mencionado a James, misteriosamente ignorado por Davidson,que dedica un misterioso capítulo a discutir con Haeckel.Los deterministas niegan que haya en el cosmos un solo hechoposible, id est, un hecho que pudo acontecer o no acontecer;James conjetura que el universo tiene un plan general, pero quelas minucias de la ejecución de ese plan quedan a cargo de losactores. 1 ¿Cuáles son las minucias para Dios?, cabe preguntar.¿El dolor físico, los destinos individuales, la ética? Es verosímilque así sea.SOBRE EL DOBLAJELas posibilidades del arte de combinar no son infinitas, perosuelen ser espantosas. Los griegos engendraron la quimera, monstruocon cabeza de león, con cabeza de dragón, con cabeza decabra; los teólogos del siglo 11, la Trinidad, en la que inextricablementese articulan el Padre, el Hijo y el Espíritu; los zoólogoschinos, el ti-yiang, pájaro sobrenatural y bermejo, provisto deseis patas y de cuatro alas, pero sin cara ni ojos; los geómetras1 El principio de Heisenberg —hablo con temor y con ignorancia— noparece hostil a esa conjetura.


284 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASdel siglo xrx, el hipercubo, figura de cuatro dimensiones, queencierra un número infinito de cubos y que está limitada porocho cubos y por veinticuatro cuadrados. Hollywood acabade enriquecer es« vano museo teratológico; por obra de unmaligno artificio que se llama doblaje, propone monstruos quecombinan las ilustres facciones de Greta Garbo con la voz deAldonza Lorenzo. ¿Cómo no publicar nuestra admiración anteese prodigio penoso, ante esas industriosas anomalías fonéticovisuales?Quienes defienden el doblaje razonarán (tal vez) que lasobjeciones que pueden oponérsele pueden oponerse, también,a cualquier otro ejemplo de traducción. Ese argumento desconoce,o elude, el defecto central: el arbitrio injerto de otravoz y de otro lenguaje. La voz de Hepburn o de Garbo no escontingente; es, para el mundo, uno de los atributos que lasdefinen. 'Cabe asimismo recordar que la mímica del inglés no esla del español. 1Oigo decir que en las provincias el doblaje ha gustado. Trátasede un simple argumento de autoridad; mientras no se publiquenlos silogismos de los connaisseurs de Chilecito o de Chivilcoy,yo, por lo menos, no me dejaré intimidar. También oigodecir que el doblaje es deleitable, o tolerable, para los que nosaben inglés. Mi conocimiento del inglés es menos perfecto quemi desconocimiento del ruso; con todo, yo no me resignaría arever Alexander Nevsky en otro idioma que el primitivo y lovería con fervor, por novena o décima vez, si dieran la versiónoriginal, o una que yo creyera la original. Esto último es importante;peor que el doblaje, peor que la sustitución que importael doblaje, es la conciencia general de una sustitución, de unengaño.No hay partidario del doblaje que no acabe por invocar lapredestinación y el determinismo. Juran que ese expediente esel fruto de una evolución implacable y que pronto podremoselegir entre ver films doblados y no ver films. Dada la decadenciamundial del cinematógrafo (apenas corregida por algunasolitaria excepción como La máscara de Demetrio), la segundade esas alternativas no es dolorosa. Recientes mamarrachos —piensoen El diario de un nazi, de Moscú, en La historia del doctorWassell, de Hollywood— nos instan a juzgarla una suerte deparaíso negativo. Sight-seeing is the art of disappointmeni, dejó1Más de un espectador se pregunta: Ya que hay usurpación de voces, ¿porqué no también de figuras? ¿Cuándo será perfecto el sistema? ¿Cuándo veremosdirectamente a Juana González en el papel de Greta Garbo, en el papelde la Reina Cristina de Suecia?


DISCUSIÓN 285anotado Stevenson; esa definición conviene al cinematógrafo y,con triste frecuencia, al continuo ejercicio impostergable que sellama vivir.EL DR. JEKYLL Y EDWARD HYDE,TRANSFORMADOSHollywood, por tercera vez, ha difamado a Robert Louis Stevenson.Esta difamación se titula El hombre y la bestia: la haperpetrado Víctor Fleming, que repite con aciaga fidelidad loserrores estéticos y morales de la versión (de la perversión) deMamoulian. Empiezo por los últimos, los morales. En la novelade 1886, el doctor Jekyll es moralmente dual, como lo son todoslos hombres, en tanto que su hipóstasis —Edward Hyde— es malvadasin tregua y sin aleación; en el film de 1941, el doctorJekyll es un joven patólogo que ejerce la castidad, en tanto quesu hipóstasis —Hyde— es un calavera, con rasgos de sadista y deacróbata. El Bien, para los pensadores de Hollywood, es elnoviazgo con la pudorosa y pudiente Miss Lana Turner; el Mal(que de tal modo preocupó a David Hume y a los heresiarcasde Alejandría), la cohabitación ilegal con Fróken Ingrid Bergmano Miriam Hopkins. Inútil advertir que Stevenson es deltodo inocente de esa limitación o deformación del problema.En el capitulo final de la obra, declara los defectos de Jekyll:la sensualidad y la hipocresía; en uno de los Ethical Studies—año de 1888— quiere enumerar "todas las manifestaciones de loverdaderamente diabólico" y propone esta lista: "la envidia, lamalignidad, la mentira, el silencio mezquino, la verdad calumniosa,el difamador, el pequeño tirano, el quejoso envenenadorde la vida doméstica." (Yo afirmaría que la ética no abarca loshechos sexuales, si no los contaminan la traición, la codicia, ola vanidad.)La estructura del film es aun más rudimental que su teología.En el libro, la identidad de Jekyll y de Hyde es una sorpresa:el autor la reserva para el final del noveno capítulo. El relatoalegórico finge ser un cuento policial; no hay lector que adivineque Hyde y Jekyll son la misma persona; el propio título noshace postular que son dos. Nada tan fácil como trasladar al cinematógrafoese procedimiento. Imaginemos cualquier problemapolicial: dos actores que el público reconoce figuran en la trama(George Raft y Spencer Tracy, digamos); pueden usar palabrasanálogas, pueden mencionar hechos que presuponen un pasadocomún; cuando el problema es indescifrable, uno de ellos absorbela droga mágica y se cambia en el otro. (Por supuesto, la buena


286 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASejecución de este plan comportaría dos o tres reajustes fonéticos:la modificación de los nombres de los protagonistas). Más civilizadoque yo, Víctor Fleming elude todo asombro y todo misterio:en las escenas iniciales del firm, Spencer Tracy apura sinmiedo el versátil brebaje y se transforma en Spencer Tracy condistinta peluca y rasgos negroides.Más allá de la parábola dualista de Stevenson y cerca de laAsamblea de los pájaros que compuso (en el siglo XII de nuestraera) Parid ud-din Attar, podemos concebir un film pan teístacuyos cuantiosos personajes, al fin, se resuelven en Uno, que esperdurable.


Historia universalde la infamia(1935)


) 289 (PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓNLos ejercicios de prosa narrativa que integran este libro fueronejecutados de 1933 a 1934. ¿Derivan, creo, de mis relecturas deStevenson y de Chesterton y aun de los primeros films de vonSternberg y tal vez de cierta biografía de Evaristo Carriego, Abusande algunos procedimientos: las enumeraciones dispares, labrusca solución de continuidad, la reducción de la vida enterade un hombre a dos o tres escenas. (Ese propósito visual rigetambién el cuento "Hombre de la Esquina Rosada".) No son, notratan de ser, psicológicos.En cuanto a los ejemplos de magia que cierran el volumen,no tengo otro derecho sobre ellos que los de traductor y lector, Aveces creo que los buenos lectores son cisnes aun más tenebrososy singulares que los buenos autores. Nadie me negará, que laspiezas atribuidas por Valéry a su pluscuamperfecto Edmond Testevalen notoriamemte menos que las de su esposa, y amigos.Leer, por lo pronto, es una actividad, posterior a la de escribir:más resignada, más civil, más intelectual.J. L. B.Buenos Aires, 27- de mayo de 1935.


) 291 (PRÓLOGO A LA EDICIÓN DE 1954Yo diría que barroco es aquel estilo que deliberadamente agota(o quiere agotar) sus posibilidades y que linda con su propiacaricatura. En vano quiso remedar Andrew Lang, hacia mil ochocientosochenta y tantos, la Odisea de Pope; la obra ya era suparodia y el parodista no pudo exagerar su tensión. Barroco(Baroco) es el nombre de uno de los modos del silogismo; el sigloXVIII lo aplicó a determinados abusos de la arquitectura y dela pintura del xvn; yo diría que es barroca la etapa final de todoarte, cuando éste exhibe y dilapida sus medios. El barroquismoes intelectual y Bernard Shaw ha declarado que toda labor intelectuales humorística. Este humorismo es involuntario en laobra de Baltasar Oración; voluntario o consentido, en la de JohnDonne.Ya el excesivo título de estas páginas proclama su naturalezabarroca. Atenuarlas hubiera equivalido a destruirlas; por esoprefiero, esta vez, invocar la sentencia quod scripsi, scripsi (Juan,19, 22) y reimprimirlas, al cabo de veinte años, tal cual. Son elirresponsable juego de un tímido que no se animó a escribircuentos y que se distrajo en falsear y tergiversar (sin justificaciónestética alguna vez) ajenas historias. De estos ambiguos ejerciciospasó a la trabajosa composición de un cuento directo —Hombrede la Esquina Rosada— qu\e firmó con el nombre de un abuelo desus abuelos, Francisco Bustos, y que ha logrado un éxito singulary un poco misterioso.En su texto, que es de entonación orillera, se notará que heintercalado algunas palabras cultas: visceras, conversiones, etc.Lo hice, porque el compadre aspira a la finura, o (esta razón excluyela, otra, pero es quizá la verdadera) porque los compadresson individuos y no hablan siempre como el Compadre, que esuna figura platónica.Eos doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial deluniverso es la vacuidad. Tienen plena razón en lo referente a esamínima parte del universo que es este libro. Patíbulos y pirataslo pueblan y la palabra infamia aturde en el título, pero bajolos tumultos no hay nada. No es otra cosa que apariencia, queuna superficie de imágenes; por eso mismo puede acaso agradar.El hombre que lo ejecutó era asaz desdichado, pero se entretuvoescribiéndolo; ojalá algún reflejo de aquel placer alcance a ioslectores.En la sección Etcétera he incorporado tres piezas nuevas./. /., H


inscribe this bo'ok to S.D.: English, innumerableand an Ángel. Also: 1 offerher that kernel of myself that / havcsaved, somehow — the central heart thatdeals not in words, traffics not unthdre.ams and is vntmiched by time, by joy,by adversities.


) 295 (EL ATROZ REDENTORLAZARUS MORELLLA CAUSA REMOTAEn 1517 el P. Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de losindios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minasde oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importaciónde negros, que se extenuaran en los laboriosos infiernos de lasminas de,oro .antillanas. A esa curiosa variación de un filántropodebemos infinitos hechos: Tos bluesde Handy, el éxito logradoen París por el pintor doctor oriental D. Pedro Figari, la buenaprosa cimarrona del también oriental D. Vicente Rossi, el tamañomitológico de Abraham Lincoln, los quinientos mil muertos dela Guerra de Secesión, los tres mil trescientos millones gastadosen pensiones militares, la estatua del imaginario Falucho, laadmisión del verbo linchar en la decimotercera edición del Diccionariode la Academia, el impetuoso film Aleluya, la fornidacarga a la bayoneta llevada por Soler al frente de sus Pardos yMorenos en el Cerrito, la gracia de la señorita de Tal, el morenoque asesinó Martín Fierro, la deplorable rumba El Manisero, elnapoleonismp arrestado y encalabozado de Toussaint Louverture,la cruz y la serpiente en Haití, la sangre de las cabras degolladaspor el machete del papaloi, la habanera madre del tango, el candombe.Además: la culpable y magnífica existencia del atroz redentorLazaras Morell'EL LUGAREl Padre de las Aguas, el Mississipi, el río más extenso delmundo, fue el digno teatro de ese incomparable canalla. (Álvarezde Pineda lo descubrió y su primer explorador fue el capitánHernando de Soto, antiguo conquistador del Perú, que distrajolos meses de prisión del Inca Atahualpa, enseñándole el juegodel ajedrez. Murió y le dieron por sepultura sus aguas.)El Mississipi es río de pecho ancho; es un infinito y oscurohermano del Paraná, del Uruguay, del Amazonas y del Orinoco.


296 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEs un río de aguas mulatas; más de cuatrocientos millones detoneladas de fango insultan anualmente el Golfo de Méjico, descargadaspor él. Tanta basura venerable y antigua ha construidoun delta, donde los gigantescos cipreses de los pantanos crecende los despojos de un continente en perpetua disolución, y dondelaberintos de barro, de pescados muertos y de juncos, dilatan lasfronteras y la paz de su fétido imperio. Más arriba, a la altura delArkansas y del Ohío, se alargan tierras bajas también. Las habitauna estirpe amarillenta de hombres escuálidos, propensos a lafiebre, que miran con avidez las piedras y el hierro, porque entreellos no hay otra cosa que arena y leña y agua turbia.LOS HOMBRESA principios del siglo diecinueve (la fecha que nos interesa) lasvastas plantaciones de algodón que había en las orillas eran trabajadaspor negros, de sol a sol. Dormían en cabanas de madera,sobre el piso de tierra. Fuera de la relación madre-hijo, los parentescoseran convencionales y turbios. Nombres tenían, pero podíanprescindir de apellidos. No sabían leer. Su enternecida vozde falsete canturreaba un inglés de lentas vocales. Trabajaban enfilas, encorvados bajo el rebenque del capataz. Huían, y hombresde barba entera saltaban sobre hermosos caballos y los rastreabanfuertes perros de presa.A un sedimento de esperanzas bestiales y miedos africanos habíanagregado las palabras de la Escritura: su fe por consiguienteera.la de Cristo. Cantaban hondos y en montón: Go down Moses.El Mississippi les sei'vía de magnífica imagen del sórdido Jordán.Los propietarios de esa tierra trabajadora y de esas negradaseran ociosos y ávidos caballeros de melena, que habitaban enlargos caserones que miraban al río — siempre con un pórticopseudo griego de pino blanco. Un buen esclavo les costaba mildólares y no duraba mucho. Algunos cometían la ingratitud deenfermarse y morir. Había que sacar de esos inseguros el mayorrendimiento. Por eso los tenían en los campos desde el primer solhasta el último; por eso requerían de las fincas una cosecha anualde algodón o tabaco o azúcar. La tierra, fatigada y manoseadapor esa cultura impaciente, quedaba en pocos años exhausta: eldesierto confuso y embarrado se metía en las plantaciones. Enlas chacras abandonadas, en los suburbios, en los cañaverales apretadosy en los lodazales abyectos, vivían los poor whites, la canallablanca. Eran pescadores, vagos cazadores, cuatreros. De los negrossolían mendigar pedazos de comida robada y mantenían en su


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 297postración un orgullo: el de la sangre sin un tizne, sin mezcla,Lazarus Morell fue uno de ellos.EL HOMBRELos daguerrotipos de Morell que suelen publicar las revistasamericanas no son auténticos. Esa carencia de genuinas efigies dehombre tan memorable y famoso, no debe ser casual. Es verosímilsuponer que Morell se negó a la placa bruñida; esencialmentepara no dejar.inútiles rastros, de paso para alimentar su misterio.. . Sabemos, sin embargo, que no fue agraciado de joven yque los ojos demasiado cercanos y los labios lineales no predisponíana su favor. Los años, luego, le confirieron esa peculiar majestadque tienen los canallas encanecidos, los criminales venturosose impunes. Era un caballero antiguo del Sur, pese a laniñez miserable y a la vida afrentosa. No desconocía las Escriturasy predicaba con singular convicción. "Yo lo vi a LazarusMorell en el pulpito", anota el dueño de una casa de*" juego enBaton Rouge, Luisiana, "y escuché sus palabras edificantes y vilas lágrimas acudir a sus ojos. Yo sabía que era un adúltero, unladrón de negros y un asesino en la faz del Señor, pero tambiénmis ojos lloraron".Otro buen testimonio de esas efusiones sagradas es el que suministrael propio Morell. "Abrí al azar la Biblia, di con unconveniente versículo de San Pablo y prediqué una hora y veinteminutos. Tampoco malgastaron ese tiempo Crenshaw y los compañeros,porque se arrearon todos los caballos del auditorio. Losvendimos en el Estado de Arkansas, salvo un colorado muy briosoque reservé para mi uso particular. A Crenshaw le agradabatambién, pero yo le hice ver que no le servía."EL MÉTODOLos caballos robados en un Estado y vendidos en otro fueronapenas una digresión en la carrera delincuente de Morell, peroprefiguraron el método que ahora le aseguraba su buen lugar enuna Historia Universal de la Infamia. Este método es único, nosolamente por las circunstancias sui generis que lo determinaron,sino por la abyección que requiere, por su fatal manejo de laesperanza y por el desarrollo gradual, semejante a la atroz evoluciónde una pesadilla. Al Capone y Bugs Moran operan conilustres capitales y con ametralladoras serviles en una gran ciudad,pero su negocio es vulgar. Se disputan un monopolio, eso


298 JORGE LUIS BORGES-^OBRAS COMPLETASes todo. . . En cuanto a cifras de hombres, Morell llegó a comandarunos mil, todos juramentados. Doscientos integraban el ConsejoAlto, y éste promulgaba las órdenes que los restantes ochocientoscumplían. El riesgo recaía en los subalternos. En caso derebelión, eran entregados a la justicia o arrojados al río correntosode aguas pesadas, con una segura piedra a los pies. Eran confrecuencia mulatos. Su facinerosa misión era la siguiente: 'Recorrían —con algún momentáneo lujó de anillos, para inspirarrespeto— las vastas plantaciones del Sur. Elegían un negrodesdichado y le proponían la libertad. Le decían que huyera desu patrón, para ser vendido por ellos una segunda vez, en algunafinca distante. Le darían entonces un porcentaje dé! precio de suventa y lo ayudarían a otra evasión. Lo conducirían después aun Estado libre. Dinero y libertad, dólares resonantes de platacon libertad, ¿qué mejor tentación iban a ofrecerle? El esclavose atrevía a su primera fuga.El natural camino era el río. Una canoa, la cala de un vapor,un lanchón, un'a gran balsa como un cielo con una casilla enla punta o con elevadas carpas de lona; el lugar no importaba,sino el saberse en movimiento, y seguro sobre el infatigable río.Lo vendían en otra plantación. Huía otra vez a los cañaverales oa las barrancas. Entonces los terribles bienhechores (de quienesempezaba ya a desconfiar) aducían gastos oscuros y. declaraban quetenían que venderlo una última vez. A su regreso le darían elporcentaje de las dos ventas y la libertad. El hombre se dejabavender, trabajaba un tiempo y desafiaba en la última fuga el riesgode los perros de presa y de los azotes. Regresaba con sangre,con sudor, con desesperación y con sueño. -.,:..LA LIBERTAD FINAL *^Falta considerar el aspecto jurídico de estos hechos. El negrono era puesto a la venta por los sicarios de Morell hasta que eldueño primitivo no hubiera denunciado su fuga y ofrecido unarecompensa a quien lo encontrara. Cualquiera entonces lo podíaretener, de suerte que su venta ulterior era un abusó de confianza,no un robo. Recurrir a la justicia civil era un gasto inútil, porquelos daños no eran nunca pagados.Todo eso era lo más tranquilizador, pero no para siempre. Elnegro podía hablar; el negro, de puro agradecido o infeliz, eracapaz de hablar. Unos jarros de whisky de centeno en el prostíbulode El Cairo, Illinois, donde el hijo de perra nacido esclavoiría a malgastar esos pesos fuertes que ellos no tenían por quédarle, y se le derramaba el secreto. En esos años*'un Partido Abo-


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 299licionista agitaba el Norte, una turba de locos peligrosos que negabanla propiedad y predicaban la libertad de los negros y losincitaban a huir. Morell no iba a dejarse confundir con esosanarquistas. No era un yankee, era un hombre blanco del Surhijo y nieto de blancos, y esperaba retirarse de los negocios y serun caballero y tener sus leguas de algodonal y sus inclinadasfilas de esclavos. Con su experiencia, no estaba para riesgos inútiles.El prófugo esperaba la libertad. Entonces los mulatos nebulososde Lazarus Morell se trasmitían una orden que podía no pasarde una seña y lo libraban de la vista, del oído, del tacto, del día,de la infamia, del tiempo, de los bienhechores, de la misericordia,del aire, de los perros, del universo, de la esperanza, del sudory de'él mismo. Un balazo, una puñalada baja o un golpe, y lastortugas y los barbos del Mississippi recibían la última información.LA CATÁSTROFEServido por hombres de confianza, el negocio tenía que prosperar.A principios de 1834 unos setenta negros.habían sido "emancipados"ya por Morell, y otros se disponían a seguir a esos precursoresdichosos. La zona de operaciones era mayor y era necesarioadmitir nuevos afiliados. Entre los que prestaron el juramentohabía un muchacho, Virgil Stewart, de Arkansas, que se destacómuy pronto por,su crueldad. Este muchacho era sobrino de uncaballero que había perdido muchos esclavos. En agosto" de 1834rompió su juramento y delató a Morell y a los otros. La casa deMorell en Nueva Orleans fue cercada por la justicia. Morell, poruna imprevisión o un soborno, pudo escapar.. Tres días pasaron. Morell estuvo escondido ese tiempo en unacasa antigua, de patios con enredaderas y estatuas, de la calle Toulouse.Parece que se alimentaba muy poco y que solía recorrerdescalzo las grandes habitaciones oscuras, fumando pensativoscigarros. Por un esclavo de la casa remitió dos cartas a la ciudadde Natchez y otra a Red River. El cuarto día entraron en la casatres hombres y se quedaron discutiendo con él hasta el amanecer.El quinto, Morell se levantó cuando oscurecía y pidió una navajay se rasuró cuidadosamente la barba. Se vistió y salió. Atravesócon lenta serenidad los suburbios del Norte. Ya en pleno campo,orillando las tierras bajas del Mississippi, caminó más ligero.Su plan era de un coraje borracho. Era el de aprovechar losúltimos hombres que todavía le debían reverencia: los servicialesnegros del Sur. Éstos habían visto huir a sus compañeros y nolos habían visto volver. Creían, por consiguiente en su libertad.


•500 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEl plan de Morell era una sublevación total de los negros, latoma y el saqueo de Nueva Orleans y la ocupación de su territorio.Morell, despeñado y casi deshecho por la traición, meditabauna respuesta continental: una respuesta donde lo criminal seexaltaba hasta la redención y la historia. Se dirigió con ese fina Natchez, donde era más profunda su fuerza. Copio su narraciónde ese viaje:"Caminé cuatro días antes de conseguir un caballo. El quintohice alto en un riachuelo para abastecerme de agua y sestear.Yo estaba, sentado en un leño, mirando el camino andado esashoras, cuando vi acercarse un jinete en un caballo oscuro debuena estampa. En cuanto lo avisté, determiné quitarle el caballo.Me paré, le apunté con una hermosa pistola de rotación y ledi la orden de apear. La ejecutó y yo tomé en la zurda las riendasy le mostré el riachuelo y le ordené que fuera caminando delante.Caminó unas doscientas varas y se detuvo. Le ordené que se desvistiera.Me dijo: 'Ya que está resuelto a matarme, déjeme rezarantes de morir'. Le respondí que no tenía tiempo de oír sus oraciones.Cayó de rodillas y le descerrajé un balazo en la nuca. Leabrí de. un tajo el vientre, le arranqué las visceras y lo hundíen el riachuelo. Luego recorrí los bolsillos y encontré cuatrocientosdólares con treinta y siete centavos y una cantidad de papelesque no me demoré en revisar. Sus botas eran nuevas, flamantes, yme quedaban bien. Las mías, que estaban muy gastadas, las hundíen el riachuelo."Así obtuve el caballo que precisaba, para entrar en Natchez."LA INTERRUPCIÓNMorell capitaneando puebladas negras que soñaban ahorcarlo,Morell ahorcado por ejércitos negros que soñaba capitanear —meduele confesar que la historia del Mississippi no aprovechó esasoportunidades suntuosas. Contrariamente a toda justicia poética(o simetría poética) tampoco el río de sus crímenes fue su tumba.El dos de enero de 1835, Lazarus Morell falleció de una congestiónpulmonar en el hospital de Natchez, donde se había hechointernar bajo el nombre de Silas Buckley. Un compañero de lasala común lo reconoció. El dos y el cuatro, quisieron sublevarselos esclavos de ciertas plantaciones, pero los reprimieron sin mayorefusión de sangre.


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 301EL IMPOSTOR INVEROSÍMIL TOM CASTROEse nombre le doy porque bajo ese nombre lo conocieron por callesy por casas de Talcahuano, de Santiago de Chile y de Valparaíso,hacia 1850, y es justo que lo asuma otra vez, ahora queretorna a estas tierras —siquiera en calidad de mero fantasma yde pasatiempo del sábado. 1 El registro de nacimiento de Wappinglo llama Arthur Orton y lo inscribe en la fecha 7 de juniode 1834. Sabemos que era hijo de un carnicero, que su infanciaconoció la miseria insípida de los barrios bajos de Londres y quesintió el llamado del mar. El hecho no es insólito. Run away tosea, huir al mar, es la rotura inglesa tradicional de la autoridadde los padres, la iniciación heroica. La geografía la recomienda yaun la Escritura (Psalmos, CVII): Los que bajan en barcas a la mar,los que comercian en las grandes aguas; ésos ven las <strong>obras</strong> de Diosy sus maravillas en el abismo. Orton huyó de su deplorable suburbiocolor rosa tiznado y bajó en un barco a la mar y contemplócon el habitual desengaño la Cruz del Sur, y desertó en el puertode Valparaíso. Era persona de una sosegada idiotez. Lógicamente,hubiera podido (y debido) morirse de hambre, pero su confusajovialidad, su permanente sonrisa y su mansedumbre infinita leconciliaron el favor de cierta familia de Castro, cuyo nombre adoptó.De ese episodio.sudamericano no quedan huellas, pero su gratitudno decayó, puesto que en 1861 reaparece en Australia, siemprecon ese nombre: Tom Castro. En Sydney conoció a un tal Bogle,un negro sirviente. Bogle, sin ser hermoso, tenía ese aire reposadoy monumental, esa solidez como de obra de ingeniería que tieneel hombre negro entrado en años, en carnes y en autoridad. Teníauna segunda condición, que determinados manuales de etnografíahan negado a su raza: la ocurrencia genial. Ya veremosluego la prueba. Era un varón morigerado y decente, con los antiguosapetitos africanos muy corregidos por el uso y abuso delcalvinismo. Fuera de las visitas del dios (que describiremos después)era absolutamente normal, sin otra irregularidad que unpudoroso y largo temor que lo demoraba en las bocacalles, recelandodel Este, del Oeste, del Sur y del Norte, del violento vehículoque daría fin a sus días.Orton lo vio un atardecer en una desmantelada esquina deSydney, creándose decisión para sortear la imaginaria muerte. Al1 Esta metáfora me sirve para recordar al lector que estas biografías infamesaparecieron en el suplemento sabático de un diario de la tarde.


!?02 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASlato largo de mirarlo le ofreció el brazo y atravesaron asombradoslos dos la calle inofensiva. Desde ese instante de un atardecerya difunto, un protectorado se estableció: el del negro insegurov monumental sobre el obeso tarambana de Wapping. En setiembrede i 865, ambos leyeron en un diario local un desolado aviso.K.L IDOLATRADO HOMBREMUERTOEn las postrimerías de abril de 1854 (mientras Orton provocabalas ekisiones de la hospitalidad chilena, amplia como suspatios) naufragó en aguas del Atlántico el vapor Mermaid, procedentede Rio de Janeiro, con rumbo a Liverpool. Entre los queperecieron estaba Roger Charles Tichborne, militar inglés criadoen Francia, mayorazgo de una de las principales familias católicasde Lnglaterra. Parece inverosímil, pero la muerte de ese jovenafrancesado, que hablaba inglés con el más fino acento de Parísv despertaba ese incomparable rencor que sólo causan la inteligencia,la gracia y la pedantería francesas, fue un acontecimientoiraseendental en el destino de Orton, que jamás lo había visto.Lady Tichborne, horrorizada madre de Roger, rehusó creer ensu muerte y publicó desconsolados avisos en los periódicos demás .amplia circulación. Uno de esos avisos cayó en las blandasmanos funerarias del negro Bogle, que concibió un proyecto genial.1LAS VIRTUDES DE LA DISPARIDADTichborne era un esbelto caballero de aire envainado, con losrasgos agudos, la tez morena, el pelo negro y lacio, los ojos vivosy la palabra de una precisión ya molesta; Orton era un palurdodesbordante, de vasto abdomen, rasgos de una infinita vaguedad,cutis que tiraba a pecoso, pelo ensortijado castaño, ojos dormilonesy conversación ausente o borrosa. Bogle inventó que el deberde Orton era embarcarse en el primer vapor para Europa y satisfacerla esperanza de Lady Tichborne, declarando ser su hijo.El proyecto era de una insensata ingeniosidad. Busco un fácilejemplo. Si un impostor en 1914 hubiera pretendido hacerse pasarpor el Emperador de Alemania, lo primero que habría falsificadoserían los bigotes ascendentes, el brazo muerto, el entrecejo autoritario,la capa gris, el ilustre pecho condecorado y el alto yelmo.Bogle era más sutil: hubiera presentado un kaiser lampiño, ajenode atributos militares y de águilas honrosas y con el brazo izquierdoen un estado de indudable salud. No precisamos la metáfora;uos consta que presentó un Tichborne fofo, con sonrisa ama-


HISTORIA. UNIVERSAL ' DE LA INFAMIA 303ble de imbécil, peló castaño y una : inmejorable ignorancia delidioma francés. Bogle sabía que-un facsímil perfecto del anheladoRoger Charles Tichborne era de imposible obtención. Sabía tambiénque todas las similitudes logradas no harían otra cosa quedestacar ciertas diferencias inevitables. Renunció, pues, a todoparecido. Intuyó qué la enorme ineptitud dé la pretensión sería'urik convincente prueba de que no se trataba de un fraude, quenunca hubiera descubierto de ese modo flagrante los rasgos mássencillos dé convicción. No hay que olvidar tampoco la colaboracióntodopoderosa del tiempo: catorce años de hemisferio australy de azar pueden cambiar a un hombre.Otra razón fundamental: Los repetidos e insensatos avisos deLady Tichborne demostraban su plena seguridad de que RogerCharles no había muerto, su voluntad de reconocerlo.EL ENCUENTROTom Castró, siempre servicial, escribió a Lady Tichborne. Parafundar su identidad invocó la prueba fehaciente de dos lunaresubicados en la tetilla izquierda y de aquel episodio de su niñez,tan aflígeme- pero por lo mismo tan memorable, en que lo acometióun enjambre de abejas. La comunicación era breve y asemejanza de Tom Castro y de Bogle, prescindía de escrúpulosortográficos, En la imponente soledad de un hotel de París, la damala leyó y la releyó,con, lágrimas felices, y en pocos días encontrólos recuerdos que le pedía su hijo.El dieciséis de enero de 1867, Roger Charles Tichborne seanunció en ese hotel. Lo precedió su respetuoso sirviente, EbenezerBogle. El día de invierno era de muchísimo sol; los ojosfatigados de Lady Tichborne estaban velados de llanto. El negroabrió de par en par las ventanas. La luz hizo de máscara: la madrereconoció, al hijo pródigo y le franqueó su abrazo. Ahora que deveras lo tenía, podía prescindir del diario y las.cartas que él lemandó desde Brasil: meros reflejos adorados que habían alimentado,su soledad de catorce años lóbregos. Se las devolvía con orgullo:ni una faltaba..Bogle sonrió con toda discreción: ya tenía dónde documentarseel plácido fantasma de Roger Charles.AD MAJOREM DEI GLORIAMEse reconocimiento dichoso —que parece cumplir una tradiciónde las tragedias clásicas— debió coronar esta historia, dejando tres


304 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS 'felicidades aseguradas o a lo menos probables: la de la madreverdadera, la del hijo apócrifo y tolerante, la del conspirador recompensadopor la apoteosis providencial de su industria. ÉlDestino (tal es el nombre que aplicamos a la infinita operaciónincesante de millares de causas entreveradas) no lo resolvió así.Lady Tichborne murió en 1870 y los parientes entablaron querellacontra Arthur Orton por usurpación de estado civil. Desprovistosde lágrimas y de soledad, pero no de codicia, jamás creyeronen el obeso y casi analfabeto hijo pródigo que resurgió tan intempestivamentede Australia. Orton contaba con el apoyo de losinnumerables acreedores que habían determinado que él eraTichborne, para que pudiera pagarles.Asimismo contaba con la amistad del abogado de la familia,Édward Hopkins y con la del anticuario Francis J. Baigent. Ellono bastaba, con todo. Bogle pensó que para ganar la partida eraimprescindible el favor de una fuerte corriente popular. Requirióel sombrero de copa y el decente paraguas y fue a buscar inspiraciónpor las decorosas calles de Londres. Era el atardecer; Boglevagó hasta que una luna del color de la miel se duplicó en elagua rectangular de las fuentes públicas. El dios lo visitó. Boglechistó a un carruaje y se hizo conducir al departamento del anticuarioBaigent. Éste mandó una larga carta al Times, que asegurabaque el supuesto Tichborne era un descarado impostor.La firmaba el padre Goudron, de la Sociedad de Jesús. Otrasdenuncias igualmente papistas la sucedieron. Su efecto fue inmediato:las buenas gentes no dejaron de adivinar que Sir RogerCharles era blanco de un complot abominable de los jesuítas.EL CARRUAJECiento noventa días duró el proceso. Alrededor de cien testigosprestaron fe de que el acusado era Tichborne — entre ellos, cuatrocompañeros de armas del regimiento seis de dragones. Sus partidariosno cesaban de repetir que no era un impostor, ya qué dehaberlo sido hubiera procurado remedar los retratos juveniles desu modelo. Además, Lady Tichborne lo había reconocido y esevidente que una madre no se equivoca. Todo iba bien, o más omenos bien, hasta que una antigua querida de Orton comparecióante el tribunal para declarar. Bogle no se inmutó con esa pérfidamaniobra de los "parientes"; requirió galera y paraguas yfue a implorar una tercera iluminación por las decorosas callesde Londres. No sabremos nunca si la encontró. Poco antes de llegara Primrose Hill, lo alcanzó el terrible vehículo que desde elfondo de los años lo perseguía. Bogle lo vio venir, lanzó un grito,


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 305pero no atinó con la salvación. Fue proyectado con violencia contra:las piedras. Los mareadores cascos del jamelgo le partieronel cráneo.EL ESPECTROTom Castro era el fantasma de Tichborne, pero un pobre fantasmahabitado por el genio de Bogle. Cuando le dijeron queéste había muerto, se aniquiló. Siguió mintiendo, pero con escasoentusiasmo y con disparatadas contradicciones. Era fácilprever el fin.El 27 de febrero de 1874, Arthur Orton (alias) Tom Castro fuecondenado a catorce años de trabajos forzados. En la cárcel sehizo querer; era su oficio. Su comportamiento ejemplar le valióuna rebaja de cuatro años. Cuando esa hospitalidad final lo dejó—la de la prisión— recorrió las aldeas y los centros del ReinoUnido, pronunciando pequeñas conferencias en las que declarabasu inocencia o afirmaba su culpa. Su modestia y su anhelo deagradar eran tan duraderos que muchas noches comenzó por defensay acabó por confesión, siempre al servicio de las inclinaciones delpúblico.El 2 de abril de 1898 murió.


1306 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA VIUDA CHINO, PIRATALa palabra corsarias corre el albur de despertar un recuerdo quees vagamente incómodo: el dé una ya descolorida zarzuela, Consus. teorías de evidentes mucamas, que hacían dé piratas coreográficasen mares de notable cartón. Sin embargo, ha habido corsa 1rías:' mujeres hábiles en la maniobra marinera, ert él gbbierno detripulaciones bestiales y en la persecución y saqueo dé naves dealto bordo. Una de ellas fue Mary Read, que declaró una vezque la profesión de pirata no era para cualquiera, y que, paraejercerla con dignidad, era preciso ser un hombre de coraje, comeella. En los charros principios de su carrera, cuando no era aúncapitana, uno de sus amantes fue injuriado por el matón de abordo. Mary lo retó a dueloi y se batió Con él a dos maños, segúnla antigua usanza de las islas del Mar Caribe: el profundo yprecario pistolórí en la mano izquierda, el sable fiel en la derecha.El pistolón falló, pera la espada se portó como buena.. . Hacia1720 la arriesgada carrera de Mary Read fue interrumpida poruna horca española, en Santiago de la Vega (Jamáica)iOtra pirata de esos mares fue Anne Bonney, que era una irlandesaresplandeciente, de senos altos y de pelo fogoso, que más deuna vez arriesgó su cuerpo en el abordaje de naves. Fue compañerade- armas de Mary Read, y finalmente de horca. Su amante,el capitán John Rackam, tuvo también su nudo corredizo en esafunción. Anne, despectiva, dio con esa áspera variante de lareconvención de Aixa a Boabdil: "Si te hubieras batido como unhombre, no te ahorcarían como a un perro."Otra, más venturosa y longeva, fue una pirata que operó en lasaguas del Asia, desde el Mar Amarillo hasta los ríos de la fronteradel Annam. Hablo de la aguerrida viuda de Ching.LOS AÑOS DE APRENDIZAJEHacia 1797, los accionistas de las muchas escuadras piráticasde ese mar fundaron un consorcio y nombraron almirante a untal Ching, hombre justiciero y probado. Éste fue tan severo yejemplar en el saqueo de las tostas, que los habitantes despavoridosimploraron con dádivas y lágrimas el socorro imperial. Sulastimosa petición no fue desoída: recibieron la orden de ponerfuego a sus aldeas, de olvidar sus quehaceres de pesquería, de


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 307emigrar tierra adentro y aprender una ciencia desconocida llamadaagricultura. Así lo hicieron, y los frustrados invasores nohallaron sino costas desiertas. Tuvieron que entregarse, por consiguiente,al asalto ele naves: depredación aun más nociva que laanterior, pues molestaba seriamente al comercio. El gobierno imperialno vaciló, y ordenó a los antiguos pescadores el abandonodel aradb y la yunta y la restauración de remos y redes. Éstos seamotinaron, fieles al antiguo temor, y las autoridades resolvieronotra conducta: nombrar al almirante Ching, jefe de los EstablosImperiales. Éste iba a aceptar el soborno. Los accionistas lo supierona tiempo, y su virtuosa indignación se manifestó en un platode orugas envenenadas, cocidas con arroz. La golosina fue fatal:el antiguo almirante y jefe novel de los Establos Imperiales entregósu alma a las divinidades del mar. La viuda, transfiguradapor la doble traición, congregó a los piratas, les reveló el enredadocaso y los instó a rehusar la clemencia falaz del Emperadory el ingrato servicio de los accionistas de afición envenenadora.Les propuso el abordaje por cuenta propia y la votación de unnuevo almirante. La elegida fue ella. Era una mujer sarmentosa,de ojos dormidos y sonrisa cariada. El pelo renegrido y aceitadotenía más resplandor que los ojos.A sus tranquilas órdenes, las naves se lanzaron al peligro y alalto mar.KI. COMANDOTrece años de metódica aventura se sucedieron. Seis escuadrillasintegraban la armada, bajo banderas de diverso color: la roja,la amarilla, la verde, la negra, la morada y la de la serpiente, queera de la nave capitana. Los jefes se llamaban Pájaro y Piedra,Castigo de Agua ele la Mañana, joya de la Tripulación, Ola conMuchos Peces y Sol Alto. El reglamento, redactado por la viudaChing en persona, es de inia inapelable severidad, y su estilojusto y lacónico prescinde de las desfallecidas flores retóricas queprestan una majestad más bien irrisoria a la manera china oficial,de la que ofreceremos después algunos alarmantes ejemplos. Copio,algunos artículos:"Todos los bienes trasbordados de naves enemigas pasarán aun depósito y serán allí registrados. Una quinta parte de lo apor :tado por cada pirata le será entregada después; el resto quedaráen el depósito. La violación de esta ordenanza, es la muerte."La pena del pirata ii'ic hubiere abandonado su puesto sin


308 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASpermiso especial, será la perforación pública de sus orejas. Lareincidencia en esta falta es la muerte."El comercio con las mujeres arrebatadas en las aldeas quedaprohibido sobre cubierta; deberá limitarse a la bodega y nuncasin el permiso del sobrecargo. La violación de esta ordenanza esla muerte."Informes suministrados por prisioneros aseguran que el ranchode estos piratas consistía principalmente en galleta, en obesasratas cebadas y arroz cocido, y que, en los días de combate, solíanmezclar pólvora con su alcohol. Naipes y dados fraudulentos, lacopa y el rectángulo del "fantan", la visionaria pipa del opio y lalamparita, distraían las horas. Dos espadas de empleo simultáneoeran las armas preferidas. Antes del abordaje, se rociaban los pómulosy el cuerpo con una infusión de ajo; seguro talismán contralas ofensas de las bocas de fuego.La tripulación viajaba con sus mujeres, pero el capitán consu harem, que era de cinco o seis, y que solían renovar lasvictorias.HABLA KIA-KING, EL JOVEN EMPERADORA mediados de 1809 se promulgó un edicto imperial, del quetraslado la primera parte y la última. Muchos criticaron su estilo:"Hombres desventurados y dañinos, hombres que pisan el pan,hombres que desatienden el clamor de los cobradores de impuestosy de los huérfanos, hombres en cuya ropa interior están figuradosel fénix y el dragón, hombres que niegan la verdad de loslibros impresos, hombres que dejan que sus lágrimas corran mirandoel Norte, molestan la ventura de nuestros ríos y la antiguaconfianza de nuestros mares. En barcos averiados y deleznablesafrontan noche y día la tempestad. Su objeto no es benévolo: noson ni fueron nunca los verdaderos amigos del navegante. Lejosde prestarle ayuda, lo acometen con ferocísimo impulso y loconvidan a la ruina, a la mutilación o a la muerte. Violan asilas leyes naturales del Universo, de suerte que los ríos se desbordan,las riberas se anegan, los hijos se vuelven contra los padresy los principios de humedad y sequía son alterados. .."...Por consiguiente te encomiendo el castigo, Almirante Kvo-Lang. No pongas en olvido que la clemencia es un atributo imperialy que sería presunción en un súbito intentar asumirla. Sécruel, sé justo, sé obedecido, sé victorioso."


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 309La referencia incidental a las embarcaciones averiadas era,naturalmente, falsa. Su fin era levantar el coraje de la expediciónde Kvo-lang. Noventa días después, las fuerzas de la viuda Chingse enfrentaron con las del Imperio Central. Casi mil naves combatieronde sol a sol. Un coro mixto de campanas, de tambores, decañonazos, de imprecaciones, de gongs y de profecías, acompañóla acción. Las fuerzas del Imperio fueron deshechas. Ni el prohibidoperdón ni la recomendada crueldad tuvieron ocasión de ejercerse.Kvo-Lang observó un rito que nuestros generales derrotadosoptan por omitir: el suicidio.LAS RIBERAS DESPAVORIDASEntonces los seiscientos juncos de guerra y los cuarenta milpiratas victoriosos de la Viuda soberbia remontaron las bocas delSi-Kiang, multiplicando incendios y fiestas espantosas y huérfanosa babor y estribor. Hubo aldeas enteras arrasadas. En unasola de ellas, la cifra de-los prisioneros pasó de mil. Ciento veintemujeres que solicitaron el confuso amlparo de los juncales yarrozales vecinos, fueron denunciadas por el incontenible llantode un niño y vendidas luego en Macao. Aunque lejanas, las miserableslágrimas y lutos de esa depredación llegaron a noticias deKia-King, el Hijo del Cielo. Ciertos historiadores pretenden quele dolieron menos que el desastre de su expedición punitiva. Locierto es que organizó una segunda, terrible en estandartes, en marineros,en soldados, en pertrechos de guerra, en provisiones, enaugures y astrólogos. El comando recayó esta vez en Ting-Kvei.Esa pesada muchedumbre de naves remontó el delta del Si-Kiangy cerró el paso de la escuadra pirática. La Viuda se aprestó parala batalla. La sabía difícil, muy difícil, casi desesperada; nochesy meses de saqueo y de ocio habían aflojado a sus hombres. Labatalla nunca empezaba. Sin apuro el sol se levantaba y se poníasobre las cañas trémulas. Los hombres y las armas velaban. Losmediodías eran más poderosos, las siestas infinitas.EL DRAGÓN Y LA ZORRASin embargo, altas bandadas perezosas de livianos dragonessurgían cada atardecer de las naves de la escuadra imperial yse posaban con delicadeza en el agua y en las cubiertas enemigas.Eran aéreas construcciones de papel y de caña, a modo de come-.tas, y su plateada o roja superficie repetía idénticos caracteres.La Viuda examinó con ansiedad esos ; regulares meteoros y leyó


?)!(! JORGE Xt'IS BORGES—OBRAS COMPLETASen ellos la lenta y confusa fábula de un dragón, que siemprehabía protegido a una zorra, a pesar de sus largas ingratitudes yconstantes delitos. Se adelgazó la luna en el cieloi y las figuras depapel y de (aña traían cada tarde la misma historia, con casiimperceptibles variantes. La Viuda se afligía y pensaba. Cuandola luna se llenó en el cielo y en el agua rojiza, la historia pareciótocar a su iin. Nadie podía predecir si un ilimitado perdón o siun ilimitado castigo se abatirían sobre la zorra, pero el inevitablel'in> se acercaba. La .Viuda comprendió. Arrojó sus dos espadas alrío, se arrodilló en un bote y ordenó que la condujeran hasta lanave del comando imperial.Era el atardecer: el cielo estaba lleno de dragones, esta vezamarillos. La Viuda murmuraba una frase: "La zorra busca elala del dragón", dijo al subir a bordo.I.V AI'OI KOSISLos cronistas refieren que. la zorra obtuvo su perdón y dedicósu lenta vejez al contrabando de opio. Dejó de ser la Viuda;asumió un nombre cuya traducción española es Brillo de la Verdadera.Instrucción.Desde aquel día (escribe un historiador.) los. barcos recuperaronla paz. Los cuatro mares y los ríos innumerables fueron ssgitrosy felices caminos, . ,Los labradores pudieron vender las espadas y "comprar bueyespara el arado de sus campos. Hicieron sacrificios, ofrecieron plegariasen las cumbres de las montañas y se regocijaron duranteel día cantando atrás de biombos.


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 311EL PROVEEDOR DE INIQUIDADES.MONK EASTMANLOS DE ESTA AMÉRICAPerfilados bien por un fondo de paredes celestes o de cielo alto,dos compadritos envainados en seria ropa negra bailan sobrezapatos de. mujer un baile gravísimo, que es el de los cuchillosparejos, hasta que de una oreja.salta un clavel porque el cuchilloha entrado en un hombre, que cierra con su muerte horizontalel baile sin música. Resignado, el otro se acomoda el chambergoy consagra su vejez a la narración de ese duelo tan limpio. Ésaes la historia detallada y total de nuestro malevaje. La de loshombres de pelea en Nueva York es más vertiginosa y más torpe.LOS DE LA OTRALa historia de las bandas de Nueva York (revelada en 1928 porHerbert Asbury en un decoroso volumen de cuatrocientas páginasen octavo) tiene la confusión y la crueldad de las cosmogoníasbárbaras, y mucho de su ineptitud gigantesca; sótanos deantiguas cervecerías habilitadas para conventillos de negros, unaraquítica Nueva York de tres pisos, bandas de forajidos como losÁngeles del Pantano (Swamp Angels) que merodeaban entre laberintosde cloacas, bandas de forajidos como los Daybreak Boys(Muchachos del Alba) que reclutaban asesinos precoces de diez yonce años, gigantes solitarios y descarados corno los GalerudosFieros (Plug Uglies) que procuraban la inverosímil risa del prójimocon un firme sombrero de copa lleno de lana y los vastos faldonesde las camisa ondeados por el viento del arrabal, pero conun garrote en la diestra y un pistolón profundo; bandas de, forajidoscomo los Conejos Muertos (Dead Rahbits) que entrabanen batalla bajo la enseña de un conejo muerto en un palo; hombrescomo Johnny Dolan el Dandy, famoso por el rulo aceitadosobre la frente, por los bastones con cabeza de. mono y por el finoapara tito de cobre que solía calzarse en el pulgar para vaciar losojos del adversario; hombres como Kit Burns, capaz de decapitar,de un solo mordisco una rata viva; hombres como Blind DannyLyons, muchacho rubio de ojos muertos inmensos, rufián de tresrameras que circulaban con orgullo por él; filas de casas de farolcolorado, como las dirigidas por siete hermanas de New England,


312 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASque destinaban las ganancias de Nochebuena a la caridad; reñiderosde ratas famélicas y de perros; casas de juego chinas; mujerescomo la repetida viuda Red Norah, amada y ostentada por todoslos varones que dirigieron la banda de los Gophers; mujeres comoLizzie the Dove, que se enlutó cuando lo ejecutaron a DannyLyons y murió degollada por Gentle Maggie, que le discutió laantigua pasión del hombre muerto y ciego; motines como el deuna semana salvaje de 1865, que incendiaron cien edificios y porpoco se adueñan de la ciudad; combates callejeros en los que elhombre se perdía como en el mar porque lo pisoteaban hasta lamuerte; ladrones y envenadores de caballos como Yoske Nigger —tejen esa caótica historia. Su héroe más famoso es Edward Delaney,alias William Delaney, alias Joseph Marvin, alias JosephMorris, alias Monk Eastman, jefe de mil doscientos hombres.EL HÉROEEsas fintas graduales (penosas como un juego de caretas queno se sabe bien cuál es cuál) omiten su nombre verdadero — sies que nos atrevemos a pensar que hay tal cosa en el mundo.Lo cierto es que en el Registro Civil de Williamsburg, Brooklyn,el nombre es Edward Ostermann, americanizado en Eastmandespués. Cosa extraña, ese malevo tormentoso era hebreo. Erahijo de un patrón de restaurant de los que anuncian Kosher, dondevarones de rabínicas barbas pueden asimilar sin peligro lacarne desangrada y tres veces limpia de terneras degolladas conrectitud. A los diecinueve años, hacia 1892, abrió con el auxiliode su padre una pajarería. Curiosear el vivir de los animales, contemplarsus pequeñas decisiones y su inescrutable inocencia, fueuna pasión que lo acompañó hasta el final. En ulteriores épocasde esplendor, cuando rehusaba con desdén los cigarros de hojade los pecosos sachems de Tammany o visitaba los mejores prostíbulosen un coche automóvil precoz, que parecía el hijo naturalde una góndola, abrió un segundo y falso comercio, que hospedabacien gatos finos y más de cuatrocientas palomas —que noestaban en venta para cualquiera. Los quería individualmente ysolía recorrer a pie su distrito con un gato feliz en el brazo, yotros que lo seguían con ambición-Era un hombre ruinoso y monumental. El pescuezo era corto,como de toro, el pecho inexpugnable, los brazos peleadores ylargos, la nariz rota, la cara aunque historiada de cicatrices menosimportante que el cuerpo, las piernas chuecas como de jineteo de marinero. Podía prescindir de camisa como tambiénde saco, pero no de una galerita rabona sobre la ciclópea cabeza.


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 313Los hombres cuidan su memoria. Físicamente, el pistolero convencionalde los films es un remedo suyo, no del epiceno y fofoCapone. De Wolheim dicen que lo emplearon en Hollywood porquesus rasgos aludían directamente a los del deplorado MonkEastman. . . Éste salía a recorrer su imperio forajido con unapaloma de plumaje azul en el hombro, igual que un toro conun benteveo en el lomo.Hacia 1894 abundaban los salones de bailes públicos en la ciudadde Nueva York. Eastman fue el encargado en uno de ellosde mantener el orden. La leyenda refiere que el empresario no loquiso atender y que Monk demostró su capacidad, demoliendocon fragor el par de gigantes que detentaban el empleo. Loejerció hasta 1899, temido y solo.Por cada pendenciero que serenaba, hacía con el cuchillo unamarca en el brutal garrote. Cierta noche, una calva resplandecienteque se inclinaba sobre un bock de cerveza le llamó la atención,y la desmayó de un mazazo. "¡Me faltaba una marca paracincuenta!", exclamó después.EL MANDODesde 1899 Eastman no era sólo famoso. Era caudillo electoralde una zona importante, y cobraba fuertes subsidios de las casas defarol colorado, de los garitos, de las pindongas callejeras y losladrones de ese sórdido feudo. Los comités lo consultaban paraorganizar fechorías, y los particulares también. He aquí sus honorarios:15 dólares una oreja arrancada, 19 una pierna rota, 25un balazo en una pierna, 25 una puñalada, 100 el negocio entero.A veces, para no perder la costumbre, Eastman ejecutaba personalmenteuna comisión.Una cuestión de límites (sutil y malhumorada como las otrasque posterga el derecho internacional) lo puso en frente de PaulKelly, famoso capitán de otra banda. Balazos y entreveros de laspatrullas habían determinado un confín. Eastman lo atravesó unamanecer y lo acometieron cinco hombres. Con esos brazos vertiginososde mono y con la cachiporra hizo rodar a tres, pero lemetieron dos balas en el abdomen y lo abandonaron por muerto.Eastman se sujetó la herida caliente con el pulgar y el índice ycaminó con pasos de borracho hasta el hospital. La vida, la altafiebre y la muerte se lo disputaron varias semanas, pero sus labiosno se rebajaron a delatar a nadie. Cuando salió, la guerra eraun hecho y floreció en continuos tiroteos hasta el diecinueve deagosto del novecientos tres.


314 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA BATALLA DE RIVINGTONUnos cien héroes vagamente distintos de las fotografías queestarán desvaneciéndose en los prontuarios, unos cien héroes saturadosde humo de tabaco y de alcohol, unos cien héroes desombrero de paja con cinta de colores, unos cien héroes afectadosquien más quien menos de enfermedades vergonzosas, de caries,de dolencias de las vías respiratorias o del riñon, unos cien héroestan insignificantes o espléndidos como los de Troya o Junín,libraron ese renegrido hecho de armas en la sombra de los arcosdel Elevated. La causa fue el tributo exigido por los pistoleros deKelly al empresario de una casa de juego, compadre de MonkEastman. Uno de los pistoleros fue muerto,, y. el tiroteo consiguientecreció a batalla de incqntados revólveres. Desde el amparode los altos pilares hombres de rasurado mentón tiraban silenciosos,y eran el centro de un despavorido horizonte de cochesde alquiler cargados de impacientes refuerzos, con artillería Golten los puños. ¿Qué sintieron los protagonistas de esa batalla?Primero (creo) la brutal convicción de que el estrépito insensatode cien revólveres los iba a aniquilar en .seguida; segundo (creo)la no menos errónea seguridad de que si la descarga inicial nolos derribó, eran invulnerables. Lo cierto es que pelearon con fervor,parapetados por el hierro y la noche. Dos veces intervino lapolicía y dos la rechazaron. A. la primer vislumbre del amanecerel combate murió, como si fuera obsceno o espectral. Debajo delos grandes arcos de ingeniería quedaron siete heridos dé gravedad,cuatro cadáveres y una paloma muerta.LOS CRUJIDOSLos políticos parroquiales, a. cuyo servicio estaba Monk Eastman,siempre desmintieron públicamente que hubiera tales bandas,p aclararon que se trataba-de meras sociedades recreativas.La indiscreta,batalla de Rivipgton los alarmó. Citaron a los doscapitanes para intimarles la necesidad de una tregua. Kelly (buen,sabedor de que los políticos eran más aptos que todos los revólveresGoll para entorpecer la acción policial) dijo acto continuo quesí; Eastman (con la soberbia de su gran cuerpo bruto) ansiabamás detonaciones y más refriegas. Empezó por rehusar y tuvieronque amenazarlo con la prisión. Al fin los dos ilustres malevosconferenciaron en un bar, cada uno con un cigarro de hoja enla boca, la diestra en el revólver, y su vigilante nube de pistolerosalrededor. Arribaron a una decisión muy americana: confiar


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 31'5a un match de box la disputa. Kelly era un boxeador habilísimo.El duelo se realizó en un galpón y fue estrafalario. Ciento cuarentaespectadores lo vieron, entre compadres de galera torcida y mujeresde frágil peinado monumental. Duró dos horas y terminóen completa extenuación. A la semana chisporrotearon los tiroteos.Monk fue arrestado, por enésima vez. Los protectores se distrajeronde él con alivio; el juez le vaticinó, con toda verdad, diezaños de cárcel.EASTMAN CONTRA ALEMANIACuando el todavía perplejo Monk salió de Sing $ing, los mildoscientos forajidos de su comando estaban desbandados. No lossupo juntar y se resignó a operar por su cuenta. El ocho de setiembrede 1917 promovió un desorden en la vía pública. Elnueve, resolvió participar en otro desorden y se alistó en unregimiento de infantería.Sabemos varios rasgos de su campaña. Sabemos que desaprobócon fervor la captura de prisioneros y que una vez (con la solaculata del fusil) impidió esa práctica deplorable. Sabemos quelogró evadirse del hospital para volver a las trincheras. Sabemosque se distinguió en los combates cerca de Montfaucon. Sabemosque después opinó que muchos bailecitos del Bowery eran másbravos que la guerra europea.EL MISTERIOSO, LÓGICO FINEl veinticinco de diciembre de 1920 el cuerpo de Monk Eastmanamaneció en una de las calles céntrales de Nueva York. Habíarecibido cinco balazos. Desconocedor feliz de la muerte, un gatode lo más ordinario lo rondaba con cierta perplejidad.


316 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL ASESINO DESINTERESADOBILL HARRIGANLa imagen de las tierras de Arizona, antes que ninguna otra i«nagen:la imagen de las tierras de Arizona y de Nuevo México,tierras con un ilustre fundamento de oro y de plata, tierrasvertiginosas y aéreas¡ tierras de la meseta monumental y de losdelicados colores, tierras con blanco resplandor de esqueletopelado por los pájaros. En esas tierras, otra imagen, la de Billythe Kid: el jinete .clavado sobre el caballo, el joven de los durospistoletazos que aturden el desierto, el emisor de balas invisiblesque matan a distancia, como una magia.El desierto veteado de metales, árido y reluciente. El casi niñoque al morir a los veintiún años debía a la justicia de los hombresveintiuna muertes —"sin contar mejicanos".EL ESTADO LARVALHacia 1859 el hombre que para el terror y la gloria sería Billythe Kid nació en un conventillo subterráneo de Nueva York.Dicen que lo parió un fatigado vientre irlandés, pero se crioentre negros. En ese caos de catinga y de motas gozó el primadoque conceden las pecas y una crencha rojiza. Practicaba el orgullode ser blanco; también era esmirriado, chucaro, soez. Alos doce años militó en la pandilla de los Swamp Angels (Ángelesde la Ciénaga), divinidades que operaban entre las cloacas. En lasnoches con olor a niebla quemada emergían de aquel fétidolaberinto, seguían el rumbo de algún marinero alemán, lo desmoronabande un cascotazo, lo despojaban hasta de la ropa interior,y se restituíais después a la otra basura. Los comandaba unnegro encanecido, Gas Houser Joñas, también famoso como envenenadorde caballos.A veces, de la buhardilla de alguna casa jorobada cerca delagua, una mujer volcaba sobre lá cabeza de un transeúnte unbalde de ceniza. El hombre se agitaba y se ahogaba. En seguidalos Ángeles de la Ciénaga pululaban sobre él, lo arrebataban porla boca de un sótano y lo saqueaban.Tales fueron los años de aprendizaje de Bill Harrigan, el futuroBilly the Kid. No desdeñaba las ficciones teatrales; le gustaba


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 317asistir (acaso sin ningún presentimiento de que eran símbolosy letras de su destino) a los melodramas de cowboys.GO WEST!Si los populosos teatros del Bowery (cuyos concurrentes vociferaban"¡Alcen el trapo!" a la menor impuntualidad del telón)abundaban en esos melodramas de jinete y balazo, la facilísimarazón es que América sufría entonces la atracción del Oeste. Detrásde los ponientes estaba el oro de Nevada y de California.Detrás, de los ponientes estaba el hacha demoledora de cedros, laenorme cara babilónica del bisonte, el sombrero de copa y elnumeroso lecho de Brigham Young, las ceremonias y la iradel hombre rojo, eí aire despejado de los desiertos, la desaforadapradera, la tierra fundamental cuya cercanía apresura el latirde los corazones como la cercanía del mar. El Oeste llamaba.Un continuo rumor acompasado pobló esos años: el de millaresde hombres americanos ocupando el Oeste. En esa progresión,hacia 1872, estaba el siempre aculebrado Bill Harrigan, huyendode una celda rectangular.DEMOLICIÓN DE UN MEJICANOLa Historia (que, a semejanza de cierto director cinematográfico,procede por imágenes discontinuas) propone ahora la deuna arriesgada taberna, que está en el todopoderoso desierto igualque en alta mar. El tiempo, una destemplada noche del año 1873;el preciso lugar, el Llano Estacado (New México). La tierra escasi sobrenaturalmente lisa, pero el cielo de nubes a desnivel,con desgarrones de tormenta y de luna, está lleno de pozos quese agrietan y de montañas. En la tierra hay el cráneo de unavaca, ladridos y ojos de coyote en la sombra, finos caballos y laluz alargada de la taberna. Adentro, acodados en el único mostrador,nombres cansados y fornidos beben un alcohol pendencieroy hacen ostentación de grandes monedas de plata, con unaserpiente y un águila. Un borracho canta impasiblemente. Hayquienes hablan un idioma con muchas eses, que ha de ser español,puesto que quienes lo hablan son despreciados. Bill Harrigan,rojiza rata de conventillo, es de los bebedores. Ha con--cluido un par de aguardientes y piensa pedir otro más, acasoporque no le queda un centavo. Lo anonadan los hombres deaquel desierto. Los ve tremendos, tempestuosos, felices, odiosamentesabios en el manejo de hacienda cimarrona y de altos ca~


!318 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASballos. De golpe hay un silencio total; sólo ignorado por ladesatinada voz del borracho. Ha entrado un mejicano más quefornido, con cara de india vieja. Abunda en un desaforado sombreroy en dos pistolas laterales. En duro inglés desea las buenasnoches a todos los gringos hijos de perra que están bebiendo.Nadie recoge el desafío. Bill pregunta quién es, y le susurran temerosamenteque el Pago —el Diego— es Belisario Villagrán, deChihuahua. Una detonación retumba en seguida. Parapetadopor aquel cordón de hombres altos, Bill ha disparado sobre elintruso. La copa cae del puño de Villagrán; después, el hombreentero. El .hombre no precisa otra bala. Sin dignarse mirar almuerto lujoso, Bill reanuda la plática. "¿De veras?", dice. 1 "Puesyo soy Bjll Harrigan, ele New York." El borracho sigue cantando,insignificante.•Ya se adivina la apoteosis. Bill concede apretones de manos yacepta adulaciones, hurras y whiskies. Alguien observa que nohay marcas en su revólver y le propone grabar una para significarla muerte de Villagrán. Billy the Kid se queda con la navajade ese alguien, pero dice "que no vale la pena anotar mejicanos".Ello, acaso, no basta. Bill, esa noche, tiende su frazadajunto al cadáver y duerme hasta la aurora —ostentosamente.MUERTES PORQUE SíDe esa feliz detonación (a los catorce años de edad) nacióBilly the Kid el Héroe y murió el furtivo Bill Harrigan. El muchachuelode la cloaca y del cascotazo ascendió a hombre de frontera.Sé hizo jinete; aprendió a estribar derecho sobre el caballoa la manera de Wyoqiing o Texas, no con el cuerpo echado haciaatrás, a la manera de Qrégón y de California. Nunca se pareciódel todo a su leyenda, pero se fue acercando. Algo del compadritode Nueva York perduró en el cowboy'; puso en los mejicanosel odio que antes le inspiraban los negros, pero las últimas palabrasque dijo fueron (malas) palabras en español. Aprendió elarte vagabundo de los troperos. Aprendió el otro, más difícil,de mandar hombres; ambos lo ayudaron a ser un buen ladrónde hacienda. A veces, las guitarras y los burdeles de Méjico loarrastraban. "Con la lucidez atroz del insomnio, organizaba populosas orgíasque duraban cuatro días y cuatro noches. Al fin, asqueado, pagabala cuenta a balazos. Mientras el dedo del gatillo no le falló,fue él hombre*más temido (y quizá más nadie y más solo) de ésafrontera. Garrett, su amigo, él sherifí que después lo mató, le dijo/.i tliat ..yo/', he drait'led.


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 319una vez: "Yo he ejercitado mucho la puntería, matando búfalos.""Yo la he ejercitado más, matando hombres", replicó suavemente.Los pormenores son irrecuperables, pero sabemos que debió hastaveintiuna -muertes —. "sin contar mejicanos". Durante siete arriesgadísimosaños practicó ese lujo: el coraje.La noche del veinticinco de julio de 1880, Billy the Kid atravesóal galope de su overo la calle principal, o única, de Fort Sumner.El calor apretaba y. no : habían encendido las lámparas; elcomisario Garrett, sentado en un sillón de hamaca en un corredor,sacó el revólver y le, descerrajó un balazo en el vientre. El overosiguió; el jinete se desplomó en-la calle de tierra. Garrett le encajóun segundo balazo. El pueblo (sabedor de que -el herido eraBilly the Kid) trancó bien.las ventanas. La agonía fue larga yblasfematoria. Ya con el sol bien alto, se fueron acercando, y lodesarmaron; el hombre estaba muerto. Le notaron ese aire decachivache qué tienen los difuntos.Lo afeitaron, lo envainaron en ropa hecha y lo exhibieron alespanto y las burlas en la vidriera del mejor almacén.Hombres a caballo o en tílbury acudieron de leguas a la redonda.El tercer. día - lo tuvieron que maquillar. El cuarto día loenterraron con júbilo.


320 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL INCIVIL MAESTRO DE CEREMONIASKOTSUKÉ NO SUKÉEl infame de este capítulo es el incivil maestro de ceremoniasKotsuké no Suké, aciago funcionario que motivó la degradacióny la muerte del señor de la Torre de Ako y no se quiso eliminarcomo un caballero cuando la apropiada venganza lo conminó.Es hombre que merece la gratitud de todos los hombres, porquedespertó preciosas lealtades y fue la negra y necesaria ocasiónde una empresa inmortal. Un centenar de novelas, de monografías,de tesis doctorales y de óperas, conmemoran el hecho —parano hablar de las efusiones en porcelana, en lapislázuli veteado yen laca. Hasta el versátil celuloide lo sirve, ya que la HistoriaDoctrinal de los Cuarenta y Siete Capitanes —tal es su nombre—es la más repetida inspiración del cinematógrafo japonés. Laminuciosa gloria que esas ardientes atenciones afirman es algomás que justificable: es inmediatamente justa para cualquiera.Sigo la relación de A. B. Mitford, que omite las continuasdistracciones que obra el color local y prefiere atender al movimientodel glorioso episodio. Esa buena falta de "orientalismo"deja sospechar que se trata de una versión directa del japonés.LA CINTA DESATADAEn la desvanecida primavera de 1702 el ilustre señor de laTorre de Ako tuvo que recibir y agasajar a un enviado imperial.Dos mil trescientos años de cortesía (algunos mitológicos), habíancomplicado angustiosamente el ceremonial de la recepción.El enviado representaba al emperador, pero a manera de alusióno de símbolo: matiz que no era menos improcedente recargarque atenuar. Para impedir errores harto fácilmente fatales, unfuncionario de la corte de Yedo lo precedía en calidad de maestrode ceremonias. Lejos de la comodidad cortesana y condenado auna villégiature montaraz, que debió parecerle un destierro, KiraKotsuké no Suké impartía, sin gracia, las instrucciones. A vecesdilataba hasta la insolencia el tono magistral. Su discípulo, elseñor de la Torre, procuraba disimular esas burlas. No sabíareplicar y la disciplina le vedaba toda violencia. Una mañana,sin embargo, la cinta del zapato del maestro se desató y éstele pidió que la atara. El caballero lo hizo con humildad, pero


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 321con indignación interior. El incivil maestro de ceremonias ledijo que, en verdad, e'ra incorregible, y que sólo un patán eracapaz de frangollar un nudo tan torpe. El señor de la Torre sacóla espada y le tiró un hachazo. El otro huyó, apenas rubricadala frente por un hilo tenue de sangre. . . Días después dictaminabael tribunal militar contra el heridor y lo condenaba al suicidio.En el patio central de la Torre de Ako elevaron una tarima defieltro rojo y en ella se mostró el condenado y le entregaron unpuñal de oro y piedras y confesó públicamente su culpa y se fuedesnudando hasta la cintura, y se abrió el vientre, con las dosheridas rituales, y murió como un samurai, y los espectadores másalejados no vieron sangre porque el fieltro era rojo. Un hombreencanecido y cuidadoso lo decapitó con la espada: el consejeroKuranosuké, su padrino.EL SIMULADOR DE LA INFAMIALa Torre de Takumi no Kami fue confiscada; sus capitanesdesbandados, su familia arruinada y oscurecida, su nombre vinculadoa la execración. Un rumor quiere que la idéntica nocheque se mató, cuarenta y siete de sus capitanes deliberaran en lacumbre de un monte y planearan, con toda precisión, lo quese produjo un año más tardé. Lo cierto es que debieron procederentre justificadas demoras y que alguno de sus concilios tuvo lugar,no en la cumbre difícil de una montaña, sino en una capillaen un bosque, mediocre pabellón de madera blanca, sin otroadorno que la caja rectangular que contiene un espejo. Apetecíanla venganza, y la venganza debió parecerles inalcanzable.Kira Kotsuké no Suké, el odiado maestro de ceremonias, habíafortificado su casa y una nube de arqueros y de esgrimistas custodiabasu palanquín. Contaba con espías incorruptibles, puntualesy secretos. A ninguno celaban y vigilaban como al presuntocapitán de los vengadores: Kuranosuké, el consejero. Éste lo advirtiópor azar y fundó su proyecto vindicatorio sobre ese dato.Se mudó a Kioto, ciudad insuperada en todo el imperio porel color de sus otoños. Se dejó arrebatar por los lupanares, porlas casas de juego y por las tabernas. A pesar de sus canas, secodeó con rameras y con poetas, y hasta con gente peor. Unavez lo expulsaron de una taberna y amaneció dormido en elumbral, la cabeza revolcada en un vómito.Un hombre de Satsuma lo conoció, y dijo con tristeza y con ira:¿No es éste, por ventura, aquel consejero de Asano Takumi noKami, que lo ayudó a morir y que en vez de vengar a su señor se


322 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASentrega a los deleites y a la vergüenza? ¡Oh, tú indigno del nombrede Samurai!Le pisó la cara dormida y se la escupió. Cuando los espías denunciaronesa pasividad, Kotsuké no Suké sintió un gran alivio.Los hechos no pararon ahí. El consejero despidió a su mujery al menor de sus hijos, y compró una querida en un lupanar,famosa infamia que alegró el corazón y relajó la temerosa prudenciadel enemigo. Éste acabó por despachar la mitad de susguardias.Una de las noches atroces del invierno de 1703 los cuarenta ysiete capitanes se dieron cita en un desmantelado jardín de losalrededores de Yedo, cerca de un puente y de la fábrica de barajas.Iban con las banderas de su señor. Antes de emprender el asalto,advirtieron a los vecinos que no se trataba de un atropello, sinode una operación militar de estricta justicia.LA CICATRIZ.Dos bandas atacaron el palacio de Kira Kotsuké no Suké. Elconsejero comandó la primera, que atacó la puerta del frente;la segunda, su hijo mayor, que estaba por cumplir dieciséisaños y que murió esa noche. La historia sabe los diversos momentosde esa pesadilla tan lúcida: el descenso arriesgado y pendularpor las escaleras de cuerda, el tambor del ataque, la precipitaciónde los defensores, los arqueros apostados en la azotea,el directo destino de las flechas hacia los órganos vitales delhombre, las porcelanas; infamadas de sangre, la muerte ardienteque después es glacial; los impudores y desórdenes de la muerte.Nueve capitanes murieron; los defensores no eran menos valientesy no se quisieron rendir. Poco después de media nochetoda resistencia cesó.Kira Kotsuké no Suké, razón ignominiosa de esas lealtades,no aparecía. Lo buscaron por todos los rincones de ese conmovidopalacio; y ya desesperaban de encontrarlo cuando el consejeronotó que las sábanas de su lecho estaban aún tibias. Volvierona buscar y descubrieron una estrecha ventana, disimuladapor un espejo de bronce. Abajo, desde un patiecito sombrío, losmiraba un nombre de blanco. Una espada temblorosa estaba ensu diestra. Cuando bajaron, el hombre se entregó sin pelear.Le rayaba la frente una cicatriz: viejo dibujo del acero de Takumino Kami.Entonces, los sangrientos capitanes se arrojaron a los pies delaborrecido y le dijeron que eran los oficiales del señor de la


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA.H2.HTorre, de cuya perdición y cuyo fin él era culpable, y le rogaronque se suicidara, como un samurai debe hacerlo.En vano propusieron ese decoro a su ánimo servil. Era varóninaccesible al honor; a la madrugada tuvieron que degollarlo.EL TESTIMONIOYa satisfecha su venganza (pero sin ira, y sin agitación, y sinlástima), los capitanes se dirigieron al templo que guarda las reliquiasde su señor.En un caldero llevan la increíble cabeza de Kira Kotsuké noSuké y se turnan para cuidarla. Atraviesan los campos y las provincias,a la luz sincera del día. Los hombres los bendicen ylloran. El príncipe de Sendai los quiere hospedar, pero respondenque hace casi dos años que los aguarda su señor. Llegan al oscurosepulcro y ofrendan la cabeza del enemigo.La Suprema Corte emite su fallo. Es el que esperan: se lesotorga el privilegio de suicidarse. Todos lo cumplen, algunoscon ardiente serenidad, y reposan al lado de su señor. Hombresy niños vienen a rezar al sepulcro de esos hombres tan fieles.EL HOMBRE DE SATSUMAEntre los peregrinos que acuden, hay un muchacho polvorientoy cansado que debe haber venido de lejos. Se prosternaante el monumento de Oishi Kuranosuké, el consejero, y dice envoz alta: Yo te vi tirado en la puerta de un lupanar de Kioto yno pensé que estabas meditando la venganza de tu señor, y te creíun soldado sin fe y te escupí en la cara. He venido a, ofrecertesatisfacción. Dijo esto y cometió harakiri.El prior se condolió de su valentía y le dio sepultura en ellugar donde los capitanes reposan.Éste es el final de la historia de los cuarenta y siete hombresleales —salvo que no tiene final, porque los otros hombres, queno somos leales tal vez, pero que nunca perderemos del todo laesperanza de serlo, seguiremos honrándolos con palabras.


324 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL TINTORERO ENMASCARADOHÁKIM DE MERVA AngélicaOcampoSi no me equivoco, las fuentes originales de información acercade Al Moqanna, el Profeta Velado (o más estrictamente, Enmascarado)del Jorasán, se reducen a cuatro: a) las excertas de laHistoria de los jalifas conservadas por Baladhuri, b) el Manualdel gigante o Libro de la precisión y la revisión del historiadoroficial de los Abbasidas, ibn abi Tair Tarfur, c) el códice árabetitulado La aniquilación de la rosa, donde se refutan las herejíasabominables de la Rosa oscura o Rosa escondida, que era el librocanónico del Profeta, d) unas monedas sin efigie desenterradaspor el ingeniero Andrusov en un desmonte del Ferrocarril Trascaspiano.Esas monedas fueron depositadas en el Gabinete Numismáticode Tehrán y contienen dísticos persas que resumen ocorrigen ciertos pasajes de la Aniquilación. La Rosa original se haperdido, ya que el manuscrito encontrado en 1899 y publicado nosin ligereza por el Morgenldndisch.es Archiv fue declarado apócrifopor Horn y luego por sir Percy Sykes.La fama occidental del Profeta se debe a un gárrulo poemade Moore, cargado de saudades y de suspiros de conspiradorirlandés.LA PÚRPURAESCARLATAA los 120 años de la Hégira y 736 de la Cruz, el hombre Hákim,que los hombres de aquel tiempo y de aquel espacio apodaríanluego El Velado, nació en el Turquestán. Su patria fue -la antigua ciudad de Merv, cuyos jardines y viñedos y pradosmiran tristemente al desierto. El mediodía es blanco y deslumbrador,cuando no lo oscurecen nubes de polvo que ahogan a loshombres y dejan una lámina blancuzca en los negros racimos.Hákim se crio en esa fatigada ciudad. Sabemos que un hermanode su padre lo adiestró en el oficio de tintorero: arte de impíos, defalsarios y de inconstantes que inspiró los primeros anatemasde su carrera pródiga. Mi cara es de oro (declara en una páginafamosa de la Aniquilación) pero he macerado la púrpura y hesumergido en la segunda noche la lana sin cardar y he saturado


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA ,H25en la tercera noche la lana preparada, y los emperadores de lasislas aun se disputan esa ropa sangrienta. Así pequé en los añosde juventud y trastorné los verdaderos colores de las criaturas.El Ángel me decía que los carneros no eran del color de los tigres,el Satán me decía que el Poderoso quería que lo fueran yse valía de mi astucia y mi púrpura. Ahora yo sé que el Ángel yel Satán erraban la verdad y que todo color es aborrecible.El año 146 de la Hégira, Hákim desapareció de su patria. Encontraron destruidas las calderas y cubas de inmersión, así comoun alfanje de Shiraz y un espejo de bronce.EL TOROEn el fin de la luna de xabán del año i 58, el aire del desiertoestaba muy claro y los hombres miraban el poniente en buscade la luna de ramadán, que promueve la mortificación y el ayuno.Eran esclavos, limosneros, chalanes, ladrones de camellos y matarifes.Gravemente sentados en la tierra aguardaban el signo,desde el portón de un paradero de caravanas en la ruta de Merv.Miraban el ocaso, y el color del ocaso era el de la arena.Del fondo del desierto vertiginoso (cuyo sol da la fiebre, asícomo su luna da el pasmo) vieron adelantarse tres figuras, queles parecieron altísimas. Las tres eran humanas y la -del medio,tenía cabeza de toro. Cuando se aproximaron, vieron que ésteusaba una máscara y que los otros dos eran ciegos.Alguien (como en los cuentos de las 1001 Noches) indagó larazón de esa maravilla. Están ciegos, el hombre de la máscara declaró,porque han visto mi cara.El. LEOPARDOEl cronista de los Abbasidas refiere que el hombre del desierto(cuya voz era singularmente dulce, o así les-pareció por diferirde la brutalidad de su máscara), les dijo que ellos aguardaban elsigno de un mes de penitencia, pero que él predicaba un signomejor: el de toda una vida penitencial y una muerte injuriada.Les dijo que era Hákim hijo de Osmán, y que el año 146 de laEmigración, había penetrado un hombre en su casa y luego depurificarse y rezar, le había cortado la cabeza con un alfanje yla había llevado hasta el cielo. Sobre la derecha mano del hombre(que era el ángel Gabriel) su cabeza había estado ante el Señor.,que le dio misión de profetizar y le inculcó palabras tan antiguasque su repetición quemaba las bocas y le infundió un glorio-


326 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASso resplandor que los ojos mortales no toleraban. Tal era lajustificación de la Máscara. Cuando todos los hombres de latierra profesaran la nueva ley, el Rostro les sería descubiertoy ellos podrían adorarlo sin riesgo —como ya los ángeles loadoraban. Proclamada su comisión, Hákim los exhortó a unaguerra santa —un djehad— y a su conveniente martirio.Los esclavos, pordioseros, chalanes, ladrones de camellos y matarifesle negaron su fe: una voz gritó brujo y otra impostor.Alguien había traído un leopardo —tal vez un ejemplar deesa raza esbelta y sangrienta que los monteros persas educan.Lo cierto es que rompió sú prisión. Salvo el profeta enmascaradoy los dos acólitos, la gente se atropello para huir. Cuandovolvieron, había enceguecido la fiera. Ante los ojos luminososy muertos, los hombres adoraron a Hákim y confesaron su virtudsobrenatural.EL PROFETA VELADOEl historiador oficial de los Abbasidas narra sin mayor entusiasmolos progresos de Hákim el Velado en el Jorasán. Esa provincia—muy conmovida por la desventura y crucifixión de sumás famoso caudillo— abrazó con desesperado fervor la doctrinade la Cara Resplandeciente, y le tributó su sangre y su oro. (Hákim,ya entonces, descartó su efigie brutal por un cuádruple velode seda blanca recamado de piedras. El color emblemático delos Banú Abbás era el negro; Hákim eligió el color blanco —elmás contradictorio— para el Velo Resguardador, los pendones ylos turbantes.) La campaña se inició bien. Es verdad que en elLibro de la precisión las banderas del Jalifa son en todo lugarvictoriosas, pero como el resultado más frecuente de esas victoriases la destitución de generales y el abandono de castillos inexpugnables,el avisado lector sabe a qué atenerse. A fines de la lunade rejeb del año 161, la famosa ciudad de Nishapur abrió suspuertas de metal al Enmascarado; a principio del 162, la deAstarabad. La actuación militar de Hákim (como la de otromás afortunado Profeta) se reducía a la plegaria en voz de tenor,pero elevada a la Divinidad desde el lomo de un camello rojizo,en el corazón agitado de las batallas. A su alrededor silbaban lasflechas, sin que lo hirieran nunca. Parecía buscar el peligro: lanoche que unos detestados leprosos rondaron su palacio, lesordenó comparecer, los besó y les entregó plata y oro.Delegaba las fatigas de gobernar en seis o siete adeptos. Eraestudioso de la meditación y la paz: un harem de 114 mujeresciegas trataba de aplacar las necesidades de su cuerpo divino.


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 327LOS ESPEJOS ABOMINABLESSiempre que sus palabras no invaliden la fe ortodoxa, el Islamtolera la aparición de amigos confidenciales de Dios, por indiscretoso amenazadores que sean. El profeta, quizá, no hubieradesdeñado los favores de ese desdén, pero sus partidarios, sus victoriasy la cólera pública del Jalifa —que era Mohamed Al Mahdí—lo obligaron a la herejía. Esa disensión lo arruinó, peroantes le hizo definir los artículos de una religión personal, si biencon evidentes infiltraciones de las prehistorias gnósticas.En el principio de la cosmogonía de Hákim hay un Dios espectral.Esa divinidad carece majestuosamente de origen, así comode nombre y de cara. Es un Dios inmutable, pero su imagen proyectónueve sombras que, condescendiendo a la acción, dotarony presidieron un primer cielo. De esa primera corona demiúrgicaprocedió una segunda, también con ángeles, potestades y tronos,y éstos fundaron otro cielo más abajo, que era el duplicado simétricodel inicial. Ese segundo conclave se vio reproducido enuno terciario y ése en otro inferior, y así hasta 999. El señor delcielo del fondo es el que rige —sombra de sombras de otras sombras'—y su fracción de divinidad tiende a cero.La tierra que habitamos es un error, una incompetente parodia.Los espejos y la paternidad son abominables, porque la multiplicany afirman. El asco es la' virtud fundamental. Dos disciplinas(cuya elección dejaba libre el profeta) pueden conducirnos a ella:la abstinencia y el desenfreno, el ejercicio de la carne o sucastidad.El paraíso y el infierno de Hákim no eran menos desesperados.A los que niegan la Palabra, a los que niegan el Enjoyado Velo yel Rostro (dice una imprecación que se conserva de la RosaEscondida), les prometo un Infierno maravilloso, porque cada unode ellos reinará sobre 999 imperios de fuego, y en cada imperio999. montes de fuego, y en cada mente 999 torres de fuego, y encada, torre 999 pisos de fuego, y en cada piso 999 lechos de fuego,y en cada lecho estará él y 999 formas de fuego (que tendrán sucara y su voz) lo torturarán para siempre. En otro lugar corrobora:Aquí en la vida padecéis en un cuerpo; en la muerte y laRetribución, en innumerables. El paraíso es menos concreto. Siemprees de noche y hay piletas de piedra, y la felicidad de ese paraísoes la felicidad peculiar de las despedidas, de la renunciación y delos que saben que duermen.


328 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL ROSTROEl año 163 de la Emigración y quinto de la Cara Resplandeciente,Hákim fue cercado en Sanam por el ejército del Jalifa.Provisiones y mártires no faltaban, y se aguardaba el inminentesocorro de una caterva de ángeles de luz. En eso estaban cuandoun espantoso rumor atravesó el castillo. Se refería que unamujer adúltera del harem, al ser estrangulada por los eunucos,había gritado que a la mano derecha del profeta le faltabael dedo anular y que carecían de uñas los otros. El rumor cundióentre los fieles. A pleno sol, en una elevada terraza, Hákim pedíauna victoria o un signo a la divinidad familiar. Con la cabezadoblegada, servil —como si corrieran contra una lluvia—, doscapitanes le arrancaron el Velo recamado de piedras.Primero, hubo un temblor. La prometida cara del Apóstol, lacara que había estado en los cielos, era en efecto blanca, perocon la blancura peculiar de la lepra manchada. Era tan abultadao increíble que les pareció una careta. No tenía cejas; el párpadoinferior del ojo derecho pendía sobre la mejilla senil; un pesadoracimo de tubérculos le comía los labios; la nariz inhumana yachatada era como de león.La voz de Hákim ensayó un engaño final. Vuestro pecado abominable os prohibe percibir mi esplendor. . . comenzó a decir.No lo escucharon, y lo atravesaron con lanzas.


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 329HOMBRE DE LA ESQUINAROSADAA EnriqueArnorimA mí, tan luego, hablarme del finado Francisco Real. Yo loconocí, y eso que éstos no eran sus barrios porque él sabía tallarmás bien por el Norte, por esos laos de la laguna de Guadalupey la Batería. Arriba de tres veces no lo traté, y ésas en unamisma noche, pero es noche que no se me olvidará, como queen ella vino la Lujanera porque sí, a dormir en mi rancho yRosendo Juárez dejó, para no volver, el Arroyo. A ustedes, claroque les falta la debida esperiencia para reconocer, ese nombre,pero Rosendo Juárez el Pegador, era de los que pisaban másfuerte por Villa Santa Rita. Mozo acreditao para el cuchillo erauno de los hombres de D. Nicolás Paredes, que era uno de loshombres de Morel. Sabía llegar de lo más paquete al quilombo,en un oscuro, con las prendas de plata; los hombres y los perroslo respetaban y las chinas también; nadie inoraba que estaba debiendodos muertes; usaba un chambergo alto, de ala finita, sobrela melena grasicnta; la suerte lo mimaba, como quien dice.Los mozos de la Villa le copiábamos hasta el modo de escupir.Sin embargo, una noche nos ilustró la verdadera condición deRosendo.Parece cuento, pero la historia de esa noche rarísima empezópor un placero insolente de ruedas coloradas, lleno hasta el topede hombres, que iba a los barquinazos por esos callejones elebarro duro, entre los hornos de ladrillos y los huecos, y dos denegro, déle guitarriar y aturdir, y el del pescante que les tirabaun fustazo a los perros sueltos que se le atravesaban al moro, y unemponchado iba silencioso en el medio, y ése era el Corralerode tantas mentas, y el hombre iba a peliar y a matar. La nocheera una bendición de tan fresca; dos de ellos iban sobre la capotavolcada, como si la soledá juera un corso. Ése jué el primersucedido de tantos que hubo, pero recién después lo supimos.Los muchachos estábamos dende temprano en el salón de Julia,cjlie* era un galpón de chapas de cinc, entre el camino de Gaunay el Maldonado. Era un local que usté lo divisaba de lejos, porln luz que mandaba a la redonda el farol sinvergüenza, y por elbarullo también. La Julia, aunque de humilde color, era de loás conciente y formal, así que no faltaban musicantes, güen


330 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASbeberaje y compañeras resistentes pal baile. Pero la Luj añera,que era la mujer de Rosendo, las sobraba lejos a todas. Se murió,señor, y digo que hay años en que ni pienso en ella, pero habíaque verla en sus días, con esos ojos;-Verla, no daba sueño.La caña, la milonga, el hembraje, una condescendiente malapalabra de boca de Rosendo, una palmada suya en el montónque yo trataba de sentir como una amista: la cosa es que yoestaba lo más "feliz. Me tocó una compañera muy seguidora, queiba como adivinándome la intención. El tango hacía su voluntacon nosotros y nos arriaba y nos perdía y nos ordenaba y nosvolvía a encontrar. En esa diversión estaban los hombres, lomismo que en un sueño, cuando de golpe me pareció crecidala música, y era que ya se entreveraba con ella la de los guitarrerosdel coche, cada vez más cercano. Después, la brisa que latrajo tiró por otro rumbo, y volví a atender a mi cuerpo yal de la compañera y a las conversaciones del baile. Al rato largollamaron a la puerta con autoridá, un golpe y una voz. En seguidaun silencio general, una pechada poderosa a la puerta yel hombre estaba adentro. El hombre era parecido a la voz.Para nosotros no era todavía Francisco Real, pero sí un tipoalto, fornido, trajeado enteramente de negro, y una chalina deun color como bayo, echada sobre el hombro. La cara recuerdoque era aindiada, esquinada.Me golpeó la hoja de la puerta al abrirse. De puro atolondradome le juí encima y le encajé la zurda en la facha, mientrascon la derecha sacaba el cuchillo filoso que cargaba en la sisadel chaleco, junto al sobaco izquierdo. Poco iba a durarme laatropellada. El hombre, para afirmarse, estiró los brazos y mehizo a un lado, como despidiéndose de un estorbo. Me dejó agachadodetrás, todavía con la mano abajo del saco, sobre el armainservible. Siguió como si tal cosa, adelante. Siguió, siempre másalto que cualquiera de los que iba desapartando, siempre comosin ver. Los primeros —puro italianaje mirón— se abrieron comoabanico, apurados. La cosa no duró. En el montón siguiente yaestaba el Inglés esperándolo, y antes de sentir en el hombro lamano del forastero, se le durmió con un planazo que teníalisto. Jué ver ese planazo y jué venírsele ya todos al humo. Elestablecimiento tenía más de muchas varas de fondo, y lo arriaroncomo un cristo, casi de punta a punta, a pechadas, a silbidos ya salivasos. Primero le tiraron trompadas, después, al ver que nise atajaba los golpes, puras cachetadas a mano abierta o con elfleco inofensivo de las chalinas, como riéndose de él. También,como reservándolo pa Rosendo, que no se había movido paraeso de la paré del fondo, en la que hacía espaldas, callado. Pitabacon apuro su cigarrillo, como si ya entendiera lo que vimos claro


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 331después. El Corralero fue empujado hasta él, firme y ensangrentado,con ese viento de chamuchina pifiadora detrás-. Silbando,chicoteado, escupido, recién habló cuando se enfrentó con Rosendo.Entonces lo miró y se despejó la cara con el antebrazo y dijoestas cosas:—Yo soy Francisco Real, un hombre del Norte. Yo soy FranciscoReal, que le dicen el Corralero. Yo les he consentido a estosinfelices que me alzaran la mano, porque lo que.estoy buscandoes un hombre. Andan por ahí unos bolaceros diciendo que enestos andurriales hay uno que tiene mentas de cuchillero, y de malo,y que le dicen el Pegador. Quiero encontrarlo pa que me enseñea mí, que soy naides, lo que es un hombre de coraje y de vista.Dijo esas cosas y no le quitó los ojos de encima. Ahora lerelucía un cuchillón en la mano derecha, que en fija lo habíatraído en la manga. Alrededor se habían ibo abriendo los queempujaron, .y todos los mirábamos a los dos, en un gran silencio.Hasta la jeta del mulato ciego que tocaba el violín, acataba eserumbo.En eso, oigo que se desplazaban atrás, y me veo en el marcode la puerta seis o siete hombres, que serían la barra del Corralero.El más viejo, un hombre apaisanado, curtido, de bigoteentrecano, se adelantó para quedarse como encandilado por tantohembraje y tanta luz, y se descubrió con respeto. Los otros vigilaban,listos, para dentrar a tallar si el juego no era limpio-¿Qué le pasaba mientras tanto a Rosendo, que no lo sacabapisotiando a ese balaquero? Seguía callado, sin alzarle los ojos.El -cigarro no sé si lo escupió o si se le cayó de la cara. Al finpudo acertar con unas palabras, pero tan despacio que a losde la otra punta del salón no nos alcanzó lo que dijo. VolvióFrancisco Real a desafiarlo y él a negarse. Entonces, el másmuchacho de los forasteros silbó. La Luj añera lo miró aborreciéndoloy se abrió paso con la crencha en la espalda, entre elcarreraje y las chinas, y se jué a su hombre y le metió la manoen el pecho y le sacó el cuchillo desenvainado y se lo dio conestas palabras:—Rosendo, creo que lo estarás precisando.A la altura del techo había una especie de ventana alargadaque miraba al arroyo. Con las dos manos recibió Rosendo elcuchillo y lo filió como si no lo reconociera. Se empinó de golpehacia atrás y voló el cuchillo derecho y fue a perderse ajuera,en el Maldonado. Yo sentí como un frío.—De asco no te carneo —dijo el otro, y alzó, para castigarlo,la mano. Entonces la Lujanera se le prendió y le echó los brazosal cuello y lo miró confesos ojos y le dijo con ira:—Déjalo a ése, que nos hizo creer que era un hombre.


332 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASFrancisco Real se quedó perplejo un espacio y luego la abrazócomo para siempre y les gritó a los musicantes que le metierantango y milonga y a los demás de la diversión, que bailáramos.La milonga corrió como un incendio de punta a punta. Realbailaba muy grave, pero sin ninguna luz, ya pudiéndola. Llegarona la puerta y gritó:—¡Vayan abriendo cancha, señores, que la llevo dormida!Dijo, y salieron sien con sien, como en la marejada del tango,como si los perdiera el tango.Debí ponerme colorao de vergüenza. Di unas vueltitas conalguna mujer y la planté de golpe. Inventé que era por el calory por la apretura y juí orillando la paré hasta salir. Linda lanoche, ¿para quién? A la vuelta del callejón estaba el placero,con el par de guitarras derechas en el asiento, como cristianos.Dentré a amargarme de que las descuidaran así, como si ni parecoger changangos sirviéramos. Me dio coraje de sentir que noéramos naides. Un manotón a mi clavel de atrás de la oreja ylo tiré a un charquito y me quedé un espacio mirándolo, comopara no pensar en más nada. Yo hubiera querido estar de unavez en el día siguiente, yo me quería salir de esa noche. Eneso, me pegaron un codazo que jue casi un alivió. Era Rosendo,que se escurría solo del barrio.—Vos siempre has de servir de estorbo, pendejo —me rezongóal pasar, no sé si para desahogarse, o ajeno. Agarró el lado másoscuro, el del Maldonado; no lo volví a ver más.Me quedé mirando esas cosas de toda la vida —cielo hastadecir basta, el arroyo que se emperraba solo ahí abajo, uncaballo dormido, el callejón de tierra, los hornos— y pensé queyo era apenas otro yuyo de esas orillas, criado entre las flores desapo y las osamentas. ¿Qué iba a salir de esa basura sinonosotros, gritones pero blandos para el castigo, boca y atropelladano más? Sentí después que no, que el barrio cuanto más aporriao,más obligación de ser guapo. ¿Basura? La milonga déleloquiar, y déle bochinchar en las casas, y traía olor a madreselvasel viento. Linda al ñudo la noche. Había de estrell?


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA33Salguno de los nuestros había rajado y que los ñor teros tangueabanjunto con los demás. Codazos y encontrones no había, perosí recelo y decencia. La música parecía dormilona, las mujeresque tangueaban con los del Norte, no decían esta boca es mía.Yo esperaba algo, pero no lo que sucedió.Ajuera oímos una mujer que lloraba y después la voz queya conocíamos, pero serena, casi demasiado serena, como si yano juera de alguien, diciéndole:—Entra, m'hija —y luego otro llanto. Luego la voz como siempezara a desesperarse.—¡Abrí te digo, abrí guacha arrastrada abrí, perra! —.Se abrióen eso la puerta tembleque, y entró la Lujanera, sola. Entrómandada, como si viniera arreándola alguno.—La está mandando un ánima —dijo el Inglés.—Un muerto, amigo —dijo entonces el Corralero. El rostroera como de borracho. Entró, y en la cancha que le abrimostodos, como antes, dio unos pasos mareados —alto, sin ver— yse fue al suelo de una vez, como poste. Uno de los que vinieroncon él, lo acostó de espaldas y le acomodó el ponchito de almohada.Esos ausilios lo ensuciaron de sangre. Vimos entonces quetraiba una herida juerte en el pecho; la sangre le encharcabay ennegrecía un lengue punzó que antes no le oservé, porquelo tapó la chalina. Para la primera cura, una de las mujerestrujo caña y unos trapos quemados. El hombre no estaba paraesplicar. La Lujanera lo miraba como perdida, con los brazoscolgando. Todos estaban preguntándose con la cara y ella consiguióhablar. Dijo que luego de salir con el Corralero, se juerona un campito, y que en eso cae un desconocido y lo llama comodesesperado a pelear y le infiere esa puñalada y que ella jura queno sabe quién es y que. no es Rosendo. ¿Quién .le iba a creer?El hombre a nuestros pies se moría. Yo pensé que no le habíatemblado el pulso al que lo arregló. El hombre, sin embargo, eraduro. Cuando golpeó, la Julia había estao cebando unos matesy el mate dio la vuelta redonda y volvió a mi mano, antes quefalleciera. "Tápenme la cara", dijo despacio, cuando no pudomás. Sólo le quedaba el orgullo y no iba a consentir que le curiosearanlos visajes de la agonía. Alguien le puso encima el chambergonegro, que era de copa altísima. Se murió abajo delchambergo, sin queja. Cuando el pecho acostado dejó de subiry bajar, se animaron a descubrirlo. Tenía ese aire fatigado delos difuntos; era de los hombres de más coraje que hubo enaquel entonces* dende la Batería hasta el Sur; en cuanto lo supemuerto y sin habla, le perdí el odio.—Para morir no se precisa más que estar vivo —dijo una delmontón, y otra, pensativa también:


?>M JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS—Tanta soberbia el hombre, y no sirve más que pa juntarmoscas.Entonces los norteros jueron diciéndose una cosa despacio ydos a un tiempo la repitieron juerte después:—Lo mató la mujer.Uno le gritó en la cara si era ella, y todos la cercaron. Ya meolvidé que tenía que prudenciar y me les atravesé como luz. Deatolondrado, casi pelo el fiyingo. Sentí que muchos me miraban,para no decir todos. Dije como con sorna:—Fijensén en las manos de esa mujer. ¿Qué pulso ni quécorazón va a tener para clavar una puñalada?Añadí, medio desganado de guapo:—¿Quién iba a soñar que el finao, que asegún dicen, era maloen su barrio, juera a concluir de una manera tan bruta y en unlugar tan enteramente muerto como éste, ande no pasa nada,cuando no cae alguno de ajuera para distrairnos y queda parala escupida después?El cuero no le pidió biaba a ninguno.En eso iba creciendo en la soledá un ruido de jinetes. Erala policía. Quien más, quien menos, todos tendrían su razónpara no buscar ese trato, porque determinaron que lo mejor eratraspasar el muerto al arroyo. Recordarán ustedes aquella ventanaalargada por la que pasó en un brillo el puñal. Por ahípasó después el hombre de negro. Lo levantaron entre muchosy de cuanto centavos y cuanta zoncera tenía, lo alijeraron esasmanos y alguno le hachó un dedo para refalarle el anillo. Aprovechadores,señor, que así se le animaban a un pobre dijuntoindefenso,* después que lo arregló otro más hombre. Un envióny el agua torrentosa y sufrida se lo llevó. Para que no sobrenadara,no sé si.le arrancaron las visceras, porque preferí no mirar.El de bigote gris no me quitaba los ojos. La Lujanera aprovechóel apuro para salir.Cuando echaron su vistazo los de la ley, el baile estaba medioanimado. El ciego del violín le sabía sacar unas habaneras de lasque ya no se oyen. Ajuera estaba queriendo clariar. Unos postesde ñandubay sobre una lomada estaban como sueltos, porque losalambrados finitos no se dejaban divisar tan temprano.Yo me fui tranquilo a mi rancho, que estaba a unas trescuadras. Ardía en la ventana una lucesita, que se apagó en seguida.De juro que me apuré a llegar, cuandp me di cuenta. Entonces,Borges, volví a sacar el cuchillo corto y filoso que yosabía cargar aquí, en el chaleco, junto al sobaco izquierdo, y lepegué otra revisada despacio, y estaba como nuevo, inocente, yno quedaba ni un rastrito de sangre.


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 335ETCÉTERAA NéstorIbarraUN TEÓLOGO EN LA MUERTELos ángeles me comunicaron que cuando falleció Melanchton, lefue suministrada en el otro mundo una casa ilusoriamente iguala la que había tenido en la tierra. (A casi todos los recién venidosa la eternidad les sucede lo mismo y por eso creen que nohan muerto.) Los objetos domésticos eran iguales: la mesa, elescritorio con sus cajones, la biblioteca. En cuanto Melanchtonse despertó en ese domicilio, reanudó sus tareas literarias como sino fuera un cadáver y escribió durante unos días sobre la justificaciónpor la fe. Como era su costumbre,' no dijo una palabrasobre la caridad. Los ángeles notaron esa omisión y mandaronpersonas a interrogarlo. Melanchton les dijo: "He demostradoirrefutablemente que el alma puede prescindir de la caridady que para ingresar en el cielo basta la fe." Esas cosas les decíacon soberbia y no sabía que ya estaba muerto y que su lugarno era el cielo. Cuando los ángeles oyeron ese discurso lo abandonaron.A las pocas semanas, los muebles empezaron a afantasmarsehasta ser invisibles, salvo el sillón, la mesa, las hojas de papely el tintero. Además, las paredes del aposento se mancharonde cal y el piso de un barniz amarillo. Su misma ropa ya eramucho más ordinaria. Seguía, sin embargo, escribiendo, pero comopersistía en la negación de la caridad, lo trasladaron a untaller subterráneo, donde había otros teólogos como él. Ahí estuvounos días encarcelado y empezó a dudar de su tesis y le permitieronvolver. Su ropa era de cuero sin curtir, pero trató deimaginarse que lo anterior había sido una mera alucinación ycontinuó elevando la fe y denigrando la caridad. Un atardecersintió frío. Entonces recorrió la casa y comprobó que los demásaposentos ya-no correspondían a los de su habitación en la tierra.Alguno estaba repleto de instrumentos desconocidos: otro se habíaachicado tanto que era imposible entrar; otro no habíacambiado, pero sus ventanas y puertas daban a grandes médanos.La pieza del fondo estaba llena de personas que lo adoraban yque le repetían que ningún teólogo era tan sapiente como él. Esa


336 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASadoración le agradó, pero como alguna de esas personas no teníacara y otros parecían muertos, acabó por aborrecerlos y desconfiar.Entonces determinó escribir un elogio de la caridad, perolas páginas escritas hoy aparecían mañana borradas. Eso le acontecióporque las componía sin convicción.Recibía muchas visitas de gente recién muerta, pero sentíavergüenza de mostrarse en un alojamiento tan sórdido. Para hacerlescreer que estaba en el cielo, se arregló con un brujo de losde la pieza del fondo, y éste los engañaba con simulacros deesplendor y serenidad. Apenas las visitas se retiraban, reaparecíanla pobreza y la cal, y a veces un poco antes.Las últimas noticias de Melanchton dicen que el mago y unode los hombres sin cara lo llevaron hacia los médanos y queahora es como un sirviente de los demonios.(Del libro Arcana coelestia, de Emanuel Swedenborg.)LA CÁMARA DE LAS ESTATUASEn los primeros días había en el reino de los andaluces unaciudad en la que residieron sus reyes y que tenía por nombreLebtit o Ceuta, o Jaén. Había un fuerte castillo en esa ciudad,cuya puerta de dos batientes no era para entrar ni aun para salir,sino que para que la tuvieran cerrada. Cada vez que un reyfallecía y otro rey heredaba su trono altísimo, éste añadía consus manos una cerradura nueva a la puerta, hasta que fueronveinticuatro las cerraduras, una por cada rey. Entonces acaecióque un hombre malvado, que no era de la casa real, se adueñódel poder, y en lugar de añadir una cerradura quiso que las veinticuatroanteriores fueran abiertas para mirar el contenido deaquel castillo. El visir y los emires le suplicaron que no hicieratal cosa y le escondieron el llavero de hierro y le dijeron queañadir una cerradura era más fácil que forzar veinticuatro, peroél repetía con astucia maravillosa: "Yo quiero examinar el contenidode este castillo." Entonces le ofrecieron cuantas riquezaspodían acumular, en rebaños, en ídolos cristianos, en plata y oro,pero él no quiso desistir y abrió la puerta con su mano derecha(que arderá para siempre). Adentro estaban figurados los árabesen metal y en madera, sobre sus rápidos camellos y potros, conturbantes que ondeaban sobre la espalda y alfanjes suspendidosde talabartes y la derecha lanza en la diestra. Todas esas figuraseran de bulto y proyectaban sombras en el piso, y un ciego laspodía reconocer mediante el solo tacto, y las patas delanteras delos caballos no tocaban el suelo y no se caían, como si se hubieran


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA .H37encabritado. Gran espanto causaron en el rey esas primorosas figuras,y aun más el orden y silencio excelente que se observabaerí ellas, porque todas miraban a un mismo lado, que era el poniente,y no se oía ni una voz ni un clarín. Eso había en la prirheracámara del castillo. En la segunda estaba la mesa de Solifnáii,hijo de David —¡sea.para los dos la salvación!— tallada enufijí sola piedra esmeralda, cuyo color, como se sabe, es el verde,y cuyas propiedades escondidas son indescriptibles y auténticas,poique serena las tempestades, mantiene la castidad de su portador,ahuyenta la disentería y los malos espíritus, decide favorablementeun litigio y es de gran socorro en los partos.En la tercera hallaron dos libros: uno era negro y enseñabalas virtudes de los metales de los talismanes y de los días, así comola preparación de venenos y de contravenenos; otro era blancoy no se pudo descifrar su enseñanza, aunque la escritura era clara.En la cuarta encontraron un mapamundi, donde estaban losreinos, las ciudades, los mares, los castillos y los peligros, cadacual con su nombre verdadero y con su precisa figura.En la quinta encontraron un espejo de forma circular, obra deSolimán, hijo de David —¡sea para los dos el perdón!— cuyoprecio era mucho, pues estaba hecho de diversos metales y el cjuese miraba en su luna veía las caras de sus padres y de sus hijos,desde el primer Adán hasta los que oirán la Trompeta. La sextaestaba llena de elixir, del que bastaba un solo adarme para cambiartres mil onzas de plata en tres mil onzas de oro. La séptimales pareció vacía y era tan larga que el mas hábil de los arqueroshubiera disparado una flecha desde la puerta sin conseguir clavarlaen el fondo. En la pared final vieron grabada, una inscripciónterrible. El rey la examinó y la comprendió, y decía de estasuerte: "Si alguna mano abre la puerta de este castillo, los guerrerosde carne que se parecen a los guerreros de metal de la entradase adueñarán del reino."Estas cosas acontecieron el año ochenta y nueve de la hégira.Antes que tocara a su fin, Tárik se apoderó de esa fortaleza y derrotóa ese rey y vendió a sus mujeres y a sus hijos y desoló sustierras. Así se fueron dilatando los árabes por el reino de Andalucía,con sus higueras y praderas regadas en las que no se sufrede sed. En cuanto a los tesoros, es fama que Tárik, hijo de Zaid,los remitió al califa su señor, que los guardó en una pirámide.(Del Libro de las 1001 Noches, noche 272.)


338 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASHISTORIA DE LOS DOS QUE SOÑARONEl historiador arábigo El Ixaquí refiere este suceso:"Cuentan los hombres dignos de fe (pero sólo Alá es omniscientey poderosa y misericordioso y no duerme), que hubo en ElCairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo yliberal que todas las perdió menos la casa de su padre, y que sefio forzado a trabajar para ganarse el pan. Trabajó tanto que elsueño lo rindió una noche debajo de una higuera de su jardíny vio en el sueño un hombre empapado que se sacó de la bocauna moneda de oro y le dijo: 'Tu fortuna está en Persia, en Isfajan;vete a buscarla.' A la madrugada siguiente se despertó yemprendió el largo viaje y afrontó los peligros de los desiertos,de las naves, de los piratas, de los idólatras, de los ríos, de lasfieras y de los hombres. Llegó al fin a Isfaján, pero en el recintode esa ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dormir en elpatio de una mezquita. Había, junto a la mezquita, una'casa ypor el decreto de Dios Todopoderoso, una pandilla de ladronesatravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas quedormían se despertaron con el estruendo de los ladrones y pidieronsocorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el capitánde los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleroshuyeron por la azotea. El capitán hizo registrar la mezquitay en ella dieron con el hombre de El Cairo, y le menudearontales azotes con varas de bambú que estuvo cerca de la muerte.A los dos días recobró el sentido en la cárcel. El capitán lo mandóbuscar y le dijo: '¿Quién eres y cuál es tu patria?'. El otrodeclaró: 'Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombrees Mohamed El Magrebí.' El capitán le preguntó: '¿Qué te trajoa Persia?'. El otro optó por la verdad y le dijo: 'Un hombre meordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque ahí estaba mifortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que esa fortuna que prometiódeben ser los azotes que tan generosamente me diste.'"Ante semejantes palabras, el capitán se rió hasta descubrir las•muelas del juicio y acabó por decirle: 'Hombre desatinado y crédulo,tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairoen cuyo fondo hay un jardín, y en el jardín un reloj de sol ydespués del reloj de sol una higuera y luego de la higuera unafuente, y bajo la fuente un tesoro. No he dado el menor créditoa esa mentira. Tú, sin embargo, engendro de una muía con undemonio, has ido errando de ciudad en ciudad, bajo la sola fe detu sueño. Que no te vuelva a ver en Isfaján. Toma estas monedasy vete.'"El hombre las tomó y regresó a la patria. Debajo de la fuente


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 339(je su jardín (que era la del sueño del capitán) desenterró el tesoro.Así Dios le dio bendición y lo recompensó y exaltó. Dioses el Generoso, el Oculto."(Del Libro de las 1001 Noches, noche 351.)EL BRUJO POSTERGADOEn Santiago había un deán que tenía codicia de aprender elarte de la magia. Oyó decir que don Illán de Toledo la sabíamás que ninguno, y fue a Toledo a buscarlo.El día que llegó enderezó a la casa de don Illán y lo encontróleyendo en una habitación apartada. Éste lo recibió con bondady le dijo que postergara el motivo de su visita hasta después decomer. Le señaló un alojamiento muy fresco y le dijo que lo alegrabamucho su venida. Después de comer, el deán le refirió larazón de aquella visita y le rogó que le enseñara la ciencia mágica.'Don Illán le dijo que adivinaba que era deán, hombre debuena posición y buen porvenir, y que temía ser olvidado luegopor él. El deán le prometió y aseguró que nunca olvidaría aquellamerced, y que estaría siempre a sus órdenes. Ya arreglado elasunto, explicó don Illán que las artes mágicas no se podíanaprender sino en sitio apartado, y tomándolo por la mano, lo llevóa una pieza contigua, en cuyo piso había una gran argollade fierro. Antes le dijo a la sirvienta que tuviese perdices parala cena, pero que no las pusiera a asar hasta que la mandaran.Levantaron la argolla entre los dos y descendieron por una escalera,de piedra bien labrada, hasta que al deán le pareció que habíaiíbajado tanto que el lecho del Tajo estaba sobre ellos. Al piede la escalera había una celda y luego una biblioteca y luegouna especie de gabinete con instrumentos mágicos. Revisaron loslibros y en eso estaban cuando entraron dos hombres con unacarta para el deán, escrita por el obispo, su tío, en la que le hacíasaber que estaba muy enfermo y que, si quería encontrarlo vivo,no demorase. Al deán lo contrariaron mucho estas nuevas, lo unopor la dolencia de su tío, lo otro por tener que interrumpir losestudios. Optó por escribir una disculpa y la mandó al obispo. Alos tres días llegaron unos hombres de luto con otras cartas parael deán, en los que se leía que el obispo había fallecido, queestaban eligiendo sucesor, y que esperaban por la gracia de Diosque lo elegirían a él. Decían también que no se molestara en venir,puesto que parecía mucho mejor que lo eligieran en su ausencia.A los diez días vinieron dos escuderos muy bien vestidos, quese arrojaron a sus pies y besaron sus manos, y lo saludaron obispo.Cuando .Ion Ulan vio estas cosas, se dirigió con mucha alegría


340 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASal nuevo prelado y le dijo que agradecía al Señor que tan buenasnuevas llegaran a su casa. Luego le pidió el decanazgo vacantepara uno de sus hijos. El obispo le hizo saber que había reservadoel decanazgo para su propio hermano, pero que había determinadofavorecerlo y que partiesen juntos para Santiago.Fueron para Santiago los tres, donde los recibieron con honores.A los seis meses recibió el obispo mandaderos del Papa quele ofrecía el arzobispado de Tolosa, dejando en sus manos elnombramiento de sucesor. Cuando don Ulan supo esto, le recordóla antigua promesa y le pidió ese título para su hijo. El arzobispole hizo saber que había reservado el obispado para su propiotío, hermano de su padre, pero que había determinado favorecerloy que partiesen juntos para Tolosa. Don Illán no tuvo más remedioque asentir.Fueron para Tolosa los tres, donde los recibieron con honoresy misas. A los dos años, recibió el arzobispo mandaderos del Papaque le ofrecía el capelo de Cardenal, dejando en sus manos elnombramiento de sucesor. Cuando don Ulan supo esto, le recordóla antigua promesa y le pidió ese título para su hijo. El Cardenalle hizo saber que había reservado el arzobispado para su propiotío, hermano de su madre, pero que había determinado favorecerloy que partiesen juntos para Roma. Don Ulan no tuvo másremedio que asentir. Fueron para Roma los tres, donde los recibieroncon honores y misas y procesiones. A los cuatro años murióel Papa y nuestro Cardenal fue elegido para el papado por todoslos demás. Cuando don Ulan supo esto, besó los pies de Su Santidad,le recordó la antigua promesa y le pidió el cardenalato parasu hijo. El' Papa lo amenazó con la cárcel, diciéndole que biensabía él que no era más que un brujo y que en Toledo habíasido profesor de artes mágicas. El miserable don Illán dijo queiba a volver a España y le pidió algo para comer durante elcamino. El Papa no accedió. Entonces don Illán (cuyo rostro sehabía remozado de un modo extraño), dijo con una voz sintemblor:—Pues tendré que comerme las perdices que para esta nocheencargué.La sirvienta se presentó y don Ulan le dijo que las asara. Aestas palabras, el Papa se halló en la celda subterránea en Toledo,solamente deán de Santiago, y tan avergonzado de su ingratitudque no atinaba a disculparse. Don Illán dijo que bastaba con esaprueba, le negó su parte de las perdices y lo acompañó hasta lácalle, donde le deseó feliz viaje y lo despidió con gran cortesía.(Del Libro de Patroriio del infante don Juan Manuel, que lo derivó deun libro árabe: Las cuarenta mañanas y las cuarenta noches.)


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 341EL ESPEJO DE TINTALa historia sabe que el más cruel de los gobernadores del Sudánfue Yakub el Doliente, que entregó su país a la iniquidadde los recaudadores egipcios y murió en una cámara del palacio,el día catorceno de la luna de Barmajat, el año 1842. Algunosinsinúan que el hechicero Abderráhmen El Masmudí (cuyo nombrese puede traducir El Servidor del Misericordioso) lo acabó apuñal o a veneno, pero una muerte natural es más verosímil —ya que le decían El Doliente. Sin embargo, el capitán RichardFrancis Burton conversó con ese hechicero el año 1853 y cuentaque le refirió lo que copio:"Es verdad que yo padecí cautiverio en el alcázar del Yakubel Doliente, a raíz de la conspiración que fraguó mi hermanoIbrahim, con el fementido y vano socorro de los caudillos negrosdel Kordofán, que lo denunciaron. Mi hermano pereció por laespada, sobre la piel de sangre de la justicia, pero yo me arrojéa los aborrecidos pies del Doliente y le dije que era hechiceroy que si me otorgaba la vida, le mostraría formas y aparienciasaun más maravillosas que las del Fanusí jiyal (la linterna mágica).El opresor me exigió una prueba inmediata. Yo pedí unapluma de caña, unas tijeras, una gran hoja de papel veneciano,un cuerno de tinta, un brasero, unas semillas de cilantro y unaonza de benjuí. Recorté la hoja en seis tiras, escribí talismanese invocaciones en las cinco primeras, y en la restante las siguientespalabras que están en el glorioso Qurán: 'Hemos retirado tu velo,y la visión de tus ojos es penetrante.' Luego dibujé un cuadromágico en la mano derecha de Yakub y le pedí que la ahuecaray vertí un círculo de tinta en el medio. Le pregunté si percibíacon claridad su reflejo en el círculo y respondió que sí. Le dijeque no alzara los ojos. Encendí el benjuí y el cilantro, y quemélas invocaciones en el brasero. Le pedí que nombrara la figuraque deseaba mirar. Pensó y me dijo que un caballo salvaje, el máshermoso que pastara en los prados que bordean el desierto. Miróy vio el campo verde y tranquilo y después un caballo que seacercaba, ágil como un leopardo, con una estrella blanca enla frente. Me pidió una tropilla de caballos tan perfectos comoel primero, y vio en el horizonte una larga nube de polvo, yluego la,tropilla. Comprendí que mi vida estaba segura."Apenas despuntaba la luz del día, dos soldados entraban enmi cárcel y me conducían a la cámara del Doliente, donde yame esperaban el incienso, el brasero y la tinta. Así me fue exigiendoy le fui mostrando todas las apariencias del mundo. Esehombre muerto que aborrezco, tuvo en su mano cuanto los


342 JORGE LUIS BORGES—OBRAS! COMPLETAShombres muertos han visto y ven los que están vivos: las ciudades,climas y reinos en que se divide la tierra, los tesoros ocultosen el centro, las naves que atraviesan el mar, los instrumentosde la guerra, de la música y de la cirugía, las graciosas mujeres, lasestrellas fijas y los planetas, los colores que emplean los infielespara pintar sus cuadros aborrecibles, los minerales y las plantascon los secretos y virtudes que encierran, los ángeles de platacuyo alimento es el elogio y la justificación del Señor, la distribuciónde los premios en las escuelas, las estatuas de pájaros y dereyes que hay en el corazón de las pirámides, la sombra proyectadapor el toro que sostiene la tierra y por el pez que está debajodel toro, los desiertos de Dios el Misericordioso. Vio cosas imposiblesde describir, como las calles alumbradas a gas y como laballena que muere cuando escucha el grito del hombre. Una vezme ordenó que le mostrara la ciudad que se llama Europa. Lemostré la principal de sus calles y creo que fue en ese caudalosorío de hombres, todos ataviados de negro y muchos con anteojos,que vio por la primera vez al Enmascarado."Esa figura, a veces con el traje sudanés, a veces de uniforme,pero siempre con un paño sobre la cara, penetró desde entoncesen las visiones. Era infaltable y no conjeturábamos quién era.Sin embargo, las apariencias del espejo de tinta, momentáneaso inmóviles al principio, eran más complejas ahora; ejecutabansin demora mis órdenes y el tirano las seguía con claridad. Escierto que los dos solíamos quedar extenuados. El carácter atrozde las escenas era otra fuente de cansancio. No eran sino castigos,cuerdas, mutilaciones, dekites del verdugo y del cruel."Así arribamos al amanecer del día catorceno de la luna deBarmajat. El círculo de tinta había sido marcado en la mano, elbenjuí arrojado al brasero, las invocaciones quemadas. Estábamossolos los dos. El Doliente me dijo que le mostrara un inapelabley justo castigo, porque su corazón, ese día, apetecía ver unamuerte. Le mostré los soldados con los tambores, la piel de becerroestirada, las personas dichosas de mirar, el verdugo con la espadade la justicia. Se maravilló al mirarlo y me dijo: Es Abu Kir, elque ajustició a tu hermano Ibrahim, el que cerrará tu destinocuando me sea deparada la ciencia de convocar estas figuras sintu socorro. Me pidió que trajeran al condenado. Cuando lo trajeronse demudó, porque era el hombre inexplicable del lienzoblanco. Me ordenó que antes de matarlo le sacaran la máscara. Yome arrojé a sus pies y dije: Oh r rey del tiempo y sustancia y sumadel siglo, esta figura no es como las demás, porque no sabemossu nombre mi el de sus padres ni el de la ciudad que es su patria,de suerte que yo no me atrevo a tocarla, por no incurrir en unaculpa de la que tendré que dar cuenta. Se rió el Doliente y acabó


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 343por jurar que él cargaría con la culpa, si culpa había. Lo jurópor la espada y por el Qurán. Entonces ordené que desnudaran alcondenado y que lo sujetaran sobre la estirada piel de becerro yque le arrancaran la máscara. Esas cosas se hicieron. Los espantadosojosde Yakub pudieron ver por fin esa cara —que era la suyapropia. Se cubrió de miedo y locura. Le sujeté la diestra temblorosacon la mía que estaba firme y le ordené que continuaramirando la ceremonia de su muerte. Estaba poseído por el espejo:ni siquiera trató de alzar los ojos o de volcar la tinta. Cuandola espada se abatió en la visión sobre la cabeza culpable, gimiócon una voz que no me apiadó, y rodó al suelo, muerto."La gloria sea con Aquel que no muere y tiene en su manolas dos llaves del ilimitado Perdón y del infinito Castigo."(Del libro The I.ahe Regicms of Equntorial África, de R. F. Burton.)UN DOBLE DE MAHOMAYa que en la mente de los musulmanes las ideas de Mahomay de religión están indisolublemente ligadas, el Señor ha ordenadoque en el Cielo siempre los presida un espíritu que haceel papel de Mahoma. Este delegado no siempre es el mismo. Unciudadano de Sajonia, a quien en vida tomaron prisionero losargelinos y que se convirtió al Islam, ocupó una vez este cargo.Como había sido cristiano, les habló de Jesús y les dijo que noera el hijo de José, sino el hijo de Dios; fue conveniente reemplazarlo.La situación de este Mahoma representativo está indicadapor una antorcha, sólo visible a los musulmanes.El verdadero Mahoma, que redactó el Qurán, ya no es visiblea sus adeptos. Me han dicho que al comienzo los presidía, peroque pretendió dominarlos y fue exilado en el Sur. Una comunidadde musulmanes fue instigada por los demonios a reconocera Mahoma como Dios. Para aplacar el disturbio, Mahoma fuetraído de los infiernos y lo exhibieron. En esta ocasión yo lo vi.Se parecía a los espíritus corpóreos que no tienen percepción interior,-ysu cara era muy oscura. Pudo articular las palabras: "Yosoy vuestro Mahoma", e inmediatamente se hundió.(De Vera Christiana Religio(1771) , de Emanuel Swedenborg.)


HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA 345ÍNDICE DE LAS FUENTESEl Atroz Redentor Lazaras Morell.Ufe on the Mississippi, by Mark Twain. New York, 1883.Mark Twain's America, by Bernard Devoto. Boston, 1932.El Impostor Inverosímil Tom Castro.The Htstory of Piracy, by Philip Gosse. London, Cambridge, 1911.La Viuda Ching, Pirata.The History of Piracy, by Philip Gosse. London, 1932.El Proveedor de Iniquidades Monk Eastman.The Gangs of New York, by Herbert Asbury. New York, 1927,El Asesino Desinteresado Bill Harrigan.A Century of Gimmen, by Frederick VVatson. London, 1931.The Saga of Billy the Kid, by Walter Noble Burns. New York, 1925.El incivil Maestro de Ceremonias Kotsuké no Suké.Tales of Oíd Japan, by A. B. Mitford. London, 1912.El Tintorero Enmascarado Hákim de Merv.A History of Persia, by Sir Percy Sykes. London, 1915.Die Vernichtimg der Rose. Nach dem arabíschen llrtext uebertrageu vonAlexander Schulz. Leipzig, 1927.


Historia de la eternidad(1936)


III


...Supplementum Livii; Historia infinita temporisatque aeternitatis ...QUEVF.DO: Perinola, 1632....ñor promise that they would become in general,by learning criticism, more useful, happier, or wiser.JOHNSON: Preface to Shakespeare, 1765.


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 351PRÓLOGOPoco diré de la singular "historia de la eternidad" que da nombrea estas páginas. En el principio hablo de la filosofía platónica;en un trabaja que aspiraba al rigor cronológico, más razonable hubierasido partir de los hexámetros de Parménides ("no ha sidonunca ni será, porque es"). No sé cómo pude comparar a "inmóvilespiezas de museo" las formas de Platón y cómo no entendí,leyendo a Schopenhauer y al Erígena, que éstas son vivas, poderosasy orgánicas. El movimiento, ocupación de sitios distintosen instantes distintos, es inconcebible sin tiempo; asimismo lo esla inmovilidad, ocupación de un mismo lugar en distintos puntosdel tiempo. ¿Corno pude no sentir que la eternidad, anheladacon amor por tantos poetas, es un artificio espléndido que noslibra, siquiera de manera fugaz, de la intolerable opresión de losucesivo?Dos artículos he agregado que complementan o rectifican eltexto: La metáfora de 1952, El tiempo circular de 1943.El improbable o acaso inexistente lector de Las kenningarpuede interrogar el manual Literaturas germánicas medievales,que escribí con María Esther Vázquez. Quiero no omitir la menciónde dos aplicadas monografías: Die Kenningar der Skalden,Leipizg, 1921, de Rudolf Meissner y Die Altenglischen Kenningar,Hale, 1938, de Herta Marquardt.El acercamiento á Almotásim es de 193?; he leído hace pocoThe Sacred Fount (1901), cuyo argumento general es tal vezanálogo. El narrador, en la delicada novela de james, indaga sien B influyen A o C; en El acercamiento a Almotásim, presienteo adivina a través de B la remotísima existencia de Z, a quien Bno conoce.El mérito o la culpa de la resurrección de estas páginas notocará por cierto a mi karma, sino al de mi generoso y tenazamigo José' Edmundo Clemente. './. L. B.


) 353 (HISTORIA DE LA ETERNIDADIEn aquel pasaje de las Enéadas que quiere interrogar y definirla naturaleza del tiempo, se afirma que es indispensable conocerpreviamente la eternidad, que —según todos saben— es el modeloy arquetipo de aquél. Esa advertencia liminar, tanto más gravesi la creemos sincera, parece aniquilar toda esperanza de entendernoscon el hombre que la escribió. El tiempo es un problemapara nosotros, un tembloroso y exigente problema, acaso el másvital de la metafísica; la eternidad, un juego o una fatigada esperanza.Leemos en el Timeo de Platón que el tiempo es unaimagen móvil de la eternidad; y ello es apenas un acorde que aninguno distrae de la convicción de que la eternidad es unaimagen hecha con sustancia de tiempo. Esa imagen, esa burdapalabra enriquecida por los desacuerdos humanos, es lo que mepropongo historiar.Invirtiendo el método de Plotino (única manera de aprovecharlo)empezaré por recordar las oscuridades inherentes al tiempo:misterio metafísico, natural, que debe preceder a la eternidad,que es hija de los hombres. Una de esas oscuridades, nola más ardua pero no la menos hermosa, es la que nos impideprecisar la dirección del tiempo. Que fluye del pasado hacia elporvenir es la creencia común, pero no es más ilógica la contraria,la fijada en verso español por Miguel de Unamuno:Nocturno el rio ' de las horas fluyedesde su manantial que es el mañanaeterno. . . 2Ambas son igualmente verosímiles —e igualmente inverificables.Bradley niega las dos y adelanta una hipótesis personal:excluir el porvenir, que es una mera construcción de nuestraesperanza, y reducir lo "actual" a la agonía del momento presentedesintegrándose en el pasado. Esa regresión temporal suelecorresponder a los estados decrecientes o insípidos, en tanto quecualquier intensidad nos parece marchar sobre el porvenir. . .1 El concepto escolástico del tiempo como la fluencia de lo potencia! enlo actual es afín a esta idea. Cf. los objetos eternos de Whitehead, que constituyen"el reino de la posibilidad" e ingresan en el tiempo.


1• 354JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASBradley niega el futuro; una de las escuelas filosóficas de laIndia niega el presente, por considerarlo inasible. La naranjaestá por caer de la rama, o ya está en el suelo, afirman esos simplificadoresextraños. Nadie la ve caer.Otras dificultades propone el tiempo. Una, acaso la mayor, lade sincronizar el tiempo individual de cada persona con el tiempogeneral de las matemáticas, ha sido harto voceada por la recientealarma relativista, y todos la recuerdan —o recuerdanhaberla recordado hasta hace muy poco. (Yo la recobro así, deformándola:Si el tiempo es un proceso mental, ¿cómo lo puedencompartir miles de hombres, o aun dos hombres distintos?) . Otraes la destinada por los eleatas a refutar el movimiento. Puedecaber en estas palabras: Es imposible que en ochocientos años detiempo transcurra un plazo de catorce minutos, porque antes esobligatorio que hayan pasado siete, y antes de siete, tres minutosy medio, y antes de tres y medio, un minuto y tres cuartos, y asíinfinitamente, de manera que los catorce minutos nunca se cumplen.Russeil rebate ese argumento, afirmando la realidad y aunvulgaridad de números infinitos, pero que se dan de una vez,por definición, no como término "final" de un proceso enumerativosin fin. Esos guarismos anormales de Russeil son un buenanticipo de la eternidad, que tampoco se deja definir por enumeraciónde sus partes.Ninguna de las varias eternidades que planearon los hombres—la del nominalismo, Ja de Ireneo, la de Platón— es una agregaciónmecánica del pasado, del presente y del porvenir. Es unacosa más sencilla y más mágica: es la simultaneidad de esos tiempos.El "idioma común y aquel diccionario asombroso dont chaquéédition fait regretter la precedente, parecen ignorarlo, pero asíla pensaron los metafísicos. Los objetos del alma, son sucesivos,ahora Sócrates y después un caballo —leo en el quinto libro delas Enéadas—, siempre una cosa aislada que se concibe y railesque se pierden; pero la Inteligencia Divina abarca juntamentetodas las cosas. El pasado está en su presente, asi como tambiénel porvenir. Nada transcurre en¡ ese mundo, en el que persistentodas las cosas, quietas en la felicidad de su condición.Paso a considerar esa eternidad, de la que derivaron las subsiguientes.Es verdad que Platón no la inaugura —en un libroespecial, habla de los "antiguos y sagrados filósofos" que loprecedieron— pero amplía y resume con esplendor cuanto imaginaronlos anteriores. Deussen lo compara con el ocaso: luz apasionaday final. Todas las concepciones griegas de eternidadconvergen en sus libros, ya rechazadas, ya exornadas trágicamente.Por eso lo hago preceder a Ireneo, que ordena la segunda


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 355eternidad: la coronada por las tres diversas pero inextricablespersonas.Dice Plotino con notorio fervor: Toda cosa en el cielo inteligibletambién es'cielo, y allí la tierra es cielo, como también loson los animales, las plantas, los varones y el mar. Tienen porespectáculo el de un mundo que no ha sido engendrado. Cadacual se mira en los otros. No hay cosa en ese reino que no seadiáfana. Nada es impenetrable, nada es opaco y la luz encuentrala luz. Todos-están en todas partes, y todo es todo. Cada cosa estodas las cosas. El sol es todas las estrellas, y cada estrella estodas las estrellas y el sol. Nadie camina allí corno sobre una tierraextranjera. Ese universo unánime, esa apoteosis-de la asimilacióny del intercambio, no es todavía la eternidad; es un cielo limítrofe,no emancipado enteramente del número y del espacio.A la contemplación de la eternidad, al mundo de las formas universalesquiere exhortar este pasaje del quinto libro: Que los hombresa quienes maravilla este mundo —su capacidad, su hermosura,el orden de su movimiento continuo, los dioses manifiestoso invisibles que lo recorren, los demonios, árboles y animaleselevenel pensamiento a esa Realidad, de la que todo es la copia.Verán ahí las formas inteligibles, no con prestada eternidad sinoeternas, y verán también a su capitán, la Inteligencia pura, y laSabidufía inalcanzable, y la edad genuina de Cronos, cuyo nombrees la Plenitud. Todas las cosas inmortales están en él. Cadaintelecto, cada dios y cada alma. Todos los lugares le son presentes,¿adonde irá? Está en la dicha, ¿a qué probar mudanza y vicisitud?No careció al principio de ese estado y lo ganó después. Enuna sola eternidad las cosas son suyas: esa eternidad que el tiemporemeda al girar en torno del alma, siempre desertor de unpasado, siempre codicioso de un porvenir.Las repetidas afirmaciones de pluralidad que dispensan" lospárrafos anteriores, pueden inducirnos a error. El universo ideala que nos convida Plotino es menos estudioso de variedad quede plenitud; es un repertorio selecto, que no tolera la repeticióny el pleonasmo. Es el inmóvil y terrible museo de los arquetiposplatónicos. No sé si lo miraron ojos mortales (fuera de laintuición visionaria o la pesadilla) o si el griego remoto quelo ideó, se lo representó alguna vez, pero algo de museo presientoen él: quieto, monstruoso y clasificado. . . Se trata de una imaginaciónpersonal de la que puede prescindir el lector; de loque no conviene que prescinda es de alguna noticia general deesos arquetipos platónicos, o causas primordiales o ideas, quepueblan y componen la eternidad.Una prolija discusión del sistema platónico es imponible aquí.pero no ciertas advertencias de intención propedéutica. Para nos-


356 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASotros, la última y íirme realidad de las cosas es la materia— loselectrones giratorios que recorren distancias estelares en la soledadde los átomos—; para los capaces de platonizar, la especie, laforma. En el libro tercero de las Ene a das, leemos que la materiaes irreal: es una mera y hueca pasividad que recibe las formasuniversales como las recibiría un espejo; éstas la agitan y la pueblansin alterarla. Su plenitud es precisamente la de un espejo,que simula estar lleno y está vacío; es un fantasma que ni siquieradesaparece, porque no tiene ni la capacidad de cesar.Lo fundamental son las formas. De ellas, repitiendo a Plotino,dijo Pedro Malón de Chaide mucho después: Hace Dios comosi vos tuviésedes un sello ochavado de oro que en una partetuviese un león esculpido; en la otra, im caballo; en otra, unáguila, y así de las demás; y en un pedazo de cera irnprimiésedesel león; en otro, el águila; en otro, el caballo; cierto está que todolo que está en la cera está en el oro, y no podéis vos imprimirsino lo que allí tenéis esculpido. Mas hay una diferencia, queen la cera al fin es cera, y vale poco; mas en el oro es oro, y valemucho. En las criaturas están estas perfecciones finitas y de pocovalor: en Dios son de oro, son el misrno Dios. De ahí podemosinferir que la materia es nada.Damos por malo ese criterio y aun por inconcebible, y sin embargolo aplicamos continuamente. Un capítulo de Schopenhauerno es el papel en las oficinas de Leipzig ni la impresión, ni lasdelicadezas y perfiles de la escritura gótica, ni la enumeraciónde los sonidos que lo componen ni siquiera la opinión que tenemosde él; Miriam Hopkins está hecha de Miriam Hopkins,no de los principios nitrogenados o minerales, hidratos de carbono,alcaloides y grasas neutras, que forman la sustancia transitoriade ese fino espectro de plata o esencia inteligible de Hollywood.Esas ilustraciones o sofismas de buena voluntad puedenexhortarnos a tolerar la tesis platónica. La formularemos así: Losindividuos y las cosas existen en cuanto participan de la especieque los incluye, que es su realidad permanente. Busco el ejemplomás favorable: el de un pájaro. El hábito de las bandadas, la pequenez,la identidad de rasgos, la antigua conexión con los doscrepúsculos, el del principio de los días y el de su término, lacircunstancia de que son más frecuentes al oído que a la visión—todo ello nos mueve a admitir la primacía de la especie y lacasi perfecta nulidad de los individuos. 1 Keats, ajeno de error,puede pensar que el ruiseñor que lo encanta es aquel mismo' Vivo, Hijo de Despierto, el improbable Robinson metafísico de la" novelade Abubeker Abentofail, se resigna a comer aquellas frutas y aquellosperes que abundan en su isla, siempre cuidando de que ninguna especie sepierda y el universo quede empobrecido por culpa de él.


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 357que oyó Ruth en los trigales de Belén de Judá; Stevenson erigeun solo pájaro que consume los siglos: el ruiseñor devorador deltiempo. Schopenhauer, el apasionado y lúcido Schopenhauer, aportauna razón: la pura actualidad corporal en que viven los animales,su desconocimiento de la muerte y de los recuerdos. Añadeluego, no sin una sonrisa: Quien me oiga asegurar que el gatogris que ahora juegai en el patio, es aquel mismo que brincabay que traveseaba hace quinientos años, pensará de mí lo quequiera, pero locura más extraña es imaginar que fundamentalmentees otro. Y después: Destino y vida de leones quiere la leonidadque, considerada', en el tiempo, es un león inmortal que semantiene mediante la infinita reposición de los individuos, cuyageneración y cuya muerte forman el pulso de esa imperecederafigura. Y antes: Una infinita duración ha precedido a mi nacimiento,¿qué fui yo mientras tanto? Metafísicamente podría quizácontestarme: "Yo siempre he sido yo; es decir, cuantos dijeronyo durante ese tiempo, no eran otros que yo."Presumo que la eterna Leonidad puede ser aprobada por milector, que sentirá un alivio majestuoso ante ese único León, multiplicadoen los espejos del tiempo. Del concepto de eterna Humanidadno espero lo mismo: sé que nuestro yo lo rechaza, y quepretiere derramarlo sin miedo sobre el yo de los otros. Mal signo;formas universales mucho más arduas nos propone Platón. Porejemplo, la Mesidad, o Mesa Inteligible que está en los cielos:arquetipo cuadrúpedo que persiguen, condenados a ensueño y afrustración, todos los ebanistas del mundo. (No puedo negarladel todo: sin una mesa ideal, no hubiéramos llegado a mesasconcretas.) Por ejemplo, la Triangularidad: eminente polígonode tres lados que no está en el espacio y que no quiere denigrarsea equilátero, escaleno o isósceles. (Tampoco lo repudio; es elde las cartillas de geometría.) Por ejemplo: la Necesidad, la Razón,la Postergación, la Relación, la Consideración, el Tamaño,el Orden, la Lentitud, la Posición, la Declaración, el Desorden.De esas comodidades del pensamiento elevadas a formas ya nosé qué opinar; pienso que ningún hombre las podrá intuir sinel auxilio de la muerte, de la fiebre, o de la locura. Me olvidabade otro arquetipo que los comprende a todos y los exalta: la eternidad,cuya despedazada copia es el tiempo.Ignoro si mi lector precisa argumentos para descreer de ladoctrina platónica. Puedo suministrarle muchos: uno, la incompatibleagregación de voces genéricas y de voces abstractas que cohabitansans gene en la dotación del mundo arquetipo; otro, lareserva de su inventor sobre el procedimiento que usan las cosaspara participar de las formas universales; otro, la conjetura deque esos mismos arquetipos asépticos adolecen de mezcla y de


358 J OR GE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASvariedad. No son irresolubles: son tan confusos como las criaturasdel tiempo. Fabricados a imagen de las criaturas, repiten esasmismas anomalías que quieren resolver. La Leonidad, digamos,¿cómo prescindiría de la Soberbia y de la Rojez, de la Melenidady la Zarpidad? A esa pregunta no hay contestación y no puedehaberla: no esperemos del término leonidad una virtud muy superiora la que tiene esa palabra sin el sufijo. *Vuelvo a la eternidad de Plotino. El quinto libro de las Enéadasincluye un inventario muy general de las piezas que la componen.La Justicia está ahí, así como los Números (¿hasta cuál?) y lasVirtudes y los Actos y el Movimiento, pero no los errores y lasinjurias, que son enfermedades de una materia en que se ha maleadouna Forma. No en cuanto es melodía, pero sí en cuantoes Armonía y es Ritmo, la Música está ahí. De la patología y laagricultura no hay arquetipos, porque no se precisan. Quedanexcluidas igualmente la hacienda, la estrategia, la retórica y elarte de gobernar —aunque, en el tiempo, algo deriven de la Bellezay del Número. No hay individuos, no hay una forma primordialde Sócrates ni siquiera de Hombre Alto o de Emperador;hay, generalmente, el Hombre. En cambio, todas las figuras geométricasestán ahí. De los colores sólo están los primarios: no hayCeniciento ni Purpúreo ni Verde en esa eternidad. En ordenascendente, sus más antiguos arquetipos son éstos: la Diferencia,la Igualdad, la Moción, la Quietud y el Ser.Hemos examinado una eternidad que es más pobre que elmundo. Queda por ver cómo la adoptó nuestra iglesia y le confióun caudal que es superior a cuanto los años trasportan.1No quiero despedirme del platonismo (que parece glacial) sin comunicaresta observación, con esperanza de que la prosigan y justifiquen: Logenérico puede ser más intenso que lo concreto. Casos ilustrativos no faltan.De chico,- veraneando en el norte de la provincia, la llanura redonda y loshombres que mateaban en la cocina me interesaron, pero mí felicidad fiuterrible cuando supe que ese redondel era "pampa", y esos varones, "gauchos".Igual, el imaginativo que se enamora. Lo genérico' (el repetido nomine,el tipo, la patria, el destino adorable que le atribuye) prima sobre losrasgos individuales, que se toleran en gracia de lo anterior.El ejemplo extremo", el de quien se enamora de oídas, es muy comúnen las literaturas persa y arábiga. Oír la descripción de una reina —la cabellerasemejante a las noches de la separación y la emigración pero la caracomo el día de la delicia, los pechos como esferas de marfil que dan luza las lunas, el andar que avergüenza a los antílopes y provoca la desesperaciónde los sauces, las onerosas caderas que le impiden tenerse en pie,los pies estrechos como una cabeza de lanza —y enamorarse de ella hastala placidez y la muerte, es uno de los ternas tradicionales en las 1001 Noches.Léase la historia de Badrbasim, hijo de Shahriraán, o la de Ibrahimy Yamila.


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 359IIEl mejor documento de la primera eternidad es el quinto librode la Enéaidas; el de la segunda o cristiana, el onceno- libro delas Confesiones de San Agustín. La primera no se concibe fuerade la tesis platónica; la segunda, sin el misterio profesional de laTrinidad y sin las discusiones levantadas por predestinación yreprobación. Quinientas páginas en folio no agotarían el tema:espero que estas dos o tres en octavo no parecerán excesivas.Puede afirmarse, con un suficiente margen de error, que "nuestra"eternidad fue decretada a los pocos años de la dolencia crónicaintestinal que mató a Marco Aurelio, y que el lugar de ese vertiginosomandato fue la barranca de Fourviére, que antes se nombróForum vetus, célebre ahora por el funicular y por la basílica. Pesea la autoridad de quien la ordenó —el obispo Ireneo—, esa eternidadcoercitiva fue mucho más que un vano paramento sacerdotalo un lujo eclesiástico: fue una resolución y fue un arma. El Verboes engendrado por el Padre, el Espíritu Santo es producido por elPadre y el Verbo, los gnósticos solían inferir de esas dos innegables"operaciones que el Padre era anterior al Verbo, y los dos al Espíritu.Esa inferencia disolvía la Trinidad. Ireneo aclaró que eldoble proceso —generación del Hijo por el Padre, emisión delEspíritu por los dos— no aconteció en el tiempo, sino que agotade una vez el pasado, el presente y el porvenir. La aclaraciónprevaleció y ahora es dogma. Así fue promulgada la eternidad,antes apenas consentida en la sombra de algún desautorizadotexto platónico. La buena conexión y distinción de las tres hipóstasisdel Señor, es un problema inverosímil ahora, y esa futilidadparece contaminar la respuesta; pero no cabe duda de la grandezadel resultado, siquiera para alimentar la esperanza: Aeternitasest merurn hodie, est immediata et lucida fruitio rerum infinitarum.Tampoco, de la importancia emocional y polémica de laTrinidad.Ahora, los católicos laicos la consideran un cuerpo colegiadoinfinitamente correcto, pero también infinitamente aburrido; losliberales, un vano cancerbero teológico, una superstición que losmuchos adelantos de la República ya se encargarán ,de abolir. Latrinidad, claro es, excede esas fórmulas. Imaginada de golpe, suconcepción de un padre, un hijo y un espectro, articulados en unsolo organismo, parece un caso de teratología intelectual, unadeformación que sólo el horror de una pesadilla pudo parir. Elinfierno es una mera violencia física, pero las tres inextricablesPersonas importan un horror intelectual, una infinidad ahogada,especiosa, como de contrarios espejos. Dante las quiso denotar con


1.160 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASel signo de una superposición de círculos diáfanos, de diversocolor; Donne, por el de complicadas serpientes, ricas e indisolubles.Toto coruscat trinitas rnysterio, escribió San Paulino; Fulgeen pleno misterio la Trinidad.Desligada del concepto de redención, la distinción de las trespersonas en una tiene que parecer arbitraria. Considerada comouna necesidad de la fe, su misterio fundamental no se alivia,pero despuntan su intención y su empleo. Entendemos que renunciara la Trinidad —a la Dualidad, por lo menos— es hacer deJesús un delegado ocasional del Señor, un incidente de la historia,no el auditor imperecedero, continuo, de nuestra devoción. Si elHijo no es también el Padre, la redención no es obra directa divina;si no es eterno, tampoco lo será el sacrificio de haberse denigradoa hombre y haber muerto en la cruz. Nada menos que unainfinita excelencia pudo satisfacer por un alma perdida para infinitasedades, instó Jeremías Taylor. Así puede justificarse eldogma, si bien los conceptos de la generación del Hijo por elPadre y de la procesión del Espíritu por los dos, siguen insinuandouna prioridad, sin contar su culpable condición de meras metáforas.La teología, empeñada en diferenciarlas, resuelve que nohay motivo de confusión, puesto que el resultado de una es elHijo, el ele la otra el Espíritu. Generación eterna del Hijo, procesióneterna del Espíritu, es la soberbia decisión de Ireneo: invenciónde un acto sin tiempo, de un mutilado zeitloses Zeitwort,que podemos tirar o venerar, pero no discutir. Así Ireneo se propusosalvar el monstruo, y lo consiguió. Sabemos que era enemigode los filósofos; apoderarse de una de sus armaos y volverla contraellos, debió causarle un belicoso placer.Para el cristiano, el primer segundo ácl tiempo coincide conel primer segundo de la Creación —hecho que nos ahorra el espectáculo(reconstruido hace poco por Valéry) de un Dios vacanteque devana siglos baldíos en la eternidad "anterior". ManuelSwedenborg (Vera christiana religio, 1771) vio en un confín delorbe espiritual una estatua alucinatoria por la que se imaginandevorados todos aquellos que deliberan insensata y estérilmentesobre la condición del Señor antes de hacer el mundo.Desde que Ireneo la inauguró, la eternidad cristiana empezóa diferir de la alejandrina. De ser un mundo aparte, se acomodóa ser uno de los diecinueve atributos de la mente de Dios. Libradosa la veneración popular, los arquetipos ofrecían el peligrode convertirse en divinidades o en ángeles; no se negó por consiguientesu realidad —siempre mayor que la de las meras criaturas—pero se los redujo a ideas eternas en el Verbo hacedor. Aese concepto de los universalia ante res viene a parar Alberto Magno:los considera eternos y anteriores a las cosas de la Creación,


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 361pero sólo a manera de inspiraciones o formas. Cuida muy bien desepararlos de los universalia in rebus, que son las mismas concepcionesdivinas ya concretadas variamente en el tiempo, y —sobretodo— de los universalia post res, que son las concepciones redescubiertaspor el pensamiento inductivo. Las temporales se distinguende las divinas en que carecen de eficacia creadora, pero noen otra cosa; la sospecha de que las categorías de Dios puedenno ser precisamente las del latín, no cabe en la escolástica. i, Peroadvierto que me adelanto.Los manuales de teología no se demoran con dedicación especialen la eternidad. Se reducen a prevenir que es la intuición contemporáneay total de todas las fracciones del tiempo, y a fatigar lasEscrituras hebreas en pos de fraudulentas confirmaciones, dondeparece que el Espíritu Santo dijo muy mal lo que dice bien elcomentador. Suelen agitar con ese propósito esta declaración deilustre desdén o de mera longevidad: Un día delante del Señólescomo mil años, y mil años son como un día, o las grandes palabrasque oyó Moisés y que son el nombre de Dios: Soy El queSoy,, o las que oyó San Juan el Teólogo en Patmos, antes y despuésdel mar de cristal y de la bestia de color escarlata y de los pájarosque comen carne de capitanes: Yo soy la A y la Z, el principioy el fin. x Suelen copiar también esta definición de Boecio (concebidaen la cárcel, acaso en vísperas de morir por la espada) :Aeternitas est interminabilis vitae tota et perfecta possessio, yque me agrada más en la casi voluptusa repetición de Hans LassenMartensen: Aeternitas est merum hodie, est ¡inmediata et lucidafruitio rerum infinitarum. Parecen desdeñar, en cambio, aqueloscuro juramento del ángel que estaba de pie sobre el mar y sobrela tierra (Revelación, X, 6) : y juró por Aquel que vivirá parasiempre, que ha creado el cielo y las cosas que en él están, y latierra y las cosas que en ella están, y la mar y las cosas que enella están, que el tiempo dejará de ser. Es verdad que tiempo enese versículo, debe equivaler a demora.La eternidad quedó como atributo de la ilimitada mente deDios, y es muy sabido que generaciones de teólogos han ido trabajandoesa mente, a su imagen y semejanza. Ningún estímulo tanvivo como el debate de la predestinación ab aeterno. A los cua-1La noción de que el tiempo de los hombres no es conmensurable con elde Dios, resalta en una de las tradiciones islámicas del ciclo del miraj. Se sabeque el Profeta fue arrebatado hasta el séptimo cielo por la resplandecienteyegua Alburak y que conversó en cada uno con los patriarcas y ángeles quelo habitan y que atravesó la Unidad y sintió un frío que le heló el cora/ón cuando la mano del Señor le dio una palmada en el hombro. El tascode Alburak. al dejar la tierra, volcó vina jarra llena de agua; a su regreso,••I PrvtVía Ut levantó y tí© Se habín cteuamiwta un» sríla gota.


362 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAStrocientes años de la Cruz, el monje inglés Pelagio incurrió en elescándalo de pensar que los inocentes que mueren sin el bautismoalcanzan la gloria. 1 Agustín, obispo de Hipona, lo refutó conuna indignación que sus editores aclaman. Notó las herejías deesa doctrina, arjorrecida de los justos y de los mártires: su negaciónde que en el hombre Adán ya hemos pecado y perecido todoslos hombres, su olvido abominable de que esa muerte se trasmitede padre a hijo por la generación carnal, su menosprecio delsangriento sudor, de la agonía sobrenatural y del grito de Qujenmurió en la cruz, su repulsión de los secretos favores del EspírituSanto, su restricción de la libertad del Señor. El britano habíatenido el atrevimiento de invocar la justicia; el Santo —siempresensacional y forense— concede que según la justicia, todos loshombres merecemos el fuego sin perdón, pero que Dios ha determinadosalvar algunos, según su inescrutable arbitrio, o, comodiría Calvino mucho después, no sin brutalidad: porque sí (quiavoluit). Ellos son los predestinados. La hipocresía o el pudor de losteólogos ha reservado el uso.de esa palabra para los predestinadosal cielo. Predestinados al tormento no puede haber: es verdadque los no favorecidos pasan ai fuego eterno, pero se trata de unapreterición del Señor, no de un acto especial... Ese recurso renovóla concepción de la eternidad.Generaciones de hombres idolátricos habían habitado la tierra,sin ocasión de rechazar o abrazar la palabra de Dios; era taninsolente imaginar que pudieran salvarse sin ese medio, como negarque algunos de sus varones, de famosa virtud, serían excluidosde la gloria. (Zwingli, 1523, declaró su esperanza personal decompartir el cielo con Hércules, con Teseo, con Sócrates, con Arístides,con Aristóteles y con Séneca.) Una amplificación del novenoatributo del Señor (que es el de omnisciencia) bastó para conjurarla dificultad. Se promulgó que ésta importaba el conocimientode todas las cosas: vale decir, no sólo de las reales, sino delas posibles también. Se rebuscó un lugar en las Escrituras quepermitiera ese complemento infinito, y se encontraron dos: uno,aquel del primer. Libro de los Reyes en que_el Señor le dice aDavid que los hombres de Kenlah van a entregarlo si no se va dela ciudad, y él se va; otro, aquel del Evangelio según Mateo, queimpreca a dos ciudades: ¡Ay de ti, Korazín! ¡Ay de ti, Bethsaida!porque si en Tiro y en Sidqn se hubieran hecho las maravillasque en vosotras se han hecho, ha tiempo que se hubieran arre-1 Jesucristo había dicho: Dejad que los niños vengan a mí; Pelagio fueacusado, naturalmente, de interponerse entre los niños y Jesucristo, librándolosasí al infierno. Corno el de Atanasio (Satanasio), su nombre permitíael retruécano; todos dijeron que Pelagio (Pelagins) tenía que ser un piélago(pelagus) de maldades.


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 363pentido en saco y en ceniza. Con ese repetido apoyo, los modospotenciales del verbo pudieron ingresar en la eternídadd: Hérculesconvive en el cielo con Ulrich Zwingli porque Dios sabe quehubiera observado el año eclesiástico, la Hidra de Lerna quedarelegada a las tinieblas exteriores porque le consta que hubierarechazado el bautismo. Nosotros percibimos los hechos reales eimaginamos los posibles (y los futuros); en el Señor no cabe esadistinción, que pertenece al desconocimiento y al tiempo. Sueternindad registra de una vez (uno intelligendi actu) no solamentetodos los instantes de este repleto mundot sino los que tendríansu lugar si el más evanescente de ellos cambiara —y los imposibles,también. Su eternidad combinatoria y puntual es mucho máscopiosa que el universo.A diferencia de las eternidades platónicas, cuyo riesgo mayores la insipidez, ésta corre peligro de asemejarse a las últimas páginasde Ulises, y aun al capítulo anterior, al del enorme interrogatorio.Un majestuoso escrúpulo de Agustín moderó esa prolijidad. Sudoctrina, siquiera verbalmente, rechaza la condenación; el Señorse fija en los elegidos y pasa por alto a los reprobos. Todo lo sabe,pero prefiere demorar su atención en las vidas virtuosas. JuanEscoto Erígena, maestro palatino de Carlos el Calvo, deformógloriosamente esa idea. Predicó un Dios indeterminable; enseñóun orbe de arquetipos platónicos; enseñó un Dios que no percibeel pecado ni las formas del mal; enseñó la deificación, la reversiónfinal de las criaturas (incluso el tiempo y el demonio) a la unidadprimera de Dios. Divina bonitas consurnrñabit malitiam,aeterna vita absorbebit mortem, beatitudo miseriam. Esa mezcladaeternidad (que a diferencia de las eternidades platónicas, incluyelos destinos individuales; que a diferencia de la instituciónortodoxa, rechaza toda imperfección y miseria) fue condenada porel sínodo de Valencia y por el de Langres. De divisione naturae,libri. V, la obra controversial que la predicaba, ardió en la hoguerapública. Acertada medida que despertó el favor de los bibliófilosy permitió que el libro de Erígena llegara a nuestros años.El universo requiere la eternidad. Los teólogos no ignoran quesi la atención del Señor se desviara un solo segundo de mi derechamano que escribe, ésta recaería en la nada, como si la fulminaraun fuego sin luz. Por eso afirman que la conservación de este mundoes una perpetua creación y que los verbos conservar y crear,tan enemistados aquí, son sinónimos en el Cielo.


364 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASIIIHasta aquí, en su orden cronológico, la historia general de laeternidad. De las eternidades, mejor, ya que el deseo humano soñódos sueños sucesivos y hostiles con ese nombre: uno, el realista,que anhela con extraño amor los quietos arquetipos de las criaturas;otro, el nominalista, que niega la verdad de los arquetiposy quiere congregar en un segundo los detalles del universo. Aquélse basa en el realismo, doctrina tan apartada de nuestro ser cjuedescreo de todas las interpretaciones, incluso de la mía; éste ensu contendor el nominalismo, que afirma la verdad de los individuosy lo convencional de los géneros. Ahora, semejantes alespontáneo y alelado prosista de la comedia, todos hacemos nominalismosans le savoir: es como una premisa general de nuestropensamiento, un axioma adquirido. De ahí, lo inútil de comentarlo.Hasta aquí, en su orden cronológico, el desarrollo debatidoy curial de la eternidad. Hombres remotos, hombres barbados ymitrados la concibieron, públicamente para confundir herejías ypara vindicar la distinción de las tres personas en una, secretamentepara restañar de algún modo el curso de las horas. Vivir esperder tiempo: nada podemos recobrar o guardar sino bajo formade eternidad, leo en el español emersonizado Jorge Santayana. Alo cual basta yuxtaponer aquel terrible pasaje de Lucrecio, sobre lafalacia del coito: Como el sediento que en el sueño quiere beber yagota formas de agua que no lo sacian y. perece abrasado por lased en el medio de un ría: así Venus engaña a los amantes consimulacros, y la vista de un cuerpo no- les da hartura, y nadapueden desprender o guardar, aunque las manos indecisas y mutuasrecorran todo el cuerpo. Al fin, cuando en los cuerpos haypresagio de dichas y Venus está a punto de sembrar los camposde la mujer, los amantes se aprietan con ansiedad, diente amorosocontra diente; del todo en vano, ya que no alcanzan a perderse enel otro ni a ser un mismo ser. Los arquetipos y la eternidad —dospalabras— prometen posesiones más firmes. Lo cierto es que lasucesión es una intolerable miseria y que los apetitos magnánimoscodician todos los minutos del tiempo y toda la variedad delespacio.Es sabido que la identidad personal reside en la memoria y quela anulación de esa facultad comporta la idiotez. Cabe pensar lomismo del universo. Sin una eternidad, sin un espejo delicado ysecreto de lo que pasó por las almas, la historia universal estiempo perdido, y en ella nuestra historia personal —lo cual nosafantasma incómodamente. No basta con el disco gramofónico de


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 365Berliner o con el perspicuo cinematógrafo, meras imágenes deimágenes, ídolos de otros ídolos. La eternidad es una más copiosainvención. Es verdad que no es concebible, pero el humilde tiemposucesivo tampoco lo es. Negar la eternidad, suponer la vastaaniquilación de los años cargados de ciudades, de ríos y dejúbilos, no es menos increíble que imaginar su total salvamento.¿Cómo fue incoada la eternidad? San Agustín ignora el problema,pero señala un hecho que parece permitir una solución:los elementos de pasado y de porvenir que hay en todo presente.Alega un caso determinado: la rememoración de un poema. Antesde comenzar, el poema está en mi anticipación) apenas lo acabé,en mi memoria; pero mientras lo digo, está distendiéndose en lamemoria, por lo que llevo dicho; en la anticipación, por lo queme falta decir. Lo que sucede con la totalidad del poema, sucedecon cada verso y con cada sílaba. Digo lo mismo, de la acciónmás larga de la que jornia parte el poema, y del deslino individual,que se compone de una serie de acciones, y de la humanidad, queque es una serie de destinos individuales. Esa comprobación delíntimo enlace de los diversos tiempos del tiempo incluye, sin embargo",la sucesión, hecho que no condice con un modelo de launánime eternidad.Pienso que la nostalgia fue ese modelo. El hombre enternecidoy desterrado que rememora posibilidades felices, las ve sub specieaeternitatis, con olvido total de que la ejecución de una de ellasexcluye o posterga las otras. En la pasión, el recuerdo se inclinaa lo. intemporal. Congregamos las dichas de un pasado en unasola imagen; los ponientes diversamente rojos que miro cada tarde,serán en el recuerdo un solo poniente. 'Con la previsión pasa igual:las más incompatibles esperanzas pueden convivir sin estorbo. Dichosea con otras palabras: el estilo del deseo es la eternidad. (Esverosímil que en la insinuación de lo eterno —de la immediataet lucida fruitio rerum infinitarum— esté la causa del agrado especialque las enumeraciones procuran.)IVSólo me resta señalar al lector mi teoría personal de la eternidad.Es una pobre eternidad ya sin Dios, y aun sin otro poseedory sin arquetipos. La formulé en el libro El idioma de los argentinos,en 1928. Trascribo lo que entonces publiqué; la páginase titulaba Sentirse en muerte."Deseo registrar aquí una experiencia que tuve hace unas noches:fruslería demasiado evanescente y extática para que la llameaventura; demasiado irrazonable y sentimental para pensamiento.Se trata de una escena y de su palabra: palabra ya antedicha por


í366 JORGE LUÍS BORGES—OBRAS COMPLETASmí, pero no vivida hasta entonces con entera dedicación de miyo. Paso a historiarla, con los accidentes de tiempo y de lugarque la declararon,"La rememoro así. La tarde que precedió a esa noche, estuveen Barracas: localidad no visitada por mi costumbre, y cuya distanciade las que después recorrí, ya dio un extraño sabor a esedía. Su noche no tenía destino alguno; como era serena, salí acaminar y recordar, después de comer. No quise determinarle rumboa esa caminata; procuré una máxima latitud de probabilidadespara no cansar la expectativa con la obligatoria antevisión deuna sola de ellas. Realicé en la mala medida de lo posible, esoque llaman caminar al azar; acepté, sin otro consciente prejuicioque el de soslayar las avenidas o calles anchas, las más oscurasinvitaciones de la casualidad. Con todo, una suerte de gravitaciónfamiliar me alejó hacia unos barrios, de cuyo nombre quierosiempre acordarme y que dictan reverencia a mi pecho. No quierosignificar así el barrio mío, el preciso ámbito de la infancia, sinosus todavía misteriosas inmediaciones: confín que he poseídoentero en palabras y poco en realidad, vecino y mitológico a jintiempo. El revés de lo conocido, su espalda, son para mí esas callespenúltimas, casi tan efectivamente ignoradas como el soterradocimiento de nuestra casa o nuestro invisible esqueleto. La marchame dejó en una esquina. Aspiré noche, en asueto serenísimo depensar. La visión, nada complicada por cierto, parecía simplificadapor mi cansancio. La irrealizaba su misma tipicidad. La calle erade casas bajas, y aunque su primera significación fuera de pobreza,la segunda era ciertamente de dicha. Era de lo más pobre y de lomás lindo. -Ninguna casa se animaba a la calle; la higuera oscurecíasobre la ochava; los portoncitos —más altos que las líneasestiradas de las paredes— parecían obrados en la misma sustanciainfinita de la noche. La vereda era escarpada sobré la calle; lacalle era de barro elemental, barro de América no conquistadoaún. Al fondo, el callejón, ya campeano, se desmoronaba hacia elMaldonado. Sobre la tierra turbia y caótica, una tapia rosadaparecía no hospedar luz de "luna, sino efundir luz íntima.' Nohabrá manera de nombrar la ternura mejor que ese rosado."Me quedé mirando esa sencillez. Pensé, con seguridad en vozalta: Esto es lo mismo de hace treinta años. . . Conjeturé esa fecha:época reciente en otros países, pero ya remota en este cambiadizolado del mundo. Tal vez cantaba un pájaro y sentí porél un cariño chico, y de tamaño de pájaro; pero lo más seguroes que en ese ya vertiginoso silencio no hubo más ruido que eltambién intemporal de los grillos. El fácil pensamiento Estoy enmil ochocientos y tantos dejó de ser unas cuantas aproximativaspalabras y se profundizó a realidad. Me sentí muerto, me sentí


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 367percibidor abstracto del mundo: indefinido temor imbuido deciencia que es la mejor claridad de la metafísica. No creí, no,haber remontado las ^presuntivas aguas del Tiempo; más bien mesospeché poseedor del sentido reticente o ausente de la inconcebiblepalabra eternidad. Sólo después alcancé a definir esa imaginación."La escribo, ahora, así: Esa pura representación de hechos homogéneos—noche en serenidad, parecita límpida, olor provincianode la madreselva, barro fundamental— no es meramente idénticaa la que hubo en esa esquina hace tantos años; es, sin parecidosni repeticiones, la misma! El tiempo, si podemos intuir esa identidad,es una delusión: la indiferencia e inseparabilidad de unmomento de su aparente ayer y otro de su aparente hoy, bastanpara desintegrarlo."Es evidente que el número de tales momentos humanos no esinfinito. Los elementales .—los de sufrimiento físico y goce físico,los de acercamiento del sueño, los de la audición de una música,los de mucha intensidad o mucho desgano— son más impersonalesaún. Derivo de antemano esta conclusión: la vida es demasiadopobre para no ser también inmortal, Pero ni siquiera tenemosla seguridad de nuestra pobreza, puesto que el tiempo, fácilmenterefutable en lo sensitivo, no lo es también en lo intelectual, decuya esencia parece inseparable el concepto de sucesión. Quede,pues, en anécdota emocional la vislumbrada idea y en la confesairresolución de esta hoja el momento verdadero de éxtasis y lainsinuación posible de eternidad de que esa noche no me fue avara."*El propósito de dar interés dramático a esta biografía de la eternidad, meha obligado a ciertas deformaciones: verbigracia, a resumir en cinco o seisnombres una gestación secular.He trabajado al azar de mi biblioteca. Entre otras <strong>obras</strong> que más servicialesme fueron, debo mencionar las siguientes:Die Philosophie der Griechen, von Br. Paul Beussen. Leipzig, 1919.Works of Platinas. Translated by Thomas Taylor. London, 1817.Passages Illustraling N eoplatonism. Translated with an introduction by E. R.Bodds. London, 1932.La philosophie de Platón, par Alfred Fouillée, París. 1869.Die Welt ais Wille und Vorstellung, von Arthux Schopenhauer. Herausgegebenvon Eduard Grisebach. Leipzig, 1892.Die Philosophie des Mittelallers, von Br. Paul Beussen. Leipzig, 1920.¡.as confesiones de San Agustín, Versión literal por el P. Ángel C. Vega.. Madrid, 1932.A Monument to Saint Augustine, London, 1930.Dogmatik, von Br. R. Rothe. Heidelberg,. 1870.Ensayos de critica filosófica, de Menéndez y l'elayo. Madrid, 1892.


368 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLAS KENNINGARUna de las más frías aberraciones que las historias literarias registran,son las menciones enigmáticas o kenningar de la poesíade Islandia. Cundieron hacia el año 100: tiempo en que los thuliro rapsodas repetidores anónimos fueron desposeídos por los escaldos,poetas de intención personal. Es común atribuirlas a decadencia;pero ese depresivo dictamen, válido o no, corresponde ala solución del problema, no a su planteo. Bástenos reconocerpor ahora que fueron el primer deliberado goce verbal de unaliteratura instintiva.Empiezo por el más insidioso de los ejemplos: un verso de losmuchos interpolados en la Saga de Grettir.El héroe mató al hijo de Mak;Hubo tempestad ele espadas y alimento de cuervos.En tan ilustre línea, la buena contraposición de las dos metáforas—tumultuosa la una, cruel y detenida la otra— engaña ventajosamenteal lector, permitiéndole suponer que se trata de unasola fuerte intuición de un combate y su resto. Otra es la desairadaverdad. Alimento de cuervos —confesémoslo de una vez— esuno de los prefijados sinónimos de cadáver, así como tempestadde espadas lo es de batalla. Esas equivalencias eran precisamentelas kenningar. Retenerlas y aplicarlas sin repetirse, era el ansiosoideal de esos primitivos hombres de letras. En buena cantidad,permitían salvar las dificultades de una métrica rigurosa, muyexigente de aliteración y rima interior. Su empleo disponible,incoherente, puede observarse en estas líneas:El aniquilador de la prole de los gigantesQuebró al fuerte bisonte de la pradera de la gaviota.Así los dioses, mientras el guardián de la campana se lamentaba.JJestrozaron el halcón de la ribera.De poco le valió el rey de los griegosAl caballo que corre por arrecifes.El aniquilador de las crías de los gigantes es el rojizo Thor.El guardián de la campana es un ministro de la nueva fe, segúnsu atributo. El rey de los griegos es Jesucristo, por la distraídarazón de que ése es uno de los nombres del emperador de Cons-


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 369tantinop.la y de que Jesucristo no es menos. El bisonte del pradode la gaviota, el halcón de la ribera y el caballo que corre porarrecifes no son tres animales anómalos, sino una sola nave maltrecha.De esas penosas ecuaciones sintácticas la primera es desegundo grado, puesto que la pradera de la gaviota ya es un nombredel mar. .. Desatados esos nudos parciales, dejo al lector laclarificación total de las líneas, un poco décevante por cierto. LaSaga de Njal las pone en la boca plutónica de Steinvora, madrede Ref el Escaldo, que narra acto continuo en lúcida prosa cómoel tremendo Thor lo quiso pelear a Jesús, y éste no se animó.Niedner, el germanista, venera lo "humano-contradictorio" de esasfiguras y las propone al interés "de nuestra moderna poesía, ansiosade valores de realidad".Otro ejemplo, unos versos de Egil Skalagrímsson:Los teñidores de los dientes del loboProdigaron la carne del cisne rojo.El halcón del rocío de la espadaSe alimentó con héroes en la llanura.Serpientes de la luna de los piratasCumplieron la voluntad de los Hierros.Versos como el tercero y el quinto, deparan una satisfacción casiorgánica. Lo que procuran trasmitir es indiferente, lo que sugierennulo. No invitan a soñar, no provocan imágenes o pasiones;no son un punto de partida, son términos. El agrado —el suficientey mínimo agrado— está en su variedad, en el heterogéneocontacto de sus palabras. 1 Es posible que así lo comprendieranlos inventores y que su carácter de símbolos fuera unmero soborno a la inteligencia. Los Hierros son los dioses: laluna de los piratas, el escudo; su serpiente, la lanza; rocío de laespada, la sangre; su halcón, el cuervo; cisne rojo, todo pájaroensangrentado; carne del cisne rojo, los muertos; los teñidores de1 Busco el equivalente clásico de ese agrado, el equivalente que el másinsobornable de mis lectores no querrá invalidar. Doy con el insigne sonetode Quevedo al duque de Osuna, horrendo en galeras y naves e infanteríaarmada. Es fácil comprobar que en tal soneto la espléndida eficacia del dísticoSu Tumba son de Flandes las CampañasY su Epitafio la sangrienta Lunaes anterior a toda interpretación y no depende de ella. Digo lo mismo dela subsiguiente expresión: el llanto militar, cuyo "sentido" no es discutible,pero sí baladí: el llanto de los militares. En cuanto a la sangrienta Luna,mejor es ignorar que se trata del símbolo de los turcos, eclipsado por nosé qué piraterÍHs de don Pedro Téllez Girón.


370 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASlos dientes del lobo, los guerreros felices. La reflexión repudiaesas conversiones. Luna de los piratas no es la definición más necesariaque reclama el escudo. Eso es indiscutible, pero no lo esmenos el hecho de que luna de los piratas es una fórmula que nose deja reemplazar por escudo, sin pérdida total. Reducir cadakenning a una palabra no es despejar incógnitas: es anular elpoema.Baltasar Gracián y Morales, de la Sociedad de Jesús, tiene ensu contra unas laboriosas perífrasis, de mecanismo parecido oidéntico al de las keningar. El tema era el estío o la aurora. Envez de proponerlas directamente las fue justificando y coordinandocon recelo culpable. He aquí el producto melancólico de eseafán:Después que en el celeste AnfiteatroEl jinete del díaSobre Flegetonte toreó valienteAl luminoso ToroVibrando por rejones rayos de oro,Aplaudiendo sus suertesEl hermoso espectáculo de Estrellas—Turba de damas bellasQue a gozar de su talle, alegre mora\Encima los balcones de la Aurora—;Después que en singular me-tarnorfosisCon talones de plumaY con cresta de juegoA la gran multitud de astros lucientes(Gallinas de los campos celestiales)Presidió Gallo el bonquirrubio FeboEntre los pollos del tindario Huevo,Pues la gran Leda por traición divinaSi empolló clueca concibió gallina. . .El frenesí taurino-gallináceo del reverendo Padre no es el mayorpecado de su rapsodia. Peor es el aparato lógico: la aposición decada nombre y de su metáfora atroz, la vindicación imposible delos dislates. El pasaje de Egil Skalagrímsson es un problema, osiquiera una adivinanza; el del inverosímil español, una confusión.Lo admirable es que Gracián era. un buen prosista; unescritor infinitamente capaz de artificios hábiles. Pruébelo eldesarrollo de esta sentencia, que es de su pluma: Pequeño cuerpode Chrysólogo, encierra espíritu gigante; breve panegírico de Punióse mide con la eternidad.Predomina el carácter funcional en las kenningar. Definen los


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 371objetos por su figura menos que por su empleo. Suelen animarlo que tocan, sin perjuicio de invertir el procedimiento cuandosu tema es vivo. Fueron legión y están sufidc^.i^iite olvidadas:hecho que me ha instigado a recopilar esas desfallecida: floresretóricas. He aprovechado la.primera compilación, la de SnorriSturluson —famoso como historiador, como arqueólogo, comoconstructor de unas termas, como genealogista, como presidentede una asamblea, como poeta, como doble traidor, como decapitadoy como fantasma. ' En los años de 1230 la acometió, confines preceptivos. Quería satisfacer dos pasiones de distinto orden:la moderación y el culto de los mayores. Le agradaban las kenningar,siempre que no fueran harto intrincadas y que las autorizaraun ejemplo clásico. Traslado su declaración liminar: Esta clave sedirige a los principiantes que quieren adquirir destreza poética ymejorar su provisión de figuras con metáforas tradicionales o aquienes buscan la. virtud de entender lo que se escribió con misterio.Conviene respetar esas historias que bastaron a los mayores,pero conviene que los hombres cristianos les retiren su fe. A sietesiglos de distancia la discriminación no es inútil: hay traductoresalemanes de ese calmoso Gradus ad Parnassum. boreal, que loproponen como Ersatz de la Biblia y que juran que el uso repetidode anécdotas noruegas es el instrumento más eficaz para alemanizara Alemania. El doctor Karl Konrad —autor de una versiónmutiladísima del tratado de Snorri y de un folleto personal de52 "extractos dominicales" que constituyen otras tantas "devocionesgermánicas", muy corregidas en una segunda edición— es quizáel ejemplo más lúgubre.El tratado de Snorri se titula la Edda Prosaica. Consta de dospartes en prosa y una tercera en verso —la que inspiró sin dudael epíteto. La segunda refiere la aventura de Aegir o Hler, versadísimoen artes de hechicería, que visitó a los dioses en la fortalezade Asgard que los mortales llaman Troya. Hacia el anochecer,Odin hizo traer unas espadas de tan bruñido acero que no seprecisaba otra luz: Hler se amistó con su vecino que era el diosBragi, ejercitado en la elocuencia y la métrica. Un vasto cuernode aguamiel iba de mano en mano y conversaron de poesía elhombre y el dios. Éste le fue diciendo las metáforas que se debenemplear. Ese catálogo divino está asesorándome ahora.En el índice, no excluyo las kenningar que ya registré. Al compilarlo,he conocido un placer casi filatélico.1 Dura palabra es traidor. Slurluson —quizá— era un mero fanático disponible,un hombre desgarrado hasta eí escándalo por sucesivas y contrariasLealtades. En el orden intelectual, sé de dos ejemplos: el de Francisco LuisBernárdez, el mío.


372 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAScasa de los pájaroscasa de los vientosflechas de mar: los arenquescerdo del oleaje; la ballenaárbol de asiento: el bancobosque de la quijada: la barbaasamblea de espadastempestad de espadasencuentro de las fuentesvuelo de lanzascanción de lanzasfiesta de águilaslluvia de los escudos rojosfiesta de vikings .fuerza del arcopierna del omóplatocisne sangrientogallo de los muertossacudidor del freno: el caballoposte del yelmo'peñasco de los hombroscastillo del cuerpofragua del canto: la cabeza del skaldola del cuernomarea de la copayelmo del airetierra de las estrellas del cielocamino de la lunataza de los vientosmanzana del pechodura bellota del pensamientogaviota del odiogaviota de las heridascaballo de la brujaprimo del cuervo lel aire.la batalla.¡> el br­ azo.\ el buitre.la cabeza.\ la cerveza.el cielo.el corazón.)• el cuervo.L Definitum in definitione ingredi non debet es la segunda regla menorla definición. Risueñas infracciones como esta (y aquella venidera de


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 373'riscos de las palabras: los dientestierra de la espadaluna de la naveluna de los piratastecho del combatenubarrón del combatehielo de la peleavara de la irafuego de yelmosdragón de la espadaroedor de yelmosespina de la batallapez de la batallaremo de la sangrelobo de las heridasrama de las heridasgranizo de las cuerdas de los arcosgansos de la batallasol de las casasperdición de los árboleslobo de los templosdelicia de los cuervosenrojecedor del pico del cuervoalegrador del águilaárbol del yelmoárbol de la espadateñidor de espadasogra del yelmoquerido alimentador de los lobosnegro rocío, del hogar: el hollínárbol de loboscaballo de madera> el escudo.• la espada.J- las flechas.el fuego.• el guerrero.el hacha.la horca. 1dragón de la espada: la espada) recuerdan el artificio de aquel personajede Poe que en trance de ocultar una carta a la curiosidad policial, laexhibe como al desgaire en un tarjetero.1 Ir en caballo de madera al infierno, leo en el capítulo veintidós de laInglinga Saga. Viuda, balanza, borne y finibusterre fueron los nombres dela horca en la gemianía; marco (picture frame) el que le di^rpn los malevosantiguos de Nueva York.


374 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASrocío de la pena: las lágrimasdragón de los cadáveresserpiente del escudoespada de la bocaremo de la bocaasiento del neblípaís de los anillos de orotecho de la ballenatierra del cisnecamino de las velascampo del vikingprado de la gaviotacadena de las islasárbol de los cuervosavena de águilastrigo de los loboslobo de las mareascaballo del piratareno de los reyes del" marpatín de vikingpadrillo de la olacarro arador del marhalcón de la riberapiedras de la caralunas de la frentefuego del marlecho de la serpienteresplandor de la manobronce de las discordias> la lanza,>• la lengua.> la mano.- el mar.el muerto.» la nave.> los ojos.• el oro.reposo de las lanzas: la pazcasa del alientonave del corazónbase del almaasiento de las carcajadasnieve de la carterahielo de los crisolesrocío de la balanza


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 375señor de anillosdistribuidor de tesorosdistribuidor de espadassangre de los peñascostierra de las- redesriacho de los lobosmarea de la matanzarocío del muertosudor de la guerracerveza de los cuervosagua de la espadaola de la espadaherrero de canciones: el skaldhermana de la luna 1fuego del airemar de los animalespiso de las tormentascaballo de la neblinaseñor de los corrales: el torocrecimiento de hombresanimación de las víborashermano del fuegodaño de los bosqueslobo de los cordajesel rey.> el río., la.sangre., el sol.• la tierra.Omito las de segundo grado, las obtenidas por combinación deun término simple con una kenning —verbigracia, el agua de lavara de las heridas, la sangre; el hartador de las gaviotas delodio, el guerrero; el trigo de los cisnes de cuerpo rojo, el cadáver—y las de razón mitológica; la perdición de los enanos, el sol; elhijo de nueve madres, el dios Heimdall. Omito las ocasionalestambién: el sostén del fuego del mar, una mujer con un dije- deoro cualquiera. 2 De las de potencia más alta, de la que operanla fusión arbitraria de los enigmas, indicaré una sola: los "aborre-1 Los idiomas germánicos que tienen género gramatical dicen la sol y elluna. Según Lugones {El Imperio Jesuítico, 1904) , la cosmogonía de las tribusguaraníes consideraba macho a la luna y hembra al sol. La antiguacosmogonía del Japón registra asimismo una diosa del sol y un dios de la luna.2 Si las noticias de De Quincey no me equivocan (Writings, onceno tomo,página 269) el modo incidental de esa última es el de la perversa Casandra,en el negro poema de Licdfrón.


376 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAScedores de la nieve del puesto del halcón. El puesto del halcónes la mano; la nieve de la mano es la plata; los aborrecedores dela plata son los varones que la alejan de sí, los reyes dadivosos.El método, ya lo habrá notado el lector, es el tradicional de loslimosneros: el encomio de la remisa generosidad que se tratade estimular. De ahí los muchos sobrenombres de la plata y deloro, de ahí las ávidas menciones del rey: señor de anillos, distribuidorde caudales, Custodia de caudales. De ahí asimismo, sincerasconversaciones como ésta, que es del noruego Eyyind Skaldaspillir:Quiero construir una alabanzaEstable y firme como un puente- de piedra.Pienso que no es avaro nuestro reyDe los carbones encendidos del codo.Esa identificación del oro y la llama —peligro y resplandornodeja de ser eficaz. El ordenado Snorri la aclara: "Decimos bienque el oro es juego de los brazos o de las piernas, porque' sucolor es el rojo, pero los nombres de la plata son hielo o nieveo piedra de granizo o escarcha, porque su color es el blanco. Ydespués: Cuando los dioses devolvieron la visita a Aegir, éste loshospedó en su casa (que está en el mar) y los alumbró conláminas de oro, qu,e daban luz como las espadas en el Valhala.Desde entonces al oro le dijeron juego del mar y de todas lasaguas y de los ríos. Monedas de oro, anillos, escudos claveteados,espadas y hachas, eran la recompensa del skal; alguna extraordinariavez, terrenos y naves.Mi lista de kenningar no es completa. Los cantores tenían elpudor de la repetición literal y preferían agotar las variantes.Basta reconocer las que registra el artículo nave —y las que unaevidente permutación, liviana industria del olvido o del arte,puede multiplicar. Abundan asimismo las de guerrero. Árbolde la espada le dijo un skald, acaso porque árbol y vencedoreran voces homónimas. Otro le dijo encina de la lanza; otro,bastón del oro; otro espantoso abeto de las tempestades de hierro;otro boscaje de los peces de la batalla. Alguna vez la variación acatóuna ley: demuéstralo un pasaje de Markus, donde un barco pareceagigantarse de cercanía.El fiero jabalí de la inundaciónSaltó sobre los techos de la ballena.El oso del diluvio jatigóEl antiguo camino de los velerosEl toro de las marejadas quebróLa cadena que amarra nuestro castillo.


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 37?El culteranismo es un frenesí de la mente académica; el estilocodificado por Snorri es la exasperación y casi la reductio adabsurdum de una preferencia común a toda la literatura germánica:la de las palabras compuestas. Los más antiguos monumentosde esa literatura son los anglosajones. En el Beowulí—cuya fecha es el 700—, el mar es el camino de las velas, el caminodel cisne, la ponchera de las olas, el baño de la planga, la ruta dela ballena; el sol es la candela del mundo, la alegría del cielo, lapiedra preciosa del cielo; el arpa es la madera del júbilo; la espadaes el residuo de los martillos, el compañero de pelea, la luzde la batalla; la batalla, es el juego de las espadas, el chaparrónde fierro; la nave es la atravesadora del mar; el dragón esla amenaza del anochecer, el guardián del tesoro; el cuerpo es lamorada de los huesos; la reina es la tejedora de paz; el reyes el áeñor de los anillos, el áureo amigo de los hombres, el jefede hombres, el distribuidor de caudales. También las naves de laIlíada son atravesadoras del mar —casi trasatlánticos—, y el reyrey de hombres. En las hagiografías del 800, el mar es asimismoel baño del pez, la ruta de las focas, el estanque de la ballena, elreino de la ballena; el sol es la candela de los hombres, la candeladel día; los ojos son las joyas de la cara; la nave es el caballo delas olas*, el caballo del mar; el lobo es el morador de los bosques;la batalla es el juego de los escudos, el vuelo de las lanzas; lalanza es la serpiente de la guerra; Dios es la alegría de los guerreros.En el Bestiario, la ballena es el guardián del océano. Enla balada de Brunnaburh —ya del 900—, la batalla es el tratode las lanzas, el crujido de las banderas, la comunión de lasespadas, el encuentro de hombres. Los escaldos manejan puntualmenteesas mismas figuras; su innovación fue el orden torrencialen que las prodigaron y el combinarlas entre sí como basesde más complejos símbolos. Es de presumir que el tiempo colaboró.Sólo cuando luna de viking fue una inmediata equivalenciade escudo, pudo el poeta formular la ecuación serpiente de laluna de los vikings. Ese momennto se produjo en Islandia, no enInglaterra. El goce de componer palabras perduró en las letrasbritánicas, pero en diversa forma. Las Odiseas de Chapmari (añode 1614) abundan en extraños ejemplos. Algunos son hermosos(delicious - fingered Morning, through - swum the waves); otros,meramente visuales y tipográficos (Soon as the white - and - red -rnixed - fingered Dame); otros, de curiosa torpeza, the -circularly -witted queen. A tales aventuras pueden conducir la sangre germánicay la lectura griega. Aquí también de cierto germanizado! -total del inglés, que en un Word-book of the English Tongue,propone las enmiendas que copio: lichrest por cementerio, redecraftpor lógica, fourtvinkled por cuadrangular, outganger por


378 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASemigrante, fearnought por guapo, bit-wise por gradualmente,kinlore por genealogía, bosk-jaw por réplica, wanhope por desesperación.A tales aventuras pueden conducir el inglés y unconocimiento nostálgico del alemán.Recorrer el índice total de las kenningar es exponerse a laincómoda sensación de que muy raras veces ha estado menosocurrente el misterio —y más inadecuado y verboso. Antes décondenarlas, conviene recordar que su trasposición a un idiomaque ignora las palabras compuestas tiene que agravar su inhabilidad.Espina de la batalla o aun espina de batalla o espinamilitar es una desairada perífrasis; Kampfdorn o battle-thorn loson menos. 1 Así también, hasta que las exhortaciones gramaticalesde nuestro Xul-Solar no encuentren obediencia, versoscomo el de Rudyard Kipling:In the desert where the dung-fed carnp-smoke curledo aquel otro de Yeats".That dolphin-torn,that gong-tormented seaserán inimitables e impensables en español. . .Otras apologías no faltan. Una evidente es que esas inexactasmenciones eran estudiadas en fila por los aprendices de skald,pero no eran propuestas al auditorio de ese modo esquemático,sino- entre la agitación de los versos. (La descarnada fórmulaagua de la espada = sangrees acaso ya una traición.) Ignoramos sus leyes: desconocemos losprecisos reparos que un juez de kenningar opondría a una buenametáfora de Lugones. Apenas si unas palabras .nos quedan. Imposiblesaber con qué inflexión de voz eran dichas, desde quécaras, individuales como una música, con qué admirable decisióno modestia. Lo cierto es que ejercieron algún día su profesiónde asombro y que su gigantesca ineptitud embelesó a los rojosvarones de los desiertos volcánicos y los fjords, igual que laprofunda cerveza y que los duelos de padrillos. 2 No es imposible1 Traducir cada kenning por un sustantivo español con adjetivo especificante(sol doméstico en lugar de sol de las casas, resplandor matinal- envez de resplandor de la mano) hubiera sido tal vez lo más fiel, pero tambiénlo menos sensacional y lo más difícil —por falta de adjetivos.% Hablo de un deporte especial de esa isla de lava y de duro hielo: lariña de padrillos. Enloquecidos por las yeguas urgentes y por el clamorde los hombres, éstos peleaban a sangrientos mordiscos, alguna vez mor-


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 379que una misteriosa alegría las produjera, Su misma bastedad—peces de la batalla: espadas— puede responder a un antiguohumour, a chascos de hiperbóreos hombrones. Así, en esa metáforasalvaje que he vuelto a destacar, los guerreros y la batallase funden en un plano invisible, donde se agitan las espadasorgánicas y muerden y aborrecen. Esa imaginación figura tambiénen la Saga de Njal, en una de cuyas páginas está escrito:Las espadas saltaron de las vainas, y hachas y lanzas volaron porel aire y pelearon. Las armas los persiguieron con tal ardor quedebieron atajarse con los escudos, pero de nuevo muchos fueronheridos y un hombre murió en cada nave. Este signo se vioen las embarcaciones del apóstata Brodir, antes de la batallaque lo deshizo.En la noche 743 del Libro de las 1001 noches, leo esta admonición:No digamos que ha muerto el rey feliz que deja unheredero como éste: el comedido, el agraciado, el impar, el leóndesgarrador y la clara luna. El símil, contemporáneo por venturade los germánicos, no vale mucho más, pero la raíz es distinta. Elhombre asimilado a la luna, el hombre asimilado a la fiera, noson el resultado discutible de un proceso mental: son la correctay momentánea verdad de dos intuiciones. Las kenningar se quedanen sofismas, en ejercicios embusteros y lánguidos. Aquí de ciertamemorable excepción, aquí del verso que refleja el incendiode una ciudad, el fuego delicado y terrible:Arden los hombres; ahora se enfurece la Joya.Una vindicación final. El signo pierna del omóplato es raro,pero no es menos raro que el brazo del hombre. Concebirlo comouna vana pierna que proyectan las sisas de los chalecos y quese deshilacha en cinco dedos de penosa largura, es intuir surareza fundamental. Las kenningar nos dictan ese asombro, nosextrañan del mundo. Pueden motivar esa lúcida perplejidad quees el único honor de la metafísica, su remuneración y su fuente.Buenos Aires, 1933.POSDATA. Morris, el minucioso y fuerte poeta inglés, intercalómuchas kenningar en su última epopeya, Sigurd the Volsung.Trascribo algunas, ignoro si adaptadas o personales o de las dos.Llama de la guerra, la bandera; marea de la matanza, vientotales. Las alusiones a ese juego son numerosas. De un. capitán que se batiócon demiedo frente a su dama, dice el historiador que cómo no iba a pelearbien ese potro si la yegua estaba mirándolo.


380 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASde la guerra, el ataque; mundo de peñascos, la montaña; bosquede la guerra, bosque de picas, bosque de la batalla, el ejército;tejido de la espada, la muerte; perdición de Fafnir, tizónde la pelea, ira de Sigfrido, su espada.Padre de la fragancia ¡oh jazmín! pregonan en El Cairo losvendedores. Mauthner observa que los árabes suelen derivar susfiguras de la relación padre-hijo. Así: padre de la mañana, elgallo; padre del merodeo, el lobo; hijo del arco, la flecha; padrede los pasos, una montaña. Otro ejemplo de esa preocupación: enel Ourán, la prueba más común de que hay Dios, es el espantode que el hombre sea generado por unas gotas de agua vil.Es sabido que los primitivos nombres del tanque fueron landship,landcruiser, barco de tierra, acorazado de tierra. Más tarde*le pusieron tanque para despistar. La kenning original era demasiadoevidente. Otra kenning es lechan largo, que era el eufemismogoloso que los caníbales dieron al plato fundamental de surégimen.El ultraísta muerto cuyo fantasma sigue siempre habitándomegoza con estos juegos. Los dedico a una clara compañera: a NorahLange, cuya sangre los reconocerá por ventura.POSDATA DE 1962. Yo escribí alguna vez, repitiendo a otros, quela aliteración y la metáfora eran los elementos fundamentales delantiguo verso germánico. Dos años dedicados al estudio de lostextos anglosajones me llevan, hoy, a modificar esa afirmación.De las aliteraciones entiendo que eran más bien un medioque un fin. Su objeto era marcar las palabras que debían acentuarse.Una prueba de ello es que las vocales, que eran abiertas,es decir muy diversas una de otra, aliteraban entre sí. Otra esque los 'textos antiguos no registran aliteraciones exageradas, deltipo a\fair field full offolk, que data del siglo xiv.En cuanto a la metáfora como elemento indispensable del verso,entiendo que la pompa y la gravedad que hay en las palabrascompuestas eran lo que agradaba y que las kenningar, al principio,no fueron metafóricas. Así, los dos versos iniciales delBeowulf incluyen tres kenningar (daneses de lanza, días de antañoo días de años, reyes del pueblo) que ciertamente no son metáforasy' es preciso llegar al décimo verso para dar con una expresióncomo hronrad (ruta de la ballena, el mar), La metáforano habría sido pues lo fundamental sino, como la comparaciónulterior, un descubrimiento tardío de las literaturas.


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 381Entre los libros que más serviciales me fueron, debo mencionar lossiguientes:The Prose Edda, by Snorri Sturluson. Translated by Arthur Gilchrist Brodeur,New York, 1929.Die Jüngere Edda mit dem sogennanten ersten grammatischen Traktat. Uebertragenvon Gustav Neckel und Félix Niedner, Jena, 1925.Die Edda. Uebersetzt von Hugo Gering. Leipzig, 1892.Eddalieder, mit Grammatik, Uebersetzung und Erlauterungen. Von Dr. WilhelmRanisch. Leipzig, 1920.Vülsunga Saga, ivith certain songs from the Eider Edda. Translated byEiríkr Magnússon and William Morris. London, 1870.The Story of lhirnt Njal. From the Icelandic of the Njals Saga, by GeorgeWebbe Dasent, Edinburgh, 1861.The Grettir Saga. Translated by G. Ainslie Hight. London, 1913.Die Géschtchte vom Goden Snorri. Uebertragen von Félix Niedner, Jena, 1920.Islands Kullur zur Wikingerzeit, von Félix Niedner. Jena, 1920.Anglo-Saxon Poetry. Selected and translated by R. K. Gordon. London, 1931.The Deeds of Beowulf. Done into modern prose by John Earle. Oxford, 1892.


382 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA METÁFORAEl historiador Snorri Sturluson, que en su intrincada vida hizotantas cosas, compiló a principios del siglo xin un glosario de lasfiguras tradicionales de la poesía de Islandia en el que se lee, porejemplo, que gaviota del odio, halcón de la sangre, cisne sangrientoo cisne rojo, significan el cuervo; y techo de la ballenao cadena de las islas, el mar; y la casa de los dientes, la boca.Entretejidas en el verso y llevadas por él, estas metáforas deparan(o depararon) un asombro agradable; luego sentimos que no hayuna emoción que las justifique y las juzgamos laboriosas e inútiles.He comprobado que igual cosa ocurre con las figuras delsimbolismo y del marinismo.De "frialdad íntima" y de "poco ingeniosa ingeniosidad" pudoacusar Benedetto Croce a los poetas y oradores barrocos del sigloxvn; en las perífrasis recogidas por Snorri veo algo así comola reductio ad absurdum de cualquier propósito de elaborarmetáforas nuevas. Lugones o Baudelaire, he sospechado, no fracasaronmenos que los poetas cortesanos de Islandia.En el libro tercero de la Retórica, Aristóteles observó que todametáfora surge -de la intuición de una analogía entre cosas disímiles;Middleton Murry exige que la analogía sea real y quehasta entonces no haya sido notada (Countries of the Mind, II,4). Aristóteles, como se ve, funda la metáfora sobre las cosasy no sobre el lenguaje; los tropos conservados por Snorri son(o parecen) resultados de un proceso mental, que no percibeanalogías sino que combina palabras; alguno puede impresionar(cisne rojo, balcón de la sangre), pero nada revelan o comunican.Son, para de alguna manera decirlo, objetos verbales, puros eindependientes como un cristal o como un anillo de plata. Parejamente,el gramático Licofronte llamó león de la triple nocheal dios Hércules porque la noche en que fue engendrado por Zeusduró como tres; la frase es memorable, allende la interpretaciónde los glosadores, pero no ejerce la función que prescribe Aristóteles.xEn el / King, uno de los nombres del universo es los DiezMil Seres. Hará treinta años, mi generación se maravilló de que1 Digo lo mismo de "águila de tres alas", "que es nombre metafórico dela flecha, en la literatura persa (Browne: A Literary History of Persia,III, 262) .


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 383los poetas desdeñaran las muchas combinaciones de que esa colecciónes capaz y maniáticamente se limitaran a unos pocos gruposfamosos: la estrellas y los ojos, la mujer y la flor, el tiempo y elagua, la vejez y el atardecer, el sueño y la muerte. Enunciadoso despojados así, estos grupos son meras trivialidades, pero vea- 'mos algunos ejemplos concretos.En el Antiguo Testamento se lee (I Reyes 2:10): Y Daviddurmió con sus padres, y fue enterrado en la ciudad de David. Enlos naufragios, al hundirse la nave, los marineros del Danubiorezaban: Duermo; luego vuelvo a remar. 1 Hermano de la Muertedijo del Sueño, Homero, en la l liada; de esta hermandad diversosmonumentos funerarios son testimonio, según Lessing. Mono dela muerte (Affe des Todes) le dijo Wilhelm Klemm, que escribióasimismo: La muerte es la primera noche tranquila. Antes, Heinehabía escrito: La muerte es la noche fresca; la vida, el día tormentoso.. . Sueño de la tierra le dijo a la muerte, Vigny; viejosillón de hamaca (oíd rocking-chair) le dicen en. los blues a lamuerte: ésta viene a ser el último sueño, la última siesta, de losnegros. Schopenhauer, en su obra, repite la ecuación muertesueño;básteme copiar estas líneas: Lo que el sueño es para elindividuo, es para la especie la muerte (Welt ais Wille, II, 41) .El lector ya habrá recordado las palabras de Hamlet: Morir,dormir, tal vez soñar, y su temor de que sean atroces los sueñosdel sueño de la muerte.Equiparar mujeres a flores es otra eternidad o trivialidad; heaquí algunos ejemplos. Yo soy la rosa de Sarán y el lirio delos valles, dice en el Cantar de los Cantares la sulamita. En lahistoria de Math, que es la cuarta "rama" de los Mabinogionde Gales, un príncipe requiere una mujer que no sea de estemundo, y un hechicero, "por medio de conjuros y de ilusión,la hace • con las flores del roble y con las flores de la retama ycon las flores de la ulmaria". En la quinta "aventura" del Nibe-Inngenlied, Sigfrid ve a Kriemhild, para siempre, y lo primeroque nos dice es que su tez brilla con el color de las rosas. Ariosto,inspirado por Catulo, compara la doncella a una flor secreta(Orlando, I, 42) ; en el jardín de Armida, un pájaro de picopurpúreo exhorta a los amantes a no dejar que esa flor se marchite(Gerusalemme, XVI, 13-15). A fines del siglo x, Malherbequiere consolar a un amigo de la muerte de su hija y en suconsuelo están las famosas palabras: Et, rose, elle a vécu ce quevivent les roses. Shakespeare, en un jardín, admira el hondo1 También se guarda la plegaria final de los marineros fenicios: "Madrede Cartago, devuelvo el remo". A juzgar por monedas del siglo n antesde Jesucristo, debemos entender Sidón por Madre de Cartago.


384 JORGE LUIS BORGKS—OBRAS COMPLETASbermellón de las rosas y la blancura de los lirios, pero estasgalas no son, para él, sino sombras de su amor que está ausente(Sonnels, XCVIII). Dios, haciendo rosas, hizo mi cara, dice lareina de Samotracia en una página de Swinburne. Este censopodría no tener fin; 1 básteme recordar aquella escena de Weirof Hermiston —el último libro de Stevenson— en que el héroequiere saber si en Cristiana hay un alma "o si no es otra cosaque un animal del color de las flores".Diez ejemplos del primer grupo y nueve del segundo he juntado;a veces la unidad esencial es menos aparente que los rasgosdiferenciales. ¿Quién, a priori, sospecharía que "sillón de hamaca"y "David durmió con sus padres" proceden de una misma raíz?El primer monumento de las literaturas occidentales, la I líada,fue compuesto hará tres mil años; es verosímil conjeturarque en ese enorme plazo todas las afinidades íntimas, necesarias(ensueño-vida, sueño-muerte, ríos y vidas que trascurren, etcétera),fueron advertidas y escritas alguna vez. Ello no significa, naturalmente,que se haya agotado el número de metáforas; los modosde indicar o insinuar estas secretas simpatías de los conceptosresultan, de hecho, ilimitados. Su virtud o flaqueza está en laspalabras, el curioso verso en que Dante (Purgatorio, I, 13), paradefinir el cielo oriental invoca una piedra oriental, una piedralímpida en cuyo nombre está, por venturoso azar, el Oriente:Dolce color d'oriental zqffiro es, más allá de cualquier duda,admirable; no así el de Góngora (Soledad, I, 6): En campos dezafiros pace estrellas que es, si no me equivoco, una mera grosería,un mero énfasis. 2Algún día se escribirá la historia de la metáfora y sabremosla verdad y el error que estas conjeturas encierran.1 También está con delicadeza la imagen en los famosos versos de Milton(/ J . L IV, 268-271) sobre el rapto de Proserpina, y son éstos de Darío:Mas a pesar del tiempo terco,mi sed de amor no tiene fin;ton el cabello gris me acercoa los rosales del jardín.= Ambos versos derivan ele la Escritura, "Y vieron al Dios de Israel; \había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielocuando está sereno". (Éxodo, 24; 10.)


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 385LA DOCTRINA DE LOS CICLOSIEsa doctrina (que su más reciente inventor llama del EternoRetorno) es formulable así:El número de todos los átomos qué componen el mundo es,aunque desmesurado, finito, y sólo capaz como tal de un númerofinito (aunque desmesurado también) de permutaciones. En untiempo infinito, el número de las permutaciones posibles debe seralcanzado, y el universo tiene que repetirse. De nuevo nacerás deun vientre, de nuevo crecerá tu esqueleto, de nuevo arribará estamisma página a tus manos iguales, de nuevo cursarás todas lashoras hasta la de tu muerte increíble. Tal es el orden habitualde aquel argumento, desde el preludio insípido hasta el enormedesenlace amenazador. Es común atribuirlo a Nietzsche.Antes de refutarlo —empresa de que ignoro si soy capaz— convieneconcebir, siquiera de lejos, las sobrehumanas cifras queinvoca. Empiezo por el átomo. El diámetro de un átomo de hidrógenoha sido calculado, salvo error, en un cienmillonésimode centímetro. Esa vertiginosa pequenez no quiere decir que seaindivisible: al contrario, Rutherford lo define según la imagende un sistema solar, hecho por un núcleo central y por un elec :trón giratorio, cien mil veces menor que el átomo entero. Dejemosese núcleo y ese electrón, y concibamos un frugal universo, compuestode 10 átomos. (Se trata, claro está, de un modesto universoexperimental: invisible, ya que no lo sospechan los microscopios;imponderable, ya que ninguna balanza lo apreciaría.) Postulemostambién —siempre de acuerdo con la conjetura de Nietzsche—que el número de cambios de ese universo es el de las maneras enque se pueden disponer los diez átomos, variando el orden queestén colocados. ¿Cuántos estados diferentes puede conocer esemundo, antes de un eterno retorno? La indagación es fácil: bastamultiplicar 1x2x3x4x5x6x7x8x9x10, prolija operaciónque nos da la cifra de 3.628.800. Si una partícula casi infinitesimalde universo es capaz de esa variedad, poca o ninguna fe debemosprestar a una monotonía del cosmos. He considerado 10 átomos;para obtener dos gramos de hidrógeno, precisaríamos bastante másde un billón de billones. Hacer el cómputo de los cambios posiblesen ese par de gramos —vale decir, multiplicar un billón debillones por cada uno de los números enteros que lo antecedenesya una operación muy superior a mi paciencia humana.Ignoro si mi lector está convencido; yo no lo estoy. El indoloro


386 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASy casto despilfarro de números enormes obra sin duda ese placerpeculiar de todos los excesos, pero la Regresión sigue más o menosEterna, aunque a plazo remoto. Nietzsche podría replicar: " Loselectrones giratorios de Rutherford son una novedad para mí,así como la idea —tan escandalosa para un filólogo— de que puedapartirse un átomo. Sin embargo, yo jamás desmentí que las vicisitudesde la materia fueran cuantiosas; yo he declarado solamenteque no eran infinitas." Esa verosímil contestación de FriedrichZarathustra me hace recurrir a Georg Cantor y a su heroica teoríade los conjuntos.Cantor destruye el fundamento de la tesis de Nietzsche. Afirmala perfecta infinitud del número de puntos del universo, yhasta de un metro de universo, o de una fracción de ese metro.La operación de contar no es otra cosa para él que la de equiparardos series. Por ejemplo, si los primogénitos de todas las casasde Egipto-fueron matados por el Ángel, salvo los que habitabanen casa que tenía en la puerta una señal roja, es evidente quetantos se salvaron como señales rojas había, sin que esto importeenumerar cuántos fueron. Aquí es indefinida la cantidad; otrasagrupaciones hay en que es infinita. El conjunto de los númerosnaturales es infinito, pero es posible demostrar que son tantos losimpares como los pares.Al 1 corresponde el 2.. 3 . . . . 4"5 " '.' 6, etcétera.La prueba es tan irreprochable como baladí, pero no difierede la siguiente de que hay tantos múltiplos de tres mil dieciochocomo números hay —sin excluir de éstos al tres mil dieciocho ysus múltiplos.Al 1 corresponde el 3018" 2 " " 6036" 3 " " 9054" 4 " " 12072, etcétera.Cabe afirmar lo mismo de sus potencias, por más que éstas sevayan ratificando a medida que progresemos.Al 1 corresponde el 3018" 2 " " 3018 2 el 9.108.324" 3, etcétera.Una genial aceptación de estos hechos ha inspirado la fórmulade que una colección infinita —verbigracia, la serie natural denúmeros enteros— es una colección cuyos miembros pueden desdoblarsea su vez en series infinitas. (Mejor, para eludir todaambigüedad: conjunto infinito es aquel conjunto que puede equivalera uno de sus conjuntos parciales.) La parte, en esas elevadaslatitudes de la numeración, no es menos copiosa que el todo: la


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 387cantidad precisa de puntos que hay en el universo es la que hayen un metro, o en un decímetro, o en la más honda trayectoriaestelar. La serie de los números naturales está bien ordenada:vale decir, los términos que la forman son consecutivos; el 28precede al 29 y sigue al 27. La serie de los puntos del espacio (ode los instantes del tiempo) no es ordenable así; ningún númerotiene un sucesor o un predecesor inmediato. Es como la serie delos quebrados según la magnitud. ¿Qué fracción enumeraremosdespués de i/ 2 ? No 51/100, porque 101/200 está más cerca; no101/200 porque más cerca está 201/400; no 201/400 porque máscerca. .. Igual sucede con los puntos, según Georg Cantor. Podemossiempre intercalar otros más, en número infinito. Sin embargo,debemos procurar no concebir tamaños decrecientes. Cadapunto "ya" es el final de una infinita subdivisión.El roce del hermoso juego de Cantor con el hermoso juego deZarathustrá es mortal para Zarathustra. Si el universo consta deun número infinito de términos, es rigurosamente capaz de unnúmero infinito de combinaciones —y la necesidad de un Regresoqueda vencida. Queda su mera posibilidad, computable en cero.IIEscribe Nietzsche, hacia el otoño de 1883: Esta lenta araña arrastrándosea la luz de la luna, y esta misma luz de la luna, y tú y yocuchicheando en el portón, cuchicheando de eternas cosas, ¿nohemos coincidido ya en el pasado? ¿Y no recurriremos otra vez enel largo camino, en ese largo tembloroso camino, no recurriremoseternamente"? Así hablaba yo, y siempre con voz menos alta,porque me daban miedo mis pensamientos y mis traspensamientos.Escribe Euderrio, parafraseador de Aristóteles, unos tres siglosantes de la Cruz: Si hemos de creer a los pitagóricos, las mismascosas volverán puntualmente y estaréis conmigo otra vez y yo repetiréesta doctrina y- mi mano jugará con este bastón, y así de lodemás. En la cosmogonía de los estoicos, Zeus se alimenta delmundo: el universo es consumido cíclicamente por el fuego quelo engendró, y resurge de la aniquilación para repetir una idénticahistoria. De nuevo se combinan las diversas partículas seminales,de nuevo informan piedras, árboles y hombres —y aunvirtudes y días, ya que para los griegos era imposible un nombresustantivo sin alguna corporeidad. De nuevo cada espada y cadahéroe, de nuevo cada minuciosa noche de insomnio.Como las otras conjeturas de la escuela del Pórtico, esa de larepetición general cundió por el tiempo, y su nombre técnico,apohatastasis, entró en los Evangelios (Hechos de los Apóstoles,


388 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASIII, 21), si bien con intención indeterminada. El libro doce "de laCivitas Dei de San Agustín dedica varios capítulos a rebatir tanabominable doctrina. Esos capítulos (que tengo a la vista) son hartoenmarañados para el resumen, pero la furia episcopal de su autorparece preferir dos motivos: uno, la aparatosa inutilidad de esarueda; otro, la irrisión de que el Logos muera como un pruebistaen la cruz, en funciones interminables. Las despedidas y el suicidiopierden su dignidad si los menudean; San Agustín debió pensarlo mismo de la Crucifixión. De ahí que rechazara con escándaloel parecer de los estoicos y pitagóricos. Éstos argüían que la cienciade Dios no puede comprender cosas infinitas y que esta eternarotación del proceso mundial sirve para que Dios lo vaya aprendiendoy se familiarice con él; San Agustín se burla de sus vanasrevoluciones y afirma que Jesús es la vía recta que nos permitehuir del laberinto circular de tales engaños.En aquel capítulo de su Lógica que trata de la ley de causalidad,John Stuart Mili declara que es concebible —pero no verdadera—una repetición periódica de la historia, y cita la "égloga mesiánica"de Virgilio:Jam redit et virgo, redeunt Saturniaregna...Nietzsche, helenista, ¿pudo acaso ignorar a esos "precursores"?Nietzsche, el autor de los fragmentos sobre los presocráticos, ¿pudono conocer una doctrina que los discípulos de Pitágoras aprendieron?x Es muy; difícil creerla-e inútil. Es verdad que Nietzscheha indicado, en memorable pagina, el preciso lugar en que laidea de un eterno retornó lo visitó: un sendero en los bosques deSilvaplana, cerca de un vasto bloque piramidal, un mediodía delagosto de 1881— "a seis mil pies del hombre y del tiempo". Esverdad que ese instante es uno de los honores de Nietzsche. Inmortalel instante, dejará escrito, en que yo engendré el eterno regreso.Por ese instante yo soporto el Regreso (Unschuld des Werdens,II, 1308). Opino, sin embargo, que no debemos postularuna sorprendente ignorancia, ni tampoco una confusión humanaharto humana, entre la inspiración y el recuerdo, ni tampoco undelito de vanidad. Mi clave es de carácter gramatical, casi dirésintáctico. Nietzsche sabía que el Eterno Recurso es de las. fábulaso miedos o diversiones que recurren eternamente, pero tambiénsabía que la más eficaz de las personas gramaticales es la primera.Para un profeta, cabe asegurar que es la única. Derivar su reve-1 Esta perplejidad es inútil. Nietzsche, en 1874, se burló de la tesis pitagóricade que la historia se repite cíclicamente (Vom Nutzen und Nachteilder Historie.) (Nota de 1953.)


HISTORIA DE LA ETERNIDADÜ89lación de un epítome, o de la Historia philosophiae graeco-romanaede los profesores suplentes Ritter y Preller, era imposiblea Zarathustra, por razones de voz y de anacronismo —cuando notipográficas. El estilo profético no permite el empleo de las comillasni la erudita alegación de libros y autores...Si mi carne humana asimila carne brutal de ovejas, ¿quién impediráque la mente humana asimile estados mentales humanos?De mucho repensarlo y de padecerlo, el eterno regreso de las cosases ya de Nietzsche y no de un muerto que es apenas un nombregriego. No insistiré: ya Miguel de Unamuno tiene su página sobreesa prohijación de los pensamientos.Nietzsche quería hombres capaces de aguantar la inmortalidad.Lo digo con palabras que están en sus cuadernos personales, enel Nachlass, donde grabó también estas otras: Si te figuras unalarga paz antes de renacer, te juro que piensas mal. Entre el últimoinstante de la conciencia y el primer resplandor de una indanueva hay "ningún tiempo" —el plazo dura lo que un rayo, aunqueno basten a medirlo billones de años. Si falta uní yo, la infinitudpuede equivaler a la sucesión.Antes de Nietzsche la inmortalidad personal era una mera equivocaciónde las esperanzas, un proyecto confuso. Nietzsche la proponecomo un deber y le confiere la lucidez atroz de un insomnio.El no dormir (leo en el antiguo tratado de Robert Burton) hartocrucifica a los melancólicos, y nos consta que Nietzsche padecióesa crucifixión y tuvo que buscar salvamento en el amargo hidratóde doral. Nietzsche quería ser Walt Whitman, quena minuciosamenteenamorarse de su destino. Siguió un método heroico:desenterró la intolerable hipótesi griega de la eterna repeticióny procuró educir de esa pesadilla mental una ocasión de júbilo.Buscó la idea más horrible del universo y la propuso a la delectaciónde los hombres. El optimista flojo suele imaginar que es nietzscheano;Nietzsche lo enfrenta con los círculos del eterno regreso ylo escupe así de su boca.Escribió Nietzsche: No anhelar distantes venturas y favores ybendiciones, sino vivir de modo que queramos volver a vivir, y asípor toda la eternidad. Mauthner objeta que atribuir la menorinfluencia moral, vale decir práctica, a la tesis del eterno retorno,es negar la tesis —pues equivale a imaginar que algo puede acontecerde otro modo. Nietzsche respondería que la formulación delregreso eterno y su dilatada influencia moral (vale decir práctica)y las cavilaciones de Mauthner y su refutación de las cavilacionesde Mauthner, son otros tantos necesarios momentos de la historiamundial, obra de las agitaciones atómicas. Con derecho podríarepetir lo que ya dejó escrito: Basta que la doctrina de la repeticióncircular sea probable o posible. La imagen de una mera po-


390 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASsibilidad nos puede estremecer y rehacer. ¡Cuánto no ha obradola posibilidad de las penas eternas! Y en otro lugar: En el instanteen que se presenta esa idea, varían todos los colores —y hay otrahistoria.IIIAlguna vez nos deja pensativos la sensación "de haber vivido yaese momento". Los partidarios del eterno regreso nos juran queasí es e indagan una corroboración de su fe en esos perplejos estados.Olvidan que el recuerdo importaría una novedad que es lanegación de la tesis y que el tiempo lo iría perfeccionando —hastael ciclo distante en que el individuo ya prevé su destino, y prefiereobrar de otro modo. . . Nietzsche, por lo demás, no habló nuncade una confirmación mnemónica del Regreso. 1Tampoco habló —y eso merece destacarse también— de la finitudde los átomos. Nietzsche niega los átomos; la atomística nole parecía otra cosa que un modelo del mundo, hecho exclusivamentepara los ojos y para el entendimiento aritmético. . . Parafundar su tesis, habló de una fuerza limitada, desenvolviéndose enel tiempo infinito, pero incapaz de un número ilimitado de variaciones.Obró no sin perfidia: primero nos precave contra laidea de una fuerza infinita —"¡cuidémonos de tales orgías del pensamiento!"—y luego generosamente concede que el tiempo esinfinito. Asimismo le agrada recurrir a la Eternidad Anterior. Porejemplo: un equilibrio de la fuerza cósmica es imposible, puesde no serlo, ya se habría operado en la Eternidad Anterior. O sino: la historia universal ha sucedido un número infinito de veces—en la Eternidad Anterior. La invocación parece válida, pero convienerepetir que esa Eternidad Anterior o aeternitas a parte ante,según le dijeron los teólogos) no es otra cosa que nuestra incapacidadnatural de concebirle principio al tiempo. Adolecemos de1De esa aparente confirmación, Néstor Ibarra escribe:"II arrive aussi que quelque perception nouvelle nous frappe comrae unsouvenir, que nous croyons reconnaítre des objets ou des accidents que noussommes pourtant súrs de rencontrer pour la premiére fois. J'imagine qu'ils'agit ici d'un curieux comportement de notre mémoire. Une perceptionquelconque s'effectue d'abord, mais sous le seuil du conscient. Un instantaprés, les excitations agissent, mais cette fois nous les recevons dans leconscient. Notre mémoire est déclanchée, et nous offre bien le sentiment du'déjá vu'; mais elle localise mal ce rappel. Pour en justifier la faiblesse étle trouble, nous lui supposons un considerable recul dans le temps; peutétrele renvoyons-nous plus loin de nous encoré, dans le rédoublement dequelque vie antérieure. II s'agit en réalité d'un passé inmédiat; et l'abímequi nous en separe est celui de notre distraction."


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 391la misma incapacidad en lo referente al espacio, de suerte queinvocar una Eternidad Anterior es tan decisivo como invocar unaInfinitud A. Mano Derecha. Lo diré con otras palabras: si el tiempoes infinito para la intuición, también lo es el espacio. Nadatiene que ver esa Eternidad Anterior con el tiempo real discurrido;retrocedamos al primer segundo y notaremos que éste requiere unpredecesor, y ese predecesor otro más, y así infinitamente. Pararestañar ese regressus in infinitum, San Agustín resuelve que elprimer segundo del tiempo coincide con el primer segundo de laCreación —non in tempore sed curn tempore incepit creatio.Nietzsche recurre a la energía; la segunda ley de la termodinámicadeclara que hay procesos energéticos que son irreversibles.El calor y la luz no son más que formas de la energía. Basta proyectaruna luz sobre una superficie negra para que se conviertaen calor. El calor, en cambio, ya no volverá a la forma de luz. Esacomprobación, de aspecto inofensivo o insípido, anula el "laberintocircular" del Eterno Retorno.La primera ley de la termodinámica declara que la energía deluniverso es constante; la segunda, que esa energía propende a laincomunicación, al desorden, aunque la cantidad total no decrece.Esa gradual desintegración de las fuerzas que componen el universo,es la entropía. Una vez igualadas las diversas temperaturas,una vez excluida (o compensada) toda acción de un cuerpo sobreotro, el mundo será un fortuito concurso de átomos. En el centroprofundo de las estrellas, ese difícil y mortal equilibrio ha sidologrado. A fuerza de intercambios el universo entero lo alcanzará,y estará tibio y muerto.La luz se va perdiendo en calor; el universo minuto por minuto,se hace invisible. Se hace más liviano, también. Alguna vez, ya noserá más que calor: calor equilibrado, inmóvil, igual. Entonceshabrá muerto.*Una certidumbre final, esta vez de orden metafísico. Aceptadala tesis de Zarathustra, no acabo de entender cómo dos procesosidénticos dejan de aglomerarse en uno. ¿Basta la mera sucesión,no verificada por nadie? A falta de un arcángel especial que llevela cuenta, ¿qué significa el hecho de que atravesamos el ciclo trecemil quinientos catorce, y no el primero de la serie o el númerotrescientos veintidós con el exponente dos mil? Nada, para lapráctica —lo cual no daña al pensador. Nada, para la inteligencia—lo cual ya es grave.Salto Oriental, 19)4.


392 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEntre los libros consultados para la noticia anterior, debo mencionarlos siguientes:Die Unschuld des Werdens, von Fríedrich Nietzsche. Leipzig, 1931.Also sprach Zarathustra, von Friedrich Nietzsche. Leipzig, 1892.Introduction to Mathematical Philosophy, by Bertrand Russell. London 1919.The A B C of Atoms, by Bertrand Russell. London, 1927.The Nature of the Physical World, by A. S. Eddington. London 1928.Die Philosophie der Griechen, von Dr. Paul Deussen. Leipzig, 1919.Worterbuch der Philosophie, von Fritz Mauthner. Leipzig, 1923.La ciudad de Dios, por San Agustín. Versión de Díaz de Beyral. Madrid, 1922.


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 393EL TIEMPO CIRCULARYo suelo regresar eternamente al Eterno Regreso; en estas líneasprocuraré (con el socorro de algunas ilustraciones históricas) definirsus tres modos fundamentales.El primero ha sido imputado a Platón. Éste, en el trigésimo novenopárrafo del Timeo, afirma que los siete planetas, equilibradassus diversas velocidades, regresarán al punto inicial de partida:revolución que constituye el año perfecto. Cicerón (De lanaturaleza de los dioses, libro segundo) admite que no es fácil elcómputo de ese vasto período celestial, pero que ciertamente nose trata de un plazo ilimitado; en una de sus <strong>obras</strong> perdidas, lefija doce mil novecientos cincuenta y cuatro "de los que nosotrosllamamos años" (Tácito: Diálogo de los oradores, 16). MuertoPlatón, la astrología judiciaria cundió en Atenas. Esta ciencia,como nadie lo ignora, afirma que el destino de los hombres estáregido por la posición de los astros. Algún astrólogo que no habíaexaminado en vano el Timeo formuló este irreprochable argumento:si los períodos planetarios son cíclicos, también la historiauniversal ló será; al cabo de cada año platónico renacerán los mismosindividuos y cumplirán el mismo destino. El tiempo atribuyóa Platón esa conjetura. En 1616 escribió Lucilio Vanini: "Denuevo Aquiles irá a Troya; renacerán las ceremonias y religiones;la historia humana se repite; nada hay ahora que no fue; lo queha sido, será; pero v todo ello en general, no (como determinaPlatón) en particular" (De admirandis nañirae arcanis, diálogo52). En 1643 Thomas Browne declaró en una de las notas del primerlibro de la Religio medid: "Año de Platón —Plato's year—es un curso de siglos después del cual todas las cosas recuperaránsu estado anterior y Platón, en su escuela, de nuevo explicaráesta doctrina." En este primer modo de concebir el eterno regreso,el argumento es astrológico.El segundo está vinculado a la gloria de Nietzsche, su más patéticoinventor o divulgador. Un principio algebraico lo justifica:la observación de que un número n de objetos —átomos en la hipótesisde Le Bon, fuerzas en la de Nietzsche, cuerpos simples enla del comunista Blanqui— es incapaz de un número infinito devariaciones. De las tres doctrinas que he enumerado, la mejorrazonada y la más compleja, es la de Blanqui. Éste, como Demó-


394 JORGE LUÍS BORGES—OBRAS COMPLETAScrito (Cicerón: Cuestiones académicas, libro segundo, 40), abarrotade mundos facsimilares y de mundos disímiles no sólo eltiempo sino el interminable espacio también. Su libro hermosamentese titula L'eternité par les astres; es de 1872. Muy anteriores un lacónico pero suficiente pasaje de David Hume; consta enlos Dialogues concerning natural religión (1779) que se propusotraducir Schopenhauer; que yo sepa, nadie lo ha destacado hastaahora. Lo traduzco literalmente: "No imaginemos la materia infinita,como lo hizo Epicuro; imaginémosla finita. Un numerofinito de partículas no es susceptible de infinitas trasposiciones; enuna duración eterna, todos los órdenes y colocaciones posibles ocurriránun número infinito de veces. Este mundo, con todos susdetalles, hasta los más minúsculos, ha sido elaborado y aniquilado,v será elaborado y aniquilado: infinitamente" (Dialogues.VIH).De esta serie perpetua de historias universales idénticas observaBertrand Russell: "Muchos escritores opinan que la historiaes cíclica, que el presente estado del mundo, con sus pormenoresmás ínfimos, tarde o temprano volverá. ¿Cómo formulan esa hipótesis?Diremos que el estado posterior es numéricamente idénticoal anterior; no podemos decir que ese estado ocurre dos veces,pues ello postularía un sistema cronológico —since that wouldimply a systern of dating— que la hipótesis nos prohibe. El casoequivaldría al de un hombre que da la vuelta al mundo: nodice que el punto de partida y el punto de llegada son dos lugaresdiferentes pero muy parecidos; dice que son el mismo lugar. Lahipótesis de que la historia es cíclica puede enunciarse de estamanera: formemos el conjunto de todas las circunstancias contemporáneasde una circunstancia determinada; en ciertos casostodo el conjunto se precede a sí mismo" (An Inquiry into Meaningand Truih, 1940, pág. 102).Arribo al tercer modo de interpretar las eternas repeticiones:el menos pavoroso y melodramático, pero también el único imaginable.Quiero decir la concepción de ciclos similares, no idénticos.Imposible formar el catálogo infinito de autoridades: piensoen los días y las noches de Brahma; en los períodos cuyo inmóvilreloj es una pirámide, muy lentamente desgastada por elala de un pájaro, que cada mil y un años la roza; en los hombresde Hesíodo, que degeneran desde el oro hasta el hierro; en elmundo de Heráclito, que es engendrado por el fuego y que cíclicamentedevora el fuego; en el mundo de Séneca y de Crisipo, ensu aniquilación por el fuego, en su renovación por el agua; en lacuarta bucólica de Virgilio y en el espléndido eco de Shelley; enel Eclesiastés; en los teósofos; en la historia decimal que ideóCondorcet, en Francis Bacon y en Uspenski; en Gerald Heard, en


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 395Spengler y en Vico; en Schopenhauer, en Emerson; en los FirstPrincipies de Spencer y en Eureka de Poe ... De tal profusiónde testimonios básteme copiar uno, de Marco Aurelio: "Aunque losaños de tu vida fueren tres mil o diez veces tres mil, recuerda queninguno pierde otra vida que la que vive ahora ni vive otra quela que pierde. El término más largo y el más breve son, pues,iguales. El presente es de todos; morir es perder el presente, quees un lapso brevísimo. Nadie pierde el pasado ni el porvenir,pues a nadie pueden quitarle lo que no tiene. Recuerda que todaslas cosas giran y vuelven a. girar por las mismas órbitas y quepara el espectador es igual verla un siglo o dos o infinitamente"{Reflexiones, 14)'.Si leemos con alguna seriedad las líneas anteriores (id est, sinos resolvemos a no juzgarlas una mera exhortación o moralidad),veremos que declaran, o presuponen, dos curiosas ideas. La primera:negar la realidad del pasado y del porvenir. La enuncia estepasaje de Schopenhauer: "La forma de aparición de la voluntades sólo el presente, no el pasado ni el porvenir: éstos no existenmás que para el concepto y por el encadenamiento de la conciencia,sometida al principio de razón. Nadie ha vivido en el pasado,nadie vivirá en el futuro; el presente es la forma de toda vida"(El mundo corno voluntad y representación, primer tomo, 54).La segunda: negar, como- el Eclesiastés, cualquier novedad. Laconjetura de que todas las experiencias del hombre son (de algúnmodo) análogas, puede a primera vista parecer un mero empobrecimientodel mundo.Si los destinos de Edgar Alian Poe, de los vikings, de JudasIscariote y de mi lector secretamente son el mismo destino —elúnico destino posible—, la historia universal es la de un solohombre. En rigor, Marco Aurelio no nos impone esta simplificaciónenigmática. (Yo imaginé hace tiempo un cuento fantástico,a la manera de León Bloy: un teólogo consagra toda su vida aconfutar a un heresiarca; lo vence en intrincadas polémicas, lodenuncia, lo hace quemar; en el Cielo descubre que para Dios elheresiarca y él forman una sola persona.) Marco Aurelio afirmala analogía, no la identidad, de los muchos destinos individuales.Afirma que cualquier lapso —un siglo, un año, una so'a noche,tal vez el inasible presente— contiene íntegramente la historia.En su forma extrema esa conjetura es de fácil refutación: un sabordifiere de otro sabor, diez minutos de dolor físico no equivalena diez minutos de álgebra. Aplicada a grandes períodos, a lossetenta años de edad que el Libro de los Salmos nos adjudica, laconjetura es verosímil o tolerable. Se reduce a afirmar que elnúmero de percepciones, de emociones, de pensamientos, de vici-


396 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASsitudes humanas, es limitado, y que antes de la muerte lo agotaremos.Repite Marco Aurelio: "Quien ha mirado lo presenteha mirado todas las cosas: las que ocurrieron en el insondablepasado, las que ocurrirán en el porvenir" (Reflexiones, librosexto, 37).En tiempos de auge la conjetura de que la existencia del hombrees una cantidad constante, invariable, puede entristecer oirritar: en tiempos que declinan (como éstos), es la promesa deque ningún oprobio, ninguna calamidad, ningún dictador podráempobrecernos.


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 397LOS TRADUCTORES DE LAS 1001 NOCHES1. EL CAPITÁN BURTONFn Trieste, en 1872, en un palacio con estatuas húmedas y <strong>obras</strong>de salubridad deficientes, un caballero con la cara historiada poruna cicatriz africana —el capitán Richard Francis Burton, cónsulinglés— emprendió una famosa traducción del Quitab alif lailaua laila, libro que también los rumies llaman de las 1001 Noches.Uno de los secretos fines de su trabajo era la aniquilación de otrocaballero ( también de barba tenebrosa de moro, también curtido)que estaba compilando en Inglaterra un vasto diccionario y quemurió mucho antes de ser aniquilado por Burton. Ése era EduardoLañe, el orientalista, autor de una versión harto escrupulosa de las1001 Noches, que había suplantado a otra de Galland. Lañe tradujocontra Galland, Burton contra Lañe; para entender a Burtonhay que entender esa dinastía enemiga.Empiezo por el fundador. Es sabido que Jean Antoine Gallandera un arabista francés que trajo de Estambul una paciente colecciónde monedas, una monografía sobre la difusión del café, unejemplar arábigo de las Noches y un maronita suplementario, dememoria no menos inspirada que la de Shahrazad; A ese oscuroasesor —de cuyo nombre no quiero olvidarme, y dicen que esHanna— debemos ciertos cuentos fundamentales, que el originalno conoce: el de Aladino, el de los Cuarenta Ladrones, el delpríncipe Ahmed y el hada Peri Banú, el de Abulhasán el dormidodespierto, el de la aventura nocturna de Harún Arrashid, el delas dos hermanas envidiosas de la hermana menor. Basta la solaenumeración de esos nombres para evidenciar que Galland estableceun canon, incorporando historias que hará indispensablesel tiempo y que los traductores venideros —sus enemigos— no seatreverían a omitir.Hay otro hecho innegable. Los más famosos y felices elogios delas 1001 Noches —el de Coleridge, el de Tomás De Quincey, elde Stendhal, el de Tennyson, el de Edgar Alian Poe, el de Ñewman—son de lectores,, de la traducción de Galland. Doscientosaños y diez traducciones mejores han trascurrido, pero el hombrede Europa o de las Américas que piensa en las 1001 Noches, piensainvariablemente en esa primer traducción. El epíteto milyunanochesco(miíyunanochero adolece de criollismo, milyunanocturnode divergencia) nada tiene que ver con las eruditas obscenidades


398 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASde Burton o de Mardrus, y todo con las joyas y las magias de AntoineGalland.Palabra por palabra, la versión de Galland es la peor escrita detodas, la más embustera y más cfébil, pero fue la mejor leída.Quienes intimaron con ella, conocieron la felicidad y el asombro.Su orientalismo, que ahora nos parece frugal, eneandiló a cuantosaspiraban rapé y complotaban una tragedia en cinco actos. Doceprimorosos volúmenes aparecieron de 1707 a 1717, doce volúmenesinnumerablemente leídos y que pasaron a diversos idiomas,incluso el hindustani y el árabe. Nosotros, meros lectores anacrónicosdel sigle veinte, percibimos en ellos el sabor dulzarrón delsiglo dieciocho y no el desvanecido aroma oriental, que hace doscientosaños determinó su innovación y su gloria. Nadie tiene laculpa del desencuentro y menos que nadie, Galland. Alguna vez,los cambios del idioma lo perjudican. En el prefacio de una traducciónalemana de las 1001 Noches, el doctor Weil estampó quelos mercaderes del imperdonable Galland se arman de una "valijacon dátiles", cada vez que la historia los obliga a cruzar el desierto.• Podría argumentarse que por 1710 la mención de los dátiles bastabapara borrar la imagen de la valija, pero es innecesario: válise,entonces, era una subclase de alforja.Hay otras agresiones. En cierto panegírico atolondrado que sobreviveen los Morceaux choisis de 1921, André Gide vituperalas licencias de Antoine Galland, para mejor borrar (con un candordel todo superior a su reputación) la literalidad de Mardrus,tan fin de siécle como aquél es siglo dieciocho, y mucho más infiel.Las reservas de Galland son mundanas; las inspira el decoro, nolá moral. Copio unas líneas de la tercer página de sus Noches: IIallá droit a -appartement de cette princesse, qui, ne •s'attendantpas á le revoir, avait recu dans son lit un des derniers officiers desa maison. Burton concreta a ese nebuloso "officier": un negrococinero, rancio de grasa de cocina y de hollín. Ambos, diversamente,deforman: el original es menos ceremonioso que Gallandy menos grasiento que Burton. (Efectos del decoro: en la mesuradaprosa de aquél, la circunstancia recevoir dans son lit resultabrutal.)A noventa años de la muerte de Antoine Galland, nace un diversotraductor de las Noches: Eduardo Lañe. Sus biógrafos nodejan de repetir que es hijo del doctor Theophilus Lañe, prebendadode Hereford. Ese dato genésico (y la terrible Forma queevoca) es tal vez suficiente. Cinco estudiosos años vivió el arabizadoLañe en El Cairo, "casi exclusivamente entre musulmanes,hablando y escuchando su idioma, conformándose a sus costumbrescon el más perfecto cuidado y recibido por todos ellos comoun igual". Sin embargo, ni las altas noches egipcias, ni el opulento


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 399y negro café con semilla de cardamomo, ni la frecuente discusiónliteraria con los doctores de la leyT ni el venerado turbante demuselina, ni el comer con los dedos, le hicieron olvidar su pudorbritánico, la delicada soledad central de los amos del mundo.De ahí que su versión eruditísima de las Noches sea (o parezcaser) una mera enciclopedia de la evasión. El original no es profesionalmenteobsceno; Galland corrige las torpezas 1 ocasionalespor creerlas de mal gusto. Lañe las rebusca y las persigue como uninquisidor. Su probidad no pacta con el silencio: prefiere un alarmadocoro de notas en un apretado cuerpo menor, que murmurancosas como éstas: Paso por alto un episodio de lo más reprensible.Suprimo una explicación repugnante. Aquí una línea demasiadogrosera para la traducción. Suprimo necesariamente otra anécdota.Desde aquí doy curso a las omisiones. Aquí la historia del esclavoBujait, del todo inapta para, ser traducida. La mutilación no excluyela muerte: hay cuentos rechazados íntegramente "porqueno pueden ser purificados sin destrucción". Ese repudio responsabley total no me parece ilógico: el subterfugio puritano es loque condeno. Lañe es un virtuoso del. subterfugio, un indudableprecursor de los pudores más extraños de Hollywood. Mis notasme suministran un par de ejemplos. En la noche 391, un pescadorle presenta un pez al rey de los reyes y éste quiere saber si esmacho o hembra y le dicen que hermafrodita. Lañe consigueaplacar ese improcedente coloquio, traduciendo que el rey hapreguntado de qué especie es el animal y que el astuto pescadorle responde que es de una especie mixta. En la noche 21,7, se hablade un rey con dos mujeres, que yacía una noche con la primeray la noche siguiente con la segunda, y así fueron dichosos. Lañedilucida la ventura de ese monarca, diciendo que trataba a susmujeres "con imparcialidad..." Una razón es que, destinaba suobra "a la mesita de la sala", centro de la lectura sin alarmas yde la recatada conversación.Basta la más oblicua y pasajera alusión carnal para que Lañeolvide su honor y abunde en torceduras y ocultaciones. No hayotra falta en él. Sin el contacto peculiar de esa tentación, Lañees de una admirable veracidad. Carece de propósitos, lo cual esuna positiva ventaja. No se propone destacar el colorido bárbarode las Noches como el capitán Burton, ni tampoco olvidarlo yatenuarlo, como Galland. Éste domesticaba a sus árabes, para queno desentonaran irreparablemente en París; Lañe es minuciosamenteagareno. Éste ignoraba toda precisión literal; Lañe justificasu interpretación de cada palabra dudosa. Éste invocaba un manuscritoinvisible y lin maronita muerto; Lañe suministra la edicióny la página. Éste no se cuidaba de notas; Lañe acumula uncaos de aclaraciones que, organizadas, integran un volumen in-


400 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASdependiente. Diferir: tal es la norma que le impone su precursor.Lañe cumplirá con ella: le bastará no compendiar el original.La hermosa discusión Newman-Arnold (1861-62), más memorableque sus dos interlocutores, ha razonado extensamente las dosmaneras generales de traducir. Newman vindicó en ella el modoliteral, la retención de todas las singularidades verbales: Arnold,la severa eliminación de los detalles que distraen o detienen. Estaconducta puede suministrar los agrados de la uniformidad yla gravedad; aquélla, de los continuos y pequeños asombros. Ambasson menos importantes que el traductor y que sus hábitosliterarios. Traducir el espíritu es una intención tan enorme y tanfantasmal que bien puede quedar como inofensiva; traducir laletra, una precisión tan extravagante que no hay riesgo de que laensayen. Más grave que esos infinitos propósitos es la conservacióno supresión de ciertos pormenores; más grave que esas preferenciasy olvidos, es el movimiento sintáctico. El de Lañe es ameno,según conviene a la distinguida mesita. En su vocabulario escomún reprender una demasía de palabras latinas, no rescatadaspor ningún artificio de brevedad. Es distraído: en la página liminarde su traducción pone el adjetivo romántico, lo cual es unaespecie de futurismo, en una boca musulmana y barbada delsiglo doce. Alguna vez la falta de sensibilidad le es propicia, puesle permite la interpolación de voces muy llanas en un párrafonoble, con involuntario buen éxito. El ejemplo más rico de esacooperación de palabras heterogéneas, debe ser éste que traslado:And in this palace is the last Information respecting loras collectedin the dust. Otro puede ser esta invocación: Por el Vivienteque no muere ni ha de morir, por el nombre de Aquel a quienpertenecen la gloria y la permanencia. En Burton —ocasional precursordel siempre fabuloso Mardrus— yo sospecharía de fórmulastan satisfactoriamente orientales; en Lañe escasean tanto que debosuponerlas involuntarias, vale decir genuinas.El escandaloso decoro de las versiones de Galland y de Lañeha provocado un género de burlas que es tradicional repetir. Yomismo no he faltado a esa tradición. Es muy sabido que no cumplieroncon el desventurado que vio la Noche del Poder, con lasimprecaciones de un basurero del siglo trece defraudado por underviche y con los hábitos de Sodoma. Es muy sabido que desinfectaronlas Noches.Los detractores argumentan que ese proceso aniquila o lastimala buena ingenuidad del original. Están en un error: el Librode mil noches y una noche no es (moralmente) ingenuo; es unaadaptación de antiguas historias al gusto aplebeyado, o soez, delas clases medias de El Cairo. Salvo en los cuentos ejemplares delSendebar, los imnudores de las 1001 Noches nada tienen que


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 401ver con la libertad del estado paradisíaco. Son especulaciones del»editor: su objeto es una risotada, sus héroes nunca pasan dechangadores, de mendigos o eunucos. Las antiguas historias amorosasdel repertorio, las que refieren casos del Desierto o de lasciudades de Arabia, no son obscenas, como no lo es ninguna producciónde la literatura preislámica. Son apasionadas y tristes, yuno de los motivos que prefieren es la muerte de amor, esa muerteque un juicio de los ulemas ha declarado no menos santa que ladel mártir que atestigua la fe... Si aprobamos ese argumentolas timideces de Galland y de Lañe nos pueden parecer restitucionesde una redacción primitiva.Sé de otro alegato mejor. Eludir las oportunidades eróticas deloriginal, no es una culpa de las que el Señor no perdona, cuandolo primordial es destacar el ambiente mágico. Proponer a los hombresun nuevo Decamerón es una operación comercial como tantasotras; proponerles un Ancient Mariner o un Batean ivre, yamerece otro cielo. Littmann observa que las 1001 Noches es, másque nada, un repertorio de maravillas. La imposición universalde ese parecer en todas las mentes occidentales, es obra de Galland.Que ello no quede en duda. Menos felices que nosotros, losárabes dicen tener en poco el original: ya conocen los hombres,las costumbres, los talismanes, los desiertos y los demonios queesas historias nos revelan.*En algún lugar de su obra, Rafael Cansinos Asséns jura quepuede saludar las estrellas en catorce idiomas clásicos y modernos.Burton soñaba en diecisiete idiomas y cuenta que dominótreinta y cinco: semitas, dravidios, indoeuropeos, etiópicos... Esecaudal no agota su definición: es un rasgo que concuerda con losdemás, igualmente excesivos. Nadie menos expuesto a la repetidaburla de Hudibras contra los» doctores capaces de no decir absolutamentenada en varios idiomas: Burton era hombre que teníamuchísimo que decir, y los setenta y dos volúmenes de su <strong>obras</strong>iguen diciéndolo. Destaco algunos títulos al azar: Goa y las MontañasAzules, 1851; Sistema de ejercicios de bayoneta, 1853; Relatopersonal de una peregrinación a Medina, 1855; Las regiones lacustresdel África Ecuatorial, 1860; La Ciudad de los Santos, 1861;Exploración de las mesetas del Brasil, 1869; Sobre un hermafroditade las islas del Cabo Verde, 1869; Cartas desde los campos debatalla del Paraguay, 1870; Última Thule o un verano en Islandia,1875; A la Costa de Oro en pos de oro, 1883; El Libro de la Espada(primer volumen), 1884; El jardín fragante de Nafzaui—obra postuma, entregada al fuego por Lady Burton, así como


402 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASuna Recopilación de epigramas inspirados por Priapo. El escritorse deja traslucir en ese catálogo: el capitán inglés que tenía lapasión de la geografía y de las innumerables maneras de ser unhombre, que conocen los hombres. No difamaré su memoria, comparándolocon Morand, caballero bilingüe y sedentario que subey baja infinitamente en los ascensores de un idéntico hotel internacionaly que venera el espectáculo de un baúl. . . Burton, disfrazadode afghán, había peregrinado a las ciudades santas deArabia: su voz había pedido al Señor que negara sus huesos y supiel, su dolorosa carne y su sangre, al Fuego de la Ira y de laJusticia; su boca, resecada por el samún, había dejado un besoen el aerolito que se adora en la Caaba. Esa aventura es célebre:el posible rumor de que un incircunciso, un nazraní, estaba profanandoel santuario, hubiera determinado su muerte. Antes, enhábito de derviche, había ejercido la medicina en El Cairo —nosin variarla con la prestidigitación y la magia, para obtener laconfianza de los enfermos. Hacia 1858, había comandado unaexpedición a las secretas fuentes del Nilo: cargo que lo llevó adescubrir el lago Tanganika. En esa empresa lo agredió una altafiebre; en 1855 los somalíes le atravesaron los carrillos con unalanza. (Burton venía de Harrar, que era ciudad vedada a loseuropeos, en el interior de Abisinia.) Nueve años más tarde, ensayóla terrible hospitalidad de los ceremoniosos caníbales delDahomé; a su regreso no faltaron rumores (acaso propalados, yciertamente fomentados, por él) de que había "comido extrañascarnes" —como el omnívoro procónsul de Shakespeare. x Los judíos,la democracia, el Ministro de Relaciones Exteriores y elcristianismo, eran sus odios preferidos; Lord Byron y el Islam,sus veneraciones. Del solitario oficio de escribir había hecho algo1 Aludo al Marco Antonio invocado por el apostrofe de César:.. .on the AlpsIt is reported, thou didst eat strange fleshWhich some did die to look on...En esas líneas, creo entrever algún invertido reflejo del mito zoológicodel basilisco, serpiente de mirada mortal. Plinio (Historia Natural, libro octavo,párrafo .33) nada nos dice de las aptitudes postumas de ese ofidio,pero la conjunción de las dos ideas de mirar y morir (vedi Napoli e poi morí)tiene que haber influido en Shakespeare.La mirada del basilisco era venenosa; la Divinidad, en cambio, puede .matar a puro esplendor —o a pura irradiación de mana. La visión directade Dios es intolerable. Moisés cubre su rostro en el monte Horeb, porquetuvo miedo de ver a Dios; Hákim, profeta del Jorasán, usó un cuádruplevelo de seda blanca para no cegar a los hombres. Cf. "también Isaías, VI, 5,y I Reyes. XIX, 18.


HISTORIA TJE LA ETERNIDAD 403valeroso y plural: lo acometía destle el alba, en un vasto salónmultiplicado por once mesas, cada una de ellas con el materialpara un libro —y alguna con un claro jazmín en un vaso de agua.Inspiró ilustres amistades y amores: de las primeras básteme nombrarla de Swinburne, que le dedicó la segunda serie de Poemsand Ballads —in recognition of a friendship which I must alwayscount among the highest honours of m,y Ufe— y que deploró sudeceso en muchas estrofas. Hombre de palabras y hazañas, bienpudo Burton asumir el alarde del Diván de Almotanabí:El caballo, el desierto, la noche me conocen,El huésped y la espada, el papel y la pluma.Se advertirá que desde el antropófago amateur hasta el poliglotodurmiente, no he rechazado aquellos caracteres de Richard Burtonque sin disminución de fervor podemos apodar legendarios.La razón, es clara: el Burton de la leyenda de Burton, es el traductorde las Noches. Yo he sospechado alguna vez que la distinciónradical entre la poesía y la prosa está en la muy diversa expectativade quien las lee: la primera presupone una intensidadque no se tolera en la última. Algo parecido acontece con la obrade Burton: tiene un prestigio previo con el que no ha logrado-competir ningún arabista. Las atracciones de lo prohibido le corresponden.Se trata de una sola edición, limitada a mil ejemplarespara mil suscritores del Burton Club, y que hay el compromisojudicial de no repetir. (La reedición de Leonard C. Smithers"omite determinados pasajes de un gusto pésimo, cuya eliminaciónna será lamentada por nadie"; la selección representativa deBennett Cerf —que simula ser integral— procede de aquel textopurificado.) Aventuro la hipérbole: recorrer las 1001 Noches enla traslación de Sir Richard no es menos increíble que recorrerlas"vertidas literalmente del árabe y comentadas" por Simbad elMarino.Los problemas que Burton resolvió son innumerables, pero unaconveniente ficción puede reducirlos a tres: justificar y dilatar sureputación de arabista;" diferir ostensiblemente de Lañe; interesara caballeros británicos del siglo diecinueve con la versión escritade cuentos musulmanes y orales del siglo trece. El primero de esospropósitos era tal vez» incompatible con el tercero; el segundo loindujo a una grave falta, que paso a declarar. Centenares de dísticosy canciones figuran en las Noches; Lañe (incapaz de mentirsalvo en lo referente a la carne) los había trasladado con precisión,en una prosa cómoda. Burton era poeta: en 1880 había hechoimprimir las Casidas, una rapsodia evolucionista que Lady Burtonsiempre juzgó muy superior a las Rubaiyát de FitzGerald... La*


404 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASsolución "prosaica" del rival no dejó de indignarlo, y optó porun traslado en versos ingleses -^procedimiento de antemano infeliz,ya que contravenía a su propia norma de total literalidad. El oído,por lo demás, quedó casi tan agraviado como la lógica. No es imposibleque esta cuarteta sea de las mejores que armó:A night whose stars refused to run their course,A night of those which never seefm outworn:Like Resurrection-day, of longsome lengthTo him that watched and waited for the morn. 1Es muy posible que la peor no sea ésta:A sun on wand in knoll of sand she showed,Ciad in her cramoisy-hued chemisette:Of her lips' honey-dew she gave me drinkAnd with her rosy cheeks quencht fire she set.He mencionado la diferencia fundamental entre el primitivoauditorio de los relatos y el club de suscritores de Burton. Aquélloseran picaros, noveleros, analfabetos, infinitamente suspicacesde lo presente y crédulos de la maravilla remota; éstos eran señoresdel West End, aptos para el desdén y la erudición y no parael espanto o la risotada. Aquéllos apreciaban que la ballena murieraal escuchar el grito del hombre; éstos, que hubiera hombresque dieran crédito a una capacidad mortal de ese grito. Los prodigiosdel texto —sin duda suficientes en el Kordofán o en Bulak,donde los proponían como verdades— corrían el albur de parecermuy pobres en Inglaterra. (Nadie requiere de la verdad que seaverosímil o inmediatamente ingeniosa: pocos lectores de la Vida yCorrespondencia de Carlos Marx reclaman indignados la simetríade las Contrerimes de Toulet o la severa precisión de un acróstico.)Para que los suscritores no se le fueran, Burton abundó en notasexplicativas "de las costumbres de los hombres islámicos". Cabeafirmar que Lañe había preocupado el terreno. Indumentaria,régimen cotidiano, prácticas religiosas, arquitectura, referenciashistóricas o alcoránicas, juegos, artes, mitología —eso ya estabaelucidado en los tres volúmenes del incómodo precursor. Faltaba,previsiblemente, la erótica. Burton (cuyo primer ensayo estilísticohabía sido un informe harto personal sobre los prostíbulos de1 También es memorable esta variación de los motivos de Abulbeca deRonda y Jorge Manrique:Where is the xvight who peopled in the pastHind-ldnd and Sind; and there the tyrant playea'!...


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 405Bengala) era desaforadamente capaz de tal adición. De las delectacionesmorosas en que paró, es buen ejemplo cierta nota arbitrariadel tomo séptimo, graciosamente titulada en el índice capotesmélancoliques. La Edinburgh Review lo acusó de escribir para elalbañal; la Enciclopedia Británica resolvió que una traslación integralera inadmisible, y que la de Edward Lañe "seguía insuperadapara un empleo realmente serio". No nos indigne demasiadoesa oscura teoría de la superioridad científica y documental dela expurgación: Burton cortejaba esas cóleras. Por lo demás, lasmuy poco variadas variaciones del amor físico no agotan la atenciónde su comentario. Éste es enciclopédico y montonero, y suinterés está en razón inversa de su necesidad. Así el volumen 6 (quetengo a la vista) incluye unas trescientas notas, de las que cabedestacar las siguientes: una condenación de las cárceles y unadefensa de los castigos corporales y de las multas; unos ejemplosdel respeto islámico por el pan; una leyenda, sobre la capilaridadde las piernas de la reina Belkís; una declaración de los cuatrocolores emblemáticos de la muerte; una teoría y práctica orientalde la ingratitud; el informe de que el pelaje overo es el queprefieren los ángeles, así como los genios el doradillo; un resumende la mitología de la secreta Noche del Poder o Noche de lasNoches; una denuncia de la superficialidad de Andrew Lang;una diatriba contra el régimen democrático; un censo de los nombresde Moháméd, en la Tierra, en el Fuego y en el jardín;una mención del pueblo amalecita, de largos años y de largaestatura; una noticia de las partes pudendas del musulmán, queen el varón abarcan del ombligo hasta la rodilla, y en la mujerde pies a cabeza; una ponderación del asa'o del gaucho argentino;un aviso de las molestias de la "equitación" cuando también lacabalgadura es humana; un grandioso proyecto de encastar monoscinocéfalos con mujeres y derivar así una subraza de buenos proletarios.A los cincuenta años, el hombre ha acumulado ternuras,ironías, obscenidades y copiosas anécdotas; Burton las descargóen sus notas.Queda el problema fundamental. ¿Cómo divertir a los caballerosdel siglo diecinueve con las novelas por entregas del siglo trece?Es harto conocida la pobreza estilística de las Noches. Burton,alguna vez, habla del "tono seco y comercial" de los prosistas árabes,en contraposición al exceso retórico de los persas; Littmann,el novísimo traductor, se acusa de haber interpolado palabrascomo preguntó, pidió, contestó, en cinco mil páginas que ignoranotra fórmula que dijo —invocada invariablemente. Burton prodigacon amor las sustituciones de ese orden. Su vocabulario no es menosdispar que sus notas. El arcaísmo convive con el argot, lajerga carcelaria o marinera con el término técnico. No se abo-


406 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASchorna de la gloriosa hibridación del inglés: ni el repertorio escandinavode Morris ni el latino de Johnson tienen su beneplácito,sino el contacto y la repercusión de los dos. El neologismoy los extranjerismos abundan: castrato, inconséquence, hauteur, ingloria, baguio, langue fourrée, pundonor, vendetta, Wazir. Gadauna de esas palabras debe ser justa, pero su intercalación importaun falseo. Un buen falseo, ya que esas travesuras verbales —y otrassintácticas— distraen el curso a veces abrumador de las Noches.Burton las administra: al comienzo traduce gravemente Sulayman,Son of David (on the twain he peace!); luego —cuando nos esfamiliar esa majestad— lo rebaja a Solomon Davidson. Hace deun rey que para los demás traductores es "rey de Samarcanda enPersia", a King of Samarcand in Barbarian-land; de un compradorque para los demás es "colérico", a man of wrath. Ello no estodo: Burton reescribe íntegramente —con adición de pormenorescircunstanciales y rasgos fisiológicos— la historia liminar y el final.Inaugura así, hacia 1885, un procedimiento cuya perfección (o cuyaredwptio ad absurdum) consideraremos luego en Mardrus. Siempreun inglés es más intemporal que un francés: el heterogéneoestilo de Burton se ha anticuado menos que el de Mardrus,que es de fecha notoria.2. EL DOCTOR MARDRUSDestino paradójico el de Mardrus. Se le adjudica la virtud moralde ser el traductor más veraz de las 1001 Noches, libro de admirablelascivia, antes escamoteada a los compradores por la buenaeducación de Galland o los remilgos puritanos de Lañe. Se venerasu genial literalidad, muy demostrada por el inapelable subtítuloVersión literal y completa del texto árabe y por la inspiraciónde escribir Libro de las mil noches y una noche. La historia deese nombre es edificante; podemos recordarla antes de revisara Mardrus.Las Praderas de oro y minas de piedras preciosas del Masudídescriben una recopilación titulada Hezár Afsane, palabras persascuyo recto valor es Mil aventuras, pero que la gente apoda Milnoches. Otro documento del siglo diez, el Fihrisí, narra la historialiminar de la serie: el juramento desolado del rey que cadanoche se desposa con una virgen que hace decapitar en el alba,y la resolución de Shahrazad que lo distrae con maravillosas historias,hasta que encima de los dos han rodado mil noches y ellale muestra su hijo. Esa invención —tan superior a las veniderasy análogas de la piadosa cabalgata de Chaucer o la epidemia deGiovani Boccacio— dicen que es posterior al título, y que se urdió


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 407con el fin de justificarlo. . . Sea lo que fuere, la primitiva cifrade 1000 pronto ascendió a ¡001. ¿Cómo surgió esa noche adicionalque ya es imprescindible, esa rnaquette de la irrisión de Quevedo—y luego de Voltaire— contra Pico de la Mirándola: Libro detodas las rosas y otras muchas más? Littmann sugiere una contaminaciónde la frase turca bin bir, cuyo sentido literal esmil y uno y cuyo empleo es muchos. Lañe, a principios de 1840,adujo una razón más hermosa: el mágico temor de las cifraspares. Lo cierto es que las aventuras del título no pararon ahí.Antoine Galland, desde 1704, eliminó la repetición del originaly tradujo Mil y una noches: nombre que ahora es familiar en'todas las naciones de Europa, salvo Inglaterra, que prefiere elde Noches árabes. En 1839 el editor de la impresión de Calcuta.W. H. Macnaghten, tuvo el singular escrúpulo de traducir Quitabalif laila ua laila por Libro de las mil noches y una noche. Esarenovación por deletreo no pasó inadvertida. John Payne, desde1882, comenzó a publicar su Book of ihe Thousand Nights and OneNight; el capitán Burton, desde 1885, su Book of the ThousandNights and. a Night; J. C. Mardrus, desde 1899, su Livre des millenuits et une nuit.Busco el pasaje que me hizo definitivamente dudar de laveracidad de este último. Pertenece a la historia doctrinal dela Ciudad de Latón, que abarca en todas las versiones el finde la noche 566 y parte de la 578, pero que el doctor Mardrusha remitido (el Ángel de su Guarda sabrá la causa) a las noches338-346. No insisto; esa reforma inconcebible de un calendarioideal no debe agotar nuestro espanto. Refiere Shahrazad-Mardrus:El agua seguía cuatro canales trazados en el piso de lasala con desvíos encantadores, y cada canal tenía un lecho decolor especial: el primer canal tenía un lecho de pórfido rosado;el segundo, de topacios; el tercero, de esmeraldas, y el cuarto, deturquesas; de modo que el agua se teñía según el lecho, y heridapor la atenuada luz que filtraban las sederías ^en la altura, proyectabasobre los objetos ambientes y los muros de mármol unadulzura de paisaje marino.Como ensayo de prosa visual a la manera del Retrato de DorianGray, acepto (y aun venero) esa descripción: como versión "literaly completa" de un pasaje compuesto en el siglo trece, repitoque me alarma infinitamente. Las razones son múltiples. UnaShahrazad sin Mardrus describe por enumeración de las partes,no por mutuas reacciones, y no alega detalles circunstancialescomo el del agua que trasluce el color de su lecho, y no definela calidad de la luz filtrada por la seda, y no alude al Salón deAcuarelistas en la imagen final. Otra pequeña grieta: desvíosencantadores no es árabe, es notoriamente francés. Ignoro si las


408 JORGE LtUS BORGES—OBRAS COMPLETASanteriores razones pueden satisfacer; a mí no me bastaron, y tuveel indolente agrado de compulsar las tres versiones alemanas deWeil, de Henning y de Litmann, y las dos inglesas de Lañe yde Sir Richard Burton. En ellas comprobé que el original delas diez líneas de Mardrus era éste: Las cuatro acequias desembocabanen una pila, que era de mármol de diversos colores.Las interpolaciones de Mardrus no son uniformes. Alguna vezson descaradamente anacrónicas —como si de golpe discutierala retirada de la misión Marchand. Por ejemplo: Dominabanuna ciudad de ensueño... Hasta donde abarcaba la vista fijaen los horizontes ahogados en la noche, cúpulas de palacios,terrazas de casas, serenos jardines, se escalonaban en aquel recintode bronce, y canales iluminados por el astro se paseabanen mil circuitos claros a la sombra de los macizos, mientras queallá en el fondo, un mar de metal contenía en su frío seno losfuegos del cielo reflejado. O ésta, cuyo galicismo no es menospúblico: Un magnífico tapiz de colores gloriosos de diestra lana,abría sus flores sin olor en un prado sin savia, y vivía toda lavida artificial de sus florestas llenas de pájaros y animales, sorprendidosen su exacta belleza natural y sus líneas precisas. (Ahílas ediciones árabes rezan: A los lados había tapices, con variedadde pájaros y de fieras, recamados en oro rojo y en plata blanca,pero con los ojos de perlas y de rubíes. Quien los miró, no dejóde maravillarse.)Mardrus no deja nunca de rnaravillarse de la pobreza de "colororiental" de las 1001 Noches. Con una persistencia no indignade Cecil B. de Mille, prodiga los visires, los besos, las palmerasy las lunas. Le ocurre leer, en las noches 570: Arribaron a unacolumna de piedra negra, en la que un hombre estaba enterradohasta las axilas. Tenía dos enormes alas y cuatro brazos: dosde los cuales eran como los brazos de los hijos de Adán y doscomo las patas de los leones, con las uñas de hierro. El pelo de sucabeza era semejante a las colas de los caballos y los ojos erancomo ascuas y tenia en la frente un tercer ojo que era como elojo del lince. Traduce lujosamente: Un atardecer, la caravanallegó ante una columna de piedra negra, a la que estaba encadenadoun ser extraño del que no se veía sobresalir más quemedio cuerpo, ya que el otro medio estaba enterrado en el suelo.Aquel busto que surgía de la tierra, parecía algún engendromonstruoso clavado ahí por la fuerza de las potencias infernales.Era negro y del tamaño del tronco de una vieja palmeradecaída, despojada de sus palmas. Tenía dos enormes alas negrasy cuatro manos de las cuales dos eran semejantes a las patasuñosas de los leones. Una erizada cabellera de crines ásperascomo cola de onagro se movía salvajemente sobre su cráneo


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 409espantoso. Bajo los arcos orbitales llameaban dos pupilas rojas,en tanto que la frente de dobles cuernos estaba taladrada por unojo único, que se abría inmóvil y fijo, lanzando resplandoresverdes como la mirada de los tigres y las panteras.Algo más tarde escribe: El bronce de las murallas, las pedreríasencendidas de las cúpulas, las terrazas candidas, los canales yiodo el mar, así como las sombras proyectadas hacia Occidente,se casaban bajo la brisa nocturna y la luna mágica. Mágica, paraun hombre del siglo trece, debe haber sido una calificación muyprecisa, no el mero epíteto mundano del galante doctor... Yosospecho que el árabe no es capaz de una versión "literal y completa"del párrafo de Mardrus, así como tampoco lo es el latín,o el castellano de Miguel de Cervantes.En dos procedimientos abunda el libro de las 1001 Noches:uno, puramente formal, la prosa rimada; otro, las predicacionesmorales. El primero, conservado por Burton y por Littmann, correspondea las animaciones del narrador: personas agraciadas,palacios, jardines, operaciones mágicas, menciones de la Divinidad,puestas de sol, batallas, auroras, principios y finales decuentos. Mardrus, quizá misericordiosamente, lo omite. El segundorequiere dos facultades: la de combinar con majestad palabrasabstractas y la de proponer sin bochorno un lugar común. Delas dos carece Mardrus. De aquel versículo que Lañe, memorablementetradujo: And in this palace is ihe last Informationrespecting lords collecled in ihe dust, nuestro doctor apenas extrae:¡Pasaron, todos aquellos! Tuvieron apenas tiempo de reposara la sombra de mis torres. La confesión del ángel: Estoyaprisionado por el Poder¿ confinado por el Esplendor, y castigadomientras el Eterno lo mande, de quien son la Fuerza y la Gloria,es para el lector de Mardrus: Aquí estoy encadenado por laFuerza Invisible hasta la extinción de los siglos.Tampoco la hechicería tiene en Mardrus un coadjutor debuena voluntad. Es incapaz de mencionar lo sobrenatural sinalguna sonrisa. Finge traducir, por ejemplo: Un día que el califaAbdelmélik, oyendo hablar de ciertas vasijas de cobre antiguocuyo contenido era una extraña humareda negra de forma diabólica,se maravillaba en extremo y parecía poner en duda larealidad de hechos tan notorios, hubo de intervenir el viajeroTálib ben-Sahl. En ese párrafo (que pertenece, como los demásque alegué, a la Historia de la Ciudad de Latón, que es de imponenteBronce en Mardrus) el candor voluntario de tan notoriosy la duda más bien inverosímil del califa Abdelmélik, son dosobsequios personales del traductor.Continuamente, Mardrus quiere completar el trabajo que loslánguidos árabes anónimos descuidaron. Añade paisajes art-nou-


410 JORGE LUÍS BORGES—OBRAS COMPLETASvean, buenas obscenidades, breves interludios cómicos, rasgoscircunstanciales, simetrías, mucho orientalismo visual. Un ejemplode tantos: en la noche 573, el gualí Muza Bennuseir ordenaa sus herreros y carpinteros la construcción de una escaleramuy fuerte de madera y de hierro. Mardrus (en su noche 344)reforma ese episodio insípido, agregando que los hombres delcampamento buscaron ramas secas, las mondaron con los alfanjesy los cuchillos, y las ataron con los turbantes, los cinturones,las cuerdas de los camellos, las cinchas y las guarnicionesde cuero, hasta construir una escalera muy alta que arrimarona la pared, sosteniéndola con piedras por todos lados... Engeneral, cabe decir que Mardrus no traduce las palabras sinolas representaciones del libro: libertad negada a los traductores,pero tolerada en los dibujantes —a quienes les permiten la adición de rasgos de ese orden. . . Ignoro si esas diversiones sonrientesson las que infunden a la obra ese aire tan feliz, ese airede patraña personal, no de tarea de mover diccionarios. Sólo meconsta que la "traducción" de Mardrus es la más legible detodas —después de la incomparable de Burton, que tampoco esveraz. (En ésta, la falsificación es de otro orden. Reside en elempleo gigantesco de un inglés charro, cargado de arcaísmos ybarbarismos.)*Deploraría (no por Mardrus, por mí) que en las comprobacionesanteriores se leyera un propósito policial. Mardrus es elúnico arabista de cuya gloria se encargaron los literatos, con tandesaforado éxito que ya los mismos arabistas saben quién es. AndréGide fue efe Jos primeros en elogiarlo, en agosto de 1899; nopienso que Cancela y Capdevila serán los últimos. Mi fin no esdemoler esa admiración, es documentarla. Celebrar la fidelidadde Mardrus es omitir el alma de Mardrus, es no aludir siquieraa Mardrus. Su infidelidad, su infidelidad creadora y feliz, es loque nos debe importar.3. ENNO L1TTMANNPatria de una famosa edición árabe de las ¡001 Noches, Alemaniase puede (vana) gloriar de cuatro versiones: la del "bibliotecarioaunque israelita" Gustavo Weil —la adversativa está en las páginascatalanas de cierta Enciclopedia—; la de Max Henning, traductordel Curan; la del hombre de letras Félix Paul Greve;la de Ermo Littmann, descifrador de las inscripciones etiópic?


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 411de la fortaleza de Axum. Los cuatro volúmenes de la primera(1839-1842) son los más agradables, ya que su autor —desterradodel África y del Asia por la disentería— cuida de mantener o desuplir el estilo oriental. Sus interpolaciones me merecen todorespeto. A unos intrusos en una reunión les hace decir: Noquerernos parecemos a la mañana, que dispersa las fiestas. Deun generoso rey asegura: El juego que arde para sus huéspedestrae a la memoria el Infierno y el rocío de su mano benignaes como el Diluvio; de otro nos dice que sus manos eran tanliberales como el mar. Esas buenas apocrifidades no son indignasde Burton o Mardrus, y el traductor las destinó a las partes enverso —donde su bella animación puede ser un Ersatz o sucedáneode las rimas originales. En lo que se refiere a la prosa, entiendoque la tradujo tal cual, con ciertas omisiones justificadas, equidistantesde la hipocresía y del impudor. Burton elogió su trabajo—"todo lo fiel que puede ser una traslación de índolepopular". No en vano era judío el doctor Weil "aunque bibliotecario";en su lenguaje creo percibir algún sabor de las Escrituras.La segunda versión (1895-1897) prescinde de los encantosde la puntualidad, pero también de los del estilo. Hablo de lasuministrada por Henning, arabista de Leipzig, a la Universalbibliothekde Philipp Reclam. Se trata de una versión expurgada,aunque la casa editorial diga lo contrario. El estilo es insípido,tesonero. Su más indiscutible virtud debe ser la extensión. Lasediciones de Bulak y de Breslau están representadas, amén de losmanuscritos de Zotenberg y de las Noches Suplementales de Burton.Henning traductor de Sir Richard es literariamente superiora Henning traductor del árabe, lo cual es una mera confirmaciónde la primacía de Sir Richard sobre los árabes. En el prefacioy en la terminación de la obra abundan las alabanzas de Burton—casi desautorizadas por el informe de que éste manejó "ellenguaje de Chaucer, equivalente al árabe medieval". La indicaciónde Chaucer como una de las fuentes del vocabulario deBurton hubiera sido más razonable. (Otra es el Rabelais de SirThomas Urquhart.)La tercer versión, la de Greve, deriva de la inglesa de Burtony la repite, con exclusión' de las enciclopédicas notas. Lapublicó antes de la guerra el Insel-Verlag.La cuarta (1923-1928) viene a suplantar la anterior. Abarca •seis volúmenes como aquélla, y la firma Enno Littmann: descifradorde los monumentos de Axum, enumerador de los 283manuscritos etiópicos que hay en Jerusalén, colaborador de laZeitschrift für Assyriologie. Sin las demoras complacientes deBurton, su traducción es de una franqueza total. No lo retraen


4)2 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASlas obscenidades más inefables: las vierte a su tranquilo alemán,alguna rara vez al latín. No omite una palabra, ni siquiera lasque registran —1000 veces— el pasaje de cada noche a la subsiguiente.Desatiende o rehusa el color local; ha sido menesteruna indicación de los editores para que conserve el nombre deAlá, y no lo sustituya por Dios. A semejanza de Burton y de JohnPayne, traduce en verso occidental el verso árabe. Anota ingenuamenteque si después de la advertencia ritual "Fulano pronuncióestos versos" viniera un párrafo de prosa alemana, suslectores quedarían desconcertados. Suministra las notas necesariaspara la buena inteligencia del texto: una veintena por volumen,todas lacónicas. Es siempre lúcido, legible, mediocre. Sigue (nosdicen) la respiración misma del árabe. Si no hay error en laEnciclopedia Británica, su traducción es la mejor de cuantascirculan. Oigo que los arabistas están de acuerdo; nada importaque un mero literato ~y ése, de la República meramente Argentina—prefiera disentir.Mi razón es ésta: las versiones de Burton y de Mardrus, yaun la de Galland, sólo se dejan concebir después de unaliteratura. Cualesquiera sus lacras o sus méritos, esas <strong>obras</strong> característicaspresuponen un rico proceso anterior. En algún modo,el casi inagotable proceso inglés está adumbrado en Burton —ladura obscenidad de John Donne, el gigantesco vocabulario deShakespeare y de Cyril Tourneur, la aficción arcaica de Swinburne,la crasa erudición de los tratadistas del mil seiscientos, laenergía y la vaguedad, el amor de las tempestades y de la magia.En los risueños párrafos de Mardrus conviven Salammbó y Lafontaine,el Manequi de Mimbre y el ballet ruso. En Littmann,incapaz como Washington de mentir, no hay otra cosa que laprobidad de Alemania. Es tan poco, es poquísimo. El comerciode las Noches y de Alemania debió producir algo más.Ya en el terreno filosófico, ya en el de las novelas, Alemaniaposee una literatura fantástica —mejor dicho, sólo posee unaliteratura fantástica. Hay maravillas en las Noches que me gustaríaver repensadas en alemán. Ai formular ese deseo, piensoen los deliberados prodigios del repertorio —los todopoderososesclavos de una lámpara o de un anillo, la reina Lab que conviertea los musulmanes en pájaros, el barquero de cobre con talismanesy fórmulas en el pecho— y en aquellas más generalesque proceden de su índole colectiva, de la necesidad de completarmil y una secciones. Agotadas las magias, los copistas debieronrecurrir a noticias históricas o piadosas, cuya inclusión pareceacreditar la buena fe del resto. En un mismo tono convivenel rubí que sube hasta el cielo y la primera descripción deSumatra, los rasgos de la corte de los Abbasidas y los ángeles


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 413de plata cuyo alimento es la justificación del Señor. Esa mezclaqueda poética; digo lo mismo de ciertas repeticiones. ¿No esportentoso que en la noche 602 el rey Shahriar oiga de boca de lareina su propia historia? A imitación del marco general, un cuentosuele contener otros cuentos, de extensión no menor: escenasdentro de la escena como en la tragedia de Hamlet, elevacionesa potencia del sueño. Un arduo y claro verso de Tennysonparece definirlos:Laborious orient ivory, sphere in spherePara mayor asombro, esas cabezas adventicias de la Hidrapueden ser más concretas que el cuerpo: Shahriar, fabuloso rey"de las Islas de la China y del Indostán" recibe nuevas de TárikBenzeyad, gobernador de Tánger y vencedor en la batalla delGuadalete... Las antesalas se confunden con los espejos, la máscaraestá debajo del rostro, ya nadie sabe cuál es el hombreverdadero y cuáles sus ídolos. Y nada de eso importa; ese desordenes trivial y aceptable como las invenciones del entresueño.El azar ha jugado a las simetrías, al contraste, a la digresión.¿Qué no haría un hombre, un Kafka, que organizara y acentuaraesos juegos, que los rehiciera según la deformación alemana,según la Unheimlichkeit de Alemania?Adrogué, 1935.Entre los libros compulsados, debo enumerar los que siguen:Les Mille et une Nuits, contes árabes traduits par Galland. París, s. f.The Thousand and One Nights, commonly called The Arabian Nights Entertainments.A new translation from the Arabic, by E. W. Lañe, London,1839.The Book of the Thousand Nights and a Night. A plain and literal translationby Richard F. Burton. London (?), s. £. Vols. VI, VII, VIII.The Arabian Nights. A complete (sic) and unabridged selection £rom thefamoüs literal translation of R. F. Burton, New York, 1932.Le Livre des Mille Nuits et Une Nuit. Traduction littérale et complete dutexte árabe, par le Dr. J. C. Mardrus. París, 1906.Tausend und eine Nacht. Aus dem Arabischen übertragen von Max Henning.Leipzig, 1897.Die Erzáhlungen aus den Tausendundein Nachten. Nach dem arabischenUrtext der Calcuttaer Ausgabe vom Jahre 1839 übertragen von Enno Littmann.Leipzig, 1928.


414 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASDOSNOTASEL ACERCAMIENTO A ALMOTASIMPhillip Guedalla escribe que la novela The Approach to Al-Mu'tasimdel abogado Mir Bahadur Alí, de Bombay, "es una combinaciónalgo incómoda (a rather uncomfortable combination) de esospoemas alegóricos del Islam que raras veces dejan de interesara su traductor y de aquellas novelas policiales que inevitablementesuperan a John H. Watson y perfeccionan el horror de lavida humana en las pensiones más irreprochables de Brighton".Antes, Mr. Cecil Roberts había denunciado en el libro de Bahadur"la doble, inverosímil tutela de Wilkie Collins y del ilustrepersa del siglo doce, Ferid Eddin Attar" —tranquila observaciónque Guedalla repite sin novedad, pero en un dialecto colérico.Esencialmente, ambos escritores concuerdan: los dos indican elmecanismo policial de la obra, y su undercurrent místico. Esahidridación puede movernos a imaginar algún parecido conChesterton; ya comprobaremos que no hay tal cosa.La editio princeps del Acercamiento a Almotásim apareció enBombay, a fines de 1932. El papel era casi papel de diario; lacubierta anunciaba al comprador que se trataba de la primeranovela policial escrita por un nativo de Bombay City. En pocosmeses, el público agotó cuatro impresiones de mil ejemplares cadauna. La Bombay "Quarterly Review, la Bombay Gazette, la CalcuttaReview, la Hin&ustan Review (de Alahabad) y el CalcuttaEnglishman, dispensaron su ditirambo. Entonces Bahadur publicóuna edición ilustrada que tituló The Conversation with the ManCallea Al-Mu'tasim y que subtituló hermosamente: A Game withShifting Mirrors (Un juego con espejos que se desplazan). Esaedición es la que acaba de reproducir en Londres Víctor Gollancz,con prólogo de Dorothy L. Sayers y con omisión —quizá misericordiosa—de las ilustraciones. La tengo a la vista; no helogrado juntarme con la primera, que presiento muy superior. Aello me autoriza un apéndice, que resume la diferencia fundamentalentre la versión primitiva de 1932 y la de 1934. Antesde examinarla —y de discutirla— conviene que yo indique rápida^mente el curso general de la obra.Su protagonista visible —no se nos dice nunca su nombre— esestudiante de derecho en Bombay. Blasfematoriamente, descreede la fe islámica de sus padres, pero al declinar la décima


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 415noche de la luna "de muharram, se halla en el centro de untumulto civil entre musulmanes e hindúes. Es noche de tamborese invocaciones: entre la muchedumbre adversa, los grandespalios de papel de la procesión musulmana se abren camino. Unladrillazo hindú vuela de una azotea; alguien hunde un puñalen un vientre; alguien ¿musulmán, hindú? muere y es pisoteado.Tres mil hombres pelean: bastón contra revólver, obscenidadcontra imprecación, Dios el indivisible contra los Dioses. Atónito,el estudiante librepensador entra en el motín. Con las desesperadasmanos, mata (o piensa haber matado) a un hindú. Atronadora,ecuestre, semidormida, la policía del Sirkar interviene conrebencazos imparciales. Huye el estudiante, casi bajo las patasde los caballos. Busca los arrabales últimos. Atraviesa dos víasferroviarias, o dos veces la misma vía. Escala el muro de undesordenado jardín, con una torre circular en el fondo. Unachusma de perros color de luna (a lean and evil mob of mooncolouredhounds) emerge de los rosales negros. Acosado, buscaamparo en la torre. Sube por una escalera de fierro —faltanalgunos tramos— y en la azotea, que tiene un pozo renegridoen el centro, da con un hombre escuálido, que está orinandovigorosamente en cuclillas, a la luz de la luna. Ese hombre leconfía que su profesión es robar los dientes de oro de los cadáveres,trajeados de blanco que los parsis dejan en esa torre. Diceotras cosas viles y menciona que hace catorce noches que no sepurifica con bosta de búfalo. Habla con evidente rencor de ciertosladrones de caballos de Guzerat, "comedores de perros y de lagartos,hombres al cabo tan infames como nosotros dos". Estáclareando: en el aire hay un vuelo bajo de buitres gordos. Elestudiante, aniquilado, se duerme; cuando despierta, ya con elsol bien alto, ha desaparecido el ladrón. Han desaparecido tambiénun par de cigarros de Trichinópolis y unas rupias de plata.Ante las amenazas proyectadas por la noche anterior, el estudianteresuelve perderse en la India. Piensa que se ha mostradocapaz de matar un idólatra, pero no de saber con certidumbresi el musulmán tiene más razón que el idólatra. El nombre deGuzerat no lo deja, y el de una malka-sansi (mujer de casta deladrones) de Palanpur, muy preferida por las imprecaciones yel odio del despojador de cadáveres. Arguye que el rencor de unhombre tan minuciosamente vil importa un elogio. Resuelve—sin mayor esperanza— buscarla. Reza, y emprende con seguralentitud el largo camino. Así acaba el segundo capítulo de laobra.Imposible trazar las peripecias de los diecinueve restantes. Hayuna vertiginosa pululación de dramatis personae —para no hablarde una biografía que parece agotar los movimientos del espíritu


416 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAShumano (desde la infamia hasta la especulación matemática) yde una peregrinación que comprende la vasta geografía delIndostán. La historia comenzada en Bombay sigue en las tierrasbajas de Palanpur, se demora una tarde y una noche en lapuerta de piedra de Bikanir, narra la muerte de un astrólogociego en un albañal de Benares, conspira en el palacio multiformede Katmandú, reza y fornica en el hedor pestilencial de Calcuta,en el Machua Bazar, mira nacer los días en el mar desde unaescribanía de Madras, mira morir las tardes en el mar desde unbalcón en el estado de Travancor, vacila y mata en Indapur ycierra su órbita de leguas y de años en el mismo Bombay, a pocospasos del jardín de los perros color de luna. El argumento eséste: Un hombre, el estudiante incrédulo y fugitivo que conocemos,cae entre gente de la clase más vil y se acomoda a ellos,en una especie de certamen de infamias. De golpe —con el milagrosoespanto de Robinson ante la huella de un pie humano enla arena— percibe alguna mitigación de infamia: una ternura,una exaltación, un silencio, en uno de los hombres aborrecibles."Fue como si hubiera terciado en el diálogo un interlocutor máscomplejo." Sabe que el hombre vil que está conversando con éles incapaz de ese momentáneo decoro; de ahí postula que éste hareflejado a un amigo, o amigo o amigo de un amisto. Repensandoel problema, llega a una convicción misteriosa: En algún puntode la tierra hay un hombre de quien procede esa claridad; enalgún punto de la tierra está el hombre que es igual a esa claridad.El estudiante resuelve dedicar su vida a encontrarlo.Ya el argumento general se entrevé: La insaciable buscade un alma a través de los delicados reflejos que ésta ha dejadoen otras: en el principio, el tenue rastro de una sonrisa o deuna palabra; en el fin, esplendores diversos y crecientes de larazón, de la imaginación y del bien. A medida que los hombresinterrogados han conocido más de cerca a Almotásim, su porcióndivina es mayor, pero se entiende que son meros espejos. El tecnicismomatemático es aplicable: la cargada novela de Bahadures una progresión ascendente, cuyo término final es el presentido"hombre que se llama Almotásim". El inmediato antecesor deAlmotásim es un librero persa de suma cortesía y felicidad; el queprecede a ese librero es un santo... Al cabo de los años, elestudiante llega a una galería "en cuyo fondo hay una puerta yuna estera barata con muchas cuentas y atrás un resplandor". Elestudiante golpea las manos una y dos veces y pregunta por Almotásim.Una voz de hombre —la increíble voz de Almotásim—lo insta a pasar. El estudiante descorre la cortina y avanza. Enese punto la novela concluye.Si no me engaño, la buena ejecución de tal argumento impone


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 417dos obligaciones al escritor: una, la variada invención de rasgosproféticos; otra, la de que el héroe prefigurado por esos rasgosno sea una mera convención o fantasma. Bahadur satisface laprimera; no sé hasta Sonde la segunda. Dicho sea con otras palabras:el inaudito y no mirado Almotásim debería dejarnos laimpresión de un carácter real, no de un desorden de superlativosinsípidos. En la versión de 1932, las notas sobrenaturales ralean:"el hombre llamado- Almotásim" tiene su algo de símbolo, perono 'carece de rasgos idiosincrásicos, personales. Desgraciadamente,esa buena conducta literaria no perduró. En la versión de 1934—la que tengo a la vista— la novela decae en alegoría: Almotásimes emblema de Dios y los puntuales itinerarios del héroeson de algún modo los progresos del alma en el ascenso místico.Hay pormenores afligentes: un judío negro de Kochín que hablade Almotásim, dice que su piel es oscura; un cristiano lo describesobre una torre con los brazos abiertos; un lama rojo lo recuerdasentado "como esa imagen de manteca de yak que yo modeléy adoré en el monasterio de Tashilhunpo". Esas declaracionescjuieren insinuar un Dios unitario que se acomoda a las desigualdadeshumanas. La idea es poco estimulante, a mi ver. No dirélo mismo de esta otra: la conjetura de que también el Todopoderosoestá en busca de Alguien, y ese Alguien de Alguien superior(o simplemente imprescindible e igual) y así hasta el Fin—o mejor, el Sinfín— del Tiempo, o en forma cíclica. Almotásim(el nombre de aquel octavo Abbasida que fue vencedor en ochobatallas, engendró ocho varones y ocho mujeres, dejó ocho milesclavos y reinó durante un espacio de ocho años, de ocho lunasy de ocho días) quiere decir etimológicamente El buscador deamparo. En la versión de 1932, el hecho de que el objeto de laperegrinación fuera un peregrino, justificaba de oportuna manerala dificultad de encontrarlo; en la de 1934, da lugar a la teologíaextravagante que declaré. Mir Bahadur Alí, lo hemos visto, esincapaz de soslayar la más burda de las tentaciones del arte:la de ser un genio.Releo lo anterior y temo no haber destacado bastante lasvirtudes del libro. Hay rasgos muy civilizados: por ejemplo, ciertadisputa del capítulo diecinueve en la que se presiente que esamigo de Almotásim un contendor que no rebate los sofismasdel otro, "para no tener razón de un modo triunfal".*Se entiende que es honroso que un libro actual derive de unoantiguo; ya que a nadie le gusta (como dijo Johnson) debernada a sus contemporáneos. Los repetidos pero insignificantes


418 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAScontactos del Ulises de Joyce con la Odisea homérica, siguenescuchando —nunca sabré por qué— la atolondrada admiraciónde la crítica; los de la novela de Bahadur con el veneradoColoquio de los pájaros de Farid ud-din Attar, conocen el nomenos misterioso aplauso de Londres, y aun de Alahabad yCalcuta. Otras derivaciones no faltan. Algún inquisidor ha enumeradociertas analogías de la primera escena de la novela conel relato de Kipling On the City Wall; Bahadur las admite, peroalega que sería muy anormal que dos pinturas de la décimanoche de muharram no coincidieran... Eliot, con más justicia,recuerda los setenta cantos de la incompleta alegoría The FaerieQueene en los que no aparece una sola vez la heroína, Gloriana—como lo hace notar una censura de Richard William Church.Yo, con toda humildad, señalo un precursor lejano y posible:el cabalista de Jerusalén, Isaac Luria, que en el siglo xvi propalóque el alma de un antepasado o maestro puede entrar en elalma de un desdichado, para confortarlo o instruirlo. Ibbúrse llama esa variedad de la metempsícosis. x1 En el decurso de esta noticia, me he referido al Mantiq al-Tayr (Coloquiode los pájaros) del místico persa Farid ai-Din Abú Talib Muhámmadben Ibrahim Attar, a quien mataron los soldados de Tule, hijo de ZingisJan, cuando Nishapur fue expoliada. Quizá no huelgue resumir el poema.El remoto rey de los pájaros, el Simurg, deja caer en el centro de la Chinauna pluma espléndida; los pájaros resuelven buscarlo, hartos de su antiguaanarquía. Saben que el nombre de su rey quiere decir treinta pájaros; sabenque su alcázar está en el Kaf, la montaña circular que rodea la tierra.Acometen la casi infinita aventura; superan siete valles, o mares; el nombredel penúltimo es Vértigo; el último se llama Aniquilación. Muchos peregrinosdesertan; otros perecen. Treinta, purificados por los trabajos, pisan lamontaña del Simurg. Lo contemplan al fin: perciben que ellos son el Simurgy que el Simurg es cada uno de ellos y todos. (También Plotino—Enéadas, V, 8, 4— declara una extensión paradisíaca del principio deidentidad: Todo, en el cielo inteligible, está en todas partes^ Cualquier cosaes todas las cosas. El sol es todas las estrellas, y cada estrella es todas lasestrellas y el sol.) El Mantiq al-Tayr ha sido vertido al francés por Garcínde Tassy; al inglés por Edward FitzGerald; para esta nota he consultado eldécimo tomo de las iooi Noches de Burton y la monografía The PersianMystics: Attar (1932) de Margaret Smith.Los contactos de este poema con la novela de Mir Bahadur Alí no sonexcesivos. En el vigésimo capítulo, unas palabras atribuidas por un libreropersa a Almotásim son quizá, la magnificación de otras que ha dicho elhéroe; esa y otras ambiguas analogías pueden significar la identidad delbuscado y del buscador; pueden también significar que éste influye enaquél. Otro capítulo insinúa que Almotásim es el "hindú" que el estudiantecree haber matado.


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 419ARTE DE INJURIARUn estudio preciso y fervoroso de' los otros géneros literarios,me dejó creer que la vituperación y la burla valdrían necesariamentealgo más. El agresor (me dije) sabe que el agredido seráél, y que "cualquier palabra que pronuncie podrá ser invocadaen su contra", según la honesta prevención de los vigilantes deScotland Yard. Ese temor lo obligará a especiales desvelos, de losque suele prescindir en otras ocasiones más cómodas. Se querráinvulnerable, y en determinadas páginas lo será. El cotejo delas buenas indignaciones de Paul Groussac y de sus panegíricosturbios —para no citar los casos análogos de Swift, de Johnsony Voltairé— inspiró o ayudó esa imaginación. Ella se disipócuando dejé la complacida lectura de esos escarnios por la investigaciónde su método.Advertí en seguida una cosa: la justicia fundamental y eldelicado error dé mi conjetura. El burlador procede con desvelo,efectivamente, pero con un desvelo de tahúr que admite lasficciones de la baraja, su corruptible cielo constelado de personasbicéfalas. Tres reyes mandan en el poker y no significan nadaen el truco. El polemista no es menos convencional. Por lodemás, ya las recetas callejeras de oprobio ofrecen una ilustrativamaquette de lo que puede ser la polémica. El hombre de Corrientesy Esmeralda adivina la misma profesión en las madresde todos, o quiere que se muden en seguida a una localidad muygeneral que tiene varios nombres, o remeda un tosco sonido—y una insensata convención ha resuelto que el afrentado poresas aventuras no es él, sino el atento y silencioso auditorio. Nisiquiera un lenguaje se necesita. Morderse el pulgar o tomarel lado de la pared (Sampson: / will take the wall of any manor maid of Montague's. Abram: Do yon hite your thumh at us,sir?) fueron, hacia 1592, la moneda legal del provocador, en laVerona fraudulenta de Shakespeare y en las cervecerías y lupanaresy reñideros de oso en Londres. En las escuelas del Estado,el pito catalán y la exhibición de la lengua rinden ese servicio.Otra denigración muy general es el término perro. En la noche146 del Libro de las mil noches y una, pueden aprender losdiscretos que el hijo del león fue encerrado en un cofre sin salidapor el hijo de Adán, que lo reprendió de este modo: El destinote ha derribado y no te pondrá de pie la cautela, oh perro deldesierto.Un alfabeto convencional del oprobio define también a lospolemistas. El título señor, de omisión imprudente o irregularen el comercio oral de los hombres, es denigrativo cuando lo


420 JORGE* LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASestampan. Doctor es otra aniquilación. Mencionar los sonetoscometidos por el doctor Lugones, equivale a medirlos mal parasiempre, a refutar cada una de sus metáforas. A la primeraaplicación de doctor, muere el semidiós y queda un. vano caballeroargentino que usa cuellos postizos de papel y se hace rasurardía por medio y puede fallecer de una interrupción en las' víasrespiratorias. Queda la central e incurable futilidad de todoser humano. Pero los sonetos quedan también, con música queespera. (Un italiano, para despejarse de Goethe, emitió un breveartículo donde no se cansaba de apodarlo il signore Wolfgang.Esto era casi una adulación, pues equivalía a desconocer queno faltan argumentos auténticos contra Goethe).Cometer un soneto, emitir artículos. El lenguaje es un repertoriode esos convenientes desaires, que hacen el gasto principalen las controversias. Decir que un literato ha expelido un libroo lo ha cocinado o gruñido, es una tentación harto fácil; quedanmejor los verbos burocráticos o tenderos: despachar, dar curso,expender. Esas palabras áridas se combinan con otras efusivas, yla vergüenza del contrario es eterna. A una interrogación sobre unmartiliero que era, sin embargo, declamador, alguien inevitablementecomunicó que estaba rematando con energía la DivinaComedia. El epigrama no es abrumadoramente ingenioso, perosu mecanismo es típico. Se trata (como en todos los epigramas)de una mera falacia de confusión. El verbo rematar (redobladopor el adverbio con energía) deja entender que el acriminadoseñor es un irreparable y sórdido martiliero, y que su diligenciadantesca es un disparate. El auditor acepta el argumento sinvacilar, porque no se lo proponen como argumento. Bien formulado,tendría que negarle su fe. Primero, declamar y subastarson actividades afines. Segundo, la antigua vocación de declamadorpudo aconsejar las tareas del martiliero, por el buenejercicio de hablar en público.Una de las tradiciones satíricas (no despreciada ni por MacedonioFernández ni por Quevedo ni por George Bernard Shaw)es la inversión incondicional de los términos. Según esa recetafamosa, el médico es inevitablemente acusado de profesar lacontaminación y la muerte; el escribano, de robar; el verdugo,de fomentar la longevidad; los libros de invención, de adormecero petrificar al lector; los judíos errantes, de parálisis; el sastre,de nudismo; el tigre y el caníbal, de no perdonar el ruibarbo.Una variedad de esa tradición es el dicho inocente. Por ejemplo:El festejado catre de campaña debajo del cual el general ganó labatalla. O: Un encanto el último film del ingenioso directorRene Clair. Cuando nos despertaron...Otro método servicial es el cambio brusco. Verbigracia: Un


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 421joven sacerdote de la Belleza, una mente adoctrinada de luzhelénica, un exquisito; un verdadero hombre de gusto (a ratón).Asimismo esta copla de Andalucía, que en un segundo pasa de lainformación al asalto:Veinticinco palillosTiene una silla,¿Quieres que te la rompaEn las costillas'?Repito lo formal de ese juego, su contrabando pertinaz deargumentos necesariamente confusos. Vindicar realmente unacausa y prodigar las exageraciones burlescas, las falsas caridades,las concesiones traicioneras y el paciente desdén, no son actividades,incompatibles, pero sí tan diversas que nadie las ha conjugadohasta ahora. Busco ejemplos ilustres. Empeñado en lademolición de Ricardo Rojas, ¿qué hace Groussac? Esto quecopio y que todos los literatos de Buenos Aires han paladeado.Es asi cómo, verbigracia, después de oídos con resignación, doso tres fragmentos en prosa gerundiana de cierto mamotreto públicamenteaplaudido por los que apenas lo han abierto, me consideroautorizado para no seguir adelante, ateniéndome, porahora, a los sumarios o índices de aquella copiosa historia de loque orgánicamente nunca existió. Me refiero especialmente ala primera y más indigesta parte de la mole (ocupa tres tomosde los cuatro): balbuceos de indígenas o mestizos. . . Groussac, enese buen malhumor, cumple con el más ansioso ritual del juegosatírico. Simula que lo apenan los errores del adversario (despuésde oídos con resignación); deja entrever el espectáculo de unacólera brusca (primero la palabra mamotreto, después la mole);so vale de términos laudatorios para agredir (esa historia copiosa)en fin, juega como quien es. No comete pecados en la sintaxis,que es eficaz, pero sí en el argumento que indica. Reprobar unlibro por el tamaño, insinuar que quién va a animársele a eseladrillo y acabar profesando indiferencia por las zonceras de unoschinos y unos mulatos, parece una respuesta de compadrito, node Groussac.Copio otra celebrada severidad del mismo escritor: Sentiríamosque la circunstancia' de haberse puesto en venta el alegato deldoctor Pinero, fuera un obstáculo serio para su difusión, y queeste sazonado fruto de un año y medio de vagar diplomática selimitara a causar "impresión" en la casa de Coni. Tal no sucederá,Dios mediante, y al menos en cuanto penda de nosotros, nose cumplirá tari melancólico destino. Otra vez el aparato de lapiedad; otra vez la diablura de la sintaxis. Otra vez, también,


422 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASla banalidad portentosa de la censura: reírse de los pocos interesadosque puede congregar un escrito y de su pausada elaboración.Una vindicación elegante de esas miserias puede invocar latenebrosa raíz de la sátira. Ésta (según la más reciente seguridad)se derivó de las maldiciones mágicas de la ira, no de razonamientos.Es la reliquia de un inverosímil estado, en que laslesiones hechas al nombre caen sobre el poseedor. Al ángel Satanail,rebelde primogénito del Dios que adoraron los bogomiles,le cercenaron la partícula il, que. aseguraba su corona, su esplendory su previsión. Su morada actual es el fuego, y su huéspedla ira del Poderoso. Inversamente narran los cabalistas, que lasimiente del remoto Abram era estéril hasta que interpolaronen su nombre la letra he, que lo hizo capaz de engendrar.Swif t, hombre de amargura esencial, se propuso en la crónicade los viajes del capitán Lemuel Gülliver la difamación del génerohumano. Los primeros —el viaje a la diminuta repúblicade Lilíput y a la desmesurada de Brobdingnag— son lo queLeslie Stephen admite: un sueño antropométrico, que en nadaroza las complejidades de nuestro ser, su fuego y su álgebra. Eltercero, el más divertido, se burla de la ciencia experimental medianteel consabido procedimiento de la inversión: los gabinetesdestartalados de Swift quieren propagar ovejas sin lana, usarel hielo para la fabricación de la pólvora, ablandar mármolpara almohadas, batir enjaminas sutiles el fuego y aprovecharla parte nutritiva que encierra la materia fecal. (Ese libroincluye también una fuerte página sobre los inconvenientes dela decrepitud.) El cuarto viaje, el último, quiere demostrar quelas bestias valen más que los hombres. Exhibe una virtuosa repúblicade caballos conversadores, monógamos, vale decir, humanos,con un proletariado de hombres cuadrúpedos, que habitan enmontón, escarban la tierra, se prenden de la ubre de las vacaspara robar la leche, descargan su excremento sobre los otros,devoran carne corrompida y apestan. La fábula es contraproducente,como se ve. Lo demás es literatura, sintaxis. En la conclusióndice: No me fastidia el espectáculo de un abogado, de unratero, de un coronel, de, un tonto, de un lord, de un tahúr, deun político, de un rufián. Ciertas palabras, en esa buena enumeración,están contaminadas por las vecinas.Dos ejemplos finales. Uno es la célebre parodia de insultoque nos refieren improvisó el doctor Johnson. Su esposa, caballero,con el pretexto de que trabaja en un lupanar, vende génerosde contrabando. Otro es la injuria más espléndida s econozco: injuria tanto más singular si consideramos que esel único roce de su autor con la literatura. Los dioses no consin-


HISTORIA DE LA ETERNIDAD 423tieron que Santos Chocano deshonrara el patíbulo, muriendo enél. Ahí está vivo, después de haber fatigado la infamia. Deshonrarel patíbulo. Fatigar la infamia. A fuerza de abstracciones ilustres,la fulminación descargada por Vargas Vila rehusa cualquiertrato con el paciente, y lo deja ileso, inverosímil, muy secundario)' posiblemente inmortal. Basta la mención más fugaz del nombrede Chocano para que alguno reconstruya la imprecación, oscureciendocon maligno esplendor todo cuanto a él se refiere —hastalos pormenores y los síntomas de esa infamia.Procuro resumir lo anterior. La sátira no es menos convencionalque un diálogo entre, novios o que un soneto distinguidocon la flor natural por José María Monner Sans. Su métodoes la intromisión de sofismas, su única ley la simultánea invenciónde buenas travesuras. Me olvidaba: tiene además la obligaciónde ser memorable.Aquí de cierta réplica varonil que refiere De Quincey (Writings,onceno tomo, página 226). A un caballero, en una discusiónteológica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. Elagredido no se inmutó y dijo al ofensor: Esto, señor, es unadigresión, espero su argumento. (El protagonista de esa réplica,un doctor Henderson, falleció en Oxford hacia 1787, sin dejarnosotra memoria que esas justas palabras: suficiente y hermosa inmortalidad.)Una tradición oral que recogí en Ginebra durante los últimosaños de la primera guerra mundial, refiere que Miguel Servetdijo a los jueces que lo habían condenado a la hoguera: Arderé,pero ello no es otra cosa que un hecho. Ya seguiremos discutiendoen la eternidad.Adrogué, 1933.


Ficciones(1944)AEsther Zemborain de Torres


EL JARDÍN DE SENDEROSQUE SE BIFURCAN(1941)


) 429 (PRÓLOGOLas siete piezas de este libro no requieren mayor elucidación. Laséptima (El jardín de senderos que se bifurcan) es policial; suslectores asistirán a la ejecución y a todos los preliminares de uncrimen,' cuyo propósito no ignoran pero que no comprenderán,me parece, -hasta el último párrafo. Las otras son fantásticas', una—La lotería en Babilonia— no es del todo inocente de simbolismo.No soy el primer autor de la narración La biblioteca de Babel;los curiosos de su historia y de su prehistoria pueden interrogarcierta página, del número 59 de SUR, que registra los nombresheterogéneos de Leucipo y de Lasswitz, de Lewis Carroll y de Aristóteles.En Las ruinas circulares todo es irreal; en, Pierre Menard,autor del Quijote lo es el destino que su protagonista se impone.La nómina de escritos que le atribuyo no es demasiado divertidapero no es arbitraria; es un diagrama de su historia mental. . .Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros;el de explayar en quinientas páginas una idea cuya perfecta exposiciónoral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento essimular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario.Así procedió Carlyle en Sartor Resartus; así Butler enThe Fair Haven; <strong>obras</strong> que tienen ¡a imperfección de ser librostambién, no menos tautológicos que los otros. Más razonable, más,inepto, más haragán, he preferido la escritura de notas sobre librosimaginarios. Éstas son Tlon, Uqbar, Orbis Tertius y el Examen dela obra de Herbert Quain.J.L.B.


FICCIONES 431TLÓN, UQBAR, ORBIS TERTIUSIDebo a la conjunción de un espejo y de una encliclopedia eldescubrimiento de Uqbar. El espejo inquietaba el fondo de uncorredor en una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejía; laenciclopedia falazmente se llama The Anglo-American Cyclopaedia(New York, 1917) y es una reimpresión literal, pero también morosa,de la Encyclopaedia Britannica de 1902. El hecho se produjohará unos cinco años. Bioy Casares había cenado conmigo esanoche y nos demoró una vasta polémica sobre la ejecución deuna novela en primera persona, cuyo narrador omitiera o desfiguraralos hechos e incurriera en diversas contradicciones, quepermitieran a unos pocos lectores —a muy pocos lectores— laadivinación de una realidad atroz o banal.' Desde el fondo remotodel corredor, el espejo nos acechaba. Descubrimos (en la altanoche ese descubrimiento es inevita'ble) que los espejos tienenalgo monstruoso. Entonces Bioy Casares recordó que uno de losheresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópulason abominables, porque multiplican el número de los hombres.Le pregunté el origen de esa memorable sentencia y me contestóque The Anglo-American Cyclopaedia la registraba, en su artículosobre Uqbar. La quinta (que habíamos alquilado amueblada)poseía un ejemplar de esa obra. En las últimas páginas del volumenXLVI dimos con un artículo sobre Upsala; en las primeras delXLVII, con uno sobre Ural-Altaic Languages, pero ni una palabrasobre Uqbar! Bioy, un poco azorado, interrogó los tomos del índice.Agotó ejn vano todas las lecciones imaginables: Ukbar, Ucbar,Ookbar, Oukbahr. . . Antes de irse, me dijo que era una regióndel Irak o del Asia Menor. Confieso que asentí con alguna incomodidad.Conjeturé que ese país indocumentado y ese heresiarcaanónimo eran una ficción improvisada por la modestia de Bioypara justificar una frase. El examen estéril de uno de los atlasde Justus Perthes fortaleció mi duda.Al día siguiente, Bioy me llamó desde Buenos Aires. Me dijoque tenía a la vista el artículo sobre Uqbar, en el volumen xxvicíe la Enciclopedia. No constaba el nombre del heresiarca, pero síla noticia de su doctrina, formulada en palabras casi idénticas alas repetidas por él, aunque —tal vez— literariamente inferiores.Él había recordado: Copulation and mirrors are abominable. El


432 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAStexto de la Enciclopedia decía: Para uno de esos gnósticos, elvisible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma.Los espejos y la paternidad son abominables (mirrors and fatherhoodare hatetul) porque lo multiplican y lo divulgan. Ledije, sin faltar a la verdad, que me gustaría ver ese artículo. A lospocos días lo trajo. Lo cual me sorprendió, porque los escrupulososíndices cartográficos de la Erdkunde de Ritter ignoraban con plenitudel nombre de Uqbar.El volumen que trajo Bioy era efectivamente el xxvi de laAnglo-American Cyclopaedia. En la falsa carátula y en el lomo,la indicación alfabética (Tor-Ups) era la de nuestro ejemplar, peroen vez de 917 páginas constaba de 921. Esas cuatro páginasadicionales comprendían al artículo sobre Uqbar; no previsto(como habrá advertido el lector) por la indicación alfabética.Comprobamos después que no hay otra diferencia entre los volúmenes.Los dos (según creo haber indicado) son reimpresionesde la décima Encyclopaedia Britannica. Bioy había adquirido suejemplar en uno de tantos remates.Leímos con algún cuidado el artículo. El pasaje recordado porBioy era tal vez el único sorprendente. El resto parecía muy verosímil,muy ajustado al tono general de la obra y (como es natural)un poco aburrido. Releyéndolo, descubrimos bajo su rigurosaescritura una fundamental vaguedad. De los catorce nombresque figuraban en la parte geográfica, sólo reconocimos tres—Jorasán, Armenia, Erzerum—, interpolados en el texto de unmodo ambiguo. De los nombres históricos, uno solo: el impostorEsmerdis el mago, invocado más bien como una metáfora. Lanota parecía precisar las fronteras de Uqbar, pero sus nebulosospuntos de referencias eran ríos y cráteres y cadenas de esa mismaregión. Leímos, verbigracia, que las tierras bajas de Tsai Jaldúny el delta del Axa definen la frontera del sur y que en las islasde ese delta procrean los caballos salvajes. Eso, al principio de lapágina 918. En la sección histórica (página 920) supimos que araíz de. las persecuciones religiosas del siglo trece, los ortodoxosbuscaron amparo en las islas, donde perduran todavía sus obeliscosy donde no es raro exhumar sus espejos de piedra. La secciónidioma y literatura era breve. Un solo rasgo memorable: anotabaque la literatura de Uqbar era de carácter fantástico y quesus epopeyas y sus leyendas no se referían jamás a la realidad)sino a las dos regiones imaginarias de Mlejnas y de Tlón... Labibliografía enumeraba cuatro volúmenes que no hemos encontradohasta ahora, aunque el tercero —Silas Haslam: History ofthe Land Called Uqbar, 1874— figura en los catálogos de libreríade Bernard Quaritch J . El primero, Lesbare und lesenswerthe Be-1Haslam ha publicado también A General History of Labyrinths.


FICCIONES 433rnerkungen über das Land Ukkbar in Klein-Asien, data de 1641y es obra de Johannes Valentinus Andrea. El hecho es significativo;un par de años después, di con ese nombre en las inesperadaspáginas de De Quincey (Writings, decimotercero volumen) y supeque era el de un teólogo alemán que a principios del siglo xvndescribió la imaginaria comunidad de la Rosa-Cruz —que otrosluego fundaron, a imitación de lo prefigurado por él.Esa noche visitamos la Biblioteca Nacional. En vano fatigamosatlas, catálogos, anuarios de sociedades geográficas, memorias deviajeros e historiadores: nadie había estado nunca en Uqbar. Elíndice general de ia enciclopedia de Bioy tampoco registraba esenombre. Al di" siguiente, Carlos Mastronardi (a quien yo habíareferido el asunto) advirtió en una librería de Corrientes y Talcahuanolos negros y dorados lomos de la Anglo-American Cyclopaedia...Entró e interrogó el volumen xxvi. Naturalmente, nodio con el menor indicio de Uqbar.IIAlgún recuerdo limitado y menguante de Herbert Ashe, ingenierode los ferrocarriles del Sur, persiste en el hotel de Adrogué,entre las efusivas madreselvas y en el fondo ilusorio de los espejos.En vida padeció de irrealidad, como tantos ingleses; muerto,no es siquiera el fantasma que ya era entonces. Era alto y desganadoy su cansada barba rectangular había sido roja. Entiendoque era viudo, sin hijos. Cada tantos años iba a Inglaterra: avisitar (juzgo por unas fotografías que nos mostró) un reloj desol y unos robles. Mi padre había estrechado con él (el verboes excesivo) una de esas amistades inglesas que empiezan por excluirla confidencia y que muy pronto omiten el diálogo. Solíanejercer un intercambio de libros y de periódicos; solían batirse alajedrez, taciturnamente... Lo recuerdo en el corredor del hotel,con un libro de matemáticas en la mano, mirando a veces loscolores irrecuperables del cielo. Una tarde, hablamos del sistemaduodecimal de numeración (en el que doce se escribe 10). Ashedijo que precisamente estaba trasladando no sé qué tablas duodecimalesa sexagesimales (en las que sesenta se escribe 10). Agregóque ese trabajo le había sido encargado por un noruego: en RioGrande do Sul. Ocho años que lo conocíamos y no había mencionadonunca su estadía en esa región... Hablamos de vida pastoril,de capangas, de la etimología brasilera de la palabra gaucho(que algunos viejos orientales todavía pronuncian gaucho) y nadamás se dijo —Dios me perdone— de funciones duodecimales. Ensetiembre de 1937 (no estábamos nosotros en el hotel) Herbert


^434 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASAshe murió de la rotura de un aneurisma. Días antes, había recibidodel Brasil un paquete sellado y certificado. Era un libroen octavo mayor. Ashe lo dejó en el bar, donde —meses después—lo encontré. Me puse a hojearlo y sentí un vértigo asombrado yligero que no describiré, porque ésta no es la historia de mis emocionessino de Uqbar y Tlón y Orbis Tertius. En una noche delIslam que se llama la Noche de las Noches se abren de par en parlas secretas puertas del cielo y es más dulce el agua en los cántaros;si esas puertas se abrieran, no sentiría lo que en esa tardesentí. El libro estaba redactado en inglés y lo integraban 1001páginas. En el amarillo lomo de cuero leí estas curiosas palabrasque la falsa carátula repetía: A First Encyclopaedia of Tlón. Vol.XI. Hlaer to Jangr. No> había indicación de fecha ni de lugar. Enla primera página y en una hoja de papel de seda que cubríauna de las láminas en colores había estampado un óvalo azul conesta inscripción: Orbis Tertius. Hacía dos años que yo había descubiertoen un tomo de cierta enciclopedia pirática una someradescripción de un falso país; ahora me deparaba el azar algo másprecioso y más arduo. Ahora tenía en las manos un vasto fragmentometódico de la historia total de un planeta desconocido,con sus arquitecturas y sus barajas, con el pavor de sus mitologíasy el rumor de sus lenguas, con sus' emperadores y sus mares, consus minerales y sus pájaros y sus peces, con su álgebra y su fuego,con su controversia teológica y metafísica. Todo ello articulado,coherente, sin visible propósito doctrinal o tono paródico.En el "onceno tomo" de que hablo hay alusiones a tomos ulterioresy precedentes. Néstor Ibarra, en un artículo ya clásico dela N. R. F., ha negado que existen esos aláteres; Ezequiel MartínezEstrada y Drieu La Rochelle han refutado, quizá victoriosamente,esa duda. El hecho es que hasta ahora las pesquisas más diligenteshan sido estériles. En vano hemos desordenado las bibliotecas delas dos Américas y de Europa. Alfonso Reyes, harto de esas fatigassubalternas de índole policial, propone que entre todos acometamosla obra de reconstruir los muchos y macizos tomos que faltan:ex ungue leonem. Calcula, entre veras y burlas, que una generaciónde tlónistas puede bastar. Ese arriesgado cómputo nos retraeal problema fundamental: ¿Quiénes inventaron a Tlón? El plurales inevitable, porque la hipótesis de un solo inventor —de uninfinito Leibniz obrando en la tiniebla y en la modestia— hasido descartada unánimemente. Se conjetura que este brave newworld es obra de una sociedad secreta de astrónomos, de biólogos,de ingenieros, de metafísicos, de poetas, de químicos, de algebristas,de moralistas, de pintores, de geómetras. .. dirigidos por un oscurohombre de genio. Abundan individuos que dominan esas disciplinasdiversas, pero no los capaces de invención y menos los capa-


FICCIONES 435ees de subordinar la invención a un riguroso plan sistemático.Ese plan es tan vasto que la contribución de cada escritor *es infinitesimal.Al principio se creyó que Tlón era un mero caos, unairresponsable licencia de la imaginación; ahora se sabe que es uncosmos y las íntimas leyes que lo rigen han sido formuladas, siquieraen modo provisional. Básteme recordar que las contradiccionesaparentes del Onceno Tomo son la piedra fundamental dela prueba de que existen los otros: tan lúcido y tan justo es elorden que se ha observado en él. Las revistas populares han divulgado,con perdonable exceso, la zoología y la topografía deTlón; yo pienso que sus tigres transparentes y sus torres de sangreno merecen, tal vez, la continua atención de todos los hombres.Yo me atrevo a ped'r unos minutos para su concepto del universo.Hume notó para siempre que los argumentos de Berkeley noadmiten la menor réplica y no causan la menor convicción. Esedictamen es del todo verídico en su aplicación a la tierra; del todofalso en Tlón. Las naciones de ese planeta son —congénitamente-^idealistas.Su lenguaje y las derivaciones de su lenguaje —la religión,las letras, la metafísica— presuponen el idealismo. El mundopara ellos no es un concurso de objetos en el espacio; es unaserie heterogénea de actos independientes. Es sucesivo, temporal,no espacial. No hay sustantivos en la conjetural Ursprache deTlón, de la que proceden los idiomas "actuales" y los dialectos:hay verbos impersonales, calificados por sufijos (o prefijos) monosilábicosde valor adverbial. Por ejemplo: no hay palabra quecorresponda a la palabra luna, pero hay un verbo que sería enespañol lunecer o lunar. Surgió la luna sobre el río se dice hloru fang axaxaxas mío o sea en su orden: hacia arriba (upward)detrás duradero-fluir luneció. (Xul Solar traduce con brevedad:upa tras perfluyue lunó. Upward, behind the onstreaming itmooned.)Lo anterior se refiere a los idiomas del hemisferio austral. Enlos del hemisferio boreal (de cuya Ursprache hay muy pocos datosen el Onceno Tomo) la célula primordial no es el verbo, sinoel adjetivo monosilábico. El sustantivo se forma por acumulaciónde adjetivos. No se dice luna: se dice aéreo-claro sobre oscuro-redondoo anaranjado-tenue-del cielo o cualquier otra agregación.En el caso elegido la masa de adjetivos corresponde a un objetoreal; el hecho es puramente fortuito. En la literatura de este hemisferio(como en el mundo subsistente de Meinong) abundanlos objetos ideales, convocados y disueltos en un momento, segúnlas necesidades poéticas. Los determina, a veces, la mera simultaneidad.Hay objetos compuestos de dos términos, uno de caráctervisual y otro auditivo: el color del naciente y el remoto grito deun pájaro. Los hay de muchos: el sol y el agua contra el pecho


436 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASdel nadador, el vago rosa trémulo que se ve con los ojos cerrados,la sensación de quien se deja llevar por un río y también por elsueño. Esos objetos de segundo grado pueden combinarse conotros; el proceso, jmediante ciertas abreviaturas, es prácticamenteinfinito. Hay poemas famosos compuestos de una sola enormepalabra. Esta palabra integra un objeto poético creado por elautor. El hecho de que nadie crea en la realidad de los sustantivoshace, paradójicamente, que sea interminable su número. Los idiomasdel hemisferio boreal de Tlón poseen todos los nombres delas lenguas indoeuropeas— y otros muchos más.No es exagerado afirmar que la cultura clásica de Tlón comprendeuna sola disciplina: la psicología. Las otras están subordinadasa ella. He dicho que los hombres de ese planeta concibenel universo como una serie de procesos mentales, que no se desenvuelvenen el espacio sino de modo sucesivo en el tiempo. Spinozaatribuye a su inagotable divinidad los atributos de la extensióny del pensamiento; nadie comprendería en Tlón la yuxtaposicióndel primero (que sólo es típico de ciertos estados) y del segundo—que es un sinónimo perfecto del cosmos—. Dicho sea con otraspalabras: no conciben que lo espacial perdure en el tiempo. Lapercepción de una humareda en el horizonte y después del campoincendiado y después del cigarro a medio apagar que produjola quemazón es considerada un ejemplo de asociación de ideas.Este monismo o idealismo total invalida la, ciencia. Explicar (ojuzgar) un hecho es unirlo a otro; esa vinculación, en Tlón, esun estado posterior del sujeto, que no puede afectar o iluminarel estado anterior. Todo estado mental es irreductible: el merohecho de nombrarlo —id est, de clasificarlo— importa un falseo.De ello cabría deducir que no hay ciencias en Tlón— ni siquierarazonamientos. La paradójica verdad es que existen, en casi innumerablenúmero. Con las filosofías acontece lo que acontece conlos sustantivos en el hemisferio boreal. El hecho de que toda filosofíasea de antemano un juego dialéctico, una Philosophie desAis Ob, ha contribuido a multiplicarlas. Abundan los sistemasincreíbles, pero de arquitectura agradable o de tipo sensacional.Los metafísicos de Tlón no buscan la verdad ni siquiera la verosimilitud:buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es unarama de la literatura fantástica. Saben que un sistema no es otracosa que la subordinación de todos los aspectos del universo auno cualquiera de ellos. Hasta la frase "todos los aspectos" esrechazable, porque supone la imposible adición del instante presentey de los pretéritos. Tampoco es lícito el plural "los pretéritos",porque supone otra operación imposible... Una de lasescuelas de Tlón llega a negar el tiempo: razona que el presentees indefinido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza


FICCIONES 437presente, que el pasado no tiene realidad sino como recuerdopresente 1 . Otra escuela declara que ha 'transcurrido ya todo eltiempo y que nuestra vida es apenas el recuerdo o reflejo crepuscular,y sin duda falseado y mutilado, de un proceso irrecuperable.Otra, que la historia del universo —y en ellas nuestras vidasy el más tenue detalle de nuestras vidas— es la escritura queproduce un dios subalterno para entenderse con un demonio. Otra,que el universo es comparable a esas criptografías en las que novalen todos los símbolos y que sólo es verdad lo que sucede cadatrescientas noches. Otra, que mientras dormimos aquí, estamosdespiertos en otro lado y que así cada hombre es dos hombres.Entre las doctrinas de Tlón, ninguna ha merecido tanto escándalocomo el materialismo. Algunos pensadores lo han formulado,con menos claridad que fervor, como quien adelanta una paradoja.Para facilitar el entendimiento de esa tesis inconcebible, unheresiarca del undécimo siglo 2 ideó él sofisma de las nueve monedasde cobre, cuyo renombre escandaloso equivale en Tlónal de las aporías eleáticas. De ese "razonamiento especioso" haymuchas versiones, que varían el número de monedas y el númerode hallazgos; he aquí la más común:El martes, X atraviesa un camino desierto y pierde nueve monedasde cobre. El jueves, Y encuentra en el camino cuatro monedas,algo herrumbradas por la lluvia del miércoles. El viernes, Zdescubre tres monedas en el camino. El viernes de mañana, Xencuentra dos monedas en el corredor de su casa. El heresiarcaquería deducir de esa historia la realidad —id est la continuidad—de las nueve monedas recuperadas. Es absurdo (afirmaba) imaginarque cuatro de las monedas no han existido entre el martesy el jueves, tres entre el martes y la tarde del viernes, dos entre elmartes y la madrugada del viernes. Es lógico pensar que han existido—siquiera de algún modo secreto, de comprensión vedada alos hombres—• en todos los momentos de esos tres plazos.El lenguaje de Tlón se resistía a formular esa paradoja; los másno la entendieron. Los defensores del sentido común se limitaron,al principio, a negar la veracidad de la anécdota. Repitieron queera una falacia verbal, basada en el empleo temerario de dosvoces neológicas, no autorizadas por el uso y ajenas a todo pensamientosevero: los verbos encontrar y perder, que comportanuna, petición de principio, porque presuponen la identidad delas nueve primeras monedas y de las últimas. Recordaron que todo1 RUSSELL (The Analysis of Mind, 1921, página 159) supone que el planetaha sido creado hace pocos minutos, provisto de una humanidad que "recuerda"un pasado ilusorio.L ' Siglo, de acuerdo con el siste na duodecimal, significa un período de cientocuarenta V cuatro años.


438 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASsustantivo (hombre, moneda, jueves, miércoles, lluvia) sólo tieneun valor metafórico. Denunciaron la pérfida circunstancia algoherrumbradas por la lluvia del miércoles, que presupone lo quese trata de demostrar: la persistencia de las cuatro monedas, entreel jueves y el ínartes. Explicaron que una cosa es igualdady otra identidad y formularon una especie de reductio ad absurdum,o sea el caso hipotético de nueve hombres que en nueve sucesivasnoches padecen un vivo dolor. ¿No sería ridículo —interrogaron—pretender que ese dolor, es el mismo? x Dijeron que alheresiarca no lo movía sino el blasfematorio propósito de atribuirla divina categoría de ser a unas simples monedas y que aveces negaba la pluralidad y otras no. Argumentaron: si la igualdadcomporta la identidad, habría que admitir asimismo que lasnueve monedas son una sola.Increíblemente, esas refutaciones no resultaron definitivas. Alos cien años de enunciado el problema, un pensador no menosbrillante que el heresiarca pero de tradición ortodoxa, formulóuna hipótesis muy audaz. Esa conjetura feliz afirma que hay unsolo sujeto, que ese sujeto indivisible es cada uno de los seresdel universo y que éstos son los órganos y máscaras de la divinidad.X es Y y es Z. Z descubre tres monedas porque recuerda quese le perdieron a X; X encuentra dos en el corredor porque recuerdaque han sido recuperadas las otras... El onceno tomo dejaentender que tres razones capitales determinaron la victoria totalde ese panteísmo idealista. La primera, el repudio del solipsismo;la segunda, la posibilidad de conservar la base psicológica de lasciencias; la tercera, la posibilidad de conservar el culto de losdioses. Schopenhauer (el apasionado y lúcido Schopenhauer) formulauna doctrina muy parecida en el primer volumen de Parergaund Paralipomena.La geometría de Tlón comprende dos disciplinas algo distintas:la visual y la táctil. La última corresponde a la nuestra y lasubordinan a la primera. La base de la geometría visual es la superficie,no el punto. Esta geometría desconoce las paralelas y declaraque el hombre que se desplaza modifica las formas que locircundan. La base de su aritmética es la noción de números indefinidos.Acentúan la importancia de los conceptos de mayory menor, que nuestros matemáticos simbolizan por > y por


FICCIONES 439dividuos que cuentan una misma cantidad logran un resultadoigual, es para los psicólogos un ejemplo de asociación de ideas ode buen ejercicio de la memoria. Ya sabemos que en Tlon elsujeto del conocimiento es uno y eterno.En los hábitos literarios también es todopoderosa la idea deun sujeto único. Es raro que los libros estén firmados. No existeel concepto del plagio: se ha establecido que todas las <strong>obras</strong> sonobra de un solo autor, que es intemporal y es anónimo. La críticasuele inventar autores: elige dos <strong>obras</strong> disímiles —el Tao TeKing y las 1001 Noches, digamos—, las atribuye a un mismo escritory luego determina con probidad la psicología de ese interesantehomme de lettres ...También son distintos los libros. Los de ficción abarcan unsolo argumento, con todas las permutaciones imaginables. Losde naturaleza filosófica invariablemente contienen la tesis y laantítesis, el riguroso pro y el contra de una doctrina. Un libroque no encierra su contralibro es considerado incompleto.Siglos y siglos de idealismo no han dejado de influir en la realidad.No es infrecuente, en las regiones más antiguas de Tlon,la duplicación de objetos perdidos. Dos personas buscan un lápiz;la primera lo encuentra y • no dice nada; la segunda encuentraun segundo lápiz no menos real, pero ínás ajustado a su expectativa.Esos objetos secundarios se llaman hronir y son, aunque deforma desairada,- un poco más largos. Hasta hace poco los hronirfueron hijos casuales de la distracción y el olvido. Parece mentiraque su metódica producción cuente apenas cien años, pero así lodeclara el Onceno Tomo. Los primeros intentos fueron estériles.El modus operandi, sin embargo, merece recordación. El directorde una de las cárceles del estado comunicó a los presos que enel antiguo lecho de un río había ciertos sepulcros y prometió lalibertad a quienes trajeran un hallazgo importante. Durante losmeses que precedieron a la excavación les mostraron láminas fotográficasde lo que iban a hallar. Ese primer intento probó que la esperanzay la avidez pueden inhibir; una semana de trabajo con lapala y el pico no logró exhumar otro hron que una rueda herrumbrada,de fecha posterior al experimento. Éste se mantuvo secreto yse repitió después en cuatro colegios. En tres fue casi total el fracaso;en el cuarto (cuyo director murió casualmente durante lasprimeras excavaciones) los discípulos exhumaron •—o produjeron—una máscara de oro, una espada arcaica, dos o tres ánforasde barro y el verdinoso y mutilado torso de un rey con uña inscripciónen el pecho que no se ha logrado aún descifrar. Así sedescubrió la improcedencia de testigos que conocieran la naturalezaexperimental de la busca. .. Las investigaciones en masa producenobjetos contradictorios; ahora se prefiere los trabajos individuales


440 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASy casi improvisados. La metódica elaboración de hronir (dice elOnceno Tomo) ha prestado servicios prodigiosos a los arqueólogos.Ha permitido interrogar y hasta modificar el pasado, que ahorano es menos plástico y menos dócil que el porvenir. Hecho curioso:los hronir de segundo y de tercer grado —los hronir derivadosde otro hron, los hronir derivados del hrón de un hron—exageran las aberraciones del inicial; los de quinto son casi uniformes;los de noveno se confunden con los de segundo; en losde undécimo hay una pureza de líneas que los originales no tienen.El proceso es periódico: el hrón de duodécimo grado ya empiezaa decaer. Más extraño y más puro que todo hron es a vecesel ur; la cosa producida por sugestión, el objeto educido por laesperanza. La gran máscara de oro que he mencionado es un ilustreejemplo.Las cosas se duplican en Tlón; propenden asimismo a borrarsey a perder los detalles cuando los olvida la gente. Es clásico elejemplo de un umbral que perduró mientras lo visitaba un mendigoy que se perdió de vista a su muerte. A veces unos pájaros,un caballo, han salvado las ruinas de un anfiteatro.Salto Oriental, 1940.Posdata de 1947. Reproduzco el artículo anterior tal como aparecióen la Antología de la literatura fantástica, 1940, sin otraescisión que algunas metáforas y que una especie de resumen burlónque ahora resulta frivolo. Han ocurrido tantas cosas desde esafecha. . . Me limitaré a recordarlas.En marzo de 1941 se descubrió una carta manuscrita de GunnarErfjord en un libro de Hinton que había sido de Herbert Ashe.El sobre tenía el sello postal de Óuro Preto; la carta elucidabaenteramente el misterio de Tlón. Su texto corrobora las hipótesisde Martínez Estrada. A principios del siglo xvii, en una nochede Lucerna o de Londres, empezó la espléndida historia. Unasociedad secreta y benévola (que entre sus afiliados tuvo a Dalgarnoy después a George Berkeley) surgió para inventar un país. Enel vago programa inicial figuraban los "estudios herméticos", lafilantropía y la cabala. De esa primera época data el curiosolibro de Andrea. Al cabo de unos años de conciliábulos y de síntesisprematuras comprendieron que una generación no bastabapara articular un país. Resolvieron que cada uno de los maestrosque la integraban eligiera un discípulo para la continuación dela obra. Esa disposición hereditaria prevaleció; después de un hiatode dos siglos la perseguida fraternidad resurge en América. Hacia1824, en Memphis (Tennessee) uno de los afiliados conversa conel ascético millonario Ezra Buckley. Éste lo deja hablar con algún


FICCIOÍNES 441desdén —y se ríe de la modestia del proyecto. Le dice que enAmérica- es absurdo inventar un país y le propone la invenciónde un planeta. A esa gigantesca idea añade otra, hija de su nihilismo:1 la de guardar en el silencio la empresa enorme. Circulabanentonces los veinte tomos de la Encyclopaedia Britannica; Buckleysugiere una enciclopedia metódica del planeta ilusorio. Les dejarásus cordilleras auríferas, sus ríos navegables, sus praderas holladaspor el toro y por el bisonte, sus negros, sus prostíbulos y susdólares, bajo una condición: "La obra no pactará con el impostorJesucristo." Buckley descree de Dios, pero quiere demostrar alDios no existente que los hombres mortales son capaces de concebirun mundo. Buckley es envenenado en Baton Rouge en 1828;en 1914 la sociedad remite a sus colaboradores, que son trescientos,el volumen final de la Primera Enciclopedia de Tlón. Laedición es secreta: los cuarenta volúmenes que comprende (laobra más vasta que han acometido los hombres) serían la base deotra más minuciosa, redactada no ya en inglés, sino en algunade las lenguas de Tlón. Esa revisión de un mundo ilusorio se llamaprovisoriamente Orbis Tertius y uno de sus modestos demiurgosfue Herbert Ashe, no sé si como agente de Gunnar Erfjordo como afiliado. Su recepción de un ejemplar del Onceno Tomoparece favorecer lo segundo. Pero ¿y los otros? Liada 1942 arreciaronlos hechos. Recuerdo con singular nitidez uno de los primerosy me parece que algo sentí de su carácter premonitorio.Ocurrió en un departamento de la calle Laprida, frente a un claroy alto balcón que miraba el ocaso. La princesa de Faucigny Lucingehabía recibido de Poitiers su vajilla de plata. Del vastofondo de un cajón rubricado de sellos internacionales iban saliendofinas cosas inmóviles: platería de Utrecht y de París condura fauna heráldica, un samovar. Entre ellas —con un perceptibley tenue temblor de pájaro dormido— latía misteriosamenteuna brújula. La princesa no la reconoció. La aguja azul anhelabael norte magnético; la caja de metal era cóncava; las letras de laesfera correspondían a uno de los alfabetos de Tlón. Tal fue laprimera intrusión del mundo fantástico en el mundo real. Unazar queme inquieta hizo que yo también fuera testigo de la segunda.Ocurrió unos meses después, en la pulpería de un brasilero,en la Cuchilla Negra. Amorim y yo regresábamos de Sant'Anna.Una creciente del río Tacuarembó nos obligó a probar (y a sobrellevar)esa rudimentaria hospitalidad. El pulpero nos acomodóunos catres crujientes en una pieza grande, entorpecida de barrilesy cueros. Nos acostamos, pero no nos dejó dormir hasta el albala borrachera de un vecino invisible, que alternaba denuestos1 Buckley era librepensador, fatalista y defensor de la esclavitud.


442 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS. inextricables con rachas de milongas —más bien con rachas deuna sola milonga. Como es de suponer, atribuimos a la fogosacaña del patrón ese griterío insistente... A la madrugada, el hombreestaba muerto en el corredor. La aspereza de la voz nos habíaengañado: era un muchacho joven. En el delirio se le habíancaído del tirador unas cuantas monedas y un cono de metal reluciente,del diámetro de un dado. En vano un chico trató de recogerese cono. Un hombre apenas acertó a levantarlo. Yo lotuve en la palma de la mano algunos minutos: recuerdo que supeso era intolerable y que después de retirado el cono, la opresiónperduró. También recuerdo el círculo preciso que me grabó en lacarne. Esa evidencia de un objeto muy chico y a la vez pesadísimodejaba una impresión desagradable de asco y de miedo. Un paisañopropuso que lo tiraran al río correntoso. Amorim lo adquiriómediante unos pesos. Nadie sabía nada del muerto, salvo "quevenía de la frontera". Esos conos pequeños y muy pesados (hechosde un metal que no es de este mundo) son imagen de la divinidad,en ciertas religiones de Tlón.Aquí doy término a la parte personal de mi narración. Lo demásestá en la memoria (cuando no en la esperanza "o en el temor)de todos mis lectores. Básteme recordar o mencionar lps hechossubsiguientes, con una mera brevedad de palabras que el cóncavorecuerdo general enriquecerá o ampliará. Hacia 1944 un investigadordel diario The American (de Nashville, Tennessee) exhumóen una biblioteca de Memphis los cuarenta volúmenes de laPrimera Enciclopedia de Tlón. Hasta el día de hoy se discute siese descubrimiento fue casual o si lo consintieron los directoresdel todavía nebuloso Orbis Tertius. Es verosímil lo segundo. Algunosrasgos increíbles del Onceno Tomo (verbigracia, la multiplicaciónde los hfonir) han sido eliminados o atenuados en elejemplar de Memphis; es razonable imaginar que esas tachadurasobedecen al plan de exhibir un mundo que no sea demasiado incompatiblecon el mundo real. La diseminación de objetos deTlón en diversos países complementaría ese plan... 1 El hechoes que la prensa internacional voceó infinitamente el "hallazgo".Manuales, antologías, resúmenes, versiones literales, reimpresionesautorizadas y reimpresiones piráticas de la Obra Mayor de losHombres abarrotaron y siguen abarrotando la tierra. Casi inmediatamente,la realidad cedió en más de un punto. Lo cierto esque anhelaba ceder. Hace diez, años bastaba cualquier simetríacon apariencia de orden —el materialismo dialéctico, el antisemitismo,el nazismo— para embelesar a los hombres. ¿Cómo nosometerse a Tlón, a la minuciosa y vasta evidencia de un planeta1 Queda, naturalmente, el problema de la materia de algunos objete


FICCIONES 443ordenado? Inútil responder que la realidad también está ordenada.Quizá lo esté, pero de acuerdo a leyes divinas —traduzco: aleyes inhumanas— que no acabamos nunca de percibir. Tlónserá un laberinto, pero es un laberinto urdido por hombres, unlaberinto destinado a que lo descifren los hombres.El contacto y el hábito de Tlón han desintegrado este mundo.Encantada por su rigor, la humanidad olvida y torna a olvidarque es un rigor de ajedrecistas, no de ángeles. Ya ha penetradoen las escuelas el (conjetural), "idioma primitivo" de Tlón; yala enseñanza de su historia armoniosa (y llena de episodios conmovedores)ha obliterado a la que presidió mi niñez; ya en lasmemorias un pasado ficticio ocupa el sitio de otro, del que nadasabemos con certidumbre — ni siquiera que es falso. Han sidoreformadas la numismática, la farmacología y la arqueología. Entiendoque la biología y las matemáticas aguardan también suavalar... Una dispersa dinastía de solitarios ha cambiado la fazdel mundo. Su tarea prosigue. Si nuestras previsiones no erran,de aquí cien años alguien descubrirá los cien tomos de la SegundaEnciclopedia de Tlón.Entonces desaparecerán del planeta el inglés y el francés y elmero español. El mundo será Tlón. Yo no hago caso, yo sigorevisando en los quietos días del hotel de Adrogué una indecisatraducción quevediana (que no pienso dar a la imprenta) delUrn Burial de Browne.


1444 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASPIERRE MENARD, AUTOR DEL QUIJOTEA Silvina O campoLa obra visible que ha dejado este novelista es de fácil y breveenumeración. Son, por lo tanto, imperdonables las omisiones yadiciones perpetradas por Madame Henri Bachelier en un catálogofalaz que cierto diario cuya tendencia protestante no es unsecreto ha tenido la desconsideración de inferir a sus deplorableslectores —si bien éstos son pocos y calvinistas, cuando nomasones y circuncisos. Los amigos auténticos de Menard hanvisto con alarma ese catálogo y aun con cierta tristeza. Diríaseque ayer nos reunimos ante el mármol final y entre los cipresesinfaustos y ya el Error trata de empañar su Memoria. . . Decididamente,una. breve rectificación es inevitable.Me consta que es muy fácil recusar mi pobre autoridad. Espero,sin embargo, que no me prohibirán mencionar dos altos testimonios.La baronesa de Bacourt (en cuyos vendredis inolvidablestuve el honor de conocer al llorado poeta) ha tenido a bien aprobarlas líneas que siguen. La condesa de Bagnoregio, uno de losespíritus más finos del principado de Monaco (y ahora de Pittsburg,Pennsylvania, después de su reciente boda con el filántropointernacional Simón Kautzsch, tan calumniado ¡ay! por las víctimasde sus desinteresadas mani<strong>obras</strong>) ha sacrificado "a la veracidady a la muerte" (tales son sus palabras) la señoril reserva quela distingue y en una carta abierta publicada en la revista Luxeme concede asimismo su beneplácito. Esas ejecutorias, creo, no soninsuficientes.He dicho que la obra visible de Menard es fácilmente enumerable.Examinado con esmero su archivo particular, he verificadoque consta de las piezas que siguen:a) Un soneto simbolista que apareció dos veces (con variaciones)en la revista La conque (números de marzo y octubre de 1899).b) Una monografía sobre la posibilidad de construir un vocabulariopoético de conceptos que no fueran sinónimos o perífrasisde los que informan el lenguaje común, "sino objetos ideales creadospor una convención y esencialmente destinados a las necesidadespoéticas" (Nímes, 1901).c) Una monografía sobre "ciertas conexiones o afinidades" delpensamiento de Descartes, de Leibniz y de John Wilkins (Nímes,1903).


FICCIONES 445d) Una monografía sobre la Characteristica universalis de Leibniz(Nimes, 1904).e) Un artículo técnico sobre la posibilidad de enriquecer elajedrez eliminando uno de los peones de torre. Menard propone,recomienda, discute y acaba por rechazar esa innovación./) Una monografía sobre el Ars magna generalas de Ramón Lull(Nimes, 1906).g) Una traducción con prólogo y notas del Libro de la invenciónliberal y arte del juego del axedrez de Ruy López de Segura(París, 1907).h) Los borradores de una monografía sobre la lógica simbólicade George Boole.i) Un examen de las leyes métricas esenciales de la prosa francesa,ilustrado con ejemplos de Saint-Simón (Revue des languesromanes, Montpellier, octubre de 1909).;') Una réplica a Luc Durtain (que había negado la existenciade tales leyes) ilustrada con ejemplos de Luc Durtain (Rexme deslangues romanes, Montpellier, diciembre de 1909)./{) Una traducción manuscrita de la Aguja de navegar cultosde Quevedo, intitulada La boussole des précieux.í) Un prefacio al catálogo de la exposición de litografías deCarolus Hourcade (Nimes, 1914).ni) La. obra Les problémes d'un probléme (París, 1917) quediscute en orden cronológico las soluciones del ilustre problemade Aquiles y la tortuga. Dos ediciones de este libro han aparecidohasta ahora; la segunda trae como epígrafe el consejo de Leibniz"Ne craignez point, monsieur, la tortue", y renueva los capítulosdedicados a Russell y a Descartes.n) Un obstinado análisis de las "costumbres sintácticas" de Toulet(N. R. F., marzo de 1921). Menard —recuerdo— declarabaque censurar y alabar son operaciones sentimentales que nadatienen que ver con la crítica.o) Una trasposición en alejandrinos del Cimetiére marin dePaul Valéry (N. R. F., enero de 1928).p) Una invectiva contra Paul Valéry, en las Hojas para la supresiónde la realidad de jacques Reboul. (Esa invectiva, dichosea entre paréntesis, es el reverso exacto de su verdadera opiniónsobre Valéry. Éste así lo entendió y la amistad antigua de los dosno corrió peligro).q) Una "definición" de la condesa de Bagnoregio, en el "victoriosovolumen" —la locución es de otro colaborador, Gabrieled'Annunzio— que anualmente publica ésta dama para rectificarlos inevitables falseos del periodismo y presentar "al mundo y a


446 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASItalia" una auténtica efigie de su persona, tan expuesta (en razónmisma de su belleza y de su actuación) a interpretaciones erróneaso apresuradas.r) Un ciclo de admirables sonetos para la baronesa de Bacourt(1934).s) Una lista manuscrita de versos que deben su eficacia a lapuntuación. xHasta aquí (sin otra omisión que unos vagos sonetos circustancialespara el hospitalario, o ávido , álbum de Madame HenriBachelier) la obra visible de Menard, en su orden cronológico.Paso ahora a la otra: la subterránea, la interminablemente heroica,la impar. También ¡ay de las posibilidades del hombre! la inconclusa.Esa obra, tal vez la más significativa de nuestro tiempo,consta de los capítulos noveno y trigésimo octavo de la primeraparte del don Quijote y de un fragmento del capítulo veintidós.Yo sé que tal afirmación parece un dislate; justificar ese "dislate"es el objeto primordial de esta nota. 2Dos textos de valor desigual inspiraron la empresa. Uno esaquel fragmento filológico de Novalis —el que lleva el número2005 en la edición de Dresden— que esboza el tema de la totalidentificación con un autor determinado. Otro es uno de esos librosparasitarios que sitúan a Cristo en un bulevar, a Hamlet enla Cannebiére o a don Quijote en Wall Street. Gomo todo hombrede buen gusto, Menard abominaba de esos carnavales inútiles,sólo aptos —decía— para ocasionar el plebeyo placer del anacronismoo (lo que es peor) para embelesarnos con la idea primariade que todas las épocas son iguales o de que son distintas. Másinteresante, aunque de ejecución contradictoria y superficial, leparecía el famoso propósito de Daudet: conjugar en una figura,que es Tartarín, al Ingenioso Hidalgo y a su escudero... Quieneshan insinuado que Menard dedicó su vida a escribir un Quijotecontemporáneo, calumnian su clara memoria.No quería componer otro Quijote —lo cual es fácil— sino elQuijote. Inútil agregar que no encaró nunca una transcripciónmecánica del original; no se proponía copiarlo. Su admirable ambiciónera producir unas páginas que coincidieran —palabra porpalabra y línea por línea— con las de Miguel de 'Cervantes.1 Madame Henri Machelier enumera asimismo una versión literal de laversión literal que hizo Quevedo de la Introduction á la vie dévote de SanFrancisco de Sales. En la biblioteca de Pierre Menard no hay rastros de talobra. Debe tratarse de una broma de nuestro amigo, mal escuchada.* Tuve también el propósito secundario de bosquejar la imagen de PierreMenard. Pero ¿cómo atreverme a competir con las páginas áureas que medicen prepara la baronesa de Bacourt o con el lápiz delicado y puntual deCarolus Hourcade?


FICCIONES 447"Mi propósito es meramente asombroso" me escribió el 30 desetiembre de 1934 desde Bayonne. "El término final de una demostraciónteológica o metafísica -—el mundo externo, Dios, lacasualidad, las formas universales— no es menos anterior y comúnque mi divulgada novela. La sola diferencia es que los filósofospublican en agradables volúmenes las etapas intermediarias de sulabor y que yo he resuelto perderlas". En efecto, no queda unsolo borrador que atestigüe ese trabajo de años.El método inicial que imaginó era relativamente sencillo. Conocerbien el español, recuperar la fe católica, guerrear contra losmoros o contra el turco, olvidar la historia de Europa entre losaños de 1602 y de 1918, ser Miguel de Cervantes. Pierre Menardestudió ese procedimiento (sé que logró un manejo bastante fieldel español del siglo diecisiete) pero lo descartó por fácil. ¡Masbien por imposible! dirá el lector. De acuerdo, pero la empresaera de antemano imposible y de todos los medios imposibles parallevarla a término, éste era el menos interesante. Ser en el sigloveinte un novelista popular del siglo diecisiete le pareció una disminución.Ser, de alguna manera, Cervantes y llegar al Quijote lepareció menos arduo —por consiguiente, menos interesante— queseguir siendo Pierre Menard y llegar al Quijote, a través de lasexperiencias de Pierre Menard. (Esa convicción, dicho sea de paso,le hizo excluir el prólogo autobiográfico de la segunda parte deldon Quijote. Incluir ese prólogo hubiera sido crear otro personaje—Cervantes— pero también hubiera significado presentar el Quijoteen función de ese personaje y no de Menard. - Éste, naturalmente,se negó a esa facilidad). "Mi empresa no es difícil, esencialmente"leo en otro lugar de la carta. "Me bastaría ser inmortalpara llevarla a cabo". ¿Confesaré que suelo imaginar quela terminó y que leo el Quijote -—todo el Quijote— como si lohubiera pensado Menard? Noches pasadas, al hojear el capítuloxxvi —no ensayado nunca por él— reconocí el estilo de nuestroamigo y como su voz en esta frase excepcional: las ninfas de losríos, la doloroso y húmida Eco. Esa conjunción eficaz de un adjetivomoral y otro físico me trajo a la memoria un verso de Shakespeare,que discutimos una tarde:Where a malignant and a turbanedTurk...¿Por qué precisamente el Quijote? dirá nuestro lector. Esapreferencia, en un español, no hubiera sido inexplicable; pero sinduda lo es en un simbolista de Nimes, devoto esencialmente dePoe, que engendró a Baudelaire, que engendró a Mallarmé, que engendróa Valéry, que engendró a Edmond Teste. La carta precitadailumina el punto. "El Quijote", aclara Menard, "me interesa


448 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASprofundamente, pero no me parece ¿cómo lo diré? inevitable.No puedo imaginar el universo sin la interjección de Poe:Ah, bear in mind this garden was enchanted!o sin el Batean ivre o el Ancient Mariner, pero me sé capaz de imaginarlosin el Quijote. (Hablo, naturalmente, de mi capacidadpersonal, no de la resonancia histórica de las <strong>obras</strong>). El Quijotees un libro contingente, el Quijote es innecesario. Puedo premeditarsu escritura, puedo escribirlo, sin incurrir en una tau;ología.A los doce o trece años lo leí, tal vez íntegramente. Después hereleído con atención algunos capítulos, aquellos que no intentarépor ahora. He cursado asimismo los entremeses, las comedias, laGalatea, las novelas ejemplares, las trabajos sin duda laboriososde Persiles y Segismunda y el Viaje del Parnaso. .. Mi recuerdogeneral del Quijote, simplificado por el olvido y la indiferencia,puede muy bien equivaler a la imprecisa imagen anterior de unlibro no escrito. Postulada esa imagen (que nadie en buena leyme puede negar) es indiscutible que mi problema es harto más difícilque el de Cervantes. Mi complaciente precursor no rehusóla colaboración del azar: iba componiendo la obra inmortal unpoco a la diable, llevado por inercias del lenguaje y de la invención.Yo he contraído el misterioso deber de reconstruir literalmentesu obra espontánea. Mi solitario juego está gobernado pordos leyes polares. La primera me permite ensayar variantes.detipo formal o psicológico; la segunda me obliga a sacrificarlas altexto 'original' y a razonar de un modo irrefutable esa aniquilación.. . A esas trabas artificiales hay que sumar otra, congénita.Componer el Quijote a principios del siglo diecisiete era una empresarazonable, necesaria, acaso fatal; a principios del veinte, escasi imposible. No en vano han transcurrido trescientos años, cargadosde complejísimos hechos. Entre ellos, para mencionar unosolo: el mismo Quijote."A pesar de esos tres obstáculos, el fragmentario Quijote de Menardes más sutil que el de Cervantes. Éste, de un modo burdo,opone a las ficciones caballerescas la pobre realidad provincianade su país; Menard elige como "realidad" la tierra de Carmendurante el siglo de Lepanto y de Lope. ¡Qué españoladas no habríaaconsejado esa elección a Maurice Barres o al doctor RodríguezLarreta! Menard, con toda naturalidad, las elude. En su obrano hay gitanerías ni conquistadores ni místicos ni Felipe Segundoni autos de fe. Desatiende o proscribe el color local. Ese desdénindica un sentido nuevo de la novela histórica. Ese desdén condenaa Salammbó, inapelablemente.No menos asombroso es considerar capítulos aislados. Por ejemplo,examinemos el xxxvin de la primera parte, "que trata del


FICCIONES 449curioso discurso que hizo don Quixote de las armas y las letras".Es sabido que D. Quijote (como Quevedo en el pasaje análogo,y posterior, de La hora de todos) falla el pleito contra las letrasy en favor de las armas. Cervantes era un viejo militar: su fallose explica. ¡Pero que el don Quijote de Pierre Menard —hombrecontemporáneo de La trahison des cleros y de Bertrand Russell—reincida en esas nebulosas sofisterías! Madame Bachelier ha vistoen ellas una admirable y típica subordinación del autor a la psicologíadel héroe; otros (nada perspicazmente) una transcripcióndel Quijote; la baronesa de Bacourt, la influencia de Nietzsche.A esa tercera interpretación (que juzgo irrefutable) no sé si meatreveré a añadir una cuarta, que condice muy bien con la casidivina modestia de Pierre Menard: su hábito resignado o irónicode propagar ideas que eran el estricto reverso de las preferidaspor él. (Rememoremos otra vez su diatriba contra Paul Valéry enla efímera hoja superrealista de Jacques Reboul.) El texto de Cervantesy el de Menard son verbalmente idénticos, pero el segundoes casi infinitamente más rico. (Más ambiguo, dirán sus detractores;pero la ambigüedad es una riqueza.)Es una revelación cotejar el don Quijote de Menard con el deCervantes. Éste, por ejemplo, escribió (Don Quijote, primera parte,noveno capítulo) :. . . la verdad, cuya madre es la historia, émula del tienipo, depósitode las acfiorxes, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lopresente, advertencia de lo por venir.Redactada en el siglo diecisiete, redactada por el "ingenio lego"Cervantes, esa enumeración es un mero elogio retórico de la historia.Menard, en cambio, escribe:. . .la verdad, cuya madre es la historia émula del tiempo, depósitode las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lopresente, advertencia de lo por venir.La historia, madre de la verdad; la idea es asombrosa. Menard,contemporáneo de William James, no define la historia como unaindagación de la realidad sino como su origen. I¿a verdad histórica,para él, no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que- sucedió.Las cláusulas finales —ejemplo y aviso de lo presente, advertenciade lo por venir— son descaradamente pragmáticas.También es vivido el contraste de los estilos. El estilo arcaizantede Menard —extranjero al fin— adolece de alguna afectación. Noasí el del precursor, que maneja con desenfado el español corrientede su época. "No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil. Una


450 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASdoctrina filosófica es al principio una descripción verosímil deluniverso; giran los años y es un mero capítulo —cuando no unpárrafo o un nombre— de la historia de la filosofía. En la literatura,esa caducidad final es aun más notoria. El Quijote —medijo Menard— fue ante todo un libro agradable; ahora es unaocasión de brindis patrióticos, de soberbia gramatical, de obscenasediciones de lujo. La gloriares una incomprensión y quizá la peor.Nada tienen de nuevo esas comprobaciones nihilistas; lo singulares la decisión que de ellas derivó Pierre Menard. Resolvió adelantarsea la vanidad que aguarda todas las fatigas del hombre;acometió una empresa complejísima y de antemano fútil. Dedicósus escrúpulos y vigilias a repetir en un idioma ajeno un libropreexistente. Multiplicó los borradores; corrigió tenazmente y desgarrómiles de páginas manuscritas 3 . No permitió que fueranexaminadas por nadie y cuidó que no le sobrevivieran. En vanohe procurado reconstruirlas.He reflexionado que es lícito ver en el Quijote "final" unaespecie de palimpsesto, en el que deben traslucirse los rastros—Tenues pero no indescifrables— de la "previa" escritura de nuestroamigo. Desgraciadamente, sólo un segundo Pierre Menard,inviniendo el trabajo del anterior, podría exhumar y resucitaresas Troyas. . .. "Pensar, analizar,* inventar (me escribió también) no son actosanómalos, son la normal respiración de la inteligencia. Glorificarel ocasional cumplimiento de esa función, atesorar antiguos y ajenospensamientos, recordar con incrédulo estupor lo que el doctoruniversalis pensó, es confesar nuestra languidez o nuestra barbarie.Todo hombre debe ser capaz de todas las ideas y entiendo que enel pofvenir lo será."Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido mediante una técnicanueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnicadel anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas. Esatécnica de aplicación infinita nos insta á recorrer la Odisea comosi fuera posterior a la Eneida y el libro Le jardín du Centaurede Madame Henri Bachelier como si fuera de Madame HenriBachelier. Esa técnica puebla de aventura los libros más calmosos.Atribuir a Louis Eerdinand Céline o a James Joyce la Imilaciónde Cristo ¿no es una suficiente renovación de esos tenues avisosespirituales?Nhne.s, 1939¿- 1 Recuerdo sus cuadernos cuadriculados, sus negras tachaduras, sus peculiaressímbolos tipográficos y su letra de insecto. En los atardeceres le gustabasalir a caminar por los arrabales de Nimes; solía llevar consigo un cuadernov hacer una alegre fogata." "


FICCIONES 451LAS RUINAS CIRCULARESAnd if he left off dreaming aboul yon.. .Through the Looking-Glass, VINíldie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio lacanoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocosdia.s nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y queMU patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba,en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend noCHtá contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Locierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sinapartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilacerabanlas carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta elrecinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvonlguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondelCH un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selvapalúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombreo.El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto.'Comprobó sin asombro que las heridas habían cicatrizado; cerrólos ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinaciónde la voluntad. Sabía que ese templo era el lugarque requería su invencible propósito; sabía que los árboles incesantesno habían logrado estrangular, río abajo, las ruinas deOtro templo propicio, también de dioses incendiados y muertos;Había que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianochelo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de piesdescalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los hombreslie la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su«mpuro o temían su magia. Sintió el frío del miedo y buscó enhl muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas desconocidas.. ;/'El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural.Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridadminuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico habíaAgotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntadosu propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior,ño habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitadoy despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cerca-


452 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASnía de los leñadores también, porque éstos se encargaban de subvenira sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributoeran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tareade dormir y soñar.Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueronde naturaleza dialéctica. El forastero se soñaba en el centro de unanfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado:nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de losúltimos pendían a muchos siglos de distancia y a una altura estelar,pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones deanatomía, de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban conansiedad y procuraban responder con entendimiento, como siadivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a unode ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría enel mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, considerabalas respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucarpor los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligenciacreciente. Buscaba un alma que mereciera participaren el universo.A las nueve o diez noches comprendió con alguna amargura quenada podía esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividadsu doctrina y sí de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicciónrazonable. Los primeros, aunque dignos de amor y debueno afecto, no podían ascender a individuos; los últimos preexistíanun poco más. Una tarde (ahora también las tardes eran tributariasdel sueño, ahora no velaba sino un par de horas en elamanecer) licenció para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedócon un solo alumno. Era un muchacho taciturno,, cetrino, díscoloa veces, de rasgos afilados que repetían los de su soñador. No lodesconcertó por mucho tiempo la brusca eliminación de los condiscípulos;su progreso, al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo maravillar al maestro. Sin embargo, la catástrofe sobrevino.El hombre, un día, emergió del sueño como de un desiertoviscoso, miró la vana luz de la tarde que al pronto confundiócon la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa nochey todo el día, la intolerable lucidez del insomnio se abatiócontra él. Quiso explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzó entrela cicuta unas rachas de sueño débil, veteadas fugazmente devisiones de tipo rudimental: inservibles. Quiso congregar el colegioy apenas hubo articulado unas breves palabras de exhortación,éste se deformó, se borró. En la casi perpetua vigilia, lágrimas deira le quemaban los viejos ojos.Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherentey vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo quepuede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del


FICCIONES 453orden superior y del inferior: mucho más arduo que tejer unacuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Comprendióque un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme alucinaciónque lo había desviado al principio y buscó otro métodode trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposiciónde las fuerzas que había malgastado el delirio. Abandonó todapremeditación de soñar y casi acto continuo logró dormir un trechorazonable del día. Las raras veces que soñó durante ese período,no reparó en los sueños. Para reanudar la tarea, esperó queel disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificóen las aguas del río, adoró los dioses planetarios, pronunció laslílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió. Casi inmediatamente,soñó con un corazón que latía.Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado,color granate en la penumbra de un cuerpo humano auniln cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidasnoches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia. Nolo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlocon la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distanciasy muchos ángulos. La noche catorcena rozó la arteria pulmonarcon el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. Elexamen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche:luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendióla visión de otro de los órganos principales. Antes, de unaño llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerable fuetal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo,pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los ojos.Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido.En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojoAdán que no logra ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elementalcomo ese Adán de polvo era el Adán de sueño que las nochestlel mago habían fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyótoda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido destruirla.).Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, searrojó a los pies de la efigie que tal vez era un tigre y tal vez unpotro, e imploró vsu desconocido socorro. Ese crepúsculo, soñócon la estatua. La soñó viva, trémula: no era un atroz bastardo detigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y tambiénun toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló quesu nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y enOtros iguales) le habían rendido sacrificios y culto y que mágicamenteanimaría al fantasma soñado, de suerte que todas las criaturas,excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran un hombrede carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos,lo enviaría al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten


1.V1 JOKGü LUIS BORGKS—OBRAS COMPLETASaguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel edificiodesierto. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó.El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmenteabarcó dos años) a descubrirle los arcanos del universo ydel culto del fuego. íntimamente, le dolía apartarse de él. Conel pretexto de la necesidad pedagógica, dilataba cada días las horasdedicadas al sueño. También rehizo el hombro derecho, acasodeficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de que ya todoeso había acontecido. . . En general, sus días eran felices; af cerrarlos ojos pensaba: Ahora estaré con mi hijo. O, más raramente:El hijo que he engendrado me espera y no existirá si no voy.Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vezle ordenó que embanderara una cumbre lejana. Al otro día, flameabala bandera en la cumbre. Ensayó otros experimentos análogos,cada vez más audaces. Comprendió con cierta amarguraque su hijo estaba listo para nacer —y tal vez impaciente. Esanoche lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cuyosdespojos blanqueaban río abajo, a muchas leguas de inextricableselva y de ciénaga. Antes (para que no supiera nunca que eraun fantasma, para* que se creyera un hombre como los otros) leinfundió el olvido total de sus años de aprendizaje.Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculosde la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura depiedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticosritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba,o soñaba como lo hacen todos los hombres. Percibía con ciertapalidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutríade esas disminuciones de su alma. El propósito de su vida estabacolmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo deun tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computaren años y otros én lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche:no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombremágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de noquemarse. El mago recordó bruscamente las palabras del dios.Recordó que de todas las criaturas que componen el orbe, elfuego era la única que sabía que su hijo era un fantasma. Eserecuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temióque su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera dealgún modo su condición de mero simulacro. Né ser un hombre,ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable,qué vértigo! A todo padre le interesan los hijos queha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad;es natural que el mago temiera por el porvenir de aquelhijo, pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y unanoches secretas.


FICCIONES 455El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieronalgunos signos. Primero (al cabo de una larga sequía)' una remotanube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia elSur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los leopardos;luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches;después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo aconteciclohace muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios delfuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros elmago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico. Porun instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendióque la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos.Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron sucarne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión.Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que éltambién era una apariencia, que otro estaba soñándolo.


456 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA LOTERÍA EN BABILONIAComo todos los hombres de Babilonia, he sido procónsul; como todos,esclavo; también he conocido la omnipotencia, el aprobio, lascárceles. Miren: a mi mano derecha le falta el índice. Miren:por este desgarrón de la capa se ve en mi estómago un tatuajebermejo: es el segundo símbolo, Beth. Esta letra, en las noches -de luna llena, me confiere poder sobre los hombres cuya marca esGhimel, pero me subordina a los de Aleph, que en las noches sinluna deben obediencia a los Ghimel. En el crepúsculo del alba,en un sótano, he yugulado ante una piedra negra toros sagrados.Durante un año de la luna, he sido declarado invisible: gritabay no me respondían, robaba el pan y no me decapitaban. Heconocido lo que ignoran los griegos: la incertidumbre. En unacámara de bronce, ante el pañuelo silencioso del estrangulador, laesperanza me ha sido fiel; en el río de los deleites, el pánico.Heraclides Póntico refiere con admiración que Pitágoras recordabahaber sido Pirro y antes Euforbo y antes algún otro mortal; pararecordar vicisitudes análogas yo no preciso recurrir a la muerteni aún a la impostura.Debo esa variedad casi atroz a una institución que otras repúblicasignoran o que obra en ellas de modo imperfecto y secreto:la lotería. No he indagado su historia; sé que los magos no logranponerse de acuerdo; sé de sus poderosos propósitos lo que puedesaber de la luna el hombre no versado en astrología. Soy de unpaís vertiginoso donde la lotería es parte principal de la realidad:hasta el 3ía de hoy, he pensado tan poco en ella como en la conductade los dioses indescifrables o de mi corazón. Ahora, lejosde Babilonia y de sus queridas costumbres, pienso con algúnasombro en la lotería y en las conjeturas blasfemas que en elcrepúsculo murmuran los hombres velados.Mi padre refería que antiguamente —¿cuestión de siglos, deaños?— la lotería en Babilonia era un juego de carácter plebeyo.Refería (ignoro si con verdad) que los barberos despachabanpor monedas de cobre rectángulos de hueso o de pergamino adornadosde símbolos. En pleno día se verificaba un sorteo: los agraciadosrecibían, sin otra corroboración del azar, monedas acuñadasde plata. El procedimiento era elemental, como ven ustedes.Naturalmente, esas "loterías''' fracasaron. Su virtud moral eranula. No se dirigían a todas las facultades del hombre: únicamente a su esperanza. Ante la indiferencia pública, los mercaderes


FICCIONES 457que fundaron ¡esas loterías venales comenzaron a perder el dinero.Alguien ensayó una reforma: la interpolación de unas pocas suertesadversas en el censo de números favorables. Mediante esa reforma,los compradores de rectángulos numerados corrían el doblealbur de ganar una suma y de pagar una multa a veces cuantiosa.Ese leve peligro (por cada treinta números favorables había unnúmero aciago) despertó, como es natural, el interés del público.Los babilonios se entregaron al juego. El que no adquiría suertesera considerado un pusilánime, un apocado. Con el tiempo, esedesdén justificado se duplicó. Era despreciado el que no jugaba,pero también eran despreciados los perdedores que abonaban lamulta. La Compañía (así empezó a llamársela entonces) tuvo queVelar por los ganadores, que no podían cobrar los premios sifaltaba en las cajas el importe casi total de las multas. Entablóuna demanda a los perdedores: el juez los condenó a pagar lamulta original y las costas o a unos días de cárcel. Todos optaronpor la cárcel, para defraudar a la Compañía. De esa bravata deunos pocos nace el todopoder de la Compañía: su valor eclesiástico,metafísico.Poco después, los informes de los sorteos omitieron las enumeracionesde multas y se limitaron a publicar los días de prisión quedesignaba cada número adverso. Ese laconismo, casi inadvertidoen su tiempo, fue de importancia capital. Fue la primera apariciónen la lotería de elementos no pecuniarios. El éxito fue grande.Instad^ por los jugadores, la Compañía se vio precisada a aumentarlos números adversos.Nadie ignora que el pueblo de Babilonia es muy devoto de lalógicaf y aun de la simetría. Era incoherente que los númerosfaustos se computaran en redondas monedas y los infaustos endías y noches de cárcel. Algunos moralistas razonaron que la posesiónde monedas no siempre determina la felicidad y que otrasformas de la dicha son quizá más directas.Otra inquietud cundía en los barrios bajos. Los miembros delcolegio sacerdotal multiplicaban las puestas y gozaban de todaslas vicisitudes del terror y de la esperanza; los pobres (con envidiarazonable o inevitable) se sabían excluidos de ese vaivén, notoria-,mente delicioso. El justo anhelo de que todos, pobres y ricos,participasen por igual en la lotería, inspiró una indignada agitación,cuya memoria no han desdibujado los años. Algunos obstinadosno comprendieron (o simularon no comprender) que setrataba de un orden nuevo, de una etapa histórica necesaria. ..Un esclavo robó un billete carmesí, que en e] sorteo lo hizo acreedora que le quemaran la lengua. El código fijaba esa mismapena para el que robaba un billete. Algunos babilonios argumentabanque merecía el hierro candente, en su calidad de ladrón;


458 -JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASotros, magnánimos, que el yerdugo debía aplicárselo porque asílo había determinado el azar... Hubo disturbios, hubo.efusioneslamentables de "sangre; pero la gente babilónica impuso finalmentesu voluntad, contra la oposición de los ricos. El pueblo consiguiócon plenitud sus fines generosos. En primer término, logróque'la Compañía aceptara, la suma del poder pública. (Esa unificaciónera necesaria, dada la vastedad y complejidad de las nuevasoperaciones.) En segundo término, logró que la lotería fuerasecreta, gratuita y general. Quedó abolida la venta mercenaria desuertes. Ya iniciado en los misterios de Bel, todo hombre libreautomáticamente participaba en los sorteos sagrados, que se efectuabanen los laberintos del dios cada sesenta noches y que determinabansu destino hasta el otro ejercicio. Las consecuenciaseran incalculables. Una jugada feliz podía motivar su elevaciónal concilio de magos o la prisión de un enemigo (notorio o íntimo)o el encontrar, en la pacífica tiniebla del cuarto, la mujerque empieza a inquietarnos o que no esperábamos rever; unajugada adversa: la mutilación, la variada infamia, la muerte. Aveces un solo hecho —-el tabernario asesinato de C, la apoteosismisteriosa de B— era la solución genial de treinta o cuarentasorteos. Combinar las jugadas era difícil; pero hay que recordarque los individuos de la Compañía eran (y son) todopoderosos yastutos. En muchos casos, el conocimiento de que ciertas felicidadeseran simple fábrica del azar, hubiera aminorado su virtud;para eludir ese inconveniente, los agentes de la Compañía usabande las sugestiones y de la magia. Sus pasos, sus manejos, eran secretos.Para indagar las íntimas esperanzas y los íntimos terroresde cada cual, disponían de astrólogos y de espías. Había ciertosleones de piedra, había una letrina sagrada llamada Qaphqa,había unas grietas en un polvoriento acueducto que, según opinióngeneral, daban a la Compañía; las personas malignas o benévolasdepositaban delaciones en esos sitios. Un archivo alfabéticorecogía esas noticias de variable veracidad.Increíblemente, no faltaron murmuraciones. La Compañía, consu discreción habitual, no replicó directamente. Prefirió borrajearen los escombros de una fábrica de caretas un argumentobreve, que ahora figura en las escrituras sagradas. Esa pieza doctrinalobservaba que la lotería es una interpolación del azar enel orden del mundo y que aceptar errores no es contradecir el: azar:es corroborarlo. Observaba asimismo que esos leones y ese recipiente.sagrado, aunque no desautorizados por la Compañía (queno renunciaba al derecho de consultarlos), funcionaban sin garantíaoficial.Esa declaración apaciguó las inquietudes públicas. También produjootros efectos, acaso no previstos por el autor. Modificó hon-


FICCIONES 159clámente el espíritu y las operaciones de la Compañía. Poco tiempome queda; nos avisan que la nave está por zarpar; pero trataréde explicarlo.Por inverosímil que sea, nadie había ensayado hasta entoncesuna teoría general de los juegos. El babilonio no es especulativo.Acata los dictámenes del azar, les entrega su vida, su esperanza,su terror pánico, pero no se le ocurre investigar sus leyes laberínticas,ni las esferas giratorias que lo revelan. Sin embargo, la declaraciónoficiosa que he mencionado inspiró muchas discusionesde carácter jurídico-matemático. De alguna de ellas nació la conjeturasiguiente: Si la lotería es una intensificación del azar, unaperiódica infusión del caos en el cosmos ¿no convendría que elazar interviniera en todas las etapas del sorteo y no en una sola?¿No es irrisorio que el azar dicte la muerte de alguien y que lascircunstancias de esa muerte —la reserva, la publicidad, el plazode una hora o de un siglo— no estén sujetas al azar? Esos escrúpulostan justos provocaron al fin una considerable reforma, cuyascomplejidades (agravadas por un ejercicio de siglos) no entiendensino algunos especialistas, pero que intentaré resumir, siquieradC modo simbólico.Imaginemos un primer sorteo, que dicta la muerte de un hombre.Para su cumplimiento se procede a un otro sorteo, que propone(digamos) nueve ejecutores posibles. De esos ejecutores, cuatropueden iniciar un tercer sorteo que dirá el nombre del verdugo,dos pueden reemplazar la orden adversador una ordenfeliz (el encuentro de un tesoro, digamos), otro exacerbará lamuerte (es decir la hará infame o la enriquecerá de torturas),otros pueden negarse a cumplirla. .. Tal es el esquema simbólico.En la realidad el número de sorteos es infinito. Ninguna decisiónes final, todas se ramifican en otras. Los ignorantes suponen queinfinitos sorteos requieren un tiempo infinito; en realidad bastaque el tiempo sea infinitamente subdivisible, como lo enseña lafamosa parábola del Certamen con la Tortuga. Esa infinitud condicede admirable manera con los? sinuosos números del Azar ycon el Arquetipo Celestial de la Lotería, que adoran los platónicos. .. Algún eco deforme de nuestros ritos parece haber retumbadoen el Tíber: Elle Lampridio, en la Vida de Antonino Heliogábalo,refiere que este emperador escribía en conchas las suertesque destinaba a los convidados, de manera que uno recibía diezlibras de oro y otro diez moscas, diez lirones, diez osos. Es lícitorecordar que Heliogábalo se educó en el Asia Menor, entre los sacerdotesdel dios epónimo.También hay sorteos impersonales, de propósito indefinido:uno decreta que se arroje a las aguas del Eufrates un zafiro deTaprobana; otro, que desde el techo de una torre se suelte un


460 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASpájaro; otro, que cada siglo se retire (o se añada) un grano d;arena de los innumerables que hay en la playa. Las consecuenciason, a veces, terribles.Bajo el influjo bienhechor de la Compañía, nuestras costurrbres están saturadas de azar. El comprador de una docena de ávforas de vino damasceno no se maravillará si una de ellas encierrun talismán o una víbora; el escribano que redacta un contratno deja casi nunca de introducir algún dato erróneo; yo mism


f FICCIONES 461EXAMEN DE LA OBRA DE HERBERT QUAINHerbert Quain ha muerto en Roscommon; he comprobado sinasombro que el Suplemento Literario del Times apenas le deparamedia columna de piedad necrológica, en la que no hay epítetolaudatorio que no esté corregido (o seriamente amonestado) porun adverbio. El Spectator, en su número pertinente, es sin dudamenos lacónico y tal vez más cordial, pero equipara el primerlibro de Qüain —The God of the Labyrinth— a, uno de Mrs. AgathaChristie y otros a los de Gertrude Stein: evocaciones que nadiejuzgará inevitables y que no hubieran alegrado al difunto. Éste,por lo demás, no se creyó nunca genial; ni siquiera en las nochesperipatéticas de conversación literaria, en las que el hombre queya ha fatigado las prensas, juega invariablemente á ser MonsieurTeste o el doctor Samuel Johnson... Percibía con toda lucidezla condición experimental de sus libros: admirables tal vez porlo novedoso y por cierta lacónica probidad, pero no por las virtudesde la pasión. Soy como las odas de Cowley, me escribió desdeLongford .el seis de marzo de 1939. No pertenezco al arte, sino ala mera historia del arte. No había, para él, disciplina inferior ala historia.He repetido una modestia de Herbert Quain; naturalmente,esa modestia no agota su pensamiento. Flaubert y Henry Jamesnos han acostumbrado a suponer que las <strong>obras</strong> de arte son infrecuentesy de ejecución laboriosa; el siglo dieciséis (recordemosel Viaje del Parnaso, recordemos el destino de Shakespeare) nocompartía esa desconsolada opinión. Herbert Quain, tampoco. Leparecía que la buena literatura es harto común y que apenashay diálogo callejero que no la logre. También le parecía que elhecho estético no puede prescindir de algún elemento de asombroy que asombrarse de memoria es difícil. Deploraba con sonrientesinceridad "la servil y obstinada conservación" de libros pretéritos.. . Ignoro si su vaga teoría es justificable; sé que sus librosanhelan demasiado el asombro.Deploro haber prestado a una dama, irreversiblemente, el primeroque publicó. He declarado que se trata de una novela policial:The God of the Labyrinth; puedo agradecer que el editor lapropuso a la venta en los últimos días de noviembre de 1933. Enlos primeros de diciembre, las agradables y arduas involucionesdel Siamese Twin Mystery atarearon a Londres y a Nueva York;yo prefiero atribuir a esa coincidencia ruinosa el fracaso de la


1462 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASnovela de nuestro amigo. También (quiero ser del todo sincero)a su ejecución deficiente y a la vana y frígida pompa de ciertasdescripciones del mar. Al cabo de siete años, me es imposible recuperarlos pormenores de la acción; he aquí su plan; tal comoahora lo empobrece (tal como ahora lo purifica) mi olvido. Hayun indescifrable asesinato en las páginas iniciales, una lenta discusiónen las intermedias, una solución en las últimas. Ya aclaradoel enigma, hay un párrafo largo y retrospectivo que contieneesta frase: Todos creyeron que el encuentro de los dos jugadoresde ajedrez había sido casual. Esa frase deja entender quela solución es errónea. El lector, inquieto, revisa los capítulospertinentes y descubre otra solución, que es la verdadera. El lectorde ese libro singular es más perspicaz que el detective.Aun más heterodoxa es la "novela regresiva, ramificada" AprilMarch, cuya tercera (y única) parte es de 1936. Nadie, al juzgaresa novela, se niega a descubrir que es un juego; es lícito recordarque el autor no la consideró nunca otra cosa. Yo reivindicopara esa obra, le oí decir, los rasgos esenciales de todo juego: lasimetría, las leyes arbitrarias, el tedio. Hasta el nombre es undébil calembour: no significa Marcha de abril sino literalmenteAbril marzo. Alguien ha percibido en sus páginas un eco de lasdoctrinas de Dunne; el prólogo de Quain prefiere evocar aquelinverso mundo de Bradley, en que la muerte precede al nacimientoy la cicatriz a la herida y la herida al golpe (Appearanceand Reality, 1897, página 215) . 1 Los mundos que propone AprilMnrch no son regresivos; lo es la manera de historiarlos. Regresivay ramificada, como ya dije. Trece capítulos integran la obra.El primero refiere el ambiguo diálogo de unos desconocidos enun andén. El segundo refiere los sucesos de la víspera del primero.El tercero, también retrógrado, refiere los sucesos de otraposible víspera del primero; el cuarto, los de otra. Cada una deesas' tres vísperas (que rigurosamente se excluyen) se ramificaen otras tres vísperas, de índole muy diversa. La obra total constapues de nueve novelas; cada novela, de tres largos capítulos. (Elprimero es común a todas ellas, naturalmente.) De esas novelas,JAy de la erudición de Herbert .Quain, ay de la página 215 de un libro de1897. Un interlocutor del Político, de Platón, ya había descrito una regresiónparecida: 1^ de los Hijos de la Tierra o Autóctonos que, sometidos al influjode una rotación inversa del cosmos, pasaron de la vejez a la madurez, de lamadurez a la niñez, de la niñez a la desaparición y la nada. También Teopompo,en su Filípica, habla de ciertas frutas boreales que originan =nquien las come, el mismo proceso retrógrado . . . Más interesante es imaginaruna inversión del Tiempo: un estado en el que recordáramos el porvenir eignoráramos, o apenas presintiéramos, el pasado. Cf. el .canto décimo del¡nfierno t versos 97-102, donde se comparan la visión profétíca y la presbicia.


FICCIONES4fií!una es de carácter simbólico; otra, sobrenatural; otra, policial;otra, psicológica; otra, comunista; otra, anticomunista, etcétera.Quizá un esquema ayude a comprender la estructura.y 2y .5JXlX 2* .3x 4x 5x 6x 7x 8x ijDe esa estructura cabe repetir lo que declaró Schopenhauer delas doce categorías kantianas: todo lo sacrifica a un furor simétrico.Previsiblemente, alguno de los nueve relatos es indigno deQuain; el mejor no es el que originariamente ideó, el x 4; es elde naturaleza fantástica, el x 9. Otros están afeados por bromaslánguidas y por seudo precisiones inútiles. Quienes los leen enorden cronológico (verbigracia: x 3, y 1, z) pierden el saborpeculiar del extraño libro. Dos relatos —el x 7, el x 8— carecende valor individual; la yuxtaposición les presta eficacia. . . No sési debo recordar que ya publicado April March, Quain se arrepintiódel orden ternario y predijo que los hombres que lo imitaranoptarían por el binario" \I x 4y los demiurgos y los dioses por el infinito: infinitas historias,infinitamente ramificadas.Muy diversa, pero retrospectiva también, es la comedia heroicaen dos actos The Secret Mirror. En las <strong>obras</strong> ya reseñadas, la complejidadformal había entorpecido la imaginación del autor:aquí, su evolución es más libre. El primer acto (el más extenso)ocurre en la casa de campo del general Thrale, C.I.E.., cerca deMelton Mowbray. El invisible centro de la trama es Miss UlricaThrale, la hija mayor del general. A través de algún diálogo laentrevemos, amazona y altiva; sospechamos que no suele visitarla literatura; los periódicos anuncian su compromiso con el duquede Rutland; los periódicos desmienten el compromiso. La ve-1x 3


• ^464 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASñera un autor dramático, Wilfred Quarles; ella le ha deparadoalguna vez un distraído beso. Los personajes son de vasta fortunay de antigua sangre; los afectos, nobles aunque vehementes; eldiálogo parece vacilar entre la mera vanilocuencia de Bulwer-Lytton y los epigramas de Wilde o de Mr. Philip Guedalla. Hayun ruiseñor y una noche; hay un duelo secreto en una terraza.(Gasi del todo imperceptibles, hay alguna curiosa contradicción,hay pormenores sórdidos.) Los personajes del primer acto reaparecenen el segundo —con otros nombres. El "autor dramático"Wilfred Quarles es un comisionista de Liverpool; su verdaderonombre John William Quigley. Miss Thrale existe; Quigley nuncala ha visto, pero morbosamente colecciona retratos suyos del Tañero del Sketch. Quigley es autor del primer acto. La inverosímilo improbable "casa de campo" es la pensión judeo-irlandesa enque vive, transfigurada y magnificada por él. . . La trama de losactos es paralela, pero en el segundo todo es ligeramente horrible,todo se posterga o se frustra. Cuando The Secret Mirror seestrenó, la crítica pronunció los nombres de Freud y de JuliánGreen. La mención del primero me parece del todo injustificada.La fama divulgó que The Secret Mirror era una comedia freudiana;esa interpretación propicia (y falaz) determinó su éxito.Desgraciadamente, ya Quain había cumplido los cuarenta años;estaba aclimatado en el fracaso y no se resignaba con dulzuraa un cambio de régimen. Resolvió desquitarse. A fines de 1939publicó Statements: acaso el más original de sus libros, sin dudael menos alabado y el más secreto. Quain solía argumentar quelos lectores eran una especie ya extinta. No hay europeo (razonaba)que no sea un escritor, en; potencia o en acto. Afirmaba tambiénque de las* diversas felicidades que puede ministrar la literatura,la más alta era la invención. Ya que no todos son capacesde esa felicidad, muchos habrán de contentarse con simulacros.Para esos "imperfectos escritores", cuyo nombre es legión, Quainredactó los ocho relatos del libro Statements. Cada uno de ellosprefigura o promete un buen argumento, voluntariamente frustradopor el autor. Alguno —no el mejor— insinúa dos argumentos.El lector, distraído por la vanidad, cree haberlos inventado.Del tercero, The Rose of Yesterday, yo cometí la ingenuidad deextraer Las ruinas circulares, que es una de las narraciones dellibro El jardín de senderos que se bifurcan.¡94'


FICCIONES 465LA BIBLIOTECA DE BABELBy this art you muy contémplate the variationof the 23 letters...The Anatomy o£ Melancholy, part. 2, sect.II,' mem. IV.El universo (que otros llaman la Biblioteca) se.compone de unnúmero indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales,con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandasbajísimas. Desde cualquier hexágono, se ven los pisos inferioresy superiores: interminablemente. La distribución de las galeríases invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaquelespor lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es lade los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Unade las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca enotra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y aderecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permitedormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahípasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto.En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias.Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca noes infinita (si lo fuera realmente ¡¿a qué esa duplicación ilusoria?);yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometenel infinito. . . La luz procede de unas frutas esféricas que llevanel nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales.La luz que emiten es insuficiente, incesante.Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mijuventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogode catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrarlo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas delhexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas queme tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable;mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá enel viento engendrado por la caída, que es infinita. Yo afirmoque la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que lassalas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o,por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que esinconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretendenque el éxtasis les revela una cámara circular con un granlibro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las pa-


466 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras,Ese libro cíclico es; Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamenclásico: La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cufllquierhexágono, cuya circunferencia es inaccesible.A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cincoanaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formatouniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página,de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras decolor negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esasletras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé queesa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumirla solución (cuyo descubrimiento, a pesar de sus trágicas proyecciones,es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememoraralgunos axiomas.El primero: La Biblioteca existe ab aeterno. De esa verdadcuyo colorario inmediato es la eternidad futura del mundo, ningunamente razonable puede dudar. El hombre, el imperfectobibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos;el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomosenigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y deletrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de undios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lohumano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mifalible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letrasorgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablementesimétricas.El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco. 1Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular unateoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente elproblema queninguna conjetura había descifrado: la naturalezainforme y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padrevio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constabade las letras M C V perversamente repetidas desde el renglónprimero hasta el último. Otro (muy consultado en estazona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltimadice Oh tiempo tus pirámides. Ya se sabe: por una línea razonableo una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragosverbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerrilcuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbrede buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarloen los sueños o en las líneas caóticas de-la mano... Admiten1 El manuscrito original no contiene guarismos o mayúsculas. La puntuaciónha sido limitada a la coma y al punto. Esos dos signos, el espacio ylas veintidós letras del alfabeto son los veinticinco símbolos suficientes queenumera el desconocido. (Nota del Editor.)


FICCIONES 467que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolosnaturales, pero sostienen, que esa aplicación es casualy que los libros nada significan en sí. Ese dict^T.cn, ya veremos,no es del todo falaz.)Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrablescorrespondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que loshombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban unlenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad queunas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventapisos más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad,, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables M C V nopueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentarioque sea. Algunos insinuaron que cada letra podía influiren la subsiguiente y que el valor de MCV en la tercera líneade la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otraposición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otrospensaron en criptografías; umversalmente esa conjetura ha sidoaceptada, aunque no en el sentido en que la formularon susinventores.Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior J diocon un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi doshojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifradorambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués;otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerseel idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní,con inflexiones de árabe clásico. También se descifró el contenido:nociones de análisis cojnbinatorio, ilustradas por ejemplosde variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieronque un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamentalde la Biblioteca. Este pensador observó que todos loslibros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: elespació, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. Tambiénalegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: Nohay, en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisasincontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que susanaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantossímbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito)o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas.Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías delos arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y milesde catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catá-1 .Antes, por cada tres hexágonos había un hombre. El suicidio y las enfermedadespulmonares han destruido esa proporción. Memoria de indeciblemelancolía: a veces he viajado muchas noches por corredores y escaleraspulidas sin hallar un solo bibliotecario.


1468 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASlogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, elevangelio gnóstico de Basílides, el comentario de ese evangelio,el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídicade tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas,las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratadoque Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la^ mitología de lossajones, los libros perdidos de Tácito.Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libres,la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todoslos hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto.No había problema personal o mundial cuya elocuente soluciónno existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado,el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de laesperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones:libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban losactos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosospara su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulcehexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vanopropósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputabanen los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulabanen las escaleras divinas, arrojaban los libros engañososal fondo de los túneles, morían despeñados por loshombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron. . . LasVindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personasdel porvenir, a personas acaso no- imaginarias) pero los buscadoresno recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentrela suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computableen cero.También se esperó entonces la aclaración de los misteriosbásicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo;Es verosímil que esos graves misterios puedan explicarse enpalabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiformeBiblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requierey los vocabularios y gramáticas de ese idioma. Hace ya cuatrosiglos que los hombres fatigan los hexágonos. . . Hay buscadoresoficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de sufunción: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sinpeldaños que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras conel bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lohojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie esperadescubrir nada.A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresiónexcesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algúnhexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciososeran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta -blasfema


FICCIONESsugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaranletras y símbolos, hasta construir, mediante ¡un improbabledon del azar, esos libros canónicos. .Las autoridades se vieronobligadas a promulgar órdenes severas. La stcía desapareció, peroen mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultabanen las letrinas, con unos discos de metal en un cubileteprohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminarlas <strong>obras</strong> inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credencialesno siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenabananaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debela- insensata perdición de millones de libros. Su nombre esexecrado, pero quienes deploran los "tesoros" que su frenesídestruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca estan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal.Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero(como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares demiles de facsímiles imperfectos: de <strong>obras</strong> que no difieren sinopor una letra o por una coma. 'Contra la opinión general, meatrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidaspor los Purificadores, han sido exageradas por el horrorque esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistarlos libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menorque los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: ladel Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono(razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifray el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecariolo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de estazona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto.Muchos peregrinaron en busca de Él. Durante un siglo -fatigaronen vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el veneradohexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un métodoregresivo:. Para localizar el libro A, consultar previamenteun libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B,consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito. . . Enaventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No meparece inverosímil que en algún anaquel del universo haya unlibro total 1 ; ruego a los dioses ignorados que un hombre —¡unosolo, aunque sea, hace miles de años!— lo haya examinado y leído.Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean1 Lo repito: basta que un libro sea posible para que exista. Sólo está excluidolo imposible. Por ejemplo: ningún libro es también una escalera,aunque sin duda hay libros que discuten y niegan y demuestran esa posibilidad) otros cuya estructura corresponde a la de una escalera.


470 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASpara otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno.Que yo sea ultrajado y aniquilado, perp^que en un instante, enun ser, Tu enorme Biblioteca se justifiqué.Afirman los impíos que el disparate es normal en la Bibliotecay que lo razonable (y aun la humilde y pura cofer r encia) es unacasi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de "la Biblioteca febril,cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarseen otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confundencomo una divinidad que delira". Esas palabras que no sólo denuncianel desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamenteprueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. Enefecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todaslas variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos,pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejorvolumen de los muchos hexágonos que administro se titulaTrueno peinado, y otro El calambre de yeso y otro Axaxaxas mió.Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda soncapaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificaciónes verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. Nopuedo combinar unos caracteresdhcmrlchtdjque la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna desus lenguas secretas no encierren un terrible" sentido. Nadie puedearticular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores;que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso deun dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil ypalabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cincoanaqueles de uno de los incontables hexágonos —y también surefutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismovocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correctadefinición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales,pero biblioteca, es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y lassiete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees,¿estás seguro de entender mi lenguaje?).La escritura metódica me distrae de la presente condición delos hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anulao nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternanante los libros y besan con barbarie las páginas, pero nosaben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas,las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo,han diezmado la población. Creo haber mencionadolos suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez.y el temor, pero sospecho que la especie humana —la única—


FICCIONES 471está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada,solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenespreciosos, inútil, incorruptible, secreta.Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo poruna f costumbre retórica; digo qué no es ilógico pensar que elmundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que enlugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos puedeninconcebiblemente cesar —lo cual es absurdo. Quienes lo imaginansin límites, olvidan que los tiene el número posible delibros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema:La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajerola atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de lossiglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden(que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad sealegra con esa elegante esperanza. 1Mar del Plata, 19411 Letizia Álvarez de Toledo ha observado que la vasta Biblioteca es inútil;en rigor, bastaría un solo volumen, de formato común, impreso en cuerponueve o en cuerpo diez, que. constara de un número infinito de hojas infinitamentedelgadas. (Cavalieri a principios del siglo xvn, dijo que todo cuerposólido es la superposición de un número infinito de planos.) El manejo deese vademécum sedoso no sería cómodo: cada hoja» aparente se desdoblaríaotras análogas; la inconcebible hoja central no tendría revés.


472 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL JARDÍN DE SENDEROSQUE SE BIFURCANA VictoriaOcampoEn la página 242 de la Historia de la Guerra Europea de LiddellHart, se lee que una ofensiva de trece divisiones británicas (apoyadaspor mil cuatrocientas piezas de artillería) contra la líneaSerre-Montauban había sido planeada para el veinticuatro dejulio de 1916 y debió postergarse hasta la mañana del día veintinueve.Las lluvias torrenciales (anota el capitán Liddell Hart)provocaron esa demora —nada significativa, por cierto. La siguientedeclaración, dictada, releída y firmada por el doctor YuTsun, anfíguo catedrático de inglés en la Hochschule de Tsingtao,arroja una insospechada luz sobre el caso. Faltan las dos páginasiniciales.". . .y colgué el tubo. Inmediatamente después, reconocí lavoz que había contestado en alemán. Era la del capitán RichardMadden. Madden, en el departamento de Viktor Runeberg, queríadecir el fin de nuestros afanes y —pero eso parecía muy secundario,o debía parecérmelo— también de nuestras vidas. Queríadecir que Runeberg había sido arrestado, o asesinado. 1 Antesque declinara el sol de ese día, yo correría la misma suerte. Maddenera implacable. Mejor dicho, estaba obligado a ser implacable.Irlandés a las órdenes de Inglaterra, hombre acusado detibieza y tal vez de traición ¿cómo no iba a abrazar y agradecereste milagroso favor: el descubrimiento, la captura, quizá la muerte,de dos agentes del Imperio Alemán? Subí a mi cuarto; absurdamentecerré la puerta con llave y me tiré de espaldas en laestrecha cama de hierro. En la ventana estaban los tejados desiempre y el sol nublado de las seis. Me pareció increíble queese día sin premoniciones ni símbolos fuera el de mi muerteimplacable. A pesar de mi padre muerto, a pesar de haber sidoun niño en un simétrico jardín de Hai Feng ¿yo, ahora, iba amorir? Después reflexioné que todas las cosas le suceden a unoprecisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y sólo en elpresente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire,1 Hipótesis odiosa y estrafalaria. El espía prusiano Hans Rabener aliasViktor Runeberg agredió con una pistola automática al portador de la ordende arresto, capitán Richard Madden. Éste, en defensa propia, le causó heridasque determinaron su muerte. (Nota del Editor.)


FICCIONES 473en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa amí. . . El casi intolerable recuerdo del rostro acaballado de Maddenabolió esas divagaciones. En mitad de mi odio y de miterror (ahora no me importa hablar de terror: ahora que heburlado a Richard Madden, ahora que mi garganta anhela lacuerda) pensé que ese guerrero tumultuoso y sin duda feliz nosospechaba que yo poseía el Secreto. El nombre del preciso lugardel nuevo parque de artillería británico sobre el Ancre. Un pájarorayó el cielo gris y ciegamente lo traduje en un aeroplanoy a ese aeroplano en muchos (en el cielo francés) aniquilando•el parque de artillería con bombas verticales. Si mi boca, antesque la deshiciera un balazo, pudiera gritar ese nombre de modoque lo oyeran en Alemania. . . Mi voz humana era muy pobre.¿Cómo hacerla llegar al oído del Jefe? Al oído de aquelhombre enfermo y odioso, que no sabía de Runeberg y de mísino que estábamos en Staffordshire y que en vano esperabanoticias nuestras en su árida oficina de Berlín, examinando infinitamenteperiódicos. . . Dije en voz alta: Debo huir. Me incorporésin ruido, en una inútil perfección de silencio, como siMadden ya estuviera acechándome. Algo —tal vez la meraostentación de probar que mis recursos eran nulos— me hizorevisar mis bolsillos. Encontré lo que sabía que iba a encontrar.El reloj norteamericano, la cadena de níquel y la monedacuadrangular, el llavero con las comprometedoras llaves inútiles deldepartamento de Runeberg, la libreta, una carta que resolví destruirinmediatamente (y que no destruí), el falso pasaporte, una corona,dos chelines y unos peniques, el lápiz rojo-azul, el pañuelo, el revólvercon una bala. Absurdamente lo empuñé y sopesé para darmevalor. Vagamente pensé que un pistoletazo puede oírse muy lejos*En diez minutos mi plan estaba maduro. La guía telefónica medio el nombre de la única persona capaz de transmitir la noticia:vivía en un suburbio de Fenton, a menos de media hora de tren.Soy un hombre cobarde. Ahora lo digo, ahora que he llevadoa término un plan que nadie no calificará de arriesgado. Yo séque fue terrible su ejecución. No lo hice por Alemania, no. Nadame importa un país bárbaro, que me ha obligado a la abyecciónde ser un espía. Además, yo sé de un hombre de Inglaterra —unhombre modesto— que para mí no es menos que Goethe. Arribade una hora no hablé con él, pero durante una hora fue Goethe. . .Lo hice, porque yo sentía que el Jefe tenía en poco a los de miraza— a los innumerables antepasados que confluyen en mí. Yoquería probarle que un amarillo podía salvar a sus ejércitos.Además, yo debía huir del capitán. Sus manos y su voz podíangolpear en cualquier momento a mi puerta. Me vestí sin ruido,me dije adiós en el espejo, bajé, escudriñé la calle tranquila y


1474 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASsalí. La estación no distaba mucho de casa, pero juzgué preferibletomar un coche. Argüí que así corría menos peligro de serreconocido; el hecho es que en la calle desierta me sentía visibley vulnerable, infinitamente. Recuerdo que le dije al cocheroque se detuviera un poco antes de la entrada central. Bajé corílentitud voluntaria y casi penosa; iba a la aldea de Ashgrove,pero saqué un pasaje para una estación más lejana. El tren salíadentro de muy pocos minutos, a las ocho y cincuenta. Me apresuré;el próximo saldría a las nueve y media. No había casi nadieen el andén. Recorrí los coches: recuerdo unos labradores, unaenlutada, un joven que leía con fervor los Anales de Tácito, unsoldado herido y feliz. Los coches arrancaron al fin. Un hombreque reconocí corrió en vano hasta el límite del andén. Era elcapitán Richard Madden. Aniquilado, trémulo, me encogí enla otra punta del sillón, lejos del temido cristal.De esa aniquilación pasé a una felicidad casi abyecta. Me dijeque ya estaba empeñado mi duelo y que yo había ganado elprimer asalto, al burlar, siquiera por cuarenta minutos, siquierapor un favor del azar, el ataque de mi adversario. Argüí que esavictoria mínima prefiguraba la victoria total. Argüí que no eramínima, ya que sin esa diferencia preciosa que el horario detrenes me deparaba, yo estaría en la cárcel, o muerto. Argüí (nomenos sofísticamente) que mi felicidad cobarde probaba que yoera hombre capaz de llevar a buen término la aventura.. De esadebilidad saqué fuerzas que no me abandonaron. Preveo que elhombre se resignará cada día a empresas más atroces; pronto nohabrá sino guerreros y bandoleros; les doy este consejo: El ejecutorde una empresa atroz debe imaginar que ya la ha cumplido,debe imponerse un porvenir qule sea irrevocable como el pasado.Así procedí yo, mientras mis ojos de hombre ya muerto registrabanla fluencia de aquel día, que era tal vez el último, y ladifusión de la noche. El tren corría con dulzura, entre fresnos.Se detuvo, casi en medio del campo. Nadie gritó el nombre dela estación. ¿Ashgrove? les pregunté a unos chicos en el andén.Ashgrove, contestaron. Bajé.Una lámpara ilustraba el andén, pero las caras de los niñosquedaban en la zona de sombra. Uno me interrogó: ¿Ud. va acasa del doctor Stephen Albertf Sin aguardar contestación, otrodijo: La casa queda lejos de aquí, pero- Ud. no se perderá si tomaese camino a la izquierda y. en cada encrucijada del camino doblaa la izquierda. Les arrojé una moneda (la última), bajé unos escalonesde piedra y entré en el solitario camino. Éste, lentamente,bajaba. Era de tierra elemental, arriba se confundían las ramas,la luna baja y circular parecía acompañarme.


FICCIONES 475Por un instante, pensé que Richard Madden había penetradode algún modo mi desesperado propósito. Muy pronto comprendíque eso era imposible. El consejo de siempre doblar a la izquierdame recordó que tal era el procedimiento común para descubrirel patio central de ciertos laberintos. Algo entiendo de laberintos:no en vano soy bisnieto de aquel Ts'ui Pén, que fue gobernadorde Yunnan y que renunció al poder temporal para escribiruna novela qife fuera todavía más populosa que el Hung LnMeng y para edificar un laberinto en el que se perdieran todoslos hombres. Trece años dedicó a esas heterogéneas fatigas, perola mano de un forastero lo asesinó y su novela era insensata ynadie encontró el laberinto. Bajo árboles ingleses medité en eselaberinto perdido: lo imaginé inviolado y perfecto en la cumbresecreta de una montaña, lo imaginé borrado por arrozales odebajo del agua, lo imaginé infinito, no ya de quioscos ochavadosy de sendas que vuelven, sino de ríos y provincias y reinos. . .Pensé en un laberinto de. laberintos, en un sinuoso laberintocreciente que abarcara el pasado y el porvenir y que implicarade algún modo los astros. Absorto en esas ilusorias imágenes, olvidémi destino de perseguido. Me sentí, por un tiempo indeterminado,percibidor abstracto del mundo. El vago y vivo campo,la luna, los restos de la tarde, obraron en mí; asimismo el decliveque eliminaba cualquier posibilidad de cansancio. La tarde eraíntima, infinita. El camino bajaba y se bifurcaba, entre las yaconfusas praderas. Una música aguda y como silábica se aproximabay se alejaba en el vaivén del viento, empañada de hojas yde distancia. Pensé que un hombre puede ser enemigo de otroshombres, de otros momentos de otros hombres, pero no de unpaís: no de luciérnagas, palabras,, jardines, cursos de agua, ponientes.Llegué, así, a un alto portón herrumbrado. Entre lasrejas descifré una alameda y una especie de pabellón. Comprendí,de pronto, dos cosas, la primera trivial, la segunda casi increíble:la música venía del pabellón, la música era china. Por eso, yola había aceptado con «plenitud, sin prestarle atención. No recuerdosi había una campana o un timbre o si llamé golpeandolas manos. El chisporroteo de la música prosiguió.Pero del fondo de la íntima casa un farol se acercaba: un farolque rayaban y a ratos anulaban los troncos, un farol de "papel,que tenía la forma de los tambores y el color de la luna. Lo traíaun hombre alto. No vi su rostro, porque me cegaba la luz. Abrióel portón y dijo lentamente en mi idioma.—Veo que el piadoso Hsi P'éng se empeña en corregir mi soledad.¿Usted sin duda querrá ver el jardín?


476 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASReconocí el nombre de uno de nuestro cónsules y repetí desconcertado:—¿El jardín?—El jardín de senderos que se bifurcan.Algo se agitó en mi recuerdo y pronuncié con incomprensibleseguridad:—El jardín de mi antepasado Ts'ui Pén.—¿Su antepasado? ¿Su ilustre antepasado? Adelante.El húmedo sendero zigzagueaba como los de mi infancia. Llegamosa una biblioteca de libros orientales y occidentales. Reconocí,encuadernados en seda amarilla, algunos tomos manuscritos de laEnciclopedia Perdida que dirigió el Tercer Emperador de laDinastía Luminosa y que no se dio nunca a la imprenta. El discodel gramófono giraba junto a un fénix de bronce. Recuerdo tambiénun jarrón de la familia rosa y otro, anterior de muchossiglos, de ese color azul que nuestros artífices copiaron de losalfareros de Persia...Stephen Albert me observaba, sonriente. Era (ya lo dije) muyalto, de rasgos afilados, de ojos grises y barba gris. Algo de sacerdotehabía en él y también de marino; después me refirióque había sido misionero en Tientsin "antes de aspirar a sinólogo".Nos sentamos; yo en un largo y bajo diván; él de espaldas a laventana y a un alto reloj circular. Computé que antes de unahora no llegaría mi perseguidor, Richard Madden. Mi determinaciónirrevocable podía esperar.—Asombroso destino el de Ts'ui Pén —dijo Stephen Albert—.Gobernador de su provincia natal, docto en astronomía, en astrologiay en la interpretación infatigable de los libros canónicos,ajedrecista, famoso poeta y calígrafo: todo lo abandonó paracomponer un libro y un laberinto. Renunció a los placeres de laopresión, de la justicia, del numeroso lecho, de los banquetes yaun de la erudición y se enclaustró durante trece años en elPabellón de la Límpida Soledad. A su muerte, los herederos noencontraron sino manuscritos caóticos. La familia, como ustedacaso no ignora, quiso adjudicarlos al fuego; pero su albacea—un monje taoísta o budista— insistió en la publicación.—Los de la sangre de Ts'ui Pén —repliqué— seguimos execrandoa ese monje. Esa publicación fue insensata. El libro es un acervoindeciso de borradores contradictorios. Lo he examinado algunavez: en el tercer capítulo muere el héroe, en el cuarto está vivo.En cuanto a la otra empresa de Ts'ui Pén, a su Laberinto. . .—Aquí está el Laberinto —dijo indicándome un alto escritoriolaqueado.—¡Un laberinto de marfil! —exclamé—. Un laberinto mínimo. . .


FICCIONES 477— Un laberinto de símbolos —corrigió—. Un invisible laberintode tiempo. A mí, bárbaro inglés, me ha sido deparado revelarese misterio diáfano. Al cabo de más de cien años, los pormenoresson irrecuperables, pero no es difícil conjeturar lo que sucedió.Ts'ui Pén diría una vez: Me retiro a escribir un libro. Yotra: Me retiro a construir un laberinto. Todos imaginaron dos<strong>obras</strong>; nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto. ElPabellón de la Límpida Soledad se erguía en el centro de unjardín tal vez intrincado; el hecho puede haber sugerido a loshomhres un laberinto físico. Ts'ui Pén murió; nadie, en las dilatadastierras que fueron suyas, dio con el laberinto; la confusiónde la novela me sugirió que ése era el laberinto. Dos circunstanciasme dieron la recta solución del problema. Una: lacuriosa leyenda de que Ts'ui Pén se había propuesto un laberintoque fuera estrictamente infinito. Otra: un fragmento de una cartaque descubrí.Albert se levantó. Me dio, por unos instantes, la espalda; abrióun cajón del áureo y renegrido escritorio. Volvió con un papelantes carmesí; ahora rosado'y tenue y cuadriculado. Era justo elrenombre caligráfico de Ts'ui Pén. Leí con incomprensión yfervor estas palabras que con minucioso pincel redactó un hombrede mi sangre: Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardínde senderos que se bifurcan. Devolví en silencio la hoja. Albertprosiguió:—Antes de exhumar esta carta, yo me había preguntado de quémanera un libro puede ser infinito. No conjeturé otro procedimientoque el de un volumen cíclico, circular. Un volumen cuyaúltima página fuera idéntica a la primera, con posibilidad decontinuar indefinidamente. Recordé también esa noche que estáen el centro de las 1001 Noches, cuando la reina Shahrazad (poruna mágica distracción del copista) se pone a referir textualmentela historia de las 1001 Noches, con riesgo de llegar otra vez a lanoche en que la refiere, y así hasta lo infinito. Imaginé tambiénuna obra platónica, hereditaria, trasmitida de padre a hijo, enla que cada nuevo individuo agregara un capítulo o corrigieracon piadoso cuidado la página de los mayores. Esas conjeturas medistrajeron; pero ninguna parecía corresponder, siquiera de unmodo remoto, a los contradictorios capítulos de Ts'ui Pén. En esaperplejidad, me remitieron de Oxford el manuscrito que usted haexaminado. Me detuve, como es natural, en la frase: Dejo a losvarios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan.Casi en el acto comprendí; el jardín de senderos que se bifurcanera la novela caótica; la frase varios porvenires (no a todos)me sugirió la imagen de la bifurcación en el tiempo, no en elespacio. La relectura general de la obra confirmó esa teoría.


478 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEn todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta condiversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la delcasi inextricable Ts'ui Pén, opta —simultáneamente-- por todas.Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también pro-Iiferan y se bifurcan. De ahí las contradicciones de la novela.Fang, digamos, tiene un secreto; un desconocido llama a supuerta; Fang resuelve matarlo. Naturalmente, hay varios desenlacesposibles: Fang puede matar al intruso, el intruso puede matara Fang, ambos pueden salvarse, ambos pueden morir, etcétera.En la obra de Ts'ui Pén, todos los desenlaces ocurren; cada unoes el punto de partida de otras bifurcaciones. Alguna vez, los senderosde ese laberinto convergen: por ejemplo, usted llega a estacasa, pero en uno de los pasados posibles usted es mi enemigo,en otro mi amigo. Si se resigna usted a mi pronunciación incurable,leeremos unas páginas.Su rostro, en el vivido círculo de la lámpara, era sin duda elde un anciano, pero con algo inquebrantable y aun inmortal.Leyó con lenta precisión dos redacciones de un mismo capítuloépico. En la primera, un ejército marcha hacia una batalla através de una montaña desierta; el horror de las piedras y de lasombra le hace menospreciar la vida y logra con facilidad la victoria;en la segunda, el mismo ejército atraviesa un palacio enel que hay una fiesta; la resplandeciente batalla les parece unacontinuación de la fiesta y logran la victoria. Yo oía con decenteveneración esas viejas ficciones, acaso menos admirables que elhecho de que las hubiera ideado mi sangre y de que un hombrede un imperio remoto me las restituyera, en el curso de unadesesperada aventura, en uña isla occidental. Recuerdo las palabrasfinales, repetidas en cada redacción como un mandamientosecreto: Así combatieron los héroes, tranquilo el admirable corazón,violenta la espada, resignados a matar y a morir.Desde ese instante, sentí a mi alrededor y en mi oscuro cuerpouna invisible, intangible pululación. No la pululación de losdivergentes, paralelos y finalmente coalescentes ejércitos, sinouna agitación más inaccesible, más íntima y que ellos de algúnmodo prefiguraban. Stephen Albert prosiguió:—No creo que su ilustre antepasado jugara ociosamente a lasvariaciones. No juzgo verosímil que sacrificara trece años a lainfinita ejecución de un experimento retórico. En su país, lanovela es un género subalterno; en aquel tiempo era un génerodespreciable. Ts'ui Pén fue un novelista genial, pero tambiénfue un hombre de letras que sin duda no se consideró un meronovelista. El testimonio de sus contemporáneos proclama —y hartolo confirma su vida— sus aficiones metafísicas, místicas. Lacontroversia filosófica usurpa buena parte de su novela. Sé que


FICCIONES 479de todos les problemas, ninguno lo inquietó y lo trabajó comoel abismal problema del •tiempo. Ahora bien, ése es el único problemaque no figura en las páginas del Jardín, Ni siquiera usala palabra que quiere decir tiempo. ¿Cómo se explica usted esavoluntaria omisión?Propuse varias soluciones; todas, insuficientes. Las discutimos;al fin, Stephen Albert me dijo:—En una adivinanza cuyo tema es el ajedrez ¿cuál es la únicapalabra prohibida? Reflexioné un momento y repuse:—La palabra ajedrez.—Precisamente —dijo Albert—, El jardín de senderos que sebifurcan es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es eltiempo; esa causa recóndita le prohibe la mención de su nom-Tbre. Omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas ineptas ya perífrasis evidentes, es quizá el modo más enfático de indicarla.Es el modo tortuoso que prefirió, en cada uno de los meandrosde su infatigable novela, el oblicuo Ts'ui Pén. He confrontadocentenares de manuscritos, he corregido los errores que la negligenciade los copistas ha introducido, he conjeturado el plan deese caos, he restablecido, he creído restablecer, el orden primordial,he traducido la obra entera: me consta que no emplea una solavez la palabra tiempo. La explicación es obvia: El jardín de senderosque se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa,del universo tal como lo concebía Ts'ui Pén. A diferencia deNewton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempouniforme, absoluto. Creja en infinitas series de tiempos, en unared creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes yparalelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan,se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades.No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunosexiste usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos.En éste, que un favorable azaf me depara, usted ha llegado a micasa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontradomuerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error,un fantasma.—En todos —articulé no sin un temblor— yo agradezco y venerosu recreación del jardín de Ts'ui Pén.-No en todos —murmuró con una sonrisa—. El tiempo sebifurca perpetuamente hacia innumerables futuros. En uno deellos soy su enemigo.Volví a sentir esa pululación de que hablé. Me pareció que elhúmedo jardín que rodeaba la casa estaba saturado hasta lo infinitode invisibles personas. Esas personas eran Aljaert y yo, secretos,atareados y multiformes en otras dimensiones de tiempo. Alcélos ojos y la tenue pesadilla se disipó. En el amarillo y negro


480 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASjardín había un solo hombre; pero ese hombre era fuerte comouna estatua, pero ese hombre avanzaba por el sendero y era elcapitán Richard Madden.—El porvenir ya existe —respondí—, pero yo soy su amigo. ¿Puedoexaminar de nuevo la carta?Albert se levantó. Alto, abrió el cajón del alto escritorio; medio por un momento la espalda. Yo había preparado el revólver.Disparé con sumo cuidado: Albert se desplomó sin una queja,inmediatamente. Yo juro que su muerte fue instantánea: unafulminación.Lo demás es irreal, insignificante. Madden irrumpió, me arrestó.He sido condenado a la horca. Abominablemente he vencido:he comunicado a Berlín el secreto nombre de la ciudad que debenatacar. Ayer la bombardearon; lo leí en los mismos periódicosque propusieron a Inglaterra el enigma de que el sabio sinólogoStephen Albert muriera asesinado por un desconocido, Yu Tsun.El Jefe ha descifrado ese enigma. Sabe que mi problema eraindicar (a través del estrépito de la guerra) la ciudad que se llamaAlbert y que no hallé otro medio que matar a una persona de esenombre. No sabe (nadie puede saber) mi innumerable contricióny cansancio.


ARTIFICIOS(1944)


) 483 (PRÓLOGOAunque de ejecución menos tor^e las piezas de este libro nodifieren de las que forman ei anterior. Dos, acaso, permiten unamención detenida: La muerte y la brújula, Funes el memorioso.La segunda es una larga metáfora del insomnio. La primera, pesea los nombres alemanes o escandinavos-, ocurre en un Buenos Airesde sueños: la torcida Rué de Touton es el Paseo de JuliofTriste-le-Roy, el hotel donde Herbert Ashe recibió, y tal vez noleyó, el tomo undécimo de una enciclopedia ilusoria. Ya redactadaeso, ficción, he pensado en la conveniencia de amplificar eltiempo y el espacio que abarca: la venganza podría ser heredada;los plazos podrían computarse por años, tal vez por siglos; la primeraletra del Nombre podría articularse en Islandia; la segunda,en Méjico; la tercera, en el Indos tan. ¿Agregaré que los Hasidimincluyeron santos y que el sacrificio de cuatro vidas para obtenerh,S cuatro letras que imponen el Nombre es una fantasía queme dictó la forma de mi cuento?Posdata de 1956. — Tres cuentos he agregado a la serie: El Sur,La secta del Fénix, El Fin. Fuera de un personaje —Recabarren—cuya inmovilidad y pasividad sirven de contraste, nada o casi nadaes invención mía en el decurso breve del último; todo lo que hayen él está implícito en un libro famoso y yo he sido el primero endesentrañarlo o, por lo menos, en declararlo. En la alegoría delFénix me impuse el problema de sugerir un hecho común —elSecreto— de una manera vacilante y gradual que resultara, al fin,inequívoca; no sé hasta dónde la fortuna me ha acompañado.De El Sur, que es acaso mi mejor cuento, básteme prevenir que esosible leerlo como directa narración de hechos novelescos y tamiénde otro modo.Schopenhauer, De Qujincey, Stevenson, Mauthner, Shaw, Ches-¿ertonp León Bloy, forman el censo heterogéneo de los autoresque continuamente releo. En la fantasía cristqlógica titulada Tresversiones de Judas, creo percibir el remoto influjo del último.Dueños Aires, 29 de agosto de 1944.J. L. B.


FICCIONES 485FUNES EL MEMORIOSOLo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado,sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre hamuerto) con una oscura pasionaria en la mano, viéndola comonadie la ha visto, aunque la mirara desde el crepúsculo del díahasta el de la noche, toda una vida entera. Lo recuerdo, la carataciturna y aindiada y singularmente remota, detrás del cigarrillo.Recuerdo (creo) sus manos afiladas de trenzador. Recuerdo cercade esas manos un mate, con las armas de la Banda Oriental; recuerdoen la ventana de la casa una estera amarilla, con un vagopaisaje lacustre. Recuerdo claramente su voz; la voz pausada,resentida y nasal del orillero antiguo, sin los silbidos italianosde ahora. Más de tres veces no lo vi; la última, en 1887. . . Meparece muy feliz el proyecto de que todos aquellos que lo trataronescriban sobre él; mi testimonio será acaso el más breve y sinduda el más pobre, pero no el menos imparcial del volumen queeditarán ustedes. Mi deplorable condición de argentino me impediráincurrir en el ditirambo —género obligatorio en el Uruguay,cuando el tema es un uruguayo. Literato, cajetilla, porteño;Funes no dijo esas injuriosas palabras, pero de un modo suficienteme consta que yo representaba para él esas desventuras. PedroLeandro Ipuche ha escrito que Funes era un precursor de lossuperhombres; "Un Zarathustra cimarrón y vernáculo"; no lo discuto,pero no hay que olvidar que era también un compadritode Fray Bentos, con ciertas incurables limitaciones.Mi primer recuerdo de Funes es muy perspicuo. Lo veo en unatardecer de marzo o febrero del año ochenta y cuatro. Mi padre,ese año, me había llevado a veranear a Fray Bentos. Yo volvíacon mi primo Bernardo Haedo de la estancia de San Francisco.Volvíamos cantando, a caballo, y ésa no era la única circunstanciade mi felicidad. Después de un día bochornoso, una enorme tormentacolor pizarra había escondido el cielo. La alentaba el vientodel Sur, ya se enloquecían los árboles; yo tenía el t mor (la esperanza)de que nos sorprendiera en un descampado el agua elemental.Corrimos una especie de carrera con la tormenta. Entramosen un callejón que se ahondaba entre dos veredas altísimasde ladrillo. Había oscurecido de golpe; oí rápidos y casi secretospasos en lo alto; alcé los ojos y vi un muchacho que corría pollaestrecha y rota vereda como por una estrecha y rota pared.Recuerdo la bombacha, las alpargatas, recuerdo el cigarrillo en


486 JORGE LUIS BORGES^OBRAS COMPLETASel duro rostro, contra el nubarrón ya sin límites. Bernardo le gritóimprevisiblemente: ¿Qué horas son, lreneol Sin consultar elcielo, sin detenerse, el otro respondió: Faltan cuatro minutospara las ocho, joven Bernardo Juan Francisco. La voz era aguda,burlona.Yo soy tan distraído que el diálogo que acabo de referir nome hubiera llamado la atención si no lo hubiera recalcado miprimo, a quien estimulaban (creo) cierto orgullo local, y el deseode mostrarse indiferente a la réplica tripartita del otro.Me dijo que el muchacho del callejón era un tal Ireneo Funes,mentado por algunas rarezas como la de no darse con nadie y lade saber siempre la hora, como un reloj. Agregó que era hijo deuna planchadora del pueblo, María Clementina Funes, y quealgunos decían que su padre era un médico del saladero, uninglés O'Connor, y otros un domador o rastreador del departamentodel Salto. Vivía con su madre, a la vuelta de la quintade los Laureles.Los años ochenta y cinco y ochenta y seis veraneamos en laciudad de Montevideo. El ochenta y siete volví a Fray Bentos.Pregunté, como es natural, por todos los conocidos y, finalmente,por el "cronométrico Funes". Me contestaron que lo había volteadoun redomón en la estancia de San Francisco, y que habíaquedado tullido, sin esperanza. Recuerdo la impresión de incómodamagia que la noticia me produjo: la única vez que yo lovi, veníamos a caballo de San Francisco y él andaba en un lugaralto; el hecho, en boca de mi primo Bernardo, tenía mucho desueño elaborado con elementos anteriores. Me dijeron que no semovía del catre, puestos los ojos en la higuera del fondo o en unatelaraña. En los atardeceres, permitía que lo sacaran a la ventana.Llevaba la soberbia hasta el punto de simular que era benéficoel golpe que lo había fulminado. . . Dos veces lo vi atrásde la reja, que burdamente recalcaba su condición de eternoprisionero: una, inmóvil, con los ojos cerrados; otra, inmóvil también,absorto en la contemplación de un oloroso gajo de santonina.No sin alguna vanagloria yo había iniciado en aquel tiempoel estudio metódico del latín. Mi valija incluía el De viris illustribusde Lhomond, el Thesaurus de Quicherat, los comentariosde Julio César y un volumen impar de la Naturalis historia dePlinio, que excedía (y sigue excediendo) mis módicas virtudesde latinista. Todo se propala en un pueblo chico; Ireneo, en surancho de las orillas, no tardó en enterarse del arribo de esoslibros anómalos. Me dirigió una carta florida y ceremoniosa, enla que recordaba nuestro encuentro, desdichadamente fugaz, "deldía siete de febrero del año ochenta y cuatro", ponderaba losgloriosos servicios que don Gregorio Haedo, mi tío, finado ese mis-


FICCIONES 487rilo año, "había prestado a las dos patrias en la valerosa jornadade Ituzaingó", y me solicitaba el préstamo de cualquiera de losvolúmenes, acompañado de un diccionario "para la buena inteligenciadel texto original, porque todavía ignoro el latín". Prometíadevolverlos en buen estado, casi inmediatamente. La letraera perfecta, muy perfilada; la ortografía, del tipo que AndrésBello preconizó: i por y, j por g. Al principio, temí naturalmenteuna broma. Mis primos me aseguraron que no, que eran cosasde Ireneo. No supe si atribuir a descaro, a ignorancia o a estupidezla idea de que el arduo latín no requería más instrumentoque un diccionario; para desengañarlo con plenitud le mandéel Gradus ad Parnassum de Quicherat y la obra de Plinio.El catorce de febrero me telegrafiaron de Buenos Aires quevolviera inmediatamente, porque mi padre no estaba "nada bien".Dios me perdone; el prestigio de ser el destinatario de un telegramaurgente, el deseo de comunicar a todo Fray Bentos lacontradicción entre la forma negativa de'la noticia y el perentorioadverbio, la tentación de dramatizar mi dolor, fingiendo un virilestoicismo, tal vez me distrajeron de toda posibilidad de dolor.Al hacer la valija, noté que me faltaban el Gradus y el primertomo de la Naturalis historia. El "Saturno" zarpaba al día siguiente,por la mañana; esa noche, después de cenar, me encaminé acasa de Funes. Me asombró que la noche fuera no menos pesadaque el día. /En el decente rancho, la madre de Funes me recibió.Me dijo que Ireneo estaba en la pieza del fondo y*que no meextrañara encontrarla a oscuras, porque Ireneo sabía pasarse lashoras muertas sin encender la vela. Atravesé el patio de baldosa,el corredorcito; llegué al segundo patio. Había una parra; la oscuridadpudo parecerme total. Oí de pronto la alta y burlonavoz de Ireneo. Esa voz hablaba en latín; esa voz (que venía dela tiniebla) articulaba con moroso deleite un discurso o plegariao incantación. Resonaron las sílabas romanas en el patio detierra; mi temor las creía indescifrables, interminables; después,en el enorme diálogo de esa noche, supe que formaban el primerpárrafo del vigésimocuarto capítulo del. libro séptimo de la Naturaiishistoria. La materia de ese capítulo es la memoria; laspalabras últimas fueron ut nihil non iisdérn verbis redderetiaauditum.Sin el menor cambio de voz, Ireneo me dijo que pasara. Estabaen el catre, fumando. Me parece que no le vi la cara hasta elalba; creo rememorar el ascua momentánea del cigarrillo. Lapieza olía vagamente a humedad. Me senté; repetí la historia deltelegrama y de la enfermedad de mi padre.Arribo, ahora, al más difícil punto de mi relato. Este (bueno


488 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASes que ya lo sepa el lector) no tiene otro argumento que esediálogo de hace ya medio siglo. No trataré de reproducir suspalabras, irrecuperables ahora. Prefiero resumir con veracidadlas muchas cosas que me dijo Ireneo. El estilo indirecto es remotoy débil; yo sé que sacrifico la eficacia de mi relato; que mislectores se imaginen los entrecortados períodos que me abrumaronesa noche.Ireneo empezó por enumerar, en latín y español, los casos dememoria prodigiosa registrados por la Nat'uralis historia: 'Ciro,rey de los persas, que sabía llamar por su nombre a todos lossoldados de sus ejércitos; Mitrídates Eupator, que administrabala justicia en ios 22 idiomas de su imperio; Simónides, inventorde la mnemotecnia; Metrodoro, que profesaba el arte de repetircon fidelidad lo escuchado una sola vez. Con evidente buena fese maravilló de que tales casos maravillaran. Me dijo que antesde esa tarde lluviosa en que lo volteó el azulejo, él había sido loque son todos los cristianos: un ciego, un sordo, ,un abombado,un desmemoriado. (Traté de recordarle su percepción exacta deltiempo, su memoria de nombres propios; no me hizo caso.) Diecinueveaños había vivido como quien sueña: miraba sin ver, oíasin oír, se olvidaba de todo, de casi todo. Al caer, perdió el conocimiento;cuando lo recobró, el presente era casi intolerablede tan rico y tan nítido, y también las memorias más antiguasy más triviales. Poco después averiguó que estaba tullido. Elhecho apenas le interesó. Razonó (sintió) que la inmovilidadera un precio mínimo. Ahora- su percepción y su memoria eraninfalibles.Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa;Funes, todos los vastagos y racimos y frutos que comprende unaparra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer deltreinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlasen el recuerdo con las vetas de un libro en pasta españolaque sólo había mirado una vez y con las líneas de la espumaque un remo levantó en el-Río Negro la víspera de la acción delQuebracho. Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visualestaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etc. Podía reconstruirtodos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veceshabía reconstruido un día entero; no había dudado nunca, perocada reconstrucción había requerido un día entero. Me dijo:Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todoslos hombres desde que el mundo es mundo. Y también: Mis sueñosson como la vigilia de ustedes. Y también, hacia el alba: Mimemoria, señor, es como vaciadero de basuras. Una circunferenciaen un pizarrón, un triángulo rectángulo, un rombo, son formasque podemos intuir plenamente; lo mismo le pasaba a Ireneo con


FICCIONES 489las aborrascadas crines de un potro, con una punta de ganadoeri Una cuchilla, con el fuego cambiante y con la innumerableceniza, Con las muchas caras de un muerto en un largo velorio.No sé cuántas estrellas veía en el cielo.Esas cosas me dijo; ni entonces ni después las he puesto enduda. En aquel tiempo no había cinematógrafos ni fonógrafos;es, sin embargo, inverosímil y hasta increíble que nadie hicieraun experimento con Funes. Lo cierto es" que vivimos postergandotodo lo postergable; tal vez todos sabemos profundamente quesomos inmortales y que tarde o temprano, todo hombre hará todaslas cosas y sabrá todo.La voz de Funes, desde la oscuridad, seguía hablando.Me dijo que hacia 1886 había discurrido un sistema originalde numeración y que en muy pocos días había rebasado el veinticuatromil. No lo había escrito, porque lo pensado una solavez ya no podía borrársele. Su primer estímulo, creo, fue el desagradode que los treinta y tres orientales requirieran dos signosy tres palabras, en lugar de una sola palabra y un solo signo.Aplicó luego ese disparatado principio a los otros números. Enlugar de siete mil trece, decía (por ejemplo) Máximo Pérez; enlugar de siete mil catorce, El Ferrocarril; otros números eranLuis Mellan Lafinur, Olimar, azufre, los bastos, la ballena, elgas, la caldera, Napoleón, Agustín de Vedia. En lugar de quinientos,decía nueve. Cada palabra tenía un signo particular,una especie de marca; las últimas eran muy complicadas... Yotraté de explicarle que esa rapsodia de voces inconexas era precisamentelo contrario de un sistema de numeración. Le dijeque decir 365 era decir tres centenas, seis decenas, cinco unidades;análisis que no existe en los "números" El Negro Timoteo o mantade carne. Funes no me entendió o no quiso entenderme.Locke, en el siglo xvn, postuló (y reprobó) un idioma imposibleen el que cada cosa individual, cada piedra, cada pájaroy cada rama tuviera un nombre propio; Funes proyectó algunavez un idioma análogo, pero lo desechó por parecerle demasiadogeneral, demasiado ambiguo. En efecto, Funes no sólo recordabacada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de lasveces que la había percibido o imaginado. Resolvió reducir cadauna de sus jornadas pretéritas a unos setenta mil recuerdos, quedefiniría luego por cifras. Lo disuadieron dos consideraciones:la conciencia de que la tarea era interminable, la concienciaele que era inútil. Pensó que en la hora de la muerte no habríaacabado aún de clasificar todos los recuerdos de la niñez.Los dos proyectos que he indicado (un vocabulario infinitopara la serie natural de los números, un inútil catálogo mentalde todas las imágenes del recuerdo) son insensatos, pero revelan


490 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAScierta balbuciente grandeza. Nos dejan vislumbrar o inferir elvertiginoso mundo de Funes. Éste, no lo olvidemos, era casi incapazde ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprenderque el símbolo genérico perro abarcara tantos individuosdispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba queel perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismonombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). Supropia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cadavez. Refiere Swift que el emperador de Lilliput discernía elmovimiento del minutero; Funes- discernía continuamente lostranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga.Notaba los progresos de la muerte, de la humedad. Era el solitarioy lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneoy casi intolerablemente preciso. Babilonia, Londres y NuevaYork han abrumado con feroz esplendor la imaginación de loshombres; nadie, en sus torres populosas o en sus avenidas urgentes,ha sentido el calor y la presión de una realidad tan infatigablecomo la que día y noche convergía sobre el infeliz Ireneo,en su pobre arrabal sudamericano. Le era muy difícil dormir.Dormir es distraerse del mundo; Funes, de espaldas en el catre,en la sombra, se figuraba cada grieta y cada moldura de lascasas precisas que lo rodeaban. (Repito que el menos importantede sus recuerdos era más minucioso y más vivo que nuestrapercepción de un goce físico o de un' tormento físico.) Hacia elEste, en un trecho no amanzanado, había casas nuevas, desconocidas.Funes las imaginaba negras, compactas, hechas de tinieblahomogénea; en esa dirección volvía la cara para dormir. Tambiénsolía imaginarse en el fondo del río, mecido y anulado por lacorriente.Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués,el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capazde pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer.En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casiinmediatos.La recelosa claridad de la madrugada entró por el patio de tierra.Entonces vi la cara de la voz que toda la noche había hablado.Ireneo tenía diecinueve años; había nacido en 1868; me pareciómonumental como el bronce, más antiguo que Egipto, anteriora las profecías y a las pirámides. Pensé que cada una de mispalabras (que cada uno de mis gestos) perduraría en su implacablememoria; me entorpeció el temor de multiplicar ademanesinútiles.Ireneo Funes murió en 1889, de una congestión pulmonar.T 94 2


FICCIONES 491LA FORMA DE LA ESPADALe cruzaba la cara una cicatriz rencorosa: un arco ceniciento ycasi perfecto que de un lado ajaba la sien y del otro el pómulo.Su nombre verdadero no importa; todos en Tacuarembó le decíanel Inglés de La Colorada. El dueño de esos campos, Cardoso,no quería vender; he oído que el Inglés recurrió a un imprevisibleargumento: le confió la historia secreta de la cicatriz. El Inglésvenía de la frontera, de Río Grande del Sur; no faltó quiendijera que en el Brasil había, sido contrabandista. Los camposestaban empastados; las aguadas, amargas; el Inglés, para corregiresas deficiencias", trabajó a la par de sus peones. Dicen queera severo hasta la crueldad, pero escrupulosamente justo. Dicentambién que era bebedor: un par de veces al año se encerrabaen el cuarto del mirador y emergía a los dos o tres días comode una batalla o de un vértigo, pálido, trémulo, azorado y tanautoritario como antes. Recuerdo los ojos glaciales, la enérgicaflacura, el bigote gris. No se daba con nadie; es verdad que suespañol era rudimental, abrasilerado. Fuera de alguna carta comercialo de algún folleto, no recibía correspondencia.La última vez que recorrí los departamentos del Norte, unacrecida del arroyo Caraguatá me obligó a hacer noche en LaColorada. A los pocos minutos creí notar que mi aparición erainoportuna; procuré congraciarme con el Inglés; acudí a lamenos perspicaz de las pasiones: al patriotismo. Dije que erainvencible un país con el espíritu de Inglaterra. Mi interlocutorasintió, pero agregó con una sonrisa que él no era inglés. Erairlandés, de Dungarvan. Dicho esto se detuvo, como si hubierarevelado un secreto.Salimos, después de comer, a mirar el cielo. Había escampado,pero detrás de las cuchillas el Sur, agrietado y rayado .de relámpagos,urdía otra tormenta. En el desmantelado comedor,el peón que había servido la cena trajo una botella de ron.Bebimos largamente, en silencio.No sé qué hora sería cuando advertí que yo estaba borracho;no sé qué inspiración o qué exultación o qué tedio me hizo mentarla cicatriz. La cara del Inglés se demudó; durante unos segundospensé que me iba a expulsar de la casa. Al fin me dijocon su voz habitual:


492 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS—Le contaré la historia de mi herida bajo una condición:la de no mitigar ningún aprobio, ninguna circunstancia de infamia.Asentí. Ésta es la historia que contó, alternando el inglés conel español, y aun con el portugués:"Hacia 1922, en una de las ciudades de Connaught, yo era unode los muchos que conspiraban por la independencia de Irlanda.De mis compañeros, algunos sobreviven dedicados a tareas pacíficas;otros, paradójicamente, se baten en los mares o en eldesierto, bajo los colores ingleses; otro, el que más valía, murióen el patio de un cuartel, en el alba, fusilado por hombres llenosde sueño; otros (no los más desdichados), dieron con su destinoen las anónimas y casi secretas batallas de la guerra civil. Éramosrepublicanos, católicos; éramos, lo sospecho, románticos. Irlandano sólo era para nosotros el porvenir utópico y el intolerablepresente; era una amarga y cariñosa mitología, era las torres circularesy las ciénagas rojas, era el repudio de Parnell y las enormesepopeyas que cantan el robo de toros que en otra encarnaciónfueron héroes y en otras peces y montañas... En un atardecerque no olvidaré, nos llegó un afiliado de Munster: untal John Vincent Moon.Tenía escasamente veinte años. Era flaco y fofo a la vez; dabala incómoda impresión de ser invertebrado. Había cursado conlervor y con vanidad casi todas las páginas de no sé qué manualcomunista; el materialismo dialéctico le servía para cegar cualquierdiscusión. Las razones que puede tener un hombre paraabominar de otro o para quererlo son infinitas: Moon reducíala historia universal a un sórdido conflicto económico. Afirmabaque la revolución está predestinada a triunfar. Yo le dije quea un gentleman sólo pueden interesarle causas perdidas... Yaera de noche; seguimos disintiendo en el corredor, en las escaleras,luego en las vagas calles. Los juicios emitidos por Moonme impresionaron menos que su inapelable tono apodíctico. Elnuevo camarada no discutía: dictaminaba con desdén y con ciertacólera.Cuando arribamos a las últimas casas, un brusco tiroteo nosaturdió. (Antes o después, orillamos el ciego paredón de unafábrica o de un cuartel.) Nos internamos en una calle de tierra;un soldado, enorme en el resplandor, surgió de una cabana incendiada.A gritos nos mandó que nos detuviéramos. Yo apresuréel paso; mi camarada no me siguió. Me di vuelta: John


FICCIONES 493Vincent Moon estaba inmóvil, fascinado y como eternizado porel terror. Entonces yo volví, derribé de un golpe al soldado, sacudía Vincent Moon, lo insulté y le ordené que me siguiera.Tuve que tomarlo del brazo; la pasión del miedo lo invalidaba.Huimos, entre la noche agujereada de incendios. Una. descargade fusilería nos buscó; una bala rozó el hombro derecho de Moon;éste, mientra huíamos entre pinos, prorrumpió en un débilsollozo.En aquel otoño de 1922 yo me había guarnecido en la quintadel general Berkeley. Éste (a quien yo jamás había visto) desempeñabaentonces no sé qué cargo administrativo en Bengala;el edificio tenía menos de un siglo, pero era desmedrado y opacoy abundaba en perplejos corredores y en vanas antecámaras. Elmuseo y la enorme biblioteca usurpaban la planta baja: libroscontroversiales e incompatibles que de algún modo son la historiadel siglo xix; cimitarras de Nishapur, en cuyos detenidosarcos de círculo parecían perdurar el viento y la violencia dela batalla. Entramos (creo recordar) por los fondos. Moon, trémulay reseca la boca, murmuró que los episodios de la nocheeran interesantes; le hice una curación, le traje una taza de, té;pude comprobar que su "herida" era superficial. De pronto balbuceócon perplejidad:—Pero usted se ha arriesgado sensiblemente.Le dije que no se preocupara. (El hábito de la guerra civilme había impelido a obrar como obré; además, la prisión deun solo afiliado podía comprometer nuestra causa.)Al otro día Moon había recuperado el aplomo. Aceptó uncigarrillo y me sometió a un severo interrogatorio sobre los "recursoseconómicos de nuestro partido revolucionario". Sus preguntaseran muy lúcidas: le dije (con verdad) que la situaciónera grave. Hondas descargas de fusilería conmovieron el Sur. Ledije a Moon que nos esperaban- los compañeros. Mi sobretodo ymi revólver estaban en mi pieza; cuando volví, encontré a Moontendido en el sofá, con los ojos cerrados. Conjeturó que teníafiebre; invocó un doloroso espasmo en el hombro.Entonces comprendí que su cobardía era irreparable. Le roguétorpemente que se cuidara y me despedí. Me abochornaba ese hombrecon miedo, como si yo fuera el cobarde, no Vincent Moon.Lo que hace un hombre es como si lo hicieran todos los hombres.Por eso no es injusto que una desobediencia en un jardín contamineal género humano; por eso no es injusto que la crucifi-


494 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASxión de un solo judío baste para salvarlo. Acaso Schopenhauertiene razón: yo soy los otros, cualquier hombre es todos los hombres,Shakespeare es de algún modo el miserable John VincentMoon.Nueve días pasamos en la enorme casa del general. De lasagonías y luces de la guerra no diré nada: mi propósito es referirla historia de esta cicatriz que me afrenta. Esos nueve días,en mi recuerdo, forman un solo día; salvo el penúltimo, cuandolos nuestros irrumpieron en un cuartel y pudimos vengar exactamentea los dieciséis camaradas que fueron ametrallados enElphin. Yo me escurría de la casa hacia el alba, en la confusióndel crepúsculo. Al anochecer estaba de vuelta. Mi compañerome esperaba en el primer piso: la herida no le permitía descendera la planta baja. Lo rememoro con algún libro de estrategia enla mano: F. N. Maude o Clausewitz. "El arma que prefiero esla artillería", me-confesó una noche. Inquiría nuestros planes;le gustaba censurarlos o reformarlos. También solía denunciar"nuestra deplorable base económica"; profetizaba, dogmáticoy sombrío, el ruinoso fin. C'est une affaire flambée, murmuraba.Para mostrar que le era indiferente ser un cobarde físico,magnificaba su soberbia mental. Así pasaron, bien o mal, nuevedías.El décimo la ciudad cayó definitivamente en poder de losBlack and Tans. Altos jinetes silenciosos patrullaban las rutas;había cenizas y humo en el viento; en una esquina vi tirado uncadáver, menos tenaz en mi recuerdo que un maniquí en el cuallos soldados interminablemente ejercitaban la puntería, en mitadde la plaza... Yo había salido cuando el amanecer estaba enel cielo; antes del mediodía volví. Moon, en la biblioteca, hablabacon alguien; el tono de la voz me hizo comprender que hablabapor teléfono. Después oí mi nombre; después que yoregresaría a las siete, después la indicación de que me arrestarancuando yo atravesara el jardín. Mi razonable amigo estabarazonablemente vendiéndome. Le oí exigir unas garantías de seguridadpersonal.Aquí mi historia se confunde y se pierde. Sé que perseguí aldelator a través de negros corredores de pesadilla y de hondasescaleras de vértigo. Moon conocía la casa muy bien, harto mejorque yo. Una o dos veces Jo perdí.; Lo acorralé antes de que lossoldados me detuvieran. De una de las panoplias del generalarranqué un alfanje; con esa media luna de acero le rubriqué


FICCIONES 495en la cara, para siempre, una media luna de sangre, Borges: austed que es un desconocido, le he hecho esta confesión. No meduele tanto su menosprecio."Aquí,el narrador se detuvo. Noté que le temblaban las manos.—¿Y Moon? —le interrogué.—Cobró los dineros de Judas y huyó al Brasil. Esa tarde, enla plaza, vio fusilar un maniquí por unos borrachos.Aguardé en vano la continuación de la historia. Al fin le dijeque prosiguiera.Entonces un gemido lo atravesó; entonces me mostró con débildulzura la corva cicatriz blanquecina.—¿Usted no me cree? —balbuceó—. ¿No ve que llevo escrita enla cara la marca de mi infamia? Le he' narrado la historia deeste modo para que usted la oyera hasta el fin. Yo he denunciadoal hombre que me amparó: yo soy Vincent Moon. Ahora desprécieme.'94*•


II496 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASTEMA DEL TRAIDOR Y DEL HÉROESo the Platonic YearWhirls out new right and wrong,Whirls in the oíd instead;Alt men are dancen and their treadQoes io the barbarous clangour of a gong.W. B. YEATS: The Tower.Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornadorde elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventóla armonía preestablecida), he imaginado este argumento,que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en lastardes inútiles. Faltan pormenores, rectificaciones, ajustes; hayzonas de la historia que no me fueron reveladas aún; hoy, .3 déenero de 1944, la vislumbró así.La acción transcurre en un país oprimido y tenaz: Polonia,Irlanda, la república de Venecia, algún estado sudamericano obalcánico. . . Ha transcurrido, mejor dicho, pues aunque el narradores contemporáneo, la historia referida por él ocurrió alpromediar o al empezar el siglo xix. Digamos (para comodidadnarrativa) Irlanda; digamos 1824. El narrador se llama Ryan;es bisnieto del joven, del heroico, del bello, del asesinado FergusKilpatrick, cuyo sepulcro fue misteriosamente violado, cuyo nombreilustra los versos de Browning y de Hugo, cuya estatua presideun cerro gris entre ciénagas rojas.Kilpatrick fue un conspirador, un secreto y glorioso capitánde conspiradores; a semejanza de Moisés que, desde la tierra deMoab, divisó y no pudo pisar la tierra prometida, Kilpatrickpereció en la víspera de la rebelión victoriosa que había premeditadoy soñado. Se aproxima la fecha del primer centenario desu muerte; las circunstancias del crimen son enigmáticas; Ryan,dedicado a la redacción de una biografía del héroe, descubre queel enigma rebasa lo puramente policial. Kilpatrick fue asesinadoen un teatro; la policía británica no dio jamás con el matador;los historiadores declaran que ese fracaso no empaña su' buen. crédito, ya que tal vez lo hizo matar la misma policía, Otras facetasdel enigma inquietan a Ryan. Son de carácter cíclico: parecenrepetir o combinar hechos de remotas regiones, de remotasedades. Así, nadie ignora que los esbirros que examinaron elcadáver del héroe, hallaron una carta ¿errada que le advertía


FICCIONES 497el riesgo de concurrir al teatro, esa noche; también Julio César,al encaminarse al lugar donde lo aguardaban los puñales de susamigos, recibió un memorial que ño llegó a leer, en que, ibadeclarada la traición, con los nombres de los traidores. La mujerde César, Calpurnia, vio en sueños abatida una torre que le habíadecretado el Senado; falsos y anónimos rumores, la víspera de lamuerte de Kilpatrick, publicaron en todo el país el incendio dela torre circular de Kilgarvan, hecho que pudo parecer un presagio,pues aquél había nacido en Kilgarvan. Esos paralelismos(y otros) de la historia de César y de la historia de un conspiradorirlandés inducen a Ryan a suponer una secreta forma deltiempo, un dibujo de líneas que se repiten. Piensa en la historiadecimal que ideó Condorcet; en las morfologías que propusieronHegel, Spengler y Vico; en los hombres de Hesíodo, que degenerandesde el oro hasta el hierro. Piensa en la transmigraciónde las almas, doctrina que da horror a las letras célticas y que elpropio César atribuyó a los druidas británicos; piensa que antesde ser Fergus Kilpatrick, Fergus Kilpatrick fue Julio César. Deesos laberintos circulares lo 'salva una curiosa comprobación,una comprobación que luego lo abisma en otros laberintos másinextricables y heterogéneos: ciertas palabras de un mendigoque conversó con Fergus Kilpatrick el día de su muerte, fueronprefiguradas por Shakespeare, en la tragedia de Macbeth. Quela historia hubiera copiado a la historia ya era suficientementepasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible. . .Ryan indaga que en 1814, James Alexander Nolan, el más antiguode los compañeros del héroe, había traducido al gaélicolos principales dramas de Shakespeare; entre ellos, Julio César.También descubre en los archivos un artículo manuscrito deNolan sobre los Festspiele de Suiza; vastas y errantes representacionesteatrales, que requieren miles de actores y que reite'ranepisodios históricos en las mismas ciudades y montañas dondeocurrieron. Otro documento inédito le revela que, pocos díasantes del fin, Kilpatrick, presidiendo el último cónclave, habíafirmado la sentencia de muerte de un traidor, cuyo nombre hasido borrado. Esta sentencia no condice con los piadosos hábitosde Kilpatrick. Ryan investiga el asunto (esa investigación es unode los hiatos del argumento) y logra descifrar el enigma.Kilpatrick fue ultimado en un teatro, pero de teatro hizo tambiénla entera ciudad, y los actores fueron legión, y el dramacoronado por su muerte abarcó muchos días y muchas noches.He aquí lo acontecido:El 2 de agosto de 1824 se reunieron los conspiradores. El paísestaba maduro para la rebelión; algo, sin embargo, fallaba siempre:algún traidor había en el cónclave. Fergus Kilpatrick había


498 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASencomendado a James Nolan el descubrimiento de este traidor.Nolan ejecutó su tarea: anunció en pleno cónclave que el traidorera el mismo Kilpatrick. Demostró con pruebas irrefutables laverdad de la acusación; los conjurados condenaron a muerte asu presidente. Éste firmó, su propia sentencia, pero imploró quesu castigo no perjudicara a la patria.Entonces Nolan concibió un extraño proyecto. Irlanda idolatrabaa Kilpatrick; la más tenue sospecha de su vileza hubieracomprometido la rebelión; Nolan propuso un plan que hizo dela ejecución del traidor el instrumento para la emancipaciónde la patria. Sugirió que .el condenado muriera a manos de unasesino desconocido, en circunstancias deliberadamente dramáticas,que se grabaran en la imaginación popular y que apresuraranla rebelión. Kilpatrick juró colaborar en ese. proyecto, quele daba ocasión de redimirse y que su muerte rubricaría.Nolan, urgido por el tiempo, no supo íntegramente inventarlas circunstancias de la múltiple ejecución; tuvo que plagiar aotro dramaturgo, al enemigo inglés William Shakespeare. Repitióescenas de Macbeth, de Julio César. La pública y secreta representacióncomprendió varios días. El condenado entró en Dublin,discutió, obró, rezó, reprobó, pronunció palabras patéticas y cadauno de esos actos que reflejaría la gloría, había sido prefijadopor Nolan. Centenares de actores colaboraron con el protagonista;el rol de algunos fue complejo; el de otros, momentáneo.Las cosas que dijeron e hicieron perduran en los libros históricos,en la memoria apasionada de Irlanda. Kilpatrick, arrebatado porese minucioso destino que lo redimía y que lo perdía, más> deuna vez enriqueció con actos y palabras improvisadas el texto desu juez. Así fue desplegándose en el tiempo el populoso drama,hasta que el 6 de agosto de 1824, en un palco de funerarias cortinasque prefiguraba el de Lincoln, un balazo anhelado entróen él pecho del traidor y del héroe, que apenas pudo articular,entre dos efusiones de brusca sangre, algunas palabras previstas.En la obra de Nolan, los pasajes imitados de Shakespeare sonlos menos dramáticos; Ryan sospecha que el autor los intercalópara que una persona, en el porvenir, diera con la verdad. Comprendeque él también forma parte de la trama de Nolan.. .Al cabo de tenaces cavilaciones, resuelve silenciar el descubrimiento.Publica un libro dedicado a la gloria del héroe; tambiéneso, tal vez, estaba previsto.


FICCIONES 499LA MUERTE Y LA BRÚJULAA Mandie Molina VediaDe los muchos problemas que ejercitaron la temeraria perspicaciade Lonnrot, ninguno tan extraño —tan rigurosamente extraño,diremos— como la periódica serie de hechos de sangre que culminaronen la quinta de Triste-le-Roy, entre el interminable olorde los eucaliptos. Es verdad que Erik Lonnrot no logró impedirel último crimen, pero es indiscutible que lo previo. Tampocoadivinó Ja identidad del infausto asesino de Yarmolinsky, perosí la secreta morfología de la malvada serie y la participaciónde Red Scharlach, cuyo segundo apodo es Scharlach el Dandy.Ese criminal (como tantos) había jurado por su honor la muertede Lonnrot, pero éste nunca se dejó intimidar. Lonnrot se creíaun puro razonador, un Auguste Dupin, pero algo de aventurerohabía en él y hasta de tahúr.El primer crimen ocurrió en el Hotel du Nord —ese alto prismaque domina el estuario cuyas aguas tienen el color del desierto.A esa torre (que muy notariamente reúne la aborrecida blancurade un sanatorio, la numerada divisibilidad de una cárcel y laapariencia general de una casa mala) arribó el día tres de diciembreel delegado de Podólsk al Tercer Congreso Talmúdico,doctor Marcelo Yarmolinsky, hombre de barba gris y ojos grises.Nunca sabremos si el Hotel du Nord le agradó: lo aceptó conla antigua resignación que le había permitido tolerar tres añosde guerra en los Cárpatos y tres ¿ ¡lil años de opresión y de pogroms.Le dieron un dormitorio en el piso R, frente-a la suiteque fio sin esplendor ocupaba el Tetrarca de Galilea. Yarmolinskycenó, postergó para el día siguiente el examen de la desconocidaciudad, ordenó en un placará sus muchos libros y sus muy pocasprendas, y antes de media noche apagó la luz. (Así lo declaróel chauffeur del Tetrarca, que dormía en la pieza contigua.) Elcuatro, a las 11 y 3 minutos a.m., lo llamó por teléfono un redactorde la Yidische Zaitung; el doctor Yarmolinsky no respondió;lo hallaron en su pieza, ya levemente oscura la cara, casi desnudobajo una gran capa anacrónica. Yacía no lejos de la puerta quedaba al corredor; uña puñalada profunda le había partido elpecho. Un par de horas después, en el mismo cuarto, entre perioxlistás,fotógrafos y gendarmes, el comisario Treviranus y Lonnrot' debatían con serenidad ti problema.


500 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS—No hay que buscarle tres pies al gato —decía Treviranus,blandiendo un imperioso cigarro—. Todos sabemos que el Tetrarcade Galilea posee los mejores zafiros del mundo. Alguien,para robarlos, habrá penetrado aquí por error. Yarmolinsky seha levantado; el ladrón ha tenido que matarlo. ¿Qué le parece?—Posible, pero no interesante —respondió Lónnrot—, Ustedreplicará que la realidad no tiene la menor obligación de serinteresante. Yo le replicaré que la realidad puede prescindir deesa obligación, pero no las hipótesis. En la que usted ha improvisado,interviene copiosamente el azar. He aquí un rabino muerto;yo preferiría una explicación puramente rabínica, no losimaginarios percances de un imaginario ladrón.Treviramus repuso con mal humor:—No me interesan las explicaciones rabínicas; me interesa lacaptura del hombre que apuñaló a este desconocido.—No tan desconocido —corrigió Lónnrot—. Aquí están sus<strong>obras</strong> <strong>completas</strong>. —Indicó en el placará una fila de altos volúmenes:una Vindicación de la cabala; un Examen de la filosofíade Robert Flood; una traducción literal del Sepher Yezirah; unaBiografía del Baal Shem; una Historia de la secta de .los Hasidim;una monografía (en alemán) sobre el Tetragrámaton; otra, sobrela nomenclatura divina del Pentateuco. El comisario los mirócon temor, casi con repulsión. Luego, se echó a reír.—Soy un pobre cristiano —repuso—. Llévese todos esos mamotretos,si quiere; no tengo tiempo que perder en supersticionesjudías.—Quizá este crimen pertenece a la historia de las supersticionesjudías —murmuró. Lónnrot.—Como el cristianismo —se atrevió a completar el redactor dela Yidische Zaitung. Era miope, ateo y muy tímido.Nadie le contestó. Uno de los agentes había encontrado enla pequeña máquina de escribir una hoja de papel con esta sentenciainconclusa:La primera tetra del Nombre ha sido articulada.Lónnrot se abstuvo de sonreír. Bruscamente bibliófilo o hebraísta,ordenó que le hicieran un paquete con los libros delmuerto y los llevó a su departamento. Indiferente a la investigaciónpolicial, se dedicó a estudiarlos. Un libro en octavo mayorle reveló las enseñanzas de Israel Baal Shem Tobh, fundador dela secta de los Piadosos; otro, las virtudes y terrores del Tetragrámaton,que es el inefable Nombre de Dios; otro, la tesis de queDios tiene un nombre secreto, en el cual está compendiado (comoen la esfera de cristal que los persas atribuyen a Alejandro de


FICCIONES 501Macedonia). Su noveno atributo, la eternidad —es decir, el conocimientoinmediato— de todas las cosas que serán, que son y que hansido en el universo. La tradición enumera noventa y nueve nombresde Dios; los hebraístas atribuyen ese imperfecto número almágico temor de las cifras pares; los Hasidim razonan que esehiato señala un centesimo nombre —el Nombre Absoluto.De esa erudición lo distrajo,' a los pocos días, la aparición delredactor de la Yidische Zaitung. Éste quería hablar del asesinato;Lónnrot prefirió hablar de los diversos nombres de Dios; el periodistadeclaró en tres columnas que el investigador Erik Lónnrotse había dedicado a estudiar los nombres de Dios para darcon el nombre del asesino. Lónnrot, habituado a las simplificacionesdel periodismo, no se indignó. Uno de esos tenderos quehan descubierto que cualquier hombre se resigna a comprar cualquierlibro, publicó una edición popular de la Historia de lasecta de los Hasidim.El segundo crimen ocurrió la noche del tres de enero, en elmás desamparado y vacío de los huecos suburbios occidentalesde la capital. Hacia el amanecer, uno de los gendarmes que vigilana caballo esas soledades vio en el umbral de una antiguapinturería un hombre emponchado, yacente. El duro rostro estabacomo enmascarado de sangre; una puñalada profunda le habíarajado el pecho. En la pared, sobre los rombos amarillos y rojos,había unas palabras en tiza. El gendarme las deletreó. . . Esatarde, Treviranus y Lónnrot se dirigieron a la remota escenadel crimen. A izquierda y a derecha del automóvil, la ciudad sedesintegraba; crecía el firmamento y ya importaban poco lascasas y mucho un horno de ladrillos o un álamo. Llegaron a supobre destino: un callejón final de tapias rosadas que parecíanreflejar de algún modo la desaforada puesta de sol. El muertoya había sido identificado. Era Daniel Simón Azevedo, hombrede alguna fama en los antiguos arrabales del Norte, que habíaascendido de carrero a guapo electoral, para degenerar despuésen ladrón y hasta en delator. (El singular estilo de su muerteles pareció adecuado: Azevedo era el último representante de unageneración de bandidos que sabía el manejo del puñal, pero nodel revólver.) Las palabras de tiza eran las siguientes:La segunda letra del Nombre ha sido articulada.El tercer crimen ocurrió la noche del tres de febrero. Poco antesde la una, el teléfono resonó en la oficina del comisario Treviranus.Con ávido sigilo, habló un hombre de voz gutural; dijo que sellamaba Ginzberg (o Ginsburg) y que estaba dispuesto a comunicar,por una remuneración razonable, los hechos de los dos


502 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASsacrificios de Azeyedó y de Yarmolinsky. Una discordia de silbidosy de cornetas ahogó la voz del delator. Después, la comunicaciónse cortó. Sin rechazar aún la posibilidad de una broma (al fin,estaban en carnaval) Treviranus indagó que le habían habladodesde Liverpool House, taberna, de la Rué de Toulon —esa callesalobre en la que conviven el cosmorama y la lechería, el burdely los vendedores de biblias. Treviranus habló con el patrón.Éste (Black Finnegan, antiguo criminal irlandés, abrumado ycasi anulado por la decencia) le dijo que la última persona quehabía empleado el teléfono de la casa era un inquilino, un talGryphius, que acababa de salir con unos amigos. Treviranusfue en seguida a Liverpool House. El patrón le comunicó losiguiente: Hace ocho días, Gryphius había tomado una piezaen los altos del bar. Era un hombre de rasgos afilados, de nebulosabarba gris, trajeado pobremente de negro; Finnegan (quedestinaba esa habitación a un empleo que Treviranus adivinó)le pidió un alquiler sin duda excesivo; Gryphius inmediatamentepagó la suma estipulada. No salía casi nunca; cenaba y almorzabaen su cuarto; apenas si le conocían la cara en el bar. Esanoche, bajó a telefonear al despacho de Finnegan. Un cupé cerradose detuvo ante la taberna. El cochero no se movió delpescante; algunos parroquianos recordaron que tenía máscarade oso. Del cupé bajaron dos arlequines; eran de reducida estaturay nadie pudo no observar que estaban muy borrachos. Entrebalidos de cornetas, irrumpieron en el escritorio de Finnegan;abrazaron a Gryphius, que pareció reconocerlos, pero que lesrespondió con frialdad; cambiaron unas palabras en yiddish —élen voz baja, gutural, ellos con voces falsas, agudas— y subierona la pieza del fondo. Al cuarto de hora bajaron los tres, muyjfelices; Gryphius, tambaleante, parecía taír borracho .como losotros. Iba, alto y vertiginoso, en el medio, entre los arlequinesenmascarados. (Una de las mujeres del bar recordó, los losangesamarillos, rojos y verdes.) Dos veces tropezó; dos veces lo sujetaronlos arlequines. Rumbo a la dársena inmediata, de aguarectangular, los tres subieron al cupé y desaparecieron. Ya en elestribo del cupé, el último arlequín garabateó una figura obscenay una sentencia en.una de las pizarras de la recova.Treviranus vio la sentencia. Era casi previsible, decía:La última de las letras del Nombre ha sido articulada.Examinó, después, la piecita de Gryphius-Ginzberg. Había enel suelo una brusca estrella de sangre; en los rincones, restos decigarrillos de marca húngara; en un armario, un libro en latín—el Philologus hebraeograecus (1739) de Leusden— con varias


FICCIONES 503notas manuscritas. Treviranus lo miró con indignación e hizobuscar a Lonnrot. Éste, sin sacarse el sombrero, se puso a leer,mientras el, comisario interrogaba a los contradictorios testigosdel secuestro posible. A las cuatro salieron. En la torcida Ruéde Toulon, cuando pisaban las serpentinas muertas del alba,Treviranus dijo:—¿Y si la historia de esta noche fuera un simulacro? •Erik Lonnrot sonrió y le leyó con toda gravedad un pasaje(que estaba subrayado) de la disertación trigésima tercera delPhilologus: Dies Judaeorum incipit a solis occasu usque ad solisoccasum diei sequentis. Esto quiere decir —agregó—, El día hebreoempieza al anochecer y dura hasta el siguiente anochecer.El otro ensayó una ironía.—¿Ese dato es el más valioso que usted ha recogido esa noche?—No. Más valiosa es una palabra que dijo Ginzberg.Los diarios de la tarde no descuidaron esas desapariciones periódicas.La Cruz de la Espada las contrastó con la admirabledisciplina y el orden del último Congreso Eremítico; ErnstPalast, en El Mártir, reprobó "las demoras intolerables de unpogrom clandestino y frugal, que ha necesitado tres meses paraliquidar tres judíos"; la Yidische Zaitung rechazó la hipótesishorrorosa de un complot antisemita, "'aunque muchos espírituspenetrantes no admiten otra solución del triple misterio"; elmás ilustre de los pistoleros del Sur, Dandy Red Scharlach, juróque en su distrito nunca se producirían crímenes de esos y acusóde culpable negligencia al comisario Franz Treviranus.Éste recibió, la noche del primero de marzo, un imponentesobre sellado. Lo abrió: el sobre contenía una carta firmada BarujSpinoza y un minucioso plano de la ciudad, arrancado notoriamentede un Baedeker. La carta profetizaba que el tres de marzono habría un cuarto crimen, pues la pinturería del Oeste, lataberna de la Rué de Toulon y el Hotel du Nord eran "los vérticesperfectos de un triángulo equilátero y místico"; el planodemostraba en tinta roja la regularidad de ese triángulo. Treviranusleyó con resignación ese argumento more geométrico ymandó la carta y el plano a casa de Lonnrot —indiscutible merecedorde tales locuras.Erik Lonnrot las estudió. Los tres lugares, en efecto, eran equidistantes.Simetría en el tiempo (3 de diciembre, 3 de enero,3 de febrero); simetría en el espacio, también... Sintió, de pronto,que estaba por descifrar el misterio. Un compás y una brújulacompletaron esa brusca intuición. Sonrió, pronunció la palabraTetragrámaton (de adquisición reciente) y llamó por teléfonoal comisario. Le dijo:—Gracias por ese triángulo equilátero que usted anoche me


504 JORGE LUÍS BORG1ÍS—OBRAS COMPLETASmandó. Me ha permitido resolver el problema. Mañana vierneslos criminales estarán en la cárcel; podemos estar muy tranquilos.—Entonces ¿no planean un cuarto crimen?—Precisamente porque planean un cuarto crimen, podemosestar muy tranquilos. —Lonnrot colgó el tubo. Una hora después,viajaba en un tren de los Ferrocarriles Australes, rumboa la quinta abandonada de Triste-le-Roy. Al sur de la ciudadde mi cuento fluye un ciego riachuelo de aguas barrosas, infamadode curtiembres y de basuras. Del otro lado hay un suburbiofabril donde, al amparo de ün caudillo barcelonés, medran lospistoleros. Lónnrot sonrió al pensar que el más afamado —RedScharlach— hubiera dado cualquier cosa por conocer esa clandestinavisita. Azevedo fue compañero de Scharlach; Lónnrotconsideró la remota posibilidad de que la cuarta víctima fueraScharlach. Después, la desechó. . . Virtualmente, había descifradoel problema; las meras circunstancias, la realidad (nombres, arrestos,caras, trámites judiciales y carcelarios), apenas le interesabanahora. Quería pasear, quería descansar de tres meses de sedentariainvestigación. Reflexionó que la explicación de los crímenes estabaen un triángulo anónimo y en una polvorienta palabragriega. El misterio casi le pareció cristalino; se abochornó dehaberle dedicado cien días.El tren paró en una silenciosa estación de cargas. Lónnrotbajó. Era una de esas tardes desiertas que parecen amaneceres.El aire de la turbia llanura era húmedo y frío. Lónnrot echó aandar.por el campo. Vio perros, vio un furgón en una vía muerta,vio el horizonte, vio un caballo plateado que bebía el aguacrapulosa de un charco. Oscurecía cuando vio el mirador rectangularde la quinta de Triste-le-Roy, casi tan alto como los negroseucaliptos que lo rodeaban. Pensó que apenas un amanecer y unocaso (un viejo resplandor en el oriente y otro en el occidente)lo separaban de la hora anhelada por los buscadores del Nombre.Una herrumbrada verja definía el perímetro irregular de laquinta. El portón principal estaba cerrado. Lónnrot, sin muchaesperanza de entrar, dio toda la vuelta. De nuevo ante el portóninfranqueable, metió la mano entre los barrotes, casi maquinalrnente,y dio con el pasador. El chirrido del hierro lo sorprendió.Con una pasividad laboriosa, el portón entero cedió.Lonnrot avanzó entre los eucaliptos, pisando confundidas generacionesde rotas hojas rígidas. Vista de cerca, la casa de laquinta de Triste-le-Roy abundaba en inútiles simetrías y enrepeticiones maniáticas: a una Diana glacial en un nicho lóbregocorrespondía en un segundo nicho otra Diana; un balcón sereflejaba en otro balcón; dobles escalinatas se abrían en doblebalaustrada. Un Heiraes de dos caras proyectaba una sombra


FICCIÓN 1 -.N 505,monstruosa. Lónnrot rodeó la casa como había rodeado la quinta.Todo lo examinó; bajo el nivel de la terraza vio una estrechapersiana.La empujó: unos pocos escalones de mármol descendían a unsótano. Lónnrot, que ya intuía las preferencias del arquitecto,adivinó que en el opuesto muro del sótano había otros escalones.Los encontró, subió, alzó las manos y abrió la trampa de salida.Un resplandor lo guió a una ventana. La abrió: una lunaamarilla y circular definía en el triste jardín dos fuentes cegadas.Lónnrot exploró la casa. Por antecomedores y galerías salió apatios iguales y repetidas veces al mismo patio. Subió por escaleraspolvorientas a antecámaras circulares; infinitamente se multiplicóen espejos opuestos; se cansó de abrir o entreabrir ventanasque le revelaban, afuera, el mismo desolado jardín desde variasalturas y varios ángulos; adentro, muebles con fundas amarillasy arañas embaladas en tarlatán. Un dormitorio lo detuvo; en esedormitorio, una sola flor en una copa de porcelana; al primerroce los pétalos antiguos se deshicieron. En el segundo piso, enel último, la casa le pareció infinita y creciente. La casa no< es tangrande, pensó. La agrandan la penumbra, la simetría, los espejos,los muchos años, mi desconocimiento, la soledad.Por una escalera espiral llegó al mirador. La luna de esa tardeatravesaba los losanges de las ventanas; eran amarillos, rojos yverdes. Lo detuvo un recuerdo asombrado y vertiginoso.Dos hombres de pequeña estatura, feroces y fornidos, se arrojaronsobre él y lo desarmaron; otro, muy alto, lo saludó congravedad y le dijo:—Usted es muy amable. Nos ha ahorrado una noche y undía.Era Red Scharlach. Los hombres maniataron a Lónnrot. Éste,al fin, encontró su voz.—Scharlach ¿usted busca el Nombre Secreto?Scharlach seguía de pie, indiferente. No había participado enla breve lucha, apenas si alargó la mano para recibir el revólverde Lónnrot. Habló; Lónnrot oyó en su voz una fatigada victoria,un odio del tamaño del universo, una tristeza no menor queaquel odio.—No —dijo Scharlach—. Busco algo más efímero y" deleznable,busco a Erik Lónnrot. Hace tres años, en un garito de la Ruéde Toulon, usted mismo arrestó, e hizo encarcelar a mi hermano.En un cupé, mis hombres me sacaron del tiroteo con una balapolicial en el vientre. Nueve días y nueve noches agonicé enesta desolada quinta simétrica; me arrasaba la fiebre, el odiosoJano bifronte que mira los ocasos y las auroras daba horror a miensueño y a mi vigilia. Llegué a abominar de mi cuerpo, llegué


5ÜG JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASa sentir que dos ojos, dos manos, dos pulmones, son tan monstruososcomo dos caras. Un irlandés trató de convertirme a lafe de Jesús; me repetía la sentencia de los goím: Todos los caminosllevan a Roma. De noche, mi delirio se alimentaba, de esametáfora: yo sentía que el mundo es un laberinto, del cual eraimposible huir, pues todos los caminos, aunque fingieran iral norte o al sur, iban realmente a Roma, que era también lacárcel cuadrangular donde agonizaba mi hermano y la quintade Triste-le-Roy. En esas noches yo juré por el dios que ve condos caras y por todos los dioses,de la fiebre y de los espejos tejerun laberinto en torno del hombre que había encarcelado a mihermano. Lo he tejido y es firme: los materiales son un heresiólogomuerto, una brújula, una secta del siglo xvm, una palabragriega, un puñal, los rombos de una pinturería.El primer término de la serie me fue dado por el azar. Yohabía tramado con algunos colegas —entre ellos, Daniel Azevedo—el robo de los zafiros del Tetrarca. Azevedo nos traicionó: 'seemborrachó con el dinero que le habíamos adelantado y acometióla empresa el día antes. En el enorme hotel se perdió;hacia las dos de la mañana irrumpió en el dormitorio de Yarmolinsky.Éste, acosado por el insomnio, se había puesto a escribir.Verosímilmente, redactaba unas notas o un artículo sobre elNombre de Dios; había escrito ya las palabras: La primera letradel Nombre ha sido articulada. Azevedo le intimó silencio; Yarmolinskyalargó la mano hacia el timbre que despertaría todaslas fuerzas del hotel; Azevedo le dio una sola puñalada en elpecho. Fue casi un movimiento reflejo; medio siglo de violenciale había enseñado que lo más fácil y seguro es matar. . . A losdiez días yo supe por la Yidische Zaitung que usted buscaba enlos escritos de Yarmolinsky la clave de la muerte de Yarmolinsky.Leí la Historial de la secta de los Hasidim; supe que el miedoreverente de pronunciar el Nombre de Dios había originado ladoctrina de que ese Nombre es todopoderoso y recóndito. Supeque algunos Hasidim, en busca de ese Nombre secreto, habíanllegado a cometer sacrificios humanos.. . Comprendí que ustedconjeturaba que los Hasidim habían sacrificado al rabino; medediqué a justificar esa conjetura.Marcelo Yarmolinsky murió la noche del tres de diciembre;para el segundo "sacrificio" elegí la del tres de enero. Murióen el Norte; para el segundo "sacrificio" nos convenía un lugardel Oeste. Daniel Azevedo fue la víctima necesaria. Merecía lamuerte: era un impulsivo, un traidor; su captura podía aniquilartodo el plan. Uno de los nuestros lo apuñaló; para vincular sucadáver al anterior, yo escribí encima de los rombos de la pintureríaLa segunda letra del Nombre ha sido articulada.


FICCIONES 507El tercer "crimen" se produjo el tres de febrero. Fue, comoTreviranus adivinó, un mero simulacro. Gryphius-Ginzberg-Ginsburgsoy yo; una semana interminable sobrellevé (suplementadopor una tenue barba postiza) en ese perverso cubículo de la Ruéde Toulon, hasta que los amigos me secuestraron. Desde el estribodel cupé, uno de ellos escribió en un pilar La ultima de las letrasdel Nombre, ha sido articulada. Esa escritura divulgó que la seriede crímenes era triple. Así lo entendió el público; yo, sin embargo,intercalé repetidos indicios para que usted, el razonadorErik Lonnrot, comprendiera que es cuádruple. Un prodigio en elNorte, otros en el Este y en Oeste, reclaman un cuarto prodigioen el Sur; el Tetragrámaton —el Nombre de Dios, JHVH— constade cuatro letras; los arlequines y la muestra del pinturero sugierencuatro términos. Yo subrayé cierto pasaje en el manual deLeusden; ese pasaje manifiesta que los hebreos computaban eldía de ocaso a ocaso; ese pasaje da a entender que las muertesocurrieron el cuatro de cada mes. Yo mandé el triángulo equiláteroa Treviranus. Yo presentí que usted agregaría el punto quefalta. El punto que determina un rombo perfecto, el "punto queprefija el lugar donde una exacta muerte lo espera. Todo lo hepremeditado, Erik Lonnrot, para atraerlo a usted a las soledadesde Triste-le-Roy.Lonnrot evitó los ojos de Scharlach. Miró los árboles y el cielosubdivididos en rombos turbiamente amarillos, verdes y rojos.Sintió un poco de frío y una tristeza impersonal, casi anónima.Ya era de noche; desde el polvoriento jardín subió el grito inútilde un pájaro. Lonnrot consideró por última vez el problemade las muertes simétricas y periódicas.—En su laberinto sobran tres líneas —dijo por fin—. Yo séde un laberinto griego que es una línea única, "recta. En esa línease han perdido tantos filósofos que bien puede perderse un merodetective. Scharlach, cuando en otro avatar usted me dé caza,finja (o cometa) un crimen en A, luego un segundo crimen enB, a 8 kilómetros de A, luego un tercer crimen en C, a 4 kilómetrosde A y de B, a mitad de camino entre los dos. Aguárdemedespués en D, a 2 kilómetros de A y de C, de nuevo a mitad decamino. Máteme en D, como ahora va a matarme en Tristele-Roy.—Para la otra vez que lo mate —replicó Scharlach— le prometoese laberinto, que consta de una sola línea recta y que es invisible,incesante.Retrocedió unos pasos. Después, muy .cuidadosamente, hizofuego.'94 3


508 JORGE LUIS 1ÍORGE.S—OBRAS COMPLETASEL MILAGRO SECRETOY Dios lo hizo morir durante cien añosy luego lo animó y le dijo:—¿Cuánto tiempo has estado aqui?—Un dia o parte de un día, respondió.Alcorán, II, 261.La noche del catorce de marzo de 1939, en un departamento dela Zeltnergasse de Praga, Jaromir Hladík, autor de la inconclusatragedia Los enemigos, de una Vindicación de la eternidad y deun examen de las indirectas fuentes judías de. Jakob Boehme,soñó con un largo ajedrez. No lo disputaban dos individuos sinodos familias ilustres; la partida había sido entablada hace muchossiglos; nadie era capaz de nombrar el olvidado premio, pero semurmuraba que era enorme y quizá infinito; las piezas y el tableroestaban en una torre secreta; Jaromir (en el sueño) era elprimogénito de una de las familias hostiles; en los relojes resonabala hora de la impostergable jugada; el soñador corría porlas arenas de un desierto lluvioso y no lograba recordar las figurasni las leyes del ajedrez. En ese punto, se despertó. Cesaronlos estruendos de la lluvia y de los terribles relojes. Un ruidoacompasado y unánime, cortado por algunas voces de mando,subía de la Zeltnergasse. Era el amanecer, las blindadas vanguardiasdel Tercer Reich entraban en Praga.El- diecinueve, las autoridades recibieron una denuncia; elmismo diecinueve, al atardecer, Jaromir Plladík fue arrestado.Lo condujeron a un cuartel aséptico y blanco, en la ribera opuestadel Moldau. No pudo levantar uno solo de los cargos de laGestapo: su apellido materno era Jaroslavski, su sangre era judía,su estudio sobre Boehme era judaizante, su firma delataba elcenso final de una protesta contra el Anschluss. En 1928, habíatraducido el Sepher Yezirah para la editorial Hermann Barsdorf;el efusivo catálogo de esa casa había exagerado comercialmenteel renombre del traductor; ese catálogo fue hojeado por JuliusRothe, uno de los jefes en cuyas manos estaba la suerte de Hladík.No hay hombre que, fuera de su especialidad, no sea crédulo;dos o tres adjetivos en letra gótica bastaron para que JuliusRothe admitiera la preeminencia de Hladík y dispusiera que lo


FICCIONES 509condenaran a muerte, pour encourager les autres. Se fijó el díaveintinueve de marzo, a las nueve a;m. Esa demora (cuya importanciaapreciará después el lector) se debía al deseo administrativode obrar impersonal y pausadamente, como los vegetalesy los planetas.El primer sentimiento de Hladík fue de mero terror. Pensóque no lo hubieran arredrado la horca, la decapitación o el de-.güello, pero que morir fusilado era intolerable. En vano se redijoque el acto puro y general de morir era lo temible, no las circunstanciasconcretas. No se cansaba de imaginar esas circunstancias:absurdamente procuraba agotar todas las variaciones. Anticipabainfinitamente el proceso, desde el insomne amanecerhasta la misteriosa descarga. Antes del día prefijado por JuliusRothe, murió centenares de muertes, en patios cuyas formas ycuyos ángulos fatigaban la geometría, ametrallado por soldadosvariables, en número cambiante, que a veces lo ultimaban desdelejos; otras, desde muy cerca. Afrontaba con verdadero temor (quizácon verdadero coraje) esas ejecuciones imaginarias; cada simulacroduraba unos pocos segundos; cerrado el círculo, Jaromirinterminablemente volvía a las trémulas vísperas de su muerte.Luego reflexionó que la realidad no suele coincidir con las previsiones;con lógica perversa infirió que prever un detalle circunstanciales impedir que éste suceda. Fiel a esa débil magia,inventaba, para Que no sucedieran, rasgos atroces; naturalmente,acabó por temer que esos rasgos fueran proféticos. Miserable enla noche, procuraba afirmarse de algún modo en la sustancia fugitivadel tiempo. Sabía que éste se precipitaba hacia el alba deldía veintinueve; razonaba en voz alta: Ahora estoy en la nochedel veintidós; mientras dure esta noche (y seis noches más) soyinvulnerable, inmortal. Pensaba que las noches de sueño eranpiletas hondas y oscuras en las que podía sumergirse. A vecesanhelaba con impaciencia la definitiva descarga, que lo redimiría,mal o bien, de su vana tarea de imaginar. El veintiocho, cuandoel último ocaso reverberaba en los altos barrotes, lo desvióde esas consideraciones abyectas la imagen de su drama Losenemigos.Hladík había rebasado los cuarenta años. Fuera de algunasamistades y de muchas costumbres, el problemático ejercicio dela literatura constituía su vida; como todo escritor, medía lasvirtudes de los otros por lo ejecutado por ellos y pedía que losotros lo midieran por lo que vislumbraba o planeaba. Todos loslibros, que había dado a la estampa le infundían un complejoarrepentimiento. En sus exámenes de la obra de Boehme, deAbnesra y de Flood, había intervenido esencialmente la meraaplicación; en su traducción del Sepher Yezirah, la negligencia,


510 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASla fatiga y la conjetura, juzgaba menos deficiente, tal vez, laVindicación de la eternidad: el primer volumen historia lasdiversas eternidades que han ideado los hombres, desde el inmóvilSer de Parménides hasta el pasado modificable de Hinton; elsegundo niega (con Francis Bradley) que todos los hechos deluniverso integran una serie temporal. Arguye que no es infinitala cifra de las posibles experiencias del hombre y que basta unasola "repetición" para demostrar que el tiempo es una falacia. . .Desdichadamente, no son menos falaces los argumentos que demuestranesa falacia; Hladík solía recorrerlos con cierta desdeñosaperplejidad. También había redactado una serie de poemasexpresionistas; éstos, para confusión del poeta, figuraronen una antología de 1924 y ,no hubo antología posterior queno los heredara. De todo ese pasado equívoco y lánguido queríaredimirse Hladík con el drama en verso Los enemigos. (Hladíkpreconizaba el verso, porque impide que los espectadores olvidenla irrealidad, que es condición del arte.)Este drama observaba las unidades de tiempo, de lugar y deacción; transcurría en Hradcany, en la biblioteca del barón deRoemerstadt, en una de las últimas tardes del siglo diecinueve.En la primera escena del primer acto, un desconocido visita aRoemerstadt. (Un reloj da las siete, una vehemencia de últimosol exalta los cristales, el aire trae una arrebatada y reconociblemúsica húngara.) A esta visita siguen otras; Roemerstadt noconoce las personas que lo importunan, pero tiene la incómodaimpresión de haberlos visto ya, tal vez en un sueño. Todos exageradamentelo halagan, pero es notorio —primero para los espectadoresdel drama, luego para el mismo barón— que sonenemigos secretos, conjurados para perderlo. Roemerstadt logradetener o burlar sus complejas intrigas; en el diálogo, aludena su novia, Julia de Weidenau, y a un tal Jaroslav Kubin, quealguna vez la importunó con su amor. Éste, ahora, se ha enloquecidoy cree ser Roemerstadt. . . Los peligros arrecian; Roemerstadt,al cabo del segundo acto, se ve en la obligación de matara un conspirador. Empieza el tercer acto, el último. Crecengradualmente las incoherencias: vuelven actores que parecíandescartados ya de la trama; vuelve, por un instante, el hombrematado por Roemerstadt. Alguien hace notar que no ha atardecido:el reloj da las siete, en los altos cristales reverbera el soloccidental, el aire trae la arrebatada música húngara. Apareceel primer interlocutor y repite las palabras que pronunció en laprimera escena del primer acto. Roemerstadt le habla sin asombro;el espectador entiende que Roemerstadt es el miserableJaroslav Kubin. El drama no ha ocurrido: es el delirio circularque interminablemente vive y revive Kubin.


FICCIONES- 511Nunca se había preguntado Hladík si esa tragicomedia de erroresera baladí o admirable, rigurosa o casual. En el argumentoque he bosquejado intuía la invención más apta para disimularsus defectos y para ejercitar sus felicidades, la posibilidad derescatar (de manera simbólica) lo fundamental de su vida. Habíaterminado ya el primer acto y alguna escena del tercero;el carácter métrico de la obra le permitía examinarla continuamente,rectificando los hexámetros, sin el manuscrito a la vista.Pensó que aun le faltaban dos actos y que muy pronto iba "amorir. Habló con Dios en la oscuridad. Si de algún modo existo,si no soy una de tus repeticiones y erratas, existo como autor deLos enemigos. Para llevar a término ese drama, que puede justificarmey justificarte, requiero un año más. Otórgame esosdías, Tú de Quien son los siglos y el tiempo. Era la última noche,la más atroz, pero diez minutos después el sueño lo anegó comoun agua oscura.Hacia el alba, soñó que se había ocultado en una de las navesde la biblioteca del Clementinum. Un bibliotecario de gafas negrasle preguntó: ¿Qué busca? Hladík le replicó: Buscó a Dios.El bibliotecario le dijo: Dios está- en una de las letras de una delas páginas de uno de los cuatrocientos mil tomos del Clementinum.Mis padres y los padres de mis padres han buscado esa letra;yo me he quedado ciego buscándola. Se quitó las gafas y Hladíkvio los ojos, que estaban muertos. Un lector entró a devolverun atlas. Este atlas es inútil, dijo, y se lo dio a Hladík. Éste loabrió al azar. Vio un mapa de la India, vertiginoso. Bruscamenteseguro, tocó una de las mínimas letras. Una voz ubicuale dijo: El tiempo de tu labor ha sido otorgado. Aquí Hladíkse despertó.Recordó que los sueños de los hombres pertenecen a Dios yque Maimónides ha escrito que son divinas las palabras de unsueño, cuando son distintas y claras y no se puede ver quién lasdijo. Se vistió; dos soldados entraron en la celda y le ordenaronque los siguiera.Del otro lado de la puerta, Hladík había previsto un laberintode galerías, escaleras y pabellones. La realidad fue menos rica:bajaron a un traspatio por una sola escalera de fierro. Variossoldados —alguno de uniforme desabrochado— revisaban una motocicletay la discutían. El sargento miró el reloj: eran las ochoy cuarenta y cuatro minutos. Había que esperar que dieran lasnueve. Hladík, más insignificante que desdichado, se sentó en unmontón de leña. Advirtió que los ojos de los soldados rehuíanlos suyos. Para aliviar la espera, el sargento le entregó un cigarrillo.Hladík no fumaba; lo aceptó por cortesía o por humildad.Al encenderlo, vio que le temblaban las manos. El día se nubló;


512 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASlos soldados hablaban en voz baja como si él ya estuviera muerto.Vanamente, procuró recordar a la mujer cuyo símbolo era Juliade Weidenau...El piquete se formó, se cuadró. Hladík, de pie contra la pareddel cuartel, esperó la descarga. Alguien temió que la paredquedara maculada de sangre; entonces le ordenaron al reo queavanzara unos pasos. Hladík, absurdamente, recordó las vacilacionespreliminares de los fotógrafos. Una pesada gota delluvia rozó una de las sienes de Hladík y rodó lentamente porsu mejilla; el sargento vociferó la orden final.El universo físico se detuvo.Las armas convergían sobre Hladík, pero los hombres queiban a matarlo estaban inmóviles. El brazo del sargento eternizabaun ademán inconcluso. En una baldosa del patio una abejaproyectaba una sombra fija. El viento había cesado, como enun cuadro. Hladík ensayó un grito, una sílaba, la torsión deuna mano. Comprendió que estaba paralizado. No le llegabani el más tenue rumor del impedido mundo. Pensó estoy en elinfierno, estoy muerto.: Pensó estoy loco. Pensó el tiempo se hadetenido. Luego reflexionó que en tal caso, también se hubieradetenido su pensamiento. Quiso ponerlo a prueba: repitió (sinmover los labios) la misteriosa cuarta égloga de Virgilio. Imaginóque los ya remotos soldados compartían su angustia; anhelócomunicarse con ellos. Le asombró no sentir ninguna fatiga, nisiquiera el vértigo de su larga inmovilidad. Durmió, al cabo deun plazo indeterminado. Al despertar, el mundo seguía inmóvily sordo. En su mejilla perduraba la gota de agua; en el patio,la 'sombra de la abeja; el humo del cigarrillo que había tiradono acababa nunca de dispersarse. Otro "día" pasó, antes queHladík entendiera.Un año entero había solicitado de Dios para terminar su labor:un año le otorgaba su omnipotencia. Dios operaba para él unmilagro secreto: lo-mataría el plomo alemán, en la hora determinada,pero en su mente un año transcurría entre la ordeny la ejecución de la orden. De la perplejidad pasó alestupor, del estupor a la resignación, de la .resignación a la súbitagratitud.No disponía de otro documento que la memoria; el aprendizajede cada hexámetro que agregaba le impuso un afortunadorigor que no sospechan quienes aventuran y olvidan párrafosinterinos y vagos. No trabajó para la posteridad ni aun paraDios, de cuyas preferencias literarias poco sabía. Minucioso,inmóvil, secreto, urdió en el tiempo su alto laberinto invisible.Rehizo el tercer acto dos veces. Borró algún símbolo demasiadoevidente: las repetidas campanadas, la música. Ninguna circuns-


FICCIONES 513tancia lo importunaba. Omitió, abrevió, amplificó; en algún caso,optó por la versión primitiva. Llegó a querer el patio, el cuartel;uno de los rostros que lo enfrentaban modificó su concepción delcarácter de Roemerstadt. Descubrió que las arduas cacofoníasque alarmaron tanto a Flaubert son meras supersticiones visuales:debilidades y molestias de la palabra escrita, no de la palabrasonora... Dio término a su drama: no le faltaba ya resolversino un solo epíteto. Lo encontró; la gota de agua resbaló en sumejilla. Inició un grito enloquecido, movió la cara, la cuádrupledescarga lo derribó.Jaromir Hladík murió el veintinueve de marzo, a las nuevey dos minutos de la mañana.'943


514 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASTRES VERSIONES DE JUDASThere seemed a certainty in degraclation.T. E. LAWRENCE: Seven Pillan of Wisclom.CIIJEn el Asia Menor o en Alejandría, en el segundo siglo de nuestrafe, cuando Basílides publicaba que el cosmos era una temerariao malvada improvisación de ángeles deficientes, Nils Runeberghubiera dirigido, con singular pasión intelectual, uno de los conventículosgnósticos. Dante le hubiera destinado, tal vez, un sepulcrode fuego; su nombre aumentaría los catálogos de heresiarcasmenores, entre Satornilo y Carpócrates; algún fragmento de susprédicas, exornado de injurias, perduraría en el apócrifo Líberadversus omnes haereses o habría perecido cuando el incendio deuna biblioteca monástica devoró el último ejemplar del Syntagma.En cambio, Dios le deparó el siglo xx y la ciudad universitariade Lund. Ahí, en 1904, publicó la primera edición de Kristusoch Judas; ahí, en 1909, su libro capital Den hemlige Frülsaren.(Del último hay versión alemana, ejecutada en 1912 por EmilSchering; se llama Der heimliche Heiland.)Antes de ensayar un examen de los precitados trabajos, urgerepetir que Nils Runeberg, miembro de la Unión EvangélicaNacional, era hondamente religioso. En un cenáculo de París oaun de Buenos Aires, un literato podría muy bien redescubrirlas tesis de Runeberg; esas tesis, propuestas en un cenáculo, seríanligeros ejercicios inútiles de la negligencia o de la blasfemia.Para Runeberg, fueron la clave que descifra un misterio centralde la teología; fueron materia de meditación y de análisis, decontroversia histórica y filológica, de soberbia, de júbilo y deterror. Justificaron y desbarataron su vida. Quienes recorraneste artículo, deben asimismo considerar que no registra sinolas conclusiones de Runeberg, no su dialéctica y sus pruebas.Alguien observará que la conclusión precedió sin duda a las"pruebas". ¿Quién se resigna a buscar pruebas de algo no creídopor él o cuya prédica no le importa?La primera edición de Kristus och Judas lleva este categóricoepígrafe, cuyo sentido, años después, monstruosamente dilataríael propio Nils Runeberg: No una cosa, todas las cosas que latradición atribuye a Judas Iscariote son falsas (De Quincey,1857). Precedido por algún alemán, De Quincey especuló que


FICCIONES 515Judas entregó a Jesucristo para forzarlo a declarar su divinidady a encender una vasta rebelión contra el yugo de Roma; Runebergsugiere una vindicación de índole metafísica. Hábilmente,empieza por destacar la superfluidad del acto de Judas. Observa(como Robertson) que para identificar a un maestro que diariamentepredicaba en la sinagoga y que obraba milagros anteconcursos de miles de hombres, no se requiere la traición de unapóstol. Ello, sin embargo, ocurrió. Suponer un error en la Escrituraes intolerable; no menos intolerable es admitir un hechocasual en el más precioso acontecimiento de la historia del mundo.Ergo, la traición de Judas no fue casual; fue un hecho prefijadoque tiene su lugar misterioso en la economía de laredención. Prosigue Runeberg: El Verbo, cuando fue hecho carne,pasó de la ubicuidad al espacio, de la eternidad a la historia,de la dicha sin. límites a la mutación y a la muerte; para correspondera tal sacrificio, era necesario que un hombre, en representaciónde todos los hombres, hiciera un sacrificio condigno. JudasIscariote fue ese hombre. Judas, único entre los apóstoles, intuyóla secreta divinidad y el terrible propósito de jesús. El Verbo sehabía rebajado a mortal; Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarsea delator (el peor delito que la infamia soporta) y a serhuésped del fuego que no se apaga. El orden inferior es un espejodel orden superior; las formas de la tierra corresponden a lasformas del cielo; las manchas de la piel son un mapa de lasincorruptibles constelaciones; Judas refleja de algún modo aJesús. De ahí los treinta dineros y el beso; de ahí la muerte voluntaria,para merecer aun más la Reprobación. Así dilucidóNils Runeberg el enigma de Judas.Los teólogos de todas las confesiones lo refutaron. Lars PeterEngstróm lo acusó de ignorar, o de preterir, la unión hipostática;Axel Borelius, de renovar la herejía de los docetas, que negaronla humanidad de Jesús; el acerado obispo de Lund, de contradecirel tercer versículo del capítulo veintidós del evangeliode San Lucas.Estos variados anatemas influyeron en Runeberg, que parcialmentereescribió el reprobado libro y modificó su doctrina. Abandonóa sus adversarios el terreno teológico y propuso oblicuasrazones de orden moral. Admitió que Jesús, "que disponía delos considerables recursos que la Omnipotencia puede ofrecer",no necesitaba de un hombre para redimir a todos los hombres.Rebatió, luego, a quienes afirman que nada sabemos del inexplicabletraidor; sabemos, dijo, que fue uno de los apóstoles, unode los elegidos para anunciar el reino de los cielos, para sanarenfermos, para limpiar leprosos, para resucitar muertos y paraechar fuera demonios (Mateo 10: 7-8; Lucas 9:1). Un varón a


516 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASquien ha distinguido así el Redentor merece de nosotros lamejor interpretación de sus actos. Imputar su crimen a la codicia(como lo han hecho algunos, alegando a Juan 12:6) es resignarseal móvil más torpe. Nils Runeberg propone el móvilcontrario: un hiperbólico y hasta ilimitado ascetismo. El asceta,para mayor gloria de Dios, envilece y mortifica la carne; Judashizo lo propio con el espíritu. Renunció al honor, al bien, a lapaz, al reino de los cielos, como otros, menos heroicamente, alplacer. 1 Premeditó con lucidez terrible sus culpas. En el adulteriosuelen participar la ternura y la abnegación; en el homicidio,el coraje; en las profanaciones y la blasfemia, cierto fulgor satánico.Judas eligió aquellas culpas no visitadas por ninguna virtud:el abuso de confianza (Juan 12:6) y la delación. Obró congigantesca humildad, se creyó indigno de ser bueno. Pablo haescrito: El que se gloría, gloríese en el Señor (L Corintios 1:31) ;Judas buscó el Infierno, porque la dicha del Señor le bastaba.Pensó que la felicidad, como el bien, es un atributo divino y queno deben usurparlo los hombres. 2Muchos han descubierto, post factum, que en los justificables comienzosde Runeberg está su extravagante fin y que. Den hemligeFrdlsaren es una mera perversión o exasperación de Kristus ochJudas. A fines de 1907, Runeberg terminó y revisó el texto manuscrito;casi dos años transcurrieron sin que lo entregara a laimprenta. En octubre de 1909, el libro apareció con un prólogo(tibio hasta lo enigmático) del hebraísta dinamarqués Erik Eríjordy con este pérfido epígrafe: En el mundo estaba y el mundofue hecho por él, y el mundo no lo conoció (Juan 1:10) . El argumentogeneral no es complejo, si bien la conclusión es monstruosa.Dios, arguye Nils Runeberg, se rebajó a ser hombre para la redencióndel género humano; cabe conjeturar que fue perfectoel sacrificio obrado por él, no invalidado o atenuado por omisiones.Limitar lo que padeció a la agonía de una tarde en la cruzes blasfematorio 3 . Afirmar que fue hombre y que fue incapaz de1 Borelius interroga con burla: ¿Por qué no renunció a renunciar? ¿Porqué no a renunciar a renunciar?2 Euclydes da Cunha, en un libro ignorado por Runeberg, anota que parael hgresiarca de Canudos, Antonio Conselheiro, la virtud "era una casi impiedad".El lector argentino recordará pasajes análogos en la obra de Almafuerte.Runeberg publicó, en la hoja simbólica Sju insegel, un asiduo poemadescriptivo, El agua secreta; las primeras estrofas narran lqs hechos de untumultuoso día; las últimas, el hallazgo de un estanque glacial; el poeta sugiereque la perduración de esa agua silenciosa corrige nuestra inútil violencia yde algún modo la permite y la absuelve. El poema concluye así: El agua dela selva es feliz; podemos ser malvados y dolorosos.3 Maurice Abramowicz observa: "Jésus, d'aprés ce scandinave, a toujoursle beau role; ses déboires, gráce á la science des typographes, jouissenf d'une


FICCIONES 517pecado encierra contradicción; los atributos de impeccabilitas y dehumanitas no son compatibles. Kemnitz admite que el Redentorpudo sentir fatiga, frío, turbación, hambre y sed; también cabeadmitir que pudo pecar y perderse. El famoso texto Brotará comoraíz de tierra sedienta; no hay buen parecer en él, ni hermosura;despreciado y el último de los hombres; varón de dolores, experimentadoen quebrantos (Isaías 53:2-3), es para muchos una previsióndel crucificado, en la hora de su muerte; para algunos (verbigracia,Hans Lassen Martensen), una refutación de la hermosuraque el consenso vulgar atribuye a Cristo; para Runeberg, lapuntual profecía no de un momento sino de todo el atroz porvenir,en el tiempo y en la eternidad, del Verbo hecho carne. Diostotalmente se hizo hombre pero hombre hasta la infamia, hombrehasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo elegircualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia;pudo ser Alejandro o Pitágoras b Rurik o Jesús; eligió unínfimo destino: fue Judas.En vano propusieron esa revelación las librerías de Estocolmoy de Lund. Los incrédulos la consideraron, a priori, un insípidoy laborioso juego teológico; los teólogos la desdeñaron. Runebergintuyó en esa indiferencia ecuménica una. casi milagrosa confirmación.Dios ordenaba esa indiferencia; Dios no qucrL que sepropalara en la tierra Su terrible secreto. Runeberg comprendióque no era llegada la hora. Sintió que estaban convergiendo sobreél antiguas maldiciones divinas; recordó a Elias y a Moisés, queen la montaña se taparon la cara para no ver a Dios; a Isaías,que se aterró cuando sus ojos vieron a Aquel cuya gloria llena latierra; a Saúl, cuyos ojos quedaron ciegos en el camino dé Damasco;al rabino Simeón ben Azaí, que vio el Paraíso y murió;al famoso hechicero Juan de Viterbo, que enloqueció cuandopudo ver a la Trinidad; a los Midrashim, que abominan de losimpíos que pronuncian el Shem Hamephormh, el Secreto Nombrede Dios. ¿No era él, acaso, culpable de ese crimen oscuro? ¿Nosería ésa la blasfemia contra el Espíritu, la que no será perdonada?(Mateo 12:31). Valerio Sorano murió por haber divulgado elréputation polyglotte; sa résidence de trente-trois ans parmi les humains nefut, en somme, qu'une villégiature." Erfjord, en el tercer apéndice de laChristelige Dogmatik, refuta ese pasaje. Anota que la crucifixión de Dios noha cesado, porque lo acontecido una sola vez en el tiempo se repite sin treguaen la eternidad. Judas, ahora, sigue cobrando las monedas ¿e plata; siguebesando a Jesucristo; sigue arrojando las monedas de plata en el templo;sigue anudando el lazo de la cuerda en el campo de sangre. (Erfjord, parajustificar esa afirmación, invoca el último capítulo del primer tomo de laVindicación Se la eternidad, de Jaromir Hladík.)


518 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASoculto nombre de Roma; ¿qué infinito castigo sería el suyo, porhaber descubierto y divulgado el horrible nombre de Dios?Ebrio de insomnio y de vertiginosa dialéctica, Nils Runebergerró por las calles de Malmó, rogando a voces que le fuera deparadala gracia de compartir con el Redentor el Infierno.Murió de la rotura de un aneurisma, el primero de marzo de1912. Los heresiólogos tal vez lo recordarán; agregó al conceptodel Hijo, que parecía agotado, las complejidades del mal y delinfortunio.1944


FICCIONES 519EL FINRecabarren, tendido, entreabrió los ojos y vio el oblicuo cieloraso de junco. De la otra pieza le llegaba un rasgueo de guitarra,una suerte de pobrísimo laberinto que se enredaba y desataba infinitamente. . . Recobró poco a poco la realidad, las cosas cotidianasque ya no cambiaría nunca por otras. Miró sin lástima sugran cuerpo inútil, el poncho de lana ordinaria que le envolvíalas piernas. Afuera, más allá de los barrotes de la ventana, se dilatabanla llanura y la tarde; había dormido, pero aun quedabamucha luz en el cielo. Con el brazo izquierdo tanteó, hasta darcon un cencerro de bronce que había al pie del catre. Una o dosveces lo agitó; del otro lado de la puerta seguían llegándole losmodestos acordes. El ejecutor era un negro que había aparecidouna noche con pretensiones de cantor y que había desafiado aotro forastero a una larga payada de contrapunto. Vencido, seguíafrecuentando la pulpería, como a la espera de alguien. Sepasaba las horas con la guitarra, pero no había vuelto a cantar;acaso la derrota lo> había amargado. La gente ya se había acostumbradoa ese hombre inofensivo. Recabarren, patrón de la pulpería,no olvidaría ese contrapunto; al día siguiente, al acomodarunos tercios de yerba, se le había muerto bruscamente el ladoderecho y había perdido el habla. A fuerza de apiadarnos de lasdesdichas de los héroes de las novelas concluimos apiadándonoscon exceso de las desdichas propias; no así el sufrido Recabarren,que aceptó la parálisis como antes había aceptado el rigor y lassoledades de América. Habituado a viyir en el presente, como losanimales, ahora miraba el cielo y pensaba que el cerco rojo dela luna era señal de lluvia.Un chico de rasgos aindiados (hijo suyo, tal vez) entreabrió lapuerta. Recabarren le preguntó con los ojos si había algún parroquiano.El chico, taciturno, le dijo por señas que no; el negrono contaba. El hombre postrado se quedó solo; su mano izquierdajugó un rato con el cencerro, como si ejerciera un poder.La llanura, bajo el último sol, era casi abstracta, como vista enun sueño. Un punto se agitó en el horizonte y creció hasta ser unjinete, que venía, o parecía venir, a la casa. Recabarren vio elchambergo, el largo poncho oscuro, el caballo moro, pero no lacara del hombre, que, por fin, sujetó el galope y vino acercándoseal trotecito. A unas doscientas varas dobló. Recabarren no lo vio


520 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASmás, pero lo oyó chistar, apearse, atar el caballo al palenque yentrar con paso firme en*^la pulpería.Sin alzar los ojos del instrumento, donde parecía buscar algo,el negro dijo con dulzura:—Ya sabía yo señor, que podía contar con usted.El otro, con voz áspera, replicó:—Y yo con vos, moreno. Una porción de días te hice esperar,pero aquí he venido.Hubo un silencio. Al fin, el negro respondió:—Me estoy acostumbrando a esperar. He esperado siete años.El otro explicó sin apuro:—Más de siete años pasé yo sin ver a mis hijos. Los encontréese día y no quise mostrarme como un hombre que anda a laspuñaladas. *—Ya me hice cargo —dijo el negro—. Espero que los dejó consalud. . .El forastero, que se había sentado en el mostrador, se rió debuena gana. Pidió una caña y la paladeó sin concluirla.—Les di buenos consejos —declaró—, que nunca están de másy no cuestan nada. Les dije, entre otras cosas, que el hombre nodebe derramar la sangre del hombre.Un lento acorde precedió la respuesta del negro:—Hizo bien. Así no se parecerán a nosotros.—Por lo menos a mí —dijo el forastero y añadió como si pensaraen voz alta—: Mi destino ha querido que yo matara y ahora, otra )vez, me pone el cuchillo en la mano.El negro, como si no lo oyera, observó:—Con el otoño se van acortando los días.—Con la luz que queda me basta —replicó el otro, poniéndosede pie. >Se cuadró ante el negro y le dijo como cansado:—Deja en paz la guitarra, que hoy te espera otra clase de contrapunto.Los dos se encaminaron a la puerta. El negro, al salir, murmuró:—Tal vez en éste me vaya tan mal como en el primero.El otro contestó con seriedad:—En el primero no te fue mal. Lo que pasó es que andabasganoso de llegar al segundo.Se alejaron un trecho de las casas,^caminando a la par. Unlugar de la llanura era igual a otro y la luna resplandecía. Depronto se miraron, se detuvieron y el forastero se quitó lasespuelas. Ya estaban con el poncho en el antebrazo, cuando elnegro dijo:—Una cosa quiero pedirle antes que nos trabemos. Que en este


FICCIONES 521encuentro ponga todo su coraje y toda su maña, como en aquelotro de hace siete años, cuando mató a mi hermano.Acaso por primera vez en su diálogo, Martín Fierro oyó el odio.Su sangre lo sintió como un acicate. Se entreveraron y el acerofiloso rayó y marcó la cara del negro.Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo;nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos,o lo entendemos pero es intraducibie como una música. . . Desdesu catre, Recabarren vio el fin. Una embestida y el negro reculó,perdió pie, amagó un hachazo a la cara y se tendió en una puñaladaprofunda, que penetró en el vientre. Después vino otra queel pulpero no alcanzó a precisar y Fierro no se levantó. Inmóvil,el negro parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón ensangrentadoen el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirarpara atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejordicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y habíamatado a un hombre.


522 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA SECTA DFT. Fff.NTXQuienes escriben que la secta del Fénix tuvo su origen en Heliópolis,y la derivan de la restauración religiosa que sucedió a lamuerte del reformador Amenophis IV, alegan textos de Heródoto,de Tácito y de los monumentos egipcios, pero ignoran, oquieren ignorar, que la denominación por el Fénix no es anteriora Hrabano Mauro y que las fuentes más antiguas (las Saturnaleso Flavio Josefo, digamos) sólo hablan de la Gente de la Costumbreo de la Gente del Secreto. Ya Gregorovius observó, en losconventículos de Ferrara, que la mención del Fénix era rarísimaen el lenguaje oral; en Ginebra he tratado con artesanos que nome comprendieron cuando inquirí si eran hombres del Fénix,pero que admitieron, acto continuo, ser hombres del Secreto. Sino rne engaño, igual cosa acontece con los budistas; el nombrepor el cual los conoce el mundo no es el que ellos pronuncian.Miklosich, en una página demasiado famosa, ha equiparadolos sectarios del Fénix 'a los gitanos. En Chile y en Hungría haygitanos y también hay sectarios; fuera de esa especie de ubicuidad,muy poco tienen en común unos y otros. Los gitanos son chalanes,caldereros, herreros y decidores de la buenaventura; los sectariossuelen ejercer felizmente las profesiones liberales. Los gitanosconfiguran un tipo físico y hablan, o hablaban, un idioma secreto;los sectarios se confunden con los demás y la prueba es que nohan sufrido persecuciones. Los gitanos son pintorescos e inspirana los malos poetas; los romances, los cromos y los boleros omitena los sectarios... Martín Buber declara que los judíos son esencialmentepatéticos; no todos los sectarios lo son y algunos abominandel patetismo; esta pública y notoria verdad basta pararefutar el error vulgar (absurdamente defendido por Urmann)que ve en el Fénix una derivación de Israel. La gente más o menosdiscurre así: Urmann era un hombre sensible; Urmann era judío;Urmann frecuentó a los sectarios en la judería de Praga; la afinidadque Urmann sintió prueba un hecho real. Sinceramente,no puedo convenir con ese dictamen. Que los sectarios en un mediojudío se parezcan a los judíos no prueba nada; lo innegablees que se parecen, como el infinito Shakespeare de Hazlitt,' a todoslos hombres del mundo. Son todo para todos, como el Apóstol;dias pasados el doctor Juan Francisco Amaro, de Paysandú, ponderóla facilidad con que se acriollaban.


FICCIONES 523- He dicho que la historia de la secta no registra persecuciones.Ello es verdad, pero como no hay grupo humano en que no figurenpartidarios del Fénix, también es cierto que no hay persecucióno rigor que estos no hayan sufrido y ejecutado. En las guerrasoccidentales y en las remotas guerras del Asia han vertidosu sangre secularmente, bajo banderas enemigas; de muy pocoles vale identificarse con todas las naciones del orbe.Sin un libro sagrado que los congregue como la Escritura aIsrael, sin una memoria común, sin esa otra memoria que es unidioma, desparramados por la faz de la tierra, diversos de color yde rasgos, una sola cosa —el Secreto— los une y los unirá hastael fin de los días. Alguna vez, además del Secreto hubo una leyenda(y quizá un mito cosmogónico), pero los superficiales hombresdel Fénix la han olvidado y hoy sólo guardan la oscura tradiciónde un castigo. De un castigo, de un pacto o de un privilegio,porque las versiones difieren y apenas dejan entrever el fallo deun Dios que asegura a una estirpe la eternidad, si sus hombres,generación tras generación, ejecutan un rito. Fie compulsado losinformes de los viajeros, he conversado con patriarcas y teólogos;puedo dar fe de que el cumplimiento del rito es la única prácticareligiosa que observan los sectarios. El rito constituye el Secreto.Éste, como ya indiqué, se trasmite de generación en generación,pero el uso no quiere que las madres lo enseñen a los hijos, ni tampocolos sacerdotes; la iniciación en el misterio es tarea de losindividuos más bajos. Un esclavo, un leproso o un pordiosero hacende mistagogos. También un niño puede adoctrinar a otroniño. El acto en sí es trivial, momentáneo y no requiere descripción.Los materiales son el corcho, la cera o la goma arábiga.(En la liturgia se habla de légamo; éste suele usarse también.)No hay templos dedicados especialmente a la celebración de esteculto, pero una ruina, un sótano o un zaguán se juzgan lugares propicios.El Secreto es sagrado pero no deja de ser un poco ridículo;su ejercicio es furtivo y aun clandestino y los adeptos no hablande él. No hay palabras decentes para nombrarlo, pero se entiendeque todas las palabras lo nombran o mejor dicho, que inevitablementelo aluden, y así, en el diálogo yo he dicho una cosa cualquieray los adeptos han sonreído o se han puesto incómodos,porque sintieron que yo había tocado el Secreto. En las literaturasgermánicas hay poemas escritos por sectarios, cuyo sujeto nominales el mar o el crepúsculo de la noche; son, de algún modo, símbolosdel Secreto, oigo repetir. Orbis terrarum est speculum Ludireza un adagio apócrifo que Du Cange registró en su .Glosarió.Una suerte de horror sagrado impide a algunos fieles la ejecucióndel simplísimo rito; los otros los desprecian, pero ellos sedesprecian aun más. Gozan ele mucho crédito, en cambio, quienes


524 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASdeliberadamente renuncian a la Costumbre y logran un comerciodirecto con la divinidad; éstos, para manifestar ese comercio, lohacen con figuras de la liturgia y así John of the Rqod escribió:, Sepan los Nueve Firmamentos que el DiosEs deleitable como el Corcho y el Cieno.He merecido en tres continentes la amistad de muchos devotosdel Fénix; me consta que el secreto, al principio, les pareció baladí,penoso, vulgar y (lo que aun es más extraño) increíble. Nose avenían a admitir que sus padres se hubieran rebajado a talesmanejos. Lo raro es que el Secreto no se haya perdido hace tiempo;a despecho de las vicisitudes del orbe, a despecho de las guerrasy de los éxodos, llega, tremendamente, a todos los fieles. Alguienno ha vacilado en afirmar que ya es instintivo.


FICCIONES 525EL SUREl hombre que desembarcó en Buenos Aires en 1871 se llamabaJohannes Dahlmann y era pastor de la iglesia evangélica; en 1939,uno de sus nietos, Juan Dahlmann, era secretario de una bibliotecamunicipal en la calle Córdoba y se sentía hondamente argentino.Su abuelo materno había sido aquel Francisco Flores, del 2 deinfantería de línea, que murió en la frontera de Buenos Aires,lanceado por indios de Catriel; en la discordia de sus dos linajes,Juan Dahlmann (tal veza impulso de la sangre germánica) eligióel de ese antepasado romántico, o de muerte romántica. Un estuchecon el daguerrotipo de un hombre inexpresivo y barbado,una vieja espada, la dicha y el coraje de ciertas músicas, el hábitode estrofas del Martín Fierro, los años, el desgano y la soledad,• fomentaron ese criollismo algo voluntario, pero nunca ostentoso.A costa de algunas privaciones, Dahlmann había logrado salvar,el casco de una estancia en el Sur, que fue de los Flores; una delas c.ostumbres de su memoria era la imagen de los eucaliptosbalsámicos y de la larga casa rosada que alguna vez fue carmesí.Las tareas y acaso la indolencia lo retenían en la ciudad. Veranotras verano se contentaba con la idea abstracta de posesión y conla certidumbre de que su casa estaba esperándolo, en un sitiopreciso de la llanura. En los últimos días de febrero de 1939,algo le aconteció.Ciego a las culpas, el destino puede ser despiadado con las mínimasdistracciones. Dahlmann había conseguido, esa tarde, unejemplar descabalado de las Mil y una Noches de Weil; ávido deexaminar ese hallazgo, no esperó que bajara el ascensor y subiócon apuro las escaleras; algo en la oscuridad Je rozó la frente ¿unmurciélago, un pájaro? En la cara de la mujer que le abrió lapuerta vio grabado el horror, y la mano que se pasó por la frentesalió roja de sangre. La arista de un batiente recién pintado quealguien se olvidó de cerrar le habría hecho esa herida. Dahlmannlogró dormir, pero a la madrugada estaba despierto y desde aquellahora el sabor de todas las cosas fue atroz. La fiebre lo gastóy las ilustraciones de las Mil y Una Noches sirvieron para decorarpesadillas. Amigos y parientes lo visitaban y con exagerada san*risa le repetían que lo hallaban muy bien. Dahlmann los oía conuna especie dé débil estupor y le maravillaba que no supieran


526 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASque estaba en el infierno. Ocho días pasaron, como ocho siglos.Una tarde, el médico habitual se presentó con un médico nuevoy lo condujeron a un sanatorio de la calle Ecuador, porque eraindispensable sacarle una radiografía. Dahlmann, en el coche deplaza que los llevó, pensó que en una habitación que no fuerala suya podría, al fin, dormir. Se sintió feliz y conversador; encuanto llegó, lo desvistieron, le raparon la cabeza, lo sujetaroncon metales a una camilla, lo iluminaron hasta le ceguera y elvértigo, lo auscultaron y un hombre enmascarado le clavó unaaguja en el brazo. Se despertó con náuseas, vendado, en unacelda que tenía algo de pozo y, en los días y noches que siguierona la operación pudo entender que apenas había estado, hastaentonces, en un arrabal del infierno. El hielo no dejaba en suboca el menor rastro de frescura. En esos días, Dahlmann minuciosamentese odió; odió su identidad, sus necesidades corporales,su humillación, la barba que le erizaba la cara. Sufrió con estoicismolas curaciones, q.ie eran muy dolorosas, pero cuando el cirujanole dijo que había estado a punto de morir de una septicemia,Dahlmann se echó a llorar, condolido de su destino. Las miseriasfísicas y la incesante previsión de las malas noches no le habíandejado pensar en algo tan abstracto como la muerte. Otro día, elcirujano le dijo que estaba reponiéndose y que, muy pronto, podríair a convalecer a la estancia. Increíblemente, el día prometidollegó.A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos;Dahlmann había llegado al sanatorio en un coche de plaza yahora un coche de plaza lo llevaba a Constitución. La primerafrescura del otoño, después de la opresión del verano, era comoun símbolo natural de su destino rescatado de la muerte y lafiebre. La ciudad, a las siete de la mañana, no había perdido eseaire de casa vieja que le infunde la noche; las calles eran comolargos zaguanes, las plazas como patios. Dahlmann la reconocíacon felicidad y con un principio de vértigo; unos segundos antesde que las registraran sus ojos, recordaba las esquinas, las carteleras,las modestas diferencias de Buenos Aires. En la luz amarilla delnuevo día, todas las cosas regresaban a él.Nadie ignora que el Sur empieza del otro lado de Rivadavia.. Dahlmann solía repetir que ello no es una convención y que •quien atraviesa esa calle entra en un mundo más antiguo y másfirme. Desde el coche buscaba entre la nueva edificación, laventana de rejas, el llamador, el arco de la puerta, el zaguán, elíntimo patio.En el hall de la estación advirtió que faltaban treinta minutos.Recordó bruscamente que en un café de la calle Brasil (a pocosmetros de la casa de Yrigoyen) había un enorme gato que se deja-


FICCIONES 527ba acariciar por la gente, como una divinidad desdeñosa. Entró.Ahí estaba el gato, dormido. Pidió una taza de café, la endulzólentamente, la probó (ese placer le había sido vedado en la clínica)y pensó, mientras alisaba el negro pelaje, que aquel contactoera ilusorio y que estaban como separados por un cristal,porque el hombre vive en el tiempo, en la sucesión, y el mágicoanimal, en la actualidad, en la eternidad del instante.A lo largo del penúltimo andén el tren esperaba. Dahlmannrecorrió los vagones y dio con uno casi vacío. Acomodó en la redla valija; cuando los coches arrancaron, la abrió y sacó, tras algunavacilación, el primer tomo de las Mil y Una Noches. Viajarcon este libro, tan vinculado a la historia de su desdicha, era unaafirmación de que esa desdicha había sido anulada y un desafíoalegre y secreto a las frustradas fuerzas del mal.A los lados del tren, la ciudad se desgarraba en suburbios; estavisión y luego la de jardines y quintas demoraron el principiode la lectura. La verdad es que Dahlmann leyó poco; la montañade piedra imán y el genio que ha jurado matar a su bienhechoreran, quién lo niega, maravillosos, pero no mucho más que lamañana y que el hecho de ser. La felicidad lo distraía de Shahrazady de sus milagros superfluos; Dahlmann cerraba el libro yse dejaba simplemente vivir.El almuerzo (con el caldo servido en boles de metal reluciente,como en los ya remotos veraneos de la niñez) fue otro goce tranquiloy agradecido.Mañana me despertaré en la estancia, pensaba, y era como si aun tiempo fuera dos hombres: el que avanzaba por el día otoñaly por la geografía de la patria, y el otro, encarcelado en un sanatorioy sujeto a metódicas servidumbres. Vio_ casas de ladrillo sinrevocar, esquinadas y largas, infinitamente mirando pasar los trenes;vio jinetes en los terrosos caminos; vio zanjas y lagunas yhacienda; vio largas nubes luminosas que parecían de mármol,y todas estas cosas eran casuales, como sueños de la llanura. Tambiéncreyó reconocer árboles y sembrados que no hubiera podidonombrar, porque su directo conocimiento de la camp'aña era hartoinferior a su conocimiento nostálgico y literario.Alguna vez durmió y en sus sueños estaba el ímpetu del tren. Yael blanco sol intolerable de las doce del día era el sol amarilloque precede al anochecer y no tardaría en ser rojo. También elcoche era distinto; no era el que fue en Constitución, al dejarel andén: la llanura y las horas lo habían atravesado y transfigurado.Afuera la móvil sombra del vagón' se alargaba hacia el horizonte.No turbaban la tierra elemental ni poblaciones ni otrossignos humanos. Todo era vasto, pero al mismo tiempo era íntimoy, de alguna manera, secreto. En el campo desaforado, a veces


528 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASno había otra cosa que un toro. La soledad era perfecta y tal vezhostil, y Dahlmann pudo sospechar que viajaba al pasado y nosólo al Sur. De esa conjetura fantástica lo distrajo el inspector,que al ver su boleto, le advirtió que el tren no lo dejaría en laestación de siempre sino en otra, un poco anterior y apenas conocidapor Dahlmann. (El hombre añadió una explicación queDahlmann no trató de entender ni siquiera de oír, porque el mecanismode los hechos no le importaba.)El tren laboriosamente se detuvo, casi en medio del campo.Del otro lado de las vías quedaba la estación, que era poco másque un andén con un cobertizo. Ningún vehículo tenían, peroel jefe opinó que tal vez pudiera conseguir uno en un comercioque le indicó a unas diez, doce, cuadras.Dahlmann aceptó la caminata como una pequeña aventura.Ya se había hundido el sol, pero un esplendor final exaltaba laviva y silenciosa llanura, antes de que la borrara la noche. Menospara no fatigarse que para' hacer durar esas cosas, Dahlmanncaminaba despacio, aspirando con grave felicidad el olor deltrébol.El almacén, alguna vez, había sido punzó, pero los años habíanmitigado para su bien ese color violento. Algo en su pobre arquitecturale recordó un grabado en acero, acaso de una vieja ediciónde Pablo y Virginia. Atados al palenque había unos- caballos.Dahlmann, adentro, creyó reconocer al patrón; luego comprendióque lo había engañado su parecido con uno de los empleadosdel sanatorio. El hombre, oído el caso, dijo que le haría atar lajardinera; para agregar otro hecho a aquel día y para llenar esetiempo, Dahlmann resolvió comer en el almacén.En una mesa comían y bebían ruidosamente unos muchachones,en los que Dahlmann, al principio, no se fijó. En el suelo, apoyadoen el mostrador, se acurrucaba, inmóvil como una cosa, unhombre muy viejo. Los muchos años lo habían reducido y pulidocomo las aguas a una piedra o las generaciones de los hombresa una sentencia. Era oscuro, chico y reseco, y estaba como fueradel tiempo, en una eternidad. Dahlmann registró con satisfacciónla vincha, el poncho de bayeta, el largo chiripá y la bota de potroy se dijo, rememorando inútiles discusiones con gente de los partidosdel Norte o con entrerrianos, que gauchos de esos ya noquedan más que en el Sur.Dahlmann se acomodó junto a la ventana. La oscuridad fuequedándose con el campo, pero su olor y sus rumores aun le llegabanentre los barrotes de hierro. El patrón le trajo sardinas ydespués carne asada; Dahlmann las empujó con unos vasos de vinotinto. Ocioso, paladeaba el áspero sabor y dejaba errar la miradapor el local, ya un poco soñolienta. La lámpara de kerosén pen-


FICCIONES 529día de uno de los tirantes; los parroquianos de la otra mesa erantres: dos parecían peones de chacra; otro, de rasgos achinados y,torpes, bebía con el chambergo puesto. Dahlmann, de pronto,sintió un leVe roce en la cara. Junto al vaso ordinario de vidrioturbio, sobre una de las rayas del mantel, había una bolita demiga. Eso era todo, pero alguien se la había tirado.Los de la, otra mesa parecían ajenos a él. Dahlmann, perplejo,decidió que nada había ocurrido y abrió el volumen de las Mil yUna Noches, como para tapar la realidad. Otra bolita lo alcanzóa los pocos minutos, y esta vez los peones se rieron. Dahlmannse dijo que no estaba asustado, pero que sería un disparate queél, un convaleciente, se dejara arrastrar por desconocidos a unapelea confusa. Resolvió salir; ya estaba de pie cuando el patrónse le acercó y lo exhortó con voz alarmada:—Señor Dahlmann, no les haga caso a esos mozos, que estánmedio alegres.Dahlmann no se extrañó de que el otro, ahora, lo conociera,pero sintió que estas palabras conciliadoras agravaban, de hecho,la situación. Antes, la provocación de los peones era a una caraaccidental, casi a nadie; ahora iba contra él y contra su nombrey lo sabrían los vecinos. Dahlmann hizo a un lado al patrón,se enfrentó con los peones y les preguntó qué andabanbuscando.El compadrito de la cara achinada se paró, tambaleándose. Aun paso de Juan Dahlmann, lo injurió a gritos, como si estuvieramuy lejos. Jugaba a exagerar su borrachera y esa exageración erauna ferocidad y una burla. Entre malas palabras y obscenidades,tiró al aire un largo cuchillo, lo siguió con los ojos, lo barajó, einvitó a Dahlmann a pelear. El patrón objetó con trémula vozque Dahlmann estaba desarmado. En ese punto, algo imprevisibleocurrió.Desde un rincón, el viejo gaucho extático, en el que Dahlmannvio una cifra del Sur (del Sur que era suyo), le tiró una dagadesnuda que vino a caer a sus pies. Era como si el Sur hubieraresuelto que Dahlmann aceptara el duelo. Dahlmann se inclinóa recoger lá daga y sintió dos cosas. La primera, que ese acto casiinstintivo lo comprometía a pelear. La segunda, que el arma, ensu mano torpe, no serviría para defenderlo, sino para justificarque lo mataran. Alguna vez había jugado con un puñal, como todoslos hombres, pero su esgrima no pasaba de una noción deque los golpes deben ir hacia arriba y con el filo para adentro.No hubieran permitido en el sanatorio que me pasaran estas cosas,pensó.—Vamos saliendo —dijo el otro.Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había


530 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAStemor. Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea acuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberaciónpara él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche delsanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces,hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte quehubiera elegido o soñado.Dahlmann empuña con firmeza el cuchillo, que acaso no sabrámanejar, y sale a la llanura.


El Aleph(1949)


) 533 (ELINMORTALSolomon saith: There is no new thingttpon the earth. So that as Plato had animagination, that all knowledge loas butremembrance; so Solomon giveth his scntence,that all novelty is but oblivion.FRANGÍS BACON: Essáys LVIU.En Londres, a principios del mes de junio de 1929, el anticuarioJoseph Cartaphüus, de Esmirna, ofreció a la princesa de Lucingelos seis volúmenes en cuarto menor (1715-1720) de la Ilíada dePope. La princesa los adquirió; al recibirlos, cambió unas palabrascon él. Era, nos dice, un hombre consumido y terroso,de ojos grises y barba gris, de rasgos singularmente vagos. Semanejaba con fluidez e ignorancia en diversas lenguas; en muypocos minutos pasó del francés al inglés y del inglés a una conjunciónenigmática de español de Salónica y de portugués deMacao. En octubre, la princesa oyó por un pasajero del Zeusque Cartaphüus había muerto en el mar, al regresar a Esmirna,y que lo habían enterrado en la isla de los. En el último tomode la Ilíada halló esté manuscrito.El original está redactado en inglés y abunda en latinismos.La versión que ofrecemos es literal.IQue yo recuerde, mis trabajos empezaron en un jardín deTebas Hekatómpylos, cuando Dioclecíano era emperador. Yohabía militado (sin gloria) en las recientes guerras egipcias, yoera tribuno de una legión que estuvo acuartelada en Berenice,frente al Mar Rojo: la fiebre y la magia consumieron a muchoshombres que codiciaban magnánimos el acero. Los mauritanosfueron vencidos; la tierra que antes ocuparon las ciudades rebeldesfue dedicada eternamente a los dioses plutónicos; Alejandría,debelada, imploró en vano la misericordia del César; antes deun año las legiones reportaron el triunfo, pero yo logré apenasdivisar el rostro de Marte. Esa privación me dolió y fue tal vezla causa de que yo me arrojara a descubrir, por temerosos y difusosdesiertos, la secreta Ciudad de los Inmortales.


534 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASMis trabajos empezaron, he referido, en un jardín de Tebas.Toda esa noche no dormí, pues algo estaba combatiendo en micorazón. Me levanté poco antes del alba; mis esclavos dormían,la luna tenía el mismo color de la infinita arena. Un jinete rendidoy ensangrentado venía del oriente. A unos pasos de mí,rodó del caballo. Con una tenue voz insaciable me preguntó enlatín el nombre del río que bañaba los muros de la ciudad. Lerespondí que era el Egipto, que alimentan las lluvias. Otro esel río que persigo, replicó tristemente, el río secreto que purificade la muerte a los hombres. Oscura sangre le manaba del pecho.Me dijo que su patria era una montaña que está del otro ladodel Ganges y que en esa montaña era fama que si alguien caminarahasta el occidente, donde se acaba el mundo, llegaría alrío cuyas aguas dan la inmortalidad. Agregó que en la margenulterior se eleva la Ciudad de los Inmortales, rica en baluartesy anfiteatros y templos. Antes de la aurora murió, pero yo determinédescubrir la ciudad y su río. Interrogados por el verdugo,algunos prisioneros mauritanos confirmaron la relación del viajero;alguien recordó la llanura elísea, en el término de la tierra,donde la vida de los hombres es perdurable; alguien, las cumbresdonde nace el Pactólo, cuyos moradores viven un siglo. En Roma,conversé con filósofos que sintieron que dilatar la 'vida de loshombres era dilatar su agonía y multiplicar el número de susmuertes. Ignoro si creí alguna vez en la Ciudad de los Inmortales:pienso que entonces me bastó la tarea de buscarla. Flavio,procónsul de Getulia, me entregó doscientos soldados para laempresa. También recluté mercenarios* que se dijeron conocedoresde los caminos y que fueron los primeros en desertar.Los hechos ulteriores han deformado hasta lo inextricable elrecuerdo de nuestras primeras jornadas. Partimos de Arsinoey entramos en el abrasado desierto. Atravesamos el país de lostrogloditas, que devoran serpientes y carecen del comercio dela palabra; el de los garamantas, que tienen las mujeres en comúny se nutren de leones; el de los augilas, que sólo veneran elTártaro. Fatigamos otros desiertos, donde es negra la arena, dondeel viajero debe usurpar las horas de la noche, pues el fervor deldía es intolerable. De lejos divisé la montaña que dio nombreal Océano: en sus laderas crece el euforbio, que anula los venenos;en la cumbre habitan los sátiros, nación de hombres ferales yrústicos, inclinados a la lujuria. Que esas regiones bárbaras, dondela tierra es madre de monstruos, pudieran albergar en su «senouna ciudad famosa, a todos nos pareció inconcebible. Proseguimosla marcha, pues hubiera sido una afrenta retroceder. Algunostemerarios durmieron con la cara expuesta a la luna; la fiebrelos ardió; en el agua depravada de las cisternas otros- bebieron


EL ALEPH 535la locura y la muerte. Entonces comenzaron las deserciones; muypoco después, los motines. Para reprimirlos, no vacilé ante elejercicio de la severidad. Procedí rectamente, pero un centuriónme advirtió que los sediciosos (ávidos de vengar la crucifixiónde uno de ellos) maquinaban mi muerte. Huí del campamentocon los pocos soldados que me eran fieles. En el desierto losperdí, entre los remolinos de arena y la vasta noche. Una flechacretense me laceró. Varios días erré sin encontrar agua,o un solo enorme día multiplicado por el sol, por la sed y porel temor de la sed. Dejé el camino al arbitrio de mi caballo.En el alba, la lejanía se erizó de pirámides y de torres. Insoportablementesoñé con un exiguo y nítido laberinto: en el centrohabía un cántaro; mis manos casi lo tocaban, mis ojos lo veían,pero tan intrincadas y perplejas eran las curvas que yo sabíaque iba a morir antes ele alcanzarlo.IIAl desenredarme por fin de esa pesadilla, me vi tirado y maniatadoen un oblongo nicho de piedra, no mayor que unasepultura común, superficialmente excavado en el agrio declivede una montaña. Los lados eran húmedos, antes pulidos por'eltiempo que por la industria. Sentí en el pecho un doloroso latido,sentí que me abrazaba-la sed. Me asomé y grité débilmente.Al pie de la montaña se dilataba sin rumor un arroyo impuro,entorpecido por escombros y arena; en la opuesta margen resplandecía(bajo el último sol o bajo el primero) la evidenteCiudad de los Inmortales. Vi muros, arcos, frontispicios y foros:el fundamento era una meseta de piedra. Un centenar de nichosirregulares, análogos al mío, .surcaban la montaña y el valle.En la arena había pozos de poca hondura; de esos mezquinosagujeros (y de los nichos) emergían hombres de piel gris, debarba negligente, desnudos. Creí reconocerlos: pertenecían a laestirpe bestial de los trogloditas, que infestan las riberas del GolfoArábigo y las grutas etiópicas; no me maravillé de que no hablarany dé que devoraran serpientes.La Urgencia de la sed me hizo temerario. Consideré que estabaa unos treinta pies de la .arena; me tiré, cerrados los ojos, atadasa la espalda las manos, montaña abajo. Hundí la cara ensangrentadaen el agua oscura. Bebí como se abrevan los animales.Antes de perderme otra vez en el sueño y en los delirios, inexplicablementerepetí unas palabras griegas: Los ricos teucros deZelea que beben el agua negra del Es.epo.. .No sé cuántos días y noches rodaron sobre mí Doloroso, in-


536 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAScapaz de recuperar el abrigo de las cavernas, desnudo en la ignoradaarena, dejé que la luna y el sol jugaran con mi aciagodestino. Los trogloditas, infantiles en la barbarie, no me ayudarona sobrevivir o a morir. En vano les rogué que me dieranmuerte. Un día, con el filo de un pedernal rompí mis ligaduras.Otro, me levanté y pude mendigar p robar —yo, Marco FlaminioRufo, tribuno militar de una de las legiones de Roma— mi primeradetestada ración de carne de serpiente.La codicia de ver a los Inmortales, de tocar la sobrehumanaCiudad, casi me vedaba dormir. Como si penetraran mi propósito,no dormían tampoco los trogloditas: al principio inferí queme vigilaban; luego, que se habían contagiado de mi inquietud,como podrían contagiarse los perros. Para alejarme de la bárbaraaldea elegí la más pública de las horas, la declinación de la tarde,cuando casi todos los hombres emergen dé las grietas y de lospozos y miran el poniente, sin verlo. Oré en voz alta, menospara suplicar el favor divino que para intimidar a la tribu conpalabras articuladas. Atravesé el arroyo que los médanos entorpeceny me dirigí a la Ciudad. Confusamente me siguieron dos otres hombres. Eran (como los otros de ese linaje) de menguadaestatura; no inspiraban temor, sino repulsión. Debí rodear algunashondonadas irregulares que me parecieron canteras; ofuscadopor la grandeza de la Ciudad, yo la había creído cercana.Hacia la medianoche, pisé, erizada de formas idolátricas en laarena amarilla, la negra sombra de- sus muros. Me detuvo unaespecie de horror sagrado. Tan abominadas del hombre son lanovedad y el desierto que me alegré de que uno de los trogloditasme hubiera acompañado hasta el fin. Cerré los ojos y aguardé(sin dormir) que relumbrara el día.He dicho que la Ciudad estaba fundada sobre una meseta depiedra. Esta meseta comparable a un acantilado no era menosardua que los muros. En vano fatigué mis pasos: el negro basamentono descubría la menor irregularidad, los muros invariablesno parecían consentir una sola puerta. La fuerza del día hizoque yo me refugiara en una caverna; en el fondo había un pozo,en el pozo una escalera que se abismaba hacia la tiniebla inferior.Bajé; por un caos de sórdidas galerías llegué a una vastacámara circular, apenas visible. Había nueve puertas en aquelsótano; ocho daban, a un laberinto que falazmente desembocabaen la misma cámara; la novena (a través de otro laberinto) dabaa una segunda cámaja circular, igual a la primera. Ignoro elnúmero total de las cámaras; mi desventura y mi ansiedad lasmultiplicaron. El silencio, era hostil y casi perfecto; otro rumorno había en esas profundas redes de piedra que un viento subterráneo,cuya causa no descubrí; sin ruido se perdían entre las


EL ALEPH 537grietas hilos de agua herrumbrada. Horriblemente me habituéa ese dudoso mundo; consideré increíble que pudiera existir otracosa que sótanos provistos de nueve puertas y que sótanos largosque se bifurcan. Ignoro el tiempo que debí caminar bajo tierra;sé que alguna vez confundí, en la misma nostalgia, la atroz aldeade los bárbaros y mi'ciudad natal, entre los racimos.En el fondo de un corredor, un no previsto muro me cerróel paso, una remota luz cayó sobre mí. Alcé los ofuscados ojos:en lo vertiginoso, en lo altísimo, vi un círculo de cielo tan azulque pudo parecerme de púrpura. Unos peldaños de metal escalabanel muro. La fatiga me relajaba, pero subí, sólo deteniéndomea veces para torpemente sollozar de felicidad. Fui divisandocapiteles y astrágalos, frontones triangulares y bóvedas, confusaspompas del granito y del mármol. Así me fue deparado ascenderde la ciega región de negros laberintos entretejidos a la resplandecienteCiudad.Emergí a una suerte de plazoleta; mejor dicho, de patio. Lorodeaba un solo edificio de forma irregular y altura variable; aese edificio heterogéneo pertenecían las diversas cúpulas y columnas.Antes que ningún otro rasgo de ese monumento increíble,me suspendió lo antiquísimo de su fábrica. Sentí que era anteriora los hombres, anterior a la tierra. Esa notoria antigüedad (aunqueterrible de algún modo para los ojos) me pareció adecuadaal trabajo de obreros inmortales. Cautelosamente al principio,con indiferencia después, con desesperación al fin, erré por escalerasy pavimentos del inextricable palacio. (Después averigüéque eran inconstantes la extensión y la altura de los peldaños,hecho que me hizo comprender la singular fatiga que me infundieron.)Este palacio es fábrica de los dioses, pensé primeramente.Exploré los' inhabitados recintos y corregí: Los dioses que loedificaron han muerto. Noté sus peculiaridades y dije: Los diosesque lo edificaron estaban locos. Lo dije, bien lo sé, con uña incomprensiblereprobación que era casi un remordimiento, conmás horror intelectual que miedo sensible. A la impresión deenorme antigüedad se agregaron otras: la de lo interminable,la de lo atroz, la de lo complejamente insensato. Yo había cruzadoun laberinto, pero la nítida Ciudad de los Inmortales me atemorizóy repugnó. Un laberinto es una casa labrada para confundira los hombres; su arquitectura, pródiga* en simetrías, está subordinadaa ese fin. En el palacio que imperfectamente exploré,la arquitectura carecía de fin. Abundaban el corredor sin salida,la alta ventana inalcanzable, la aparatosa puerta que daba a unacelda o a un pozo, las increíbles escaleras inversas, con los peldañosy la balaustrada hacia abajo. Otras, adheridas aéreamenteal costado de un muro monumental, morían sin llegar a ninguna


538 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASparte, al cabo de dos o tres giros, en la tiniebla superior de lascúpulas. Ignoro si todos los ejemplos que he enumerado son literales;sé que durante muchos años infestaron mis pesadillas;no puedo ya saber si tal o cual rasgo es una transcripción de larealidad o de las formas que desatinaron mis noches. Esta Ciudad(pensé) es tan horrible que su mera existencia y perduración,aunque en el centro de un desierto secreto, contamina el pasadoy el porvenir y de algún modo compromete a los astros. Mientrasperdure, nadie en el mundo podrá ser valeroso o feliz. No quierodescribirla; un caos de palabras heterogéneas, un cuerpo de tigreo de toro, en el que pulularan monstruosamente, conjugados yodiándose, dientes, órganos y cabezas, pueden (tal vez) ser imágenesaproximativas.No recuerdo las etapas de mi regreso, entre los polvorientosy húmedos hipogeos. Únicamente sé que no me abandonaba eltemor de que, al salir del último laberinto, me rodeara otra vezla nefanda Ciudad de los Inmortales. Nada más puedo recordar.Ese olvido, ahora insuperable, fue quizá voluntario; quizá lascircunstancias de mi evasión fueron tan ingratas que, en algúndía no menos olvidado también, he jurado olvidarlas.IltQuienes hayan leído con atención el relato de mis trabajosrecordarán que un hombre de la tribu me siguió como un perropodría seguirme, hasta la sombra irregular de los muros. Cuandosalí del último sótano, lo encontré en la boca de la caverna.Estaba tirado en la arena, donde trazaba torpemente y borrabauna hilera de signos, que eran como las letras de los sueños,que uno está a punto de entender y luego se juntan. Al principio,creí que se trataba de una escritura bárbara; después vique es absurdo imaginar que hombres que no llegaron a lapalabra lleguen a la escritura. Además, ninguna de las formasera igual a otra, lo cual excluía o alejaba la posibilidad de quefueran simbólicas. El hombre las trazaba, las miraba y las corregía.De golpe, como si le fastidiara ese juego, las borró con lapalma y el antebrazo. Me miró, no pareció reconocerme. Sinembargo, tan grande era el alivio que me inundaba (o tan grandey medrosa mi soledad) que di en pensar que ese rudimentaltroglodita, que me miraba desde el suelo de la caverna, había'estado esperándome. El.sol caldeaba la llanura; cuando emprendimosel regreso a la aldea, bajo las primeras estrellas, la arenaera ardorosa bajo los pies. El troglodita me precedió; esa nocheconcebí el propósito de enseñarle a reconocer, y acaso a repetir,


iEL ALEl'H 539algunas palabras. El perro y el caballo (reflexioné) son capacesde lo primero; muchas aves, como el ruiseñor de los Césares,de lo último. Por muy basto que fuera el entendimiento de unnombre, siempre sería superior al de irracionales. -La humildad y miseria del troglodita me trajeron a la memoriala imagen de Argos, el viejo perro moribundo de la Odisea,y así le puse el nombre de Argos y traté de enseñárselo. Fracaséy volví a fracasar. Los arbitrios, el rigor y la obstinación fuerondel todo vanos. Inmóvil, con los ojos inertes, no parecía percibirlos sonidos que yo procuraba inculcarle. A unos pasos de mí,era como si estuviera muy lejos. Echado en la arena, como unapequeña y ruinosa esfinge de lava, dejaba que sobre él giraranlos cielos, desde el crepúsculo del día hasta el de la noche. Juzguéimposible que no se percatara de mi propósito. Recordéque es fama entre los etíopes que los monos deliberadamente nohablan para que no los obliguen a trabajar y atribuí a suspicaciao a temor el silencio de Argos. De esa imaginación pasé a otras,aun más extravagantes. Pensé que Argos y yo participábamosde universos distintos; pensé que nuestras percepciones eran iguales,-pero que Argos las combinaba de otra manera y construiacon ellas otros objetos; pensé que acaso no había objetos paraél, sino un vertiginoso y continuo juego de impresiones brevísimas.Pensé en un mundo sin memoria, sin tiempo; consideréla posibilidad de un lenguaje que ignorara los sustantivos, unlenguaje de verbos impersonales o de indeclinables epítetos. Asífueron muriendo los días y con los días los años, pero algoparecido a la felicidad ocurrió una mañana. Llovió, con lentitudpoderosa.Las noches del desierto pueden ser frías, pero aquélla habíasido un fuego. Soñé que un río de Tesalia (a cuyas aguas yohabía restituido un pez de oro) venía a rescatarme; sobre la rojaarena y la negra piedra yo lo oía acercarse; la frescura del airey el rumor atareado de la lluvia me despertaron. Corrí desnudoa recibirla. Declinaba la noche; bajo las nubes amarillas la tribu,no menos dichosa que yo, se ofrecía a los vividos aguaceros enuna especie de éxtasis. Parecían coribantes a quienes posee ladivinidad. Argos, puestos los ojos en la esfera, gemía; raudalesle rodaban por la cara; no sólo de agua, sino (después lo supe)de lágrimas. Argos, le grité, Argos.Entonces, con mansa admiración, como si descubriera una cosaperdida y olvidada hace mucho tiempo, Argos balbuceó estaspalabras: Argos, perro de Ulises. Y después, también sin mirarme:Este perro tirado en el estiércol.Fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que


540 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASnada es real. Le pregunté qué sabía de la Odisea. La prácticadel griego le era penosa; tuve que repetir la pregunta.Muy poco, dijo. Menos que el rapsoda más pobre. Ya habráripasado mil ciení años desde que lai inventé.IVTodo me fue dilucidado, aquel día. Los trogloditas eran losinmortales; el riacho de aguas arenosas, el Río que buscaba eljinete. En cuanto a la ciudad cuyo renombre se había dilatadohasta el Gange's, nueve siglos haría que los Inmortales la habíanasolado. Con las reliquias de su ruina erigieron, en el mismolugar, la desatinada ciudad que yo recorrí: suerte de parodia oreverso y también templo de los dioses irracionales que manejanel mundo y de los que nada sabemos, salvo que no se parecenal hombre. Aquella fundación fue el último símbolo a que condescendieronlos Inmortales; marca una etapa en que, juzgandoque toda empresa es vana, determinaron vivir en el pensamiento,en la pura especulación. Erigieron la fábrica, la olvidaron yfueron a morar en las cuevas. Absortos, casi no percibían el mundofísico.Esas cosas Homero las refirió, como quien habla con un niño.También me refirió su vejez y el postrer viaje que emprendió,movido, como Ulises, por el propósito de llegar a los hombresque no saben lo que es el mar ni comen carne sazonada con salni sospechan lo que es un remo. Habitó un siglo en la Ciudadde los Inmortales. Cuando la derribaron, aconsejó la fundaciónde la otra. Ello no debe sorprendernos; es fama que después decantar la guerra de Ilion, cantó la guerra de las ranas y los-ratones. Fríe como un dios que creara el' cosmos y luego el caos.Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturaslo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible,es saberse inmortal. He notado que, pese a las religiones,esa convicción es rarísima. Israelitas, cristianos y musulmanesprofesan la inmortalidad, pero la veneración que tributanal primer siglo prueba que sólo creen en él, ya que destinantodos los demás, en número infinito, a premiarlo o a castigarlo.Más razonable me parece la rueda de "ciertas religiones del Indostan; en esa rueda, que no tiene principio ni fin, cada vida esefecto de la anterior y engendra la siguiente, pero ninguna determinael conjunto. . . Adoctrinada por un ejercicio" de siglos,la república de hombres inmortales había logrado la perfecciónde la tolerancia y casi del desdén. Sabía que en un plazo infinitole ocurren a todo hombre todas las cosas. Por sus pasadas o fu-


EL ALEPH 541turas virtudes, todo hombre es acreedor a toda bondad, perotambién a toda traición, por sus infamias del pasado o del porvenir.Así como en los juegos de azar las cifras pares y las cifrasimpares tienden al equilibrio, así también se anulan y se corrigenel ingenio y la estolidez, y acaso el rústico poema del Cid es elcontrapeso exigido por un solo epíteto de las Églogas o por unasentencia de Heráclito. El pensamiento más fugaz obedece a undibujo invisible y puede coronar, o inaugurar, una forma secreta.Sé de quienes obraban el mal para que en los siglos futurosresultara el bien, o hubiera resultado en los ya pretéritos. . .Encarados así, todos nuestros actos son justos, pero también sonindiferentes. No hay méritos morales o intelectuales. Homerocompuso la Odisea; postulado un plazo infinito, con infinitas circunstanciasy cambios, lo imposible es no componer, siquierauna vez, la Odisea. Nadie es alguien, un solo hombre inmortales todos los hombres. Gomo Cornelid Agrippa, soy dios, soy héroe,soy filósofo, soy demonio y soy mundo, lo cual es una fatigosamanera de decir que no soy.El concepto del mundo como sistema de precisas compensacionesinfluyó vastamente en los Inmortales. En primer término,los hizo invulnerables a la piedad. He mencionado las antiguascanteras que rompían los campos de la otra margen; un hombrese despeñó en la más honda; no podía lastimarse ni morir, perolo abrasaba la sed; antes que le arrojaran una cuerda pasaronsetenta años. Tampoco interesaba el propio destino. El cuerpoera un sumiso animal doméstico y le bastaba, cada mes, la limosnade unas horas de sueño, de un poco de agua y de una piltrafade carne. Que nadie quiera rebajarnos a ascetas. No hay placermás complejo que el pensamiento y a él nos entregábamos. Aveces, un estímulo extraordinario nos restituía al mundo físico.Por ejemplo, aquella mañana, el viejo goce elemental de la lluvia.Esos lapsos eran rarísimos; todos los Inmortales eran capaces deperfecta quietud; recuerdo alguno a quien jamás he visto depie: un pájaro anidaba en su pecho.Entre los corolarios de la doctrina de que no hay cosa que noesté compensada por otra, hay uno de muy poca importanciateórica, pero que nos indujo, a fines o a principios del siglo x,a dispersarnos por la faz de la tierra. Cabe en estas palabras:Existe un río cuyas aguas dan la inmortalidad; en alguna regiónhabrá otro río cuyas aguas la borren. El número de ríos no esinfinito; un viajero inmortal que recorra el mundo acabará, algúndía, por haber bebido de todos. Nos propusimos descubrir eserío.La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a loshombres. Éstos conmueven por su condición de fantasmas; cada


542 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASacto que ejecutan puede ser último; no hay rostro que no estépor desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre losmortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso. Entrelos Inmortales, en cambio, cada acto (y cada pensamiento) es eleco de otros que en el pasado lo antecedieron, sin principio visible,o el fiel presagio de otros que en el futuro lo repetiránhasta el vértigo. No hay cosa que no esté como perdida entreinfatigables espejos. Nada puede ocurrir una sola vez, nada espreciosamente precario. Lo elegiaco, lo grave, lo ceremonial, norigen para los Inmortales. Homero y yo nos separamos en laspuertas de Tánger; creo que no nos dijimos adiós.VRecorrí nuevos reinos, nuevos imperios. En el otoño de 1066milité en el puente de Stamford, ya no recuerdo si en las filasde Harold, que no tardó en hallar su destino, o en las de aquelinfausto Harald Hardrada que conquistó seis pies de tierra inglesa,o un poco más. En el séptimo siglo de la Héjira, en elarrabal de Bulaq, transcribí con pausada caligrafía, en un idiomaque he olvidado, en un alfabeto que ignoro, los siete viajes deSimbad y la historia de la Ciudad de Bronce. En un patio de lacárcel de Samarcanda he jugado muchísimo al ajedrez. En Bikanirhe profesado la astrología y también en Bohemia. En 1638 estuveen Kolozsvár y después en Leipzig. En Aberdeen, en 1714, mesuscribí' a los seis volúmenes de la Ilíada de Pope; sé que losfrecuenté con deleite. Hacia 1729 discutí el origen de ese poemacon un profesor de retórica, llamado, creo, Giambattista; susrazones me parecieron irrefutables. El cuatro de octubre de 1921,el Patna, que me conducía a Bombay, tuvo que fondear en unpuerto de la costa eritreá. 1 Bajé; recordé otras mañanas muyantiguas, también frente al Mar Rojo; cuando yo era tribunode Roma y la fiebre y la magia y la inacción consumían a lossoldados. En las afueras vi un caudal de agua clara; la probé,movido por la costumbre. Al repechar la margen, un árbol espinosome laceró el dorso de la mano. El inusitado dolor me pareciómuy vivo. Incrédulo, silencioso y feliz, contemplé la preciosaformación de una lenta gota de sangre. De nuevo soy mortal,me repetí, de nuevo me parezco a todos los hombres. Esa noche,dormí hasta el amanecer.... He revisado, al cabo de un año, estas páginas. Me constaque se ajustan a la verdad, pero en los primeros capítulos, y aun1 Hay una tachadura en el manuscrito; tal vez el nombre del puerto hasido borrado.


EL ALEPH 543en ciertos párrafos de los otros, creo percibir algo falso. Ello esobra, tal vez, del abuso de rasgos circunstanciales, procedimientoque aprendí en los poetas y que todo lo contamina de falsedad,ya que esos rasgos pueden abundar en los hechos, pero no ensu memoria. .. Creo, sin embargo, haber descubierto una razónmás íntima. La escribiré; no importa que me juzguen fantástico.La historia que he narrado parece irreal porque en ella semezclan los sucesos de dos hombres distintos. En el primer capítulo,el jinete quiere saber el nombre del río que baña las murallasde Tebas; Flaminio Rufo, que antes ha dado a la ciudadel epíteto de Hekatómpylos, dice que el río es el Egipto; ningunade esas locuciones es adecuada a él, sino a Homero, que hacemención expresa, en la Ilíada, de Tebas Hekatómpylos, y en laOdisea, por boca de Proteo y de Ulises, dice invariablementeEgipto por Nilo. En el capítulo segundo, el romano, al beber elagua inmortal, pronuncia unas palabras en griego; esas palabrasson homéricas y pueden buscarse en el fin del famoso catálogode las naves. Después, en el vertiginoso palacio, habla de "unareprobación que era casi un remordimiento"; esas palabras correspondena Homero, que había proyectado ese horror. Talesanomalías me inquietaron; otras, de orden estético, me permitierondescubrir la verdad. El último capítulo las incluye; ahíestá escrito que milité en el puente de Stamford, que transcribí,en Bulaq, los viajes de Simbad el Marino y que me suscribí,en Aberdeen, a la Ilíada inglesa de Pope. Se lee, inter alia: "EnBikanir he profesado la astrología y también en Bohemia." Ningunode esos testimonios es falso; lo significativo es el hecho dehaberlos destacado. El primero de todos parece convenir a unhombre de guerra, pero luego se advierte que el narrador norepara en lo bélico y sí en la suerte de los hombres. Los quesiguen son más curiosos. Una oscura razón elemental me obligóa registrarlos; lo hice porque sabía que eran patéticos. No loson, dichos por el romano Flaminio Rufo. Lo son, dichos porHomero; es raro que éste copie, en el siglo trece, las aventurasde Simbad, de otro Ulises, y descubra, a la vuelta de muchossiglos, en un reino boreal y un idioma bárbaro, las formas de suIlíada. En cuanto a la oración que recoge el nombre de Bikanir,se ve que la ha fabricado un hombre de letras, ganoso (como elautor del catálogo de las naves) de mostrar vocablos espléndidos. 1Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo;sólo quedan palabras. No es extraño que el tiempo haya con-1 Ernesto Sabato sugiere que el "Giambattista" que discutió la formaciónde la Ilíada con el anticuario Cartaphilus es Giambattista Vico; ese italianodefendía que Homero es un personaje simbólico, a la manera de Plutón ode Aquiles.


544 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASfundido las que alguna vez me representaron con las que fueronsímbolos ele la suerte de quien me acompañó tantos siglos. Yohe sido Homero; en breve, seré Nadie, como Ulises; en breve,seré todos:, estaré muerto.Posdata de 1950. Entre los comentarios que ha despertado lapublicación anterior, el más curioso, ya que no el más urbano,bíblicamente se titula A coat of many colours (Manchester, 1948)y es obra de la tenacísima pluma del doctor Nahum Cordovero.Abarca unas cien páginas. Habla de los centones griegos, de loscentones de la baja latinidad, de Ben Jonson, que definió asus contemporáneos con retazos de Séneca, del Virgulas evange-'lizans de Alexander Ross, de los artificios de George Moore yde Eliot y, finalmente, de "la narración atribuida al anticuarioJoseph Cartaphilus". Denuncia, en el primer capitulo, brevesinterpolaciones de Plinio (Historia naturalis, V, 8); en el segundo,de Thomas de Quincey (Writings, III, 439) ; en el tercero,de una epístola ,de Descartes al embajador Pierre Chanut;en el cuarto, de Bernard Shaw (Back to Methuselah, V). Infierede esas intrusiones, o hurtos, que todo el documento es apócrifo,A mi entender, la conclusión es inadmisible. Cuando se acercael fin, escribió Cartaphilus, ya no quedan imágenes del recuerdo;sólo quedan palabras. Palabras, palabras desplazadas y mutiladas,palabras de otros, fue la pobre limosna que le dejaron las horasy los siglos.A CeciliaIngenieros.


EL ALEPH 545ELMUERTOQue un hombre del suburbio de Buenos Aires, que un tristecompadrito sin más virtud que la infatuación del coraje, se interneen los desiertos ecuestres de la frontera del Brasil y lleguea capitán de contrabandistas, parece de antemano imposible.A quienes lo entienden así, quiero contarles el destino de BenjamínOtálora, de quien acaso no perdura un recuerdo en elbarrio de Balvanera y que murió en su ley, de un balazo, enlos confines de Río Grande do Sul. Ignoro los detalles de suaventura; cuando me sean revelados, he de rectificar y ampliarestas páginas. Por ahora, este resumen puede ser útil.Benjamín Otálora cuenta, hacia 1891, diecinueve años. Es unmocetón de frente mezquina, de sinceros ojos claros, de reciedumbrevasca; una puñalada feliz le ha revelado que es unhombre valiente; no lo inquieta la muerte de su contrario, tampocola inmediata necesidad de huir de la República. El caudillode la parroquia le da una carta para un tal Azevedo Bandeira,del Uruguay. Otálora se embarca, la travesía es tormentosa ycrujiente; al otro día, vaga por las calles de Montevideo, coninconfesada y tal vez ignorada tristeza. No .da con Azevedo Bandeira;hacia la medianoche, en un almacén del Paso del Molino,asiste a un altercado entre unos troperos. Un cuchillo relumbra;Otálora no sabe de qué lado está la razón, pero lo atrae el purosabor del peligro, como a otros la baraja o la música. Para, enel entrevero, una puñalada baja que un peón le tira a un hombrede galera oscura y de poncho. Éste, después, resulta ser AzevedoBandeira. (Otálora, al saberlo, rompe la carta, porqueprefiere debérselo todo a sí mismo.) Azevedo Bandeira da, aunquefornido, la injustificable impresión de ser contrahecho;en su rostro, siempre demasiado cercano, están el judío, elnegro y el indio; en: su empaque, el mono y el tigre; la cicatrizque le atraviesa la cara es un adorno más, como el negro bigotecerdoso.Proyección o error del alcohol, el altercado cesa con la mismarapidez con que se produjo. Otálora bebe con los troperos y luegolos acompaña a una farra y luego a un caserón en la CiudadVieja, ya con el sol bien alto. En el último patio, que es detierra, los hombres tienden su recado para dormir. Oscuramente.


546 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASOtálora compara esa noche con la anterior; ahora ya pisa tierrafirme, entre amigos. Lo inquieta algún remordimiento, eso sí,de no extrañar a Buenos Aires. Duerme hasta la oración, cuandolo despierta el paisano que agredió, borracho, a Bandeira. (Otálorarecuerda que ese hombre ha compartido con los otros lanoche de tumulto y de júbilo y que Bandeira lo sentó a suderecha y lo obligó a seguir bebiendo.) El hombre le dice queel patrón lo manda buscar. En una suerte de escritorio que daal zaguán (Otálora nunca ha visto un zaguán con puertas laterales)está esperándolo Azevedo Bandeira, con una clara y desdeñosamujer de pelo colorado. Bandeira lo pondera, le ofreceuna copa de caña, le repite que le está pareciendo un hombreanimoso, le propone ir al Norte con los demás a traer una tropa.Otálora acepta; hacia la madrugada están en camino, rumboa Tacuarembó.Empieza entonces para Otálora una vida distinta, una vidade vastos amaneceres y de jornadas que tienen el olor del caballo.Esa vida es nueva para él, y a veces atroz, pero ya está en susangre, porque lo mismo que los hombres de otras naciones venerany presienten el mar, así nosotros (también el hombre queentreteje estos símbolos) ansiamos la llanura inagotable que resuenabajo los cascos. Otálora se ha criado en los barrios delcarrero y del cuarteador; antes de un año se hace gaucho. Aprendea jinetear, a entropillar la hacienda, a carnear, a manejar ellazo que sujeta y las boleadoras que tumban, a resistir el sueño,las tormentas, las heladas y el "sol, a arrear con el silbido y elgrito. Sólo una vez, chrrante ése tiempo de aprendizaje, ve aAzevedo Bandeira, pero lo tiene muy presente, porque ser hombrede Bandeira es ser considerado y temido, y porque, ante cualquierhombrada, los gauchos dicen que Bandeira lo hace mejor.Alguien opina que Bandeira nació del otro lado del Cuareim,en Rio Grande do Sul; eso, que debería rebajarlo, oscuramentelo enriquece de selvas populosas, de ciénagas, de inextricablesy casi infinitas distancias. Gradualmente, Otálora entiende quelos negocios de Bandeira son múltiples y que el principal es elcontrabando. Ser tropero es ser un sirviente; Otálora se proponeascender a contrabandista. Dos de los compañeros, una noche,cruzarán la frontera para volver con unas partidas de caña*-Otálora provoca a uno de ellos, lo hiere y toma su lugar. Lomueve la ambición y también una oscura fidelidad. Que el hombre(piensa) acabe por entender que yo valgo más que todos susorientales juntos. *Otro año pasa antes que Otálora regrese a Montevideo. Recorrenlas orillas, la ciudad (que a Otálora le parece muy grande);llegan a casa del patrón; los hombres tienden los recados en el


EL ALEPH 547Último patio. Pasan los días y Otálora no ha visto a Bandeira.Dicen, con temor, que está enfermo; un moreno suele subir asu dormitorio con la caldera y con el mate. Una tarde, le encomiendana Otálora esa tarea. Éste se siente vagamente humillado,pero satisfecho también.El dormitorio es desmantelado y oscuro. Hay un balcón quemira al poniente, hay una larga mesa con un resplandecientedesorden de taleros, de arreadores, de cintos, de armas de fuegoy de armas blancas, hay un remoto espejo que tiene la luna empañada.Bandeira yace boca arriba; sueña y se queja; una vehemenciade sol último lo define. El vasto lecho blanco parecedisminuirlo y oscurecerlo; Otálora nota las canas, la fatiga, laflojedad, las grietas de los años. Lo subleva que los esté man-_dando ese viejo. Piensa que un golpe bastaría para dar cuentade él. En eso, ve en el espejo que alguien ha entrado. Es lamujer de pelo rojo; está a medio vestir y descalza y lo observacpn fría curiosidad. Bandeira se incorpora; mientras habla decosas de la campaña y despacha mate tras mate, sus dedos juegancon las trenzas de la mujer. Al fin, le da licencia a Otálorapara irse. .Días después, les llega la orden de ir al Norte. Arriban a unaestancia perdida, que está como en cualquier lugar de la interminablellanura. Ni árboles ni un arroyo la alegran, el primersol y el último la golpean. Hay corrales de piedra para la hacienda,que es guampuda y menesterosa. El Suspiro se llama esepobre establecimiento.Otálora oye en rueda de peones que Bandeira no tardará enllegar de Montevideo. Pregunta por qué; alguien aclara que hayun forastero agauchado que está queriendo mandar demasiado.Otálora comprende que es una broma, pero le halaga que esabroma ya sea posible. Averigua, después, que Bandeira se haenemistado con uno de los jefes políticos y que éste le ha retiradosu apoyo. Le gusta esa noticia.Llegan cajones de armas largas; llegan una jarra y una palanganade plata para el aposento de la mujer; llegan cortinas deintrincado damasco; llega de las cuchillas, una mañana, un jinetesombrío, de barba cerrada y de poncho. Se llama UlpianoSuárez y es el capanga o guardaespaldas de Azevedo Bandeira.Habla muy poco y de una manera abrasilerada. Otálora no sabesi atribuir su reserva a hostilidad, a desdén o a mera barbarie.Sabe, eso sí, que para el plan que está maquinando tiene queganar su amistad.Entra después en el destino de Benjamín Otálora un coloradocabos negros que trae del sur Azevedo Bandeira y que luce apero


548 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASchapeado y carona con bordes de piel de tigre. Ese caballo liberales un símbolo de la autoridad del patrón y por eso lo codiciael muchacho, que llega también a desear, con deseo rencoroso,a la mujer de pelo resplandeciente. La mujer, el apero y elcolorado son atributos o adjetivos de un hombre que él aspiraa destruir.Aquí la historia se complica y se ahonda. Azevedo Bandeira esdiestro en el arte de la intimidación progresiva, en la satánicamaniobra de humillar al interlocutor gradualmente, combinandoveras y burlas; Otálora resuelve aplicar ese método ambiguo ala dura tarea que se propone. Resuelve suplantar, lentamente,a Azevedo Bandeira. Logra, en jornadas de peligro común, laamistad de Suárez. Le confía su plan; Suárez le promete su ayuda.Muchas cosas van aconteciendo después, de las que sé unas pocas.Otálora no obedece a Bandeira; da en olvidar, en corregir, eninvertir sus órdenes. El universo parece conspirar con él y apresuralos hechos. Un mediodía, ocurre en campos de Tacuarembóun tiroteo con gente riograndense; Otálora usurpa el lugar deBandeira y manda a los orientales. Le atraviesa el hombro unabala, pero esa tarde Otálora regresa al Suspiro en el coloradodel jefe y esa tarde unas gotas de su sangre manchan la piel detigre y esa noche duerme con la mujer de pelo reluciente. Otrasversiones cambian el orden de estos hechos y niegan que hayanocurrido en un solo día.Bandeira, sin embargo, siempre es nominalmente el jefe. Daórdenes que no se ejecutan; Benjamín Otálora no lo toca, poruna mezcla de rutina y de lástima.La última escena de la historia corresponde a la agitación dela última noche de 1894. Esa noche, los hombres del Suspirocomen cordero recién carneado y beben un. alcohol pendenciero.Alguien infinitamente rasguea una trabajosa milonga. En lacabecera de la mesa, Otálora, borracho, erige exultación sobreexultación, júbilo sobre júbilo; esa torre de vértigo es un símbolode su irresistible destino. Bandeira, taciturno entre los quegritan, deja que fluya clamorosa la noche. Cuando las doce campanadasresuenan, se levanta como quien recuerda una obligación.Se levanta y golpea con suavidad a la puerta de la mujer. Éstale abre en seguida, como si esperara el llamado. Sale a mediovestir y descalza. Con una voz que se afemina y se arrastra, eljefe le ordena:—Ya que vos y el porteño se quieren tanto, ahora mismo levas a dar un beso a vista de todos.Agrega una circunstancia brutal. La mujer quiere resistir,


EL ALEPH 549pero dos hombres la han tomado de] brazo y la echan sobreOtálora. Arrasada en lágrimas, le besa la cara y el pecho. UlpianoSuárez ha empuñado el revólver. Otálora comprende, antes demorir, que desde el principio lo han traicionado, que ha sidocondenado a muerte, que le han permitido el amor, el mandoy el triunfo, porque ya lo daban por muerto; porque para Bandeiraya estaba muerto.Suárez, casi con desdén, hace fuego.


^550 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLOSTEÓLOGOSArrasado el jardín, profanados los cálices y las aras, entrarona caballo los hunos en la biblioteca monástica y rompieron loslibros incomprensibles y los vituperaron y los quemaron, acasotemerosos de que las letras encubrieran blasfemias contra su dios,que era una cimitarra de hierro. Ardieron palimpsestos y códices,pero en el corazón de la hoguera, entre la ceniza, perduró casiintacto el libro duodécimo de la Civitas Dei, que narra quePlatón enseñó en Atenas que, al cabo de los siglos, todas lascosas recuperarán su estado anterior, y él, en Atenas, ante elmismo auditorio, de nuevo enseñará esa doctrina. El texto quelas llamas perdonaron gozó de una veneración especial y quieneslo leyeron y releyeron en esa remota provincia dieron en olvidarque el autor sólo declaró esa doctrina para poder mejor confutarla.Un siglo después, Aureliano, coadjutor de Aquilea, supoque a orillas del Danubio la novísima secta de los monótonos(llamados también anulares) profesaba que la historia es uncírculo y que nada es que no haya sido y que no será. En lasmontañas, la Rueda y la Serpiente habían desplazado a la Cruz.Todos temían, pero todos se confortaban con el rumor de queJuan de Panonia, que se había distinguido por un tratado sobreel séptimo atributo de Dios, iba a impugnar tan abominableherejía.Aureliano deploró esas nuevas, sobre todo la última. Sabíaque en materia teológica no hay novedad sin riesgo; luego reflexionóque la tesis de un tiempo circular era demasiado disí-.mil, demasiado asombrosa, para qué..el"riesgo fuera grave. (Lasherejías que debemos temer son las r que pueden confundirse conla ortodoxia.) Más le dolió la intervención —la intrusión— deJuan de Panonia. Hace dos años, éste había usurpado con suverboso De séptima affectione Dei sive de ae,ternitate un asuntode la especialidad de Aureliano; ahora, como si el problema deltiempo le perteneciera, iba a rectificar, tal "vez con argumentosde Procusto, con triacas más temibles que la Serpiente, a losanulares... Esa noche, Aureliano pasó las hojas del antiguodiálogo de Plutarco sobre la cesación de los oráculos; en el párrafoveintinueve, leyó'úna burla contra los estoicos que defiendenun infinito ciclo de mundos, con infinitos soles, lunas, Apolos,Dianas y Poseidones. El hallazgo le pareció un pronóstico favo-


EL ALEPH 551rabie; resolvió adelantarse a Juan de Panonia y refutar a losheréticos de la Rueda;Hay quien busca el amor de una mujer para olvidarse de ella,para no pensar más en ella; Aureliano, parejamente, quería superara Juan de Panonia para curarse del rencor que éste leinfundía, no para hacerle mal. Atemperado por el mero trabajo,por la fabricación de silogismos y la invención de injurias, porlos negó y los autem y los nequáquam, pudo olvidar ese rencor.Erigió vastos y casi inextricables períodos, estorbados de incisos,donde la negligencia y el solecismo parecían formas del desdén.De la cacofonía hizo un instrumento. Previo que Juan fulminaríaa los anulares con gravedad profética; optó, para no coincidircon él, por el escarnio. Agustín había escrito que Jesús es lavía recta que nos salva del laberinto circular en que andan losimpíos; Aureliano, laboriosamente trivial, ios equiparó con Ixión,con el hígado de Prometeo, con Sísifo, con aquel rey de Tebasque vio dos soles, con la tartamudez, con loros, con espejos, conecos, con muías de noria y con silogismos bicornutos. (Las fábulasgentílicas perduraban, rebajadas a adornos.) Como todo poseedorde una biblioteca, Aureliano se sabía culpable de no conocerlahasta el fin; esa controversia le permitió cumplir con muchoslibros que parecían reprocharle su incuria. Así pudo engastarun pasaje de la obra De principiis de Orígenes, donde se niegaque Judas Iscariote volverá a vender al Señor, y Pablo a presenciaren Jerusalén el martirio de Esteban, y otro de los Académicapriora de Cicerón, en el que éste se burla de quienes sueñanque mientras él conversa con Lúculo, otros Lúculos y otros Cicerones,en número infinito, dicen puntualmente lo mismo, eninfinitos mundos iguales. Además, esgrimió contra los monótonosel texto de Plutarco y denunció lo escandaloso de que a unidólatra le valiera más el lumen naturae que a ellos la palabrade Dios. Nueve días le tomó ese trabajo; el décimo, le fue remitidoun traslado de la refutación de Juan de Panonia.Era casi irrisoriamente breve; Aureliano la miró con desdény luego con temor. La primera parte glosaba los versículos terminalesdel noveno capítulo de la Epístola a los Hebreos, dondese dice que Jesús no fue sacrificado muchas veces desde el principiodel mundo, sino ahora una vez en la consumación de lossiglos. La segunda alegaba el precepto bíblico sobre las vanasrepeticiones de los gentiles (Mateo 6:7) y aquel pasaje del séptimolibro de Plinio, que pondera que en el dilatado universouo haya dos caras iguales. Juan de Panonia declaraba que tampocohay dos almas y que el pecador más vil es precioso comola sangre que por él vertió Jesucristo. El acto de un solo hombre(afirmó) pesa más que los nueve cielos concéntricos y trasoñar


552 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASque puede perderse y volver es una aparatosa frivolidad. Eltiempo no rehace lo que perdemos; la eternidad lo guarda parala gloria y también para el fuego. El tratado era límpido, universal;no parecía redactado por una persona concreta, sino porcualquier hombre o, quizá, por todos los hombres.Aureliano sintió una humillación casi física. Pensó destruir oreformar su propio trabajo; luego, con rencorosa probidad, lomandó a Roma sin modificar una letra. Meses después, cuandose juntó el concilio de Pérgamo, el teólogo encargado de impugnarlos errores de los monótonos fue (previsiblemente) Juande Panonia; su docta y mesurada refutación bastó para que Euforbo,heresiarca, fuera condenado a la hoguera. Esto ha ocurridoy volverá a ocurrir, dijo Euforbo. No encendéis una pira, encendéisun laberinto de fuego. Si aquí se unieran todas las hoguerasque he sido, no cabrían en la tierra y quedarían ciegos los ángeles.Estonio dije muchas veces. Después gritó, porque lo alcanzaronlas llamas.Cayó la Rueda ante la Cruz 3 , pero Aureliano y Juan prosiguieronsu batalla secreta. Militaban los dos en el mismo ejército,anhelaban el mismo galardón, guerreaban contra el mismo Enemigo,pero Aureliano no escribió una palabra que inconfesablementeno propendiera a superar a Juan. Su duelo fue invisible;si los copiosos índices no me engañan, no figura una sola vezel nombre del otro en los muchos volúmenes de Aureliano queatesora la Patrología de Migne. (De las <strong>obras</strong> de Juan, sólo hanperdurado veinte palabras) . Los dos desaprobaron los anatemasdel segundo concilio de Constantinopla; los dos persiguieron alos arríanos, que negaban la generación eterna del Hijo; los dosatestiguaron la ortodoxia de la Topographia christiana de Cosmas,que enseña que la tierra es cuadrangular, como el tabernáculohebreo. Desgraciadamente, por los cuatro ángulos de la tierracundió otra tempestuosa herejía. Oriunda del Egipto o del Asia(porque los testimonios difieren y Bousset no quiere admitirlas razones de Harnack), infestó las provincias orientales y erigiósantuarios en Macedonia, en Cartago y en Tréveris. Pareció estaren todas partes; se dijo que en la diócesis de Britania habíansido invertidos los crucifijos y que a la imagen del Señor, enCesárea, la había suplantado un espejo. El espejo y el óboloeran emblemas de los-nuevos cismáticos.La historia los conoce por muchos nombres (especulares, abismales,cainitas), pero de todos el más recibido es histriones, queAureliano les dio y que ellos con atrevimiento adoptaron. EnFrigia les dijeron simulacros, y también en Dardania. Juan Da-' Kn las cruces rúnicas los dos emblemas enemigos conviven entrelazados.


EL ALEPH 553masceno los llamó formas; justo es advertir que el pasaje hasido rechazado por Erfjord. No hay heresiólogo que con estuporno refiera sus desaforadas costumbres. Muchos histriones profesaronel ascetismo; alguno se mutiló, como Orígenes; otrosmoraron bajo tierra, en las cloacas; otros se arrancaron los ojos;otros (los nabucodonosóres de Nitria) "pacían como los bueyesy su pelo crecía como de águila". De la mortificación y el rigorpasaban, muchas veces, al crimen; ciertas comunidades tolerabanel robo; otras, el homicidio; otras, la sodomía, el incesto y labestialidad. Todas eran blasfemas; no sólo maldecían del Dioscristiano, sino de las arcanas divinidades de su propio panteón.Maquinaron libros sagrados, cuya desaparición deploran losdoctos. Sir Thomas Browne, hacia 1658, escribió "El tiempo haaniquilado los ambiciosos Evangelios Histriónicos, no las Injuriascon que se fustigó su Impiedad": Erfjord ha sugerido queesas "injurias" (que preserva un códice griego) son los evangeliosperdidos. Ello es incomprensible, si ignoramos la cosmologíade los histriones.En los libros herméticos está escrito que lo que hay abajoes igual a lo que hay arriba, y lo que hay arriba, igual a lo quéhay abajo; en el Zohar, que el mundo inferior es reflejo delsuperior. Los histriones fundaron su doctrina sobre una perversiónde esa idea. Invocaron a Mateo 6:12 ("perdónanos nuestrasdeudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores") y 1.1:12("el reino de los cielos padece fuerza") para demostrar que latierra influye en el cielo, y a I Corintios 13:12 ("vemos ahorapor espejo, en oscuridad") para demostrar que todo lo quevemos es falso. Quizá contaminados por los monótonos, imaginaronque todo hombre es dos hombres y que el verdadero es elotro, el que está en el cielo. También imaginaron que nuestrosactos proyectan un reflejo invertido, de suerte que si velamos,el otro duerme, si fornicamos, el otro es casto, si robamos, elotro es generoso. Muertos, nos uniremos a él y seremos él. (Algúneco de esas doctrinas perduró en Bloy). Otros histriones discurrieronque el mundo concluiría cuando se agotara la cifra desus posibilidades; ya que no puede haber repeticiones, el justodebe eliminar (cometer) los actos más infames, para que estosno manchen el porvenir y para acelera) el advenimiento delreino de Jesús. Ese artículo fue negado por otras sectas, quedefendieron que la historia del mundo debe cumplirse en cadahombre. Los más, como Pitágoras deberán trasmigrar por muchoscuerpos antes de obtener su liberación; . algunos, los proteicos,"en el término de una sola vida son leones, son dragones, sonjabalíes, son agua y son un árbol". Demóstenes refiere la purificaciónpor el fango a que eran sometidos los iniciados, en los


554 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASmisterios órficos; los proteicos, analógicamente, buscaron la purificaciónpor el mal. Entendieron, como Carpócrates, que nadiesaldrá de la cárcel hasta pagar el último óbolo (Lucas 12:59), ysolían embaucar a los penitentes con este otro versículo: "Yohe venido para que tengan vida los hombres y para que la tenganen abundancia" (Juan 10:10). También decían que no ser unmalvado es una soberbia satánica. . . Muchas y divergentes mitologíasurdieron los histriones; unos predicaron el ascetismo, otrosla licencia, todos la confusión. Teopompo, histrión de Berenice,negó todas las fábulas; dijo que cada hombre es un órgano queproyecta la divinidad para sentir el mundo.Los herejes de la diócesis de Aureliano eran de los que afirmabanque el tiempo no tolera repeticiones, no de los queafirmaban que todo acto se refleja en el cielo. Esa circunstanciaera rara; en un informe a las autoridades romanas, Aureliano lamencionó. El prelado que recibiría el informe era confesor dela emperatriz; nadie ignoraba que ese ministerio exigente levedaba las íntimas delicias de la teología especulativa. Su secretario—antiguo colaborador de Juan de,Panonia, ahora enemistadocon él— gozaba del renombre de puntualísimo inquisidorde heterodoxias; Aureliano agregó una exposición de la herejíahistriónica, tal como ésta se daba en los conventículos de Genuay de Aquilea. Redactó unos párrafos; cuando quiso escribir latesis atroz de que no hay dos instantes iguales, su pluma se detuvo.No dio con la fórmula necesaria; las admoniciones de la nuevadoctrina ("¿Quieres ver lo que no vieron ojos humanos? Mirala luna. ¿Quieres oír lo que los oídos no oyeron? Oye el gritodel pájaro. ¿Quieres tocar lo que no tocaron las manos? Tocala tierra. Verdaderamente digo que Dios está por crear el mundo")eran harto afectadas y metafóricas para la transcripción. De pronto,una oración de veinte palabras se presentó a su espíritu. Laescribió, gozoso; inmediatamente después, lo inquietó la sospechade que era ajena. Al día siguiente, recordó que la había leídohacía muchos años en el Adversus annulares que compuso Juande Panonia. Verificó la cita; ahí estaba. La incertidumbre loatormentó. Variar o suprimir esas palabras, era debilitar la expresión;dejarlas, era plagiar a un hombre que aborrecía; indicarla fuente, era denunciarlo. Imploró el socorro divino. Hacia elprincipio del segundo crepúsculo, el ángel de su guarda le dictóuna solución intermedia. Aureliano conservó las palabras, pero lesantepuso este aviso: Lo que ladran ahora los heresiarcas paraconfusión de la\ fe, lo dijo en\ este siglo un varón doctísimo, conmás ligereza que culpa. Después, ocurrió lo temido, lo esperado,lo inevitable. Aureliano tuvo que declarar quién era ese varón;[uan de Panonia fue acusado de profesar opiniones heréticas.


EL ALEPH 555Cuatro meses después, un herrero del Aventino, alucinado porlos engaños de los histriones, cargó sobre los hombros de su hijitouna gran esfera de hierro, para que su doble volara. El niñomurió; el horror engendrado por ese crimen impuso una intachableseveridad a los jueces de Juan. Éste no quiso retractarse;repitió que negar su proposición era incurrir en la pestilencialherejía ele los monótonos. No entendió (no quiso entender) quehablar de los monótonos era hablar de lo ya olvidado. Con insistenciaalgo senil, prodigó los períodos más brillantes de susviejas polémicas; los jueces ni siquiera oian lo que los arrebatóalguna vez. En lugar de tratar de purificarse de la más levemácula de histrionismo, se esforzó en demostrar que la proposiciónde que lo acusaban era rigurosamente ortodoxa. Discutiócon los hombres de cuyo fallo dependía su suerte y cometió lamáxima torpeza de hacerlo con ingenio y con ironía. El veintiséisde octubre, al cabo de una discusión que duró tres días ytres noches, lo sentenciaron a morir en la hoguera.Aureliano presenció la ejecución, porque no hacerlo era confesarseculpable. El lugar del suplicio era una colina, en cuyaverde cumbre había un palo, hincado profundamente en el suelo,y en torno muchos haces de leña. Un ministro leyó la sentenciadel tribunal. Bajo el sol de las doce, Juan de Panonia yacía conla cara en el polvo, lanzando bestiales aullidos. Arañaba la tierra,pero los verdugos lo arrancaron, lo desnudaron y por fin loamarraron a la picota. En la cabeza le pusieron una corona depaja untada de azufre; al lado, un ejemplar del pestilente Adversusannulares. Había llovido la noche antes y la leña ardíamal. Juan de Panonia rezó en griego y luego en un idioma desconocido.La hoguera iba a llevárselo, cuando Aureliano se atrevióa alzar los ojos. Las ráfagas ardientes se detuvieron; Aurelianovio por primera y última vez el rostro del odiado. Le recordóel de alguien, pero no pudo precisar el de quién. Después, lasllamas lo perdieron; después gritó y fue como si un incendiogritara.Plutarco ha referido que Julio César lloró la muerte de Pompeyo;Aureliano no lloró la de Juan, pero sintió lo que sentiríaun hombre curado de una enfermedad incurable, que ya fuerauna parte de su vida. En Aquilea, en Éfeso, en Macedonia, dejóque sobre él pasaran los años. Buscó los arduos límites del Imperio,las torpes ciénagas y los contemplativos desiertos, paraque lo ayudara la soledad a entender su destino. En una celdamauritana, en la noche cargada de leones, repensó la complejaacusación contra Juan de Panonia y justificó, por enésima vez,el dictamen. Más le costó justificar su tortuosa denuncia. EnRusaddir predicó el anacrónico sermón Luz de las luces encen-


556 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASdida en la carne de un reprobo. En Hibernia, en una de laschozas de un monasterio cercado por la selva, lo sorprendióuna noche, hacia el alba, el rumor de la lluvia. Recordó unanoche romana en que lo había sorprendido, también, ese minuciosorumor. Un rayo, al mediodía, incendió los árboles y Aurelianopudo morir como había muerto Juan.El final de la historia sólo es referible en metáforas, ya quepasa en el reino de los cielos, donde no hay tiempo. Tal vez cabríadecir que Aureliano conversó con Dios y que Éste se interesatan poco en diferencias religiosas que lo tomó por Juan dePanonia. Ello, sin embargo, insinuaría una confusión de la mentedivina. Más correcto es decir que en el paraíso, Aureliano supoque para la insondable divinidad, él y Juan de Panonia (el ortodoxoy el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador yla víctima) formaban una sola persona.


EL ALEPH 557HISTORIA DEL GUERRERO Y DE LA CAUTIVAEn la página 278 del libro La poesía (Bari, 1942), Croce, abreviandoun texto latino del historiador Pablo el Diácono, narrala suerte y cita el epitafio de Droctulft; éstos me conmovieronsingularmente, luego entendí por qué. Fue Droctulft un guerrerolombardo que en el asedio de Ravena abandonó a los suyos ymurió defendiendo la ciudad que antes había atacado. Los ravenesesle dieron sepultura en un templo y compusieron unepitafio en el que manifestaron su gratitud ("contespsit caros,dum nos amat ille, parentes") y el peculiar contraste que seadvertía entre la figura atroz de aquel bárbaro y su simplicidady bondad;Terribilis visu facies mente benignus,Longaque robusto pectores barba fuit! xTal es la historia del destino de Droctulft, bárbaro que muriódefendiendo a Roma, o tal es el fragmento de su historia quepudo rescatar Pablo el Diácono. Ni siquiera sé en qué tiempoocurrió: si al promediar el siglo vi, cuando los longobardosdesolaron las llanuras de Italia; si en él vni, antes de la rendiciónde Ravena. Imaginemos (éste no es un trabajo histórico)lo primero.Imaginemos, sub specie aeternitatis, a Droctulft, no al individuoDroctulft, que sin duda fue único e insondable (todos losindividuos lo son), sino al tipo genérico que de él y de otrosmuchos como él ha hecho la tradición, que es obra del olvido yde la memoria. A través de una oscura geografía de selvas y deciénagas, las guerras lo trajeron a Italia, desde las márgenes delDanubio y del Elba, y tal vez no sabía que iba al Sur y tal vezno sabía que guerreaba contra el nombre romano. Quizá profesabael arrianismo, que mantiene que la gloria del Hijo esreflejo de la gloria del Padre, pero más congruente es imaginarlodevoto de la Tierra, de Hertha, cuyo ídolo tapado iba decabana en cabana en un carro tirado por vacas, o de los diosesde la guerra y del trueno, que eran torpes figuras de madera,1 También Gibbon (Decline and Fall, XLV) transcribe estos versos.


558 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASenvueltas en ropa tejida y recargadas de monedas y ajorcas. Veníade las selvas inextricables del jabalí y del uro; era blanco, animoso,inocente, cruel, leal a su capitán y a su tribu, no al uníverso.Las guerras lo traen a Ravena y ahí ve algo que no havisto jamás, o que no ha visto con plenitud. Ve el día y loscipreses y el mármol. Ve un conjunto, que es múltiple sin desorden;ve una ciudad, un organismo hecho de estatuas, de templos,de jardines, de habitaciones, de gradas, de jarrones, de capiteles,de espacios regulares y abiertos. Ninguna de esas fábricas(lo sé) lo impresiona por bella; lo tocan como ahora nos tocaríauna maquinaria compleja, cuyo fin ignoráramos, pero en cuyodiseño se adivinara una inteligencia inmortal. Quizá le bastaver un solo arco, con una incomprensible inscripción en eternasletras romanas. Bruscamente lo ciega y lo renueva esa revelación,la Ciudad. Sabe que en ella será un perro, o un niño, y queno empezará siquiera a entenderla, pero sabe también que ellavale más que sus dioses y que la fe jurada y que todas las ciénagasde Alemania. Droctulft abandona a los suyos y pelea por Ravena.Muere, y en la sepultura graban palabras que él no hubieraentendido:Contempsit caros, dum nos arnat Ule, patentes,Hanc patriam reputans esse,*Ravenna, suam.No fue un traidor (los traidores no suelen inspirar epitafiospiadosos); fue un iluminado, un converso. Al cabo de unas cuantasgeneraciones, los longobardos que culparon al tránsfuga procedieroncomo él; se hicieron italianos, lombardos y acaso algunode su sangre —Aldíger— pudo engendrar a quienes engendraronal Alighieri. . . Muchas conjeturas cabe aplicar al acto de Droctulft;la mía es la más económica; si no es verdadera como hecho,lo será como símbolo.Cuando leí en el libro de Croce la historia del guerrero, éstame conmovió de manera insólita y tuve la impresión de recuperar,bajo forma diversa, algo que había sido mío. Fugazmentepensé en los jinetes mogoles que querían hacer de la China uninfinito campo de pastoreo y luego envejecieron en las ciudadesque habían anhelado destruir; no era ésta la memoria que yobuscaba. La encontré al fin; era un relato que le oí alguna veza mi abuela inglesa, que ha muerto.En 1872 mi abuelo Borges era jefe de las fronteras Norte yOeste de Buenos Aires y Sur de Santa Fe. La comandancia estabaen Junín; más allá, a cuatro o cinco leguas uno de otro, la cadenade los fortines; más allá, lo que se denominaba entoncesla Pampa y también Tierra Adentro. Alguna vez, entre mará-


EL ALEPH 559villada y burlona, mi abuela comentó su destino de inglesa desterradaa ese fin del mundo; le dijeron que no era la únicay le señalaron, meses después, una muchacha india que atravesabalentamente la plaza. Vestía dos mantas coloradas e iba descalza;sus crenchas eran rubias. Un soldado le dijo que otrainglesa quería hablar con ella. La mujer asintió; entró en lacomandancia sin temor, pero no sin recelo. En la cobriza cara,pintarrajeada de colores feroces, los ojos eran de ese azul desganadoque los ingleses llaman gris. El cuerpo era ligero, comode cierva; las manos, fuertes y huesudas. Venía del desierto, deTierra Adentro y todo parecía quedarle chico: las puertas, lasparedes, los muebles.Quizá las dos mujeres por un instante se sintieron hermanas,estaban lejos de su isla querida y en un increíble país. Mi abuelaenunció alguna pregunta; la otra le respondió con dificultad,buscando las palabras y repitiéndolas, como asombrada de unantiguo sabor. Haría quince años que no hablaba el idiomanatal y no le era fácil recuperarlo. Dijo que era de Yorkshire,que sus padres emigraron a Buenos Aires, que los había perdidoen un malón, que la habían llevado los indios y que ahora eramujer de un capitanejo, a quien ya había dado dos hijos y queera muy valiente. Eso lo fue diciendo en un inglés rústico, entreveradode araucano o de pampa, y detrás del relato se vislumbrabauna vida feral: los toldos de cuero de caballo, las hoguerasde estiércol, los festines de carne chamuscada o de visceras crudas,las sigilosas marchas al alba; el asalto de los corrales, el alaridoy el saqueo, la guerra, el caudaloso arreo de las haciendas porjinetes desnudos, la poligamia, la hediondez y la magia. A esabarbarie se había rebajado una inglesa. Movida por la lástimay el escándalo, mi abuela la exhortó a no volver. Juró ampararla,juró rescatar a sus hijos. La otra le contestó que era feliz yvolvió, esa noche, al desierto. Francisco Borges moriría pocodespués, en la revolución del 74; quizá mi abuela, entonces,pudo percibir en la otra mujer, también arrebatada y transformadapor este continente implacable, un espejo monstruosode su destino...Todos los años, la india rubia solía llegar a las pulperías deJunín, o del Fuerte Lavalle, en procura de baratijas y "vicios";no apareció,- desde la conversación con mi abuela. Sin embargo,se vieron otra vez. Mi abuela había salido a cazar; en un rancho,cerca de los bañados, un hombre degollaba una oveja. Como enun sueño, pasó la india a caballo. Se tiró al suelo y bebió lasangre caliente. No sé si lo hizo porque ya no podía obrar deotro modo, o como un desafío y un signo.Mil trescientos años y el mar median entre el destino de la


560 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAScautiva y el destino de Droctulft. Los dos, ahora, son igualmenteirrecuperables. La figura del bárbaro que. abraza la causa deRavena, la figura de la mujer europea que opta por el desierto,pueden parecer antagónicos. Sin embargo, a los dos los arrebatóun ímpetu secreto, un ímpetu más hondo que la razón, y losdos acataron ese ímpetu que no hubieran sabido justificar. Acasolas historias que he referido son una sola historia. El anversoy el reverso de esta moneda son, para Dios, iguales.A l/lrike vonKühlmann.


EL ALEPH 561BIOGRAFÍA DE TADEO ISIDORO(1829-1874)CRUZI'm looking for the face I hadBefare the world was made.El seis de febrero de 1829, los montoneros que, hostigados yapor Lavalle, marchaban desde el Sur para incorporarse a lasdivisiones de López, hicieron alto en una estancia cuyo nombreignoraban, a tres o cuatro leguas del Pergamino; hacia el alba,uno de los hombres tuvo una pesadilla tenaz: en la penumbradel galpón, el confuso grito despertó a la mujer que dormíacon él. Nadie sabe lo que soñó, pues al otro día, a las cuatro,los montoneros fueron desbaratados por la caballería de Suárezy la persecución duró nueve leguas, hasta los pajonales ya lóbregos,y el hombre pereció en una zanja, partido el cráneo porun sable de las guerras del Perú y del Brasil. La mujer se llamabaIsidora Cruz; el hijo que tuvo recibió el nombre de TadeoIsidoro.Mi propósito no es repetir su, historia. De los días y nochesque la componen, sólo me interesa una noche; del resto no referirésino lo indispensable para que esa noche se entienda. Laaventura consta en un libro insigne; es decir, en un libro cuyamateria puede ser todo' para todos (I Corintios 9:22), pues escapaz de casi inagotables repeticiones, versiones, perversiones.Quienes han comentado, y son muchos, la historia de Tadeo'Isidoro, destacan el influjo de la llanura sobre su formación,pero gauchos idénticos a él nacieron y murieron en las selváticasriberas del Paraná y en las cuchillas orientales. Vivió, esosí, en un mundo de barbarie monótona. Cuando, en 1874, murióde una viruela negra, no había visto jamás una montaña ni unpico de gas ni un molino. Tampoco una ciudad. En 1849, fue aBuenos Aires con una tropa del establecimiento de FranciscoXavier Acevedo; los troperos entraron en la ciudad para vaciarel cinto; Cruz, receloso, no salió de una fonda en el vecindariode los corrales. Pasó ahí muchos días, taciturno, durmiendo enla tierra, mateando, levantándose al alba y recogiéndose a laoración. Comprendió (más allá de las palabras y aun del entendimiento)que nada tenía que ver con él la ciudad. Uno de lospeones, borracho, se burló de él. Cruz no le replicó, pero en las


562 JORGE LUIS BQRGES—OBRAS COMPLETASnoches del regreso, junto al fogón, el otro menudeaba las burlas,y entonces Cruz (que antes no había demostrado rencor, ni siquieradisgusto) lo tendió de una puñalada. Prófugo, hubo deguarecerse en un fachinal; noches después, el grito de un chajále advirtió que lo había cercado la policía. Probó el cuchillo enuna mata; para que no le estorbaran en la de a pie, se quitó lasespuelas. Prefirió pelear a entregarse. Fue herido en el antebrazo,en el hombro, en la mano izquierda; malhirió a los másbravos de la partida; cuando la sangre le corrió entre los dedos,peleó con más coraje que nunca; hacia el alba, mareado por lapérdida de sangre, lo desarmaron. El ejército, entonces, desempeñabauna función penal: Cruz fue destinado a un fortín dela frontera Norte. Como soldado raso, participó en las guerrasciviles; a veces combatió por su provincia natal, a veces en contra.El veintitrés de enero de 1856, en las Lagunas de Cardoso, fueuno de los treinta cristianos que, al mando del sargento mayorEus.ebio Laprida, pelearon contra doscientos indios. En esa acciónrecibió una herida de lanza.En su oscura y valerosa historia abundan los hiatos. Hacia1868 lo sabemos" de nuevo en el Pergamino: casado o amancebado,padre de un hijo, dueño de una fracción de campo. En1869 fue nombrado sargento de la policía rural. Había corregidoel pasado; en aquel tiempo debió de considerarse feliz, aunqueprofundamente no lo era. (Lo esperaba, secreta en el porvenir,una lúcida noche fundamental: la noche en qué por fin vio supropia cara, la noche en que por fin oyó su nombre. Bienentendida, esa noche agota su historia; mejor dicho, un instantede esa noche, un acto de esa noche, porque los actos son nuestrosímbolo.) Cualquier destino, por largo y complicado que sea,consta en realidad de un solo momento: el momento en que elhombre sabe para siempre quién es. Cuéntase que Alejandrode Macedonia vio reflejado su futuro de hierro en¡ la fabulosahistoria de Aquiles; Carlos XII de Suecia, en la de Alejandro.A Tadeo Isidoro Cruz, que no sabía leer, ese conocimiento nole fue revelado en un libro; se vio a sí mismo en un entreveroy un hombre. Los hechos ocurrieron así:En los últimos días del mes de junio de 1870, recibió la ordende apresar a un malevo, que debía dos muertes a la justicia.Era éste un desertor de las fuerzas que en la frontera Sur mandabael coronel Benito Machado; en una borrachera, había asesinadoa un moreno en un lupanar; en, otra, a un vecino delpartido de Rojas; el informe agregaba que procedía de la LagunaColorada. En este lugar, hacía cuarenta años, habíanse congregadolos montoneros para la desventura que dio sus carnes a lospájaros y a los perros; de ahí salió Manuel Mesa, que fue eje-


EL ALEPH 563cutado en la plaza de la Victoria, mientras los tambores sonabanpara que no se oyera su ira; de ahí, el desconocido que engendróa Cruz y que pereció en una zanja, partido el cráneo por unsable de las batallas del Perú y del Brasil. Cruz había olvidado elnombre del lugar; con leve pero inexplicable inquietud lo reconoció... El criminal, acosado por los soldados, urdió a caballo unlargo laberinto de idas y de venidas; éstos, sin embargo, lo acorralaronla noche del doce de julio. Se había guarecido en un pajonal.La tiniebla era casi indescifrable; Cruz y los suyos, cautelososy a pie, avanzaron hacia las matas en cuya hondura trémula acechabao dormía el hombre secreto. Gritó un chajá; Tadeo IsidoroCruz tuvo la impresión de haber vivido ya ese momento. Elcriminal salió de la guarida ¡ciara pelearlos. Cruz lo entrevio,terrible; la crecida melena y la barba gris parecían comerle lacara. Un motivo notorio me veda referir la pelea. Básteme recordarque el desertor malhirió o mató a varios de los hombresde Cruz. Éste, mientras combatía en la oscuridad (mientras sucuerpo combatía en la oscuridad), empezó a comprender. Comprendióque un destino no es mejor que otro, pero que todohombre debe acatar el que lleva adentro. Comprendió que lasjinetas y el uniforme ya lo estorbaban. Comprendió su íntimodestino de lobo, no de perro gregario; comprendió que el otroera él. Amanecía en la desaforada llanura; Cruz arrojó por tierrael quepis, gritó que no iba a consentir el delito de que se mataraa un valiente y se puso a pelear contra los soldados, junto aldesertor Martín Fierro.


564 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASE.MMAZUNZEl catorce de enero de 1922, Emma Zunz, al volver de la fábricade tejidos Tarbuch y Loewenthal, halló en el fondo del zaguánuna carta, fechada en el Brasil, por la que supo que su padrehabía muerto. La engañaron, a primera vista, el sello y el sobre;luego, la inquietó la letra desconocida. Nu,eve o diez líneas borroneadasquerían colmar la hoja; Emma leyó que el señorMaier había ingerido por error una fuerte dosis de veronal yhabía fallecido el tres del corriente en el hospital de Bagé. Uncompañero de pensión de su padre firmaba la noticia, un talFein o Fain, de Rio Grande, que no podía saber que se dirigíaa la hija del muerto.Emma dejó caer el papel. Su primera impresión fue de malestaren el vientre y en las rodillas; luego de ciega culpa, de irrealidad,dé frío, de temor; luego, quiso ya estar en el día siguiente. Actocontinuo comprendió que esa voluntad era inútil porque lamuerte de su padre era lo único que había sucedido en el mundo,y seguiría sucediendo sin fin. Recogió el papel y se fue a sucuarto. Furtivamente lo guardó en un cajón, como si de algúnmodo ya conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado avislumbrarlos, tal vez; ya era la que sería.En la creciente oscuridad, Emma lloró hasta el fin de aqueldía el suicidio de Manuel Maier, que en los antiguos días felicesfue Emanuel Zunz. Recordó veraneos en una chacra, cerca deGualeguay ; recordó (trató de recordar) a su madre, recordó lacasita de Lanús que les remataron, recordó los amarillos losangesde una ventana, recordó el auto de prisión, el oprobio, recordólos anónimos con el suelto sobre "el desfalco del cajero", recordó(pero eso jamás lo olvidaba) que su padre, la última noche,le había jurado que el ladrón era Loewenthal. Loewenthal, AarónLoewenthal, antes gerente de la fábrica y ahora uno de los dueños.Emma, desde 1916, guardaba el secreto. A nadie se lo había revelado,ni siquiera a su mejor amiga, Elsa Urstein. Quizá rehuíala profana incredulidad; quizá creía que el secreto era un vínculoentre ella y el ausente. Loewenthal no sabía que ella sabía;Emma Zunz derivaba de ese hecho ínfimo un sentimiento depoder.No durmió aquella noche, y cuando la primera luz definió


EL ALEPH 565el rectángulo de la ventana, ya estaba perfecto su plan. Procuróque ese día, que le pareció interminable, fuera como los otros.Había en la fábrica rumores de huelga; Emma se declaró, comosiempre, contra toda violencia. A las seis, concluido el trabajo,fue con Elsa a un club de mujeres, que tiene gimnasio y pileta.Se inscribieron; tuvo que repetir y deletrear su nombre y suapellido; tuvo que festejar las bromas vulgares que comentanla revisación. Con Elsa y con la menor de las Kronfuss discutióa qué cinematógrafo irían el domingo a la tarde. Luego, sehabló de novios y nadie esperó que Emma hablara. En abrilcumpliría diecinueve años, pero los hombres le inspiraban, aún,un temor casi patológico... De vuelta, preparó una sopa detapioca y unas legumbres, comió temprano, se acostó y se obligóa dormir. Así, laborioso y trivial, pasó el viernes quince, lavíspera.El sábado, la impaciencia la despertó. La impaciencia, no lainquietud, y el singular alivio de estar en aquel día, por fin. Yano tenía que tramar y que imaginar; dentro de algunas horasalcanzaría la simplicidad de los hechos. Leyó en


566 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASbares, vio la rutina o los manejos de otras mujeres. Dio al fincon hombres del Nordsljaman. De uno, muy joven, temió quele inspirara alguna ternura y optó por otro, quizá más bajo queella y grosero, para que la pureza del horror no fuera mitigada.El hombre la condujo a una puerta y después a un turbio zaguány después a una escalera tortuosa y después a un vestíbulo (enel que había una vidriera con losanges idénticos a los de la casaen Lanús) y después a un pasillo y después a una puerta quese cerró. Los hechos graves están fuera del tiempo, ya porqueen ellos el pasado inmediato queda como tronchado del porvenir,ya porque no parecen consecutivas las partes que losforman.¿En aquel tiempo fuera del tiempo, en aquel desorden perplejode sensaciones inconexas y atroces, pensó Emma Zunz unasola vez en el muerto que motivaba el sacrificio? Yo tengo paramí que pensó una vez y que en ese momento peligró su desesperadopropósito. Pensó (no pudo no pensar) que su padre lehabía hecho a su madre la cosa horrible que a ella ahora lehacían. Lo pensó con débil asombro y se refugió, en seguida,en el vértigo. El hombre, sueco o finlandés, no hablaba español;fue una herramienta para Emma como ésta lo fue para él, peroella sirvió para el goce y él para la justicia.Cuando se quedó sola, Emma no abrió en seguida los ojos.En la mesa de luz estaba el dinero que había dejado el hombre:Emma se incorporó y lo rompió como antes había roto la carta.Romper dinero es una impiedad, como tirar el pan; Emma searrepintió, apenas lo hizo. Un acto de soberbia y en aquel día. . .El temor se perdió en la tristeza de su cuerpo, en el asco. Elasco y la tristeza la encadenaban, pero Emma lentamente se levantóy procedió a vestirse. En el cuarto no quedaban coloresvivos; el último crepúsculo se agravaba. Emma. pudo salir sin quela advirtieran; en la esquina subió a un Lacroze, que iba al oeste.Eligió, conforme a su plan, el asiento más delantero, para que nole vieran la cara. Quizá le confortó verificar, en el insípido trajínde las calles, que lo acaecido no había contaminado las cosas.Viajó por barrios decrecientes y opacos, viéndolos y olvidándolosen el acto, y se apeó en una de las bocacalles de Warnes. Paradójicamentesu fatiga venía a ser una fuerza, pues la obligaba aconcentrarse en los pormenores de la aventura y le ocultaba elfondo y el fin.Aarón Loewenthal era, para todos, un hombre serio; para suspocos íntimos, un avaro. Vivía en los altos de la fábrica, solo.Establecido en el desmantelado arrabal, temía a los ladrones; (en el patio de la fábrica había un gran perro y en el cajón desu escritorio, nadie lo ignoraba, un revólver. Había.llorado con


iEL ALEPH 567decoro, elaño anterior, la inesperada muerte de su mujer —¡unaGauss, que le trajo una buena dote!—, pero el dinero era su verdaderapasión. Con íntimo bochorno se sabía menos apto paraganarlo que para conservarlo. Era muy religioso; creía tenercon el Señor un pacto secreto, que lo eximía de obrar bien, atrueque de oraciones y devociones. Calvo, corpulento, enlutado,de quevedos ahumados y barba rubia, esperaba de pie, junto ala ventana, el informe confidencial de la obrera Zunz.La vio empujar la verja (que él había entornado a propósito)y cruzar el patio sombrío. La vio hacer un pequeño rodeo cuandoel perro atado ladró. Los labios de Emma se atareaban comolos de quien reza en voz baja; cansados, repetían la sentenciaque el señor Loewenthal oiría antes de morir.Las cosas no ocurrieron como había previsto Emma Zunz.Desde la madrugada anterior, ella se había soñado muchas veces,dirigiendo el firme revólver, forzando al miserable a confesarla miserable culpa y exponiendo la intrépida estratagema quepermitiría a la Justicia de Dios triunfar de la justicia humana.(No por temor, sino por ser un instrumento de la Justicia, ellano quería ser castigada) . Luego, un solo balazo en mitad delpecho rubricaría la suerte de Loewenthal. Pero las cosas noocurrieron así.Ante Aarón Loewenthal, más que la urgencia de vengar a supadre, Emma sintió la de castigar el ultraje padecido por ello.No podía no matarlo, después de esa minuciosa deshonra. Tampocotenía tiempo- que perder en teatralerías. Sentada, tímida,pidió excusas a Loewenthal, invocó (a fuer de delatora) lasobligaciones de la lealtad, pronunció algunos nombres, dio aentender otros y se cortó como si la venciera el temor. Logróque Loewenthal saliera a buscar una copa de agua. Cuando éste,incrédulo de tales aspavientos, pero indulgente, volvió del comedor,Emma ya había sacado del cajón el pesado revólver.Apretó el gatillo dos veces. El considerable cuerpo se desplomócomo si los estampidos y el humo lo hubieran roto, el vaso deagua se rompió, la cara la miró con asombro y cólera, la bocade la cara la injurió en español y en ídisch. Las malas palabrasno cejaban; Emma tuvo que hacer fuego otra vez. En el patio,el perro encadenado rompió a ladrar, y una efusión de bruscasangre manó de los labios obscenos y manchó la barba y la ropa.Emma inició la acusación que tenía preparada ("He vengadoa mi padre y no me podrán castigar..."), pero no la acabó,porque el señor Loewenthal ya había muerto. No supo nuncasi alcanzó a comprender.Los ladridos tirantes le recordaron que no podía, aún, descansar.Desordenó el diván, desabrochó el saco del cadáver, le


568 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASquitó los quevedos salpicados y los dejó sobre el fichero. Luegotomó el teléfono y repitió lo que tantas veces repetiría, con esasy con otras palabras: Ha ocurrido una cosa que es increíble. . .El señor Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga. . .Abusó de mi, lo maté. . .La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos,porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono deEmma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdaderotambién era el ultraje que había padecido; sólo eran falsas lascircunstancias, la hora y uno o dos nombres propios.


EL ALEPH 569LA CASA DE ASTERIÓNY la reina dio a luz un hijo que se llamóAsterión.APOLODORO: Biblioteca, ni, I.Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y talvez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debidotiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, perotambién es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) 1están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales.Que entré el que quiera. No hallará pompas mujerilesaquí ni el bizarro aparato de los palacios pero sí la quietud y lasoledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la fazde la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay unaparecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solomueble en la casa. Otra especie ridicula es que yo, Asterión, soyun prisionero. ¿Repetiré-que no hay una puerta cerrada, añadiréque no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer hepisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temorque me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas yaplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, peroel desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la greydijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba;unos se encaramaban al estilóbato del templo de lasHachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo elmar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirmecon el vulgo,- aunque mi modestia lo quiera.El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombrepueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nadaes comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y trivialesminucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitadopara lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letray otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yoaprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y losdías son largos.Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carneroque va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodaral suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a lavuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteasdesde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier1 El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que, en bocade Asterión, ese adjetivo numeral vale por infinitos.


570 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAShora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y larespiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a vecesha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Perode tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjoque viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandesreverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterioro Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que tegustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó dearena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivocoy nos reímos buenamente los dos.No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobrela casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquierlugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero,un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos;patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho,es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con unaljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calley he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendíhasta que una visión de la noche me reveló que también soncatorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchasveces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecenestar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizáyo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya nome acuerdo.. Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para queyo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondode las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. Laceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yome ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveresayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénesson, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte,que alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duelela soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantarásobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo,yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menosgalerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto.¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara dehombre? ¿O será como yo?El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya noquedaba ni un vestigio de sangre.—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El minotauro apenasse defendió.A Marta MosqueraEastman.


EL ALEPH 571LA OTRA MUERTEUn par de años hará (he perdido la carta), Gannon me escribióde Gualeguaychú, anunciando el envío de una versión, acasola primera española, del poema The Past, de Ralph Waldo Emerson,y agregando en una posdata que don Pedro Damián, dequien yo guardaría alguna memoria, había muerto noches pasadas,de una congestión pulmonar. El hombre, arrasado por lafiebre, había revivido en su delirio la sangrienta jornada deMasoller; la noticia me pareció previsible y hasta convencional,porque don Pedro, a los diecinueve o veinte años, había seguidolas banderas de Aparicio Saravia. La revolución de 1904 lo tomóen una esrancia de Río Negro o de Paysandú, donde trabajabade peón; Pedro Damián era entrerriano, de Gualeguay, pero fueadonde fueron los amigos, tan animoso y tan ignorante comoellos. Combatió en algún entrevero y en la batalla última; repatriadoen 1905, retomó con humilde tenacidad las tareas decampo. Que yo sepa, no volvió a dejar su provincia. Los últimostreinta años los pasó en un puesto muy solo, a una o dos leguasdel Ñancay; en aquel desamparo, yo conversé con él una tarde(yo traté de conversar con él una tarde), hacia 1942. Era hombretaciturno, de pocas luces. El sonido y la furia de Masoller agotabansu historia; no me sorprendió que los reviviera, en la horadé su muerte. . . Supe que no vería más a Damián y quise recordarlo;tan pobre es mi memoria visual que sólo recordé una fotografíaque Gannon le tomó. El hecho nada tiene de singular, siconsideramos que al hombre lo vi a principios de 1942, una vez,y a la efigie, muchísimas. Gannon me mandó esa fotografía; lahe perdido y ya no la buscó. Me daría miedo encontrarla.El segundo episodio se produjo en Montevideo, meses después.La fiebre y la agonía del entrerriano me sugirieron un relatofantástico sobre la derrota de Masoller; Emir Rodríguez Monegal,a quien referí el argumento, me dio unas líneas para el coronelDionisio Tabares, que había hecho esa campaña. El coronel merecibió después de cenar. Desde un sillón de hamaca, en unpatio, recordó con desorden y con amor los tiempos que fueron.Habló de municiones que no llegaron y de caballadas rendidas,de hombres dormidos y terrosos tejiendo laberintos de marchas,de Saravia, que pudo haber entrado en Montevideo y que sedesvió, "porque el gaucho le teme a la ciudad", de hombres degolladoshasta la nuca, de una guerra civil que me pareció menos


572 JORGE LUIS BÜRGES—OBRAS COMPLETASla colisión de dos ejércitos que el sueño de un matrero. Hablóde Illescas, de Tupambaé, de Masoller. Lo hizo con períodos tancabales y de un modo tan vivido que comprendí que muchasveces había referido esas mismas cosas, y temí que detrás de suspalabras casi no quedaran recuerdos. En un respiro conseguíintercalar el nombre de Damián.—¿Damián? ¿Pedro Damián? —dijo el coronel—. Ése sirvió conmigo.Un tapecito que le decían Daymán los muchachos. —Inicióuna ruidosa carcajada y la cortó de golpe, con fingida o verazincomodidad.Con otra voz dijo que la guerra servía, como la mujer? paraque se probaran los hombres, y que, antes de entrar en batalla,nadie sabía quién es. Alguien podía pensarse cobarde y ser unvaliente, y asimismo al revés, como le ocurrió a ese pobre Damián,que se anduvo floreando en las pulperías con su divisablanca y después flaqueó en Masoller. En algún tiroteo con loszumacos se portó como un hombre, pero otra cosa fue cuandolos ejércitos se enfrentaron y empezó el cañoneo y cada hombresintió que cinco mil hombres se habían coaligado para matarlo.Pobre gurí, que se la había pasado bañando ovejas y que depronto lo arrastró esa patriada. . .Absurdamente, la versión de Tabares me avergonzó. Yo hubierapreferido que los hechos no ocurrieran así. Con el viejoDamián, entrevisto una tarde, hace muchos años, yo había fabricado,sin proponérmelo, una suerte de ídolo; la versión deTabares lo destrozaba. Súbitamente comprendí la reserva y laobstinada soledad de Damián; no las había dictado la modestia,sino el bochorno. En vano me repetí que un hombre acosadopor un acto de cobardía es más complejo y más interesante queun hombre meramente animoso. El gaucho Martín Fierro, pensé,es menos memorable que Lord Jim o que Razumov. Sí, peroDamián, como gaucho, tenía obligación de ser Martín Fierrosobretodo, ante gauchos orientales. En lo que Tabares dijo yno dijo percibí el agreste sabor de lo que se llamaba artiguismo:la conciencia (tal vez incontrovertible) de que el Uruguay esmás elemental que nuestro país y, por ende, más bravo. . . Recuerdoque esa noche nos despedimos con exagerada efusiói..En el invierno, la falta de una o dos circunstancias para mi relatofantástico (que torpemente se obstinaba en no dar con su forma)hizo que yo volviera a la casa del coronel Tabares. Lo hallé conotro señor de edad: el doctor Juan Francisco Amaro, de Paysandú;que también había militado en la revolución de Saravia. Se habló,previsiblemente, de Masoller. Amaro refirió unas anécdotas ydespués agregó con lentitud, como quien está pensando en voyalta:


EL ALEPH 573—Hicimos noche en Santa Irene, me acuerdo, y se nos incorporóalguna gente. Entre ellos, un veterinario francés que^ murióla víspera de la acción, y un mozo esquilador, de Entre Ríos,un tal Pedro Damián.Lo interrumpí con acritud.—Ya sé —le dije—. El argentino que flaqueó ante las balas.Me detuve; los dos me miraban perplejos.—Usted se equivoca, señor —dijo, al fin, Amaro—. Pedro Damiánmurió como querría morir cualquier hombre. Serían lascuatro de la tarde. En la cumbre de la cuchilla se había hecho*fuerte la infantería colorada; los nuestros la cargaron, a lanza;Damián iba en la punta, gritando, y una bala lo acertó en plenopecho. Se paró en los estribos, concluyó el grito y rodó por tierray quedó entre las patas de los caballos. Estaba muerto y la últimacarga de Masoller le pasó por encima. Tan valiente y nohabía cumplido veinte años.Hablaba, a no dudarlo, de otro Damián, pero algo me hizopreguntar qué gritaba el gurí.—Malas palabras —dijo el coronel—, que es lo que se grita enlas cargas.—Puede ser —dijo Amaro—, pero también gritó ¡Viva Urquiza!Nos quedamos callados. Al fin, el coronel murmuró:—No como si peleara en Masoller, sino en Cagancha o IndiaMuerta, hará un siglo.Agregó con sincera perplejidad:—Yo comandé esas tropas, y juraría que es la primera vez queoigo hablar de un Damián.No pudimos lograr que lo recordara.En Buenos Aires, el estupor que me produjo su olvido serepitió. Ante los once deleitables volúmenes de las <strong>obras</strong> de Emerson,en el sótano de la librería inglesa de Mitchell, encontré,una tarde, a Patricio Gannon. Le pregunté por su traducción deThe Past. Dijo que no pensaba traducirlo y que la literaturaespañola era tan tediosa que hacía innecesario a Emerson. Lerecordé que me había prometido esa versión en la misma cartaen que me escribió la muerte de Damián. Preguntó quién eraDamián. Se lo dije, en vano. Con un principio de terror advertíque me oía con extrañeza, y busqué amparo en una discusiónliteraria sobre los detractores de Emerson, poeta más complejo,' más diestro y sin duda más singular que el desdichado Poe.Algunos, hechos más debo registrar. En abril tuve carta delcoronel Dionisio Tabares; éste ya no estaba ofuscado y ahorase acordaba muy bien del entrerrianito que hizo punta en lacarga de Masoller y que enterraron esa noche sus hombres, alpie de la cuchilla. En julio pasé por Gualeguaychú; no di con


574 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASel rancho de Damián, de quien va nadie se acordaba. Quise interrogaral puestero Diego Abaroa, que lo vio morir; éste habíafallecido antes del invierno. Quise traer a la memoria los rasgosde Damián; meses después, hojeando unos álbumes, comprobéque el rostro sombrío que yo había conseguido evocar era el delcélebre tenor Tamberlick, en el papel de Ótelo.Paso ahora a las conjeturas. La más fácil, pero también lamenos satisfactoria, postula dos Damianes: el cobarde que murióen Entre Ríos hacia 1946, el valiente, que murió en Masoller en1904. Su defecto reside en no explicar lo realmente enigmático:los curiosos vaivenes de la memoria del coronel Tabares, el olvidoque anula en tan poco tiempo la imagen y hasta el nombredel que volvió. (No acepto, no quiero aceptar, una conjeturamás simple: la de haber yo soñado al primero.) Más curiosa esla conjetura sobrenatural que ideó Ulrike von Kühlmann. PedroDamián, decía Ulrike, pereció en la batalla, y en la hora de sumuerte suplicó a Dios que lo hiciera volver a Entre Ríos. Diosvaciló un segundo antes de otorgar esa gracia, y quien la habíapedido ya estaba muerto, y algunos hombres lo habían visto caer.Dios, que no puede cambiar el pasado, pero sí las imágenes delpasado, cambió la imagen de la muerte en la de un desfallecimiento,y la sombra del entrerriano volvió a su tierra. Volvió, perodebemos recordar su condición de sombra. Vivió en la soledad,sin una mujer, sin amigos; todo lo amó y lo poseyó, pero desdelejos, como del otro lado de un cristal; "murió", y su tenue imagense perdió, como el agua en el agua. Esa conjetura es errónea,pero hubiera debido sugerirme la verdadera (la que hoy creo laverdadera), que a la tez es más simple y más inaudita. De unmodo casi mágico la descubrí en el tratado De Omnipotentia, dePier Damiani, a cuyo estudio me llevaron dos versos del canto XXIdel Paradiso, que plantean precisamente un problema de identidad.En el quinto capítulo de aquel tratado, Pier Damiani sostiene,contra Aristóteles y contra Fredegario de Tours, que Diospuede efectuar que no haya sido lo que alguna vez fue. Leí esasviejas discusiones teológicas y empecé a comprender la trágicahistoria de don Pedro Damián.La adivino así. Damián se portó como un cobarde en el campode Masoller, y dedicó la vida a corregir esa bochornosa flaqueza.Volvió a Entre Ríos; no alzó la mano a ningún hombre, nomarcó a nadie, no buscó fama de valiente, pero en los camposdel Ñancay se hizo duro, lidiando con el monte y la haciendachucara. Fue preparando, sin duda sin saberlo, el milagro. Pensócon lo más hondo: Si el destino me trae otra batalla, yo sabrémerecerla. Durante cuarenta años la aguardó con oscura espe-


EL ALEPH 575tanza, y el destino al fin se la trajo, en la hora de su muerte.La trajo en forma de delirio pero ya los griegos sabían que somoslas sombras de un sueño. En la agonía revivió su batalla, y secondujo como un hombre y encabezó la carga final y una balalo acertó en pleno pecho. Así, en 1946, por obra de una largapasión, Pedro Damián murió en la derrota de Masoller, queocurrió entre el invierno y la primavera de 1904.En la Suma Teológica se niega que Dios pueda hacer que lopasado no haya sido, pero nada se dice de la intrincada concatenaciónde causas y efectos, que es tan vasta y tan íntima queacaso no cabría anular un solo hecho remoto, por insignificanteque fuera, sin invalidar el presente. Modificar el pasado no esmodificar un solo hecho; es anular sus consecuencias, que tiendena ser infinitas. Dicho sea con otras palabras; es crear doshistorias universales. En la primera (digamos), Pedro Damiánmurió en Entre Ríos, en 1946; en la segunda, en Masoller, en1904. Ésta es la que vivimos ahora, pero la supresión de aquéllano fue inmediata y produjo las incoherencias que he referido.En el coronel Dionisio Tabares se cumplieron las diversas etapas:ftl principio recordó que Damián obró como un cobarde; luego,lo olvidó totalmente; luego, recordó su impetuosa muerte. Nomenos corroborativo es el caso del puestero Abaroa; éste murió,lo entiendo, porque tenía demasiadas memorias de don PedroDamián.En cuanto a mí, entiendo no correr un peligro análogo. Headivinado y registrado un proceso no accesible a los hombres,una suerte de escándalo de la razón; pero algunas circunstanciasmitigan ese privilegio temible. Por lo pronto, no estoy segurode haber escrito siempre la verdad. Sospecho que en mi relatohay falsos recuerdos. Sospecho que Pedro Damián (si existió) no16 llamó Pedro Damián, y que yo lo recuerdo bajo ese nombrepara creer algún día que su historia me fue sugerida por losargumentos de Pier Damiani. Algo parecido acontece con el poemaque mencioné en el primer párrafo y que versa sobre la irrevocabilidaddel pasado. Hacia 1951 creeré haber fabricado un cuentofantástico y habré historiado un hecho real; también el inocenteVirgilio, hará dos mil años, creyó anunciar el nacimiento de unhombre y vaticinaba el de Dios.| Pobre Damián! La muerte lo llevó a los veinte años en unatriste guerra ignorada y en una batalla casera, pero consiguiólo que anhelaba su corazón, y tardó mucho en conseguirlo, yicaso no hay mayores felicidades.


576 JORGE LUIS BORGES^OBRAS COMPLETASDEUTSCHES RÉQUIEMAunque él me quitare la vida, en élconfiaré.JOB 13:15Mi nombre es Otto Dietrich zur Linde. Uno de mis antepasados,Christoph zur Linde, murió en la carga de caballería que decidióla victoria de Zorndorf. Mi bisabuelo materno, Ulrich ForkeLfue asesinado en la foresta de Marchenoir por francotiradoresfranceses, en los últimos días de 1870; el capitán Dietrich zurLinde, mi padre, se distinguió en el sitio de Namur, en 1914,y, dos años después, en la travesía del Danubio. 1 En cuanto amí, seré fusilado por torturador y asesino. El tribunal ha procedidocon rectitud; desde el principio, yo me he declarado culpable.Mañana, cuando el reloj, de la prisión dé- las nueve, yohabré entrado en la muerte; es natural que piense en mis mayores,ya que tan cerca estoy de su sombra, ya que de algún modosoy ellos.Durante el juicio (que afortunadamente duró poco) no hablé;justificarme, entonces, hubiera entorpecido el dictamen y hubieraparecido una cobardía. Ahora las cosas han, cambiado; en estanoche que precede a mí ejecución, puedo hablar sin temor. Nopretendo ser perdonado, porque no hay culpa en mí,, pero quieroser comprendido. Quienes sepan oírme, comprenderán la historiade Alemania y la futura historia del mundo. Yo sé que casoscomo el mío, excepcionales y asombrosos ahora, serán muy enbreve triviales. Mañana moriré, pero soy un símbolo de las generacionesdel porvenir.Nací en Marienburg, en 1908. Dos pasiones, ahora casi olvidadas,me permitieron afrontar con valor y aun con felicidadmuchos años infaustos: la música y la metafísica. No puedo mencionara todos mis bienhechores, pero hay dos nombres que no1 Es significativa la omisión del antepasado más ilustre del narrador, elteólogo y hebraísta Johannes Forkel (1799-1846) , que aplicó la dialécticade Hegel a la cristología y cuya versión literal de algunos de los LibrosApócrifos mereció la censura de Hengstenberg y la aprobación de Thilo yGeseminus. {Nota del editor.)


EL ALEPH 577me resigno a omitir: el de Brahms y el de Schopenhauer. Tambiénfrecuenté la poesía; a esos nombres quiero juntar otro vastonombre germánico, William Shakespeare. Antes, la teología meInteresó, pero de esa fantástica disciplina (y de la fe cristiana)me desvió para siempre Schopenhauer, con razones directas; Shakespearey Brahms, con la infinita variedad de su mundo. Sepaquien se detiene maravillado, trémulo de ternura y de gratitud,unte cualquier lugar de la obra de esos felices, que yo tambiénme detuve ahí, yo el abominable.Hacia 1927 entraron en mi vida Nietzsche y Spengler. Observaun escritor del siglo xvm que nadie quiere deber nada a sus contemporáneos;yo, para libertarme de una influencia que presentíopresora, escribí un artículo titulado Abrechnung mit Spengler,en el que hacía notar que el monumento más inequívoco de losrasgos que el autor llama fáusticos no es el misceláneo drama deGoethe 1 sino un poema redactado hace veinte siglos, el De rerumnatura. Rendí justicia, empero, a la sinceridad del filósofo de lahistoria, a su espíritu radicalmente alemán (kerndeutsch), militar.En 1929 entré en el Partido.Poco diré de mis años de aprendizaje. Fueron más duros parami que para muchos otros, ya que a pesar de no carecer de valor,me falta toda vocación de violencia. Comprendí, sin embargo,que estábamos al borde de un tiempo nuevo y que ese tiempo,comparable a las épocas iniciales del.Islam o del Cristianismo,exigía hombres nuevos. Individualmente, mis camaradas me eranodiosos; en vano procuré razonar que para el alto fin que noscongregaba, no éramos individuos.Aseveran los teólogos que si la atención del Señor se desviaraun solo segundo de mi derecha mano que escribe, ésta recaeríaen la nada, como si la fulminara un fuego sin luz. Nadie puedeser, digo yo, nadie puede probar una copa de agua o partir untrozo de pan, sin justificación. Para cada nombre, esa justificaciónes distinta; yo esperaba la guerra inexorable que probaría nuestrafe. Me bastaba saber que yo sería un soldado de sus batallas.Alguna vez temí que nos defraudaran la cobardía de Inglaterray de Rusia. El azar, o el destino, tejió de otra manera mi porvenir:el primero de marzo dé 1939, al oscurecer, hubo disturbios enTilsit que los diarios no registraron; en la calle detrás de lasinagoga, dos balas me atravesaron la pierna, que fue necesario1 Olías naciones viven con inocencia, en sí y para sí como los minerales(i lo» meteoros; Alemania es el espejo universal que a todas recibe, la conrlunciadel mundo (das Weltbewusstsein) , Goethe es el prototipo de esa comprensiónecuménica. No lo censuro, pero no veo en él al hombre fáustico deJH leáis de Spengler.


578 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASamputar. 1 Días después, entraban en Bohemia nuestros ejércitos;cuando las sirenas lo proclamaron, yo estaba en el sedentario hospital,tratando de perderme y de olvidarme en los libros deSchopenhauer. Símbolo de mi vano destino, dormía en el bordede la ventana un gato enorme y fofo.En el primer volumen de Parerga und Paralipomena releí quetodos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde elinstante de su nacimiento hasta el de su muerte, han sido prefijadospor él. Así, toda negligencia es deliberada, todo casualencuentro una cita, toda humillación una penitencia, todo fracasouna misteriosa victoria, toda muerte un suicidio. No hay consuelomás hábil que el pensamiento de que hemos elegido nuestrasdesdichas; esa teleología individual nos revela un orden secretoy prodigiosamente nos confunde con la divinidad. ¿Quéignorado propósito (cavilé) me hizo buscar ese atardecer, esasbalas y esa mutilación? No el temor de la guerra, yo lo sabía;algo más profundo. Al fin creí entender. Morir por una religiónes más simple que vivirla con plenitud; batallar en Éfeso contralas fieras es menos duro (miles de.mártires oscuros lo hicieron)que ser Pablo, siervo de Jesucristo; un acto es menos que todaslas horas de un hombre. La batalla y la gloria son facilidades;más ardua que la empresa de Napoleón fue la de Raskolnikov.El siete de febrero de 1941 fui nombrado subdirector del campode concentración de Tarnowitz.El ejercicio de ese cargo no me fue grato; pero no pequénunca de negligencia. El cobarde se prueba entre las espadas; elmisericordioso, el piadoso, busca el examen de las cárceles y deldolor ajeno. El nazismo, intrínsecamente, es un hecho moral, undespojarse del viejo hombre, cjue está viciado, para vestir el nuevo.En la batalla esa mutación es común, entre el clamor de los capitanesy el vocerío; no así en un torpe calabozo, donde nos tientacon antiguas ternuras la insidiosa piedad. No en vano escriboesa palabra; la piedad por el hombre superior es el último pecadode Zarathustra. Casi lo cometí (lo confieso) cuando nos remitierondé Breslau al insigne poeta David Jerusalem.Era éste un hombre de cincuenta años. Pobre de bienes de estemundo, perseguido, negado, vituperado, había consagrado su genioa cantar la felicidad. 'Creo recordar que Albert Soergel, en la obraDichtung der Zeit, lo equipara con Whitman. La comparaciónno es feliz; Whitman celebra el universo de un modo previo,general, casi indiferente; jerusalem se alegra de cada cosa,' conminucioso amor. No comete jamás enumeraciones, catálogos. Aúndel1 Se murmura que las consecuencias de esa herida fueron muy graves. (Notaeditor.)


EL AI.F.PH 5-79puedo repetir muchos hexámetros de aquel hondo poema queNO titula Tse Yang, pintor de tigres, que está como rayado detigres, que está como cargado y atravesado de tigres transversalesy silenciosos. Tampoco olvidaré el soliloquio Rosencrantz hablacon el Ángel, en el que un prestamista londinense del siglo xvivanamente trata, al morir, de vindicar sus culpas, sin sospecharque la secreta justificación de su vida es haber inspirado a unode sus clientes (que lo ha visto una sola ve/ y a quien no recuerda)el carácter de Shylock. Hombre de memorables ojos, elepiel cetrina, de barba casi negra, David Jerusalem era el prototipodel judío sefardí, si bien pertenecía a los depravados y aborrecidosAshkenazim. Fui severo con él; no permití que me ablandaranni la compasión ni su gloria. Yo había comprendido hacemuchos años que no hay cosa en el mundo que no sea germenlie un Infierno posible; un rostro, una palabra, una brújula,un aviso de cigarrillos, podrían enloquecer a una persona, siésta no lograra olvidarlos. ¿No estaría loco un hombre que continuamente,se figurara el mapa de Hungría? Determiné aplicarese principio al régimen disciplinario de nuestra casa y 1 .. . Afilies de 1942, Jerusalem perdió la razón; el primero de marzotle 1943, logró darse muerte. 2Ignoro si Jerusalem comprendió que si yo lo destruí, fue paratlestruir mi piedad. Ante mis ojos, no era un hombre, ni siquieraun judío; se había transformado en el símbolo de una detestadaliona de mi alma. Yo agonicé con él, yo morí con él, yo de algúnmodo me he perdido con él; por eso, fui implacable."Mientras tanto, giraban sobre nosotros los grandes días y lasgrandes noches de una guerra feliz. Había en el aire que respirábamosun sentimiento parecido al amor. Como si bruscamenteel mar estuviera cerca, había un asombro y una exaltación en lasangre. Todo, en aquellos años, era distinto; hasta el sabor delsueño. (Yo, quizá, nunca fui plenamente feliz, pero es sabidoque la desventura requiere paraísos perdidos.) No hay hombreque no aspire a la plenitud, es decir a la suma de experienciasUd que un hombre es capaz; no hay hombre que no tema serdefraudado de alguna parte de ese patrimonio infinito. Pero todo1Mil sido inevitable, aquí, omitir unas líneas. (Nota del editor.)" Ni en los archivos ni en la obra de Soergel figura el nombre de Jerusalem,Tampoco lo registran las historias de la literatura alemana. No creo, sinembargo, que se trate de un personaje falso. Por orden de Otto Dietrich zurLlllde fueron torturados en Tarnowitz muchos intelectuales judíos, entre elloslll pianista Emma Rosenzweig. "David jerusalem" es tal vez un símbolo deVBl'los individuos. Nos dicen que murió el primero de marzo de 1943; elprimevo de marzo de 1939, el narrador fue herido en Tilsit. (Nota del editor.)


580 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASlo ha tenido mi generación, porque primero le fue deparada lagloria y después la derrota.En octubre o noviembre de 1942, mi hermano Friedrich perecióen la segunda batalla de El Alamein, en los arenales egipcios;un bombardeo aéreo, meses después, destrozó nuestra casanatal; otro, a fines de 1943, mi laboratorio. Acosado por vastoscontinentes, moría el Tercer Reich; su mano estaba contra todosy las manos de todos contra él. Entonces, algo singular ocurrió,que ahora creo entender. Yo me creía capaz de apurar la copade la cólera, pero en las heces me detuvo un sabor no esperado,el misterioso y casi terrible sabor de la felicidad. Ensayé diversasexplicaciones; no me bastó ninguna. Pensé: Me satisface la derrota,porque secretamente me sé culpable y sólo puede redimirmeel castigo. Pensé: Me satisface la derrota, porque es un fin y yoestoy muy cansado. Pensé: Me satisface la derrota, porque haocurrido, porque está innumerablemente unida a todos los hechosique son, que fueron; que serán, porque censurar o deplorar unsolo hecho real es blasfemar del universo. Esas razones ensayé,hasta dar con la verdadera.Se ha dicho que todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos.Ello equivale a declarar que no hay debate de carácterabstracto que no sea un momento de la polémica de Aristótelesy Platón; a través de los siglos y latitudes, cambian los nombres,los dialectos, las caras, pero no los eternos antagonistas. Tambiénla historia de los pueblos registra una continuidad secreta.Arminio, cuando degolló en una ciénaga las legiones de Varo,no se sabía precursor de un Imperio Alemán; Lutero, traductorde la Biblia, no sospechaba que su fin era forjar un pueblo quedestruyera para siempre la Biblia; Christoph zur Linde, a quienmató una bala moscovita en 1758, preparó de algún modo lasvictorias de 1914; Hitler creyó luchar por un país, pero luchópor todos, aun por aquellos que agredió y detestó. No importaque su yo lo ignorara; lo sabían su sangre, su voluntad. El mundose moría de judaismo y de esa enfermedad-del judaismo, que esla fe de Jesús; nosotros le enseñamos la violencia y la fe de laespada. Esa espada nos mata y somos comparables al hechiceroque teje un laberinto y que se ve forzado a errar en él hastael fin de sus días o a David que juzga a un desconocido y locondena a muerte y oye después la revelación: Tú eres aquelhombre. Muchas cosas hay que destruir para edificar el nuevoorden; ahora sabemos que Alemania era una de'esas cosas. Hemosdado algo más que nuestra vida, hemos dado la suerte de nuestroquerido país. Que otros maldigan y otros lloren; a mí me regocijaque nuestro don sea orbicular y perfecto.


EL ALEPH 58!Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. Nosotrosla forjamos, nosotros que ya somos su víctima. ¿Qué importaque Inglaterra sea el martillo y nosotros el yunque? Loimportante es que rija la violencia, no las serviles timideces cristianas.Si la victoria y la injusticia y la felicidad no son paraAlemania, que sean para otras naciones. Que el cielo exista,aunque nuestro lugar sea el infierno.Miro mi cara en el espejo para saber quién soy, para sabercómo me portaré dentro de unas horas, cuando me enfrente conel fin. Mi carne puede tener miedo; yo, no.


582 JORGE LUIS BORCKS—OBRAS COMPLETASLA BUSCA DE AVERROESS'imaginant que la tragédie n'estthose que l'art de louer. . .autreERNEST RENÁN: Averroes, 48 (1861).Abulgualid Muhámmad Ibn-Ahmad ibn-Muhámmad ibn-Rushd(un siglo tardaría ese largo nombre en llegar a Averroes, pasandopor Benraist y por Avenryz, y aun por Aben-Rassad y FiliusRosadis) redactaba el undécimo 1 capítulo de la obra Tahafut-ul-Tahafut (Destrucción de la Destrucción), en el que se mantiene,contra el asceta persa Ghazali, autor del Tahafat-ul-falasifa (Destrucciónde filósofos), que la divinidad sólo conoce las leyes generalesdel universo, lo concerniente a las especies, no al individuo.Escribía con lenta seguridad, de derecha a izquierda; el ejerciciode formar silogismos y de eslabonar vastos párrafos no le impedíasentir, como un bienestar, la fresca y honda casa que lo rodeaba.En el fondo de la siesta se enronquecían amorosas palomas; dealgún patio invisible se elevaba el rumor de una fuente; algoen la carne de Averroes, cuyos antepasados procedían de losdesiertos árabes, agradecía la constancia del agua. Abajo estabanlos jardines, la huerta; abajo, el atareado Guadalquivir y despuésla querida ciudad de Córdoba, no menos clara que Bagdad o queel Cairo, como un complejo y delicado instrumento, y alrededor(esto Averroes lo sentía también) se dilataba hacia el confín latierra de España, en la que hay pocas cosas, pero donde cadauna parece estar de un modo sustantivo y eterno.La pluma corría sobre la hoja, los argumentos se enlazaban,irrefutables, pero una leve preocupación empañó la felicidad deAverroes. No la causaba el Tahafut, trabajo fortuito, sino unproblema de índole filológica vinculado a la obra monumentalque lo justificaría ante las gentes: el comentario de Aristóteles.Este griego, manantial de toda filosofía, había sido otorgado alos hombres para enseñarles todo lo que se puede saber; interpretarsus libros como los ulemas interpretan el Alcorán era elarduo propósito de Averroes. Pocas cosas más bellas y más patéticasregistrará la historia que esa consagración de un médicoárabe a los pensamientos de un hombre de quien lo separabancatorce siglos; a las dificultades intrínsecas debemos añadir queAverroes, ignorante del siríaco y del griego, trabajaba sobre la


EL ALEPH 583traducción de una traducción. La víspera, dos palabras dudosaslo habían detenido en el principio de la Poética. Esas palabraseran tragedia y comedia. Las había encontrado años atrás, en ellibro tercero de la Retórica; nadie, en el ámbito del Islam,barruntaba lo que querían decir. Vanamente había fatigado laspáginas de Alejandro de Afrodisia, vanamente había compulsadolas versiones del nestoriano Hunáin ibn-Ishaq y de Abu-Bashar Mata. Esas dos palabras arcanas pululaban en el texto dela Poética; imposible eludirlas.Averroes dejó la pluma. Se dijo (sin demasiada fe) que sueleestar muy cerca lo que buscamos, guardó el manuscrito del Tahafuty se dirigió al anaquel donde se alineaban, copiados por calígrafospersas, los muchos volúmenes del Mohkam del ciego Abenlicla.Era irrisorio imaginar que no los había consultado, perolo tentó el ocioso placer de volver sus páginas. De esa estudiosadistracción lo distrajo una suerte de melodía. Miró por el balcónenrejado; abajo, en el estrecho patio de tierra, jugaban unoschicos semidesnudos. Uno, de pie en los hombros de otro, hacíanotoriamente de almuédano; bien cerrados los ojos, salmodiabaNo hay otro dios que el Dios. El que lo sostenía, inmóvil, hacíade alminar; otro, abyecto en el polvo y arrodillado, de congregaciónde los fieles. El juego duró poco: todos querían ser el almuédano,nadie la congregación o la torre. Averroes los oyódisputar en dialecto grosero, vale decir en el incipiente españolde la plebe musulmana de la Península. Abrió el quitah ul ainde Jalil y pensó con orgullo que en toda Córdoba (acaso en todoAl-Andalus) no había otra copia de la.obra perfecta que éstaque el emir Yacub Almansur le había remitido de Tánger. Elnombre de ese puerto le recordó que el viajero Abulcásim Al-Asharí, que había regresado de Marruecos, cenaría con él esanoche en casa del alcoranista Farach. Abulcásim decía haber alcanzadolos reinos del imperio de Sin (de la China); sus detractores,con esa lógica peculiar que cía el odio, juraban que nuncahabía pisado la China y que en los templos de ese país habíablasfemado de Alá. Inevitablemente, la reunión duraría unashoras; Averroes, presuroso, retomó la escritura del Tahafut.Trabajó hasta el crepúsculo de la noche.El diálogo en la casa de Farach, pasó de las incomparablesvirtudes del gobernador a las de su hermano el emir; después,en el jardín, hablaron de rosas. Abulcásim, que no las habíamirado, juró que no había rosas como las rosas que decoran loscármenes andaluces. Farach no se dejó sobornar; observó que eldocto Ibn Qutaiba describe una excelente variedad de la rosaperpetua, que se da en los jardines del Indostán y cuyos pétalos,de un rojo encarnado, presentan caracteres que dicen; No hay


584 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASotro dios que el Dios, Muhámmad es el Apóstol de Dios. Agregóque Abulcásim, seguramente, conocería esas rosas. Abulcásim lomiró con alarma. Si respondía que sí, todos lo juzgarían, conrazón, el más disponible y casual de los impostores; si respondíaque no, lo juzgarían un infiel. Optó por musitar que con elSeñor están las llaves de las cosas ocultas y que no hay en latierra una cosa verde o una cosa marchita que no esté registradaen Su Libro. Esas palabras pertenecen a una de las primerasazoras; las acogió un murmullo reverencial. Envanecido por esavictoria dialéctica. Abulcásim iba a pronunciar que el Señor esperfecto en sus <strong>obras</strong> e inescrutable. Entonces Averroes declaró,prefigurando las remotas razones de un todavía problemáticoHume:—Me cuesta menos admitir un error en el docto Ibn Qutaiba,o en los copistas, que admitir que la tierra da rosas con la profesiónde la fe.—Así es. Grandes y verdaderas palabras —dijo Abulcásim.—Algún viajero —recordó el poeta Abdalmálik— habla de unárbol cuyo fruto son verdes pájaros. Menos me duele creer en élque en rosas con letras.—El color de los pájaros —dijo Averroes— parece facilitar elportento. Además, los frutos y los pájaros pertenecen al mundonatural, pero la escritura es un arte. Pasar de hojas a pájaroses más fácil que de rosas a letras.Otro huésped negó con indignación que la escritura fuese unarte, ya que el original del Qurán — la madre del Libro— es anteriora la Creación y se guarda en el cielo. Otro habló de Cháhizde Basra, que dijo que el Qurán es una sustancia que puedetomar la forma de un hombre o la de un animal, opinión queparece convenir con la de quienes le atribuyen dos caras. Farachexpuso largamente la doctrina ortodoxa. El Qurán (dijo) es unode los atributos de Dios, como Su piedad; se copia en un libro,se pronuncia con la lengua, se recuerda en el corazón, y el idiomay los signos y la escritura son obra de los hombres, pero el Quránes irrevocable y eterno. Averroes, que había comentado la República,pudo haber dicho que la madre del Libro es algo asícomo su modelo platónico, pero notó que la teología era untema del todo inaccesible a Abulcásim.Otros, que también lo advirtieron, instaron a Abulcásim a, referiralguna maravilla. Entonces como ahora, el mundo eraatroz; los audaces podían recorrerlo, pero también los miserables,los que se allanaban a todo. La memoria de Abulcásim era unespejo de íntimas cobardías. ¿Qué podía referir? Además, le exigíanmaravillas y la maravilla es acaso incomunicable: la lunade Bengala no es igual a la luna del Yemen, pero se deja des-


EL ALEPH 585cribir con las mismas voces. Abulcásim vaciló; luego, habló:—Quien recorre los climas y las ciudades —proclamó con unción—ve muchas cosas que son dignas de crédito. Ésta, digamos,que sólo he referido una vez, al rey de los turcos. Ocurrió enSin Kalán (Cantón), donde el río del Agua de la Vida se derramaen el mar.Farach preguntó si la ciudad quedaba a muchas leguas de lamuralla que Iskandar Zul Qarnain (Alejandro Bicorne de Macedonia)levantó para detener a Gog y a Magog.—Desiertos la separan —dijo Abulcásim, con involuntaria soberbia—.Cuarenta días tardaría una cáfila (caravana) en divisarSUS torres y dicen que otros tantos en alcanzarlas. En Sin Kalánno sé de ningún hombre que la haya visto o que haya visto& quien la vio.El temor de lo crasamente infinito, del mero espacio, de lamera materia, tocó por un instante a Averroes. Miró el simétricojardín; se supo envejecido, inútil, irreal. Decía Abulcásim:—Una tarde, los mercaderes musulmanes de Sin Kalán mecondujeron a una casa de madera pintada, en la que vivían muchaspersonas. No se puede contar cómo era esa casa, que másbien era un solo cuarto, con filas de alacenas o de balcones,unas encima de otras. En esas cavidades había gente que comíay bebía; y asimismo en el suelo, y asimismo en una terraza. Laspersonas de esa terraza tocaban el tambor y el laúd, salvo unasquince o veinte (con máscaras de color carmesí) que rezaban,cantaban y dialogaban. Padecían prisiones, y nadie veía la cárcel;cabalgaban, pero no se percibía el caballo; combatían, pero lasespadas eran de caña; morían y después estaban de pie.—Los actos de los locos —dijo Farach— exceden las previsionesdel hombre cuerdo.—No estaban locos —tuvo que explicar Abulcásim—. Estabanfigurando, me dijo un mercader, una historia.Nadie comprendió, nadie pareció querer comprender. Abulcásim,confuso, pasó de la escuchada narración a las desairadasrazones. Dijo, ayudándose con las manos:—Imaginemos que alguien muestra una historia en vez dereferirla. Sea esa historia la de los durmientes - de Éfeso. LosVemos retirarse a la caverna, los vemos orar y dormir, los vemosdormir eon los ojos abiertos, los vemos crecer mientras duermen,los vemos despertar a la vuelta de trescientos nueve años, losVemos entregar al vendedor una antigua moneda, los vemos despertaren el paraíso, los vemos despertar con el perro. Algo asínos mostraron aquella tarde las personas de la terraza.—¿Hablaban esas personas? —interrogó Farach.—Por supuesto que hablaban —dijo Abulcásim, convertido en


586 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASapologista de una función que apenas recordaba y que lo habíafastidiado bastante—. ¡Hablaban y cantaban y peroraban!—En tal caso —dijo Farach— no se requerían veinte personas.Un solo hablista puede referir cualquier cosa, por complejaque sea.Todos aprobaron ese dictamen. Se encarecieron las virtudesdel árabe; que es el^idioma que usa Dios para dirigir a los ángeles;luego, de la poesía de los árabes. Abdalmálik, después deponderarla debidamente, motejó de anticuados a los poetas queen Damasco o en Córdoba se aferraban a imágenes pastoriles y aun vocabulario beduino. Dijo que era absurdo que un hombreante cuyos ojos se dilataba el Guadalquivir celebrara el aguade un pozo. Urgió la conveniencia de renovar las antiguas metáforas;dijo que cuando Zuhair comparó al destino con un camellociego, esa figura pudo suspender a la gente, pero que cinco siglosde admiración la habían gastado. Todos aprobaron ese dictamen,que ya habían escuchado muchas veces, de muchas bocas. Averroescallaba. Al fin habló, menos para los 'otros que para élmismo.—Con menos elocuencia —dijo Averroes— pero con argumentoscongéneres, he defendido alguna vez la proposición que mantieneAbdalmálik. En Alejandría se ha dicho que sólo es incapazde una culpa quien ya la cometió y ya se arrepintió; paraestar libre de un error, agreguemos, conviene haberlo profesado.Zuhair, en su mohalaca, dice que en el decurso de ochenta añosde dolor y de gloria, ha visto muchas veces al destino atropellarde golpe a los hombres, como un camello ciego; Abdalmálik entiendeque esa figura ya no puede maravillar. A ese reparo cabríacontestar muchas cosas. La primera, que si el fin del poemafuera el asombro, su tiempo no se mediría por siglos, sino pordías y por horas y tal vez por minutos. La segunda, que un famosopoeta es menos inventor que descubridor. Para alabar aIbn-Sháraf de Berja, se ha repetido que sólo él pudo imaginarque las estrellas en el alba caen lentamente, como las hojas caende los árboles; ello, si fuera cierto, evidenciaría que la imagenes baladí. La imagen que un solo hombre puede formar es laque no toca a ninguno. Infinitas cosas hay en la tierra; cualquierapuede equipararse a cualquiera. Equiparar estrellas conhojas no es menos arbitrario que equipararlas con peces o conpájaros. En cambio, nadie no sintió alguna vez que el destino esfuerte y es torpe, que es inocente y es también inhumano. Paraesa convicción, que puede ser pasajera o continua, pero quenadie elude, fue escrito el verso de Zuhair. No se dirá mejor loque allí se dijo. Además (y esto es acaso lo esencial de misreflexiones), el tiempo, que despoja los alcázares, enriquece los


EL ALEPH 587versos. El de Zuhair, cuando éste lo compuso en Arabia, sirviópara confrontar dos imágenes, la del viejo camello y la del destino:repetido ahora, sirve para memoria de Zuhair y paraconfundir nuestros pesares con los de aquel árabe muerto. Dostérminos tenía la figura y hoy tiene cuatro. El tiempo agrandael ámbito de los versos y sé de algunos que a la par de la música,son todo para todos los hombres. Así, atormentado haceaños en Marrakesh por memorias de Córdoba, me complacía enrepetir el apostrofe que Abdurrahmán dirigió en los jardinesde Ruzafa a una palma africana:Tú también eres, ¡oh palma!En este suelo extranjera...Singular beneficio de la poesía; palabras redactadas por un reyque anhelaba el Oriente me sirvieron a mí, desterrado en África,para mi nostalgia de España.Averroes, después, habló de los primeros poetas, de aquellosque en el Tiempo de la Ignorancia, antes del Islam, ya dijerontodas las cosas, en el infinito lenguaje de los desiertos. Alarmado,no sin razón, por las fruslerías de Ibn-Sháraf, dijo que en losantiguos y en el Qurán estaba cifrada toda poesía y condenópor analfabeta y por vana la ambición de innovar! Los demáslo escucharon con placer, porque vindicaba lo antiguo.Los muecines llamaban a la oración de la primera luz cuandoAverroes volvió a entrar en la biblioteca. (En el harén, las esclavasde pelo negro habían torturado a una esclava de pelorojo, pero ¿1 no lo sabría sino a la tarde.) Algo le había reveladoel sentido de las dos palabras oscuras. Con firme y cuidadosacaligrafía agregó estas líneas al manuscrito: Arista (Aristóteles)denomina tragedia a los panegíricos y comedias a las sátirasy anatemas. Admirables tragedias y comedias abundan en laspáginas del Corán y en las mohalacas del santuario.Sintió sueño, sintió un poco de frío. Desceñido el turbante,se miró en un espejo de metal. No sé lo que vieron sus ojos,porque ningún historiador ha' descrito las formas de su cara.Sé que desapareció bruscamente, como si lo fulminara un fuegosin luz, y que con él desaparecieron la casa y el invisible surtidory los libros y los manuscritos y las palomas y las muchas esclavas(le pelo negro y. la trémula esclava de pelo rojo y Farach yAbulcásim y los rosales y tal vez el Guadalquivir.En la historia anterior quise narrar el proceso de una derrota.Pensé, primero, en aquel arzobispo de Canterbury que se propusodemostrar que hay un Dios; luego, en los alquimistas que


588 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASbuscaron la piedra filosofal; luego, en los vanos trisectores delángulo y rectificadores del círculo. Reflexioné, después, que máspoético es el caso de un hombre que se propone un fin que noestá vedado a los otros, pero sí a él. Recordé a Averroes, queencerrado en el ámbito del Islam, nunca pudo saber el significadode las voces tragedia y comedia. Referí el caso; a medidaque adelantaba, sentí Jo que hubo de sentir aquel dios mencionadopor Burton que se propuso crear un toro y creó un búfalo.Sentí que la obra se burlaba de mí. Sentí que Averroes, queriendoimaginar lo que es un drama sin haber sospechado loque es un teatro, no era más absurdo que yo, queriendo imaginara Averroes, sin otro material que unos adarmes de Renán, deLañe y de Asín Palacios. Sentí, en la última página, que minarración era un símbolo del hombre que yo fui, mientras laescribía y que, para redactar esa narración, yo tuve que ser aquelhombre y que, para ser aquel hombre, yo tuve- que redactar esanarración, y así hasta lo infinito. (En el instante en que yo dejode creer en él, "Averroes" desaparece.)


EL ALEPH 589ELZAHIREn Buenos Aires el Zahir es una moneda común, de veinte centavos;marcas de navaja o de cortaplumas rayan las letras N Ty el número dos; 1929 es la fecha grabada en el anverso. (EnGuzerat, a fines del siglo xvm, un tigre fue Zahir; en Java, unciego de la mezquita de Surakarta, a quien lapidaron los fieles;en Persia, un astrolabio que Nadir Shah hizo arrojar al fondodel mar; en las prisiones de Mahdí, hacia 1892, una pequeñabrújula que Rudolf Cari von Slatin tocó, envuelta en un jirónde turbante; en la aljama de Córdoba, según Zotenberg, una vetaen el mármol de- uno de los mil doscientos pilares; en la juderíade Tetuán, el fondo de un pozo.) Hoy es el trece de noviembre;el día siete de junio, a la madrugada, llegó a mis manos el Zahir;no soy el que era entonces pero aún me es dado recordar, y acasoreferir, lo ocurrido. Aún, siquiera parcialmente, soy Borges.El seis de junio murió Teodelina Villar. Sus retratos, hacia1980, obstruían las revistas mundanas; esa plétora acaso contribuyóa que la juzgaran muy linda, aunque no todas las efigiesapoyaran incondicionalmente esa hipótesis. Por lo demás, TeodelinaVillar se preocupaba menos de la belleza que de la perfección.Los hebreos y los chinos codificaron todas las circunstanciashumanas; en la Mishnah se lee que, iniciado el crepúsculodel sábado, un sastre no debe salir a la calle cori una aguja;en el Libro de los Ritos que un huésped, al recibir la primeracopa, debe tomar un aire grave y, al recibir la segunda, un airerespetuoso y feliz. Análogo, pero más minucioso, era el rigorque se exigía Teodelina Villar. Buscaba, como el adepto de Confucioo el talmudista, la irreprochable corrección de cada acto,pero su empeño era más admirable y más duro, porque las normasde su credo no eran eternas, sino que se plegaban a losazares de París o de Hollywood.- Teodelina Villar se mostrabaen lugares ortodoxos, a la hora ortodoxa, con atributos ortodoxos,con desgano ortodoxo, pero el desgano, los atributos, lahora y los lugares caducaban casi inmediatamente y servirían(en boca de Teodelina Villar) para definición de lo cursi. Buscabalo absoluto, como Flaubert, pero lo absoluto en lo momentáneo.Su vida era ejemplar y, sin embargo, la roía sin treguauna, desesperación interior. Ensayaba continuas metamorfosis,como para huir de sí misma; el color de su pelo y las formasde su peinado eran famosamente inestables. También cambiaban


590 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASla sonrisa, la tez, el sesgo de los ojos. Desde 1932, fue estudiosamentedelgada... La guerra le dio mucho que pensar. OcupadoParís por los alemanes ¿cómo seguir la moda? Un extranjerode quien ella siempre había desconfiado se permitió abusar desu buena fe para venderle una porción de sombreros cilindricos;al año, se propaló que esos adefesios nunca se habían llevadoen París y por consiguiente no eran sombreros, sino arbitrariosv desautorizados caprichos. Las desgracias no vienen solas; eldoctor Villar tuvo que mudarse a la calle Aráoz y el retrato desu hija decoró anuncios de cremas y de automóviles. (¡Lascremas que harto se aplicaba, los automóviles que ya no poseía!)Ésta sabía que el buen ejercicio de .su arte exigía una granfortuna; prefirió retirarse a claudicar. Además, le dolía competircon chicuelas insustanciales. El. siniestro departamento de Aráozresultó demasiado oneroso; el seis de junio, Teodelina Villarcometió el solecismo de morir en pleno Barrio Sur. ¿Confesaréque, movido por la más sincera de las pasiones argentinas, elesnobismo, yo estaba enamorado de ella y que su muerte meafectó hasta las lágrimas? Quizá ya lo haya sospechado el lector.En los velorios, el progreso de la corrupción hace que el muertorecupere sus caras anteriores. En alguna etapa de la confusanoche del seis, Teodelina Villar fue mágicamente la que fuehace veinte años; sus rasgos recobraron la autoridad que danla soberbia, el dinero, la juventud, la conciencia de coronar unajerarquía, la falta de imaginación, las limitaciones, la estolidez.Más o menos pensé: ninguna versión de esa cara que tanto meinquietó será tan memorable como ésta; conviene que sea laúltima, ya que pudo ser la primera. Rígida entre las flores ladejé, perfeccionando su desdén por la muerte. Serían las dos dela mañana cuando salí. Afuera, las previstas hileras de casas bajasy de casas de un piso habían tomado ese aire abstracto quesuelen tomar en la noche, cuando la sombra y-el silencio lassimplifican. Ebrio de una piedad casi impersonal, caminé pollascalles. En la esquina de Chile y de Tacuarí vi un almacénabierto. En aquel almacén, para mi desdicha, tres hombres jugabanal truco.• En la figura que se llama oxímoron, se aplica a una palabraun epíteto que parece contradecirla; así los gnósticos hablaronde luz oscura; los alquimistas, de un sol negro. Salir de mi últimavisita a Teodelina Villar y tomar una caña en un almacénera una especie de oximoron; su grosería y su facilidad me tentaron.(La circunstancia de que se jugara a los naipes aumentabael contraste.) Pedí una caña de naranja; en el vuelto me dieronel Zahir; lo miré un instante; salí a la calle, tal vez con unprincipio de fiebre. Pensé que no hay.moneda que no sea sím-


KL ALF.PH59 tbolo de ¡las monedas que sin fin resplandecen en la historia yla fábula. Pensé en el óbolo de Caronte; en el óbolo que pidióBelisario; en los treinta dineros ele Judas; en las dracmas dela cortesana Laís; en la antigua moneda que ofreció uno de losdurmientes de Éfeso; en las claras monedas del hechicero delas 1001 Noches, que después eran círculos de papel; en el denarioinagotable de Isaac Laquedem; en las sesenta mil piezasde plata, una por cada verso de una epopeya, que Firdusi devolvióa un rey porque no eran de oro; en la onza de oro quehizo clavar Ahab en el mástil; en el florín irreversible de LeopoldBloom; en el <strong>luis</strong> cuya efigie delató, cerca de Varennes, al fugitivoLuis XVI. Como en un sueño* el pensamiento de que todamoneda permite esas ilustres connotaciones me pareció de vasta,aunque inexplicable, importancia. Recorrí, con creciente velocidad,las calles y las plazas desiertas. El cansancio me dejó enuna esquina. Vi una sufrida verja de fierro; detrás vi las baldosasnegras y blancas del atrio de la Concepción. Había errado encírculo; ahora estaba a una cuadra del almacén donde me dieronel vZahír.Doblé; la ochava oscura me indicó, desde lejos, que el aliñarenya estaba cerrado. En la calle Belgrano tomé un taxímetro. Insomne,poseído, casi feliz, pensé que nada hay menos materialque el dinero, ya que cualquier moneda (una moneda de veintecentavos, digamos) es, en rigor, un repertorio de futuros posibles.El dinero es abstracto, repetí, el dinero es tiempo futuro. Puedeser una tarde en las afueras, puede ser música de Brahms, puedeser mapas, puede ser ajedrez, puede ser café, puede ser las palabrasde Epicteto, que enseñan el desprecio del oro; es un Proteomás versátil que el de la isla de Pharos. Es tiempo imprevisible,tiempo de Bergson, no duro tiempo del Islam o del Pórtico.Los deterministas niegan que haya en el mundo un solo hechoposible, id est un hecho que pudo acontecer; una moneda simbolizanuestro libre albedrío. (No sospechaba yo que esos "pensamientos"eran un artificio contra el Zahir y una primera formade su demoníaco influjo.) Dormí tras de tenaces cavilaciones,pero soñé que yo era las monedas que custodiaba un grifo.Al otro día resolví que yo había estado ebrio. También resolvílibrarme de la moneda que tanto me inquietaba. La miré: nadatenía de particular, salvo unas rayaduras. Enterrarla en el jardínO esconderla en un rincón de la biblioteca hubiera sido lo mejor,pero yo quería alejarme de su órbita. Preferí perderla. No fuial Pilar, esa mañana, ni al cementerio; fui, en subterráneo, aConstitución y de Constitución a San fuan y Boedo. Bajé, impensadamente,en Urquiza; me dirigí al oeste y ai sur; barajé,con desorden estudioso, unas cuantas esquinas y en una calle


592 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASque me pareció igual a todas, entré en un boliche cualquiera,' pedí una caña y la pagué con el Zahir. Entrecerré los ojos, detrásde los cristales' ahumados; logré no ver los números de las casasni el nombre de la calle. Esa noche, tomé una pastilla de veronaly dormí tranquilo.Hasta fines de junio me distrajo la tarea de componer unrelato fantástico. Éste encierra dos o tres perífrasis enigmáticas—en lugar de sangre pone agua de la espada; en lugar de oro,lecho de la serpiente— y está escrito en primera persona. Elnarrador es un asceta que ha renunciado al trato de los hombresy vive en una suerte de páramo. (Gnitaheidr es el nombrede ese lugar.) Dado el candor y la sencillez de su vida, hay quieneslo juzgan un ángel; ello es una piadosa exageración, porque nohay hombre que esté libre de culpa. Sin ir más-lejos, él mismoha degollado a su padre; bien es verdad que éste era un famosohechicero que se había apoderado, por artes mágicas, de untesoro infinito. Resguardar el tesoro de la insana codicia de loshumanos es la misión a la que ha dedicado su vida; día y nochevela sobre él. Pronto, quizá demasiado pronto, esa vigilia tendráfin: las estrellas le han dicho que ya se ha forjado la espadaque la tronchará para siempre. (Gram es el nombre de esaespada.) En un estilo cada vez más tortuoso, pondera el brilloy la flexibilidad de su cuerpo; en algún párrafo habla distraídamentede escamas; en otro dice que el tesoro que guarda es deoro fulgurante y de anillos rojos. Al final entendemos que elasceta es la serpiente Fafnir y el tesoro en que yace, el de losNibelungos. La aparición de Sigurd corta bruscamente la historia.He dicho que la ejecución de esa fruslería (en cuyo decursointercalé, seudoeruditamente, algún verso de la Fáfnismál) mepermitió olvidar la "moneda. Noches hubo en que me creí tanseguro de poder olvidarla que voluntariamente la recordaba.Lo cierto es que abusé de esos ratos; darles principio resultabamás fácil que darles fin. En vano repetí que ese abominabledisco de níquel no difería de los otros que pasan de una manoa otra mano, iguales, infinitos e inofensivos. Impulsado por esareflexión, procuré pensar en otra moneda, pero no pude. Tambiénrecuerdo algún experimento, frustrado, con cinco y diezcentavos chilenos y con un vintén oriental. El dieciséis de julioadquirí una libra esterlina: no la miré durante el día, pero esanoche (y otras) la puse bajo un vidrio de aumento y la estudiéa la luz de una poderosa lámpara eléctrica. Después la dibujécon un lápiz, a través de un papel. De nada me valieron elfulgor y el dragón y el San Jorge; no logré cambiar de idea fija.El mes de agosto, opté por consultar a un psiquiatra. No le


EL ALEPH 593confié toda mi ridicula historia; le dije que el insomnio meatormentaba y que la imagen de un objeto cualquiera solíaperseguirme; la de una ficha o la de una moneda, digamos. . .Poco después, exhumé en una librería de la calle Sarmientoun ejemplar de Urkunden zur Geschichte der Zahirsage (Breslau,1899) de Julius Barlach.En aquel libro estaba declarado mi mal. Según el prólogo,el autor se propuso "reunir en un solo volumen en manuableoctavo mayor todos los documentos que se refieren a la supersticióndel Zahir, incluso cuatro piezas pertenecientes al archivode Habicht y el manuscrito original del informe de Philip MeadowsTaylor". La creencia en el Zahir es islámica y data, alparecer, del siglo xvni. (Barlach impugna los pasajes que Zotenbergatribuye a Abulfeda.) Zahir, en árabe, quiere decir notorio,visible; en tal sentido, es uno de los noventa y nuevenombres de Dios; la plebe, en tierras musulmanes, lo dice, de"los seres o cosas que tienen la terrible virtud de ser inolvidablesy cuya imagen acaba por enloquecer a la gente". El primer testimonioincontrovertido es el del persa Lutf Alí Azur. En laspuntales páginas de la enciclopedia biográfica titulada Templodel Fuego, ese polígrafo y derviche ha narrado que en un colegiode Shiraz hubo un astrolabio de cobre, "construido de tal suerteque quien lo miraba una vez no pensaba en otra cosa y así elrey ordenó que lo arrojaran a lo más profundo del mar, paraque los hombres no se olvidaran del universo". Más dilatadoes el informe de Meadows Taylor, que sirvió al nizamde Haidarabacl y compuso la famosa novela Confessions of a Thug.Hacia 1832, Taylor oyó en los arrabales de Bhuj la desacostumbradalocución "Haber visto al Tigre" (Verily he has lookedon the Tiger) para significar la locura o la santidad. Le dijeronque la referencia era a un tigre mágico, que fue la perdiciónde cuantos lo vieron, aun de muy lejos, pues todos continuaronpensando en él, hasta el fin de sus días. Alguien dijo que unode esos desventurados había huido a Mysore, donde había pintadoen un palacio la figura del tigre. Años después, Taylorvisitó las cárceles de ese reino; en la de Nithur el gobernadorle mostró una celda, en cuyo piso, en cuyos muros, y en cuyabóveda un faquir musulmán había diseñado (en bárbaros coloresque el tiempo, antes de borrar, afinaba) una especie detigre infinito. Ese tigre estaba hecho de muchos tigres, de vertiginosamanera; lo atravesaban tigres, estaba rayado de tigres,incluía mares e Himalayas y ejércitos que parecían otros tigres.El pintor había muerto hace muchos años, en esa misma celda;venía de Sind o acaso de Guzerat y su propósito inicial habíasido trazar un mapamundi. De ese propósito quedaban vestigios


594 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASen la monstruosa imagen. Taylor narró la historia a MuhammadAl-Yemení, de Fort William; éste le dijo que no había criaturaen el orbe que no propendiera a Zaheer 1 , pero que el Todomisericordiosono deja que dos cosas lo sean a un tiempo, yaque una sola puede fascinar muchedumbres. Dijo que siemprehay un Zahir y que en la Edad de la Ignorancia fue el ídoloque se llamó Yaúq y después un profeta del Jorasán, que usabaun velo recamado de piedras o una máscara de oro. 2 Tambiéndijo que Dios es inescrutable.Muchas veces leí la monografía de Barlach. No desentrañocuáles fueron mis sentimientos; recuerdo la desesperación cuandocomprendí que ya nada me salvaría, el intrínseco alivio de saberque yo no era culpable de mi desdicha, la envidia que me dieronaquellos hombres cuyo Zahir no fue una moneda sino un trozode mármol o un tigre. Qué empresa fácil no pensar en un tigre,reflexioné. También recuerdo la inquietud singular con queleí este párrafo: "Un comentador del Gulshan i Raz dice quequien ha visto al Zahir pronto verá la Rosa y alega un versointerpolado en el Asrar Ñama (Libro de cosas que se ignoran)de Attar: el Zahir es la sombra de la Rosa y la rasgadura delVelo."La noche que velaron a Teodelina, me sorprendió no ver entrelos presentes a la señora de Abascal, su hermana menor. En octubre,una amiga suya me dijo:—Pobre Julita, se había puesto rarísima y la internaron en elBosch. Cómo las postrará a las enfermeras que le dan de comeren la boca. Sigue dele temando con la moneda, idéntica al chauffeurde Morena Sackmann.El tiempo, que atenúa los recuerdos, agrava el del Zahir.Antes yo me figuraba el anverso y después el reverso; ahora,veo simultáneamente los dos. Ello no ocurre como si fuera decristal el Zahir, pues una cara no se superpone a la otra; másbien ocurre como si la visión fuera esférica y el Zahir campearaen el centro. Lo que no es el Zahir me llega tamizado y comolejano: la desdeñosa imagen de Teodelina, el dolor físico. DijoTennyson que si pudiéramos comprender una sola flor sabríamosquiénes somos y qué es el mundo. Tal vez quiso decir que nohay hecho, por humilde que sea, que no implique la historiauniversal y su infinita concatenación de efectos y causas. Talvez quiso decir que el mundo visible se da entero en cada representación,de igual manera que la voluntad, según Schopenhauer,1 Así escribe Taylor esa- palabra.2 Barlach observa que Yaúq figura en el Corán (71, 23) y que el profetaes Al-Moqanna (El Velado) y que nadie, fuera del sorprendente corresponsalde Philip Meadows Taylor, los ha vinculado al Zahir,


ÉL ALEÍ>M 595se da entera en cada sujeto. los cabalistas entendieron que elhombre es un microcosmo, un simbólico espejo del universo;todo, según Tennyson, lo sería. Todo, hasta el intolerable Zahir.Antes de 1948, el destino de Julia me habrá alcanzado. Tendránque alimentarme y vestirme, no sabré si es de tarde o demañana, no sabré quién fue Borges. Calificar de terrible eseporvenir es una falacia, ya que ninguna de sus circunstanciasobrará para mí. Tanto valdría mantener que es terrible el dolorde un anestesiado a quien le abren el cráneo. Ya no percibiréel universo, percibiré el Zahir. Según la doctrina idealista, losverbos vivir y soñar son rigurosamente sinónimos; de miles deapariencias pasaré a una; de un sueño muy complejo a un sueñomuy simple. Otros soñarán que estoy loco y yo con el Zahir.Cuando todos los hombres de la tierra piensen, día y noche, enel Zahir, ¿cuál será un sueño y cuál una realidad, la tierra oel Zahir?En las horas desiertas de la noche aún puedo caminar por lascalles. El alba suele sorprenderme en un banco de la plaza Garay,pensando (procurando pensar) en aquel pasaje del Asrar Ñama,donde se dice que el Zahir es la sombra de la Rosa y la rasgaduradel Velo. Vinculo ese dictamen a esta noticia: Para perderse enDios, los sufíes repiten su propio nombre o los noventa y nuevenombres divinos hasta que éstos ya nada quieren decir. Yo anhelorecorrer esa senda. Quizá yo acabe por gastar el Zahir a fuerzade pensarlo y de repensarlo; quizá detrás de la moneda esté Dios.A WallyZenner.


596 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA ESCRITURA DEL DIOSLa cárcel es profunda y de piedra; su forma, la de un hemisferiocasi perfecto, si bien el piso (que también es de piedra) es algomenor que un círculo máximo, hecho que agrava de algún modolos sentimientos de opresión y de vastedad. Un muro medianerola corta; éste, aunque altísimo, no toca la parte superior de labóveda; de un lado estoy' yo, Tzinacán, mago de la pirámidede Qaholom, que Pedro.de Alvarado incendió; del otro hay unjaguar, que mide con secretos pasos iguales el tiempo y el espaciodel cautiverio. A ras del suelo, una larga ventana conbarretes corta el muro central. En la hora sin sombra [el mediodía],se abre una trampa en lo alto y un carcelero que han idoborrando los años maniobra una roldana de hierro, y nos baja,en la punta de un cordel, cántaros con agua y trozos de carne.La luz entra en la bóveda; en ese instante puedo ver al jaguar.He perdido la cifra de, los años que yazgo en la tiniebla; yo,que alguna vez era joven y podía caminar por esta prisión, nohago otra cosa que aguardar, en la postura de mi muerte, el finque me destinan los dioses. Con el hondo cuchillo "de pedernalhe abierto el pecho de las víctimas y ahora no podría, sin magia,levantarme del polvo.La víspera del incendio de la Pirámide, los hombres que bajaronde altos caballos me castigaron con metales ardientes paraque revelara el lugar de un tesoro escondido. Abatieron, delantede mis ojos, el ídolo del dios, pero éste no me abandonó y memantuve silencioso entre los tormentos. Me laceraron, me rompieron,me deformaron y luego desperté en esta cárcel, que yano dejaré en mi vida mortal.Urgido por la fatalidad de hacer algo, de poblar de algúnmodo el tiempo, quise recordar, en mi sombra, todo lo que sabía.Noches enteras malgasté en recordar el orden y el número deunas sierpes de piedra o la forma de un árbol medicinal. Asífui debelando los años, así fui entrando en posesión de lo queya era mío. Una noche sentí que me acercaba a un recuerdopreciso; antes de ver el mar, el viajero siente Una agitación enla sangre. Horas después, empecé a avistar él recuerdo; era unade las tradiciones del dios. Éste, previendo que en el fin de lostiempos ocurrirían muchas desventuras y ruinas, escribió el primerdía de la Creación una sentencia mágica, apta para conjuraresos males. La escribió de manera que llegara a las más


EL ALEPH 597apartadas generaciones y que no la tocara el azar. Nadie sabe enqué punto la escribió ni con qué caracteres, pero nos constaque perdura, secreta, y que la leerá uri elegido. Consideré queestábamos, como siempre, en el fin de los tiempos y que midestino de último sacerdote del dios me daría acceso al privilegiode intuir esa escritura. El hecho de que me rodeara unacárcel no me vedaba esa esperanza; acaso yo había visto milesde veces la inscripción de Qaholom y sólo me faltaba entenderla.Esta reflexión me animó y luego me infundió una especiede vértigo. En el ámbito de la tierra hay formas antiguas, formasincorruptibles y eternas; cualquiera de ellas podía ser el símbolobuscado. Una montaña podía ser la palabra del dios, o unrío o el imperio o la configuración de los astros. Pero en el cursode los siglos las montañas se allanan y el camino de un ríosuele desviarse y los imperios conocen mutaciones y estragos y lafigura de los astros varía. En el firmamento hay mudanza. Lamontaña y la estrella son individuos y los individuos caducan.Busqué algo más tenaz, más invulnerable. Pensé en las generacionesde los cereales, de los pastos, de los pájaros, de los hombres.Quizá en mi cara estuviera escrita la magia, quizá yo mismofuera el fin de mi busca. En ese afán estaba cuando recordé queel jaguar era uno de los atributos del dios.Entonces mi alma se llenó de piedad. Imaginé la primera mañanadel tiempo, imaginé a mi dios confiando el mensaje a lapiel viva de los jaguares, que se amarían y se engendrarían sinfin, en cavernas, en cañaverales, en islas, para que los últimoshombres lo recibieran. Imaginé esa red de tigres, ese calientelaberinto de tigres, dando horror a los prados y a los rebañospara conservar un dibujo. En la otra celda había un jaguar;en su vecindad percibí una confirmación de mi conjetura y unsecreto favor.Dediqué largos años a aprender el orden y la configuraciónde las manchas. Cada ciega jornada me concedía un instante deluz, y así pude fijar en la mente las negras formas que tachabanel pelaje amarillo. Algunas incluían puntos; otras formaban rayastrasversales en la cara interior de las piernas; otras, anulares, serepetían. Acaso eran un mismo sonido o una misma palabra.Muchas tenían bordes rojos.No diré las fatigas de mi labor. Más de una vez grité a labóveda que era imposible descifrar aquel texto. Gradualmente,el enigma concreto que me atareaba me inquietó menos que elenigma genérico de una sentencia escrita por un dios. ¿Qué tipode sentencia (me pregunté) construirá una mente absoluta?Consideré que aun en los lenguajes humanos no hay proposiciónque no implique el universo entero; decir el tigre es decir los


598 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAStigres que lo engendraron, los ciervos y tortugas que devoró, elpasto de que se alimentaron los ciervos, la tierra que fue madredel pasto, el cielo que dio luz a la tierra. Consideré que en ellenguaje de un dios toda palabra enunciaría esa infinita concatenaciónde los hechos, y no de un modo implícito, sino explícito,y no de un modo progresivo, sino inmediato. Con el tiempo,la noción de una sentencia divina parecióme pueril o blasfematoria.Un dios, reflexioné, sólo debe decir una palabra y enesa palabra la plenitud. Ninguna voz articulada por él puedeser inferior al universo o menos que la suma del tiempo.. Sombraso simulacros de esa voz que equivale a un lenguaje y acuanto puede comprender un lenguaje son las ambiciosas y pobresvoces humanas, todo, mundo, universo.Un día o una noche —entre mis días y mis noches, ¿qué diferenciacabe?— soñé que en el piso de la cárcel había un granode arena. Volví a dormir, indiferente; soñé que despertaba yque había dos granos de. arena. Volví a dormir; soñé que losgranos de arena eran tres. Fueron, así, multiplicándose hastacolmar la cárcel y yo moría bajo ese hemisferio de arena. Comprendíque estaba soñando; con un vasto esfuerzo me desperté.El despertar fue inútil; la innumerable arena me sofocaba. Alguienme dijo: No has despertado a la vigilia, sino a\ un sueñoanterior. Ese sueño está dentro de otro, y asi hasta lo infinito,que es el número de los granos de arena. El camino que habrásde desandar es ^interminable y morirás antes de haber despertadorealmente.Me sentí perdido. La arena me rompía la boca, pero grité:Ni una arena soñada puede matarme ni hay sueños qu)e esténdentro de sueños. Un resplandor me despertó. En la tinieblasuperior se cernía un círculo de luz. Vi la cara y las manos delcarcelero, la roldana, el cordel, la carne y los cántaros.Un hombre se confunde, gradualmente, con la forma de sudestino; un hombre es, a la larga, sus circunstancias. Más queun descifrador o un vengador, más que un sacerdote del dios,yo era un encarcelado. Del incansable laberinto de sueños yoregresé como a mi casa a la dura prisión. Bendije su humedad,bendije su tigre, bendije el agujero de luz, bendije mi viejocuerpo doliente, bendije la tiniebla y la piedra.Entonces ocurrió lo que no puedo olvidar ni comunicar.Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé siestas palabras difieren). El éxtasis no repite sus símbolos; hayquien ha visto a Dios en un resplandor, hay quien lo ha percibidoen una espada o en los círculos de una rosa. Yo vi una Ruedaaltísima, que no estaba delante de mis ojos, ni detrás, ni a loslados, sino en todas partes, a un tiempo. Esa Rueda estaba hecha


EL ALEPH. 599de agua, pero también de fuego, y era (aunque se veía el borde)infinita: Entretejidas, la formaban todas las cosas que serán, queson y que fueron, y yo era una de las hebras de esa trama total,y Pedro de Alvarado, que me dio tormento, era otra. Ahí estabanlas causas y los efectos y me bastaba ver esa Rueda para entenderlotodo, sin fin. ¡Oh dicha de entender, mayor que la deimaginar o la de sentir! Vi el universo y vi los íntimos designiosdel universo. Vi los orígenes que narra el Libro del Común.Vi las montañas que surgieron del agua, vi los primeros hombresde palo, vi las tinajas que se volvieron contra los hombres,vi los perros que les destrocaron las caras. Vi el dios sin caraque hay detrás de los dioses. Vi infinitos procesos que formabanuna sola felicidad y, entendiéndolo todo, alcancé también aentender la escritura del tigre.Es una fórmula de catorce palabras casuales (que parecencasuales) y me bastaría decirla en voz alta para ser todopoderoso.Me bastaría decirla para abolir esta cárcel de piedra, para queel día entrara en mi noche, para ser joven, para ser inmortal,para que el tigre destrozara a Alvarado, para sumir el santocuchillo en pechos españoles, para reconstruir la pirámide, parareconstruir el imperio. Cuarenta sílabas, catorce palabras, y yo,Tzinacán, regiría las tierras que rigió Moctezuma. Pero yo séque nunca diré esas palabras, porque ya no me acuerdo deTzinacán.Que muera conmigo el misterio que está escrito en los tigres.Quien ha entrevisto el universo, quien ha entrevisto los ardientesdesignios del universo, no puede pensar en un hombre, en sustriviales dichas o desventuras, aunque ese hombre sea él. Esehombre ha sido él y ahora no le importa. Qué le importa lasuerte de aquel otro, qué le importa la nación de aquel otro,si él, ahora es nadie. Por eso no pronuncio la fórmula, por esodejo que me olviden los días, acostado en la oscuridad.A Erna Risso Platero.


fiOOJORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASABENJACAN EL BOJARÍ, MUERTO ENSU LABERINTO...son comparables a la araña, que edificauna casa.ALCORÁN, XXIX, 40.Ésta —dijo Dunraven con un vasto ademán que no rehusabalas nubladas estrellas y que abarcaba el negro páramo, el mary un edificio majestuoso y decrépito que parecía una caballerizavenida a menos— es la tierra de mis mayores.Unwin, su compañero, se sacó la pipa de la boca y emitiósonidos modestos y aprobatorios. Era la primera tarde del veranode 1914; hartos de un mundo sin la dignidad del peligro, losamigos apreciaban la soledad de ese confín de Cornwall. Dunravenfomentaba una barba oscura y se sabía autor de una considerableepopeya que sus contemporáneos casi no podrían escandiry cuyo tema no le había sido aún revelado; Unwin habíapublicado un estudio sobre el teorema que Fermat no escribióal margen de una página de Diofanto. Ambos —¿será precisoque lo diga?— eran jóvenes, distraídos y apasionados.—Hará un cuarto de siglo —dijo Dunraven— que Abenjacánel Bojarí, caudillo o rey de no sé qué tribu nilótica, murió enla cámara central de esa casa a manos de su primo Zaid. Alcabo de los años, las circunstancias de su muerte siguen oscuras.Unwin preguntó por qué, dócilmente.—Por diversas razones —fue la respuesta—. En primer lugar,esa casa es un laberinto. En segundo lugar, la vigilaban un esclavoy un león. En tercer lugar, se desvaneció un tesoro secreto. Encuarto lugar, el asesino estaba muerto cuando el asesinato ocurrió.En quinto lugar.. .Unwin, cansado, lo detuvo.—No multipliques los misterios —le dijo—. Éstos deben sersimples. Recuerda la carta robada de Poe, recuerda el cuartocerrado de Zangwill.—O complejos —replicó Dunraven—. Recuerda el universo.Repechando colinas arenosas, habían llegado al laberinto. Éste,de cerca, les pareció una derecha y casi interminable pared, deladrillos sin revocar, apenas más alta que un hombre. Dunravendijo que tenía la forma de un círculo, pero tan dilatada erasu área que no se perqibía la curvatura. Unwin recordó a Nicolás


EL ALEPH 601de Cusa, para quien toda línea recta es el arco de un círculoinfinito. . . Hacia la medianoche descubrieron una ruinosa puerta,que daba a un ciego y arriesgado zaguán. Dunraven dijo que enel interior de la casa había muchas encrucijadas, pero que, doblandosiempre a la izquierda, llegarían en poco más de unahora al centro de la red. Ünwin asintió. Los pasos cautelososresonaron en el suelo de piedra; el corredor se bifurcó en otrosmás angostos. La casa parecía querer ahogarlos, el techo eramuy bajo. Debieron avanzar uno tras otro por la complicadatiniebla. Unwin iba adelante. Entorpecido de asperezas y deángulos, fluía sin fin contra su mano el invisible muro. Unwin,lento en la sombra, oyó de boca de su amigo la historia de lamuerte de Abenjacán.—Acaso el más antiguo de mis recuerdos —contó Dunraven—es el de Abenjacán el Bojarí en el puerto de Pentreath. Lo seguíaun hombre negro con un león; sin duda el primer negro y elprimer león que miraron mis ojos, fuera de los grabados de laEscritura. Entonces yo era niño, pero la fiera del color del soly el hombre del color de la noche me impresionaron menos queAbenjacán. Me pareció muy alto; era un hombre de piel cetrina,de entrecerrados ojos negros, de insolente nariz, de carnosos labios,de barba azafranada, de pecho fuerte, de andar seguro ysilencioso. En casa dije: "Ha venido un rey en un buque." Después,cuando trabajaron los albañiles, amplié ese título y leplise el Rey de Babel.La noticia de que el forastero se fijaría en Pentreath fue recibidacon agrado; la extensión y la forma de su casa, con estupory aun con escándalo. Pareció intolerable que una casa constarade una sola habitación y de leguas y leguas de corredores. "Entrelos moros se usarán tales casas, pero no entre cristianos", decíala gente. Nuestro rector, el señor Allaby, .hombre de curiosalectura, exhumó la historia de un rey a quien la Divinidad castigópor haber erigido un laberinto y la divulgó desde el pulpito.El lunes, Abenjacán visitó la rectoría; las circunstancias de labreve entrevista no se conocieron entonces, pero ningún sermónulterior aludió a la soberbia, y el moro pudo contratar albañiles.Años después, cuando pereció Abenjacán, Allaby declaró a lasautoridades la substancia del diálogo.Abenjacán le dijo, de pie, estas o parecidas palabras: "Ya nadiepuede censurar lo que yo hago. Las culpas que me infaman sontales que aunque yo repitiera durante siglos el Último Nombrede Dios, ello no bastaría a mitigar uno solo de mis tormentos;las culpas que me infaman son tales que aunque yo lo mataracon estas manos, ello no agravaría los tormentos que me destinala infinita Justicia. En tierra alguna es desconocido mi


602 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASnombre; soy Abenjacán el Bojarí y he regido las tribus del desiertocon un cetro de hierro. Durante muchos años las despojé,con asistencia de mi primo Zaid, pero Dios oyó su clamor ysufrió que se rebelaran. Mis gentes fueron rotas y acuchilladas;yo alcancé a huir con el tesoro recaudado en mis años de expoliación.Zaid me guió al sepulcro de un santo, al pie de unamontaña de piedra. Le ordené a mi esclavo que vigilara la caradel desierto; Zaid y yo dormimos, rendidos. Esa noche creí queme aprisionaba una red de serpientes. Desperté con horror; ami lado, en el alba, dormía Zaid; el roce de una telaraña enmi carne me había hecho soñar aquel sueño. Me dolió que Zaid,que era cobarde, durmiera con tanto reposo. Consideré que eltesoro no era infinito y que él podía reclamar una parte. Enmi cinto estaba la daga con empuñadura de plata; la desnudéy le atravesé la garganta. En su agonía balbuceó unas palabrasque no pude entender. Lo miré; estaba muerto, pero yo temíque se levantara y le ordené al esclavo que le deshiciera la caracon una roca. Después erramos bajo el cielo y un día divisamosun mar. Lo surcaban buques muy altos; pensé que un muerto nopodría andar por el agua y decidí buscar otras tierras. La primeranoche que navegamos soñé que yo mataba a Zaid. Todo serepitió pero yo entendí sus palabras. Decía: Como ahora meborras te borraré, dondequiera que estés. He jurado frustrar esaamenaza; me ocultaré en el centro de un laberinto para que sufantasma se pierda."Dicho lo cual, se fue. Allaby trató de pensar que el moroestaba loco y que el absurdo laberinto era un símbolo y unclaro testimonio de su locura. Luego reflexionó que esa explicacióncondecía con el extravagante edificio y con el extravaganterelato, no con la enérgica impresión que dejaba elhombre Abenjacán. Quizá tales historias fueran comunes en losarenales egipcios, quizá tales rarezas correspondieran (como losdragones de Plinio) menos a una persona que a una cultura. . .Allaby, en Londres, revisó números atrasados del Times; comprobóla verdad de la rebelión y de una subsiguiente derrotadel Bojarí y»de su visir, que tenía fama de cobarde.Aquél, apenas concluyeron los albañiles, se instaló en el centrodel laberinto. No lo vieron más en el pueblo; a veces Allabytemió que Zaid ya lo hubiera alcanzado y aniquilado. En lasnoches el viento nos traía el rugido del león, y las ovejas delredil se apretaban con un antiguo miedo.Solían anclar en la pequeña bahía, rumbo a Cardiff o aBristol, naves de puertos orientales. El esclavo descendía del laberinto(que entonces, lo recuerdo, no era rosado, sino de colorcarmesí) y cambiaba -palabras africanas con las tripulaciones y


F.I. ALEPIÍfiOÍÍparecía buscar entre los hombres el fantasma del visir. Era famaque tales embarcaciones traían contrabando, y si de alcoholes omarfiles prohibidos, ¿por qué no, también, de sombras de muertos?A los tres años de erigida la casa, ancló al pie de los cerrosel Rose of Sitaron. No fui de los que vieron ese velero y tal vezen la imagen que tengo de él influyen olvidadas litografías deAboukir o de Trafalgar, pero entiendo que era de esos barcosmuy trabajados que no parecen obra de naviero, sino de carpinteroy menos de carpintero que de ebanista. Era (si no eri larealidad, en mis sueños) bruñido, oscuro, silencioso y veloz, y lotripulaban árabes y malayos.Ancló en el alba de uno de los días de octubre. Hacia el atardecer,Abenjacán irrumpió en casa de Allaby. Lo dominaba lapasión del terror; apenas pudo articular que Zaid ya había entradoen el laberinto y que su esclavo y su león habían perecido.Seriamente preguntó si las autoridades podrían ampararlo. Antesque Allaby respondiera, se fue, como si lo arrebatara el mismoterror que lo había traído a esa casa, por segunda y última vez.Allaby, solo en su biblioteca, pensó con estupor que ese temerosohabía oprimido en el Sudán a tribus de hierro y sabía quécosa es una batalla y qué cosa es matar. Advirtió, al otro día,que ya había zarpado el velero (rumbo a Suakin en el MarRojo, se averiguó después). Reflexionó que su deber era comprobarla muerte del esclavo y se dirigió al laberinto. El jadeanterelato del Bojarí le pareció fantástico, pero en un recodo de lasgalerías dio con el león, y el león estaba muerto, y en otro, conel esclavo, que" estaba muerto, y en la cámara central con elBojarí, a quien le habían destrozado la cara. A los pies delhombre había un arca taraceada de nácar; alguien había forzadola cerradura y no quedaba ni una sola moneda.Los períodos finales, agravados de pausas oratorias, queríanser elocuentes; Unwin adivinó que Dunraven los había emitidomuchas veces, con idéntico aplomo y con idéntica ineficacia. Preguntó,para simular interés:—¿Cómo murieron el león y el esclavo?La incorregible voz contestó con sombría satisfacción:—También les habían destrozado la cara.Al ruido de los pasos se agregó el ruido de la lluvia. Unwinpensó que tendrían que dormir en el laberinto, en la cámaracentral del relato, y que en el recuerdo esa larga incomodidadsería una aventura. Guardó silencio; Dunraven no pudo contenersey le preguntó, como quien no perdona una deuda:—¿No es inexplicable esta historia?Unwin le respondió, como si pensara en voz alta:—No sé si es explicable o inexplicable. Sé que es mentira.


604 JORGE LUIS BORGES-OBRAS COMPLETASDunraven prorrumpió en malas palabras e invocó el testimoniodel hijo mayor del rector (Allaby, parece, había muerto)y de todos los vecinos de Pentreath. No menos atónito que Dunraven,Unwin se disculpó. El tiempo, en la oscuridad, parecíamás largo, los dos temieron haber extraviado el camino y estabanmuy cansados cuando una tenue claridad superior les mostrólos peldaños iniciales de una angosta escalera. Subieron y llegarona una ruinosa habitación redonda. Dos signos perduraban deltemor del malhadado rey: una estrecha ventana que dominabalos páramos y el mar y en el suelo una trampa que se abría sobrela curva de la escalera. La habitación, aunque espaciosa, teníamucho de celda carcelaria.Menos instados por la lluvia que por el afán de vivir para larememoración y la anécdota, los amigos hicieron noche en ellaberinto. El matemático durmió con tranquilidad; no así elpoeta, acosado por versos que su razón juzgaba detestables:Faceless the sultry and overpowering lion,Faceless the stricken slaxie, faceless the king.Unwin creía que no le había interesado la historia de la muertedel Bojarí, pero se despertó con la convicción de haberla descifrado.Todo aquel día estuvo preocupado y huraño, ajustandoy reajustando las piezas, y dos noches después, citó a Dunravenen una cervecería de Londres y le dijo estas o parecidas palabras:—En Cornwall dije que era mentira ¡a historia que te oí. Loshechos eran ciertos, o podían serlo, pero contados como tú loscontaste, eran,- de un modo manifiesto, mentiras. Empezaré porla mayor mentira de todas, por el laberinto increíble. Un fugitivono se oculta en un laberinto. No erige un laberinto sobreun alto lugar de la costa, un laberinto carmesí que avistan desdelejos los marineros. No precisa erigir un laberinto, cuando eluniverso ya lo es. Para quien verdaderamente quiere ocultarse,Londres es mejor laberinto que un mirador al que conducentodos los corredores de un edificio. La sabia reflexión que ¡ahorate someto me fue deparada antenoche, mientras oíamos lloversobre el laberinto y esperábamos que el sueño nos visitara; amonestadoy mejorado por ella, opté por olvidar tus absurdidadesy pensar en algo sensato.—En la teoría de los conjuntos, digamos, o en una cuarta dimensióndel espacio —observó Dunraven.—No —dijo Unwin con seriedad—. Pensé en el laberinto deCreta. El laberinto cuyo centro era un hombre con cabeza detoro.Dunraven, versado en <strong>obras</strong> policiales, pensó que la solución


EL ALEPH 605del misterio siempre es inferior al misterio. El misterio participade lo sobrenatural y aun de lo divino; la solución, del juegode manos. Dijo, para aplazar lo inevitable:—Cabeza de toro tiene en medallas y esculturas el minotauro.Dante lo imaginó con cuerpo de toro y cabeza de hombre.—También esa versión me conviene —Unwin asintió—. Lo queimporta es la correspondencia de la casa monstruosa con elhabitante monstruoso. El minotauro justifica con creces la existenciadel laberinto. Nadie dirá lo mismo de una amenaza percibidaen un sueño. Evocada la imagen del minotauro (evocaciónfatal en un caso en que hay un laberinto), el problema, virtualmente,estaba resuelto. Sin embargo, confieso que no entendíque esa antigua imagen era la clave y así fue necesario quetu relato me suministrara un símbolo más preciso: la telaraña.—¿La telaraña? —repitió, perplejo, Dunraven.—Sí. Nada me asombraría que la telaraña (la forma universalde la telaraña, entendamos bien, la telaraña de Platón) hubierasugerido al asesino (porque hay un asesino) su crimen. Recordarásque el Bojarí, en una tumba, soñó con una red de serpientesy que al despertar descubrió que una telaraña le habíasugerido aquel sueño. Volvamos a esa noche en que el Bojarísoñó con una red. El rey vencido y el visir y el esclavo huyenpor el desierto con un tesoro. Se refugian en una tumba. Duermeel visir, de quien sabemos que es un cobarde; no duerme el rey,de quien sabemos que es un valiente. El rey, para no compartirel tesoro con el visir, lo mata de una cuchillada; su sombra loamenaza en un sueño, noches después. Todo esto es increíble;yo entiendo que los hechos ocurrieron de otra manera. Esa nochedurmió el rey, el valiente, y veló Zaid, el cobarde. Dormir esdistraerse del universo, y la distracción es difícil para quien sabeque lo persiguen con espadas desnudas. Zaid, ávido, se inclinósobre el sueño de su rey. Pensó en matarlo (quizá jugó con elpuñal), pero no se atrevió. Llamó al esclavo, ocultaron partedel tesoro en la tumba, huyeron a Suakin y a Inglaterra. Nopara ocultarse del Bojarí, sino para atraerlo y matarlo construyóa la vista del mar el alto laberinto de muros rojos. Sabía quelas naves llevarían a los puertos de Nubia la fama del hombrebermejo, del esclavo y del león, y qu'e, tarde o temprano, elBojarí lo vendría a buscar en su laberinto. En el último corredorde la red esperaba la trampa. El Bojarí lo despreciaba infinitamente;no se rebajaría a tomar la menor precaución. El díacodiciado llegó; Abenjacán desembarcó en Inglaterra, caminóhasta la puerta del laberinto, barajó los ciegos corredores y yahabía pisado, tal vez, los primeros peldaños cuando su visir lomató, no sé si de un balazo, desde la trampa. El esclavo mataría


606 JORGE LUIS BORGF.S—OBRAS COMPLETASal león y otro balazo mataría al esclavo. Luego Zaid deshizo lastres caras con una piedra. Tuvo que obrar así; un solo muertocon la cara deshecha hubiera sugerido un problema de identidad,pero la fiera, el negro y el rey formaban una serie y, dados losdos términos iniciales, todos postularían el último. No es raroque lo dominara el temor cuando habló con Allaby; acababade ejecutar la horrible faena y se disponía a huir de Inglaterrapara recuperar el tesoro.Un silencio pensativo, o incrédulo, siguió a las palabras deUrrwin. Dunraven pidió otro jarro de cerveza negra antes de opinar.—Acepto —dijo— que mi Abenjacán sea Zaid. Tales metamorfosis,me dirás, son clásicos artificios del género, son verdaderasconvenciones cuya observación exige el lector. Lo que me resistoa admitir es la conjetura de que una porción del tesoro quedaraen el Sudán. Recuerda que Zaid huía del rey y de los enemigosdel rey; más fácil es imaginarlo robándose todo el tesoro que demorándosea enterrar una parte. Quizá no se encontraron monedasporque no quedaban monedas; los albañiles habrían agotado uncaudal que, a diferencia del oro rojo de los Nibelungos, no erainfinito. Tendríamos así a Abenjacán atravesando el mar parareclamar un tesoro dilapidado.—Dilapidado, no —dijo Unwin—. Invertido en armar en tierrade infieles una gran trampa circular de ladrillo destinada a apresarloy aniquilarlo. Zaid, si tu conjetura es correcta, procedióurgido por el odio y por el temor y. no por la codicia. Robóél tesoro y luego comprendió que el tesoro no era lo esencialpara él. Lo esencial era que Abenjacán pereciera. Simuló serAbenjacán, mató a Abenjacán y finalmente fue Abenjacán.—Sí —confirmó Dunraven—. Fue un vagabundo que, antes deser nadie en la muerte, recordaría haber sido un rey o haberfingido ser un rey, algún día.


EL ALEPH 607LOS DOS REYES Y LOS DOS LABERINTOS 1Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que enlos primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia quecongregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir unlaberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes nose aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obraera un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operacionespropias de Dios y no de los hombres. Con el andar deltiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia(para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizopenetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundidohasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divinoy dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna,pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otrolaberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algúndía. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaidesy estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna quederribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismorey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto.Cabalgaron tres días, y le dijo: "¡Oh, rey del tiempo y sustanciay cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberintode bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderosoha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escalerasque subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías querecorrer, ni muros que te veden el paso."Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad deldesierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea conAquel que no muere.1 Ésta es la historia que el rector divulgó desde el pulpito. Véase la página601.


fi()8 JORGE LUÍS BORGES—OBRAS COMPLETASLAESPERAEl coche lo dejó en el cuatro mil cuatro de esa calle del Noroeste.No habían dado las nueve de la mañana; el hombre notócon aprobación los manchados plátanos, el cuadrado de tierraal pie de cada uno, las decentes casas de balconcito, la farmaciacontigua, los desvaídos rombos de la pinturería y ferretería. Unlargo y ciego paredón de hospital cerraba la acera de enfrente;el sol reverberaba, más lejos, en unos invernáculos. El hombrepensó que esas cosas (ahora arbitrarias y casuales y en cualquierorden, como las que se ven en los sueños) serían con el tiempo,si Dios quisiera, invariables, necesarias y familiares. En la vidrierade la farmacia se leía en letras de loza: Breslauer; los judíosestaban desplazando a ios italianos, que habían desplazado a loscriollos. Mejor así; el hombre prefería no alternar con gente desu sangre.El cochero le ayudó a bajar el baúl; una mujer de aire distraídoo cansado abrió por fin la puerta. Desde el pescante elcochero le devolvió una de las monedas, un vintén orientalque estaba en su bolsillo desde esa noche en el hotel de Meló.El hombre le entregó cuarenta centavos, y en el acto sintió:"Tengo la obligación de obrar de manera que todos se olvidende mí. He cometido dos errores: he dado una moneda de otropaís y he dejado ver que me importa esa equivocación."Precedido por la mujer, atravesó el zaguán y el primer patio.La pieza que le habían reservado daba, felizmente, al segundo.La cama era de hierro, que el artífice había deformado en curvasfantásticas, figurando ramas y pámpanos; había, asimismo, unalto ropero de pino, una mesa de luz, un estante con libros aras del suelo, dos sillas desparejas y un lavatorio con su palangana,su jarra, su jabonera y un botellón de vidrio turbio. Unmapa de la provincia de Buenos Aires y un crucifijo adornabanlas paredes; el papel era carmesí, con grandes pavos reales repetidos,de cola desplegada. La única puerta daba al patio. Fuenecesario variar la colocación de las sillas para dar cabida albaúl. Todo lo aprobó el inquilino; cuando la mujer le preguntócómo se llamaba, dijo Villari, no como un desafío secreto, nopara mitigar una humillación que, en verdad, no sentía, sinoporque ese nombre lo trabajaba, porque le fue imposible pensar


EL AI.EPH 609en otro. No lo sedujo, ciertamente, el error literario de imaginarque asumir el nombre del enemigo podía ser una astucia.El señor Villari, al principio, no dejaba la casa; cumplidasunas cuantas semanas, dio en salir, un rato, al oscurecer. Algunanoche entró en el cinematógrafo que había a las tres cuadras.No pasó nunca de la última fila; siempre se levantaba un pocoantes del fin de la función. Vio trágicas historias del hampa;éstas, sin duda, incluían errores; éstas sin duda, incluían imágenesque también lo eran de su vida anterior; Villari no losadvirtió porque la idea de una coincidencia entre el arte y larealidad era ajena a él. Dócilmente trataba de que le gustaranlas cosas; quería adelantarse a la intención con que se las mostraban.A diferencia de quiénes han leído novelas, no se veíanunca a sí mismo como un personaje del arte.No le llegó jamás una carta, ni siquiera una circular, pero leíacon borrosa esperanza una de las secciones del diario. De tarde,arrimaba a la puerta una de las sillas y mateaba con seriedad,puestos los ojos en la enredadera del muro de la inmediata casade altos. Años de soledad le habían enseñado que los días, enla memoria, tienden a ser iguales, pero que no hay un día, nisiquiera de cárcel o de hospital, que no traiga sorpresas. Enotras reclusiones había cedido a la tentación de contar los díasy las horas, pero esta reclusión era distinta, porque no teníatérmino —salvo que el diario, una mañana trajera la noticia dela muerte de Alejandro Villari. También era posible que Villariya hubiera muerto -y entonces esta vida era un sueño. Esa posibilidadlo inquietaba, porque no acabó de entender si se parecíaal alivio o a la desdicha;- se dijo que era absurda y la rechazó.En días lejanos, menos lejanos por el curso del tiempo que pordos o tres hechos irrevocables, había deseado muchas cosas, conamor sin escrúpulo; esa voluntad poderosa, que había movido elodio de los hombres y el amor de alguna mujer, ya no queríacosas particulares: sólo quería perdurar, no concluir. El saborde la yerba, el sabor del tabaco negro, el creciente filo de sombraque iba ganando el patio.Había en la casa un perro lobo, ya viejo. Villari se amistócon él. Le hablaba en español, en italiano y en las pocas palabrasque le quedaban del rústico dialecto de su niñez. Villari tratabade vivir en el mero presente, sin recuerdos ni previsiones; losprimeros le importaban menos que las últimas. Oscuramentecreyó intuir que el pasado es la sustancia de que el tiempo estáhecho; por ello es que éste se vuelve pasado en seguida. Sufatiga, algún día, se pareció a la felicidad; en momentos así, noera mucho más complejo que el perro.


610 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASUna noche lo dejó asombrado y temblando una íntima descargade dolor en el fondo de la boca. Ese horrible milagro recurrióa los pocos minutos y otra vez hacia el alba. Villari, al díasiguiente, mandó buscar un coche que lo dejó en un consultoriodental del barrio del Once. Ahí le arrancaron la muela. En esetrance no estuvo más cobarde ni más tranquilo que otras personas.Otra noche, al volver del cinematógrafo, sintió que lo empujaban.Con ira, con indignación, con secreto alivio, se encarócon el insolente. Le escupió una injuria soez; el otro, atónito,balbuceó una disculpa. Era un hombre alto, joven, de pelo oscuro,y lo acompañaba una mujer de tipo alemán; Villari, esa noche,se repitió que no los conocía. Sin embargo, cuatro o cinco díaspasaron antes que saliera a la calle.Entre los libros del estante había una Divina Comedia, conel viejo comentario de Andreoli. Menos urgido por la curiosidadque por un sentimiento de deber, Villari acometió la lectura deesa obra capital; antes de comer, leía un canto, y luego, en ordenriguroso, las notas. No juzgó inverosímiles o excesivas las penasinfernales y no pensó que Dante lo hubiera condenado al últimocírculo, donde los dientes de Ugolino roen sin fin la nuca deRuggieri.Los pavos reales del papel carmesí parecían destinados a alimentarpesadillas tenaces, pero el señor Villari no soñó nuncacon una glorieta monstruosa hecha de inextricables pájaros vivos.En los amaneceres soñaba un sueño de fondo igual y de circunstanciasvariables. Dos hombres y Villari entraban con revólveresen la pieza o lo agredían al salir del cinematógrafo o eran, lostres a un tiempo, el desconocido que lo había empujado, o loesperaban tristemente en el patio y parecían no conocerlo. Alfin del sueño, él sacaba el revólver del cajón de la inmediatamesa de luz (y es verdad que en ese cajón guardaba un revólver)y lo descargaba contra los hombres. El estruendo del arma lodespertaba, pero siempre era un sueño y en otro sueño el ataquese repetía y en otro sueño tenía que volver a matarlos.Una turbia mañana del mes de julio, la presencia de gentedesconocida (no el ruido de la puerta cuando la abrieron) lodespertó. Altos en la penumbra del cuarto, curiosamente simplificadospor la penumbra (siempre en los sueños del temor habíansido más claros), vigilantes, inmóviles y pacientes, bajos los ojoscomo si el peso de las armas los encorvara, Alejandro Villari yun desconocido lo habían alcanzado, por fin. Con una seña lespidió que esperaran y se dio vuelta contra la pared, como si


EL ALEPH rt i iretomara el sueño. ¿Lo hizo para despertar la misericordia dequienes lo mataron, o porque es menos duro sobrellevar un acontecimientoespantoso que imaginarlo y aguardarlo sin fin, o—y esto es quizá lo más verosímil-- para que los asesinos fueranun sueño, como ya lo habían sido tantas veces, en el mismo lugar,a la misma hora?En esa magia estaba cuando lo borró la descarga.


612 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL HOMBRE EN EL UMBRALBioy Casares trajo de Londres un curioso puñal de hoja triangulary empuñadura en forma de H; nuestro amigo ChristopherDewey, del Consejo Británico, dijo que tales armas eran de usocomún en el Indostán. Ese dictamen lo alentó a mencionar quehabía trabajado en aquel país, entre las dos guerras. (Ultra Auroraraet Gangen, recuerdo que dijo en latín, equivocando unverso de Juvenal.) De las historias que esa noche contó, meatrevo a reconstruir la que sigue. Mi texto será fiel: líbremeAlá de la tentación de añadir breves rasgos circunstanciales ode agravar, con interpolaciones de Kipling, el cariz exótico delrelato. Éste, por lo demás, tiene un antiguo y simple sabor quesería una lástima perder, acaso el de las Mil y una noches.*"La exacta geografía de los hechos que voy a referir importamuy poco. Además, ¿qué precisión guardan en Buenos Aires losnombres de Amritsar o de Udh? Básteme, pues, decir que enaquellos años hubo disturbios en una ciudad musulmana y queel gobierno central envió a un hombre fuerte para imponer elorden. Ese hombre era escocés, de un ilustre clan de guerreros,y en la sangre llevaba una tradición de violencia. Una sola vezlo vieron mis ojos, pero no olvidaré el cabello muy negro, lospómulos salientes, la ávida nariz y la boca, los anchos hombros,la fuerte osatura de viking. David Alexander Glencairn se llamaráesta noche en mi historia; los dos nombres convienen; porquefueron de reyes que gobernaron con un cetro de hierro.David Alexander Glencairn (me tendré que habituar a llamarloasí) era, lo sospecho, un hombre temido; el mero anuncio desu advenimiento bastó para apaciguar la ciudad. Ello no impidióque decretara diversas medidas enérgicas. Unos años pasaron.La ciudad y el distrito estaban en paz: sikhs y musulmaneshabían depuesto las antiguas discordias y de pronto Glencairndesapareció. Naturalmente, no faltaron rumores de que lo habíansecuestrado o matado.Estas cosas las supe por mi jefe, porque la censura era rígiday los diarios no comentaron (ni siquiera registraron, que yo re-


EL Al.F.PH f>13cuerde) la desaparición de Glencairn. Un refrán dice que laIndia es más grande que el mundo; Glencairn, tal vez omnipotenteen la ciudad que una firma al pie de un decreto le destinó,era una mera cifra en los engranajes de la administracióndel Imperio. Las pesquisas de la policía local fueron del todovanas; mi jefe pensó que un particular podría infundir menosrecelo y alcanzar mejor éxito. Tres o cuatro días después (lasdistancias en la India son generosas) yo fatigaba sin mayor esperanzalas calles de la opaca ciudad que había escamoteado aun hombre.Sentí, casi inmediatamente, la infinita presencia de una conjuraciónpara ocultar la suerte de Glencairn. No hay un almaen esta, ciudad (pude sospechar) que no sepa el secreto y que nohaya jurado guardarlo. Los más, interrogados, profesaban unailimitada ignorancia; no sabían quién era Glencairn, no lo habíanvisto nunca, jamás oyeron hablar de él. Otros, en cambio,lo habían divisado hace un cuarto de hora hablando con Fulanode Tal, y hasta me acompañaban a la casa en que entraron losdes, y en la qué nada sabían de ellos, o que acababan de dejaren ese momento. A alguno de esos mentirosos precisos le di conel puño en la cara. Los testigos aprobaron mi desahogo, y fabricaronotras mentiras. No las creí, pero no me atreví a desoírlas.Una tarde me dejaron un sobre con una tira de papel en la quehabía unas señas. . .El sol había declinado cuando llegué. El barrio era populary humilde; la casa era muy baja; desde la acera entrevi unasucesión de patios de tierra y hacia el fondo una claridad. Enel último patio se celebraba no sé qué fiesta musulmana; unciego entró con un laúd de madera rojiza.A mis pies, inmóvil como una cosa, se acurrucaba-en el umbralun hombre muy viejo. Diré cómo era, porque es parte esencialde la historia. Los muchos años lo habían reducido y pulidocomo las aguas a una piedra o las generaciones de los hombresa una sentencia. Largos harapos lo cubrían, o así me pareció,y el turbante que le rodeaba la cabeza era un jirón más. En elcrepúsculo, alzó hacia mí una cara oscura y una barba muyblanca. Le hablé sin preámbulos, porque ya había perdido todaesperanza, de David Alexander Glencairn. No me entendió (talvez no me oyó) y hube de explicar que era un juez y que yo lobuscaba. Sentí, al decir estas palabras, lo irrisorio de interrogara aquel hombre antiguo, para quien el presente era apenas unindefinido rumor. Nuevas de la Rebelión o de Akbar podría dareste hombre (pensé) pero no de Glencairn. Lo que me dijo confirmóesta sospecha.—¡Un juez! —articuló con débil asombro—. Un juez que se


614 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASha perdido y lo buscan. El hecho aconteció cuando yo era niño.No sé de fechas, pero no había muerto aún Nikal Seyn (Nicholson)ante la muralla de Delhi. El tiempo que se fue queda enla memoria; sin duda soy capaz de recuperar lo que entoncespasó. Dios había permitido, en su cólera, que la gente se corrompiera;llenas de maldición estaban las bocas y de engaños y.fraude. Sin embargo, no todos eran perversos, y cuando se pregonóque la reina iba a mandar un hombre que ejecutaría eneste país la ley de Inglaterra, los menos malos se alegraron, porquesintieron que la ley es mejor que el desorden. Llegó el cristianoy no tardó en prevaricar y oprimir, en paliar delitos abominablesy en vender decisiones. No lo culpamos, al principio;la justicia inglesa que administraba no era conocida de nadiey los aparentes atropellos del nuevo juez correspondían acaso aválidas y aícanas razones. Todo tendrá justificación en su libro,queríamos pensar, pero su afinidad con todos los malos juecesdel mundo era demasiado notoria, y al fin hubimos de admitirque era simplemente un malvado. Llegó a ser un tirano y lapobre gente (para vengarse de la errónea esperanza que algunavez pusieron en él) dio en jugar con la idea de secuestrarlo ysometerlo a juicio. Hablar no basta; de los designios tuvieronque pasar a las <strong>obras</strong>. Nadie, quizá, fuera de los muy simpleso los muy jóvenes, creyó que ese propósito temerario podría llevarsea cabo, pero miles de sikhs y de mulsumanes cumplieronsu palabra y un día ejecutaron, incrédulos, lo que a cada unode ellos había parecido imposible. Secuestraron al juez y le dieronpor cárcel una alquería en un apartado arrabal. Después, apalabrarona los sujetos agraviados por él, o (en algún caso) alos huérfanos y a las viudas, porque la espada del verdugo nohabía descansado en aquellos años. Por fin —esto fue quizálo más arduo— buscaron y nombraron un juez para juzgar aljuez.Aquí lo interrumpieron unas mujeres que entraban en lacasa.Luego prosiguió, lentamente:—Es fama que no hay generación que no incluya cuatro hombresrectos que secretamente apuntalan el universo y lo justificanante el Señor: uno de esos varones hubiera sido el juez máscabal. ¿Pero dónde encontrarlos, si andan perdidos por el mundoy anónimos y no se reconocen cuando se ven y ni ellos mismossaben el alto ministerio que cumplen? Alguien entonces discurrióque si el destino nos vedaba los sabios, había que buscar a losinsensatos. Esta opinión prevaleció. Alcoranistas, doctores de laley, sikhs que llevan el nombre de leones y que adoran a un


EL ALEPH 615Dios, hindúes que adoran muchedumbres de dioses, monjes deMahavira que enseñan que la forma del universo es la de unhombre con las piernas abiertas, adoradores del fuego y judíosnegros, integraron el tribunal, pero el último fallo fue encomendadoal arbitrio de un loco.Aquí lo interrumpieron unas personas que se iban de lafiesta.—De un loco —repitió— para que la sabiduría de Dios hablarapor su boca y avergonzara las soberbias humanas. Su nombrese ha perdido o nunca se supo, pero andaba desnudo porestas calles, o cubierto de harapos, contándose los dedos con elpulgar y haciendo mofa de los árboles.Mi buen sentido se rebeló. Dije que entregar a un loco ladecisión era invalidar el proceso.—El acusado aceptó al juez —fue la contestación—. Acaso comprendióque dado el peligro que los conjurados corrían si lodejaban en libertad, sólo de un loco podía no esperar sentenciade muerte. He oído que se rió cuando le dijeron quién era eljuez. Muchos días y noches duró el proceso, por lo crecido delnúmero de testigos.Se calló. Una preocupación lo trabajaba. Por decir algo, preguntécuántos días.—Por lo menos, diecinueve —replicó. Gente que se iba de lafiesta lo volvió a interrumpir; el vino está vedado a los musulmanes,pero las caras y las voces parecían de borrachos. Uno legritó algo, al pasar.—Diecinueve días, precisamente —rectificó—. El" perro infieloyó la sentencia, y el cuchillo se cebó en su garganta.Hablaba con alegre ferocidad. Con otra voz dio fin a la historia:—Murió sin miedo; en los más viles hay alguna virtud.—¿Dónde ocurrió lo que has contado? —le pregunté—. ¿En unapiquería?Por primera vez me miró en los ojos. Luego aclaró con lentitud,midiendo las palabras:—Dije que en una alquería le dieron cárcel, no que lo juzgaronahí. En esta ciudad lo juzgaron: en una casa como todas,como ésta. Una casa no puede diferir de otra: lo que importaes saber si está edificada en el infierno o en el cielo.Le pregunté por el destino de los conjurados.—No sé —me dijo con paciencia—. Estas cosas ocurrieron y seolvidaron hace ya muchos años. Quizá los condenaron los hombres,pero no Dios.Dicho lo cual, se levantó. Sentí que sus palabras me despedíany que yo había cesado para él, desde aquel momento. Una turba


616 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAShecha de hombres y mujeres de todas las naciones del Punjabse desbordó, rezando y cantando, sobre nosotros y casi nos barrió:me azoró que de patios tan angostos, que eran poco más quelargos zaguanes, pudiera salir tanta gente. Otros salían de lascasas del vecindario: sin duda habían saltado las tapias. . . Afuerza de empujones e imprecaciones me abrí camino. En el últimopatio me crucé con un hombre desnudo, coronado de floresamarillas, a quien todos besaban y agasajaban, y con una espadaen la mano. La espada estaba sucia, porque había dado muertea Glencairn, cuyo cadáver mutilado encontré en las caballerizasdel fondo".


EL ALEPH 617ELALEPHO God, I could be bounded in a nutshelland coimt rayself a King of infinite space.Hamlet, II, 2.But they will teach us that Eternity isthe Standing still of the Present Time, aNunc-stans (as the Schools cali it) ; whichneither they, ñor any else understand, nomore than they would a Hic-stans for anInfinite greatnesse of Place.Leviathan, IV, 46.La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió,después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instanteni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las cartelerasde fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé quéaviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendíque el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y queese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará eluniverso pero yo no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez,lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta yo podíaconsagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación.Consideré que el treinta de abril era su cumpleaños;visitar ese día la casa de la calle Garay para saludar a su padrey a Carlos Argentino Daneri, su primo hermano, era un actocortés, irreprochable, tal vez ineludible. De nuevo aguardaría enel crepúsculo de la abarrotada salita, de nuevo estudiaría lascircunstancias de sus muchos retratos. Beatriz Viterbo, de perfil,en colores; Beatriz, con antifaz, en los carnavales de 1921; la primeracomunión de Beatriz; Beatriz, el día de su boda con RobertoAlessandri; Beatriz, poco después del divorcio, en un almuerzodel Club Hípico; Beatriz, en Quilmes, con Delia San MarcoPorcel y Carlos Argentino; Beatriz, con el pekinés que le regalóVillegas Haedo; Beatriz, de frente y de tres cuartos, sonriendo, lamano en el mentón. . . No estaría obligado, como otras veces, a


618 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASjustificar mi presencia con módicas ofrendas de libros: libroscuyas páginas, finalmente, aprendí a cortar, para no comprobar,meses después, que' estaban intactos.Beatriz Viterbo murió en 1929; desde entonces, no dejé pasarun treinta de abril sin volver a su casa. Yo solía llegar a las sietey cuarto y quedarme unos veinticinco minutos; cada año aparecíaun poco más tarde y me quedaba un rato más; en 1933, unalluvia torrencial me favoreció: tuvieron que invitarme a comer.No desperdicié, como es natural, ese buen precedente; en 1934,aparecí, ya dadas las ocho, con un alfajor santafecino; con todanaturalidad me quedé a comer. Así, en aniversarios melancólicosy vanamente eróticos, recibí las graduales confidencias de CarlosArgentino Daneri.Beatriz, era alta, frágil, muy ligeramente inclinada; había ensu andar (si el oxímoron es tolerable) una como graciosa torpeza,un principio de éxtasis; Carlos Argentino es rosado, considerable,canoso, de rasgos finos. Ejerce no sé qué cargo subalternoen una biblioteca ilegible de los arrabales del Sur; es autoritario,pero también es ineficaz; aprovechaba, hasta hace muypoco, las noches y las fiestas para no salir de su casa.. A dosgeneraciones de distancia, la ese italiana y la copiosa gesticulaciónitaliana sobreviven en él. Su actividad mental es continua,apasionada, versátil y del todo insignificante. Abunda en inserviblesanalogías y en ociosos escrúpulos. Tiene (como Beatriz)grandes y afiladas manos hermosas. Durante algunos meses padecióla obsesión de Paul Fort, menos por sus baladas que por la ideade una gloria intachable. "Es el Príncipe de los poetas de Francia",repetía con fatuidad. "En vano te revolverás contra él; no loalcanzará, no, la más inficionada de tus saetas."El treinta de abril de 1941 me permití agregar al alfajor unabotella de coñac del país. Carlos Argentino lo probó, lo juzgóinteresante y emprendió, al cabo de unas copas, una vindicacióndel hombre moderno.—Lo evoco —dijo con una animación algo inexplicable— ensu gabinete de estudio, como si dijéramos en la torre albarranade una ciudad, provisto de teléfonos, de telégrafos, de fonógrafos,de aparatos de radiotelefonía, de cinematógrafos, de linternasmágicas, de glosarios, de horarios, de prontuarios, de boletines...Observó que para un hombre así facultado el acto de viajarera inútil; nuestro siglo xx había trasformado la fábula de M.ahomay de la montaña; las montañas, ahora, convergían sobreel moderno Mahoma.Tan ineptas me parecieron esas ideas, tan pomposa y tan vastasu exposición, que las relacioné inmediatamente con la literatura;


EL ALEPH 619le dije que por qué no las escribía. Previsiblemehte respondióue ya lo había hecho: esos conceptos, y otros no menos noveosos,figuraban en el Canto Augural, Canto Prologal ó simplementeCanto-Prólogo de un poema en el que trabajaba hacíamuchos años, sin rédame, sin bullanga ensordecedora, siempreapoyado en esos dos báculos que se llaman el trabajo y la soledad.Primero abría las compuertas a la imaginación; luego hacía usode la lima. El poema se titulaba La Tierra; tratábase de unadescripción del planeta, en la que no faltaban, por cierto, lapintoresca digresión y el gallardo apostrofe.Le rogué que me leyera un pasaje, aunque fuera breve. Abrióun cajón del escritorio, sacó un alto legajo de hojas de blockestampadas con el membrete de la Biblioteca Juan CrisóstomoLafinur y leyó con sonora satisfacción:He visto, como el griego, las urbes de los hombres,Los trabajos, los días de varia luz, el hambre;No corrijo los hechos, no falseo los nombres,Pero el voyage que narro, es. . . autour de ma chambre.—Estrofa a todas luces interesante —dictaminó—. El primerverso granjea el aplauso del catedrático, del académico, del helenista,cuando no de los eruditos a la violeta, sector considerablede la opinión; el segundo pasa de Homero a Hesíodo (todo unimplícito homenaje, en el frontis del flamante edificio, al padrede la poesía didáctica), no sin remozar un procedimiento cuyoabolengo está en la Escritura, la enumeración, congerie o conglobación;el tercero —¿barroquismo, decadentismo, culto depuradoy fanático de la forma?— consta de dos hemistiquios gemelos;el cuarto, francamente bilingüe, me asegura el apoyo incondicionalde todo espíritu sensible a los desenfadados envites dela facecia. Nada diré de la rima rara ni de la ilustración queme permite ¡sin pedantismo! acumular en cuatro versos tres alusioneseruditas que abarcan treinta siglos de apretada literatura:la primera a la Odisea, la segunda a los Trabajos y días, la terceraa la bagatela inmortal que nos depararan los ocios de lapluma del saboyano. . . Comprendo una vez más que el artemoderno exige el bálsamo de la risa, el scherzo. ¡Decididamente,tiene la palabra Goldoni!Otras muchas estrofas me leyó que también obtuvieron suaprobación y su comentario profuso. Nada memorable había enellas; ni siquiera las juzgué mucho peores que la anterior. En suescritura habían colaborado la aplicación, la resignación y elfizar; las virtudes que Daneri les atribuía eran posteriores. Comprendíque el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba


620 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS•en la invención de razones para que la poesía fuera-admirable;naturalmente, ese ulterior trabajo modificaba la obra para él,pero no para otros. La dicción oral de Daneri era extravagante;su torpeza métrica le vedó, salvo contadas veces, trasmitir esaextravagancia al poema. 1 -Una sola vez en mi vida he tenido ocasión de examinar losquince mil dodecasílabos del Polyolbion, esa epopeya topográficaen la que Michael Drayton registró la fauna, la flora, lahidrografía, la orografía, la historia militar y monástica de Inglaterra;estoy seguro de que ese producto considerable, perolimitado es menos tedioso que la vasta empresa congénere deCarlos Argentino. Éste se proponía versificar toda la redondezdel planeta; en 1941 ya había despachado unas hectáreas delestado de Queensland, más de un kilómetro del curso del Ob,un gasómetro al norte de Veracruz, las principales casas de comerciode la parroquia de la Concepción, la quinta de MarianaCambaceres de Alvear en la calle Once de Setiembre, en Belgrano,y un establecimiento de baños turcos no lejos del acreditadoacuario de Brighton. Me leyó ciertos laboriosos pasajes de lazona australiana de su poema; esos largos e informes alejandrinoscarecían de la relativa agitación del prefacio. Copio una estrofa:Sepan. A manderecha del poste rutinario(Viniendo, claro está, desde el Nornoroeste)Se aburre una osamenta —¿Color? Blanquiceleste—Que da al corral de ovejas catadura de osario.—¡Dos audacias —gritó con exultación— rescatadas, te oigomascullar, por el éxito! Lo admito, lo admito. Una, el epítetorutinario, que certeramente denuncia, en passant, el inevitabletedio inherente a las faenas pastoriles y agrícolas, tedio que nilas geórgicas ni nuestro ya laureado Don Segundo se atrevieronjamás a denunciar así, al rojo vivo. Otra, el enérgico prosaísmose aburre una osamenta, que el melindroso querrá excomulgarcon horror pero que apreciará más que su vida el crítico de1 Recuerdo, sin embargo, estas líneas de una sátira en que fustigó con rigora los malos poetas:Aqueste da al poema belicosa armadura .De erudicción; estotro le da pompas y galas.Ambos baten en vano las ridiculas alas...¡Olvidaron, cuitados, el factor HERMOSURA!Sólo el temor de crearse un ejército de enemigos implacables y poderosos lodisuadió (me. dijo) de publicar sin miedo el poema.


EL ALEPH 621gusto viril. Todo el verso, por lo demás, es de muy subidos quilates.El segundo hemistiquio entabla animadísima charla conel lector; se adelanta a su viva curiosidad, le pone una preguntaen la boca y la satisface. . . al instante. ¿Y qué me dices de esehallazgo, blanquiceleste} El pintoresco neologismo sugiere el cielo,que es un factor importantísimo del paisaje australiano. Sin esaevocación resultarían demasiado sombrías las tintas del bocetoy el lector se vería compelido a cerrar el volumen, herida en lomás íntimo el alma de incurable y negra melancolía.Hacia la medianoche me despedí.Dos domingos después, Daneri me llamó por teléfono, entiendoque por primera vez en la vida. Me propuso que nosreuniéramos a las cuatro, "para tomar juntos la leche, en elcontiguo salón-bar que el progresismo de Zunino y de Zungri—los propietarios de mi casa, recordarás— inaugura en la esquina;confitería que te importará conocer." Acepté, con más resignaciónque entusiasmo. Nos fue difícil encontrar mesa; el "salónbar",inexorablemente moderno, era apenas un poco menos atrozque mis previsiones; en las mesas vecinas, el excitado público mencionabalas sumas invertidas sin regatear por Zunino y por Zungri.Carlos Argentino fingió asombrarse de no sé qué primoresde la instalación de la luz (que, sin duda, ya conocía) y me dijocon cierta severidad:—Mal de tu grado habrás de reconocer que este local se parangonacon los más encopetados de Flores.Me releyó, después, cuatro o cinco páginas del poema. Lashabía corregido según un depravado principio de ostentaciónverbal: donde antes escribió azulado, ahora abundaba en azulina,azulenco y hasta azulillo. La palabra lechoso no era bastante feapara él; en la impetuosa descripción de un lavadero de lanas,prefería lactario, lacticinoso, lactescente, lechal... Denostó conamargura a Ids críticos; luego, más benigno, los equiparó a ¿saspersonas, "que no disponen de metales preciosos ni tampoco deprensas de vapor, laminadores y ácidos sulfúricos para la acuñaciónde tesoros, pero que pueden indicar a los otros el sitiode un tesoro". Acto continuo censuró la prologomanía, "dela que ya hizo mofa, en la donosa prefación del Quijote, el Príncipede los Ingenios". Admitió, sin embargo, que en la portadade la nueva obra convenía el prólogo vistoso, el espaldarazo firmadopor el plumífero de garra, de fuste. Agregó que • pensabapublicar los cantos iniciales de su poema. Comprendí, entonces,la singular invitación telefónica; el hombre iba a pedirme queprologara su pedantesco fárrago. Mi temor resultó infundado:Carlos Argentino observó, con admiración rencorosa, que nocreía errar el epíteto al calificar de sólido el prestigio logrado


622 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASen todos los círculos por Alvaro Melián Lafinur, hombre de letras,que, si yo me empeñaba, prologaría con embeleso el poema.Para evitar el más imperdonable de los fracasos, yo tenía quehacerme portavoz de dos méritos inconcusos: la perfección formaly el rigor científico, "porque ese dilatado jardín de tropos, defiguras, de galanuras, no tolera un solo detalle que no confirmela severa verdad". Agregó que Beatriz siempre se había distraídocon Alvaro.Asentí, profusamente asentí. Aclaré, para mayor verosimilitud,que no hablaría el lunes con Alvaro, sino el jueves: en la pequeñacena que suele coronar toda reunión del Club de Escritores. (Nohay tales cenas, pero es irrefutable que las reuniones tienen lugarlos jueves, hecho que Carlos Argentino Daneri podía comprobaren los diario» y que dotaba de cierta realidad a la frase.) Dije,entre adivinatorio y sagaz, qué' antes de abordar el tema del prólogo,describiría el curioso plan de la obra. Nos despedimos; aldoblar por Bernardo de Irigoyen, encaré con toda imparcialidadlos porvenires que me queuaban: a) hablar con Alvaro y decirleque el primo hermano aquel de Beatriz (ese eufemismo explicativome permitiría nombrarla) había elaborado un poema queparecía dilatar hasta lo infinito las posibilidades de la cacofoníay del caos; b) no hablar con Alvaro. Previ, lúcidamente, que midesidia optaría por b.A partir del viernes a primera hora, empezó a inquietarmeel teléfono. Me indignaba que ese instrumento, que algún díaprodujo la irrecuperable voz de Beatriz, pudiera rebajarse a recaptáculode las inútiles y quizá coléricas quejas de ese engañadoCarlos Argentino Daneri. Felizmente, nada ocurrió —salvo elrencor inevitable que me inspiró aquel hombre que me habíaimpuesto una delicada gestión y luego me olvidaba.El teléfono perdió sus terrores, pero a fines de octubre, CarlosArgentino me habló. Estaba agitadísimo; no identifiqué su voz,al principio. Con tristeza y con ira balbuceó que esos ya ilimitadosZunino y Zungri, so pretexto de ampliar su desaforadaconfitería, iban a demoler su casa.— ¡La casa de mis padres, mi casa, la vieja casa inveterada dela calle Garay! —repitió, quizá olvidando su pesar en la melodía.No me resultó muy difícil compartir su congoja. Ya cumplidoslos cuarenta anos, todo cambio es un símbolo detestable del pasajedel tiempo; además, se trataba de una casa que, para mí,aludía infinitamente a Beatriz. Quise aclarar ese delicadísimorasgo; mi interlocutor no me oyó. Dijo que si Zunino y Zungripersistían en ese propósito absurdo, el doctor Zunni, su abogado,los demandaría ipso facto por daños y perjuicios y los obligaría,i abonar cien mil nacionales.


EL ALEPH 623El nombre de Zunni me impresionó; su bufete, en Caseros yTacuarí, es de una seriedad proverbial. Interrogué si éste sehabía encargado ya del asunto. Daneri dijo que le hablaría esamisma tarde. Vaciló y con esa voz llana, impersonal, a que solemosrecurrir para confiar algo muy íntimo, dijo que para terminarel poema le era indispensable la casa, pues en un ángulodel sótano había un Aleph. Aclaró que un Aleph es uno de lospuntos del espacio que contiene todos los puntos.—Está en el sótano del comedor —explicó, aligerada su dicciónpor la angustia—. Es mío, es mío: yo lo descubrí en la niñez,antes de la edad escolar. La escalera del sótano es empinada,mis tíos me tenían prohibido el descenso, pero alguien dijoque había un mundo en el sótano. Se refería, lo supe después,a un baúl, pero yo entendí que había un mundo. Bajé secretamente,rodé por la escalera vedada, caí. Al abrir los ojos, viel Aleph.—¿El Aleph? —repetí.—Si, el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugaresdel orbe, vistos desde todos los ángulos. A nadie revelé mi descubrimiento,pero volví. ¡El niño no podía comprender que lefuera deparado ese privilegio para que el hombre burilara elpoema! No me despojarán Zunino y Zungri, no y mil veces no.Código en mano, el doctor Zunni probará que es inajenable miAleph.Traté de razonar.—Pero, ¿no es muy oscuro el sótano?—La verdad no penetra en un entendimiento rebelde. Si todoslos lugares de la tierra están en el Aleph, ahí estarán todas lasluminarias, todas las lámparas, todos los veneros de luz.—Iré a verlo inmediatamente.Corté, antes de que pudiera emitir una prohibición. Basta elconocimiento de un hecho para percibir en el acto una serie derasgos confirmatorios, antes insospechados; me asombró no habercomprendido hasta ese momento que Carlos Argentino era unloco. Todos esos Viterbo, por lo demás. . . Beatriz (yo mismosuelo repetirlo) era una mujer, una niña de una clarividenciacasi implacable, pero había en ella negligencias, distracciones,desdenes, verdaderas crueldades, que tal vez reclamaban unaexplicación patológica. La locura de Carlos Argentino me .colmóde maligna felicidad; íntimamente, siempre nos habíamos detestado.En la calle Garay, la sirvienta me dijo que tuviera la bondadde esperar. El niño estaba, como siempre, en el sótano, revelandofotografías. íunto al jarrón sin una flor, en el piano inútil, sonreía(más intemporal que anacrónico) el gran retrato de Beatriz,


624 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASen torpes colores. No podía vernos nadie; en una desesperaciónde ternura me aproximé al retrato y le dije:—Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz .querida,Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges.Carlos entró poco después. Habló con sequedad; comprendíque no era capaz de otro pensamiento que de la perdición delAleph.—Una copita del seudo coñac —ordenó— y te zampuzarás en elsótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indispensable. Tambiénlo son la oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular.Te acuestas en el piso de baldosas y fijas los ojos en el decimononoescalón de la pertinente escalera. Me voy, bajo la trampa y tequedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil empresa!. A lospocos minutos ves el Aleph, ¡El microcosmo de alquimistas ycabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo!Ya en el comedor, agregó:—'Claro está que si no lo ves, tu incapacidad no invalida mitestimonio. . . Baja; muy en breve podrás entablar un diálogocon todas las imágenes de Beatriz.Bajé con rapidez, harto de sus palabras insustanciales. El sótano,apenas más ancho que la escalera, tenía mucho de poz'o.Con la mirada, busqué en vano el baúl de que Carlos Argentinome habló. Unos cajones con botellas y unas bolsas de lona entorpecíanun ángulo. Carlos tomó una bolsa, la dobló y la acomodóen un sitio preciso.—La almohada es humildosa —explicó—, pero si la levantoun solo centímetro, no verás ni una pizca y te quedas corrido yavergonzado. Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueveescalones.Cumplí con sus ridículos requisitos; al fin se fue. Cerró cautelosamentela trampa; la oscuridad, pese a una hendija que despuésdistinguí, pudo parecerme total. Súbitamente comprendími peligro: me había dejado soterrar por un loco, luego de tomarun veneno. Las bravatas de Carlos trasparentaban el íntimo terrorde que yo no viera el prodigio; Carlos, para defender su delirio,para no saber que estaba loco, tenia que matarme. Sentí un confusomalestar, que traté de atribuir a la rigidez, y no a la operaciónde un narcótico. Cerré los ojos, los abrí. Entonces vi elAleph.Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato; empieza, aquí,mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto desímbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutorescomparten; ¿cómo trasmitir a los otros el infinito Aleph,que mi temerosa memoria apenas abarca? Los místicos, en análogotrance, prodigan los emblemas: para significar la divinidad,


EL ALEPH 625un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos lospájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está entodas partes y la circunferencia en ninguna; Ezequiel, de unángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al Oriente yal Occidente, al Norte y al Sur. (No en vano rememoro esasinconcebibles analogías; alguna relación tienen con el Aleph.)Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagenequivalente, pero este informe quedaría contaminado de literatura,de falsedad. Por lo demás, el problema central es irresoluble:la enumeración, siquiera parcial, de un conjunto infinito. En eseinstante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces;ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparanel mismo punto, sin superposición y sin trasparencia. Lo que vieronmis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque ellenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré.En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeñaesfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principiola creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era unailusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba.El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero elespacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cadacosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yoclaramente la veía desde todos los puntos del univefso. Vi elpopuloso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres deAmérica, vi una plateada telaraña en el centro de una negrapirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminablesojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todoslos espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatiode la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vien el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco,vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatorialesy cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness auna mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivocuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra secaen una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta deAdrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio,la de Philemon Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página(de chico, yo solía maravillarme de que las letras de unvolumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de lanoche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente enQuerétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala,vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar unglobo terráqueo entre dos espejos que lo multiplican sin fin, vicaballos de crin arremolinada, en una playa, del Mar Caspio enel alba, vi la delicada osatura de una mano, vi a los sobrevivientes


626 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASde una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparatede Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unosheléchos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes,marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay enla tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio(y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas,que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adoradomonumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamentehabía sido .Beatriz Viterbo, vi la circulación de mioscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación dela muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Alephla tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra,vi mi cara y mis visceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porquemis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyonombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado:el inconcebible universo.Sentí infinita veneración, infinita lástima.—Tarumba habrás quedado de tanto curiosear donde no tellaman —dijo una voz aborrecida y jovial—. Aunque te devaneslos sesos, no me pagarás en un siglo esta revelación. ¡Qué observatorioformidable, che Borges!Los zapatos de Carlos Argentino ocupaban el escalón más alto.En la brusca penumbra, acerté a levantarme y a balbucear:—Formidable. Sí, formidable.La indiferencia de mi voz me extrañó. Ansioso, Carlos Argentinoinsistía:—¿Lo viste todo bien, en colores?En ese instante concebí mi venganza. Benévolo, manifiestamenteapiadado, nervioso, evasivo, agradecí a Carlos Argentino Danerila hospitalidad de su sótano y lo insté a aprovechar la demoliciónde la casa para alejarse de la perniciosa metrópoli, quea nadie ¡créame, que a nadie! perdona. Me negué, con suaveenergía, a discutir el Aleph; lo abracé, al despedirme, y le repetíque el campo y la serenidad son dos grandes médicos.En la calle, en las escaleras de Constitución, en el subterráneo,me parecieron familiares todas las caras. Temí que no quedarauna sola cosa capaz de sorprenderme, temí que no me abandonarajamás la impresión de volver. Felizmente, al cabo de unas nochesde insomnio, me trabajó otra vez el olvido.Posdata del primero de marzo de 1943. A los seis meses dela demolición del inmueble de 4a calle Garay, la Editorial Procustono se dejó arredrar por la longitud del considerable poemay lanzó al mercado una selección de "trozos argentinos". Huelgarepetir lo ocurrido; Carlos Argentino Daneri recibió el Segundo


EL ALEPM 627Premio Nacional de Literatura. 1 El primero fue otorgado aldoctor Aita; el tercero, al doctor Mario Bonfanti; increíblemente,mi obra Los naipes del tahúr no logró un s«!" voto. ¡Una vezmás, triunfaron la incomprensión y la envidia! Hace ya muchotiempo que no consigo ver a Daneri; los diarios dicen que prontonos dará otro volumen. Su afortunada pluma (no entorpecidaya por el Aleph) se ha consagrado a versificar los epítomes deldoctor Acevedo Díaz.Dos observaciones quiero agregar: una, sobre la naturalezadel Aleph; otra, sobre su nombre. Éste, como es sabido, es el dela primera letra del alfabeto de la lengua sagrada. Su aplicaciónal disco de mi historia no parece casual. Para la Cabala, esaletra significa el En Soph, la ilimitada y pura divinidad; tambiénse dijo que tiene la forma de un hombre que señala elcielo y la tierra, para indicar que el mundo inferior es el espejoy es el mapa del superior; para la Mengenlehre, es el símbolode los números transfinitos, en los que el todo no es mayor quealguna de las partes. Yo querría saber: ¿Eligió Carlos Argentinoese nombre, o lo leyó, aplicado a otro punto donde convergentodos los puntos, en alguno de los textos innumerables que elAleph de su casa le reveló? Por increíble que parezca, yo creoque hay (o que hubo) otro Aleph, yo creo que el Aleph de lacalle Garay era un falso Aleph.Doy mis razones. Hacia 1867 el capitán Burton ejerció en elBrasil el cargo de cónsul británico; en julio de 1942 Pedro HenríquezUreña descubrió en una biblioteca de Santos un manuscritosuyo que versaba sobre el espejo que atribuye el Orientea Iskandar Zu al-Karnayn, o Alejandro Bicorne de Macedonia.En su cristal se reflejaba el universo entero. Burton mencionaotros artificios congéneres —la séptuple copa de Kai Josrú, elespejo que Tárik Benzeyad encontró en una torre (1001 Noches,272), el espejo que Luciano de Samosata pudo examinar en laluna (Historia Verdadera, I, 26), la lanza especular que el primerlibro del Satyricon de Capella atribuye a Júpiter, el espejo universalde Merlin, "redondo y hueco y semejante a un mundo devidrio" (The Faerie Queene, III, 2, 19)— y añade estas curiosaspalabras: "Pero los anteriores (además del defecto de no existir)son meros instrumentos de óptica. Los fieles que concurren a lamezquita de Amr, en el Cairo, saben muy bien que el universoestá en el interior de una de las columnas de piedra que rodean1 "Recibí tu apenada congratulación", me escribió. "Bufas, mi lamentableamigo, de er-'idia, pero confesarás —¡aunque te ahogue!— que esta vez pudecoronar mi bonete con la más roja de las plumas; mi turbante, con el máscalifa de los rubíes."


628 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASel patio central. . . Nadie, claro está, puede verlo, pero quienesacercan el oído a la superficie, declaran percibir, al poco tiempo,su atareado rumor. .. La mezquita data del siglo vn; las columnasproceden de otros templos de religiones anteislámicas, puescomo ha escrito Abenjaldún: En las repúblicas fundadas pornómadas, es indispensable el concurso de forasteros para todolo que sea, albañileria".¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he vistocuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente esporosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo,bajo la trágica erosión de los años, los rasgos de Beatriz.A EstelaCanto.


EL ALEPH , 629EPÍLOGOFuera de Emma Zunz (cuyo argumento espléndido, tan superiora su ejecución temerosa, me fue dado por Cecilia Ingenieros)y de la Historia del guerrero y de la cautiva que se proponeinterpretar dos hechos fidedignos, las piezas de este libro correspondenal género fantástico. De todas ellas, la primera esla más trabajada; su tema es el efecto que la inmortalidad causaríaen los hombres. A ese bosquejo de una ética para inmortales,lo sigue El muerto: Azevedo Bandeira, en ese relato, es unhombre de Rivera o de Cerro Largo y es también una tosca divinidad,una versión mulata y cimarrona del incomparable Sundayde Chesterton. (El capítulo XXIX del Decline and Fall of theRomán Empire narra un destino parecido al de Otálora, peroharto más grandioso y más increíble.) De Los teólogos bastaescribir que son un sueño, un sueño más bien melancólico, sobrela identidad personal; de la Biografía de Tfldeo Isidoro Cruz,que es una glosa al Martín Fierro. A una tela de Watts, pintadaen 1896, debo La casa de Asterión y el carácter del pobre protagonista.La otra muerte es una fantasía sobre el tiempo, queurdí a la luz de unas razones de Pier Damiani. En la últimaguerra nadie pudo anhelar más que yo que fuera derrotadaAlemania; nadie pudo sentir más que yo lo trágico del destinoalemán; Deutsches Réquiem quiere entender ese destino, queno supieron llorar, ni siquiera sospechar, nuestros "germanófilos",que nada saben de Alemania. La escritura del dios ha sido generosamentejuzgada; el jaguar me obligó a poner en boca deun "mago de la pirámide de Qaholom", argumentos de cabalistao de teólogo. En El Zahir y El Aleph creo notar algún influjodel cuento T'he Cristal Egg (1899) de Wells.J.L.B.Buenos Aires, 3 de mayo de 1949.Posdata de ii>}2. Cuatro piezas he incorporado a esta reedición. Abenjacánel Bojari, muerto en su laberinto no es (me aseguran) memorable a pesarde su título tremebundo. Podemos considerarlo una variación de Los dosreyes y los dos laberintos que los copistas intercalaron en las 1001 Noches yque omitió el prudente Galland. De La espera diré que le sugirió una crónica


630 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASpolicial que Alfredo Doblas me leyó, hará diez años, mientras clasificábamoslibros según el manual del Instituto Bibliográfico de Bruselas, código delque todo he olvidado, salvo que a Dios le corresponde la cifra 231. El sujetode la crónica era turco; lo hice italiano para intuirlo con más facilidad. Lamomentánea y repetida visión de un hondo conventillo que hay a la vueltade la calle Paraná, en Buenos Aires, me deparó la historia que se titulaEl komWe en el umbral; la situé en la India para que su inverosimilitudfuera tolerable.J.L.B.


Otras inquisiciones(1952)A MargotGuerrero


) 633 (LA MURALLA Y LOS LIBROSTar-He, xvhose long wall the wund'ringlar bounds...DUNCIAD, II, 76.Leí, días pasados, que el hombre que ordenó la edificación dela casi infinita muralla china fue aquel primer Emperador, ShihHuang Ti, que asimismo dispuso que se quemaran todos loslibros anteriores a él. Que las dos vastas operaciones —las quinientasa seiscientas leguas de piedra opuestas a los bárbaros, larigurosa abolición de la historia, es decir del pasado— procedierande una persona y fueran de algún modo sus atributos,inexplicablemente me satisfizo y, a la vez, me inquietó. Indagarlas razones de esa emoción es el fin de esta nota.Históricamente, no hay misterio en las dos medidas. Contemporáneode las guerras de Aníbal, Shih Huang Ti, rey de Tsin,redujo a su poder los Seis Reinos y borró el sistema feudal;erigió la muralla, porque las murallas eran defensas; quemó loslibros, porque la oposición los invocaba para alabar a los antiguosemperadores. Quemar libros y erigir fortificaciones es tarea comúnde los príncipes; lo único singular en Shih Huang Ti fue laescala en que obró. Así lo dejan entender algunos sinólogos, peroyo siento que los hechos que he referido son algo más que unaexageración o una hipérbole de disposiciones triviales. Cercar unhuerto o un jardín es común; no, cercar un imperio. Tampocoes baladí pretender que la más tradicional de las razas renunciea la memoria de su pasado, mítico o verdadero. Tres mil añosde cronología tenían los chinos (y en esos años, el EmperadorAmarillo y Chuang Tzu y Confucio y Lao Tzu), cuando ShihHuang Ti ordenó que la historia empezara con él.Shih Huang Ti había desterrado a su madre por libertina; ensu dura justicia, los ortodoxos no vieron otra cosa que una impiedad;Shih Huang Ti, tal vez, quiso borrar los libros canónigosporque éstos lo acusaban; Shih Huang Ti, tal vez, quiso abolirtodo el pasado para abolir un solo recuerdo: la infamia de sumadre. (No de otra suerte un rey, en Judea, hizo matar a todoslos niños para matar a uno.) Esta conjetura es atendible, peronada nos dice de la muralla, de la segunda cara del mito. ShihHuang Ti, según los historiadores, prohibió que se mencionarala muerte y buscó el elixir de la inmortalidad y se recluyó en


634 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASun palacio figurativo, que constaba de tantas habitaciones comohay días en el año; estos datos sugieren que la muralla en elespacio y el incendio en el tiempo fueron barreras mágicas destinadasa detener la muerte. Todas las cosas quieren persistir ensu ser, ha escrito Baruch Spinoza; quizá el Emperador y sus magoscreyeron que lá inmortalidad es intrínseca y que la corrupciónno puede entrar en un orbe cerrado. Quizá el Emperador quisorecrear el principio del tiempo y se llamó Primero, para serrealmente primero, y se llamó Huang Ti, para ser de algúnmodo Huang Ti, el legendario emperador que inventó la escrituray la brújula. Éste, según el Libro de los Ritos, dio su nombreverdadero a las cosas; parejamente Shih Huang Ti se jactó,en inscripciones que perduran, de que todas las cosas, bajo suimperio, tuvieran el nombre que les conviene. Soñó fundar unadinastía inmortal; ordenó que sus herederos se llamaran SegundoEmperador, Tercer Emperador, Cuarto Emperador, y así hastalo infinito. .. He hablado de un propósito mágico; también cabríasuponer que • erigir la muralla y quemar los libros no fueronactos simultáneos. Esto (según el orden que eligiéramos) nosdaría la imagen de un rey que empezó por destruir y luego seresignó a conservar, o la de un rey desengañado que destruyólo que antes defendía. Ambas conjeturas son dramáticas, perocarecen, que yo sepa, de base histórica. Herbert Alien Giles cuentaque quienes ocultaron libros fueron marcados con un hierrocandente y condenados a construir, hasta el día de su muerte,la desaforada muralla. Esta noticia favorece o tolera otra interpretación.Acaso la muralla fue una metáfora, acaso Shih HuangTi condenó a quienes adoraban el pasado a una obra tan vastacomo el pasado, tan torpe y tan inútil. Acaso la muralla fue undesafío y Shih Huang Ti pensó: "Los hombres aman el pasadoy contra ese amor nada puedo, ni pueden mis verdugos, peroalguna vez habrá un hombre que sienta como yo, y ése destruirámi muralla, como yo he destruido los libros, y ése borrará mimemoria y será mi sombra y mi espejo y no lo sabrá." AcasoShih Huang Ti amuralló el imperio porque sabía que éste eradeleznable y destruyó los libros por entender que eran librossagrados, o sea libros que enseñan lo que enseña el universoentero o la conciencia de cada hombre. Acaso el incendio, delas bibliotecas y la edificación de la muralla son operaciones quede un modo secreto se anulan.La muralla tenaz que en este momento, y en todos, proyectasobre tierras que no veré, su sistema de sombras, es la sombrade un César que ordenó que la más reverente de las nacionesquemara su pasado; es verosímil que la idea nos toque de porsí, fuera de las conjeturas que permite. (Su virtud puede estar


OTRAS INQUISICIONES 635en la oposición de construir y destruir, en enorme escala.) Generalizandoel caso anterior, podríamos inferir que todas las formas''tienen su virtud en sí mismas y no en un "contenido" conjetural.Esto concordaría con la tesis de Benedetto Croce; ya Pater,en 1877, afirmó que todas las artes aspiran a la condición de lamúsica, que no es otra cosa que forma. La música, los estadosde felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo,ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren.decirnos algo, o algodijeron que no hubiéramos debido perder, o están por deciralgo; esta inminencia de una revelación, que no se produce, es,quizá, el hecho estético.Buenos Aires, 1950.


JORGE LUIS BÓRGES—OBRASCOMPLETASLA ESFERA DE PASCALQuizá la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas.Bosquejar un capítulo de esa historia es el fin de estanota.- 'Seis siglos antes de la era cristiana, el rapsoda Jenófanes deColofón, harto de los versos homéricos que recitaba de ciudaden ciudad, fustigó a los poetas que atribuyeron rasgos antropomórficosa los dioses y propuso a los griegos un solo Dios, queera una esfera eterna. En el Timeo, de Platón, se lee que laesfera es la figura más perfecta y más uniforme, porque todoslos puntos de la superficie equidistan del centro; Olof Gigon(Ursprang der griechischen Philosophie, 183) entiende que Jenófaneshabló analógicamente; el Dios era esferoide, porque esaforma es la mejor, o la menos mala, para representar la divinidad.Parménides, cuarenta años después, repitió la imagen ("el Seres semejante a la masa de una esfera bien redondeada, cuya fuerzaes constante desde el centro en cualquier dirección"); Calogero•y Mondolfo razonan que intuyó una esfera infinita, o infinitamentecreciente, y que las palabras que acabo de transcribir tienenun sentido dinámico (Albertelli: Gli Eleati, 148). Parménidesenseñó en Italia; a pocos años de su muerte, el siciliano Empédoclesde Agrigento urdió una laboriosa cosmogonía; hay unaetapa en que las partículas de tierra, de agua, de aire y de fuego,integran una esfera sin fin, "el Sphairos redondo, que exulta ensu soledad circular".La historia universal continuó su curso, los dioses demasiadohumanos que Jenófanes atacó fueron rebajados a ficciones poéticaso a demonios, pero se dijo que uno, Hermes Trismegisto,había dictado un número variable de libros (42, según Clementede Alejandría; 20.000, según Jámblico; 36.525, según los sacerdotesde Thoth, que también es Hermes), en cuyas páginas estabanescritas todas las cosas. Fragmentos de esa biblioteca ilusoria,compilados o fraguados desde el siglo ni, forman lo que se llamael Corpus Hermeticum; en alguno de ellos, o en el Asclepio, quetambién se atribuyó a Trismegisto, el teólogo francés Alain deLille —Alanus de Insulis— descubrió a fines del siglo xn estafórmula, que las edades venideras no olvidarían: "Dios es unaesfera inteligible, cuyo centro está en todas partes y la circunferenciaen ninguna". Los presocráticos hablaron de una esferasin fin; Albertelli (corao antes, Aristóteles) piensa que


OTRAS INQUISICIONES 637hablar así es cometer una contradicho in adjecto, porque sujetoy predicado se anulan; ello bien puede ser verdad, pero la fórmulade los libros herméticos nos deja, casi, intuir esa esfera.En el siglo xm, la imagen reapareció en el simbólico Román dela Rose, que la da como de Platón, y en la enciclopedia SpeculumTriplex; en el xvi, el último capítulo del último libro de Pantagruelse refirió a "esa esfera intelectual, cuyo centro está en todaspartes y la circunferencia en ninguna, que llamamos Dios". Parala mente medieval, el sentido era claro: Dios está en cada unade sus criaturas, pero ninguna Lo limita. "El cielo, el cielo de loscielos, no te contiene", dijo Salomón (I Reyes, 8, 27); la metáforageométrica de la esfera hubo de parecer una glosa de esaspalabras.El poema de Dante ha preservado la astronomía ptolemaica,que durante mil cuatrocientos años rigió la imaginación de loshombres. La tierra ocupa el centro del universo. Es una esferainmóvil; en torno giran nueve esferas concéntricas. Las sieteprimeras son los cielos planetarios (cielos de la Luna, de Mercurio,de Venus, del Sol, de Marte, de Júpiter, de Saturno); laoctava, el cielo de las estrellas fijas; la novena, el cielo cristalinollamado también Primer Móvil. A éste lo rodea el Empíreo, queestá hecho de luz. .Todo este laborioso aparato de esferas huecas,trasparentes y giratorias (algún sistema requería cincuenta y cinco),había llegado a ser una necesidad mental; De hipothesibus motuumcoelestium commentariolus es el tímido título que Copérnico,negador de Aristóteles, puso al manuscrito que trasformónuestra visión del cosmos. Para un hombre, para Giordano Bruno,la rotura de las bóvedas estelares fue una liberación. Proclamó,en la Cena de las cenizas, que el mundo es el efecto infinito deuna causa infinita y que la divinidad está cerca, "pues está dentrode nosotros más aun de lo que nosotros mismos estamos dentrode nosotros". Buscó palabras para declarar a los hombres elespacio copernicano y en una página famosa estampó: "Podemosafirmar con certidumbre que el universo es todo centro, o queel centro del universo está en todas partes y la circunferenciaen ninguna" (De la causa, principio de uno, V) .Esto se escribió con exultación, en 1584, todavía en la luzdel Renacimiento; setenta años después, no quedaba un reflejode ese fervor y los hombres se sintieron perdidos en el tiempoy en el espacio. En el tiempo, porque si el futuro y el pasadoson infinitos, no habrá realmente un cuándo; en el espacio, porquesi todo ser equidista de lo infinito y de lo infinitesimal,tampoco habrá un dónde. Nadie está en algún día, en algúnlugar; nadie sabe el tamaño de su cara. En el Renacimiento, lahumanidad creyó haber alcanzado la edad viril, y así lo declaró


638 JORGE LUIS BORGES-OBRAS COMPLETASpor boca de Bruno, de Campanilla y de Bacon. En el siglo xvnla acobardó una sensación de vejez; para justificarse, exhumó lacreencia de una lenta y fatal degeneración de todas las criaturas,por obra del pecado de Adán. (En el quinto capítulo del Génesisconsta que "todos los días de Matusalén fueron novecientos setentay nueve años"; en el sexto, que "había gigantes en la tierraen aquellos días".) El primer aniversario de la elegía Anatomyof the World, de John Donne, lamentó la vida brevísima y laestatura mínima de los hombres contemporáneos, que son comolas hadas y los pigmeos; Milton, según la biografía de Johnson,temió que ya fuera imposible en la tierra el género épico; Glanvílljuzgó que Adán, "medalla de Dios", gozó de una visióntelescópica y microscópica; Robert South famosamente escribió:"Un Aristóteles no fue sino los escombros de Adán, y Atenas,los rudimentos del Paraíso". En aquel siglo desanimado, él espacioabsoluto que inspiró los hexámetros de Lucrecio, el espacioabsoluto que había sido una liberación para Bruno, fue un laberintoy un abismo para Pascal. Éste aborrecía el universo yhubiera querido adorar a Dios, pero Dios, para él, era menosreal que el aborrecido universo. Deploró que no hablara el firmamento,comparó nuestra vida con la de náufragos en unaisla desierta. Sintió el peso incesante del mundo físico, sintióvértigo, miedo y soledad, y los puso en otras palabras: "La naturalezaes una esfera infinita, cuyo centro está en todas partes yla circunferencia en ninguna." Así publica Brunschvicg el texto,pero la edición crítica de Tourneur (París, 1941), que reproducelas tachaduras y vacilaciones del manuscrito, revela que Pascalempezó a escribir effroyable: "Una esfera espantosa, cuyo centroestá en todas partes y la circunferencia en ninguna."Quizá la historia universal es la historia de la diversa entonación de algunas metáforas.Buenos Aires, 195:1.


OTRAS INQUISICIONES 639LA FLOR DE COLERIDGEHacia 1938, Paul Valéry escribió: "La Historia de la literaturano debería ser la historia de los autores y de los accidentes desu carrera o de la carrera de sus <strong>obras</strong> sino la Historia del Espíritucomo productor o consumidor de literatura. Esa historiapodría llevarse a término sin mencionar un solo escritor." Noera la primera vez que el Espíritu formulaba esa observación; en1844, en el pueblo de Concord, otro de sus amanuenses habíaanotado: "Diríase que una sola persona ha redactado cuantos libroshay en el mundo; tal unidad central hay en ellos que esinnegable que son obra de un solo caballero omnisciente" (Emerson:Essays, 2, VIII). Veinte años antes, Shelley dictaminó quetodos los poemas del pasado, del presente y del porvenir, sonepisodios o fragmentos de un solo poema infinito, erigido portodos los poetas del orbe (A Defence of Poetry, 1821).Esas consideraciones (implícitas, desde luego, en el panteísmo)permitirían un inacabable debate; yo, ahora, las invoco paraejecutar un modesto propósito: la historia de la evolución deuna idea, a través de los textos heterogéneos de tres autores. Elprimer texto es una nota de Coleridge; ignoro si éste la escribióa fines del siglo xvm, o a principios del xix. Dice, literalmente:"Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieranuna flor como prueba de que había estado allí, y si al despertarencontrara esa flor en su mano... ¿entonces, qué?".No sé que opinará mi lector de esa imaginación; yo la juzgoperfecta. Usarla como base de otras invenciones felices, parecepreviamente imposible; tiene la integridad y la unidad de unterminus ad quera, de una meta. Claro está que lo es; en el ordende la literatura, como en los otros, no hay acto que no sea coronaciónde una infinita serie de causas y manantial de una infinitaserie de efectos. Detrás de la invención de Coleridge está la generaly antigua invención de las generaciones -de amantes quepidieron como prenda una flor.El segundo texto que alegaré es una novela que Wells bosquejóen 1887 y reescribió siete años después, en el verano de1894. La primera versión se tituló The Chronic Argonauts (en estetitulo abolido, chronic tiene el valor etimológico de temporal);la definitiva, The Time Machine. Wells, en esa novela, continúay reforma una antiquísima tradición literaria: la previsión dehechos futuros. Isaías ve la desolación de Babilonia y la restau-


640 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASración de Israel; Eneas, el destino militar de su posteridad, losromanos; la profetisa de la Edda Saemundi, la vuelta de losdioses que, después de la cíclica batalla en que nuestra tierraperecerá, descubrirán, tiradas en el pasto de una nueva pradera,las piezas de ajedrez con que antes jugaron... El protagonistade Wells, a diferencia de tales espectadores proféticos, viaja físicamenteal porvenir. Vuelve rendido, polvoriento y maltrecho;vuelve de una remota humanidad que se ha bifurcado en especiesque se odian (los ociosos eloi, que habitan en palacios dilapidadosy en ruinosos jardines; los subterráneos y nictálopes rn.orlocks,que se alimentan de los primeros); vuelve con las sienesencanecidas y trae del porvenir una flor marchita. Tal es lasegunda versión de la imagen de Coleridge. Más increíble queuna flor celestial o que la flor de un sueño es la flor futura, lacontradictoria ñor cuyos átomos ahora ocupan otros lugares y nose combinaron aún.La tercera versión que comentaré, la más trabajada, es invenciónde un escritor harto más complejo que Wells, si bien menosdotado de esas agradables virtudes que es usual llamar clásicas.Me refiero al autor de La humillación de los Northrnore,el triste y laberíntico Henry James. Éste, al morir, dejó inconclusauna novela de carácter fantástico; The Sense of the Past,que es una variación o elaboración de The Time Machine. 1 Elprotagonista de Wells viaja al porvenir en un inconcebible vehículo,que progresa o retrocede en el tiempo como los otrosvehículos en el espacio; el de James regresa al pasado, al sigloxvm, a fuerza de competetrarse con esa época. (Los dos procedimientosson imposibles, pero es menos arbitrario el de James.)En The Sense of the Past, el nexo entre lo real y lo imaginativo(entre la actualidad y el pasado) no es una flor, como en lasanteriores ficciones; es un retrato que data del siglo xvm y quemisteriosamente representa al protagonista. Éste, fascinado poresa tela, consigue trasladarse a la fecha en que la ejecutaron.Entre las personas que encuentra, figura, necesariamente, el pintor;éste lo pinta con temor y con aversión, pues intuye algodesacostumbrado y anómalo en esas facciones futuras. . . James,crea, así, un incomparable regressus in injinitum, ya que suhéroe, Ralph Pendrel, se traslada al siglo xvm. La causa es posterioral efecto, el motivo del viaje es una de las consecuenciasdel viaje.Wells, verosímilmente, desconocía el texto de Coleridge; Henryl No he leído The Sense of the Past, pero conozco eL suficiente análisis deStephen Spender, en su obra The Destructive Element (páginas 105-110).James fue amigo de Wells; para su relación puede consultarse el vasto Experimentin Autobiography de éste.


OTRAS INQUISICIONES 641Jftmes conocía y admiraba el texto de Wells. Claro está que sifl válida la doctrina de que todos los autores son un autor 1 ,tales hechos son insignificantes. En rigor, no es indispensablelí tan lejos; el panteísta que declara que la pluralidad de lostutores es ilusoria, encuentra inesperado apoyo en el clasicista,ligan el cual esa pluralidad importa muy poco. Para las mentesclásicas, la literatura es lo esencial, no los individuos. GeorgeMoore y James Joyce han incorporado en sus <strong>obras</strong>, páginas ySentencias ajenas; Osear Wilde solía regalar argumentos para queOtros los ejecutaran; ambas conductas, aunque superficialmentecontrarias, pueden evidenciar un mismo sentido del arte. UnSentido ecuménico, impersonal... Otro testigo de la unidad profundadel Verbo, otro negador de los límites del sujeto, fue elInsigne Ben Jonson, que empeñado en la tarea de formular sutestamento literario y los dictámenes propicios o adversos queIUS contemporáneos le merecían, se redujo a ensamblar fragmentosfle Séneca, de Quintiliano, de Justo Lipsio, de Vives, de Erasmo,4e Maquiavelo, de Bacon y de los dos Escalígeros.Una observación última. Quienes minuciosamente copian aUn escritor, lo hacen impersonalmente, lo hacen porque confun-Men a ese escritor con la literatura, lo hacen porque sospechanque apartarse de él en un punto es apartarse de la razón y deIft ortodoxia. Durante muchos años, yo creí que la casi infinitaliteratura estaba en un hombre. Ese hombre fue Carlyle, fueTohannes Becher, fue Whitman, fue Rafael Cansinos-Asséns, fueDe Quincey.Spf * Al promediar el siglo xvn, el epigramatista del panteísmo Ángelus Si-¡jjlluí dijo que todos los bienaventurados son uno (Cherubinischer Wanders-¡ÍMtin, V, 7) y que todo cristiano debe ser Cristo (op. cit., V, 9).


642 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL SUEÑO DE COLERIDGEEl fragmento lírico Kubla Khan (cincuenta y tantos versos rimadose irregulares, de prosodia exquisita) fue soñado por elpoeta inglés Samuel Taylor Coleridge, en uno de los días delverano de 1797. Coleridge escribe que se había retirado a unagranja en el confín de Exmoor; una indisposición lo obligó atomar un hipnótico; el sueño lo venció momentos después dela lectura de un pasaje de Purchas, que refiere la edificación deun palacio por Kublai Khan, el emperador cuya fama occidentallabró Marco Polo. En el sueño de Coleridge, el texto casualmenteleído procedió a germinar y a multiplicarse; el hombre que dormíaintuyó una serie de imágenes visuales y, simplemente, depalabras que las manifestaban; al cabo de unas horas se despertó,con la certidumbre de haber compuesto, o recibido, un poemade unos trescientos versos. Los recordaba con singular claridady pudo transcribir el fragmento que perdura en sus <strong>obras</strong>. Unavisita inesperada lo interrumpió y le fue imposible, después, recordarel resto. "Descubrí, con no pequeña sorpresa y mortificación—cuenta Coleridge—, que si bien retenía de un modovago Ja forma general de la visión, todo ío demás, salvo unasocho o diez líneas sueltas, había desaparecido como las imágenesen la superficie de un río en el que se arroja una piedra, pero,ay de mí, sin la ulterior restauración de estas últimas." Swinburnesintió que lo rescatado era el más alto ejemplo de la música delinglés y que el hombre capaz de analizarlo podría (la metáforaes de John Keats) destejer un arco- iris. Las traducciones o resúmenesde poemas cuya virtud fundamental es la música sonvanas y pueden ser perjudiciales; bástenos retener, por ahora,que a Coleridge le fue dada en un sueño una página de no discutidoesplendor.El caso, aunque extraordinario, no es único. En el estudiopsicológico' The World of Dreams, Havelock Ellis lo ha equiparadocon el del violinista y compositor Giuseppe Tartini, quesoñó que el Diablo (su esclavo) ejecutaba en el violín una prodigiosasonata; el soñador, al despertar, dedujo de su imperfectorecuerdo el Trillo del Diavolo. Otro clásico ejemplo de cerebracióninconsciente es el de Robért Louis Stevenson, a quien unsueño (según él mismo ha referido en su Chapter on Dreams)


OIRÁS INQUISICIONES 643ll dio 1 el argumento de Olalla y otro, en 1884, el de Je-kyll ir Hide.iTttFtini, quiso imitar en la vigilia la música de un sueño; Ste-VCtmon recibió del sueño argumentos, es decir, formas generales;{Rfts afín a la inspiración verbal de Coleridge es la que Beda elVenerable atribuye a Caedmon (Historia ecclessiastica gentis Anghrum,IV, 24). El caso ocurrió a fines del siglo vn, en la Inglaterramisionera y guerrera de los reinos sajones. Caedmon. eraUtl rudo pastor y ya no era joven; una noche, se escurrió de unalíenla porque previo que le pasarían el arpa, y se sabía incapaz(le cantar. Se echó a dormir en el establo, entre los caballos, y611 ul sueño alguien lo llamó por su nombre y le ordenó queCHtlUira. Caedmon contestó que no sabía, pero el otro le dijo:"Cfinlíi el principio de las cosas creadas." Caedmon, entonces,dijo verso? que jamás había oído. No los olvidó, al despertar,V nudo repetirlos ante los monjes del cercano monasterio deHlld. No aprendió a leer, pero los monjes le explicaban pasajes(Ir In historia sagrada y él "los rumiaba como un limpio animaly los convertía en versos dulcísimos, y de esa manera cantó laCretU'ion del mundo y del hombre y toda la historia del Génesisy el éxodo de los hijos de Israel y su entrada en la tierra depromisión, y muchas otras cosas de la Escritura, y la encarnadon,pasión, resurrección y ascensión del Señor, y la venida delKtpírilu Santo y la enseñanza de los apóstoles, y también elterror del Juicio Final, el horror de las penas infernales, lasdulzuras del cielo y las mercedes y los juicios de. Dios." Fued primer poeta sagrado de la nación inglesa; "nadie se igualóII (M —dice Beda—, porque no aprendió de los hombres sinotic Dios." Años después, profetizó la hora en que iba a moriry la esperó durmiendo. Esperemos que volvió a encontrarse(¡un su ángel.A primera vista, el sueño de Coleridge corre el albur de parecermenos asombroso que el de su precursor. Kubla Khan esUnti composición admirable y las nueve líneas del himno soñadopor Caedmon casi no presentan otra virtud que su origen onírico,fiero Coleridge ya era un poeta y a Caedmon le fue reveladalimi vocación. Hay, sin embargo, un hecho ulterior, que magnificahnsln lo insondable la maravilla del sueño en que se engendróKubla Khan. Si este hecho es verdadero, la historia del sueñode Colcridge es anterior en muchos siglos a Coleridge y no hatocado aún a su fin.El poeta soñó en 1797 (otros entienden que en 1798) y publicó|U relación del sueño en 1816, a manera de glosa o justificacióndd poema inconcluso. Veinte años después, apareció en París,frngmentariamente, la-primera versión occidental de una de esashlítorias universales en que la literatura persa es tan rica, el


644 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASCompendio de Historias de Rashid ed-Din, que data del siglo xiv.En una página se lee: "Al este de Shang-tu, Kubla Khan erigióun palacio, según un plano que había visto en un sueño y queguardaba en la memoria". Quien esto escribió era visir de GhazanMahmud, que descendía de Kubla.Un emperador mogol, en el siglo xm, sueña un palacio y loedifica conforme a la visión; en el siglo xvín, un poeta inglésque no pudo saber que esa fábrica se derivó de un sueño, sueñaun poema sobre el palacio. Confrontadas con esta simetría, quetrabaja con almas de hombres que duermen y abarca continentesy siglos, nada o muy poco son, me parece, las levitaciones, resurreccionesy apariciones de los libros piadosos.¿Qué explicación preferiremos? Quienes de antemano rechazanlo sobrenatural (yo trato, siempre, de pertenecer, a ese gremio)juzgarán que la historia de los dos sueños es una coincidencia,un dibujo trazado por el azar, como las formas de leones o decaballos que a veces configuran las nubes. Otros argüirán que elpoeta supo de algún modo que el emperador había soñado elpalacio y dijo haber soñado el poema para crear una espléndidaficción que asimismo paliara o justificara lo truncado y rapsódicode los versos. 1 Esta conjetura es verosímil, pero nos obligaa postular, arbitrariamente, un texto no identificado por lossinólogos en el que Coleridge pudo leer, antes de 1816, el sueñode Kubla. 2 Más encantadoras son las hipótesis que trasciendenlo racional. Por ejemplo, cabe suponer que el alma del emperador,destruido el palacio, penetró en el alma de Coleridge,para que éste lo reconstruyera en palabras, más duraderas que losmármoles y metales.El primer sueño agregó a la realidad un palacio; el segundo,que se produjo cinco siglos después, un poema (o principio depoema) sugerido por el palacio; la similitud de los sueños dejaentrever un plan; el período enorme revela un ejecutor sobrehumano.Indagar el propósito de ese inmortal o de ese longevosería, tal vez, no menos atrevido que inútil, pero es lícito sospecharque no lo ha logrado.,En 1691, el P. Gerbillon, de laCompañía de Jesús, comprobó que del palacio de Kublai Khansólo quedaban ruinad; del poema nos consta que apenas se rescataroncincuenta versos. Tales hechos permiten conjeturar quela serie de sueños y de trabajos no ha tocado a su fin. Al primersoñador le fue deparada en la noche la visión del palacio y lo1 A principios del siglo xix o a fines del xvín, juzgado por lectores de gustoclásico, Kubla Khan era harto más desaforado que ahora. En 1884, el primerbiógrafo de Coleridge, Traill, pudo aún escribir: "El extravagante poemaonírico Kubla Khan es poco más que una curiosidad psicológica."2 Véase John Livingston Lowes: The Road to Xanadu, 1927, págs. 358, 585.


OTRAS INQU1SICIÓNKSconstruyó; ál segundo, que no supo del sueño del anterior, elpoema sobre el palacio. Si no marra el esquema, alguien, en unanoche de la que nos apartan los siglos, soñará el mismo sueñoy no sospechará que otros lo¡ soñaron y le dará la forma de unmármol o de una música. Quizá la serie de los sueños no tengafin, quizá la clave esté en el último.Ya escrito lo anterior, entreveo o creo entrever otra explicación.Acaso un arquetipo no revelado aún a los hombres, unobjeto eterno (para usar la nomenclatura de Whitehead), estéingresando paulatinamente en el mundo; su primera manifestaciónfue el palacio; la segunda el poema. Quien los hubieraComparado habría visto que eran esencialmente iguales.


646 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS.EL TIEMPO Y J. W. DUNNEEn el número 63 de Sur (diciembre de 1939) publiqué una prehistoria,una primera historia rudimental, de la regresión infinita.No todas las omisiones de ese bosquejo eran involuntarias:deliberadamente excluí la mención de J. W. Dunne, que haderivado del interminable regressus una doctrina suficientementeasombrosa del sujeto y del tiempo. La discusión (la mera exposición),de su tesis hubiera rebasado los límites de esa nota. Sucomplejidad requería un artículo independiente: que ahora ensayaré.A su escritura me estimula el examen del último librode Dunne —Nothing Dies (1940, Faber and Faber) — que repiteo resume los argumentos de los tres anteriores.El argumento único, mejor dicho. Su mecanismo nada tienede nuevo; lo casi escandaloso, lo insólito, son las inferencias delautor. Antes de comentarlas, anoto unos previos avatares de laspremisas.El séptimo de los muchos sistemas filosóficos de la India quePaul Deussen registra 1 , niega que el yo pueda ser objeto inmediatodel conocimiento, "porque si fuera conocible nuestraalma, se requeriría un alma segunda para conocer la primeray una tercera para conocer la segunda". Los hindúes no tienensentido histórico (es decir: perversamente prefieren el examende las ideas al de los nombres y las fechas de los filósofos) peronos consta que esa negación radical de la introspección cuentaunos ocho siglos. Hacia 1843, Schopenhauer la redescubre. "Elsujeto conocedor", repite, "no es conocido como tal, porque seríaobjeto de conocimiento de otro sujeto conocedor" (Welt aisWille und Vorstellung, tomo segundo, capítulo diecinueve). Herbartjugó también con esa multiplicación ontológica. Antes decumplir los veinte años había razonado que el yo es inevitablementeinfinito, pues el hecho de saberse a sí mismo, postulaun otro yo que se sabe también a sí mismo, y ese yo postulaa su vez otro yo (Deussen: Die neuere Philosophie, 1920,pág. 367) . Exornado de anécdotas, de parábolas, de buenas ironíasy de diagramas, ese argumento es el que informa los tratadosde Dunne.1 Nachvedische Philosophie der Inder, 318.


OTRAS INQUISICIONES 647Éste (An Experiment with Time, capítulo XXII) razona queun sujeto consciente no sólo es consciente de lo que observa,aillo de un sujeto A que observa y, por lo tanto, de otro sujeto Bque es consciente de A y, por lo tanto, de otro sujeto C conscientede B. . . No sin misterio agrega que esos innumerableslújelos íntimos no caben en las tres dimensiones del espacio perosí en las no menos innumerables dimensiones del tiempo. Antesde aclarar esa aclaración, invito a mi lector a que repensemoslo que dice este párrafo.Huxley, buen heredero de los nominalistas británicos, mantieneque sólo hay una diferencia verbal entre el hecho de percibirun dolor y el hecho de saber que uno lo percibe, y se burlade los metafísicos puros, que distinguen en toda sensación "unsujeto sensible, un objeto sensígeno y ese personaje imperioso:él Yo" (Essays, tomo sexto, página 87). Gustav Spíller (TheMind of Man, 1902) admite que la conciencia del dolor y eldolor son dos hechos distintos, pero los considera tan comprensiblescomo la simultánea percepción de una voz y ele un rostro.Su opinión me parece válida. En cuanto a la conciencia de laConciencia, que invoca Dunne para instalar en cada individuouna vertiginosa y nebulosa jerarquía de sujetos, 'prefiero sospecharque se trata de estados sucesivos (o imaginarios) delSujeto inicial. "Si el espíritu —ha dicho Leibniz— tuviera querepensar lo pensado, bastaría percibir un sentimiento para pensaren él y para pensar luego en el pensamiento' y luego enel pensamiento del pensamiento, y así hasta lo infinito" (Nou-Vtunix essais sur l'eniendement humain, libro segundo, capítuloprimero.)El procedimiento creado por Duríne para la obtención inmediatade un número infinito de tiempos es menos convincentey más ingenioso. Como Juan de Mena en s.u Labyrinthoi , comoUspenski en el Tertiurn. Organum, postula que yá existe el porvenir,con sus vicisitudes y pormenores. Hacia el porvenir preexistente(o desde el porvenir preexistente, como Bradley prefiere)fluye el río absoluto del tiempo cósmico, o los ríos mortales(le nuestras vidas. Esa traslación, ese fluir, exige como todos losmovimientos un tiempo determinado; tendremos pues, un tiemposegundo para que se traslade el primero; un tercero para quese traslade el segundo, y así hasta lo infinito... 2 Tal es laJEn este poema del siglo xv hay una visión de "muy grandes tres ruedas":lll primera, inmóvil, es el pasado; la segunda, giratoria, el presente; la tercera,inmóvil, el porvenir.' Medio siglo antes de que la propusiera Dunne, "la absurda conjetura


648 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASmáquina propuesta por Dunne. En esos tiempos hipotéticos oilusorios tienen interminable habitación los sujetos imperceptiblesque multiplica el otro regressus.No sé qué opinará mi lector. No pretendo saber qué cosa esel tiempo (ni siquiera si es una "cosa") pero adivino que el cursodel tiempo y el tiempo son un solo misterio y no dos. Dunne, losospecho, comete un error parecido al de los distraídos poetasque hablan (digamos) de la luna que muestra su rojo disco,sustituyendo así a una indivisa imagen visual un sujeto, un verboy un complemento, que no es otro que el mismo sujeto, ligeramenteenmascarado. . . Dunne es una víctima ilustre de esa malacostumbre intelectual que Bergson denunció: concebir el tiempocomo una cuarta dimensión del espacio. Postula que ya existeel porvenir y que debemos trasladarnos a él, pero ese postuladobasta para convertirlo en espacio y para requerir un tiempo segundo(que también es concebido en forma espacial, en formade línea o de río) y después un tercero y un millonésimo. Ningunode los cuatro libros de Dunne deja de proponer infinitasdimensiones de tiempo 1 , pero esas dimensiones son espaciales.El tiempo verdadero, para Dunne, es el inalcanzable términoúltimo de una serie infinita.¿Qué razones hay para postular que ya existe el futuro? Dunnesuministra dos: una, los sueños premonitorios; otra, la relativasimplicidad que otorga esa hipótesis a los inextricables diagramasque son típicos de su estilo. También quiere eludir los problemasde una creación continua. . .Los teólogos definen la eternidad como la simultánea y lúcidaposesión de todos los instantes del tiempo y la declaranuno de los atributos divinos. Dunne, asombrosamente, supone queya es nuestra la eternidad y que los sueños de cada noche locorroboran. En ellos, según él, confluyen el pasado inmediatoy el inmediato porvenir. En la vigilia recorremos a uniforme velocidadel tiempo sucesivo, en el sueño abarcamos una zona quepuede ser vastísima. Soñar es coordinar los vistazos de esa contemplacióny urdir con ellos una historia, o una serie de historias.Vemos la imagen de una esfinge y la de una botica e inventamosque una botica se convierte en esfinge. Al hombre que mañanade un segundo tiempo, en el que fluye, rápida o lentamente, el primero",fue descubierta y rechazada por Schopenhauer, en una nota manuscrita agregadaa su Welt ais Wille undVorstellung. La registra la pág. 829 del segundovolumen de la edición histórico-crítica de Otto Weiss.' La frase es reveladora. En el capítulo xxi del libro An Experiment wilh¡'¡me, habla de un tiempo que es perpendicular a otro.


OTRAS INQUISICIONES 649conoceremos le ponemos la boca de una cara que nos miróantenoche... (Ya Schopenhauer escribió que la vida y los sueñoseran hojas de un mismo libro, y que leerlas en orden es vivir;hojearlas, soñar).Dunne asegura que en la muerte aprenderemos el manejo felizde la eternidad. Recobraremos todos los instantes de nuestra viday los combinaremos como nos plazca. Dios y nuestros amigos yShakespeare colaborarán con nosotros.Ante una. tesis tan espléndida, cualquier falacia cometida porel autor, resulta baladí.


1650 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA CREACIÓN Y P. H. GOSSE"The man without a Navel yet Uves in me", (el hombre sinOmbligo perdura en mí), curiosamente escribe Sir Thomas Browne(Religio medid, 1642) para significar que fue concebido en pecado,por descender de Adán. En el primer capítulo del Ulises,Joyce evoca asimismo el vientre inmaculado y tirante de la mujersin madre: Heva, naked Eve. She fiad no navel. El tema (ya losé) corre el albur de parecer grotesco y baladí, pero el zoólogoPhilip Henry Gosse lo ha vinculado al problema central de lametafísica: el problema del tiempo. Esa vinculación es de 1857;ochenta años de olvido equivalen tal vez a la novedad.Dos lugares de la Escritura (Romanos, V; 1 Corintios, XV)contraponen el primer hombre Adán.en el que mueren todoslos hombres, al postrer Adán, que es Jesús. 1 Esa contraposición,para no ser una mera blasfemia, presupone cierta enigmáticaparidad, que se traduce en mitos y en simetría. La Áurea leyendadice que la madera de la Cruz procede de aquel Árbol prohibidoque está en el Paraíso; los teólogos, que Adán fue creado porel Padre y el Hijo a la precisa edad en que murió el Hijo: alos treinta y tres años. Esta insensata precisión tiene que haberinfluido en la cosmogonía de Gosse.Éste la divulgó en el libro Omphalos (Londres, 1857), cuyo subtítuloes Tentativa de desatar el nudo geológico. En vano heinterrogado las bibliotecas en busca de ese libro; para redactaresta nota, me serviré de los resúmenes de Edmund Gosse (Fatherand. Son, 1970), y de H. G. Wells (A 11 Aboard for Ararat, 1940).Introduce ilustraciones que no figuran en esas breves páginas, peroque juzgo compatibles con el pensamiento de Gosse.En aquel capítulo de su Lógica que trata de la ley de causalidad,John Stuart Mili razona que el estado del universo encualquier instante es una consecuencia de su estado en el instante1En la poesía devota, esa conjunción es común. Quizá el ejemplo másintenso esté en la penúltima estrofa del Hymn to God, my God, in my sickness,March Tí, 1680, que compuso John üonne:We ttúnk that Paradise and Calvary,Christ's Cross, and Adam's tree, stood in one place,Look Lord, and find both Adams met in me;Ai the first Adam's sweat surrounds, my face,May the lasl Adam's blood my soul embrace.


OTRAS INQUISICIONES 651previo y que a una inteligencia infinita le bastaría el conocimientoperfecto de un solo instante para saber la historia deluniverso, pasada y venidera. (También razona —¡oh Louis AugusteBlanqui, oh Nietzsche, oh Pitágoras!— que la repeticiónde cualquier estado comportaría la repetición de todos, los otrosy haría de la historia universal una serie cíclica.) En esa moderadaversión de cierta fantasía de Laplace —éste había imaginadoque el estado presente del universo es, en teoría) reductible auna fórmula, de la que Alguien podría deducir todo el porveniry todo el pasado. Mili no excluye la posibilidad de una futuraintervención'exterior que rompa la serie. Afirma que el estadoq fatalmente producirá el estado r; el estado r, el Í, el estado s,el l; pero admite que antes de t; una catástrofe divina —la consummatiornundi, digamos— puede haber aniquilado el planeta.El porvenir es inevitable, preciso, pero puede no acontecer. Diosacecha en los intervalos.•En 1857, una discordia preocupaba a los hombres. El Génesisatribuía seis días —seis días hebreos inequívocos, de ocaso aocaso— a la creación divina del mundo; los paleontólogos impiadosamenteexigían enormes acumulaciones de tiempo. En vanorepetía De Quincey que la Escritura tiene la obligación de noinstruir a los hombres en ciencia alguna, ya que las ciencias constituyenun vasto mecanismo para desarrollar y ejercitai el intelectohumano. . . ¿Cómo reconciliar a Dios con los fósiles, a Sir CharlesLyell con Moisés? Gosse, fortalecido por la plegaria, propuso unarespuesta asombrosa.Mili imagina un tiempo causal, infinito, que puede ser interrumpidopor un acto futuro de Dios; Gosse, un tiempo rigurosamentecausal, infinito, que ha sido interrumpido por un actopretérito: la Creación. El estado n producirá fatalmente el estadov, pero antes de v puede ocurrir el juicio Universal; el estadon presupone el estado c, pero c no ha ocurrido, porque el mundofue creado en / o en b. El primer instante del tiempo coincidecon el instante de la Creación, como dicta San Agustín, peroese primer instante comporta no sólo un infinito porvenir sinoun infinito pasado. Un pasado hipotético, claro está, pero minuciosoy fatal. Surge Adán y sus dientes y su esqueleto cuentan83 años; surge Adán (escribe Edmund Gosse) y ostenta líñ ombligo,aunque ningún cordón umbilical lo ha atado a una madre.El principio de razón exige que no haya un solo efecto sin causa;esas causas requieren otras causas, que regresivamente se multiplican1 ; de todas hay vestigios concretos, pero sólo han existidorealmente las que son posteriores a la Creación. Perduran esque-1 Cf. Spencer: Facls and Comments, pág. 148-151, 1902.


(552 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASJetos de gliptodonte en la cañada de Lujan, pero no hubo jamásgliptodontes. Tal es la tesis ingeniosa (y ante todo increíble)que Philip Henry Gosse propuso a la religión y a la ciencia.Ambas la rechazaron. Los periodistas la redujeron a la doctrinade que Dios había escondido fósiles bajo tierra para probarla fe de los geólogos; Charles Kingsley desmintió que el Señorhubiera grabado en las rocas "una superflua y vasta mentira".En vano expuso Gosse la base metafísica de la tesis: lo inconcebiblede un instante de tiempo sin otro instante precedente yotro ulterior, y así hasta lo infinito. No sé si conoció la antiguasentencia que figura en las páginas iniciales de la antología talmúdicade Rafael Cansinos-Asséns: No era sino lia primera noche,pero un®, serie de siglos la había ya precedido.Dos virtudes quiero reinvindicar para la olvidada tesis deGosse. La primera: su elegancia un poco monstruosa. La segunda:su involuntaria reducción al absurdo de una creatio ex nihilo,su demostración indirecta de que el universo es eterno, comopensaron el Vedanta y Heráclito, Spinoza y los atomistas. . .Bertrand Russell I3 ha actualizado. En el capítulo noveno dellibro The Analysis of Mirid (Londres, 1921) supone que el planetaha sido creado hace pocos minutos, provisto de una humanidadque "recuerda" un pasado ilusorio.Buenos Aires,rpji.Posdata: En 1802, Chateaubriand (Génie du Christianisme, I,4, 5) ftífmuló, partiendo de razones estéticas, una tesis idénticaa la de Gosse. Denunció lo insípido, e irrisorio, de un primerdía de la Creación, poblado de pichones, de larvas, de cachorrosy de semillas. Sans une vieillesse originaire, la nature dans soninnocence eñt été moins belle qu'elle ne l'est aujourd'hui danssa corruptian, escribió.


OTRAS INQUISICIONES 653LAS ALARMAS DEL DOCTORAMÉRICO CASTRO *La palabra problema puede ser una insidiosa petición de principio.Hablar del problema judio es postular que los judíos sonun problema; es vaticinar (y recomendar) las persecuciones, laexpoliación, los balazos, el degüello, el estupro y la lectura dela prosa del doctor Rosenberg. Otro demérito de los falsos problemases el de promover soluciones que son falsas también. APlinio (Historia natural, libro octavo) no le basta observar quelos dragones atacan en verano a los elefantes: aventura la hipótesisde que lo hacen para beberles toda la sangre que, comonadie ignora, es muy fría. Al doctor Castro (La peculiaridadlingüística, etcétera) no le basta observar un "desbarajuste lingüísticoen Buenos Aires": aventura la hipótesis del "lunfardismo"y de la "mística gauchofilia".Para demostrar la primera tesis —la corrupción del idiomaespañol en el Plata—, el doctor apela a un procedimiento queemos calificar de sofístico, para no poner en duda su inteligencia;de candoroso, para no dudar de su probidad. Acumularetazos de Pacheco, de Vacarezza, de Lima, de Last Reason, deClon Cursi, de Enrique González Tuñón, de Palermo, de Llande-J'lis y de Malfatti, los copia con infantil gravedad y luego losexhibe urbi et orbi como ejemplos de nuestro depravado lenrliaje.No sospecha que tales ejercicios ("Con un feca con cheley una ensaimada | vos te venís pal Centro | de gran bacán")ion caricaturales; los declara "síntomas de una alteración grave",CUya causa remota son "las conocidas circunstancias que hicieronÚt los países platenses zonas hasta donde el latido del imperiohispano llegaba ya sin brío". Con igual eficacia cabría argumen-Hr que en Madrid no quedan ya vestigios del español, segúnle demuestran las coplas que Rafael Salillas transcribe (El delincuenteespañol; su lenguaje, 1896):El minche de esa rumidicen no tenela bales;los he dicaitó yo,los tenela muy juncales. . .¿,-_ l 1.a peculiaridad lingüística rioplatense y su. sentido histórico (Losada, Bue-¡Ml* Míos, 1941). "" " •


654 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEl chibel barba del brejemenjindé a los burós:apincharé ararajayy menda la piraba.Ante su poderosa tiniebla es casi límpida esta pobre coplalunfarda:El bacán le acanalóel escracho a la minushia;después espirajushiópor temor a la canushia. 1En la página 139, el doctor Castro nos anuncia otro librosobre el problema de la lengua de Buenos Aires; en la 87, sejacta de haber descifrado un diálogo campero de Lynch "enel cual los personajes usan los medios más bárbaros de expresión,que sólo comprendemos enteramente los familiarizados con lasjergas rioplatenses". Las jergas: ce plwriel est bien síngulier. Salvoel lunfardo (módico esbozo carcelario que nadie sueña en parangonarcon el exuberante caló de los españoles), no hay jergasen este país. No adolecemos de dialectos, aunque sí de institutosdialectológicos. Esas corporaciones viven de reprobar las sucesivasjerigonzas que inventan. Han improvisado el gauchesco, a basede Hernández; el cocoliche, a base de un payaso que trabajócon los Podestá; el vesre, a base de los alumnos de cuarto grado.En esos detritus se apoyan; esas riquezas les debemos y deberemos.No menos falsos son "los graves problemas que el habla presentaen Buenos Aires". He viajado por Cataluña, por Alicante,por Andalucía, por Castilla; he vivido un par de años en Valldemosay uno en Madrid; tengo gratísimos recuerdos de esoslugares; no he observado jamás que los españoles hablaran mejorque nosotros. (Hablan en voz más alta, eso sí, con el aplomode quienes ignoran la duda.) El doctor Castro nos imputa arcaísmo.Su método es curioso: descubre que las personas máscultas de San Mamed de Puga, en Orense, han olvidado tal ocual acepción de tal o cual palabra; inmediatamente resuelveque los argentinos deben olvidarla también... El hecho es queel idioma español adolece de varias imperfecciones (monótonopredominio de las vocales, excesivo relieve de las palabras, inep-1 La registra el vocabulario jergal de Luis Villamayor: El lenguaje delbajo fondo (Buenos. Aires, 1915) . Castro ignora esCe léxico, tal vez porquelo señala Arturo Costa Álvarez en un libio esencial: El castellano en laArgentina (La Plata, 192S). Inútil advertir que nadie pronuncia fninushia,canushia, espirajushiar.


OTRAS INQUISICIONES 655titud para formar palabras compuestas) pero no de la imperfecciónque sus torpes vindicadores le atacan: la dificultad. Elespañol es facilísimo. Sólo los españoles lo juzgan arduo: tal vezporque los turban las atracciones del catalán, del bable, delmallorquín, del galaico, del vascuence y del valenciano; tal vezpor un error de la vanidad; tal vez por cierta rudeza verbal(confunden acusativo y dativo, dicen le mató por lo mató, suelenser incapaces de pronunciar Atlántico o Madrid, piensan queun libro puede sobrellevar este cacofónico título: La peculiaridadlingüistica rioplatense y su sentido histórico).El doctor Castro, en cada una de las páginas de este libro,abunda en supersticiones convencionales. Desdeña a López yvenera a Ricardo Rojas; niega los tangos y alude con respeto alas jácaras, piensa que Rosas fue un caudillo de montoneras,un hombre a lo Ramírez o Artigas, y ridiculamente lo llama"centauro máximo". (Con mejor estilo y juicio más lúcido,Groussac prefirió Ja definición: "miliciano de retaguardia".)Proscribe —entiendo que con toda razón— la palabra cachada,iero se resigna a tomadum de pelo, que no es visiblemente másfógica ni más encantadora. Ataca los idiotismos americanos, porquelos idiotismos españoles le gustan más. No quiere que digamosde arriba; quiere que digamos de gorra... Este examinador"del hecho lingüístico bonaerense" anota seriamente quelos porteños llaman acridio a la langosta, este lector inexplicablede Carlos de la Púa y de Yacaré nos revela que taita, en arrebalerosignifica padre.En este libro, la forma no desdice del fondo. A veces el estiloes comercial: "Las bibliotecas de Méjico poseían libros de altacalidad" (página 49); "La aduana seca... imponía precios fabulosos"(página 52). Otras, la trivialidad continua del pensamientono excluye el pintoresco dislate: "Surge entonces lo únicoposible, el tirano, condensación de la energía sin rumbo de lamasa, que él no encauza, porque no es guía sino niole aplastante,ingente aparato ortopédico que mecánicamente, bestialmente,enredila al rebaño que se desbanda" (páginas 71, 72).'Otras, elinvestigador de Vacarezza intenta el mot juste: "Por los mismosmotivos por los que se torpedea la maravillosa gramática de A.Alonso y P. Henríquez Ureña" (página 31).Los compadritos de Last Reason emiten metáforas hípicas; eldoctor Castro, más versátil en el error, conjuga la radiotelefoníay el football: "El pensamiento y el arte rioplatense son antenasValiosas para cuanto en el mundo significa valía y esfuerzo, actitudintensamente receptiva que no ha de tardar en convertirseen fuerza creadora, si el destino no tuerce el rumbo de las señalespropicias. La poesía, la novela y el ensayo lograron allá más de


656 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASun "goal" perfecto. La ciencia y el pensar filosófico cuentan entresus cultivadores nombres de suma distinción" (página 9).A la errónea y mínima erudición, el doctor Castro añade elinfatigable ejercicio de la zalamería, de la prosa rimada y delterrorismo.P. S. — Leo en la página 136: "Lanzarse en serio, sin ironía,a escribir como Ascasubi, Del Campo o Hernández es asuntoque da en qué pensar". Copio las últimas estrofas del MartínFierro:Cruz y Fierro de una estanciaUna tropilla se arriaron,Por delante se la echaronComo criollos entendidosY pronto, sin ser sentidos,Por la frontera cruzaron.Y cuando la habían pasaoUna madrugada clara,Le dijo Cruz que miraraLas últimas poblaciones;Y a Fierro dos lagrimonesLe rodaron por la cara.Y siguiendo el fiel del rumbo,Se entraron en el desierto,No sé si los habrán muertoEn alguna correríaPero espero que algún díaSabré de ellos algo cierto.Y ya con estas noticiasMi relación acabé,Por ser ciertas las conté,Todas las desgracias dichas:Es un telar de desdichasCada gaucho que usté vé.Pero ponga su esperanzaEn el Dios que lo firmó,Y aquí me despido yoQue he relatao a mi modo,Males que conocen todosPero que naides contó.


OTRAS INQUISICIONES 657"En serio, sin ironía", pregunto: ¿Quién es más dialectal: elcantor de las límpidas estrofas que he repetido o el incoherenteredactor de los aparatos ortopédicos que enredilan rebaños, delos géneros literarios que juegan al football y de las gramáticastorpedeadas?En la página 122, el doctor Castro ha enumerado algunos escritorescuyo estilo es correcto; a pesar de la inclusión de minombre en ese catálogo, no me creo del todo incapacitado parahablar de estilística.


658 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASNUESTRO POBRE INDIVIDUALISMOLas ilusiones del patriotismo no tienen término. En el primersiglo de nuestra era, Plutarco se burló de quienes declaran quela luna de Atenas es mejor que la luna de Corinto; Milton, enel. xvn notó que Dios tenía la costumbre de revelarse primeroa Sus ingleses; Fichte, a principio del xix, declaró que tener caráctery ser alemán es, evidentemente, lo mismo. Aquí, los nacionalistaspululan; los mueve, según ellos, el atendible o inocentepropósito de fomentar los mejores rasgos argentinos. Ignoran,sin embargo, a los argentinos; en la polémica, prefieren definirlosen función de algún hecho externo; de los conquistadores españoles(digamos) o de una imaginaria tradición católica o del "imperialismosajón".El argentino, a diferencia de los americanos del Norte y de casitodos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puedeatribuirse a la circunstancia de que, en este país, los gobiernossuelen ser pésimos o al hecho general de que el Estado es unainconcebible abstracción *•; lo cierto es que el argentino es unindividuo, no un ciudadano. Aforismos como el de Hegel "ElEstado es la realidad de la idea moral" le parecen bromas siniestras.Los films elaborados en Hollywood repetidamente proponena la admiración el caso de un hombre (generalmente, unperiodista) que busca la amistad de un criminal para entregarlodespués a la policía; el argentino, para quien la amistad es unapasión y la policía una maffia, siente que ese "héroe" es un incomprensiblecanalla. Siente con D. Quijote que "allá se lo hayacada uno con su pecado" y que "no es bien que los hombreshonrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nadaen ello" (Quijote, I, XXII). Más de una vez, ante las vanas simetríasdel estilo español, he sospechado que diferimos insalvablementede España; esas dos líneas del Quijote han bastadopara convencerme de error; son como el símbolo tranquilo ysecreto de nuestra afinidad. Profundamente lo confirma unanoche de la literatura argentina: esa desesperada noche en laque un sargento de la policía rural gritó que no iba a consentirel delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contrasus soldados, junto al desertor Martín Fierro.1 El Estado es impersonal: el argentino sólo concibe una relación personal.Por eso, para él, robar dineros públicos no es un crimen. Compruebo unhecho; no lo justifico o excuso.


OTRAS INQUISICIONES 659El mundo, para el europeo, es un cosmos, en el que cada cualíntimamente corresponde a la función que ejerce; para el argentino,es un caos. El europeo y el americano del Norte juzganque ha de ser bueno un libro que ha merecido un premio cualquiera,el argentino admite la posibilidad de que no sea malo,a pesar del premio. En general, el argentino descree de las circunstancias.Puede ignorar la fábula de que la humanidad siempreincluye treinta y seis hombres justos —los Lamed Wufniks—que no se conocen entre ellos pero que secretamente sostienenel universo; si la oye, no le extrañará que esos beneméritos seanoscuros y anónimos... Su héroe popular es el hombre solo quepelea con la partida, ya en acto (Fierro, Moreira, Hormiga Negra),ya en potencia o en el pasado (Segundo Sombra). Otras literaturasno registran hechos análogos. Consideremos, por ejemplo,dos grandes escritores europeos: Kipling y Franz Kafka. Nada,a primera vista, hay entre los dos de común, pero el tema deluno es la vindicación del orden, de un orden (la carretera enKim., el puente en The Bridge-Builders, la muralla romana enPuck of Pook's Hill); el del otro, la insoportable y trágica soledadde quien carece de un lugar, siquiera humildísimo, en elorden del universo.Se dirá que los rasgos que he señalado son meramente nega :tivos o anárquicos; se añadirá que no son capaces de explicaciónpolítica. Me atrevo a sugerir lo contrario. El más urgente delos problemas de nuestra época (ya denunciado con proféticalucidez por el casi olvidado Spencer) es la gradual intromisióndel Estado en los actos del individuo; en la lucha con ese mal,cuyos nombres son comunismo y nazismo, el individualismo argentino,acaso inútil o perjudicial hasta ahora, encontrará justificacióny deberes.Sin esperanza y con nostalgia, pienso en la abstracta posibilidadde un partido' que tuviera alguna afinidad con los argentinos; unpartido que nos prometiera (digamos) un severo mínimo degobierno.El nacionalismo quiere embelesarnos con la visión de un Estadoinfinitamente molesto; esa utopía, una vez lograda en latierra, tendría la virtud providencial de hacer que todos anhelaran,y finalmente construyeran, su antítesis.Buenos Aires, 1946.


660 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASQUEVEDOComo la otra, la historia de la literatura abunda en enigmas.Ninguno de ellos me ha inquietado, y me inquieta, como laextraña gloria parcial que le ha tocado en suerte a Quevedo.En los censos de nombres universales el suyo no figura. Muchohe tratado de inquirir las razones de esa extravagante omisión;alguna vez, en una conferencia olvidada, creí encontrarlas en elhecho de que sus duras páginas no fomentan, ni siquiera toleran,el menor desahogo sentimental. ("Ser sensiblero es tener éxito",ha observado George Moore.) Para la gloria, decía yo, no es indispensableque un escritor se muestre sentimental, pero es indispensableque su obra, o alguna circunstancia biográfica, estimulenel patetismo. Ni la vida ni el arte de Quevedo, reflexioné, seprestan a esas tiernas hipérboles cuya repetición es la gloria. . .Ignoro si es correcta esa explicación: yo, ahora la complementaríacon ésta: virtualmente, Quevedo no es inferior a nadie,pero no ha dado con un símbolo que se apodere de la imaginaciónde la gente. Homero tiene a Príamo, que besa las homicidasmanos de Aquiles; Sófocles tiene un rey que descifra enigmasy a quien los hados harán descifrar el horror de su propio destino;Lucrecio tiene el infinito abismo estelar y las discordias de losátomos; Dante, los nueve círculos infernales y la Rosa paradisíaca;Shakespeare, sus orbes de violencia y de música; Cervantes,el afortunado vaivén de Sancho y de Quijote; Swift, su repúblicade caballos virtuosos y de yahoos bestiales; Melville, la abominacióny el amor de la Ballena Blanca; Franz Kafka, sus crecientesy sórdidos laberintos. No hay escritor de fama universal queno haya amonedado un símbolo; éste, conviene recordar, nosiempre es objetivo y externo. Góngora o Mallarmé, verbigracia,perduran como tipos del escritor que laboriosamente elabora unaobra secreta; Whitman, como protagonista semidivino de Leavesof Grass. De Quevedo, en cambio, sólo perdura una imagen caricatural."El más noble estilista español se ha transformado enun prototipo chascarrillero", observa Leopoldo Lugones (El imperiojesuítico, 1904, pág. 59).Lamb dijo que Edmund Spencer era the poets' poet, el poetade los poetas. De Quevedo habría que resignarse a decir que esel literato de los literatos. Para gustar de Quevedo hay que ser(en acto o en potencia) un hombre de letras; inversamente, nadieque tenga vocación literaria puede no gustar de Quevedo.


OTRAS INQUISICIONES 661La grandeza de Quevedo es verbal. Juzgarlo un filósofo, unteólogo o (como quiere Aureliano Fernández Guerra) un hombrede estado, es un error que pueden consentir los títulos de sus<strong>obras</strong>, no el contenido. Su tratado Providencia de Dios, padecidade los que la niegan y gozada de los que la confiesan: doctrinaestudiada en los gusanos y persecuciones de Job prefiere la intimidaciónal razonamiento. Como Cicerón (De natura, deorum,n, 40-44), prueba un orden divino mediante el orden que se observaen los astros, "dilatada república de luces", y, despachadaesa variación estelar del argumento cosmológico, agrega: "Pocosfueron los que absolutamente negaron que había Dios; sacaréa la vergüenza los que tuvieron menos, y son: Diágoras milesio,Protágoras abderites, discípulos de Demócrito y Theodoro (llamadoAtheo vulgarmente), y Bión borysthenites, discípulo delinmundo y desatinado Theodoro", lo cual es mero terrorismo.Hay en la historia de la filosofía doctrinas, probablemente falsas,que ejercen un oscuro encanto sobre la imaginación de los hombres:la doctrina platónica y pitagórica del tránsito del almapor muchos cuerpos, la doctrina gnóstica de que el mundo esObra de un dios hostil o rudimentario. Quevedo, sólo estudiosode la verdad, es invulnerable a ese encanto. Escribe que la transmigraciónde las almas es "bobería bestial" y "locura bruta".Empédocles de Agrigento afirmó: "He sido un niño, una muchacha,una mata, un pájaro y un mudo pez que surge del,mar";Quevedo anota (Providencia de Dios): "Descubrióse por juez ylegislador desta tropelía Empédocles, hombre tan desatinado,que afirmando que había sido pez, se mudó en tan contrariay opuesta naturaleza, que murió mariposa del Etna; y a vistadel mar, de quien había sido pueblo, se precipitó en el fuego."A los gnósticos, Quevedo los moteja de infames, de malditos, delocos y de inventores de disparates (Zahúrdas de Plutón, in fine).Su Política de Dios y gobierno de Cristo nuestro Señor debeconsiderarse, según Aureliano Fernández Guerra, "como un sistemacompleto de gobierno, el más acertado, noble y conveniente".Para estimar ese dictamen en lo que vale bástenos recordar quelos cuarenta y siete capítulos de ese libro ignoran otro fundamentoque la curiosa hipótesis de que los actos y palabras deCristo (que fue, según es fama, Rex Judaeorurn) son símbolos«ecretos a cuya luz el político tiene que resolver su problema.Fiel a esa cabala, Quevedo extrae, del episodio de la samaritana,ue los tributos que los reyes exigen deben ser leves; del episodio3e los panes y de los peces, que los reyes deben remediar las necesidades;de la repetición de la fórmula sequebantur, que "el reyha de llevar tras sí los ministros, no los ministros al rey"... El(Uombro vacila entre lo arbitrario del método y la trivialidad de


662 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASlas conclusiones. Ouevedo, sin embargo, todo lo salva, o casi, conla dignidad del lenguaje. 1 El lector distraído puede juzgarse edificadopor esa obra. Análoga discordia se advierte en el MarcoBruto, donde el pensamiento no es memorable aunque lo sonlas cláusulas. Logra su perfección en ese tratado el más imponentede los estilos que Quevedo ejerció. El español, en sus páginaslapidarias, parece regresar al arduo latín de Séneca, deTácito y de Lucano, al atormentado y duro latín de la edad deplata. El ostentoso laconismo, el hipérbaton, el casi algebraicorigor, la oposición de términos, la aridez, la repetición de palabras,dan a ese texto una precisión ilusoria. Muchos períodosmerecen, o exigen, el juicio de perfectos. Éste, verbigracia, quecopio: "Honraron con unas hojas de laurel un linaje; pagarongrandes y soberanas victorias con las aclamaciones de un triunfo;recompensaron vidas casi divinas con unas estatuas; y para queno descaeciesen de prerrogativas de tesoro los ramos y las yerbasy el mármol y las voces, no las permitieron a la pretensión, sinoal mérito." Otros estilos frecuentó Ouevedo con no menos felicidad:el estilo aparentemente oral del Buscón, el estilo desaforadoy orgiástico (pero no ilógico) de La hora de todos."El lenguaje —ha observado Chesterton (G. F. Watts, 1904,pág. 91)— no es un hecho científico, sino artístico; lo inventaronguerreros y cazadores y es muy anterior a la ciencia." Nunca loentendió así Ouevedo, para quien el lenguaje fue, esencialmente,un instrumento lógico. Las trivialidades o eternidades de la poesía—aguas equiparadas a cristales, manos equiparadas a nieve, ojosque lucen como estrellas y estrellas que miran como ojos— leincomodaban por ser fáciles, pero mucho, más poí ser falsas.Olvidó, al censurarlas, que la metáfora es el contacto momentáneode dos imágenes, no la metódica asimilación de dos cosas. . .También abominó de los idiotismos. Con el propósito de "sacarlosa la vergüenza" urdió con ellos la rapsodia que se titula Cuentode cuentos; muchas generaciones, embelesadas, han preferido veren esa reducción al absurdo un museo de primores, divinamentedestinado a salvar del olvido las locuciones zurriburi, abarrisco,cochite hervite, quítame allá esas pajas y a trochi-moche.Quevedo ha sido equiparado, más de una vez, a Luciano deSamosata. Hay una diferencia fundamental: Luciano, al comba-1 Reyes certeramente observa (Capítulos de literatura española, 1939, pág.133) : "Las <strong>obras</strong> políticas de Quevedo no proponen una nueva interpretaciónde los valores políticos, ni tienen ya más: que un valor retórico. . . O sonpanfletos de oportunidad, o son <strong>obras</strong> de declamación académica. La Políticade Dios, a pesar de su ambiciosa apariencia, na es "más que un alegato contralos malos ministros. Pero entre estas páginas pueden encontrarse algunos delos rasgos más propios de Quevedo."


OTRAS INQUISICIONES 663tir en el siglo n a las divinidades olímpicas, hace obra de polémicareligiosa; Quevedo, al repetir ese ataque en el siglo xvide nuestra era, se limita a observar una tradición literaria.Examinada, siquiera brevemente, su prosa, paso a discutirsu poesía, no menos múltiple.Considerados como documentos de una pasión, los poemaseróticos de Quevedo son insatisfactorios; considerados como juegosde hipérboles, como deliberados ejercicios de petrarquismo, suelenser admirables. Quevedo, hombre de apetitos vehementes, nodejó nunca ele aspirar al ascetismo estoico; también debió deparecerle insensato depender de mujeres ("aquél es avisado, queusa de sus caricias y no se fía de éstas"); bastan esos motivos paraexplicar la artificialidad voluntaria de aquella Musa IV de suParnaso, que "canta hazañas del amor y de la hermosura". Elacento personal de Quevedo está en otras piezas; en las que lepermiten publicar su melancolía, su coraje o su desengaño. Porejemplo, en este soneto que envió, desde su Torre de Juan Abad,a don José de Salas (Musa, II, 109):Retirado en la paz de estos desiertos,Con pocos, pero doctos, libros juntos,Vivo en conversación con los difuntosY escucho con mis ojos a los muertos.Si no siempre entendidos, siempre abiertos,O enmiendan o secundan mis asuntos,Y en músicos callados contrapuntosAl sueño de la vida hablan despiertos.Las grandes almas que la muerte ausenta,De injurias de los años vengadora,Libra, oh gran don Joseph, docta la Imprenta.En fuga irrevocable huye la hora;,Pero aquélla el mejor cálculo cuenta,Que en la\ lección y estudio nos mejora.No faltan rasgos conceptistas en la pieza anterior (escucharcon los ojos, hablar despiertos al sueño de la vicia) pero el sonetoes eficaz a despecho de ellos, no a causa de ellos. No diré quese trata de una transcripción de la realidad, porque la realidadno es verbal, pero sí que sus palabras importan menos que laescena que evocan o que el acento varonil que parece informarlas.No siempre ocurre así; en el más ilustre soneto de este volumen


664 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS—Memoria inmortal de don Pedro Girón, duque de Osuna, muertoen la prisión—, la espléndida eficacia del dísticoSu Tumba son de Flandes las Campañasy su Epitaphio la sangrienta Lunaes anterior a toda interpretación y no depende de ella. Digo lomismo de la subsiguiente expresión: el llanto militar, cuyo sentidono es enigmático, pero sí baladí: el llanto de los militares.En cuanto a la sangrienta Luna, mejor es ignorar que se tratadel símbolo de los turcos, eclipsado por no sé qué piraterías dedon Pedro Téllez Girón.No pocas veces, el punto de partida de Quevedo es un textoclásico. Así, la memorable línea (Musa, IV, 31):Polvo serán, mas polvoenamoradoes una recreación, o exaltación, de una de PropercioI, 19):(Elegías,Ut meus oblito pulvis amore vacet.Grande es el ámbito de la obra poética de Quevedo. Comprendepensativos sonetos, que de algún modo prefiguran a Wordsworth;opacas y crujientes severidades a , bruscas magias de teólogo("Con los doce cené: yo fui la cena"); gongorismos intercalados1Temblaron los umbrales y las puertas,Donde la majestad negra y oscuraLas frías desangradas sombras muertasOprime en ley desesperada y dura;Las tres gargantas al ladrido abiertas,Viendo la nueva luz divina y pura,Enmudeció Cerbero, y de repenteHondos suspiros dio la negra gente.Gimió debajo de los pies el suelo,Desiertos montes de ceniza canos,Que no merecen ver ojos del cielo,Y en nuestra amarillez ciegan los llanos.Acrecentaban miedo y desconsueloLos roncos perros, que en los reinos vanosMolestan el silencio y los oídos,Confundiendo lamentos y ladridos.(Musa IX)


OTRAS INQUISICIONES 665para probar que también él era capaz de jugar a ese juego l ;urbanidades y dulzuras de Italia ("humilde soledad verde y sonora");variaciones de Persio, de Séneca, de Juvenal, de lasEscrituras, de Joachim de Bellay; brevedades latinas; chocarrerías2 ; burlas de curioso artificio 3 ; lóbregas pompas de la aniquilacióny del caos.Harta la Toga del veneno tirio,O ya en el oro pálido y rigenteCubre con los tesoros del Oriente,Mas no descansa, ¡oh Licas!, tu martirio.Padeces un magnífico delirio,cuando felicidad tan delincuenteTu horror oscuro en esplendor te miente,Víbora en rosicler, áspid en lirio.Competir su Palacio a Jove quieres,Pues miente el oro Estrellas a su modo,En el que vives, sin saber que mueres.Y en tantas glorias tú, señor de todo,Para quien sabe examinarse, eresLo solamente vil, el aseo, el lodo.Un animal a la labor nacidoY símbolo celoso a los mortales,Que a Jove fue disfraz, y fue vestido;Que un tiempo endureció manos reales,Y detrás de él los cónsules gimieron,Y rumia luz en campos celestiales.2 La Méndez llegó chillandoCon trasudores de aceite,Derramando por los hombrosEl columpio de las liendres.Aquesto Fabio cantabaA los balcones y rejasDe Aminta, que aun de olvidarlo,Le han dicho que no se acuerda.(Musa II)(Musa V)(Musa VI)


666 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLas mejores piezas de Quevedo existen más allá de la mociónque las engendró y de las comunes ideas que las informan. Noson oscuras; eluden el error de perturbar, o de distraer, conenigmas, a diferencia de otras de Mallarmé, de Yeats y de George.Son (para de alguna manera decirlo) .objetos verbales, puros eindependientes como una espada o como un anillo de plata.Ésta, por ejemplo: Hasta la Toga del veneno tirio.Trescientos años ha cumplido la muerte corporal de Quevedo,pero éste sigue siendo el primer artífice de las letras hispánicas.Como Joyce, como Goethe, como Shakespeare, como Dante, comoningún otro escritor, Francisco de Quevedo es menos un hombreque una dilatada y compleja literatura.


OTRAS INQUISICIONESfi()7MAGIAS PARCIALES DEL QUIJOTEEs verosímil que estas. observaciones hayan sido enunciadas algunavez y, quizá muchas veces; la discusión de su novedad meinteresa menos que la de su posible verdad.Cotejado con otros libros clásicos (la Ilíada, la Eneida, laFarsalia, la Comedia dantesca, las tragedias y comedias de Shakespeare),el Quijote es realista; este realismo, sin embargo, difiereesencialmente del que ejerció el siglo xix. Joseph Conradpudo escribir que excluía de su obra lo sobrenatural, porqueadmitirlo parecía negar que lo cotidiano fuera maravilloso: ignorosi Miguel de Cervantes compartió esa intuición, pero séque la forma del Quijote le hizo contraponer a un mundo imaginariopoético, un mundo real prosaico. Conrad y Henry Jamesnovelaron la realidad porque la juzgaban poética; para Cervantesson antinomias lo real y lo poético. A las vastas y vagas geografíasdel Amadis opone los polvorientos caminos y los sórdidosmesones de Castilla; imaginemos a un novelista de nuestro tiempoque destacara con sentido paródico las estaciones de aprovisionamientode nafta. Cervantes ha creado para nosotros la poesíade la España del siglo xvu, pero ni aquel siglo ni aquella Españaeran poéticas para él; hombres como Unamuno o Azorín o AntonioMachado, enternecidos ante la evocación de la Mancha,le hubieran sido incomprensibles. El plan de su obra le vedabalo maravilloso; éste, sin embargo, tenía que figurar, siquiera demanera indirecta, como los crímenes y el misterio en una parodiade la novela policial. Cervantes no podía recurrir a talismanesO a sortilegios, pero insinuó lo sobrenatural de un modo sutil,y, por ello mismo, más eficaz. íntimamente, Cervantes amaba losobrenatural. Paul Groussac, en 1924, observó: "Con alguna malfijada tintura de latín e italiano, la cosecha literaria de Cervantesprovenía sobre todo de las novelas pastoriles y las novelas decafeallerías, fábulas arrulladoras del cautiverio." El Quijote esmenos un antídoto de esas ficciones que una secreta despedidanostálgica.En la realidad, cada novela es un plano ideal; Cervantes secomplace en confundir lo objetivo y lo subjetivo, el mundo dellector y el mundo del libro. En aquellos capítulos que discutensi la bacía del barbero es un yelmo y la albarda un jaez, el problemase trata de modo explícito; en otros lugares, como ya anoté,lo insinúa. En el sexto capítulo de la primera parte, el cura y el


()t)8 jORGK l.'UIS BORGES—OBRAS COMPLETASbarbero revisan la biblioteca de don Quijote; asombrosamenteuno de los libros examinados es la Galatea de Cervantes, y resultaque el barbero es amigo suyo y no lo admira demasiado, y diceque es más versado en desdichas que en versos y que el librotiene algo de buena invención, propone algo y no concluye nada.El barbero, sueño de Cervantes o forma de un sueño de Cervantes,juzga a Cervantes.... También es sorprendente saber,en el principio del noveno capítulo, que la novela entera ha sidotraducida del árabe y que Cervantes adquirió el manuscrito enel mercado de Toledo, y lo hizo traducir por un morisco, a quienalojó más de mes y medio en su casa, mientras concluía la, tarea.Pensamos en Carlyle, que fingió que el Sartor Resartus era versiónparcial de una obra publicada en Alemania por el doctor DiogenesTeufelsdroeckh; pensamos en el rabino castellano Moisésde León, que compuso el Zohar o Libro del Esplendor y lo divulgócomo obra de un rabino palestiniano del siglo m.Ese juego de extrañas ambigüedades culmina en la segundaparte; los protagonistas han leído la primera, los protagonistasdel Quijote son, asimismo, lectores del Quijote. Aquí es inevitablerecordar el caso de Shakespeare, que incluye en el escenario deHmnlet otro escenario, donde se representa una tragedia, quees más o menos la de Hamlet; la correspondencia imperfecta dela obra principal y la secundaria aminora la eficacia de esa inclusión.Un artificio análogo al de Cervantes, y aun más asombroso,figura en el Rarnayana, poema de Valmiki, que narra lasproezas de Rama y su guerra con los demonios. En el libro final,los hijos de Rama, que no saben quién es su padre, buscan amparoen una selva, donde un asceta les enseña a leer. Ese maestroes, extrañamente, Valmiki; el libro en que estudian, el Rarnayana.Rama ordena un sacrificio de caballos; a esa fiesta acudeValmiki con sus alumnos. Éstos acompañados por el laúd, cantanel Rarnayana. Rama oye su propia historia, reconoce a sus hijosy luego recompensa al poeta. . . Algo parecido ha obrado el azaren Las Mil y Una Noches. Esta compilación de historias fantásticasduplica y reduplica hasta el vértigo la ramificación de uncuento central en cuentos adventicios, pero no trata de graduarsus realidades, y el efecto (que debió ser profundo) es superficial,como una alfombra persa. Es conocida la historia liminar de laserie: el desolado juramento del rey, que cada noche se desposacon una virgen que hace decapitar en el alba, y la resolución deShahrazad, que lo distrae con fábulas, hasta que encima de losdos han girado mil y una noches y ella le muestra su hijo. Lanecesidad de completar mil y una secciones obligó a los copistasde la obra a interpolaciones de todas clases. Ninguna tan perturbadoracomo la de la noche DCII, mágica entre las noches.


OTRAS INQUISICIONES 669En esa noche, el rey oye de boca de la reina su propia historia.Oye el principio de la historia, que abarca a todas las demás,y también —de monstruoso modo—, a sí misma. ¿Intuye claramenteel lector la vasta posibilidad de esa interpolación, el curiosopeligro? Que la reina persista y el inmóvil rey oirá parasiempre la trunca historia de Las Mil y Una Noches, ahora infinitay circular. . . Las invenciones de la filosofía no son menosfantásticas que las del arte: Josiah Royce, en el primer volumende la obra The World and the Individual (1899), ha formuladola siguiente: "Imaginemos que una porción del suelo de Inglaterraha sido nivelada perfectamente y que en ella traza un cartógrafoun mapa de Inglaterra. La obra es perfecta; no hay detalledel suelo de Inglaterra, por diminuto que sea, que no estéregistrado en el mapa; todo tiene ahí su correspondencia. Esemapa, en tal caso, debe contener un mapa del mapa, que debecontener un mapa del mapa del mapa, y así hasta lo infinito."¿Por qué nos inquieta que el mapa esté incluido en el mapay las mil y una noches en el libro de Las Mil y Una Noches}¿Por qué nos inquieta que Don Quijote sea lector del Quijote,y Hamlet, espectador de Hamlel? Creo haber dado con la causa:tales inversiones sugieren que si los caracteres de una ficciónpueden ser lectores o espectadores, nosotros, sus lectores o espectadores,podemos ser ficticios. En 1833, Carlyle observó que lahistoria universal es un infinito libro sagrado que todos loshombres escriben y leen y tratan de entender, y en el que tambiénlos escriben.


670 JORGE I.U1S BORGES—OBRAS COMPLETASNATHANIEL HAWTHORNE 1Empezaré la historia de las letras americanas con la historia deuna metáfora; mejor dicho, con algunos ejemplos de esa metáfora.No sé quién la inventó; es quizá un error suponer quepuedan inventarse metáforas. Las verdaderas, las que formulaníntimas conexiones entre una imagen y otra, han existido siempre;las que aún podemos inventar son las falsas, las que no valela pena inventar. Ésta que digo es la que asimila los sueñosa una función de teatro. En el siglo xvn, Quevedo la formulóen el principio del Sueño de la muerte; Luis de Góngora, en el.soneto Varia imaginación, donde leemos:El sueño, autor de representaciones,en su teatro sobre el viento armado,sombras suele vestir de bulto bello.En el siglo xvm, Addison lo dirá con más precisión. "El alma,cuando sueña —escribe Addison—, es teatro, actores y auditorio."Mucho antes, el persa Umar Khyyam había escrito que la historiadel mundo es una representación que Dios, el numeroso Dios delos panteístas, planea, representa y contempla, para distraer sueternidad; mucho después, el suizo Jung, en encantadores y, sinduda, exactos volúmenes, equipara las invenciones literarias alas invenciones oníricas, la literatura a los sueños.Si la literatura es un sueño, un sueño dirigido y deliberado,pero fundamentalmente un sueño, está bien que» los versos deGóngora sirvan de epígrafe a esta historia de las letras americanasy que inauguremos con el examen de Hawthorne, el soñador.Algo anteriores en el tiempo hay otros escritores americanos—Fenimore 'Cooper, una suerte de Eduardo Gutiérrez infinitamenteinferior a Eduardo Gutiérrez; Washington Irving, urdidorde agradables españoladas— pero podemos olvidarlos sin riesgo.Hawthorne nació en 1804, en el puerto de Salem. Salem adolecía,ya entonces, de dos rasgos anómalos en América; era unaciudad, aunque pobre, muy vieja, era una ciudad en decadencia.En esa vieja y decaída ciudad de honesto nombre bíblico, Haw--thorne vivió hasta 1836; la quiso con el triste amor que inspiran1 Este texto es e! de una conferencia dictada en el Colegio Libre de EstudiosSuperiores, en marzo de 1949.


OTRAS INQUISICIONES 671las personas que no nos quieren, los fracasos, las enfermedades,las manías; esencialmente no es mentira decir que no se alejónunca de ella. Cincuenta años después, en Londres o en Roma,seguía en su aldea puritana de Salem; por ejemplo, cuando desaprobóque los escultores, en pleno siglo xix, labraran estatuasdesnudas. ..Su'padre, el capitán Nathaniel Hawthorne, murió en 1808, enlas Indias Orientales, en Surinam, de fiebre amarilla; uno de susantepasados, John Hawthorne, fue juez en los procesos de hechircería de 1692, en los que diecinueve mujeres, entre ellas unaesclava, Tituba, fueron condenadas a la horca. En esos curiososprocesos (ahora el fanatismo tiene otras formas), Justice Hawthorneobró con severidad y sin duda con sinceridad. "Tan conspicuose hizo —escribió Nathaniel, nuestro Nathaniel— en elmartirio de las brujas, que es lícito pensar que la sangre deesas desventuradas dejó una mancha en él. Una mancha tan hondaque debe perdurar en sus viejos huesos, en el cementerio deCharter Street, si ahora no son polvo." Hawthorne agrega, despuésde ese rasgo pictórico: "No sé si mis mayores se arrepintierony suplicaron la divina misericordia; yo, ahora, lo hago por ellosy pido que cualquier maldición que haya caído sobre mi raza,nos sea, desde el día de hoy, perdonada." Cuando el capitánHawthorne murió, su viuda, la madre de Nathaniel, se recluyóen su dormitorio, en el segundo piso. En ese piso estaban losdormitorios de las hermanas, Louisa y Elizabeth; en el último, elde Nathaniel. Esas personas no comían juntas y casi no se hablaban;les dejaban la comida en una bandeja, en el corredor.Nathaniel se pasaba los días escribiendo cuentos fantásticos; ala hora del crepúsculo de la tarde salía a caminar. Ese furtivorégimen de vida duró doce años. En 1837 le escribió a Longfellow:"Me he recluido; sin el menor propósito de hacerlo, sin la menorsospecha de que eso iba a ocurrirme. Me he convertido en unprisionero, me he encerrado en un calabozo, y ahora ya no doycon la llave, y aunque estuviera abierta la puerta, casi me daríamiedo salir." Hawthorne era alto, hermoso, flaco, moreno. Teníaun andar hamacado de hombre de mar. En aquel tiempo nohabía (sin duda felizmente para los niños) literatura infantil;Hawthorne había leído a los seis años el Pilgrim's Progress; elprimer libro que compró con su plata fue The Faene Queen;dos alegorías. También, aunque sus biógrafos no lo digan, laBiblia; quizá la misma que el primer Hawthorne, William Hawthornede Wilton, trajo de Inglaterra con una espada, en 1630.He pronunciado la palabra alegorías; esa palabra es importante,quizá imprudente o indiscreta, tratándose de la obra de Hawthorne.Es sabido que Hawthorne fue acusado de alegorizar por


672 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEdgar Alian Poe y que éste opinó que esa actividad y ese géneroeran indefendibles. Dos tareas nos encaran: la primera, indagarsi el género alegórico es, en efecto, ilícito; la segunda, indagarsi Nathaniel Hawthorne incurrió en ese género. Que yo sepa,la mejor refutación de las alegorías es la de Croce; la mejor vindicación,la de Chesterton. Croce acusa a la alegoría de ser unfatigoso pleonasmo, un juego de vanas repeticiones, que en primertérmino nos muestra (digamos) a Dante guiado por Virgilioy Beatriz y luego nos explica, o nos da a entender, que Dantees el alma, Virgilio la filosofía o la razón o la luz natural yBeatriz la teología o la gracia. Según Croce, según el argumentode Croce (el ejemplo no es de él), Dante primero habría pensado:"La razón y la fe obran la salvación de las almas" o "La filosofíay la teología nos conducen al cielo" y luego, donde pensó razóno filosofía puso Virgilio y donde pensó teología o fe puso Beatriz,lo que sería una especie de mascarada. La alegoría, según esainterpretación desdeñosa, vendría a ser una adivinanza, más extensa,más lenta y mucho más incómoda que las otras. Sería ungénero bárbaro o infantil, una distracción de la estética. Croceformuló esa refutación en 1907; en 1904, Chesterton ya la habíarefutado sin que aquél lo supiera. ¡Tan incomunicada y tan vastaes la literatura! La página pertinente de Chesterton consta enuna monografía sobre el pintor Watts, ilustre en Inglaterra afines del siglo xix y acusado, como Hawthorne, de alegorismo.Chesterton admite que Watts ha ejecutado alegorías, pero niegaque ese género sea culpable. Razona que la realidad es de unainterminable riqueza y que el lenguaje de los hombres no agotaese vertiginoso caudal. Escribe: '-'El hombre sabe que hay en elalma tintes más desconcertantes, más innumerables y más anónimosque los colores de una selva otoñal. Cree, sin embargo queesos tintes en todas sus fusiones y conversiones, son representablescon precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y dechillidos. Cree que del interior de un bolsista salen realmenteruidos que significan todos los misterios de la memoria y todaslas agonías del anhelo. ..". Chesterton infiere, después, que puedehaber diversos lenguajes que de algún modo correspondan a lainasible realidad; entre esos muchos, el de las alegorías y fábulas.En otras palabras: Beatriz no es un emblema de la fe, un trabajosoy arbitrario sinónimo de la palabra fe; la verdad es queen el mundo hay una cosa —un sentimiento peculiar, un procesoíntimo, ufía serie de estados análogos— que cabe indicar por dossímbolos: uno, asaz pobre, el sonido fe; otro, Beatriz, la gloriosaBeatriz que bajó del cielo y dejó sus huellas en el Infierno parasalvar a Dante. No sé si es válida la tesis de Chesterton; sé queuna alegoría es tanto mejor cuanto sea menos reductible a un


OTRAS INQUISICIONES 673esquema, a un frío juego de abstracciones. Hay escritor que piensapor imágenes (Shakespeare o Donne o Víctor Hugo, digamos)• y escritor que piensa por abstracciones (Benda o Bertrand Russell);a priori, los unos valen tanto como los otros, pero, cuando unabstracto, un razonador, quiere ser también imaginativo, o pasarpor tal, ocurre lo denunciado por Croce. Notamos que un procesológico ha sido engalanado y disfrazado por el autor, "paradeshonra del entendimiento del lector", como dijo Wordsworth.Es, para citar un ejemplo notorio de esa dolencia, el caso de JoséOrtega y Gasset, cuyo buen pensamiento queda obstruido porlaboriosas y adventicias metáforas; es, muchas veces, el de Hawthorne.Por lo demás, ambos escritores son antagónicos. Ortegapuede razonar, bien o mal, pero no imaginar; Hawthorne erahombre de continua y curiosa imaginación; pero refractario, digámosloasí al pensamiento. No digo que era estúpido; digo quepensaba por imágenes, por intuiciones, como suelen pensar lasmujeres, no por un mecanismo dialéctico. Un error estético lodañó: el deseo puritano de hacer de cada imaginación una fábulalo inducía a agregarles moralidades y a veces a falsearlas y a deformarlas.Se han conservado los cuadernos de apuntes en queanotaba, brevemente, argumentos; en uno de ellos, de 1836, estáescrito: "Una serpiente es admitida en el estómago de un hombrey es alimentada por él, desde los quince a los treinta y cinco,atormentándolo horriblemente." Basta con eso, pero Hawthornese considera obligado a añadir: "Podría ser un emblema de laenvidia o de otra malvada pasión." Otro ejemplo, de 1838 estavez: "Que ocurran acontecimientos extraños, misteriosos y atroces,que destruyan la felicidad de una persona. Que esa persona losimpute a enemigos secretos y que descubra, al fin, que él es elúnico culpable y la causa. Moral, la felicidad está en nosotrosmismos." Otro, del mismo año: "Un hombre, en la vigilia, piensabien de otro y confía en él, plenamente, pero lo inquietan sueñosen que ese amigo, obra como enemigo mortal. Se revela, al fin,que el carácter soñado era el verdadero. Los sueños tenían razón;La explicación sería la percepción instintiva de la verdad." Sonmejores aquellas fantasías puras que no buscan justificación omoralidad y que parecen no tener otro fondo que un oscuro terror.Ésta, de 1838: "En medio de una multitud imaginar un hombrecuyo destino y cuya vida están en poder de otro, como si losdos estuviesen en un desierto". Ésta, que es una variación de laanterior y que Hawthorne apuntó cinco años después: "Unhombre de fuerte voluntad ordena a otro, moralmente sujeto aél, que ejecute un acto. El que ordena muere y el otro, hasta elfin de sus días, sigue ejecutando aquel acto." (No sé de quémanera Hawthorne hubiera escrito ese argumento; no sé si hu-


674 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASbiera convenido que el acto ejecutado fuera trivial o levementehorrible o fantástico o tal vez humillante.) Éste, cuyo tema estambién la esclavitud, la sujeción a otro: "Un hombre rico dejaen su testamento su casa a una pareja pobre. Ésta se muda ahí;encuentra un sirviente sombrío que el testamento les prohibeexpulsar. Éste los atormenta; se descubre, al fin, que es el hombreque les ha legado la casa." Citaré dos bosquejos más, bastantecuriosos, cuyo tema (no ignorado por Pirandello o por AndréGide) es la coincidencia o confesión del plano estético y delplano común, de la realidad y del arte. He aquí el primero:"Dos personas esperan en la calle un acontecimiento y la apariciónde los principales actores. El acontecimiento ya está ocurriendoy ellos son los actores." El otro es más complejo: "Queun hombre escriba un cuento y compruebe que éste se desarrollacontra sus intenciones; que los personajes no obren como él quería;que ocurran hechos no previstos por él y que se acerque unacatástrofe que él trate, en «vano, de eludir. Ese cuento podría prefigurarsu propio destino y uno de los personajes es él." Talesjuegos, tales momentáneas confluencias del mundo imaginario ydel mundo real —del mundo que en el curso de la lectura simulamosque es real— son, o nos parecen, modernos. Su origen, suantiguo origen, está acaso en aquel lugar de la Iliada en queElena de Troya teje su tapiz y lo que teje son batallas y desventurasde la misma guerra de Troya. Ese rasgo tiene que haberimpresionado a Virgilio, pues en la Eneida consta que Eneas,guerrero de la guerra de Troya, arribó al puerto de Cartago "yvio esculpidas en el mármol de un templo escenas de esa guerray, entre tantas imágenes de guerreros, también su propia imagen.A Hawthorne le gustaban esos contactos de lo imaginario y loreal, son reflejos y duplicaciones del arte; también se nota, en losbosquejos que he señalado, que propendía a la noción panteístade que un hombre es los otros, de que un hombre es todos loshombres.Algo más grave que las duplicaciones y el panteísmo se advierteen los bosquejos, algo más grave para un hombre queaspira a novelista, quiero decir. Se advierte que el estímulo deHawthorne, que el punto de partida de Hawthorne era, engeneral, situaciones. Situaciones, no caracteres. Hawthorne primeroimaginaba, acaso involuntariamente, una situación y buscabadespués caracteres que la encarnaran. No soy un novelista,pero sospecho que ningún novelista ha procedido así: "Creo queSchomberg es real", escribió Joseph Conrad de uno de los personajesmás memorables de su novela Victory y eso podría honestamenteafirmar cualquier novelista de cualquier personaje. Lasaventuras del Quijote no están muy bien ideadas, los lentos y


OTRAS INQUISICIONES •675antitéticos diálogos —razonamientos, creo que los llama el autorpecande inverosímiles, pero no cabe duda dé que Cervantes conocíabien a Don Quijote y podía creer en él. Nuestra creenciaen la creencia del novelista salva todas las negligencias y fallas.Qué importan hechos increíbles o torpes si nos consta que elautor los ha ideado, no. para sorprender nuestra buena fe, sinopara definir a sus personajes. Qué importan los pueriles escándalosy los confusos crímenes de la supuesta Corte de" Dinamarcasi creemos en el príncipe Hamlet. Hawthorne, en cambio, primeroconcebía una situación, o una serie de situaciones, y despuéselaboraba la gente que su plan requería. Ese método puede producir,o permitir, admirables cuentos, porque en ellos, en razónde su brevedad, la trama es más visible que los actores, pero noadmirables novelas, donde la forma general (si la hay) sólo esvisible al fin y donde un solo personaje mal inventado puedeContaminar de irrealidad a quienes lo acompañan. De las razonesanteriores podría, de antemano, inferirse que los cuentos de Hawthornevalen más que las novelas de Hawthorne. Yo entiendoque así es. Los veinticuatro capítulos que componen La letraescarlata abundan en pasajes memorables, redactados en buenay sensible prosa, pero ninguno de ellos me ha conmovido comola singular historia de Wakefield que está en los Twice-ToidTales. Hawthorne había leído en un diario, o simuló por finesliterarios haber leído en un diario, el caso de un señor inglésque dejó a su mujer sin motivo alguno, se alojó a la vuelta desu casa, y ahí, sin que nadie lo sospechara, pasó oculto veinteaños. Durante ese largo período, pasó todos los días frente a sucasa o la miró desde la esquina, y muchas veces divisó a su mujer.Cuando lo habían dado por muerto, cuando hacía mucho tiempoque su mujer se había resignado a ser viuda, el hombre, un día,abrió la puerta de su casa y entró. Sencillamente, como si hubierafaltado unas horas. (Fue hasta el día de su muerte unesposo ejemplar.) Hawthorne leyó con inquietud el curioso casoy trató de entenderlo, de imaginarlo. Caviló sobre el tema; elcuento Wakefield es la historia conjetural de ese desterrado. Lasinterpretaciones del enigma pueden ser infinitas; veamos la deHawthorne.Este imagina a Wakefield un hombre sosegado, tímidamentevanidoso, egoísta, propenso a misterio oueriles, a guardar secretosinsignificantes; un hombre tibio de gran jjobreza imagi;nativa y mental, pero capaz de largas y ociosas e inconclusas yvagas meditaciones; un marido constante, defendido por la pereza.Wakefield, en el atardecer de una día de octubre, se despide desu mujer. Le ha dicho —no hay que olvidar que estamos a principiosdel siglo Xix— que va a tomar la diligencia y que regre-


G7fi JORGE I.UIS BORGES—OBRAS COMPLETASsará, a más tardar, dentro de unos días. La mujer, que lo sabeaficionado a misterios inofensivos, no le pregunta las razones delviaje. Wakefield está de botas, de galera, de sobretodo; llevaparaguas y valijas. Wakefield —esto me parece admirable—i nosabe aún lo que ocurrirá, fatalmente. Saki con la resolución máso menos firme de inquietar o asombrar a su mujer, faltando unasemana entera de casa. Sale, cierra la puerta de calle, luego laentreabre y, un momento, sonríe. Años después, la mujer recordaráesa sonrisa última. Lo imaginará en un cajón con la sonrisahelada en la cara, o en el paraíso, en la gloria, sonriendocon astucia y tranquilidad, Todos creerán que ha muerto y ellarecordará esa sonrisa y pensará que, acaso, no es viuda. Wakefield,al cabo de unos cuantos rodeos, llega al alojamiento que teníalisto. Se acomoda junto a la chimenea y sonríe; está a la vueltade su casa y ha arribado al término de su viaje. Duda, se felicita,le parece increíble ya estar ahí, teme que lo hayan observado yque lo denuncien. Casi arrepentido, se acuesta; en la vasta camadesierta tiende los brazos y repite en voz alta: "No dormiré solootra noche." Al otro día, se recuerda más temprano que de costumbreyse pregunta, con perplejidad, qué va a hacer. Sabe quetiene algún propósito, pero le cuesta definirlo. Descubre, finalmente,que su propósito es averiguar la impresión que una semanade viudez causará en la ejemplar señora de Wakefield.La curiosidad lo impulsa a la calle. Murmura: "Espiaré de lejosmi casa." Camina, se distrae; de pronto se da cuenta que el hábitolo ha traído, alevosamente, a su propia puerta y que está porentrar. Entonces retrocede aterrado. ¿No lo habrán visto; no loperseguirán? En una esquina se da vuelta y mira su casa; éstale parece distinta, porque él ya es otro, porque una sola nocheha obrado en él, aunque él no lo sabe, una transformación. Ensu alma se ha operado el cambio moral que lo condenará a veinteaños de exilio. Ahí, realmente, empieza la larga aventura. Wakefieldadquiere una peluca rojiza. Cambia de hábitos; al cabode algún tiempo ha establecido una nueva rutina. Lo aqueja lasospecha de que su ausencia no ha trastornado bastante a laseñora Wakefield. Decide no volver hasta haberle dado un buensusto. Un día el boticario entra en la casa, otro día el médico.Wakefield se aflige, pero teme que su brusca reaparición puedaagravar el mal. Poseído, deja correr el tiempo; antes pensaba:"Volveré en tantos días", ahora, "en tantas semanas". Y así pasandiez años. Hace ya mucho que no sabe que su conducta es rara.Corj todo el tibio afecto de que su corazón es capaz, Wakefieldsigue queriendo a su mujer y ella está olvidándolo. Un domingopor la mañana se cruzan los dos en la xalle, entre las muchedumbresde Londres. Wakefield ha enflaquecido; camina oblicua-


OTRAS INQUISICIONESfi77mente, como ocultándose, como huyendo; su frente baja estácomo surcada de arrugas; su rostro que antes era vulgar, ahoraes extraordinario, por la empresa extraordinaria que ha ejecutado.En sus ojos chicos la mirada acecha o se pierde. La mujer haengrosado; lleva en la mano un libro de misa y toda ella pareceun emblema de plácida y resignada viudez. Se ha acostumbradoa la tristeza y no la cambiaría, tal vez, por la felicidad. Cara acara, los dos se miran en los ojos. La muchedumbre los aparta,los pierde. Wakefield huye a su alojamiento, cierra la puerta condos vueltas de llave y se tira én la cama donde lo trabaja unsollozo. Por un instante ve la miserable singularidad de su vida."|Wakefield, Wakefield! ¡Estás loco!", se dice. Quizá lo está. Enel centro de Londres se ha desvinculado del mundo. Sin habermuerto ha renunciado a su lugar y a sus privilegios entre loshombres vivos. Mentalmente sigue viviendo junto a su mujeren su hogar. No sabe, o casi nunca sabe, que es otro. Repite"pronto regresaré" y no piensa que hace veinte años que estárepitiendo lo mismo. En el recuerdo los veinte años de soledad leparecen un interludio, un mero paréntesis. Una tarde, una tardeIgual a otras tardes, a las miles de tardes anteriores, Wakefieldmira su casa. Por los cristales ve que en el primer piso han encendidoel fuego,; en el moldeado cielo raso las llamas lanzan grotescamentela sombra de la señora Wakefield. Rompe a llover; Wakefieldsiente una racha de frío. Le parece ridículo mojarsecuando ahí tiene su casa, su hogar. Sube pesadamente la escaleray abre la puerta. En su rostro juega, espectral, la taimada sonrisaque conocemos. Wakefield ha vuelto, al fin. Hawthorne no nosrefiere su destino ulterior, pero nos deja adivinar que ya estaba,en cierto modo, muerto. Copio las palabras finales: "En el desordenaparente de nuestro misterioso mundo, cada hombre estáajustado a un sistema con tan exquisito rigor —y los sistemasentre sí, y todos a todo— que el individuo que se desvía un solomomento, corre el terrible albur de perder para siempre su lugar.Corre el albur de ser, como Wakefield, el Paria del Universo".En esta breve y ominosa parábola —que data de 1835— yaestamos en el mundo de Hermán Melville, en el mundo de Kafka.Un mundo de castigos enigmáticos y de culpas indescifrables.Se dirá que ello nada tiene de singular, pues el orbe de KafkaSi el judaismo, y el de Hawthorne, las iras y los castigos del ViejoTestamento. La observación es justa, pero su alcance no rebasala ética, y entre la horrible historia de Wakefield y muchas historiasde Kafka, no sólo hay una ética común sino una retórica.Hay, por ejemplo, la honda trivialidad del protagonista, que con-¡tfasta con la magnitud de su perdición y que lo entrega, aun másdesvalido, a las Furias. Hay el fondo borroso, contra el cual se re-


678 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAScorta la pesadilla. Hawthorne, en otras narraciones, invoca unpasado romántico; en ésta se limita a un Londres burgués, cuyasmultitudes le sirven, por lo demás, para ocultar al héroe.Aquí, sin desmedro alguno de Hawthorne, yo desearía intercalaruna observación. La circunstancia, la extraña circunstancia,de percibir en un cuento de Hawthorne, redactado a principiosdel siglo xix, el sabor mismo de los cuentos de Kafka que trabajóa principios del siglo xx, no debe hacernos olvidar que el saborde Kafka tía sido creado, ha sido determinado, por Kafka. Wakefieldprefigura a Franz Kafka, pero éste modifica, y afina, lalectura de Wakefield. La deuda es mutua; un gran escritor creaa sus precursores. Los crea y de algún modo los justifica. Así¿qué sería de Marlowe sin Shakespeare?El traductor y crítico Malcomí Cowley ve en 'Wakefield unaalegoría de la curiosa reclusión de Nathaniel Hawthorne. Schopenhauerha escrito, famosamente, que no hay acto, que no haypensamiento, que no hay enfermedad que no sean voluntarios;si hay verdad en esa opinión, cabría conjeturar que NathanielHawthorne se apartó muchos años de la sociedad de los hombrespara que no faltara en el universo, cuyo fin es acaso la variedad,la singular historia de Wakefield. Si Kafka hubiera escrito esahistoria, Wakefield no hubiera conseguido, jamás, volver a sucasa; Hawthorne le permite volver, pero su vuelta no es menoslamentable ni menos atroz que su larga ausencia.Una parábola de Hawthorne, que estuvo a punto de ser magistraly que no lo es, pues la ha dañado la preocupación de laética, es la que se titula Earth's Holocaust: el Holocausto de laTierra. En esa ficción alegórica, Hawthorne prevé un momentoen.que los hombres, hartos de acumulaciones inútiles, resuelvendestruir el pasado. En el atardecer se congregan, para ese fin, enuno de los vastos territorios del oeste de América. A esa llanuraoccidental llegan hombres de todos los confines del mundo. Enel centro hacen una altísima hoguera que alimentan con todaslas genealogías, con todos los diplomas, con todas las medallas,con todas las órdenes, con todas las ejecutorias, con todos losescudos, con todas las coronas, con todos los cetros, con todaslas tiaras, con todas las púrpuras, con todos los doseles, con todoslos tronos, con todos los alcoholes, con todas las bolsas decafé, con todos los cajones de té, con todos los cigarros, con todaslas cartas de amor, con toda la artillería, con todas las espadas,con todas las banderas, con todos los tambores marciales, contodos los instrumentos de tortura, con todas las guillotinas, contodas las horcas, con todos los metales preciosos, con todo eldinero, con todos los títulos de propiedad, con todas las constitucionesy códigos, con todos los libros, con todas las mitras,


OTRAS INQUISICIONES 679con todas las dalmáticas, con todas las sagradas escrituras quehoy pueblan y fatigan la Tierra. Hawthorne ve con asombro lacombustión y con algún escándalo; un hombre de aire pensativo,le dice que no debe alegrarse ni entristecerse, pues la vastapirámide de fuego no ha consumido sino lo que era consumiblefin las cosas. Otro espectador —el demonio— observa que los empresariosdel holocausto se han olvidado de arrojar lo esencial,el corazón humano, donde está la raiz de todo pecado, y quesólo han destruido unas cuantas formas. Hawthorne concluye así:"El corazón, el corazón, ésa es la breve esfera ilimitada en la queradica la culpa de lo que apenas son unos símbolos el crimeny la miseria del mundo. Purifiquemos esa esfera interior, y lasmuchas formas del mal que entenebrecen este mundo visiblehuirán como fantasmas, porque si no rebasamos la inteligenciay procuramos, con ese instrumento imperfecto, discernir y corregirlo que nos aqueja, toda nuestra obra será un sueño. Un sueñotan insustancial que nada importa que la hoguera, que he descritocon tal fidelidad, sea lo que llamamos un hecho real yun fuego que chamusque las manos o un fuego imaginado yuna parábola". Hawthorne, aquí, se ha dejado arrastrar por ladoctrina cristiana, y específicamente calvinista, de la depravacióningénita de los hombres y no parece haber notado que suparábola de una ilusoria destrucción de todas las cosas es capazde un sentido filosófico y no sólo moral. En efecto, si el mundoes el sueño de Alguien, si hay Alguien que ahora está soñándonosy que sueña la historia del universo, como es doctrina de laescuela idealista, la aniquilación de las religiones y de las artes,el incendio general de las bibliotecas, no importa mucho másque la destrucción de los muebles de un sueño. La mente queUna vez los soñó volverá a soñarlos; mientras la mente siga soñando,nada se habrá perdido. La convicción de esta verdad,que parece fantástica, hizo que Schopenhauer, en su libro Parergaund Paralipomena, comparara la historia a un calidoscopio, enel que cambian las figuras, no los pedacitos de vidrio, a unaeterna y confusa tragicomedia en la que cambian los papeles ymáscaras, pero no los actores. Esa misma intuición de que eluniverso es una proyección de nuestra alma y de que la historiauniversal está en cada hombre, hizo escribir a Emerson el poemaque se titula History.En lo que se refiere a la fantasía de abolir el pasado, no séli cabe recordar que ésta fue ensayada en la China, con adversafortuna, tres siglos antes de Jesús. Escribe Herbert Alien Giles:"El ministro Li Su propuso que la historia comenzara con elnuevo monarca, que tomó el título de Primer Emperador. Paratronchar las vanas pretensiones de la antigüedad, se ordenó la


fi80JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASconfiscación y quemazón de todos los libros, salvo los que enseñaranagricultura, medicina o astrología. Quienes ocultaronsus libros, fueron marcados con un hierro candente y obligadosa trabajar en la construcción de la Gran Muralla. Muchas <strong>obras</strong>valiosas perecieron; a la abnegación y al valor de oscuros e ignoradoshombres de letras debe la posteridad la conservación delcanon de Confucio. Tantos literatos, se dice, fueron ejecutadospor desacatar las órdenes imperiales, que en invierno crecieronmelones en el lugar donde los habían enterrado". En Inglaterra,al promediar el siglo xvn, ese mismo propósito resurgió, entrelos puritanos, entre los antepasados de Hawthorne. "En uno delos parlamentos populares convocados por Cronwell —refiereSamuel Johnson— se propuso muy seriamente que se quemaranlos archivos de la Torre de Londres, que se borrara toda memoriade las cosas pretéritas y que todo el régimen de la vidarecomenzara." Es decir, el propósito de abolir el pasado ya ocurrióen el pasado y —paradójicamente— es una de las pruebas de queel pasado no se puede abolir. El pasado es indestructible; tardeo temprano vuelven todas las cosas, y una de las cosas que vuelvenes el proyecto de abolir el pasado.Como Stevenson, también hijo de puritanos, Hawthorne nodejó de sentir nunca que la tarea de escritor era frivola o, loque es peor, culpable. En el prologo de la Letra escarlata, imaginaa las sombras de sus mayores mirándolo escribir su novela.El pasaje es curioso. "¿Qué estará haciendo? —dice una antiguasombra a las otras—. ¡Está escribiendo un libro de cuentos! ¿Quécrficio será ése, qué manera- de glorificar a Dios o de ser útil alos hombres, en su día y generación? Tanto le valdría a ese descastadoser violinista." El pasaje es curioso, porque encierra unasuerte de confidencia y corresponde a escrúpulos íntimos. Correspondetambién, al antiguo pleito de la ética y de la estética o,si se quiere, de la teología y la estética. Uno de sus primerostestimonio's consta en la Sagrada Escritura y prohibe a los hombresque adoren ídolos. Otro es el de Platón, que en el décimolibro de la República razona de este modoí "Dios crea el Arquetipo(la idea original) de la mesa; el carpintero, un simulacro".Otro es el de Mahóma, que declaró que toda representación deuna cosa viva comparecerá ante el Señor, el día del Juicio Final.Los ángeles ordenarán al artífice que la anime; éste fracasará y loarrojarán al Infierno, durante cierto tiempo. Algunos doctoresmusulmanes pretenden que sólo están vedadas las imágenes capacesde proyectar una sombra (Jas esculturas). . . De Plotinose cuenta que estaba casi avergonzado de habitar en un cuerpoy que no permitió a los escultores la perpetuación de sus rasgos.Un amigo le rogaba una vez que se dejara retratar; Plotino le


OTRAS INQUISICIONES 681dijo: "Bastante me fatiga tener que arrastrar este simulacro enque la naturaleza me ha encarcelado. ¿Consentiré además que seperpetúe la imagen de esta imagen?".. Nathaniel Hawthorne desató esa dificultad (que no es ilusoria)de la manera que sabemos; compuso moralidades y fábulas; hizo0 procuró hacer del arte una función de la conciencia. Así paraconcretarnos a un solo ejemplo, la novela The House of the SevenGables (La casa de los siete tejados) quiere mostrar que el malcometido por una generación perdura y se prolonga en las subsiguientes,como una suerte de castigo heredado. Andrew Langha confrontado esa novela con las de Emilio Zola, o con la teoríade las novelas de Emilio Zola; salvo un asombro momentáneo,no sé qué utilidad puede rendir la aproximación de esos nombresheterogéneos. Que Hawthorne persiguiera, o tolerara, propósitode tipo moral no invalida, no puede invalidar, su obra.En el decurso de una vida consagrada menos a vivir que a leer,he verificado muchas veces que los propósitos y teorías literariasno son otra, cosa que estímulos y que la obra final suele ignorarlosy hasta contradecirlos. Si en el autor hay algo, ningúnpropósito, por baladí o erróneo que sea, podrá afectar, de unmodo irreparable, su obra. Un autor puede adolecer de prejuiciosabsurdos, pero su obra, si es genuina, si responde a unagenuina visión, no podrá ser absurda. Hacia 1916, los novelistasde Inglaterra y de Francia creían (o creían que creían) que todoslos alemanes eran demonios; en sus novelas, sin embargo, los presentabancomo seres humanos. En Hawthorne, siempre la visióngerminal era verdadera; lo falso, lo eventualmente falso, son lasmoralidades que agregaba en el último párrafo o los personajesque ideaba, que armaba, para representarla.. Los personajes de laLetra escarlata —especialmente Hester Prynne, la heroína— sonmás independientes, más autónomos, que los de otras ficcionessuyas; suelen asemejarse a los habitantes de la mayoría de lasnovelas y no son meras proyecciones de Hawthorne, ligeramentedisfrazadas. Esta objetividad, esta relativa y parcial objetividad,es quizá la razón de que dos escritores tan agudos (y tan disímiles)como Henry James y Ludwig Lewisohn, juzguen que la Letraescarlata es la obra maestra de Hawthorne, su testimonioimprescindible. Yo me aventuro a diferir de esas autoridades.Quien anhele objetividad, quien tenga hambre y sed de objetividad,búsquela en Joseph Conrad o en Tolstoi; quien busqueel peculiar sabor de Nathaniel Hawthorne, lo hallará menos enBUS laboriosas novelas que en alguna página lateral o que en losleves y patéticos cuentos. No sé muy bien cómo razonar mi desvío;en las tres novelas americanas y en el Fauno de mármol sóloveo una serie de situaciones, urdidas con destreza profesional


682 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASpara conmover al lector, no una espontánea y viva actividad dela imaginación. Ésta (lo repito) ha obrado el argumento generaly las digresiones, no la trabazón de los episodios y la psicología—de algún modo tenemos que llamarla— de los actores.Johnson observa que a ningún escritor le gusta deber algo asus contemporáneos; Hawthorne los ignoró en lo posible. Quizáobró bien; quizá nuestros contemporáneos —siempre— se parecendemasiado a nosotros, y quien busca novedades las hallará conmás facilidad en los antiguos. Hawthorne, según sus biógrafos,no leyó a De Quincey, no leyó a Keats, no leyó a Víctor Hugo—que tampoco se leyeron entre ellos—. Groussac no toleraba queun americano pudiera ser original; en Hawthorne denunció "lanotable influencia de Hoffmann"; dictamen que parece fundadoen una equitativa ignorancia de ambos autores. La imaginaciónde Hawthorne es romántica; su estilo, a pesar s de algunos excesos,corresponde al siglo xvín, al débil fin del admirablesiglo xvin.He leído varios fragmentos del diario que Hawthorne escribiópara distraer su larga soledad; he referido, siquiera brevemente,dos cuentos; ahora leeré una página del Marble Faun para queustedes oigan a Hawthorne. El tema es aquel pozo o abismoque se abrió, según los historiadores latinos, en el centro delForo y en cuya ciega hondura un romano se arrojó, armadoy a caballo, para propiciar a los dioses. Reza el texto de Hawthorne:"Resolvamos —dijo Kenyon— que éste es precisamente el lugardonde la caverna se abrió, en la que el héroe se lanzó con subuen caballo. Imaginemos el enorme y oscuro hueco, impenetrablementehondo, con vagos monstruos y con caras atrocesmirando desde abajo y llenando de horror a los ciudadanos quese habían asomado a los bordes. Adentro había, a no dudarlo,visiones proféticas (intimaciones de todos los infortunios deRoma), sombras de galos y de vándalos y de los soldados franceses.iQué lástima que lo cerraron tan prontol Yo # daría cualquiercosa por un vistazo."Yo creo —dijo Miriam— que no hay persona que no echeuna mirada a esa grieta, en momentos de sombra y de abatimiento,es decir, de intuición."Esa grieta —dijo su amigo— era sólo una boca del abismo deoscuridad que está debajo de nosotros, en todas partes. La sustanciamás firme de la felicidad de los hombres es una láminainterpuesta sobre ese abismo y que mantiene nuestro mundoilusorio. No se requiere un terremoto para romperla; basta apoyarel pie. Hay que pisar con mucho cuidado. Inevitablemente, alfin nos hundimos. Fue un tonto alarde de heroísmo el de Curdo


OTRAS INQUISICIONES 683cuando se adelantó a arrojarse a la hondura, pues Roma entera,como ven, ha caído adentro. El Palacio de los Césares ha caído,con un ruido de piedras que se derrumba. Todos los temploshan caído, y luego han arrojado miles de estatuas. Todos losejércitos y los triunfos han caído, marchando, en esa caverna, ytocaba la música marcial mientras se despeñaban..."Hasta aquí, Hawthorne. Desde el punto de vista de la razón(de la mera razón que no debe entrometerse en las artes) elferviente pasaje que he traducido es indefendible. La grietaque se abrió en la mitad del foro es demasiadas cosas. En el cursocíe un solo párrafo es la grieta de que hablan los historiadoreslatinos y también es la boca del Infierno "con vagos monstruosy con caras atroces" y también es el horror esencial de la vidahumana y también es el Tiempo, que devora estatuas y. ejércitos,y también es la Eternidad, que encierra los tiempos. Es un símbolomúltiple, un símbolo capaz de muchos valores, acaso incompatibles.Para la razón, para el entendimiento lógico, estavariedad de valores puede constituir un escándalo, no así paralos sueños que tienen su álgebra singular y secreta, y en cuyoambiguo territorio una cosa puede ser muchas. Ese mundo desueños es el de Hawthorne. Éste se propuso una vez escribir unsueño, "que fuera como un sueño verdadero, y que tuviera laincoherencia, las rarezas y la falta de propósito de los sueños"y se maravilló de que nadie, hasta el día de hoy, hubiera ejecutadoalgo semejante. En el mismo diario en que dejó escrito eseextraño proyecto —que toda nues'tra literatura "moderna" tratavanamente de ejecutar, y que, tal vez, sólo ha realizado LewisCarroll— anotó miles de impresiones triviales de pequeños rasgosconcretos (el movimiento de una gallina, la sombra de una ramaen la pared) que abarcan seis volúmenes, cuya inexplicable abundanciaes la consternación de todos los biógrafos. "Parecen cartasagradables e inútiles —escribe con perplejidad Henry James—que se dirigiera a sí mismo un hombre que abrigara el temorde que las abrieran en el correo y que hubiera resuelto no decirnada comprometedor." Yo tengo para mí que Nathaniel Hawthorneregistraba, a lo largo de los años, esas trivialidades parademostrarse a sí mismo que él era real, para liberarse, de algúnmodo, de la impresión de irrealidad, de fantasmidad, que solíavisitarlo.En-uno de los días de 1840 escribió: "Aquí estoy en mi cuartohabitual, donde me parece estar siempre. Aquí he concluido muchoscuentos, muchos que después he quemado, muchos que sinduda, merecen ese ardiente destino. Esta es una pieza embrujada,porque miles y miles de visiones han poblado su ámbito,y .algunas ahora son visibles al mundo, A veces creía estar en la


684 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASsepultura, helado y detenido y entumecido; otras, creía ser feliz. . .Ahora empiezo a comprender por qué fui prisionero tantos añosen este cuarto solitario y por qué no pude romper sus rejas invisibles.Si antes hubiera conseguido evadirme, ahora sería duroy áspero y tendría el corazón cubierto de polvo terrenal. . . Enverdad, sólo somos sombras . . .". En las líneas que acabo de transcribir^Hawthorne menciona "miles y miles de visiones". Lacifra no es acaso una hipérbole; los doce tomos de las <strong>obras</strong> <strong>completas</strong>de Hawthorne incluyen ciento y tantos cuentos, y éstosson unos pocos de los muchísimos que abocetó en su diario.(Entre los concluidos hay uno —Mr. Higginbotham's Catastrophe[La muerte repetida]— que prefigura el género policial que inventaríaPoe.) Miss Margaret Fuller, que lo trató en la comunidadutópica de Brook Farm, escribió después: "De aquel océano sólohemos tenido unas gotas", y Emerson, que también era amigosuyo, creía que Hawthorne no había dado jamás toda su medida.Hawthorne se casó en 1842, es decir, a los treinta y ocho años;su vida, hasta esa fecha, fue casi puramente imaginativa, mental.Trabajó en la aduana de Boston, fue cónsul de los Estados Unidosen Liverpool, vivió en Florencia, en Roma y en Londres, perosu realidad fue, siempre, el tenue mundo crepuscular, o lunar,de las imaginaciones fantásticas.En el principio de esta clase he mencionado la doctrina delpsicólogo Jung que equipara las invenciones literarias a las invencionesoníricas, la literatura a los sueños. Ésta doctrina noparece aplicable a las literaturas que usan el idioma español,clientes del diccionario y de la retórica, no de la fantasía. Encambio, es adecuada a las letras de América del Norte. Éstas(como las de Inglaterra o las de Alemania) son más capaces deinventar que de transcribir, de crear que de observar. De eserasgo, procede la curiosa veneración que tributan los norteamericanosa las <strong>obras</strong> realistas y que los mueve a postular, porejemplo, que Maupassant es más importante que Hugo. La razónes que un escritor norteamericano tiene la posibilidad deser Hugo; no, sin violencia, la de ser Maupassant. Comparadacon la de los Estados Unidos, que ha dado varios hombres degenio, que. ha influido' en Inglaterra y en Francia, nuestra literaturaargentina corre el albur de parecer un tanto provincial;sin embargo, en el siglo xix, produjo algunas páginas de realismo—algunas admirables crueldades de Echeverría, de Ascasubi, deHernández, del ignorado Eduardo Gutiérrez— que los norteamericanosno han superado (tal vez no han igualado) hasta ahora.Faulkner, se objetará, no es menos brutal que nuestros gauchescos.f.o es, ya lo sé, pero de un modo alucinatorio. De un modo


OTRAS INQUISICIONES 685infernal, no terrestre. Del modo de los sueños, del modo inauguradopor Hawthorne.Éste murió el dieciocho de mayo de 1864, en las montañas deNew Hampshire. Su muerte fue tranquila y fue misteriosa, puesocurrió en el sueño. Nada nos veda imaginar que murió soñandoy hasta podemos inventar la historia que soñaba —la última deuna serie infinita— y de qué manera la coronó o la borró lamuerte. Algún día, acaso, la escribiré y trataré de rescatar con uncuento aceptable esta deficiente y harto digresiva lección.Van Wyck Brooks, en The Flowering of Nerv England, D. H.Lawrence en Siudies in Classic American Literature y LudwigLewisohn, en The Story of American Literature, analizan yjuzgan la obra de Hawthorne. Hay muchas biografías. Yo hemanejado la que Henry James redactó en 1879 para la serie EnglishMen of Letters, de Morley.Muerto Hawthorne, los demás escritores heredaron su tareade soñar. En la próxima clase'estudiaremos, si lo tolera la indulgenciade ustedes, la gloria y los tormentos de Poe, en quien elsueño se exaltó a pesadilla.


686 JORGE LUIS SORGES—OBRAS COMPLETASVALÉRY COMO SÍMBOLOAproximar el nombre de Whitman al de Paul Valéry es, a primeravista, una operación arbitraria y (lo que es peor) inepta.Valéry es símbolo de infinitas destrezas pero asimismo de infinitosescrúpulos; Whitman, de una casi incoherente pero titánica vocaciónde felicidad; Valéry ilustremente personifica los laberintosdel espíritu; Whitman, las interjecciones del cuerpo. Valéry essímbolo de Europa y de su delicado crepúsculo; Whitman, dela mañana en América. El orbe entero de la literatura pareceno admitir dos aplicaciones más antagónicas de la palabra poeta.Un hecho, sin embargo, los une: la obra de los dos es menospreciosa como poesía que como signo de un poeta ejemplar,creado por esa obra. Asi, el poeta inglés Lascelles Abercrombiepudo alabar a Whitman por haber creado "de la riqueza de sunoble experiencia, esa figura vivida y personal que es una delas pocas cosas realmente grandes de la poesía de nuestro tiempo:la figura de él mismo". El dictamen es vago y superlativo, perotiene la singular virtud de no identificar a Whitman, hombre deletras y devoto de Tennyson, con Whitman, héroe semidivino deLeaves of Grass. La distinción es válida; Whitman redactó susrapsodias en función de un yo imaginario, formado parcialmentede él mismo, parcialmente de cada uno de sus lectores. De ahílas divergencias que han exasperado a la crítica; de ahí la costumbrede fechar sus poemas en territorios que jamás conoció;de ahí que, en tal página de su obra, naciera en los estados delsur, y en tal otra (también en la realidad) en Long Island.Uno de los propósitos de las composiciones de Whitman esdefinir a un hombre posible —Walt Whitman— de ilimitada ynegligente felicidad; no menos hiperbólico, no menos ilusorio,es el hombre que definen las composiciones de Valéry. Éste nomagnifica, como aquél, las capacidades humanas de filantropía,de fervor y de dicha; magnifica las virtudes mentales. Valéry hacreado a Edmond Teste; ese personaje sería uno de los mitosde nuestro siglo si todos, íntimamente, no lo juzgáramos un meroDoppelgánger de Valéry. Para nosotros, Valéry es Edmond Teste.Es decir; Valéry es una derivación del Chevalier Dupin de EdgarAlian Poe y del inconcebible Dios de los teólogos. Lo cual, verosímilmente,no es cierto.Yeats, Rilke y Eliot han escrito versos más memorables quelos de Valéry; Joyce y Stefan George han ejecutado modificaciones


OTRAS INQUISICIONES 687más profundas en su instrumento (quizá el francés es menosmodificable que el inglés y que el alemán); pero detrás de laobra de esos eminentes artífices no hay una personalidad comparablea la de Valéry. La circunstancia de que esa personalidad sea,de algún modo, una proyección de la obra, no disminuye el hecho.Proponer a los hombres la lucidez en una era bajamente romántica,en la era melancólica del nazismo y del materialismo dialéctico,de los augures de la secta de Freud y de los comerciantesdel surréalisme, tal es la benemérita misión que desempeñó (quesigue desempeñando) Valéry.Paul Valéry nos deja, al morir, el simbolo de un hombre infinitamentesensible a todo hecho y para el cual todo hecho es unestímulo que puede suscitar una infinita serie de pensamientos.De un hombre que trasciende los rasgos diferenciales del yo yde quien podemos decir, como William Hazlitt de Shakespeare:He is nothing in himself. De un hombre cuyos admirables textosno agotan, ni siquiera definen, sus omnímodas posibilidades. Deun hombre que, en un siglo que adora los caóticos ídolos de lasangre, de la tierra y de la pasión, prefirió siempre los lúcidosplaceres del pensamiento y las secretas aventuras del orden.(Buenos Aires, 1945.


688 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL ENIGMA DE EDWARD FITZGERALDUn hombre, Umar ben Ibrahim, nace en Persia, en el siglo xide la era cristiana (aquel siglo fue para él el quinto de la Héjira),y aprende el Alcorán y las tradiciones con Hassán ben Sabbáh,futuro fundador de la secta de los Hashishin o Asesinos, y conNizam ul-Mulk, que será visir de Alp Arslán, conquistador delCáucaso. Los tres amigos, entre burlas y veras, juran que si lafortuna, algún día, da en favorecer a uno de ellos, el agraciadono se olvidará de los otros. Al cabo de los años, Nizam lograla dignidad de visir: Umar no le pide otra cosa que un rincóna la sombra de su dicha, para rezar por la prosperidad del amigoy para meditar en las matemáticas. (Hassán pide y obtiene uncargo elevado, y, finalmente, hace apuñalar al visir,) Umar recibedel tesoro de Nishapur una pensión anual de diez mil dinaresy puede consagrarse al estudio. Descree de la astrología judiciaria,pero cultiva la astronomía, colabora en la reforma delcalendario que promueve el sultán y compone un famoso tratadode álgebra, que da soluciones numéricas para las ecuaciones deprimero y segundo grado, y geométricas, mediante intersecciónde cónicas, para las de tercero. Los arcanos del número y de losastros no agotan su atención; lee, en la soledad de su biblioteca,los textos de Plotino, que en el vocabulario del Islam es el PlatónEgipcio o el Maestro Griego, y las cincuenta y tantas epístolasde la herética y mística Enciclopedia de los Hermanos de laPureza, donde se razona que el universo es una emanación de laUnidad, y regresará a la Unidad. . . Lo dicen prosélito de Alfarabi,que entendió que las formas universales no existen fuerade las cosas, y de Avicena, que enseñó que el mundo es eterno.Alguna crónica nos refiere que cree, o que juega a creer, en lastransmigraciones del alma, de cuerpo humano a cuerpo bestial,y que una vez habló con un asno como Pitágoras habló con unperro. Es ateo, pero sabe interpretar de un modo ortodoxo losmás arduos pasajes del Alcorán, porque todo hombre culto esun teólogo, y para serlo no es indispensable la fe. En los intervalosde la astronomía, del álgebra y de la apologética, Umarben Ibrahim al-Khayyami labra composiciones de cuatro versos,de los cuales el primero, el segundo y el último riman entre sí;el manuscrito más copioso le atribuye quinientas de esas cuartetas,número exiguo que será desfavorable a su gloria, pues en Persia (comoen España de Lope y de Calderón) el poeta debe ser abundante.


OTRAS INQUISICIONES 689El año 517 de la Héjira, Umar está leyendo un tratado que setitula El Uno y los Muchos; un malestar o una premonición lointerrumpe. Se levanta, marca la página que sus ojos no volverána ver y se reconcilia con Dios, con aquel Dios que acaso existey cuyo favor ha implorado en las páginas difíciles de su álgebra.Muere ese mismo día, a la hora de la puesta del sol. Por aquéllosaños, en una isla occidental y boreal que los cartógrafos del Islamdesconocen, un rey sajón que ha derrotado a un rey de Noruegaes derrotado por un duque normando.Siete siglos transcurren, con sus luces y agonías y mutaciones,y en Inglaterra, nace un hombre, Fitzgerald, menos intelectualque Umar, pero acaso más sensible y más triste. Fitzgerald sabeque su verdadero destino es la literatura y la ensaya con indolenciay tenacidad. Lee y relee el Quijote, que casi le parece elmejor de todos los libros (pero no quiere ser injusto con Shakespearey con dear oíd V ir gil), y su amor se extiende al diccionarioen el que busca las palabras. Entiende que todo hombre en cuyaalma se encierra alguna música puede versificar diez o doce vecesen el curso natural de su vida, si le son propicios los astros, perono se propone abusar de ese módico privilegio. Es amigo de personasilustres (Tennyson, Carlyle, Dickens, Thackeray), a lasque no se siente inferior, a despecho de su modestia y su cortesía.Ha publicado un diálogo decorosamente escrito, Euphranor, ymediocres versiones de Calderón y de los grandes trágicos griegos.Del estudio del español ha pasado al estudio del persa y ha iniciadouna traducción de Mantiq al-Tayr, esa epopeya mística deles pájaros que buscan a su rey, el Simurg, y finalmente arribana su palacio, que está detrás de siete mares, y descubren que ellosson el Simurg y que el Simurg es todos y cada uno. Hacia 1854le prestan una colección manuscrita de las composiciones de Umar,hecha sin otra ley que el orden alfabético de las rimas; Fitzgeraldvierte alguna al latín y entrevé la posibilidad de tejer con ellasun libro continuo y orgánico en cuyo principio estén las imágenesde la mañana, de la rosa y del ruiseñor, y al fin, las dela noche y la sepultura. A ese propósito improbable y aun inverosímil,Fitzgerald consagra su vida de hombre indolente, solitarioy maniático. En 1859 publica una primera versión de Rubaiyat,a la qtie siguen otras, ricas en variaciones y escrúpulos. Un milagroacontece: de la fortuita conjunción de un astrónomo persaque condescendió a la poesía, de un inglés excéntrico que recorre,tal vez sin entenderlos del todo, libros orientales e hispánicos,surge un extraordinario poeta, que no se parece a los dos. Swinburneescribe que Fitzgerald "ha dado a Ornar Khayyán un sitioperpetuo entre los mayores poetas de Inglaterra", y Chesterton,sensible a lo romántico y a lo clásico de ese libro sin par, observa


690 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASque a la vez hay en él "una melodía que se escapa y una inscripciónque dura". Algunos críticos entienden que el Ornar de Fitzgeraldes, de hecho, un poema inglés con alusiones persas; Fitzgeraldinterpoló, afinó e inventó, pero sus Rubaiyat parecen exigirde nosotros que las leamos como persas y antiguas.El caso invita a conjeturas de índole metafísica. Uraar profesó(lo sabemos) la doctrina platónica y pitagórica del tránsito delalma por muchos cuerpos; al cabo de los siglos, la suya acasoreencarnó en Inglaterra para cumplir en un lejano idioma germánicoveteado de latín el destino literario' que en Nishapurreprimieron las matemáticas. Isaac Luria el León enseñó que elalma de un muerto puede entrar en un alma desventurada parasostenerla o instruirla; quizá el alma de Umar se hospedó, hacia1857, en la de Fitzgerald. En las Rubaiyat se lee que la historiauniversal es un espectáculo que Dios concibe, representa y contempla;esta especulación (cuyo nombre técnico es panteísmo)nos dejaría pensar que el inglés pudo recrear al persa, porqueambos eran, esencialmente, Dios o caras momentáneas de Dios.Más verosímil y no menos maravillosa que estas conjeturas detipo sobrenatural es la suposición de un azar benéfico. Las nubesconfiguran, a veces, formas de montañas o leones; análogamentela tristeza de Edward Fitzgerald y un manuscrito de papel amarilloy de letras* purpúreas, olvidado en un anaquel de la Bodleianade Oxford, configuraron, para nuestro bien, el poema.Toda colaboración es misteriosa. Ésta del inglés y del persalo fue más que ninguna, porque eran muy distintos los dos yacaso en vida' no hubieran trabado amistad y la muerte y lasvicisitudes y el tiempo sirvieron para que uno supiera del otroy fueran un solo poeta.


OTRAS INQUISICIONES 691SOBRE ÓSCAR WILDEMencionar el nombre de Wilde es mencionar a un dandy quefuera también un poeta, es evocar la imagen de un caballerodedicado al pobre propósito de asombrar con corbatas y con metáforas.También es evocar la noción del arte como un juegoselecto o secreto —a la manera del tapiz de Hugh Verekér y deltapiz de Stefan George— y del poeta como un laborioso monstrorumariifex (Plinio, XXVIII, 2). Es evocar el fatigado crepúsculodel siglo xix y esa opresiva pompa de invernáculo o de baile demáscaras. Ninguna de estas evocaciones es falsa, pero todas corresponden,lo afirmo, a verdades parciales y contradicen, o descuidan,hechos notorios.Consideremos, por ejemplo, la noción de que Wilde fue unaespecie de simbolista. Un cúmulo de circunstancias la apoya:Wilde, hacia 1881, dirigió a los estetas y diez años después a losdecadentes; Rebeca West pérfidamente lo acusa (Henry James, III)de imponer a la última de estas sectas "el sello de la clase media";el vocabulario del poema The Sphinx es estudiosamente magnífico;Wilde fue amigo de Schwob y de Mallarmé. La refuta unhecho capital: en verso o en prosa, la sintaxis de Wilde es siempresimplísima. De los muchos escritores británicos, ninguno es tanaccesible a los extranjeros. Lectores incapaces de descifrar un párrafode Kipling o una estrofa de William Morris empiezan yconcluyen la misma tarde Lady Windermere's Fan. La métricade Wilde es espontánea o quiere parecer espontánea; su obrano encierra un solo verso experimental, como este duro y sabioalejandrino de Lionel Johnson: Alone with Christ, desoíate else,lelft by mank'ind.La insignificancia técnica de Wilde puede ser un argumentoa favor de su grandeza intrínseca. Si la obra de Wilde correspondieraa la índole de su fama,, la integrarían meros artificiosdel tipo de Les Palais Nómades o de Los Crepúsculos del Jardín.En la obra de Wilde esos artificios abundan, recordemos el undécimocapítulo de Dorian Gray o The Harlot's House o Symphonyin Yellow— pero su índole adjetiva es notoria. Wilde puedeprescindir de esos purple patches (retazos de púrpura); frase cuyainvención le atribuyen Ricketts y Hesketh Pearson, pero que yaregistra el exordio de la epístola a los Pisones. Esa atribución


692 JORGE LUIS BORGF.S—OBRAS COMPLETASprueba el hábito de vincular al nombre de Wilde la noción depasajes decorativos.Leyendo y releyendo, a lo largo de los años, a Wilde, notoun hecho que sus panegiristas no parecen haber sospechado siquiera:el hecho comprobable y elemental de que Wilde, casisiempre, tiene razón. The Soul of Man under Socialism no sóloes elocuente; también es justo. Las notas misceláneas que prodigóen la Pall Malí Gazette y en el. Speaker abundan en perspicuasobservaciones que exceden las mejores posibilidades de LeslieStephen o de Saintsbury. Wilde ha sido acusado de ejercer unasuerte de arte combinatoria, a lo Raimundo Lidio; ello es aplicable,tal vez, a alguna de sus bromas ("uno de esos rostros británicosque, vistos una vez, siempre se olvidan"), pero no al dictamende que la música nos revela un pasado desconocido y acaso real(The Critic as Artist) o aquel de que todos los hombres matanla cosa que aman (The Bailad of Reading Gaol) o a aquel otrode que arrepentirse de un acto es modificar el pasado (De Profundis)o a aquel 1 , no indigno de León Bloy o de Swedenborg,de que no hay hombre que no sea, en cada momento, lo que hasido y lo que será (ibidem). No trascribo estas líneas para veneracióndel lector; las alego como indicio.de una mentalidad muydiversa de la que, en general, se atribuye a Wilde. Éste, si no meengaño, fue mucho más que un Moréas irlandés; fue un hombredel siglo xvni, que alguna vez condescendió a los juegos del simbolismo.Como Gibbon, como Johnson, como Voltaire fue uningenioso que tenía razón además. Fue, "para de una vez decirpalabras fatales, clásico en suma". 2 Dio al siglo lo que el sigloexigía —comedies larrnoyantes para los más y arabescos verbalespara los menos— y ejecutó esas cosas disímiles con una suerte denegligente felicidad. Lo ha perjudicado la perfección; su obraes tan armoniosa que puede parecer inevitable y aun baladí. Noscuesta imaginar el universo sin los epigramas de Wilde; esa dificultadno los hace menos plausibles.Una observación lateral. El nombre de Osear Wilde está vinculadoa las ciudades de ra llanura; su gloria, a'la condena y lacárcel. Sin embargo (esto lo ha sentido muy bien Hesketh Pearson)el sabor fundamental de su obra es la felicidad. En cambio, lavalerosa obra de Chesterton, prototipo de la sanidad física y1Cf. la curiosa tesis de Leibniz, que tanto escándalo produjo en Arnauld:La noción de cada individuo encierra a. priori todos los hechos que a éste leocurrirán. Según ese fatalismo dialéctico, el hecho de que Alejandro el Grandemoriría en Babilonia es una cualidad de ese rey, como la soberbia.3 La sentencia es de Reyes, que la aplica al hombre mejicano (Reloj deSol. p:ig. 158) .


OTRAS INQUISICIONES 693moral, siempre está a punto de convertirse en una pesadilla. Laacechan lo diabólico y el horror; puede asumir, en la página másinocua, las formas del espanto. Chesterton es un hombre quequiere recuperar la niñez; Wilde, un hombre que guarda, pesea los hábitos del mal y de la desdicha, una invulnerable inocencia.Como Chesterton, como Lang, como Boswell, Wilde es deaquellos venturosos que pueden prescindir de la aprobación dela crítica y aun, a veces, de la aprobación del lector, pues elagrado que nos proporciona su trato es irresistible y constante.


694 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASSOBRE CHESTERTONBecause He does not take awayThe terror from the tree...CHESTERTON: A SecondChildhoodEdgar Alian Poe escribió cuentos de puro horror fantástico o depura bizarrerie; Edgar Alian Poe fue inventor del cuento policial.Ello no es menos indudable que el hecho de que no combinó losdos géneros. No impuso al caballero Auguste Dupin la tarea defijar el antiguo crimen del Hombre de las Multitudes o de explicarel simulacro que fulminó, en la cámara negra y escarlata, alenmascarado principe Próspero. En cambio, Chesterton prodigócon pasión y felicidad esos tours de forcé. Cada una de las piezasdeTa Saga del Padre Brown presenta un misterio, propone explicacionesde tipo demoníaco o mágico y las reemplaza, al fin, conotras que son de este mundo. La maestría no agota la virtud deesas breves ficciones; en ellas creo percibir una cifra de la historiade Chesterton, un símbolo o espejo de Chesterton. La repeticiónde su esquema a través de los años y de los libros (The Man WhoKnew Too Much, The Poet and the Lunatics, The Paradoxes ofMr. Pond) parece confirmar que se trata de una forma esencial,no de un artificio retórico. Estos apuntes quieren interpretar esaforma.Antes, conviene reconsiderar unos hechos de excesiva notoriedad.Chesterton fue católico, Chesterton creyó en la Edad Media delos prerrafaeHstas (Of London, small and white, and clean), Chestertonpensó, como Whitman, que el mero hecho de ser es tanprodigioso que ninguna desventura debe eximirnos de una suertede cósmica j>Tatiñid. Tales creencias pueden ser justas, pero elinterés que promueven es limitado; suponer que agotan a Chestertones olvidar que un credo es el último término de una seriede procesos mentales y emocionales y que un hombre es toda laserie. En este país, los católicos exaltan a 'Chesterton, los librepensadoreslo niegan. Como todo escritor que profesa un credo,Chesterton es juzgado por él, es reprobado o aclamado por él.Su caso es parecido al de Kipling a quien siempre lo juzgan enfunción del Imperio Británico.Poe y Baudelaire se propusieron, como el atormentado Urizende Blake, la creación de un mundo de espanto; es natural quesu obra sea pródiga de formas del horror. Chesterton, me parece,


OTRAS INQUISICIONES 695no hubiera tolerado la imputación de ser un tejedor de pesadillas,un rnonstrorum artifex (Plinio, XXVIII, 2), pero invenciblementesuele incurrir en atisbos atroces. Pregunta si acaso un hombretiene tres ojos, o un pájaro tres alas; habla, contra los panteístas,de un muerto que.descubre en el paraíso; que los espíritus de loscoros angélicos tienen sin fin su misma cara a : habla de una cárcelde espejos; habla de un laberinto sin centro; habla de un hombredevorado por autómatas de metal; habla de Un árbol que devoraa los pájaros y que en lugar de hojas da plumas; imagina (TheMan Who Was Thursday, VI) que en los confines orientales delmundo acaso existe un árbol que ya es más, y menos, que unárbol, y en los occidentales, algo, una torre, cuya sola arquitecturaes malvada. Define lo cercano por lo lejano, y aun por loatroz; si habla de sus ojos, los llama con palabras de Ezequiel(1:22) un terrible cristal, si de la noche, perfecciona un antiguohorror (Apocalipsis, 4:6) y la llama un monstruo hecho de ojos.No menos ilustrativa es la narración How I found the Superman.Chesterton habla con los padres del Superhombre; interrogadossobre la hermosura del hijo, que no sale de un cuarto oscuro,éstos le recuerdan que el Superhombre crea su propio canon ydebe ser medido por él ("En ese plano es más bello que Apolo.Desde nuestro plano inferior, por supuesto..."); después admitenque no es fácil estrecharle la mano ("Usted comprende; la estructuraes muy otra"); después, son incapaces de precisar si tiene peloo plumas. Una corriente de aire lo mata y unos hombres retiranun ataúd que no es de forma humana. Chesterton refiere en tonode burla esa fantasía teratológica.Tales ejemplos, que sería fácil multiplicar, prueban que Chestertonse defendió de ser Edgar Alian Poe o Franz Kafka, peroque algo en el barro de su yo propendía a la pesadilla, algosecreto, y ciego y central. No en vano dedicó su primeras <strong>obras</strong>a la justificación de dos grandes artífices góticos, Browning y Dickens:no en vano repitió que el mejor libro salido de Alemaniaera el de los cuentos de Grimm. Denigró a Ibsen y defendió(acaso indefendiblemente) a Rostand, pero los Trolls y el Fundidorde Peer Gynt eran de la madera de sus sueños, the stuffhis drearns tvere made of. Esa discordia, esa precaria sujeciónde una voluntad demoníaca, definen la naturaleza de Chesterton.Emblemas de esa guerra son para mí las aventuras del Padre1 Amplificando un pensamiento de Attar ("En todas partes sólo vemosTu cara"), Jalal-uddin Rumi compuso^ unos versos que ha traducido Rückert{Werke, IV, 222), donde se dice que en los cielos, en el mar y en lossueños hay Uno Solo y donde se alaba a ese Ünico por haber reducido aunidad los cuatro briosos animales que tiran del carro de los mundos: latierra, el fuego, el aire y el agua.


696 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASBrown, cada una de las cuales quiere explicar, mediante la solarazón, un hecho inexplicable. 1 Por eso dije, en el párrafo, inicialde esta nota, que esas ficciones eran cifras de la historia de Chesterton,símbolos y espejos de Chesterton. Eso es todo, salvo quela "razón" a la que Chesterton supeditó sus imaginaciones no eraprecisamente la razón sino la fe católica o sea un conjunto deimaginaciones hebreas supeditadas a Platón y a Aristóteles.Recuerdo dos parábolas que se oponen. La primera consta enel primer tomo de las <strong>obras</strong> de Kafka. Es la.historia del hombreque pide ser admitido a la ley. El guardián de la primera puertale dice, que adentro hay muchas otras 2 y que no hay sala que noesté custodiada por un guardián, cada uno más fuerte que elanterior. El hombre se sienta a esperar. Pasan los días y los años,y el hombre muere. En la agonía pregunta: "¿Será posible que enlos años que espero nadie haya querido entrar sino yo?". El guardiánle responde: "Nadie ha querido entrar porque a ti sóloestaba destinada esta puerta. Ahora voy a cerrarla." (Kafka comentaesta parábola, complicándola aun más, en el noveno capítulode El proceso.) La otra parábola está en el Pilgrim's Progress,de Bunyan. La gente mira codiciosa un castillo que custodianmuchos guerreros; en la puerta hay un guardián con un libropara escribir el nombre de aquel que sea digno de entrar. Unhombre intrépido se allega a ese guardián y le dice: "Anote minombre, señor." Luego saca la espada y se arroja sobre los guerrerosy recibe y devuelve heridas sangrientas, hasta abrirse caminoentre el fragor y entrar en el castillo.Chesterton dedicó su vida a escribir la segunda de las parábolas,pero algo en él propendió siempre a escribir la primera.1 No la explicación de lo inexplicable sino de lo confuso es la tarea quese imponen, por lo común, los novelistas policiales.2 La noción de puertas detrás de puertas, que se interponen entre el pecadory la gloria, está en el Zohar. Véase Glatzer: In Time and Eternity, 30;también Martin Buber: Tales of the Hasidim, 92.


OTRAS INQUISICIONES 697EL PRIMER WELLSHarris refiere que Osear Wilde, interrogado acerca de Wells,respondió:—Un Julio Verne científico.El dictamen es de 1899, se adivina que Wilde pensó menosen definir a Wells, o en aniquilarlo, que en pasar a otro tema,H. G. Wells y Julio Verne son, ahora nombres incompatibles.Todos lo sentimos así, pero el examen de las intrincadas razonesen que nuestro sentimiento se funda puede no ser inútil.La más notoria de esas razones es de orden técnico. Wells (antesde resignarse a especulador sociológico) fue un admirable narrador,un heredero de las brevedades de Swift y de Edgar Alian Poe;Verne, un jornalero laborioso y risueño. Verne escribió paraadolescentes; Wells, para todas las edades del hombre. Hay otradiferencia, ya denunciada alguna vez por el propio Wells: lasficciones de Verne trafican en cosas probables (un buque submarino,un buque más extenso que los de 1872, el descubrimientodel Polo Sur, la fotografía parlante, la travesía de África en globo,los cráteres de un volcán apagado que dan al centro de la tierra);las de Wells en meras posibilidades (un hombre invisible, unaflor que devora a un hombre, un huevo de cristal que refleja losacontecimientos de Marte), cuando no en cosas imposibles: unhombre que regresa del porvenir con una flor futura; un hombreque regresa de la otra vida con el corazón a la derecha, porquelo han invertido íntegramente, igual que en un espejo. He leído'que Verne, escandalizado por las licencias que se permite TheFirst Men in the Moon, dijo con indignación: II invente!Las razones que acabo de indicar me parecen válidas, pero noexplican por qué Wells es infinitamente superior al autor "deHéctor Servadac, así como también a Rosney, a Lytton, a RobertPaltock, a Cyrano o a cualquier otro precursor de sus métodos. 1La mayor felicidad de sus argumentos no basta a resolver elproblema. En libros no muy breves, al argumento no puedeser más que un pretexto, o un punto de partida. Es importantepara la ejecución de la" obra, no para los goces de la lectura.Ello puede observarse en todos los géneros; las mejores novelaspoliciales no son las de mejor argumento. (Si lo fueran todos los1 Wells, en The Outline of History (1931) , exalta la obra de otros dosprecursores: Francis Bacon y Luciano de Samosata.


698 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASargumentos, no existiría el Quijote y Shaw valdría menos queO'Neill.) En mi opinión, la precedencia de las primeras novelasde Wells —The Island of Dr. Moreau, verbigracia, o The InvisibleMan— se debe a una razón más profunda. No sólo es ingeniosolo que refieren; es también simbólico de procesos que de algúnmodo son inherentes a todos los destinos humanos. El acosadohombre invisible que tiene que dormir como con los ojos abiertosporque sus párpados no excluyen la luz es nuestra soledad ynuestro terror; el convertículo de monstruos sentados que gangoseanen su noche un credo servil es < el Vaticano y es Lhasa.La obra que perdura es. siempre capaz de una infinita y plásticaambigüedad; es todo para todos, como el Apóstol; es un espejoque declara los rasgos del lector y es también un mapa del mundo.Ello debe ocurrir, además, de un modo evanescente y modesto,casi a despecho del autor; éste debe aparecer ignorante de todosimbolismo. Con esa lúcida inocejncia obró Wells en sus primerosejercicios fantásticos, que son, a mi entender, lo más admirableque comprende su obra admirable.Quienes dicen que el arte no debe propagar doctrinas, suelenreferirse a doctrinas contrarias a las suyas. Desde luego, tal noes mi caso; agradezco y profeso casi todas las doctrinas de Wells,pero deploro que éste las intercalara en sus narraciones. Buenheredero de los nominalistas británicos, Wells reprueba nuestracostumbre de hablar de la tenacidad de "Inglaterra" o de lasmaquinaciones de "Prusia"; los argumentos contra esa mitologíaperjudicial me parecen irreprochables, no así la circunstanciade interpolarlos en la historia del sueño del señor Parham. Mientrasun autor se limita a referir sucesos o a trazar los tenues desvíosde una conciencia, podemos suponerlo omnisciente, podemosconfundirlo con el universo o con Dios; en cuanto se rebaja arazonar, lo sabemos falible. La realidad procede por hechos, nopor razonamientos; a Dios le toleramos que afirme (Éxodo, 3, 14)Soy El Que Soy, no que declare y analice, como Hegel o Anselmo,el argumentum ontologicum. Dios no 1 debe teologizar; el escritorno debe invalidar con razones humanas la momentánea fe queexige de nosotros el arte. Hay otro motivo, el autor que muestraaversión a un personaje parece no acabar de entenderlo, parececonfesar que éste no es inevitable para él. Desconfiamos de suinteligencia, como desconfiaríamos de la inteligencia de un Diosque mantuviera cielos e infiernos. Dios, ha escrito Spinoza (Etica,5, 17), no aborrece a nadie y no quiere a nadie.Como"Quevedo, como Voltaire, como Goethe, como algún otromás, Wells es menos un literato que una literatura. Escribió librosgárrulos en los que de algún modo resurge la gigantesca felicidadde Charles Dickens, prodigó parábolas sociológicas, erigió encielo-


OTRAS INQUISICIONES 699pedias, dilató las posibilidades de la novela, reescribió para nuestrotiempo el Libro de Job, esa gran imitación hebrea del diálogoplatónico, redactó sin soberbia y sin humildad una autobiografíagratísima, combatió el comunismo, el nazismo y el cristianismo,polemizó (cortés y mortalmente) con Belloc, historió el pasado,historió el porvenir, registró vidas reales e imaginarias. De lavasta y diversa biblioteca que nos dejó, nada me gusta más quesu narración de algunos milagros atroces: The Time Machine,The Island of Dr. Moreau, The Plattner Story, The First Menin the Moon. Son los primeros libros que yo leí; tal vez seránlos últimos... Pienso que habrán de incorporarse, como la fórmulade Teseo o la de Ahasverus, a la memoria general de la especiey que se multiplicarán en su ámbito, más allá de los términosde la gloria de quien los escribió, más allá de la muerte del idiomaen que fueron escritos.


70') JORGI', LUIS BÓRCF.S—OBRAS COMI'LK'IASEL "BIATHANATOS"A De Quíncey (con quien es tan vasta mi deuda que especificaruna parte parece repudiar o callar las otras) debo mi primernoticia del Biathanatos. Este tratado fue compuesto a principiosdel siglo xvn por el gran poeta John Donne 1 , que dejó el manuscritoa Sir Robert Carr, sin otra prohibición que la de darlo"a la prensa o al fuego". Donne murió en 1631; en 1642 estallóla guerra civil; en 1644, el hijo primogénito del poeta dio el viejomanuscrito a la prensa, "para defenderle del fuego". El Biathanatosabarca unas doscientas páginas; De Quincey (Writings, VIII, 336)las compendia así: El suicidio es una de las formas del homicidio;los canonistas distinguen el homicidio voluntario del homicidiojustificable; en buena lógica, también cabe aplicar al suicidio esadistinción. De igual manera que no todo homicida es un asesino,no todo suicida es culpable de pecado mortal. En efecto, tal es latesis aparente del Biathanatos; la declara el subtítulo [TheSelf-homicide is not so naturally Sin that it may never be otherwise)y la ilustra, o la agobia, un docto catálogo de ejemplosfabulosos o auténticos, desde Homero 2 , "que había escrito milcosas que no pudo entender otro alguno y de quien dicen quese ahorcó por no haber entendido la adivinanza de los pescadores",hasta el pelícano, símbolo de amor paternal, y las abejas,que, según consta en el Hexameron de Ambrosio, "se dan muertecuando han contravenido a las leyes de su rey". Tres páginasocupan el catálogo y en ellas he notado esta vanidad: la inclusiónde ejemplos oscuros ("Festo, favorito de Domiciano, que semató para disimular los estragos de una enfermedad de la piel"),la omisión de- otros' de virtud persuasiva —Séneca, Temístocles,Catón—, que podrían parecer demasiado fáciles.Epicteto ("Recuerda lo esencial: la puerta está abierta") ySchopenhauer ("¿Es el monólogo de Hamlet la meditación déun criminal?") han vindicado con acopio de páginas el suicidio;1 Que de veras fue un gran poeta pueden demostrarlo estos versos:Licence my roving hands and let them goBefore, behind, between, above, below.O my America! my neiv-found-land. ..(Elegies, XIX.)2 Cf; el epigrama sepulcral de Alceo de Mesena (Antología Griega, VII, 1) .


OTRAS INQUISICIONES 701la previa certidumbre de que esos defensores tienen razón haceque los leamos con negligencia. Ello me aconteció con el Biatkanatoshasta que percibí, o creí percibir, un argumento implícitoo esotérico bajo el argumento notorio.No sabemos nunca si Donne redactó el Biathanatos con eldeliberado fin de insinuar ese oculto argumento o si una previsiónde ese argumento, siquiera momentánea o crepuscular, lollamó a la tarea. Más verosímil me parece lo último; la hipótesisde un libro que para decir A dice B, a la manera de un criptograma,es artificial, no así la de un trabajo impulsado por unaintuición imperfecta. Hugh Fausset ha sugerido que Donne pensabacoronar con el suicidio su vindicación del suicidio; queDonne haya jugado con esa idea es posible o probable; que ellabaste a explicar el Biathanatos es, naturalmente, ridículo.Donne, en la tercera parte del Biathanatos, considera las muertesvoluntarias que las Escrituras refieren; a ninguna dedica tantaspáginas como a la de Sansón. Empieza por establecer que ese"hombre ejemplar" es emblema de Cristo y que parece haberservido a los griegos como arquetipo de Hércules. Francisco deVitoria y el jesuíta Gregorio de Valencia no quisieron incluirloentre los suicidas; Donne, para refutarlos copia las últimas palabrasque dijo, antes de cumplir su venganza: Muera yo conlos filisteos (Jueces, 16: -30). Asimismo rechaza la conjetura deSan Agustín, que afirma que Sansón, rompiendo los pilares .deltemplo, no fue culpable de las muertes ajenas ni de la propia,sino que obedeció a una inspiración del Espíritu Santo, "comola espada que dirige sus filos por disposición del que la usa"(La Ciudad de Dios, I, 20). Donne, tras de probar que esa conjeturaes gratuita, cierra el capítulo con una sentencia de BenitoPereiro, que dice que Sansón, no menos en su muerte que enotros actos, fue símbolo de Cristo.Inviniendo la tesis agustiniana, los quietistas creyeron que Sansón"por violencia del demonio se mató juntamente con losfilisteos" (Heterodoxos españoles, V, I, 8) ; Milton (Sarnson Agonistes,in fine) lo vindicó de la atribución de suicidio; Donne,lo sospecho, no vio en ese problema casuístico sino una suertede metáfora .o simulacro. No le importaba el caso de Sansón—¿y por qué había de importarle?— o solamente le importaba,diremos, como "emblema de Cristo". En el Antiguo Testamentono hay héroe que no haya sido promovido a esa autoridad; paraSan Pablo, Adán es figura del que había de venir; para SanAgustín, Abel representa la muerte del Salvador, y su hermanoSeth, la resurrección; para Quevedo, "prodigioso diseño fue Jobde Cristo". Donne incurrió en esa analogía trivial para que su


702 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASlector comprendiera: Lo anterior, dicho de Sansón, bien puedeser falso; no lo es, dicho de Cristo.El capítulo que directamente habla de Cristo no es efusivo.Se limita a invocar dos lugares de la Escritura: la frase "doy mivida por las ovejas" (Juan, 10:15) y la curiosa locución "dio elespíritu", que usan los cuatro evangelistas para decir "murió".De esos lugares; que confirma el versículo "Nadie me quita lavida, yo la doy" (Juan, 10:18), infiere que el suplicio de la cruzno mató a Jesucristo y que éste, en verdad, se dio muerte con unaprodigiosa y voluntaria emisión de su alma. Donne escribió esaconjetura en 1608; en 1631 la incluyó en un sermón que predicó,casi agonizante, en la capilla del palacio de Whitehall.El declarado fin del Biathanatos es paliar el suicidio; el fundamental,indicar que Cristo se suicidó. 1 Que, para manifestaresta tesis, Donne se viera reducido a un versículo de San Juany a la repetición del verbo expirar es cosa inverosímil y aunincreíble; sin duda prefirió no insistir sobre un tema blasfematorio.Para el cristiano, la vida y la muerte de Cristo son el acontecimientocentral de la historia del mundo; los siglos anterioreslo prepararon, los subsiguientes lo reflejan. Antes que Adán fueraformado del polvo de la tierra, antes que el firmamento separaralas aguas de las aguas, el Padre ya sabía que el Hijo había demorir en la cruz y, para teatro Se esa muerte futura, creó latierra y los cielos. Cristo murió de muerte voluntaria, sugiereDonne, y ello quiere decir que los elementos y el orbe y las generacionesde los hombres y Egipto y Roma y Babilonia y Judáfueron sacados de la nada para destruirlo. Quizá el hierro fuecreado para los clavos y las espinas para la corona de escarnioy la sangre y el agua para la herida. Esa idea barroca se entrevédetrás del Biathanatos. La de un dios que fabrica el universopara fabricar su patíbulo.Al releer esta nota, pienso en aquel trágico Philipp Batz, quese llama en la historia de la filosofía Philipp Mainlánder. Fue,como yo, lector apasionado de Schopenhauer. Bajo su influjo(y quizá bajo el de los gnósticos) imaginó que somos fragmentosde un Dios, que en el principio de los tiempos se destruyó, ávidode no ser. La historia universal es la oscura agonía de esos fragmentos,Mainlánder nació en 1841; en 1876 publicó su libro,Filosofía de la redención. Ese mismo año se dio muerte.1 Cf. De Quincey: Writings, VIII, 398; Kant: Religión innehalb der Crentender Vernunft, II, 2.


OIRÁS INQUISICIONES 703PASCALMis amigos me dicen que los pensamientos de Pascal les sirvenpara pensar. Ciertamente, no hay nada en el universo que no sirvade estímulo al pensamiento; en cuanto a mí, jamás he visto enesas memorables fracciones una contribución a los problemas, ilusorioso verdaderos, que encaran. Las he visto más bien como predicadosdel sujeto Pascal, como rasgos o epítetos de Pascal. Así,como la definición quintessence of dust no nos ayuda a comprendera los hombres sino al príncipe Hamlet, la definición rosean pensantno nos ayuda a comprender a los hombres pero sí a unhombre, Pascal.Valéry, creo, acusa a Pascal de una dramatización voluntaria;el hecho es que su libro no proyecta la imagen de una doctrinao de un procedimiento dialéctico sino de un poeta perdido enel tiempo y en el espacio. En el tiempo, porque si el futuro y elpasado son infinitos, no habrá realmente un cuándo; en el espacio,porque si todo ser equidista de lo infinito y de lo infinitesimal,tampoco habrá un dónde. Pascal menciona con desdén "la opiniónde Copérnico", pero su obra refleja para nosotros el vértigo deun teólogo, desterrado del orbe del Almagesto y extraviado en eluniverso copernicano de Kepler y de Bruno. El mundo de Pascales el de Lucrecio (y también el de Spencer), pero la infinitudque embriagó al romano acobarda al francés. Bien es verdadque éste busca a Dios y que aquél se propone libertarnos deltemor de los dioses.Pascal, nos dicen, halló a Dios, pero su manifestación de esadicha es menos elocuente que su manifestación de la soledad.Fue incomparable en ésta; básteme recordar, aquí, el famoso fragmento207 de la edición de Brunschvieg (Combien de royaumesnous ignorent!) y aquel otro, inmediato, en que habla de "la infinitainmensidad de espacios que ignoro y que me ignoran".En el primero, la vasta palabra royaumes y el desdeñoso verbo finalimpresionan físicamente; alguna vez pensé que esa exclamaciónera de origen bíblico. Recorrí, lo recuerdo, las Escrituras; no dicon el lugar que buscaba, y que tal vez no existe, pero sí con superfecto reverso, con las palabras temblorosas de un hombre quese sabe desnudo hasta la entraña bajo la vigilancia de Dios. Diceel Apóstol (I Corintios, XIII: 12): "Vemos ahora por espejo, enoscuridad; después veremos cara a cara: ahora conozco en parte;pero después conoceré como ahora soy conocido."


704 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASNo menos ejemplar es el caso del fragmento 72. En el segundopárrafo, Pascal afirma que la naturaleza (el espacio) es "una esferainfinita cuyo centro está en todas partes y la circunferencia enninguna". Pascal pudo encontrar esa esfera en Rabelais (III, 13),que la atribuye a Hermes Trismegisto, o en el simbólico Románde la Rose, que la da como de Platón. Ello no importa; lo significativoes que la metáfora que usa Pascal para definir el espacioes empleada por quiénes lo precedieron (y por Sir ThomasBrowne en Religio Medid) para definir la divinidad. 1 No lagrandeza del Creador sino la grandeza de la Creación afecta aPascal.Éste, declarando en palabras incorruptibles el desorden y lamiseria {pn mpurra seul), es uno de los hombres más patéticosde la historia de Europa; aplicando a las artes apologéticas elcálculo de probalidades, uno de los más vanos y frivolos. No esun místico; pertenece a aquellos cristianos denunciados por Swedenborg,que suponen que el cielo es un galardón y el infiernoun castigo y que, habituados a la meditación melancólica, no sabenhablar con los ángeles. 2 Menos le importa Dios que la refutaciónde quienes lo niegan.Esta edición 3 , quiere reproducir, mediante un complejo sistemade signos tipográficos, el aspecto "inacabado, hirsuto y confuso"del manuscrito; es evidente que ha logrado ese fin. Las notas,en cambio, son pobres. Así, en la página 71 del primer tomo,se publica un fragmento que desarrolla en siete renglones laconocida prueba cosmológica de "Santo Tomás y de Leibniz; eleditor no la reconoce y observa: "Tal vez Pascal hace'hablar aquía un incrédulo".Al pie de algunos textos, el editor cita pasajes congéneres deMontaigne o de la Sagrada Escritura; ese trabajo podría ampliarse.Para ilustración del Pari, cabría citar los textos de Arnobio,1 Que yo recuerde, la historia no registra dioses tónicos, cúbicos o piramidales,aunque sí ídolos. En cambio, la forma de la esfera es perfecta y convienea la divinidad (Cicerón: De natura deorum, II, 17) . Esférico fue Diospara Jenófanes y para el poeta Parménides. En opinión de algunos historiadores,Empédocles (fragmento 28) y Meliso lo concibieron como esfera infinita.Orígenes entendió que los muertos resucitarán en forma de esfera; Fechner(Vergleichende Anatomie áer Engel) atribuyó esa forma, que es la delórgano visual, a los ángeles.Antes que Pascal, el insigne panteísta Giordano Bruno (De la causa, V)aplicó al universo material la sentencia de Trismegisto.3 De coelo ót inferno, 535. Para Swedenborg, "como para Boehmé (Sex pitncta,theosophica, 9, 34) , el cielo y el infierno son estados que con libertadbusca el hombre, no un establecimiento penal y un establecimiento piadoso.Cf. también Bernard Shaw: Man and Superman, III.sLa de Zacharic Tourneur (París, 1942) .


OTRAS INQUISICIONES 705de Sirmond y de Algazel que indicó Asín Palacios (Huellas delIslam, Madrid, 1941); para ilustración del fragmento contra lapintura, aquel pasaje del décimo libro de La República, dondese nos dice que Dios crea el Arquetipo de la mesa, el carpintero,un simulacro del arquetipo, y el pintor, un simulacro del simulacro;para ilustración del fragmento 72 (Je lui veux peinarel'immensité. . . dans l'enceinte de ce raccourci d'atome. . .), suprefiguración en el. concepto del microcosmo, su reaparición enLeibniz (Monadologia, 67), y en Hugo (La chauve-souris):Le moindre grain de sable est un globe qui rouleTraínant comme la terre une lúgubre jouleQui s'abhorre et s'acharme ...Demócrito pensó que en el infinito se dan mundos iguales, enlos que hombres iguales cumplen sin una variación destinos iguales;Pascal (en quien también pudieron influir las antiguas palabrasde Anaxágoras de que todo está en cada cosa) incluyó a esosmundos parejos unos adentro de otros, de suerte que no hayátomo en el espacio que no encierre universo ni universo queno sea también un átomo. Es lógico pensar (aunque no lo dijo)que se vio multiplicado en ellos sin fin.


706 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL IDIOMA ANALÍTICO DE JOHN WILKINSHe comprobado que la decimocuarta edición de la EncyclopaediaBritannica suprime el artículo sobre John Wilkins. Esa omisiónes justa, si recordamos la trivialidad del artículo (veinte renglonesde meras circunstancias biográficas: Wilkins nació en 1614, Wilkinsmurió en 1672, Wilkins fue capellán de Carlos Luis, príncipepalatino; Wilkins fue nombrado rector de uno de los colegiosde Oxford, Wilkins fue el primer secretario de la Real Sociedadde Londres, etc.); es culpable, si consideramos la obra especulativade Wilkins. Éste abundó en felices curiosidades: le interesaronla teología, la criptografía, la música, la fabricación de colmenastransparentes, el curso de un planeta invisible, la posibilidad deun viaje a la luna, la posibilidad y los principios de un lenguajemundial. A este último problema dedicó el libro An Essay Towardsa Real Character and a Philosophical Language (600 páginas encuarto mayor, 1668). No hay ejemplares de ese libro en nuestraBiblioteca Nacional; he interrogado, para redactar esta nota, TheLife and Times of John Wilkins (1910), de P. A. Wright Henderson;el Woerterbuch der Philosophie (1924), de Fritz Mauthner; Delphos(1935), de E. Sylvia Pankhurst; Dangerous Thoughts (1939),de Lancelot Hogben.Todos, alguna vez, hemos padecido esos debates inapelablesen que una dama, con acopio de interjecciones y de anacolutos,jura que la palabra luna es más (o menos) expresiva que lapalabra moon. Fuera de la evidente observación de que;el monosílabomoon es tal vez más apto para representar un objeto muysimple que la palabra bisilábica luna, nada es posible contribuira tales debates; descontadas las palabras compuestas y las derivaciones,todos los idiomas del mundo (sin excluir el volapukde Johann Martin Schleyer y la romántica interlingua de Peano)son igualmente inexpresivos. No hay edición de la Gramáticade la Real Academia que no pondere "el envidiado tesoro de vocespintorescas, felices y expresivas de la riquísima lengua española",pero se trata de una mera jactancia, sin corroboración! Por lopronto, esa misma Real Academia elabora cada tantos años undiccionario, que define las voces del español... En el idiomauniversal que ideó Wilkins al promediar el siglo xvn, cada palabrase define a sí misma. Descartes, en una epístola fechada en no-


OTRAS INQUISICIONES 707viembre de 1629, ya había anotado que medianteel sistema decimalde numeración, podemos aprender en un solo día a nombrartodas las cantidades hasta el infinito y a escribirlas en un idiomanuevo que es el de los guarismos 1 ; también había propuesto laformación de un idioma análogo, general, que organizara y abarcaratodos los pensamientos humanos. John Wilkins, hacia 1664,acometió esa "empresa.Dividió el universo en cuarenta categorías o géneros, subdivivisiblesluego en diferencias, subdivisibles a su vez en especies.Asignó a cada género un monosílabo de dos letras; a cada diferencia,una consonante; a cada especie, una vocal. Por ejemplo:dé, quiere decir elemento; deb, el primero de los elementos, elfuego; deba, una porción del elementó del fuego, una llama. Enel idioma análogo de Letellier (1850) «, quiere decir animal; ab,mamífero; abo, carnívoro; aboj, felino; aboje, gato; abi, herbívoro;abiv, equino; etc. En el de Bonifacio Sotos Ochando (1845),irúaba, quiere decir edificio; imaca, serrallo; imafe, hospital^imafo, lazareto; imarri, casa; im'arit, quinta; imedo, poste; imede,pilar; imego, suelo; imeia, techo; imogo, ventana; bire, encuadernador;birer, encuadernar. (Debo este último censo a un libroimpreso en Buenos Aires en 1886: el Curso de 'lengua universal,del doctor Pedro Mata.)Las palabras del idioma analítico de John Wilkins no son torpessímbolos arbitrarios; cada una de las letras que las integran essignificativa, como lo fueron las de la Sagrada Escritura paralos cabalisíás. Mauthner observa que los niños podrían aprenderesfe idioma sin saber que es artificioso; después en el colegio, descubriríanque es también una clave universal y una enciclopediasecreta'.Ya definido el procedimiento de Wilkins, falta examinar unproblema de imposible o difícil postergación: el valor de la tablacuadragesimal que es base del idioma. Consideremos la octavacategoría, la de las piedras. Wilkins las divide en comunes (pedernal,cascajo, pizarra), módicas (mármol, ámbar, coral), preciosas(perla, ópalo), transparentes (amatista, zafiro) e insolubles(hulla, greda y arsénico). Casi tan alarmante como la octava, esla novena categoría. Ésta nos revela que los metales pueden serimperfectos (bermellón, azogue), artificiales (bronce, latón), recrementicios(limaduras, herrumbre) y naturales (oro, estaño,1 Teóricamente, el número de sistemas de numeración es ilimitado. El máscomplejo (para usó de las divinidades y de los ángeles) registraría un númeroinfinito de símbolos, uno para cada número entero; el más simple sólorequiere dos. Cero se escribe 0, uno 1, dos 10, tres 11, cuatro 100, cinco 101,leis 110, siete 111, ocho 1000.:. Es invención de Leibniz, a quien estimularon(parece), los hexagramas enigmáticos del I King.


708 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAScobre). La belleza figura en la categoría decimosexta; es un :pezvivíparo, oblongo. Esas ambigüedades, redundancias y deficienciasrecuerdan las que el doctor Franz Kuhn atribuye a cierta enciclopediachina que se titula Emporio celestial de conocimientosbenévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animalesse dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados,(c) amaestrados,' (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perrossueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan comolocos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo depelo de camello, (1) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón,(n) que de lejos parecen moscas. El Instituto Bibliográfico deBruselas también ejerce el caos: ha parcelado el universo en 1000subdivisiones, de las cuales la 262 corresponde al Papa; la 282,a la Iglesia Católica Romana; la 263, al Día del Señor; la 268,a las escuelas dominicales; la 298, al mormonismo, y la 294, albrahmanismo, budismo, shintoísmo y taoísmo. No rehusa las subdivisionesheterogéneas, verbigracia, la 179: "Crueldad con losanimales. Protección de los animales. El duelo y el suicidio desdeel punto de vista de la moral. Vicios y defectos varios- Virtudesy cualidades varias."He registrado las arbitrariedades-de Wilkins, del desconocido (oapócrifo) enciclopedista chino y del Instituto Bibliográfico deBruselas; notoriamente no hay clasificación del universo que nosea arbitraria y conjetural. La razón es muy simple: no sabemosqué cosa es el universo. "El mundo —escribe David Hume— estal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que loabandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente;es obra de un dios subalterno, de quien los dioses superiores sebtirlan; es la confusa producción de una divinidad decrépita yjubilada, que ya se ha muerto" (Dialogues Conceming NaturalReligión, V. 1779). Cabe ir más lejos; cabe sospechar que no hayuniverso en el sentido orgánico, unificador, que tiene esa ambiciosapalabra. Si lo hay, falta conjeturar su propósito; falta conjeturarlas palabras, las definiciones, las etimologías, las sinonimias,del secreto diccionario de Dios.La imposibilidad de penetrar el. esquema divino del universono puede, sin embargo, disuadirnos de planear esquemas humanos,aunque nos conste que éstos son provisorios. El idioma analíticode Wilkins no es el menos admirable de esos esquemas. Los génerosy especies que lo componen son contradictorios y vagos;el artificio de que las letras de las palabras indiquen subdivisionesy divisiones es, sin duda, ingenioso. La palabra salmón no nosdice nada; zana, la voz correspondiente, define (para, el hombreversado en las cuarenta categorías y en los géneros de esascategorías) un pez escamoso, fluvial, de carne rojiza. (Teóri-


OTRAS INQUISICIONES 709camente, no es inconcebible un idioma donde el nombre decada ser indicara todos los pormenores de su destino, pasadoy venidero.)Esperanzas y utopías aparte acaso lo más lúcido que sobre ellenguaje se ha escrito son estas palabras de Chesterton: "El hombresabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más innumerablesy más anónimos que los colores de una selva otoñal. . .cree, sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones,son representables con precisión por un mecanismo arbitrariode gruñidos y de chillidos. Cree que del interior de unbolsista salen realmente ruidos que significan todos los misteriosde la memoria y todas las agonías del anhelo" (G. F. Watts, pág.88, 1904).


710 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASKAFKA Y SUS PRECURSORESYo premedité alguna vez un examen de los precursores de Kafka;A éste, al principio, lo pensé tan singular como el fénix de lasalabanzas retóricas; a poco de frecuentarlo, creí reconocer su voz,o sus hábitos, en textos de diversas literaturas y de diversas épocas.Registraré unos pocos aquí, en orden cronológico.El primero es la paradoja de Zenón contra el movimiento. Unmóvil que está en A (declara. Aristóteles) no podrá alcanzar elpunto B, porque antes deberá recorrer la mitad del camino entrélos dos, y antes, la mitad de la mitad, y antes, la mitad de lamitad, y así hasta lo infinito; la forma de este ilustre problemaes, exactamente, la de El Castillo, y el móvil y la flecha y Aquilesson los primeros personajes kafkianos de la literatura. En elsegundo texto que el azar de los libros me deparó, la afinidadno está en la forma sino en el tono. Se trata de un apólogo deHan Yu, prosista del siglo rx, y consta en la admirable Anthologieraisonée de la littérature chinoise (1948) de Margoulié. Éste esel párrafo que marqué, misterioso y tranquilo: "Uniyersalmentese admite que el unicornio es un ser sobrenatural y de buenagüero; así lo declaran las odas, los anales, las biografías de varonesilustres y otros textos cuya autoridad es indiscutible. Hasta lospárvulos y las mujeres del pueblo saben que el unicornio constituyeun presagio favorable. Pero este animal no figura entrelos animales domésticos, no siempre es fácil encontrarlo, no sepresta a una clasificación. No escomo el caballo o el toro, ellobo o el ciervo. En tales condiciones, podríamos estar frente alunicornio y no sabríamos con seguridad que lo es. Sabemos quetal animal con crin es caballo y que tal animal con cuernos estoro. No sabemos cómo es el unicornio". 1El tercer texto procede de una fuente más previsible; los escritosde Kierkegaard. La afinidad mental de ambos escritoreses cosa de nadie ignorada; lo que no se ha destacado aún, que1 El desconocimiento del animal sagrado y su muerte oprobiosa o casuala manos del vulgo son temas tradicionales de la literatura china. Véase elúltimo capitulo de Psychologie und Alchemié (Zürich, 1944), ele Jung, queencierra dos curiosas ilustraciones.


OTRAS INQUISICIONES 711yo sepa, es el hecho de que Kierkegaard, como Kafka, abundóen parábolas religiosas de tema contemporáneo y burgués. Lowrie,en su Kierkegaard (Oxford University Press, i 938), transcribe dos.Una es la historia de un falsificador que revisa, vigilado incesantemente,los billetes del Banco de Inglaterra; Dios, de igual modo,desconfiaría de Kierkegaard y le habría encomendado una misión,justamente por saberlo avezado al mal. El sujeto de otra sonlas expediciones al Polo Norte. Los párrocos daneses habrían declaradodesde los pulpitos que participar en tales expedicionesconviene a la salud eterna del alma. Habrían admitido, sin embargo,que llegar al Polo es difícil y tal vez imposible y que notodos pueden acometer la aventura. Finalmente, anunciarían quecualquier viaje —de Dinamarca a Londres, digamos, en el vaporde la carrera—, o un paseo dominical en coche de plaza, son, bienmirados, verdaderas expediciones al Polo Norte, La cuarta delas prefiguraciones la hallé en el poema Fears and Scruples deBrowning, publicadOi en 1876. Un hombre tiene, o cree tener,un amigo famoso. Nunca lo ha visto y el hecho es que éste noha podido, hasta el día de hoy, ayudarlo, pero se cuentan rasgossuyos muy nobles, y circulan cartas auténticas. Hay quien poneen duda los rasgos, y los grafólogos afirman la apocrifidad de lascartas. El hombre, en el último verso, pregunta: "¿Y si este amigofuera Dios?"Mis notas registran asimismo dos cuentos. Uno pertenece alas Histoires désobligeantes de León Bloy y refiere el caso deunas personas que abundan en globos terráqueos, en atlas, enguías de ferrocarril y en baúles, y que mueren sin haber logradosalir de su pueblo natal. El otro se titula Carcassonne y es obrade Lord Dunsany. Un invencible ejército de guerreros parte deUn castillo infinito, sojuzga reinos y ve monstruos y fatiga losdesiertos y las montañas, pero nunca llegan a Carcasona, aunquealguna vez la divisan. (Este cuento es, como fácilmente se advertirá,el estricto reverso del anterior; en el primero, nunca se salede una ciudad; en el último, no se llega.)Si no me equivoco, las heterogéneas piezas que he enumeradoSe parecen a Kafka; si no me equivoco, no todas se parecen entreSÍ. Este último hecho es el más significativo. En cada uno de esostextos está la idiosincrasia de Kafka, en grado mayor o menor,pero si Kafka no hubiera escrito, no la percibiríamos; vale decir¿no existiría. El poema Fears and Scruples de Robert Browningprofetiza la obra de Kafka, pero nuestra lectura de Kafka afinay desvía sensiblemente nuestra lectura del poema. Browning nolo leía como ahora nosotros lo leemos. En el vocabulario crítico,la palabra precursor es indispensable, pero habría que tratar


712 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASde purificarla de toda connotación de polémica o de rivalidad.El hecho es que cada escritor crea a sus precursores. Su labormodifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificarel futuro 1 '.- En esta correlación nada importa la identidad o lapluralidad de los hombres. El primer Kafka de Betrachtung esmenos precursor del Kafka de los mitos sombríos y de las institucionesatroces que Browning o Lord Dunsany.Buenos Aires, 1951.1 Véase T. S. Eliot: Points of Vietu (1941), págs. 25-26.


OTRAS INQUISICIONES 713DEL CULTO DE LOS LIBROSEn el octavo libro de la Odisea se lee que los dioses tejen desdichaspara que'a las futuras generaciones no les. falte algo quecantar; la declaración de Mallarmé: El mundo existe para llegara un libro, parece repetir, unos treinta siglos después, el mismoconcepto de una justificación estética de los males. Las dos teleologías,sin embargo, no coinciden íntegramente; la del griego correspondea la época de la palabra oral, y la del francés, a una épocade la palabra escrita. En una se habla de contar y en otra de libros.Un libro, cualquier libro, es para nosotros un objeto sagrado:ya Cervantes, que tal vez no escuchaba todo lo que decía la gente,leía hasta "los papeles rotos de las calles". El fuego, en una delas comedias de Bernard Shaw, amenaza la biblioteca de Alejandría;alguien exclama que arderá la memoria de la humanidad,y César le dice: Déjala arder. Es una memoria de infamias. ElCésar histórico, en mi opinión, aprobaría o condenaría el dicta-,ltien que el autor le atribuye, pero no lo juzgaría, como nosotros,una broma sacrilega. La razón es clara: para los antiguos la palabraescrita no era otra cosa que un sucedáneo de la palabraoral.Es fama que Pitágoras no escribió; Gomperz (Griechische Denker,I, 3) defiende que obró así por tener más fe en la virtudde la instrucción hablada. De mayor fuerza que la mera abstenciónde Pitágoras es el testimonio inequívoco de Platón. Éste,en el Timeo, afirmó: "Es dura tarea descubrir al hacedor y padrede este universo, y, una vez descubierto, es imposible declararloa todos los hombres", y en el Fedro narró ujia fábula egipcia contrala escritura (cuyo hábito hace que la gente descuide el ejerciciode la memoria y dependa de símbolos), y dijo que los libros soncomo las figuras pintadas, "que parecen vivas, pero no contestanuna palabra a las preguntas que les hacen". Para atenuar o eliminareste inconveniente imaginó el diálogo filosófico. El maestroelige al discípulo, pero el libro no elige a sus lectores, que puedenger malvados o estúpidos; este recelo platónico perdura en laspalabras de Clemente de Alejandría, hombre de cultura pagana:"Lo más prudente es no escribir sino aprender y enseñar de vivaVOZ, porque lo escrito queda" (Stromateis), y en éstas del mismotratado: "Escribir en un libro todas las cosas es dejar una espadaen manos de un niño"; que derivan también de las evangélicas:"No deis lo santo a los perros ni echéis vuestras perlas delante


714 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASde los puercos, porque no las huellen con los pies, y vuelvan yos despedacen." Esta sentencia es de Jesús, el mayor de los maestrosorales, que una sola vez escribió unas palabras en la tierray no las leyó ningún hombre (Juan, 8:6).Clemente Alejandrino escribió su recelo de la escritura a finesdel siglo II; a fines del siglo iv se inició el proceso mental que,a la vuelta de muchas generaciones, culminaría en el predominiode la palabra escrita sobre la hablada, de la pluma sobre la voz.Un admirable azar ha querido que un escritor fijara el instante(apenas exagero al llamarlo instante) en que tuvo principio elvasto proceso. Cuenta San Agustín, en el libro seis de las Confesiones:"Cuando Ambrosio leía, pasaba la vista sobre las páginaspenetrando su alma, en el sentido, sin proferir una palabrani mover la lengua. Muchas veces —pues a nadie se le prohibíaentrar, ni había costumbre de avisarle quién venía—, lo vimosleer calladamente y nunca de otro modo, y al cabo dé un tiemponos íbamos, conjeturando que aquel breve intervalo que se leconcedía para reparar su espíritu, libre del tumulto de los negociosajenos, no quería que se lo ocupasen en otra cosa, tal vezreceloso de que un oyente, atento a las dificultades del texto, lepidiera la explicación de un pasaje oscuro o quisiera discutirlocon él, con lo que no pudiera leer tantos volúmenes como deseaba.Yo entiendo que leía de ese modo por conservar la voz, que se letomaba con facilidad. En todo caso, cualquiera que fuese el propósitode tal hombre, ciertamente era bueno." San Agustín fuediscípulo de San Ambrosio, obispo de Milán, hacia el año 384;trece años después, en Numidia, redactó sus Confesiones y aúnlo inquietaba aquel singular espectáculo: un hombre en unahabitación, con un libro, leyendo sin articular las palabras. 1Aquel hombre pasaba directamente del signo de escritura ala intuición, omitiendo el signo sonoro; el extraño arte que iniciaba,el arte de leer en voz baja, conduciría a consecuencias maravillosas.Conduciría, cumplidos muchos años, al concepto dellibro como fin, no como instrumento de un fin. (Este conceptomístico, trasladado a la literatura profana, daría los singularesdestinos de Flaubert y de Mallarmé, de Henry James y de JamesJoyce.) A la noción de un Dios que habla con los hombres paraordenarles algo o prohibirles algo, se superpone la del LibroAbsoluto, la de una Escritura Sagrada. Para los musulmanes, el1 Los comentadores advierten que, en aquel tiempo, era costumbre leer envoz alta, para penetrar mejor el sentido, porque no había signos de puntuación,ni siquiera división de palabras, y leer en común, para moderar o salvarlos inconvenientes de la escasez de códices. El diálogo de Luciano de Samosata,Contra un ignorante comprador de libros, encierra un testimonio de esacostumbre en el siglo n.


OTRAS INQUISICIONES 715"Alcorán" (también llamado El Libro, Al Kitab), no es una meraobra de Dios, como las almas de los hombres o el universo; esuno de los atributos de Dios como Su eternidad o Su ira. En elcapítulo XIII, leemos que el texto original, La Madre del Libro,está depositado en el Cielo. Muhammad-al-Ghazali, el Algazel delos escolásticos, declaró: "el Alcorán se copia en un libro, se pronunciacon la lengua, se recuerda en el corazón y, sin embargosigue perdurando en el centro de Dios y no lo altera.su pasajepor las hojas escritas y por los entendimientos humanos". GeorgeSale observa que ese increado Alcorán no es otra cosa que suidea o arquetipo platónico; es verosímil que Algazel recurrieraa los arquetipos, comunicados al Islam por la Enciclopedia delos Hermanos de la Pureza y por Ayicena, para justificar la nociónde la Madre del Libro.Aun más extravagantes que los musulmanes fueron los judíos.En el primer capítulo de su Biblia se halla la sentencia famosa:"Y Dios dijo; sea la luz; y fue la luz"; los cabalistas razonaronque la virtud de esa orden del Señor procedió de las letras de laspalabras. El tratado Sefer Yetsirah (Libro de la Formación), redacta-doen Siria o en Palestina hacia el siglo vi, revela queJehová de los Ejércitos, Dios de Israel y Dios Todopoderoso, creóel universo mediante los números cardinales que van del uno aldiez y las veintidós letras del alfabeto. Que los números seaninstrumentos o elementos de la Creación es dogma de Pitágorasy de Jámblico; que las letras lo sean es claro indicio del nuevoculto de la escritura. El segundo párrafo del segundo capítuloreza: "Veintidós letras fundamentales: Dios las dibujó, las grabó,las combinó, las pesó, las permutó, y con ellas produjo todo loque es y todo lo que será." Luego se revela qué letra tiene podersobre el aire, y cuál sobre el agua, y cuál sobre el fuego, y cuálsobre la sabiduría, y cuál sobre la paz y cuál sobre la gracia, y cuálsobre el sueño, y cuál sobre la cólera, y cómo (por ejemplo) laletra kaf, que tiene poder sobre la vida, sirvió para formar el solen el mundo, el miércoles en el año y la oreja izquierda en elcuerpo.Más lejos fueron los cristianos. El pensamiento de que la divinidadhabía escrito un libro los movió a imaginar que habíaescrito dos y que el otro era el universo. A principios del siglo xvn,Francjs Bacon declaró en sil Advancement of Learning que Dios' nos ofrecía dos libros, para que no incidiéramos en error: el primero,el volumen de las Escrituras, que revela Su voluntad; elsegundo, el volumen de las criaturas, que revela Sú poderío yque éste era la llave de aquél. Bacon se proponía mucho más quehacer una metáfora; opinaba que el mundo era reducible a formasesenciales (temperaturas, densidades, pesos, colores), que inte-


716 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASgraban, en número limitado, un abecedarium naturae o serie delas letras con que se escribe el texto universal. 1 Sir Thomas. Browne,hacia 1642, confirmó: "Dos son los libros en que suelo aprenderteología: La Sagrada Escritura y aquel universal y público manuscritoque está patente a todos los ojos. Quienes nunca Lovieron en el primero, Lo descubrieron en el otro" (Religio Medid,.I, 16). En el mismo párrafo se lee: "Todas las cosas sonartificiales, porque la Naturaleza es el Arte de Dios." Doscientosaños transcurrieron y el escocés Carlyle, en diversos lugares de sulabor y particularmente en el ensayo sobre Gagliostro, superó laconjetura de Bacon; estampó que la historia universal es unaEscritura Sagrada que desciframos y escribimos inciertamente, yen la que también nos escriben.- Después, León Bloy escribió:"No hay en la tierra un ser humano capaz de declarar quién es.Nadie sabe qué ha venido a hacer a este mundo, a qué correspondensus actos, sus sentimientos, sus ideas, ni cuál es su nombreverdadero, su imperecedero Nombre en el registro de la Luz. . .La. historia es un inmenso texto litúrgico, donde las iotas y lospuntos no valen menos que los versículos o capítulos íntegros,pero la importancia de unos y de otros es indeterminable y estáprofundamente escondida" (L'Ame de Napoleón, 1912). El mundo,según Mallarmé,. existe para un libro; según Bloy, somos versículoso palabras o letras de un libro mágico, y ese libro incesante esla única cosa que hay en el mundo: es, mejor dicho, el mundo.JSlíenos Aires,, ic/si-1 En las <strong>obras</strong> de Galileo abunda el concepto del universo como libro,La segunda sección de la antología de Favaro (Galileo Gelileo: Pensieri, motti esentenzé, Firenzé, 1949) se titula 77 libra delta Natura. Copio el siguientepárrafo: "La filosofía está escrita en aquel grandísimo libro que continuamenteestá abierto ante nuestros ojos (quiero decir, el universo), pero queno se entiende si antes no se estudia la lengua y se conocen los caracteres enque ¡está escrito. La lengua de ese libro es matemática y los caracteres sontriángulos, círculos y otras figuras geométricas."


OTRAS INQUISICIONES 717EL RUISEÑOR DE KEATSQuienes han frecuentado la poesía lírica de Inglaterra no- olvidaránla Oda a un ruiseñor que John Keats, tísico, pobre y acasoinfortunado en amor, compuso en un jardín dé Hampstead, a laedad de veintitrés años, en una de las noches del mes de abril de1819. Keats, en el jardín suburbano, oyó el eterno ruiseñor deOvidio y de Shakespeare y sintió su propia mortalidad y la contrastócon la tenue voz impercedera del invisible pájaro. Keatshabía escrito que el poeta debe dar poesías (naturalmente, comoel árbol dá hojas; dos o tres horas le bastaron para producir esaspáginas de inagotable e insaciable hermosura, que apenas limaríadespués; su virtud, que yo sepa, no ha sido discutida por nadie,pero sí la interpertación. El n.udo del problema está en la penúltimaestrofa. El hombre circunstancial y mortal se dirige alpájaro, "que no huellan las hambrientas generaciones" y cuyavoz, ahora, es la que en campos de Israel, una antigua tarde, oyóRuth la moabita.En su monografía sobre Keats, publicada en 1887, Sidney Colvin(corresponsal y amigo de Stevenson) percibió o inventó una dificultaden la estrofa de que hablo. Copio su curiosa declaración:"Con un error de lógica, que a mi parecer, es también una fallapoética, Keats opone a la fugacidad de la vida humana, por laque entiende la vida del individuo, la permanencia de la vidadel pájaro, por la que entiende la vida de la especie." En 1895,Bridges repitió la denuncia: F. R. Leavis la. aprobó en 1936 yle agregó el escolio: "Naturalmente, la falacia incluida en esteconcepto prueba la intensidad del sentimiento que la prohijó. . ."Keats, en la primera estrofa de su poema, había llamado dríadeal ruiseñor; otro crítico, Garrod, seriamente alegó ese epíteto paradictaminar que en la séptima, el ave es inmortal porque es unadríade, una divinidad de los bosques. Amy Lowell' escribió conmejor acierto: "El lector que tenga una chispa de sentido imaginativoo poético intuirá inmediatamente que Keats no se refiereal ruiseñor que cantaba en ese momento, sino a la especie."Cinco dictámenes de cinco críticos actuales y pasados he recogido;entiendo que de todos el menos vano es el de la norteamericanaAmy Lowell, pero niego la oposición que en él se postulaentre el efímero ruiseñor de esa noche y el ruiseñor genérico.La clave, la exacta clave de la estrofa, está, lo sospecho, en unpárrafo metafísico de Schopenhauer, que no la leyó nunca.


718 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLa Oda a un ruiseñor data de 1819; en 1844 apareció el segundovolumen de El mundo como voluntad y representación.En el capítulo 41 se lee: "Preguntémonos con sinceridad si lagolondrina de este verano es otra que la del primero y si realmenteentre las dos el milagro de sacar algo de la nada ha ocurridomillones de veces para ser burlado otras tantas por la aniquilaciónabsoluta. Quien me oiga asegurar que ese gato que estájugando ahí es el mismo que brincaba y que traveseaba en eselugar hace trescientos años pensará de mí lo que quiera, perolocura más extraña es imaginar que fundamentalmente es otro."Es decir, el individuo es de algún modo la especie, y el ruiseñorde Keats es también el ruiseñor de Ruth.Keats, que, sin exagerada injusticia, pudo escribir: "No sénada, no he leído nada", adivinó a través de las páginas de algúndiccionario escolar el espíritu griego; sutilísima prueba de esaadivinación o recreación es haber intuido en el oscuro ruiseñorde una noche el ruiseñor platónico. Keats, acaso incapaz de definirla palabra arquetipo, se anticipó en un cuarto de siglo a unatesis de Schopenhauer.Aclarada así la dificultad, queda por aclarar una segunda, demuy diversa índole. ¿Cómo no dieron con esta interpretaciónevidente Garrod y Leavis y los otros? 1 Leavis es profespr de unode los colegios de Cambridge; —la ciudad que, en el siglo xvn;congregó y dio nombre a los Cambridge Platonists—; Bridges escribióun poema platónico' titulado The Fourth Dimensión; lamera enumeración de estos hechos parece agravar el enigma. Sino me equivoco, su razón deriva de algo esencial en la mentebritánica.Observa Coleridge que todos los hombres nacen, aristotélicos oplatónicos. Los últimos sienten que las clases, los órdenes y losgéneros son realidades; los primeros, que son generalizaciones;para éstos, el lenguaje no es otra cosa que un aproximativo juegode símbolos; para- aquéllos es el mapa del universo. El platónicosabe que el universo es de algún modo un cosmos, un orden;ese orden, para el aristotélico, puede ser un error o una ficciónde nuestro conocimiento parcial." A través de las latitudes y delas épocas, los dos antagonistas inmortales cambian de dialectoy de nombré: uno es Parménides, Platón, Spinbza, Kant, FrancisBradley; el otro, Heráclito, Aristóteles, Locke, Hume, WilliamJames. En las arduas escuelas de la Edad Media, todos invocana Aristóteles, maestro de la humana razón (Convivio, IV, 2), pero1A. los que habría que agregar el genial poeta William Butler Yeats que,en la primera estrofa de Sailing to Byzantium, habla de las ""murientes generaciones"de pájaros, con alusión deliberada o involuntaria a la Oda. VéaseT. R. Henn: The Lonely Tower, 1950, pág. 211.


OTRAS INQUISICIONES 719los nominalistas son Aristóteles; los realistas, Platón. El nominalismoinglés del siglo xiv resurge en el escrupuloso idealismo inglésdel siglo xvín; la economía de la fórmula de Occam, entia nonsunt multiplicando, praeter necessitatem permite o prefigura elno menos taxativo esse est percipi. Los hombres, dijo Coleridge,nacen aristotélicos o platónicos; de la mente inglesa cabe afirmarque nació aristotélica. Lo real, para esa mente, no son los conceptosabstractos, sino los individuos; no el ruiseñor genérico,sino los ruiseñores concretos. Es natural, es acaso inevitable, queen Inglaterra no sea comprendida rectamente la Oda a un ruiseñor.Que nadie lea una reprobación o un desdén en las anteriorespalabras. El inglés rechaza lo genérico porque siente que lo individuales irreductible, inasimilable e impar. Un escrúpulo ético,no una incapacidad especulativa, le impide traficar en abstracciones,como los alemanes. No entiende la Oda a un ruiseñot; esavaliosa incomprensión le permite ser Locke, ser Berkeley y serHume, y redactar, hará setenta años, las no escuchadas y proféticasadvertencias del Individuo contra el Estado.El ruiseñor, en todas las lenguas del orbe, goza de nombresmelodiosos (nightingale, nachtigall, usignolo), como si los hombresinstintivamente hubieran querido que éstos no desmerecierandel canto que los maravilló. Tanto lo han exaltado los poetasque ahora es un poco irreal; menos afin a la calandria que al ángel.Desde los enigmas sajones del Libro de Exeter ("yo, antiguo cantorde la tarde, traigo a los nobles alegría en las villas") hasta latrágica Atalanta de Swinburne, el infinito ruiseñor ha cantado enla literatura británica; Chaucer y Shakespeare lo celebran, Miltony Matthew Arnold, pero a John Keats unimos fatalmente suimagen como a Blake la del tigre.


720 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL ESPEJO DE LOS ENIGMASEl pensamiento de que la Sagrada Escritura tiene (además desu valor literal) un valor simbólico-no es irracional y es antiguo:está en Filón de Alejandría, en los cabalistas, en Swedenborg.Como los hechos referidos por la Escritura son verdaderos (Dioses la Verdad, la Verdad no puede mentir, etcétera), debemosadmitir que los hombres, al ejecutarlos, representaron ciegamenteun drama secreto, determinado y premeditado por Dios. De ahía pensar que la historia del universo —y en ella nuestras vidasy el más tenue detalle de nuestras vidas— tiene un valor inconjeturable,simbólico, no hay un trecho infinito. Muchos debenhaberlo recorrido; nadie, tan asombrosamente como León Bloy.(En los fragmentos psicológicos de Novalis y en aquel tomo dela autobiografía de Machen que se llama The hondón Adventure,hay una hipótesis afín: la de que el mundo externo —las formas,las temperaturas, la luna— es un lenguaje que hemos olvidadolos hombres, o que deletreamos apenas... También la declaraDe Quincey 1 : "Hasta los sonidos irracionales del globo debenser otras tantas álgebras y lenguajes que de algún modo tienensus llaves correspondientes, su severa gramática y su sintaxis, yasí las mínimas cosas del universo pueden ser espejos secretosde las mayores").Un versículo de San Pablo (I, Corintios, XIII, 12) inspiró aLeón Bloy: Videmus. nune per speculum in aenigmate.- tune autemfacie ad faciem. Nunc cognosco ex parte; tune autem cognoscamsicut et cognitus sum. Torres Amat miserablemente .traduce: "Alpresente no vemos a Dios sino como en un espejo, y bajo imágenesoscuras: pero entonces le veremos cara a cara. Yo no leconozco ahora sino imperfectamente: mas entonces le conocerécon una visión clara, a la manera que soy yo conocido." 44 voceshacen el oficio de 22; imposible ser más palabrero y más lánguido.Cipriano de Valera es más fiel: "Ahora vemos por espejo, en oscuridad;mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco enparte; mas'éntoncés conoceré como soy conocido." Torres Amatopina que el versículo se refiere a nuestra visión de la divinidad;Cipriano de Valera (y León Bloy) a nuestra visión general.Que yo sepa, Bloy no imprimió a su conjetura una forma definitiva.A lo largo de su obra fragmentaria (en la que abundan,1Writings, 1896, volumen primero, página 129.


OTRAS INQUISICIONES 721como nadie lo ignora, la quejumbre y la afrenta) hay versioneso facetas distintas. He aquí unas cuantas, que he rescatado delas páginas clamorosas de Le mendiant ingrat, de Le Vieux dela Montagne y de L'invendable. No creo haberlas agotado: esperoque algún especialista en León Bloy (yo no lo soy) las completey las rectifique.La primera es de junio de 1894. La traduzco así: "La sentenciade San Pablo: Videmus nunc per speculum in aenigmate seríauna claraboya para sumergirse en el Abismo verdadero, que es elalma del hombre. La aterradora inmensidad de los abismos delfirmamento es una ilusión, un reflejo exterior de nuestros abismos,percibidos "en un espejo". Debemos invertir nuestros ojosy ejercer una astronomía sublime en el infinito de nuestros corazones,por los que Dios quiso morir. . . Si vemos la Vía Láctea,es porque existe verdaderamente en nuestra alma."La segunda es de noviembre del mismo año. "Recuerdo unade mis ideas más antiguas. El Zar es el jefe y el padre espiritualde ciento cincuenta millones de hombres. Atroz responsabilidadque sólo es aparente. Quizá no es responsable, ante Dios, sino deunos pocos-seres humanos. Si los pobres de su imperio están oprimidosdurante su reinado, si dé ese reinado resultan catástrofesinmensas ¿quién sabe si el sirviente encargado de lustrarle lasbotas no es el verdadero y solo culpable? En las disposiciones misteriosasde la Profundidad ¿quién es de veras Zar, quién es rey,quién puede jactarse de ser un mero sirviente?".La tercera es de una carta escrita en diciembre. "Todo es símbolo,hasta el dolor más desgarrador. Somos durmientes que gritanen el sueño. No sabemos si tal cosa que nos aflige no es el principiosecreto de nuestra - alegría ulterior. Vemos ahora, afirmaSan Pablo, per speculum in aenigmate, literalmente: "en enigmapor medio de un espejo" y no veremos de otro modo hasta eladvenimiento de Aquel que está todo en llamas y que debe enseñarnostodas las cosas".La cuarta es de mayo de 1904. "Per speculum in aenigmate,dice San Pablo. Vemos todas las cosas al revés. Cuando creemosdar, recibimos, etc. Entonces ( me dice una querida alma angustiada)nosotros estamos en el cielo y Dios sufre en la tierra."La quinta es de mayo de 1908. "Aterradora idea de Juana,acerca del texto P*r speculum. Los goces de este mundo seríanlos tormentos del infierno, vistos al revés, en un .espejo."La sexta es de 1912. En cada una de las páginas de L'Ame deNapoleón, libro cuyo propósito es descifrar el símbolo Napoleón,considerado como precursor de otro héroe —hombre y simbólicotambién— que está oculto en el porvenir. Básteme citar dos pasajes:Uno: "Cada hombre está en la tierra para simbolizar algo


722 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASque ignora y para realizar una partícula, o una montaña, delos materiales invisibles que servirán para edificar la Ciudadde.Dios." Otro: "No hay en la tierra un ser humano capaz dedeclarar quién es, con certidumbre. Nadie^ sabe qué ha venido ahacer a este mundo, a qué corresponden sus actos, sus sentimientos,sus ideas, ni cuál es su nombre verdadero, su imperecedero Nombreen el registro de la Luz: .. La historia es un inmenso texto litúrgicodonde las iotas y los puntos no valen menos que los versículoso capítulos íntegros, pero la importancia de unos y de otros esindeterminable y está profundamente escondida."Los anteriores párrafos tal vez parecerán al lector meras gratitudesde Bloy. Que yo sepa, no se cuidó nunca de razonarlos.Yo me atrevo a juzgarlos verosímiles, y acaso inevitables dentro dela doctrina cristiana. Bloy (lo repito) no hizo otra cosa que aplicara la Creación entera el método que los cabalistas judíos aplicarona la Escritura. Éstos pensaron que una obra dictada por el EspírituSanto era un texto absoluto: vale decir un texto donde lacolaboración del azar es calculable en cero. Esa premisa portentosade un libro impenetrable a la contingencia, de un libro quees un mecanismo de propósitos infinitos, les movió a permutar laspalabras escritúrales, a sumar el valor numérico de las letras, atener en cuenta su forma, a observar las minúsculas y mayúsculas,a buscar acrósticos y anagramas y. a otros rigores exegéticos de losque no es difícil burlarse. Su apología es que nada puede ser contingenteen la obra de una inteligencia infinita. 1 Letán Bloypostula ese carácter jeroglífico —ese carácter de escritura divina,de .criptografía de los ángeles— en todos los instantes y en todoslos seres del mundo. El supersticioso cree penetrar esa escrituraorgánica: trece comensales articulan el símbolo de la muerte; unópalo amarillo, el de la desgracia...Es dudoso que el mundo tenga sentido; es más dudoso aunque tenga doble y triple sentido, observará el incrédulo. Yo entiendoque así es; pero entiendo que el mundo jeroglífico postuladopor Bloy es el que más conviene a la dignidad del Diosintelectual de los teólogos.Ningún nombre sabe quién es, afirmó León Bloy. Nadie comoél para ilustrar esa ignorancia íntima. Se creía un católico rigurosoy fue un continuador de los cabalistas, un hermano secretode Swedenbórg y de Blake: heresiarcas.1¿Qué es una inteligencia infinita?, indagará tal vez el lector. No hayteólogo que no la defina; yo prefiero un ejemplo. Los pasos que da unhombre, desde el día de su nacimiento hasta el de su muerte, dibujan en eltiempo una inconcebible figura. La Inteligencia Divina intuye esa figurainmediatamente, como la de los hombres un triángulo. Esa figura (acaso) tienesu determinada función en la economía del universo.


OTRAS INQUISICIONES 723DOSLIBROSEl último libro de Wells —Guide lo the New World. A Handbookof Constructive World Revolution— corre el albur deparecer, a primera vista, una mera enciclopedia de injurias.Sus muy legibles páginas denuncian al Fuehrer, "que chillacomo un conejo estrujado"; a Goering, "aniquilador de ciudadesque, al día siguiente, barren los vidrios rotos y retomanlas tareas de la víspera"; a Edén, "el inconsolable viudo quintaesencial-de la Liga de las Naciones"; a José Stalin, que enun dialecto irreal sigue vindicando la dictadura del proletariado,"aunque nadie sabe qué es el proletariado, ni cómoy dónde dicta"; al "absurdo Ironside"; a los genexales delejército francés, "derrotados por la conciencia de la ineptitud,por tanques fabricados en Checoeslovaquia, por voces y ru :mores radiotelefónicos y por algunos mandaderos en bicicleta";a la "evidente voluntad de derrota" (will for defeat) de laaristocracia británica; al "rencoroso conventillo" Irlanda delSur; al Ministerio de Relaciones Exteriores inglés, "que pareceno ahorrar el menor esfuerzo para que Alemania gane la' guerraque ya ha perdido"; a Sir Samuel Hoare, "mental y moralmentetonto"; a los norteamericanos e ingleses "que traicionaronla causa liberal en España"; a los que opinan que estaguerra "es una guerra de ideologías" y no una fórmula criminal"del desorden presente"; a los ingenuos que suponenque basta exorcizar o destruir a los demonios Goering y Hitlerpara que el mundo sea paradisíaco.'He congregado algunas invectivas,de ,Wells: no son literariamentememorables; algunas me parecen -injustas, pero demuestranla imparcialidad de sus odios o de su indignación. Demuestranasimismo la libertad de que gozan los escritores enInglaterra, en las horas centrales de una batalla. Más importanteque esos malhumores epigramáticos (de los qUe apenashe citado unos pocos y que sería muy fácil triplicar o cuadruplicar)es la doctrina de este manual revolucionario. Esa doctrinaes resumible en esta disyuntiva precisa: o Inglaterra identificasu causa con la de una revolución general (con la de unmundo federado), o la victoria es inaccesible e inútil. El capítuloXII (página 48-54) fija los fundamentos del mundo nuevo.Los tres capítulos finales discuten algunos problemas menores.Wells, increíblemente, no es nazi. Increíblemente, pues casi


724 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAStodos mis contemporáneos lo son, aunque lo nieguen o lo ignoren.Desde 1925, no hay publicista que no opine que el hechoinevitable y trivial de haber nacido en un determinado paísy de pertenecer a tal raza (o a tal buena mixtura de razas) nosea un privilegio singular y un talismán suficiente. Vindicadoresde la democracia, que se creen muy diversos de Goebbels, instana sus lectores, en el dialecto mismo del enemigo, a escuchar loslatidos de un corazón que recoge los íntimos mandatos de lasangre y de la tierra. Recuerdo, durante la guerra civil española,ciertas discusiones indescifrables. Unos se declaraban republicanos;otros, nacionalistas; otros, marxistas; todos, en un léxicode Gauleiter, hablaban de la Raza y del Pueblo. Hasta loshombres de la hoz y el martillo resultaban racistas. . . Tambiénrecuerdo con algún estupor cierta asamblea que se convocópara confundir el antisemitismo. Varias razones hay para queyo no sea un antisemita; la principal es ésta: la diferencia entrejudíos y no-judíos me parece, en general, insignificante; aveces, ilusoria o imperceptible. Nadie, aquel día, quiso compartirmi opinión; todos juraron que un judío alemán difierevastamente de un alemán. Vanamente les recordé que no otracosa dice Adolfo Hitler; vanamente insinué que una asambleacontra el racismo no debe tolerar la doctrina de una Raza Elegida;vanamente alegué 'la sabia declaración de Mark Twain:"Yo no pregunto de qué raza es un hombre; basta que sea unser humano; nadie puede ser nada peor" (The Man tHat CorruptedHadleyburg, página 204).En este libro, como en otros —The Fate of Homo Sapiens,1939; The Common Sense of War and Peace, 1940—, Wells nosexhorta a recordar nuestra humanidad esencial y a refrenarnuestros miserables rasgos diferenciales, por patéticos o pintorescosque sean. En verdad, esa represión no es exorbitante: selimita a exigir de los estados, para su mejor convivencia, loque una cortesía elemental exige de los individuos. "Nadie ensu recto juicio —declara Wells— piensa que los hombres de GranBretaña son un pueblo elegido, una más noble especie de nazis,que disputan la hegemonía .del mundo a los alemanes. Son elfrente de batalla de la humanidad. Si no son ese frente, noson nada. Ese deber es un privilegio."Let the People Think es el título de una selección de losensayos de Bertrand Rüssell. Wells, en la obra cuyo comentariohe esbozado, nos insta a repensar la historia del mundo sin'preferencia de carácter geográfico, económico o étnico; Russelltambién dispensa consejos de universalidad. En el tercer artículo—Free thought and officvail propaganda— propone que las escuelasprimarías enseñen el arte de leer con incredulidad los


OTRAS INQUISICIONES 725periódicos. Entiendo que esa disciplina socrática- no sería inútil.De las personas que conozco, muy pocas la deletrean siquiera.Se dejan embaucar por artificios tipográficos o sintácticos; piensanque ^tin hecho ha acontecido porque está impreso en grandesletras negras; confunden la verdad con el cuerpo doce; no quierenentender que la afirmación: Todas las tentativas del agresorpara avanzar más allá de B han fracasado de manera sangrienta,es un mero eufemismo para admitir la pérdida de B. Peor aun:ejercen una especie de magia, piensan que formular un temores colaborar con el enemigo... Russell propone que el Estadotrate de inmunizar a los hombres contra esas agüerías, y esossofismas. Por ejemplo sugiere que los alumnos, estudien lasúltimas derrotas de Napoleón, a través de los boletines del Moniteur,ostensiblemente triunfales. Planea deberes como éste:una vez estudiada en textos ingleses la historia .de la guerracon Francia, reescribir esa historia, desde el punto de vistafrancés. Nuestros "nacionalistas" ya ejercen ese método paradójico:enseñan la historia argentina desde un punto de vistaespañol, cuando no quichua o querandí.De los otros artículos, no es el menos certero el que se titulaGenealogía del fascismo. El autor empieza por observar quelos hechos políticos proceden de especulaciones muy anterioresy que suele mediar mucho tiempo entre la divulgación de unadoctrina y su aplicación. Así es: la "actualidad candente", quenos exaspera o exalta y que con alguna frecuencia nos aniquila,no es otra cosa que una reverberación imperfecta de viejas discusiones.Hitler, horrendo en públicos .ejércitos y en secretos espías,es un pleonasmo de Carlyle (1795-1881) y aun de J. G. Fichte(1762-1814); Lenin, una trascripción de K-arl Marx. De ahíque el verdadero intelectual rehuya, los debates contemporáneos:la realidad es siempre anacrónica.Russell imputa la teoría del fascismo a Fichte y a Carlyle. Elprimero, en fa cuarta y quinta de las famosas Reden an diedeutsche Na\tion, funda la superioridad de los alemanes en lano interrumpida posesión de un idioma puro. Esa razón es casiinagotablemente falaz; podemos conjeturar que no hay en latierra un idioma puro (aunque lo fueran las palabras, no loson las representaciones; aunque los puristas digan deporte, serepresentan sport); podemos recordar que el alemán es menos"puro" que el vascuence o el hotentote; podemos interrogar porqué es preferible un idioma sin mezcla.. . Más compleja y máselocuente es la contribución de Carlyle. Éste, en 1843, escribióque la democracia es la desesperación de no encontrar héroesque nos dirijan. En 1870 aclamó la victoria de la "paciente,noble, profunda, sólida y piadosa Alemania" sobre la "fanfa-


726 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASrrona, vanagloriosa, gesticulante, pendenciera, intranquila, hipersensibleFrancia" (Miscellanies, tomo séptimo, página 251).Alabó la Edad Media, condenó las bolsas de viento parlamentarias,vindicó la memoria del dios Thor, de Guillermo el Bastardo,de Knox, de" Cromwell, de Federico II, del taciturno DoctorFrancia y de Napoleón, anheló un mundo que no fuera "elcaos provisto de urnas electorales", abominó de la aboliciónde la esclavitud, propuso la conversión de las estatuas —"horrendossolecismos de bronce"— en útiles banaderas de bronce, ponderóla pena de muerte, se alegró de que en toda poblaciónhubiera un cuartel, aduló, e inventó, la Raza Teutónica. Quienesanhelen otras imprecaciones o apoteosis, pueden interrogar Pastand Present (1843) y los Latterday Pamphlets, que son de 1850.Bertrand Russell concluye: "En cierto modo, es lícito afirmarque el ambiente de principios del siglo xvm era racional y elde nuestro tiempo, antirracional". Yo eliminaría el tímido adverbioque encabeza la frase.


OTRAS INQUISICIONES 727ANOTACIÓN AL 23 DE AGOSTO DE 1944Esa jornada populosa me deparó tres heterogéneos asombros:el grado físico de mi felicidad cuando me dijeron la liberaciónde París; el descubrimiento de que una emoción colectiva puedeno ser innoble; el enigmático y notorio entusiasmo de muchospartidarios de Hitler. Sé que indagar ese entusiasmo es correrel albur de parecerme a los vanos hidrógrafos que indagabanpor qué basta un solo rubí para detener el curso de un río;muchos me acusarán de investigar un hecho quimérico. Éste,sin embargo, ocurrió y miles de personas en Buenos Aires puedenatestiguarlo.Desde el principio, comprendí que era inútil interrogar a losmismos protagonistas. Esos versátiles, a fuerza de ejercer laincoherencia, han perdido toda noción de que ésta debe justificarse:veneran la raza germánica; pero abominan de la América"sajona"; condenan los artículos de Versailles, pero aplaudieronlos prodigios del Blitzkrieg; son antisemitas, pero profesanuna religión de origen hebreo; bendicen la guerra submarina,pero reprueban con vigor las piraterías británicas; denuncianel imperialismo, pero vindican y promulgan la tesis delespacio vital; idolatran a San Martín, pero opinan que la independenciade América fue un error; aplican a los actos de Inglaterrael canon de Jesús, pero a los de Alemania el de Zarathustra,Reflexioné, también, que toda incertidumbre era preferiblea la de un diálogo con esos consanguíneos del caos, a quienes lainfinita repetición de la interesante fórmula soy argentino eximedel honor y de la piedad. Además ¿no ha razonado Freud y noha presentido Walt Whitman que los hombres gozan de pocainformación acerca de los móviles profundos de su conducta?Quizá, me dije, la magia de los símbolos París y liberación estan poderosa que los partidarios de Hitler han olvidado que significanuna derrota de sus armas. Cansado, opté por suponerque la novelería y el temor y la simple adhesión a la realidaderan explicaciones verosímiles del problema.Noches después, un libro y un recuerdo me iluminaron. El librofue el Man and Superman de Shaw; el pasaje a que me refieroes aquel del sueño metafísico de John Tanner, donde se afirmaque el horror del Infierno es su irrealidad; esa doctrina puedeparangonarse con la de otro irlandés, Juan Escoto Erígena, quenegó la existencia sustantiva del pecado y del mal y declaró que


728 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAStodos las criaturas, incluso el Diablo, regresarán a Dios. El recuerdofue de aquel día que es perfecto y detestado reverso del23 de agosto: el 14 de junio de 1940. Un germanófilo, de cuyonombre no quiero acordarme, entró ese día en mi casa; de pie,desde la puerta, anunció la vasta noticia: los ejércitos nazis habíanocupado a París. Sentí una mezcla de tristeza, de asco, de malestar.Algo que no entendí me detuvo: la insolencia del júbilono explicaba ni la estentórea voz ni la brusca proclamación.Agregó que muy pronto esos ejércitos entrarían en Londres. Todaoposición era inútil, nada podría detener su victoria. Entoncescomprendí que él también estaba aterrado.Ignoro si los hechos que he referido requieren elucidación.Creo poder interpretarlos así: Para los europeos y americanos,hay un orden —un solo orden— posible: el que antes llevó elnombre de Roma y que ahora es la cultura del Occidente. Sernazi (jugar a la barbarie enérgica, jugar a ser un viking, urr tártaro,un conquistador del siglo xvi, un gaucho, un piel roja)es, a la larga, una imposibilidad mental y moral. El nazismoadolece de irrealidad, como los infiernos de Erígena. Es inhabitable;los hombres sólo pueden morir por él, mentir por él, matary ensangrentar por él. Nadie, en la soledad central de su yo, puedeanhelar que triunfe. Arriesgo ésta conjetura: Hitler quiere serderrotado. Hitler de un modo ciego, colabora con los inevitablesejércitos que lo aniquilarán, como los buitres de metal y eldragón (que no debieron de ignorar que eran monstruos) colaboraban,misteriosamente, con Hércules.


OTRAS INQUISICIONES 729SOBRE EL "VATHEK" DE WILLIAMBECKFORDWilde atribuye la siguiente broma a Carlyle: una biografía deMiguel Ángel que omitiera toda mención de las <strong>obras</strong> de MiguelÁngel. Tan compleja es la realidad, tan fragmentaria y tan simplificadala historia, que un observador omnisciente podría redactarun número indefinido, y casi infinito, de biografías deun hombre, que destacan hechos independientes y de las quetendríamos que leer muchas antes de comprender que el protagonistaes el mismo. Simplifiquemos desaforadamente una vida:imaginemos que la integran trece mil hechos. Una de las hipotéticasbiografías registraría la serie 11, 22, 33. . .; otra, la serie 9,13, 17, 21...; otra, la serie 3, 12, 21, 30, 39... No es inconcebibleuna historia de los sueños de un hombre; otra, de losórganos de su'cuerpo; otra, de las falacias cometidas por él; otra,de todos los momentos en que se imaginó las pirámides; otra,de su comercio con la noche y con las auroras. Lo anterior puedeparecer meramente quimérico; desgraciadamente, no lo es. NadieSe resigna a escribir la biografía literaria de un escritor, la biografíamilitar de un soldado; todos prefieren la biografía genealógica,la biografía económica, la biografía psiquiátrica, la biografíaquirúrgica, la biografía tipográfica. Setecientas páginas enoctavo comprende cierta vida de Poe; el autor, fascinado por loscambios de domicilio, apenas logra rescatar un paréntesis parael Maelstrom y para la cosmogonía de Eureka. Otro ejemplo:ésta curiosa revelación del prólogo de una biografía de Bolívar:"En este libro se habla tan escasamente de batallas como en elque el mismo autor escribió sobre Napoleón". La broma de Carlylepredecía nuestra literatura contemporánea: en. 1943 lo paradójicoes una biografía de Miguel Ángel que tolere alguna menciónde las <strong>obras</strong> de Miguel Ángel.El examen de una reciente biografía de William Beckford (1760-1844) me dicta las anteriores observaciones. William Beckford,de Fonthül, encarnó un tipo suficientemente trivial de millonario,gran señor, viajero, bibliófilo, constructor de palacios ylibertino; Chapman, su biógrafo, desentraña (o procura desentrañar)su vida laberíntica, pero prescinde de un análisis deVathek; novela a cuyas últimas diez páginas William Beckforddebe su gloria.


730 JORGE LUIS BOR.GES—OBRAS COMPLETASHe confrontado varias críticas de Vathek, El prólogo que Hallarmeredactó para su reimpresión de 1876, abunda en observacionesfelices (ejemplo: hace notar que la novela principia en laazotea de una torre desde la que se lee el firmamento, para concluiren un subterráneo encantado), pero está escrito en un dialectoetimológico del francés, de ingrata o imposible lectura.Belloc (A Conversation with an Ángel, 1928) opina sobre Beckfordsin condescender a razones; equipara su prosa a la de Voltairey lo juzga uno de los hombres más viles de su época, one of thevilest men of his time. Quizá el juicio más lúcido es. el de Saintsbury,en el undécimo volumen de la Cambridge History of EnglishLiterature.Esencialmente la fábula de Vathek no es compleja. Vathek(Harún Benalmotásim Vatiq Bilá, noveno califa abbasida) erigeuna torre babilónica para descifrar los planetas. Éstos le auguranuna sucesión de prodigios, cuyo instrumento será un hombre sinpar, que vendrá de una tierra desconocida. Un mercader llegaa la capital del imperio: su cara es tan atroz que los guardiasque lo conducen ante el califa avanzan con los ojos cerrados. Elmercader vende una cimitarra al califa; luego desaparece. Grabadosen la hoja hay misteriosos caracteres cambiantes que burlanla curiosidad de Vathek. Un hombre (que luego desaparece también)los descifra; un día significan: Soy la menor maravilla deuna región donde todo es maravilloso y digno del mayor príncipede la tierra; otro: Ay de quien temerariamente aspira a saber loque debería ignorar. El califa se entrega a las artes mágicas; lavoz del mercader, en la oscuridad, le propone abjurar la fe musulmanay adorar los poderes de las tinieblas. Si lo hace, le seráfranqueado el Alcázar del Fuego Subterráneo. Bajo sus bóvedaspodrá contemplar los tesoros que los astros le prometieron, lostalismanes que sojuzgan el mundo, las diademas de los sultanespreadamitas y de Sulejmán Bendaúd. El ávido califa se rinde;el mercader le exige cuarenta sacrificios humanos. Transcurrenmuchos años sangrientos; Vathek, negra de abominaciones el alma,llega a una montaña desierta. La tierra se abre; con terror y conesperanza. Vathek baja hasta el fondo del mundo. Una silenciosay pálida muchedumbre de personas que no se miran errapor las soberbias galerías de un palacio infinito. No le ha mentidoel mercader: el Alcázar del Fuego Subterráneo abunda enesplendores y en talismanes, pero también es el Infierno. (En lacongénere historia del doctor Fausto, y en las muchas leyendasmedievales que la prefiguraron, el Infierno es el castigo del pecador que pacta con los dioses del Mal; en ésta es el castigo yla tentación.)


OTRAS INQUISICIONES 731Saintsbury y Andrew Lang declaran o sugieren que la invencióndel Alcázar del Fuego Subterráneo es la mayor gloria deBeckford. Yo afirmo que se trata del primer Infierno realmenteatroz de la literatura. 1 Arriesgo esta paradoja: el más ilustre delos avernos literarios, el dolente regno de la Comedia, no es unlugar atroz; es un lugar en el que ocurren hechos atroces. Laclistinción es válida.Stevenson (A Chapter on Dreams) refiere que en los sueñosde la niñez lo perseguía un matiz abominable del color pardo;Chesterton (The Man ivho was Thursday, IV) imagina que enlos confines occidentales del mundo acaso existe un árbol que yaes más, y menos, que un árbol, y en los confines orientales, algo,una torre, cuya sola arquitectura es malvada. Poe, en el Manuscritoencontrado en una botella, habla de un mar austral dondecrece el volumen de la nave como el cuerpo viviente, del marinero;Melville dedica muchas páginas de Moby Dick a dilucidarel horror de la blancura insoportable de la ballena. . . He prodigadoejemplos; quizá hubiera bastado observar que el Infiernodantesco magnifica la noción de una cárcel; el de Beckford, lostúneles de una pesadilla. La Divina Comedia es el libro másjustificable y más firme de todas las literaturas: Vathek es unamera curiosidad, the perfume and suppliance of a minute; creo,sin embargo, que Vathek pronostica, siquiera de un modo rudimentario,los satánicos esplendores de Thomas de Quincey yde Poe, de Charles Baudelaire y de Huysmans. Hay un intraducibieepíteto inglés, el epíteto uncanny, para denotar el horrorsobrenatural; ese epíteto (unheimlich en alemán) es aplicablea ciertas páginas de Vathek; que yo recuerde, a ningún otro libroanterior.iChapman indica algunos libros que influyeron en Beckford:\§,Bibliothéque Oriéntale, de Barthélemy d'Herbelot; los QuatreF;acardim, de Hamilton; La princesa de Babylone, de Voltaire;l^s siempre denigradas y admirables Mille et une Nuits, de Gall'and.Yo complementaría esa lista con las Carceri d'invenzione,de Piranesi; aguafuertes alabadas por Beckford, que representanpoderosos palacios, que son también laberintos inextricables. Beckford,en el primer capítulo de Vathek, enumera cinco palaciosdedicados a los cinco sentidos; Marino, en el Adone, ya habíadescrito cinco jardines análogos.Sólo tres días y dos noches del invierno de 1782 requirióWilliam Beckford para redactar la trágica historia de su califa.1 De la literatura, he dicho, no de la mística: el electivo Infierno de Swedenborg—De coelo et injerno, 545, 554— es de fecha anterior.


732 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLa escribió en idioma francés; Henley la tradujo al inglés en1785. El original es infiel a la traducción; Saintsbury observaque el francés del siglo xvm es menos apto que el inglés paracomunicar los "indefinidos horrores" (la frase es de Beckford)de la singularísima historia.La versión inglesa de Henley figura en el volumen 856 de laEveryman's Library; la editorial Perrin, de París, ha publicadoel texfo original, revisado y prologado por Mallarmé. Es raroque la laboriosa bibliografía de Chapman ignore esa revisióny ese prólogo.Buenos Aires, 1943.


OTRAS INQUISICIONES 733SOBRE "THE PURPLE LAND"Esta novela primigenia de Hudson es reducible a una fórmulatan antigua que casi puede comprender la Odisea; tan elementalque sutilmente la difama y la desvirtúa el nombre de fórmula.El héroe se echa a andar y. le salen al paso sus aventuras. A esegénero nómada y azaroso pertenecen el Asno de oro y los fragmentosdel Satiricen; Pickwick y el Don Quijote; Kim de Lahorey Segundo Sombra de Areco. Llamar novelas picarescas a esasficciones me parece injustificado; é"n primer término, por la connotaciónmezquina de la palabra; en segundo, por sus limitacioneslocales y temporales (siglo xvi español, siglo xvii). El géneroes complejo, por lo demás. El desprden, la incoherenciay la variedad no son inaccesibles, pero es indispensable que losgobierne un orden secreto, que gradualmente se descubra. Herecordado algunos ejemplos ilustres; quizá no haya uno que noexhiba defectos evidentes. Cervantes moviliza dos tipos: un hidalgo"seco de carnes", alto, ascético, loco y altisonante; un villanocarnoso, bajo, comilón, cuerdo y dicharachero: esa discordia tansimétrica y persistente acaba por quitarles realidad por disminuirlosa figuras de circo. (En el séptimo capítulo de El payador,nuestro Lugones ya insinuó ese reproche). Kipling inventa unAmiguito del Mundo Entero, el libérrimo Kim: a los pocos capítulos,urgido por no sé qué patriótica perversión, le da el horribleoficio de'espía. (En su autobiografía literaria, redactada unostreinta y cinco años después, Kipling se muestra impenitente yaun inconsciente.) Anoto sin animadversión esas lacras; lo hagopara juzgar The Purple Land con pareja sinceridad.Del género de novelas que considero, las más rudimentariasbuscan la mera sucesión de aventuras, la mera variedad; los sieteviajes de Simbad el Marino suministran quizá el ejemplo máspuro. El héroe, en ellas, es un mero sujeto, tan impersonal ypasivo como el lector. En otras (apenas más complejas) ~los hechoscumplen la función de mostrar el carácter del héroe, cuandono sus absurdidades y manías; tal es el caso de la primera partedel Don Quijote. En otras (que corresponden a una etapa ulterior)el movimiento es doble, recíproco: el héroe modifica lascircunstancias, las circunstancias modifican el carácter del héroe.Tal es el caso de la parte segunda del Quijote, del Huckleberry


734 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASFinn de Mark Twain, de The Purple Land. Esta ficción, enrealidad, tiene dos argumentos. El primero, visible: las aventurasdel muchacho inglés Richard Lamb en la Banda Oriental. Elsegundo, íntimo, invisible; el venturoso acriollamiento de Lamb,su conversión gradual a una moralidad cimarrona que recuerdaun poco a Rousseau y prevé un poco a Nietzsche. Sus Wanderjahreson Lehrjahre también. En carne propia, Hudson conociólos rigores de una vida semibárbara, pastoril; Rousseau y Nietzsche,sólo a través de los sedentarios volúmenes de la HistoireGenérale des Voyages y de las epopeyas homéricas. Lo anteriorno quiere decir que The Purple Land sea intachable. Adolecede un error evidente, que es lógico imputar a los azares de laimprovisación: la vana y fatigosa complejidad.de ciertas aventuras.Pienso en las del final: son lo bastante complicadas parafatigar la atención, pero no para interesarla. En esos onerososcapítulos, Hudson parece no entender que el libro es sucesivo(casi tan puramente sucesivo' como el Satiricen o como El Buscón)y lo entorpece de artificios inútiles. Se trata de un error hartodifundido: Óickens, en todas sus novelas, incurre *en prolijidadesanálogas.Quizá ninguna de las <strong>obras</strong> de la literatura - gauchesca aventajea The Purple Land. Sería deplorable que alguna distraccióntopográfica y tres o cuatro errores o erratas (Camelones por Canelones,Aria por Arias,,, Gumesinda por Gumersindo) nos escamotearanesa verdad. , . The Purple Land, es fundamentalmentecriolla. La circunstancia de que el narrador sea un inglés justificaciertas aclaraciones y ciertos énfasis que requiere el lectory que resultarían anómalos en un gaucho, habituadó : a esas cosas.En el número 31 de 5?^r, afirma Ezequiel Martínez Estrada:"Nuestras cosas no han tenido poeta, pintor ni intérprete semejantea Hudson, ni lo tendrán nunca. Hernández es una parcela4e ese cosmorama de la vida argentina que Hudson cantó, describióy comentó. . . En las últimas páginas de The Purple Land,por ejemplo, hay contenida la máxima filosofía y la supremajustificación de América frente a la civilización occidental y a losvalores de la cultura de cátedra". Martínez Estrada, como se vé,ño ha vacilado en preferir la obra total de Hudson al más insignede los libros canónicos de nuestra literatura gauchesca. Por lopronto, el ámbito que abarca The Purple Land es incomparablementemayor. El Martin Fierro (pese al proyecto de canonizacióndé Lugones) es menos la epopeya de nuestros orígenes—¡en 1872!— que la autobiografía de un cuchillero, falseada porbravatas y por quejumbres que casi profetizan el tango. En Ascasubihay rasgos más vividos, más felicidad, más coraje,'perotodo ello está fragmentario y secreto en tres tomos incidentales,


OTRAS INQUISICIONES 755de cuatrocientas páginas cada uno. Don Segundo Sombra, pesea la veracidad de los diálogos, está maleado por elafán de magnificarlas tareas más inocentes. Nadie ignora que su narradores un gaucho, de ahí lo doblemente injustificado de ese gigantismoteatral, que hace de un arreo de novillos una función deguerra. Güiraldes ahueca la voz para referir los trabajos cotidianosdel campo, Hudson (como Ascasubi, como Hernández,como Eduardo Gutiérrez) narra con toda naturalidad hechos acasoatroces.Alguien observará que en The Purple Land el gaucho nofigura sino de modo literal, secundario. Tanto mejor para laveracidad del retrato, cabe responder. El gaucho es hombre taciturno,el gaucho desconoce, o desdeña, las complejas deliciasde la memoria y de la introspección; mostrarlo autobiográficoy efusivo, ya es deformarlo.Otro acierto de tfudson, es el geográfico. Nacido en la provinciade Buenos Aires, en el círculo mágico de la pampa, elige,sin embargo, la tierra cárdena donde la montonera fatigó susprimeras y últimas lanzas: el Estado Oriental. En la .literaturaargentina privan los gauchos de la provincia de Buenos Aires;la paradójica razón de esa primacía es la existencia.de una granciudad, Buenos Aires, madre de insignes literatos "gauchescos".Si en vez de interrogar la literatura, nos atenemos a la historia,comprobaremos que ese glorificado gauchaje ha influido pocoen los destinos de su provincia, nada en los del país. El organismotípico de la guerra gaucha, la montonera, sólo aparece en BuenosAires de manera esporádica. Manda la ciudad, mandan los caudillosde\la ciudad. Apenas si algún individuo —Hormiga Negraen los documentos judiciales, Martín Fierro en las letras— logra,con una rebelión de matrero, cierta notoriedad policial.Hudson, he dicho, elige para las correrías de su héroe lascuchillas de la otra banda. Esta elección.propicia le permite enriquecerel destino de Richard Lamb con el azar y con la variedadde la guerra —azar que favorece las ocasiones del amorvagabundo—. Macaulay, en el artículo sobre Bunyan, se maravillade que las imaginaciones de un hombre sean con el tiemporecuerdos personales de muchos otros. Las de Hudson perduranen la memoria; los balazos británicos retumbando en la nochede Paysandú; el gaucho ensimismado que pita con fruición eltabaco negro, antes de la batalla; la muchacha que se da a unforastero, en la secreta margen de un río.Mejorando hasta la perfección una frase divulgada por Boswell,Hudson refiere que muchas veces en la vida emprendió el estudiode la metafísica, pero que siempre lo interrumpió la felicidad.La frase (una de las más memorables que el trato de las letras


736 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASme ha deparado) es típica del hombre y del libro. Pese a la bruscasangre derramada y a las separaciones, The Purple Land es delos muy pocos libros felices que hay -en la tierra. (Otro, tambiénamericano, también de sabor casi paradisíaco, es el HíickleberryFinn, de Mark Twain.) No pienso en el debate caótico de pesimistasy optimistas; no pienso en la felicidad doctrinaria queinexorablemente se impuso el patético Whitman; pienso en eltemple venturoso de Richard Lamb, en su hospitalidad pararecibir -todas las vicisitudes del ser, amigas o aciagas.Una observación última. Percibir o no los matices criolloses quizá baladí, pero el hecho es que de todos los extranjeros(sin excluir, por cierto, a los españoles) nadie los percibe sinoel inglés. Miller, Robertson, Burton, Cunninghame Graham,Hudson.Buenos Aires, 1941.


OTRAS INQUISICIONES 73 /DE ALGUIEN A NADIEEn el principio, Dios es los Dioses (Elohim), plural que algunosllaman de majestad y otros de plenitud y en el que se ha creídonotar un eco de anteriores politeísmos o una premonición de ladoctrina, declarada en Nicea, de que Dios es Uno y es Tres.Elohim rige verbos en singular; el primer versículo de la Leydice literalmente: En el : principio hizo los Dioses el cielo y latierra. Pese a la vaguedad que el plural sugiere: Elohim es concreto;se llama Jehová Dios y leemos que se paseaba en el huertoal aire del día o, como dicen las versiones inglesas, in the coolOf the day. Lo definen rasgos humanos; en un lugar de la Escriturase lee Arrepintióse Jehová de haber, hecho hombre en latierra y pesóle en su corazón y en otro, Porque yo Jehová tuDios soy un Dios celoso y en otro, He hablado en el fuego de miira. El sujeto de tales locuciones es indiscutiblemente Alguien,un Alguien corporal que los siglos irán agigantando y desdibujando.Sus títulos varían: Fuerte de Jacob, Piedra de Israel, SoyEl Que Soy, Dios de los Ejércitos, Rey de Reyes. El último, quesin duda inspiró por oposición el Siervo de los Siervos de Dios,de Gregorio Magno, es en el texto original un superlativo derey: "propiedad es de la lengua hebrea —dice Fray Luis de Leóndoblaransí unas mismas palabras, cuando quiere encarecer algunacosa, ó en, bien o en mal. Ansí que decir Cantar de cantares eslo mismo que solemos decir en castellano Cantal' entre cantares,hombre entre hombres, esto es, señalado y eminente entre todosy más excelente que otros ; muchos". En los primeros siglos denuestra era, los teólogos habilitan el prefijo omni, antes reservadoa. los adjetivos de la naturaleza o de Júpiter; cunden las palabrasOmnipotente, omnipresente, omniscio, que hacen de Dios unrespetuoso caos de superlativos no imaginables. Esa nomenclatura,como las otras, parece limitar la divinidad: a fines del siglo v,fil escondido autor del Corpus Dionysiacum declara que ningúnpredicado afirmativo conviene a Dios. Nada se debe afirmar deÉl, todo puede negarse. Schopenhauer anota secamente: "Esateología es la única verdadera, pero no tiene contenido". Redactadosen griego, los tratados y las cartas que forman el CorpusDionysiacum dan en el siglo ix con un lector que los vierteíll latín: Johannes Eríugena o Scotus, es decir Juan el Irlandés,


738 JORGE LUÍS BORGES—OBRAS COMPLETAScuyo nombre en la historia es Escoto Erígena o sea Irlandés Irlandés.Éste formula una doctrina de índole panteísta: las cosasparticulares son teofaníás (revelaciones o apariciones de lo divino)y detrás está Dios, que es lo único real, "pero que no sabe qué es,porque no es un qué; y es incomprensible a sí mismo y atoda inteligencia". No es sapiente, es más que sapiente; noes bueno, es más que ^ueno; inescrutablemente excede y rechazatodos los atributos. Juan el Irlandés, para definirlo, acudea la palabra nihilu/m, qíie es la nada; Dios es la nada primordialde la creatio ex nihiló, el abismo en que se engendraron losarquetipos y luego los seres concretos. Es Nada y Nada; quieneslo concibieron así obraron con el sentimiento de que ello esmás que ser un Quién olun Qué. Análogamente, Samkara enseñaque los hombres, en el sueño profundo, son el universo, sonDios.El proceso que acabo de ilustrar no es, por cierto, aleatorio.La' magnificación hasta la nada sucede o tiende a suceder en todoslos cultos; inequívocamente la observamos en el caso de Shakespeare.Su contemporáneo Ben Jonson lo quiere sin llegar a laidolatría, on this side Idolatry; Dryden lo declara el Homero delos poetas dramáticos de Inglaterra, pero admite que suele serinsípido y ampuloso; el discursivo siglo xvm procura aquilatarsus virtudes y reprender sus faltas: Maurice Morgan, en 1774,afirma que el rey Lear y Falstaff no son otra cosa que modificacionesde la mente de su inventor; a principios del siglo xix,ese dictamen es recreado por Coleridge, para quien Shakespeareya no es un hombre sino una variación literaria del infinito Diosde Spinoza. "La persona Shakespeare —escribe— fue una naturanaturata, un efecto, pero lo universal, que está potencialmenteen lo particular,' le fue revelado, no como" abstraído de la observaciónde una pluralidad de casos sino como lá sustancia capazde infinitas modificaciones, de las que su existencia personal erasólo una". Hazlitt corrobora o confirma: "Shakespeare se parecíaa todos los hombres, salvo en lo de parecerse a tóelos los hombres.Intimamente no era nada, pero era todo lo que son los demás,o lo que pueden ser". Hugo, después, lo equipara con el océano,que es un almacigo de formas posibles. 11 En el budismo se repite el dibujo. Los primeros textos narran que elBuddha, al pie de la higuera, intuye la infinita concatenación de todos losefectos y causas del universo, las pasadas y futuras encarnaciones de cadaser; los últimos, redactados siglos después, razonan que hada es real y quetodo conocimiento es ficticio y que si hubiera tantos Ganges como hay granosde arena en el Ganges y otra vez tantos Ganges como granos de arena enlos nuevos Ganges, el número de granos de arena sería menor que el númerode cosas que ignora el Buddha.


OTRAS INQUISICIONES 739Ser una cosa es inexorablemente no ser todas las otras cosas;la intuición confusa de esa verdad ha inducido a los hombres aImaginar que no ser es más que ser algo y que, de alguna manera,es ser todo. Esta falacia está en las palabras de aquel reylegendario del Indostán, que renuncia al poder y sale a pedirlimosna en las calles: "Desde ahora no tengo reino o mi reinoes ilimitado, desde ahora no me pertenece mi cuerpo o me pertenecetoda la tierra". Schopenhauer ha escrito que la historiaes un interminable y perplejo sueño de las generaciones humanas;en el sueño hay formas que se repiten, quizá no hayOtra cosa que formas; una de ellas es el proceso que denunciaesta página.Buenos Aires, 1950,


740 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASFORMAS DE UNA LEYENDAA la gente le repugna ver un anciano, un enfermo o un muerto,y sin embargo está sometida a la muerte, a las enfermedadesy. a la vejez; el Bu.ddha declaró que esta reflexión lo indujo aabandonar su casa y sus padres y a vestir la ropa amarilla de losascetas. El testimonio consta en uno de los libros del canon;otro registra la parábola de los cinco mensajeros secretos queenvían los dioses; son un párvulo, un anciano encorvado, untullido, un criminal en los tormentos y un muerto, y avisan quenuestro destino es nacer, caducar, enfermar, sufrir justo castigoy morir. El Juez de las Sombras (en las mitologías del IndostanYama desempeña ese cargo, porque fue el primer hombre quemurió) pregunta al pecador si no ha visto a los mensajeros; ésteadmite que sí, pero no ha descifrado su aviso; los esbirros loencierran en una casa que está llena de fuego. Acaso el Büddhano inventó esta amenazadora parábola; bástenos saber que ladijo (Majjhima nihaiya, 130) y que no la vinculó nunca,' tal vez,a su propia vida.La realidad puede ser demasiado compleja para la trasmisiónoral; la leyenda la recrea de una manera que sólo accidentalmentees falsa y que le permite andar por el mundo, de bocaen boca. En la parábola y en la declaración figuran un hombreviejo, un hombre enfermo y un hombre muerto; el tiempo hizode los dos textos uno y forjó, confundiéndolos, otra historia.Siddhartha, el Bodhisattva, el pre-Buddha, es hijo de un granrey, Suddhodana, de • la estirpe del sol. La noche de su concepción,la madre sueña que en su lado derecho entra un elefante,del color de la nieve y con seis colmillos. 1 Los adivinos interpretanque su hijo reinará sobre el mundo o hará girar la ruedade la doctrina 2 y enseñará a los hombres cómo librarse de la vida1 Este sueño es, para nosotros, una mera fealdad. No así para los hindúes;el elefante, animal doméstico, es símbolo de mansedumbre; la multiplicaciónde colmillos no puede incomodar a los espectadores de un arte que, parasugerir que Dios es el todo, labra figuras de múltiples brazos y caras; el seises número habitual (seis vías de la transmigración; seis Budhas anterioresal Budha; seis puntos cardinales, contando el cénit y el nadir; seis divinidadesque el Yajurveda llama las seis puertas de Brahma) .2 Esta metáfora puede haber sugerido a los tib'etanos la invención de lasmáquinas de rezar, ruedas o cilindros que giran alrededor de un eje, llenasde tiras de papel enrolladas en las que se repiten palabras mágicas. Algunasson manuales: otras son como grandes molinos y las mueve el agua o el viento.


OIRÁS INQUISICIONES 741y la muerte. El rey prefiere que Siddhartha logre grandeza temporaly no eterna,' y lo recluye en un palacio, del que han sidoapartadas todas las cosas que pueden revelarle que es corruptible.Veintinueve años de ilusoria felicidad trascurren así, dedicados algoce de los sentidos, pero Siddhartha, una mañana, sale en sunoche y ve con estupor a un hombre encorvado, "cuyo pelo noC8 como el de los otros, cuyo cuerpo no es como el de los otros",que se apoya en un bastón para caminar y cuya carne tiembla.Pregunta qué hombre es ése; el cochero explica que es un ancianoy que todos los hombres de la tierra serán como él. Siddhartha,Inquieto, da orden de volver inmediatamente pero en otra salidave a un hombre que devora la fiebre, lleno de lepra y de úlceras;el cochero explica que es un enfermo y que nadie está exentode ese peligro. En otra salida ve a un hombre que llevan enUn féretro, ese hombre inmóvil es un muerto, le explican, y morirCS la ley de todo el que nace. En otra salida, la última, ve aUn monje de las órdenes mendicantes que no desea ni morir nivivir. La paz está en su cara; Siddhartha ha encontrado el camino.Hárdy (Der Buddhismus nach alteren Pali-Werhen) alabó elcolorido de esta leyenda; un indólogo contemporáneo. A. Foucher,cuyo tono de burla no siempre es inteligente o urbano, escribeque, admitida la ignorancia previa del Bodhisattva, la historia no«trece de gradación dramática ni de valor filosófico. A principiosdel siglo v de nuestra era, el monje Fa-Hien peregrinó a losreinos del Indostán en busca de libros sagrados y vio las ruinasde la ciudad de Kapilavastu y cuatro imágenes que Asoka erigió,ni norte, al sur, al este y al oeste de las murallas, para conmemorarlos encuentros. A principios del siglo vil un monje cristiano recíñelola novela que se titula Bwlaam y Josafat; Josafat (Josafat,Bodhisattva) es hijo de un rey de la India; los astrólogos predicenque reinará sobre un reino mayor, que es el de la Gloria; elrey lo encierra en "un palacio, pero Josafat descubre la infortunadacondición de los hombres bajo las especies de un ciego, deUll leproso y de un moribundo y es convertido, finalmente, a la£e por el' ermitaño Barlaam. Esta versión cristiana de la leyendalile traducida a muchos idiomas, incluso el holandés y el latín;8 instancia del Hákon Hákonarson, se produjo en Islandia, amediados del siglo xin, una Barlaams saga. El cardenal CésarBaronio incluyó a Josafat en^u revisión (1585-1590) del Martirologioromano; en 1615, Diego de Couto denunció, en su continuaciónde las Décadas, las analogías de la fingida fábula indianacon la verdadera y piadosa historia de San Josafat. Todoesto y mucho más hallará el lector en el primer volumen deOrígenes de la novela de Menéndez y Pelayo.La leyenda que en tierras occidentales determinó que el Bud-


742 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASdha fuera canonizado' por Roma tenía, sin embargo, un defecto:los encuentros que postula son eficaces pero también son increíbles.Cuatro salidas de Siddhartha y cuatro figuras didácticasno condicen con los hábitos del azar. Menos atentos a lo estéticoque a la conversión de la gente, los doctores quisieron justificaresta anomalía; Koeppen (Die Religión des Buddha, I, 82) anotaque en la última forma de la leyenda, el leproso, el muerto y elmonje son simulacros que las divinidades producen para instruira Siddhartha. Así, en el tercer libro de la epopeya sánscrita Buddhacarita,se dice que los dioses crearon a un muerto y queningún hombre lo vio mientras lo llevaban, fuera del cocheroy del príncipe. En una biografía legendaria del siglo xvi, lascuatro apariciones son cuatro metamorfosis de un dios (Wieger:Vies chinoises du Bouddha, 37-41).Más lejos había ido el Lalitavistara. De esa compilación de prosay de verso, escrita en un sánscrito impuro, es costumbre hablarcon alguna sorna; en sus páginas la historia del Redentor seinfla hasta la opresión y hasta el vértigo. El Buddha, a quien rodeandoce mil monjes y treinta y dos mil Bodhisattvas, revela eltexto de la obra a los dioses; desde el cuarto cielo fijó el período,el continente, el reino y la casta en que renacería para morir porúltima vez; ochenta mil timbales acompañan las palabras de su- discurso y en el cuerpo de su madre hay la fuerza de diez milelefantes. El Buddha, en el extraño poema, dirige cada etapa desu destino; hace que las divinidades proyecten las cuatro: figurassimbólicas y, cuando interroga al cochero, ya sabe quiénes son yqué significan. Foucher ve en este rasgo un mero servilismo de losautores, que no pueden tolerar que el Buddha no sepa lo quesabe un sirviente; el enigma merece, a mi entender, otra solución.El Buddha crea las imágenes y luego inquiere de un terceroel sentido que encierran. Teológicamente cabría tal vez contestar:el libro es de la escuela del Mahayana, que enseña que el Buddhatemporal es emanación p reflejo de un Buddha eterno; el del cieloordena las cosas, el de la tierra las padece o las* ejecuta. (Nuestrosiglo, con otra mitología o vocabulario, habla de lo inconsciente.)La humanidad del Hijo, segunda persona de Dios, pudo gritardesde la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?-la del Buddha, análogamente, pudo espantarse de las formas quehabía creado su propia divinidad. m Para desatar el problema, noson indispensables, por lo demás, tales sutilezas dogmáticas, bastarecordar que todas las religiones del Indostán y en particular elbudismo enseñan que el mundo es ilusorio. Minuciosa relación deljuego (de un Buddha) quiere decir Lalitavistara, según Winternitz;un juego o un sueño es, para el Mahayana, la vida del Buddhasobre la tierra, que es otro sueño. Siddhartha elige su nación


OTRAS INQUISICIONES 743y sus padres. Siddhartha labra cuatro formas que lo colmarán deestupor, Siddhartha ordena que otra forma declare el sentido delas primeras; todo ello es razonable si lo pensamos un sueño deSiddhartha. Mejor aun si lo pensamos un sueño en el que figuraSiddhartha (como figuran el leproso y el monje) y que nadie sueña,porque a los ojos del. budismo del Norte 1 el mundo y losprosélitos y el Nirvana y la rueda de las transmigraciones y elBuddha son igualmente irreales. Nadie se apaga en el Nirvana,leemos en un tratado famoso, porque la extinción de innumerablesseres en el Nirvana es como la desaparición de una fantasmagoríaque un hechicero en una encrucijada crea por artes mágicas,y en otro lugar está escrito que todo es mera vacuidad, meronombre, y también el libro que lo declara y el hombre que lolee. Paradójicamente, los excesos numéricos del poema quitan, noagregan, realidad; doce mil monjes y treinta y dos mil Bodhisattvasson menos concretos que un monje y que un Bodhisattva. Las vastasformas y los vastos guarismos (el capítulo XII incluye unaserie de veintitrés palabras que indican la unidad seguida de unnúmero creciente de ceros, desde 9 a 49, 51 y 53) son vastas ymonstruosas burbujas, énfasis de la Nada. Lo irreal, así, ha idoagrietando la historia; primero hizo fantásticas las figuras, despuésal príncipe y, con el príncipe, a todas las generaciones y al universo.A fines del siglo xix, Osear Wilde propuso una variante; elpríncipe feliz muere en la reclusión del palacio, sin haber descubiertoel dolor, pero su efigie postuma lo divisa desde lo altodel pedestal.La cronología del Indostán es incierta; mi erudición lo es muchomás; Koeppen y Hermann Beckh son quizá tan falibles comoel compilador que arriesga esta nota; no me sorprendería que mihistoria de la leyenda fuera legendaria, hecha de verdad sustancialy de errores accidentales.1 Rhys Davids proscribe esta locución que introdujo Burnouf, pero suempleo en esta frase es menos incómodo que el de Gran Travesía o GranVehículo, que hubieran detenido al lector.


744 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASDE LAS ALEGORÍAS A LAS NOVELASPara todos nosotros, la alegoría es un error estético. (Mi primerpropósito fue escribir "no es otra cosa que un error de la estética",pero luego noté que mi sentencia comportaba una alegoría.)Que yo sepa, el género alegórico ha sido analizado por Schopenhauer(Welt ais Wille und Vorstellung, I, 50), por De Quincey(Writings, XI, 198), por Francesco De Sanctis (Storia della letteratnraitaliana, VII), por Croce (Estética, 39) y por Chesterton (G.f. Watts, 83); en este ensayo me limitaré a los dos últimos. Croceniega el arte alegórico, Chesterton lo vindica; opino que la razónestá con aquél, pero me gustaría saber cómo pudo gozar de tantofavor una forma que nos parece injustificable.Las palabras de Croce son cristalinas; básteme repetirlas en español:"Si el símbolo es concebido como inseparable de la intuiciónartística, es sinónimo de la intuición misma, que siempretiene carácter ideal. Si el símbolo es concebido separable, si porun lado puede expresarse el símbolo y por otro la cosa simbolizada,se recae en el error intelectualista; el supuesto símbolo es laexposición de un concepto abstracto, es una alegoría, es ciencia, oarte que remeda la ciencia. Pero también debemos ser justos conlo alegórico y advertir que en algunos casos éste es innocuo. Dela jerusalén libertada puede extraerse cualquier moralidad; delAdonis, de Marino, poeta de la lascivia, la reflexión de que elplacer desmesurado termina en el dolor; ante una estatua, el escultorpuede colocar un cartel diciendo que ésta es la Clemenciao la Bondad. Tales alegorías agregadas a una obra conclusa,no la perjudican. Son expresiones que extrínsecamente se añadena otras expresiones. A la Jerusalén se añade una página en prosaque expresa ctro pensamiento del poeta; al Adonis, un verso ouna estrofa que expresa lo que el poeta quiere dar a entender;a la estatua, la palabra clemencia o la palabra bondad." En la página222 del libro La Poesía (Bari, 1946), el tono es más hostil:"La alegoría no es un modo directo de manifestación espiritual,sino una suerte de escritura o de criptografía."Crece no admite diferencia entre el contenido y la forma. Éstaes aquél y aquél es ésta. La alegoría le,parece monstruosa porqueaspira a cifrar en una forma dos contenidos: el inmediato o literal(Dante, guiado por Virgilio, llega a Beatriz) y el figurativo (elhombre finalmente llega a la fe, guiado por Ja razón). Juzga queesa manera de escribir comporta laboriosos enigmas.


OTRAS INQUISICIONES 745Chesterton, para vindicar lo alegórico, empieza por negar queel lenguaje agote la expresión de la realidad. "El hombre sabeque hay en el alma tintes más desconcertantes, más innumerablesy más anónimos que los colores de una selva otoñal... Cree, sinembargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones sonrepresentables con precisión por un mecanismo arbitrario degruñidos y de chillidos. Cree que del interior de un bolsista salenrealmente ruidos que significan todos los misterios de la memoriay todas las agonías del anhelo." Declarado insuficiente el lenguaje,hay lugar para otros; la alegoría puede ser uno de ellos, comola arquitectura o la' música. Está formada de palabras, pero no esun lenguaje del lenguaje, un signo de otros signos de la virtudvalerosa y de las iluminaciones secretas que indica esa palabra.Un signo más preciso que el monosílabo, más rico y más feliz.No sé muy bien cuál de los eminentes contradictores tiene razón;sé que el arte alegórico pareció' alguna vez encantador (ellaberíntico Román de la Rose, que perdura en doscientos manuscritos,consta de veinticuatro mil versos) y ahora es intolerable.Sentimos que, además de intolerable, es estúpido y frivolo. NiDante, que figuró la historia de su pasión en la Vita nuova; niel romano Boecio, redactando en la torre de Pavía, a la sombrade la espada de su verdugo, el De consolatione, hubieran entendidoese sentimiento. ¿Cómo explicar esta discordia sin recurrira una petición de principio sobre gustos que cambian?Observa Coleridge que todos los hombres nacen aristotélicos oplatónicos. Los últimos intuyen que las ideas son realidades; losprimeros, que son generalizaciones; para éstos, el lenguaje no esOtra cosa que un sistema de símbolos arbitrarios; para aquéllos,es el mapa del universo. El platónico sabe que el universo es dealgún modo un cosmos, un orden; ese orden, para el aristotélico,puede ser un error o una ficción de nuestro conocimiento parcial.A través de las latitudes y de las épocas, los dos antagonistas inmortalescambian de dialecto y de nombre: uno es Parménides,Platón, Spinoza, Kant, Francis Bradley; el otro, Heráclito, Aristóteles,Locke, Hume, William James. En las arduas escuelas de laEdad Media todos invocan a Aristóteles, maestro de la humanarazón (Convivio, IV, 2), pero los nominalistas son Aristóteles; losrealistas, Platón. George Henry Lewes ha opinado que el únicodebate medieval que tiene algún valor filosófico es el de nominalismoy realismo; el juicio es temerario, pero destaca la-importanciade esa controversia tenaz que una sentencia de Porfirio,Vertida y comentada por Boecio, provocó a principios del siglo ix,que Anselmo y Roscelino mantuvieron a fines del siglo xi y queGuillermo de Occam reanimó en el siglo xiv.Como es de suponer, tantos años multiplicaron hacia lo infini-


746 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASto las posiciones intermedias y los distingos; cabe, sin embargo,afirmar que para el realismo" lo primordial eran los universales(Platón diría las ideas, las formas; nosotros, los conceptos abstractos),y para el nominalismo, los individuos. La historia de lafilosofía, no es un vano museo de distracciones y de juegos verbales;verosímilmente, las dos tesis corresponden a dos maneras deintuir la realidad. Maurice de Wulf escribe: "El ultrarrealismo^recogió las primeras adhesiones. El cronista Heriman (siglo xi)denomina antiqui doctores a los que enseñan la dialéctica in re;Abelardo habla de ella como de una antigua doctrina, y hasta elfin del siglo xn se aplica a sus adversarios el nombre de, moderni."Una tesis ahora inconcebible pareció evidente en el siglo ix, y dealgún modo perduró hasta el siglo xiv. El nominalismo, antes lanovedad de unos pocos, hoy abarca a toda la gente; su victoria estan vasta y fundamental que su nombre es inútil. Nadie se declaranominalista porque no hay quien sea otra cosa. Tratemos deentender, sin embargo, que para los hombres de la Edad Medialo sustantivo no eran los hombres sino la humanidad, no losindividuos sino la especie, no las especies sino el género, no losgéneros sino Dios. De tales conceptos (cuya más clara manifestaciónes quizá el cuádruple sistema de Erígena) ha procedido,a mi enteder, la literatura alegórica. Ésta es fábula de abstracciones,como la novela lo es de individuos. Las abstraccionesestán personificadas; por eso, en toda alegoría hay algo novelístico.Los individuos que los novelistas proponen aspiran a genéricos(Dupin es la Razón, Don Segundo Sombra es el Gaucho); en lasnovelas hay un elemento alegórico.El pasaje de alegoría a novela, de especies a individuos, derealismo a nominalismo, requirió algunos siglos, pero me atrevoa sugerir una fecha ideal. Aquél día de 1382 en que GeoffreyChaucer, que tal vez no se creía nominalista, quiso traducir alinglés el verso de Boccaccio E con gli occulti ferri i Tradimenti("Y con hierros ocultos las Traiciones"), y lo repitió de este modo:The smyler with the knyf únder the cloke ("El que sonríe, conel cuchillo bajo la capa"). El original está en el séptimo librode la Teseida; la versión, en el Knightes Tale.Buenos Aires, 1949.


OTRAS INQUISICIONES 747NOTA SOBRE (HACIA) BERNARD SHAWA fines del siglo xm, Raimundo Lulio (Ramón Lull) se aprestóa. resolver todos los arcanos mediante una armazón de discosconcéntricos, desiguales y giratorios, subdivididos en sectores conpalabras latinas; John Stuart Mili, a principios del siglo xix, te-,mió que se agotara algún día el número de combinaciones musicalesy no hubiera lugar en el porvenir para indefinidos Webersy Mozarts; Kurd Lasswitz, a fines del xix, jugó con la abrumadorafantasía de una biblioteca universal, que registrara todas lasvariaciones de los veintitantos símbolos ortográficos, o sea cuanto63 dable expresar, en todas las lenguas. La máquina de Lulio, eltemor de Mili y la caótica biblioteca de Lasswitz pueden ser materiade burlas, pero exageran una propensión que es común: hacerde la metafísica, y de las artes, una suerte de juego combinatorio.Quienes practican ese juego olvidan que un libro es más que unaestructura verbal, o que una serie de estructuras verbales; es eldiálogo que entabla con su lector y la entonación que impone aSU voz y las cambiantes y durables imágenes que deja en su memoria.Ese diálogo es infinito; las palabras árnica sílentia lunae.Significan ahora la luna íntima, silenciosa y luciente, y en la Eneidasignificaron el interlunio, la oscuridad que permitió a losgriegos entrar en la ciudadela de Troya. . . 3 La literatura no esagotable, por la suficiente y simple razón de que un solo librono lo es. El libro no es un ente incomunicado: es una relación,es un eje de innumerables relaciones. Una literatura difiere deOtra, ulterior o anterior, menos por el texto que por la manerade ser leída: si me fuera otorgado leer cualquier página actual—ést^a, por ejemplo— como la leerán el año dos mil, yo sabríacómo será la literatura del año dos mil. La concepción de la literaturacomo juego formal conduce, en el mejor de los casos, al1 Así las interpretaron Milton y Dante, a juzgar por ciertos pasajes qvieparecen imitativos. En la Comedia (Infierno, I, 60; V, 28) tenemos: d'ogni lucemuto y dove il sol tace para significar lugares oscuros; en el Samson Agonistes(86-89) :The Sun lo me is darkAnd silent as the Moon,When she deserts the nightHid in her vacant intgrlunarCf. E. M. W. Tillyard: The Miltonic Setting, 101.cave.


748 TORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASbuen trabajo del período y de la estrofa, a un decoro artesano([ohnson, Renán, Flaubert), y en el peor a las incomodidadesde una obra hecha de sorpresas dictadas por la vanidad y el azar(Gracián, Herrera Reissig).Si la literatura no fuera más que un álgebra verbal, cualquierapodría producir cualquier libro, a fuerza de ensayar variaciones.La lapidaria fórmula Todo fluye abrevia en dos palabras la filosofíade Heráclito: Raimundo Lulio nos diría que, dada la primera,basta ensayar los verbos intransitivos para descubrir lasegunda y obtener, gracias al metódico azar, esa filosofía, y otrasmuellísimas. Cabría responder que la fórmula obtenida por eliminación,carecería de valor y hasta de sentido; para que tengaalguna virtud debemos concebirla en función de Heráclito, enfunción de una experiencia de Heráclito, aunque "Heráclito"no sea otra cosa que el presumible sujeto de esa experiencia. Hedicho que un libro es un diálogo, una forma de relación; en eldiálogo, un interlocutor no es la suma o promedio de lo que dice:puede no hablar y traslucir que es inteligente, puede emitir observacionesinteligentes y traslucir estupidez. Con la literatura ocurrelo mismo; D'Artagnan ejecuta hazañas innúmeras y Don Quijotees apaleado y escarnecido, pero el valor de Don Quijote se sientemás. Lo anterior nos conduce a un problema estético no planteadohasta ahora: ¿Puede un autor crear personajes superiores aél? Yo respondería que no y en esa negación abarcaría lo intelectualy lo moral. Pienso que de nosotros no saldrán criaturasmás lúcidas o más nobles que nuestros mejores momentos. En eseparecer fundo mi convicción de la preeminencia de Shaw. Losproblemas gremiales y municipales de las primeras <strong>obras</strong> perderánsu interés, o ya lo perdieron; las bromas de los Pleasant Playscorren el albur de ser, algún día, no menos incómodas que las deShakespeare (el humorismo es, lo sospecho, un género oral, unsúbito favor de la conversación, no una cosa escrita); las ideasque declaran los prólogos y las elocuentes tiradas se buscaránen Schopenhauer y en Samuel Butler 1 ; pero Lavinia, BlancoPosnet, Kreegan, Shotover, Richard Dudgeon, y, sobre todo, JulioCésar, exceden a cualquier personaje imaginado por el arte denuestro tiempo. Pensar a Monsieur Teste junto a ellos o al histriónicoZarathustra de Nietzsche es intuir con asombro y auncon escándalo la primacía de Shaw. En 1911, Albert Soergel pudoescribir, repitiendo un lugar común de la época, "Bernard Shaw' También en Swedenborg. En Man and Superman se lee que el Infiernono es un establecimiento penal sino un estado que los pecadores muertoseligen, por razones de íntima' afinidad, como los bienaventurados el Cielo;el tratado De Coelo el Inferno, de Swedenborg, publicado eñ 1758, exponela misma doctrina.


OTRAS INQUISICIONES 749es un aniquilador del concepto heroico, un matador de héroes"(Dichtung und Dichter der Zeit, 214); no comprendía que loheroico prescindiera de lo romántico y se encarnara en el capitánBluntschli de Arms and the Man, no en Sergio Saránoff. . .La biografía de Bernard Shaw por Frank Harris encierra unaadmirable carta de aquél, de la que copio estas palabras: "Yocomprendo todo y a todos y soy nada y soy nadie." De esa nada(tan comparable a la de Dios antes de crear el mundo, tan comparablea la divinidad primordial que otro irlandés, Juan EscotoErígena, llamó Nihil), Bernard Shaw edujo casi innumerables personas,o dramatis personae; la más efímera será, lo sospecho,aquel G. B. S. que lo representó ante la gente y que prodigó enlas columnas de los periódicos tantas fáciles agudezas. •••",.Los temas fundamentales de Shaw son la filosofía y la ética:el natural e inevitable que no sea valorado en este país, o quelo sea únicamente en función de algunos epigramas. El argentinosiente que'el universo no es otra cosa que una manifestación delazar,que el fortuito concurso de átomos de Demócrito; la filosofíano le interesa. La ética tampoco: lo social se reduce, para él,a, un conflicto de individuos o de clases o de naciones, en e! quetodo es lícito, salvo ser escarnecido o vencido.El carácter del hombre y sus variaciones son el tema esencialde la novela de nuestro tiempo; la lírica es la complaciente magnificaciónde venturas o desventuras amorosas; las filosofías deHeidegger y de Jaspers hacen de cada uno de nosotros el interesanteinterlocutor de un diálogo secreto y continuo con lánada o con la divinidad; estas disciplinas, que formalmente puedenser admirables, fomentan esa ilusión del yo que el Vedantareprueba como error capital. Suelen jugar a la desesperación y ala, angustia, pero en el fondo halagan la vanidad; son, en talíentido, inmorales. La obra de Shaw, en cambio^ deja un saborde' liberación. El sabor de las doctrinas del Pórtico y el aborde las sagas.- '• 'liuenos Aires, 1951.


750 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASHISTORIA DE LOS ECOS DE UN NOMBREAislados en el tiempo y en el espacio, un dios, un sueño y unhombre que está loco, y que no lo ignora, repiten una oscuradeclaración; referir y pesar esas palabras, y sus dos ecos, es el finde esta página. •La lección original es famosa. La registra el capítulo tercerodel segundo libro de Moisés, llamado Éxodo. Leemos ahí que elpastor de ovejas, Moisés, autor y protagonista del libro, preguntóa Dios Su Nombre y Aquel le dijo: Soy El Que Soy. Antes deexaminar estas misteriosas palabras quizá no huelgue recordarque para el pensamiento mágico, o primitivo, los nombres no sonsímbolos arbitrarios sino parte vital de lo que definen. 1 Así, losaborígenes de Australia reciben nombres secretos que no deben oírlos individuos de la tribu vecina. Entre los antiguos egipcios prevalecióuna costumbre análoga; cada persona recibía dos nombres:el nombre pequeño que era de todos conocido, y el nombre verdaderoo gran nombre, que se tenía oculto. Según la literaturafuneraria, son muchos los peligros que corre el alma despuésde la muerte del cuerpo; olvidar su nombre (perder su identidadpersonal) es acaso el mayor. También importa conocer los verdaderosnombres de los dioses, de los demonios y de las puertasdel otro mundo. 2 Escribe Jacqués Vandien "Basta saber el nombrede una divinidad o de una criatura divinizada para tenerla en supoder." (La religión égyplienne, 1949). Parejamente, De Quinceynos recuerda que era secreto el verdadero nombre de Roma; enlos últimos días de la República, Quinto Valerio Sorano cometióel sacrilegio de revelarlo, y murió ejecutado.El salvaje oculta su nombre para que a éste no lo sometan aoperaciones mágicas, que podrían matnr, enloquecer o esclavizara su poseedor. En los conceptos de calumnia y de injuria perduraesta superstición, o su sombra; no toleramos que al sonido denuestro nombre se vinculen ciertas palabras. Mauthner ha analizadoy ha fustigado este hábito mental.1Uno de los diálogos platónicos, el Cratilo, discute y parece negar unaconexión necesaria de las palabras y las cosas.2 Los gnósticos heredaron o redescubrieron esta singular opinión. Se formóasí un vasto vocabulario de nombres propios, que Basílides (según Ireneo)redujo a la palabra cacofónica ó cíclica Kaulakau, suerte de llave universalde todos los cielos.


OTRAS INQUISICIONES 751Moisés preguntó al Señor cuál era Su nombre: no se trataba,lo hemos visto, de una curiosidad de orden filológico, sino deaveriguar quién era Dios, o más precisamente, qué era. (En elsiglo ix Erígena escribiría que Dios no sabe quien es ni quees, porque no es un qué ni es un quién.)¿Qué interpretaciones ha suscitado la tremenda contestaciónque escuchó Moisés? Según la teología cristiana, Soy El Que Soydeclara que sólo Dios existe realmente o, como enseñó el Maggidde Mesritch, que la palabra yo sólo puede ser pronunciada porDios. La doctrina de Spinoza, que hace de la extensión y delpensamiento mero? atributos de una sustancia eterna, que esDios, bien puede áer una magnificación de esta idea: "Dios síexiste; nosotros somos los que no existimos", escribió un mejicano,análogamente.Según esta primera interpretación, Soy El Que Soy, es una afirmaciónontológica.'Otros han entendido que la respuesta elude lapregunta; Dios no dice quién es, porque ello excedería la comprensiónde su interlocutor humano. Martín Buber indica queEhych asher ehych puede traducirse también por Soy el que seréo por Yo estaré dónde yo estaré. Moisés, a manera de los hechicerosegipcios, habría preguntado a Dios cómo se llamaba paratenerlo en su poder; Dios le habría contestado, de hecho: Hoyconverso contigo, pero mañana puedo revestir cualquier forma,y también las formas de la presión, de ¡a injusticia y de la adversidad.Eso leemos en el Gog und Magog. 1Multiplicado por las lenguas humanas —Ich bin der ich bin,Ego sum qui sum, I am that I am—, el sentencioso nombre deDios, el nombre que a despecho de constar de muchas palabras,es más impenetrable y más firme que los que constan de una sola,creció y reverberó por los siglos, hasta que en 1602 William Shakespeareescribió una comedia! En esta comedia entrevemos, asazlateralmente, a un soldado fanfarrón y. cobarde, a un miles gloriosus,que ha logrado, a favor de una estratagema, ser ascendidoa capitán. La trampa se descubre, el hombre es degradado públicamentey entonces Shakespeare interviene y le pone en la bocapalabras que reflejan, como en un espejo caído, aquellas otrasque la divinidad dijo en la montaña: Ya no seré capitán, pero he0¡e comer y beber y dormir como un capitán; esta cosa que soyme hará vivir. Así habla Parolles y bruscamente deja de ser unEiersonaje convencional de la farsa cómica y es un hombre y todosos hombres.1 Buber (Was ist der Mensch? 1938) escribe que vivir es penetrar en unaextraña habitación del espíritu, cuyo piso es el tablero en el que jugamosUtl juego inevitable y desconocido contra un adversario cambiante y a veces«pancoso.


75'2 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLa última versión se produjo hacia mil setecientos cuarenta ytantos, en uno de los años que duró la larga agonía de Swifty que acaso fueron para él un solo instante insoportable, unaforma de la eternidad del infierno. De inteligencia glacial y deodio glacial había vivido Swift, pero siempre lo fascinó la idiotez(como fascinaría a Flaubert), tal vez porque sabía que en el confínla locura estaba esperándolo. En la tercera parte de Gulliverimaginó con minucioso aborrecimiento una estirpe de hombresdecrépitos e inmortales, entregados a débiles apetitos que nopueden satisfacer, incapaces de conversar con sus semejantes,porque el curso del tiempo ha modificado el lenguaje, y de leer,porque la memoria no les alcanza de un renglón a otro. Cabesospechar que Swift imaginó este horror porque lo temía, o acasopara conjurarlo mágicamente. En 1717 había dicho a Young, elde los Night Thóughts] "Soy como ese árbol; empezaré a* morirpor la copa." Más que en la sucesión de sus días, Swift perdurapara nosotros en unas pocas frases terribles. Este carácter sentenciosoy sombrío se extiende a veces a lo dicho sobre él, como siquienes lo juzgaran no quisieran ser menos. "Pensar en él escomo pensar en la ruina de un gran imperio" ha escrito Thackeray.Nada tan patético, sin embargo, como su aplicación de láímisteriosas palabras dé Dios.La sordera, el vértigo, el temor de la locura y finalmente laidiotez, agravaron y fueron profundizando la melancolía de Swift.Empezó a perder la memoria. No quería usar anteojos, no podíaleer y ya era incapaz de escribir. Suplicaba todos los días a Diosque le enviara la muerte. Y una tarde, viejo y loco y ya moribundo,le oyeron repetir, no sabemos si con resignación, con desesperación,o como quien se afirma y se ancla en su íntima esenciainvulnerable; Soy lo que soy, soy lo que soy.Seré una desventura, pero soy, habrá sentido Swift, y tambiénSoy una parte del u\niverso, tan inevitable y necesaria como lasotras,, y también Soy lo que Dios quiere que sea, soy lo que mehan hecho las leyes universales, y acaso Ser es ser todo.Aquí se acaba la historia de la sentencia; básteme agregar, amodo de epílogo, las palabras que Schopenhauer dijo, ya cercade la muerte, a Eduard Grisebach: "Si a veces me he creído desdichado,ello se debe a una confusión, a un error. Me he tomadopor otro, verbigracia, por un suplente que no puede llegar atitular, o por el acusado en un proceso por difamación, o porel enamorado a quien esa muchacha desdeña, o por el enfermoque no puede salir de su casa, o por otras personas que adolecende análogas miserias. No he sido esas personas; ello, a lo sumo,ha sido la tela de trajes que he vestido y que-he desechado. ¿Quién


OTRAS INQUISICIONES 753soy realmente? Soy el autor de El mundo como voluntad y comorepresentación, soy el que ha dado una respuesta al enigma delSer, que ocupará a los pensadores de los siglos futuros. Ese soyyo, ¿y quién podría discutirlo en los años que aún me quedande vida?" Precisamente por haber escrito El mundo como voluntady como representación, Schopenhauer sabía muy bien que ser unpensador es tan ilusorio como ser un enfermo o un desdeñado yque él era otra cosa, profundamente. Otra cosa: la voluntad, laoscura raíz de Parolles, la cosa que era Swift.


754 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL PUDOR DE LA HISTORIAEl 20 de setiembre de 1792, Johann Wolfgang von Goethe (quehabía acompañado al Duque de Weimar en un paseo militar aParís) vio al primer ejército de Europa inexplicablemente rechazadoen Valmy por unas milicias francesas y dijo a sus descon*certados amigos: En este lugar y el día de hoy, se abre una épocaen la historia del mundo y podemos decir que hemos asistido a suorigen. Desde aquel día han abundado las jornadas históricas yuna de las tareas de los gobiernos (singularmente en Italia, Alemaniay Rusia) ha sido fabricarlas o simularlas, con acopio deprevia propaganda y de persistente publicidad. Tales jornadas,en las que se advierte el influjo de Cecil B. de Mille, tienen menosrelación con la historia que con el periodismo: yo he sospechadoque la historia, la verdadera historia, es más pudorosa yque sus fechas esenciales pueden ser, asimismo, durante largotiempo, secretas. Un prosista chino ha observado que el unicornio,en razón misma de lo anómalo que es, ha de pasar inadvertido.Los ojos ven lo que están habituados a ver. Tácito no percibióla Crucifixión, aunque la registra su libro.A esta reflexión me condujo una frase casual que entrevi alhojear una historia.de la literatura griega y que me interesó,por ser ligeramente enigmática. He aquí la frase: He broughtin a second actor (trajo a un segundo actor). Me detuve, comprobéque el sujeto de esa misteriosa acción era Esquilo y queéste, según se lee en el cuarto capítulo, de la Poética de Aristóteles,"elevó de uno a dos el número de los actores". Es sabido que eldrama nació de la religión de Dionisos; originariamente, un soloactor, el hipócrita, elevado por el coturno, trajeado de negro ode púrpura y agrandada la cara por una máscara, compartíala escena con los doce individuos del coro. El drama era unade las ceremonias del culto y, como todo lo ritual, corrió algunavez el albur de ser invariable. Esto pudo ocurrir pero un día,quinientos años antes de la era cristiana, los atenienses vieroncon maravilla y tal vez con escándalo (Víctor Hugo ha conjeturadolo último) la no anunciada aparición de un segundo actor.En aquel día de una primavera remota, en aquel teatro del colorde la miel ¿qué pensaron, qué sintieron exactamente? Acaso niestupor ni escándalo;, acaso, apenas, un principio de asombro.En las Tusculanas consta que Esquilo ingresó en la orden pitagórica,pero nunca sabremos si presintió, siquiera de un modo


OTRAS INQUISICIONES 755imperfecto, lo significativo de aquel pasaje del uno al dos, dela unidad a la pluralidad y así a lo infinito. Con el segundoactor entraron el diálogo y las indefinidas posibilidades de lareacción de unos caracteres sobre otros. Un espectador proféticohubiera visto que multitudes de apariencias futuras lo acompañaban:Hamlet y Fausto y Segismundo y Macbeth y Peer Gynt,y otros que, todavía, no pueden discernir nuestros ojos.Otra jornada histórica he descubierto en el curso de mis leeturas.Ocurrió en Islandia, en el siglo xm de nuestra era; digamos,en 1225. Para enseñanza d,e futuras generaciones, el historiadory polígrafo Snorri Sturlason, en su finca de Borgarfjord,escribía la última empresa del famoso rey Harold Sigurdarson,llamado el Implacable (Hardrácfa), que antes había militado enBizancio, en Italia y en África. Tostig, hermano del rey sajón deInglaterra, Harold Hijo de Godwin, codiciaba el poder y habíal conseguido el apoyo de Harold Sigurdarson. Con un ejército noruegodesembarcaron en la costa oriental y rindieron el castillode Jorvik (York). Al sur de Jorvik los enfrentó el ejército sajón.Declarados los hechos anteriores, el texto de Snorri prosigue:"Veinte jinetes se allegaron a las filas del invasor; los hombres,y también los caballos, estaban revestidos de hierro. Uno de losjinetes gritó:—¿Está aquí el conde Tostig?—No niego estar aquí —dijo el conde.—Si verdaderamente eres Tostig ---dijo el jinete— vengo a decirteque tu hermano te ofrece su perdón y una tercera partedel reino.—Si acepto —dijo Tostig— ¿qué dará al rey Harold Sigurdarson?—No se ha olvidado de él —contestó el jinete—. Le dará seispies de tierra inglesa y, ya que es tan alto, uno más.—Entonces —dijo Tostig— dile a tu rey que pelearemos hastamorir.Los jinetes se fueron. Harold Sigurdarson preguntó, pensativo:—¿Quién era ese caballero que habló tan bien?—Harold hijo de Godwin."Otros capítulos refieren que antes que declinara el sol de esedía el ejército noruego fue derrotado. Harold Sigurdarson perecióen la batalla y también el conde (Heirnskringla, X, 92).Hay un sabor que nuestro tiempo (hastiado, acaso, por lastorpes imitaciones de los profesionales del patriotismo) no suelepercibir sin algún recelo: el elemental sabor de lo heroico. Measeguran que el Poema del Cid encierra ese sabor; yo lo he sentido,inconfundible, en versos de la Eneida ("Hijo, aprende demí, valor y verdadera firmeza; de otros, el éxito"), en la baladaanglosajona de Maldon ("Mi pueblo pagará el tributo con lan-


756 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASzas y con viejas espadas"), en-la Canción de Rolando, en VíctorHugo, en Whitman y en Faulkner ("la alhucema, más fuerteque el olor de los caballos y del coraje'.'), en ei Epitafio para unejército de mercenarios de Housman, y en los "seis pies de tierrainglesa" de la Heimskringla. Detrás de la aparente simplicidaddel historiador hay un delicado juego psicológico. Haróld fingeno reconocer a su hermano, para que éste> a su vez, advierta queno debe reconocerlo; Tostig no lo traiciona, pero no traicionarátampoco a su aliado; Haróld, listo á perdonar a su hermano,pero no a tolerar la intromisión del rey de Noruega, obra deuna manera muy comprensible. .Nada diré de la destreza verbalde su contestación; dar una tex.éra parte del reino, dar seis piesde tierra. 1• '•Una sola cosa hay más admirable que la admirable respuestadel rey sajón: la circunstancia de que sea un Jsjandés, un hombrede la sangre de los vencidos, quien la haya' perpetuado. Escomo si un cartaginés nos hubiera legado la memoria de la hazañade Régulo. Con razón escribió Saxo Gramático en suGesta Danorum: "A los hombres de Thule (Islandia) les deleitaaprender y registrar la historia de todos los pueblos y "no tienenpor menos glorioso publicar las excelencias ajenas que las propias."No el día en que el sajón dijo sus palabras, sino aquel enque un enemigo las perpetuó marca una fecha histórica. Unafecha profética de algo que aún está en el futuro: el olvido desangres' y de naciones, la solidaridad del género humano. Laoferta debe su virtud al concepto de patria; Snorri, por el hechode referirla, lo supera y trasciende.Otro tributo a un enemigo recuerdo en los capítulos últimosde los Se'ven Pillars of Wisdom de Lawrence; éste alaba el valorde un destacamento alemán y escribe estas palabras: "Entonces,por primera vez en esa campaña, me enorgullecí de los hombresque habían matado a mis hermanos." Y agrega después: "Theywere glorious."Buenos Aires, 1952.1Carlyle (Early Rings of Norway, XI) desbarata, con una desdichada adición,esta economía. A los seis pies de tierra inglesa, agrega fot a grave ("parasepultura") . . ..


OTRAS INQUISICIONES 757NUEVA REFUTACIÓN DEL TIEMPOVor mir war keine Zeit, nach mir wird keine seyn.Mil mir gebiert sie sich, mit mir geht sie auch .ein.Daniel von Czepko: Sexcenta monodisticha sapientum,III. (1655) .NOTAPRELIMINARPublicada al promediar el siglo XVIII, esta refutación (o su nombre)perduraría en las bibliografías de Hw>ae y acaso hubieramerecido una línea de Huxley o de Kemp Smith. Publicada en1947 —después de Bergson—, es la anacrónica reductio ad absurdumde un sistema pretérito o, lo que es "peor, el débil artificio deun 'argentino extraviado en la metafísica. Ambas conjeturas sonverosímiles y quizá verdaderas; para corregirlas, no puedo prometer,a trueque de mi dialéctica rudimentaria, una conclusióninaudita. La tesis que propalaré es tan antigua como la flechade Zenón o como el carro del rey griego, en el Milinda Pañha;la novedad, si la hay, consiste en aplicar a ese fin el clásico instrumentode Berkeley. Éste y su continuador David Hume abundanen párrafos que contradicen o que excluyen mi tesis; creohaber deducido, ño obstante, la consecuencia inevitable de sudoctrina;El primer artículo (A) es de 1944 y apareció en el número115 de la revista Sur; el segundo, de 1946, es una revisión delprimero. Deliberadamente, no hice de los dos uno solo, porentender qup la lectura de dos textos análogos puede facilitar lacomprensión de una materia indócil.Una palabra sobre el título. No se me oculta que éste es unejemplo del monstruo que los lógicos han denominado contradictioin adjecto, porque decir que es nueva (o antigua) unarefutación del tiempo es atribuirle un predicado de índole temporal,que instaura la noción qu\e el sujeto quiere destruir. Lodejo, sin embargo, para que su ligerísima burla pruebe que noexagero la importancia de estos juegos verbales. Por lo demás,tan saturado y animado de tiempo está nuestro lenguaje quees muy posible que no haya en estas hojas una sentencia que dealgún modo no lo exija o lo invoqu,e.Dedico estos ejercicios a mi ascendiente Juan jOrisóstomo Lafinur(1797-1824), que ha dejado a las letras argentinas algún


758 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASendecasílabo memorable y que trató de reformar la enseñanzade la filosofía, purificándola de sombras teológicas y exponiendoen la cátedra los principios de Locke y de Condillac. Murió en eldestierro; le tocaron, como


OTRAS INQUISICIONES 759AIEn el decurso de una vida consagrada a las letras y (alguna vez)a la perplejidad metafísica, he divisado o presentido una refutacióndel tiempo, de la que yo mismo descreo, pero que suelevisitarme en las noches y en el fatigado crepúsculo, con ilusoriafuerza de axioma. Esa refutación está de algún modo en todosmis libros: la prefiguran los poemas Inscripción en cualquiersepulcro-y El truco, de mi" Fervor de Buenos Aires (1923) ; ladeclaran cierta página de Evaristo Carriego (1930) y el relato Sentirseen muerte, que más adelante transcribo. Ninguno de lostextos que he enumerado me satisface, ni siquiera el penúltimode la serie, menos demostrativo y razonado que adivinatorio - ypatético. A todos ellos procuraré fundamentarlos con este escrito.Dos argumentos me abocaron a esa refutación: el idealismode Berkeley, el principio de los indiscernibles, de Leibniz.Berkeley {Principies o/ Human Knowledge, 3) observó: "Todosadmitirán que ni nuestros pensamientos ni nuestras pasiones nilas ideas formadas por nuestra imaginación existen sin la mente.No menos claro es para mí que las diversas sensaciones, o ideasimpresas en los sentidos, de cualquier modo que se combinen(id est, cualquiera sea el objeto que formen), no pueden existirmás que en una mente que las perciba.. . Afirmo que esta mesaexiste; es decir, la veo y la toco. Si al estar fuera de mi escritorio,afirmo lo mismo, sólo quiero decir que si estuviera aquí la percibiría,o que la percibe algún otro espíritu. . . Hablar de laexistencia absoluta de cosas inanimadas, sin relación al hechode si las perciben.o no, es para mí insensato. Su esse es percipi;no es posible que existan fuera de las mentes que las perciben".En el párrafo 23 agregó, previniendo objeciones: "Pero, se dirá,nada es más fácil que imaginar árboles en un prado o libros enuna biblioteca, y nadie cerca de ellos que los percibe. En efecto,nada es más fácil. Pero, os pregunto, ¿que habéis hecho sinoformar en la mente algunas ideas que llamáis libros o árboles yomitir al mismo tiempo la idea de alguien que los percibe? Vosotros,mientras tanto, ¿no los pensabais? No niego que la mentesea capaz de imaginar ideas; niego que los objetos puedan existirfuera de la mente." En otro párrafo, el número 6, ya había declarado:"Hay verdades tan claras que para verlas nos basta abrir


760 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASlos ojos. Una de ellas es la importante verdad: Todo el coro delcielo y los aditamentos de la tierra —todos los cuerpos que componenla poderosa fábrica del universo— no existen fuera de unamente; no tienen otro ser que ser percibidos; no existen cuandono los pensamos, o sólo existen en la mente de un Espíritu Eterno".Tal es, en las palabras de su inventor, la doctrina idealista.Comprenderla es fácil; lo difícil es pensar dentro de su límite.El mismo Schopenhauer, al exponerla, comete negligencias culpables.En las primeras líneas del primer libro de su Welt aisWille und Vorstellung —año de 1819— formula esta declaraciónque lo hace acreedor a la imperecedera perplejidad de todos loshombres: "El mundo es mi representación. El hombre que confiesaesta verdad sabe claramente que no conoce un sol ni unatierra, sino tan sólo unos ojos que ven un sol y una mano quesiente el contacto de una tierra." Es decir, para el idealista Schopenhauerlos ojos y la mano del hombre son menos ilusorios oaparenciales que la tierra y el sol. En 1844, publica un tomocomplementario. En su primer capítulo redescubre y agrava elantiguo error: define el universo como un fenómeno cerebraly distingue "el mundo en la cabeza" del "mundo fuera de lacabeza". Berkeley, sin embargo, le había hecho decir a Philonousen 1713: "El cerebro de que hablas, siendo una cosa sensible,sólo puede existir en la mente. Yo querría saber si te parecerazonable la conjetura de que una idea o cosa en la mente ocasionatodas las otras. Si contestas que sí, ¿cómo explicarás elorigen de esa idea primaria o cerebro?". Al dualismo o cerébrismode Schopenhauer, también es justo contraponer el monismo deSpiller. Éste (The Mina of Man, capítulo VIII, 1902) arguyeque la retina y la superficie cutánea invocadas para explicar lovisual y lo táctil son, a su vez, dos sistemas táctiles y visuales yque el aposento que vemos (el "objetivo") no es mayor que elimaginado (el "cerebral") y no lo contiene, ya que se trata dedos sistemas visuales independientes. Berkeley (Principies ofHuman Knowledge, 10 y 116) negó asimismo las cualidades primarias—la solidez y la extensión de las cosas— y el espacio absoluto.Berkeley afirmó la existencia continua de los objetos, ya quecuando algún individuo no los percibe, Dios los percibe; Hume,con más lógica, la niega (Treatise of Human Nature, I,'4, 2);Berkeley afirmó la identidad personal, "pues yo no meramentesoy mis ideas, sino otra cosa: un principio activo y pensante"(Dialogues, 3); Hume, el escéptico, la refuta y hace de cadahombre "una colección o atadura de percepciones, que se sucedenunas a otras con inconcebible rapidez" (obra citada, I, 4, 6).Ambos afirman el tiempo: para Berkeley, es "la sucesión de ideas


OTRAS INQUISICIONES 761que fluye uniformemente y de la que todos los seres participan"(Principies of Human Knowledge, 98); para Hume, "una sucesiónde momentos indivisibles" (obra citada, I, 2, 2).He acumulado transcripciones de los apologistas del idealismo,he prodigado sus pasajes canónicos, he sido iterativo y explícito,he censurado a Schopenhauer (no sin ingratitud), para que milector vaya penetrando eñ ese inestable mundo mental. Un mundode impresiones evanescentes; un mundo sin materia ni espíritu,ni objetivo ni subjetivo; un mundo sin la arquitectura ideal delespacio; un mundo hecho de tiempo, del absoluto tiempo uniformede los Principia; un laberinto infatigable, un caos, unsueño. A esa casi perfecta disgregación llegó David Hume.Admitido el argumento idealista, entiendo que es posible—tal vez, inevitable— ir más lejos. Para Hume no es lícito hablarde la forma de la luna o de su color; la forma y el color sonla luna; tampoco puede hablarse de las percepciones de la mente,ya que la mente no es otra cosa que una serie de percepciones.El pienso, luego soy cartesiano queda invalidado; decir piensoes postular el yo, es una petición de principio; Lichtenberg, enel siglo XVIII, propuso que en lugar de pienso, dijéramos impersonalícentepiensa, como quien dice truena o relampaguea. Lorepito: no hay detrás de las caras un yo secreto, que gobiernalos actos y que recibe las impresiones; somos únicamente la seriede esos actos imaginarios y de esas impresiones errantes. ¿La serie?Negados el espíritu y la materia, que son continuidades, negadotambién el espacio, no sé qué derecho tenemos a esa continuidadque es el tiempo. Imaginemos un presente cualquiera. En unaele las noches del Misisipí, Huckleberry Finn se despierta; labalsa, perdida en la tiniebla parcial, prosigue río abajo; hacetal vez un poco de frío. Huckleberry Finn reconoce el mansoruido infatigable del agua; abre con negligencia los ojos; ve unvago número de estrellas, ve una raya indistinta que son losárboles; luego, se hunde en el sueño inmemorable como en unagua oscura. 1 La metafísica idealista declara que añadir a esaspercepciones una sustancia material (el objeto) y una sustanciaespiritual (el sujeto) es aventurado e inútil; yo afirmo que nomenos ilógico es pensar que son términos de una serie cuyoprincipio es tan inconcebible como su fin. Agregar al río y ala ribera percibidos por Huck la noción de otro río sustantivode otra ribera, agregar otra percepción a esa red inmediata depercepciones, es, para el idealismo, injustificable; para mí, no1 Para facilidad del lector he elegido un instante entre dos sueños, uninstante literario, no histórico. Si alguien sospecha una falacia, puede intercalarotro ejemplo; de su vida, si quiere.


762 JORGE LUIS BORGES—OBRAS .COMPLETASes menos injustificable agregar una precisión cronológica: elhecho, por ejemplo, de que lo anterior ocurrió la noche del 7de junio de 1849, entre las cuatro y diez y las cuatro y once.Dicho sea con otras palabras: niego, con argumentos del idealismo,la vasta serie temporal que el idealismo admite. Humeha negado la existencia de un espacio absoluto, en el que tienesu lugar cada cosa; yo, la de un solo tiempo, en el que se eslabonantodos'los hechos. Negar la coexistencia no es menos arduoque negar la sucesión.Niego, en un número elevado de casos, lo sucesivo; niego, enun número elevado de casos, lo contemporáneo también. Elamante que piensa Mientras yo estaba tan feliz, pensando en lafidelidad de mi Umor, ella me engañaba, se engaña: si cadaestado que vivimos es absoluto, esa felicidad no fue contemporáneade esa traición; el descubrimiento de esa traición es unestado más, inapto para modificar a los "anteriores"., aunque noa su recuerdo. La desventura de hoy no es más real que la dichapretérita. Busco un ejemplo más concreto. A principios de agostode 1824, el capitán Isidoro Suárez, a la cabeza de un escuadrónde Húsares del Perú, decidió la victoria de Junín; a principiosde agosto de 1824, De Quincey publicó una diatriba contraWilhelm Meisters Lehrjahre; tales hechos no fueron contemporáneos(ahora lo son), ya que los dos hombres murieron, aquélen la ciudad de Montevideo, éste en Edimburgo, sin saber nadael uno del otro. . . Cada instante es autónomo. Ni la venganza ni elperdón ni las cárceles ni siquiera el olvido pueden modificarel invulnerable pasado. No menos vanos me parecen la esperanzay el miedo, que siempre se refieren a hechos futuros; es decir,a hechos que no nos ocurrirán a nosotros, que somos el minuciosopresente. Me dicen que el presente, el specious present delos psicólogos, dura entre unos segundos y una minúscula fracciónde segundo; eso dura la historia del universo. Mejor dicho, nohay esa historia, como no hay la vida de un hombre, ni siquierauna de sus noches; cada momento que vivimos existe, no suimaginario conjunto. El universo, la suma de todos los hechos,es una colección no menos ideal que la de todos los caballoscon que Shakespeare soñó —¿uno, muchos, ninguno?— entre 1592y 1594. Agrego: si el tiempo es un proceso mental ¿cómo puedencompartirlo millares de hombres, o aun dos hombres distintos?El argumento de los párrafos anteriores, interrumpido y comoentorpecido de ejemplos, puede parecer intrincado. Busco unmétodo más directo. Consideremos una vida en cuyo decurso lasrepeticiones abundan: la mía, verbigracia. No paso arite la Recoletasin recordar que están sepultados ahí mi padre, mis abuelos


OTRAS INQUISICIONES 763y trasabuelos, como yo lo estaré; luego recuerdo ya haber recordadolo mismo, ya innumerables veces; no puedo caminar porlos arrabales en la soledad de la noche, sin pensar que ésta nosagrada porque suprime los ociosos detalles, como el recuerdo;no puedo lamentar la perdición de un amor o de una amistadsin meditar que sólo se pierde lo que realmente no se ha tenido;cada vez que atravieso una de las esquinas del sur, pienso enusted, Helena; cada vez que el aire me trae un olor de eucaliptos,pienso en Adrogué, en mi niñez; cada vez que recuerdo el fragmento91 de Heráclito: No bajarás dos veces al mismo río, admirosu destreza dialéctica, pues la facilidad con que aceptamos elprimer sentido ("El río es otro") nos impone clandestinamenteel segundo ("Soy otro") y nos concede la ilusión de haberlo inventado;cada vez que oigo a un germanófilo vituperar el yiddish,reflexiono que el yiddish es, ante todo, un dialecto alemán, apenasmaculado por el idioma del Espíritu Santo. Esas tautologías (yotras que callo) son mi vida entera. Naturalmente, se repiten sinprecisión; hay diferencias de énfasis, de temperatura, de luz, deestado fisiológico general. Sospecho, sin embargo, que el númerode variaciones circunstanciales no es infinito: podemos postular,en la mente de un individuo (o de dos individuos que se ignoran,pero en quienes se opera el mismo proceso), dos momentosiguales. Postulada esa igualdad, cabe preguntar: Esos idénticosmomentos ¿no son el mismo? ¿No basta un solo término repetidopara desbaratar y confundir la serie del tiempo? ¿Los fervorososque se entregan a una línea de Shakespeare no son, literalmente,Shakespeare?Ignoro, aún, la ética del sistema que he bosquejado. No sési existe. El quinto párrafo del cuarto capítulo del tratado Sanhedrínde la Mishnah declara que, para la Justicia de Dios, elque mata a un solo hombre, destruye el mundo; si no hay pluralidad,el que aniquilara a todos los hombres no sería más culpableque el primitivo y solitario Caín, lo cual es ortodoxo, nimás universal en la destrucción, lo que puede ser mágico. Yoentiendo que así es. Las ruidosas catástrofes generales —incendios,guerras, epidemias— son un solo dolor, ilusoriamente multiplicadoen muchos espejos. Así lo juzga Bernard Shaw (Guide toSocialism, 86): "Lo que tú puedes padecer es lo máximo quepueda padecerse en la tierra. Si mueres de inanición sufrirás todala inanición que ha habido o que habrá. Si diez mil personasmueren contigo, su participación en tu suerte no hará que tengasdiez mil veces más hambre ni multiplicará por diez mil el tiempoen que agonices. No te dejes abrumar por la horrenda suma delos padecimientos humanos; la tal suma no existe. Ni la pobreza


764 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASni el dolor son acumulables". Cf. también The Problem of Pain,VII, de C. S. Lewis.Lucrecio (De rerum natura, I, 830) atribuye a Anaxágoras ladoctrina de que el oro consta de partículas de oro; el fuego, dechispas; el hueso, de huesitos imperceptibles. Josiah Royce, talvez influido por San Agustín, juzga que el tiempo está hecho detiempo y que "todo presente en el que algo ocurre es tambiénuna sucesión" (The World and the Individual, II, 139). Esa proposiciónes compatible con la de este trabajo.IITodo lenguaje es de índole sucesiva; no es hábil para razonarlo eterno, lo intemporal. Quienes hayan seguido con desagradola argumentación anterior, preferirían tal vez. esta página de1928. La he mencionado ya; se trata del relato que se titulaSentirse en muerte:"Deseo registrar aquí una experiencia que tuve hace unasnoches: fruslería demasiado evanescente y extática para que lallame aventura; demasiado irrazonable y sentimental para pensamiento.Se trata de una escena y de su palabra: palabra yaantedicha por mí, pero no vivida hasta entonces con entera dedicación.Paso a historiarla, con los accidentes de tiempo y delugar que la declararon.Lo rememoro así. La tarde que precedió a esa noche, estuveen Barracas: localidad no visitada por mi costumbre, y cuyadistancia de las que después recorrí, ya dio un sabor extraño aese día. Su noche no tenía destino alguno; como era serena, salía caminar y recordar, después de comer. No quise determinarlerumbo a esa caminata; procuré una máxima latitud de probabilidadespara no cansar la expectativa con la obligatoria antevisiónde una sola de ellas. Realicé en la mala medida de loposible, eso que llaman caminar al azar; acepté, sin otro conscienteprejuicio que el de soslayar las avenidas o calles anchas,las más oscuras invitaciones de la casualidad. Con todo, unasuerte de gravitación familiar me alejó hacia unos barrios, decuyo nombre quiero siempre acordarme y que dictan reverenciaa mi pecho. No quiero significar así el barrio mío, el precisoámbito de la infancia, sino sus todavía misteriosas inmediaciones:confín que he poseído entero en palabras y poco en realidad, vecinoy mitológico a un tiempo. El revés de lo conocido, su espalda,son para mí esas calles penúltimas, casi tan efectivamente ignoradascomo el soterrado cimiento de nuestra casa o nuestro invisibleesqueleto. La marcha me dejó en una esquina. Aspiré noche,


OTRAS INQUISICIONES 765en asueto serenísimo de pensar. La visión, nada complicada porcierto, parecía simplificada por mi cansancio. La írrealizaba sumisma tipicidad. La calle era de casas bajas y aunque su primerasignificación fuera de pobreza, la segunda era ciertamente dedicha. Era de lo más pobre y de lo más lindo. Ninguna casa seanimaba a la calle; la higuera oscurecía sobre la ochava; los portoncitos—más altos que las líneas estiradas de las paredes— parecíanobrados en la misma sustancia infinita de la noche. Lavereda era escarpada sobre la calle, la calle era de barro elemental,barro de América no conquistado aún. Al fondo, el callejón,ya pampeano, se desmoronaba hacia el Maldonado. Sobre latierra turbia y caótica, una tapia rosada parecía no hospedarluz de luna, sino efundir luz íntima. No habrá manera de nombrarla ternura mejor que ese rosado.Me quedé mirando ésa sencillez. Pensé, con seguridad en vozalta: Esto es lo mismo de hace treinta años... Conjeturé esafecha: época reciente en otros países, pero ya remota en estecambiadizo lado del mundo. Tal vez cantaba un pájaro y sentípor él un cariño chico, de tamaño de pájaro; pero lo más seguroes que en ese ya vertiginoso silencio no hubo más ruido que eltambién intemporal de los grillos. El fácil pensamiento Estoy enmil ochocientos y tantos dejó de ser unas cuantas aproximativaspalabras y se profundizó a realidad. Me sentí muerto, me sentípercibidor abstracto del mundo; indefinido temor imbuido deciencia que es la mejor claridad de la metafísica. No creí; no,haber remontado las presuntivas aguas del Tiempo; más bienme sospeché poseedor del sentido reticente o ausente de la inconcebiblepalabra eternidad. Sólo después alcancé a definir esaimaginación.La escribo, ahora, asi: Esa pura representación de hechos homogéneos—noche en serenidad, parecita límpida, olor provincianode la madreselva, barro fundamental— no es meramente idénticaa la que hubo en esa esquina hace tantos años; es, sin parecidosni repeticiones, la misma. El tiempo, si podemos intuir esa identidad,es una delusión: la indiferencia e inseparabilidad de unmomento de su aparente ayer y otro de su aparente hoy, bastapara desintegrarlo.Es evidente que el número de tales momentos humanos no esinfinito. Los elementales —los de sufrimiento físico y goce físico,los de acercamiento del sueño, los de la audición de una solamúsica, los de mucha intensidad o mucho desgano— son másimpersonales aún. Derivo de antemano esta conclusión: la vidaes demasiado pobre para no ser también inmortal. Pero ni siquieratenemos la seguridad de nuestra pobreza, puesto que eltiempo, fácilmente refutable en lo sensitivo, no lo es también


766 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASen lo intelectual, de cuya esencia parece inseparable el conceptode sucesión. Quede pues en anécdota emocional la vislumbradaidea y en la confesa irresolución de esta hoja el momento verdaderode éxtasis y la insinuación posible de eternidad de queesa noche no me fue avara".BDe las muchas doctrinas que la historia de la filosofía registra,tal vez el idealismo es la más antigua y la más divulgada. Laobservación es de Carlyle (Novalis, 1829); a los filósofos quealega cabe añadir, sin esperanza de integrar el infinito censo,los platónicos, para quienes lo único real son los prototipos(Norris, Judas, Abrabanél, Gemisto„, Plotino), los teólogos, paraquienes es contingente todo lo que nó es la divinidad (Malebranche,Johannes Eckhart), los monistas, que hacen del universoun ocioso adjetivo de lo Absoluto (Bradley, Hegel, Parménides)...El idealismo es tan antiguo como la inquietud metafísica:su apologista más agudo, George Berkeley, floreció en elsiglo xvm; contrariamente a lo que Schopenhauer declara (Weltais Wille und Vorstellung, II, 1), su mérito no pudo consistir enla intuición de esa doctrina sino en los argumentos que ideó pararazonarla. Berkeley usó de esos argumentos contra la noción demateria; Hume los aplicó a la conciencia; mi propósito es aplicarlosal tiempo. Antes recapitularé brevemente las diversas etapasde esa dialéctica.Berkeley negó la materia. Ello no significa, entiéndase bien,que negó los colores, los olores, los sabores, los sonidos y loscontactos; lo que negó fue que, además de esas percepciones,que componen el mundo externo, hubiera dolores que nadiesiente, colores que nadie ve, formas que nadie toca. Razonó queagregar una materia a las percepciones es agregar al mundo uninconcebible mundo superfluo. Creyó en el mundo aparencialque urden los sentidos, pero entendió que el mundo material (digamos,el dé Toland) es una duplicación ilusoria. Observó {Principiesaf Human Knowledge, 3) : "Todos admitirán que ni nuestrospensamientos ni nuestras pasiones ni las ideas formadas pornuestra imaginación existen sin la mente. No menos claro es paramí que las diversas sensaciones o ideas impresas en los sentidos,de cualquier modo que se combinen (id, est, cualquiera sea elobjeto que formen), no pueden existir sino en alguna mente quelas perciba... Afirmo que esta mesa existe; es decir, la veo y latoco, «Si, al haber dejado esta habitación, afirmo lo mismo, sóloquiero manifestar que si yo estuviera, aquí la percibiría, o que


OTRAS INQUISICIONES 767la percibe algún otro espíritu... Hablar de la existencia absolutade cosas inanimadas, sin relación al hecho de si las perciben o no,es para mí insensato. Su esse es percipi; no es posible que existanfuera de las mentes que las perciben". En el párrafo 23 agregó,previniendo objeciones: "Pero, se dirá, nada es más fácil queimaginar árboles en un parque o libros en una biblioteca, y nadiecerca de ellos que los percibe. En efecto, nada es más fácil. Pero,os pregunto, ¿qué habéis hecho sino formar en la mente algunasideas que llamáis libros o árboles *y omitir al mismo tiempo laidea de alguien que las percibe? Vosotros, mientras tanto, ¿nolas pensabais? No niego que la mente sea capaz de imaginar ideas;niego que las ideas pueden existir fuera de la mente". En elpárrafo 6 ya había declarado: "Hay verdades tan claras que paraverlas nos basta abrir los ojos. Tal es la importante verdad:Todo el coro del cielo y los aditamentos de la tierra —todos loscuerpos que componen la enorme fábrica del universo— no existenfuera de una mente; no tienen otro ser que ser percibidos;no existen cuando no los pensamos, o sólo existen en la mentede un Espíritu Eterno". (El dios de Berkeley es un ubicuo espectadorcuyo fin es dar coherencia al mundo.)La doctrina que acabo de exponer ha sido interpretada perversalmente.Herbert Spencer cree refutarla (Principies of Psychology,VIII, 6), razonando que si nada hay fuera de la conciencia,ésta debe ser infinita en el tiempo y en el espacio. Lo primeroes cierto si comprendemos que todo tiempo es tiempo percibidopor alguien, erróneo si inferimos que ese tiempo debe, necesariamente,abarcar un número infinito de siglos; lo segundo es ilícito,ya que Berkeley (Principies of Human Knowledge, 116; Siris, 266)repetidamente negó el espacio absoluto. Aun más indescifrablees el error en que Schopenhauer incurre (Welt ais Wille undVorstellung, II, 1), al enseñar que para los idealistas el mundoes un fenómeno cerebral; Berkeley, sin embargo, había escrito(Dialogues Between Hjlas and Philonus, II): "El cerebro, comocosa sensible, sólo puede existir en la mente. Yo querría sabersi juzgas razonable la conjetura de que una idea o cosa en lamente ocasione todas las otras. Si contestas que sí, ¿cómo explicarásel origen de esa idea primaria o cerebro?". El cerebro, efectivamente,no es menos una parte del mundo externo que laconstelación del Centauro.Berkeley negó que hubiera un objeto detrás de las impresionesde los sentidos; David Hume, que hubiera un sujeto detrás dela percepción de los cambios. Aquél había negado la materia,éste negó el espíritu; aquél no había querido que agregáramosa la sucesión de impresiones la noción metafísica de materia,éste no quiso que agregáramos a la sucesión de estados menta-


768 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASles la noción metafísica de un yo. Tan lógica es esa ampliaciónde los argumentos de Berkeley que éste ya la había previsto, comoAlexander Campbell Fraser hace notar, y hasta procuró recusarlamediante el ergo sum cartesiano. "Si tus principios sonvalederos, tú mismo no eres más que un sistema de ideas fluctuantes,no sostenidas por ninguna sustancia, ya que tan absurdoes hablar de sustancia espiritual como de sustancia material",razona Hylas, anticipándose a David Hume, en el tercero y últimode los Dialogues. Corrobora Hume, (Treatise o, HumanNature, I, 4, 6) : "Somos una colección o conjunto de percepciones,que se suceden unas a otras con inconcebible rapidez. . . Lamente es una especie de teatro, donde las percepciones aparecen,desaparecen, vuelven y se combinan de infinitas maneras. La metáforano debe engañarnos. Las percepciones constituyen la mentey no podemos vislumbrar en qué sitio ocurren las escenas ni dequé materiales está hecho el teatro".Admitido el argumento idealista, entiendo que es posible —talvez, inevitable— ir más lejos. Para Berkeley, el tiempo es "lasucesión de ideas que fluye uniformemente y de la que todoslos seres participan" (Principies of Human Knowledge, 98); paraHume, "una sucesión de momentos indivisibles" (Treatise ofHuman Nature, I, 2, 3). Sin embargo, negadas la materia y elespíritu, que son continuidades, negado también el espacio, nosé con qué derecho retendremos esa continuidad que es el tiempo.Fuera de cada percepción (actual o conjetural) no existe la materia;fuera de cada estado mental no existe el espíritu; tampocoel tiempo existirá fuera de cada instante presente. Elijamos unmomento de máxima simplicidad: verbigracia, el del sueño deChuang Tzu (Herbert Alien Giles: Chuang Tzu, 1889). Éste, haráunos veinticuatro siglos, soñó que era una mariposa y no sabíaal despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposao una mariposa que ahora soñaba ser un hombre. No consideremosel despertar, consideremos el momento del sueño; ouno de los momentos. "Soñé que era una mariposa que andabapor el aire y que nada sabía de Chuang Tzu", dice el antiguotexto. Nunca sabremos si Chuang Tzu vio un jardín sobre elque le parecía volar o un móvil triángulo amarillo, que sin dudaera él, pero nos consta que la imagen fue subjetiva, aunque lasuministró la memoria. La doctrina del paralelismo psicofísicojuzgará que a esa imagen debió de corresponder algún cambioen el sistema nervioso del soñador; según Berkeley, no existíaen aquel momento el cuerpo de Chuang Tzu, ni el negro dormitorioen que soñaba, salvo como una percepción en la mentedivina. Hume simplifica aun más lo ocurrido. Según él, no existíaen aquel momento el espíritu de Chuang Tzu; sólo existían los


OTRAS INQUISICIONES 769colores del sueño y la certidumbre de ser una mariposa. Existíacomo término momentáneo de la "colección o conjunto de percepciones"que fue, unos cuatro siglos antes de Cristo, la mentede Chuang Tzu; existían como término n de uña infinita serietemporal, entre n — i y n + i. No hay otra realidad, para el idealismo,que la de los procesos mentales; agregar a la mariposa quese percibe una mariposa objetiva le parece una vana duplicación;agregar a los procesos un yo le parece no menos exorbitante.Juzga que hubo un soñar, un percibir, pero no un soñador nisiquiera un sueño; juzga que hablar de objetos y de sujetos esincurrir en una impura mitología. Ahora bien, si cada estadopsíquico es suficiente, si vincularlo a una cii'cunstancia o a unyo es una ilícita y ociosa adición, ¿con qué derecho le impondremosdespués, un lugar en el tiempo? Chuang Tzu soñó que erauna mariposa y durante aquel sueño no era Chuang Tzu, era unamariposa. ¿Cómo, abolidos el espacio y el yo, vincularemos esosinstantes a los del despertar y a la época feudal de la historiachina? Ello no quiere decir que nunca sabremos, siquiera demanera aproximativa, la fecha de aquel sueño; quiere decirque la fijación cronológica de un suceso, de cualquier sucesodel orbe, es ajena a él, y exterior. En la 'China, el sueño de ChuangTzu es proverbial; imaginemos que de sus casi infinitos lectores,uno sueña que es una mariposa y luego que es Chuang Tzu.Imaginemos que, por un azar no imposible, este sueño repitepuntualmente el que soñó el maestro. Postulada esa igualdad,cabe preguntar: Esos instantes que coinciden ¿no son el mismo?¿No basta un solo término repetido para desbaratar y confundirla historia del mundo, para denunciar que no hay tal historia?Negar el tiempo es dos negaciones: negar la sucesión de lostérminos de una serie, negar el sincronismo de los términos dedos series. En efecto, si cada término es absoluto, sus relacionesse reducen a la conciencia de que esas relaciones existen. Unestado precede a otro si se sabe anterior; un estado de G es contemporáneode un estado de H si se sabe contemporáneo. Contrariamentea lo declarado por Schopenhauer* en su tabla de verdadesfundamentales (Welt ais Wille und Vorstellung, II, 4), cadafracción de tiempo no llena simultáneamente el espacio entero,el tiempo no es ubicuo. (Claro está que, a esta altura del argumento,ya no existe el espacio.)Meinong, en su teoría de la aprehensión, admite la de objetosimaginarios: la cuarta dimensión, digamos, o la estatua sensiblede Condillac o el animal hipotético de Lotze o la raíz cuadrada1 Antes, por Newton, que afirmó: "Cada partícula de espacio es eterna,cada, indivisible momento de duración está en todas partes" (Principia, III, 42) .


770 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASde — i. Si las razones que he indicado son válidas, a ese orbe nebulosopertenecen también la materia, el yo, el mundo externo,la historia universal, nuestras vidas.Por lo demás, la frase negación del. tiempo es ambigua. Puedesignificar la eternidad de Platón o de Boecio y también los dilemasde Sexto Empírico. Éste (Adversus rnathernaticos, XI, 197)niega el pasado, que ya fue, y el futuro, que no es aún, y arguyeque el presente es divisible o indivisible. No es indivisible, puesen tal caso no tendría principio que lo vinculara al pasado nifin que lo vinculara al futuro, ni siquiera medio, porque no tienemedio lo que carece de principio y de fin; tampoco es divisible,pues en tal caso constaría de una parte que fue y de otra que noes. Ergo, no existe, pero como tampoco existen el pasado y elporvenir, el tiempo no existe. F. H. Bradley redescubre y mejoraesa perplejidad. Observa (Appearance. and Reality, IV) que si elahora es divisible en otros ahoras, no es menos complicado queel tiempo, y si es indivisible, el tiempo es una mera relación entrecosas intemporales. Tales razonamientos, como se ve, niegan laspartes para luego negar el todo; yo rechazo el todo para exaltarcada una de las partes. Por la dialéctica de Berkeley y de Humehe arribado al dictamen de Schopenhauer: "La forma de la apariciónde la voluntad es sólo el presente, no el pasado ni el porvenir;éstos no existen más que para el concepto y por el encadenamientode la conciencia, sometida al principio de razón.Nadie ha vivido eri\el pasado, nadie vivirá en el futuro: el presentees la forma de toda vida, es una posesión que ningún malpuede arrebatarle... El tiempo es como un círculo que girarainfinitamente: el arco que desciende es el pasado, el que asciendees el porvenir; arriba, hay un punto indivisible que toca la tangentey es el ahora. Inmóvil como la tangente, ese inextensopunto marca el contacto del objeto, cuya forma es el tiempo,con el sujeto, que carece de forma, porque no pertenece a lo conocibley es previa condición del conocimiento" (Welt ais Willeund VorsteUung, I, 54). Un tratado budista del siglo v, el Visuddhirnagga(Camino de la Pureza), ilustra la misma doctrina con lamisma figura: "En rigor, la vida de un ser dura lo que unaidea. Como una rueda de carruaje, al rodar, toca la tierra en unsolo punto, dura la vida lo que dura una sola idea" (Radhakrishman:Indian Philosophy, I, 373) . Otros textos budistas dicen queel mundo se aniquila y resurge seis mil quinientos millones deveces por día y que todo hombre es una ilusión, vertiginosamenteobrada por una serie de hombres momentáneos y solos. "El hombrede un momento pretérito —nos advierte el Camino de lapureza— ha vivido, pero no vive ni vivirá; el hombre de unmomento futuro vivirá, pero no ha vivido ni vive; el hombre


OTRAS INQUISICIONES 771del momento presente vive, pero no ha vivido ni vivirá" (obracitada, I, 407), dictamen que podemos comparar con éste de Plutarco(De E apud Delphos, 18): "El hombre de ayer ha muertoep el de hoy, el de hoy muere en el de mañana."And yet, and yet. . . Negar la sucesión temporal, negar el yo,negar el universo astronómico, son desespeíaciones aparentes yconsuelos secretos. Nuestro destino (a diferencia del infierno deSwedenborg y del infierno de la mitología tibetana) no es espantosopor irreal; es espantoso porque es irreversible y de hierro.El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un ríoque me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza,pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soyel fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente,soy Borges.Freund, es ist auch genug. lm Fall du mehr willst lesen,So geh und werde selbst die Schrifi und selbst das Wesen.(Ángelus Silesius: Cherubinischer Wandersmann, VI, 263. 1675).


772 JORGE LUIS BÓRGES—OBRAS COMPLETASSOBRE LOS CLÁSICOSEscasas disciplinas habrá de mayor interés que la etimología; ellose debe a las imprevisibles transformaciones del sentido primitivode las palabras, a lo largo del tiempo. Dadas tales transformaciones,que pueden lindar con lo paradójico, de nada o de muypoco nos servirá para la aclaración de un concepto el origen deuna palabra. Saber que cálculo, en latín, quiere decir piedritay que los pitagóricos las usaron antes de la invención de los números,no nos permite dominar los arcanos del álgebra; saber quehipócrita era actor, y persona, máscara, no es un instrumento valiosopara el estudio de la ética. Parejamente, para fijar lo quehoy entendemos por clásico, es inútil que este adjetivo desciendadel latín classis, flota, que luego tomaría el sentido de orden.(Recordemos de paso, la formación análoga de ship-shape.)¿Qué es, ahora, un libro clásico? Tengo al alcance de la manolas definiciones de Eliot, de Arnold y de Sainte-Beuve, sin duelarazonables y luminosas, y me sería grato estar de acuerdo conesos ilustres autores, pero no los consultaré. He cumplido sesentay tantos años; a mi edad, las coincidencias o novedades importanmenos que lo que uno cree verdadero. Me limitaré, pues,a declarar lo que sobre este punto he pensado.Mi primer estímulo fue una Historia de la literatura china(1901) de Herbert Alien Giles. En su capítulo segundo leí queuno de los cinco textosx canónicos que Confucio editó es el Librode los Cambios o / King, hecho de 64 hexagramas, que agotanlas posibles combinaciones de seis líneas partidas o enteras. Unode los esquemas, por ejemplo, consta de dos líneas enteras, deuna partida y de tres enteras, verticalmente dispuestas. Un emperadorprehistórico los habría descubierto en la caparazón deuna de las tortugas sagradas. Leibniz creyó ver-en los hexagramasun sistema binario de numeración; otros, una filosofía enigmática;otros, como Wilhelm, un instrumento para la adivinacióndel futuro, ya que las 64.figuras corresponden a las 64 fases decualquier empresa o proceso; otros, un vocabulario de ciertatribu; otros, un calendario. Recuerdo que Xul-Solar solía reconstruirese texto con palillos o fósforos. Para los extranjeros,el Libro de los Cambios corre el albur de parecer una merachinoiserie; pero generaciones milenarias de hombres muy cultoslo han leído y releído con devoción y seguirán leyéndolo. Confuciodeclaró a sus discípulos que si el destino le otorgara cien


OTRAS INQUISICIONES 773años más de vida, consagraría la mitad a su estudio y al de loscomentarios o alas.Deliberadamente he elegido un ejemplo extremo, una lecturaque reclama un acto de fe. Llego, ahora, a mi tesis. Clásico esaquel libro que una nación o un grupo de naciones o el largotiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado,fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretacionessin término. Previsiblemente, esas decisiones varían. Paralos alemanes y austríacos el Fausto es una obra genial; paraotros, una de las más famosas formas del tedio, como el segundoParaíso de Milton o la obra de Rabelais. Libros como el de Job,la Divina Comedia, Macbeth (y, para mí, algunas de las sagasdel Norte) prometen una larga inmortalidad, pero nada sabemosdel porvenir, salvo que diferirá del presente. Una preferenciabien puede ser una superstición.No tengo vocación de iconoclasta. Hacia el año treinta creía,bajo el influjo de Macedonio Fernández, que la belleza es privilegiode unos pocos autores; ahora sé que es común y que estáacechándonos en las casuales páginas del mediocre o en un diálogocallejero. Así, mi desconocimiento de las letras malayas ohúngaras es total, pero estoy seguro de que si el tiempo me depararala ocasión de su estudio, encontraría en ellas todos los alimentosque requiere el espíritu. Además de las barreras lingüísticasintervienen las políticas o geográficas. Burns es un clásicoen Escocia; al sur del Tweed interesa menos que Dunbar o queStevenson. La gloria de un poeta depende, en suma, de la excitacióno de la apatía de las generaciones de hombres anónimos quela ponen a-prueba, en la soledad de sus bibliotecas.Las emociones que la literatura suscita son quizá eternas, perolos medios deben constantemente variar, siquiera de un' modolevísimo, para no perder su virtud. Se gastan a medida que losreconoce el lector. De ahí el peligro de afirmar que existen <strong>obras</strong>clásicas y que lo serán para siempre.Cada cual descree de su arte y de sus artificios. Yo, que melie resignado a poner en duda la indefinida perduración de Voltaireo de Shakespeare, creo (esta tarde de uno de los últimosdías de 1965) en la de Schopenhauer y en la de Berkeley.Clásico no es un libro (lo repito) que necesariamente poseetales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de loshombres, urgidas por diversas razones, leen con p'revio fervor ycon una misteriosa lealtad.


OTRAS INQUISICIONES 775EPÍLOGODos tendencias he descubierto, al corregir las pruebas, en los misceláneostrabajos de este volumen.Una,


El hacedor(1960)


í) 779 (A LEOPOLDOLUGONESLos rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca.De una manera casi física siento la gravitación de los libros, elámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente.A izquierda y a la derecha, absortos en su lúcido sueño,se perfilan los rostros momentáneos de los lectores, a la luz de laslámparas estudiosas, como en la hipálage de Milton. Recuerdohaber recordado ya esa figura, en este lugar, y después aquelotro epíteto que también define por el contorno, el árido camellodel Lunario, y después aquel hexámetro de la Eneida, que manejay supera el mismo artificio:Ibant obscuri sola sub nocte per umbras.Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. Entro;cambiamos unas cuantas convencionales y cordiales palabras y ledoy este libro.' Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones,y le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mió. Ello noocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas y lee con aprobaciónalgún verso, acaso porque en él ha reconocido su propiavoz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que lasana teoría.En este punto se deshace mi sueño, como, el agua en el agua.La vasta biblioteca que me rodea está en la calle México, no enla calle Rodríguez Peña, y usted, Lugones, se mató a principiosdel treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han armado unaescena imposible. Aii será (me digo) pero mañana yo tambiénhabré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronologíase perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justoafirmar que yo le he traído este libro y que usted lo km aceptado.Buenos Aires, 9 de agosto de 1960.J.L.B.


Eí, HACEDOR 781EL HACEDORNunca se había demorado en los goces de la memoria. Las impresionesresbalaban sobre él, momentáneas y vividas; el bermellónde un alfarero, la bóveda cargada de estrellas que también erandioses, la luna, de la que había caído un león, la lisura del mármolbajo las lentas yemas sensibles, el sabor de la carne de jabalí,que le gustaba desgarrar con dentelladas blancas y bruscas,una palabra fenicia, la sombra negra que una lanza proyectaen la arena amarilla, la cercanía del mar o de las mujeres, elpesado vino cuya aspereza mitigaba la miel, podíao abarcar porentero el ámbito de su alma. Conocía el terror pero tambiénla cólera y el coraje, y una vez fue el primero^ en escalar unmuro enemigo. Ávido, curioso, casual, sin otra ley que la fruicióny la indiferencia inmediata, anduvo por la variada tierra y miró,en una u otra margen del mar, las ciudades, de los hombres ysus palacios. En los mercados populosos o al pie de una montañade cumbre incierta, en la que bien podía haber sátiros, había escuchadocomplicadas historias, que recibió como recibía la realidad,sin indagar si eran verdaderas ¡ o falsas.Gradualmente, el hermoso universo fue abandonándolo; unaterca neblina le borró las líneas de la mano, la noche se despoblóde estrellas, la tierra era insegura bajo sus pies. Todo sealejaba y se confundía. Cuando supo que se estaba quedandociego, gritó; el pudor estoico no había sido aún inventado y Héctorpodía huir sin desmedro. Ya no veré (sintió) ni el cielo llenode pavor mitológico, ni esta cara que los años transformarán. Díasy noches pasaron sobre esa desesperación de su carne, pero unamañana se despertó, miró (ya sin asombro) las borrosas cosasque lo rodeaban e inexplicablemente sintió, como quien reconoceuna música o una voz, que ya le había ocurrido todo eso y quelo había encarado con temor, pero también con júbilo, esperanzay curiosidad. Entonces descendió a su memoria, que le parecióinterminable, y logró sacar de aquel vértigo el recuerdo perdidoque relució como una moneda bajo la lluvia, acaso porque nuncalo había mirado, salvo, quizá, en un sueño.El recuerdo era así. Lo había injuriado otro muchacho y élhabía' acudido a su padre y le había contado la historia. Éste lodejó hablar como si no escuchara o no comprendiera y descolgó, de la pared un puñal de bronce, bello y cargado de poder, que el[> chico había codiciado furtivamente. Ahora lo tenía en las manosl


782 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASy la sorpresa de la posesión anuló la injuria padecida, pero lavoz del padre estaba diciendo: Que alguien sepa que eres unhombre, y había una orden en la voz. La noche cegaba los caminos;abrazado al puñal, en el que presentía una fuerza mágica,descendió la brusca ladera que rodeaba la casa y corrió a la orilladel mar, soñándose Ayax y Perseo y poblando de heridas y de batallasla oscuridad salobre. El sabor preciso dé aquel momentoera lo que ahora buscaba; no le importaba lo demás: las afrentasdel desafío, el torpe combate, el regreso con la hoja sangrienta.Otro recuerdo, en el que también había una noche y una inminenciade aventura, brotó de aquél. Una mujer, la primeraque le depararon los dioses, lo había esperado en la sombra deun hipogeo, y él la buscó por galerías que eran como redes depiedra y por' declives que se hundían en la sombra. ¿Por qué lellegaban esas memorias y por qué le llegaban sin amargura, comouna mera prefiguración del presente?Con grave asombro comprendió. En esta noche de sus ojosmortales, a la que ahora descendía, lo aguardaban también elamor y el riesgo. Ares y Afrodita, porque ya adivinaba (porqueya lo cercaba) un rumor de- gloria y de hexámetros, un rumor dehombres que defienden un templo que los dioses no salvarán yde bajeles negros que buscan por el mar una isla querida, elrumor de las Odiseas e Ilíadas que era su destino cantar y dejarresonando cóncavamente en la memoria humana. Sabemos estascosas, pero no las que sintió al descender a la última sombra.


EL HACEDOR 783DREAMTIGERSEn la infancia yo ejercí con fervor la adoración del tigre: no eltigre overo de los camalotes del Paraná y de la confusión amazónica,sino el tigre rayado, asiático, real, que sólo.pueden afrontarlos hombres de guerra, sobre un castillo encima de un elefante.Yo solía demorarme sin fin ante una de las jaulas en elZoológico; yo apreciaba las vastas enciclopedias y ¡os libros dehistoria natural, por el esplendor de sus tigres. (Todavía meacuerdo de esas figuras: yo que no puedo recordar sin error lafrente o la sonrisa de una mujer.) Pasó la infancia, caducaron lostigres y su pasión, pero todavía están en mis sueños. En esa napasumergida o caótica siguen prevaleciendo y así: Dormido, medistrae un sueño cualquiera y de pronto sé que es un sueño. Suelopensar entonces: Éste es un sueño, una pura diversión de mivoluntad, y ya que tengo un ilimitado poder, voy a causar un tigre.¡Oh, incompetencia! Nunca mis sueños saben engendrar laapetecida fiera. Aparece el tigre, eso sí, pero disecado o endeble,o con impuras variaciones de forma, o de un tamaño inadmisible,o harto fugaz, o tirando a perro o a pájaro.


784 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASDIALOGO SOBRE UN DIALOGOA. — Distraídos en razonar la inmortalidad, habíamos dejado queanocheciera sin encender la lámpara. No nos veíamos las caras.Con una indiferencia y una dulzura más convincentes que el fervor,la voz de Macedonio Fernández repetía que el alma es inmortal.Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificantey que morirse tiene que ser el hecho más nulo que puedesucederle a ün hombre. Yo jugaba con la navaja de Macedonio;la abría y la cerraba. Un acordeón vecino despachaba infinitamentela Cumparsita, "esa pamplina consternada que les gusta a muchaspersonas, porque les mintieron que es vieja. .. Yo le propusea Macedonio que nos suicidáramos, para discutir sin estorbo.Z (burlón). — Pero sospecho que al final no se resolvieron.A (ya en plena mística). — Francamente no recuerdo si esa nochenos suicidamos.


EL HACEDOR 785LAS UÑASDóciles medias los halagan de día y zapatos de cuero claveteadoslos fortifican, pero los dedos de mi pie no quieren saberlo. Noles interesa otra cosa que emitir uñas: láminas córneas, semitransparentesy elásticas, para defenderse ¿de quién? Brutos y desconfiadoscomo ellos solos, no dejan un segundo de preparar esetenue armamento. Rehusan el universo y el éxtasis para seguirelaborando sin fin unas vanas puntas, que cercenan y vuelvena cercenar los bruscos tijerazos, de Solingen. A los noventa díascrepusculares de encierro prenatal establecieron esa única industria.Cuando yo esté guardado en la Recoleta, en una casa decolor ceniciento provista de flores secas y de talismanes, continuaránsu terco trabajo, hasta que los modere la corrupción. Ellos, yla barba en mi cara.


786 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLOS ESPEJOS VELADOSEl Islam asevera que el día inapelable del Juicio, todo perpe^trador de la imagen de una cosa viviente resucitará con sus<strong>obras</strong>, y le será ordenado que las anime, y fracasará, y será entregadocon ella al fuego del castigo. Yo conocí de chico ese horrorde una duplicación o multiplicación espectral de la realidad,pero ante los grandes espejos. Su infalible y continuo funcionamiento,su persecución de mis actos, su pantomima cósmica, eransobrenaturales entonces, desde que anochecía. Uno de mis insistidosruegos a Dios y al ángel de mi guarda era el de no soñarcon espejos. Yo sé que los vigilaba con inquietud. Temí, unasveces, que empezaran a divergir de la realidad; otras, ver desfiguradoen ellos mi rostro por adversidades extrañas. He sabidoque ese temor está, otra vez, prodigiosamente en el mundo. Lahistoria es harto simple, y desagradable.Hacia mil novecientos veintisiete, conocí una chica sombría:primero por teléfono (porque Julia empezó siendo una voz sinnombre y sin cara); después, en una esquina al atardecer. Teníalos ojos alarmantes de grandes, el pelo renegrido y lacio, el cuerpoestricto. Era nieta y bisnieta de federales, como yo de unitarios,y esa antigua discordia de nuestras sangres era para nosotrosun vínculo, una posesión mejor de la patria. Vivía con los suyosen un desmantelado caserón de cielo raso altísimo, en el resentimientoy la insipidez de la decencia pobre. De tarde —algunascontadas veces de noche— salíamos a caminar por su barrio, queera el de Balvanera. Orillábamos el paredón del ferrocarril; porSarmiento llegamos una vez hasta los desmontes del Parque Centenario.Entre nosotros no hubo amor ni ficción de amor: yoadivinaba en ella «na intensidad que era del todo extraña a laerótica, y la temía: Es común referir a las mujeres, para intimarcon ellas, rasgos verdaderos o apócrifos del pasado pueril; yo debícontarle una vez el de los espejos y dicté así, el 1928, una alucinaciónque iba a florecer el 1931. Ahora, acabo de saber que se haenloquecido y que en su dormitorio los espejos están veladospues en ellos ve mi reflejo, usurpando el suyo, y tiembla y callay dice que yo la persigo mágicamente.Aciaga servidumbre la de mi cara, la de una de mis carasantiguas. Ese odioso destino de mis facciones tiene que hacermeodioso también, pero ya no me importa.


EL HACEDOR 787ARGUMENTUMORNITHOLOGICUMCierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura unsegundo o acaso menos; no sé cuántos pájaros vi. ¿Era definidoo indefinido su número? El problema involucra el de la existenciade Dios. Si Dios existe, el número es definido, porque Dios sabecuántos pájaros vi. Si Dios no existe, el número es indefinido,porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos dediez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho,siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros. Vi un número entrediez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Esenúmero entero es inconcebible; ergo, Dios existe.


788 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL CAUTIVOEn Junín o en Tapalquén refieren la historia. Un chico desapareciódespués de un malón; se dijo que lo habían robado los indios.Sus padres lo buscaron inútilmente; al cabo de los años, unsoldado que venía de tierra adentro les habló de un indio deojos celestes que bien podía ser su hijo. Dieron al fin con él(la crónica ha perdido las circunstancias y no quiero inventarlo que no sé) y creyeron reconocerlo. El hombre, trabajado porel desierto y por la vida bárbara, ya no sabía oír las palabrasde la lengua natal, pero se dejó conducir, indiferente y dócil,hasta la casa. Ahí se detuvo, tal vez porque los otros se detuvieron.Miró la puerta, como sin entenderla. De pronto bajó lacabeza, gritó, atravesó corriendo el zaguán y los dos largos patiosy se metió en la cocina. Sin vacilar, hundió el brazo en la ennegrecidacampana y sacó el cuchillito de mango de asta que habíaescondido ahí, cuando chico. Los ojos le brillaron de alegríay los padres lloraron porque habían encontrado al hijo.Acaso a este recuerdo siguieron otros, pero el indio no podíavivir entre paredes y un día fue a buscar su desierto. Yo querríasaber qué sintió en aquel instante de vértigo en que el pasadoy el presente se confundieron; yo querría saber si el hijo perdidorenació y murió en aquel éxtasis o si alcanzó a reconocer, siquieracomo una criatura o un perro, los padres y la casa.


KL HACEDOR 789EL SIMULACROEn uno de los días de julio de 1952, el enlutado apareció enaquel pueblito del Chaco. Era alto, flaco, aindiado, con una carainexpresiva de opa o de máscara; la gente lo trataba con deferencia,no por él sino por el que representaba o ya era. Eligióun rancho cerca del río; con la ayuda de unas vecinas armó unatabla sobre dos caballetes y encima una caja de cartón con unamuñeca de pelo rubio. Además, encendieron cuatro velas encandeleras altos y pusieron flores alrededor. La gente no tardóen acudir. Viejas desesperadas, chicos atónitos, peones que sequitaban con respeto el casco de corcho, desfilaban ante la cajay repetían: Mi sentido pésame, General. Éste, muy compungido,los recibía junto a la cabecera, las manos cruzadas sobre el vientre,como mujer encinta. Alargaba la derecha para estrechar lamano que le tendían y contestaba con entereza y resignación:Era el destino. Se ha hecho todo lo humanamente posible. Unaalcancía de lata recibía la cuota de dos pesos y a muchos noles bastó venir una sola vez.¿Qué suerte de hombre (me pregunto) ideó y ejecutó esa fúnebrefarsa? '¿Un fanático, un triste, un alucinado o un impostory un cínico? ¿Creía ser Perón al representar su doliente papelde viudo macabro? La historia es increíble pero ocurrió y acasono una vez sino muchas, con distintos actores y con diferenciaslocales. En ella está la cifra perfecta de una época irreal y escomo el reflejo de un sueño x> como aquel drama en el drama,que se ve en Hamlet. El enlutado no era Perón y la muñecarubia no era la mujer Eva Duarte, pero tampoco Perón era Perónni Eva era Eva sino desconocidos o anónimos (cuyo nombresecreto y cuyo rostro verdadero ignoramos) que figuraron, parael crédulo amor de los arrabales, una crasa mitología.


790 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASDELIA ELENA SAN MARCONos despedímos en una de las esquinas del Once.Desde la otra vereda volví a mirar; usted se había dado vueltay me dijo adiós con la mano.Un río de vehículos y de gente corría entre nosotros; eran lascinco de una tarde cualquiera; cómo iba yo a saber que aquelrío era el triste Aqueronte, el insuperable.Ya no nos vimos y un año después usted había muerto.Y ahora yo busco esa memoria y la miro y pienso que era falsay que detrás de la despedida trivial estaba la infinita separación.Anoche no salí después de comer y releí, para comprender estascosas, la última enseñanza que Platón pone en boca de su maestro.Leí que el alma puede huir cuando muere la carne.Y ahora no sé si la verdad está en la aciaga interpretación ulterioro en la despedida inocente.Porque si no mueren las almas, está muy bien que en susdespedidas no haya énfasis.Decirse adiós es negar la separación, es decir: Hoy jugamos asepararnos pero nos veremos mañana. Los hombres inventaron eladiós porque se saben de algún modo inmortales, aunque se juzguencontingentes y efímeros.Delia: alguna vez anudaremos ¿junto a qué río? este diálogoincierto y nos preguntaremos si alguna vez, en una ciudad quese perdía en una llanura, fuimos Borges y Delia.


EL HACEDOR 791DIÁLOGO DE MUERTOSEl hombre llegó del sur de Inglaterra en un amanecer del inviernode 1877. Rojizo, atlético y obeso, resultó inevitable que casitodos lo creyeran inglés y lo cierto es que se parecía notablementeal arquetípico John Bull. Usaba sombrero de copa y unacuriosa manta de lana con una abertura en el medio. Un grupode hombres, de mujeres y de criaturas lo esperaba con ansiedad;a muchos les rayaba la garganta una línea roja, otros no teníancabeza y andaban con recelo y vacilación, como quien caminaen la sombra. Fueron cercando al forastero y, desde el fondo,alguno vociferó una mala palabra, pero un terror antiguo losdetenía y no se atrevieron a más. A todos se adelantó un militarde piel cetrina y ojos como tizones; la melena revuelta y la barbalóbrega parecían comerle la cara. Diez o doce heridas mortalesle surcaban el cuerpo como las rayas en la piel de los tigres. Elforastero, al Verlo, se demudó, pero luego avanzó y le tendióla mano.—¡Qué aflicción ver a un guerrero tan espectable derribadopor las armas de la perfidia! —dijo en tono rotundo—. ¡Pero tambiénqué íntima satisfacción haber ordenado que los victimariospurgaran sus fechorías en el patíbulo, en la plaza de la Victoria!—Si habla de Santos Pérez y de los Reinafé, sepa que ya leshe agradecido —dijo con lenta gravedad el ensangrentado.El otro lo miró como recelando una burla o una amenaza, peroQuiroga prosiguió:—Rosas, usted no me entendió nunca. ¿Y cómo iba a entenderme,si fueron tan diversos nuestros destinos? A usted le tocó mandaren una ciudad, que mira a Europa y que será de las másfamosas del mundo; a mí, guerrear por las soledades de América,en una tierra pobre, de gauchos pobres. Mi imperio fue de lanzasy de gritos y de arenales y de victorias casi secretas en lugaresperdidos. ¿Qué títulos son esos para el recuerdo? Yo vivo y seguiréviviendo por muchos años en la memoria de la gente porquemorí asesinado en una galera, en el sitio llamado Barranca Yaco,por hombres con caballos y espadas. A usted le debo este regalode una muerte bizarra, que no supe apreciar en aquella hora,pero que las siguientes generaciones no han querido olvidar. Nole serán desconocidas a usted unas litografías muy primorosas yla obra interesante que ha redactado un sanjuanino de valía.Rosas, que había recobrado su aplomo, lo miró con desdén.


792 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS—Usted es un romántico —sentenció—. El halago de la posteridadno vale mucho más que el contemporáneo, que no valenada y que se logra con unas cuantas divisas.—Conozco su manera de pensar —contestó Quiroga—. En 1852,el destino, que es generoso o que quería sondearlo hasta el fondo,le ofreció una muerte de hombre, en una batalla. Usted semostró indigno de ese regalo, porque la pelea y la sangre le dieronmiedo.—¿Miedo? —repitió Rosas—. ¿Yo, que he domado potros en elSur y después a todo un país?Por primera vez, Quiroga sonrió.—Ya sé —dijo con-lentitud— que usted ha ejecutado más deuna lindeza a caballo, según el testimonio imparcial de sus capatacesy peones; pero en aquellos días, en América y también acaballo, se ejecutaron otras lindezas que se llaman Chacabuco yJunín y Palma Redonda y Caseros.Rosas lo oyó sin inmutarse y replicó así:—Yo no necesité ser valiente. Una lindeza mía, como usted dice,fue lograr que hombres más valientes que yo pelearan y murieranpor mí. Santos Pérez, pongo por caso, que acabó con usted.El valor, es cuestión de aguante; unos aguantan más y otros menos,pero tarde o temprano todos aflojan.—Así será —dijo Quiroga—, pero yo he vivido y he muerto yhasta el día de hoy no sé lo que es miedo. Y ahora voy a queme borren, a que me den otra cara y otro destino, porque la historiase harta de los violentos. No sé , quién será el otro, quéharán conmigo, pero sé que no tendrá miedo.—A mí me basta ser el que soy —dijo Rosas— y no quiero ser otro.—También las piedras quieren ser piedras para siempre —dijoQuiroga— y durante siglos lo son, hasta que se deshacen en polvo.Yo pensaba como usted cuando entré en la muerte, pero aquíaprendí muchas cosas* Fíjese bien, ya estamos cambiando los dos.Pero Rosas no le hizo caso y dijo como si pensara en voz alta:—Será que no estoy hecho a estar muerto, pero estos lugares yesta discusión me parecen un sueño, y no un sueño soñado pormí sino por otro, que está por nacer todavía.No hablaron más, porque en ese momento Alguien los llamó.


EL HACEDOR 793LA TRAMAPara que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de unaestatua por los impacientes puñales de sus amigos, descubre entrelas caras y los aceros la de Marco Junio Bruto, su protegido, acasosu hijo, y ya no se defiende y exclama: ¡Tú también, hijo mío!Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías;diecinueve siglos después, en el sur de la provincia deBuenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, alcaer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvencióny lenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas):Pero, che! Lo matan y no sabe que muere para que se repita unaescena.


794 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASUN PROBLEMAImaginemos que en Toledo se descubre un papel con un textoarábigo y que los paleógrafos lo declaran de puño y letra de aquelCide Hamete Benengeli de quien Cervantes derivó el Don Quijote.En el texto leemos que el héroe (que, como es fama, recorríalos caminos de España, armado de espada y de lanza, y desafiabapor cualquier motivo a cualquiera) descubre, al cabo de uno desus muchos combates, que ha dado muerte a un hombre. En estepunto cesa el fragmento; el problema es adivinar, o conjeturar,cómo reacciona Don Quijote.Que yo sepa, hay tres contestaciones posibles. La primera es deíndole negativa; nada especial ocurre, porque en el mundo alucinatoriode Don Quijote la muerte no es menos común que lamagia y haber matado a un hombre no tiene por qué perturbara quien se bate, o cree batirse, con endriagos y encantadores.La segunda es patética. Don Quijote no logró jamás olvidar queera una proyección de Alonso Quijano, lector de historias fabulosas;ver la muerte, comprender que un sueño lo ha llevado a laculpa de Caín, lo despierta de su consentida locura acaso parasiempre. La tercera es quizá la más verosímil. Muerto aquel hombre,Don Quijote no puede admitir que el acto tremendo es obrade un delirio; la realidad del efecto le hace presuponer una parejarealidad de la causa y Don Quijote no saldrá nunca de sulocura.Queda otra conjetura, que es ajena al orbe español y aun alorbe del Occidente y requiere un ámbito más antiguo, más complejoy más fatigado. Don Quijote —que ya no es Don Quijotesino un rey de los ciclos del Indostán— intuye ante el cadáverdel enemigo que matar y engendrar son actos divinos o mágicosque notoriamente trascienden la condición humana. Sabe que elmuerto es ilusorio como lo son la espada sangrienta que le pesaen la mano y él mismo y toda su vida pretérita y los vastos diosesy el universo.


EL HACEDOR 795UNA ROSA AMARILLANi aquella tarde ni la otra murió el ilustre Giambattista Marino,que las bocas unánimes de la Fama (para usar una imagenque le fue cara) proclamaron el nuevo Homero y el nuevo Dante,pero el hecho inmóvil y silencioso que entonces ocurrió fue enverdad el último de su vida. Colmado de años y de gloria, elhombre se moría en un vasto lecho español de columnas labradas.Nada cuesta imaginar a Unos pasos un sereno balcón que mira alponiente y, más abajo, mármoles y laureles y un jardín que duplicasus graderías en un agua rectangular. Una mujer ha puestoen una copa una rosa amarilla; el hombre murmura los versosinevitables que a él mismo, para hablar con sinceridad, ya lohastían un poco:Púrpura del jardín, pompa del prado,gema de primavera, ojo de abril. . .Entonces ocurrió la revelación. Marino vio la rosa, como Adánpudo verla en el Paraíso, y sintió que ella estaba en su eternidady no en sus palabras y que podemos 'mencionar o aludir perono expresar y que los altos y soberbios volúmenes que formabanen un ángulo de la sala una penumbra de oro no eran (como suyanidad soñó) un espejo del mundo, sino una cosa más agregadaal mundo.Esta iluminación alcanzó Marino en la víspera de su muerte,y Homero y Dante acaso la alcanzaron también.


i796 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL TESTIGOEn un establo que está casi a la sombra de la nueva iglesia depiedra, un hombre de ojos grises y barba gris, tendido entre elolor de los animales, humildemente busca la muerte como quienbusca el sueño. El día, fiel a vastas leyes secretas, va desplazandoy confundiendo las sombras en el pobre recinto; afuera estánlas tierras aradas y un zanjón.cegado por hojas muertas y algúnrastro de lobo en el barro negro donde empiezan los bosques.El hombre duerme y sueña, olvidado. El toque de oración lodespierta. En los reinos de Inglaterra el son de campanas ya esuno de los hábitos de la tarde, pero el hombre, de niño, ha vistola cara de Woden, el horror divino y la exultación, el torpe ídolode madera recargado de monedas romanas y de vestiduras pesadas,el sacrificio de caballos, perros y prisioneros. Antes del alba moriráy con él morirán, y no volverán, las últimas imágenes inmediatasde los' ritos paganos; el mundo será un poco más pobrecuando este sajón haya muerto.Hechos que pueblan el espacio y que tocan a su fin cuandoalguien se muere pueden maravillarnos, pero una cosa, o un númeroinfinito de cosas, muere en cada agonía, salvo que existauna memoria del universo, como han conjeturado los teósofos. Enel tiempo hubo un día que apagó los últimos ojos que vierona Cristo; la batalla de Junín y el amor de Helena murieron conla muerte de un hombre. ¿Qué morirá conmigo cuando yo muera,qué forma patética o deleznable perderá el mundo? ¿La voz deMacedonio Fernández, la imagen de un caballo colorado en elbaldío de Serrano y de Charcas, una barra de azufre en el cajónde un escritorio de caoba?


EL HACEDOR 797MARTIN FIERRODe esta ciudad salieron ejércitos que parecían grandes y que despuéslo fueron por la magnificación de la gloria. Al cabo de losaños, alguno, de los soldados volvió y, con un dejo forastero,refirió historias que le habían ocurrido en lugares llamados Ituzaingóo Ayacucho. Estas cosas, ahora, son como si no hubieran sido.. Dos tiranías hubo aquí. Durante la primera, unos hombres,desde el pescante de un carro que salía del mercado del Plata,pregonaron duraznos blancos y amarillos; un chico levantó unapunta de la lona que los cubría y vio cabezas unitarias con labarba sangrienta. La segunda fue para muchos cárcel y muerte;para todos un malestar, un sabor de oprobio en los actos de cadadía, una humillación incesante. Estas cosas, ahora, son como sino hubieran sido.Un hombre que sabía todas las palabras miró con minuciosoamor las plantas y los pájaros de esta tierra y los definió, tal vezpara siempre, y escribió con metáforas de metales la vasta crónicade los tumultuosos ponientes y de las formas de la luna. Estascosas, ahora, son como si no hubieran sido.También aquí las generaciones han conocido esas vicisitudescomunes y de algún modo eternas que son la materia del arte.Estas cosas, ahora, son como si no hubieran sido, pero en unapieza de hotel, hacia mil ochocientos sesenta y tantos, un hombresoñó una pelea. Un gaucho alza a un moreno con el cuchillo,lo tira como un saco de huesos, lo ve agonizar y morir, se agachapara limpiar el acero, desata su caballo y monta despacio, paraque no piensen que huye. Esto que fue una vez vuelve a ser,infinitamente; los visibles ejércitos se fueron y queda un pobreduelo a cuchillo; el sueño de uno es parte de la memoria de todos.


798 JORGE LUIS BORGF.S—OBRAS COMPLETASMUTACIONESEn un corredor vi una flecha que indicaba una dirección y penséque aquel símbolo inofensivo había sido alguna vez una cosa dehierro, un proyectil inevitable y mortal, que entró en la carnede los hombres y de los leones y nubló el sol en las Termopilasy dio a Harald Sigurdarson, para siempre, seis pies de tierrainglesa.Días después, alguien me mostró una fotografía de un jinetemagyar; un lazo dado vueltas rodeaba el pecho de su cabalgadura.Supe que el lazo, que antes anduvo por el aire y sujetó a los torosdel pastizal, no era sino una gala insolente del apero de losdomingos.En el cementerio del Oeste vi una cruz rúnica, labrada enmármol rojo; los brazos eran curvos y se ensanchaban y los rodeabaun círculo. Esa cruz apretada y limitada figuraba la otra,de brazos libres, que a su vez figura el patíbulo en. que un diospadeció, la "máquina vil" insultada por Luciano de Samosata.Cruz, lazo y flecha, viejos utensilios del hombre, hoy rebajadoso elevados a símbolos; no sé por qué me maravillan, cuando nohay en la tierra una sola cosa que el'olvido no borre o que lamemoria no altere y cuando nadie sabe en qué imágenes lotraducirá el porvenir.


EL HACEDOR 799PARÁBOLA DE CERVANTES Y DE QUIJOTEHarto de su tierra de España, un viejo soldado del rey buscósolaz en las vastas geografías de Ariosto, en aquel valle de laluna donde está el tiempo que malgastan los sueños y en el ídolode oro de Mahoma que robó Montalbán.En mansa burla de sí mismo, ideó un hombre crédulo que,perturbado por la lectura de maravillas, dio en buscar proezas yencantamientos en lugares prosaicos que se llamaban El Tobosoo Montiel. -Vencido por la realidad, por España, Don Quijote murió ensu aldea natal hacia 1614. Poco tiempo lo sobrevivió Miguel deCervantes.Para los dos, para el soñador y el soñado, toda ésa trama fuela oposición de dos mundos: el mundo irreal de los libros decaballerías, el mundo cotidiano y común del siglo xvn.. No sospecharon que los años acabarían por limar la discordia,no sospecharon que la Mancha y Montiel y la magra figura delcaballero serían, para el porvenir, no menos poéticas que las etapasde Simbad o que las vastas geografías de Ariosto.Porque en el principio de la literatura está el mito, y asimismoen el fin.Clínica Devoto, enero de 1555.


800 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLEJASPARADISO, XXXI, 108Diodoro Sículo refiere la historia de un dios despedazado y disperso.¿Quién, al andar por el crepúsculo o al trazar una fechade su. pasado, no sintió alguna vez que se había perdido una cosainfinita?Los hombres han perdido una cara, una cara irrecuperable,y todos querían ser aquel peregrino (soñado en el empíreo, bajola Rosa) que en Roma ve el sudario de la Verónica y murmuracon fe: Jesucristo, Dios mío, Dios verdadero ¿así era, pues, tu cara?Una cara de piedra hay en un camino y una inscripción quedice El verdadero Retrato de la Santa Cara del Dios de Jaén;si realmente supiéramos cómo fue, sería nuestra la clave de lasparábolas y sabríamos si el hijo.del carpintero fue también elHijo de Dios.Pablo la vio como una luz que lo derribó; Juan, como el solcuando resplandece en sü fuerza; Teresa de Jesús, muchas veces,bañada en luz tranquila, y no pudo jamás precisar el color delos ojos.Perdimos esos rasgos, como puede perderse un número mágico,hecho de cifras habituales; como se pierde para siempre unaimagen en el calidoscopio. Podemos verlos e ignorarlos. El perfilde un judío en el subterráneo es tal vez el de Cristo; las manosque nos dan unas monedas en una ventanilla tal vez repiten lasque unos soldados, un día, clavaron en la cruz.Tal vez un rasgo de la cara crucificada acecha en cada espejo;tal vez la cara se murió, se borró, para que Dios sea todos.Quién sabe si esta noche no la veremos en los laberintos delsueño y no lo sabremos mañana.


EL HACEDOR 801PARÁBOLA DEL PALACIOAquel día, el Emperador Amarillo mostró su palacio al poeta.Fueron dejando atrás, en largo desfile, las primeras terrazas occidentalesque, como gradas de un casi inabarcable anfiteatro, declinanhacia un paraíso o jardín cuyos espejos de metal y cuyosintrincados cercos de enebro prefiguraban ya el laberinto. Alegrementese perdieron en él, al principio como si condescendierana un juego y después no sin inquietud, porque sus rectas avenidasadolecían de. una curvatura muy suave pero continua y secretamenteeran círculos. Hacia la medianoche, la observación de losplanetas y el oportuno sacrificio de una. tortuga les permitierondesligarse de esa región que parecía hechizada, pero no del sentimientode estar perdido, que los acompañó hasta el fin. Antecámarasy patios y bibliotecas recorrieron después y una salaexagonal con una clepsidra, y una mañana divisaron desde unatorre un hombre de piedra, que luego se les perdió para siempre.Muchos resplandecientes ríos atravesaron en canoas de sándalo,o un solo río muchas veces. Pasaba el séquito imperial y la gentese prosternaba, pero un día arribaron a una isla en que algunono lo hizo, por no haber visto nunca al Hijo del Cielo, y elverdugo tuvo que decapitarlo. Negras cabelleras y negras danzasy complicadas máscaras de oro vieron con indiferencia susojos; lo real se confundía con lo soñado o, mejor dicho, lo realera una de las configuraciones del sueño. Parecía imposible quela tierra fuera otra cosa que jardines, aguas, arquitecturas y formasde esplendor. Cada cien pasos una torre cortaba el aire;para los ojos el color era idéntico, pero la primera de todas eraamarilla y la última escarlata, tan delicadas eran las gradacionesy tan larga la serie.Al pie de la penúltima torre fue que el poeta (que estabacomo ajeno a los espectáculos que eran maravilla de todos) recitóla breve composición que hoy vinculamos indisolublemente a sunombre y que, según repiten los historiadores más elegantes, ledeparó la inmortalidad y la muerte. El texto se ha perdido; hayquien entiende que constaba de un verso; otros, de una_ solapalabra. Lo cierto, lo increíble, es que en el poema estaba enteroy minucioso el palacio enorme, con cada ilustre porcelana ycada dibujo en cada porcelana y las penumbras y las luces de loscrepúsculos y cada instante desdichado o feliz de las gloriosasdinastías de mortales, de dioses y de dragones que habitaron enel desde el interminable pasado, Todos callaron, pero el Empe-


802 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASrador exclamó: ¡Me has arrebatado el palacio! y la espada de hierrodel verdugo segó la vida del poeta.Otros refieren de-otro modo la historia. En el mundo no puedehaber dos cosas iguales; bastó (nos dicen) que el poeta pronunciarael poema para que desapareciera el palacio, como abolidoy fulminado por la última sílaba. Tales leyendas, claro está, nopasan dé ser ficciones literarias. El poeta era esclavo del emperadory- murió como tal; su composición cayó en el olvido porquemerecía el olvido y sus descendientes buscan aún, y no encontrarán,la palabra del universo.


KL HACEDOR. 803EVERYTHING AND NOTHINGr ,Nadie hubo en él; detrás de su rostro (que aun a través de lasmalas pinturas de la época no se parece a ningún otro) y de suspalabras, que eran copiosas, fantásticas y agitadas, no había másque un poco de frío, un sueño no soñado por alguien. Al principiocreyó que todas las personas eran como él pero la extrañezade un compañero con el que había empezado a comentar esavacuidad, le reveló su error y le dejó sentir, para siempre, queun, individuo no debe diferir de la especie. Alguna vez pensó queen Jos libros hallaría remedio para su mal y así aprendió el pocolatín y menos griego de que hablaría un contemporáneo; despuésconsideró que en el ejercicio de un rito elemental de la humanidad,bien podía estar lo que buscaba y se dejó iniciar porAnne Hathaway, durante una larga siesta de junio. A los veintitantosaños fue a Londres. Instintivamente, ya se había adiestradoen el hábito de simular que era alguien, para que no se descubrierasu condición de nadie; en Londres encontró la profesióna la que estaba predestinado, la del actor, que en unescenario, juega a ser otro, ante un concurso de personas quejuegan a tomarlo por aquel otro. Las tareas histriónicas le enseñaronuna felicidad singular, acaso la primera que conoció; peroaclamado el último verso y retirado de la escena el último muerto,el odiado sabor de la irrealidad recaía sobre él. Dejaba de serFerrex o Tamerlán y volvía a ser nadie. Acosado, dio en imaginarotros héroes y otras fábulas trágicas. Así, mientras el cuerpocumplía su destino de cuerpo, en lupanares. y tabernas deLondres, el alma que lo habitaba era César, que desoye la admonicióndel augur, y Julieta, que aborrece a la alondra, y Macbeth,que conversa en el páramo con las brujas que también son lasparcas. Nadie fue tantos hombres como aquel hombre, que a semejanzadel egipcio Proteo pudo agotar todas las aparienciasdel ser. A veces, dejó en algún recodo de la obra una confesión,seguro de que no la descifrarían; Ricardo afirma que en su solapersona, hace el papel de muchos, y Yago dice con curiosas palabrasno soy lo que soy. La identidad fundamental de existir,soñar y representar le inspiró pasajes famosos.Veinte años persistió en esa alucinación dirigida, pero una mañanalo sobrecogieron el hastío y el horror de ser tantos reyesque mueren por la espada y tantos desdichados amantes que convergen,divergen y melodiosamente agonizan. Aquel mismo día


804 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASresolvió la venta de su teatro. Antes de una semana había regresadoal pueblo natal, donde recuperó los árboles y el río de laniñez y no los vinculó a aquellos otros que había celebrado sumusa, ilustres de alusión mitológica y de voces latinas. Teníaque ser alguien; fue un empresario retirado que ha hecho fortunay a quien le interesan los préstamos, los litigios y la pequeñausura. En ese carácter dictó el árido testamento que conocemos,del que deliberadamente excluyó todo rasgo patético o literario.Solían /visitar su retiro amigos de Londres, y él retomaba paraellos el papel de poeta.La historia agrega que, antes o después de morir, se supo frentea Dios y le dijo: Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero seruno y yo. La voz de Dios le contestó desde un torbellino: Yotampoco soy; yo soñé el-mundo como tú soñaste tu obra, miShakespeare, y entre las formas de mi sueño estás tú, que comoyo eres muchos y nadie.


EL HACEDOR 805RAGNARÓKEn los sueños (escribe Cóleridge) las imágenes figuran las impresionesque pensamos que causan; no sentimos horfor porque nosoprime una esfinge, soñamos una esfinge para explicar el horrorque sentimos. Si esto es así ¿cómo podría una mera crónicade sus formas transmitir el estupor, la exaltación, las alarmas,la amenaza y eL júbilo que tejieron el sueño de esa noche?Ensayaré esa crónica, sin embargo; acaso el hecho de que unasola escena integró aquel sueño borre o mitigue la dificultadesencial.El lugar era la Facultad de Filosofía y Letras; la hora, el atardecer.Todo (como suele ocurrir en los sueños) era un pocodistinto; una ligera magnificación alteraba las cosas. Elegíamosautoridades; yo hablaba con Pedro Henríquez Ureña, que en lavigilia ha muerto hace muchos años. Bruscamente nos aturdióun clamor de manifestación o de murga. Alaridos humanos yanimales llegaban desde el Bajo. Una voz gritó; ¡Ahí vienen! ydespués ¡Los Dioses! ¡Los Dioses! Cuatro a cinco sujetos salieronde la turba y ocuparon la tarima del Aula Magna. Todos aplaudimos,llorando; eran los Dioses que volvían al cabo de un destierrode siglos. Agrandados por la tarima, la cabeza echada haciaatrás y el pecho hacia adelante, recibieron con soberbia nuestrohomenaje. Uno sostenía una rama, que se conformaba, sinduda, a la sencilla botánica de los sueños; otro, en amplioademán, extendía una mano que era una garra; una de lascaras de Jano miraba con recelo el encorvado pico de Thoth.Tal vez excitado por nuestros aplausos, uno, ya no sé cual,prorrumpió en un cloqueo victorioso, increíblemente agrio, conalgo de gárgara y de silbido. Las cosas, desde aquel momento,cambiaron.Todo empezó por la sospecha ' (tal vez exagerada) de que losDioses no sabían hablar. Siglos de vida fugitiva y feral habíanatrofiado en ellos lo humano; la luna del Islam y la cruz deRoma habían sido implacables con esos prófugos. Frentes muybaj,as, dentaduras amarillas, bigotes ralos de mulato o de chinoy belfos bestiales publicaban la degeneración de la estirpe olímpica.Sus prendas no correspondían a una pobreza decorosa y


806 JORGE LUIS BORGKS—OBRAS COMPLETASdecente sino al lujo malevo de los garitos y de los lupanaresdel Bajo. En un ojal sangraba un clavel; en un saco ajustadose adivinaba el bulto de una daga. Bruscamente sentimos quejugaban su última carta, que eran taimados, ignorantes y cruelescomo viejos animales de presa y que, si nos dejábamos ganar porel miedo o la lástima, acabarían por destruirnos.Sacamos-Jos pesados revólveres (de pronto hubo revólveres enel sueño) y alegremente dimos muerte a los Dioses.


EL HACEDOR 807INFERNO, I, 32Desde el crepúsculo del día hasta el crepúsculo de la noche, unleopardo, en los años finales del siglo xn, veía unas tablas demadera, unos barrotes verticales de hierro, hombres y mujerescambiantes, un paredón y tal vez una canaleta de piedra con hojassecas. No sabía, no podía saber, que anhelaba amor y crueldady el caliente placer de despedazar y el viento con olor a venado,pero algo en él se ahogaba y se rebelaba y Dios le habló en unsueño: Vives y morirás en esta prisión, para que un hombre queyo sé te mire un número determinado de veces y no te olvidey ponga tu figura y tu símbolo en un poema, que tiene su precisolugar en la trama del universo. Padeces cautiverio, pero habrásdado una palabra al poema. Dios, en el sueño, iluminó la rudezadel animal y éste comprendió las razones y aceptó ese destino,pero sólo hubo en él, cuando despertó, una oscura resignación,una valerosa ignorancia, porque la máquina del mundo es hartocompleja para la simplicidad de una fiera.Años después, Dante se moría en Ravena, tan injustificado ytan solo como cualquier otro hombre. En un sueño, Dios le declaróel secreto propósito de su vida y de su labor; Dante, maravillado,supo al fin quién era y qué era y bendijo sus amarguras.La tradición refiere que, al despertar, sintió que había recibidoy perdido una cosa infinita, algo que no podría recuperar, nivislumbrar siquiera, porque la máquina del mundo es hartocompleja para la simplicidad de los hombres.


808 JORGE LUÍS BORGES—OBRAS COMPLETASBORGES Y YOAl otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino porBuenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirarel arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticiaspor el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en undiccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas,la tipografía del siglo xvm, las etimologías, el sabor del café y laprosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de unmodo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Seríaexagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo medejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esaliteratura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logradociertas páginas válidas, .pero esas páginas no me pueden salvar,quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro,sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinadoa perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrásobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunquerne consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinozaentendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedraeternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he dequedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero mereconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en ellaborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarmede él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con eltiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahoray tendré que idear otras eosas. Así mi vida es una fuga y todolo pierdo y todo es del olvido, o del otro.Ño sé cuál de los dos escribe esta página.


1.1. HACEDOR 809POEMA DE LOS DONESA María EstherVázquezNadie rebaje a lágrima o reprocheEsta declaración de la maestríaDe Dios, que con magnífica ironíaMe dio a la vez los libros y la noche.De esta ciudad de libros hizo dueñosA unos ojos sin luz, que sólo puedenLeer en las bibliotecas de los sueñosLos insensatos párrafos que cedenLas albas a su afán. En vano el díaLes prodiga sus libros infinitos,Arduos como los arduos manuscritosQue perecieron en Alejandría.De hambre y de sed (narra una historia .griega)"Muere un rey entre fuentes y jardines;Yo fatigo sin rumbo los confinesDe esa alta y honda biblioteca ciega.Enciclopedias, atlas, el OrienteY el Occidente, siglos, dinastías,Símbolos, cosmos y cosmogoníasBrindan los muros, pero inútilmente.Lento en mi sombra, la penumbra huecaExploro con el báculo indeciso.Yo, que me figuraba el ParaísoBajo la especie de una biblioteca.Algo, que ciertamente no se nombraCon la. palabra azar, rige estas cosas;Otro ya recibió en otras borrosasTardes los muchos libros y la sombra.Al errar por las lentas galeríasSuelo sentir con vago horror sagrado


810 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASQue soy .el' otro, el muerto, que habrá dadoLos mismas pasos en los mismos días.¿Cuál de los dos escribe este poemaDe un yo plural y de una sola sombra?¿Qué importa la palabra que me nombrasi es indiviso y uno el anatema?Groussac o Borges, miro este queridoMundo que se deforma y que se apagaEn una pálida ceniza vagaQue se parece al sueño y al olvido.


EL HACEDOR 811EL RELOJ DE ARENAEstá bien que se mida con la duraSombra que una columna en el estíoArroja o con el agua de aquel ríoEn que Heráclito vio nuestra locuraEl tiempo, ya que al tiempo y al destinoSe parecen los dos: la imponderableSombra diurna y el curso- irrevocableDel agua que prosigue su camino.Está bien, pero el tiempo en los desiertosOtra substancia halló, suave y pesada,Que parece haber sido imaginadaPara medir el tiempo de los muertos.Surge así el alegórico instrumentoDe los grabados de los diccionarios,La pieza que los grises anticuariosRelegarán al mundo cenicientoDel alfil desparejo, de la espadaInerme, del borroso telescopio,Del sándalo mordido por el opio,Del polvo, del azar y de la nada.¿Quién no se ha demorado ante el severoY tétrico instrumento que acompañaEn la diestra del dios a la guadañaY cuyas líneas repitió Durero?Por el ápice abierto el cono inversoDeja caer la cautelosa arena,Oro gradual que se desprende y llenaEl cóncavo cristal de su universo.Hay un agrado en observar la arcanaArena que resbala y que declinaY, a punto de caer, se arremolinaCon una prisa que es del todo humana.


812 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLa arena de los ciclos es la mismaE infinita es la historia de la arena;Así, bajo tus dichas o tu pena,La invulnerable eternidad se abisma.No se detiene nunca la caída.Yo me desangro, no el cristal. El ritoDe decantar la arena es infinitoY con la arena se nos va la vida.En los minutos de la arena creoSentir el tiempo cósmico: la historiaQue encierra en sus espejos la memoriaO que ha disuelto el mágico Leteo.El pilar de humo y el pilar de fuego,Cartago y Roma y su apretada guerra,Simón Mago, los siete pies de tierraQue el rey sajón ofrece al rey noruego,Todo lo arrastra y pierde este incansableHilo sutil de arena numerosa.No he de salvarme yo, fortuita cosaDe tiempo, que es materia deleznable.


EL HACEDOR 813AJEDREZEn su grave rincón, los jugadoresRigen las lentas piezas. El tableroLos demora hasta el alba en su severoÁmbito en que se odian dos colores.Adentro irradian .mágicos rigoresLas formas: torre homérica, ligeroCaballo, armada reina, rev postrero,Oblicuo alfil y peones agresores.Cuando los jugadores se hayan ido,Cuando el tiempo los haya consumido,Ciertamente no habrá cesado el rito.En el Oriente se encendió esta guerraCuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.Como el otro, este juego es infinito.ITenue rey, sesgo alfil, encarnizadaReina, torre directa y peón ladinoSobre lo negro y blanco del caminoBuscan y libran su batalla armada.No saben que la mano señaladaDel jugador gobierna su destino,No saben que un rigor adamantinoSujeta su albedrío y su jornada.También el jugador es prisionero(La sentencia es de Ornar) de otro tableroDe negras noches y de blancos días,Dios mueve al jugador, y "éste, la pieza.¿Qué dios detrás de Dios la trama empiezaDe polvo y tiempo y sueño y agonías?II


814 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLOS ESPEJOSYo que sentí el horror de los espejosNo sólo ante el cristal impenetrableDonde acaba y empieza, inhabitable,un imposible espacio de reflejosSino ante el agua especular que imitaEl otro azul en su profundo cieloQue a yeces raya el ilusorio vueloDel ave inversa o que un temblor agitaY ante la superficie silenciosaDel ébano sutil cuya tersuraRepite como un sueño la blancuraDe un vago mármol o una vaga rosa,Hoy, al cabo de tantos y perplejosAños de errar bajo la varia luna,Me pregunto qué azar de la fortunaHizo que yo temiera los espejos.Espejos de metal, enmascaradoEspejo de caoba que en la brumaDe su rojo crepúsculo disfumaEse rostro que mira y es mirado,Infinitos los veo, elementalesEjecutores de un antiguo pacto,Multiplicar el mundo como el actoGenerativo, insomnes y fatales.Prolongan este vano mundo inciertoEn su vertiginosa telaraña;A veces en la tarde los empañaEl hálito de un hombre que no ña muerto.Nos acecha el cristal. Si entre las cuatroParedes de la alcoba hay un espejo,Ya no estoy sólo. Hay otro. Hay el reflejoQue arma en el alba un sigiloso teatro.


EL HACEDOR , •, ^15Todo acontece y nada se recuerdaEn esos gabinetes cristalinosDonde, como fantásticos rabinos,Leemos los libros de derecha a izquierda.Claudio, rey de una tarde, rey soñado,No sintió, que era un sueño hasta aquel díaEn que un actor mimó su feloníaCon arte silencioso, en un tablado.Que haya sueños es raro, que haya espejos*Que el usual y gastado repertorio •De cada día incluya el ilusorioOrbe profundo que urden los reflejos.Dios (he dado en pensar) pone un empeño.En toda esa inasible arquitectura . ,¡Que edifica la luz con la tersura -Del cristal y la sombra con el sueño. . .Dios ha creado las noches que se arrnan . -,De sueños y las formas del espejo •Para que el hombre sienta que es reflejo •Y vanidad. Por eso nos alarman.


816 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASELVIRA DE ALVEARTodas las cosas tuvo y lentamenteTodas la abandonaron. La hemos vistoArmada de belleza. La mañanaY el claro mediodía le mostraron,Desde su cumbre, los hermosos reinosDe la tierra. La tarde fue borrándolos.El favor de los astros (la infinitaY ubicua red de causas) le había dadoLa fortuna, que anula las distanciasComo el tapiz del árabe, y confundeDeseo y posesión y el don del verso,Que transforma las penas verdaderasEn una música, un rumor y un símboloY el fervor, y en la sangre la batallaDe Ituzaingó y el peso de laureles,Y el goce de perderse en el erranteRío del tiempo (río y laberinto)Y en los lentos colores de las tardes.Todas las cosas la dejaron, menosUna. La generosa cortesíaLa acompañó hasta el fin de su jornada,Más allá del delirio y del eclipse,De un modo casi angélico. De ElviraLo primero que vi, hace tantos años,Fue la sonrisa y es también lo último.


EL HACEDOR 817SUSANA SOCACon lento amor miraba los dispersosColores de la tarde. Le placíaPerderse en la compleja melodíaO en la curiosa vida de los versos.No el rojo elemental sino los grisesHilaron su destino delicado,Hecho a discriminar y ejercitadoEn la vacilación y en los matices.Sin- atreverse a hollar este perplejoLaberinto, atisbaba desde afueraLas formas, el tumulto y la carrera,Como aquella otra dama del espejo.Dioses que moran más allá del ruegoLa abandonaron a ese tigre, el Fuego.


818, JORGE LUIS BORGE§—OBRAS COMPLETASLA LUNACuenta la historia que en aquel pagadoTiempo en que sucedieron tantas cosasReales, irnaginariat y dudosas,Un hombre concibió él desmesuradoProyecto de cifrar el universoEn un libro ;y con ímpetu infinitoErigió el alto y arduo manuscritoY limó y declamó el último verso.Gracias iba a rendir a la fortuna ;Cuando ,al alzar los ojos vio un bruñidoDisco en el aire y comprendió, aturdido,Que se había olvidado de la luna.La historia que he narrado aunque fingida,Bien puede figurar el maleficioDe cuantos ejercemos el oficioDe cambiar en palabras nuestra vida.Siempre se pierde lo esencial. Es unaLey de toda palabra sobre el numen.No la sabrá eludir este resumenDe mi largo comercio con la luna.No sé dónde la vi por vez primera,Si en el cielo anterior de la doctrinaDel griego o en la tarde que declinaSobre el patio del pozo y de la higuera.Según se sabe, esta mudable vidaPuede, entre tantas cosas, ser muy bellaY hubo así alguna tarde en que con ellaTe miramos, oh luna compartida.Más que las lunas de las noches puedoRecordar las del verso: la hechizadaDragón moon que da horror a la baladaY la luna sangrienta de Quevedo.


EL HACEDOR 819De otra luna de sangre y de escarlata ".'.Habló Juan en su libró de ferocesProdigios y de júbilos atroces;Otras más claras lunas hay de plata.Pitágoras con sangre (narra unaTradición) escribía en un espejoY los hombres leían el reflejoEn aquel otro espejo que es la luna.De hierro hay una selva donde moraEl alto lobo cuya extraña suerteEs derribar la luna y darle muerteCuando enrojezca el mar la última aurora.(Esto el Norte profético 1Q sabeY también que ese día los abiertosMares del mundo infestará la naveQue se hace con las uñas de los muertos.)Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortunaQuiso que yo también fuera poeta,Me impuse, como todos, la secreta.Obligación de definir la luna.Con una suerte de estudiosa pena :Agotaba modestas variaciones, ..-..'•:..Bajo el vivo temor de que LugonesYa hubiera usado el ámbar o la arena.Dé lejano marfil, de humo, de fríaNieve fueron las lunas que alumbraronVersos que ciertamente no lograronEl arduo honor de la tipografía.Pensaba que el poeta es aquel hombreQue, como el rojo Adán del Paraíso,Impone a cada cosa su precisoY verdadero y no sabido nombre.Ariosto me enseñó que en la dudosaLuna moran los sueños, lo inasible,El tiempo que se pierde, lo posibleO lo imposible, que es la misma cosa.


820 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASDe la Diana triforme ApolodoroMe dejó divisar la sombra mágica;Hugo me dio una hoz que era de oro,Y un irlandés, su negra luna trágica.Y, mientras yo sondeaba aquella minaDe las lunas de la mitología,Ahí estaba, a la vuelta de la esquina,La luna celestial de cada día.Sé que entre todas las palabras, unaHay para recordarla o figurarla.El secreto, a mi ver, está en usarlaCon humildad. Es la palabra luna.Ya no me atrevo a macular su puraAparición con una imagen vana;La veo indescifrable y cotidianaY más allá de mi literatura,Sé que la luna o la palabra lunaEs una letra que fue creada paraLa compleja escritura de esa raraCosa que somos, numerosa y una.Es uno de los símbolos que al hombreDa el hado o el azar para que un díaDe exaltación gloriosa o de agoníaPueda escribir su verdadero nombre.


EL HACEDOR 821LA LLUVIABruscamente la tarde se ha aclaradoPorque ya cae la lluvia minuciosa.Cae o cayó. La lluvia es una cosaQue sin duda sucede en el pasado.Quien la oye caer ha recobradoEl tiempo en que la suerte venturosaLe reveló una flor llamada rosaY el curioso color del colorado.Esta lluvia que ciega los cristalesAlegrará en perdidos arrabalesLas negras uvas de una parra en ciertoPatio que ya no existe. La mojadaTarde me trae la voz, la voz deseada,De mi padre que vuelve y que no ha muerto.


822 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASA LA EFIGIE DE UN CAPITÁNDE LOS EJÉRCITOS DE CROMWELLNo rendirán de Marte las murallasA éste, que salmos del Señor inspiran; .,Desde otra luz (desde otro siglo) miranLos ojos, que miraron las batallas.La mano está en los hierros de la espada.Por la verde región anda la guerra;Detrás de la penumbra está Inglaterra,Y el caballo y la gloria y tu jornada.Capitán, los afanes son engaños,Vano el arnés y-vana la porfíaDel hombre, cuyo término e,s un día;Todo ha concluido hace ya muchos años.El hierro que ha de herirte se ha herrumbrado;Estás (como nosotros) condenado.


EL HACEDOR 823A UN VIEJO POETACaminas por el campo de CastillaY casi no lo ves. Un intrincadoVersículo de Juan es tu cuidadoY apenas reparaste, en la amarillaPuesta del sol. La vaga luz deliraY en el confín del Este se dilataEsa luna de escarnio y de escarlataQue es acaso el espejo de la Ira.Alzas los ojos 7 la miras. UnaMemoria de algo que fue tuyo empiezaY se apaga. La pálida cabezaBajas y sigues caminando triste,Sin recordar el verso que escribiste:Y su epitafio la sangrienta luna.


824 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL OTRO TIGREAnd the craft that createth a semblanteeMORRIS: SIGURD THE VOLSUNC (1876)Pienso en un tigre. La penumbra exaltaLa vasta Biblioteca laboriosaY parece alejar los anaqueles;Fuerte, inocente, ensangrentado y nuevo,Él irá por su selva y su mañanaY marcará su rastro en la limosaMargen de un río cuyo nombre ignora(En su mundo no hay nombres ni pasadoNi porvenir, sólo un instante cierto.)Y salvará las bárbaras distanciasY husmeará en el trenzado laberintoDe los olores el olor del albaY el olor deleitable del venado;Entre las rayas del bambú descifroSus rayas y presiento la osaturaBajo la piel espléndida que vibra.En vano se interponen los convexosMares y los desiertos del planeta;Desde esta casa de un remoto puertoDe América del Sur, te sigo y sueño,Oh tigre de las márgenes del Ganges.Cunde la tarde en mi alma y reflexionoQue el tigre vocativo de mi versoEs un tigre de símbolos y sombras,Una serie dé tropos literariosY de memorias de la enciclopediaY no el tigre fatal, la aciaga joyaQue, bajo el sol o la diversa luna,Va cumpliendo en Sumatra o en BengalaSu rutina de amor, de ocio y de muerte.Al tigre de los símbolos he opuestoEl verdadero, el de caliente sangre,El que diezma la tribu de los búfalosY hoy, 3 de agosto del 59,Alarga en la pradera una pausada


TI. HACEDOR 825Sombra, pero ya el hecho de nombrarloY de conjeturar su circunstanciaLo hace ficción del arte y no" criaturaViviente de las que andan por la tierra.Un tercer tigre buscaremos. ÉsteSerá como los otros una formaDe mi sueño, un sistema de palabrasHumanas y no el tigre vertebradoQue, más allá de las mitologías,Pisa la tierra. Bien lo sé, pero algoMe impone esta aventura indefinida,Insensata y antigua, y perseveroEn buscar por el tiempo de la tardeEl otro tigre, el que no está en el verso.


826 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASBLIND PEWLejos del mar y de la hermosa guerra,Que así el amor lo que ha perdido alaba,El bucanero ciego fatigabaLos terrosos caminos de Inglaterra.Ladrado por los perros de las granjas,Pifia de los muchachos del poblado,Dormía yn achacoso y agrietadoSueño en el negro polvo de las zanjas.Sabía que en remotas playas de oroEra suyo un recóndito tesoroY esto aliviaba su contraria suerte;A ti también, en otras playas de oro,Te aguarda incorruptible tu tesoro:La vasta y vaga y necesaria muerte.


EL HACEDOR 827ALUSIÓN A UNA SOMBRA DE MILOCHOCIENTOS NOVENTA Y TANTOSNada. Sólo el cuchillo^ de Muraña.Sólo en la tarde gris la historia trunca.No sé por qué en las tardes me acompañaEste asesino que no he visto nunca.Palermo era más bajo. El amarilloParedón de la cárcel dominabaArrabal y barrial. Por esa bravaRegión anduvo el sórdido cuchillo.El cuchillo. La cara se ha borradoY de aquel mercenario cuyo austeroOficio era el coraje, no ha quedadoMás que una sombra y un fulgor de acero.Que el tiempo, que los mármoles empaña,Salve este firme nombre, Juan Muraña.


828 JORGK LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASALUSIÓN A LA MUERTE DEL CORONELFRANCISCO BORGES (1833-74)Lo dejo en el caballo, en esa horaCrepuscular en que buscó la muerte;Que de todas las horas de su suerteÉsta perdure, amarga y vencedora.Avanza por el campo la blancuraDel caballo y del poncho. La pacienteMuerte acecha, en los rifles. TristementeFrancisco Borges va por la llanura.Esto que lo cercaba, la metralla,Esto que ve, la pampa desmedida,Es lo que vio y oyó toda la vida.Está en lo cotidiano, en la batalla.Alto lo dejo en su épico universoY casi rio tocado por el verso.


EL HACEDOR 829IN MEMORIAM A. R.El vago azar o las precisas leyesQue rigen este sueño, el universo,Me permitieron compartir un tersoTrecho del. curso con Alfonso Reyes.Supo bien aquel arte que ningunoSupo del todo, ni Simbad ni Ulises,Que es pasar de un país a otros paísesY estar íntegramente en cada uno.Si la- memoria le clavó su flechaAlguna vez, labró con el violentoMetal del arma el numeroso y lentoAlejandrino o la afligida endecha.En los trabajos lo asistió la humanaEsperanza y fue lumbre de su vidaDar con el verso que ya no se olvidaY renovar la prosa castellana.Más allá del Myo Cid de paso tardoY de la. grey que aspira a ser oscura,Rastreaba la fugaz literaturaHasta los arrabales del lunfardo.En los cinco jardines del MarinoSe demoró, pero algo en él habíaInmortal y esencial que preferíaEl arduo estudio y el deber divino.Prefirió, mejor dicho, los jardinesDe la meditación, donde PorfirioErigió ante las sombras y el delirioEl Árbol del Principio y N de los Fines.Reyes, la indescifrable providenciaQue administra lo pródigo y lo parcoNos dio a los unos el sector o el arco,Pero a ti la total circunferencia.


830 JORGE LUIS I50RCES—OBRAS COMPLETASLo dichoso buscabas o lo tristeQue ocultan frontispicios y renombres;Como el Dios del Erígena, quisisteSer nadie para ser todQS los hombres.Vastos y delicados esplendoresLogró tu estilo, esa precisa rosa,Y a las guerras de Dios tornó gozosaLa sangre militar de tus mayores.¿Dónde estará (pregunto) el mexicano?¿Contemplará con el horror de EdipoAnte la extraña Esfinge, el ArquetipoInmóvil de la Cara o de la Manó?¿O errará, como Swedénborg quería,Por un orbe más vivido y complejoQue el terrenal, que apenas es reflejoDe aquella alta y celeste algarabía?Si (como los imperios de la lacaY del ébano enseñan) la memoriaLabra su íntimo Edén! ya hay en la gloriaOtro México y otro Cúernavaca.Sabe Dios los colores que la suerte 'Propone al hombre más allá del día;Yo ando por estas calles. TodavíaMuy poco se me alcanza de la muerte.Sólo una cosa sé. Que Alfonso Reyes(Dondequiera que el mar lo haya arrojado)Se aplicará dichoso y desveladoAl otro enigma y a las otras leyes iAl impar tributemos, al-diversoLas palmas y el clamor de la victoria;No profane mi lágrima este versó "Que nuestro amor inscribe a su memoria.


Eli HACEDOR 831LOS BORGESNada o muy poco sé de mis mayoresPortugueses, los Borges: vaga genteQue prosigue en mi;carne, oscuramente,Sus hábitos, rigores y temores..;.Tenues como si nunca hubieran sidoY ajenos a los trámites del arte, •Indescifrablemente forman parteDel tiempo, de la tierra y del olvido.Mejor así. Cumplida la faena,Son Portugal, son la famosa genteQue forzó las murallas del OrienteY se,dio al mar y al otro mar de arena.Son el rey que en el místico desiertoSe perdió y el que jura que no ha muerto.


i832 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASA LUIS DE CAMOENSSin lástima y sin ira el tiempo mellaLas heroicas espadas. Pobre y tristeA tu patria nostálgica volviste,Oh capitán, para morir en ellaY con ella. En el mágico desiertoLa flor de Portugal se había perdidoY el áspero español, antes vencido,Amenazaba su costado abierto.Quiero saber si aquende la riberaÚltima comprendiste humildementeQue todo lo perdido, el OccidenteY el Oriente, el acero y la bandera,Perduraría (ajeno a toda humanaMutación) en tu Eneida lusitana.


EL HACEDOR 833MIL NOVECIENTOS VEINTITANTOSLa rueda de los astros no es infinita,Y el tigre es una de las formas que vuelven,Pero nosotros, lejos del azar y de la aventura,Nos creíamos desterrados a un tiempo exhausto,El tiempo en el que nada puede ocurrir.El universo, el trágico universo, no estaba aquíY fuerza era, buscarlo en los ayeres;Yo tramaba una humilde mitología de tapias y cuchillosY Ricardo pensaba en sus reseros:No sabíamos que el porvenir encerraba el rayo,No presentimos el oprobio, el incendio y la tremenda noche dela Alianza;Nada nos dijo que la historia argentina echaría a andar por lascalles,La historia, la indignación, el amor,Las muchedumbres como el mar, el nombre de Córdoba,El sabor de lo real y de lo increíble, el horror y la gloria.


834 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASODA COMPUESTA EN 1960El claro azar o las secretas leyesQue rigen este sueño, mi destino,Quieren, oh necesaria y dulce patriaQue no sin gloria y sin oprobio abarcasCiento cincuenta laboriosos años,Que yo, la gota, hable contigo, el río, 'Que yo, el instante, hable contigo, el tiempo,Y que el íntimo diálogo recurra,Como es de uso, a los ritos y a la sombraQue aman los dioses y al pudor del verso.Patria, yo te he sentido en los ruinososOcasos de los vastos arrabalesY en esa flor de cardo que el pamperoTrae al zaguán y en la paciente lluviaY en las'lentas costumbres de los astrosY en la mano que templa una guitarraY en la gravitación de la llanuraQue desde lejos nuestra sangre sienteComo el britano el mar y en los piadososSímbolos y jarrones de una bóvedaY en el rendido amor de los jazminesY en la plata de un marco y en el suaveRoce de la caoba silenciosaY en sabores de carnes y de frutasY en la bandera casi azul y blancaDe un cuartel y en historias desganadasDe cuchillo y de esquina y en las tardesIguales que se apagan y nos dejanY en la vaga memoria complacidaDe patios con esclavos que llevabanEl nombre de sus amos y en las pobresHojas de aquellos libros para ciegosQue el fuego dispersó y en la caídaDe las épicas lluvias de setiembre


EL HACEDOR 835Que nadie olvidará, pero estas cosasSon apenas tus modos y tus símbolos.Eres más que tu largo territorioY que los días de tu largo tiempo,Eres más que la suma inconcebiblede tus generaciones. No sabemosCómo eres para Dios en el vivienteSeno de. los eternos arquetipos,Pero por ese rostro vislumbradoVivimos y morimos y anhelamos,Oh inseparable y misteriosa patria.


836 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASARIOSTO Y LOS ÁRABESNadie puede escribir un libro. ParaQue un libro sea verdaderamente,Se requieren la aurora y el poniente,Siglos, armas y el mar que une y separa.Así lo pensó Ariosto, que al agradoLento se dio, en el ocio de caminosDé claros mármoles y negros pinos,De volver a soñar lo ya soñado.El aire de su Italia estaba henchidoDe sueños, que con formas de la guerraQue en duros siglos fatigó la tierraUrdieron la memoria y el olvido.Una legión que se perdió en los vallesDe Aquitania cayó en una emboscada;Así nació aquel sueño de una espadaY del cuerno qiie clama en Roncesvalles.Sus ídolos y ejércitos el duroSajón sobre los huertos de InglaterraDilató en apretada, y torpe guerraY de esas cosas quedó un sueño: Arturo.De las islas boreales donde un ciegoSol desdibuja el mar, llegó aquel sueñoDe una virgen dormida que a su dueñoAguarda, tras un círculo de fuego.Quién sabe si de Persia o del ParnasoVino aquel sueño del corcel aladoQue por el aire el hechicero armadoUrge y que se hunde en el desierto ocaso.Como desde el corcel del hechicero,Ariosto vio los reinos de la tierraSurcada por las fiestas de la guerraY del joven amor aventurero.


EL HACEDOR 837Como a través de tenue bruma de oroVio en el mundo un jardín que sus confinesDilata en otros íntimos jardinesPara el amor de Angélica y Medoro.Como los ilusorios esplendoresQue al Indóstán deja entrever el opio,Pasan por el Furioso los amoresEn un desorden de calidoscopio.Ni el amor ignoró ni la ironíaY soñó así, de pudoroso modo,El singular castillo en el que todoEs (como en esta vida) una falsía.Como a todo poeta, la fortunaO el destino le dio una suerte rara;Iba por los caminos de FerraraY al mismo tiempo andaba por la luna.Escoria de los sueños, indistintoLimo que el Nilo de los sueños deja,Con ellos fue tejida la madejaDe ese resplandeciente laberinto,De ese enorme diamante en el que un hombrePuede perderse venturosamentePor ámbitos de música indolente,Más allá de su carne y de su nombre.Europa entera se perdió. Por obraDe aquel ingenuo" y malicioso arte,Milton pudo llorar de BrandimarteEl fin y de Dalinda la zozobra.Europa se perdió, pero otros donesDio el vasto sueño a la famosa genteQue habita los desiertos del OrienteY la noche cargada de leones.De un rey que entrega, al despuntar el día,Su reina de una noche a la implacableCimitarra, nos cuenta el deleitableLibro que al tiempo hechiza, todavía.


838 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASAlas que son la brusca noche, cruelesGarras de las que pende un elefante,Magnéticas montañas cuyo amanteAbrazo despedaza los bajeles,La tierra sostenida por un toroY el toro por un pez; abracadabras,Talismanes y místicas palabrasQue en el granito abren cavernas de oro;Esto soñó la sarracena genteQue sigue las banderas de Agramante;Esto, que vagos rostros con turbanteSoñaron, se adueñó del Occidente.Y el Orlando es ahora una risueñaRegión que alarga inhabitadas millasDe indolentes y ociosas maravillasQue son un sueño que ya nadie sueña.Por islámicas artes reducidoA simple erudición, a mera historia,Está solo, soñándose. (La gloriaEs una de las formas del olvido.)Por el cristal ya pálido la inciertaLuz de una tarde más toca el volumenY otra vez arden y otra se consumenLos otros que envanecen la cubierta.En la desierta sala el silenciosoLibro viaja en el tiempo. Las aurorasQuedan atrás y las nocturnas horasY mi vida, este sueño presuroso.


EL HACEDOR 839AL INICIAR EL ESTUDIO DE LAGRAMÁTICA ANGLOSAJONAAl cabo de cincuenta generaciones(Tales abismos nos depara a todos el tiempo)Vuelvo en la margen ulterior de un gran ríoQue no alcanzaron los dragones del viking,A las ásperas y laboriosas palabrasQue, con una boca hecha polvo,Usé en los días de Nortumbria y de Merc-ia,Antes de ser Haslam o Borges.El sábado leímos que Julio el CésarFue el primero que vino de Romeburg para develar a Bretaña;Antes que vuelvan los racimos habré escuchadoLa voz del ruiseñor del enigmaY la elegía de los doce guerrerosQue rodean el túmulo de su rey.Símbolos de otros símbolos, variacionesDel futuro inglés o alemán me parecen estas palabrasQue alguna vez fueron imágenesY que un hombre usó para celebrar el mar o una espada;Mañana volverá a vivir,Mañana fyr no será fire sino esa suerteDe dios domesticado' y cambianteQue a nadie le está dado mirar sin un antiguo asombro.Alabada sea la infinitaUrdimbre de los efectos y de las causasQue antes de mostrarme el espejoEn que no veré a nadie o veré a otroMe concede esta pura contemplaciónDe un lenguaje del alba.


1840 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLUCAS, XXIIIGentil o hebreo o simplemente un hombreCuya cara en el tiempo se ha perdido;Ya no rescataremos del olvidoLas silenciosas letras de su nombre.Supo de la clemencia lo que puedeSaber un bandolero que JudeaClava a una cruz. Del tiempo que antecedeNada alcanzamos hoy. En su tareaÚltima de morir crucificado,Oyó, entre los escarnios de la gente,Que el que estaba muriéndose a su ladoEra Dios y le dijo ciegamente:Acuérdale de mí cuando vinieresA tu reino, y la voz inconcebibleQue un día juzgará a todos los seresLe prometió desde la Cruz terribleEl Paraíso. Nada más dijeronHasta que vino el fin, pero la historiaNo dejará que muera la memoriaDe aquella tarde en que los dos murieron.Oh amigos, la inocencia de este amigoDe Jesucristo, ese candor que hizoQue pidiera y ganara el ParaísoDesde las ignominias del castigo,Era el que tantas veces al pecadoLo arrojó y al azar ensangrentado.


EL HACEDORADROGUÉNadie en la noche indescifrable temaQue yo me pierda entre las negras floresDel parque, donde tejen su sistemaPropicio a los nostálgicos amoresO al ocio de las tardes, la secretaAve que siempre un mismo canto afina,El agua circular y la glorieta,La vaga estatua y la dudosa ruina.Hueca en la hueca sombra, la cocheraMarca (lo sé) los trémulos confinesDe este mundo de polvo y de jazmines,Grato a Verlaiñe y grato a Julio Herrera.Su olor medicinal dan a la sombraLos eucaliptos: ese olor antiguoQue, más allá del tiempo y del ambiguoLenguaje, el tiempo de las quintas nombra.Mi paso busca y halla el esperadoUmbral. Su oscuro borde la azoteaDefine y en el patio ajedrezadoLa canilla periódica gotea.Duermen del otro lado de las puertas.Aquéllos que por obra de los sueñosSon en la sombra visionaria dueñosDel vastó ayer y de las cosas muertas.Cada objeto conozco de este viejoEdificio: las láminas de micaSobre esa piedra gris que se duplicaContinuamente en el borroso espejoY la cabeza de león que muerdeUna argolla y los vidrios de coloresQue revelan al niño los primoresDe un mundo rojo y de otro mundo verde.


842 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASMás allá del azar y de la muerteDuran, y cada cual tiene su historia,Pero todo esto ocurre en esa suerteDe cuarta dimensión, que es la memoria.En ella y sólo* en ella están ahoraLos patios y jardines. El pasadoLos guarda en ese círculo' vedadoQue a un tiempo abarca el véspero y la aurora.¿Cómo pude perder aquel precisoOrden de humildes y queridas cosas,Inaccesibles hoy como las rosasQue dio al primer Adán el Paraíso?El antiguo estupor de la elegíaMe abruma cuando pienso en esa casaY no comprendo cómo el tiempo pasa,Yo, que soy tiempo y sangre y agonía.'


EL HACEDOR 843ARTE POÉTICAMirar el río hecho de tiempo y aguaY recordar que el tiempo es otro río,Saber que nos perdemos como el ríoY que los rostros pasan como el agua.Sentir que la vigilia es otro sueñoQue sueña no soñar y que la muerteQue teme nuestra carne es esa muerteDe cada noche, que se llama sueño.Ver en el día o en el año un símboloDe los días del hombre y de sus años,Convertir el ultraje de los añosEn una música, un rumor y un símbolo,Ver en la muerte el sueño, en el ocasoUn triste oro, tal es la poesíaQue és inmortal y pobre. La poesíaVuelve como la aurora y el ocaso.A veces en las tardes una caraNos mira desde el fondo de un espejo;El arte debe ser como ese espejoQue nos revela nuestra propia cara.Cuentan que Ulises, harto de prodigios,Lloró de amor al divisar su ItacaVerde y humilde. El arte es esa ItacaDe verde eternidad, no de prodigios.También es como el río interminableQue pasa y queda y es cristal de un mismoHeráclito inconstante, que es el mismoY es otro, como el río interminable.


ÉsLMUSEO


EL HACEDOR 847DEL RIGOR EN LA CIENCIA... En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfecciónque el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad,y el mapa del imperio, toda una Provincia, Con el tiempo, esosMapas Desmesurados no satisfacieron y los Colegios de Cartógrafoslevantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño delImperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudiode la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieronque ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregarona las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertosdel Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadaspor Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquiade las Disciplinas Geográficas.Suáiez Miranda: VIAJES .DE VARONES PRU­DENTES, LIBRO CUARTO, CAP. XLV, LÉRIDA, 1658.


848 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASCUARTETAMurieron otros, pero ello aconteció en el pasado,Que es la estación (nadie lo ignora) más propicia a la muerte.;Es posible que yo, subdito de Yaqub Almansur,Muera como tuvieron que morir las rosas y Aristóteles?De DIVÁN DE ALMOTÁSIM ELMACREBÍ (siglo XII) .


EL HACEDOR 849LÍMITESHay una línea de Verlaine que no volveré a recordar,Hay una calle próxima que está vedada a mis pasos,Hay un espejo que me ha visto por última vez,Hay una puerta que he cerrado hasta el fin del mundoEntre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)Hay /alguno que ya nunca abriré.Este verano cumpliré cincuenta años;La muerte me desgasta, incesante.De INSCRIPCIONES (MONTEVIDEO,1923) , de Julio Platero Haedo.


850 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL POETA DECLARA SU NOMBRADÍAEl círculo del cielo mide mi gloria,Las bibliotecas del Oriente se disputan mis versos,Los emires me buscan para llenarme de oro la boca,Los ángeles ya saben de memoria mi último zéjel.Mis instrumentos de trabajo son la humillación y la angustia;Ojalá yo hubiera nacido muerto.Del DIVÁN DE ABULCÁSIM ELHADRAMÍ (siglo XII) .


üX HACEDOR 851EL ENEMIGO GENEROSOMagnus Barfod, en el año 1102, emprendió la conquista generalde los reinos de Irlanda; se dice que la víspera de su muerterecibió este saludo de Muirchertach, rey en Dublín:Que en tus ejércitos militen el oro y la tempestad, Magnus Barfod.Que mañana, en los campos de mi reino, sea feliz tu batalla.Que tus manos de rey tejan terribles la tela de la espada.Que sean alimento del cisne rojo los que se oponen a tu espada.Que te sacien de gloria tus muchos dioses, que te sacien de sangre.Que seas victorioso en la aurora rey que pisas a Irlanda.Que de ¿us muchos días ninguno brille como el día de mañana.Porque ese día será el último. Te lo juro, rey Magnus.Porque antes que se borre su luz, te venceré y te borraré, MagnusBarfod.DEL ANHANG ZUR HEIMSKRINGLA(1893) , de H. Gering.


852 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLE REGRETD'HÉRACLITE'Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nuncaAquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach.Gaspar Camerarius, en DFLICIAEPOETARUM BORUSSIAE, VII, 16.


EL HACEDOR 853IN MEMORIAM J. F. K.. Esta bala es antigua.En 1897 la disparó contra el presidente del Uruguay un muchachode Montevideo, Arredondo, que había pasado largo tiemposin ver a nadie, para que lo supieran sin cómplices. Treintaaños antes, el mismo proyectil mató a Lincoln, por obra criminalo mágica de un actor, a quien las palabras de Shakespearehabían convertido en Marco Bruto, asesino de César. Al promediarel siglo xvn, la venganza la usó para dar muerte a GustavoAdolfo de Suecia, en mitad de la pública hecatombe de unabatalla.Antes, la bala fue otras cosas, porque la transmigración pitagóricano sólo es propia de los hombres. Fue el cordón de sedaque en él Oriente reciben los vizires, fue la fusilería y las bayonetasque destrozaron a los defensores del Álamo, fue la cuchillatriangular que segó el cuello de una reina, fue los oscuros clavosque atravesaron la carne del Redentor y el leño de la Cruz, fueel veneno que el jefe cartaginés guardaba en una sortija de hierro,fue la serena copa que en un atardecer bebió Sócrates. •En el alba del tiempo fue la piedra que Caín lanzó contra Abely será muchas cosas que hoy ni siquiera imaginamos y que podránconcluir con los hombres y con su prodigioso y frágil destino.


854 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEPÍLOGOQuiera Dios que la monotonía esencial de esta miscelánea (queel tiempo ha compilado, no yo, y que admite piezas pretéritasque no me he atrevido a. enmendar, porque las escribí con otroconcepto de la literatura) sea menos evidente que la diversidadgeográfica o histórica de los temas. De cuantos libros he entregadoa la imprenta, ninguno, creo, es tari personal como esta colecticiay desordenada silva de varia lección, precisamente porqueabunda en reflejos y en interpolaciones. Pocas cosas me han ocurridoy muchas he leído. Mejor dicho: pocas cosas me han ocurridomás dignas de memoria que el pensamiento de Schopenhauer o lamúsica verbal de Inglaterra.Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largode los años puebla u¡n espacio con imágenes de provincias, de reinos,de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones,de instrumentos, de astros, de caballos y de personas.Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de lineastraza la imagen de su cara. ~Buenos Aires, 31 de octubre de 1960.J.L.B.


El otro, el mismo(1964)


) 857 (PRÓLOGODe los muchos libros de versos que mi resignación, mi descuidoy a veces mi pasión fueron borroneando, El otro, el mismo es elque prefiero. Ahí están el Otro poema de los dones, el Poema conjetural,Una Rosa y Milton, -y Junín, que si la parcialidad nome engaña, no me deshonran. Ahí están asimismo mis hábitos:Buenos Aires, el culto de los mayores, la germanistica, la contradiccióndel tiempo que pasa y de la identidad que perdura, miestupor de que el tiempo, nuestra substancia, pueda ser compartido.Este libro no es otra cosa que una compilación. Las piezasfueron escribiéndose para diversos moods y momentos, no parajustificar un volumen. De ahí las previsibles monotonías, la repeticiónde palabras y tal vez de lineas enteras. En su cenáculo dela calle Victoria, el escritor —llamémoslo así— Alberto Hidalgoseñaló mi costumbre de escribir la misma página-dos veces, convariaciones mínimas. Lamento haberle contestado que él era nomenos binario, salvo que en su caso particular la versión primeraera de otro. Tales eran los deplorables modales de aquella época,que muchos miran con nostalgia. Todos queríamos ser héroes deanécdotas triviales. La observación de Hidalgo era pista; AJexanderSelkirk no difiere notoriamente de Odisea, libro vigésimo tercero,El puñal, prefigura la milonga que he titulado Un cuchillo en elNorte y quizá el relato El encuentro. Lo extraño, lo que no acabode entender, es que mis segundas versiones, como ecos apagadose involuntarios, suelen ser inferiores a las primeras. En Lubbock,al borde del desierto,, una alta muchacha me preguntó si al escribirEl Golem, yo no había intentado una variación de Lasruinas circulares; le respondí que había tenido que atravesar todoel continente para recibir esa revelación, que era verdadera. Ambascomposiciones, por lo demás, tienen sus diferencias;. el soñadorsoñado está en una, la relación de la divinidad con el hombre yacaso la del poeta con la obra, en la que después redacté.Los idiomas del hombre son tradiciones que entrañan algo defatal. Los experimentos individuales son, de hecho, miniónos,salvo cuando el innovador se resigna a labrar un espécimen demuseo, un juego destinado a la discusión de los historiadores dela literatura o al mero escándalo, como el Finnegans Wake o lasSoledades. Alguna vez me atrajo la tentación de trasladar al castellanola música del inglés o del alemán; si hubiera ejecutadoesa aventura, acaso imposible, yo sería un gran poeta, como aquel


858 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASGarcilaso que nos dio la música de Italia, o como aquel anónimosevillano que nos dio la de Roma, o como Darío, que nos diola de Francia. No pasé de algún borrador urdido con palabrasde pocas sílabas, que juiciosamente destruí.Es curiosa la suerte del escritor. Al principio es barroco, vanidosamentebarroco, y al cabo de los años puede lograr, si son favorableslos astros, no la sencillez, que no es nada, sino la modestay secreta complejidad.Menos que las escuelas me ha educado una biblioteca —la demi padre—; pese a las vicisitudes del tiempo y de las geografías,creo no haber leído en vano aquellos queridos volúmenes. En elPoema conjetural se advertirá la influencia de los monólogosdramáticos de Robert Browning; en otros, la de Lugones y, asilo espero, la de Whitman. Al rever estas páginas, me he sentidomás cerca del modernismo que de las sectas ulteriores que sucorrupción engendró y que ahora lo niegan.Pater escribió que todas las artes propenden a la condiciónde la música, acaso porque en ella el fondo es la forma, ya que nopodemos referir una melodía como podemos referir las líneasgenerales de un cuento. La poesía, admitido ese dictamen, seriaun arte híbrido: la sujeción de un sistema abstracto de símbolos,el lenguaje, a fines musicales. Los diccionarios tienen la culpade ese concepto erróneo. Suele olvidarse que son repertorios artificiosos,muy posteriores a las lenguas que ordenan. La raíz dellenguaje es irracional y de carácter mágico. El danés que articulabael nombre de Thor o el sajón que articulaba el nombre deThunor no sabía si esas palabras significaban el dios del truenoo el estrépito que sucede al relámpago. La poesía quiere volvera esa antigua magia. Sin prefijadas leyes, obra de un modo vaci-,lante y osado, como si caminara en la oscuridad. Ajedrez misteriosola poesía, cuyo tablero y cuyas piezas cambian como en un sueñoy sobre el cual me inclinaré después de haber muerto.J. L. B.


EL OTRO, EL MISMO 859INSOMNIODe fierro,de encorvados tirantes de enorme fierro tiene que ser la noche,para que ño la revienten y la desfondenlas muchas cosas que rfris abarrotados ojos han visto,las duras cosas que insoportablemente la pueblan.Mi cuerpo ha fatigado los niveles, las temperaturas, las luces:en vagones de largo ferrocarril,en un banquete de hombres que se aborrecen,en el filo mellado de los suburbios,en una quinta calurosa de estatuas húmedas,en la noche repleta donde abundan el caballo y el hombre.El universo de esta noche tiene la vastedaddel olvido y la precisión de la fiebre.En vano quiero distraerme del cuerpoy del desvelo de un espejo incesanteque lo prodiga y que lo acechay de la casa que repite sus patiosy del mundo que sigue hasta un despedazado arrabalde callejones donde el viento se cansa y de barro torpe.En vano esperolas desintegraciones y los símbolos que preceden al sueño.Sigue la historia universal:los runtbos minuciosos de la muerte en las caries dentales,la circulación de mi sangre y de los planetas.(He odiado el agua crapulosa de un charco,he aborrecido en el atardecer el canto del pájaro.)Las fatigadas leguas incesantes del suburbio del Sur,leguas de pampa basurera y obscena, leguas de execración,no se quieren ir del recuerdo.Lotes anegadizos, ranchos en montón como perros, charcos deplata fétida:soy el aborrecible centinela de esas colocaciones inmóviles.


860 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASAlambre, terraplenes, papeles muertos, s<strong>obras</strong> de Buenos Aires.Creo esta noche en la terrible inmortalidad:ningún hombre ha muerto en el tiempo, ninguna mujer, ningúnmuerto,porque esta inevitable realidad de fierro y de barrotiene que atravesar la indiferencia de cuantos estén dormidos omuertos—au.nque se oculten en la corrupción y en los siglos—y condenarlos a vigilia espantosa.Toscas nubes color borra de vino infamarán el cielo;amanecerá en mis párpados apretados.Adrogué, 1936


EL OTRO, EL MISMO 861TWO ENGLISHPOEMSTo Beatriz BibiloniWebster de BullrichIThe useless dawn finds me in a deserted streetcorner; I haveoutlived the night.Nights are proud waves: darkblue topheavy waves laclen with all. hues of deep spoil, laden with things unlikely and desirable.Nights have a habit of mysterious gifts and refusals, of thingshalf given away, half withheld, of joys with a darkheníisphere. Nights act that way, I tell you.The surge, that night, left me the customary shreds and oddends: some hated friends to chat with, music for dreams,and the smoking oí bitter ashes. The things my hungryheart has no use for.The big wave brought you.Words, any words, your laughter; and you so lazily and incessuntlybeautiful. We talkecl and you have forgotten the words.The shattering dawn finds me in a deserted street of my city.Your profile turned away, the sounds that go to make your ñame,the Hit of your laughter: these are illustrious toys youhave left me.I turn them over in the dawn, I lose theni, I find them; 1 tellthem to the few stray dogs and to the few stray stars ofthe dawn.Your dark rich life.I must get at you, somehow: I put away those illustrious toysyou have left me, Iwant your hidden look, your real smile—that lonely, mocking smile your cool mirror knows.What can I hold you with?1 offer you lean streets, desperáte sunsets, the moon of the raggedsuburbs.1 offer you the bitterness oí a man who has looked long and longat the lonely moon.II


862 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASI offer you my ancestors, my dead men, the ghosts that living menhave honoured in marble: my father's father killed in thefrontier of Buenos Aires, two bullets through his lungs,bearded and dead, wrapped by his soldiers in the hideof a cow; my mother's grandfather — just twentyfour—heading a charge of three hundred men in Perú, nowghosts on vanished horses.I offer you whatever insight my books -may hold, whatever manlinessor humour my life.I offer you the loyalty of a man who has never been loyal.I offer you that kernel of myself that I have saved, somehow —thecentral heart that deals not in words, traffics not withdreams and is untouched by time, by joy, by adversities.. I offer you the memory of a yellow rose seen at sunset, yearsbefore you were born.I offer you explanations of yourself, theories about yourself,authentic and surprising news of yourself.I can give you my loneliness, my darkness, the hunger of myheart; • I am trying to bribe you with uncertainty, withdanger, with defeat,1954


EL OTRO, EL MISMO 863LA NOCHE CÍCLICAA SylvinaBullrichLo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:Los astros y los hombres vuelven cíclicamente;Los átomos fatales repetirán la urgenteAfrodita de oro, los tebanos, las ágoras.En edades futuras oprimirá el centauroCon el casco solípedo el pecho del lapita;Cuando Roma sea polvo, gemirá en la infinitaNoche de su palacio fétido el minotauro.Volverá toda noche de insomnio: minuciosa.La mano que esto escribe renacerá del mismoVientre. Férreos ejércitos construirán el abismo.(David Hume de Edimburgo dijo la misma cosa.)No sé si volveremos en un ciclo segundo*Como vuelven las cifras de una fracción periódica;Pero sé que una oscura rotación pitagóricaNoche a noche me deja en un lugar del mundo.Que es de los arrabales. Una esquina remotaQue puede ser del norte, del sur o del oeste,Pero que tiene siempre una tapia celeste,Una higuera sombría y una vereda rota.Ahí está Buenos Aires. El tiempo que a los hombresTrae el amor o el oro, a mí apenas me dejaEsta rosa apagada, esta vana madejaDe calles que repiten los pretéritos nombresDe mi sangre: Laprida, Cabrera, Soler, Suárez. . .Nombres en que retumban (ya secretas) las dianas,Las repúblicas, los caballos y las mañanas,Las felices victorias, las muertes militares.Las plazas agravadas por la noche sin dueñoSon los patios profundos de un árido palacio


864 - JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASY las calles unánimes que engendran el espacioSon corredores de vago miedo y de sueño.Vuelve la noche cóncava que descifró Anaxágoras;Vuelve a mi carne humana la eternidad constanteY el recuerdo ¿el proyecto? de un poema incesante:"Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras. . ."1940


El, OTRO, EL MISMO 865DEL INFIERNO Y DEL CIELOEJ Infierno de Dios no necesitael esplendor del fuego. Cuando el JuicioUniversal retumbe en las trompetasy la tierra publique sus entrañasy resurjan del polvo las nacionespara acatar la Boca inapelable,los ojos no verán los nueve círculosde la montaña inversa; ni la pálidapradera de perennes asfódelosdonde la sombra del arquero siguela sombra de la corza, eternamente;ni la loba de fuego que en el ínfimopiso de los infiernos musulmanes.es anterior a Adán y a los castigos;ni violentos metales, ni siquierala visible tiniebla de Juan Milton.No oprimirá un odiado laberintode triple hierro y fuego dolorosolas atónitas almas de los reprobos.Tampoco el fondo de los años guardaun remoto jardín. Dios no requierepara alegrar los méritos del justo,orbes de luz, concéntricas teoríasde tronos, potestades, querubines,ni el espejo ilusorio de la músicani las profundidades de la rosani el esplendor aciago de uno solode Sus tigres, ni la delicadezade un ocaso amarillo en el desiertoni el antiguo, natal sabor del agua.En Su misericordia no hay jardinesni luz de una esperanza o de un recuerdo.En el cristal de un sueño he vislumbradoel Cielo y el Infierno prometidos:cuando el Juicio retumbe en las trompetasúltimas y el planeta milenariosea obliterado y bruscamente cesen


866 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS¡oh Tiempo! tus efímeras pirámides,los colores y líneas del pasadodefinirán en la tiniebla un rostrodurmiente, inmóvil, fiel, inalterable(tal vez el de la amada, quizá el tuyo)y la contemplación de ese inmediatorostro incesante, intacto, incorruptible,será para los reprobos, Infierno;para los elegidos, Paraíso.1942


EL OTRO, EL MISMO 867POEMA CONJETURALEl doctor Francisco Laprida, asesinado el tita22 de setienúbre de 1829 por los montonerosde Aldao, piensa antes de morir:Zumban las balas en la tarde última-Hay viento y hay cenizas en el viento,se dispersan el día y la batalladeforme, y la victoria es de los otros.Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.Yo, que estudié las leyes y los cánones,yo, Francisco Narciso de Laprida,cuya voz declaró la independenciade .estas crueles provincias, derrotado,de sangre y de sudor manchado el rostro,sin esperanza ni temor, perdido,huyo hacia el Sur por arrabales últimos.Como aquel capitán del Purgatorioque, huyendo a pie y ensangrentando el llano,fue cegado y tumbado por la muertedonde un oscuro río pierde el nombre,así habré de caer. Hoy es el término.La noche lateral de los pantanosme acecha y me demora. Oigo los cascosde mi caliente muerte que me buscacon jinetes, con belfos y con lanzas.Yo que anhelé ser otro, ser un hombrede sentencias, de libros, de dictámenes,a cielo abierto yaceré entre ciénagas;pero me endiosa el pecho inexplicableun júbilo secreto. Al fin me encuentrocon mi destino sudamericano.A esta ruinosa tarde me llevabael laberinto múltiple de pasosque mis días tejieron desde un díade la niñez. Al fin he descubiertola recóndita clave de mis años,la suerte de Francisco de Laprida,la letra que faltaba, la perfecta


868 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASforma que supo Dios desde el principio.En el espejo de esta noche alcanzomi insospechado rostro eterno. El círculose va a cerrar. Yo aguardo que así sea.Pisan mis pies la sombra de las lanzasque me buscan. Las befas de mi muerte,los jinetes, las crines, los caballos,se ciernen sobre mí. . . Ya el primer golpe,ya el duro hierro que me raja el pecho,el íntimo cuchillo en la garganta.1943


EL OTRO, EL MISMO 869POEMA DEL CUARTO ELEMENTOEl dios a quien un hombre de la estirpe de AtreoApresó en tina playa que el bochorno lacera,Se convirtió en león, en dragón, en pantera,En un árbol y en agua. Porque el agua es Proteo.Es la nube, la irrecordable nube, es la gloriaDel ocaso que ahonda, rojo, los arrabales;Es el Maelstróm que tejen los vórtices glaciales,Y la lágrima inútil que doy a tu memoria..Fue, en las cosmogonías, el origen secretoDe la tierra que nutre, del luego que devora,De los dioses que rigen el poniente y la aurora.(Así lo afirman Séneca y Tales de Mileto.)El mar y la moviente montaña que destruyeA la nave de hierro sólo son tus anáforas,Y el tiempo irreversible que nos hiere y que huye,Agua, no es otra cosa que una de tus metáforas.Fuiste, bajo ruinosos vientos, el laberintoSin muros ni ventana, cuyos caminos grisesLargamente desviaron al anhelado Ulises,A la Muerte segura y al Azar indistinto.Brillas como las crueles hojas de los alfanjes,Hospedas, como el sueño, monstruos y pesadillas.Los lenguajes del hombre te agregan maravillasY tu fuga se llama el Eufrates o el Ganges.(Afirman que es sagrada el agua del postrero,Pero como los mares urden oscuros canjesY el planeta es poroso, también es verdaderoAfirmar que todo hombre se ha bañado en el Ganges.)


870 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASDe Quincey, en el tumulto de los sueños, ha vistoEmpedrarse tu océano 1 de rostros, de naciones;Has aplacado el ansia de las generaciones,Has lavado la carne de mi padre y de Cristo.Agua, te lo suplico. Por este soñolientoEnlace de numéricas palabras que te digo,Acuérdate de Borges, tu nadador, tu amigo.No faltes a mis labios en el postrer momento.


EL OTRO, EL MISMO 871A UN POETA MENOR DE LA ANTOLOGÍA¿Dónde está la memoria de los díasque fueron tuyos en la tierra, y tejierondicha y dolor y fueron para ti el universo?El río numerable de los añoslos ha perdido; eres una palabra en un índice.Dieron a otros gloria interminable los dioses,inscripciones y exergos y monumentos y puntuales historiadores;de ti sólo sabemos, oscuro amigo,que oíste al ruiseñor, una tarde.Entre los asfódelos de la sombra, tu vana sombrapensará que los dioses han sido avaros.Pero los días son una red de triviales miserias,¿y habrá suerte mejor que la cenizade que está hecho el olvido?Sobre otros arrojaron los diosesla inexorable luz de la gloria, que mira las entrañas y enumeralas grietas,de la gloria, que acaba por ajar la rosa que venera;contigo fueron más piadosos, hermano.En el éxtasis de un atardecer que no será una noche,oyes la voz del ruiseñor de Teócrito.


872 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASPÁGINA PARA RECORDAR AL CORONELSUÁREZ, VENCEDOR EN JUNÍNQué importan las penurias, el destierro,la humillación de envejecer, la sombra .crecientedel dictador sobre la patria, la casa en el Barrio del Altoque vendieron sus hermanos mientras guerreaba, los días inútiles(los días que uno espera olvidar, los días que uno sabe queolvidará),si tuvo su hora alta, a caballo,en la visible pampa de Junín como en un escenario para elfuturo,como si el anfiteatro de montañas fuera el futuro.Qué importa el tiempo sucesivo si en élhubo una plenitud, un éxtasis, una tarde.Sirvió trece años en las guerras de América. Al fin la suerte lollevó al Estado Oriental, a campos del Río Negro.En los atardeceres pensaríaque para él había florecido esa rosa:la encarnada batalla de Junín, el instante infinitoen que las lanzas se tocaron, la orden que movió la batalla,la derrota inicial, y entre los fragores(no menos brusca para él que para la tropa)su voz gritando a los peruanos que arremetieran,la luz, el ímpetu y la fatalidad de la carga,el furioso laberinto de los ejércitos,la batalla de lanzas en la que no retumbó un solo tiro,el godo que atravesó con el hierro,la victoria, hr felicidad, la fatiga, un principio de sueño,y la gente muriendo entre los pantanos,y Bolívar pronunciando palabras sin duda históricasy el sol ya occidental y el recuperado sabor del agua y del vino,y aquel muerto sin cara porque la pisó y borró la batalla. . .Su bisnieto escribe estos versos y una tácita vozdesde lo antiguo de la sangre le llega:


EL OTRO, EL MISMO 873—Qué importa mi batalla de Junín si es una gloriosa memoria,una fecha que se aprende para un examen o un lugar en el atlas.La batalla es eterna y puede prescindir de la pompade visibles ejércitos con clarines;Junín son dos civiles que en una esquina maldicen a un tirano,o un hombre oscuro que se muere en la cárcel.1953


874 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASMATEO, XXV, 30El primer puente de Constitución y a mis piesFragor de trenes que tejían laberintos de hierro.Humo y silbatos escalaban la noche,Que de golpe fue el Juicio Universal. Desde el invisible horizonteY desde el centro de mi ser, una voz infinitaDijo estas cosas (estas cosas, no estas palabras,Que son mi pobre traducción temporal de una sola palabra) :—Estrellas, pan, bibliotecas orientales y occidentales,Naipes, tableros de ajedrez, galerías, claraboyas y sótanos,Un cuerpo humano para andar por la tierra,Uñas que crecen en la noche, en la muerte,Sombra que olvida, atareados espejos que multiplican,Declives de la música, la más dócil de las formas del tiempo.Fronteras del Brasil y del Uruguay, caballos y mañanas,Una pesa de bronce y un ejemplar de la Saga de tírettir,Álgebra y fuego, la carga de Junín en tu sangre,Días más populosos que Balzac, el olor de la madreselva,Amor y víspera de amor y recuerdos intolerables,El sueño como un tesoro enterrado, el dadivoso azarY la memoria, que el hombre no mira sin vértigo,Todo eso te fue dado, y tambiénEl antiguo alimento de los héroes:La falsía, la derrota, la humillación.En vano te hemos prodigado el océano,En vano el sol, que vieron los maravillados ojos de Whitman;Has gastado los años y te han gastado,Y todavía no has escrito el poema.1953


EL OTRO, EL MISMO 875UNA BRÚJULATodas las cosas son palabras del ,Idioma en que Alguien o Algo, noche y día,Escribe esa infinita algarabíaQue es la historia del mundo. En su tropelPasan Gartago y Roma, yo, tú, él, •Mi vida que no entiendo, esta agoníaDe ser enigma, azar, criptografíaY toda la discordia de Babel.Detrás del nombre hay lo que no se nombra;Hoy he sentido gravitar su sombraEn esta aguja azul, lúcida y leve,A Esther Zemborain de- TorraOue hacia el confín de un mar tiende su empeño,Con algo de reloj visto en un sueñoY algo de ave dormida que se mueve.


876 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASUNA LLAVE EN SALÓNICAAbarbanel, Farías o Pinedo,Arrojados de España por impíaPersecución, conservan todavíaLa llave de una casa de Toledo.Libres ahora de esperanza y miedo,Miran la llave al declinar el día;En el bronce hay ayeres, lejanía,Cansado brillo y sufrimiento quedo.Hoy que su puerta es polvo, el instrumentoEs cifra de la diáspora y del viento,Afín a esa otra llave del santuarioQue alguien lanzó al azul, cuando el romanoAcometió con fuego temerario,Y que en el cielo recibió una mano.


EL OTRO, EL MISMO 877UN POETA DEL SIGLO XIIIVuelve a mirar los arduos borradoresDe aquel primer soneto innominado,La página arbitraria en que ha mezcladoTercetos y cuartetos pecadores.Lima con lenta pluma sus rigoresY se detiene. Acaso le ha llegadoDel porvenir y de su horror sagradoUn rumor de remotos ruiseñores.¿Habrá sentido que no estaba soloY que el arcano, el increíble ApoloLe había revelado un arquetipo,Un ávido cristal que apresaríaCuanto la noche cierra o abre el día:Dédalo, laberinto, enigma, Edipo?


JORGE LUIS BORGES—OBRASCOMPLETASUN SOLDADO DE URBINASospechándose indigno de otra hazañaComo aquélla en el mar, este soldado,A sórdidos oficios resignado,Erraba oscuro por su dura España.Para borrar o mitigar la sañaDe lo real, buscaba lo soñadoY le dieron un mágico pasadoLos ciclos de Rolando y de Bretaña.Contemplan.., hundido el sol, el anchoCampo en que dura un resplandor de cobre;Se creía acabado, solo y pobre,Sin saber de qué música era dueño;Atravesando el fondo de algún sueño,Por él ya andaban dori Quijote y Sancho.


EL OTRO, EL MISMO 879LÍMITESDe estas calles que ahondan el poniente,Una había (no sé cuál) que he recorridoYa por última vez, indiferenteY sin adivinarlo, sometidoA Quién prefija omnipotentes normasY una secreta y rígida medidaA las sombras, los sueños y las formasQue destejen y tejen esta vida.Si para todo hay término y hay tasaY última vez y nunca más y olvido¿Quién nos dirá de quién, en esta casa,Sin saberlo, nos hemos despedido?Tras el cristal ya gris la noche cesaY del alto de libros que una truncaSombra dilata por la vaga mesa,Alguno habrá que no leeremos nunca.Hay en el Sur más de un portón gastadoCon sus jarrones de mamposteríaY tunas, que a mi paso está vedadoComo si fuera una litografía.Para siempre cerraste alguna puertaY hay un espejo que te aguarda en vano;La encrucijada te parece abiertaY la vigila, cuadrifronte, Jano.Hay, entre todas tus memorias, unaQue se ha perdido irreparablemente;No te verán bajar a aquella fuenteNi el blanco sol ni la amarilla luna.No volverá tu voz a lo que el persaDijo en su lengua de aves y de rosas,Cuando al ocaso, ante la luz dispersa,Quieras decir inolvidables cosas.


880 JORGE LUIS JORGES—OBRAS COMPLETAS¿Y el incesante Ródano y el lago,Todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?Tan perdido estará como CartagoQue con fuego y con sal borró el latinó.Creo en el alba oír un atareadoRumor de multitudes que se alejan;Son lo que me ha querido y olvidado;Espacio y tiempo y Borges ya me dejan.


' EL OTRO, EL MISMO 881BALTASAR GRACIÁNLaberintos, retruécanos, emblemas,Helada y laboriosa nadería,Fue para este jesuíta la poesía,Reducida por él a estratagemas.No hubo música en su alma; sólo un vanoHerbario de metáforas y arguciasY la veneración de las astuciasY el desdén de lo humano y sobrehumano.No lo movió la antigua voz de HomeroNi esa, de plata y luna, de Virgilio;No vio al fatal Edipo en el exilioNi a Cristo que se muere en un madero.A las claras estrellas orientalesQue palidecen en la vasta aurora,Apodó con palabra pecadoraGallinas ele los campos celestiales.Tan ignorante del amor divinoComo del otro que en las bocas arde,Lo sorprendió la Pálida una tardeLeyendo las estrofas del Marino.Su destino ulterior no está en la historia;Librado a las mudanzas de la impuraTumba el polvo que ayer fue su figura,El alma de Gracián entró en la gloria.¿Qué habrá sentido al contemplar de frenteLos Arquetipos y los Esplendores?Quizá lloró y se dijo: VanamenteBusqué alimento en sombras y en errores.


882 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS¿Qué sucedió cuando el inexorableSol de Dios, La Verdad, mostró su fuego?Quizá la luz de Dios lo dejó ciegoEn mitad'de la gloria interminable.Sé de otra conclusión. Dado a sus temasMinúsculos, Gracián no vio la gloriaY sigue resolviendo en la memoriaLaberintos, retruécanos y emblemas.


EL OTRO, EL MISMO 883UN SAJÓN(449 A. D.)Ya se había hundido la encorvada luna;Lento en el alba el hombre rubio y rudoPisó con receloso pie desnudoLa arena minuciosa de la duna.Más allá de la pálida bahía,Blancas tierras miró y negros alcores,En esa hora elemental del díaEn que Dios no ha creado los colores.Era tenaz. Obraron su fortunaRemos, redes, arado, espada, escudo;La dura mano que guerreaba' pudoGrabar con hierro una porfiada runa.De una tierra de ciénagas veníaA ésta que roen los pesados mares;Sobre él se abovedaba como el díaEl Destino, y también sobre sus lares,Woden o Thunor, que con torpe manoEngalanó de trapos y de clavosY en cuyo altar sacrificó al arcanoCaballos, perros, pájaros y esclavos.Para cantar memorias o alabanzasAmonedaba laboriosos nombres;La guerra era el encuentro de los hombresY también el encuentro de las lanzas.Su mundo era de magias en los mares,Dé reyes y de lobos y del HadoQue no perdona y del horror sagradoQue hay en el corazón de los pinares.


884 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASTraía las palabras esencialesDe una lengua que el tiempo exaltaríaA música de Shakespeare: noche, día,Agua, fuego, colores y metales,Hambre, sed, amargura, sueño, guerra,Muerte y los otros hábitos humanos;En arduos montes y en abiertos llanos,Sus hijos engendraron a Inglaterra.


EL GIRO, £L MtSMO 885EL GOLEMSi (como el griego afirma en el Cratilo)El nombre es arquetipo de la cosa,En las letras de rosa está la rosaY todo el Nilo en la palabra Nilo.Y, hecho de consonantes y vocales,Habrá un terrible Nombre, que la esenciaCifre de Dios y que la OmnipotenciaGuarde en letras y silabas cabales.Adán y las estrellas lo supieronEn el jardín. La herrumbre del.pecado(Dicen los cabalistas) lo ha borradoY las generaciones lo perdieron:Los artificios y el candor del hombreNo tienen fin. Sabemos que hubo un díaEn que el pueblo de Dios buscaba el NombreEn las vigilias de la judería.No a la manera de otras que una vagaSombra insinúan en la vaga historia,Aún está verde y viva la memoriaDe Judá León, que era rabino en Praga.Sediento de saber lo que Dios sabe,Judá León se dio a permutacionesde letras y a complejas variacionesY al fin pronunció el Nombre.que es la Clave,La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,Sobre un muñeco que con torpes manoslabró, para enseñarle los arcanosDe las Letras, del Tiempo y del Espacio.


886 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEl simulacro alzó los soñolientosPárpados y vio formas y coloresQue no, entendió, perdidos en rumoresY ensayó temerosos movimientos.Gradualmente se vio (como nosotros)Aprisionado en esta red sonorade Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.(El cabalista que ofició de numenA la vasta criatura apodó Golem;Estas verdades las refiere ScholemEn un docto lugar de su volumen.)El rabí le explicaba el universo"Esto es mi pie; esto el tuyo; esto la soga."Y logró, al cabo de años, que .el perversoBarriera bien o mal la sinagoga-Tal vez hubo un error en la grafíaO en la articulación del Sacro Nombre;A pesar de tan alta hechicería,No aprendió a hablar el aprendiz de hombre.Sus ojos, menos de hombre que de perroY harto menos de perro que de cosa,Seguían al rabí por la dudosapenumbra de las piezas del encierro.Algo anormal y tosco hubo en el Golem,Ya que a su paso el gato del rabinoSe escondía. (Ese gato no está en ScholemPero, a través del tiempo, lo adivino.)Elevando a su Dios manos filiales,Las devociones de su Dios copiabaO, estúpido y sonriente, se ahuecabaEn cóncavas zalemas orientales.El rabí lo miraba con ternuraY con algún horror. ¿Corno (se dijo)Pude engendrar este penoso hijoY la inacción dejé, que es la cordura?


EL OTRO, EL MISMO 887¿Por qué di en agregar a la infinitaSerie un símbolo más? ¿Por qué a la vanaMadeja que en lo eterno se devana,Di otra causa, otro efecto y otra cuita?En la hora de angustia y de luz vaga,En su Golem los ojos detenía.¿Quién nos dirá las cosas que sentíaDios, al mirar a su rabino en Praga?1958


JORGE LUIS BORGES—OBRASCOMPLETASEL TANGO¿Dónde estarán? pregunta la elegíaDe quienes ya no son, como si hubieraUna región en que el Ayer pudieraSer el Hoy, el Aún y el Todavía.(¡Dónde estará (repito) el malevajeQue fundó en polvorientos callejonesDe tierra o en perdidas poblacionesLa secta del cuchillo y del coraje?¿Dónde estarán aquellos que pasaron.Dejando a la epopeya un episodio,Una fábula al tiempo, y que sin odio,Lucro o pasión de amor se acuchillaron?Los busco en su leyenda, en la postreraBrasa que, a modo de una vaga rosa,Guarda algo de esa chusma valerosaDe los Corrales y de Balvanera,¿Qué oscuros callejones o qué yermoDel otro mundo habitará la duraSombra de aquel que era una sombra oscura,Muraña, ese cuchillo de Palermo?¿Y ese Iberra fatal (de quien los santosSe apiaden) que en un puente de la vía,Mató a su hermano el Ñato, que debíaMás muertes que él, y así igualó los tantos?Una mitología de puñaleslentamente se anula en el olvido;Una canción de gesta se ha perdidoEn sórdidas noticias policiales.Hay otra brasa, otra candente rosaDe la ceniza que los guarda enteros;Ahí están los soberbios cuchillerosY el peso de la daga silenciosa.


EL OTRO, EL MISMO 88*9Aunque la daga hostil o esa otra daga,El tiempo, los perdieron en el fango,Hoy, más allá del tiempo y de la aciagaMuerte, esos muertos viven en el tango.En la música están, en el cordajeDe la terca guitarra trabajosa,Que trama en la milonga venturosaLa fiesta y la inocencia del coraje.Gira en el hueco la amarilla ruedaDe caballos y leones, y oigo el ecoDe esos tangos de Arólas y de GrecoQue yo he visto bailar en la vereda,En un instante que hoy emerge aislado,Sin antes ni después, contra el olvido,Y que tiene el sabor de lo perdido,De lo perdido y lo recuperado.En Jos acordes hay antiguas cosas:El otro patio y la entrevista parra.(Detrás de las paredes recelosasEl Sur guarda un puñal y una guitarra.)Esa ráfaga, el tango, esa diablura,Los atareados años desafía;Hecho de polvo y tiempo, el hombre duraMenos que la liviana melodía,Que sólo es tiempo. El tango crea un turbioPasado irreal que de algún .modo es cierto,El recuerdo imposible de haber muertoPeleando, en una esquina del suburbio.


890 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL OTROEn el primero de sus largos milesDe hexámetros de bronce invoca, el griegoA la ardua musa o a un arcano fuego-Para cantar la cólera de Aquiles.Sabía que otro —un Dios— es el que hiereDe brusca luz nuestra labor oscura;Siglos después diría la EscrituraQue el Espíritu sopla donde quiere.La cabal herramienta a su elegidoDa el despiadado dios que no se nombra:A Milton las paredes de la sombra,El destierro a Cervantes y el olvido.Suyo es lo que perdura en la memoriaDel tiempo secular. Nuestra la escoria.


EL OTRO, EL MISMO 891UNA ROSA Y MILTONDe las generaciones de las rosasQue en el fondo del tiempo se han perdidoQuiero que una se salve del olvido,Una sin marca o signo entre las cosasQue fueron. El destino me deparaEste don de nombrar por vez primeraEsa flor silenciosa, la postreraRosa que Milton acercó a su cara,Sin verla. Oh tú bermeja o amarillaO blanca rosa de un jardín borrado,Deja mágicamente tu pasadoInmemorial y en este verso brilla,Oro, sangre o marfil o tenebrosaComo en sus manos, invisible rosa.


892 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLECTORESDe aquel hidalgo de cetrina y secaTez y de heroico afán se conjeturaQue, en vísp'era perpetua de aventura,No salió nunca de su biblioteca.La crónica puntual que sus empeñosNarra y sus tragicómicos desplantesFue soñada por él, no por Cervantes,Y no es más que una crónica de sueños.Tal es también mi suerte. Sé que hay algoInmortal y esencial que he sepultadoEn esa biblioteca del pasadoEn que leí la historia del hidalgo..Las lentas hojas vuelve un niño y graveSueña con vagas cosas que no sabe.


EL OTRO, EL MISMO 893JUAN, I, 14Refieren las historias orientalesLa de aquel rey del tiempo, que sujetoA tedio y esplendor, sale en secretoY solo, a recorrer los arrabalesY a perderse en. la turba de las gentesDe rudas manos y de oscuros nombres;Hoy, como aquel Emir de los Creyentes,Harún, Dios quiere andar entre los hombresY nace de una madre, como nacenLos linajes que en polvo se deshacen,Y le será entregado el orbe entero, •Aire, agua, pan, mañanas, piedra y lirio,Pero después la sangre del martirio,El escarnio, los clavos y el madero.


894 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL DESPERTAREntra la luz y asciendo torpementeDe los sueños al sueño compartidoY las cosas recobran su debidoY esperado lugar y en el presenteConverge abrumador y vasto el vagoAyer: las seculares migracionesDel pájaro y del hombre, las legionesQue el hierro destrozó, Roma y Cartago.Vuelve también la cotidiana historia:Mi voz, mi rostro, mi temor, mi suerte.¡Ah, si aquel otro despertar, la muerte,Me deparara un tiempo sin memoriaDe mi nombre y de todo lo que he sido!¡Ah, si en esa mañana hubiera olvido!


EL OTRO, EL MISMOA QUIEN YA NO ES JOVENYa puedes ver el trágico escenarioY cada cosa en el lugar debido;La espada y la ceniza para DidoY la moneda para Belisario.¿A qué sigues buscando en el brumosoBronce de los hexámetros la guerraSi están aquí los siete pies de tierra,La brusca sangre y el abierto foso?Aquí te acecha el insondable espejoQue soñará y olvidará el reflejoDe tus postrimerías y agonías.Ya te cerca lo último. Es la casaDonde tu lenta y breve tarde pasaY la calle que ves todos los días.


896 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASALEXANDER SELKIRKSueño que el mar, el mar aquél, me encierraY del sueño me salvan las campanasDe Dios, que santifican las mañanasDe estos íntimos campos de Inglaterra.Cinco años padecí mirando eternasCosas de soledad y de infinito,Que ahora son esa historia que repito,Ya como una obsesión, en las tabernas.Dios me ha devuelto al mundo de los hombres,A espejos, puertas, números y nombres,Y ya, no soy aquél que eternamenteMiraba el mar y su profunda estepa¿Y cómo haré para que ese otro sepaQue estoy aquí, salvado, entre mi gente?


EL OTRO, EL MISMO 897ODISEA, LIBRO VIGÉSIMO TERCEROYa la espada de hierro ha ejecutadoLa debida labor de la venganza;Ya los ásperos dardos y la lanzaLa sangre del perverso han prodigado.A despecho de un dios y de sus maresA su.reino y su reina ha vuelto Ulises,A despecho de un dios y de los grisesVientos y del estrépito de Ares.Ya en el amor del compartido lechoDuerme la clara reina sobre el pechoDe su rey pero ¿dónde está aquel hombreQue en los días y noches del destierroErraba por el mundo como un perroY decía que Nadie era su nombre?


1\898 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS,£LLos ojos de tu carne ven el:brilloDel insufrible sol, tu carne toea.: ;... •Polvo disperso o apretada roca; •. : • 'Él es la luz, lo negro y lo amarillo;,Es y los ve. Desde incesantes ojos ¡Te mira y es los ojos que un reflejoIndagan y los ojos del espejo.Las negras hidras y los tigres rojos..No le basta crear. Es cada unaDe Jascriaturas de Su extraño mundo:Las porfiadas raíces del profundo. ¡Cedro y las mutaciones de la luna. ,v\;.•Me llamaban Gaín. Por mí el Eterno-Sabe el sabor del .fuego del infierno.i


' EL OTRO, EL MISMO 899SARMIENTONo lo abruman el mármol y la gloria. •Nuestra: asidua retórica no limaSu áspera realidad. Las aclamadasFechas ;de centenarios y de fastosNo hacen, que este hombre solitario'seaMenos que un hombre. No es un eco aitíguoQue la cóncava fama multiplicaO, corrió éste o aquél, un blanco símboloQue pueden manejar las dictaduras.Es él. .Es el testigo de la patria,El que ve nuestra infamia y nuestra gloria;La luz de Mayo y el horror de Rosas '. •* •'Y el otrovhórror y los secretos díasDel minucioso porvenir. Es alguienQue sigue odiando, amando y combatiendo.Sé que en aquellas albas de setiembreQue nadie olvidará y que nadie puedeContar, lo hemos sentido. Su obstinadoAmor quiere salvarnos. Noche y díaCamina entre los hombres, que le pagan(Porque no ha muerto) su jornal de injuria;;O de veneraciones. AbstraídoEn su larga visión como en un mágicoCristal que a un tiempo encierra las tres cuasDel tiempo que es después, antes, ahc; a,Sarmiento el soñador sigue soñándonos


900 JORGE LUIS BORGES—OPRAS COMPLETASA UN POETA MENOR DE ios»yDejar, ün verso para la hora tristeQue e- el confín del día nos acecha.Ligar tu nombre a su doliente fechaDe oro y de vaga sombra. Éso quisiste.¡Con qué pasión, al declinar el día,Trabajarías el extraño versoQue, hasta la dispersión del universo,La hora de extraño azul confirmaría!No sé si lo lograste ni siquiera,Vago hermano mayor, si has existido,Pero estoy solo y quiero que el olvidoRestituya a los días tu ligeraSombra para éste ya cansado alardeDe unas palabras en que esté la tarde.


EL OTRO, EL MISMO 901TEXASAquí también. Aquí, como en el otroConfín del continente, el infinitoGampo en que muere solitario el grito;Aquí también el indio, el lazo, el potroiAquí también el pájaro secretoQue sobre los fragores de la historiaCanta para una tarde y su memoria;Aquí también el místico: alfabetoDe los astros, que hoy dictan a mi cálamoNombres que el incesante laberintoDe los días no arrastra: San JacintoY esas otras Termopilas, el Álamo.Aquí también esa desconocidaY ansiosa y breve cosa que es la vida.-


902 JORGÍ: LUIS BORGES— OBRAS COMPLETASCOMPOSICIÓN ESCRITA EN UN EJEMPLARDE LA GESTA DI BEOWULFA veces me pregunto qurazones!Me mueven a estudiar sin esperanza •De precisión, mientras mi noche avanza.La lengua de los ásperos .sajones. 1/ ;,:.Gastada por; los años la memoriaDeja caer la en vano repetidaPalabra y es asi como mi vida •••••Teje y desteje su cansada historia..Será (me digo entonces) que de un modoSecreto y suficiente el alma sabe.:Que es inmortal y que su vasto y graveCírculo abarca'todo y puede todo.Más allá de este afán y de este verso^Me aguarda inagotable el universo.


EL OTRO, EL MISMO , ;903HENGISTCYN1NGEPITAFIO DEL REYBajo la piedra yace el cuerpo de HengistQue fundó en estas islas el,primer reinoDe la estirpe de Odín >Y sació el hambre de las águilas.HABLA EL REYNo sé qué runas habrá marcado el hierro en la piedraPero mis palabras son éstas:Bajo los cielos yo fui Hengist el mercenario.Vendí mi fuerza y mi coraje a los reyesDe las regiones 5 del ocaso que lindanCon el mar que se llama,....•;-.El Guerrero Armado de. Lanza,Pero la fuerza y el coraje no sufrenQue las vendan los hombresY así, después de haber acuchillado en el NorteA los enemigos del rey britano,Le quité la luz y,la vida.Me place el reino' que gané con la espada;Hay ríos para el remo y; para la redY largos veranosY tierra para el arado y, para la haciendaY britahos para trabajarlaY ciudades de piedra que entregaremosA la desolación,Porque las habitan los muertos.Yo sé que a mis espaldasMe tildan de traidor los britanos,Pero yo he sido fiel a mi valentíaY no he confiado mi destino a los otrosY ningún hombre se animó a traicionarme.


yoé JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASFRAGMENTOUna espada,Una espada de hierro forjada en el frío del alba,Una espada con runas?Que nadie podrá desoír ni descifrar del todo,Una espada del Báltico que será cantada en Nortumbria,Una espada que los poetasIgualarán al hielo y al fuego,Una espada que un rey dará a otro reyY este rey a un sueño*Una espada que será lealHasta una hora que ya sabe el Destino,Una espada que iluminará la batalla.Una espada para la manoQue regirá la hermosa batalla, el tejido de hombres,Una espada para la mano 'Que enrojecerá los dientes del loboY el despiadado pico del cuervo,Una espada para la manoQue prodigará- el oró rojo,Una espada para la manoQue dará muerte a la serpiente en su lecho de oro,Una espada para la manoQue ganará un reino y perderá un reino,Una espada para la manoQue derribará la selva de lanzas.Una espada para la mano de Beowulf.


EL OTRO, EL MISMO 905"A UNA ESPADA EN YORK MINSTEREn su hierro perdura el hombre fuerte,Hoy polvo de planeta, que en las guerras...De ásperos mares y arrasadas tierrasLo esgrimió, vano al fin, contra la muerte.Vana también la muerte. Aquí está el hombreBlanco y feral que de Noruega vino,Urgido por el épico destino;Su espada es hoy su imagen y su nombre.Pese a la larga muerte y su destierro,La mano atroz sigue oprimiendo el hierro .Y soy sombra en la sombra ante el guerreroCuya sombra está aquí. Soy un instante .Y el instante ceniza, no diamante, .Y sólo lo pasado es verdadero. •••'.>.•


906 JORGE LUIS BORGES-^OBRAS COMPLETASA UN POETA SAJÓNTú cuya carne; hoy dispersión y polvo,Pesó como la nuestra sobre la tierra,Tú cuyos ojos vieron el sol, esa famosa estrella, '•'•'•'Tú que viviste no en el rígido ayerSino en el incesante presente,En el último punto y ápice vertiginoso del tiempo,Tú que en tu monasterio fuiste llamadoPor la antigua voz de la épica,Tú que tejiste las palabras,Tú que cantaste la victoria de BrunanburhY no la atribuíste al SeñorSino a la espada de tu rey,Tú que con júbilo feroz cantaste,La humillación del viking,El festín del cuervo y del águila,Tú que en la oda militar congregasteLas rituales metáforas de la estirpe,Tú que en, un tiempo sin historiaViste* en el', ahora el ayerY en el sudor y sangre de BrunanburhUn cristal de antiguas auroras,Tú qjue tatito querías a tu InglaterraY no; la nombraste,Hoy ño eres, otra cosa que unas palabrasQue los germanistas anotan.Hoy no eres otra cosa que mi vozCuando revive tus palabras de hierro.Pido a mis dioses o a la suma del tiempoQue mis días merezcan el olvido,Que mi nombre sea Nadie como el de Ulises,Pero que algún verso perdureEn la noche propicia a la memoriaO en las mañanas de los hombres.


EL OTRO, • EL; •MISMO 907SNORRI STURLIJSON (1179-1241)Túy qué legaste tina mitología > 'De hielo y fuego a la filial memoria,Tú, que fijaste la violenta gloriaDe tu estirpe pirática y bravia,Sentiste cotí asombro en una tardé 'De espfdas que tu triste Carne humanaTemblaba. En esa tarde sin mañanaTe fue dado saber que eras cobarde'.En la noche dé Islandia, la salobreBorrasca mueve-él mar. Está cercadaTu casa. Has bebido hasta las heces 'El deshonor inolvidable. SobreTu pálida cabeza cáela espada>'•••'•Como en tu libro cayó tantas veces.


JORGE LUlS


EL OTRO, EL MISMO 909EMANUEL SWEDENBORGMás alto que los otros, caminabaAquel hombre lejano entre los hombres;Apenas si llamaba por sus nombresSecretos a los "ángeles. MirabaXo que no ven los ojos terrenales:La ardiente geometría, el cristalinoEdificio de Dios y el remolinoSórdido de los goces infernales.Sabia que la Gloria y el AvernoEn tu alma están y sus mitologías;Sabía, como el griego, que los díasDel tiempo son espejos del Eterno.En árido latín fue registrandoÚltimas cosas sin por qué ni cuándo.


'910 JORGE LUIS B0RGES-—OBRAS COMPLETASJONATHAN EDWARDS(1703-1785)Lejos de la ciudad, lejos del foro i ',•-..:•.('Clamoroso y del tiempo, que' es mudanza,Edwards, eterno ya, sueña y avanza ' "A la sombra de árboles de ; oro. ' '•'•, •••• sereno ambiente -: ¿Que no lo exalte misteriosamente, WÍÍ iEl oro de la tarde o de la luna.! ,; s ; 'Piensa feliz que el mundo es un eternoJInstrumento de ira.y que el ansiado 'Cielo para unos pocos,fue creado';: "~-•'•'Y casi para todos el infierno.ṟ '


EL OTRO, EL MISMO 911EMERSONEse alto caballero' americano ¡Cierra el volumen de Montaigne y saleEn busca de otro goce que no valeMenos, la tarde que ya exalta el llano.Hacia el hondo poniente y su declive',Hacia el confín que ese poniente dora,Camina por los campos como ahoraPor la memoria de quien esto escribe.Piensa: Leí los libros esencialesY otros compuse que el oscuro olvidoNo ha de borrar. Un dios me ha concedidoLo que es dado saber a los mortales.Por todo el continente anda mi nombre;No he vivido. Quisiera ser otro hombre.


912 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEDGAR ALLAN POEPompas del mármol, negra anatomíaQue ultrajan los gusanos sepulcrales,Del triunfo de la muerte los glacialesSímbolos congregó. No los temía.Temía la otra sombra, la amorosa,Las comunes venturas de la gente;No lo cegó el metal resplandecienteNi el mármol sepulcral sino la rosa.Como del otro lado del espejoSe entregó solitario a su complejoDestino de inventor de pesadillas.Quizá, del otro lado de la muerte,Siga erigiendo solitario y fuerteEspléndidas y atroces maravillas.


EL OTRO, EL MISMO 913CAMDEN, 1892El olor del café y de los periódicos.El domingo y su tedio. La mañanaY en la entrevista página esa vanaPublicación de versos alegóricosDe un colega feliz. El hombre viejoEstá postrado y blanco en su decenteHabitación de pobre. OciosamenteMira su cara en el cansado espejo.Piensa, ya sin asombro, que esa caraEs él. La distraída mano tocaLa turbia barba y la saqueada boca.No está lejos el fin. Su voz declara;Casi no soy, pero mis versos ritmanLa vida y su esplendor. Yo fui Walt Whitman.


911 JORGE LUIS BORGES^OBRAS COMPLETASPARÍS, 1856La larga postración lo ha acostumbradoA anticipar la muerte. Le daríaMiedo salir al clamoroso díaY andar entre los hombres. Derribado,Enrique Heine piensa en aquel río,El tiempo, que lo aleja lentamenteDe esa larga penumbra y del dolienteDestino de ser hombre y ser judío.Piensa en las delicadas melodíasCuyo instrumento fue, pero bien' sabeQue el trino no es del árbol ni del aveSino del tiempo y de sus vagos días.No han de salvarte, no, tus ruiseñores,Tus noches de oro y tus cantadas flores.


FX OTRO, EL MISMO 915RAFAEL CANSINOS-ASSÉNSLa imagen de aquel pueblo lapidado •Y execrado, inmortal en su agonía,


916 JORGE LUIS BORGES—OBRA. COMPLETASLOS ENIGMASYo que soy el que ahora está cantandoSeré mañana el misterioso, el muerto, •El morador de un mágico y desiertoOrbe sin antes ni después ni cuándo.Así afirma la mística. Me creoIndigno del Infierno o de la Gloria,Pero nada predigo. Nuestra historiaCambia como las formas de Proteo;¿Qué errante laberinto, qué blancuraCiega de resplandor será mi suerte^Cuando me entregue el fin.de esta aventura :La curiosa experiencia de la muerte?Quiero beber su cristalino Olvido,Ser para siempre; pero no haber sido.


EL OTRO, EL MISMO 917EL INSTANTE¿Dónde estarán los siglos; dónde el sueñoDe espadas que los tártaros soñaron,Dónde los fuertes muros que allanaron,Dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?El presente está solo. La.memoriaErige el tiempo. Sucesión y engañoEs la rutina del reloj. El añoNd es menos vano que la vana historia.Entre el alba y ía noche hay un abismoDe agonías, de luces; de cuidados;El rostro que se mira en los gastadosEspejos de la noche no es el mismo.El hoy fugaz es tenue y es eterno;Otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.


Í91fcJORGE LUIS B0RGE5—OBRAS COMPLETASAL VINOEn el bronce de Homero resplandece tu...nombre,Negro vino que.alegras el/corazón, del hombre.Siglos de ¡siglos hace que vas de mano en manoDesde el ritón. del griego al cuerno del germano.En la aurora ya estabas. A las generacionesLes diste en el.camino tu fuego y tus leones.Junto a aquel otro río de noches y de díasCorre el- tuyo que aclaman amigos. y, alegrías,Vino que como un Eufrates patriarcal y. profundoVas fluyendo a lo largo de la historia del mundo.En tu cristal que vive nuestros ojos han vistoUna roja metáfora de la sangre de Cristo.En las arrebatadas estrofas del sulíEres la cimitarra, la rosa y el rubí.Que otros en tu Leteo beban un triste olvido;Yo busco en tí las fiestas del fervor compartido.Sésamo con el cual antiguas noches abroY en la dura tiniebla, dádiva y candelabro.Vino del mutuo amor o la roja pelea,Alguna vez te llamaré. Que así sea.


EL OTRO, EL MISMO 919SONETO DEL VINO¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosaConjunción de los astros, en qué secreto díaQue el mármol no ha salvado, surgió la valerosaY singular idea de inventar la alegría?Con otoños de oro la inventaron. El virioFluye rojo a lo largo de las generacionesComo el río del tiempo y en ét arduo caminoNos prodiga su música, su fuego y sus leones.En la noche del júbilo o en la jornada adversaExalta la alegría o mitiga el espantoY el ditirambo nuevo que este día le cantoOtrora lo cantaron el árabe y el persa.Vino, enséñame el arte de ver mi propia historiaComo si ésta ya fuera ceniza en la memoria.


920 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS,1964Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.Ya no compartirás la clara lunaNi los lentos jardines. Ya no hay unaLuna que no sea espejo del pasado,Cristal de soledad, sol de agonías.Adiós las mutuas manos y las sienesQue acercaba el amor. Hoy sólo tienesLa fiel memoria y los desiertos días.Nadie pierde (repites vanamente)Sino lo que no tiene y no ha tenidoNunca, pero no basta ser valientePara aprender el arte del olvido.Un símbolo, una rosa, te desgarraY te puede matar una guitarra.IYa no seré feliz. Tal vez no importa.Hay tantas otras cosas en el mundo;Un instante cualquiera es más profundoY diverso que el mar. La vida es cortaY aunque las horas son tan largas, unaOscura maravilla nos acecha,La muerte, ese otro mar, esa otra flechaQue nos libra del sol y de la lunaY del amor. La dicha que me disteY rae quitaste debe ser borrada;Lo que era todo tiene que ser nada.Sólo me queda el goce de estar triste,Esa vana costumbre que me inclinaAl Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.II


EL OTRO, EL MISMO 921EL HAMBREMadre antigua y atroz de la incestuosa guerra,Borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.Tú que arrojaste al círculo del horizonte abiertoLa alta proa del viking, las lanzas del desierto.En la Torre del Hambre de Ugoííno de PisaTienes tu monumento y en la estrofa concisaQue nos deja entrever (sólo entrever) los díasÚltimos y en la sombra que cae las agonías.Tú que de sus pinares haces que surja el loboY que guiaste la mano de Jean Valjeán al robo.Una de tus imágenes es aquel silenciosoDios que devora el orbe sin ira y sin reposo,El tiempo. Hay otra diosa de tiniebla y de osambre;Su lecho es la vigilia y su pan es el hambre.Tú que a Chatterton diste la muerte en la bohardillaEntre los falsos códices y la luna amarilla.Tú que entre el nacimiento del hombre y su agoníaPides en la oración el pan de cada día.Tú cuya lenta espada roe generacionesY sobre los testuces lanzas a los leones.Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,Borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.


922 JORGE LUIS, BORGES—OBRAS COMPLETASEL FORASTERODespachadas las cartas y el telegrama,camina por las calles indefinidasy advierte leves diferencias que no le importany piensa en Aberdeen o en Leyden,más vividas para él que este laberint.ode líneas rectas, no de complejidad,donde lo lleva el tiempo de un hombrecuya verdadera vida está lejos. ...En una habitación numerada••-,>;.•se afeitará después ante un espejoque no volverá a reflejarlo'y le parecerá que ese rostro•es más inescrutable y más firmeque el alma que lo habitay que a lo largo de los años lo labra.Se cruzará contigo en una calley acaso notarás que es alto y grisy que mira las cosas.•';•'Una mujer indiferentele ofrecerá la tarde y lo que pasadel otro lado de unas puertas. El hombrepiensa que olvidará su cara y recordará,años después, cerca del Mar del Norte,la persiana o la lámpara.Esa noche, sus ojos contemplaránen un rectángulo de formas que fueron,al jinete y su épica llanura,porque el Far West abarca el planetay se espeja en los sueños de los hombres -que nunca lo han pisado.En la numerosa penumbra, el desconocidose creerá en su ciudady lo sorprenderá salir a otra,de otro lenguaje y de otro cielo.


F.I. OTRO, EL MISMO ;,' ..; '. 923'Antes de la agonía,el. infierno y la gloria nos están dados;andan ahora por esta ciudad, Bnei os Aires,que para el forastero: de mi sueñov(el forastero que yo¡ he sido bajo otrc< astros)es una serie de mprecisas imágeneshechas para el«,G'vido.;. ; •;(•':••.'.••


924 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASA QUIEN ESTA LEYÉNDOMEEjes invulnerable. ¿No te han dadoLos númenes que rigen tu destinoCertidumbre de polvo? ¿No es acasoTu irreversible tiempo el de aquel ríoEn cuyo espejo Heráclito vio el símboloDe su fugacidad? Te espera el mármolQue no leerás. En él ya están escritosLa fecha, la ciudad y el epitafio..Sueños del tiempo son también los otros*No firme bronce ni acendrado oro;El universo es, como tú, Proteo.Sombra, irás a la sombra que te aguardaFatal en el confín de tu jornada;Piensa que de algún modo ya estás muerto.


EL OTRO, EL MISMO 925EL ALQUIMISTALento en el alba un joven que han gastadoLa larga reflexión y las avarasVigilias considera ensimismadoLos insomnes braseros y alquitaras.Sabe que el oro, ese Proteo, acechaBajo cualquier azar, como el destino;Sabe que está en el polvo del camino,En el arco, en el brazo y en la flecha.En su oscura visión de un ser secreto ,.Que se oculta en el astro y en el lodo,Late aquel otro sueño de que todoEs agua, que vio Tales de Mileto.Otra visión habrá; la de un eternoDios cuya ubicua faz es cada cosa,Que explicará el geométrico SpinozaEn un libro más arduo que el Averno..;En los vastos confines orientalesDel azul palidecen los planetas,El alquimista piensa en las secretasLeyes que unen planetas y metales.Y mientras cree tocar enardecidoEl oro aquél que matará la Muerte.Dios, que sabe de alquimia, lo convierteEn polvo, en nadie, en nada y en olvido.


92() ! JORGE LUIS BORGES--OIÍRAS COMPLETASALGUIENUn hombre trabajado por el tiempo,un hombre que ni siquiera espera la muerte(las pruebas de la muerte son estadísticasy nadie hay que no corra el alburde ser el primer inmortal) ,un hombre que ha aprendido a agradecerlas modestas limosnas de los días:el sueño, la rutina; el sabor del agua,una no sospechada etimología,un verso latino o sajón,la memoria de una mujer que lo ha abandonadohace ya tantos añosque hoy puede recordarla sin amargura,un hombre que no ignora que el presenteya es el porvenir y el olvido,un hombre que ha sido deslealy con el que fueron desleales,•puede sentir de pronto, al cruzar la calle; 'una misteriosa" felicidad •!


EL OTRO, EL MISMO •927EVERNESSSólo -una cosa no hay. Es el olvido.Dios; que salva el metal) salva la escoriaY cifra en Su prof ética memoriaLas lunas que serán y las que han .sido.Ya todo está. Los:mijes de reflejos ;Que entre los dos crepúsculos del díaTu rostro, fue dejando en los espejosY los que irá dejando todavía.Y todo es una parte del diversoCristal de esa; memoria, el universo;No atienen fin sus arduos corredoresY las puertas se cierran a tu .paso;Sólo del otro lado del ocaso •.:• ,Verás los Arquetipos y Esplendores.


928 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEWIGKEITTorne en mi boca el verso castellanoA decir lo que siempre está diciendoDesde el latín de Séneca: el horrendoDictamen de que todo es del gusano.Torne a cantar la pálida ceniza,Los fastos dé la muerte y la victoriaDe esa reina retórica que pisaLos estandartes de la vanagloria.No así. Lo que mi barro ha bendecido'No lo voy a negar como un cobarde.Sé que una cosa no hay. Es el olvido;Sé que en la eternidad perdura y ardeLo mucho y lo precioso que he perdido:Esa fragua, esa luna y esa tarde.


EL OTRO, EL MISMO 929'EDIPO Y EL ENIGMACuadrúpedo en la aurora, alto en el díaY con tres pies errando por el vanoÁmbito de la tarde, así veíaLa eterna esfinge a su inconstante hermano,El hombre, y con la tarde un hombre vinoQué descifró aterrado en el espejoDe la monstruosa imagen, el reflejoDe su declinación y su destino.Somos Edipo y de un eterno modoLa larga y triple bestia somos, todolo que seremos y lo que hemos sido.Nos aniquilaría ver la ingenteForma de nuestro ser; piadosamenteDios nos depara sucesión y olvido.


930 JORGE LUIS RORGE8—OBRAS COMPLETASSPINOZALas traslúcidas manos del judíoLabran en la penumbra los cristalesY la tarde que muere es miedo y frío,(Las tardes a las tardes son iguales.)Las manos y el espacio de jacintoQue palidece en el confín del GhettoCasi no existen para el. hombre quietoOue está soñando un claro laberinto.No lo turba la fama, ese reflejoDe sueños en el sueño de otro espejo,Ni el temeroso amor de las doncellas.Libre de la metáfora y del mitoLabra un arduo cristal: el infinitoMapa de Aquél que es todas Sus estrellas.


EL OTRO, EL MISMO 931ESPAÑAMás allá de los símbolos,más allá de la pompa y la ceniza de los aniversarios,más allá de la aberración del gramáticoque ve en la historia del hidalgoque soñaba ser don Quijote y al fin lo fue,no una amistad y una alegríasino un herbario de arcaísmos y un refranero,estás, España silenciosa, en nosotros.España del bisonte, que moriríapor el hierro o el rifle,en las praderas del ocaso, en Montana,España donde Ulises descendió a la Casa de Hades,España del ibero, del celta, del cartaginés, y de Roma.España de los duros visigodos,de estirpe escandinava,que deletrearon y olvidaron la escritura de Ululas,pastor de pueblos,España del Islam, de la cabalay de la Noche Oscura del Alma,España de los inquisidores,que padecieron el destino de ser verdugosy hubieran podido ser mártires,España de la larga aventuraque descifró los mares y redujo crueles imperiosy que prosigue aquí, en Buenos Aires,en este atardecer del mes de julio de 1964,España de la otra guitarra, la desgarrada.no la humilde, la nuestra,España de los patios,España de la piedra piadosa de catedrales y santuarios,España de la hombría de bien y de la caudalosa amistad.España del inútil coraje,podemos profesar otros amores,podemos olvidartecomo olvidamos nuestro propio pasado,


932 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASporque inseparablemente estás en nosotros,en los íntimos hábitos de la sangre,en los Acevedo y los Suárez de mi linaje,España,madre de ríos y de espadas y de multiplicadas generaciones,incesante y fatal.


KI. OTRO, F.L. MISMOÍ)Í5;JELEGÍAOh destino el de Borges,haber navegado por los diversos mares del mundoo por el único y solitario mar de nombres diversos,haber sido una parte de Edimburgo, de Zürich, de las dos Córdobas,de Colombia y de Texas,haber regresado, al cabo de cambiantes generaciones,a las antiguas tierras de su estirpe,a Andalucía, a Portugal y a aquellos condadosdonde el sajón guerreó con el danés y mezclaron sus sangres,haber errado por el rojo y tranquilo laberinto de Londres,haber envejecido en tantos espejos,haber buscado en vano la mirada de mármol de las estatuas,haber examinado litografías, enciclopedias, atlas,haber visto las cosas que ven los hombres,la muerte, el torpe amanecer, la llanuray las delicadas estrellas,y no haber visto nada o casi nadasino el rostro de una muchacha de Buenos Aires,un rostro que no quiere que io recuerde.Oh destino de Borges, tal vez no más extraño que el tuyo.Bogatá, 196},


JORGE LUIS BORGES—OBRASCOMPLETASAD4M CAST FORTH¿Hubo un Jardín o fue el Jardín un suero?Lento en la vaga luz, me he preguntado,Casi como un consuelo, si el pasadoDe que este Adán, hoy mísero, era dueño,No fue sino una mágica imposturaDe aquel Dios que soñé. Ya es imprecisoEn la memoria, el claro Paraíso,Pero yo sé que existe y que perdura,Aunque no para mí. La terca tierraEs mi castigo y la incestuosa guerraDe Caínes y Abeles y su cría.Y, sin embargo, es mucho haber amado,Haber sido feliz, haber tocadoEl viviente Jardín, siquiera un tifa.


F.L OTRO, EL MISMO93ÓA UNA MONEDAFría y tormentosa la noche que zarpé de Montevideo.Al doblar el Cerro,tiré desde la cubierta más altauna moneda que brilló y se anegó en las aguas barrosas,una cosa de luz que arrebataron el tiempo y la tiniebla.Tuve la sensación de haber cometido un acto irrevocable,de agregar a la historia del planetados series incesantes, paralelas, quizá infinitas:mi destino, hecho de zozobra, de amor y de vanas vicisitudesy el de aquel disco de metalque las aguas darían al blando abismoo a los remotos mares que aún roendespojos del sajón y del viking.A cada instante de mi sueño o de mi vigiliacorresponde otro de la ciega moneda.A veces he sentido remordimientoy otras envidia, ,de ti que estás, como nosotros, en el tiempo y su laberintoy que no lo sabes.


936 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASOTRO POEMA DE LOS DONESGracias quiero dar al divinoLaberinto de los efectos y de las causasPor la diversidad de las criaturasQue forman este singular universo,Por la razón, que no cesará de soñarCon un plano del laberinto,Por el-rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,Por el amor, que nos deja ver a los otrosComo los ve la divinidad,Por el firme diamante y el agua suelta,Por el álgebra, palacio de precisos cristales,Por las místicas monedas de Ángel Silesio,Por Schopenhauer,Oué acaso descifró el universo,Por el fulgor del fuegoQue ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguoPor la caoba, el cedro y el sándalo,Por el pan y la sal,Por el misterio de la rosaQue prodiga color y que no lo ve,Por ciertas vísperas y días de 1955,Por los duros troperos que en la llanuraArrean los animales y el alba,Por la mañana en Montevideo,Por el arte de la amistad,Por el último día de Sócrates,Por las palabras que en un crepúsculo se dijeronDe una cruz a otra cruz,Por aquel sueño del Islam que abarcóMil noches y una noche,Por aquel otro sueño del infierno,De la torre del fuego que purificaY de las esferas gloriosas,Por Swedenborg,Que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,Por los ríos secretos e inmemorialesQue convergen en mí,Por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,Por la espada y el arpa de los sajones,


EL OTRO, F.I, MISMO 937Por el mar, que es un desierto resplandecienteY una cifra de cosas que no sabemosY un epitafio de los vikings,Por la música verbal de Inglaterra,Por la música verbal de Alemania,Por el oro, que relumbra en los versos,Por el épico invierno,Por el nombre de un libro que no he leído:Gesta Dei per Francos,Por Verlaine, inocente como los pájaros,Por el prisma de cristal y la pesa de bronce,Por las rayas del tigre,Por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,Por la mañana en Texas,Por aquel sevillano que redactó la Epístola MoralY cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,Por Séneca y Lucano, de Córdoba,Que antes del español escribieronToda la literatura española,Por el geométrico y bizarro ajedrez,Por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,Por el olor medicinal de los eucaliptos,Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,Por el olvido, que anula o modifica el pasado,Por la costumbre,Que-nos repite y nos confirma como un espejo,Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,Por la noche, su tiniebla y su astronomía,Por el valor y la felicidad de los otros,Por la patria, sentida en los jazminesO en una vieja espada,Por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,Por el hecho de que el poema es inagotableY se confunde con la suma de las criaturasY no llegará jamás al último versoY varía según los hombres,Por Francés Flaslam, que pidió perdón a sus hijosPor morir tan despacio,Por los minutos que preceden al sueño,Por el sueño y la muerte,Esos dos tesoros ocultos,Por los íntimos dones que no enumero,Por la música, misteriosa forma del tiempo.


938 JORGE LUIS BOP.GES—OBRAS COMPLETASODA ESCRITA EN 1966Nadie es la patria. Ni siquiera el jineteQue, alto en el alba de una plaza desierta,Rige un corcel de bronce por el tiempo,Ni los otros que miran desde el mármol,Ni los que prodigaron su bélica cenizaPor los campos de AméricaO dejaron un verso o una hazañaO la memoria de una vida cabalEn el justo ejercicio de los días.Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos.Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempoCargado de batallas, de espadas y de éxodosY de la lenta población de regionesQue lindan con la aurora y el ocaso,Y de rostros que van envejeciendoEn los espejos que se empañanY de sufridas agonías anónimasQue duran hasta el albaY de la telaraña de la lluviaSobre negros jardines.La patria, amigos, es un acto perpetuoComo el perpetuo mundo. (Si el EternoEspectador dejara de soñarnosUn solo instante, nos fulminaría,Blanco y brusco relámpago, Su olvido.)Nadie es la patria, pero todos debemosSer dignos del antiguo juramentoQue prestaron aquellos caballerosDe ser lo que ignoraban, argentinos,De ser lo que serían por el -hechoDe haber jurado en esa vieja casa.Somos el porvenir de esos varones,


KI. OTRO, l'.I, MISMO 9.H91.a justificación de aquellos muertos;Nuestro deber es la gloriosa cargaQue a nuestra sombra legan esas sombrasQue debemos salvar.Nadie es la patria, pero todos lo soinos.Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante,Ese límpido fuego misterioso.


940 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL SUEÑOSi el sueño fuera, (como dicen) unaTregua, un puro reposo de la mente,¿Por qué, si te despiertan bruscamente,Sientes que te han robado una fortuna?¿Por qué es tan triste madrugar? La horaNos despoja de un don inconcebible,Tan intimo que sólo es- traducibleEn un sopor que la vigilia doraDe sueños, que bien pueden ser reflejosTruncos de los tesoros de la sombra,De un orbe intemporal que no se nombraY que el día deforma en sus espejos.¿Quién serás esta noche en el oscuroSueño, del otro lado de su muro?


EL OTRO, EL MISMO 941JUNÍNSoy, pero soy también el otro, el muerto,El otro de mi sangre y de mi nombre;Soy un vago señor y soy el hombreQue detuvo las lanzas del desierto.Vuelvo a Junín, donde no estuve nunca,A tu Junín, abuelo Borges. ¿Me oyes,Sombra o ceniza última, o desoyesEn tu sueño de bronce esta voz trunca?Acaso buscas por mis vanos ojosEl épico Junín de tus soldados,El árbol que plantaste, los cercadosY en el confín la tribu y los despojos.Te imagino severo, un poco triste.Quién me dirá cómo eras y quién fuiste.Junín, 1966.


942 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASUN SOLDADO DE LEE(1862)Lo ha alcanzado una bala en la riberaDe una clara corriente cuyo nombreIgnora. Cae de boca. (Es verdaderaLa historia y más de un hombre fue aquel hombre.)El aire de oro mueve las ociosasHojas de los pinares. La pacienteHormiga escala el rostro indiferente.Sube el sol. Ya han cambiado muchas cosasY cambiarán sin término hasta ciertoDía del porvenir en que te cantoA ti que, sin la dádiva del llanto,Caíste como cae un hombre muerto.No hay un mármol que guarde tu memoria;Seis pies de tierra son tu oscura gloria.


EL OTRO, EX MISINO 948EL MARAntes que él sueño (o el terror) tejieraMitologías y cosmogonías,Antes que el tiempo se acuñara en días,El mar, el siempre mar, ya estaba y era.¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violentoY antiguo ser que roe los pilaresDe la tierra y es uno y muchos maresY abismo y resplandor y azar y viento?Quien lo mira lo ve por vez primera,Siempre. Con el asombro que las cosasElementales dejan, las hermosasTardes, la luna, el fuego de una hoguera.¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el díaUlterior que sucede a la agonía.


944 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASUNA MAÑANA DE 1649Carlos avanza entre su pueblo. MiraA izquierda y a derecha. Ha rechazadoLos brazos de la escolta. LiberadoDe la necesidad de la mentira,Sabe que hoy va a la muerte, no al olvido,Y que es un rey. La ejecución lo espera;La mañana es atroz y verdadera.No hay temor en su carne. Siempre ha sido,A fuer de buen tahúr, indiferente.Ha apurado la vida hasta las heces;Ahora está sólo entre la armada gente.No lo infama el patíbulo. Los juecesNo son el Juez. Saluda levementeY sonríe. Lo ha hecho tantas veces.


EL OTRO, EL MISMO 945A UN POETA SAJÓNLa nieve de Nortumbria ha conocidoY ha olvidado la huella de tus pasosY son innumerables los ocasosQue entre nosotros, gris hermano, han sido.Lento en la lenta sombra labraríasMetáforas de espadas en los maresY del horror que mora en los pinaresY de la soledad que traen los días.¿Dónde buscar tus rasgos y tu nombre?Ésas son cosas que el antiguo olvidoGuarda. Nunca sabré cómo habrá sidoCuando sobre la tierra fuiste un hombre.Seguiste los caminos del destierro;Ahora sólo eres tu cantar de hierro.


JORGE 1AJ1S BORGES—OBRASCOMPLETASSUEÑOS AIRESAntes, yo te buscaba en tus confinesQue lindan con la tarde y la llanuraY en la verja que guarda una frescuraAntigua de cedrones y jazmines.En la memoria de Palermo estabas,En su mitología de un pasadoDe baraja y puñal y en el doradoBronce de las inútiles aldabas,Con su mano y sortija. Te sentíaEn los patios del Sur y en la crecienteSombra que desdibuja lentamenteSu larga recta, al declinar él día:Ahora estás en raí. Eres mi vagaSuerte, esas cosas que la muerte apaga.


EL OTRO, EL MISMO 947BUENOS AIRESY la ciudad, ahora, es como un planoDe mis humillaciones y fracasos;Desde esa puerta he visto los ocasosY ante ese mármol he aguardado en vano.Aquí el incierto ayer y el hoy distintoMe han deparado los comunes casosDe toda suerte humana; aquí mis pasosUrden su incalculable laberinto.Aquí la tarde cenicienta esperaEl fruto que le debe la mañana;Aquí mi sombra en la. no menos vanaSombra final se perderá, ligera.No nos une el amor sino el espanto;Será j>f eso que la quiero tanto.


948 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASAL HIJONo soy yo quien te engendra. Son los muertos.Son mi padre, su padre y sus mayores;Son los que un largo dédalo de amoresTrazaron desde Adán y los desiertosDe Caín y de Abel, en una auroraTan antigua que ya es mitología,Y llegan, sangre y médula, a este díaDel porvenir, en que te engendro ahora.Siento su multitud. Somos nosotrosY, entre nosotros, tú y los veniderosHijos que has de engendrar. Los postrimerosY los del rojo Adán. Soy esos otros,También. La eternidad está en las cosasDel tiempo, que son formas presurosas.


EL OTRO, EL MISMO 949LOS COMPADRITOS MUERTOSSiguen apuntalando la recovaDel Paseo de Julio, sombras vanasEn eterno altercado con hermanasSombras o con el hambre, esa otra loba.Cuando el último sol es amarilloEn la frontera de los arrabales,Vuelven a su crepúsculo, fatalesY muertos, a su puta y su cuchillo.Perduran en apócrifas historias,En un modo de andar, en el rasguidoDe una cuerda, en un rostro, en un silbido,En pobres cosas y en oscuras glorias.En el íntimo patio de la parraCuando la mano templa la guitarra.


Para las seis cuerdas(1965)


) 953 (PRÓLOGOToda lectura implica una colaboración y casi una complicidad.En el Fausto, debemos admitir que un gaucho pueda seguir elargumento de una ópera cantada en un idioma que no conoce;en el Martin Fierro, un vaivén de bravatas y de quejumbres,justificadas por el propósito político de la obra, pero del todoajenas a la índole sufrida de los paisanos y a los precavidos modalesdel payador.En el modesto caso- de mis milongas, el lector debe suplir lamúsica ausente por la imagen de un hombre que canturrea, enel umbral de su zaguán o en~un almacén, acompañándose con laguitarra. La mano se demora en las cuerdas y las palabras cuentanmenos que los acordes.He querido eludir la sensiblería del inconsolable "tango-canción"y el imanejo sistemático del lunfardo, que infunde un aireartificioso a las sencillas coplas.Que yo sepa, ninguna otra aclaración requieren estos versos.Buenos Aires, junio de 1965../. L. B.


PARA LAS SEIS CUERDAS 955MILONGA DE DOS HERMANOSTraiga cuentos la guitarraDe cuando el fierro brillaba,Cuentos de truco y de taba,De cuadreras y de copas,Cuentos de la Costa BravaY el Camino de las Tropas.Venga una historia de ayerOue apreciarán los más lerdos;El destino no hace acuerdosY nadie se lo reproche—Ya estoy viendo que esta nocheVienen del Sur los recuerdos.Velay, señores, la historiaDe los hermanos Iberra,Hombres de amor y de guerraY en el peligro primeros,La flor de los cuchillerosY ahora los tapa la tierra.Suelen al hombre perderLa soberbia o la codicia;También el coraje enviciaA quien le da noche y día—El que era menor debíaMás muertes a la justicia.Cuando Juan Iberra vioQue el menor lo aventajaba,La paciencia se le acabaY le armó no sé qué lazo—Le dio muerte de un balazo,Allá por la Costa Brava.Sin demora y sin apuroLo fue tendiendo en la vía


956 JORGF. LUIS .BORGKS—OBRAS C.OMPI.KTASPara que el tren lo pisara.El tren lo dejó sin cara,Que es lo que el mayor quería.Así de manera fielConté la historia hasta el fin;Es la historia de CaínQue sigue matando a Abel.


PARA LAS SEIS CUERDAS 957¿DÓNDE SE HABRÁN IDO?Según su costumbre, el solBrilla y muere, muere y brillaY en el patio, como ayer,Hay una luna amarilla,Pero el tiempo, que no ceja,Todas las cosas mancillaseacabaron los valientesY no han dejado semilla.¿Dónde están los que salieronA libertar las nacionesO afrontaron en el SurLas lanzas de los malones?¿Dónde están los que a la guerraMarchaban en batallones?¿Dónde están los que moríanEn otras revoluciones?—No se aflija. En la memoriaDe los tiempos veniderosTambién nosotros seremosLos tauras y los primeros.El ruin será generosoY el flojo será valiente:No hay cosa como la muertePara mejorar la gente.¿Dónde está la valerosaChusma que pisó esta tierra,La que doblar no pudieronPerra vida y muerte perra,Los que en el duro arrabalVivieron como en la guerra,Los Muran a por el NorteY por el Sur los Iberra?¿Qué fue de tanto animoso?¿Qué fue de tanto bizarro?


958 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASA todos los gastó el tiempo,A todos los tapa el barro.Juan Muraña se olvidóDel cadenero y del carroY ya no sé si MoreiraMurió en Lobos o en Navarro.—No se aflija. En la memoria. . .


PARA LAS SEIS CUERDAS . 959MILONGA DE JACINTO CHIGLANAMe acuerdo. Fue en Balvanera,En una noche lejanaQue alguien dejó caer el nombreDe un tal Jacinto ChicL na.Algo se dijo tambiénDe una esquina y de un cuchillo;Los años nos dejan verEl entrevero y el brillo.Quién sabe por qué razónMe anda buscando ese nombre;Me gustaría saberCómo habrá sido aquel hombre.Alto lo veo y cabal,Con el alma comedida,Capaz de no alzar la vozY de jugarse la vida.Nadie con paso más firmeHabrá pisado la tierra;Nadie habrá habido como élEn el amor y en la guerra.Sobre la huerta y el patioLas torres de BalvaneraY aquella muerte casualEn una esquina cualquiera.No veo los rasgos. Veo,Bajo el farol amarillo,El choque de hombres o sombrasY esa víbora, el cuchillo.Acaso en aquel momentoEn que le entraba la herida,Pensó que a un varón le cuadraNo demorar la partida.


960 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASSólo Dios puede saberLa laya fiel de aquel hombre;Señores, yo estoy cantandoLo que se cifra en el nombre.Entre las cosas hay unaDe la que no se arrepienteNadie en la tierra. Esa cosaEs haber sido valiente.Siempre el coraje es mejor,La esperanza nunca es vana;Vaya pues esta milongaPara Jacinto Chiclana.


PARA LAS SEIS CUERDAS 9(51MILONGA DE DON NICANOR PAREDESVenga un rasgueo y ahora,Con el permiso de ustedes,Le estoy cantando, señores,A don Nicanor Paredes.No lo vi rígido y muertoNi siquiera lo vi enfermo;Lo veo con paso firmePisar su feudo, Palermo.El bigote un poco grisPero en los ojos el brilloY cerca del corazónEl bultito del cuchillo.El cuchillo de esa muerteDe la que no le gustabaHablar; alguna desgraciaDe cuadreras o de taba.De atrio, más bien. Fue caudillo,Si no me marra la cuenta,Allá por los tiempos bravosDel ochocientos noventa.Lacia y dura la melenaY aquel empaque de toro;La chalina sobre el hombroY el. rumboso anillo de oro.Entre sus hombres habíaMuchos de valor sereno;Juan Muraña y aquel SuárezApellidado el Chileno.Cuando entre esa gente malaSe armaba algún entreveroÉl lo paraba de golpe,De un grito o con el talero.


962 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASVarón de ánimo parejoEn la buena o en la mala;"En casa del jaboneroEl que no cae se refala."Sabía contar sucedidos,Al compás de la vihuela,De las casas de JunínY de las carpas de Adela.Ahora está muerto y con élCuánta memoria se apagaDe aquel Palermo perdidoDel baldío y de la daga.Ahora está muerto y me digo:¿Qué hará usted, don.Nicanor,En un cielo sin caballosNi envido, retruco y flor?


PARA LAS SEIS CUERDAS 963UN CUCHILLO EN EL NORTEAllá por el Maldonado-,Que hoy corre escondido y ciego,Allá por el barrio grisQue cantó el pobre Carriego,Tras una puerta entornadaQue da al patio de la parra,Donde las noches oyeronEl amor de la guitarra,Habrá un cajón y en el fondoDormirá con duro brillo,Entre esas cosas que el tiempoSabe olvidar, un cuchillo. •Fue de aquel Saverio Suárez,Por más mentas el Chileno,Que en garitos y eleccionesProbó siempre que era bueno.Los chicos, que son el diablo,Lo buscarán con sigilo'Y probarán en la yemaSi no se ha mellado el filo.Cuántas veces habrá entradoEn la carne de un cristianoY ahora está arrumbado y solo,A la espera de una mano,Que es polvo. Tras el cristalQue dora un sol amarillo,A través de años y casas,Yo te estoy viendo, cuchillo.


964 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL TÍTEREA un compadrito le cantoQue era el patrón y el ornatoDe las casas menos santasDel barrio de Triunvirato.Atildado en el vestir,Medio mandón- en el trato;Negro el chambergo y la ropa,Negro el charol del zapato.Como luz para el manejoLe firmaba un garabatoEn la cara al más garifo,de un solo brinco, a lo gato.Bailarín y jugador,No sé si chino o mulato,Lo mimaba el conven tille,Que hoy se llama inquilinato.A las pardas zaguanerasNo les resultaba ingratoEl amor de ese valiente,Que les dio tan buenos ra'tos.El hombre, según se sabe,Tiene firmado un contratoCon la muerte. En cada esquinaLo anda acechando el mal rato.Un balazo lo tumbóEn Thames y TriunviratojSe mudó a un barrio vecino,El de la Quinta del Ñato.


PARA LAS SEIS CUERDAS 965MILONGA DE LOS MORENOS.Alta la voz y animosaComo si cantara flor,Hoy, caballeros, le cantoA la gente de color.Marfil negro los llamabanLos ingleses y holandesesQue aquí los desembarcaronAl cabo de largos meses.En el barrio del RetiroHubo mercado de esclavos;De buena disposiciónY muchos salieron bravos.De su tierra de leonesSe olvidaron como niñosY aquí los aquerenciaronLa costumbre y los cariños.Cuando la patria nacióUna mañana de Mayo,El gaucho sólo sabíaHacer la guerra a caballo.Alguien pensó que los negrosNo eran ni zurdos ni ajenosY se formó el RegimientoDe Pardos y de Morenos.El sufrido regimientoQue llevó el número seisY del que dijo Ascasubi:"Más bravo que gallo inglés"Y así fue^que en la otra bandaEsa morenada, al gritoDe Soler, atropelloEn la carga del Cerrito.


966 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASMartín Fierro mató un negroY es casi como si hubieraMatado a todos. Sé de unoQue murió por la bandera.De tarde en tarde en el SurMe mira un rostro moreno,Trabajado por los añosY a la vez triste y sereno.¿A qué cielo de tamboresY siestas largas se han ido?Se los ha llevado el tiempo,El tiempo que es el olvido.I


PARA LAS SEIS CUERDAS 967MILONGA PARA LOS ORIENTALESMilonga que este porteñoDedica a los orientales,Agradeciendo memoriasDe tardes y de ceibales.El sabor de lo orientalCon estas palabras pinto;Es el sabor de lo que esIgual y un poco distinto.Milonga de tantas cosasQue se van quedando lejos;La quinta con miradory el zócalo de azulejos.En tu banda sale el solApagando la farolaDel Cerro y dando alegríaA la arena y a la ola.Milonga de los troperosQue hartos de tierra y caminoPitaban tabaco negroEn el Paso del Molino.A orillas del Uruguay,Me acuerdo de aquel matreroQue lo atravesó, prendidoDe la cola de su overo.Milonga del primer tangoQue se quebró, nos da igual,En las casas de JunínO en las casas de Yerbal.Como los tientos de un lazoSe entrevera nuestra historia,Esa historia de a caballoQue huele a sangre y a gloria.


968 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASMilonga de aquel gauchajeque arremetió con denuedoEn la pampa, que es pareja,O en la Cuchilla de Haedo.¿Quién dirá de quiénes iueronEsas lanzas enemigasQue irá desgastando el tiempo,Si de Ramírez o Artigas?Para pelear como hermanosEra buena cualquier cancha;Que lo digan los que vieronSu último sol en Cagancha.Hombro a hombro o pecho a pecho,Cuántas veces combatimos.;Cuántas veces nos corrieron,Cuántas veces los corrimos!Milonga del olvidadoQue muere y que no se queja;Milonga de la gargantaTajeada de oreja a oreja.Milonga del domadorDe potros de casco duroV de la plata que alegraEl apero del oscuro.Milonga de la milongaA la sombra del ombú,Milonga del otro HernándezQue se batió en Paysandú.Milonga para que el tiempoVaya borrando fronteras;Por algo tienen los mismosColores las dos banderas.


PARA LAS SEIS CUERDAS 969MILONGA DE ALBORNOZAlguien ya contó los días,Alguien ya sabe la hora,Alguien para Quien no hayNi premuras ni demora.Albornoz pasa silbandoUna milonga entrerriana;Bajo el ala del chambergoSus ojos ven la mañana,La mañana de este díaDel ochocientos noventa;En el bajo del RetiroYa le han perdido la cuentaDe amores y de trucadasHasta el alba y de entreverosA fierro con los sargentos,Con propios y forasteros.Se la tienen bien juradaMás de un taura y más de un pillo;En una esquina del SurLo está esperando un cuchillo.No un cuchillo sino tres,Antes de clarear el día,Se le vinieron encimaY el hombre se defendía.Un acero entró en el pechoNi se le movió la cara;Alejo Albornoz murióComo si no le importara.Pienso que le gustaríaSaber que hoy anda su historiaEn una milonga. El tiempoEs olvido y es memoria.


970 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS •MILONGA DE MANUEL FLORESManuel Flores va a morir.Eso es moneda corriente;Morir es una costumbreQue sabe tener la gente.Y sin embargo me dueleDecirle adiós a la vida,Esa cosa tan de siempre,Tan dulce y tan conocida.iMiro en el alba mis manos,Miro en las manos las venas;Con extrañeza las miro (Como si fueran ajenas.Vendrán los cuatro balazosY con los cuatro el olvido;Lo dijo el sabio Merlín:Morir es haber nacido.¡Cuánta cosa en su caminoEstos ojos habrán visto!Quién sabe lo que veránDespués que me juzgue Cristo.yManuel Flores va a morir.Eso es moneda corriente;Morir es una costumbreQue sabe tener la gente.


PARA LAS SEIS CUERDAS 971MILONGA DE CALANDRIAServando Cardoso el nombreY Ño Calandria el apodo;No lo sabrán olvidarLos años, que olvidan todo.No era un científico de esosQue usan arma de gatillo;Era su gusto jugarseEn el baile del cuchillo.Cuántas veces en MóntielLo habrá visto la alboradaEn brazos de una mujer.Ya tenida y ya olyidada.El arma de su aficiónEra el facón caronero.Fueron una sola cosaEl cristiano y el acero.Bajo el alero de sombraO en el rincón de la parra,Las manos que dieron muerteSabían templar la guitarra.Fija la vista en los ojos,Era capaz de pararEl hachazo más taimado.¡Feliz quien lo vio pelear!No tan felices aquellosCuyo recuerdo postreroFue la brusca arremetidaY la entrada del acero.


972 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASSiempre la selva y el duelo,Pecho a pecho y cara a cara.Vivió matando y huyendo.Vivió como si soñara.Se cuenta que una mujerFue y lo entregó a la partida;A todos, tarde o temprano,Nos va entregando la vida.


Elogio de la sombra(1969)


) 975 (PRÓLOGOSin proponérmelo al principio, he consagrado mi ya larga vidaa las\ letras, a la cátedra, al ocio, a las tranquilas aventuras deldiálogo, a la filología, que ignoro, al misterioso hábito de BuenosAires y a las perplejidades que no sin alguna soberbia se llamanmetafísica. Tampoco le ha faltado a mi vida la amistad de unospocos, que es lo que importa. Creo no tener un solo enemigo o,si los hubo, nunca me lo hicieron saber. La verdad és que nadiepuede herirnos salvo la gente ^que queremos. Ahora, a los setentaaños de mi edad (la frase es de Whitman), doy a la prensaeste quinto libro de versos.Carlos Frías me ha sugerido que aproveche su prólogo parauna declaración de mi estética. Mi pobreza, mi voluntad, se oponena ese consejo. N-o soy poseedor de una estética. El tiempome ha enseñado algunas astucias: eludir los sinónimos, que tienenla desventaja de sugerir diferencias imaginarias; eludir hispanismos,argentinismos, arcaísmos y neologismos; preferir las palabrashabituales a las palabras asombrosas; intercalar en un relatorasgos circunstanciales, exigidos ahora por el lector; simularpequeñas incertidumbres, ya que si la realidad es precisa la memoriano lo es; narrar los hechos (esto lo aprendí en Kipling yen las sagas de Islandia) como si no los entendiera del todo; recordarque las normas anteriores no son obligaciones y que eltiempo se encargará de- abolirías. Tales astucias o hábitos no configuranciertamente una estética. Por lo demás, descreo de lasestéticas. En general no pasan de ser abstracciones inútiles; varíanpara cada escritor y aun para cada texto y no pueden ser otracosa que estímulos o instrumentos ocasionales. .Éste, escribí, es mi quinto libro de versos. Es razonable presumirque no será mejor o peor que los otros. A los espejos, laberintosy espadas que ya prevé mi resignado lector se han agregado•dos temas nuevos: la, vejez y la ética. Ésta, según se sabe, nuncadejó de preocupar a cierto amigo muy querido que la literaturame ha dado, a Robetrt Louis Stevenson. Una de las virtudes porlas cuales prefiero las naciones protestantes a las de tradicióncatólica es su, cuidado de la ética. Milton quería educar a losniños de su academia en el conocimiento de la física, de las martemáticas, de la astronomía y de las ciencias naturales; el doctorJohnson observaría al promediar el siglo 'XVIII.- "La prudenciay la justicia son preeminencias y virtudes que corresponden a


976 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAStodas las épocas y a todos los lugares; somos perpetuamente moralistasy sólo a veces geómetras."En estas páginas conviven;, creo que sin discordia, las formasde la prosa y del verso. Podría invocar antecedentes ilustres —elDe Consolatione de Boecio, los cuentos de Chaucer, el Libro delas Mil y Una Noches—; prefiero declarar que esas divergencias meparecen accidentales y que desearía que este libro fuera leídocomo un libro de versos. Un volumen, en sí, no es un hechoestético, es un objeto físico entre otros; el hecho estético sólopuede ocurrir cuando lo escriben o lo leen. Es común afirmar queel verso libre no es otra cosa que un simulacro tipográfico; piensoque en esa afirmación acecha un error. Más allá de su ritmo, laformatipográfica del versículo sirve para anunciar al lector quela emoción poética, no la información o el razonamiento, es loque está esperándolo. Yo anhelé alguna vez la vasta respiraciónde los psalmos' o de Walt Whilman; al cabo de los años compruebo,no sin melancolía, que me he limitado a alternar algunosmetros clásicos: el alejandrino, el endecasílabo, el heptasílabo.En alguna milonga he intentado imitar, respetuosamente, elflorido coraje de Ascasubi y de las coplas'de los barrios.La poesía no es menos misteriosa que los otros elementos delorbe. Tal o cual verso afortunado no puede envanecernos, porquees don del Azar o del Espíritu; sólo los errores son nuestros. Esperoque el lector descubra en mis páginas algo que pueda merecersu memoria; en este mundo la belleza es común.Buenos Aires, 24 de junio de 1969.J. L. B.Deliberadamente escribo psalmos. Los individuos de la Real Academia Españolaquieren imponer a este continente sus incapacidades fonéticas; nosnconsejnn el empleo de formas rústicas: neuma, sicología, síquico. Últimamentesi: les lia ocurrido ctcfibir vikingo por viking. Sospecho que muy pronto oiremoshablar de la obra de Kiplingo.


ELOGIO DE LA SOMBRA 977JUAN, I, 14No será menos un enigma esta hojaque las de Mis libros sagradosni aquellas otras que repitenlas bocas ignorantes,creyéndolas de un hombre, no espejososcuros del Espíritu.Yo que soy el Es, el Fue y el Será,vuelvo a condescender al lenguaje,que es tiempo sucesivo y emblema.Quien juega con un niño juega con algocercano y misterioso;yo quise jugar con Mis hijos.Estuve entre ellos con asombro y ternura.Por obra de una magianací curiosamente de un vientre.Viví hechizado, encarcelado en un cuerpoy en la humildad de un alma.Conocí la memoria,esa moneda que no es nunca la misma.Conocí la esperanza y el temor,esos dos rostros del incierto futuro.Conocí la vigilia, el sueño, los sueños,la ignorancia, la carne,los torpes laberintos de la razón,la amistad de los hombres,la misteriosa devoción de los perros.Fui amado, comprendido, alabado y pendí de una cruz.Bebí la copa hasta las heces.Vi por Mis ojos lo que nunca había visto:la noche y sus estrellas.Conocí lo pulido, lo arenoso, lo desparejo, lo áspero,el sabor de la miel y de la manzana,el agua en la garganta de la sed,el peso de un metal en la palma,la voz humana, el rumor de unos pasos sobre la hierba,el olor de la lluvia en Galilea,el alto grito de los pájaros.Conocí también la amargura.He encomendado esta escritura a un hombre cualquiera;


978 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASno será nunca lo que quiero decir,no dejará de ser su reflejo.Desde Mi eternidad caen estos signos.Que otro, no el que es ahora su amanuense, escriba el poema.Mañana seré un tigre entre los tigresy predicaré Mi ley a su selva,o un gran árbol en Asia.A veces pienso con nostalgiaen el olor de esa carpintería.


ELOGIO DE LA SOMBRA 979HERÁCLITOEl segundo crepúsculo.La noche que se ahonda en el sueño.La purificación, y él olvido.El primer crepúsculo.La mañana que ha sido el alba.El día que fue la mañana.El día numeroso que será la tarde gastada.El segundo crepúsculo.Ese otro hábito del tiempo, la noche.La purificación y el olvido.El primer crepúsculo... -El alba sigilosa y en el albala zozobra del griego.¿Qué trama es éstadel será, del es y del fue?¿Qué río es éstepor el cual corre el Ganges?¿Qué río es éste cuya fuente es inconcebible?¿Qué río es ésteque arrastra mitologías y espadas?Es inútil que duerma.Corre en el sueño, en el desierto, en un sótano.El río me arrebata y soy ese río.De una materia' deleznable fui hecho, de misterioso tiempo.Acaso el manantial es f á en mí.Acaso de mi sombrasurgen, fatales e ilusorios, los días.


980 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASCAMBRIDGENueva Inglaterra y la mañana.Doblo por Craigie.Pienso (yo lo he pensado)que el nombre Craigie es escocésy que la palabra crag es de origen celta.Pienso (ya lo he pensado)que en este invierno están los antiguos inviernosde quienes dejaron escritoque el camino está prefijadoy que ya somos del Amor o del Fuego.La nieve y la mañana y los muros rojospueden ser formas de la dicha,pero yo vengo de otros ciudadesdonde los colores son pálidosy en las que una mujer, al caer la tarde,regará las plantas del patio.Alzo los ojos y los pierdo* en el ubicuo azul.Más allá están los árboles de Longfellowy el dormido río incesante.Nadie en las calles, pero no es un domingo.No es un lunes,el día que nos depara la ilusión de empezar.No es un martes,el día que preside el planeta rojo.No es un miércoles,el día de aquel dios de los laberintosque en el Norte fue Odín.No es jueves,el día que ya se resigna al domingo.No es un viernes,el día regido por la divinidad que en las selvasentreteje los cuerpos de los amantes.No es un sábado.No está en el tiempo sucesivosino en los reinos espectrales de la memoria.Como en los sueños


ELOGIO DE LA SOMBRA 981detrás de las altas puertas no hay nada.ni siquiera el vacío.-Como en los sueños,detrás del rostro que nos mira no hay nadie.Anverso sin reverso,moneda de una sola, cara, las cosas.Esas miserias son los bienesque el precipitado tiempo nos deja.Somos nuestra memoria.somos ese quimérico museo de formas inconstantes,ese montón de espejos rotos.


982 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASNEW ENGLAND, 1967Han cambiado las formas de mi sueño;ahora son laterales casas rojasy el delicado bronce de las hojasy el casto invierno y el piadoso leño.Como en el día séptimo, la tierraes buena. En los crepúsculos persistealgo que casi no «s, osado y triste,un antiguo rumor de Biblia y guerra.Pronto (nos dicen) llegará la nievey América me espera en cada esquina,pero siento en la tarde que declinael hoy tan lento y el ayer tan breve.Buenos Aires, yo sigo caminandopor tus esquinas, sin por qué ni cuándo.Cambridge, 1967


ELOGIO DE LA SOMBRA 983JAMES JOYCEEn un día del hombre están los díasdel tiempo, desde aquel inconcebibledía inicial del tiempo, en qué un terribleDios prefijó los días y agoníashasta aquel otro en que el ubicuo ríodel tiempo terrenal torne a sü fuente,que es lo Eterno, y se apague en el presente,el futuro, el ayer, lo que ahora es mío.Entre el alba y la noche está la historiauniversal. Desde la noche veoa mis pies los caminos del hebreo,Cartago aniquilada, Infierno y Gloria.Dame, Señor, coraje y alegríapara escalar la cumbre de este día.Cambridge, 1968


984 JORGE LIHS BORGES—OBRAS COMPLETASTHE UN ENDINO OIFTUn pintor nos prometió un cuadro.Ahora, en New England, sé que ha muerto. Sentí, como otrasveces, la tristeza de comprender que somos como un sueño.Pensé en el hombre y en el cuadro perdidos.(Sólo los dioses pueden prometer, porque son inmortales.)Pensé en un lugar prefijado que la tela no ocupará.Pensé después: si estuviera ahí, sería con el tiempo una cosamás, una cosa, una de las vanidades o hábitos de la casa;ahora es ilimitada, incesante, capaz de cualquier forma ycualquier color y no atada a ninguno.Existe de algún modo. Vivirá y crecerá como una música y estaráconmigo hasta el fin. Gracias, Jorge Larco.(También los hombres pueden prometer, porque en la promesahay algo inmortal.)


ELOGIO DE LA SOMBRA 985MAYO 20, 1928Ahora es invulnerable como los dioses.Nada en la tierra puede herirlo, ni el desamor de una mujer,ni la tisis, ni las ansiedades del verso, ni esa cosa blanca, laluna, que ya no tiene que fijar en palabras.Camina lentamente bajo los tilos: mira las balaustradas y laspuertas, no para recordarlas.Ya sabe cuántas noches y cuántas mañanas le faltan.Su voluntad le ha impuesto una disciplina precisa. Hará determinadosactos, cruzará previstas esquinas, tocará un árbol ouna reja, para que el porvenir sea tan irrevocable como elpasado.Obra de esa manera para que el hecho que desea y que teme nosea otra cosa que el término linal de una serie.Camina por la calle 19: piensa que nunca atravesará tal o cualzaguán lateral.Sin que lo sospecharan, se ha despedido ya de muchos amigos.Piensa lo que nunca sabrá, si el día siguiente será un día de lluvia.Se cruza con un conocido y le hace una broma. Sabe que esteepisodio será, durante algún tiempo, una anécdota.Ahora, es invulnerable como los muertos.En la hora fijada, subirá por unos escalones de mármol. (Estoperdurará en la memoria de otros.)Bajará al lavatorio; en el piso ajedrezado el agua borrará muypronto la sangre. El espejo lo aguarda.Se alisará el pelo, se ajustará el nudo de la corbata (siempre lúeun poco dandy, como cuadra a un joven poeta) y tratará deimaginar que el otro, el del cristal, ejecuta los actos y que el,su doble, los repite. La mano no le temblará cuando ocurra elúltimo. Dócilmente, mágicamente, ya habrá apoyado el armacontra, la sien.Así, lo creo, sucedieron las cosas.


986 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLABERINTONo habrá nunca una puerta. Estás adentroY el alcázar abarca el universoY no tiene ni anverso ni reversoNi externo muro ni secreto centro.No esperes que el rigor de tu caminoQue tercamente se bifurca en otro,Que tercamente se bifurca en otro,Tendrá fin. Es de hierro tu destinoComo tu juez. No aguardes la embestidaDel toro que es un hombre y cuya extrañaForma plural da horror a la marañaDe interminable piedra entretejida.No existe. Nada esperes. Ni siquieraEn el negro crepúsculo la fiera.


ELOGIO DE LA SOMBRA 987EL LABERINTOZeus no podría desatar las redesde piedra que me cercan. He olvidadolos hombres que antes fui; sigo el odiadocamino de monótonas paredesque es mi destino. Rectas galeríasque se curvan en círculos secretosal cabo de los años. Parapetosque ha agrietado la usura de los días.En el pálido polvo he descifradorastros que temo. El aire me ha traídoen las cóncavas tardes un bramidoo el eco de un bramido desolado.Sé que en la sombra hay Otro, cuya suertees fatigar las largas soledadesque tejen y destejen este Hadesy ansiar mi sangre y devorar mi muerte.Nos buscamos los dos. Ojalá fueraéste el último día de la espera.


988 JORGE LUÍS BORGES—OBRAS COMPLETASRICARDO GÜIRALDESNadie podrá olvidar su cortesía;Era la no buscada, la primeraForma de su bondad, la verdaderaCifra de un alma clara como el día.No he de olvidar tampoco la bizarraSerenidad, el fino rostro fuerte,Las luces de la gloria y de la muerte,La mano interrogando la guitarra.Como en el puro sueño de un espejo(Tú eres la realidad, yo su reflejo)Te veo conversando con nosotrosEn Quintana. Ahí estás, mágico y muerto.Tuyo, Ricardo, ahora es el abiertoCampo de ayer, el alba de los potros.


ELOGIO DE LA SOMBRA 989EL ETNÓGRAFOEl caso me lo refirieron en Texas, pero había acontecido en otroestado. Cuenta con un solo protagonista, salvo que en toda historialos protagonistas son miles, visibles e invisibles, vivos ymuertos. Se llamaba, creo, Fred Murdock. Era alto a la maneraamericana, ni rubio ni moreno, de perfil de hacha, de muy pocaspalabras. Nada singular había en él, ni siquiera esa fingida, singularidadque es propia de los jóvenes. Naturalmente respetuoso,no descreía de los libros ni de quienes escriben los libros. Erasuya esa edad en que el hombre no sabe aún quién es y estálisto a entregarse a lo que le propone el azar: la mística del persao el desconocido origen del húngaro, las aventuras de la guerrao el álgebra, el puritanismo o la orgía. En la universidad le aconsejaronel estudio de las lenguas indígenas. Hay ritos esotéricosque perduran en ciertas tribus del oeste; su profesor, un hombreentrado en años, le propuso que hiciera su habitación en unareserva, que observara los ritos y que descubriera el secreto quelos brujos revelan al iniciado. A su vuelta, redactaría una tesisque las autoridades del instituto darían a la imprenta. Murdockaceptó con alacridad. Uno de sus mayores había muerto en lasguerras de la frontera; esa antigua discordia de sus estirpes eraun vínculo ahora. Previo, sin duda, las dificultades que lo aguardaban;tenía que lograr que los hombres rojos lo aceptaran comouno de los suyos. Emprendió la larga aventura. Más de dos añoshabitó en la pradera, entre muros de adobe o a la intemperie. Selevantaba antes del alba, se acostaba al anochecer, llegó a soñaren un idioma que no era el de sus padres. Acostumbró su paladara sabores ásperos, se cubrió con ropas extrañas, olvidó losamigos y la ciudad, llegó a pensar de una manera que su lógicarechazaba. Durante los primeros meses de aprendizaje tomabanotas sigilosas, que rompería después, acaso para no despertarla suspicacia de los otros, acaso porque ya no las precisaba. Altérmino de un plazo prefijado por ciertos ejercicios, de índolemoral y de índole física, el sacerdote le ordenó que fuera recordandosus sueños y que se los confiara al clarear el día. Comprobóque en las noches de luna llena soñaba con bisontes. Confió estossueños repetidos a su maestro; éste acabó por revelarle sudoctrina secreta. Una mañana, sin haberse despedido de nadie,Murdock se fue.En la ciudad, sintió la nostalgia de aquellas tardes iniciales


990 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASde la pradera en que había sentido, hace tiempo, la nostalgia dela ciudad. Se encaminó al despacho del profesor y.le dijo quesabía el secreto y que había resuelto no revelarlo.—¿Lo ata su juramento? —preguntó el otro.,—No es ésa mi razón —dijo Murdock—. En esas lejanías aprendíalgo que no puedo decir.—¿Acaso el idioma inglés es insuficiente? —observaría el otro.—Nada de eso, señor. Ahora que poseo el secreto, podría enunciarlode cien modos distintos y aun contradictorios. No sé muybien cómo decirle que el secreto es precioso y que ahora la ciencia,nuestra ciencia, me parece una mera frivolidad.Agregó al cabo de una pausa: '—El secreto, por lo demás, no vale lo que valen los caminosque me condujeron a él. Esos caminos hay qué andarlos.El profesor le dijo con frialdad:—Comunicaré su decisión al Consejo. ¿Usted piensa vivir entrelos indios?Murdock le contestó:—No. Tal vez no vuelva a la pradera. Lo que me enseñaronsus hombres vale para cualquier lugar y para cualquier circunstancia.Tal fue en esencia el diálogo.Fred se casó, se divorció y es ahora uno de los bibliotecariosde Yale.


ELOGIO DE LA SOMBRA 99-1A CIERTA SOMBRA, 1940Que no profanen tu sagrado suelo, Inglaterra,El jabalí alemán y la hiena italiana.Isla de Shakespeare, que tus hijos te salvenY también tus sombras gloriosas.En esta margen ulterior de los maresLas invoco y acudenDesde el innumerable pasado,Con altas mitras y coronas de hierro,Con Biblias, con espadas, con remos,Con anclas y con arcos.Se ciernen sobre mí en la alta nochePropicia a la retórica y a la magiaY busco la más tenue, la deleznable,Y le advierto: oh, amigo,El continente hostil se apresta con armasA invadir tu Inglaterra,Como en los días que sufriste y cantaste.Por el mar, por la tierra y por el aire convergen los ejércitos.Vuelve a soñar, De Quincey.Teje para baluarte de tu islaRedes de pesadillas.Que por sus laberintos de tiempoErren sin fin los que odian.Que su noche se mida por centurias, por eras, por pirámides,Que las armas sean polvo, polvo las caras,Que nos salven ahora las indescifrables arquitecturasQue dieron horror a tu sueño.Hermano de la noche, bebedor de opio,Padre de sinuosos períodos que ya son laberintos y torres,Padre de las palabras que no se olvidan,¿Me oyes, amigo* no mirado, me oyesA través de esas cosas insondablesQue son los mares y la muerte?


992 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLAS COSASEl bastón, las monedas, el llavero,La dócil cerradura, las tardíasNotas que no leerán los pocos díasQue-me quedan, los naipes y el tablero,Un libro y en sus páginas la ajadaVioleta, monumento de una tardeSin duda inolvidable y ya olvidada,El rojo espejo occidental en que ardeUna ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,Limas, umbrales, atlas, copas, clavos,Nos sirven como tácitos esclavos,Ciegas y extrañamente sigilosas!Durarán más allá de nuestro olvido;No sabrán nunca que nos hemos ido.


ELOGIO DE LA SOMBRA 993RUBAIYATTorne en mi voz la métrica del persaA recordar que el tiempo es la diversaTrama de sueños ávidos que somosY que el secreto Soñador dispersa.Torne a afirmar que el fuego es la ceniza,La carne el polvo, el río la huidizaImagen de tu vida y de mi vidaQue lentamente se nos va de prisa.Torne a afirmar que el arduo monumentoQue erige? la soberbia es como el vientoQue pasa, y que a la luz inconcebiblede Quien perdura, un siglo es un momento.Torne a advertir que el ruiseñor de oroCanta una sola vez en el sonoroÁpice de la noche y que los astrosAvaros no prodigan su tesoro.Torne la luna al verso que tu manoEscribe como torna en el tempranoAzul a tu jardín. La misma lunaDe ese jardín te ha de buscar en vano.Sean bajo la luna de las tiernasTardes tu humilde ejemplo las cisternas,En cuyo espejo de agua se repitenUnas pocas imágenes eternas.Que la luna del persa y los inciertosOros de los crepúsculos desiertosVuelvan. Hoy es ayer. Eres los otrosCuyo rostro es el polvo. Eres los muertos.


994 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASPEDRO SALVADORESA Juan MurchisonQuiero dejar escrito, acaso por primera vez, uno de los hechosmás raros y más tristes de nuestra historia. Intervenir lo menosposible en su narración, prescindir de adiciones pintorescas y deconjeturas aventuradas es, me parece, la mejor manera de hacerlo.Un hombre, una mujer y la vasta sombra de un dictador sonlos tres personajes. El hombre se llamó Pedro Salvadores; miabuelo Acevedo lo vio, días o semanas después de la batalla deCaseros. Pedro Salvadores, tal vez, no difería del común de lagente, pero su destino y los años lo hicieron único. Sería un señorcómo tantos otros de su época. Poseería (nos cabe suponer)un establecimiento de campo y era unitario. El apellido de sumujer era Planes; los dos vivían en la calle Suipacha, no lejosde la esquina del Temple. La casa en que los hechos ocurrieronsería igual a las otras: la puerta^de calle, el zaguán, la puertacancel, las habitaciones, la hondura de los patios. Una noche,hacia 1842, oyeron el creciente y sordo rumor de los cascos delos caballos en la calle de tierra y los vivas y mueras de los jinetes.La mazorca, esta vez, no pasó de largo. Al griterío sucedieronlos repetidos golpes, mientras los hombres derribaban lapuerta, Salvadores pudo correr la mesa del comedor, alzar laalfombra y ocultarse en el sótano. La mujer puso la mesa en sulugar. La mazorca irrumpió; venían a llevárselo a Salvadores.La mujer declaró que éste había huido> a Montevideo. No lecreyeron; la azotaron, rompieron toda la vajilla celeste, registraronla casa, pero no se les ocurrió levantar la alfombra. A lamedianoche se fueron, no sin haber jurado volver.Aquí principia verdaderamente la historia de Pedro Salvadores.Vivió nueve años en el sótano. Por más que nos digamos que losaños están hechos de días y los días de horas y que nueve años esun término abstracto y una suma imposible, esa historia es atroz.Sospecho que en la sombra que sus ojos aprendieron a descifrar,no pensaba en nada, ni siquiera en su odio ni en su peligro.Estaba ahí, en el sótano. Algunos ecos de aquel mundo que leestaba vedado le llegarían desde arriba: los pasos habituales de sumujer, el golpe del brocal y del balde, la pesada lluvia en elpatio. Cada día, por lo demás, podía ser el último.La mujer fue despidiendo a la servidumbre, que era capaz de


ELOGIO DE LA SOMBRA 995delatarlos. Dijo a todos los suyos que Salvadores estaba en laBanda Oriental. Ganó el pan de los dos cosiendo para el ejército.En el decurso de los años tuvo dos hijos; la familia larepudió, atribuyéndolos a un amante. Después de la caída deltirano, le pedirían perdón de rodillas.¿Qué fue, quién fue, Pedro Salvadores? ¿Lo encarcelaron elterror, el amor, la invisible presencia de Buenos Aires y, finalmente,la costumbre? Para que no la dejara sola, su mujer ledaría inciertas noticias de conspiraciones y de victorias. Acaso eracobarde y la mujer lealmente le ocultó que ella lo sabía. Lo imaginoen su sótano, tal vez sin un candil, sin un libro. La sombralo hundiría en el sueño. Soñaría, al principio, con la nochetremenda en que el acero buscaba la garganta, con las callesabiertas, coii la llanura. Al cabo de los años no podría huir ysoñaría con el sótano. Sería, al principio, un acosado, un amenazado;después no lo sabremos nunca, un animal tranquilo ensu madriguera o una suerte de oscura divinidad.Todo esto hasta aquel día del verano de 1852 en que Rosashuyó. Fue entonces Cuando el hombre secreto salió a la luz deldía;,.mi abuelo habló con él. Fofo y obeso, estaba del color dela cera y no hablaba en voz alta. Nunca le devolvieron los camposque le habían sido confiscados; creo que murió en la miseria.Gomo todas las cosas, el destino de Pedro Salvadores nos pareceun símbolo de algo que estamos a punto de comprender.


996 JORGE LUIS BORGES—OBRAS .COMPLETASA ISRAEL¿Quién me dirá si estás en el perdidoLaberinto de ríos secularesDe mi sangre, Israel? ¿Quién los lugaresQue mi sangre y tu sangre han recorrido?No importa. Sé que estás en el sagradoLibro que abarca el tiempo y que la historiaDel rojo Adán rescata y la memoriaY la agonía del Crucificado.En ese libro estás, que es el espejoDe cada rostro que sobre él se inclinaY del rostro de Dios, que en su complejoY arduo cristal, terrible se adivina.Salve, Israel, que guardas la murallaDe Dios, en la pasión de tu batalla.


ELOGIO DE I.A SOMBRA 997ISRAELUn hombre encarcelado y hechizado,un hombre condenado a ser la serpienteque guarda un oro infame,un hombre condenado a ser Shylock,un hombre que se inclina sobre la tierray que sabe que estuvo en el Paraíso,un hombre viejo y ciego que ha de romperlas columnas del templo,un rostro condenado a ser una máscara,un hombre que a pesar de los hombreses Spinoza y el Baal Shem y los cabalistas,un hombre que es el Libro,una boca que alaba desde el abismola justicia del firmamento,un procurador o un dentistaque dialogó con Dios en una .montaña,un hombre condenado a ser el escarnio,la abominación, el judío,un hombre lapidado, incendiadoy ahogado en cámaras letales,un hombre que se obstina en ser inmortaly que ahora ha vuelto a su batalla,a la violenta luz ,de la victoria,hermoso como un león al mediodía.


998 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASJUNIO, 1968En la tarde de oroo en una serenidad cuyo símbolopodría ser la tarde de oro,el hombre dispone los librosen los anaqueles que aguardany siente el pergamino, el cuero, la telay el agrado que danla previsión de un hábitoy el establecimiento de un orden.Stevenson y el otro escocés, Andrew Lantreanudarán aquí, de manera mágica,la lenta discusión que interrumpieronlos mares y la muertey a Reyes no le desagradará ciertamentela cercanía de Virgilio.(Ordenar bibliotecas es ejercer,de un modo silencioso y modesto,el arte de la crítica.)El hombre, que está ciego,sabe que ya no podrá descifrarlos hermosos volúmenes que manejay que no le ayudarán a escribirel libro que lo justificará ante los otros,pero en la tarde que es acaso de orosonríe ante el curioso destinoy siente esa felicidad peculiarde las viejas cosas queridas.


ELOGIO DE LA SOMBRAEL GUARDIAN DE LOS LIBROSAhí están los jardines, los templos y la justificación de los templos,La recta música y las rectas palabras,Los sesenta y cuatro hexagramas,Los ritos que son la única sabiduríaQue otorga el Firmamento a los hombres,El decoro de aquel emperadorCuya serenidad fue reflejada por el mundo, su espejo,De suerte que los campos daban sus frutosY los torrentes respetaban sus márgenes,El unicornio herido que regresa para marcar el fin,Las secretas leyes eternas,El concierto del orbe;Esas cosas o su memoria están en los librosQue custodio en la torre.Los tártaros vinieron del NorteEn crinados potros pequeños;Aniquilaron los ejércitosQue el Hijo del Cielo mandó para castigar su impiedad,Erigieron pirámides de fuego y cortaron gargantas,Mataron al perverso y al justo,Mataron al esclavo encadenado que vigila la puerta,Usaron y olvidaron a las mujeresY siguieron al Sur,Inocentes como animales de presa,Crueles como cuchillos.En el alba dudosaEl padre de mi padre salvó los libros.Aquí están en la torre donde yazgo,Recordando los días que fueron de otros,Los ajenos y antiguos.En mis ojos no hay días. Los anaquelesEstán muy altos y no los alcanzan mis años.Leguas de polvo y sueño cercan la torre.¿A qué engañarme?La verdad es que nunca he sabido leer,Pero me consuelo pensandoQue lo imaginado y lo pasado ya son lo mismo


1000 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASPara un hombre que ha sidoY que contempla lo que fue la ciudadY ahora vuelve a ser el desierto.¿Qué me impide soñar que alguna vezDescifré la sabiduríaY dibujé con aplicada mano los símbolos?¡Mi nombre es Hsiang. Soy el que custodia los libros,Que acaso son los últimos,Porque nada sabemos del ImperioY del Hijo del Cielo.Ahí están en los altos anaqueles,Cercanos y lejanos a un tiempo,Secretos y visibles como los astros.Ahí están los jardines, los templos.


ELOGIO DE LA SOMBRA 1001LOS GAUCHOSQuién les hubiera dicho que sus mayores vinieron por un mar,quién les hubiera dicho lo que son un mar y sus aguas.Mestizos de la sangre del hombre blanco, lo tuvieron en poco,mestizos de la sangre del hombre rojo, fueron sus enemigos.Muchos no habrán oído jamás la palabra gaucho, o la habránoído como una injuria.Aprendieron los caminos de las estrellas, los hábitos del aire ydel pájaro, las profecías de las nubes del Sur y de la luna conun cerco.Fueron pastores de la hacienda brava, firmes en el caballo deldesierto que habían domado esa mañana, enlazadores, marcadores,troperos, hombres de la partida policial, alguna vezmatreros; alguno, el escuchado, fue el payador.Cantaba sin premura, porque el alba tarda en clarear, y no alzabala voz.Había peones tigreros; amparado en el poncho el brazo izquierdo,,el derecho sumía el cuchillo en el vientre del animal, abalanzadoy alto.El diálogo pausado, el mate y el naipe fueron las formas de sutiempo.A diferencia de otros campesinos, eran capaces de ironía.Eran sufridos, castos y pobres. La hospitalidad fue su fiesta.Alguna noche los perdió el pendenciero alcohol de los sábados.Morían y mataban con inocencia.No eran devotos, fuera de alguna oscura superstición, pero ladura vida les enseñó el culto del coraje.Hombres de la ciudad les fabricaron un dialecto y una poesía demetáforas rústicas.Ciertamente no fueron aventureros, pero un arreo los llevabamuy lejos y más lejos las guerras.No dieron a la historia un solo caudillo. Fueron hombres deLópez, de Ramírez, de Artigas, de Quiroga, de Bustos, dePedro Campbell, de Rosas, de Urquiza, de aquel RicardoLópez Jordán que hizo matar a Urquiza, de Peñaloza y deSaravia.


1002 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASNo murieron por esa cosa abstracta, la patria, sino por Un patróncasual, una ira o por la invitación dé un peligro.Su ceniza está perdida en remotas regiones del continente, enrepúblicas de cuya historia nada supieron, en campos debatalla, hoy famosos.Hilario Ascasubi los vio cantando y combatiendo.Vivieron su destino como en un sueño, sin saber quiénes erano qué eran.Tal vez lo mismo nos ocurre a nosotros.


ELOGIO DE LA SOMBRA 1003ACEVEDOGampos de mis abuelos y que guardanTodavía su nombre de Acevedo,Indefinidos campos que no puedoDel todo imaginar. Mis años tardanY no he mirado aún esas cansadasLeguas de polvo y patria que mis muertosVieron desde el caballo, esos abiertosCaminos, sus ocasos y alboradas.La llanura es ubicua. Los he vistoEn Iowa, en el Sur, en tierra hebrea,En aquel saucedal de GalileaQue hollaron los humanos pies de Cristo.No los perdí. Son míos. Los poseoEn el olvido, en un casual deseo.


1004 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASINVOCACIÓN A JOYCEDispersos en dispersas capitales,solitarios y muchos,jugábamos a ser el primer Adánque dio nombre a las cosas.Por los vastos declives de la nocheque lindan con la' aurora,buscamos (lo recuerdo aún) las palabrasde la luna, de la muerte, de la mañanay de los otros hábitos del hombre.Fuimos el imagismo, el cubismo,los conventículos y sectasque las crédulas universidades veneran.Inventamos la falta de puntuación,la omisión de mayúsculas,las estrofas en forma de palomade los bibliotecarios de Alejandría.Ceniza, la labor de nuestras manosy un fuego ardiente nuestra, fe.Tú, mientras tanto, forjabasen las ciudades del destierro,en aquel destierro que fuetu aborrecido y elegido instrumento,el arma de tu arte,erigías tus arduos laberintos,infinitesimales e infinitos,admirablemente mezquinos,más populosos que la historia.Habremos muerto sin haber divisadola biforme fiera o la rosaque son el centro de tu dédalo,pero la memoria tiene sus talismanes,sus ecos de Virgilio,y así en las calles de la noche perdurantus infiernos espléndidos,tantas cadencias y metáforas tuyas,los oros de tu sombra.


ELOGIO DE LA SOMBRA 1005Qué importa nuestra cobardía si hay en la tierraun solo hombre valiente,qué importa la tristeza si hubo en el tiempoalguien que se dijo feliz,qué importa mi perdida generación,ese vago espejo,si tus libros la justifican.Yo soy los otros. Yo soy todos aquellosque ha rescatado tu obstinado rigor.Soy los que no conoces y los que salvas.


1006 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASISRAEL, 1969Temí que en Israel acecharíacon dulzura insidiosala nostalgia que las diásporas secularesacumularon como un triste tesoroen las ciudades del infiel, en las juderías,en los ocasos de la estepa, en los sueños,la nostalgia de aquéllos que te anhelaron,Jerusalén, junto a las aguas de Babilonia.¿Qué otra cosa eras, Israel, sino esa nostalgia,sino esa voluntad. de salvar,entre las inconstante^ formas del tiempo,tu viejo libro mágico, tus liturgias,tu soledad con Dios?No así, La más antigua de las nacioneses también la más joven.No has tentado a los hombres con jardines,con el oro y su tediosino con el rigor, tierra última.Israel les ha dicho sin palabras:olvidarás quién eres.Olvidarás al otro que dejaste.Olvidarás quién fuiste en las tierrasque te dieron sus tardes y sus mañanasy a las que no darás tu nostalgia.Olvidarás la lengua de tus padres y aprenderás la lengua delParaíso.Serás un israelí, serás un soldado.Edificarás la patria con ciénagas; la levantarás con desiertos.Trabajará contigo tu hermano, cuya cara no has visto nunca.Una sola cosa te prometemos:tu puesto en la batalla.


ELOGIO DE LA SOMBRA 1007DOS VERSIONES DE"RITTER, TOD UND TEUFEL"IBajo el yelmo quimérico el severoPerfil es cruel como la cruel espadaQue aguarda. Por la selva despojadaCabalga imperturbable el caballero.Torpe y furtiva, la caterva obscenaLo ha cercado: el Demonio de servilesOjos, los laberínticos reptilesY el blanco anciano del reloj de arena.Caballero de hierro, quien te miraSabe que en ti no mora la mentiraNi el pálido temor. Tu dura suerteEs mandar y ultrajar. Eres valienteY no serás indigno ciertamente,Alemán, del Demonio y de la Muerte.IILos caminos son dos. El de aquel hombreDe hierro y de soberbia, y que cabalga,Firme en su fe, por la dudosa selvaDel mundo, entre las befas y la danzaInmóvil del Demonio y de la Muerte,Y el otro, el breve, el mío. ¿En qué borradaNoche o mañana antigua descubrieronMis ojos la fantástica epopeya,El perdurable sueño de Durero,El héroe y la caterva de sus sombrasQue me buscan, me acechan y me encuentran?A mí, no al paladín, exhorta el blancoAnciano coronado dé sinuosas


1008 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASSerpientes. La clepsidra sucesivaMide mi tiempo, no su eterno ahora.Yo seré la ceniza y la tiniebla;Yo, que partí después, habré alcanzadoMi término mortal; tú, que no eres,Tú, caballero de la recta espadaY de la selva rígida, tu pasoProseguirás mientras los hombres duren.Imperturbable, imaginario, eterno.


ELOGIO DE LA SOMBRA 1009BUENOS AIRES¿Qué será Buenos Aires?Es la Plaza de Mayo a la que volvieron, después de haber guerreadoen el continente, hombres cansados y felices.Es el dédalo creciente de luces que divisamos desde el avióny bajo el cual están la azotea, la vereda, el último patio, lascosas quietas.Es el paredón de la Recoleta contra el cual murió, ejecutado, unode mis mayores.Es un gran árbol de la calle Junín que, sin saberlo, nos deparasombra y frescura.Es una larga calle de casas bajas, que pierde y transfigura elponiente.Es la Dársena Sur de la que zarpaban el Saturno y el Cosmos.Es la vereda de Quintana en la que mi padre, que había estadociego, lloró, porque veía las antiguas estrellas.Es una puerta numerada, detrás de la cual, en la oscuridad, pasédiez días y diez noches, inmóvil, días y noches que son enla memoria un instante.Es el jinete de pesado metal que proyecta desde lo alto su seriecíclica de sombras.Es el mismo jinete bajo la lluvia.Es una esquina de la calle Perú, en la que Julio César Dabovenos dijo que el peor pecado que puede cometer un hombrees engendrar un hijo y sentenciarlo a esta vida espantosa.Es Elvira de Alvear, escribiendo en cuidadosos cuadernos unalarga novela, que al principio estaba hecha de palabras y alfin de vagos rasgos indescifrables.Es la mano de Norah, trazando el rostro de una amiga que estambién el de un ángel.Es una espada que ha servido en las guerras y que es menos unarma que una memoria.Es una divisa descolorida o un daguerrotipo gastado, cosas queson del tiempo.Es el día en que dejamos a una mujer y el día en que una mujernos dejó.Es aquel arco de la calle Bolívar desde el cual se divisa laBiblioteca.Es la habitación de la Biblioteca, en la que descubrimos, hacia


1010 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS1957, la lengua de los ásperos sajones, la lengua del corajey de la tristeza.Es la pieza contigua, en la que murió Paul Groussac.Es el último espejo que repitió la cara de mi padre.Es la cara de Cristo que vi en el polvo, deshecha a martillazos,en una de las naves de 4a Piedad.Es una alta casa del Sur en la que mi mujer y yo traducimos aWhitman, cuyo gran eco ojalá resuene en esta página.Es Lugones, mirando por la ventanilla del tren las formas quese pierden y pensando que ya no lo abruma el deber detraducirlas para siempre en palabras, porque este viaje seráel último.Es, en la deshabitada noche, cierta esquina del Once en la queMacedonio Fernández, que ha muerto, sigue explicándomeque la muerte es una falacia.No quiero proseguir; estas cosas son demasiado individuales, sondemasiado lo que son, para ser también Buenos Aires.Buenos Aires es la otra calle, la que no pisé nunca, es el centrosecreto de las manzanas, los patios últimos, es lo que las fachadasocultan, es mi enemigo, si lo tengo," es la persona aquien le desagradan mis versos (a mi me desagradan también), es la modesta librería en que acaso entramos y quehemos olvidado, es esa racha de milonga silbada que no reconocemosy que nos toca,-es lo que se ha perdido y lo queserá, es lo ulterior, lo ajeno, lo lateral, el barrio que no estuyo ni mío, lo que ignoramos y queremos.


ELOGIO DE LA SOMBRA 1011FRAGMENTOS DE UN EVANGELIOAPÓCRIFO3. Desdichado el pobre en espíritu, porque bajo la tierra serálo que ahora es en la tierra.4. Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito íniserabledel llanto.5. Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una coronade gloria.6. No basta ser el último para ser alguna vez el primero.7. Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tieneo todos la tienen.8. Feliz el que perdona, a los otros y el que se perdona a sí mismo.9. Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a ladiscordia.10. Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia, porquesaben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra delazar, que es inescrutable.11. Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha estáen el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza deun premio.12. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.13. Bienaventurados los que padecen persecución por causa dela justicia, porque les importa más la justicia que su destinohumano.14. Nadie es la salde la tierra; nadie, en algún momento de suvida, no lo es.15. Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombrela vea. Dios la verá.1.6. No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y tambiénlos que digo y los que los profetas dijeron.17. El que matare por la causa de la justicia, o por la causa queél cree justa, no tiene culpa.18. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.19. No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún mo-/ do su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz.20. Si te ofendiere tu, mano derecha, perdónala; eres tu cuerpoy eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera quelos divide. . .24. No exageres el culto de la verdad; no hay hombre que alcabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces.


1012 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS25. No jures, porque todo juramento es un énfasis.26. Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiriereen la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre queno te mueva el temor.27. Yo no habló de venganzas ni de perdones; el olvido es laúnica venganza y el único perdón.28. Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y noes arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.29. Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacertu vanidad.30. No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio,y éste, de la tristeza y del tedio.31. Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, noes tuyo el error.32. Dios es más generoso que los hombres y los medirá con otramedida.33. Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; loque importa es dar.34. Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar.. .39. La puerta es la que elige, no el hombre.40. No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus <strong>obras</strong>;pueden ser peores o mejores.41. Nada se edifica sobre la piedra, tqdo sobre la arena, peronuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena.. .47. Feliz el pobre jin amargura o el rico sin soberbia.48. Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo laderrota o las palmas.49. Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilioo de Cristo, porque éstas darán luz a sus días.50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindirdel amor.51. Felices los felices.


ELOGIO DE LA SOMBRA 1013LEYENDAAbel y Caín se encontraron después de la muerte de Abel. Caminabanpor el desierto y se reconocieron desde lejos, porque losdos eran muy altos. Los hermanos se sentaron en la tierra, hicieronun fuego y comieron. Guardaban silencio, a la manera de lagente cansada cuando declina el día. En el cielo asomaba algunaestrella, que aún no había recibido su nombre. A la luz de lasllamas, Caín advirtió en la frente de Abel la marca de la piedray dejó caer el pan que estaba por llevarse a la boca y pidió quele fuera perdonado su crimen.Abel contestó:—¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo; aquíestamos juntos como antes.—Ahora sé que en verdad me has perdonado —dijo Caín—, porqueolvidar es perdonar. Yo trataré también de olvidar.Abel dijo despacio:—Así es. Mientras dura el remordimiento dura la culpa.


1014 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASUNA ORACIÓNMi boca ha pronunciado y pronunciará, miles de veces* y en, losdos idiomas que me son íntimos, el padre nuestro, pero sólo enparte lo entiendo. Esta mañana, la del día primero de julio de1969, quiero intentar una oración que sea personal, no heredada.Sé que se trata de una empresa que exige una sinceridad másque humana. Es evidente, en primer término, que me está vedadopedir. Pedir que no anochezcan mis ojos sería una locura;sé de millares de personas que ven y que no son particularmentefelices, justas o sabias. El proceso del tiempo es una trama deefectos y d€ causas, de suerte que pedir cualquier merced, porínfima que sea, es pedir que se rompa un eslabón de esa tramade hierro, es pedir que ya se haya roto. Nadie merece tal milagro.No puedo suplicar que mis errores me sean perdonados; el perdónes un acto ajeno y sólo yo puedo salvarme. El perdón purificaal ofendido, no al ofensor, a quien casi no le concierne. Lalibertad de mi albedrío es tal vez ilusoria, pero puedo dar o soñarque doy. Puedo dar el coraje, que no tengo; puedo dar la esperanza,que no está en mí; puedo enseñar la voluntad de aprenderlo que sé apenas o entreveo. Quiero ser recordado menos comopoeta que como amigo; que alguien repita una cadencia de Dunbaro de Frost o del hombre que vio en la medianoche el árbolque sangra, la Cruz, y piense que por primera vez la oyó de mislabios. Lo demás no me importa; espero que el olvido no se demore.Desconocemos los designios del universo, pero sabemosque razonar con lucidez y obrar con justicia es ayudar a esos designios,:que no nos serán revelados.Quiero morir del todo; quiero morir con este compañero, micuerpo.


ELOGIO DE LA SOMBRA 1015HIS END AND HISBEGINNINGCumplida la agonía, ya solo, ya solo y desgarrado y rechazado, sehundió en el sueño. Cuando despertó, lo aguardaban los hábitoscotidianos y los lugares; se dijo que no debía pensar demasiadoen la noche anterior y, alentado por esa voluntad, se vistió sinapuro. En la oficina, cumplió pasablemente con sus deberes, sibien con esa incómoda impresión de repetir algo ya hecho, quenos da la fatiga. Le pareció notar que los otros desviaban la mirada;acaso ya sabían que estaba muerto. Esa noche empezaron laspesadillas; no le dejaban el menor recuerdo, sólo el temor de quevolvieran. A la larga el temor prevaleció; se interponía entre ély la página que debía escribir o el libro que trataba de leer.Las letras hormigueaban y pululaban; los rostros, los rostros familiares,iban borrándose; las cosas y los hombres .fueron dejándolo.Su mente se aferró a esas formas cambiantes, como en unfrenesí de tenacidad.Por raro que parezca, nunca sospechó la verdad; ésta lo iluminóde golpe. Comprendió que no podía recordar las formas,los sonidos y los colores de los sueños; no había formas, coloresni sonidos, y no eran sueños. Eran su realidad, una realidad másallá del silencio y de la visión y, por consiguiente, de la memoria.Esto lo consternó más que el hecho de que a partir de la hora desu muerte, había estado luchando en un remolino de insensatasimágenes. Las voces que había oído eran ecos; los rostros, máscaras;los dedos de su mano eran sombras, vagas e insustancialessin duda, pero también queridas y conocidas.De algún modo sintió que su deber era dejar atrás esas cosas;ahora pertenecía a este nuevo mundo, ajeno de pasado, de presentey de porvenir. Poco a poco este mundo lo circundó. Padeciómuchas agonías, atravesó regiones de desesperación y de soledad.Esas peregrinaciones -eran atroces porque trascendían todassus anteriores percepciones, memorias y esperanzas. Todo el horroryacía en su novedad y esplendor. Había merecido la Gracia,desde su muerte había estado siempre en el cielo.


1016 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASUN LECTORQue otros se jacten de las páginas que han escrito;a mí me enorgullecen las que he leído.No habré sido un filólogo,no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosamutación de las letras,la de que se endurece en te,la equivalencia de la ge y de la ka,pero a lo largo de mis años he profesadola pasión del lenguaje.Mis noches están llenas de Virgilio;haber sabido y haber olvidado el latínes una posesión, porque el olvidoes una de las formas de la memoria, su vago sótano,'la otra cara secreta de la moneda.Cuando en mis ojos se borraronlas vanas apariencias queridas,los rostros y la página,me di al estudio del lenguaje de hierroque usaron mis mayores para cantarespadas y soledades,y ahora, a través de siete siglos,desde la Última Thule,ftu voz me llega, Snorri Sturluson.El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisay lo hace en pos de un conocimiento preciso;a mis años, toda empresa es una aventuraque linda con la noche.No acabaré de descifrar las antiguas lenguas del Norte,no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd;la tarea que emprendo es ilimitaday ha de acompañarme hasta el fin,no menos misteriosa que el universoy que yo, el aprendiz.


ELOGIO DE LA SOMBRA 1017ELOGIO DE LA SOMBRALa vejez (tal es el nombre que los otros le dan)puede ser el tiempo de nuestra dicha.El animal ha muerto o casi ha muerto.Quedan el hombre y su alma.Vivo entre formas luminosas y vagasque no son aún la tiniebla.Buenos Aires,que antes se desgarraba en arrabaleshacia la llanura incesante,ha vuelto a ser la Recoleta, el Retiro,las borrosas calles del Oncey las precarias casas viejasque aún llamamos el Sur.Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas;Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;el tiempo ha sido mi Demócrito.Esta penumbra es lenta y no duele;fluye por un manso declivey se parece a la eternidad.Mis amigos no tienen cara,las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,las esquinas pueden ser otras,no hay letras en las páginas de los libros.Todo esto debería atemorizarme,pero es una dulzura, un regreso.De las generaciones de los textos que hay en la tierrasólo habré leído unos pocos,los que sigo leyendo en la memoria,leyendo y transformando.Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,convergen los caminos que me han traídoa mi secreto centro.Esos caminos fueron ecos y pasos,mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,días y noches,entresueños y sueños,


1018 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAScada ínfimo instante del ayery de los ayeres del mundo,la firme espada del danés y la luna del persa,los actos de los muertos,el compartido amor, las palabras,Emerson y la nieve y tantas cosas.Ahora puedo olvidarlas. Llego a mi centro,a mi álgebra y mi clave,a mi espejo.Pronto sabré quién soy.


El informe de Brodie(1970)


) 1021 (P R Ó L O G OLos últimos relatos de Kipling fueron no menos laberínticos yangustiosos que los de Kafka o los de James, a los que sin dudasuperan; pero en mil ochocientos ochenta y cinco, en Lahore, habíaemprendido una serie de cuentos breves, escritos de manera directa,que reuniría en mil ochocientos noventa. No pocos —In theHouse of Suddhoo, Beyond the Palé, The Gate of the HundredSorrows— son lacónicas <strong>obras</strong> maestras; alguna vez pensé que loque ha concebido y ejecutado un muchacho genial puede ser imitadosin inmodestia por un hombre en los lindes de la vejez, queconoce el oficio. El fruto de esa reflexión es este volumen, que mislectores juzgarán.He intentado, no sé con qué fortuna, la redacción de cuentosdirectos..No me atrevo a afirmar que son sencillos; no hay en latierra una sola página, una sola palabra, que lo sea, ya que todaspostulan el universo, cuyo más notorio atributo es la complejidad.Sólo quiero aclarar que no soy, ni he sido jamás, lo que antes sellamaba un fabulista o un predicador de parábolas y ahora Unescritor comprometido. No aspiro a ser Esopo. Mis cuentos, comotos de las Mil y Una Noches, quieren distraer y conmover y nopersuadir. Este propósito no quiere decir que me encierre, segúnla imagen salomónica, en una torre de marfil. Mis conviccionesen materia política son harto conocidas; me he afiliado al PartidoConservador, lo cual es una forma de escepticismo, y nadie meha tildado de comunista, de nacionalista, de antisemita, de partidariode Hormiga Negra o de Rosas. Creo que con el tiempomereceremos que no haya gobiernos. No he disimulado nuncamis opiniones, ni siquiera en los años arduos, pero no he permitidoque interfieran en mi obra literaria, salvo cuando me urgióla exaltación de la Guerra de los Seis Días. El ejercicio delas letras es misterioso; lo que opinamos es efímero y apto porla tesis platónica de la Musa y no por la de Poe, que razonó,o fingió razonar, que la escritura de un poema es una operaciónde la inteligencia. No deja de admirarme que los clásicosprofesaran una tesis romántica, y un poeta romántico, una tesisclásica.Fuera del texto que da nombre a este libró y que manifiesta-


1022 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASmente procede del último viaje emprendido por Lemuel Gulliver,mis cuentos son realistas, para usar la'nomenclatura hoy en boga.Observan, creo, todas las convenciones del género, no menos convencionalque los otros y del cual pronto nos cansaremos o yaestamos cansados. Abundan en la requerida- invención de hechoscircunstanciales, de los que hay ejemplos espléndidos en la baladaanglosajona de Maldon, que data del siglo diez, y en las ulterioressagas de Islandia. Dos relatas —no diré cuáles— admiten unamisma clave fantástica. El curioso lector advertirá ciertas afinidadesintimas. Unos pocos argumentos me han hostigado a lo largo deltiempo; soy decididamente monótono.Debo a un sueño de Hugo Ramírez Moroni la trama generalde la historia que se titula El Evangelio según Marcos, la mejor dela serie; temo haberla maleado con los cambios que mi imaginacióno mi razón juzgaron convenientes. Por lo demás, la literaturano es otra cosa que un sueño dirigido.He renunciado a las sorpresas de un estilo barroco; también ,a las que quiere deparar un final imprevisto. He preferido, ensuma, la preparación de una expectativa o la de un asombro.Durante muchos años creí que me sería dado alcanzar una buenapágina mediante variaciones y novedades; ahora, cumplidos lossetenta, creo haber encontrado mi voz. Las modificaciones verbalesno estropearán ni mejorarán lo que dicto, salvo cuando éstos puedenaligerar una oración pesada o mitigar un énfasis. Cada lenguajees una tradición, cada palabra, un símbolo compartido; esbaladí lo que un innovador es capaz de alterar; recordemos la obraespléndida pero no pocas veces ilegible de un Mallarmé'o de unJoyce. Es verosímil que estas razonables razones sean un frutode la fatiga. La ya avanzada edad me ha enseñado la resignaciónde ser Borges.Imparcialmente me tienen sin cuidado el Diccionario de la RealAcademia, dont chaqué édition fait regretter la precedente, segúnel melancólico dictamen de Paul Groussac, y los gravosos diccionariosde argentinismos. Todos, los de éste y los del otro ladodel mar, propenden a acentuar las diferencias y a desintegrar elidioma. Recuerdo a este propósito que a Roberto Arlt le echarone>n cara su desconocimiento del lunfardo y que replicó: "Me hecriado en Villa Luro, entre gente pobre y malevos, y realmenteno he tenido tiempo de estudiar esas cosas". El lunfardo, de hecho,es una broma literaria inventada por saineteros y por compositoresde tangos y los orilleros lo ignoran, salvo cuando los discos delfonógrafo los han adoctrinado.He situado mis cuentos un poco lejos, ya en el tiempo, ya enel espacio. La imaginación puede obrar así con más libertad.¿Quién, en mil novecientos setenta, recordará con precisión lo que


EL INFORME DE BRODIE 1023fueron, a fines del siglo anterior, los arrabales de Palermo o deLomas? Por increíble que parezca, hay escrupulosos que ejercenla policía de las pequeñas distracciones. Observan, por ejemplo,que Martín Fierro hubiera hablado de una bolsa de huesos, node un saco de huesos, y reprueban, acaso con injusticia, el pelajeovero rosado de cierto caballo famoso.Dios te libre, lector, de prólogos largos. La cita es de Quevedo,que, para no cometer un anacronismo que hubiera sido descubiertoa la larga, no leyó nunca los de Shaw.J. L. B.Buenos Aires, 19 de abril de 1970.


EL INFORMÉ DE BRODIE 1025LAINTRUSA2 REYES, I, 26.Dicen (lo cual es improbable) que la historia fue referida porEduardo, el menor de los Nelson, en el velorio de Cristian, elmayor, que falleció de muerte natural, hacia mil ochocientosnoventa y tantos, en el partido de Morón. Lo cierto es que alguienla oyó de alguien, en el decurso de esa larga noche perdida,entre mate y mate, y la repitió a Santiago Dabove, por quien lasupe. Años después, volvieron a contármela en Turdera, dondehabía acontecido. La segunda versión, algo más prolija, confirmabaén suma la de Santiago, con las pequeñas variaciones ydivergencias qué son del caso. La escribo ahora porque en ellase cifra, si no me engaño, un breve y trágico cristal de la índolede los orilleros antiguos. Lo haré con probidad, pero ya preveoque cederé a la tentación literaria de acentuar o agregar algúnpormenor.En Turdera los llamaban los Nilsen. El párroco me dijo quesu predecesor recordaba, no sin sorpresa, haber visto en la casade esa gente una gastada Biblia de tapas negras, con caracteresgóticos; en las últimas páginas entrevio nombres y fechas manuscritas.Era el único libro que había en la casa. La azarosa crónicade los Nilsen, perdida como todo se perderá. El caserón,que ya no existe, era de ladrillo sin revocar; desde el zaguánse divisaban un patio de baldosa colorada y otro de tierra. Pocos,por lo demás, entraron ahí; los Nilsen defendían su soledad. Enlas habitaciones desmanteladas dormían en catres; sus lujos eranel caballo, el apero, la daga de hoja corta, el atuendo rumbosode los sábados y el alcohol pendenciero. Sé que eran altos, demelena rojiza. Dinamarca o Irlanda, de las que nunca oiríanhablar, andaban por la sangre de esos dos criollos. El barrio lostemía a los Colorados; no es imposible que debieran algunamuerte. Hombro a hombro pelearon. una vez a la policía. Sedice que el menor tuvo un altercado con Juan Iberra, en elque no llevó la peor parte, lo cual, según los entendidos, esmucho. Fueron troperos, cuarteadores, cuatreros y alguna ve/tahúres. Tenían fama de avaros, salvo cuando la bebida y eljuego los volvían generosos. De sus deudos nada se sabe ni de


1026 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASdónde vinieron. Eran dueños de una carreta y una yunta debueyes.Físicamente diferían del compadraje que dio su apodo forajidoa la Costa Brava. Esto, y lo que ignoramos, ayuda a comprenderlo unidos que fueron. Malquistarse con uno era contarcon dos enemigos.Los Nilsen eran calaveras, pero sus episodios amorosos habíansido hasta entonces de zaguán o de casa mala. No faltaron, pues,comentarios cuando Cristian llevó a vivir con él a Juliana Burgos.Es verdad que ganaba así una sirvienta, pero no es menos ciertoque la colmó de horrendas baratijas y que la lucía en las fiestas.En las pobres fiestas de conventillo, donde la quebrada y el.corteestaban prohibidos y donde se bailaba, todavía, con mucha luz.Juliana era de tez morena y de ojos rasgados, bastaba que alguienla mirara para que se sonriera. En un barrio modesto, dondeel trabajo y el descuido gastan a las mujeres, no era ma! parecida.Eduardo los acompañaba al principio. Después emprendió unviaje a Arrecifes por no sé qué negocio; a su vuelta llevó a lacasa una muchacha, que había levantado por el camino, y alos pocos días la echó. Se hizo más hosco; se emborrachaba soloen el almacén y no se daba con nadie. Estaba enamorado de lamujer de Cristian. El barrio, que tal vez lo supo antes que él,previo con alevosa alegría la rivalidad latente de los hermanos.Una noche, al volver tarde de la esquina, Eduardo vio el oscurode Cristian atado al palenque. En el patio, el mayor estaba esperándolocon sus mejores pilchas. La mujer iba y venía con elmate en la mano. Cristian le dijo a Eduardo:—Yo me voy a una farra en lo de Farías. Ahí la tenes a laJuliana; si la querés, úsala.El tono era entre mandón y cordial. Eduardo se quedó untiempo mirándolo; no sabía qué hacer. Cristian se levantó, sedespidió de Eduardo, no de Juliana, que era una cosa, montóa caballo y se fue al trote, sin apuro.Desde aquella noche la compartieron. Nadie sabrá los pormenoresde esa sórdida unión, que ultrajaba las decencias del arrabal.El arreglo anduvo bien por unas semanas, pero no podía durar.Entre ellos, los hermanos no pronunciaban el nombre de Juliana,ni siquiera para llamarla, pero buscaban, y encontraban, razonespara no estar de acuerdo. Discutían la venta de unos cueros,pero lo que discutían era otra cosa. Cristian solía alzar la vozy Eduardo callaba. Sin saberlo, estaban celándose. En el durosuburbio, un hombre no decía, ni se decía, que una mujer pudieraimportarle, más allá del deseo y la posesión, pero los dosestaban enamorados. Esto, de algún modo, los humillaba.


EL INFORME DE BRODIE 1027Una tarde, en la plaza de Lomas, Eduardo se cruzó con JuanIberra, que lo felicitó por ese primor que se habla agenciado.Fue entonces, creo, que Eduardo lo injurió. Nadie, delante de él,iba hacer burla de Cristian.La mujer atendía a los dos con sumisión bestial; perona podía ocultar alguna preferencia por el menor, que nohabía rechazado la participación, pero que no la había dispuesto.Un día, le mandaron a la Juliana que sacara dos sillas alprimer patio y que no apareciera por ahí, porque tenían quehablar. Ella esperaba un diálogo largo y se acostó a dormir lasiesta, pero al rato la recordaron. Le hicieron llenar una bolsacon todo lo que tenía, sin olvidar el rosario de vidrio y la crucecitaque le había dejado su madre. Sin explicarle nada lasubieron a la carreta y emprendieron un silencioso y tedioso viaje.Había llovido; los caminos estaban muy pesados y serían las cincode .la mañana cuando llegaron a Morón. Ahí la vendieron a lapatrona del prostíbulo. El trato ya estaba hecho; Cristian cobróla suma y la dividió después con el otro.En Turdera, los Nilsen, perdidos hasta entonces en la maraña(que también era una rutina) de aquel monstruoso amor, quisieronreanudar su antigua vida de hombres entre hombres. Volvierona las trucadas, al reñidero, a las juergas casuales. Acaso,alguna vez, se creyeron salvados, pero solían incurrir, cada cualpor su lado, en injustificadas o harto justificadas ausencias. Pocoantes de fin de año el menor dijo que tenía que hacer en laCapital. Cristian se fue a Morón; en el palenque de la casaque sabemos reconoció al overo de Eduardo. Entró; adentroestaba el otro, esperando turno. Parece que Cristian le dijo:—De seguir así, los vamos a cansar a los pingos. Más vale quela tengamos a mano.Habló con la patrona, sacó unas monedas del tirador y se lallevaron. La Juliana iba con Cristian; Eduardo espoleó al overopara no verlos.Volvieron a lo que ya se ha dicho. La infame solución habíafracasado; los dos habían cedido a la tentación de hacer trampa.Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muygrande —¡quién sabe qué rigores y qué peligros habían compartido!—y prefirieron desahogar su exasperación, con ajenos. Conun desconocido, con los perros, con la Juliana, que había traídola discordia.El mes de marzo estaba por concluir y el calor no cejaba. Undomingo (los domingos la gente suele recogerse temprano) Eduardo,que volvía del almacén vio que Cristian uncía los bueyes.Cristian le dijo:


1028 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS—Vení; tenemos que dejar unos cueros en lo del Pardo; yalos cargué; aprovechemos la fresca.El comercio del Pardo quedaba, creo, más al Sur; tomaronpor el Camino de las Tropas; después, por un desvío. El campoiba agrandándose con la noche.Orillaron un pajonal; Cristian tiró el cigarro que había encendido-ydijo sin apuro:• —A trabajar, hermano. Después nos ayudarán los caranchos.Hoy la maté. Que se quede aquí con sus pilchas. Ya no harámás perjuicios.Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro vínculo: lamujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla.


EL INFORME DE BRODIE 1029EL INDIGNOLa imagen que tenemos de la ciudad siempre es algo anacrónica.El café ha degenerado en bar; el zaguán que nos dejaba entreverlos patios y la parra es ahora un borroso corredor con un ascensoren el fondo. Así, yo creí durante años que a determinada alturade Talcahuano me esperaba la Librería Buenos Aires; una mañanacomprobé que la había reemplazado una casa de antigüedadesy me dijeron que don Santiago Fischbein, el dueño, había fallecido.Era más bien obeso; recuerdo menos sus facciones quenuestros largos diálogos. Firme y tranquilo, solía condenar elsionismo, que haría del judío un hombre común, atado, comotodos los otros, a una sola tradición y un solo país, sin las complejidadesy discordias que ahora lo enriquecen. Estaban compilando,me dijo, una copiosa antología de la obra de BaruchSpinoza, aligerada de todo ese aparato euclidiano que traba lalectura y que da a la fantástica teoría un rigor ilusorio. Me mostró,y no quiso venderme, un curioso ejemplar de la Kabbala denudatade Rosenroth, pero en mi biblioteca hay algunos libros deGinsburg y de Waite que llevan su sello.Una tarde en que los dos estábamos solos me confió un episodiode su vida, que hoy puedo referir. Cambiaré, como es de prever,algún pormenor.—"Voy a revelarle una cosa que no he contado a nadie. Ana,mi mujer, no lo sabe, ni siquiera mis amigos más íntimos. Haceya tanto años que ocurrió que ahora la siento como ajena. A lomejor le sirve para un cuento, que usted, sin duda, surtirá depuñales. No sé si ya lo he dicho alguna otra vez que soy entremano.No diré que éramos gauchos judíos; gauchos judíos nohubo nunca. Éramos comerciantes y chacareros. Nací en Urdinarrain,de la que apenas guardo memoria; cuando, mis padres sevinieron a Buenos Aire,.s, para abrir una tienda, yo era muy chico.A unas cuadras quedaba el Maldonado y después los baldíos.Carlyle ha escrito que los hombres precisan héroes. La historiade Grosso me propuso el culto de San Martín, pero en él nohallé más que un militar que había guerreado en Chile y queahora era una estatua de bronce y el nombre de una plaza. Elazar me dio un héroe muy distinto, para desgracia de los dos:Francisco Ferrari. Ésta debe ser la primera vez que lo oye nombrar.El barrio no era bravo como lo fueron, según dicen, los Corralesy el Bajo, pero no había almacén que no contara con su barra


1030 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASde compadritos. Ferrari paraba en el almacén de Triunvirato yThames. Fue ahí donde ocurrió el incidente que me llevó a seruno de sus adictos. Yo había ido a comprar un cuarto de yerba.Un forastero de melena y bigote se presentó y pidió una ginebra.Ferrari le dijo con suavidad:—Dígame ¿no nos vimos anteanoche en el baile de la Juliana?¿De dónde viene?—De San Cristóbal —dijo el otro.—Mi consejo —insinuó Ferrari— es que no vuelva por aquí. Haygente sin respeto que es capaz de hacerle pasar un mal rato.El de San Cristóbal se fue, con bigote y todo. Tal' vez. no fueramenos hombre que el otro, pero sabía que ahí estaba la barra.Desde esa tarde Francisco Ferrari fue ef héroe que mis quinceaños anhelaban. Era morocho, más bien alto, de buena planta,buen mozo a la manera de la época. Siempre andaba de negro.Un segundo episodio nos acercó. Yo estaba con mi madre y mitía; nos cruzamos con unos muchachones y uno le- dijo fuerte alos otros:—Déjenlas pasar. Carne vieja.Yo no supe qué hacer. En eso intervino Ferrari, que salía desu casa. Se encaró con el provocador y le dijo:—Si andas con ganas de meterte con alguien ¿por qué no temetes conmigo más bien?Los fue filiando, uno por uno, despacio, y nadie contestó unapalabra. Lo conocían.Se encogió de hombros, nos saludó y se fue. Antes de alejarse,me dijo:—Si no tenes nada que hacer, pasa luego por el boliche.Me quedé anonadado. Sarah, mi tía, sentenció:—Un caballero que hace respetar a las damas.Mi madre, para sacarme del apuro, observó:—Yo diría más bien un compadre que no quiere que hayaotros.No sé cómo explicarle las cosas. Yo me he labrado ahora unaposición, tengo esta librería que me gusta y cuyos libros leo, gozode amistades como la nuestra, tengo mi mujer y mis hijos, mehe afiliado al partido socialista, soy un buen argentino y un buenjudío. Soy un hombre.considerado. Ahora usted me ve casi calvo;entonces yo era un pobre muchacho ruso, de pelo colorado, enun barrio de las orillas. La gente me miraba por encima delhombro. Como todos los jóvenes, yo trataba de ser como losdemás. Me había puesto Santiago para escamotear el Jacobo, peroquedaba el Fischbein. Todos nos parecemos a la imagen quetienen de nosotros. Yo sentía el desprecio de la gente y yo medespreciaba también. En aquel tiempo, y sobre todo en aquel


EL INFORME DE BROD1E 1031medio, era importante ser valiente; yo me sabia cobarde. Lasmujeres me intimidaban; yo sentía la íntima vergüenza, de micastidad temerosa. No tenía amigos de mi edad.No fui al almacén esa noche. Ojalá nunca lo hubiera hecho.Acabé por sentir que en la invitación había una orden; un sábado,después de comer, entre en el local.Ferrari presidía una de las mesas. A los otros yo los conocía devista; serían unos siete. Ferrari era el mayor, salvo un hombreviejo, de pocas y cansadas palabras, cuyo nombre es el único queno se me ha borrado de la memoria: don Eliseo Amaro. Un tajole cruzaba la cara, que era muy ancha y floja. Me dijeron, después,que había sufrido una condena.Ferrari me sentó a su izquierda; a don Eliseo lo hicieron mudarde lugar. Yo no las tenía todas conmigo. Temía que Ferrari aludieraal. ingrato incidente de días pasados. Nada de eso ocurrió;hablaron de mujeres, de naipes, de comicios, de un payador queestaba por llegar y que no llegó, de las cosas del barrio. Al principioles costaba aceptarme; luego lo hicieron, porque tal era lavoluntad de Ferrari. Pese a los apellidos, en su mayoría italianos,cada cual se sentía ( y lo sentían) criollo y aun gaucho. Algunoera cuarteador o carrero o acaso matarife; el trato con los animaleslos acercaría a la gente de campo. Sospecho que su mayor anhelohubiera sido ser Juan Moreira. Acabaron por decirme el Rusito,pero en el apodo no había desprecio. De ellos aprendí a fumary otras cosas.En una casa de la calle Junín alguien me preguntó si yo no eraamigo de Francisco Ferrari. Le contesté que no; sentí que haberlecontestado que sí hubiera sido una, jactancia.Una noche la policía entró y nos palpó. Alguno tuvo que ira la comisaría; con Ferrari no se metieron. A los quince días laescena se repitió; esta segunda vez arrearon con Ferrari también,que tenía una daga en el cinto. Acaso había perdido el favor delcaudillo de la parroquia.Ahora veo en Ferrari a un pobre muchacho, iluso y traicionado;para mí, entonces, era un dios.La amistad no es menos misteriosa q.ue el amor o que cualquierade las otras faces de esta confusión que es la vida. He sospechadoalguna vez que la única.cosa sin misterio es la felicidad, porquese justifica por sí sola. El hecho es que Francisco Ferrari, el osado,el fuerte, sintió amistad por mí, el despreciable. Yo sentí que sehabía equivocado y que yo no era digno de esa amistad. Tratéde rehuirlo y no me lo permitió. Esta zozobra se agravó por ladesaprobación de mi madre, que no se resignaba a mi trato conlo que ella nombraba la morralla y que yo remedaba. Lo esencialde la historia que le refiero es mi relación con Ferrari, no los


1032 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASsórdidos hechos, de los que ahora no me arrepiento. Mientras durael arrepentimiento dura la culpa.El viejo, que había retomado su lugar al lado de Ferrari, secreteabacon él. Algo estarían tramando. Desde la otra punta de lamesa, creí percibir el nombre de Weidemann, cuya tejeduría quedabapor los confines del barrio. Al poco tiempo me .encargaron,sin más explicaciones, que rondara la fábrica y me fijara bien enlas puertas. Ya estaba por atardecer cuando crucé el arroyo y lasvías. Me acuerdo de unas casas desparramadas, de un sauzal yunos huecos. La fábrica era nueva, pero de aire solitario y derruido;su color rojo, en la memoria, se confunde ahora con elponiente. La cercaba una verja. Además de la entrada principal,había dos puertas en el fondo que miraban al sur y que dabandirectamente a las piezas.Confieso que tardé en comprender lo que usted ya habrácomprendido. Hice mi informe, que otro de los muchachos corroboró.La hermana trabajaba en la fábrica. Que la barra faltaraal almacén un sábado a la noche hubiera sido recordado portodos; Ferrari decidió que el asalto se haría el otro viernes. A míme tocaría hacer de campana. Era mejor que, mientras tanto,nadie nos viera juntos. Ya solos en la calle los dos, le preguntéa Ferrari:—¿Usted me tiene fe?—Sí —me contestó—. Sé que te portarás como un hombre.Dormí bien esa noche y las otras. El miércoles le dije a mi madreque iba a ver en el centro una vista nueva de cowboys. Mepuse lo mejor que tenía y me fui a la calle Moreno. El viaje enel Lacroze fue largo. En el Departamento de Policía me hicieronesperar, pero al fin uno de los empleados, un tal Eald o Alt, merecibió. Le dije que venía a tratar con él un asunto confidencial.Me respondió que hablara sin miedo. Le revelé lo que Ferrariandaba tramando. No dejó de admirarme que ese nombre lefuera desconocido; otra cosa fue cuando le hablé de don Elíseo.—¡Ah! —me dijo—. Ése fue de la barra del Oriental.Hizo llamar a otro oficial, que era de mi sección, y los dosconversaron. Uno me preguntó, no sin sorna:—¿Vos venís con esta denuncia porque te crees Un buen ciudadano?Sentí que no me entendería y le contesté:—Si, señor. Soy un buen argentino.Me dijeron que cumpliera con la misión que me había encargadomi jefe, pero que no silbara cuando viera venir a los agentes.Al despedirme, uno de los dos me advirtió:—Anda con cuidado. Vos sabes lo que les espera a los batintines.


EL INFORME DE BRODIE 1033Los funcionarios de policía gozan con el lunfardo, como loschicos de cuarto grado. Le respondí:—Ojalá me maten. Es lo mejor eme puede pasarme.Desde la madrugada del viernes, sentí el alivio de estar en eldía definitivo y el remordimiento de no sentir remordimientoalguno. Las horas se me hicieron muy largas. Apenas probé lacomida. A las diez de la noche fuimos juntándonos a una cuadraescasa de la tejeduría. Uno de los nuestros falló; don Elíseo dijoque nunca falta un flojo. Pensé que luego le echarían la culpade todo. Estaba por llover. Yo temí que alguien se quedara conmigo,pero me dejaron solo en una cíe las puertas del fondo. Alrato aparecieron los vigilantes y un oficial. Vinieron caminando;para no llamar la atención habían dejado los caballos en unterreno. Ferrari había forzado la puerta y pudieron entrar sinhacer ruido. Me aturdieron cuatro descargas. Yo pensé que adentro,en la oscuridad, estaban matándose. En eso vi salir a la policíacon los muchachos esposados. Después salieron dos agentes, conFrancisco Ferrari y don Elíseo Amaro a la rastra. Los habíanardido a balazos. En el sumario se declaró que habían resistidola orden de arresto y que fueron los primeros en hacer fuego.Yo sabía que era mentira, porque no los vi nunca con revólver.La policía aprovechó la ocasión para cobrarse una vieja deuda.Días después, me dijeron que Ferrari trató de huir, pero que unbalazo bastó. Los diarios, por supuesto, lo convirtieron en el héroeque acaso nunca fue y que yo había soñado.•A mí me arrearon con los otros y al poco tiempo me soltaron."


1034 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASHISTORIA DE ROSENDO JUÁREZSerían las once de la noche; yo había entrado en el almacén, queahora es un bar, en Bolívar y Venezuela. Desde un rincón el hombreroe chistó. Algo de autoritario habría en él, porque le hice ,caso en seguida. Estaba sentado ante una de las mesitas; sentí deun modo inexplicable que hacía mucho tiempo que no se habíamovido de ahí, ante su copita vacía. No era ni bajo ni alto; parecíaun artesano decente, quizá un antiguo hombre de campo. Elbigote ralo era gris. Aprensivo a la manera de los porteños, nose había quitado la chalina. Me invitó a que tomara algo con él.Me senté y charlamos. Todo esto sucedió hacia mil novecientostreinta, y tantos.El hombre me dijo:—Usted no me conoce más que de mentas, pero usted me esconocido, señor. Soy Rosendo Juárez. El finado Paredes le habráhablado de mí. El viejo tenía sus cosas; le gustaba mentir, nopara engañar, sino para divertir a la gente. Ahora que no tenemosnada que hacer, le voy a contar lo que de veras ocurrió aquellanoche, La noche que lo mataron al Corralero. Usted, señor, hapuesto el sucedido en una novela, que yo no estoy capacitadopara apreciar, pero quiero que sepa la verdad sobre esos infundios.Hizo una pausa como para ir juntado los recuerdos y prosiguió:—A uno le suceden las cosas y uno las va entendiendo con losaños. Lo que me pasó aquella noche venía de lejos. Yo me criéen el barrio del Maldonado, más allá, de Floresta. Era un zanjónde mala muerte, que por suerte ya lo entubaron. Yo siempre hesido de opinión que nadie es quién para detener la marcha delprogreso. En fin, cada uno nace donde puede. Nunca se me ocurrióaveriguar el nombre del padre que me hizo. ClementinaJuárez, mi madre, era una mujer muy decente que se ganaba elpan con la plancha. Para mí, era entrerriana u oriental» sea lo quesea, sabía hablar de sus allegados en Concepción dpi Uruguay.Me crié como los yuyos. Aprendí a vistear con los otros, con unpalo tiznado. Todavía no nos había ganado el fútbol, que eracosa de los ingleses.En el almacén, una noche me empezó a buscar un mozo Garmendia.Yo me hice el sordo, pero el otro, que estaba tomado,insistió. Salimos; ya desde la vereda, medio abrió la puerta delalmacén y dijo a la gente:—Pierdan cuidado, que ya vuelvo en seguida.


EL INFORME DE BROME 1035Yo me había agenciado un cuchillo; tomamos para el lado delArroyo, despacio, vigilándonos. Me llevaba unos años; habíavisteado muchas veces conmigo y yo sentí que iba a achurarme.Yo iba por la derecha del callejón y él iba por la izquierda. Tropezócontra unos cascotes. Fue tropezar Garmendia y fue venírmeleyo encima, casi sin haberlo pensado. Le abrí la cara de unpuntazo, nos trabamos, hubo un momento en el que pudo pasarcualquier cosa y al fin le di una puñalada, que fue la última.Sólo después sentí que él también me había herido, unas raspaduras.Esa noche aprendí que no es difícil matar a un hombre oque lo maten a uno. El arroyo estaba, muy bajo; para ir ganandotiempo, al finado medio lo disimulé atrás de un horno de ladrillos.De puro atolondrado le refalé el anillo que él sabía llevarcon un zarzo. Me lo puse, me acomodé el chambergo y volví alalmacén. Entré sin apuro y les dije:—Parece que el que ha vuelto soy yo.Pedí una caña y es verdad que la precisaba. Fue entonces quealguien me avisó de la mancha de sangre.Aquella noche me la pasé dando vueltas y vueltas en el catre;no me dormí hasta el alba. A la oración pasaron a buscarme dosvigilantes. Mi madre, pobre la finada, ponía el grito en el cielo.Arriaron conmigo, como si yo fuera un criminal. Dos días y dosnoches tuve que aguantarme en el calabozo. Nadie fue a verme,fuera de Luis Irala, un amigo de veras, que le negaron el permiso.Una mañana el comisario me mandó a buscar. Estaba acomodadoen la silla; ni me miró y me dijo:—¿Así es que vos te lo despachaste a Garmendia?—Si usted lo dice —contesté.—A mí se me dice señor. Nada de agachadas ni de evasivas.Aquí están las declaraciones de los testigos, y el anillo que fuehallado en tu casa. Firma la confesión de una vez.Mojó la pluma en el tintero y me la alcanzó.—Déjeme pensar, señor comisario —atiné a responder.—Te doy veinticuatro horas para que lo penses bien, en elcalabozo. No te voy a apurar. Si no querés entrar en razón, itehaciendo a la idea de un descansito en la calle Las Heras.Como es de imaginarse, yo no entendí.—Si te avenís, te quedan unos días nomás. Después te saco y yadon Nicolás Paredes me ha asegurado que te va a arreglar elasunto.Los días fueron diez. A las cansadas se acordaron de mí. Firmélo que querían y uno de los dos vigilantes me acompañó a lacalle Cabrera.Atados al palenque había caballos y en el zaguán y adentromás gente que en el quilombo. Parecía un comité. Don Nicolás,


1036 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASque estaba mateando, al fin me atendió. Sin.mayor apuro me dijoque me iba a mandar a Morón, donde estaban preparando laselecciones. Me recomendó al señor Laferrer, que rae probaría. Lacarta se la escribió un mocito de negro, que componía versos, a loque oí, sobre conventillos y mugre, asuntos que no son del interésde un público ilustrado. Le agradecí el favor y salí. A la vueltaya no se me pegó el vigilante.Todo había sido para bien; la Providencia, sabe lo que hacecLa muerte de Garmendí*¡- que al principio me había resultadoun disgusto, ahora me abría un camino. Claro que la autoridadme tenía en un puño. Si yo no le servía al partido, me mandabanadentro, pero yo estaba envalentonado y me tenía fe.El señor Laferrer me previno que con él yo iba a tener queandar derechito y que podía llegara guardaespalda. Mi actuaciónfue la que se esperaba de mí. En Morón y luego en el barrio,merecí la confianza'de mis jefes. La policía y el partido me fueroncriando fama de guapo; fui un elemento electoral de valía enatrios de la capital y de la provincia. Las elecciones eran bravasentonces; no fatigaré su atención, señor, con uno que otro hechode sangre. Nunca los pude ver a los radicales, que siguen viviendoprendidos a las barbas de Alem. No había un alma que no merespetara. Me agencié una mujer, la Luj añera, y un alazán doradode linda pinta. Durante años me hice el Moreira, que a lo mejorse habrá hecho en su tiempo algún otro gaucho de circo. Me dia los naipes y al ajenjo.Los viejos hablamos y hablamos, pero ya me estoy acercandoa lo que le quiero contar. No sé si ya se lo menté a Luis Irala.Un amigo como no hay muchos. Era un hombre ya entrado enaños, que nunca le había hecho asco al trabajo, y me había tomadocariño. EnMa vida había puesto>los pies en .el comité. Vivía desu oficio de carpintero. No se metía con nadie ni hubiera permitidoque nadie se metiera con él. Una mañana vino a verme yme dijo:—•Ya te habrán venido con la historia de que me dejó la Casilda.El que me* la quitó es Rufino Aguilera.Con ese sujeto yo había tenido trato en Morón. Le contesté:—Sí, lo conozco. Es el menos inmundicia de los Aguilera.—Inmundicia o no, ahora tendrá que habérselas conmigo.Me quedé pensando y le dije:—Nadie le quita nada a nadie. Si la Casilda te ha dejado, esporque lo quiere a Rufino y vos nó le importas.—Y la gente ¿qué va a decir? ¿Que soy un cobarde?—Mi consejo es que no te metas en historias por lo que lagente pueda decir y por una rmijer que ya no te quiere.—Ella me tiene sin cuidado. Un hombre que piensa cinco mi-


EL INFORME DE BRODIE 1037ñutos seguidos en una mujer no es un hombre sino un marica.La Casilda no tiene corazón. La última noche que pasamos juntosme dijo que yo andaba para viejo.—Te decía la verdad.—La verdad es lo que duele. El que me está importando ahoraes Rufino.—Anda con cuidado. Yo lo he visto actuar a Rufino en el atriode Merlo. Es una luz.—¿Crees que le tengo miedo?—Ya sé que no le tenes miedo, pero pensalo bien. Una de dos:o lo matas y vas a la sombra, o él te mata y vas a la Chacarita.—Así será. ¿Vos, qué harías en mi lugar?—No sé, pero mi vida no es precisamente un ejemplo. Soy unmuchacho que, para escurrirle el bulto a la cárcel, se ha, hechoun matón de comité.—Yo no voy a hacerme el matón en ningún comité, voy a cobraruna deuda.—Entonces ¿vas a jugar tu tranquilidad por un desconocido ypor una mujer que ya no querés?No quiso escucharme y se fue. Al otro día nos llegó la noticiade que lo había provocado a Rufino en un comercio de Moróny que Rufino lo había muerto.Él fue a morir y lo mataron en buena ley, de hombre a hombre.Yo le había dado mi consejo de amigo, pero me sentía culpable.Días después del velorio, fui al reñidero. Nunca me habíancalentado las riñas, pero aquel domingo me dieron francamenteasco. Qué les estará pasando a esos animales, pensé, que se destrozanporque sí.La noche de mi cuento, la noche del final de mi cuento, me habíaapalabrado con los muchachos para un baile en lo de la Parda.Tantos años y ahora me vengo a acordar del vestido floreadoque llevaba mi compañera. La fiesta fue en el patio. No faltóalgún borracho que alborotara, pero yo me encargué de que lascosas anduvieran como Dios manda. No habían dado las docecuando los forasteros aparecieron. Uno, que le decían el Corraleroy que lo mataron a traición esa misma noche, nos pagó a todosunas copas. «Quiso la casualidad que los dos éramos de una mismaestampa. Algo andaba tramando; sé me acercó y entró a ponderarme.Dijo que era del Norte, donde le habían llegado mismentas. Yo lo dejaba hablar a su modo, pero ya estaba malician-'dolo. No le daba descanso a la ginebra, acaso para darse coraje,y al fin me convidó a pelear. Sucedió entonces lo que nadie quiereentender. En ese botarate provocador me vi como en un espejoy rae dio vergüenza. No sentí miedo; acaso de haberlo sentido,


] 038 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASsalgo a pelear. Me quedé como si tal cosa. El otro, con la cara yamuy arrimada a la mía, gritó para que todos lo oyeran:—Lo que pasa es que no sos más que un cobarde.—Así será —le dije—. No tengo miedo de pasar por cobarde. /Podes agregar, si te halaga, que me has llamado hijo de malamadre y que me he dejado escupir. Ahora ¿estás más tranquilo?La Lujanera me sacó el cuchillo que yo sabía cargar en la sisay me lo puso, como fula, en la mano. Para rematarla, me dijo:—Rosendo, creo que lo estás precisando.Lo solté y salí sin apuro. La gente me abrió cancha, asombrada.Qué podía importarme lo que pensaran.Para zafarme de esa vida, me corrí a la República Oriental,donde me puse de carrero. Desde mi vuelta me he afincado aquí.San Telmo ha sido siempre un barrio de orden."


EL INFORME DE BRODIE 1039EL ENCUENTROA Susana HombalQuien recorre los diarios cada mañana lo hace para el olvido opara el diálogo casual de esa tarde, y así no es raro que ya nadierecuerde, o recuerde como en un sueño, el caso entonces discutidoy famoso de Maneco Uriarte y de Duncan. El hecho aconteció,por lo demás, hacia 1910, el año del cometa y del Centenario, yson tantas las cosas que desde entonces hemos poseido y perdido.Los protagonistas ya han muerto; quienes fueron testigos delepisodio juraron un solemne silencio. También yo alcé la manopara jurar y sentí la importancia de aquel rito, con toda la románticaseriedad de mis nueve o diez años. No sé si los demás advirtieronque yo había dado mi palabra; no sé si guardaron la suya.Sea lo que fuere, aquí va la historia, con las inevitables variacionesque traen el tiempo y la buena o la mala literatura.Mi primo Lafinur me llevó esa tarde a un asado en la quintade Los Laureles. No puedo precisar su topografía; pensemos enuno de esos pueblos del Norte, sombreados y apacibles, que vandeclinando hacia el río y que nada tienen que ver con la largaciudad y con su llanura. El viaje en tren duró lo bastante paraque me pareciera tedioso, pero el tiempo de los niños, como sesabe, fluye con lentitud. Había empezado a oscurecer cuando atravesamosel portón de la quinta. Ahí estaban, sentí, las antiguascosas elementales: el olor de la carne que se dora, los árboles, losperros, las ramas secas, el fuego que reúne a los hombres.Los invitados, no pasaban de una docena; todos, gente grande.El mayor, lo supe después, no había cumplido aún los treintaaños. Eran, no tardé en comprender, doctos en temas de los quesigo siendo indigno: caballos de carrera, sastrería, vehículos,mujeres notoriamente costosas. Nadie turbó mi timidez, nadiereparó en mí. El cordero, preparado con diestra lentitud por unode los peones, nos demoró en el largo comedor. Las fechas de losvinos se discutieron. Había una guitarra; mi primo, creo recordar,entonó La tapera y El gaucho de Elias Regules y unas décimasen lunfardo, en el menesteroso lunfardo de aquellos años, sobre unduelo a cuchillo en una casa de la calle Junín. Trajeron el caféy los cigarros de hoja. Ni una palabra de volver. Yo sentía (lafrase es de Lugones) el miedo de lo demasiado tarde. No quisemirar el reloj. Para disimular mi soledad de chico entre mayores,


1040 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASapuré sin agrado una copa o dos. Uriarte propuso a gritos aDuncan un poker mano a mano. Alguien objetó que esa manerade jugar solía ser muy pobre y sugirió una mesa de cuatro. Duncanlo apoyó, pero Uriarte, con una obstinación que no entendí,ni traté de entender, insitió en lo primero. Fuera del truco, cuyofin esencial es poblar el tiempo con diabluras y versos y de losmodestos laberintos del solitario, nunca me gustaron los naipes.Me escurrí sin que nadie lo notara. Un caserón desconocido yoscuro (sólo en el comedor había luz) significa más para un niñoque un país ignorado para un viajero. Paso a paso exploré lashabitaciones; recuerdo una sala de billar, una galería de cristalescon formas de rectángulos y de rombos, un par de sillones dehamaca y una ventana desde la cual se divisaba una glorieta. Enla oscuridad me perdí; el dueño de casa, cuyo nombré, a la vueltade los años, puede ser Acevedo o Acebal, dio por fin conmigo.Por bondad o para complacer su vanidad de coleccionista, méllevó a una vitrina. Cuando prendió la lámpara, vi que conteníaarmas blancas. Eran cuchillos que en su manejo se habían hechofamosos. Me dijo que tenía un campito por el lado de Pergaminoy que yendo y viniendo por la provincia había ido juntando esascosas. Abrió la vitrina y sin mirar las indicaciones de las tarjetas,me refirió su historia, siempre más o menos la misma, con diferenciasde localidades y fechas. Le pregunté si entre las armas nofiguraba la daga de Moreira, en aquel tiempo el arquetipo delgaucho, como después lo fueron Martín Fierro y Don SegundoSombra. Hubo de confesar que no, pero que podía mostrarme unaigual, con el gavilán en forma de U. Lo interrumpieron unasvoces airadas. Cerró inmediatamente la vitrina; yo lo seguí.,Uriarte vociferaba que su adversario le había hecho una trampa.Los compañeros los rodeaban, de pie. Duncan, recuerdo, era másalto que los otros, robusto, algo cargado de hombros, inexpresivo,de un rubio casi blanco; Maneco Uriarte era movedizo, moreno,acaso achinado, con un bigote petulante, y escaso. Era evidenteque todos estaban ebrios; no sé si había en el piso dos o tresbotellas tiradas o si el abuso del cinematógrafo' me sugiere esafalsa memoria. Las injurias de Uriarte no cejaban, agudas y yaobscenas. Duncan parecía no oírlo; al fin, como cansado, se levantóy le dio un puñetazo. Uriarte, desde el suelo, gritó qué no ibaa tolerar esa afrenta y lo retó a batirse.Duncan dijo que no, y agregó a manera de explicación:—Lo que pasa es que le tengo miedo.La carcajada fué general.Uriarte, ya de pie, replicó:—Voy a batirme con usted y ahora mismo.Alguien, Dios lo perdone, hizo notar que armas no faltaban.


EL INFORME DE BROME 104!No sé quién abrió la vitrina. Maneco Uriarte buscó el armamás vistosa y más larga, la del gavilán en forma de U; Duncan,casi al desgaire, un cuchillo de cabo de madera, con la figura deun arbolito en la hoja. Otro dijo que era muy de Maneco elegiruna espada. A nadie le asombró que le temblara en aquel momentola mano; a todos, que a Duncan le pasara lo mismo.La tradición exige que los hombres en trance de pelear noofendan la casa en que están y salgan afuera. Medio en jarana,medio en serio, salimos a la húmeda noche. Yo no estaba ebriode vino, pero sí de aventura; yo anhelaba que alguien matara,para poder contarlo después y para recordarlo. Quizá en aquelmomento los otros no eran más adultos que yo. También sentíque un remolino, que nadie era capaz de sujetar, nos arrastrabay nos perdía. No se prestaba mayor fe a la acusación de Maneco;todos la interpretaban como fruto de una vieja rivalidad, exacerbadapor el vino.Caminamos entre árboles, dejamos atrás la glorieta, Uriarte yDuncan iban a la cabeza; me extrañó que se vigilaran, como temiendouna sorpresa. Bordeamos un cantero'de césped. Duncandijo con suave autoridad:—Este lugar es aparente.Los dos quedaron en el centro, indecisos. Una voz les gritó:—Suelten esa ferretería que los estorba y agárrense de veras.Pero ya los hombres peleaban. Al principio lo hicieron contorpeza, como si temieran herirse; al principio miraban los aceros,pero después los ojos del contrario. Uriarte había olvidado su ira;Duncan, su indiferencia o desdén. El peligro los había transfigurado;ahora eran dos hombres los que peleaban, no dos muchachos.Yo había previsto la pelea como un caos de acero, peropude seguirla, o casi seguirla, como si fuera un ajedrez. Losaños, claro está, no habrán dejado de exaltar o de oscurecer loque vi. No sé cuánto duró; hay hechos que no se sujetan a lacomún medida del tiempo.Sin el poncho que hace de guardia, paraban con el antebrazolos golpes. Las mangas, pronto jironadas, se iban oscureciendo desangre. Pensé que nos habíamos engañado al presuponer que desconocíanesa clase de esgrima. No tardé en advertir que semanejaban de manera distinta. Las armas eran desparejas. Duncan,para salvar esa desventaja, quería estar muy cerca del otro; Uriarteretrocedía para tirarse en puñaladas largas y bajas. La misma vozque había indicado, la vitrina gritó:—Se están matando. No los dejen seguir.Nadie se atrevió a intervenir. Uriarte había perdido terreno;Duncan entonces lo cargó. Ya casi se tocaban los cuerpos. El acerode Uriarte buscaba la cara de Duncan. Bruscamente nos pareció


1042 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASmás corto, porque había penetrado en el pecho. Duncan quedótendido en el césped. Fue entonces cuando dijo con voz muybaja:—Qué raro. Todo esto es como un sueño.No cerró los ojos, no se movió y yo había visto a un hombremafar a otro.•Maneco Uriarte se inclinó sobre el muerto y le pidió que loperdonara. Sollozaba sin disimulo. El hecho que acababa decometer lo sobrepasaba. Ahora sé que se arrepentía menos de uncrimen que de la ejecución de un acto insensato.No quise mirar más. Lo que yo había anhelado había ocurridoy me dejaba roto. Lafinur me dijo después que tuvieron queforcejear para arrancar el arma. Se formó un conciliábulo. Resolvieronmentir lo menos posible y elevar el duelo a cuchillo a unduelo con espadas. Cuatro se ofrecieron como padrinos, entreellos Acebal. Todo se arregla en Buenos Aires; alguien es siempreamigo de alguien.• Sobre la mesa de caoba quedó un desorden de barajas inglesasy de billetes que nadie quería mirar o tocar.En los años siguientes pensé más de una vez en confiar la historiaa un amigo, pero siempre sentí que ser poseedor de un secretome halagaba más que contarlo. Hacia 1929, un diálogo casualme movió ^de pronto a romper el largo silencio. El comisario retiradodon José Olave me había contado historias de cuchillerosdel bajo del Retiro; observó que esa gente era capaz de cualquierfelonía, con tal de madrugar al contrario, y que antes de losPodestá y de Gutiérrez casi no hubo duelos criollos. Le dijehaber sido testigo de uno y le narré lo sucedido hace tantos años.Me oyó con atención profesional y después me dijo:—¿Está seguro de que Uriarte y el otro no habían visteadonunca? A lo mejor, alguna temporada en el campo les habíaservido de algo.—No —le contesté—. Todos los de esa noche se conocían y todosestaban atónitos.Olave prosiguió sin apuro, como si pensara en voz alta:—Una de las dagas tenía el gavilán en forma de U. Dagascomo ésas hubo dos que se hicieron famosas: la de Moreira y lade Juan Almada, por Tapalquén.Algo se despertó en mi memoria; Olave prosiguió:—Usted mentó asimismo un cuchillo con cabo de madera, de lamarca del Arbolito. Armas como ésas hay de a miles, pero hubo'Una.Se detuvo un momento y prosiguió:—El señor Acevedo tenía su establecimiento de campo cerca dePergamino. Precisamente por aquellos pagos anduvo, a fines del


EL INFORME DE BROME 1043siglo, otro pendenciero de mentas: Juan Almanza. Desde la primeramuerte que hizo, a los catorce años, usaba siempre un cuchillocorto de ésos, porque le trajo suerte. Juají Almanza y JuanAlmada se tomaron inquina, porque la gente los confundía. Durantemucho tiempo se buscaron y nunca se encontraron. A JuanAlmanza lo mató una bala perdida, en unas elecciones. El otro,creo, murió de muerte natural en el hospital de Las Flores.Nada más se dijo esa tarde. Nos quedamos pensando.Nueve o diez hombres, que ya han muerto, vieron lo que vieronmis ojos —la larga estocada en el cuerpo y el cuerpo bajo elcielo— pero el fin de otra historia más antigua fue lo que vieron.,Maneco Uriarte no mató a Duncan; las armas, no los hombres,pelearon. Habían dormido, lado a lado, en una vitrina, hastaque las manos las despertaron. Acaso se agitaron al despertar;por eso tembló el puño de Uriarte, por eso tembló el puño deDuncan. Las dos sabían pelear —no sus instrumentos, los hombres—y pelearon bien esa noche. Se habían buscado largamente, por-loslargos caminos de la provincia, y por fin se encontraron, cuandosus gauchos ya eran polvo. En su hierro dormía y acechaba unrencor humano.Las cosas duran más que la gente. Quién sabe si la historiaconcluye aquí, quién sabe si no volverán a encontrarse.


1044 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASJUAN MURAÑADurante años he repetido que me he criado en Palermo. Se trata,ahora lo sé, de un mero alarde literario; el hecho es que me criédel otro lado de una larga verja de lanzas, en una casa con jardíny con la biblioteca de mi padre y de mis abuelos. Palermo delcuchillo y de la guitarra andaba (me aseguran) por las esquinas;en 1980, consagré un estudio a Carriego, nuestro vecino cantory exaltado! de los arrabales. El azar me enfrentó, poco después,con Emilio Trápani. Yo iba a Morón; Trápani, que estaba juntoa la ventanilla, me llamó por mi nombre. Tardé en reconocerlo;habían pasado tarltos años desde que compartimos el mismo bancoen una escuela de la calle Tharnes. Roberto Godel lo recordará.Nunca nos tuvimos afecto. El tiempo nos había distanciado ytambién la recíproca indiferencia. Me había enseñado, ahorame acuerdo, los rudimentos del lunfardo de entonces. Entablamosuna de esas conversaciones triviales que se empeñan en la buscade hechos inútiles y que nos revelan el deceso de un condiscípuloque ya no es más que un nombre. De golpe Trápani me dijo:—Me prestaron tu libro sobre Garriego. Ahí hablas todo eltiempo de malevos; decime, Borges, vos, ¿qué podes saber demalevos?Me miró con una suerte de santo horror.—Me he documentado —le contesté.No me dejó seguir y me dijo:—Documentado es la palabra. A mí los documentos no me hacenfalta; yo conozco a esa gente.Al cabo de un silencio agregó, como si me confiara un secreto:^-Soy sobrino de Juan Muraña.De los cuchilleros que hubo en Palermo hacia el noventa ytantos : el más mentado era Muraña. Trápani continuó:—Florentina, mi tía, era su mujer. La historia puede interesarte.Algunos énfasis de tipo retórico y algunas frases largas mehicieron sospechar que no era la primera vez que la refería.—"A mi madre siempre le disgustó que su hermana uniera suvida a la de Juan Muraña, que para ella era un desalmado y paraTía Florentina un hombre de acción. Sobre la suerte de mi tíocorrieron muchos cuentos. No faltó quien dijera que una noche,que estaba en copas, se "cayó del pescante de su carro al doblarla esquina de Coronel y que las piedras le rompieron el cráneo.También se dijo que la ley lo buscaba y que se fugó al Uruguay.


EL INFORME DE BRODIE 1045Mi madre, que nunca lo sufrió a su cuñado, no me explicó la cosa.Yo era muy chico y no guardo memoria de él.Por el tiempo del Centenario, vivíamos en el pasaje Russell,en una casa larga y angosta. La puerta del fondo, que siempreestaba cerrada con llave, daba a San Salvador. En la pieza delaltillo vivía mi tía, ya entrada en años y algo rara. Flaca y huesuda,era, o me parecía, muy alta y gastaba pocas palabras. Letenía miedo al aire, no salía nunca, no quería que entráramos ensu cuarto y más de una vez la pesqué robando y escondiendocomida. En el barrio decían que la muerte, o la desaparición, deMuraña la había trastornado. La recuerdo siempre de negro.Había dado en el hábito de hablar sola.La casa era de propiedad de un tal señor Luchessi, patrón deuna barbería en Barracas. Mi madre, que era costurera ele cargazón,andaba en la mala. Sin que yo las-entendiera del todo, oíapalabras sigilosas: oficial de justicia* lanzamiento, desalojo porfalta de pago. Mi madre estaba de lo más afligida; mi tía repetíaobstinadamente: Juan no va a consentir que el gringo nos eche.Recordaba el a> so —que sabíamos de memoria— de un sureroinsolente que se había permitido poner en duda el coraje de sumarido. Éste, en cuanto lo supo, se costeó a, la otra* punta de laciudad, lo buscó, lo arregló de una puñalada y lo tiró al Riachuelo.No sé si la historia es verdad; lo que importa ahora es el hechode que haya sido referida y creída.Yo me veía durmiendo en los huecos de la calle Serrano opidiendo limosna o con una canasta de duraznos. Me tentaba loúltimo, que me.libraría de ir a la escuela.No sé cuanto duró esa zozobra. Una vez, tu finado padre nos dijoque no se puede medir el tiempo por días, como el dinero porcentavos o pesos, porqué los pesos son iguales y cada día es distintoy tal vez cada hora. No comprendí muy bien lo que decía,pero me quedó grabada la frase.Una de esas noches tuve un sueño que acabó en pesadilla. Soñécon mi tío Juan. Yo no había alcanzado a conocerlo, pero me lofiguraba aindiado, fornido, de bigote ralo y melena. íbamos haciael sur, entre grandes canteras y maleza, pero esas canteras y esamaleza eran también la «calle Thames. En el sueño el sol estabaalto. -Tío Juan iba trajeado de negro. Se paró cerca de una especiede andamio, en un desfiladero. Tenía la mano bajo el sacó, a laaltura del corazón, no como quien está por sacar un arma, sinocomo escondiéndola. Con una voz muy triste me dijo: He cambiadomucho. Fue sacando la mano y lo que vi fue una garra debuitre. Me desperté gritando en la oscuridad.Al otro día mi madre me mandó que fuera con ella a lo deLuchessi. Sé que iba a pedirle una prórroga; sin duda me llevó


1046 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASpara que el acreedor viera su desamparo. No le dijo una palabraa su hermana, que no le hubiera consentido rebajarse de esamanera. Yo no había estado nunca en Barracas; me pareció quehabía más gente, más tráfico y menos terrenos baldíos. Desde laesquina vimos vigilantes y una aglomeración frente al númeroque buscábamos. Un vecino repetía de grupo en grupo quehacia las tres de la mañana lo habían despertado unos golpes; oyóla puerta que se abría y alguien que entraba. Nadie la cerró; alalba lo encontraron a Luchessi tendido en el zaguán, a mediovestir. Lo habían cosido a puñaladas. El hombre vivía solo; lajusticia no dio nunca con el culpable. No habían robado nada.Alguno recordó que, últimamente, el finado casi había perdidola vista. Con voz autoritaria dijo otro: 'Le había llegado la hora'.El dictamen y el tono me impresionaron; con los años pude observarque cada vez que alguien se muere no falta un sentenciosopara hacer ese mismo descubrimiento.Los del velorio nos convidaron con café y yo tomé una taza.En el cajón había una figura de cera en lugar del muerto. Comentéel hecho con mi madre; uno de los funebreros se rió y meaclaró que esa figura con ropa negra era el señor Luchessi. Mequedé como fascinado, mirándolo. Mi madre tuvo que tirarmedel brazo.Durante meses no se habló de otra cosa. Los crímenes eranraros entonces; pensá en lo mucho que dio que hablar el asuntodel Melena, del Campana y del Silletero. La única persona enBuenos Aires a quien no se le movió un pelo fue Tía Florentina.Repetía con la insistencia de la vejez:—Ya les dije que Juan no iba a sufrir que el gringo nos dejarasin techo.Un día llovió a cántaros. Como yo no podía ir a la escuela,me puse a curiosear por la casa. Subí al altillo. Ahí estaba mitía, con una mano sobre la otra; sentí que ni siquiera estaba pensando.La pieza olía a humedad. En un rincón estaba la camade fierro, con el rosario en uno de los barrotes; en otro una petacade madera para guardar la ropa. En una de las paredes blanqueadashabía una estampa de la Virgen del Carmen. Sobre la mesitade luz estaba el candelero.Sin levantar los ojos mi tía me dijo:—Ya sé lo que te trae por aquí. Tu madre te ha mandado. Noacaba de entender que fue Juan el que nos salvó.—¿Juan? —atiné a decir—. Juan murió hace más de diez años.—Juan está aquí —me. dijo—. ¿Querés verlo?Abrió el cajón de la mesita y sacó un puñal.Siguió hablando con suavidad:—Aquí lo tenes. Yo sabía que nunca iba a dejarme. En la tierra


EL INFORME DE BRODIE 1047no ha habido un hombre como él. No le dio al gringo ni unrespiro.Fue sólo entonces que entendí. Esa pobre mujer desatinadahabía asesinado a Luchessi. Mandada por el odio, poi la locura, ytal vez, quién sabe, por el amor, se había escurrido por la puertaque mira al sur, había atravesado en la alta noche las calles ylas calles, había dado al fin con la casa y, con esas grandes manoshuesudas, había hundido la daga. La daga era Muraña, era elmuerto que ella seguía adorando.Nunca sabré si le confió la historia a mi madre. Falleció pocoantes del desalojo."Hasta aquí el relato de Trápani, con el cual no he vuelto a encontrarme.En la historia de esa mujer que se quedó sola y queconfunde a su hombre, a su tigre, con esa cosa cruel que le hadejado, el arma de sus hechos, creo entrever un símbolo o muchossímbolos. Juan Muraña fue un hombre que pisó mis calles familiares,que supo lo que saben los hombres, que conoció el saborde la muerte y que fue después un cuchillo y ahora la memoriade un cuchillo y mañana el olvido, el común olvido.


1048 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLA SEÑORA MAYOREl catorce de enero de 1941, María Justina Rubio de Jáureguicumpliría cien años. Era la única hija de guerreros de la Independenciaque no había muerto aún. .


EL INFORMK DE BROME 1049de rentas y solía frecuentar la Biblioteca Nacional y el Archivo,urgido por el propósito de escribir una exhaustiva biografía delhéroe, que nunca terminó y que acaso no empezó nunca. Lamayor, María Elvira, se casó con un primo suyo, un Saavedra,empleado en el Ministerio de Hacienda; Julia, con un señorMolinari, que, aunque de apellido italiano, era profesor de latíny una persona de lo más ilustrada. Omito a nietos y a bisnietos;basta que mi lector se figure una familia honrosa y venida amenos, presidida por ana sombra épica y por la hija que nacióen e] destierro.Vivían modestamente en Palermo, no lejos de la. Iglesia deGuadalupe, donde Mariano recordaba aún haber visto, desde untranvía de La Gran Nacional, una laguna que bordeaba uno queotro rancho de ladrillo sin revocar, no de chapas de zinc; la pobrezade ayer era menos pobre que la que ahora nos depara laindustria. También las fortunas eran menores.La casa de los Rubio ocupaba los altos de una mercería, delbarrio. La escalera lateral era angosta; la baranda, que estaba ala derecha, se prolongaba en «no ele los costados del oscuro vestíbulo,donde había una percha y unas sillas. El vestíbulo daba a -la sarita con muebles tapizados, y la sarita al comedor, con mueblesde caoba y una vitrina.. Las persianas de hierro, siemprecerradas por temor a la. resolana, dejaban pasar una media luz.Me acuerdo de un olor a cosas guardadas. En el fondo estabanlos dormitorios, el' baño, un patiecieto con pileta de lavar y lapieza de la. sirvienta. En toda la casa no había otros libros queun volumen de Andrade, una monografía del héroe, con adicionesmanuscritas, y el Diccionario Híspano-Americano de Montanery Simón, adquirido porque lo pagaban a plazos y por elmueblecito correspondiente. Contaban con'una pensión, que siempreÍes llegaba con atraso, y con el alquiler de un terreno —únicoresto de la estancia, antes vasta— en Lomas de Zamora.En la fecha de mi relato, la señora mayor vivía con Julia, quehabía enviudado, y con un hijo de ésta. Seguía abominando deArtigas, de Rosas y de Urquiza; la primera guerra europea, quele hizo detestar a los alemanes, de los que sabía muy poco, fuemenos real para ella que la revolución del noventa y que la cargade Cerro Alto. Desde 1932 había ido apagándose poco a poco;las metáforas comunes son las mejores, porque son las únicas verdaderas.Profesaba, por supuesto, la fe católica, lo cual no significaque creyera en un Dios que es Lino y es Tres, ni siquieraen la inmortalidad de las almas. Murmuraba oraciones que noentendía y las manos movían el rosario, En lugar de la Pascuay del Día de Reyes había aceptado la Navidad, así Como el téen vez del mate. Las palabras protestante,- judío, masón, hereje


1050 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASy ateo eran, para ella, sinónimas y no querían decir nada. Mientraspudo no hablaba de españoles sino de godos, como lo habíanhecho sus padres. En 1910, no quería creer que la Infanta, queal'fin y al cabo era una princesa, hablara, contra toda previsión,como una gallega cualquiera y no como una señora argentina.Fue en el velorio de su yerno donde una parienta rica, que nuncahabía pisado la casa pero cuyo nombre buscaban con avidez enla crónica social de los diarios, le,dio la desconcertante noticia.La nomenclatura de la señora de • Jáuregui siguió siendo anticuada;hablaba de la calle de las Artes, de la calle del Temple,de la calle Buen Orden, de la calle de la Piedad, de las dos CallesLargas, de la plaza del Parque y de los Portones. La familia afectabaesos arcaísmos, que eran espontáneos en ella. Decían orientalesy no uruguayos. No salía de su casa; quizá no sospechabaque Buenos Aires había ido cambiando y creciendo. Los primerosrecuerdos son los más vividos; la ciudad que la señora sefiguraba del otro lado de la puerta de calle sería muy anteriora la del tiempo en que tuvieron que mudarse del centro. Losbueyes de las carretas descansarían en la. plaza del Once y lasvioletas muertas aromarían las quintas de Barracas. Ya no sueñomás que con muertos fue una de las últimas cosas que le oyerondecir. Nunca fue tonta, pero no había gozado, que yo sepa, deplaceres intelectuales; le quedarían los que da la memoria y despuésel olvido. Siempre fue generosa. Recuerdo los tranquilos ojosclaros y la sonrisa. Quién sabe qué tumulto de pasiones, ahoraperdidas y que ardieron, hubo en esa vieja mujer, que había sidoagraciada. Muy sensible a las plantas, cuya modesta vida silenciosaera afín a la de ella, cuidaba unas begonias en su cuarto y tocabalas hojas que no veía. Hasta 1929, en que se hundió en el entresueño,contaba sucedidos históricos, pero siempre con las mismaspalabras y en el mismo orden, como si fueran el Padrenuestro,y sospeche que ya no respondían a imágenes. Lo mismo le dabacomer una cosa que otra. Era, en suma, feliz.Dormir, según se sabe, es el más secreto de nuestros actos.' Lededicamos una tercera parte de la vida y no lo comprendemos. Paraalgunos no es otra cosa que un eclipse de la vigilia; para otros,un estado más complejo, que abarca a un tiempo el ayer, el ahoray el mañana; para otros, una no interrumpida serie de sueños.Decir que la señora de Jáuregui pasó diez años en un caos tranquiloes acaso un error; cada instante de esos diez años puedehaber sido un puro presente, sin antes ni después. No nos maravillemosdemasiado de ese presente que contamos por días y pornoches y por los centenares de las hojas de muchos calendariosy por ansiedades y hechos; es el que atravesamos cada mañana


EL INFORME DE BRODIE 1051antes de recordarnos y cada noche antes del sueño. Todos los díassomos dos veces la señora mayor.Los Jáuregui vivían, ya lo hemos visto, en una situación algofalsa. Creían pertenecer a la aristocracia, pero la gente que figuralos ignoraba; eran descendientes, de un procer, pero los manualesde historia solían prescindir de su nombre. Es verdad que loconmemoraba una calle, pero esa calle, que muy pocos conocen,estaba perdida en los fondos del cementerio del Oeste.La fecha se acercaba. El diez, un militar de uniforme se presentócon una carta firmada por el propio Ministro anunciandosu visita para el catorce; los Jáuregui mostraron esa carta a todoel vecindario y recalcaron el membrete y la firma autógrafa. Luegofueron llegando los periodistas para la redacción de la nota. Lesfacilitaron todos los datos; era evidente que en su vida habíanOído hablar del coronel Rubio. "Gente casi desconocida habló porteléfono para que los invitaran.Con diligencia trabajaron para el gran día. Enceraron los pisos,limpiaron los cristales de las ventanas, desenfundaron las arañas,lustraron la caoba, pulieron la platería de la vitrina, modificaronla disposición de los muebles y dejaron abierto el piano de lasala para lucir el cubreteelas de terciopelo. La gente iba y venía.La única persona ajena a esa bulla era la señora de Jáuregui,que parecía no entender nada. Sonreía; Julia, asistida por la sirvienta,la acicaló, como si ya estuviera muerta. Lo primero quelas visitas verían al entrar sería el óleo del procer y, un poco másabajo y a la derecha, la espada de sus muchas batallas. Aun enlas épocas de penuria se habían negado siempre a venderla ypensaban donarla al Museo Histórico. Una vecina de lo másatenta les prestó para la ocasión una maceta de malvones.La fiesta empezaría a las siete. Fijaron como hora las seis y media,porque sabían que a nadie le gusta llegar a encender las luces.A las siete y diez no había un alma; discutieron con alguna acritudlas desventajas y ventajas de la impuntualidad. Elvira, que sepreciaba de llegar a la hora precisa, dictaminó que era una imperdonabledesconsideración tener esperando a la gente; Julia, repitiendopalabras de su marido, opinó que llegar tarde es una cortesía,porque si todos lo hacen es más cómodo y nadie apura a nadie.A las siete y cuarto la gente no cabía en la casa. El barrio enteropudo ver y envidiar el coche y el chauffeur de la señora de Figueroa,que no las invitaba casi nunca, pero que recibieron con efusión,para que nadie sospechara que sólo se veían por muerte deun obispo. El presidente envió a su edecán, un señor muy amable,que dijo que para él era todo un honor estrechar la mano de lahija del héroe de Cerro Alto. El ministro, que tuvo que retirarsetemprano, leyó un discurso ,muy conceptuoso, en el cual, si em-


1052 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASbargo, se hablaba más de San Martín que del coronel Rubio. Laanciana estaba en su sillón, contra unos almohadones y a ratosinclinaba la cabeza o dejaba caer el abanico. Un grupo de señorasdistinguidas, las Damas de la Patria, le cantaron el Himno,. que pareció no oír. Los fotógrafos dispusieron a la concurrenciaen grupos artísticos y prodigaron sus fogonazos. Las copitas deoporto y de jerez no daban abasto. Descorcharon varias botellasde champagne. La señora de Jáuregui no articuló una sola palabra:acaso ya no sabía quién era. Desde esa noche guardó cama.Cuando los extraños se fueron la familia improvisó una pequeñacena fría. El olor del tabaco y del café ya había disipado el deltenue benjuí.Los diarios de ia mañana y de ía tarde mintieron con lealtad;ponderaron la casi milagrosa retentiva de la hija del procer, que"es archivo elocuente de cien años de la historia argentina".Julia quiso mostrarle esas crónicas. En la penumbra, la señoramayor seguía inmóvil, con los ojos cerrados. No tenía fiebre; elmédico la examinó y declaró que todo andaba bien. A los pocosdías murió. La irrupción de ía turba, el tumulto insólito, losfogonazos, el discurso, los uniformes, los repetidos apretones demanos y el ruidoso champagne habían apresurado su fin. Talvez creyó que era ¡a Mazorca que entraba.Pienso en los muertos de Cerro. Alto, pienso en los hombresolvidados de América y de España que perecieron bajo los cascosele los caballos; pienso que la última víctima de ese tropel delanzas en el Perú sería, más de un siglo después, una señoraanciana.


EL INFORME DE BRODIE 1053EL DUELO// Juan Osvaldo VivianoHenry James —cuya labor me fue revelada por una de mis dosprotagonistas, la señora de Figueroa— quizá no hubiera desdeñadola historia. Le hubiera consagrado más de cien páginas de ironíay ternura, exornadas de diálogos complejos y escrupulosamenteambiguos. No es improbable su adición de algún rasgo melodramático.Lo esencial no habría sido modificado por el escenariodistinto: Londres o Boston. Los hechos ocurrieron en Buenos Airesy ahí los dejaré. Me limitaré a un resumen del caso, ya que sulenta evolución y su ámbito mundano son ajenos a mis hábitosliterarios. Dictar este relato es para mí una modesta y lateralaventura. Debo prevenir al lector que los episodios importan menosque la situación que los causa y los caracteres.Ciara Glencairn de Figueroa era altiva y alta y de fogoso pelorojo. Menos intelectual que comorensiva, no era ingeniosa, perosí capaz de apreciar el ingenio de los otros y aun de las otras.En su alma había hospitalidad. Agradecía las diferencias; quizápor eso viajó tanto. Sabía que el ambiente que le había tocadoen suerte era un conjunto a veces arbitrario de ritos y de ceremonias,-peroesos ritos le hacían gracia y los ejercía con dignidad.Sus padres la casaron, muy joven, con el doctor Isidro Figueroa,que fue nuestro embajador en el Canadá y que acabó por renunciara ese cargo, alegando que en una época de telégrafos y teléfonos,las embajadas eran anacronismos, y constituían un gravameninútil. Esta decisión le valió el rencor de todos sus colegas;a Clara le gustaba el clima de Ottawa —al fin y al cabo era delinaje escocés— y no le disgustaban los deberes de la mujer de unembajador, pero no soñó en. protestar. Figueroa murió poco después;Clara, tras unos años de indecisión y de íntima busca, seentregó a] ejercicio de la pintura, incitada acaso por el ejemplode Marta Pizarro, su amiga.Es típico de Marta Pizarro que, al referirse a ella, ' todos ladefinieran como hermana de la brillante Nélida Sara, casada yseparada.Antes de elegir el pincel, Marta Pizarro había considerado laalternativa de las letras. Podía ser ocurrente en francés, el idioma


1054 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAShabitual de sus lecturas; el"español, para ella, no pasaba de ser unmero utensilio casero, como el guaraní para las señoras de la provinciade Corrientes. Los diarios habían puesto a su alcance páginasde Lugones y del madrileño Ortega y Gasset; el estilo deesos maestros confirmó su sospecha de que la lengua a la que estabapredestinada es menos apta para la expresión del pensamiento ode las pasiones que para la vanidad palabrera. Sólo sabía de lamúsica lo que debe saber toda persona que asiste correctamentea conciertos. Era puntana; inició su carrera con escrupulosos retratosde Juan Crisóstomo Lafinur y del coronel Pascual Pringles,que fueron previsiblemente adquiridos por el Museo Provincial.Del retrato de proceres locales pasó a las casas-viejas de BuenosAires, cuyos modestos patios delineó con modestos colores, nocon la charra escenografía que otros les donan. Alguien —queciertamente no fue la señora de Figueroa— dijo que todo su artese alimentaba de los maestros de <strong>obras</strong> genoveses del siglo diecinueve.Entre Clara Glencairn y Nélida Sara (que, según dicen,había gustado alguna vez del doctor Figueroa) hubo siempre ciertarivalidad; quizá el duelo fue entre las dos y Marta un instrumento.• Todo, según se sabe, ocurre inicialmente en otros países y a lalarga en el nuestro. La secta de pintores, hoy tan injustamenteolvidada, que se llamó concreta ó abstracta, como para indicar sudesdén de la lógica y del lenguaje, es uno de tantos ejemplos.Argumentaba, creo, que de igual modo que a la música le estápermitido crear un orbe propio de sonidos, la pintura, su hermana,podría ensayar colores y formas que no reprodujeran losde las cosas que nuestros ojos ven. Lee Kaplan escribió que sustelas, que indignaban a los burgueses, acataban la bíblica prohibición,compartida por el Islam, de labrar con manos humanasídolos de seres vivientes. Los iconoclastas, argüía, estaban restaurandola germina tradición del arte pictórico, falseada por herejescomo Durero o como Rembrandt. Sus detractores lo acusaronde haber invocado el ejemplo que nos dan las alfombras, loscalidoscopios y las corbatas. Las revoluciones estéticas proponena la gente la tentación de lo irresponsable y lo fácil; Clara Glencairnoptó por ser una pintora abstracta. Siempre había profesadr?el culto de Turner; se dispuso a enriquecer el arte concretocon sus esplendores indefinidos. Trabajó sin apremio, rehizo odestruyó varias composiciones y en el invierno de 1954 exhibióuna serie de temperas en una sala de la calle Suipacha, cuya especialidaderan las <strong>obras</strong> que una metáfora militar, entonces enboga, llamaba de vanguardia. Ocurrió un hecho paradójico: la


EL INFORMÉ 0E BRODIE 1055crítica general fue benigna, pero el órgano oficial de la sectareprobó esas formas anómalas que, si bien no eran figurativas,sugerían el tumulto de un ocaso, de una selva o del mar y nose resignaban a ser austeros redondeles y rayas. Acaso la primeraen sonreír fuera Clara Glencairn. Había querido ser moderna ylos modernos la rechazaban. La ejecución de su obra le importabamás que su éxito y no dejó de trabajar. Ajena á este episodio,la pintura seguía su camino.Ya había empezado el duelo secreto. Marta no sólo era unaartista; le interesaba con ahinco lo que no es injusto llamar loadministrativo del arte y era prosecretaria de la sociedad que sellama el Círculo de Giotto. Al promediar el año 55 logró queClara, admitida ya como socia, figurara como vocal en la lista delas nuevas autoridades. El hecho, en apariencia baladí, mereceun análisis. Marta había apoyado a su amiga, pero es indiscutible,aunque misterioso, que la persona que confiere un favor superade algún modo a quien lo recibe.Hacia él año sesenta, "dos pinceles a nivel internacional"—séanos perdonada esta jerga— se disputaban un primer premio.Uno de los candidatos, el mayor, había consagrado solemnes óleosa la figuración de gauchos tremebundos, de una altitud escandinava;su rival, harto joven, había logrado aplausos y escándalomediante la aplicada incoherencia. Los jurados, que habían rebasadoel medio siglo, temían que la gente les imputaEa un criterioanticuado y propendían a votar por él último, q^e íntimamenteno les gustaba. Al cabo de tenaces debates, hechos al principio decortesía y al fin de tedio,, no se ponían de acuerdo. En el decursode la tercera discusión, alguno opinó:—B me parece malo; realmente me parece inferior a la mismaseñora de Figueroa.—¿Usted la votaría? —dijo otro, con un dejo de sorna.—Sí —replicó el primero, que ya estaba irritado.Esa misma tarde, el premio fue otorgado por unanimidad aClara Glencairn. Era distinguida, querible, de una moral sintacha y solía dar fiestas, que las revistas más costosas fotografiaban,en su quinta del Pilar. La consabida cena de homenajefue organizada y ofrecida por Marta. Clara la agradeció con pocasy atinadas palabras; observó que no existe una oposición entrelo tradicional y lo nuevo, entre el orden y la aventura, y que latradición está hecha de una trama secular de aventuras. A la demostraciónasistieron numerosas personas de sociedad, casi todos losmiembros del jurado y uno que otro pintor.Todos pensamos que el azar nos ha deparado un ámbito mezquinoy que los otros son mejores. El culto de los gauchos y el


1056 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAShentus Ule son nostalgias urbanas; Clara Glencairn y Marta,hartas de las rutinas del ocio, codiciaban el mundo de los artistas,gente que había dedicado su vida a la creación de cosas bellas.Presumo que en el cielo los Bienaventurados opinan que las ventajasde ese establecimiento han sido exageradas por los teólogosque nunca estuvieron ahí. Acaso en el infierno los reprobos no sonsiempre felices.Un par de años después ocurrió en la ciudad de Cartagena elPrimer Congreso Internacional de Plásticos Latinear, ericanos.Cada replíblica mandó su representante. El temario —séanos perdonadala jerga— era de palpitante interés: ¿puede el. artistaprescindir de lo autóctono, puede omitir o escamotear la faunay la flora, puede ser insensible a la problemática de carácter social,puede no unir su voz a la de quienes están combatiendo el imperialismosajón, etcétera, etcétera? Antes de ser embajador en elCanadá, el doctor Figueroa había cumplido en Cartagena uncargo diplomático; a Clara, un tanto envanecida por el premio, lehubiera gustado volver, ahora como artista. Esa esperanza fracasó;Marta Pizarro fue designada por el gobierno. .Su actuación(aunque no siempre persuasiva) fue no pocas veces brillante,según el testimonio .imparcial -de los corresponsales de BuenosAires.La vida exige una pasión. Ambas mujeres la encontraron en lapintura o,. mejor dicho, en la relación que aquélla les impuso.Clara Glencairn pintaba contra Marta y de algún modo paraMarta; cada una era juez de su rival y el solitario público. Enesas telas, que ya nadie miraba, creo advertir, como era inevitable,un influjo recíproco. Es • importante no olvidar, que las dos sequerían y que en el curso de aquel íntimo duelo obraron conperfecta lealtad.Fue por aquellos años que Marta, que ya no era tan joven,rechazó una oferta de matrimonio; sólo le interesaba subatalla.El día dos de febrero de mil novecientos sesenta y cuatro, ClaraGlencairn murió de un aneurisma. Las columnas de los diariosle consagraron largas necrologías, de las que todavía son de rigoren nuestro país, donde la mujer es un ejemplar de la especie,no un individuo. Fuera de alguna apresurada mención de susaficiones pictóricas y de su refinado buen gusto, se ponderó sufe, su bondad, su casi anónima y constante filantropía, su linajepatricio —el general Glencairn había militado en la campaña delBrasil— y su destacado lugar en los más altos círculos. Martacomprendió que su vida ya carecía de razón. Nunca se había sentidotan inútil. Recordó sus primeras tentativas, ahora lejanas, y expuso


EL INFORME DE BRODIE 1057en el Salón Nacional un sobrio retrato de Clara, a la manera deaquellos maestros ingleses que hablan admirado las dos. Algunola juzgó su mejor obra. No volvería a pintar más.En aquel duelo delicado que sólo adivinamos algunos Íntimosno hubo derrotas ni victorias, ni siquiera un encuentro ni otrasvisibles circunstancias que las que he procurado registrar conrespetuosa pluma. Sólo Dios (cuyas preferencias estéticas ignoramos)puede otorgar la palma final. La historia que se movió enla sombra acaba en la sombra.


1058 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL OTRO DUELOHace ya tantos años que Carlos Reyles, hijo del novelista, me refirióla historia en Adrogué, en un atardecer de verano. En mirecuerdo se confunden ahora la larga crónica de un odio y su trágicofin con el olor medicinal de los eucaliptos y la voz de lospájaros.Hablamos, como siempre, de la entreverada historia de lasdospatrias. Me dijo que sin duda yo tenía mentas de Juan PatricioNolan, que había ganado fama de valiente, de bromista y depicaro. Le contesté, mintiendo, que sí. Nolan había muerto haciael noventa, pero la gente seguía pensando en él como en un amigo.Tuvo también sus detractores, que nunca faltan. Me contóuna de sus muchas diabluras. El hecho había ocurrido poco antesde la batalla de Manantiales; los protagonistas eran dos gauchosde Cerro Largo, Manuel Cardoso y Carmen Silveira.¿Cómo y por qué se -gestó su odio? ¿Cómo recuperar, al cabode un siglo, la oscura historia de dos hombres, sin otra fama quela que les dio su duelo final? Un capataz del padre de Reyles,que se llamaba Laderecha y "que tenía un bigote de tigre",había recibido por tradición oral ciertos pormenores que ahoratraslado sin mayor fe, ya que el olvido y la memoria son inventivos.. • .Manuel Cardoso y Carmen Silveira tenían sus campitos linderos.Como el de otras pasiones, el origen de un odio siemprees oscuro, pero se habla de una porfía por animales sin marcar ode una carrera a costilla, en la que Silveira, que era más fuerte,había echado a pechazos de .la cancha al parejero de Cardoso.Meses después ocurría, en el comercio del lugar, una largatrucada mano a mano, de quince y quince; Silveira felicitaba a sucontrario casi por cada baza, pero lo dejó al fin sin un cobre.Cuando guardó la plata en el tirador, agradeció a Cardoso lalección que le había dado. Fue entonces, creo, que estuvieron apunto de irse a las manos. La partida había sido muy reñida; losconcurrentes, que eran muchos, los desapartaron. En esas asperezasy eh aquel tiempo, el hombre se encontraba con el hombre yel acero con el acero; un rasgo singular de la historia es que ManuelCardoso y Carmen Silveira se habrán cruzado en las cuchillasmás de una vez, en el atardecer y en el alba, y que no se ba-


EL INFORME DE BROD1E 1059tieron hasta el fin. Quizá sus pobres vidas rudimentarias no poseíanotro bien que su odio y por eso lo fueron acumulando. Sín sospecharlo,cada uno de los dos se convirtió en esclavo del otro.Ya nc¡ sé si los hechos que narraré son electos o causas. (lardoso,menos por amor que por hacer algo, se prendó de unamuchacha vecina, la Serviliana; bastó que se enterara Silveirapara que la festejara a su modo y se la llevara a su rancho. Alcabo de unos meses la echó porque ya lo estorbaba. La mujer,despechada, quiso buscar amparo en lo de Cardoso; éste pasó unanoche con ella y la despidió al mediodía. No quería las s<strong>obras</strong>del otro.Fue por aquellos años que sucedió, antes o después de la Serviliana,el incidente del ovejero. Silveira le tenía mucho apegoy le había puesto Treinta y Tres como nombre. Lo hallaronmuerto en una zanja; Silveira no dejó de maliciar quién se lohabía envenenado.Hacia el invierno del setenta, la revolución de Aparicio losencontró en la misma pulpería de la trucada". A la cabeza de unpiquete de montoneros, un brasilero amulatado arengó a lospresentes, les dijo que la patria los precisaba, que la opresióngubernista era intolerable, les repartió divisas blancas y, al cabode ese exordio que no entendieron, arreó con todos. No les fuepermitido despedirse de sus familias. Manuel. Cardoso y CarmenSilveira aceptaion su suerte; la vida del soldado no era más duraque la vida del gaucho. Dormir a la intemperie, sobre el recado,era algo, a lo que ya estaban hechos; matar hombres no le costabamucho a la mano que tenía el hábito de matar animales.La falta de imaginación los libró del miedo y de la lás.tima, aunqueél primero los tocó alguna vez, al iniciar las cargas. El temblorde los estribos y de las armas es una de las cosas que siemprese oyen al entrar en acción la caballería. El hombre que no hasido herido al principio ya se cree invulnerable. No extrañaronsus pagos. El concepto de patria les era ajeno; a pesar de lasdivisas de los chambergos, un partido les daba lo mismo emeotro. Aprendieron lo que se puede hacer con la lanza. En el cursode marchas y contramarchas, acabaron por sentir que ser compañerosles permitía seguir siendo rivales. Pelearon hombro ahombro y no cambiaron, que sepamos, una sola palabra.En el otoño del setenta y uno, que fue pesado, les llegaría el fin.El combate, que no duraría una hora, ocurrió en un lugar cuyonombre nunca supieron. Los nombres los ponen después los historiadores.La víspera, Cardoso se metió gateando en la carpadel jefe y le pidió en voz baja que si al día siguiente ganaban,le reservara algún colorado, porque él no había degollado a nadie


1060 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAShasta entonces y quería saber cómo era. El superior le prometióque si se conducía como un hombre, le haría ese favor.Los blancos eran más, pero los otros disponían de mejor armamentoy los diezmaron desde lo alto de un cerro . Al cabo de doscargas inútiles que no llegaron a la cumbre, el jefe, herido de gravedad,se rindió. Ahí mismo, a su pedido, lo despenaron.Los hombres depusieron las armas. El capitán Juan PatricioNolan, que comandaba a los colorados, ordenó con suma prolijidadla consabida ejecución de los prisioneros. Era de CerroLargo y no desconocía el rencor antiguo de Silveira y Cardoso.Los mandó buscar y les dijo:—Ya sé que ustedes dos no se pueden ver y que se andan buscandodesde hace rato. Les tengo una buena noticia; antes quese entre el sol van a poder mostrar cuál es el más toro. Los voy ahacer degollar de parado y después correrán una carrera. Ya, sabeí)ios quién ganará.El soldado que los había traído se los llevó.La noticia no tardó en cundir por todo el campamento. Nolanhabía resuelto que la carrera coronaría la función de esa tarde,pero los prisioneros le mandaron un delegado para decirle queellos también querían ser testigos y apostar a uno de los dos.Nolan, que era hombre razonable, se dejó convencer; se cruzaronapuestas de dinero, de prendas de montar, de armas blancas yde caballos, que serían entregados a su tiempo a las viudas ydeudos. El calor era inusitado; para que nadie se quedara sinsiesta, demoraron las cosas hasta las cuatro. (Les•• dio trabajorecordar a Silveira). Nolan, a la manera criolla, los tuvo esperandouna hora. Estaría comentando la victoria con otros oficiales;el asistente iba y venía con la caldera.A cada lado del camino de tierra, contra las carpas, aguardabanlas filas de prisioneros, sentados en el suelo, con las manos atadasa la espalda, para no dar trabajo. Uno que otro se desahogabaen malas palabras, uno dijo el principio del Padrenuestro, casitodos estaban como aturdidos. Naturalmente, no podían fumar.Ya no les importaba la carrera, pero todos miraban.—A mí también me van a agarrar de las mechas —dijo uno,envidioso.—Sí, pero en el montón —reparó un vecino.—Como a vos —el otro le retrucó.Con el sable, un sargento marcó una raya a lo ancho del camino.A Silveira y a Cardoso les habían desatado las muñecas, para queno corrieran trabados. Un espacio de más de cinco varas quedabaentre los dos. Pusieron los pies en la raya; algunos jefes les pidieronque no les fueran a fallar, porque les tenían fe y las sumasque habían apostado eran de mucho monto.


EL INFORME DE BRODIE 1061A Silveira le tocó en suerte el Pardo Nolan, cuyos abuelos habíansido sin duda esclavos de la familia del capitán y llevaban'su nombre; a Cardoso, el degollador regular, un correntino entradoen años, que para serenar a los condenados solía decirles, con unapalmadita en el hombro: "Ánimo, amigo; más sufren las mujerescuando paren".Tendido el torso hacia adelante, los dos hombres ansiosos nose miraron.Nólan dio la señal.Al Pardo, envanecido por su actuación, se le fue la mano y abrióuna sajadura vistosa que iba de oreja a oreja; al correntino lebastó con un tajo angosto. De las gargantas brotó el chorro desangre; los hombres dieron unos pasos y cayeron de bruces. Cardoso,en la caída, estiró los brazos. Había ganado y tal ve/, no losupo nunca.


1062 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASGUAYAQUILNo veré la cumbre del Higuerota duplicarse en las aguas del GolfoPlácido, no iré al Estado Occidental, no descifraré en esa biblioteca,que desde Buenos Aires imagino de tantos modos y que tienesin duda su forma exacta y sus crecientes sombras, la letra deBolívar.Releo el párrafo anterior para redactar el siguiente y mesorprende su manera que a un tiempo es melancólica y pomposa.Acaso no se puede hablar de aquella república del Caribe sinreflejar, siquiera de lejos, el estilo monumental de su historiadormás famoso, el capitán José Korzeniovski, pero en mi caso hayotra razón. El íntimo propósito de infundir un tono patético aun episodio un tanto penoso y más bien baladí me dictó elpárrafo inicial. Referiré con toda probidad lo que sucedió; estome ayudará tal vez a entenderlo. Además, confesar un hecho esdejar de ser el actor para ser un testigo, para ser alguien que lomira y lo narra y que ya no lo ejecutó.El caso me ocurrió el viernes pasado, en esta misma pieza enque escribo, en esta misma hora de la tarde, ahora un poco másfresca. Sé que tendemos a olvidar las cosas ingratas; quiero dejarescrito mi diálogo con el doctor Eduardo' Zimmermann, déla Universidaddel Sur, antes que lo desdibuje el olvido. La memoriaque guardo es aún muy vivida.Para que mi relato se entienda, tendré que recordar brevementela curiosa aventura de ciertas cartas de Bolívar, que fueronexhumadas del archivo del doctor Avellanos, cuya Historia decincuenta años de desgobierno, que se creyó perdida en circunstanciasque son del dominio público, fue descubierta y publicadaen 1939 por su nieto el doctor Ricardo Avellanos. A juzgar por lasreferencias que he recogido en diversas publicaciones, estas cartasno ofrecen mayor interés, salvo una fechada en Cartagena el13 de agosto "de 1822, en que el Libertador refiere detalles desu entrevista Con el general San Martín. Inútil destacar el valorde este documento en el que Bolívar ha revelado, siquiera parcialmente,lo sucedido en Guayaquil. El doctor Ricardo Avellanos,tenaz opositor del oficialismo, se negó a entregar el epistolarioa la Academia de la Historia y lo ofreció a diversas repúblicaslatinoamericanas. Gracias al encomiable celo de nuestro embajador,el doctor Melaza, el gobierno argentino fue el primero en aceptarla desinteresada oferta. Se convino que un delegado se trasladaría


EL INFORME DE BRODIE 1063a Sulaco, capital del Espado Occidental, y sacaría copia de lascartas para publicarlas aquí. El rector de nuestra Universidad, enla que ejerzo el cargo de titular de Historia Americana, tuvola deferencia de recomendarme al ministro para cumplir esamisión; también obtuve los sufragios más o menos unánimes dela Academia Nacional de la Historia, a la que pertenezco. Yafijada la fecha en que me recibiría el ministro, supimos* que laUniversidad del Sur, que ignoraba, prefiero suponer, esas decisiones,había propuesto el nombre del doctor Zimmermann.Trátase, como tal vez lo sepa el lector, de un historiógrafoextranjero, arrojado de su país por el Tercer Reich y ahora ciudadanoargentino. De su labor, sin duda benemérita, sólo, hepodido examinar una vindicación de la república semítica" 'deCartago, que la 'posteridad juzga a través de los historiadores romanos,sus enemigos, y una suerte cíe ensayo que sostiene que elgobierno no debe ser una función visible y patética. Este alegatomereció la refutación decisiva de Martin Heidegger, que demostró,medíante fotocopias de los titulares de los periódicos, que elmoderno jefe de estado, lejos de ser anónimo, es más bien elprotagonista, el corega, el David danzante, .que mima el dramade su pueblo, asistido de pompa escénica y recurriendo, sin vacilar,a las hipérboles del arte oratorio. Probó asimismo que el linajede Zimmermann era hebreo, por no decir judío. Esta publicacióndel venerado existerfeialista fue la inmediata causa del éxodo y delas trashumantes actividades de nuestro huésped.Sin duda, Zimmermann se había trasladado a Buenos Aires paraentrevistarse con el ministro; éste me sugirió personalmente, porintermedio de un secretario, que hablara con Zimmermann y lopusiera al tanto del asunto, para evitar el espectáculo ingrato dedos universidades en desacuerdo. Accedí, como es natural. Devuelta a casa, me dijeron que el doctor Zimmermann había anunciadopor teléfono su visita, a las seis de la tarde. Vivo, según esfama, en la calle Chile. Daban exactamente las seis cuando sonó eltimbre.Yo mismo, con sencillez republicana, lé abrí la puerta y loconduje a mi escritorio particular. Se detuvo a mirar el patio; lasbaldosas negras y blancas, las dos magnolias y el aljibe suscitaronsu verba. Estaba, creo, algo nervioso. Nada singular había en él;contaría unos cuarenta años y era algo cabezón. Lentes ahumadosocultaban los ojos; alguna vez los dejó sobre la mesa y los retomó.Al saludarnos, comprobé con satisfacción que yo era el más alto, einmediatamente me avergoncé de tal satisfacción, ya que no setrataba de un duelo físico ni siquiera moral, sino de una misaau point quizá incómoda. Soy poco o nada observador, pero recuerdolo que cierto poeta ha llamado, con fealdad que corres-


1064 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASponde a lo que define, su torpe aliño indumentario. Veo aúnesas prendas de un azul fuerte, con exceso de botones y de bolsillos.Su corbata, advertí, era uno de esos lazos de ilusionista que seajustan con dos broches elásticos. Llevaba un cartapacio de cueroque presumí lleno de documentos. Usaba un mesurado bigote decorte militar; en el curso del coloquio encendió un cigarro y sentíentonces que había demasiadas cosas en esa cara. Trop meublé,me dije.Lo sucesivo del lenguaje indebidamente exagera los hechosque indicamos, ya que cada palabra abarca un lugar en la páginay un instante en la mente del lector; más allá de las trivialidadesvisuales que he enumerado, el hombre daba la impresión de unpasado azaroso.Hay en el escritorio un retrato oval de mi bisabuelo, que militóen las guerras de -la Independencia, y unas vitrinas con espadas,medallas y banderas. Le mostré, con alguna explicación, esasviejas cosas gloriosas; las miraba rápidamente como quien ejecutaun deber y completaba mis palabras, no sin alguna impertinencia,que creo involuntaria y mecánica. Decía, por ejemplo:—Correcto. Combate de Junín. 6 de agosto de 1824. Carga decaballería de Juárez.—De Suárez —corregí.Sospecho que el error fue deliberado. Abrió los brazos conun ademán oriental y exclamó:—¡Mi primer error, que no será el último! Yo me nutro de -textos y me trabuco; en usted vive el interesante pasado.Pronunciaba la ve casi como si fuera una efe.Tales zalamerías no me agradaron. Más le interesaron los libros.Dejó errar la mirada sobre los títulos casi amorosamente y recuerdoque dijo:—Ah, Schopenhauer, que siempre descreyó de la historia. . . Esamisma edición, al cuidado de Grisebach, la tuve en Praga, y creíenvejecer en la amistad de esos volúmenes manuables, pero precisamentela historia, encarnada en un insensato, me arrojó de esacasa y de esa ciudad. Aquí estoy con usted, en América, en lagrata casa de usted.Hablaba con incorrección y fluidez; el perceptible acento alemánconvivía con un ceceo español.Ya estábamos sentados y aproveché lo dicho por él, paraentrar en materia. Le dije:—Aquí la historia es más piadosa. Espero morir en esta casa,en la que he nacido. Aquí trajo mi bisabuelo esa espada, queanduvo por América; aquí he considerado el pasado y he compuestomis libros. Casi puedo decir que no hei dejado nunca esta


EL INFORME DE BRODIE 1065biblioteca, pero ahora saldré al fin, a recorrer la tierra que sólo herecorrido en los mapas.Atenué con una sonrisa mi posible exceso retórico.—¿Alude usted a cierta república del Caribe? —dijo Zimmermann.—Así es. A ese viaje inmediato debo el honor de su visita —lerespondí.Trinidad nos sirvió café. Proseguí con lenta seguridad:—Usted ya sabrá que el ministro me ha encomendado la misiónde transcribir y prologar las cartas de Bolívar que un azar ha exhumadodel archivo del doctor Avellanos. Esta misión corona, conuna suerte de dichosa fatalidad, la labor de toda mi vida, la laborque de algún modo llevo en la sangre.Fue para mí un alivio haber dicho lo que tenía que decir.Zimmermann no pareció haberme oído; sus ojos no miraban micara sino los libros a mi espalda. Asintió con vaguedad y luegocon énfasis:—En la sangre. Usted es el genuino historiador. Su gente anduvopor los campos de América y libró las grandes batallas, mientrasla mía, oscura, apenas emergía del ghetto. Usted lleva la historiaen la sangre, según sus elocuentes palabras; a usted le basta oírcon atención esa voz recóndita. Yo, en cambio, debo transferirmea Sulaco y descifrar papeles y papeles acaso apócrifos. Créame,doctor, que lo envidio.Ni un desafío ni una burla se dejaba traslucir en esas palabras;eran ya la expresión de una voluntad, que hacía del futuro algotan irrevocable como el pasado. Sus argumentos fueron lo demenos; el poder estaba en el hombre, no en la dialéctica. Zimmermanncontinuó con una lentitud pedagógica:—En materia bolivariana (perdón, sanmartiniana) su posiciónde usted, querido maestro, es harto conocida. Votre siége est fait.No he deletreado aún la pertinente carta de Bolívar, pero es inevitableo razonable conjeturar que Bolívar la escribió para justificarse.En todo caso, la cacareada epístola nos revelará lo que podríamosllamar el sector Bolívar, no el sector San Martín. Unavez publicada, habrá que sopesarla, examinarla, pasarla por elcedazo crítico y, si es preciso, refutarla. Nadie más indicado paraese dictamen final que usted, con su lupa. ¡El escalpelo, el bisturí,si el rigor científico los exige! Permítame asimismo agregarque el nombre del divulgador de la carta quedará vinculado a lacarta. A usted no le conviene, en modo alguno, semejante vinculación.El público no percibe matices.Comprendo ahora que lo que debatimos después fue esencialmenteinútil. Acaso entonces lo sentí; para no hacerle frente, measí de un pormenor y le pregunté si en verdad creía que las cartaseran apócrifas.


1066 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS—Que sean de puño y letra de Bolívar —me contestó— no significaque toda la verdad esté en ellas. Bolívar puede haber queridoengañar a su corresponsal o, simplemente, puede haberse engañado.Usted, un historiador, un meditativo, sabe mejor que yo que el misterioestá en nosotros mismo, no en las palabras.Esas generalidades pomposas me fastidiaron y observé secamenteque dentro del enigma que nos rodea, la entrevista de Guayaquil,en la que el general San Martín renunció a la mera ambición ydejó el destino de América en manos de Bolívar, es también unenigma que puede merecer el estudio.Zimmermann respondió:—Las explicaciones son tantas... Algunos conjeturan que SanMartín cayó en una celada; otros, como Sarmiento, que era unmilitar europeo, extraviado en un continente que nunca comprendió;otros, por lo general argentinos, le atribuyeron un actode abnegación;, otros, de fatiga. Hay quienes hablan de la ordensecreta de no sé qué logia masónica.Observé que, de cualquier modo, sería interesante recuperar las.precisas palabras que se dijeron el Protector del Perú y el Libertador,"Zimmermann sentenció:—Acaso las palabras que cambiaron fueron triviales. Dos hombresye enfrentaron en Guayaquil; si uno se impuso, fue por su mayorvoluntad, no por juegos dialécticos. Como usted ve, no he olvidadoa mi Schopenhauer.Agregó con una sonrisa:—Words, words, words. Shakespeare, insuperado maestro de laspalabras, las desdeñaba. En Guayaquil o en Buenos Aires, enPraga, siempre cuentan menos que las personas.En aquel momento sentí que algo estaba ocurriéndonos o, mejordicho, que ya había ocurrido. De algún modo ya éramos otros.El crepúsculo entraba en la habitación y yo no había encendidolas lámparas. Un poco al azar, pregunté:—¿Usted es de Praga, doctor?—Yo era de Praga — contestó.Para rehuir el tema central observé:—Debe ser una extraña ciudad. No la conozco, pero el primerlibro en alemán que ieí fue la novela El Golem de MeyrinkiZimmermann respondió:—Es el único libro de Gustav Meyrink que merece el recuerdo.Más vale no gustar de los otros, hechos de mala literatura y depeor teosofía. Con todo, algo de la extrañeza de Praga anda porese libro de sueños que se pierden en otros sueños. Todo es extrañoen Praga o, si usted prefiere, nada es extraño. Cualquier


EL INFORME DE BRODIE 1067cosa puede ocurrir. En Londres, en algún atardecer, he sentidolo mismo.—Usted —respondí—, habló de la voluntad. En los Mabinogion,dos reyes juegan al ajedrez en lo alto de un cerro, mientras abajosus guerreros combaten. Uno de los reyes gana el partido; unjinete llega con la noticia de que el'ejército del otro ha sidovencido. La batalla de hombres era el reflejo de la batalla deltablero.• —Ah, una operación mágica —dijo Zimmermann.Le contesté:—O la .manifestación de una voluntad en dos campos distintos.Otra leyenda de ios réltas refiere el duelo de dos bardos famosos.,Uno, acompañándose con el arpa, canta desde el crepúsculo deldía hasta el crepúsculo de la noche. Ya bajo las estrellas o la luna,entrega el arpa al otro. Éste la deja a un lado y se pone de pie..El primero confiesa su derrota.— ¡Qué erudición, qué p >der de síntesis! —exclamó Zimmermann.Agregó, ya más serenado;—Debo confesar mi ignorancia, mi lamentada ignorancia, de lamateria de Bretaña. Usted, como el día, abarca el Occidente y el,Oriente, en tanto que yo estoy reducido a mi rincón cartaginés,que ahora complemento con una pizca de historia americana. Soyun mero metódico.El servilismo del hebreo y el servilismo del alemán estaban ensu voz, pero sentí que nada le costaba darme la razón y adularme,,dado que el éxito era suyo.Me suplicó que no me preocupara de las gestiones de su viaje.(Tratativas fue la atroz palabra'que usó,) Acto continuó, sacódel portafolio una carta dirigida al ministro, donde yo le exponíalos motivos de mi renuncia, y las reconocidas virtudes del doctorZimmermann, y me puso en la mano su estilográfica para que lafirmara. Cuando"guardó la carta,' no. pude dejar de entrever supasaje sellado para él vuelo Ezeiza-Sulaco;Al salir v volvió a detenerse ante los tomos de Schopenhauery dijo:—Nuestro maestro, .nuestro común maestro, conjeturaba queningún acto es involuntario. Si usted se queda en esta casa, enesta airosa casa patricia, es porque íntimamente quiere quedarse.Acato y agradezco su voluntad.Acepté sin una palabra esta limosna última.Fui con él hasta la puerta de calle. Al despedirnos, declaró:—Excelente el café.Releo estas desordenadas páginas, que no tardaré en entregar alfuego. La entrevista había sido corta.Presiento que ya no escribiré más. Mon siége est fnit.


1068 JORGE LUIS BQRGES—OBRAS COMPLETASEL EVANGELIO SEGÚN MARCOSEl hecho sucedió en la estancia Los Álamos, en el partido deJunín* hacia el sur, en los últimos días del mes de marzo de 1928.Su protagonista fue un estudiante de medicina, Baltasar Espinosa.Podemos definirlo por ahora como uno de tantos muchachos porteños,sin otros rasgos dignos de nota que esa facultad oratoriaque le había hecho merecer más de un premio en el colegio inglésde Ramos Mejía y que una casi ilimitada bondad. No le gustabadiscutir; prefería que el interlocutor tuviera razón y no él. Aunquelos azares del juego le interesaban, era un mal jugador, porquele desagradaba ganar. Su abierta inteligencia era perezosa; a lostreinta y tres años le faltaba rendir una materia para graduarse,la que más lo atraía. Su padre, que era librepensador, como todoslos señores de su época, lo había instruido en la doctrina de HerbertSpencer, pero su madre, antes de un viaje a Montevideo, lepidió qué todas las noches rezara el Padrenuestro e hiciera laseñal de la cruz. A lo largo de los años no había quebrado nuncaesa promesa. No carecía de coraje; una mañana había cambiado,con más indiferencia que ira, dos o tres puñetazos con un grupode compañeros que querían forzarlo a participar en una huelgauniversitaria. Abundaba, por espíritu de aquiescencia, en opinioneso hábitos discutibles: el país le importaba menos que el riesgode que en otras par-tes creyeran que usamos plumas; veneraba aFrancia pero menospreciaba a los franceses; tenía en poco a losamericanos, pero aprobaba el hecho de que hubiera rascacielosen Buenos Aires; creía que los gauchos de la llanura son mejoresjinetes que los de las cuchillas o los cerros. Cuando D"aniel, suprimo, le propuso veranear en Los Álamos, dijo inmediatamenteque sí, no porque le gustara el campo sino por natural complacenciay porque no buscó razones válidas para decir que no.El casco de la 'estancia era grande y un poco abandonado; lasdependencias del capataz, que se llamaba Gutre, estaban muycerca. Los Cutres eran tres: el padre, el hijo, que era singularmentetosco, y una muchacha dé incierta paternidad. Eranaltos, fuertes, huesudos, de pelo que tiraba a rojizo y de carasaindiadas. Casi no hablaban. La mujer del capataz había muertohace años.


EL INFORME DE BRODIE 1069Espinosa, en el campo, fue aprendiendo cosas que no sabía yque no sospechaba. Por ejemplo, que no hay que galopar cuandouno se está acercando a las casas y que nadie sale a andar a caballosino para cumplir con una tarea. Con el tiempo llegarla a distinguirlos pájaros por el grito.A los pocos días, Daniel tuvo que ausentarse a la capital paracerrar una operación de animales. A lo sumo, el negocio le tomaríauna semana. Espinosa, que ya estaba un poco harto tic lasbonnés fortunes de su primo y de su infatigable interés por lasvariaciones de la sastrería, prefirió quedarse en la estancia, consus libros de texto. El calor apretaba y ni siquiera la noche traíaun alivio. En el alba, los truenos lo despertaron. El viento zamarreabalas casuarinas. Espinosa oyó las primeras gotas y dio graciasa Dios. El aire frío vino de golpe. Esa tarde, el Salado se desbordó.Al otro día, Baltasar Espinosa, mirando desde la galería loscampos anegados, pensó que la metáfora que equipara la pampacon el mar no era, por lo menos esa mañana, del todo falsa, aunqueHudson había dejado escrito que el mar nos parece más glande,porque lo vemos desde la cubierta del barco y no desde el caballoo desde nuestra altura. La lluvia no cejaba; los Gutres, ayudadoso incomodados por el pueblero, salvaron buena parte de la hacienda,aunque hubo muchos animales ahogados. Los caminospara llegar a la estancia eran cuatro: a todos los cubrieron lasaguas. Al tercer día, una gotera amenazó la casa del capataz; Espinozales dio una habitación que quedaba en el fondo, al ladodel galpón de las herramientas. La mudanza los fue acercando;comían juntos en el gran comedor. El diálogo resultaba difícil;los Gutres, que sabían tantas cosas en materia de campo, no sabíanexplicarlas. Una noche, Espinosa les preguntó si la genteguardaba algún recuerdo de los malones, cuando la comandanciaestaba en Junín. Le dijeron que sí, pero lo'mismo hubieran contestadoa una pregunta sobre la ejecución de Carlos Primero. Espinosarecordó que su padre solía decir que casi todos los casosde longevidad que se dan en el campo son casos de mala memoriao de un concepto vago de las fechas. Los gauchos suelen ignorarpor igual el año en que nacieron y el nombre de quien los engendró.En toda la casa no había otros libros que una serie de la revistaLa Chacra, un manual de veterinaria, un ejemplar de lujo delTabaré, una Historia del Shorthorn en la Argentina, unos cuantosrelatos eróticos o policiales y una novela reciente: Don SegundoSombra. Espinosa, para distraer de algún modo la sobremesa inevitable,leyó un par de capítulos a los Gutres, que eran analfabetos.Desgraciadamente, el capataz había sido tropero y no le podían


1070' JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASimportar las andanzas de otro. Dijo que ese trabajo era liviano,que llevaban siempre un carguero con todo lo que se precisa yque, de no haber sido tropero, no habría llegado nunca hasta laLaguna de Gómez, hasta el Bragado y hasta los campos de losNúñez, en Chacabuco. En la cocina había una guitarra; los peones,antes de los hechos que narro, se sentaban en rueda; alguien latemplaba y no llegaba nunca a tocar. Esto se llamaba una guitarreada.Espinosa, que se había dejado crecer la barba, solía demorarseante el espejo para mirar sü cara cambiada y sonreía al pensarque en Buenos Aires" aburriría, a los muchachos con el-relato dela inundación del Salado. Curiosamente, extrañaba lugares a losque no iba nunca y no iría: una esquina de la calle Cabrera en laque hay un buzón, unos leones de manipostería en un portónde la calle Jujuy, a unas cuadras del Once, un almacén con piso*de baldosa que no sabia muy bien donde estaba. En cuanto a sushermanos y a su padre, y* sabrían por Daniel que estaba aislado—la palabra, etimológicamente, era-justa— por la creciente.Explorando la casa, siempre cercada por las aguas, dio con unaBiblia'en inglés. En las páginas finales los Guthrie —tal era sunombre genuino— habían dejado escrita su historia. Eran oriundosde Inverness, habían arribado a este continente, sin dudacómo peones, á principios del siglo diecinueve, y se habían cruzadocon indios. La crónica' cesaba hacia mil ochocientos setentay tantos; ya no sabían escribir. Al cabo de unas pocas generacioneshabían olvidado el inglés; el. castellano, cuando Espinosalos conoció, les daba trabajo. Carecían de fe, pero en su sangreperduraban, como rastros oscuros, el duro fanatismo del calvinistay las supersticiones del pampa. Espinosa les habló de su hallazgoy casi no escucharon.Hojeó el volumen y sus dedos lo abrieron en el comienzo delEvangelio según Marcos. Para ejercitarse en la traducción y acasopara ver si entendían algo, decidió leerles ese texto después dela comida. Le sorprendió que lo escucharan con atención y luegocon callado interés. Acaso la presencia de las letras de oro en latapa le diera más autoridad. Lo llevan en la sangre, pensó. Tambiénse le ocurrió que los hombres a lo largó del tiempo, hanrepetido siempre dos historias: la ríe un bajel perdido que buscapor los mares mediterráneos una isla querida, y la de undios que se hace crucificar en el Gólgota. Recordó las clases deelocución en Ramos Mejia y se ponía de pie para predicar lasparábolas.Los Gutres despachaban la carne asada y las sardinas para nodemorar el Evangelio.Una corderita que la muchacha mimaba y adornaba con una


EL INFORME DE BROME 1071cintita celeste se lastimó con un alambrado de púa. Para parar lasangre, querían ponerle una telaraña; Espinosa la curó con unaspastillas. La gratitud que esa curación despertó no dejó de asombrarlo.Al principio, había desconfiado de los Cutres y habíaescondido en uno de sus libros los doscientos cuarenta pesos quellevaba consigo; ahora, ausente el' patrón, él había tomado sulugar y daba órdenes tímidas, que eran inmediatamente acatadas.Los Gutres lo seguían por las piezas y por el corredor, como sianduvieran • perdidos. Mientras leía, notó que le retiraban lasmigas que él había dejado sobre la mesa. Una tarde los sorprendióhablando de él con respeto y pocas palabras. Concluido el Evangeliosegún Marcos, quiso leer otro de los tres que faltaban; elpadre le pidió que repitiera el que ya había leído, para entenderlobien. Espinosa sintió que eran como niños, a quienes larepetición les agrada más que la variación o la novedad. Unanoche soñó con el Diluvio, lo cual no es de extrañar; los martillazosde la fabricación del arca lo despertaron y pensó que acasoeran truenos. En efecto, la lluvia, que había amainado, volvióa recrudecer. El frío era intenso. Le dijeron que el temporal habíaroto el techo del galpón de las herramientas y que iban a mostrárselocuando estuvieran arregladas las vigas. Ya no era unforastero y todos lo trataban con atención y casi lo mimaban. Aninguno le gustaba el café, pero había siempre una tacita paraél, que colmaban de azúcar.El temporal ocurrió un martes. El jueves a la noche lo recordóun golpecito suave en la puerta que, por las dudas, él siemprecerraba con llave. Se' levantó y abrió: era la muchacha. En laoscuridad no la vio, pero por los pasos notó que estaba descalzay después, en el lecho, que había venido desde el fondo, desnuda.No lo abrazó, no dijo una sola palabra; se tendió junto a él yestaba temblando. Era la primera vez que conocía a un hombre.Cuando se fue, no le dio un beso; Espinosa pensó que ni siquierasabía cómo se llamaba. Urgido por una íntima razón que notrató de averiguar, juró que en Buenos Aires no le contaría a nadieesa historia.El día siguiente comenzó como los anteriores, salvo que el padrehabló con Espinosa y le preguntó si Cristo se dejó matar parasalvar a todos los hombres. Espinosa, que era librepensador peroque se vio obligado a justificar lo que les había leído, le contestó:—Sí. Para salvar a todos del infierno.Gutre le dijo entonces:—¿Qué es el infierno?—Un lugar bajo tierra donde las ánimas arderán y arderán.—¿Y también se salvaron los que le clavaron los clavos?—Sí —replicó Espinosa, cuya teología era incierta.


1072 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASHabía temido que el capataz le exigiera cuentas de lo ocurridoanoche con su hija. Después del almuerzo, le pidieron que releyeralos últimos capítulos.Espinosa durmió una siesta larga, un leve sueño interrumpidopor persistentes martillos y por vagas premoniciones. Hacia elatardecer se levantó y salió al corredor. Dijo como si pensaraen voz alta:—Las aguas están bajas. Ya falta poco.—Ya falta poco —repitió Gutre, como un eco.Los tres lo habían seguido. Hincados en el piso de piedra lepidieron la bendición. Después lo maldijeron, lo escupieron y loempujaron hasta el fondo. La muchacha lloraba.••Espinosa entendiólo que le esperaba del otro lado de la puerta. Cuando la abrieron,vio el firmamento. Un pájaro gritó; pensó: Es un jilguero.El galpón estaba sin techo; habían arrancado las vigas para construirla Cruz.


EL INFORME DE BRODIE 1073EL INFORME DE BRODIEEn un ejemplar del primer volumen de las Mil y Una Noches(Londres, 1840) de Lañe, que me consiguió mi querido amigoPaulino Keins, descubrimos el manuscrito que ahora traduciréal castellano. La esmerada caligrafía —arte que las máquinas deescribir nos están enseñando a perder— sugiere que fue redactadopor esa misma fecha. Lañe prodigó, según se sabe, las extensasnotas explicativas; los márgenes abundan en adiciones, en,signosde interrogación y alguna vez en correcciones, cuya letra es la mismadel manuscrito. Diríase que a su lector le interesaron menoslos prodigiosos cuentos de Shahrazad que los hábitos del Islam.De David Brodie, cuya firma exornada de una rúbrica figura al pie,nada he podido averiguar, salvo que fue un misionero escocés,oriundo de Aberdeen, que predicó la fe cristiana en el centro deÁfrica y luego en ciertas regiones selváticas del Brasil, tierra a lacual lo llevaría su conocimiento del portugués. Ignoro la fecha yel lugar de su muerte. El manuscrito, que yo sepa, no fue dadonunca a la imprenta.Traduciré fielmente el informe, compuesto en un inglés incoloro,sin permitirme otras omisiones que las de algún versículo de laBiblia y la de un curioso pasaje sobre las prácticas sexuales delos Yahoos que el buen presbiteriano confió pudorosamente allatín. Falta la primera página.*"... de la región que infestan los hombres monos (Apemen)tienen su morada los Mlch, x que llamaré Yahoos, para que mislectores no olviden su. naturaleza bestial y porque una precisatransliteración es casi imposible, dada la ausencia de vocales en.su áspero lenguaje. Los individuos de la tribu no pasan, creo,de setecientos, incluyendo los Nr,, que habitan más al sur, entrelos matorrales. La cifra que he propuesto es conjetural, ya que,con' excepción del rey, de la reina y de los hechiceros, los Yahoosduermen donde los encuentra la noche, sin lugar fijo. La fiebrepalúdica y las incursiones continuas de los hombres-monos disminuyensu número. Sólo unos pocos tienen nombre. Para llamarse,lo hacen arrojándose fango. He visto asimismo a Yahoos que, parallamar a un amigo, se tiraban por el suelo y se revolcaban.l Doy a la eh el valor que tiene en la palabra loch. (Nota delautor.)


1074 . . JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASFísicamente no difieren de los Kroo, salvo por la frente más bajay por cierto tinte cobrizo que amengua su negrura. Se alimentande frutos, de raíces y de reptiles; beben leche de gato y de murciélagoy pescan con la mano. Se ocultan para comer o cierran losojos; lo demás lo hacen a la vista de todos, como los filósofoscínicos. Devoran los cadáveres crudos de los hechiceros y de losreyes, para asimilar su virtud. Les eché en cara esa costumbre;se tocaron la boca y la barriga, tal vez para indicar que los muertostambién son alimento o —pero esto acaso es demasiado sutil—para que yo entendiera que todo lo que comemos es, a la larga,carne humana.En sus guerras usan las piedras, de las que hacen acopio, y lasimprecaciones mágicas. Andan desnudos; las artes del vestido ydel tatuaje les son desconocidas.Es digno de atención el hecho de que, disponiendo de unameseta dilatada y herbosa, en la que hay manantiales de aguaclara y árboles que dispensan la sombra, hayan optado por amontonarseen las ciénagas que rodean la base, como deleitándose enlos rigores del sol ecuatorial y de la impureza. Las laderas sonásperas y formarían una especie de muro contra los hombresmonos.En las Tierras Altas de Escocia los cfanes erigían sus castillosen la cumbre de un cerro; he alegado este uso a los hechiceros,proponiéndolo como ejemplo, pero todo fue inútil. Me permitieron,sin embargo, armar una cabana en la meseta, donde elaire de la noche es más fresco.La tribu está regida por un rey, cuyo poder es absoluto, peroSospecho que los que verdaderamente gobiernan son los cuatrohechiceros que lo asisten y que lo han elegido. Cada niño quenace está sujeto a un detenido examen; si presenta ciertos estigmas,que no me han sido revelados, es elevado a rey de los Yahoos.Acto continuo lo mutilan (he is gelded), le queman los ojos yle cortan las manos y los pies, para que el mundo no lo distraigade la sabiduría. Vive confinado en una caverna, cuyo nombrees Alcázar (Qzr), en la que sólo pueden entrar los cuatro hechicerosy el par de- esclavas que lo atienden y lo untan de estiércol.Si hay una guerra, los hechiceros lo sacan de la caverna, lo exhibena la tribu para estimular su coraje y lo llevan, cargado sobre loshombros, a lo más recio del combate, a guisa de bandera o detalismán. En tales casos lo, común es que muera inmediatamente,bajo las piedras que le arrojan los hombres-monos.En otro Alcázar vive la reina, a la que no le está permitidover a su rey. Ésta se dignó recibirme; era sonriente, joven y agraciada,hasta donde lo permite su raza. Pulseras de metal y demarfil y collares de dientes adornan su desnudez. Me miró, mehusmeó y me tocó y concluyó por ofrecérseme, a la vista de todas


EL' INFORME DE B¡RODIE 1075las azafatas. Mi hábito (rny cloth) y mis hábitos me hicieron declinarese honor, que suele conceder a los hechiceros y a loscazadores de esclavos, por Ío general musulmanes, cuyas cáfilas(caravanas) cruzan el reino. Me hundió dos o tres veces un alfilerde oro en la carne; tales pinchazos son las marcas del favor realy no son pocos los Yahoos que se los infieren, para simular quefue la reina la que los hizo. Los ornamentos que he.enumeradovienen de otras regiones; los Yahoos los creen naturales, porqueson incapaces de fabricar el objeto más simple. Para la tribu micabana era un árbol, aunque muchos me vieron edificarla y medieron su ayuda. Entre otras cosas, yo tenía un reloj, un cascode corcho, una brújula y una Biblia; los Yahoos las miraban ysopesaban y querían saber donde las habla recogido. Solían agarrarpor la hoja mi cuchillo de monte; sin duda lo veían de otramanera. No sé hasta dónde hubieran podido ver una silla.Una casa de varias habitaciones constituiría un laberinto pajaellos, pero tal vez no se perdieran, como tampoco un gatose pierde, aunque no puede imaginársela. A todos les maravillabami barba, qué era bermeja entonces; la acariciaban largamente.Son insensibles al dolor y al placer, salvo al agrado que liesdan la carne cruda y rancia y las cosas fétidas. La falta de imaginaciónlos mueve a ser crueles. • , •,He hablado de la reina y del rey; paso ahora a los hechiceros.He escrito que son cuatro; este número es el mayor que abarca suaritmética. Cuentan con los dedos uno, dos, tres, cuatro, muchos;el infinito empieza en el pulgar. Lo mismo, me aseguran, ocurrecon las tribus que merodean en las inmediaciones de Buen os-Ayres.Pese a que el cuatro es la última cifra de que disponen, losárabes que trafican con ellos no los estafan, porque en el canjetodo se divide por lotes de uno, de dos, "de tres y de cuatro, quecada cual pone a su lado. Las operaciones son lentas, pero no admitenel error o el engaño. De la nación de los Yahoos, los hechicerosson realmente los únicos que han suscitado mi interés. Elvulgo les atribuye el poder de cambiar en,hormigas o en tortugasa quienes así lo desean; un individuo que advirtió mi incredulidadme mostró un hormiguero, como si éste fuera una prueba.La memoria les, falta a los Yahoos o casi no la tienen; hablan delos estragos causados por una invasión de leopardos, pero nosaben si ellos la vieron o sus padres o si cuentan un sueño. Loshechiceros la poseen, aunque en grado mínimo; pueden recordara la tarde hechos que ocurrieron en la mañana o aun la tardeanterior. Gozan también de la facultad de la previsión; declarancon tranquila certidumbre lo que sucederá dentro de diez oquince minutos. Indican, por ejemplo: Una mosca me rozará lanuca o No lardaren\os en oír el grito de un pájaro. 'Centenares


1076 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASde veces he atestiguado este curioso don. Mucho he vacilado sobreél. Sabemos que el pasado, el presente y él porvenir ya están,minucia por minucia, en la profética memoria de Dios, en Sueternidad; lo extraño es que los hombres puedan mirar, indefinidamente,hacia atrás pero no hacia adelante. Si recuerdo contoda nitidez aquel velero de alto bordo que vino de Noruegacuando yo contaba apenas cuatro años ¿a qué sorprenderme delhecho de que alguien sea capaz de prever lo que está a punto deocurrir? Filosóficamente, la memoria no es menos prodigiosa quela adivinación del futuro; el día de mañana está más cerca denosotros que la travesía del Mar Rojo por los hebreos, que, sinembargo, recordamos. A la tribu le está vedado fijar los ojos enlas estrellas, privilegio reservado a los hechiceros. Cada hechicerotiene un discípulo, a quien instruye desde niño en las disciplinassecretas y que lo sucede a su muerte. Así siempre son cuatro, númerode carácter mágico, ya que es el último* a qué alcanza lamente de los hombres. Profesan, a su modo, la doctrina del infiernoy del cielo. Ambos son subterráneos. En el infierno, que es claroy seco, morarán los enfermos, los: ancianos, los maltratados, loshombres-monos, los árabes y los leopardos; en el cielo, que se figuranpantanoso y oscuro, el rey, la reina, los hechiceros, los que en latierra han sido felices, duros y sanguinarios. Veneran asimismoa un dios, cuyo nombre es Estiércol, y que posiblemente han ideadoa imagen y semejanza del rey; es un ser mutilado, ciego, raquíticoy de ilimitado poder. Suele asumir la forma de una hormiga o deuna culebra.A nadie le asombrará, después de lo dicho, que durante elespacio de mi estadía no lograra la conversión de un solo Yahoo.La frase Padre nuestro los perturbaba, ya que carecen del conceptode la paternidad. No comprenden que un acto ejecutadohace nueve meses pueda guardar alguna relación con el nacimientode un niño; no admiten una causa tan lejana y tan inverosímil.Por lo demás, todas las mujeres conocen el comercio carnaly no todas son madres.El idioma es complejo. No se asemeja a ningún otro de losque yo tenga noticia. No podemos hablar de partes de la oración,ya que no hay oraciones. Cada palabra monosílaba correspondea una idea general, que se define por el contexto o por los visajes.La palabra nrz, por ejemplo, sugiere la dispersión o las manchas;puede significar el cielo estrellado, un leopardo, una bandada deaves, la viruela, lo salpicado, el acto de desparramar o la fuga quesigue a la derrota. Hrl, en cambio, indica lo apretado o lo denso;puede significar la tribu, _un tronco, una piedra, un montón depiedras, el hecho de apilarlas, el congreso de los cuatro hechiceros,la unión carnal y un bosque. Pronunciada de otra manera o con


EL INFORME DE BRODIE 1077otros visajes, cada palabras puede tener un sentido contrario. Nonos maravillemos con exceso; en nuestra lengua, el verbo to cleavevale por hendir y adherir. Por supuesto, no hay oraciones, nisiquiera frases truncas.La virtud intelectual de abstraer que semejante idioma postula,me sugiere que los Yahoos, pese a su barbarie, no son una naciónprimitiva sino degenerada. Confirman esta conjetura las inscripcionesque he descubierto en la cumbre de la meseta y cuyos caracteres,que se asemejan a las runas que nuestros mayores grababan,ya no se dejan descifrar por la tribu. Es como si ésta hubiera olvidadoel lenguaje escrito y sólo le quedara el oral.Las diversiones de la gente son las riñas de gatos adiestradosy las ejecuciones. Alguien es acusado de atentar contra el pudorde la reina o de haber comido a la vista de otro; no hay declaraciónde testigos ni confesión y el rey dicta su fallo condenatorio.El sentenciado sufre tormentos que trato de no recordar y despuéslo lapidan. La reina tiene el derecho de arrojar la-primerapiedra y la última, que suele ser inútil. El gentío pondera sudestreza y la hermosura de sus partes y la aclama con frenesí, arrojándolerosas y cosas fétidas. La reina, sin una palabra, sonríe.Otra costumbre de la tribu son los poetas. A un hombre se leocurre ordenar seis o siete palabras, por lo general enigmáticas.No puede contenerse y las dice a gritos, de pie, en el centro deun círculo que forman, tendidos en la tierra, los hechiceros y laplebe, Si el poema no excita, no pasa nada; si las palabras delpoeta los sobrecogen, todos se apartan de él, en silencio, bajo elmandato de Uft horror sagrado (under a holy dread). Sientenque lo ha tocado el espíritu; nadie hablará con él ni lo mirará,ni siquiera su madre. Ya no es un hombre sino un dios y cualquierapuede matarlo. El poeta, si puede, busca refugio en losarenales del Norte.He referido ya cómo arribé'a la tierra de los Yahoos. El lectorrecordará que me cercaron, que tiré al aire un tiro de fusil y quetomaron la descarga por una suerte de trueno mágico. Para alimentarese error, procuré andar siempre sin armas. Una mañanade primavera, al rayar el día, nos invadieron bruscamente loshombres-monos; bajé corriendo de la cumbre arma en mano, ymaté a dos de esos animales. Los demás huyeron, atónitos. Lasbalas, ya se sabe, son invisibles. Por primera vez en mi vida, oíque me aclamaban. Fue entonces, creo, que la reina me recibió.La memoria de los Yahoos es precaria; esa misma tarde me fui.Mis aventuras en la selva no importan. Di al fin con una poblaciónde hombres negros, que sabían arar, sembrar y rezar y con losque me entendí en portugués. Un misionero romanista, él PadreFernandes, me hospedó en su cabana y me cuidó hasta que pude


1078 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASreanudar mi penoso viaje. Al principio me causaba algún ascoverlo abrir la boca sin disimulo y echar adentro piezas de comida.Yo me tapaba con la mano o desviaba los ojos; a los pocos díasme acostumbré. Recuerdo con agrado nuestros debates en materiateológica. No logré que volviera a la genuina fe de Jesús.Escribo ahora en Glasgow. He referido mi estadía entre losYahoos, pero nú su horror esencial, que nunca me deja del todo yque me visita en los sueños. En la calle creo que me cercan aún.Los Yahoos, bien lo sé, son un pueblo bárbaro, quizá el más bárbarodel orbe, pero sería una injusticia olvidar ciertos rasgos quelos redimen. Tienen instituciones," gozan de un rey, manejan unlenguaje basado en conceptos geraéricps, creen, corrió los hebreosy los griegos, en la raíz divina de la poesía y adivinan qué elalma sobrevive a la muerte del cuerpo. Afirman la verdad dé lescastigos y de las recompensas. Representan, en suma, la cultura,como la representamos nosotros, pese a nuestros muchos pecados.No me arrepiento de haber combatido en sus filas, contra los hombres-monos.Tenemos el deber de salvarlos. Espero que el Gobiernode Su Majestad no desoiga'lo que se atreve a sugerir esteinforme.'' '


El oro de los tigres(1972)


) 1081 (PRÓLOGODe un hombre que ha cumplido los setenta años que nos aconsejaDavid poco podemos esperar, salvo el manejo consabido da unasdestrezas, una que otra ligera variación y hartas repeticiones.Para eludir o siquiera para atenuar esa monotonía, opté por aceptar,con tal vez temeraria hospitalidad, los misceláneos ternas que seofrecieron a mi rutina de escribir. La parábola sucede a la confidencia,el verso libre o blanco al soneto. En el principio de lostiempos, tan dócil a la vaga especulación y a las inapelables cosmogonías,no habrá habido cosas poéticas o ptosaicas. Todo seriaun poco mágico. Thor no era el dios del trueno; era el trueno yel dios.Para un verdadero poeta, cada momento de la vida, cada hecho,debería ser poético, ya que profundamente lo es. Que yo sepa,nadie ha alcanzado- hasta hoy esa alta vigilia. Browning y Blakese acercaron más que otro alguno; Whitman se la propuso, perosus deliberadas enumeraciones no siempre pasan de catálogosinsensibles.Descreo de las escuelas literarias, que juzgo simulacros didácticospara simplificar lo que enseñan, pero si me obligaran a declararde dónde proceden mis versos, diría que del modernismo, esagran libertad, que renovó las muchas literaturas cuyo instrumentocomún es el castellano y que llegó, por cierto, hasta España. Heconversado más de una vez con Leopoldo Lugones, hombre solitarioy soberbio; éste solía desviar el curso del diálogo para hablarde "mi amigo y maestro, Rubén Darío". (Creo, por lo demás, quedebemos recalcar las afinidades de nuestro idioma, no sus regionalismos.)Mi lector notará en algunas páginas la preocupación filosófica.Fue mía desde niño, cuando mi padre me reveló, con ayudadel tablero del ejedrez (que era, lo recuerdo, de cedro) la carrerade Aquiles y la tortuga.En cuanto a las influencias que se advertirán en este volumen...En primer término, los escritores que prefiero —he nombrado ya aRobert Browning—; luego, los que he leído y repito; luego, losque nunca he leído pero que están en mi. Un idioma es una tradición,un modo de sentir la realidad, no un arbitrario repertoriode símbolos.Buenos Aires, 1972.J.L.B.


EL ORO DE. LOS TIGRES 1083TAMERLÁN *(1336-1405)Mi reino és" dé este mundo. CarcelerosY cárceles y espadas ejecutan 'La orden que no repito. Mi palabraMás ínfima es dé hierro. Hasta el secretoCorazón de las gentes que no oyeronNunca mi nombre en su confín lejanoEs instrumento dócil a mi arbitrio.. >Yo, que fui un rabadán de la llanura,He izado rriis banderas en PersépolisY he abrevado la sed de mis caballosEn las aguas del Ganges y del Oxus.Cuando nací, cayó del firmamentoUna espada cqn signos talismáñicos;Yo soy, yo seré siempre, aquella espada.Hé derrotado ál griego y al egipcio,He devastado las infatigablesLeguas de Rusia con mis duros tártaros,He elevado pirámides de cráneos,He uncido a mi carroza cuatro reyesQue no quisieron acatar mi cetro,He arrojado a las llamas en AlepoEl Alcorán, el Libro de los Libros,Anterior a los días y a las noches.Yo, el rojo Tamerlán, tuve en mi abra/oA la blanca Zenócrate de Egipto,Casta como la nieve de las cumbres.Recuerdo las pesadas caravanasY las nubes de polvo del desierto,Pero también una ciudad de humoY mecheros de gas en las tabernas.Sé todo y puedo todo. Un ominosoLibro no escrito aún me ha revelado"Oue moriré como los otros muerenY que, desde la pálida agonía,Ordenaré que mis arqueros lancenFlechas de hierro contra el cielo adversoY embanderen de negro el firmamentoPara que no haya un hombre que no sepa


1084 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASQue los dioses han muerto. Soy los dioses.Que otros acudan a la astrologíaJudiciaria, al compás y al astrolabio,Para saber qué son. Yo soy los astros.En las albas inciertas me preguntoPor qué no salgo nunca de esta cámara,Por qué no condesciendo al homenajeDel clamoroso Oriente. Sueño a vecesCon esclavos, con instrusos, que mancillanA Tamerlán con temeraria manoY le dicen que duerma y que no dejeDe tomar cada noche las pastillasMágicas de la paz y del silencio.Busco la cimitarra y no la encuentro.Busco mi cara en el espejo; es otra.Por eso lo rompí y me castigaron.¿Por qué no asisto a las ejecuciones,Por qué no veo el hacha y la cabeza?Esas cosas me inquietan, pero nadaPuede ocurrir si Tamerlán se oponeY Él, acaso, las quiere y no lo sabe.,Y yo soy Tamerlán. Rijo el PonienteY el Oriente de oro, y sin embargo...


KL ORO DE LOS TIGRES 1085ESPADASGram, Durendal, Joyeuse, Excalibur.Sus viejas guerras andan por el verso,Que es la única memoria. El universoLas. siembra por el Norte y por el Sur.En la espada persiste la osadíaDe la diestra viril, hoy polvo y nada;En el hierro o el bronce, la estocadaQue fue sangre de Adán un primer día.Gestas he enumerado de lejanasEspadas cuyos hombres dieron muerteA reyes y serpientes. Otra suerteDe espadas hay, murales y cercanas.Déjame, espada, usar contigo el arte;Yo, que no he merecido manejarte.


1.08(iJORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL PASADOTodo era fácil, nos parece ahora, •En el plástico ayer irrevocable:Sócrates que, apurada la cicuta,Discurre sobre el alma y su caminoMientras' la muerte azul le va subiendoDesde los pies helados; la implacableEspada que retumba en la balanza;Roma, que impone el numeroso hexámetroAl obstinado mármol de esa lenguaQue manejamos hoy, despedazada;Los piratas de Héngist que atraviesanA remo el temerario Mar del Norte.Y-con las fuertes manos y él corajeFundan un reino que será el Imperio;El rey sajón que ofrece al rey noruegoLos siete pies de tierra y que ejecuta,Antes que el sol decline, la promesaEn la batalla de hombres; los jinetesDel desierto, que cubren el OrienteY amenazan las cúpulas de Rusia;Un persa que refiere la primera. De las Mil y Una Noches y no sabeQue inicia un libro que los largos siglosDe las generaciones ulterioresNo entregarán al silencioso olvido;Snorri que salva en su perdida Thule,A la luz de crepúsculos morososO en la noche propicia a la memoria,Las letras y los dioses de Germania;El joven Schopenhauer, que descubreEl plano general del universo;Whítman, que en una redacción de Brooklyn,Entre el olor a tinta y a tabaco,Toma y no dice a nadie la infinitaResolución de ser todos los hombresY de escribir un libro que sea todos;Arredondo, que mata a Idiarte BordaEn la mañana de MontevideoY se da a la- justicia, declarando


EL ORO DE LOS TIGRES 1087Que ha obrado solo y que no tiene cómplices;El soldado que muere en Normandía,El soldado que muere en Galilea.Esas Cosas pudieron no haber sido.Casi no fueron. Las imaginamosEn un fatal ayer inevitable.No hay otro tiempo que el ahora, este ápiceDel ya será y del fue, de aquel instanteEn que la gota cae en la clepsidra.El ilusorio ayer es un recintoDe figuras inmóviles de ceraO de reminiscencias literariasQue el tiempo irá perdiendo en sus espejos.Erico el Rojo, Carlos Doce, BrenoY esa tarde inasible que fue tuyaSon en su eternidad, no en la memoria.


1088 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASTANKAS *1Alto en la cumbreTodo el jardín es luna,Luna de oro.Más precioso es el roceDe tu boca en la sombra.2La voz del aveQue la penumbra escondeHa enmudecido..Andas por tu jardín.Algo, lo sé, te falta.3La ajena copa,La espada que fue espadaEn otra mano,La luna de la calle,¿Dime, acaso no bastan?4Bajo la lunaEl tigre de oro y sombraMira sus garras.No sabe que en el albaHan destrozado un hombre.


EL ORO DE LOS TIGRES 10895Triste la lluviaQue sobre el mármol cae,Triste ser tierra.Triste no ser los díasDel hombre, el sueño, el alba.6No haber caído,Como otros de mi sangre,En la batalla.Ser en la vana nocheEl que cuenta las sílabas.


1090 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASTRECE MONEDASUN POETA ORIENTALDurante cien otoños he miradoTu tenue disco.Durante cien otoños he miradoTu arco sobre las islas.Durante cien otoños mis labiosNo han sido menos silenciosos.ÉL DESIERTOEl espacio sin tiempo.La luna es del color de la arena.Ahora, precisamente ahora,Mueren los hombres del Metauro y de Tannenberg.


EL ORO DE LOS TIGRES 1091LLUEVE¿En qué ayer, en qué patios de C.artago,Cae también esta lluvia?ASTERIÓNEl año me tributa mi pasto de hombresY en la cisterna hay agua.En mí se anudan los caminos de piedra.¿De qué puedo quejarme?En los atardeceresMe pesa un poco la cabeza de toro.La meta es el olvido.Yo he llegado antes.UN POETA MENOR


1092 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASGÉNESIS, IV, 8Fue en el primer desierto.Dos brazos arrojaron una gran piedra.No hubo un grito. Hubo sangre.Hubo por vez primera la muerte.Ya no recuerdo si fui Abel o Caín.NORTUMBRIA, 900 A. I).Que antes del alba lo despojen los lobos;La espada es el camino más corto.MIGUEL DE CERVANTESCrueles estrellas y propicias estrellasPresidieron la noche de mi génesis;Debo a las últimas la cárcelEn que soñé el Quijote.EL OESTE£1 callejón final con su poniente.Inauguración de la pampa.Inauguración de la muerte.


EL ORO DE LOS TIGRES 1093ESTANCIA EL RETIROEl tiempo juega un ajedrez sin piezasEn el patio. El crujido de una ramaRasga la noche. Fuera la llanuraLeguas de polvo y sueño desparrama,Sombras los dos, copiamos lo que dictanOtras sombras: Heráclito y Gaiitama,El. PRISIONEROUna lima.La primera de las pesadas puertas de hierro.Algún día seré libre.MACBETHNuestros actos prosiguen su camino,Que no conoce término.Maté a mi rey para que ShakespeareUrdiera su tragedia.ETERNIDADESLa serpiente que ciñe el mar y es el mar,El repetid) remo de Jasón, la joven espada de Sigurd.Sólo per aran en el tiempo las cosasQue no fueron del tiempo.


1094 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASSUSANA BOMBALAlta en la tarde, altiva y alabada,Cruza el casto jardín y está en la exactaLuz del instan te. irreversible y puroQue nos da este jardín y la alta imagen,Silenciosa. La veo aquí y ahora,Pero también la veo en un antiguoCrepúsculo de Ur de los CaldeosO descendiendo por las lentas gradasDe un templo, que es innumerable polvoDel planeta y que fue piedra y soberbia,O descifrando el mágico alfabetoDe las estrellas de otras latitudesO aspirando una rosa en Inglaterra.Está donde haya música, en el leveAzul, en el hexámetro del griego,En nuestras soledades que la buscan,En el espejo de agua de la fuente,En el mármol del tiempo, en una espada,En la serenidad de una terrazaQue divisa ponientes y jardines.Y detrás de los mitos y las máscaras,El alma, que está sola.Buenos Aires, .? ile noviembre de 1970.


EL ORO DE LOS TIGRES 1095A JOHN KEATS(1795-1821)Desde el principio hasta la joven muerteLa terrible belleza te acechabaComo a los otros la propicia suerteO la adversa. En las albas te esperabaDe Londres, en las páginas casualesDe un diccionario de mitología,En las comunes dádivas del día,En un rostro, una voz, y en los mortalesLabios de Fanny Brawne. Oh sucesivoY arrebatado Keats, que el tiempo ciega,El alto ruiseñor y la urna griegaSerán tu eternidad, oh fugitivo.Fuiste el fuego. En la pánica memoriaNo eres hoy la ceniza. Eres la gloria.


1096 JÜRtíE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASSUEÑA ALONSO QU1JANOEl hombre se despierta de un inciertoSueño de alfanjes y de campo llanoY se toca la barba con la manoY se pregunta si está herido o muerto.;No lo perseguirán los hechicerosQue han jurado su mal bajo la luna?Nada. Apenas el frío. Apenas unaDolencia de sus años postrimeros.El hidalgo fue un sueño de CervantesY don Quijote un sueño del hidalgo.El doble sueño los confunde y algoEsta pasando que pasó mucho antes.Quijano duerme y sueña. Una batalla:Eos mares de Lepanto y la metralla.


EL ORO DE LOS TIGRES 1A UN CÉSAREn la noche propicia a los lémuresY a las larvas que hostigan a los tímenos,Han cuartelado en vano los abiertosÁmbitos de los astros tus augures.Del toro yugulado en la penumbraLas visceras en vano han indagado;En vano el sol de esta mañana aluminaLa espada fiel del pretoriano armado.En el palacio tu garganta esperaTemblorosa el puñal. Ya los confinesDel imperio que rigen tus clarinesPresienten las plegarias y la hoguera.De tus montañas el horror sagradoEl tigre de oro y sombra ha profanado.


1098 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL CIEGOIA MarianaGrondonaLo han despojado del diverso mundo,De los rostros, que son lo que eran antes,De las cercanas calles, hoy distantes, 'Y del cóncavo azul, ayer profundo.De los libros le queda lo que dejaLa memoria, esa forma del olvidoQue retiene el formato, no el sentido,Y que los meros títulos refleja.El desnivel acecha. Cada pasoPuede ser la caída. Soy el lentoPrisionero de un tiempo soñolientoQue no marca su aurora ni su ocaso.Es de noche. No hay otros. Con el versoDebo labrar mi insípido universo.IIDesde mi nacimiento, que fue el noventa y nueveDe la cóncavas parras y el aljibe profundo,El tiempo minucioso, que en la memoria es breve,Me fue hurtando las formas visibles de este mundo.Los días y las noches limaron los perfilesDe las letras humanas y los rostros amados;En vano interrogaron mis ojos agotadosLas vanas bibliotecas y los vanos atriles.El «azul y el bermejo son ahora una nieblaY dos voces inútiles. El espejo que miroEs una cosa gris. En el jardín aspiro,Amigos, una lóbrega rosa de la tiniebla.Ahora sólo perduran las formas amarillasY sólo puedo ver para ver pesadillas.


EL ORO DE LOS TIGRES 1099ON HISBLINDNESSIndigno de los astros,y del aveQue surca el hondo azul, ahora secreto,De esas líneas que son el alfabetoQue ordenan otros y del mármol graveCuyo dintel mis ya gastados ojosPierden en su penumbra, de las rosasInvisibles y de las silenciosasMultitudes de oros y de rojosSoy, pero no de las Mil Noches y UnaQue abren mares y auroras en roi sombraNi de Walt Whitman, ese Adán que nombraLas criaturas que son bajo la luna,Ni de los blancos dones del olvidóNi del amor que espero y que no pido.


1100 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COxMPLETASLA BUSCAAl término de tres generacionesVuelvo a los campos de los Acevedo,Que fueron mis mayores. VagamenteLos he buscado en esta vieja casaBlanca y rectangular, en la frescuraDe sus dos galerías, en ia sombraCreciente que proyectan los pilares,En el intemporal grito del pájaro,En la lluvia que abruma la azotea,En el crepúsculo de los espejos,En un reflejo, un eco, que fue suyoY que ahora es mío, sin que yo lo sepa.He mirado los hierros de la rejaQue detuvo las lanzas del desierto,La palmera partida por el rayo,1 ,os negros toros de Aberdeen, la tardeLas casuarinas que ellos nunca vieron.Aquí fueron la espada y el peligro,Las duras proscripciones, las patriadas;Eirmes en el caballo, aquí rigieronLa sin principio y la sin fin llanuraLos estancieros de las largas leguas.Pedro Pascual, Miguel, Judas 'Ladeo, , ,Quién me dirá si misteriosamente,Bajo ese techo de una sola noche,Más allá de los años y del polvo,Más allá del cristal de la memoria,No nos hemos unido y confundido,Yo en. el sueño, pero ellos en la muerte.


EL ORO I)K LOS TIGRKS 1101LO PERDIDO¿Dónde estará mi vida, la que pudoHaber sido y no fue, la venturosaO la de triste horror, esa otra cosaQue pudo ser la espada o el escudoY que no fue? ¿Dónde estará el perdidoAntepasado persa o el noruego,Dónde el azar de no quedarme ciego,Dónde el ancla y el mar, dónde el olvidoDe ser quien soy? ¿Dónde estará la puraNoche que al rudo labrador confíaEl iletrado y laborioso día.Según lo quiere la literatura?Pienso también en esa compañeraQue rae esperaba, y que tal vez me espera.


1102 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASH. O.En cierta calle hay cierta firme puertaCon su timbre y su número precisoY un sabor a perdido paraíso,Que en los atardeceres no está abiertaA mi paso. Cumplida la jornada,Una esperada voz me esperaríaEn la disgregación de cada díaY en la paz de la noche enamorada.Esas cosas no son. Otra es mi suerte:Las vagas horas, la memoria impura,El abuso de la literaturaY en el confín la no gustada muerte.Sólo esa piedra quiero. Sólo pidoLas dos abstractas fechas v el olvido.


EL ORO DE LOS TIGRES11 OSRELIGIO MEDICI, 1643Defiéndeme, Señor. (El vocativoNo implica a Nadie. Es sólo una palabraDe este ejercicio que el desgano labraY que en la tarde del temor escribo.)Defiéndeme de mí. Ya lo dijeronMontaigne y Browne y un español que ignoro;Algo me queda aún de todo ese oroQue mis ojos de sombra recogieron.Defiéndeme, Señor, del impacienteApetito de ser mármol y olvido;Defiéndeme de ser el que ya he sido,El que ya he sido irreparablemente.No de la espada o de la roja lanzaDefiéndeme, sino de la esperanza.


1104 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS1971Dos hombres caminaron por la luna.Otros después. ¿Qué puede la palabra,Qué puede lo que el arte sueña y labra,Ante su real y casi irreal fortuna?Ebrios de horror divino y de aventura,Esos hijos de Whitman han pisadoEl páramo lunar, el invioladoOrbe que, antes de Adán, pasa y perdura.El amor de Endimión en su montaña,El hipogrifo, la curiosa esferaDe Wells, que en mi recuerdo es verdadera,Se confirman. De todos es la hazaña.No hay en la tierra un hombre que no seaHoy más valiente y más feliz. El díaInmemorial se exalta de energíaPor la sola virtud de la OdiseaDe esos amigos mágicos. La luna,Que el amor secular busca en el cieloCon triste rostro y no saciado anhelo,Será su monumento, eterna y una.


EL ORO DE LOS TIGRES 1105COSASEl volumen caído que los otrosOcultan en la hondura del estanteY que los días y las noches cubrenDe lento polvo silencioso. El anclaDe Sidón que los mares de InglaterraOprimen en su abismo ciego y blando.El espejo que no repite a nadieCuando la casa se ha quedado sola.Las limaduras de uña que dejamosA lo largo del tiempo y del espacio.El polvo indescifrable que fue Shakespeare.Las modificaciones de la nube.La simétrica rosa momentáneaQue el azar dio una vez a los ocultosCristales del pueril calidoscopio.Los remos de Argos, la primera nave.Las pisadas de arena que la olaSoñolienta y fatal borra en la playa.Los colores de Turher cuando apaganLas luces en la recta galeríaY no resuena un paso en la alta noche.El revés del prolijo mapamundi.La tenue telaraña en la pirámide.La piedra ciega y la curiosa mano.El sueño que he tenido antes del albaY que olvidé cuando clareaba el día.El principio y el fin de la epopeyaDe Finsburh, hoy unos contados versosDe hierro, no gastado por los siglos.La letra inversa en el papel secante.La tortuga en el fondo del aljibe.Lo que no puede ser. El otro cuernoDel unicornio. El Ser que es Tres y es Uno.El disco triangular. El inasibleInstante en que la flecha del eleata,Inmóvil en el aire, da en el blanco.La flor entre las páginas de Bécquer.El péndulo que el tiempo ha detenido.El acero que Odín clavó en el árbol.


1106 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEl texto de las no cortadas hojas.El eco de los cascos de la cargaDe Junín, que de algún eterno modoNo ha cesado y es parte de la trama.La sombra de Sarmiento en las aceras.La voz que oyó el pastor en la montaña.La osamenta blanqueando en el desierto.La bala que mató a Francisco Borges.El otro lado del tapiz. Las cosasQue nadie mira, salvo el Dios de Berkeley.


EL ORO DE LOS TIGRES 1107EL AMENAZADOEs el amor. Tendré que ocultarme o que huir.Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosamáscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿Dequé me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vagaerudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Nortepara cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galeríasde la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el jovenamor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la nocheintemporal, el sabor del sueño?Estar contigo o no estar contigo es la-medida de mi tiempo.Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levantaa la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran porlas ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, laespera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.Ya los ejércitos me cercan, las hordas.(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)El nombre de una mujer me delata.Me duele una mujer en todo el cuerpo.


1108 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASPROTEOAntes que los remeros de OdiseoFatigaran el mar color de vinoLas inasibles formas adivinoDe aquel dios cuyo nombre fue Proteo.Pastor de los rebaños de los maresY poseedor del don de profecía,Prefería ocultar lo que sabíaY entretejer oráculos dispares.Urgido por las gentes asumíaLa forma de un león o de una hogueraO de árbol que da sombra a la riberaO de agua que en el agua se perdía.De Proteo el egipcio no te asombres,Tú, que eres uno y eres muchos hombres.'


EL ORO DE LOS TIGRES 1109OTRA VERSIÓN DE PROTEOHabitador de arenas recelosas,Mitad dios y mitad bestia marina,Ignoró la memoria, que se inclinaSobre el ayer y las perdidas cosas.Otro tormento padeció ProteoNo menos cruel, saber lo que ya encierraEl porvenir: la puerta que se cierraPara siempre, el troyano y el aqueo.Atrapado, asumía la inasibleForma del huracán o de la hogueraO del tigre de oro o la panteraO de agua que en el agua es invisible.Tú también estás hecho de inconstantesAyeres y mañanas. Mientras, antes...


1110 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASHABLA UN BUSTO DE JANONadie abriere o cerrare alguna puertaSin honrar la memoria del Bifronte,Que las preside. Abarco el horizonteDe inciertos mares y de tierra cierta.Mi dos caras divisan el pasadoY el porvenir. Los veo y son igualesLos hierros, las discordias y los malesQue Alguien pudo borrar y no ha borradoNi borrará. Me faltan las dos manosY soy de piedra inmóvil. No podríaPrecisar si contemplo una porfíaFutura o la de ayeres hoy lejanos.Veo mi ruina: la columna truncaY las caras, que no se verán nunca.


EL ORO DE LOS TIGRES 1111EL GAUCHOHijo de algún confín de la llanuraAbierta, elemental, casi secreta,Tiraba el firme lazo que sujetaAl firme toro de cerviz oscura.Se batió con el indio y con el godo,Murió en reyertas de baraja y taba;Dio su vida a la patria, que ignoraba,Y así perdiendo, fue perdiendo todo.Hoy es polvo de tiempo y de planeta;Nombres no quedan, pero el nombre dura.Fue tantos otros y hoy es una quietaPieza que mueve la literatura.Fue el matrero, el sargento y la partida.Fue el que cruzó la heroica cordillera.Fue soldado de Urquiza o de Rivera,Lo mismo da. Fue el que mató a Laprida.Dios le quedaba lejos. ProfesaronLa antigua fe del hierro y del coraje,Que no consiente súplicas ni gaje.Por esa fe murieron y mataron.En los azares de la montoneraMurió por el color de una divisa;Fue el que no pidió nada, ni siquieraLa gloria, que es estrépito y ceniza.Fue el hombre gris que, oscuro en la pausadaPenumbra del galpón, sueña y matea,Mientras en el oriente ya clareaLa luz de la desierta .adrugada.Nunca dijo: Soy gaucho. Fue su suerteNo imaginar la suerte de los otros.No menos ignorante que nosotros,No menos solitario, entró en la muerte.


1112 JORGE LUIS BORCES—OBRAS COMPLETASLA PANTERATras los fuertes barrotes la panteraRepetirá el monótono caminoQue es (pero no lo sabe) su destinoDe negra joya, aciaga y prisionera.Son miles las que pasan y son milesLas que vuelven, pero es una y eternaLa pantera fatal que en su cavernaTraza la recta que un eterno AquilesTraza en el sueño que ha soñado el griego.No sabe que hay praderas y montañasDe ciervos cuyas trémulas entrañasDeleitarían su apetito ciego.En vano es vario el orbe. La jornadaQue cumple cada cual ya fue lijada.


EL ORO DE EOS TrGRES 1113TÚUn solo hombre ha nacido, un solo hombre ha muerto en la tierra.Afirmar lo contrario es mera estadística, es una adición imposible.No menos imposible que sumar el olor de la lluvia y el sueñoque antenoche soñaste.Ese hombre es Ulises, Abel, Caín, el primer hombre que ordenólas constelaciones, el hombre que erigió la primer pirámide, elhombre que escribió los hexagramas del Libro de los Cambios, elforjador que grabó runas en la espada de Hengist, el arqueroEinar Tamberskelver, Luis de León, el librero que engendró aSamuel Johnson, el jardinero de Voltaire, Darwin en la proa delBeagle, un judío en la cámara letal, con el tiempo, tú y yo.Un solo hombre ha muerto en Ilion, en el Metauro, en Hastings,en Austerlitz, en Trafalgar, en Gettysburg.Un solo hombre ha muerto en los hospitales, en barcos, enla ardua soledad, en la alcoba del hábito y del amor.Un solo hombre ha mirado la vasta aurora.Un solo hombre ha sentido en el paladar la frescura del agua,el sabor de las frutas y de la carne.Hablo del único, del uno, del que siempre está solo.Norman,Oklahoma.


í 1 14JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASPOEMA DE LA CANTIDADPienso en el parco cielo puritanoDe solitarias y perdidas lucesQue Emerson miraría tantas nochesDesde la nieve y el rigor de Concord.Aquí son demasiadas las estrellas.El hombre es demasiado. Las innúmerasGeneraciones de aves y de insectos,Del jaguar constelado y de la sierpe,De ramas que se tejen y entretejen,Del café, de la arena y de las hojasOprimen las mañanas y prodiganSu minucioso laberinto inútil.Acaso cada hormiga que pisamosEs única ante Dios, que la precisaPara la ejecución de las puntualesLeyes que rigen Su curioso mundo.Si así no fuera, el universo enteroSería un error y un oneroso caos.Los espejos del ébano y del agua,El espejo inventivo de los sueños,Los liqúenes, los peces, las madréporas,Las filas de tortugas en el tiempo,Las luciérnagas de una sola tarde,Las dinastías de las araucarias,Las perfiladas letras de un volumenQue la noche no borra, son sin dudaNo menos personales y enigmáticasQue yo, que las confundo. No me atrevoA juzgar a la lepra o a Calígula.San Pablo. 1970.


EL ORO DE LOS TIGRES 1115EL CENTINELAEntra la luz y me recuerdo; ahí está.Empieza por decirme su nombre, que es (ya se entiende) el mío.Vuelvo a la esclavitud que ha durado más de siete veces diez años.Me impone su memoria.Me impone las miserias de cada día, la condición humana.Soy su viejo enfermero; me obliga a que le lave los pies.Me acecha en los espejos, en la caoba, en los cristales de las tiendas.Una u otra mujer lo ha rechazado y debo compartir su congoja.Me dicta ahora este poema, que no me gusta.Me exige el nebuloso aprendizaje del terco anglosajón.Me ha convertido al culto idolátrico de militares muertos, con losque acaso no podría cambiar una sola palabra.En el último tramo de la escalera siento que está a mi lado.Está en mis pasos, en mi voz.Minuciosamente lo odio.Advierto con fruición que casi no ve.Estoy en una celda circular y el infinito muro se estrecha.Ninguno de los dos .engaña al otro, pero los dos mentimos.Nos conocemos demasiado, inseparable hermano.Bebes el agua de mi copa y devoras mi pan.La puerta del suicida está abierta, pero los teólogos afirman queen la sombra ulterior del otro reino' estaré yo, esperándome.


1116 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASAL IDIOMA ALEMÁNMi destino es la lengua castellana,El bronce de Francisco de Quevedo,Pero en la lenta noche caminadaMe exaltan otras músicas más íntimas.Alguna me fue dada por la sangre—Oh voz de Shakespeare y de la Escritura—,Otras por el azar, que es dadivoso,Pero a ti, dulce lengua de Alemania,Te he elegido y buscado, solitario.A través de vigilias y gramáticas,De la jungla de las declinaciones,Del diccionario, que no acierta nuncaCon el matiz preciso, fui acercándome.Mis noches están llenas de Virgilio,Dije una vez; también pude haber dichode Hólderlin y de Ángelus Silesius.Heine me dio sus altos ruiseñores;Goethe, la suerte de un amor tardío,A la vez indulgente y mercenario;Keller, la rosa que una mano dejaEn la mano de un muerto que la amabaY que nunca sabrá si es blanca o roja.Tú, lengua de Alemania, eres tu obraCapital: el amor entrelazadoDe las voces compuestas, las vocalesAbiertas, los sonidos que permitenEl estudioso hexámetro del griegoY tu rumor de selvas y de noches.Te tuve alguna vez. Hoy, en la lindeDe los años cansados, te divisoLejana como el álgebra y la luna.


F.l. ORO DE LOS TIGRES 1117AL TRISTEAhí está lo que íue: la ierra espadaDel sajón y su métrica de hierro,Los mares y las islas del destierroDel hijo de Laertes, la doladaLuna del persa y los sin l'in jardinesDe la. filosofía y de la historia.El. oro sepulcral de la memoriaY en la sombra el olor de los jazmines.Y nada de eso importa. El resignadoEjercicio del verso no te salvaNi las aguas del sueño ni la estrellaQue en la arrasada noche olvida el alba.L'na sola mujer es tu cuidado.Igual a las demás, pero cpie es ella.


1118 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL MAREl mar. El joven mar. El mar de UlisesY el de aquel otro Ulises que la genteDel Islam apodó famosamenteEs-Sindibad del Mar. El mar de grisesOlas de Erico el Rojo, alto en su proa,Y el de aquel caballero que escribíaA la vez la epopeya y la elegíaDe su patria, en la ciénaga de Goa.El mar de Trafalgar. El que InglaterraCantó a lo largo de su larga historia,El arduo mar que ensangrentó de gloriaEn el diario ejercicio de la guerra.El incesante mar que en la serenaMañana surca la infinita arena.


EL ORO DE LOS TIGRES 1119AL PRIMER POETA DE HUNGRÍAEn esta fecha para ti futuraQue no alcanza el augur que la prohibidaForma del porvenir ven los planetasArdientes o en las visceras del toro,Nada me costaría, hermano y sombra,Buscar tu nombre en las enciclopediasY descubrir qué ríos reflejaronTu rostro, que hoy es perdición y polvo,Y qué reyes, qué ídolos, qué espadas,Qué resplandor de tu infinita Hungría,Elevaron tu voz al primer canto.Las noches y los mares nos apartan,Las modificaciones seculares,Los climas, los imperios y las sangres,Pero nos une indescifrablementeEl misterioso amor de las palabras,Este hábito de sones y de símbolos.Análogo al arquero del eleata,Un hombre solo en una tarde huecaDeja correr sin fin esta imposibleNostalgia, cuya meta es una sombra.No nos veremos nunca cara a cara,Oh antepasado que mi voz no alcanza.Para ti ni siquiera soy un eco;Para mí soy un ansia y un arcano,Una isla de magia y de temores,Como lo son tal vez todos los hombres,Como lo fuiste tú, bajo-otros astros.


1120 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL ADVENIMIENTOSoy el que fui en el alba, entre la tribu.Tendido en mi rincón de la caverna,Pujaba por hundirme en las oscurasAguas del sueño. Espectros de animalesHeridos por la esquirla de la flechaDaban horror a las tinieblas. Algo,Quizá la ejecución de una promesa,La muerte de un rival en la montaña,Quizá el amor, quizá una piedra mágica,Me había sido otorgado. Lo he perdido.Gastada por los siglos, la memoriaSólo guarda esa noche y su mañana.Yo anhelaba y temía. BruscamenteOí el sordo tropel interminableDe una manada atravesando el alba.Arco de roble, flechas que se clavan,Los dejé y fui corriendo hasta la grietaQue se abre en el confín de la caverna.Fue entonces que los vi. Brasa rojiza,Crueles los cuernos, montañoso el lomoy lóbrega la crin como los ojosQue acechaban malvados. Eran miles.Son los bisontes, dije. La palabraNo había pasado nunca por mis labios,Pero sentí que tal era su nombre.Era como si nunca hubiera visto,Como si hubiera estado ciego y muertoAntes de los bisontes de la aurora.Surgían de la aurora. Eran la aurora.No quise que los otros profanaranAquel pesado río de brutezaDivina, de ignorancia, de soberbia,Indiferente como las estrellas.Pisotearon un perro del camino;Lo mismo hubieran hecho con un hombre.Después los trazaría en la cavernaCon ocre y bermellón. Fueron los DiosesDel sacrificio y de las preces. NuncaDijo mi boca el nombre de Altamira.Fueron muchas mis formas y mis muertes.


EL ORO DE LOS TIGRES 1121LA TENTACIÓNEl general Quiroga va a su entierro;Lo invita el mercenario Santos PérezY sobre Santos Pérez está Rosas,La recóndita araña de Palermo.Rosas, a fuer de buen cobarde, sabeQue no hay entre los hombres uno soloMás vulnerable y frágil que el valiente.Juan Facundo Quiroga es temerarioHasta la insensatez. El hecho puedeMerecer el examen de su odio.Ha resuelto matarlo. Piensa y duda.Al fin da con el arma que buscaba.Será la sed y el hambre del peligro.Quiroga parte al Norte. El mismo RosasLe advierte, casi al pie de la galera,Que circulan rumores de que LópezPremedita su muerte. Le aconsejaNo acometer la osada travesíaSin una escolta. Él mismo se la ofrece.Facundo ha sonreído. No precisaLaderos. Él se basta. La crujienteGalera deja atrás las poblaciones.Leguas de larga lluvia la entorpecen,Neblina y lodo y las crecidas aguas.Al fin avistan Córdoba. "Los miranComo si fueran sus fantasmas. TodosLos daban ya por muertos. AntenocheCórdoba entera ha visto a Santos PérezDistribuir las espadas. La partidaEs de treinta jinetes de la sierra.Nunca se ha urdido un crimen de maneraMás descarada, escribirá Sarmiento.Juan Facundo Quiroga no se inmuta.Sigue al Norte. En Santiago del EsteroSe da a los naipes y a su hermoso riesgo.Entre el ocaso y la alborada pierdeO gana centenares de onzas de oro.Arrecian las alarmas. BruscamenteResuelve regresar y da la orden.


1122 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASPor esos descampados y esos montesRetoman los caminos del peligro.En un sitio llamado el Ojo de AguaEl maestro de posta le revelaQue por ahí ha pasado la partidaQue tiene por misión asesinarloY que lo espera en un lugar que nombra.Nadie debe escapar. Tal es la orden.Así lo ha declarado Santos Pérez,El capitán. Facundo no se arredra.No ha nacido aún el hombre que se atrevaA matar a Quiroga, le responde.Los otros palidecen y se callan.Sobreviene la noche, en la que sóloDuerme el fatal, el fuerte, que confíaEn sus oscuros dioses. Amanece.No volverán a ver otra mañana.¿A qué concluir la historia que ya ha sidoContada para siempre? La galeraToma el camino de Barranca Yaco.


EL ORO DE LOS TIGRES 11231891Apenas lo entreveo y ya lo pierdo.Ajustado el decente traje negro,La frente angosta y el bigote ralo,Y con una chalina como todas,Camina entre la gente de la tardeEnsimismado y sin mirar a nadie.En una esquina de la calle PiedrasPide una caña brasilera. El hábito.Alguien le grita adiós. No le contesta.Hay en los ojos un rencor antiguo.Otra cuadra. Una racha de milongaLe llega desde un patio. Esos changangosEstán siempre amolando la paciencia,Pero al andar se hamaca y no lo sabe.Sube su mano y palpa la firmezaDel puñal en la sisa del chaleco.Va a cobrarse una deuda. Falta poco.Unos pasos y el hombre se detiene.En el zaguán hay una flor de cardo.Oye el golpe del balde en el aljibeY una voz que conoce demasiado.Empuja la cancel que aún está abiertaComo si lo esperaran. Esta nocheTal vez ya lo habrán muerto.


1 1 24 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS1929Antes, la luz entraba más tempranoEn la pieza que da al último patio;Ahora la vecina casa de altosLe quita el sol, pero en la vaga sombraSu modesto inquilino está despiertoDesde el amanecer. Sin hacer ruido,Para no incomodar a los de al lado,El hombre está mateando y esperando.Otfo día vacío, como todos.Y siempre los ardores de la úlcera.Ya no hay mujeres en mi vida, piensa.Los amigos lo aburren. AdivinaQue él también los aburre. Hablan de cosasQue no alcanza, de arqueros y de cuadros.No ha mirado la hora. Sin apuroSe levanta y se afeita con inútilProlijidad. Hay que llenar el tiempo.El rostro que el espejo le devuelveGuarda el aplomo que antes era suyo.Envejecemos más que nuestra cara,Piensa, pero ahí están las comisuras,El bigote ya gris, la hundida boca.Busca el sombrero y sale. En el vestíbuloVe un diario abierto. Lee las grandes letras,Crisis ministeriales en paísesQue son apenas nombres. Luego advierteLa fecha de la víspera. Un alivio;Ya no tiene por qué seguir leyendo.Afuera, la mañana le deparaSu ilusión habitual de que algo empiezaY los pregones de los vendedores.En vano el hombre inútil dobla esquinasY pasajes y trata de perderse.Ve con aprobación las casas nuevas,Algo, tal vez el viento sur, lo anima.Cruza Rivera, que hoy le dicen Córdoba,Y no recuerda que hace muchos añosQue, sus pasos la eluden. Dos, tres cuadras.Reconoce una larga balaustrada,


EL ORO DE LOS TIGRES 1125Los redondeles de un balcón de fierro,Una tapia erizada de pedazosDe vidrio. Nada más. Todo ha cambiado.Tropieza en una acera. Oye la burlaDe unos muchachos. No los toma en cuenta.Ahora está caminando más despacio.De golpe se detiene. Algo ha ocurrido.Ahí donde ahora hay una heladería,Estaba el Almacén de la Figura.(La historia cuenta casi medio siglo.)Ahí un desconocido de aire aviesoLe ganó un largo truco, quince y quince,Y él malició que el juego no era limpio.No quiso discutir, pero le dijo:Ahí le entrego hasta el último centavo,Pero después salgamos a la calle.El otro contestó que con el fierroNo le iría mejor que con el naipe.No había ni una estrella. BenavidesLe prestó su cuchillo. La peleaFue dura. En la memoria es un instante,Un solo inmóvil resplandor, un vértigo.Se tendió en una larga puñalada,Que bastó. Luego en otra, por si acaso.Oyó el caer del cuerpo y del acero.Fue entonces que sintió por vez primeraLa herida en la muñeca y vio la sangre.Fue entonces que brotó de su gargantaUna mala palabra, que juntabaLa exultación, la ira y el asombro.Tantos años y al fin ha rescatadoLa dicha de ser hombre y ser valienteO, por lo menos, la de haberlo sidoAlguna vez, en un ayer del tiempo.


1126 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPUTÓ­LA PROMESAEn Pringles, el doctor Isidro Lozano me refirió la historia. Lohizo con tal economía que comprendí que ya lo había hecho,como era de prever, muchas veces; agregar o variar un pormenorsería un pecado literario."El hecho ocurrió aquí, hacia mil novecientos veintitantos. Yohabía regresado de Buenos Aires con mi diploma. Una nocheme mandaron buscar del hospital. Me levanté de mal humor, mevestí y atravesé la plaza desierta. En la sala de guardia, el doctorEudoro Ribera me dijo que a uno de los malevos del comité,Clemente Garay, lo habían traído con una puñalada en el vientre.Lo examinamos; ahora me he endurecido, pero entonces mesacudió ver a un hombre con los intestinos afuera. Estaba conlos ojos cerrados y la respiración era trabajosa.El doctor Ribera me dijo:—Ya no hay nada que hacer, mi joven colega. Vamos a dejarque se muera esta porquería.Le contesté que me había costeado hasta ahí a las dos de lamañana pasadas y que haría lo posible para salvarlo. Ribera seencogió de hombros; lavé los intestinos, los puse en su lugar ycosí la herida. No oí una sola queja.Al otro día volví. El hombre no había muerto; me miró, meestrechó la mano y me dijo:—Para visted, gracias, y mi cabo de plata para Ribera.Cuando a Garay lo dieron de alta, Ribera ya se había ido aBuenos Aires.Desde esa fecha, todos los años recibí un corderito el día de misanto. Hacia el cuarenta el regalo cesó."


EL ORO 1)V, LOS TIÜRliS 1127EL ESTUPORUn vecino de Morón me refirió el caso:"Nadie sabe muy bien por qué se enemistaron Moritán y elPardo Rivarola y de un modo tan enconado. Los dos eran delpartido conservador y creo que trabaron relación en el comité.No lo recuerdo a Moritán porque yo era muy chico cuando sumuerte. Dicen que la familia era de Entre Ríos. El Pardo losobrevivió muchos años. No era caudillo ni cosa que se le parezca,pero tenía la pinta. Era más bien bajo y pesado y muy rumbosoen el vestir. Ninguno de los dos era flojo, pero el más reflexivoera Rivarola, como luego se vio. Desde hace tiempo sela tenía jurada a Moritán, pero quiso obrar con prudencia. Ledoy la razón; si uno mata a alguien y tiene que penar en lacárcel, procede como un zonzo. El Pardo tramó bien lo que haría.Serían las siete de la tarde, un domingo. La plaza rebosaba degente. Como siempre, ahí estaba Rivarola caminando despacio,con su clavel en el ojal y su ropa negra. Iba con su sobrina. Degolpe la apartó, se sentó en cuclillas en el suelo y se puso a aleteary a cacarear como si fuera un gallo. La gente le abrió cancha,asustada. ¡Un hombre de respeto como el Pardo, haciendoesas cosas, a la vista y paciencia de todo Morón y en un día domingo!A la media cuadra dobló y, siempre cacareando y aleteando,se metió en la casa de Moritán. Empujó la puerta cancely de un brinco estuvo en el patio. La turba se agolpaba en lacalle. Moritán, que oyó la alharaca, se vino desde el fondo. AIver ese monstruoso enemigo, que se le abalanzaba, quiso ganarlas piezas, pero un balazo lo alcanzó y después otro. A Rivarolase lo llevaron entre dos vigilantes. El hombre forcejeó, cacareando.Al mes estaba en libertad. El médico forense declaró que habíasido víctima de un brusco ataque de locura. ¿Acaso el puebloentero no Jo había visto, conduciéndose como un gallo?"


1128 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLOS CUATRO CICLOSCuatro son las historias. Una, la más antigua, es la de una fuerteciudad que cercan y defienden hombres valientes. Los defensoressaben que la ciudad será entregada al hierro y al fuego yque su batalla es inútil; el más famoso' de los agresores, Aquiles,sabe que su destino es morir antes de la victoria. Los siglos fueronagregando elementos de magia. Se dijo que Helena de Troya, porla cual los ejércitos, murieron, era una hermosa nube, una sombra;se dijo que el gran caballo hueco en el que se ocultaronlos griegos era también una apariencia. Homero no habrá sido elprimer poeta que refirió la fábula; alguien, en el siglo catorce,dejó esta línea que anda por mi memoria: The borgh brittenedand brent to brandes and askes *. Dante Gabriel Rossetti imaginaríaque la suerte de Troya quedó sellada en aquel instanteen que París arde en amor de Helena; Yeats elegirá el instante enque se confunden Leda y el cisne que era un dios.Otra, que se vincula a la primera, es la de un regreso. El deUlises, que, al cabo de diez años de errar por mares peligrososy de demorarse en islas de encantamiento, vuelve a su Itaca; elde las divinidades del Norte que, una vez destruida la tierra, laven surgir del mar, verde y lúcida, y hallan perdidas en el céspedlas piezas de ajedrez con que antes jugaron.La tercera historia es la de una busca. Podemos ver en ella unavariación de la forma anterior. Jasón y el Vellocino; los treintapájaros del persa, que cruzan montañas y mares y ven la carade su Dios, el Simurgh, que es cada uno de ellos y todos. En elpasado toda empresa era venturosa. Alguien robaba, al fin, lasprohibidas manzanas de oro; alguien, al fin, merecía la conquistadel Grial. Ahora, la busca está condenada al fracaso. El capitánAhab da con la ballena y Ja ballena lo deshace; los héroes deJames o de Kafka sólo pueden esperar la derrota. Somos tanpobres de valor y de fe que ya el happy-ending no es otra cosa queun halago industrial. No podemos creer en el cielo, pero sí enel infierno.La última historia es la del sacrificio de un dios. Attis, enFrigia, se mutila y se mata; Odin, sacrificado a Odín, Él mismoa Sí Mismo, pende del árbol nueve noches enteras y es herido delanza; Cristo es crucificado por los romanos.Cuatro son las historias. Durante el tiempo que nos queda seguiremosnarrándolas, transformadas.


EL ORO DE LOS TIGRES 1129EL SUEÑO DEPEDRO HENRÍQUEZ DRENAEl sueño que Pedro Henríquez Ureña tuvo en el alba de uno delos días de 1946 curiosamente no constaba de imágenes sino depausadas palabras. La voz que las decía no era la suya pero separecía a la suya. El tono, pese a las posibilidades patéticas queel tema permitía, era impersonal y común. Durante el sueño, quefue breve. Pero sabía que estaba durmiendo en su cuarto y que sumujer estaba a su lado. En la oscuridad el sueño le dijo:Hará unas cuantas noches, en una esquina de la calle Córdoba,discutiste con Borges la invocación del Anónimo Sevillano OhMuerte, ven callada como sueles venir en la saeta. Sospecharonque era el eco deliberado de algún texto latino, ya que esas traslacionescorrespondían a los hábitos de una época, del todo ajenaa nuestro concepto del plagio, sin duda menos literario que comercial.Lo que no sospecharon, lo que no podían sospechar, esque el diálogo era profético. Dentro de unas horas, te apresuraráspor el último andén de Constitución, para dictar tu clase enla Universidad de La Plata. Alcanzarás el tren, pondrás la carteraen la red y te acomodarás en tu asiento, junto a la ventanilla.Alguien, cuyo nombre no sé pero cuya cara estoy viendo, te dirigiráunas palabras. No le contestarás, porque estarás muerto.Ya te habrás despedido como siempre de tu mujer y de tus hijas.No recordarás este sueño porque tu olvido es necesario para quese cumplan los hechos.


1 130 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL PALACIOEl Palacio no es infinito.Los muros, los terraplenes, los jardines, los laberintos, las gradas,las terrazas, los antepechos, las puertas, las galerías, los patios circulareso rectangulares, los claustros, las encrucijadas, los aljibes,las antecámaras, las cámaras, las alcobas, las bibliotecas, los desvanes,las cárceles, las celdas sin salida y los hipogeos, no son menoscuantiosos que los granos de arena del Ganges, pero su cifratiene un fin. Desde las azoteas, hacia el poniente, no falta quiendivise las herrerías, las carpinterías, las caballerizas, los astillerosy las chozas de los esclavos.A nadie le está dado recorrer más que' una parte infinitesimaldel palacio. Alguno no conoce sino los sótanos. Podemos percibirunas caras, unas voces, unas palabras, pero lo que percibimos esínfimo. ínfimo y precioso a la vez. La fecha que el acero grabaen la lápida y que los libros parroquiales registran es posteriora nuestra muerte: ya estamos muertos cuando nada nos toca, niuna palabra, ni un anhelo, ni una memoria. Yo sé que no estoymuerto.


EL ORO DE LOS TIGRES 1181HENGIST QUIERE HOMBRES(449 A.D.)Hengist quiere hombres.Acudirán de los confines de arena que se pierden en largos mares,de chozas llenas de humo, de tierras pobres, de hondos bosquesde lobos, en cuyo centro indefinido está el Mal.Los labradores dejarán el arado y los pescadores las redes.Dejarán sus mujeres y sus hijos, porque el hombre sabe que encualquier lugar de la noche puede hallarlas y hacerlos.Hengist el mercenario quiere hombres.Los quiere para debelar una isla que todavía no se llama Inglaterra.Lo seguirán sumisos y crueles.Saben que siempre fue el primero en la batalla de hombres.Saben que una vez olvidó su deber de venganza y que le dieron'una espada desnuda y que la espada hizo su obra.Atravesarán a remo los mares, sin brújula y sin mástil.Traerán espadas y broqueles, yelmos con la forma del jabalí,conjuros para que se multipliquen las mieses, vagas cosmogonías,fábulas de los hunos y de los godos.Conquistarán la tierra, pero nunca entrarán en las ciudadesque Roma abandonó, porque son cosas demasiado complejas parasu mente bárbara.Hengist los quiere para la. victoria, para el saqueo, para la corrupciónde la carne y para el olvido.Hengist los quiere (pero no lo sabe) para la fundación delmayor imperio, para que canten Shakespeare y Whitman, para quedominen el mar las naves de Nelson, para que Adán y Eva sealejen, tomados de la mano y silenciosos, del Paraíso que hanperdido.Hengist los quiere (pero no lo sabrá) para que yo trace estasletras.


1 1 32 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEPISODIO DEL ENEMIGOTantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba enmi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el ásperocamino del cerro. Se ayudaba con un bastón, con'el torpe bastónque en sus viejas manos no podía ser un arma sino un báculo.Me costó percibir lo que esperaba: el débil golpe contra la puerta.Miré, no sin nostalgia, mis manuscritos, el borrador a medio concluiry el tratado de Artemidoro sobre los sueños, libro un tantoanómalo ahí, ya que no sé griego. Otro día perdido, pensé. Tuveque forcejear con la llave. Temí que el hombre se desplomara,pero dio unos pasos inciertos, soltó el bastón, que no volví a ver,y cayó en mi cama, rendido. Mi ansiedad lo había imaginadomuchas veces, pero sólo entonces noté que se parecía, de un modocasi fraternal, al último retrato de Lincoln. Serían las cuatro dela tarde.Me incliné sobre él para que me oyera.—Uno cree que los años pasan para uno —le dije— pero pasantambién para los demás. Aquí nos encontramos al fin y lo queantes ocurrió no tiene sentido.Mientras yo hablaba, se había desabrochado el sobretodo. Lamano derecha estaba en el bolsillo del saco. Algo me señalaba yyo sentí que era un revólver.Me dijo entonces con voz firme:—Para entrar en su casa, he recurrido a la compasión. Lo tengoahora a mi merced y no soy misericordioso.Ensayé unas palabras. No soy un hombre fuerte y sólo las palabraspodían salvarme. Atiné a decir:—Es verdad que hace tiempo maltraté a un niño, pero usted yano es aquel niño ni yo aquel insensato. Además, la venganza noes menos vanidosa y ridicula que el perdón.—Precisamente porque ya no soy aquel niño —me replicó— tengoque matarlo. No se trata de una venganza sino de un acto dejusticia. Sus argumentos, Borges, son meras estratagemas de suterror para que no lo mate. Usted ya no puede hacer nada.—Puedo hacer una cosa —le contesté.—¿Cuál? —me preguntó.—Despertarme.Y así lo hice.


EL ORO DE LOS TIGRES I 13A ISLANDIADe las regiones de la hermosa tierraQue mi carne y su sombra han fatigadoEres la más. remota y la más íntima,Última Thule, Islandia de las naves,Del terco arado y del constante remo,De las tendidas redes marineras,De esa curiosa luz de tarde inmóvilQue efunde el vago cielo desde el albaY del viento que busca los perdidosVelámenes del viking. Tierra sacraQue fuiste la memoria de GermaniaY rescataste su mitologíaDe una selva de hierro y de su loboY de la nave que los dioses temen,Labrada con las uñas de los muertos.Islandia, te he soñado largamenteDesde aquella mañana en que mi padreLe dio al niño que he sido y que no ha muertoUna versión de la Vólsunga SagaQue ahora está descifrando mi penumbraCon la ayuda del lento diccionario.Cuando el cuerpo se cansa de su hombre,Cuando el fuego declina y ya es ceniza,Bien está el resignado aprendizajeDe una empresa infinita; yo he elegidoEl de tu lengua, ese latín del NorteQue abarcó las estepas y los maresDe un hemisferio y resonó en BizancioY en las márgenes vírgenes de América.Sé que no la sabré, pero me esperanLos eventuales dones de la busca,No el fruto sabiamente inalcanzable.Lo mismo sentirán quienes indaganLos astros o la serie de los números.. .Sólo el amor, el ignorante amor, Islandia.


1134 * JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASAL ESPEJO¿Por qué persistes, incesante espejo?¿Por qué duplicas, misterioso hermano,El menor movimiento de mi mano?¿Por qué en la sombra el súbito reflejo?Eres el otro yo de que habla el griegoY acechas desde siempre. En la tersuraDel agua incierta o del cristal que duraMe buscas y es inútil estar ciego.El hecho de no verte y de saberteTe agrega horror, cosa de magia que osasMultiplicar la cifra de las cosasQue somos y que abarcan nuestra suerte.Cuando esté muerto, copiarás a otroy luego a otro, a otro, a otro, a otro...


EL ORO DE LOS TIGRES 1135A UN GATONo son más silenciosos los espejosNi más furtiva el alba aventurera;Eres, bajo la luna, esa panteraQue ríos es dado divisar de lejos.Por obra indescifrable de un decretoDivino, te buscamos vanamente;Más remoto que el Ganges y el poniente,Tuya es la soledad, tuyo el secreto.Tu lomo condesciende a la morosaCaricia de mi mano. Has admitido,Desde esa eternidad que ya es olvido,El amor de la mano recelosa.En otro tiempo estás. Eres el dueñoDe un ámbito cerrado como un sueño.


1136 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEAST LANSINGLos días y las nochesestán entretejidos (interwoven) de memoria y de miedo,de miedo, que es un modo de la esperanza,de memoria, nombre que damos a las grietas del obstinado olvido.Mi tiempo ha sido siempre un Jano bifronteque mira el ocaso y la aurora;mi propósito de hoy es celebrarte, oh futuro inmediato.Regiones de la Escritura y del hacha,árboles que miraré y no veré,viento con pájaros que ignoro, gratas noches de fríoque irán hundiéndose en el sueño,y tal vez en la patria,llaves de luz y puertas giratorias que con el tiempo serán hábitos,despertares en que me diré Hoy es Hoy,libros que mi mano conocerá,amigos y amigas que serán voces,arenas amarillas del poniente, el único color que me queda,todo eso estoy cantando y asimismola insufrible memoria de lugares de Buenos Airesen los que no he sido felizy en los que no podré ser feliz.Canto en la víspera tu crepúsculo, East Lansing,Sé que las palabras que dicto son acaso precisas,pero sutilmente serán falsas,porque la realidad es inasibley porque el lenguaje es un orden de signos rígidos.Michigan, Indiana, Wiscónsin, Iowa, Texas, California, Arizona:ya intentaré cantarlas.9 de marzo de 1972.


EL ORO .DE LOS TIGRES 1137AL COYOTEDurante siglos la infinita arenaDe los muchos desiertos ha sufridoTus pasos numerosos y tu aullidoDe gris chacal o de insaciada hiena.¿Durante siglos? Miento. Esa furtivaSubstancia, el tiempo, no te alcanza, lobo;Tuyo es el puro ser, tuyo el arrobo,Nuestra, la torpe vida sucesiva.Fuiste un ladrido casi imaginarioEn el confín de arena de ArizonaDonde todo es confín, donde se enconaTu perdido ladrido solitario.Símbolo de una noche que fue mía,Sea tu vago espejo esta elegía.


1138 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASUN MAÑANALoada sea la misericordiaDe Quien, ya cumplidos mis setenta añosY sellados mis ojos,Me salva de la venerada vejezY de las galerías de precisos espejosDe los días igualesY de los protocolos, marcos y cátedrasY de la firma de incansables planillasPara los archivos del polvoY de los libros, que son simulacros de la memoria,Y me prodiga el animoso destierro,Que es acaso la forma fundamental del destino argentino,Y el azar y la joven aventuraY la dignidad del peligro,Según dictaminó Samuel Johnson.Yo, que padecí la vergüenzaDe no haber sido aquel Francisco Borges que murió en 1874O mi padre, que enseñó a sus discípulosEl amor de la psicología y no creyó en ella,Olvidaré las letras que me dieron alguna fama,Seré hombre de Austin, de Edimburgo, de España,Y buscaré la aurora en mi occidente.En la ubicua memoria serás mía,Patria, no en la fracción de cada día.


KL ORO DE LOS TIGRES 1139EL ORO DE LOS TIGRESHasta la hora del ocaso amarilloCuántas veces habré miradoAl poderoso tigre de BengalaIr y venir por el predestinado caminoDetrás de los barrotes de hierro,Sin sospechar que eran su cárcel.Después vendrían otros tigres,El tigre de fuego de Blake;Después vendrían otros oros,El metal amoroso que era Zeus,El anillo que cada nueve noches*Engendra nueve anillos y éstos, nueve,Y no hay un fin.Con los años fueron dejándomeLos otros hermosos coloresY ahora sólo me quedanLa vaga luz, la inextricable sombraY el oro del principio.Oh ponientes, oh tigres, oh fulgoresDel mito y de la épica,Oh un oro más precioso, tu cabelloQue ansian estas manos.East Lansing, 1972.


1140 JORGE LUIS BORGF.S — OBRAS COMPLETASN O T A STAMERLAN. Mi pobre Tamerlán había leído, a fines del siglo diecinueve, latragedia de Christopher Marlowe y algún manual de historia.TANKAS. He querido adaptar a nuestra prosodia la estrofa japonesa queconsta de un primer verso de cinco sílabas, de uno de siete, de uno de cincoy de dos últimos de siete. Quién sabe cómo sonarán estos ejercicios a oídosorientales. La forma original prescinde asimismo de rimas.LOS CUATRO CICLOS. El verso en inglés medio quiere decir La fortalezarata y reducida a incendia y cenizas. Pertenece al admirable poema aliterativoSir Gatvain and the Creen Knight, que guarda la primitiva música del sajón,aunque fue compuesto siglos después de la conciuista que dirigió Guillermoel Bastardo.EL ORO DE LOS TIGKES. Para el anille; de las nueve noches, el curiosolector puede interrogar el capítulo 49 de la Edda Menor. El nombre del anilloera Draupnir.


Epílogo


) 1143 (A riesgo de cometer un anacronismo, delito no previsto por elcódigo penal, pero condenado por el cálculo de probabilidadesy por el uso, transcribiremos una nota de la Enciclopedia Sudamericana,que se publicará en Santiago de Chile, el año 2074.Hemos omitido algún párrafo que puede resultar ofensivo y liemosanticuado la ortografía, que no se ajusta siempre a las exigenciasdel moderno lector. Reza así el texto:"BORGES, JOSÉ FRANCISCO ISIDORO LUIS: ' Autor y autodidacta,nacido en la ciudad de Buenos Aires, a la sazón capital de laArgentina, en 1899. La fecha de su muerte se ignora, ya que losperiódicos, género literario de la época, desaparecieron durantelos magnos conflictos que los historiadores locales ahora compendian.Su padre era profesor de psicología. Fue hermano deNorah Borges (q. v.) . Sus preferencias fueron la literatura, lafilosofía y la ética. Prueba de lo primero es lo que nos ha llegadode su labor, que sin embargo deja entrever ciertas incurableslimitaciones. Por ejemplo, no acabó nunca ¡ de gustar de las letrashispánicas, pese al hábito de (¿uevedo. Fue partidario de latesis de su amigo Luis Rosales, que argüía que el autor de losinexplicables Trabajos de Persiles y Segismundo no pudo haberescrito el Qjiijote. Esta novela, por lo demás, fue una de laspocas que merecieron la indulgencia de Borges; otras fueron lasde Voltaire, las de Stevenson, las de Conrad. y las de Fea de(¿ueiroz. Se complacía en los cuentos, rasgo que nos recuerda elfallo de Poe, There is no such thing as a long' poem, que confirmanlos usos de la poesía de ciertas naciones orientales. Fulo que se refiere a la metafísica, bástenos recordar cierta Clavede Baruch Spinoza, 7975. Dictó cátedras en las universidades deBuenos Aires, de Texas y de Harvard, sin otro titulo oficialque un vago bachillerato ginebrino que la crítica sigue pesquisando.Fue doctor honoris causa de Cuyo y de Oxford. Una tradiciónrepite que en los exámenes no formuló jamás una preguntay que invitaba a los alumnos a elegir y considerar un aspectocualquiera del tema. No exigía fechas, alegando que él mismolas ignoraba. Abominaba de la bibliografía, que aleja de las fuentesal estudiante."Le agradaba pertenecer a la burguesía, atestiguada por sunombre. La plebe y la aristocracia, devotas del dinero, del juego,


j 144 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASde los deportes, del nacionalismo, del éxito y de la publicidad,le parecían casi idénticas. Hacia 1960 se afilió al Partido Conservador,porque (decía) 'es indudablemente el único que nopuede suscitar fanatismos'."El renombre de que Borges gozó durante su vida, documentadopor un cúmulo de monografías y de polémicas, no deja de asombrarnosahora. Nos consta que el primer asombrado fue él yque siempre temió que lo declararan un impostor o un chapuceroo una singular mezcla de ambos. Indagaremos las razonesde ese renombre, que hoy nos resulta misterioso."No hay que olvidar, en primer término, que los años deBorges correspondieron a una declinación del país. Era de estirpemilitar y sintió la nostalgia del destino épico de sus mayores.Pensaba que el valor es una de las pocas virtudes de que soncapaces los hombres, pero su culto lo llevó, como a tantos otros,a la veneración atolondrada de los hombres del hampa. Asi, elmás leído de sus cuentos fue Hombre de la esquina rosada, cuyonarrador es un asesino. Compuso letras de milonga, que conmemorana homicidas congéneres. Sus estrofas de corte popular,que son un eco de Ascasubi, exhuman la memoria de cuchillerosmuy razonablemente olvidados. Redactó una piadosa biografíade cierto poeta menor, cuya única proeza- fue descubrir las posibilidadesretóricas del conventillo. Los saineteros ya habíanarmado un mundo que era esencialmente el de Borges, pero lagente culta no podía gozar de sus espectáculos con la concienciatranquila. Es perdonable que aplaudieran a quien les autorizabaese gusto. Su secreto y acaso inconsciente afán fue tramar lamitología de un Buenos Aires, que jamás existió. Así, a lo largode los años, contribuyó sin saberlo y sin sospecharlo a esa exaltaciónde la barbarie que culminó en el culto del gaucho, deArtigas y de Rosas."Pasemos al anverso. Pese a Las fuerzas extrañas (1906) deLugones, la prosa narrativa argentina no rebasaba, por lo común,el alegato, la sátira y la crónica de costumbres; Borges, bajo latutela de sus lecturas septentrionales, la elevó a lo fantástico.Groussac y Reyes le enseñaron a simplificar el vocabulario, entorpecidoentonces de curiosas fealdades: acomplejado, agresividad,alienación, búsqueda, concientizar, conducción, coyuntural,generacional, grupal, negociado, promocionarse, recepcionar, sentirsemotivado, sentirse realizado, situacionismo, verticalidad, vívenciar.. . Las academias, que hubieran podido desaconsejar el


EPÍLOGO 1145empleo de tales adefesios, no se animaron, (hiienes condescendíana esa jerga exaltaban públicamente el estilo de Borges."¿Sintió Borges alguna vez la discordia intima de su suerte?Sospechamos que sí. Descreyó del libre albedrío y le complacíarepetir esta sentencia de Carlyle: 'La historia universal es untexto que estamos obligados a leer y a escribir incesantementey en el cual también nos escriben'."Puede consultarse su Obra Completa, Entecó Editores, BuenosAires, 1974, que sigue con suficiente rigor el orden cronológico".


,4índice


) 1149 (Dedicatoria 9FERVOR DE BUENOS AIRES (1923)Prólogo 13A quien leyere 15Las calles 17La Recoleta 18El Sur 19Calle desconocida 20La Plaza San Martin 21El truco 22Un patio - 23Inscripción sepulcral . 24La rosa 25Barrio reconquistado 26Sala vacía '27Rosas 28Final de año 30Carnicería 31Arrabal 32Remordimiento por cualquier muerte 33Jardín 34Inscripción en cualquier sepulcro 35La vuelta 36Afterglow 37Amanecer 38Benarés 40Ausencia 41Llaneza 1 42Caminata 43La noche de San Juan 44Cercanías 45Sábados 46Trofeo 47Atardeceres 48Campos atardecidos 49Despedida 50Líneas que pude haber escrito y perdido hacia 1922 51Notas 52


1 1 50 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASLUNA DE ENFRENTE (1925)Prólogo 55Calle con almacén rosado 57Al horizonte de un suburbio58^Amorosa anticipación 59Una despedida 60El general Quiroga va en coche al muere 61Jactancia de quietud . . . 62Montevideo 63Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad ........ 64Singladura 65Dakar 66La promisión en alta mar 67Dulcía linquimus arva 68Casi Juicio Final 69Mi vida entera . 70Último sol en Villa Ortúzar 71Para una calle del Oeste 72Versos de catorce 73CUADERNO SAN MARTÍN (1929)Prólogo 79Fundación mítica de Buenos Aires , ...... . 81Elegía de los Portones 82Curso de los recuerdos • • • • 84Isidoro Acevedo . .. 86La noche que en el Sur lo velaron 88Muertes de Buenos Aires 90I. La Chacarita ,,.... 90O. La Recoleta 91A Francisco López Merino 93Barrio Norte 94El Paseo de Julio 95EVARISTO CARRIEGO (1930)Prólogo . 101Declaración • 103I. Palermo de Buenos Aires 105II. Una vida de Evaristo Carriego 113III. Las Misas Herejes /. 121IV. La Canción del Barrio 130


ÍNDICE 1151V. Un posible resumen 142VI. Páginas complementarias 143I. Del segundo capítulo 143II. Del cuarto capítulo: El truco 145VIL Las inscripciones de los carros 148VIII. Historias de jinetes 152IX. El puñal 156X. Prólogo a una edición de las poesías <strong>completas</strong> deEvaristo Carriego 157XI. Historia del tango 15!)El tango pendenciero 160Un misterio parcial 162Las letras 163El desafío 165XII. Dos cartas 169DISCUSIÓN (1932)Prólogo '. 177La poesía gauchesca 179La penúltima versión de la realidad 198La supersticiosa ética del lector 202El otro Whitman 206Una vindicación de la cabala 209Una vindicación del falso Basílides 213La postulación de la realidad 217Films 222El arte narrativo y la magia 226'Paul Groussac . . 233La duración del infierno . .'. 235Las versiones homéricas •; • • • 239La perpetua carrera de Aquiles y la tortuga 244Nota sobre Walt Whitman 249Avatares de la tortuga 254Vindicación de "Bouvard et Pécuchet" . 259Flaubert y su destino ejemplar 263El escritor argentino y la tradición -s 267Ñolas 275H. G. Wells y las parábolas 275Edward Kasner and James Ncwnran 276Gerald Heard 277Gilbert Waterhouse 279Leslie D. Weatherhear 280M. Davidson 282


1152 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASSobre el doblaje 283El doctor Jekyll y Edward Hyde, transformados 285HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA (1935)Prólogo a la primera edición 289Prólogo a la edición de 1954 291, El atroz redentor Lazarus Morell 295La causa remota 295El lugar 295Los hombres 296El hombre 297El método 297La libertad final 298La catástrofe 299La interrupción 300El impostor inverosímil Tora Castro 301El idolatrado hombre muerto 302Las virtudes de la disparidad 302El encuentro 303Ad Majorem Dei Gloriam 303El carruaje 304El espectro 305La viuda Ching, pirata 306Los años de aprendizaje 306El comando 307Habla Kia-King, el joven emperador 308Las riberas despavoridas • • 309El dragón y la zorra 309La apoteosis 310El proveedor de iniquidades Monk Eastman 311Los de esta América 311Los de la otra 311El héroe 312El mandoN313La batalla de Rivington 314Los crujidos 314Eastman contra Alemania , 315El misterioso, lógico fin 315El asesino desinteresado Bill Harrigan 316El estado larval 316Go West! 317Demolición de un mejicano 317Muertes porque sí 318


ÍNDICE 1153El incivil Maestro de Ceremonias Kotsuké no Suké 320La cinta desatada 320El simulador de la infamia 321La cicatriz 322El testimonio 323El hombre de Satsuma 323El tintorero enmascarado Hákim de Merv 324La púrpura escarlata 324El toro 325El leopardo • 325El profeta velado 326Los espejos 1 abominables ' 327El rostro 328Hombre de la esquina rosada 325)Etcétera 335Un teólogo en la muerte 335La cámara de las estatuas 336Historia de los dos que soñaron 338El brujo postergado 339El espejo de tinta 341Un doble de Mahoma 343índice de las fuentes 345HISTORIA DE LA ETERNIDAD (1936) 'Prólogo 351Historia de la eternidad 353Las kenningar, , 368La metáfora 382La doctrina de los ciclos 385El tiempo circular 393Los traductores de las 1001 Noches 3971. El capitán Burton C 3972. El doctor Mardrus 4063. Enno Littmann 410Dos notas 414El acercamiento a Almotásim 414Arte de injuriar 419FICCIONES (1944)EL JARDÍN DE SENDEROS QUE SE BIFURCAN (1941) 427Prólogo 429Tlon, LJqbar, Orbis Tertius . . , 431


1154 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASPierre Menard, autor del Quijote ,: 444Las ruinas circulares 451La lotería en Babilonia 456Examen de la obra de Herbert Quain 461La biblioteca de Babel 465El jardín de senderos que se bifurcan 472ARTIFICIOS (1944) . 481Prólogo 483Funes el memorioso 485La forma de la espada , 491Tema del traidor y del héroe . 496La muerte y la brújula 499El milagro secreto 508Tres versiones de Judas 514El fin ' 519La secta del Fénix •.. - 522El Sur 525EL ALEPH (1949)El inmortal 533El muerto , . .; , 545Los teólogos 550Historia del guerrero y de la cautiva . 557Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874) 561Emma Zunz , . 564La casa de Asterión 569La otra muerte 571Deutsches Réquiem 576La busca de Averroes 582El Zahir 589La escritura del Dios 596Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto ,600Los dos reyes y los dos laberintos 607La espera 608El hombre en el umbral 612El Aleph 617Epílogo '. . 629OTRAS INQUISICIONES (1952)La muralla y los libros 633La esfera de Pascal 636


ÍNDICE 1155La flor de Coleridge 639El sueño de Coleridge 642El tiempo y J. W. Dunne 646La Creación y P. H. Gosse 650Las alarmas del doctor Américo Castro . 653Nuestro pobre individualismo 658Quevedo 660Magias parciales del Quijote 667Nathaniel Hawthorné 670Valéry como símbolo 686El enigma de Edward FitzGerald 688Sobre Osear Wild.e 691Sobre Chesterton 694El primer Wells 697El "Biathanatos" 700Pascal 703El idioma analítico de John Wilkins 706Kafka y sus precursores 710Del culto de los libros ,, 713El ruiseñor de Keats 717El espejo de los enigmas 720Dos libros 723Anotación al 23 de agosto de 1944 727Sobre el "Vathek" de William Beckford 729Sobre "The Purple Land" 733De alguien a nadie 737Formas de una leyenda 740De las alegorías a las novelas 744Nota sobre (hacia) Bernard Shaw 747Historia de los ecos de un nombre . 750El pudor de la historia 754Nueva refutación del tiempo : 757Sobre los clásicos 772Epílogo ' 775EL HACEDOR (1960)A Leopoldo Lugones 779El hacedor 781Dreamtigers 783Diálogo sobre un diálogo 784Las uñas 785Los espejos velados 786Argumentum Ornithologicum 787El cautivo 788


1156 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEl simulacro 789Delia Elena San Marco 790Diálogo de muertos 791La trama 793Un problema 794Una rosa amarilla 795El testigo 796Martín Fierro 797Mutaciones 798Parábola de Cervantes y de Quijote 799Paradiso, XXXI, 108 7 800Parábola del palacio 801Everything and nothing 803Ragnaroh 805Inferno, I, 32 807Borges y yo . . . 808Poema de los dones . 809El reloj de arena 811Ajedrez 813Los espejos 814Elvira de Alvear 816Susana Soca 8171.a luna 818La lluvia 821A la efigie de un capitán de los ejércitos de Cromwell .... 822A un viejo poeta 823El otro tigre 824Blind Pew 826Alusión a una sombra de mil ochocientos noventa y tantos 827Alusión a la muerte del coronel Francisco Borges (1833-74) 828In Memoriam A. R 829Los Borges 831A Luis de Camoens 832Mil novecientos veintitantos 833Oda compuesta en 1960 834Ariosto y los árabes 836Al iniciar el estudio de la gramática anglosajona 839Lucas, XXIII 840Adrogué 841Arte poética 843MUSEO 845Del rigor en la ciencia 847Cuarteta 848


ÍNDICE 1157Límites 849El poeta declara su nombradla 850El enemigo generoso 851Le regret d'Héraclite , 852In memoriam J. F. K85HEpilogo 854EL OTRO, EL MISMO (1964)Prólogo . 857Insomnio 859Two English Poems 861La noche cíclica 868Del infierno y del cielo 865Poema conjetural 867Poema del cuarto elemento 869A un poeta menor de la Antología 871Página para recordar al coronel Suárez, vencedor en Junín 87¿Mateo, XXV, 30 874Una brújula 875Una llave en Salónica 876Un poeta de siglo XIII 877Un soldado de Urbina 878Límites 879Baltasar Gradan88JUn sajón (449 A. D.) 883El golem .. 885El tango . 888El otro , . . 890Una rosa y Milton 891Lectores 892Juan, I, 14 893El despertar 894A quien ya no es joven 895Alexander Selkirk . 896Odisea, Libro vigésimo tercero 897Él 898Sarmiento 899A un poeta menor de 1899 900Texas 901Composición escrita en un ejemplar de la Gesta de Beowulf 902Hengist cyning 903Fragmento i 904A una espada en York Minster 905A un poeta sajón ... 906


1158 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASSnorri Sturluson (1179-1241) 907A Carlos XII 908Emanuel Swedenborg 909Jonathan Edwards (1703-1785) 910Emerson 911. Edgar Alian Poe 912Camden, 1892 913París, 1856 914Rafael Cansinos-Asséns 915Los enigmas 916El instante 917Al vino 918Soneto del vino •. 9191964 920El hambre 921El forastero 922A quien está leyéndome 924El alquimista 925Alguien 926Everness 927Ewigkeü 928Edipo y el enigma 929Spinoza 930España ". 931Elegía 933Adam cast forth 934A una moneda 935Otro poema de los dones 936Oda escrita en lp66 938El sueño '. 940Junín 941Un soldado de Lee (1862) 942El mar 943Una mañana de 1649 944A un poeta sajón 945Buenos Aires .... - '. .' 946Buenos Aires 947Al hijo • 948Los compadritos muertos 949PARA LAS SEIS CUERDAS (1965)Prólogo , 953Milonga de dos hermanos v 955¿Dónde se habrán ido? 957


ÍNDICE 1159Milonga de Jacinto Chiclana 959Milonga de don Nicanor Paredes 961Un cuchillo en el norte .". 963El Títere ,. 964Milonga de los morenos 965Mijonga para los orientales 967Milonga de Albornoz 969Milonga de Manuel Flores 970Milonga de Calandria 971ELOGIO DE LA SOMBRA (1969)Prólogo 975Juan, I, 14 977Heráclito . .. 979Cambridge 980New England, 1967 982James Joyce 983The Unending Gift 984Mayo 20, 1928 985Laberinto 986El laberinto 987Ricardo Güiraldes ,. 988El etnógrafo •....... 989A cierta sombra, 1940 991Las cosas 992Rubaiyat 993Pedro Salvadores 994A Israel 996Israel 997Junio, 1968 ." . 998El guardián de los libros .-•••• 999Los gauchos 1001Acevedo 1003Invocación a Joyce 1004Israel, 1969 1006Dos versiones de "Ritter, Tod und Teufel" 1007Buenos Aires 1009Fragmentos de un Evangelio apócrifo 1011Leyenda 1013Una oración 1014His end and his beginning 1015Un lector '. 1016Elogio de la sombra 1017


1160 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETASEL INFORME DE BRODIE (1970)Prólogo 1021La intrusa ¡ ......... 1025El indigno 1029Historia «de Rosendo Juárez 1034El encuentro ; 1039Juan Muraña 1044La señora mayor 1048El duelo 1053El otro duelo 1058Guayaquil 1062El Evangelio según Marcos 1068El informe de Brodie 1073EL ORO DE LOS TIGRES (1972)Prólogo • 1081Tamerlan (1336-1405) 1083Espadas ^ 1085El pasado 1086' Tankas 1088Trece monedas 1090Un poeta oriental 1090El desierto 1090Llueve :....- 1091Asterión 1091Un poeta menor 1091Génesis, IV, 8 1092Nortumbria, 900 A. D 1092Miguel de Cervantes 1092El Oeste 1092Estancia El Retiro 1093El prisionero 1093Macbeth 1093Eternidades 1093Susana Bombal ¡ 1094A John Keats (1795-1821) 1095Sueña" Alonso Ouijano 10%A un César . . 7 r 1097El ciego 1098On his blindness /'.... 1099La busca 1100Lo perdido • • 1101


ÍNDICE 1161H. 0 1102Religio Medid, 1643 11031971 1104Cosas 1105El amenazado 1107Proteo 1108Otra versión de Proteo 1109Habla un busto de Jano 1110El gaucho 1111La pantera 1112Tú 1113Poema de la cantidad 1114El centinela 1115Al idioma alemán 111f>Al triste - 1117El mar 1118Al primer poeta de Hungría 1119El advenimiento 1120La tentación 11211891 . .< 11231929 .'. 1124La promesa 1126El estupor 1127Los cuatro ciclos 1128El sueño de Pedro Henriquez Ureña 1129El palacio 1130Hengist quiere hombres (449 A. D.) 1131A Islandia 1132Al espejo 1133A un gato 1134East Lansing , 1135Al coyote : 1136Un mañana 1137El oro de los tigres 1138Notasl1139EPÍLOGO 1141


1967: Profesor visitante de la Universidadde Harvard en la cátedra CharlesEliot Norton.1968: Miembro honorario extranjero dela Academia Americana de Artes yCiencias, Boston, Massachusetts.Gran Oficial de la Orden al Mérito dela República de Italia.1970: Premio Interamericano de LiteraturaMatarazzo Sobrinho, Brasil.Miembro de la Hispanic Society ofAmerica, Nueva York.1971: Doctor honoris causa de la Universidadde Columbia.Miembro honorario de la Academiade Letras y del Instituto Nacional deArtes y Letras de los Estados Unidos.Doctor honoris causa de la Universidadde Oxford, Inglaterra.Miembro del Instituto de Arte Contemporáneode Londres.Premio Jerusalén.1972: Doctor honoris causa de la Universidadde Michigan.Miembro del Museo Judío de BuenosAires.1973: Premio Alfonso Reyes, México.Ciudadano ilustre de Buenos Aires.1976: Gran Cruz de la Orden al MéritoBernardo O'Higgins, Chile.1977: Medalla de la Ciudad de París.1978: Doctor honoris causa de la Universidadde la Sorbona, Parts.1979: Medalla de oro de la AcademiaFrancesa.1979: Orden al mérito de la RepúblicaFederal de Alemania.1980: Premio Ciño del Duca, París.1980: Premio Miguel de Cervantes, España.1981: Premio Ollin Yoliztli, México.1982: Doctor en Literatura de la Universidadde Tulane.1982: Doctor honoris causa de la Universidadde Nueva Orleáns.1983: Collar de Comendador de la Legiónde Honor, Francia.


• . 1 • •Como De Quiíivsabido, antes de haber escrito unasola línea, que mi destino sería literario Mi primer libro data de 1923,mis Obras Completas, ahora, reunen la labor de medio siglo. No séqué mérito tendrán, pero me placecomprobar la variedad dé ternas queabarcan. La patria, los azares de losmayores, las literaturas que honranlas lenguas de los hombres, las. filosofías que he tratado de penetrar,los atardeceres, los ocios, las desgarradas orillas de mi ciudad, miciudad, mi extraña vida cuya posiblejustificación está en estas págbñas, los sueños olvidados y recuperados,el tiempo .. La prosa-convivecon el verso; acaso para la imaginación ambas son iguales.Felizmente, no nos debemos a unasola tradición; podemos aspirar atodas. Mis limitaciones personalesy mi curiosidad dejan aquí su téstimomo.J.L.B.

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