Arequipa: la ciudad que duerme a la sombra de un volcán

El Misti, en activo, es el dios de esta urbe peruana Patrimonio de la Humanidad

El volcán Misti se erige imponente en el horizonte de Arequipa

Getty Images

Se la conoce por ser la Capital Jurídica del Perú y por ser la ciudad de ese país con el segundo mayor número de habitantes, solo por detrás de Lima . Sin embargo, a pesar de ser la sede del Tribunal Constitucional, esta urbe es mucho más que títulos y liderazgo. Arequipa se extiende a la sombra de tres volcanes de entre los que destaca el Misti, un volcán activo que, con sus 5.820 metros de altura, le proporciona a esta ciudad el lienzo perfecto para ser aún más bella. Pero, además, guarda tantos secretos y tanta magia que tiene que ser una parada obligatoria para el viajero que visita Perú. Nos adentramos en sus preciosas calles para mostrarte por qué.

LA CIUDAD BLANCA

No es de extrañar que una ciudad ubicada en un lugar fértil como el sur del Perú, en la cordillera de los Andes , fuese el lugar escogido por preincas e incas primero, y por el colonialismo español después, para asentarse. Se cree que Misti, el nombre del volcán -también llamado dios Apu-, que la vigila desde lejos, viene de la palabra "mestizo", por la cantidad de personas de raza blanca que llegaron a habitar la ciudad. Sin embargo, lo que más relaciona a Arequipa con el blanco es el color de sus construcciones, sobre todo, templos y caserones hechos a partir de sillar, la piedra de lava volcánica proveniente de este gigantesco dios.

Arequipa tiene mucho que ofrecer al viajero, tanto a nivel histórico como paisajístico, sobre todo en la zona antigua de la ciudad. Sus atractivos están cerca unos de otros, por lo que es un lugar perfecto para visitar a pie. Y, de hecho, esta es la mejor forma de hacerlo, pues cualquier esquina es pura belleza en esta ciudad peruana que es P atrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

QUÉ VER EN AREQUIPA

La ruta debería empezar por la Plaza de Armas. Esta inmensa plaza cuadrada, la principal de Arequipa, es un ejemplo de arquitectura sillar realizado de manera exquisita. Pero, sin duda, lo mejor de esta plaza no son sus edificios, ni las palmeras que crecen aquí y allá, ni tampoco la fuente que se encuentra en su centro. Lo mejor es que es el lugar en donde muchos de los arequipeños de esta zona se sientan a conversar y a disfrutar del día, y por ello merece la pena sentarse también un rato simplemente a observar la vida pasar.

La Plaza de Armas, donde ver la vida pasar

Getty Images

Una vez hayamos disfrutado de un merecido descanso -y quizás hablado con algún arequipeño- es hora de fijarnos más en las edificaciones que la rodean. Construcciones de estilo colonial con galerías en arco por tres de sus lados, y la increíble y grandilocuente Catedral de Arequipa (o Catedral Basílica de Santa María) , por el otro.

Este monumento religioso, al que se puede acceder por la plaza o por una calle paralela más pequeña al otro lado del edificio, fue construido en el siglo XVII, y es un ejemplo de mezcla de estilos. Su órgano es belga, una de sus lámparas sevillana y el púlpito es neogótico francés. Aunque la que vemos hoy es una reconstrucción de la que se quemó en 1844, su impacto, con altas paredes de mármol y campanarios que se elevan a metros de altura, no se puede diferenciar mucho al de la construcción original.

No muy lejos de la Plaza de Armas y de la Catedral encontramos el Convento de Santa Catalina, también de la era colonial y fundado por Doña María de Guzmán. Es tan grande que es más bien una ciudad dentro de la ciudad: ocupa 20.000 metros cuadrados y, hasta 1970, estaba completamente aislado del mundo. La mayoría de sus habitantes eran monjas criollas de familias adineradas y sus criadas (normalmente, mujeres jóvenes de clase baja) .

El lugar -cuyos gruesos muros de piedra nos recuerdan en todo momento que estamos en una fortaleza impenetrable-, merece la visita por lo increíble que es su interior. El convento está conformado por calles al aire libre de diferentes colores, decoradas con flores, y cada una dedicada a una ciudad española -Málaga es rojiza y Córdoba blanca, por ejemplo-. En estas calles están las celdas, en donde acostumbraban a vivir las monjas con sus criadas, parecidas a cármenes andaluces en miniatura. Los claustros, o patios, decorados con pinturas que representan pasajes de la Biblia, solía ser donde las religiosas meditaban o paseaban.

Por falta de presupuesto, el convento acabó abriendo sus puertas al turismo y las pequeñas casitas fueron vaciadas. Hoy en día, las monjas de clausura comparten espacios en otra ala del convento, mucho menos bonita y colorida que ésta, donde siguen guardando silencio, como la señal que nos recibe nada más entrar a este templo religioso.

Perderse en las calles de colores del Convento de Santa Catalina es obligatorio

Getty Images

Para contrastar esta visita tan discreta y sigilosa, el viajero puede acercarse a continuación a uno de los lugares más bulliciosos y animados de la ciudad, el Mercado de San Camilo. Este mercado es un espectáculo para los sentidos, sobre todo, el olfato y la vista, gracias a sus cientos de olores y colores. Los múltiples productos que se amontonan en cada uno de los puestos, desde las frutas de tonos brillantes hasta los diferentes matices de azules y grises de la sección de pescado, conforman un arcoíris de tonalidades que será difícil de olvidar. Las mujeres de los puestos de zumos naturales, concretamente, son encantadoras.

Pero eso sí, aunque el ambiente sea radicalmente opuesto al del convento de Santa Catalina, el visitante no debe olvidar que está en un lugar donde trabajan cientos de personas. En caso de toparse con alguien con prisa, hay que apartarse del camino rápido para dejarles hacer su trabajo con normalidad.

Una vez hemos visitado el centro histórico, donde destacan las perfectamente cuidadas iglesias, y los edificios clásicos de la zona -algunos de los cuales son bancos, tiendas y centros comerciales en la actualidad-, es hora de dirigirse a otra zona de la ciudad. Cruzando el río Chili (o Quilca) por el Puente Bolognesi (del siglo XVII) , desde donde hay una vista increíble del Misti, llegamos al distrito de Yanahuara. Este lugar, conformado por cuestas empedradas, casas pequeñas y con una plaza con un mirador con vistas no solo al volcán de nuevo, sino también a la cordillera andina, merece totalmente una visita.

Y además de pasear por las calles, Arequipa también ofrece estupendos museos, entre los que destaca el Museo Santuarios Andinos, donde está la famosa momia Juanita. Juanita fue una joven inca encontrada en estado casi perfecto de conservación en el cráter del volcán Ampato, y que probablemente acabó allí como ofrenda al dios de la montaña. Y para terminar la visita a Arequipa con una sonrisa, el visitante puede visitar Mundo Alpaca, donde se pueden conocer las especies diferentes de este animal, símbolo de Perú.

El mercado te tentará con sus olores y sabores

Getty Images

QUÉ COMER

Arequipa no es solo la “Capital de la Justicia”, sino que también es la “ Capital de la Gastronomía ” peruana, algo fácil de comprender cuando se disfrutan de algunas de las delicias servidas en sus restaurantes.

Es fácil acertar comiendo en casi cualquier sitio con ambiente peruano. Como dato de interés, muchos de los restaurantes arequipeños acostumbran a tener un plato especial por cada día de la semana. Entre algunos de los más famosos de esta zona encontramos el rocoto relleno (elaborado con rocoto, similar al ají y de sabor dulzón, relleno de carne picada) o cuy chactado (coballa frita en aceite con papas hervidas) . Pero hay muchos otros, y todos deliciosos, así que invitamos al viajero a que simplemente pruebe todo lo que pueda. La nueva Palomino (Leoncio Prado 122) , en el distrito de Yanahuara, es un buen lugar donde hacer feliz al estómago.

Rocoto relleno, un plato típico de Arequipas

Getty Images

SUBIR AL VOLCÁN MISTI

El volcán Misti puede parecer un oteador impasible de la ciudad de Arequipa. Sin embargo, el viajero valiente y preparado puede intentar subir al gigante Apu peruano, desde el que observar el mundo a una distancia casi mágica.

Esta aventura de dos días se puede hacer con guía, y te llevará a elevarte por encima de las nubes, a más de 5.000 metros. Para lograrlo se pide estar algo preparado físicamente, no tener problemas de salud y tener un seguro de viaje -la subida el día uno lleva unas seis horas, pero el día dos se espera que el viajero camine durante más de diez con unos niveles de oxígeno muy bajos-. Si estamos preparados para esto, y además comprendemos los riesgos que implica pasear por la barriga de un volcán dormido (pero todavía activo) , entonces no lo deberíamos dudar, ya que dormir en su ladera, con Arequipa brillando a lo lejos, es una de esas experiencias que no se olvidarán nunca más en la vida.

Así, si Arequipa es la Ciudad Blanca de la Justicia y la Gastronomía, el Misti es su guardián, un gigante que sabe que tiene el poder absoluto sobre los humanos que duermen a 5.820 metros por debajo de él. Por ello, si decides empezar a escalar, hazlo en silencio y con calma, pues a esta divinidad no le gustaría ser despertada por sorpresa. Y cuando alcances su cima y vuelvas a la ciudad, hazlo sabiendo que estás paseando por uno de los lugares de Perú con más historia, la bella ciudad blanca amante de un volcán.

Subir al volcán es toda una experiencia

Getty Images

Ver más artículos

Con este tren podrás recorrer la belleza de los Andes Peruanos

Cuatro lugares que no debes perderte en tu viaje a Perú

Cuzco: 48 horas en el ombligo del mundo

Carretera Austral, ¿la ruta más espectacular del planeta?