Exploración submarina: Auguste Piccard: el explorador que creó el primer batiscafo

La pasión de Auguste Piccard por la ciencia le llevó hasta la estratosfera terrestre y años más tarde hasta las profundidades del océano. Su legado sería recogido por sus descendientes, dando lugar a toda una estirpe de exploradores.

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Vista desde el interior de un batiscafo
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Héctor Rodríguez
Héctor Rodríguez

Editor y periodista especializado en ciencia y naturaleza

La audacia es una condición hereditaria. Al menos esa es la conclusión a la que podríamos llegar si repasamos la historia de una estirpe de exploradores que pusieron a prueba los límites de lo técnico y lo humano. Como no podría ser de otra manera, hablamos de los Piccard. 

El inicio de esta saga familiar se remonta al año 1884 y se sitúa en la ciudad de Basilea, Suiza, donde un 28 de enero nace una pareja de mellizos fruto del amor entre un profesor de física y una artista: su nombres son Jean Felix y Auguste Piccard, y aunque todavía no lo saben, su destino será llevar al límite las capacidades técnicas humanas de su época.

Auguste Piccard junto a su hermano mellizo, Jean Felix
Cordon Press

La familia Jean y Auguste estaba comprometida con la ciencia y el arte, lo que inspiró a ambos su amor por la exploración e imprimió en ellos una acusada vocación científica. Fue así que el primero, Jean, se licencio en química en el 1907 y se doctoró en tecnología solo dos años después, en 1909.

Auguste, por su parte, lo hizo en ciencias naturales, obteniendo un doctorado en el año 1910. Continuó su formación en las universidades de París y Cambridge, y un par de años después, en 1912, se convirtió en profesor de física en la Universidad de Lausana, donde comenzó con sus investigaciones sobre los rayos cósmicos y la estratosfera. Tras un breve periodo de tiempo no tardaría en instalarse en Bélgica, donde desarrolló la práctica totalidad de su carrera docente, y donde la teoría parecía quedarse corta antes sus ansias de conocimiento, por lo que decidió ser él mismo quien fuera a la estratosfera a tomar las medidas de necesarias para su campo de estudio y observar de primera mano los rayos cósmicos.

Fue así que en el año 1925 mandó construir a una fábrica belga de toneles de cerveza una cápsula presurizada que pudiera ser propulsada por un globo de hidrógeno y que tuviera la capacidad para albergar a dos personas y todos los instrumentos científicos que pudiera necesitar. De este modo nació "Nacelle", la cabina que impulsada por un globo presurizado llamado "FNRS-1", llevó a las primeras personas de la historia -al científico y su mujer, Jeanette- hasta la estratosfera de la Tierra. 

Auguste Antoine Piccard examina la cápsula "nacelle"
Foto: Cordon Press

El viaje, en el que Piccard y su esposa se convirtieron en los primeros seres humanos en ver la curvatura de la Tierra y el color oscuro del cielo durante el día, duró trece horas y alcanzó una altitud de 15.781 metros, un récord mundial en ese momento. Un récord que no obstante sería superado por su hermano Jean 3 años más tarde, en 1934, al alcanzar los 17.552 metros de altura. 

A este primer viaje le siguieron otros 26, no exentos de contratiempos que en alguna ocasión pudieron costarle la vida a él y a su habitual acompañante, su asistente Paul Kipfer, en los que batieron sucesivos récords de altura.

Un viaje desde las nubes a los abismos

Sin embargo, los límites de la atmósfera parecían no ser suficientes para el científico, por lo que tras sus estratosféricas hazañas Piccard dirigió su mirada hacia el fondo del océano y en 1947 construyó su primer batiscafo. Poco más tarde mejoraría su diseño, dando lugar a un segundo batiscafo bautizado como Trieste, con el que el 30 de septiembre de 1953 descendió hasta los 3.150 metros en aguas del mar Tirreno y hasta los 4.000 en 1954. 

Auguste Piccard en el batiscafo de su invención
Cordon Press

No obstante, sería su hijo, Jaques Piccard, siguiendo sus pasos, el que escribiría su nombre para siempre en los registros cuando en 1960 logró descender a la fosa de las Marianas, resituando el récord del mundo de profundidad alcanzada por un ser humano en los 10.960 metros, un récord insuperable con el que alcanzó el punto más profundo de los océanos. 

La saga familiar de aventuras, sin embargo, no acabaría aquí, y la audacia y afán de exploración de los Piccard se manifestaría una vez más en uno de los 3 hijos de Jaques, Bertrand Piccard, el nieto de Auguste, quien a finales de los años 90 se embarcó en un reto en el que todos sus predecesores habían fracasado: dar la vuelta al mundo en un globo aerostático sin motor ni timón, y sin realizar escala alguna. Su viaje, el cual culminó al aterrizar en el desierto de Egipto tras 21 días y 47 minutos de vuelo, batió 7 récords del mundo.

En el pasado reciente, concretamente en 2016, Bertrand también se convirtió en la primera persona en circunvalar la tierra a bordo de un avión propulsado exclusivamente por energía solar. Por desgracia, y aunque se sentiría orgulloso de ello, Auguste no estaría presente para presenciar las hazañas de su nieto, ya que falleció de un infarto de miocardio en 1962, dos años después de que su hijo alcanzara el fondo del océano. 

Su nombre, no obstante, sigue vivo, inmortalizado para siempre en el personaje del profesor Tornasol, personaje de las aventuras de Tintín, o en la figura del capitán Jean-Luc Picard de Star Trek