Andrea ha recorrido ese camino. No vamos a ver su cara ni sabremos dónde está. Sólo podemos escucharla: “Soy de Rumanía. Me trajeron a España a los 17 años, aunque mi historia empezó a los 14 años”. La obligaron a prostituirse cuando sólo era una niña. “En Rumanía asumí que ya no había escapatoria. Al final te pillan y te pegan palizas”, confiesa.

La compran los amos del prostíbulo a cielo abierto más grande de Europa. Funciona las 24 horas con 200 mujeres explotadas. Muchas, menores que no se atreven a moverse del sitio que tienen asignado. No hay casi ninguna denuncia.

Más de un millón de menores son víctimas del tráfico de personas cada año. Sus jefes saben que explotar a menores se castiga con 10 años de cárcel. Por eso, se aseguran de que nunca confiesen su edad a la policía.

¿Saben sus clientes que van a tener sexo con una menor de edad? “Les da igual que sean menores. Yo creo que les da morbo, la verdad”. Nos cuenta un policía.

La policía detecta que las prostitutas son cada vez más jóvenes. Por eso peina, cámara en mano, estas calles, hasta que da con ellas. Menores explotadas, incluso por su propia familia. Según José Nieto, inspector de la UCRIF, “La organización va un poco a caballo de lo que pide el público. Si la gente le pide gente joven va a intentar traer gente joven, para satisfacer la demanda del público”.

En Barcelona tiene lugar la última gran operación contra la trata de mujeres en España. Cuatro de ellas son obligadas a prostituirse casi desde  niñas. Cada dos semanas la policía encuentra, en operaciones como ésta, a una menor obligada a prostituirse.

Medio millón de menores son víctimas de la explotación sexual en el mundo. Compradas y vendidas como mercancía. Convertidas en niñas perdidas.