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Lurigancho, la mayor cárcel de Latinoamérica donde los presos se unen para vencer al Covid-19

Esta es una cárcel ubicada, en Lima, y considerada la más poblada de América Latina. En medio de la pandemia, en el lugar han muerto 31 presos, pero sus ocupantes se han dado a la lucha de contener el virus y ahora lo han logrado disminuir.

Un control médico para detectar posibles casos de coronavirus a los presos en el penal de Lurigancho en Lima, Perú, el 19 de junio de 2020.
Un control médico para detectar posibles casos de coronavirus a los presos en el penal de Lurigancho en Lima, Perú, el 19 de junio de 2020. © EFE/ Geraldo Caso
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Lurigancho es una de las cárceles más violentas de Latinoamérica. Ahora sus presos están armados, pero con termómetros infrarrojos, fumigadores y mascarillas hechas por ellos mismos. Aquí la pelea actual es contra el Covid-19.

Este centro penitenciario diseñado para una capacidad de 2.500 personas acoge a 9.322 presos en sus 24 pabellones, lo que la convierte en la prisión más hacinada de la región. Una situación propensa para la rápida propagación del virus.

31 de sus ocupantes ya murieron por el también llamado coronavirus, desde que fue detectado en este país por primera vez el pasado marzo.

Sin embargo, con el pasar de los días los presos de este lugar se unieron para evitar que la enfermedad, que tomó al mundo por sorpresa, arrasara con la vida en este sobre poblado lugar y ya han logrado contener el virus, según sus propios reclusos y autoridades locales.

332 pruebas fueron realizadas en este sitio. De ellas, 158 dieron positivo para el virus. Aunque el jefe del área de salud de la prisión, el médico Jorge Cuzquén, sospecha que los casos fueron muchos más.

"Teníamos mucha preocupación de que se expandiera el virus, pero gracias a los protocolos han disminuido los afectados", afirmó Gustavo Martínez, recluso del pabellón 2, que ahora es parte de un equipo de prevención que se encarga de evaluar a sus compañeros para detectar posibles contagios y advertirlo ante las autoridades.

El virus no ha desaparecido por completo de este lugar, pero los casos van disminuyendo y la calma ha retornado a las celdas y pasillos. Una gran diferencia a lo vivido en los últimos meses cuando los reclusos intentaron sumarse a la ola de motines en cárceles de Latinoamérica, por el pánico a resultar contagiados ante las dificultades por mantener un distanciamiento social, medida clave según los expertos para mitigar la pandemia.

“Les explicamos todo lo que teníamos previsto hacer y depusieron la protesta”, dijo Rafael Castillo, presidente en funciones del Instituto Nacional Penitenciario, quien asumió la dirección en mitad de la emergencia de los motines.

¿Cómo han logrado contener el Covid-19?

Esta prisión requería de medidas urgentes, dado que muchos de los presos tienen enfermedades que pueden empeorar y causarles la muerte, en caso de contraer Covid-19. Es el caso de los 500 reclusos con tuberculosis, 280 con VIH y otros 353 con otros padecimientos como diabetes, hipertensión o sencillamente por tener una edad avanzada.

Un control médico, para detectar posibles casos de Covid-19, a los presos en el penal de Lurigancho, que actualmente alberga 9.322 presos, cerca del 10 % de los más de 94.000 reclusos que existen en Perú. En Lima, Perú, el 19 de junio de 2020.
Un control médico, para detectar posibles casos de Covid-19, a los presos en el penal de Lurigancho, que actualmente alberga 9.322 presos, cerca del 10 % de los más de 94.000 reclusos que existen en Perú. En Lima, Perú, el 19 de junio de 2020. © EFE/ Geraldo Caso

Ante este panorama, los presos con ayuda de las autoridades de la cárcel, organizaron equipos de prevención, formados por los mismos reclusos que se encargan de evaluar a sus compañeros e informar a los profesionales de salud sobre posibles casos. Cada pabellón cuenta con una brigada de este tipo.

"Cada uno por su lado no va a poder vencer a esta enfermedad. Hay que trabajar de manera conjunta", apuntó Castillo.

Un funcionario a la entrada de uno de los pabellones de la cárcel de Lurigancho, en Lima, Perú, el 19 de junio de 2020.
Un funcionario a la entrada de uno de los pabellones de la cárcel de Lurigancho, en Lima, Perú, el 19 de junio de 2020. © EFE/ Geraldo Caso

Funcionarios del penal y los reclusos asignados se encuentran vestidos de pies a cabeza con trajes de bioseguridad y emplean el termómetro electrónico en la cabeza de todo el que vaya a ingresar a su pabellón. También lo rocían con abundante desinfectante.

Además, si alguien siente algún síntoma de la enfermedad lo comunica a alguno de los presos que forma parte de las brigadas. Sus miembros fueron capacitados para manejar instrumentos como el oxímetro de pulso, encargado de medir la saturación de oxígeno en la sangre.

Cuando encuentran a un compañero con aparentes síntomas del virus lo llevan a la cancha de fútbol de la prisión, donde instalaron un improvisado centro de salud con módulos de campaña donde médicos que trabajan en la cárcel les hace una evaluación más detallada y rayos X para ver el estado de sus pulmones.

Un control médico para detectar posibles casos de coronavirus a los presos en el penal de Lurigancho en Lima, Perú, el 19 de junio de 2020.
Un control médico para detectar posibles casos de coronavirus a los presos en el penal de Lurigancho en Lima, Perú, el 19 de junio de 2020. © EFE/ Geraldo Caso

Si los síntomas son leves, les dan medicinas y vuelven a su pabellón para aislarse y hacer una cuarentena. Si el caso es moderado, quedan aislados y bajo observación en el taller del pabellón 18, convertido en una gran sala hospitalaria con 70 camas a cargo de un equipo de 60 profesionales de la salud. Sólo si empeoran son trasladados a un hospital.

"Yo estuve diez días ahí y logré recuperarme", comentó un joven recluso que venció al virus en este ambiente, que en el peor momento llegó a tener 40 camas ocupadas. Ahora solo hay seis pacientes.

"La idea es hacer un anillo de contención epidemiológica y estabilizar al recluso dentro del mismo establecimiento penitenciario para evitar que sea evacuado a la red de salud pública, que está bastante saturada", apuntó Castillo.

Presos confeccionando mascarillas en el penal de Lurigancho en Lima, Perú, el 19 de junio de 2020.
Presos confeccionando mascarillas en el penal de Lurigancho en Lima, Perú, el 19 de junio de 2020. © EFE/ Geraldo Caso

Esta población carcelaria también utiliza el taller de zapatería para fabricar sus propias mascarillas.

"Ante la necesidad, tuvimos que cambiar y adaptarnos a la situación. Transmitimos a las autoridades nuestra inquietud para ver de qué manera nos ayudábamos entre todos", relató Segundo Vidarte, encargado del taller.

En medio de estas medidas, hace un mes que no se registran fallecimientos en la prisión a causa del coronavirus y los casos se han detectado de forma rápida sin avanzar en síntomas severos. Además, evitan ocupar el ya saturado sistema de salud en Perú, una de las naciones con más contagios en América Latina.

“No es nada en comparación a lo que se ve en la calle", dijo a Alberto, otro recluso que esperaba para ser evaluado.

Y es que tener a los presos como aliados para mitigar la enfermedad ha sido clave en la estrategia que tiene a Lurigancho como modelo para vencer el virus en otros centros penitenciarios.

En todo el país, 2.606 reclusos han contraído la enfermedad. De ellos, 249 han muerto, 52 han sido hospitalizados y 1.530 ya se recuperaron.

Con EFE

 

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