Liderazgo: Lo que todo líder necesita saber

Liderazgo: Lo que todo líder necesita saber

by John C. Maxwell
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by John C. Maxwell

eBook

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Overview

Ahora en un solo volumen, la serie best seller 101 de John C. Maxwell de libros de liderazgo que han ayudado a más de un millón de personas a ser mejores líderes.

Este libro incluye materiales que, en el estilo de Maxwell, han ayudado a muchos lectores a alcanzar su potencial en cualquier etapa de su carrera.

Puede ser considerado como un curso intensivo sobre los fundamentos de liderazgo o como una herramienta práctica para afilar los fundamentos básicos que todo profesional necesita.

El contenido incluye el 101 de la actitud, autosuperación, liderazgo, relaciones, éxito, equipo, capacitación y mentoría.

Cada libro 101 es una introducción al tema, no el «curso avanzado». Esta colección de libros ayudan a los lectores en el camino hacia un crecimiento significativo en áreas específicas de sus vidas.


Product Details

ISBN-13: 9780718021443
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 02/02/2016
Sold by: HarperCollins Publishing
Format: eBook
Pages: 624
File size: 2 MB
Language: Spanish

About the Author

John C. Maxwell es autor, coach y conferencista número 1 en ventas según el New York Times con más de 34 millones de libros vendidos en más de cincuenta idiomas. Ha sido calificado como el líder número 1 en negocios y el experto en liderazgo más influyente del mundo. Sus organizaciones: John Maxwell Company, John Maxwell Team, EQUIP y John Maxwell Leadership Foundation han traducido sus enseñanzas a setenta idiomas y las han utilizado para formar a millones de líderes de todos los países del mundo. El doctor Maxwell, que ha sido galardonado con el Premio Horatio Alger y el Premio Madre Teresa por la Paz Global y el Liderazgo de Luminary Leadership Network, es de gran influencia para directores ejecutivos de Fortune 500, presidentes de naciones y empresarios de todo el mundo. Para obtener más información sobre él, visite JohnMaxwell.com.

Read an Excerpt

Liderazgo

Lo Que Todo Líder Necesita Saber


By John C. Maxwell, Graciela Lelli

Grupo Nelson

Copyright © 2016 Grupo Nelson
All rights reserved.
ISBN: 978-0-7180-2144-3



CHAPTER 1

¿Cómo influye la actitud en el liderazgo?


La actitud es siempre un «jugador» de su equipo.


A medida que crecía me gustaba el basquetbol. Todo se inició para mí en cuarto grado, cuando presencié por primera vez un partido de basquetbol colegial. Me fascinó. Después de eso, por lo general me encontraba practicando mis tiros y mejorando mi estilo en el pequeño patio de mi casa.

Cuando llegué a la secundaria, ya me había convertido en un jugador bastante bueno. Me inicié en el equipo juvenil como novato, y cuando estaba en segundo año nuestro equipo juvenil tenía un récord de 153, que era mejor que el del equipo de estudiantes de último año. Estábamos orgullosos de nuestro desempeño ... quizás demasiado orgullosos.

Al año siguiente los críticos que seguían el basquetbol colegial en Ohio pensaron que nuestro equipo tenía posibilidades de ganar el campeonato estatal de nuestra división. Imagino que examinaron a los jugadores que volvían del equipo universitario del año anterior, vieron el talento que surgía de los juveniles, y se imaginaron que seríamos una potencia. En realidad teníamos mucho talento. ¿Cuántos equipos colegiales de finales de la década del I960 podían decir que, a excepción de dos, todos los jugadores del equipo podían clavar la pelota sobre la canasta? Sin embargo, la temporada resultó muy diferente de las expectativas de todo el mundo.


De mal en peor

El equipo tuvo problemas desde el inicio de la temporada. Dos de los juveniles teníamos talento de iniciadores para el equipo: John Thomas, que era el mejor rebotador del equipo, y yo, el mejor encestador. Pensábamos que el tiempo de juego se debía basar estrictamente en la habilidad, e imaginábamos que merecíamos nuestro lugar en el equipo. Los estudiantes de último año, que el año anterior se habían sentado detrás de los de último año, pensaban que debíamos pagar el precio y esperar en la banca.

Lo que el año anterior comenzó como una rivalidad entre juveniles y universitarios se convirtió en una guerra entre los de segundo año y los de último año. En las escaramuzas de los entrenamientos jugábamos unos contra otros. Durante los partidos, los mayores no hacían pases a los juveniles y viceversa. Las batallas se volvieron tan feroces, que al poco tiempo ni juveniles ni universitarios podían trabajar juntos en la cancha durante los partidos. Nuestro entrenador, Don Neff, debió separarnos. Los de último año iniciaban el partido, y cuando era necesario hacer un cambio no ponía a jugar a uno de segundo año sino a cinco. Nos convertimos en dos equipos en una lista.

No recuerdo exactamente quién empezó la rivalidad que dividió a nuestro equipo, pero sí recuerdo que John Thomas y yo la adoptamos desde el principio. Siempre he sido un líder, e hice mi parte al influir en otros miembros del equipo. Lamentablemente debo confesar que llevé a los juveniles en la dirección equivocada.

Lo que empezó como una mala actitud en uno o dos jugadores convirtió la situación en un desastre para todos. Cuando llegamos a lo más reñido de la programación, incluso los jugadores que no querían tomar parte en la rivalidad ya estaban afectados. La temporada fue un desastre. Al final quedamos con un pésimo récord y ni siquiera estuvimos cerca de alcanzar nuestro potencial. Con esto quiero mostrar que las actitudes pésimas arruinan a un equipo.


El talento no basta

De mi experiencia del colegio aprendí que el talento no es suficiente para darle el triunfo al equipo. Por supuesto, el talento es necesario. Mi amigo Lou Holtz, el extraordinario entrenador de fútbol universitario, observó: «Para ganar tienes que tener grandes atletas ... No puedes ganar sin buenos atletas, pero puedes perder con ellos». Sin embargo, para ganar también se necesita mucho más que personas talentosas.

Mis compañeros de la secundaria estaban llenos de talento, y si eso hubiera sido suficiente habríamos sido campeones estatales. Pero también estábamos llenos de actitudes dañinas. Usted sabe quién ganó al final la batalla entre el talento y la actitud. Quizás por eso hasta el día de hoy comprendo la importancia de una actitud positiva, y he puesto un gran énfasis en ella para mí mismo, para mis hijos mientras crecían, y para los equipos que dirijo.

Hace años escribí algo acerca de la actitud en mi libro Actitud de vencedor. Me gustaría compartirlo con usted.

Actitud ...
Es la «promotora» de nuestro verdadero yo.
Sus raíces son internas pero su fruto es externo.
Es nuestra mejor amiga o nuestra peor enemiga.
Es más honesta y más consecuente que nuestras palabras.
Es una apariencia exterior basada en nuestras experiencias pasadas.
Es algo que atrae o repele a la gente de nosotros.
No está satisfecha hasta que no se expresa.
Es la bibliotecaria de nuestro pasado.
Es la oradora de nuestro presente.
Es la profetiza de nuestro futuro.


Las buenas actitudes entre los jugadores no garantizan el triunfo de un equipo, pero las malas actitudes sí garantizan su fracaso. Las cinco verdades siguientes acerca de las actitudes clarifican cómo estas afectan tanto al trabajo de equipo como al equipo mismo:

1. Las actitudes tienen el poder de levantar o derribar un equipo

Denis Waitley declaró en The Winner's Edge [La ventaja del ganador]: «Los verdaderos líderes de negocios, de la comunidad profesional, la educación, el gobierno y el hogar también parecen acercarse a una talla especial que los separa del resto de la sociedad. La talla especial no está en una noble cuna, en un elevado coeficiente intelectual, o en el talento; está en la actitud, no en la aptitud».

Creo que por desgracia muchas personas se oponen a este concepto. Quieren creer que el talento por sí solo (o talento con experiencia) es suficiente. Sin embargo, muchos equipos repletos de talentos nunca llegan a nada debido a las actitudes de sus jugadores.

Varias actitudes podrían impactar a un equipo formado por jugadores talentosos:

Habilidades +
Actitudes =
Resultados
Gran talento +
Actitudes pésimas =
Equipo malo
Gran talento +
Actitudes malas = Equipo promedio
Gran talento + Actitudes promedio =
Equipo bueno
Gran talento +
Actitudes buenas = Equipo excelente


Si usted quiere resultados excepcionales necesita gente buena con gran talento y actitudes fabulosas. Cuando las actitudes mejoran, también mejora el potencial del equipo. Cuando las actitudes empeoran, el potencial del equipo empeora con ellas.


2. Una actitud se acrecienta cuando se expone ante otros

En un equipo hay varias cosas que no son contagiosas: talento, experiencia y buena disposición. Pero usted puede estar seguro de algo: la actitud es contagiosa. Cuando un miembro del equipo es dócil y su humildad se recompensa con superación, es muy probable que los demás exhiban características similares. Cuando un líder es optimista frente a circunstancias desalentadoras, los demás admiran esa cualidad y quieren ser como él. Cuando un miembro del equipo muestra una fuerte labor ética y comienza a tener impacto positivo, los demás lo imitan. La gente se inspira por sus compañeros. Las personas tienden a adoptar las actitudes de aquellos con quienes pasan tiempo ... se apropian de su modo de pensar, sus creencias y sus enfoques ante los desafíos.

La historia de Roger Bannister es un ejemplo inspirador del modo en que las actitudes a menudo «se acrecientan». Durante la primera mitad del siglo veinte muchos expertos deportivos creían que ningún atleta correría una milla (1,6 kilómetros) en menos de cuatro minutos. Por mucho tiempo tuvieron razón. Pero entonces el 6 de mayo de 1954 el atleta y estudiante universitario británico Roger Bannister corrió una milla en tres minutos, cincuenta y nueve segundos y cuatro décimas durante un encuentro en Oxford. Menos de dos meses después, otro atleta, el australiano John Landy, también superó la barrera de los cuatro minutos. Entonces de repente docenas y luego millares más la superaron. ¿Por qué? Porque cambió la actitud de los mejores atletas. Ellos empezaron a adoptar los modos de pensar y las creencias de sus compañeros.

La actitud y las acciones de Bannister se incrementaron cuando las expuso ante los demás. Su actitud se extendió. Hoy día todo atleta de talla mundial que compite en esa distancia puede correr una milla en menos de cuatro minutos. ¡Las actitudes son contagiosas!


3. Las malas actitudes aumentan más rápido que las buenas

Solo hay una cosa más contagiosa que una buena actitud: una mala actitud. Por algún motivo muchas personas creen que ser negativas es estar a la moda. Sospecho que piensan que esto las hace parecer más inteligentes o importantes. Pero lo cierto es que una actitud negativa es más lo que hiere que lo que ayuda a la persona que la tiene. Además, también hiere a la gente que la rodea.

Para ver cuán rápido y fácilmente se extiende una mala actitud o un mal modo de pensar, simplemente piense en esta historia de Norman Cousins: una vez durante un partido de fútbol americano, un médico del puesto de primeros auxilios trató a cinco personas de lo que sospechó que podría ser envenenamiento por alimentos. Pronto descubrió que las cinco habían comprado bebidas en una caseta concesionada del estadio.

El médico pidió al anunciador que avisara al público del estadio que evitara comprar bebidas de ese vendedor en particular, debido a la posibilidad de envenenamiento. Al poco tiempo más de doscientas personas mostraron síntomas de envenenamiento. Casi la mitad de los síntomas eran tan graves que estas personas fueron llevadas al hospital.

Sin embargo, la historia no termina allí. Después de un poco más de trabajo detectivesco se descubrió que las cinco víctimas originales habían comido ensalada de papas contaminada en una charcutería particular en el camino al estadio. Cuando los demás «afectados» descubrieron que las bebidas en el estadio eran buenas, experimentaron recuperaciones milagrosas. Con esto sencillamente deseo mostrarle que una actitud se esparce muy rápidamente.


4. Las actitudes son subjetivas, así que puede ser difícil identificar una mala actitud

¿Se ha relacionado usted alguna vez con alguien por primera vez y ha sospechado que la actitud de esa persona era mala, sin embargo fue incapaz de identificar exactamente lo que estaba mal? Creo que mucha gente ha tenido esa experiencia.

La razón de que las personas duden de sus observaciones acerca de las actitudes de otros es que las actitudes son subjetivas. Alguien con una mala actitud quizás no esté haciendo algo ilegal o inmoral, pero de todas maneras su actitud podría arrumar al equipo.

La gente siempre proyecta hacia afuera lo que siente por dentro. La actitud en realidad tiene que ver con cómo es una persona. Eso se extiende a cómo actúa. Déjeme mostrarle las pésimas actitudes comunes que arruman a un equipo para que cuando las vea pueda reconocerlas por lo que son.

Incapacidad de admitir equivocaciones. ¿Ha estado con personas que nunca admiten estar equivocadas? Es doloroso. Nadie es perfecto, pero alguien que piensa que lo es no constituye un compañero ideal de equipo. Su actitud errónea siempre creará conflictos.

Falta de perdón. Se cuenta que a Clara Barton, la fundadora de la enfermería moderna, se le animó una vez a lamentarse de un acto cruel que le infligieron en su infancia, pero ella no mordió el anzuelo.

— ¿No recuerdas el mal que te hicieron? — la acosó una amiga.

— No — contestó Barton —, recuerdo perfectamente haber olvidado ese asunto.

Guardar rencor no es positivo ni adecuado. Todos los integrantes del equipo salen lastimados cuando hay falta de perdón entre sus compañeros.

Envidia insignificante. Una actitud que funciona de veras contra las personas es el deseo de igualdad que alimenta envidias triviales. Por algún motivo la gente con esta actitud cree que todo el mundo merece igual trato, sin considerar el talento, el rendimiento o la influencia. Pero nada puede estar más lejos de la verdad. Cada uno de nosotros está creado de modo excepcional y actúa de manea diferente; por tanto, deberíamos ser tratados como tales.

La enfermedad del yo. El entrenador de éxito extraordinario de la NBA, Pat Riley, escribe en su libro The Winner Within [El ganador interior] acerca de la «enfermedad del yo». Dice que los miembros del equipo que la padecen «desarrollan una creencia irresistible en su propia importancia. Sus acciones prácticamente afirman a gritos: "Soy excepcional"». Riley afirma que esta enfermedad siempre tiene la misma consecuencia inevitable: «Nuestra derrota».

Un espíritu crítico. Alfredo y Martha conducían a casa después de una reunión de la iglesia.

— Alfredo — inquirió Martha —, ¿notaste que el sermón del pastor estuvo algo flojo hoy?

— No, de veras no lo noté — respondió Alfredo.

— Bueno, ¿escuchaste lo desafinado que estaba el coro?

— No, no me di cuenta — respondió él.

— Pues bien, seguramente habrás notado esa pareja joven y sus hijos que estaban frente a nosotros, ¡con todo el ruido y el alboroto que formaron en toda la reunión!

— Lo siento mi amor, pero no, no los observé.

— En verdad, Alfredo — dijo finalmente Martha —, no sé por qué te molestas en ir a la iglesia.


Cuando un miembro del equipo tiene un espíritu crítico, todo el mundo lo sabe, porque nadie en el equipo logra hacer lo correcto.

Un deseo de monopolizar todo el crédito. Otra mala actitud que lastima al equipo es parecida a la «enfermedad del yo». Pero aunque el individuo con este mal puede fermentar en el fondo y crear disensión, el que monopoliza el crédito sale continuamente al escenario para recibir una reverencia ... sea que la haya ganado o no. Su actitud es contraria a la del jugador de centro Bill Russell del Salón de la Fama de la NBA, quien dijo de su tiempo en la cancha: «La medida más importante de cuan bien jugué un partido era cuan mejor hice jugar a mis compañeros de equipo».

Seguramente hay otras actitudes negativas que no he nombrado, pero mi intención no es enumerar todas las malas actitudes, solo algunas de las más comunes. En resumen, la mayoría de las malas actitudes son consecuencia del egoísmo. Si uno de sus compañeros de equipo menosprecia a los demás, sabotea al equipo, o da a entender que es más importante que el equipo, entonces usted puede estar seguro de que ha encontrado a alguien con mala actitud.

5. Las pésimas actitudes que no se tratan arruinan todo

Las malas actitudes se deben tratar. Puede estar seguro de que siem- pre ocasionarán disensión, resentimiento, pelea y división en el equipo. Además, nunca se irán por sí solas si se les deja sin tratar. Simplemente se enconan y arruinan al equipo... junto con sus posibilidades de alcanzar su potencial.

Puesto que es muy difícil tratar con personas que tienen malas actitudes y debido a que éstas son subjetivas, usted podría dudar de su reacción instintiva cuando encuentra a alguien con una mala actitud. Después de todo, si es solo su opinión de que tal individuo tiene una mala actitud, entonces no tiene derecho de tratarla, ¿verdad? No será así si a usted le importa el equipo. Las pésimas actitudes arruinan al equipo. Eso siempre es cierto. Si usted deja una manzana podrida en una caja de manzanas buenas, finalmente terminará con una caja de manzanas podridas. Las actitudes siempre influyen en la eficacia de un líder.

El presidente Tomás Jefferson observó: «Nada puede impedir que el hombre con correcta actitud mental logre su meta; nada en la tierra puede ayudar al hombre con actitud mental incorrecta». Si le importa su equipo, y está comprometido a ayudar a todos los jugadores, no puede hacer caso omiso de una mala actitud.

Tratar con una persona cuya actitud es mala puede ser algo muy difícil. Antes de enfrentar el asunto usted se podría beneficiar de una mirada más cercana a las actitudes y cómo afectan a un individuo.


(Continues...)

Excerpted from Liderazgo by John C. Maxwell, Graciela Lelli. Copyright © 2016 Grupo Nelson. Excerpted by permission of Grupo Nelson.
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Table of Contents

Contents

Prefacio, vii,
Actitud 101, 1,
Autosuperación 101, 77,
Liderazgo 101, 145,
Relaciones 101, 225,
Éxito 101, 293,
Equipo 101, 373,
Capacitación 101, 455,
Mentor 101, 529,
Notas, 607,
Acerca del autor, 613,

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