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UN ESPECIAL ARTE ARQUEOLOGICO: LAS ILLAS O AMULETOS ANDINOS Alicia Ana Fernández Distel Espacio de Arte Nicasio Fernández Mar, Alberro 223, Tilcara, Jujuy Aliciana04@hotmail.com RESUMEN Esta presentación brinda información sobre un objeto de uso ceremonial bastante frecuente en ámbitos rurales de Jujuy, Salta (República Argentina), y en toda el área andina. La Illa es un amuleto hecho con una roca especial: el ónix, también en el mármol alabastro. Ambas son materias pétreas propias de la región. Es una pieza de arte mueble y de orfebrería, relacionada con el arte rupestre grabado y en relieve. Se enraíza en la época Inca Hoy los curanderos itinerantes llamados callawaya en Bolivia y yungueños en Jujuy, continúan grabando estas pequeñas esculturas llamadas también conopas. Palabras claves: arte mueble, amuleto, religión, mármol ABSTRACT This article contains references to an object of religious meaning for the countryman of Jujuy, Salta (Argentina) and the Andean Region in general. The illa is an amulet done in a special stone: onyx. Also in alabaster. Both marmors can be found in the Andean mountains. One can consider that they are pieces of mobiliar art but also a form of rock art. The elaboration of Illas began in the Inca time. Today the medicasters called callawayas in Bolivia and yungueños in Jujuy, continuent engraving these little sculptures also called conopas. Key words: mobiliar art, amulet, religion, marmor Amuletos, talismanes, fetiches Las del título son algunas palabras que ya están comprometiendo una función (ritual, simbólica) de un determinado objeto. Aparentemente serían sinónimos. Tal vez tengan especial resonancia para un poblador actual con raíces ancestrales americanas. Tal vez, agregando tres vocablos más: conopa, illa, munachi, la situación de identificación se le clarifique. Amuleto es el objeto al que se le atribuye virtudes mágicas o sobrenaturales. La palabra talismán viene del árabe tilasm con el significado de “objeto para la magia”. La palabra fetiche viene del portugués feitico con el significado de “ficticio”. Entró al francés en el año 1760 con un carácter peyorativo. Pasó luego al español no superando su adscripción a la superstición. Se podría centrar aún más la descripción si se hablara de “esculturas- fetiche”. Es evidente que el curandero a nivel ecuménico las usaba en sus magias, brujerías, curaciones. Otra posible denominación sería “plástica (pequeña) de piedra”. Es la que usa Schindler (2000: 325) pero aclarando “estos objetos llamados conopas servían de ofrendas”. La palabra conopa, indica al “dios familiar prehispánico” (Gentile 1999:429). La palabra illa sólo es de hallar en obras de antropólogos siendo las citas de Mariscotti (1978:87), que hacen específicamente al Noroeste argentino, muy de tener en cuenta. Dice la antropóloga antes mencionada: “con las denominaciones genéricas e illa y mullu se designa actualmente en Perú, Bolivia y Noroeste argentino a los talismanes que los Callawaya tallan con una piedra blanca y blanca que ha sido diversamente determinada por los especialistas. Ponce Sanginés (1960) los clasifica por su forma, en antropomorfos, zoomorfos, geométricos, misceláneos y compuestos”. A la palabra quichua illa se le agrega a veces un epíteto para traer más precisión sobre qué tipo de amuleto es y qué representa: uta illa (sería una illa con forma de casa) o esta illa (amuleto completo donde hay multiplicidad de representaciones). La palabra según J. Lara (1971:102) puede ser sustantivo indicando “roca u otro objeto considerado sagrado”. Illa como adjetivo indica “cosa antigua y valiosa que se conserva”. La palabra munachi (aplicada a las figurillas eróticas) viene del verbo quichua munachay que quiere decir “proponer” y se asocia al adjetivo munana que indica lo “ apetecible” , lo “deseable” ( Willka 2015). El artesano, su etnoarte P. Krapovickas (1958/59) consagró la denominación de “lapidario” para el artesano que trabaja estas figuras. La lapidaria es el oficio o especialidad relativo al tallado de las gemas. Piedras preciosas y por extensión espejos, cristales, mármoles. H. Schindler (2000: 314) recurre a la denominación de “picapedrero” y hablando del período incaico dice “unos trabajaban edificios monumentales, mientras que otros se encargaban de la elaboración de objetos pequeños para el uso diario, la guerra y las ceremonias. Es muy probable que los picapedreros gozaran de una alta estima y se les liberara de los trabajos comunitarios en las chacras u otras obligaciones como la mita, con el fin de que pudieran dedicarse enteramente a su oficio, al igual que otros artesanos especializados”. La perspectiva etnográfica de Mariscotti (op. cit.) lleva a entender que quien hacía estas estatuillas era el mismo oficiante y dice así: “Además de estos amuletos manufacturados por los callawaya y asequibles en todos los mercados indígenas del Sur de Perú y Bolivia, existen otros modelados en arcilla o fundidos en metales diversos”. La separación entre artista, artesano y curandero en la perspectiva de este trabajo, no es posible. Se trata de un etnoarte donde el operario trabaja guiado por la tradición, por encargo o ante la perspectiva de un mercado o una festividad donde podrá ubicar sus obras. Callawaya o artesano, siempre producirá el objeto de arte que de él se espera. Alejarse de los atributos habituales y reconocidos no le será posible pues ello afectaría la potencia que al objeto se atribuye. Las variaciones sólo se dan (mínimamente) en los tipos de piedras y en recursos de terminación (resultando una pieza basta o prolija). Para aclarar esto último se vuelve al libro de Schindler donde se advierte que el picapedrero inca trabajaba con otra piedra por toda herramienta. Mientras que el callawaya del siglo XX, y eventualmente el actual, lo hace con un elemento de metal. Los factores externos en una de tales plásticas son de muy poca relevancia frente a las tendencias de la tradición (Hirschberg 1988:182). Por ello un talismán incaico representando un maíz es idéntico que otro tallado en el siglo pasado y con el mismo tema. Las preferidas: rocas de corazón transparente Las rocas más usadas son el alabastro y el ónix. El alabastro es una variedad de yeso, un yeso puro de grano fino. Se lo llama alabastro de yeso o alabastrita si es de color blanco o delicadamente sombreado. Se lo llama mármol ónix cuando es una clase sólida de travertino, variedad que se da en las estalagmitas constituidas de calcita. Tiende a ser verdoso con suaves rayas. Se lo llama jaspe cuando el mármol es marcadamente veteado. Todas las rocas de aplicación (para la construcción y la escultura) antes citadas son muy maleables y tienen translucidez al punto que se las usaron para hacer “vidrios” en las iglesias coloniales del área andina de Sudamérica (Ponce y Ramos 2004). Pero también hay amuletos en basalto, granito, cuarcita, piedras negras de grano fino no determinadas. “Algunas son piedras de formas naturales que recuerdan ciertos animales o a las que se las ha modificado ligeramente para hacerlas semejantes a los animales que simbolizan” (Flores Ochoa 1977: 216). Las rocas de corazón transparente pueden clasificarse como gemas o sea rocas finas afectadas a la orfebrería, como sería también un ágata (u ónice). Son susceptibles de talla con cuchillo y raspador, recibiendo luego hermoso pulimento manual o mecánico (Hirschberg y Janata 1980:53). Hay yacimientos de estas rocas en el Noroeste Argentino, Bolivia, Chile y Sur del Perú. Los Callawaya Según se desprende de un libro que se extiende mucho en el tema de las illas, éstas siempre fueron obra de los callawayas, médicos itinerantes de los Andes bolivianos de dudosa raíz étnica quichua (Girault 1987:27). Dice Vellard (1981: 153-154): “los hechiceros preparan numerosos tipos de amuletos según reglas determinadas. Una clase especial de curanderos herboristas, los kallawayas, tienen entre otras actividades, la fabricación de figurillas talladas en alabastro tosco, las illas, cuyo uso está extendido en todo el altiplano y regiones vecinas”. Por tener su hábitat originario en la zona de Charazani, cercano a la cuenca del Titicaca pero ya con pendiente oriental o amazónica, zona que en Bolivia se llama yunga (valle cálido oriental) a estos médicos itinerantes, en la Provincia de Jujuy, se los llama “yungas” o “yungueños” (en lugar de Callawayas), Y hay numerosos topónimos que aluden a su paso en tiempos históricos (Fernández Distel 2000:24). En estas mismas regiones, donde están sus huellas y recuerdos, se habla de la curación con calaveras, otro rasgo de la terapia callawaya (Girault 1987:614). El accionar de estos curanderos, desde su nombre mismo (callawa es en quichua un aro de madera que se cuelga al hombro y sirve para vadear ríos caudalosos) está en la lengua de los incas, o sea en quichua. De allí a remontar su origen al año 1300 Después de Cristo cuando este pueblo andino comienza su expansión y a aceptar que también los Incas atesoraban illas, no hay tan amplio margen de error. Al menos así lo estipula Schindler (2000: 325). El marco ritual en el cual se usa una illa puede captarse a través de obras de antropología: una es la de Flores Ochoa (1977). Él dice que el poder de una illa debe ser año a año renovado durante ceremonias (de chuya o chaya). Una illa hallada en un sitio de ocupación precolombino no es efectiva porque no recibió esta potenciación (1977:227). La perspectiva del autor peruano antes citado se dirige a la actividad ganadera. Sin embargo, hay una intensa utilización de illas en otros campos, como sería la agricultura, el comercio, las relaciones de pareja, el juego de azar. De esto se sabe mucho menos, aunque trasciende la forma de la illa que puede mostrar un campo cultivado, una mazorca, una mesa tendida con todos sus utensilios, una mano empuñada, una pareja de enamorados. No todo dentro del curanderismo callawaya puede clasificarse de magia propiciatoria o “magia blanca”. También hay prácticas en las que entran illas y que son propias de la magia negra. Recurrencias formales. Los ejemplares aquí analizados Además de la recurrencia en el material (el preferido alabastro u el ónix) hay una coincidencia en el tamaño: las figuras tienen como máximo 6 cm de largo por 4 ó 5 cm de ancho. Puede distinguirse la forma que tiene el sólido de un modo global: manos, cabezas humanas, animales solos o en parejas, dados, dados aplastados o prismas, triángulos. A la forma prismática rectangular se la llama “mesa”. En la superficie de arriba de la mesa se ven presuntos objetos que la enriquecen, en los cuatro ángulos se representan las patas. Por abajo hay un cuenco. Son las “mesas de la fortuna” (Mariscotti 1978: 88). Es la pieza ofrecida en las páginas 11 y 12. Pueden distinguirse atributos agregados grabados en bajo relieve: surcos rectilíneos o curvilíneos, anillos, cruces, pequeños círculos alineados, líneas dentadas, la calavera, soles. Cuando se representa un animal se trata que sea en su forma macho: un toro, un camero. Este tipo de illa es para deparar protección al rebaño y a la vez para que éste se multiplique. De este tipo es el primer espécimen que se ofrece aquí en página 13, depositado igual que las anteriores nombradas illas, en el Museo Arqueológico Provincial de Jujuy. Puede observarse un convencionalismo escultórico como lo es el de doblar las patas hacia el centro de la panza del animal formando con esta reunión de patas una cruz (efecto que debió ser especialmente buscado, máxime tratándose de una illa de época hispana). Hay que considerar que el tipo de ///a-triángulo tiene una interpretación más críptica: se dedica a deparar protección al hombre que la porta. Cómo llegaron dos especímenes de este tipo al Museo Justiniano Torres Aparicio de Humahuaca no está aclarado. La illa que lleva el Número 251 es una estrella de tres puntas, dos de las cuales están rodeadas por anillos o surcos paralelos. La tercera punta tiene grabada una cara humana con cejas en arco reunidas por encima de la nariz que es un rectángulo. Los ojos son lenticulares y la boca un simple trazo. La cara superior del triángulo, al centro, es un hexágono dentro del cual hay dos círculos concéntricos grabados, el externo con cortos rayos como un sol, el de adentro con los mismos rayos, pero dirigidos hacia el interior. Todos los grabados en el alabastro están rellenos de una sustancia verdosa. Se clasifica como illa- triángulo equilátero, de 4 cm de lado. La illa que lleva el Número 252 es un volumen poliédrico de 4 puntas, tres ordenadas en un mismo plano, la cuarta, poco prominente, emerge sola. Todas las puntas llevan anillos grabados en número de tres. El extremo de la punta es redondeado. En el lado que es un triángulo equilátero, cada lado tiene 5 cm. Girault (1987: 584) clasifica a estos especímenes como illas - chajayas que protegen contra potentes embrujos y maleficios. Las illas eróticas no faltan y son muy poco exhibidas, la intimidad en torno a ellas es exacerbada. Es la primera figura que ofrecemos en este artículo: siempre se representa a hombre y mujer enfrentados. Las aquí consultadas no precisamente eran de alabastro. De una verdadera escultura a la forma natural de una piedra , hay muchos casos intermedios. Son los mori-mori o “piedras huevito”, porque consisten en guijarros de cuarzo con esa forma. Desde ya que también actúan como amuletos o illas. Poniendo en práctica un tipo de “extirpación de idolatrias” moderno, el sacerdote Adalberto Beck designado párroco de Abra Pampa ( Jujuy) entre 1930 y 1950 ( Abán 1962), retiró de las manos de sus fieles infinidad de esculturitas o estas piedras naturales ( algunas asociables a formas fálicas) , enviándolas al Museo Laterano Vaticano en Roma ( Müller 1938). Parecería que el destino de las illas, sean las de tipo de magia blanca o “buena” o las para producir efectos nefastos ( por lo general negras) es terminar en manos de sacerdotes misioneros, como es el caso de las illas del Museo Arqueológico Provincial de Jujuy (Argentina), recolectadas por el cura de La Quiaca Luis Massing en las décadas de 1950-70. Corolario Lo principal que surge para cerrar este tema es que la actividad artística escultórica, sea la del bajo relieve (petroglifos) sea el trabajo volumétrico denominado alto relieve o ronde bosse, está presente en los Andes, desde épocas ancestrales continuándose con la colonización española (Hostnig 2003). En el caso de las illas una antigüedad máxima estaría dada por su relación con el Imperio Inca y sus bien diseñados caminos troncales y secundarios. Mariscotti (1978: 89) considera que son illas las figuritas humanas y de llamas halladas en los tantos santuarios de las cumbres de los Andes Meridionales, conectadas precisamente por esos caminos. Las illas fueron temáticamente influenciadas por el cristianismo y hasta hay algunas que aluden a la misa católica más prístina. Una ingenua pornografía lleva a temas de unión de la pareja humana, lo que podría entrar en conflicto con el antes citado credo. Aunque también entra en contradicción el recurso de imágenes cabalísticas con raíces en el medioevo europeo. Es que en la búsqueda de una inmediata eficacia se superan prejuicios, se saltan vallas de la ortodoxia de los respectivos credos. El oficiante que fabrica las illas como el usuario andino son conscientes de la sacralidad inherente al bien mueble mismo que una vez fabricado seguirá de generación en generación en el seno de una familia.   BIBLIOGRAFIA Abán, L. 1962 Abra Pampa, nombres, fechas y otras cosas. M.S. 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