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Redacción PERÚ21

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Lamento la muerte de Raúl Wiener, que era por lejos el mejor columnista de la izquierda. Escribía muy bien, le metía pasión y era un potente adversario. También era un tipo leído, por lo que respetuosamente sugerí su nombre cuando me pidieron a un rojo para debatir sobre mi abuelo en Somos. A mí me dedicó un gran porcentaje de sus columnas y hasta malévolamente me apodó "Aldo M". Yo también le contestaba sin anestesia y a los dos se nos pasó la pluma más de una vez. Incluso guardo con afecto varias de esas "cariñosas" columnas suyas.

Confieso que me equivoqué cuando opté por Rolando Breña en lugar suyo para que reemplazara en Correo a JDC (que se largó picón porque le sacamos varias perlas suyas y esa estrella olímpica estaba acostumbrada a ser el "bully" de la clase, pero no a que le toquen. Recuerdo cómo Hildebrandt fingió que no me oía cuando llamé a su programa televisivo para aclararle varias tonteras que había soltado sobre esa salida y me cortó. Luego no quiso retomar mi llamada, ya estando lista en espera, y minutos después dijo al aire que "yo no había querido responderle" y me vapuleó (Así es ese…). No digo que Breña escribiese mal (¡para nada!), pero este perspicaz observador judío, cuyo cosmopolita apellido significa "vienés", tenía más olfato estratégico, era más peleón y tocaba más temas actuales. Su partida deja al gremio aún más intelectualmente pobre. Y fue tan corajudo por años contra su cáncer.

Tampoco, como típico peruano cuando alguien se muere, lo voy a poner en un pedestal: era maloso, burro para la economía, muy ligero para acusar y tan sesgado como yo. Pero juro que sí voy a extrañar a esta intensa luz que se apagó y que leía con masoquista fruición cada mañana.