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La
experiencia política de Morropón y Chulucanas en la conquista de la
ciudadanía.1
César Espinoza Claudio/ Universidad Nacional Mayor de San Marcos/ pontevedra54@yahoo.es
RESUMEN
El propósito central del artículo es la de explicar el papel central que jugaron los municipios de
Morropón y Chulucanas para la consolidación de los centros poblados al interior de los
latifundios de Morropón y Yapatera. Es un estudio preliminar sobre el municipalismo de la
época republicana naciente. Se trata de exponer el protagonismo de los municipios y de sus
liderazgos que manejando una cultura política y jurídica le disputan la hegemonía del poder a la
familia Arrese en un tiempo de construcción de la república y del Estado en la región de Piura
en el siglo XIX. Consultando fuentes manuscritas del Archivo Regional de Piura y el Congreso
de la República buscamos confrontar las creencias y los discursos con la realidad histórica en
una región en proceso de construcción y comprender la lógica política de estas
aglomeraciones de campesinos colonos, negros libertos y de pequeños propietarios mestizos y
criollos que han migrado y asentado en estos núcleos urbanos que posteriormente alcanzarían
las categorías de caseríos, pueblos, villas y capitales de distritos y provincias.
The main objective of this article is to explain the essencial role that played the municipalities of
Morropón and Chulucanas for the consolidation of the populated centres inside Morropón and
Yapatera large states. It is a preliminary study about the “municipalismo” on the early republican
time. It also makes an effort to expose the protagonism of municipalities’ leadership handling a
political and juridical culture, and fighting for the hegemony and power against Arrese family in a
time of construction of state and republic in Piura's region in the 19th century. Consulting
manuscript sources of Piura's Regional Archive and the Congress of the Republic we try to
confront the beliefs and speeches and face them up with the historical reality of a region in a
development process, and to include the political logic of these agglomerations of rural
colonists, black freedmen, half-caste and Creole smallholders that have migrated and suited in
these urban groups that later would reach the categories of hamlets, villages, towns, and the
capitals of districts and provinces.
Introducción
1
Este ensayo forma parte de un informe de Investigación titulado “Entre reformas y
restauraciones: la política y los pueblos indígenas en la costa norte de Piura: 1845-1895”.
Proyecto N° 081501051. Vicerrectorado de Investigación, IIHS, UNMSM, 2008.
2
Una muestra de la bibliografía reciente sobre la historia y la cultura en Piura puede verse en
Cornejo, 2007:375-396; Barranzuela, 2007; Lòpez 2007; Hernández, 2008; Del Busto, 2004;
Reyes, 2009.
ingresar al estudio socioeconómico y definir espacios de análisis históricos. La
región esta vez será planteada como una estructura y conjunto sistemático que
contiene un sistema de relaciones que van a dar forma y contenido a su
funcionamiento (Sala, 2008). El estudio de la región de Piura impondrá ahora
examinar algunas variables estructurales como la producción, la población y la
circulación de las mercancías. Este es por ejemplo lo que hizo Jacob
Schlüpmann para estudiar las dinámicas productivas y mercantiles en Piura
entre los siglo XVI y XIX, un estudio histórico de larga duración que trata de
explicar los cambios en la geografía económica de la sierra y la costa de Piura.
(Schlüpmann, 1993). En la historia económica se multiplica el uso de variables
como producción, exportación, la comercialización, etc. para construir la
historia colonial andina de espacios nacionales contiguos como Perú y Bolivia o
Perú y Ecuador. Así también lo hicieron Miguel Jaramillo, Luis Miguel Glave,
Susana Aldana, Alejandro Diez Hurtado, Jorge Ortiz Sotelo, Susana Aldana y
Bruno Revesz (Espinoza, 2005: 235-268).
La historia social para la región de Piura empieza a madurar en los años 70s
luego de los trabajos iniciales elaborados por Enrique López Albújar e
Hildebrando Castro Pozo. En las Universidades de San Marcos y la Católica
emerge una historia agraria que explora los temas de la hacienda y el
algodonero, la servidumbre y la hegemonía de los hacendados en el extremo
norte del Perú. En esta dirección destaca el libro de Claude Collin Delavaud
que compara la evolución agraria de tres grandes valles de la costa norte:
Piura, Trujillo y Lambayeque (Delavaud, 1984, 401-409). Estamos en una
coyuntura en la que los trabajos de Ciencias Sociales buscan explorar las
temáticas del cambio y la modernización de la sociedad rural en un espacio
regional (Revesz, 1997). En particular, se plantean proyectos y avances sobre
la problemática del campesinado y las comunidades indígenas. Se examina
algunas dimensiones singulares de los actores sociales en el campo piurano
rescatando su papel político como actor de transformaciones sociales, y analiza
las principales formas de organización política, los mecanismos de mediación
política y los discursos republicanos que le sirven para entablar alianzas y
mantener su protagonismo en la escena pública local y regional (Apel, 1996:
69-75).
A partir de 1990 el debate cambió y se reorienta una nueva tendencia en los
estudios, ahora se discute sobre la tradición (los campesinos andinos son
tradicionales y representan a fuerzas sociales arcaicas). Se discute su historia
más que su futuro, su identidad. Se busca examinar los temas de las
permanencias, el impacto del cambio climático en la organización social, se
privilegia entonces los temas de la religiosidad a nivel microlocal y de
microanálisis, y se impulsan proyectos de catalogación bibliográfica, la
construcción de atlas geográficos y la difusión de documentos claves de la
historia piurana. Es un tiempo de retorno con fuerza del positivismo, de la
historia política tradicional, del estudio de las elites, de la biografía, de la
microhistoria, etc. (Reyes, 2009 y Hernández, 2008).
Las luchas del campo han sido abandonadas por la historiografía de comienzos
del siglo XXI. En este artículo deseamos acercarnos a la historia política de un
microespacio del Alto Piura. Precisar como los actores y las poblaciones
rurales también dinamiza la rueda de la historia, y que si los excluyen de los
sistemas representativos entonces buscan nuevos voceros, contratan
abogados, acuden a la prensa y no se cansan de buscar otros caminos para
hacer públicas sus demandas históricas. Esto es precisamente lo que ocurrió,
asumiendo un discurso ideológico y una práctica política, con los colonos
campesinos y propietarios rurales, que organizados constituirán una fuerza
social y política para que los centros poblados de hacienda transiten de
pueblos, a capitales de distrito y de provincia como fue la experiencia histórica
de Sullana, Querecotillo, Tambogrande, Yapatera, Chulucanas y Morropón
entre 1839 y 1887.
3
En 1850 don Ramírez Gastón es gobernador y juez de paz del distrito de Morropón.
En 1855 asume la gobernación don Ramón Taboada y don Pedro Calle el Juzgado de
Paz. El primer concejo municipal estuvo integrado por Manuel Taboada, alcalde y los
regidores Mercedes Casariego, Domingo Besantes, Justo Pastor Meza y Miguel
Alvarado. En: http://www.morropon.tk/. Posteriormente se le otorga la categoría de
villa por la ley Nº 5898 de 22 de Noviembre 1927, durante el gobierno de Augusto B.
Leguía. Finalmente, por ley Nº 8174 del 31 de enero de 1936 se crea la provincia de
Morropón con su capital Chulucanas (Alvarado, 1987: 78-81).
4
Oficio de Ramón Díaz, fecha 3 de enero de 1867. Macera, 2000: 89.
Domingo (que en sus inicios estuvo ubicado en las faldas del cerro Maray). Los
límites del distrito son: por el Noroeste con Chulucanas, el Noreste con Santo
Domingo, el Este con Santa Catalina de Mossa, por el Sur con Buenos Aires y
el Suroeste con La Matanza. El distrito de Morropón está centralizado en la
antigua villa urbana y 16 caseríos: Piedra El Toro, La Unión, San Luis, Pampa
Hacienda, Polvazal, Bocanegra, El Chorro, Talanquera, Zapotal, Franco Alto,
Franco Bajo, El Cerezo, Solumbre, Porvenir, La Huaquilla y Chisca Blanca.
Aunque a nivel de gobierno local no se les atiende administrativamente también
le pertenecen: San Pedro, Tutumo, Piura la Vieja, La Bocana,Monte de los
Padres y Maray. La población urbana de Morropón se asienta en un territorio
plano y rodeado por cerros y laderas de pendiente moderada. Su geografía
contiene tierras aptas para la agricultura y numerosos bosques dispersos en la
que antiguamente se formaban las invernasy potreros para la ganadería mayor
y menor.5 Los Meganiños de 1791 y 1891 provocaron una expansión de las
fronteras de recursos forestales y la crianza masiva de ganado vacuno,
caprino, ovino y porcino. El río la Gallega, que nace en la sierra, después de
cruzar el distrito se junta con el río Corral del Medio, formando un afluente del
río Piura. Las descargas hídricas mayores de este río se producen entre los
meses de enero y julio. La agricultura explota este recurso usando canales
rústicos y acequias y tomas secundarias.
6
En Morropón no solo viven colonos y peones asalariados sino también propietarios de tierras.
En 15.07.1865, don Juan Godos y Merino, de 55 años, hacendados y vecino del distrito de
Morropón se obliga a don Ignacio Escudero y a Juan José Escudero por 4 mil pesos para
comprar la hacienda de Jambur, de la testamentaria de don Pedro Pablo Ruesta (ARP: 1865,
M. Revolledo, f.292).
7
Ramón Díaz es un personaje poco estudiado. Es un propietario de tierras y político vinculado
a la elite piurana. En 03.04.1865, junto a Juan de Helguero, actúa en calidad de apoderado de
Josefa y Diego de Lama, para procesar la cesión de un terreno en el sitio de “rio seco”, Sullana
(ARP: 1865, M. Revolledo, f. 142).
por los funcionarios de gobierno, el hacendado se resiste organizando un
pequeño batallón de hombres armados para la destrucción y quema de casas y
a empeñarse en desalojar a los colonos de sus chacras. Estas acciones
buscan que la población de colonos campesinos y propietarios rurales
abandonen el sitio de Moscalá y se asienten en otro lugar distinto. La
resistencia campesina es violenta. Al interior del pueblo se han reforzado los
lazos sociales y la identidad grupal alrededor de un templo católico. Las
autoridades municipales movilizan a sus vecinos para reconquistar un espacio
agrario que les permita reproducir sus bases materiales y acumular pequeñas
fortunas ya que Morropón es un sitio clave para articular los negocios de las
casas comerciales nacionales y extranjeras asentadas en la ciudad de Piura y
articuladas a los pueblos yungas y serranos de Frías, Santo Domingo y
Chalaco (López, 2007:42-71).
En efecto, aquí interviene don Federico Manrique, diputado por Piura, quien en
12 de julio de 1867 exigirá a las autoridades nacionales para que el Congreso
haga efectivo la ley de 18 de agosto de 1866 y se cumpla lo ordenado por la
Suprema Resolución del Congreso de Huancayo de 1839; se trata de dos
recursos jurídicos favorables al pueblo de Morropón. Medio año atrás, don
Ramón Díaz, en su calidad de Prefecto de Piura informaba por un escrito de 12
de noviembre de 1866 que el había cumplido con lo ordenado por la ley de 18
de agosto de 1866. Esta vez precisa que el terreno asignado al pueblo mide
763.7 metros de latitud por longitud y que sus limites fronterizos llegaban a la
casa de Victoriana Gimenez, con una acequia, una loma y casas de Enrique
Castro, Juan Manuel Carnero y el cerro de Sondorillo. 8
Esta lucha por la tierra enfrenta dos concepciones ideológicas sobre el proceso
de construcción de la República. En la región de Piura, don Manuel Mariano
Ramírez, síndico del pueblo de San Ignacio de Morropón solicita que el Estado
los proteja y cancele la indemnización al dueño de la hacienda. De otro lado, el
propietario de la hacienda, don Pedro Arrese, pugna por conservar la integridad
8
Ramón Díaz precisa que adjunta una copia de un acta que figura en el archivo de la
Secretaria de la Prefectura extendido por el abogado Juan Evangelista Gonzales (Macera,
2000: 32). En 12.03.1865, don Manuel Baltazar Meneses León firma su testamento. Precisa en
este documento que tiene una chacra en un sitio llamado las “Guaquillas”, hacienda de
Morropón, y otra en la hacienda Franco, cultivada con algodón (ARP: 1865, M. Revolledo, f.
123).
de sus tierras apoyado por abogados y una fuerza armada rural. En su
desesperación por quebrar la voluntad incólume de los habitantes del pueblo
de Morropón practica una simulada generosidad ya que ofrece a cambio de las
tierras de Moscalá otro sitio llamado”Valdivia”, un espacio calificado de
pantanoso y epidémico para la vida de las gentes del campo. La denuncia de
Manuel M. Ramírez es radical y precisa que los pueblos de Morropón,
Chulucanas y Salitral “han gozado desde muy atrás de los derechos políticos
señalados por las leyes (tienen) su municipalidad, gobernador, jueces de paz,
cura… que (ejercen) sus funciones de autoridades allí constituídas…No puede
dejar de ser independiente un pueblo cuyas autoridades necesitan libertad para
funcionar y no proceder bajo la tutela del duro coloniaje, sujetándose a los
caprichos o conveniencia de un feudalismo injustificable”(Macera, 2000: 33).
Frente a esta posición Arrese renueva sus recursos legales y trata de imponer
el miedo usando la violencia y la fuerza física contra los vecinos que apuestan
por el “pueblo”; llega incluso a denunciar a los habitantes del pueblo de
haberse amotinado contra el hacendado y su arrendatario don Toribio
Seminario acusándolos de “ladrones y criminales”. Este último personaje había
sido autorizado para organizar y movilizar a un grupo armado con gente del
campo y de la ciudad de Piura. La resistencia de los vecinos y de las
autoridades se acrecienta y crecen las denuncias contra los Arrese. Este será
acusado de asesinato por los familiares de Tomás Moreno quien murió
atacado a machetazos por Catalino González, mayordomo de la hacienda de
Morropón en 20 de agosto de 1867. Otro mayordomo llamado Telémaco Pérez
será acusado de amedrentar y obligar a abandonar el pueblo a don Juan
Manuel Carnero, juez de Paz del distrito de Morropón. Este a su vez denunció
que había sido despojado de su “inverna” (valorizado en 8 mil pesos) y de su
casa (mas o menos 2000 pesos).9
9
En 27.09.1867 don Ygnacio Carrasco, edad 30 años, agricultor y vecino del distrito de
Morropón, otorga una carta poder a José Jacinto Morales, agente de negocios judiciales, y a
don Mateo Otiniano, Procurador de la Corte Superior de justicia de La Libertad, para apurar sus
juicios (ADP: 1867. M. Revolledo, f. 488).
ahora se ocupan de la explotación de sus pequeñas y medianas propiedades y
terrenos del distrito y poblado rural de Morropón, antiguamente llamado
Moscalá (también Moscalaque). Es un núcleo urbano que asocia a trabajadores
colonos, yanaconas, y pequeños y medianos propietarios rurales y
comerciantes. No se trata solo de campesinos asalariados y arrendatarios de
de la gran propiedad de Morropón,Buenos Aires, Franco y Pabur. 10 El ámbito
territorial del distrito comprende la hacienda de Morropón, Payba y Franco. Al
interior de cada una de estas propiedades se asientan, en lugares dispersos,
las familias de colonos y asalariados rurales. El distrito tiene una población total
de 4,024 habitantes. La hacienda concentra una población aproximada de
2,600 habitantes. Los trabajadores y sus familias están “diseminados dentro de
un espacio de 12 leguas. Dichos colonos están bien separados unos de otros,
haciendo seis ranchos, donde tienen las chacras o su ganado” (Macera: 2000;
37). En opinión del hacendado Arrese, estos “jamás llegaran a formar un
caserío de 100 personas porque no es posible que, por reunirse, abandonen el
cuidado de sus intereses”. Solo existen siete u ocho grupos de chacras
existente en las haciendas y distantes entre sí de una a cuatro leguas. Al
interior de esta geografía residen los colonos. Y para Pedro Arrese “el más
considerable caserío es el de “Buenos Aires” que dispone de un buen
temperamento y buenas tierras. Es el mejor de “Morropón”, ya que tiene agua y
es un espacio agroganadero que se ubica a orillas del río Piura. 11
10
En un registro notarial de 12.02.1864, don Augusto Seminario y Váscones, de 28 años,
recibe un préstamo de cinco mil pesos de don Ignacio Escudero e hipoteca la mitad de su
hacienda de Pabur, que posee con su hermano Manuel Seminario y Váscones, en el distrito de
Morropón (ARP: 1864. M. rebolledo, f. 590v).
11
Otro registro fechado en 04.12.1866, muestra que don Manuel María Ramírez, Síndico
Procurador de la Agencia Municipal de Morropón, edad 33 años, propietario agrícola, otorga un
poder especial al Dr. Don Juan Evangelista Gonzales para que “representando los derechos y
acciones del pueblo de Morropón siga y fenezca los juicios y diligencias oficiales concernientes
a la tasación del área pública de dicho pueblo, facultando especialmente para que pueda
sustituir el presente poder en persona de su confianza (ARP:1866. M. Revolledo, f. 1107).
12
En 15.05.1867, Pedro Arrese firma un contrato de arriendo de la hacienda de Morropón a
Toribio Seminario y a Carlos Antonio del Valle y Vascones, por el plazo de nueve años. Precisa
que tiene otros potreros como Bejucal, Cajalobos y las invernas de Maray y terrenos de San
Cristóbal y potrero de Rinconada de Moscalá (ARP: 1867. M. Revolledo, fs. 236-237).
para afirmarse en el sitio de Moscalá, un microespacio territorial cercado por
varios cerros pero con agua suministrada por una acequia variable. Arrese
desesperado acudirá entonces a otros expedientes registrados en la Corte
Superior de La Libertad; esta vez se trata de un juicio seguido contra el
Prefecto de Piura y de una sentencia que le reconocía haber sido despojado de
una parte de sus haciendas y en la que vivían y se asentaban numerosos
trabajadores colonos de la sierra y yunga costeña. Luego optará por quejarse al
Congreso y a la Comisión de Demarcación Territorial. No quería aceptar que
una Resolución Suprema del 2 de enero de 1857 refrendado por don Ramón
Castilla había creado el distrito de Morropón y quebrado el poder feudal sobre
estos territorios “bisagra” con los pueblos de Frías, Santo Domingo y Chalaco.
Los principios y valores políticos y morales proclamados en 1821 empezaban a
introducirse radicalmente al interior de estos territorios en las que sobrevivían
una diversidad de poblados andinos y yungas derrotados temporalmente por el
poder oligárquico regional asentado en la ciudad de San Miguel de Piura. 13
13
Nos referimos al movimiento social liderado por don Isidoro Palomino de los Ríos en
Morropón y Yapatera entre 1821-1824. La historia política de Morropón es muy interesante ya
que evoluciona de caserío (1783) a la categoría de distrito en 1857 y a la de pueblo en 1866
para luego alcanzar el rango administrativo de Villa en 22 de noviembre de 1927 por la ley
5898 durante el gobierno de Augusto B. Leguía. En 31 de enero de 1936, durante el mandato
de Oscar R. Benavides se dicta la Ley 8174 creando la provincia de Morropón y señalando a
Chulucanas como su capital política. Los distritos que integran esta provincia son Chulucanas,
Morropón, Salitral, Santo Domingo y Chalaco (Tarazona, 1946: 1376).
laboriosidad sus habitantes. Este es un territorio en la que el problema
principal es el aislamiento de casi medio año, por la falta de vías y puentes, de
haciendas y comunidades con la ciudad de Piura, en la estación de lluvias.
Precisa que la provincia de Ayabaca tiene una población total de 34,395
habitantes. Comparativamente Ayabaca casi triplica su población (21,319) a la
de Frías (13,066). La novedad es que en esta última circunscripción la ciudad
de Frías apenas tiene 413 vecinos (Macera: 2000; 39). Es un territorio en la
que abunda la tierra y la población es muy escasa. 14
FRIAS HACIENDAS 3,552 Pariguanas, Llicsa, Pio, Las Lagunas, Pocluz, Huaala y
Pechuloquis
PUEBLO 413
SUBTOTAL 7,466
SUBTOTAL 5,600
TOTAL 13,066
Fuente: Macera, 2000: 40-42. “De Chalaco a la ciudad de Ayabaca dista 2 ½ días y a Frías dos días,
comprende una distancia que va de 16 a 20 leguas”.
Originalmente este proyecto lo inicia don Ramón Díaz quien solicitó que las
“reducciones” (caseríos) de Yapatera, Morropón, Salitral, Tambogrande y Suyo”
sean comprendidas en la Ley de 18 de noviembre de 1839. En efecto, en 22 de
Setiembre de 1858 la Cámara de Senadores aprobó el informe remitido por la
Comisión de Mejoras Locales presidido por J. Miguel Medina para después
pasarlo a la Cámara de Diputados. En sustancia, este informe señala que las
reducciones son reconocidas por el Estado y que estos gozaban de los
derechos políticos para autogobernarse y elegir a sus propias autoridades. La
Cámara de Diputados lo aprueba en 22 de Diciembre de 1858 precisando que
los propietarios de las haciendas recibirán el “valor justipreciado de los terrenos
que necesite para la población, por medio de sus municipalidades, fijando la
extensión de los ejidos con arreglo a la ley”. Para este efecto el Estado enviará
un ingeniero para actuar en concordancia con la Municipalidad, la autoridad
local y los propietarios de tierras (Macera, 2000: 74-75).
16
Los antecedentes presentados para esta decisión son la Ley de 18 de noviembre de 1839
que otorga derechos políticos a la villa de Sullana y la del 26 de octubre de 1853 a Querecotillo
(Macera, 2000: 76).
ideológica entre la ideología liberal del progreso, la ley, la razón y la
movilización social contra la tradición del pensamiento colonial y conservador
que utiliza a los caudillos militares y civiles para imponer regímenes
autoritarios, corruptos y represivos. En sustancia, se trata de definir en este
tiempo histórico acerca de quien domina y dirige a la ciudad y a la región de
Piura, de orientar y “decidir el porvenir de incalculables familias y el desarrollo
de las artes y las ciencias en los lugares que solo recordarán la ignorancia y la
opresión” (Macera, 2000: 77). Un buen ejemplo de la continuación de la
resistencia social y de la conservación de la memoria histórica lo expresa el
abogado Pedro A. Garcés quien señalando que lo que se está trabajando es
solo un acto de justicia en la que el Estado está obligado a “libertar a los
pueblos, del cruel despotismo que ejercen los hacendados sobre los
ciudadanos que pueblan sus terrenos”.17
Gregorio Chingue y familiares que residen y se movilizan entre Narigualá y Yapatera (ARP:
1869. M. Revolledo, f. 71v). Otro caso es la de Manuel Seminario y Santillán, edad 50 años,
agricultor y vecino del distrito de Yapatera, quien cancela 8,500 pesos a Roberto Seminario y
Váscones en 02.08.1869 (ARP: 1869. M. Revolledo, f. 377).
19
En efecto, en 10 de noviembre de 1866 se reúnen los miembros de la agencia municipal del
pueblo de San Ramón de Chulucanas, otras autoridades y vecinos, para tomar posesión del
área mensurado por un ingeniero de Estado. Esta vez el prefecto don Ramón Díaz dio lectura
de la ley de 18 de agosto de 1866. El tamaño del área pública asignado para la población es de
800 varas de longitud y otras 800 varas de latitud, fijándose los linderos con sus mojones
respectivos. A continuación se demarcaron las calles y plazas públicas y para que se guarde la
memoria eterna de los actos de justicia y libertad y de benevolencia y liberalidad del actual
gobierno se acordó adoptar como patrón del pueblo a San Ramón Nonato. Oficio de Garcés en
13 de octubre de 1868 (Macera, 2000: 82-83).
20
En Chulucanas vivía don Miguel Pacheco, edad 25 años, agricultor. En 01.09.1869 vende dos
ranchos que tiene en Piura, en la calle del Pedregal, por 225 pesos, a José Gertrudis Sangines
(ARP: 1869. M. Revolledo, f. 432v).
con asistencia de los vecinos del distrito y la finalidad de tratar asuntos públicos
y de bien común y ordenando que se registre mediante un acta los acuerdos
cívicos. Para este efecto se elige una comisión encargada de dirigir la
asamblea popular. El presidente designado es el ex_gobernador don José
María Machuca; como vicepresidente actúa el juez de paz don José María
Montenegro, y en calidad de escritores y secretarios, don Manuel Garcés,
Cipriano Ojeda, José Eugenio de los Ríos (Gobernador), Juan Dávila y Manuel
Evaristo Manrique. El objetivo central de esta asamblea de vecinos es la de
designar como “apoderado general y defensor de los intereses del pueblo” al
bachiller en Leyes y Sagrados Cánones, don Pedro Alvino Garcés, para que
pueda solicitar la ratificación del decreto dictatorial de 18 de agosto de 1866 al
Congreso del Perú y así garantizar los derechos de los vecinos y su
“autonomía política y existencia libre e independiente de toda dominación
privada” (Macera, 2000: 84).
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