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REPUBLICA, PUEBLOS Y MUNICIPIOS EN EL ALTO PIURA, Siglo XIX.

La
experiencia política de Morropón y Chulucanas en la conquista de la
ciudadanía.1
César Espinoza Claudio/ Universidad Nacional Mayor de San Marcos/ pontevedra54@yahoo.es
RESUMEN

El propósito central del artículo es la de explicar el papel central que jugaron los municipios de
Morropón y Chulucanas para la consolidación de los centros poblados al interior de los
latifundios de Morropón y Yapatera. Es un estudio preliminar sobre el municipalismo de la
época republicana naciente. Se trata de exponer el protagonismo de los municipios y de sus
liderazgos que manejando una cultura política y jurídica le disputan la hegemonía del poder a la
familia Arrese en un tiempo de construcción de la república y del Estado en la región de Piura
en el siglo XIX. Consultando fuentes manuscritas del Archivo Regional de Piura y el Congreso
de la República buscamos confrontar las creencias y los discursos con la realidad histórica en
una región en proceso de construcción y comprender la lógica política de estas
aglomeraciones de campesinos colonos, negros libertos y de pequeños propietarios mestizos y
criollos que han migrado y asentado en estos núcleos urbanos que posteriormente alcanzarían
las categorías de caseríos, pueblos, villas y capitales de distritos y provincias.

Palabras clave: centros poblados, hacienda, Chulucanas, Morropón, Yapatera, Piura.

REPUBLIC, VILLAGES AND MUNICIPALITIES IN THE HIGH PIURA, 19th


century. The political experience of Morropón and Chulucanas in the
conquest of the citizenship
ABSTRACT

The main objective of this article is to explain the essencial role that played the municipalities of
Morropón and Chulucanas for the consolidation of the populated centres inside Morropón and
Yapatera large states. It is a preliminary study about the “municipalismo” on the early republican
time. It also makes an effort to expose the protagonism of municipalities’ leadership handling a
political and juridical culture, and fighting for the hegemony and power against Arrese family in a
time of construction of state and republic in Piura's region in the 19th century. Consulting
manuscript sources of Piura's Regional Archive and the Congress of the Republic we try to
confront the beliefs and speeches and face them up with the historical reality of a region in a
development process, and to include the political logic of these agglomerations of rural
colonists, black freedmen, half-caste and Creole smallholders that have migrated and suited in
these urban groups that later would reach the categories of hamlets, villages, towns, and the
capitals of districts and provinces.

Key words: Populated centres, state, Chulucanas, Morropón, Yapatera, Piura

Introducción

En las últimas décadas del siglo XX la hegemonía del discurso historiográfico


limeño sobre las regiones del Perú empieza a cuestionarse y a relativizarse. 2
Esta vez las investigaciones están reforzadas con aparatos teóricos para

1
Este ensayo forma parte de un informe de Investigación titulado “Entre reformas y
restauraciones: la política y los pueblos indígenas en la costa norte de Piura: 1845-1895”.
Proyecto N° 081501051. Vicerrectorado de Investigación, IIHS, UNMSM, 2008.
2
Una muestra de la bibliografía reciente sobre la historia y la cultura en Piura puede verse en
Cornejo, 2007:375-396; Barranzuela, 2007; Lòpez 2007; Hernández, 2008; Del Busto, 2004;
Reyes, 2009.
ingresar al estudio socioeconómico y definir espacios de análisis históricos. La
región esta vez será planteada como una estructura y conjunto sistemático que
contiene un sistema de relaciones que van a dar forma y contenido a su
funcionamiento (Sala, 2008). El estudio de la región de Piura impondrá ahora
examinar algunas variables estructurales como la producción, la población y la
circulación de las mercancías. Este es por ejemplo lo que hizo Jacob
Schlüpmann para estudiar las dinámicas productivas y mercantiles en Piura
entre los siglo XVI y XIX, un estudio histórico de larga duración que trata de
explicar los cambios en la geografía económica de la sierra y la costa de Piura.
(Schlüpmann, 1993). En la historia económica se multiplica el uso de variables
como producción, exportación, la comercialización, etc. para construir la
historia colonial andina de espacios nacionales contiguos como Perú y Bolivia o
Perú y Ecuador. Así también lo hicieron Miguel Jaramillo, Luis Miguel Glave,
Susana Aldana, Alejandro Diez Hurtado, Jorge Ortiz Sotelo, Susana Aldana y
Bruno Revesz (Espinoza, 2005: 235-268).

Es a partir de esta perspectiva que ingresamos al examen de un grupo social


poco estudiado en Piura como son los centros poblados rurales y los
campesinos colonos en su aventura histórica por acceder a la tierra, construir
los pueblos y sus gobiernos municipales, en suma, la de liderar una forma
singular de movimiento político de resistencia contra el gran latifundio y el
gamonalismo piurano en la segunda mitad del siglo XIX (Diez Hurtado, 1998).
La guerra contra España y la formación del Estado obligó a una nueva división
interna del territorio nacional y regional para establecer un ordenamiento
político y administrativo de acuerdo al modelo republicano. Este es en el fondo
una copia de lo impulsado en Francia desde 1789 y la base ideológica
republicana e igualitaria para el manejo y la organización de un espacio.
¿Cuáles fueron las disposiciones oficiales de la clase política a comienzos del
siglo XIX para organizar el régimen interior en la costa norte y en Piura? Para el
siglo XX tenemos a dos autores ejemplares que empiezan a recopilar datos y a
lanzar algunas ideas sobre este problema crucial para organizar a la República.
El primero, don Germán Leguía y Martínez y su Diccionario Geográfico,
Histórico, Estadístico, etc. del Departamento de Piura (Leguía, 1914) y el
segundo, los volúmenes publicados por Pablo Macera D’all Orso titulado
“Parlamento y Sociedad en el Perú. Bases Documentales, siglo XIX” (Macera,
2000). Considero que es necesario estudiar estas divisiones político-
administrativas como un proceso histórico, con cambios y permanencias, y
asociados a los acontecimientos políticos locales, regionales y nacionales,
ligados a los conceptos republicanos de igualdad, democracia y justicia. La
lucha por la tierra estará asociada a estas pugnas de las delimitaciones
territoriales. Líderes eclesiásticos y civiles plantean y proclaman continuar con
la división existente o romper con el pasado colonial e impulsar una nueva
división? En sus respuestas encontramos los antecedentes y los parámetros
que se utilizaron para proponer una nueva división del espacio territorial y
político. Sin embargo, para la historia social es necesario conocer si hubo
debate político y discusión ciudadana o solo fue el resultado de negociaciones,
prebendas y acuerdos en el Congreso y el Ejecutivo (Chiaramonti, 2005: 276-
320).

La historia social para la región de Piura empieza a madurar en los años 70s
luego de los trabajos iniciales elaborados por Enrique López Albújar e
Hildebrando Castro Pozo. En las Universidades de San Marcos y la Católica
emerge una historia agraria que explora los temas de la hacienda y el
algodonero, la servidumbre y la hegemonía de los hacendados en el extremo
norte del Perú. En esta dirección destaca el libro de Claude Collin Delavaud
que compara la evolución agraria de tres grandes valles de la costa norte:
Piura, Trujillo y Lambayeque (Delavaud, 1984, 401-409). Estamos en una
coyuntura en la que los trabajos de Ciencias Sociales buscan explorar las
temáticas del cambio y la modernización de la sociedad rural en un espacio
regional (Revesz, 1997). En particular, se plantean proyectos y avances sobre
la problemática del campesinado y las comunidades indígenas. Se examina
algunas dimensiones singulares de los actores sociales en el campo piurano
rescatando su papel político como actor de transformaciones sociales, y analiza
las principales formas de organización política, los mecanismos de mediación
política y los discursos republicanos que le sirven para entablar alianzas y
mantener su protagonismo en la escena pública local y regional (Apel, 1996:
69-75).
A partir de 1990 el debate cambió y se reorienta una nueva tendencia en los
estudios, ahora se discute sobre la tradición (los campesinos andinos son
tradicionales y representan a fuerzas sociales arcaicas). Se discute su historia
más que su futuro, su identidad. Se busca examinar los temas de las
permanencias, el impacto del cambio climático en la organización social, se
privilegia entonces los temas de la religiosidad a nivel microlocal y de
microanálisis, y se impulsan proyectos de catalogación bibliográfica, la
construcción de atlas geográficos y la difusión de documentos claves de la
historia piurana. Es un tiempo de retorno con fuerza del positivismo, de la
historia política tradicional, del estudio de las elites, de la biografía, de la
microhistoria, etc. (Reyes, 2009 y Hernández, 2008).

Las luchas del campo han sido abandonadas por la historiografía de comienzos
del siglo XXI. En este artículo deseamos acercarnos a la historia política de un
microespacio del Alto Piura. Precisar como los actores y las poblaciones
rurales también dinamiza la rueda de la historia, y que si los excluyen de los
sistemas representativos entonces buscan nuevos voceros, contratan
abogados, acuden a la prensa y no se cansan de buscar otros caminos para
hacer públicas sus demandas históricas. Esto es precisamente lo que ocurrió,
asumiendo un discurso ideológico y una práctica política, con los colonos
campesinos y propietarios rurales, que organizados constituirán una fuerza
social y política para que los centros poblados de hacienda transiten de
pueblos, a capitales de distrito y de provincia como fue la experiencia histórica
de Sullana, Querecotillo, Tambogrande, Yapatera, Chulucanas y Morropón
entre 1839 y 1887.

1. Sociedad regional e investigación de los centros poblados rurales


en el siglo XIX.
Las ciencias sociales no han estudiado los procesos de emergencia de una
nueva sociedad regional como Piura en el siglo XIX. La historia y la memoria
del proceso sociopolítico de construcción y consolidación de pueblos, villas y
ciudades costeñas y altoandinas en un espacio rural dominado por el gran
latifundio y los mecanismos y la función que cumplen los movimientos sociales
en la reconfiguración de un nuevo poder social en el siglo XIX recién empieza a
ser conocido con algunos trabajos como las de Bruno Revesz Long, Anne
Marie Hocquenghem, César Espinoza Claudio, Susana Aldana, Juan Paz,
Alejandro Diez Hurtado y Miguel Jaramillo (Jacobsen y Diez, 2003: 137-180).
La región de Piura es un espacio que emerge y se consolida articulado a los
procesos de modernización capitalista y de democratización de su esfera
política desde mediados del siglo XIX. En esta coyuntura el auge del guano
inicia un proceso de reestructuración de la producción, de la comercialización y
del consumo a escala nacional reforzando e imponiendo nuevos núcleos
poblacionales en la organización de la sociedad regional de Piura. Este es un
momento histórico de la emergencia a la esfera pública de una variedad de
asentamientos públicos profundamente marcados por la migración de
poblaciones campesinas agroganaderas de los espacios yungas y serranos
hacia el interior de los grandes latifundios estancieros y algodoneros, y de la
formación de caseríos, pueblos, distritos y provincias libres y autónomos de la
influencia del poder gamonal terrateniente. La fuerza del capital y su impacto
en la sociedad regional es una experiencia sociohistórica interesante de
estudiar pues se observa la formación de amplios campos de cooperación y
conflicto de los pueblos sobre la base de nuevos vínculos interinstitucionales, el
fortalecimiento de redes de interdependencia y la difusión en el imaginario
colectivo de la cultura y la política moderna vía los periódicos locales, los
folletos, los pasquines, los volantes, la correspondencia y toda forma de la
palabra escrita, impulsando alianzas y asociaciones entre las jefaturas locales y
madurando la sensibilidad colectiva popular para construir la República desde
abajo (Espinoza, 2008: 237-268).

En esta dirección bajo el lema y la consigna del progreso las poblaciones de


colonos y arrendatarios campesinos de Yapatera, Morropón y Chulucanas
asociando liderazgos, asambleas y debates, frustraciones y esperanzas, se
plantearon centralizar y concentrar a las poblaciones dispersas al interior de
estas microurbes llamados “pueblos y villas” y así avanzar en el fortalecimiento
de sus negocios agromercantiles y redes sociales aglutinando a las
poblaciones serranas migrantes de Santo Domingo, Frías y Huancabamba. La
la resistencia de los pueblos a la dominación de las haciendas han dejado una
diversidad de pruebas documentales que simbolizan una conciencia
deliberativa y un movimiento social cotidiano de oposición de estas poblaciones
indígenas-mestizas y de negros libertos a partir de 1810. En efecto, utilizando
antiguas redes de comunicación, la palabra escrita y su difusión en los
periódicos locales, los pliegos de reclamos de estas micropoblaciones rurales
ingresarán a la esfera pública regional y nacional mostrando que sus ideas y
sus líderes estaban presentes en el debate nacional y urbano. Desde Lima se
impulsa la formación de un nuevo escenario político de reconstrucción de las
urbes y de organización de un programa de desarrollo regional que finalmente
desembocará en el tránsito político-administrativo de provincia litoral a la
formación del departamento de Piura en 1861 (Soria, 1999:1-28). En este
esfuerzo de acumulación de niveles de poder y de una mayor capacidad de
toma de decisiones se organizan y practican una variedad de mecanismos de
presión como las asambleas populares, las movilizaciones a la ciudad de Piura,
el envío de delegaciones para la presentación de expedientes al Congreso
Nacional y la difusión de los memoriales en los periódicos locales e
instituciones limeñas. En esta dirección el propósito de la acción colectiva de
los colonos y propietarios y trabajadores rurales de Chulucanas es la de
persistir en el mantenimiento de la movilización popular y la de ligar y articular a
escala regional el reconocimiento de sus derechos municipales frente al poder
de la hacienda estanciera. Para este efecto se teje todo un discurso social y
legal y también la reconstrucción de una memoria histórica local y regional con
la intención de no ser sujetos pasivos de la historia sino la de participar
activamente en un juego político complejo de lealtad y adicción, de resistencia
y rebelión contra los caudillos nacionales civiles y militares. En suma se trata
de un esfuerzo histórico de pueblos rurales que buscan construir y articular
instancias intermedias entre el Estado y la hacienda estanciera y algodonera y
contra la intención política de los hacendados de fragmentar su tejido social y
de imponerles fracturas raciales, culturales y políticas y de conservar el viejo
orden feudal colonial. En esta dirección asumen una variedad de mecanismos y
herramientas de comunicación como son la palabra escrita de sus
procuradores y abogados, las actas y los pasquines y volantes que van a
circular entre los pueblos yungas y altoandinos (Requejo, 1983:21-26). En
verdad, se trata de la difusión de ideas y de la lectura-escritura entre los
habitantes de ciudades y pueblos rurales utilizando los impresos, los
pasquines, las cartas y manuscritos de toda especie comunicando así sus
esperanzas y sus odios, así como sus miedos y emociones individuales y
colectivas. La sucesión de motines urbanos y de sublevaciones rurales en
numerosas localidades costeñas y serranas se generalizan a lo largo del siglo
XIX, y van formar parte de una cultura política del pueblo indio-mestizo en lo
que ahora se llama el Alto Piura. En esta cultura se asocian las ideas
republicanas y una memoria de la nación indígena, de sus movilizaciones y
reivindicaciones por la tierra y la lucha contra la servidumbre, así como los
juicios y reclamos de los negros libertos en la ciudad de Piura. Esta difícil
coyuntura política será descrita por los funcionarios de gobierno y sus
plumíferos defensores de la hacienda como un atentado al Estado de Derecho
y los opositores orden gamonal serán acusados de “comunistas” y sus pueblos
nacientes pasarán posteriormente a ser motejados públicamente de formar
parte de las filas de montoneras vengativas y de sumarse al bandolerismo
sanguinario negando la realidad política de que estas poblaciones estaban
asociados a organizaciones partidarias nacionales y que en determinados
momentos ya cansados de que las palabras ya no eran suficientes pues
pasarían cualitativamente al uso de la violencia política y armada en
momentos de repliegue de la ciudadanía activa y organizada y con bajo nivel
de organización. Entramos entonces a un tema que todavía no resuelve la
sociología histórica como es la de confirmar si son los sectores más pobres los
más reacios o pro/activos a participar e integrar una organización social, a una
identificación política y a consolidar una voluntad y proyecto político de
transformación en la segunda mitad del siglo XIX (Aljovin y Jacobsen, 2007).

El nacimiento de la República fue anticiudadano en el Perú y anticampesino y


antindígena en Piura. Los pueblos y las comunidades indígenas no
desaparecieron pero sí fueron invisibilizados en el discurso y en las políticas
públicas priorizándose inversiones en recursos materiales y tecnológicos solo a
favor de una minoría criolla urbana que se protegía con leyes y discursos de
ciudadanía, democracia y el orden social republicano. La construcción de una
identidad fue muy compleja y difícil en Piura, un espacio regional fronterizo
escasamente poblado y con una población dispersa y con escasos medios de
comunicación entre los pueblos costeños y altoandinos. Estudiar los centros
poblados y a las poblaciones rurales del Alto Piura y plantear su participación
activa en la política y la construcción de una serie de establecimientos urbanos
(centros poblados bajo la forma de caseríos, pueblos, villas y capitales de
distritos y provincias)y del Estado republicano y nacional en la segunda mitad
del siglo XIX, preservando su autonomía, una cultura de autogobierno y un
amplio despliegue y capacidad de adaptación cultural y económica, es un
desafío para las Ciencias Sociales y la historiografía regional de Piura. En este
ensayo deseamos analizar y comprender el proceso histórico de transición de
campesino a ciudadano, del reclamo por la tierra a la apuesta y la práctica
política por un gobierno municipal y regional en un espacio rural (Morropón,
Chulucanas, Yapatera) dominado por los grandes latifundios estancieros y
algodoneros antes y después de la guerra contra Chile.

Morropón es un pueblo que empieza a figurar en la vida pública de Piura


gracias a la actividad misionera religiosa de Martínez Compañón en 1783. En
efecto, este obispo recorrió los valles de La Chira y el Piura en 1784 y realizó
una segunda “reducción” de los habitantes dispersos en desiertos y médanos,
en haciendas y estancias, en su propósito de profundizar la evangelización
cristiana y garantizar un nuevo orden social rural y regional.
Administrativamente organiza un nuevo esquema de organización religiosa y
busca centralizar a la población alrededor de las capillas, una serie de edificios
que serán levantados por los campesinos colonos al interior de las grandes
propiedades previa coordinación y donación de pedazos de tierras
(ofrecimientos orales y sin documentos escritos) en los dos valles
mencionados. En efecto, estas nuevas agrupaciones de habitantes bautizados
y cristianos figuran como una novedad en el mapa de Piura del último tercio del
siglo XVIII; aquí están registradas las poblaciones de La Punta y Querecotillo,
Tambogrande, Yapatera, Chulucanas y Morropón. Se trata de un conjunto de
pueblos rurales comunicados por caminos y tambos, en su mayoría
compuestos por familias multiétnicas asentadas al interior de las haciendas y
otro sector poblacional migrante temporal proveniente de los espacios yungas
(Colán, Sechura y Catacaos) y serranos (Chalaco y Frías) para garantizar los
ciclos agroganaderos anuales (Huertas, 1996). Esta temporal división territorial
organizado por Martínez Compañón se consolidará con la visita y la venta de
tierras realengas realizados por los funcionarios del gobierno de Abascal en
1812, el proceso de elecciones para la designación de los diputados nacionales
y de las autoridades municipales, y también por la participación política y militar
de los habitantes de estos pueblos contra el ejército y los hacendados
españoles entre 1810 y 1825 (Espinoza, 2008). Durante el proceso histórico de
construcción de la República los colonos y habitantes de estos pueblos rurales
alcanzan una nueva victoria política con la RS del 2 de enero de 1857 por la
que Ramón Castilla sanciona la creación del distrito de Morropón y la
instalación de su gobierno municipal y articulación al gobierno de Piura y a la
nación del Perú.3

A comienzos de 1867, Morropón es un pueblo que tiene más de 150 casas,


ocupa un espacio geográfico saludable y está ubicado en un punto de
“confluencias de varios caminos de tráfico”. El lugar de Valdivia, propuesto por
el hacendado Pedro Arrese para su traslado, es un sitio que en invierno se
convierte en un pantano miasmático. En un informe de Ramón Díaz, prefecto
de Piura, se precisa que este pueblo está luchando para gozar de sus legítimos
derechos, y que en sus fronteras territoriales se encuentra asentado una
población de colonos y arrendatarios que busca la prosperidad mercantil como
así lo han logrado los pueblos de Sullana y Querecotillo desde 1839. 4

En la actualidad la provincia de Morropón está organizada en diez distritos. En


su interior el distrito de Morropón se ubica a 82.3 Km. de la ciudad Piura, ocupa
una extensión territorial de 170 km2 y está ubicada a una altitud de 131 msnm.
En el transcurso de más de dos siglos ha expandido sus fronteras rurales y
urbanas en las orillas de los ríos “La Gallega” y “Corral del Medio” cuyas aguas
desembocan en el río Piura. Morropón es un microespacio bisagra entre la
costa y la sierra. Una red de caminos y puentes articulan la economía, la
cultura y la política con los pueblos altoandinos de Frias, Chalaco y Santo

3
En 1850 don Ramírez Gastón es gobernador y juez de paz del distrito de Morropón.
En 1855 asume la gobernación don Ramón Taboada y don Pedro Calle el Juzgado de
Paz. El primer concejo municipal estuvo integrado por Manuel Taboada, alcalde y los
regidores Mercedes Casariego, Domingo Besantes, Justo Pastor Meza y Miguel
Alvarado. En: http://www.morropon.tk/. Posteriormente se le otorga la categoría de
villa por la ley Nº 5898 de 22 de Noviembre 1927, durante el gobierno de Augusto B.
Leguía. Finalmente, por ley Nº 8174 del 31 de enero de 1936 se crea la provincia de
Morropón con su capital Chulucanas (Alvarado, 1987: 78-81).
4
Oficio de Ramón Díaz, fecha 3 de enero de 1867. Macera, 2000: 89.
Domingo (que en sus inicios estuvo ubicado en las faldas del cerro Maray). Los
límites del distrito son: por el Noroeste con Chulucanas, el Noreste con Santo
Domingo, el Este con Santa Catalina de Mossa, por el Sur con Buenos Aires y
el Suroeste con La Matanza. El distrito de Morropón está centralizado en la
antigua villa urbana y 16 caseríos: Piedra El Toro, La Unión, San Luis, Pampa
Hacienda, Polvazal, Bocanegra, El Chorro, Talanquera, Zapotal, Franco Alto,
Franco Bajo, El Cerezo, Solumbre, Porvenir, La Huaquilla y Chisca Blanca.
Aunque a nivel de gobierno local no se les atiende administrativamente también
le pertenecen: San Pedro, Tutumo, Piura la Vieja, La Bocana,Monte de los
Padres y Maray. La población urbana de Morropón se asienta en un territorio
plano y rodeado por cerros y laderas de pendiente moderada. Su geografía
contiene tierras aptas para la agricultura y numerosos bosques dispersos en la
que antiguamente se formaban las invernasy potreros para la ganadería mayor
y menor.5 Los Meganiños de 1791 y 1891 provocaron una expansión de las
fronteras de recursos forestales y la crianza masiva de ganado vacuno,
caprino, ovino y porcino. El río la Gallega, que nace en la sierra, después de
cruzar el distrito se junta con el río Corral del Medio, formando un afluente del
río Piura. Las descargas hídricas mayores de este río se producen entre los
meses de enero y julio. La agricultura explota este recurso usando canales
rústicos y acequias y tomas secundarias.

2. El municipio de Morropón y sus luchas por la autonomía y


ciudadanía política.
En 13 de agosto de 1867 el presidente de la Comisión de Demarcación
Territorial del Congreso del Perú remite una respuesta escrita a la solicitad
presentada por el Síndico del pueblo de Morropón. Entre los elementos que
destacan en este informe se encuentra los siguientes: Por decreto Dictatorial
de 18 de agosto de 1866 se elevó a los pueblos de Morropòn, Yapatera,
Tambogrande, Suyo y Salitral de “reducción” a la categoría de “pueblo”. Se
trata de un reconocimiento político-administrativo que hace el Estado de un tipo
particular de agrupación humana organizado en un microterritorio administrado
por un grupo poblacional al interior de una hacienda y asignándole la instancia
5
En 01.07.1869, don Pedro Arrese, dueño de la hacienda de Morropón, ubicada a 18 leguas de
la ciudad de Piura, recibe un préstamo de José A. Mujica por 20 mil pesos para cancelar otra
hipoteca que había firmado a favor de don Juan de Helguero en 30.09.1862 (ARP: 1864, M.
Rebolledo, f.839).
de autogobierno y la obligación de elegir a sus autoridades y mantener la
subordinación a la autoridad y mandato del Prefecto provincial. El informe
precisa que estos agrupamientos humanos son pueblos que tienen las
condiciones para “gozar de los derechos políticos señalados por las leyes…que
(tienen) una municipalidad, gobernador, jueces de paz, un cura propio, un
considerable número de casas y una población de cerca de cinco mil
habitantes”.6 En el documento se precisa que “la Dictadura practicó un acto de
verdadera justicia emancipando, por decirlo así, a esos habitantes del pupilaje
en que se encontraban respecto del propietario del fundo” (Macera, 2000: 30-
31). Estamos frente a una reforma política en la que el Estado expropia a la
hacienda una parte de sus tierras con la promesa de una indemnización previa
tasación en los territorios del Alto Piura. Esta ley precisa la elevación del rango
administrativo de caserío a pueblo para asegurar los derechos constitucionales
favorables a un conjunto de familias de colonos campesinos y propietarios
rurales aglutinados desde finales del siglo XVIII en un microespacio territorial
centralizando sus viviendas y negocios agrícolas alrededor de una capilla
ordenada erigir por el obispo Martínez de Compañón. En este proceso de
estatización, de un sector de la hacienda de Morropón, interviene y realiza las
mediciones un ingeniero designado por el Estado y se registra la presencia y
actuación del Prefecto de Piura, don Ramón Díaz. 7 El 12 de noviembre de
1866, se realiza el acto festivo de entrega y posesión del terreno a la agencia
municipal y a las autoridades locales. Luego prosigue el trámite administrativo y
judicial. Aquí el Síndico Procurador de Morropón solicita mediante un escrito la
tasación del terreno y la actuación de un perito. Esta vez el hacendado se
resiste, no designó el suyo y por el contrario se negó a colaborar con lo
ordenado por el presidente Manuel I. Prado. Pero esto no impide que en la
tesorería departamental las gestiones del pueblo de Morropón avancen; se
realiza la tasación y se deposita su valor. Frente a estas iniciativas apoyadas

6
En Morropón no solo viven colonos y peones asalariados sino también propietarios de tierras.
En 15.07.1865, don Juan Godos y Merino, de 55 años, hacendados y vecino del distrito de
Morropón se obliga a don Ignacio Escudero y a Juan José Escudero por 4 mil pesos para
comprar la hacienda de Jambur, de la testamentaria de don Pedro Pablo Ruesta (ARP: 1865,
M. Revolledo, f.292).
7
Ramón Díaz es un personaje poco estudiado. Es un propietario de tierras y político vinculado
a la elite piurana. En 03.04.1865, junto a Juan de Helguero, actúa en calidad de apoderado de
Josefa y Diego de Lama, para procesar la cesión de un terreno en el sitio de “rio seco”, Sullana
(ARP: 1865, M. Revolledo, f. 142).
por los funcionarios de gobierno, el hacendado se resiste organizando un
pequeño batallón de hombres armados para la destrucción y quema de casas y
a empeñarse en desalojar a los colonos de sus chacras. Estas acciones
buscan que la población de colonos campesinos y propietarios rurales
abandonen el sitio de Moscalá y se asienten en otro lugar distinto. La
resistencia campesina es violenta. Al interior del pueblo se han reforzado los
lazos sociales y la identidad grupal alrededor de un templo católico. Las
autoridades municipales movilizan a sus vecinos para reconquistar un espacio
agrario que les permita reproducir sus bases materiales y acumular pequeñas
fortunas ya que Morropón es un sitio clave para articular los negocios de las
casas comerciales nacionales y extranjeras asentadas en la ciudad de Piura y
articuladas a los pueblos yungas y serranos de Frías, Santo Domingo y
Chalaco (López, 2007:42-71).

En efecto, aquí interviene don Federico Manrique, diputado por Piura, quien en
12 de julio de 1867 exigirá a las autoridades nacionales para que el Congreso
haga efectivo la ley de 18 de agosto de 1866 y se cumpla lo ordenado por la
Suprema Resolución del Congreso de Huancayo de 1839; se trata de dos
recursos jurídicos favorables al pueblo de Morropón. Medio año atrás, don
Ramón Díaz, en su calidad de Prefecto de Piura informaba por un escrito de 12
de noviembre de 1866 que el había cumplido con lo ordenado por la ley de 18
de agosto de 1866. Esta vez precisa que el terreno asignado al pueblo mide
763.7 metros de latitud por longitud y que sus limites fronterizos llegaban a la
casa de Victoriana Gimenez, con una acequia, una loma y casas de Enrique
Castro, Juan Manuel Carnero y el cerro de Sondorillo. 8

Esta lucha por la tierra enfrenta dos concepciones ideológicas sobre el proceso
de construcción de la República. En la región de Piura, don Manuel Mariano
Ramírez, síndico del pueblo de San Ignacio de Morropón solicita que el Estado
los proteja y cancele la indemnización al dueño de la hacienda. De otro lado, el
propietario de la hacienda, don Pedro Arrese, pugna por conservar la integridad

8
Ramón Díaz precisa que adjunta una copia de un acta que figura en el archivo de la
Secretaria de la Prefectura extendido por el abogado Juan Evangelista Gonzales (Macera,
2000: 32). En 12.03.1865, don Manuel Baltazar Meneses León firma su testamento. Precisa en
este documento que tiene una chacra en un sitio llamado las “Guaquillas”, hacienda de
Morropón, y otra en la hacienda Franco, cultivada con algodón (ARP: 1865, M. Revolledo, f.
123).
de sus tierras apoyado por abogados y una fuerza armada rural. En su
desesperación por quebrar la voluntad incólume de los habitantes del pueblo
de Morropón practica una simulada generosidad ya que ofrece a cambio de las
tierras de Moscalá otro sitio llamado”Valdivia”, un espacio calificado de
pantanoso y epidémico para la vida de las gentes del campo. La denuncia de
Manuel M. Ramírez es radical y precisa que los pueblos de Morropón,
Chulucanas y Salitral “han gozado desde muy atrás de los derechos políticos
señalados por las leyes (tienen) su municipalidad, gobernador, jueces de paz,
cura… que (ejercen) sus funciones de autoridades allí constituídas…No puede
dejar de ser independiente un pueblo cuyas autoridades necesitan libertad para
funcionar y no proceder bajo la tutela del duro coloniaje, sujetándose a los
caprichos o conveniencia de un feudalismo injustificable”(Macera, 2000: 33).

Frente a esta posición Arrese renueva sus recursos legales y trata de imponer
el miedo usando la violencia y la fuerza física contra los vecinos que apuestan
por el “pueblo”; llega incluso a denunciar a los habitantes del pueblo de
haberse amotinado contra el hacendado y su arrendatario don Toribio
Seminario acusándolos de “ladrones y criminales”. Este último personaje había
sido autorizado para organizar y movilizar a un grupo armado con gente del
campo y de la ciudad de Piura. La resistencia de los vecinos y de las
autoridades se acrecienta y crecen las denuncias contra los Arrese. Este será
acusado de asesinato por los familiares de Tomás Moreno quien murió
atacado a machetazos por Catalino González, mayordomo de la hacienda de
Morropón en 20 de agosto de 1867. Otro mayordomo llamado Telémaco Pérez
será acusado de amedrentar y obligar a abandonar el pueblo a don Juan
Manuel Carnero, juez de Paz del distrito de Morropón. Este a su vez denunció
que había sido despojado de su “inverna” (valorizado en 8 mil pesos) y de su
casa (mas o menos 2000 pesos).9

No debemos confundir el distrito, con el pueblo y la hacienda de Morropón.


Estamos pues frente a un poblado rural que concentra y centraliza a cientos de
campesinos colonos y propietarios rurales en un microespacio urbano, que

9
En 27.09.1867 don Ygnacio Carrasco, edad 30 años, agricultor y vecino del distrito de
Morropón, otorga una carta poder a José Jacinto Morales, agente de negocios judiciales, y a
don Mateo Otiniano, Procurador de la Corte Superior de justicia de La Libertad, para apurar sus
juicios (ADP: 1867. M. Revolledo, f. 488).
ahora se ocupan de la explotación de sus pequeñas y medianas propiedades y
terrenos del distrito y poblado rural de Morropón, antiguamente llamado
Moscalá (también Moscalaque). Es un núcleo urbano que asocia a trabajadores
colonos, yanaconas, y pequeños y medianos propietarios rurales y
comerciantes. No se trata solo de campesinos asalariados y arrendatarios de
de la gran propiedad de Morropón,Buenos Aires, Franco y Pabur. 10 El ámbito
territorial del distrito comprende la hacienda de Morropón, Payba y Franco. Al
interior de cada una de estas propiedades se asientan, en lugares dispersos,
las familias de colonos y asalariados rurales. El distrito tiene una población total
de 4,024 habitantes. La hacienda concentra una población aproximada de
2,600 habitantes. Los trabajadores y sus familias están “diseminados dentro de
un espacio de 12 leguas. Dichos colonos están bien separados unos de otros,
haciendo seis ranchos, donde tienen las chacras o su ganado” (Macera: 2000;
37). En opinión del hacendado Arrese, estos “jamás llegaran a formar un
caserío de 100 personas porque no es posible que, por reunirse, abandonen el
cuidado de sus intereses”. Solo existen siete u ocho grupos de chacras
existente en las haciendas y distantes entre sí de una a cuatro leguas. Al
interior de esta geografía residen los colonos. Y para Pedro Arrese “el más
considerable caserío es el de “Buenos Aires” que dispone de un buen
temperamento y buenas tierras. Es el mejor de “Morropón”, ya que tiene agua y
es un espacio agroganadero que se ubica a orillas del río Piura. 11

Don Pedro Arrese y Toribio Seminario insistirán en su proyecto de que este


centro poblado de Morropón se reasiente finalmente al interior del distrito de
Buenos Aires y no en Moscalá. 12 Pero esta posición no será apoyada por el
Prefecto don Ramón Diaz quien se empeña en legalizar y legitimar a Morropón

10
En un registro notarial de 12.02.1864, don Augusto Seminario y Váscones, de 28 años,
recibe un préstamo de cinco mil pesos de don Ignacio Escudero e hipoteca la mitad de su
hacienda de Pabur, que posee con su hermano Manuel Seminario y Váscones, en el distrito de
Morropón (ARP: 1864. M. rebolledo, f. 590v).
11
Otro registro fechado en 04.12.1866, muestra que don Manuel María Ramírez, Síndico
Procurador de la Agencia Municipal de Morropón, edad 33 años, propietario agrícola, otorga un
poder especial al Dr. Don Juan Evangelista Gonzales para que “representando los derechos y
acciones del pueblo de Morropón siga y fenezca los juicios y diligencias oficiales concernientes
a la tasación del área pública de dicho pueblo, facultando especialmente para que pueda
sustituir el presente poder en persona de su confianza (ARP:1866. M. Revolledo, f. 1107).
12
En 15.05.1867, Pedro Arrese firma un contrato de arriendo de la hacienda de Morropón a
Toribio Seminario y a Carlos Antonio del Valle y Vascones, por el plazo de nueve años. Precisa
que tiene otros potreros como Bejucal, Cajalobos y las invernas de Maray y terrenos de San
Cristóbal y potrero de Rinconada de Moscalá (ARP: 1867. M. Revolledo, fs. 236-237).
para afirmarse en el sitio de Moscalá, un microespacio territorial cercado por
varios cerros pero con agua suministrada por una acequia variable. Arrese
desesperado acudirá entonces a otros expedientes registrados en la Corte
Superior de La Libertad; esta vez se trata de un juicio seguido contra el
Prefecto de Piura y de una sentencia que le reconocía haber sido despojado de
una parte de sus haciendas y en la que vivían y se asentaban numerosos
trabajadores colonos de la sierra y yunga costeña. Luego optará por quejarse al
Congreso y a la Comisión de Demarcación Territorial. No quería aceptar que
una Resolución Suprema del 2 de enero de 1857 refrendado por don Ramón
Castilla había creado el distrito de Morropón y quebrado el poder feudal sobre
estos territorios “bisagra” con los pueblos de Frías, Santo Domingo y Chalaco.
Los principios y valores políticos y morales proclamados en 1821 empezaban a
introducirse radicalmente al interior de estos territorios en las que sobrevivían
una diversidad de poblados andinos y yungas derrotados temporalmente por el
poder oligárquico regional asentado en la ciudad de San Miguel de Piura. 13

Esta lucha política tiene un trasfondo económico pues se disputa la hegemonía


local para controlar un espacio demográfico y mercantil integrado por los
pueblos de la sierra de Ayabaca. En efecto don Baltazar León y Seminario,
diputado por Piura, remitió en 9 de setiembre de 1867, una petición de los
vecinos de la provincia de Ayabaca para que la revise la Asamblea
Constituyente y la Comisión de Demarcación Territorial del Congreso del Perú.
En este petitorio se incluye un informe, de fecha 22 de julio de 1866, evacuado
por don Ramón Díaz, Prefecto de Piura dirigido al Ministerio de Gobierno,
Policía y Obras Públicas. En síntesis, este informe señala que los datos
acumulados permiten proponer una subdivisión de la provincia de Ayabaca en
dos unidades administrativas: Frías y Ayabaca. Se trata de crear dos provincias
en un ámbito territorial de geografía abrupta, con espacios escarpadas,
montañas inaccesibles y bosques espesos en la que trabajan con mucha

13
Nos referimos al movimiento social liderado por don Isidoro Palomino de los Ríos en
Morropón y Yapatera entre 1821-1824. La historia política de Morropón es muy interesante ya
que evoluciona de caserío (1783) a la categoría de distrito en 1857 y a la de pueblo en 1866
para luego alcanzar el rango administrativo de Villa en 22 de noviembre de 1927 por la ley
5898 durante el gobierno de Augusto B. Leguía. En 31 de enero de 1936, durante el mandato
de Oscar R. Benavides se dicta la Ley 8174 creando la provincia de Morropón y señalando a
Chulucanas como su capital política. Los distritos que integran esta provincia son Chulucanas,
Morropón, Salitral, Santo Domingo y Chalaco (Tarazona, 1946: 1376).
laboriosidad sus habitantes. Este es un territorio en la que el problema
principal es el aislamiento de casi medio año, por la falta de vías y puentes, de
haciendas y comunidades con la ciudad de Piura, en la estación de lluvias.
Precisa que la provincia de Ayabaca tiene una población total de 34,395
habitantes. Comparativamente Ayabaca casi triplica su población (21,319) a la
de Frías (13,066). La novedad es que en esta última circunscripción la ciudad
de Frías apenas tiene 413 vecinos (Macera: 2000; 39). Es un territorio en la
que abunda la tierra y la población es muy escasa. 14

Provincia de Frias, 1866.


DISTRITOS Unidades poblacionales POBLACION Descripción
TOTAL

FRIAS HACIENDAS 3,552 Pariguanas, Llicsa, Pio, Las Lagunas, Pocluz, Huaala y
Pechuloquis

COMUNIDADES 3,501 Sapillica, Yerbabuenas, Naranjo

PUEBLO 413

SUBTOTAL 7,466

CHALACO HACIENDAS 150 Simiris

COMUNIDADES 5,450 “muchos sitios”.

SUBTOTAL 5,600

TOTAL 13,066

Demarcación geográfica de Frías, Chalaco y Santo Domingo, 1866

Nombre del Distrito Características de sus fronteras

FRIAS Capital de provincia

CHALACO Cabecera del distrito, la población de Chalaco, la comunidad de


Yamango y sitios ubicados al Este de la quebrada de San
Miguel

SANTO DOMINGO Cabecera del distrito, la capilla de Santo Domingo y el territorio


al Oeste de la misma quebrada

Fuente: Macera, 2000: 40-42. “De Chalaco a la ciudad de Ayabaca dista 2 ½ días y a Frías dos días,
comprende una distancia que va de 16 a 20 leguas”.

La población de Morropón es multiétnica. Aquí conviven blancos criollos, indios


de Catacaos y Sechura, mestizos y cholos de Piura y negros de las haciendas
14
Schlupmann ofrece un dato muy interesante sobre la población concentrada en las haciendas
del Alto Piura: Morropón (2,866); Pabur (1,029); Yapatera (1,018). La aldea de Chulucanas
(1,336) y el pueblo de Moscalá (780). Estos datos corresponden al censo de 1876
(Schlupmann, 1990: 120-121).
circunvecinas. Los colonos de la hacienda declaran que son “personas
industriosas impulsadas del deseo de trabajar en la agricultura pagando la
módica pensión que el propietario de este fundo les ha exigido” (Macera: 2000;
68). Es un conjunto de propietarios rurales y de familias campesinas que se
han reproducido al interior de la hacienda practicando la agroganadería y la
explotación de los recursos forestales existentes en los cerros que rodean a
este centro poblado.15 Desde mediados del siglo XIX la ciudad de Piura vive el
auge mercantil del tráfico del guano y del algodón. Los pueblos costeños y
serranos incrementan sus flujos de intercambio. La gente que vive y negocia en
Morropòn es prácticamente una “bisagra” económica articuladora de los flujos
mercantiles de las casas comerciales de Piura-Paita con las poblaciones
altoandinas de Frías, Chalaco y Huancabamba. En esta orientación avanza la
ecuación: aumento de la población e incremento de la agricultura mercantil que
oferta la hacienda y los colonos campesinos. Este último grupo social en su
deseo de promover e incrementar sus negocios denuncia que sus inversiones
en trabajo y capital están casi bloqueadas porque a sus precios suma los
gastos en transporte y el recorrido de más de 16 leguas entre Piura y
Morropón. En suma, estos últimos se encuentran en desventaja con los
productores que abastecen a los consumidores locales que sí tienen
asegurados sus ganancias ya que no incluyen los gastos en transporte. Así con
la finalidad de reforzar sus intereses plantean que una solución a este
problema es que el Estado erija un pueblo en “un punto de dicha hacienda
(Morropón) y que sea más a propósito para este efecto”. Es decir, este grupo
de colonos y propietarios campesinos proponen abiertamente la fundación y
organización de un nuevo núcleo urbano que facilite la creación de un mercado
de intercambio para fortalecer la unión y la buena armonía y lograr el bien
general de la República. Así, mediante un escrito, de fecha 8 de setiembre de
1870, lo solicita Don Ramón Romero (Gobernador) y Juan León y S. (Síndico)
al Congreso Nacional. Este es uno de los viejos principios republicanos de
1821 que busca cristalizarse para fundar la nación y el Estado peruano frente al
dominio de los grandes latifundios.
15
En 01.12.1868, don Juan de Helguero declara ser propietario y vecino del distrito de
Morropón; en esta fecha señala ser “guardador” de una menor llamada Manuela Godos (ARP:
1868. M. Revolledo, f. 1061v). En 07.10. 1868, don Pedro Sandoval, edad 60 años, viudo,
arriero, vecino de Morropón, vende un terreno de “pan sembrar”, ubicado en el distrito de
Castilla, a Baltazar Losada, por 225 pesos (ARP: 1868. M. Revolledo, f. 951).
Pero el trámite no es fácil pero sí es antiguo ya que lo planteó Isidoro Palomino
de los Ríos en 1821 cuando estas haciendas estaban controladas por el
marques de Salinas. Casi medio siglo después encuentran la oposición de la
familia Arrese. Estos en su propósito de alargar y anular la solicitud proponen
otro sitio llamado Buenos Aires dentro de la hacienda de Morropón. Se trata de
otro territorio ubicado cerca al río, con buen temperamento y el goce de
abundantes “tierras de humedad” propicio para el trabajo de los colonos, así
como la disponibilidad de un “camino real” por donde transitan diariamente las
gentes de la sierra y de la costa de Piura. Para este efecto solicitan a las
autoridades nacionales la elevación del rango administrativo de Buenos Aires
de “reducción” a “pueblo”, y que las autoridades locales faciliten el traslado de
los colonos y sus familiares hacia este punto otorgándose de esta manera la
seguridad y la confianza en la convivencia humana entre colonos y
arrendatarios y toda clase de vecinos sometidos a las leyes nacionales. En
buena cuenta, los hacendados solicitan que el Estado adjudique otras
extensiones de tierras vecinas para el asentamiento de esta población y que
Buenos Aires pase de la categoría de “reducción” a pueblo (Macera: 2000; 69).
Este proyecto tiene el consentimiento y la aprobación del dueño de la hacienda
de Morropón, don Pedro Arrese, quien por oficio de 14 de noviembre de 1870,
lo dirige al Congreso Nacional precisando que para este efecto cedería un
pedazo de terreno gratuitamente y sin cobranza de pensión ni gravamen a su
favor para que Buenos Aires se convierta en un espacio habitable para los
colonos de Morropón (Macera, 2000: 70-71).

En estas circunstancias, en 21 de enero de 1869, don Pedro Albino Garcés,


bachiller en Leyes y Sagrados Cánones, actúa como representante de los
ciudadanos de Yapatera. Este informa que a comienzos de diciembre de 1868
presentó a la Cámara de Diputados el proyecto de “erección de los pueblos de
Yapatera, Salitral, Tambogrande, Morropón y Suyo”. Recuerda que antes este
proyecto había sido estudiado y revisado por la Cámara de Senadores y que en
1858 había pasado a la Cámara de Diputados, y aquí había sido aprobado y
recomendado para que se discutiera en la sección de Orden del Día. En esta
instancia Garcés solicita que este proyecto pase a la Comisión de Memoriales.
En esta instancia pide los “antecedentes originales del proyecto los mismos
que estaban extraviados. Para solucionarlo intervino el ex_diputado don
Ignacio Varillas. A la fecha lo tiene en su poder el señor Fernandini para que
entregue su dictamen” (Macera, 2000: 71). Administrativamente los
expedientes se paseaban por los pasillos del Congreso.

Originalmente este proyecto lo inicia don Ramón Díaz quien solicitó que las
“reducciones” (caseríos) de Yapatera, Morropón, Salitral, Tambogrande y Suyo”
sean comprendidas en la Ley de 18 de noviembre de 1839. En efecto, en 22 de
Setiembre de 1858 la Cámara de Senadores aprobó el informe remitido por la
Comisión de Mejoras Locales presidido por J. Miguel Medina para después
pasarlo a la Cámara de Diputados. En sustancia, este informe señala que las
reducciones son reconocidas por el Estado y que estos gozaban de los
derechos políticos para autogobernarse y elegir a sus propias autoridades. La
Cámara de Diputados lo aprueba en 22 de Diciembre de 1858 precisando que
los propietarios de las haciendas recibirán el “valor justipreciado de los terrenos
que necesite para la población, por medio de sus municipalidades, fijando la
extensión de los ejidos con arreglo a la ley”. Para este efecto el Estado enviará
un ingeniero para actuar en concordancia con la Municipalidad, la autoridad
local y los propietarios de tierras (Macera, 2000: 74-75).

La Comisión de Mejoras Locales, integrado por Esteban Giménez, José


Joaquín Inclán, Pedro José Monje y Tomás Gadea, envía un informe en 22 de
Diciembre de 1858 señalando que han revisado y aprobado el proyecto de
Ramón Díaz para que se incluyera en la ley de 18 de noviembre de 1839 a
Yapatera, Morropón, Salitral, Tambogrande, Suyo y Querecotillo. Este conjunto
de “caseríos” pasan a gozar de la categoría de Distritos. Son unidades
administrativas que dependen del Estado y están supervisadas por un
Gobernador Político; mantienen el gobierno de la municipalidad, una escuela
de primeras letras y un párroco. Además, “los ciudadanos de ellas ejercen las
funciones electorales y en el Catastro de la contribución fiscal están inscriptos
los contribuyentes de cada uno con separación” (Macera, 2000: 75). La
recomendación que precisan es que las casas familiares dispersas y ubicadas,
unas de otras, a grandes distancias se centralizaran en estos pueblos y de esta
forma los vecinos “disfruten de los beneficios de la acción municipal, de la
pronta administración de justicia, de la instrucción pública y aún de los
consuelos espirituales que los curas ya no pueden proporcionar como
debieron” (Macera, 2000: 76). Estos son los viejos principios de la República de
Ciudadanos.

A todo esto se agrega la decisión, con fecha 5 de enero de 1859, de la


Comisión de Mejoras Locales, de aprobar la recomendación de la Cámara de
Senadores para que “se erijan en pueblos las reducciones de Yapatera,
Morropón, Salitral, Tambogrande y Suyo, de la provincia Litoral de Piura”. 16 El
Estado y las comisiones de los Congresos apoyan y protegen, bajo el sistema
del clientelaje político, a las poblaciones congregadas en las “reducciones” para
luego elevarlas administrativamente de caseríos de haciendas a pueblos-
capitales de distritos y avanzar en la recomposición de sus jerarquías políticas
de colonos campesinos a ciudadanos del Perú. Esta es una micromuestra de la
competencia por el poder en un microespacio rural. Esta vez, a los vecinos de
Morropón, las poblaciones que les sirven de ejemplo de los adelantos y
progresos alcanzados en la agricultura regional son las de Sullana y
Querecotillo. En estos pueblos se han consolidado las jefaturas locales y la
sensibilidad colectiva para construir la República desde abajo (Seminario,
1986: 221-282). En esta dirección bajo el lema y la consigna del progreso y la
civilización, las poblaciones de colonos y arrendatarios de Yapatera,
Chulucanas y Morropón, asociando ideas y debates, frustraciones y
esperanzas, se plantean centralizar y concentrar a las poblaciones dispersas
en estas microurbes y así avanzar en el fortalecimiento de sus negocios
agromercantiles y redes sociales con las poblaciones serranas de Santo
Domingo, Frías y Huancabamba. Se trata en el fondo de organizar sitios de
sociabilidad compartidos por distintos estamentos socioétnicos. Es la
continuación de la lucha antifeudal y anticolonial de pueblos de campesinos
colonos contra los grandes propietarios terratenientes, entre los hacendados de
poder absoluto y pequeños grupos de civilización urbana que impulsan la
conquista de los derechos colectivos y la resistencia legal acompañando la
movilización política de otros pueblos indios y mestizos en la región. En efecto,
por debajo de los conceptos jurídicos y constitucionales se encuentra una lucha

16
Los antecedentes presentados para esta decisión son la Ley de 18 de noviembre de 1839
que otorga derechos políticos a la villa de Sullana y la del 26 de octubre de 1853 a Querecotillo
(Macera, 2000: 76).
ideológica entre la ideología liberal del progreso, la ley, la razón y la
movilización social contra la tradición del pensamiento colonial y conservador
que utiliza a los caudillos militares y civiles para imponer regímenes
autoritarios, corruptos y represivos. En sustancia, se trata de definir en este
tiempo histórico acerca de quien domina y dirige a la ciudad y a la región de
Piura, de orientar y “decidir el porvenir de incalculables familias y el desarrollo
de las artes y las ciencias en los lugares que solo recordarán la ignorancia y la
opresión” (Macera, 2000: 77). Un buen ejemplo de la continuación de la
resistencia social y de la conservación de la memoria histórica lo expresa el
abogado Pedro A. Garcés quien señalando que lo que se está trabajando es
solo un acto de justicia en la que el Estado está obligado a “libertar a los
pueblos, del cruel despotismo que ejercen los hacendados sobre los
ciudadanos que pueblan sus terrenos”.17

3. Chulucanas se moviliza por la tierra y la autonomía política.

Este poblado se encuentra al interior de la hacienda y el distrito de Yapatera.


En esta pugna entre la resistencia de los pueblos y la subordinación que tratan
de imponer los hacendados encontramos las pruebas evidentes de una
conciencia deliberativa y de un movimiento social cotidiano de oposición. En
buena cuenta, el bachiller Pedro Albino Garcés, a nombre de los vecinos de
Chulucanas, informa que el Prefecto del departamento, don Ramón Díaz
cumplió con entregar la posesión formal del área que ocupan, con asistencia de
la agencia municipal, de las autoridades locales y los vecinos notables del
distrito, previa mensura hecho por el ingeniero de Estado y la lectura de la Ley
de 18 de agosto de 1866, expedida por el Jefe Supremo de la República,
Coronel don Mariano Ignacio Prado, en la que se ordena que se “erige a esa
reducción o caserío, en pueblo, con todos los derechos inherentes a su
autonomía política y existencia libre e independiente de toda dominación
privada”. Esta Ley ordenaba a los vecinos que a cambio de la “posesión,
perpetua pura y perfecta” del terreno de la hacienda se cancele el justiprecio al
dueño de la hacienda de Yapatera. 18 Pero la historia de los pueblos no es lineal
17
Pedro A. Garcés, con un oficio de 29 de octubre de 1868 señala que el “expediente” de 1858
no se encuentra en el Archivo, así lo ratifica don Manuel P. Acevedo, oficial archivero del
Congreso en 12 de noviembre de 1858 (Macera, 2000: 80).
18
Yapatera es un micro espacio urbano habitado no solo por negros y blancos. Este es un
territorio que ocupan temporalmente numerosas familias de Catacaos. Este es el caso de José
ya que la resistencia del propietario también busca apoyo del Ejecutivo y de los
diputados del Congreso nacional con la finalidad de apagar y destruir los
sueños de libertad de sus habitantes y destruir el tejido de la memoria
identitaria de los pueblos rurales. Las luchas sociales y legales se intensifican
como parte de la cultura política de los campesinos indígenas pues
anteriormente otras leyes ya habían otorgado este derecho a la reducción de
Chulucanas para alcanzar la categoría de pueblo en el año de 1839 y de igual
forma a la de Sullana (Macera, 2000: 81-82).19

Utilizando antiguas redes de comunicación, la palabra escrita y su difusión en


los periódicos locales los pliegos de reclamos de estas micropoblaciones
rurales nos muestran que sus ideas y sus líderes estaban presentes en el
debate urbano y en el nuevo escenario político de la construcción no solo de
sus urbes sino de un programa de desarrollo regional que finalmente
desembocará de provincia litoral a la creación del departamento de Piura en
1861. Se trata entonces de actores sociopolíticos que en el caso de Yapatera,
Morropón y Chulucanas tiene sus representantes, abogados sanmarquinos,
que hablaban por ellos, y que al organizarse y movilizarse formaban y
consolidaban un tejido sociorural y urbano frente al poder de los grandes
hacendados.20

En este esfuerzo de acumulación de capital político y de una mayor capacidad


en la toma de decisiones se realiza una asamblea popular en el pueblo de San
Ramón de Chulucanas el 04 de agosto de 1868 en el local de la Gobernación,

Gregorio Chingue y familiares que residen y se movilizan entre Narigualá y Yapatera (ARP:
1869. M. Revolledo, f. 71v). Otro caso es la de Manuel Seminario y Santillán, edad 50 años,
agricultor y vecino del distrito de Yapatera, quien cancela 8,500 pesos a Roberto Seminario y
Váscones en 02.08.1869 (ARP: 1869. M. Revolledo, f. 377).
19
En efecto, en 10 de noviembre de 1866 se reúnen los miembros de la agencia municipal del
pueblo de San Ramón de Chulucanas, otras autoridades y vecinos, para tomar posesión del
área mensurado por un ingeniero de Estado. Esta vez el prefecto don Ramón Díaz dio lectura
de la ley de 18 de agosto de 1866. El tamaño del área pública asignado para la población es de
800 varas de longitud y otras 800 varas de latitud, fijándose los linderos con sus mojones
respectivos. A continuación se demarcaron las calles y plazas públicas y para que se guarde la
memoria eterna de los actos de justicia y libertad y de benevolencia y liberalidad del actual
gobierno se acordó adoptar como patrón del pueblo a San Ramón Nonato. Oficio de Garcés en
13 de octubre de 1868 (Macera, 2000: 82-83).

20
En Chulucanas vivía don Miguel Pacheco, edad 25 años, agricultor. En 01.09.1869 vende dos
ranchos que tiene en Piura, en la calle del Pedregal, por 225 pesos, a José Gertrudis Sangines
(ARP: 1869. M. Revolledo, f. 432v).
con asistencia de los vecinos del distrito y la finalidad de tratar asuntos públicos
y de bien común y ordenando que se registre mediante un acta los acuerdos
cívicos. Para este efecto se elige una comisión encargada de dirigir la
asamblea popular. El presidente designado es el ex_gobernador don José
María Machuca; como vicepresidente actúa el juez de paz don José María
Montenegro, y en calidad de escritores y secretarios, don Manuel Garcés,
Cipriano Ojeda, José Eugenio de los Ríos (Gobernador), Juan Dávila y Manuel
Evaristo Manrique. El objetivo central de esta asamblea de vecinos es la de
designar como “apoderado general y defensor de los intereses del pueblo” al
bachiller en Leyes y Sagrados Cánones, don Pedro Alvino Garcés, para que
pueda solicitar la ratificación del decreto dictatorial de 18 de agosto de 1866 al
Congreso del Perú y así garantizar los derechos de los vecinos y su
“autonomía política y existencia libre e independiente de toda dominación
privada” (Macera, 2000: 84).

Estamos ahora en un tiempo histórico en la que Mariano I. Prado había dejado


el poder del gobierno nacional y había asumido el mando don José Balta. El
propósito de esta acción colectiva en Chulucanas es la de persistir en el
mantenimiento de la movilización popular y la de ligar y articular a escala
regional el reconocimiento de sus derechos municipales frente al poder de la
hacienda estanciera. Para este efecto como hemos visto se teje todo un
discurso social y legal y también de la historia y una memoria selectiva con la
intención de no ser sujetos pasivos de la historia sino la de participar
activamente en un juego político complejo de lealtad y adicción, de resistencia
y rebelión contra los caudillos nacionales civiles y militares. En suma se trata
de un esfuerzo histórico de pueblos rurales que buscan construir y articular
instancias intermedias entre el Estado y la hacienda estanciera y algodonera y
contra la intención política de los hacendados de fragmentar su tejido social y
de imponerles fracturas raciales, culturales y políticas. En esta dirección
encuentran una variedad de mecanismos y herramientas de comunicación
como son la palabra escrita de sus procuradores y abogados, las actas y los
pasquines y volantes que van a circular entre los pueblos yungas y altoandinos.
En verdad, se trata de la difusión de la lectura-escritura entre los habitantes de
ciudades y pueblos rurales utilizando los impresos, los pasquines, las cartas y
manuscritos de toda especie comunicando sus esperanzas y sus odios, así
como sus miedos y emociones individuales y colectivas. La sucesión de
motines urbanos y de sublevaciones rurales se generalizan y van formar parte
de una cultura política del pueblo indio-mestizo de lo que ahora se llama el Alto
Piura. En esta cultura se asocian las ideas republicanas y una memoria de la
nación indica de sus luchas y reivindicaciones por la tierra y la lucha contra la
servidumbre, así como las luchas y reclamos de los negros libertos en la ciudad
de Piura. Esta difícil coyuntura política será descrita por los funcionarios de
gobierno y sus plumíferos defensores de la hacienda quienes acusaran de
“comunistas” a estas poblaciones y sus pueblos nacientes quienes a su vez
pasarán a formar las filas de las montoneras y el bandolerismo pues verificarán
que en la política hay momentos en que las palabras ya no son suficientes y
pasarán al uso de la violencia política y armada en momentos de repliegue de
la ciudadanía activa y organizada y con bajo nivel de organización. Entramos
entonces a un tema que todavía no resuelve la sociología histórica como es la
de confirmar si son los sectores más pobres los más reacios o pro/activos a
participar e integrar una organización social, a una identificación política y a
consolidar una voluntad y proyecto político de transformación en la segunda
mitad del siglo XIX (Espinoza, 1985: 10-17)

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