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Desvelando abusos.
Plata y contrabando.
Los círculos de patronazgo virreinales.
Decreciente celo reformista.
Ciclos de corrupción colonial.
Entre los muchos males identificados por Aponte en 1622, el más dañino para
la economía colonial era la administración corrupta del asiento minero de
Huancavelica. Su manejo como monopolio real era desastroso: “el peso y lastre
de este reino del Perú, y la cosa que más encarga todos los años y en la que
menos diligencias se hacen de su aumento”.
Las autoridades no castigaban esta práctica abusiva y costosa. Más aún, las
autoridades se apropiaban de parte del mineral de mercurio producido en lugar
de distribuirlo, como era propio, entre los mineros de plata que lo necesitaban
para sus obras de refinamiento.
El primero de los ciclos estudiados por Quiroz abarca el periodo colonial tardío,
marcado por los malos manejos de los funcionarios reales a favor de sus
propios intereses, especialmente los relacionados con la administración de las
rentas reales provenientes de la actividad minera.
Saqueo patriota.
Turbios préstamos externos.
Círculos de patronazgo caudillesco.
El azote del régimen guanero.
El general Simón Bolívar, cabeza de la campaña final que venció al ejército
realista en Perú, también tomó parte en las dañinas prácticas de expropiación
local y abuso de autoridad. Bolívar y su dedicado ministro José Faustino
Sánchez Carrión decretaron, en el periodo 1824-1825, la confiscación de las
rentas y la expropiación subsiguiente de quienes se hubiesen refugiado en la
fortaleza del Real Felipe en el Callao, el último bastión desesperado de
españoles y criollos recalcitrantes. Sánchez Carrión recibió varias propiedades
como recompensa a sus fieles servicios. Bajo condiciones de extrema penuria
fiscal y endeudamiento, un Congreso servil recompensó a Bolívar en 1826 con
más de un millón de pesos.
Mientras tanto, los funcionarios de gobierno mal pagados saqueaban las rentas
de provincias y confiscaban propiedades privadas. Tal fue el caso
documentado del teniente coronel Juan Pablo Santa Cruz, gobernador de
Chincha Baja y protegido del caudillo bolivariano, el general Antonio Gutiérrez
de la Fuente: veintinueve vecinos verificaron la ilegal apropiación que Santa
Cruz había hecho de ganado y bienes, no para el servicio de la patria sino para
su propia ganancia, una forma de despotismo que consideraban era peor que
el de los españoles.
Se alquilan militares.
El legado del Califa Leguía y los civilistas.
Escándalos del Oncenio de Leguía.
Sanciones ineptas.
González Prada sostenía que la guerra, el desastre económico y una sustancial
pérdida de territorio no habían servido de lecciones para enmendar los males
heredados. La élite civil había quedado sumamente debilitada con los pesados
gravámenes, expropiaciones, quiebras y la perturbación económica durante la
guerra y la ocupación militar. Profundas divisiones políticas continuaron
minando la unidad y la estabilidad nacionales. El camino hacia la recuperación
inevitablemente comenzó con el renacimiento de los feudos militares, pagados
y mantenidos por extranjeros o nacionales, hecho que reforzó a grupos o redes
de interés.
En cierta medida, la Guerra del Pacífico había contribuido a una involución que
recordaba los días más obscuros del caudillismo inmediatamente posterior a la
independencia.
Remozando la corrupción.
Dictadura cívico – militar.
Redes de corrupción, participación del Sector Privado.
Corruptelas militares, colusión con el narcotráfico, caída cinemática.
El golpe militar de 1968 había abierto grandes oportunidades para oficiales
militares con desmedidas aspiraciones. Desde comienzos de la década de
1970, Montesinos, un joven y ambicioso capitán de infantería, logró
posicionarse exitosamente como secretario personal o asistente de importantes
militares y exjefes de inteligencia: el ministro de Relaciones Exteriores y primer
ministro Edgardo Mercado Jarrín (1973-1974); el ministro de Agricultura
Enrique Gallegos Venero (1974-1975); y los primeros ministros Jorge
Fernández Maldonado (1976) y Guillermo Arbulú Galiani (julio-agosto de 1976).
A medida que el estado de salud del presidente Juan Velasco Alvarado se iba
deteriorando, Montesinos complotaba por adelantar las posiciones políticas de
sus jefes en pugna por la presidencia.
El último ciclo analizado por Quiroz no podía ser otro que el registrado entre
1990 y 2000, comandado por el binomio nefasto Fujimori-Montesinos, quienes
a través de la cooptación de todas las ramas del poder público, tras el
autogolpe de 1992, gozaron de plenas libertades para hacerse con los fondos
públicos en beneficio propio.
COMENTARIO:
Esta es una breve lista que sintetiza las coincidencias en el ejercicio del poder
de varios presidentes de la república en la historia del país en los últimos dos
siglos según Quiroz:
Hay una correlación entre la época que nos ha tocado vivir y el fin de las
ideologías y de la política: eso hace que el ejercicio del poder en muchos
países esté viciado con actos de corrupción. Encontramos corrupción en la
misma crisis económica de Estados Unidos: las agencias de calificación de
riesgo hicieron mal su trabajo con entidades aparentemente sólidas y
confiables que luego se derrumbaron. Algo así deja la sensación de que la
política, como servicio a los demás, es ahora una forma de aprovecharse de los
recursos ajenos.
Alfonso W. Quiroz demuestra que Leguía no solo concentró casi todas las
prácticas de corrupción conocidas hasta ese momento, sino que al mismo
tiempo se convirtió en una suerte de modelo a seguir por varios presidentes del
siglo XX.
La década de 1990 fue la que pareció ofrecer el mejor ambiente para que se
desarrollaran negocios turbios entre funcionarios del gobierno de turno y
compañías e inversionistas privados. El contexto de privatización de la
economía fue el escenario perfecto para malas prácticas entre una y otra
esfera.
Ese mismo funcionario que, en el año 2000, firmaría un decreto secreto con el
cual se compensaba con quince millones de dólares a Vladimiro Montesinos
por servicios prestados al país.
Quiroz define la corrupción como el mal uso del poder político burocrático por
parte de camarillas de funcionarios coludidos con mezquinos intereses privados
para obtener ventajas económicas o políticas contrarias a las metas del
desarrollo social mediante la malversación o el desvío de recursos públicos y la
distorsión de las políticas e instituciones. Es decir, corrupción es el abuso de
los recursos públicos para beneficiar a unas cuantas personas o grupos,
involucra explícitamente el poder y la política, al sector público y al privado y su
efecto en políticas, instituciones y en el progreso del país.
CONCLUCION:
A lo largo de la historia que cuenta Alfonso Quiroz se puede ver con claridad
cómo, en lugar de irse construyendo un Estado republicano con leyes y marcos
normativos adecuados, con funcionarios que hacen cumplir la ley y con
ciudadanos que van aprendiendo a sentirse parte de una sociedad incluyente
que los considera, a diferencia de esto, se va perfilando y consolidando un
Estado sin derecho, en el que las leyes están dadas para no ser cumplidas, y
donde las formas patrimoniales del poder se van remodelando y recreando en
cada periodo de la historia. La corrupción atenta persistentemente contra el
desarrollo nacional y se pierden importantes oportunidades para lograrlo.
La corrupción es: “El mal uso del poder político y burocrático coludido con
intereses privados”.
Alfonso W. Quiroz.