Versátil, auténtica, luchadora y amante del deporte... No le molesta que le digan chola, si le agregan un calificativo amable 

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11 de junio de 2017, 5:00 AM
11 de junio de 2017, 5:00 AM

No es la clásica rubia que generalmente protagonizaba las telenovelas. La actriz peruana, Stephanie Karina Orúe Rodríguez, que se identifica como chola, es de figura delgada, piel canela, larga cabellera y ojos negros, un poco rasgados. Con 30 años, se ganó su lugar peldaño a peldaño y aunque pensaba que sería un sueño difícil, estudió, se formó, trabajó y luchó por conseguirlo. A sus 18 años ya interpretaba su primer rol en una serie de TV.
“Siempre quise ser actriz. Desde muy niña me enamoré de la televisión, pero en la escuela me decían que era algo casi imposible por mis rasgos físicos y porque en el mundo artístico no habían protagonistas cholas. Todas eran rubias, gringas y muy lindas. Antes para ser popular tenías que ser bonito. Hoy eso ya cambió”, explica.

Sus rasgos andinos  llaman la atención Asegura que nunca fue víctima de discriminación y que más bien gracias a sus raíces ha conseguido papeles en los que puede hacer de empleada, como también de una exótica modelo.
Sus rasgos andinos llaman la atención Asegura que nunca fue víctima de discriminación y que más bien gracias a sus raíces ha conseguido papeles en los que puede hacer de empleada, como también de una exótica modelo.

Pero lo imposible se hizo realidad. En 2007 comenzó a actuar y  no paró más. En 2016 encarnó a Rita y a Valentina, la actriz principal de Valiente amor, una telenovela que tuvo un gran impacto no solo en Perú, sino también en nuestro país, donde acaba de finalizar. 
En la novela, su contrincante la llamaba Pocahontas, un personaje que le gustaba cuando era niña porque se identificaba con ella. 


¿Alguna vez te has sentido discriminada? Le consultamos. Responde que es una realidad que se vive, pero que no le ha tocado directamente. Considera que depende de cómo se lo toma cada persona. “¿Que existe discriminación en el mundo de la televisión?, no lo podemos negar. ¿Que debe haber gente que me ha ‘choleado’? es más que seguro que sí. Pero no me importa, yo sé lo que valgo y sé quien soy. Soy superchola y soy feliz de serlo, no me molesta que me digan así, más si le van a poner después el calificativo de linda”, dice con vehemencia la ‘Wewe’, que es su apodo de niña y como hasta ahora la llaman en su barrio.


Más bien considera que es una bendición, porque justamente por ser chola le han tocado personajes tan “ricos”. Los productores siempre están buscando personajes que se identifiquen cada vez más con el público. Y cuando a Stephanie le ofrecen un papel de provinciana o trabajadora del hogar, lo asume como un reto. Aprovecha sus rasgos físicos, raíces y esencia. Se transforma y trata de sacarle el jugo todo que puede. 


Por tu físico, ¿te han encasillado en ciertos personajes? Stephanie no lo ve así, al contrario, siente que con sus papeles ha ido rompiendo esquemas. No tiene límites. Gracias a su versatilidad ha interpretado tanto a una mujer de la selva como a otra de la sierra peruana. Hizo de policía, de prostituta, de detective, de empleada doméstica y hasta de hombre.

Una mujer que da pelea
Su Facebook un imperio con cientos de fotos en distintas facetas de Yayita, el otro apodo que le pusieron sus compañeros del Teatro de la Universidad Católica, donde se formó. En fotos se  la ve actuando en el teatro o en el set de televisión, en los camerinos, modelando, haciendo deporte o paseando en el parque con su perro Dyango, del que dice es su ‘hijo’ canino. 
Orúe aparece sola, con su familia, con sus amigos y colegas y con su pareja, el polaco Adrian Sikorski, con quien vive hace cuatro años y medio y con quien tiene planificado casarse, aunque aún no tienen bien definida la fecha.    

De hermosa figura Es una mujer que cuida mucho su alimentación y come sano, no solo para mantener una figura armoniosa y saludable. La palta y el camote son su perdición. Ir a la playa es uno de sus pasatiempos preferidos.
De hermosa figura Es una mujer que cuida mucho su alimentación y come sano, no solo para mantener una figura armoniosa y saludable. La palta y el camote son su perdición. Ir a la playa es uno de sus pasatiempos preferidos.

Sus post están cargados de comentarios. Se pueden leer piroipos como “diosa”, “bellísima”, “más que linda” y “hermosa Chinita”, que es su tercer apodo, el del mundo del espectáculo. No ha faltado alguno que otro desatinado, al que ella se decidió a contestar con enojo y molestia. 
Hace casi cinco años practica el muay thai, un arte marcial de defensa personal con el que aprendió a pelear, golpear con los puños y a patear. 


Se enamoró de ese deporte y también de su entrenador. “Estaba grabando la serie Comando Alfa, y quise aprender esta disciplina muy similar al boxeo tailandés porque quería mejorar mi rol de policía. Me gustó y también me gustó el profesor. Fue amor a primera vista”, afirma entre risas la dueña de una figura envidiable que hace 15 años va al gimnasio, un lugar donde su cuerpo y su mente se conectan, que le da estabilidad y donde se siente plena y se energiza. 

Aprendió a ser valiente
Cuando tenía 10 años esta chalaca, nacida en El Callao el 9 de marzo de 1987, pasó por uno de los momentos más difíciles de su vida. Su madre, Rosalina Rodríguez, perdió su trabajo y tuvo que buscar nuevos horizontes lejos de Perú para sostener a sus hijas. Durante cinco años trabajó en Estados Unidos, desde donde enviaba dinero a su familia. 


Orúe recuerda que cuando vio a su madre subir al avión, sintió miedo de no volver a verla. La Chinita y su hermana, Helena Burgos, se quedaron al cuidado de sus abuelos Yolanda y Serapio, que falleció dos años después. Aunque hablaba todos los días por teléfono con su madre y recibía órdenes desde miles de kilómetros de distancia, dentro suyo seguía latente el temor a perderla. 


El tiempo compartido con sus abuelos fue lindo y divertido, les hacía bromas y la apoyaban en sus locuras y en su deseo de ser cantante, pero nada de eso suplía el vacío que dejó la ausencia de su madre y la de su padre, Benjamín, vocalista de una legendaria banda de rock peruano de los años 70, PAX, con quien no tuvo mucho contacto hasta sus 15 años. Fue por entonces que ambos lograron regenerar el vínculo que habían perdido y se volvieron buenos amigos.


“El primer año fue lindo. Era más una aventura, andar con mis amigas y salir, pero cuando pasó el tiempo, los días eran distraídos pero las noches se me hicieron muy tristes. Mi mami se perdió momentos importantes de mi vida y de la de mi hermanita, que muchas veces me llamaba ‘mamá’. Esa ausencia hizo que me volviera un tanto insegura y temerosa. No teníamos papá ni mamá físicamente y ese hueco nada lo podía llenar”, recuerda con un dejo de tristeza.


A insistencia de Stephanie, Rosalina decidió regresar a Perú. El día en que debía retornar, el vuelo se retrasó más de dos horas y cuando finalmente el avión arribó, los pasajeros salían y se reencontraban con sus familias, pero su progenitora no aparecía y el temor crecía. Mamá fue la última en aparecer. Al verla con su cabello teñido de rojo y algunos mechones fucsia, el alma le volvió al cuerpo. “Fue difícil retomar la relación en las primeras semanas porque su pequeña se había convertido en una mujercita”, afirma.

De patito feo a cisne
Desde muy pequeña sufrió astigmatismo y miopía severas y tuvo que usar lentes hasta el año pasado, cuando decidió someterse a una cirugía correctiva. Como su medida era de más de 10 en uno de sus ojos y más de siete en el otro, tenía que usar cristales muy gruesos y grandes, tanto que le tapaban más de la mitad de la cara. “En mi barrio me decían ET. Eso hizo que me sintiera el patito feo de la escuela”, recuerda.
“Era casi ciega. Mucho tiempo actué sin ver bien, veía todo muy borroso e incluso siento que debido a eso desarrollé mis otros sentidos un poco más. Pero tenía la necesidad de ver de verdad y por eso decidí comenzar a ahorrar para operarme”. Recién se animó el año pasado y fue un alivio. “Ya no tendré que usar lentes nunca más”, dice, liberada.


El tiempo pasó y ahora siente y ve la vida y el trabajo de manera diferente. Dejar los lentes fue algo simbólico para ella. “Antes no era consciente de cuánto trabajo tenía, parecía una máquina que no paraba nunca”, valora. Como comenzó muy joven en la actuación no tenía tiempo para decidir y aceptaba cada rol que le llegaba. 


“Esa necesidad de querer ver bien sin nubarrones, llegó junto con mis ganas de repensar las propuestas que me hacen. Hoy veo mi vida diferente y con mayores oportunidades. Evalúo, analizo y leo bien antes de aceptar un nuevo proyecto”, subraya.

Se volvieron como una gran familia La Chinita agradece haber trabajado con un hermoso grupo humano, con el que tiene una linda relación de amistad. En cada proyecto, dice, se genera un lazo familiar y se crea una relación fuerte con todos los actores.
El elenco de Valiente Amor. Se volvieron como una gran familia La Chinita agradece haber trabajado con un hermoso grupo humano, con el que tiene una linda relación de amistad. En cada proyecto, dice, se genera un lazo familiar y se crea una relación fuerte con todos los actores.

Dos desnudos en su carrera
Desde que tiene uso de razón imitaba a los profesores delante de sus compañeros, cantaba para su madre y simulaba una asfixia para asustar a su abuelo que la regañaba. Hoy se ve como una actriz que no le teme a los desafíos. Con 30 años ha participado en más de 20 producciones televisivas entre telenovelas y series, cinco películas y cerca de una decena de obras de teatro. Las tablas son su gran amor y el arte que prácticamente le salvó la vida. Gracias a su pasión por la actuación venció la timidez que la caracterizaba desde pequeña.


En 2009 la Chinita dejó con la boca abierta a todo su público cuando protagonizó un desnudo, el más comentado de su carrera, en la obra teatral La Chunga, de Mario Vargas Llosa, junto con la reconocida actriz peruana Mónica Sánchez, a quien también besa en esa puesta en escena. Este, asegura, fue el papel más difícil que le haya tocado interpretar porque empezaba a destacar en su carrera.
El otro, que fue más un semidesnudo, lo hizo durante el rodaje de la película La Vigilia. 


¿Lo volvería a hacer? Responde que lo analizaría bien porque, si bien los dos anteriores fueron justificados y los hizo con gente muy seria, ahora lo pensaría mucho porque más allá de ser fácil o difícil, lo importante es lo que proyecta el personaje con su interpretación. De lo que está casi segura es que no haría un desnudo en televisión porque hay mucho morbo. “Es masiva y me daría más vergüenza”, expresa.

también hace de modelo Imagen de la línea Everlast Perú El deporte es una de sus pasiones. A diario se entrena, por lo que las tiendas la eligen como imagen para su ropa deportiva.
También hace de modelo
Imagen de la línea Everlast Perú. El deporte es una de sus pasiones. A diario se entrena, por lo que las tiendas la eligen como imagen para su ropa deportiva.

Materia pendiente
La música es un asunto pendiente en su vida. Su sueño es cantar con su padre. Ya lo hizo en público en un local de jazz, que es el género que le gusta, al igual que el soul. Su padre tocaba la guitarra mientras ella cantaba. “Tiene buena voz”, reconoció Pacho Pax después de esa memorable ocasión.


Esa fue una linda experiencia, pero su deseo es hacerlo profesionalmente. “No quiero que uno de los dos se vaya de este mundo sin cumplir ese anhelo. Estamos en proyecto y espero que pronto podamos mirarnos y decir: lo logramos. Así como quiero morir haciendo teatro, mi gran amor, cantar es otra de mis mayores pasiones y es algo que va muy en serio”, finaliza. 

Fotos Rubén Suárez (Rsj Studio) /El Comercio /Internet/ Facebook de Stephanie Orúe