(Foto: Archivo El Comercio)
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Fernando Vivas

Odebrecht y otras empresas de Brasil tuvieron presencia en varios gobiernos. Pero con el de Ollanta Humala y Nadine Heredia hubo una apuesta política especial. Aquí, la historia de cómo se gestó.

Es el vicio más viejo del mundo, pero en pocas décadas ha adquirido una perversa sofisticación que parece transformarlo en algo nuevo: oficinas de ‘operaciones estructuradas’, algoritmos para escamotear ganancias, coimas procesadas a través de ‘offshores’ ordenadas como cajas chinas.

Sumen un detalle político estremecedor: empresas privadas apoyadas por un Estado poderoso –¡Brasil sexta economía mundial!– para ejecutar obras sobrevaloradas fuera de sus fronteras. Una APP (asociación público-privada) para delinquir transnacionalmente. Si solo nos atenemos a lo confesado por Odebrecht en EE.UU.: en un lapso de pocos años pagaron, en 12 países de América Latina y África, US$788 millones en coimas. Aquí, Odebrecht arrancó muy temprano, en 1979. Pero la fase perversa y documentada arranca en el gobierno de Toledo. Según lo poco detallado en las confesiones, se pagaron US$29 millones desde la licitación de la carretera Iirsa Sur hasta las adendas de la línea 1 del metro. Ahí asoman los trucos del esquema: licitación ganada con coimas y declarada de interés especial para escapar controles, proyecto mal diseñado que provoca adendas que, en este caso, llegaron a 22 durante el gobierno de García. Las inversiones brasileñas aumentaron con la segunda gestión aprista y ello tuvo un correlato político al más alto nivel: siendo presidente de Brasil, Lula se quedó en Lima en visita de Estado, tras la cumbre de mandatarios de Europa y América Latina (ALC-UE), en mayo del 2008. En el comunicado conjunto firmado por los dos gobiernos, se habla de una “alianza estratégica”. Hubo otra visita de Estado, el 10 de diciembre del 2009 en Lima y García la retribuyó el 16 de junio del 2010 en Manaos, donde se volvió a hablar de la mentada alianza y Lula fue invitado a inaugurar el último tramo de la Interoceánica Sur. No acudió, pero ya había acudido a la zona en el 2004 a hablar de esa y otras megaobras, en una reunión tripartita con Toledo y el boliviano Carlos Mesa. La alianza se volvió de veras estratégica en todos los niveles: de gobierno a gobierno, empresarial (Marcelo Odebrecht visitó Palacio alguna vez, Jorge Barata lo hizo varias y en una voló en el avión presidencial con García) y hasta místico, pues se promovió una imagen fantástica del gigante de la región y su empresa emblemática nos donó un Cristo. Pero faltaba un giro para pasar a lo que podríamos llamar corrupción 2.0: el mal brasileño ya no se conformará con negociar con gobiernos como los de Toledo y García. Ahora querrá poner al próximo.

—Ay, Caracas—
Los dirigentes del humalismo y de sus ex aliados de Ciudadanos por el Cambio con los que he conversado para esta crónica coinciden en que Brasil no figuraba en el menú de influencias de Ollanta Humala en su primera campaña del 2006. Todos confirman que hubo un patronazgo casi exclusivo de Venezuela y el fiscal Germán Juárez ha recogido las viejas denuncias, y sumado sus propias pesquisas, que dan cuenta de las distintas formas y agentes que usó el chavismo para apoyar financieramente la campaña nacionalista, de forma tal que no se violara la prohibición de nuestra legislación respecto al aporte directo de gobiernos extranjeros.

La relación quedó maltrecha tras la derrota y a pesar de los generosos aportes. La percepción de que el pico a pico de Hugo Chávez con García sumó votos a Alan y no a Ollanta fue insoportable. Además, el apoyo a la campaña incluyó a unos asesores chambones que presentaban encuestas en las que Humala ganaba prácticamente en primera vuelta.

Así las cosas, al humalismo le quedó claro que con el chavismo no volvía a intentarlo de ninguna manera. Entonces, la secretaria de relaciones internacionales del partido, Nadine Heredia, se puso a buscar nuevos padrinos. El aura de partido contestatario y antiestablishment, aunque no marxista, del Partido Nacionalista Peruano (PNP) le granjeó la colaboración del CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales), una ONG española que apoyó a gobiernos próximos a la izquierda y a sus paisanos de Podemos. Pero ya próxima la campaña, se hizo claro que los españoles Roberto Viciano y Manuel Monereo, enviados del CEPS, eran ‘puro floro’. El frente Gana Perú, que bajo la candidatura de Humala, nucleaba a Ciudadanos por el Cambio, el Partido Socialista, Patria Roja y otros grupos de izquierda, necesitaba plata y márketing político, necesitaba un padrinazgo tan o más sólido que el de Hugo Chávez.

—Al foro me voy—
Un importante aliado de Humala me dice que no había que viajar al encuentro de los brasileños. Que ellos estaban aquí bien representados en la Cámara Peruano Brasileña. El presidente de Capebras, Miguel Vega Alvear, me asegura que él no fue anfitrión de eventos donde los Humala se codearan con Barata y gerentes de otras constructoras, sino que fue el Grupo Brasil, que reunía a estos últimos, el que hizo tales encuentros. En efecto, en una de las agendas de Nadine Heredia, está anotada una cena del Grupo Brasil el 25 de mayo del 2010. Y el 31 de agosto de ese año, se anota un encuentro con ‘el Sr. Barata’. Era temprano para hablar de amistad y de apuesta segura.

El esquema brasileño es mancomunado. Se necesita la firma de dos, o por lo menos del titular de la cuenta estratégica. En este caso, era el PT (Partido dos Trabalhadores) de Lula y su sucesora Dilma Rousseff. Un rápido vistazo a este proceso histórico de corrupción muestra que Lula abre mercados para sus empresas emblemáticas. Por ejemplo, Rafael Correa expulsó a Odebrecht de Ecuador en el 2008 tras una obra mal hecha, pero esta volvió dos años después. Se presume que Lula abogó por ella ante Correa. Hoy, Ecuador figura entre los 12 países donde se coimeó.

Por lo tanto, el PNP en el 2010, con hambre de influencias, no iba a hacer clic con empresarios guiados por las encuestas de intención de votos que daban a Ollanta un escuálido dígito. Primero necesitaba el amén de un partido de gobierno con olfato estratégico y un pretexto de ideología compartida. El estatismo chavista había caído pésimo en el 2006. En cambio, el desarrollismo brasileño con su gustito por las APP era celebrado en todo el Perú. Ollanta ya olía ese aroma cuando Lula nos visitó en diciembre del 2009 e hizo cola para que este lo atendiera en el Swissôtel, antes de partir para Brasilia. No nos hubiéramos enterado de esa cita al paso si no fuera por que el PNP la difundió en una orgullosa nota de prensa. Lula era el crack del momento. En el 2010, había que encontrar padrino sí o sí. Nadine viajó más de una vez a los encuentros del Foro de Sao Paulo, que reunía a partidos de izquierda de la región. Mis fuentes coinciden en que Javier Diez Canseco, cuyo Partido Socialista era miembro del foro, ayudó a que el PNP se matriculara. En Sao Paulo, Nadine afianzó la relación con los cuadros del PT. E hizo un viaje a El Salvador que una de mis fuentes define como crucial. Allí conoció al presidente Mauricio Funes y a su esposa, la brasileña Vanda Pignato, que le habría metido en la cabeza la idea de buscar al marketero Joao Santana, quien había hecho triunfar a su esposo. Nadine contactó a Santana, que vino a Lima, pero hizo una oferta inalcanzable. Entonces, fue angustiada a Brasil a pedir recomendaciones y apareció el nombre de Valdemir Garreta, ex petista, que había fundado una agencia de márketing político. Garreta contrató a Luis Favre, que hablaba español y conocía el Perú de años atrás. Conseguido el padrinazgo ideológico del PT gracias a la izquierda, los Humala no tuvieron empacho en hacerlo visible. Hasta se llegó a evaluar la posibilidad de invitar a Lula, con el pretexto de un evento universitario, para tenerlo en la foto con Ollanta. La idea no cuajó por obvia y antidiplomática. Valter Pomar, encargado de relaciones internacionales del Foro de Sao Paulo, se instaló en Lima y compartía con los aliados izquierdistas de los Humala críticas al giro hacia el centro que Favre impuso a la campaña. Irónicamente, Diez Canseco, que había ayudado al PNP a ligarse a Lula, fue propuesto por su partido en la lista parlamentaria y los Humala lo rechazaron, pues les asustaba su perfil radical. Me cuentan que el PS elevó su protesta hasta el Brasil, para que el PT intercediera por JDC. Y así fue, pues Diez Canseco postuló y entró al Congreso. (No hace mucho le escribí a Pomar. Me dijo que no tuvo injerencia directa en la campaña, pero me admitió que sí tuvo injerencia en el reclamo de la izquierda en pro de JDC).

Cuando Humala prendió en el electorado, el padrinazgo brasileño se hizo más evidente. Primero supimos, por declaraciones de Barata en la primera Comisión Lava Jato, la de Juan Pari, que Odebrecht visitó protocolarmente a Keiko y PPK. Sin duda, Odebrecht evaluaba cómo estrechar lazos con cualquiera de esos candidatos abiertos a varias influencias. Pero mucho mejor para la empresa era alinearse con el favorito de su partido de gobierno y encadenarlo a su influencia. Y así lo confirmamos todos cuando Barata desde Brasil y el propio Marcelo Odebrecht revelaron que el PT, en la figura del ex ministro de economía brasilero, Antonio Palocci, pidió a su empresa que hiciera un jugoso aporte de hasta $3 millones que no iba ni con sus simpatías políticas ni con la lectura de los sondeos de opinión en el momento en que empezó su apuesta forzada. Nunca sabremos si fue ese aporte y padrinazgo que hizo la diferencia para que Humala pasara a segunda vuelta y ganara a Keiko Fujimori. Ollanta y Nadine ahora se estarán preguntando si no es más lo que están perdiendo ahora que lo que ganaron en el 2011 sumado a lo que les quedó de la campaña del 2006.

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